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Jesús baja a los Infiernos y al Purgatorio: visión de Ana Catalina Emmerich

Cuando Jesús, dando un grito, expiró, yo vi su alma celestial como una forma luminosa penetrar en la tierra, al pie de la cruz; muchos ángeles, en los cuales estaba Gabriel, la acompañaban. Vi su divinidad unida con su alma pero también con su cuerpo suspendido en la cruz. No puedo expresar cómo era eso aunque lo vi claramente en mi espíritu. El sitio adonde el alma de Jesús se había dirigido, estaba dividido en tres partes. Eran como tres mundos y sentí que tenían forma redonda, cada uno de ellos separado del otro por un hemisferio.

Delante del limbo había un lugar más claro y hermoso; en él vi entrar las almas libres del purgatorio antes de ser conducidas al cielo. La parte del limbo donde estaban los que esperaban la redención, estaba rodeado de una esfera parda y nebulosa, y dividido en muchos círculos. Nuestro Señor, rodeado por un resplandeciente halo de luz, era llevado por los ángeles por en medio de dos círculos: en el de la izquierda estaban los patriarcas anteriores a Abraham; en el de la derecha, las almas de los que habían vivido desde Abraham hasta san Juan Bautista. Al pasar Jesús entre ellos no lo reconocieron, pero todo se llenó de gozo y esperanzas y fue como si aquellos lugares estrechos se expandieron con sentimientos de dicha. Jesús pasó entre ellos como un soplo de aire, como una brillante luz, como el refrescante rocío. Con la rapidez de un viento impetuoso llegó hasta el lugar cubierto de niebla, donde estaban Adán y Eva; les habló y ellos lo adoraron con un gozo indecible y acompañaron a Nuestro Señor al círculo de la izquierda, el de los patriarcas anteriores a Abraham. Este lugar era una especie de purgatorio. Entre ellos había malos espíritus que atormentaban e inquietaban el alma de algunos. El lugar estaba cerrado pero los ángeles dijeron: «Abrid estas puertas.» Cuando Jesús triunfante entró, los espíritus diabólicos se fueron de entre las almas llenas de sobresalto y temor. Jesús, acompañado de los ángeles y de las almas libertadas, entró en el seno de Abraham.

Este lugar me pareció más elevado que las partes anteriores, y sólo puedo comparar lo que sentí con el paso de una iglesia subterránea a una iglesia superior. Allí se hallaban todos los santos israelitas; en aquel lugar no había malos espíritus. Una alegría y una felicidad indecibles entraron entonces en estas almas, que alabaron y adoraron al Redentor. Algunos de éstos fueron a quienes Jesús mandó volver sobre la tierra y retomar sus cuerpos mortales para dar testimonio de Él. Este momento coincidió con aquel en que tantos muertos se aparecieron en Jerusalén. Después vi a Jesús con su séquito entrar en una esfera más profunda, una especie de Purgatorio también, donde se hallaban paganos piadosos que habían tenido un presentimiento de la verdad y la habían deseado. Vi también a Jesús atravesar como libertador, muchos lugares donde había almas encerradas, hasta que, finalmente, lo vi acercarse con expresión grave al centro del abismo.

El infierno se me apareció bajo la forma de un edificio inmenso, tenebroso, cerrado con enormes puertas negras con muchas cerraduras; un aullido de horror se elevaba sin cesar desde detrás de ellas. ¿Quién podría describir el tremendo estallido con que esas puertas se abrieron ante Jesús? ¿Quién podría transmitir la infinita tristeza de los rostros de los espíritus de aquel lugar?

La Jerusalén celestial se me aparece siempre como una ciudad donde las moradas de los bienaventurados tienen forma de palacios y de jardines llenos de flores y de frutos maravillosos. El infierno lo veo en cambio como un lugar donde todo tiene por principio la ira eterna, la discordia y la desesperación, prisiones y cavernas, desiertos y lagos llenos de todo lo que puede provocar en las almas el extremo horror, la eterna e ilimitada desolación de los condenados. Todas las raíces de la corrupción y del terror producen en el infierno el dolor y el suplicio que les corresponde en las más horribles formas imaginables; cada condenado tiene siempre presente este pensamiento, que los tormentos a que está entregado son consecuencia de su crimen, pues todo lo que se ve y se siente en este lugar no es más que la esencia, la pavorosa forma interior del pecado descubierto por Dios Todopoderoso.

Cuando los ángeles, con una tremenda explosión, echaron las puertas abajo, se elevó del infierno un mar de imprecaciones, de injurias, de aullidos y de lamentos. Todos los allí condenados tuvieron que reconocer y adorar a Jesús, y éste fue el mayor de sus suplicios. En el medio del infierno había un abismo de tinieblas al que Lucifer, encadenado, fue arrojado, y negros vapores se extendieron sobre él. Es de todos sabido que será liberado durante algún tiempo, cincuenta o sesenta años antes del año 2000 de Cristo. Las fechas de otros acontecimientos fueron fijadas, pero no las recuerdo, pero sí que algunos demonios serán liberados antes que Lucifer, para tentar a los hombres y servir de instrumento de la divina venganza.

Vi multitudes innumerables de almas de redimidos elevarse desde el purgatorio y el limbo detrás del alma de Jesús, hasta un lugar de delicias debajo de la Jerusalén celestial. Vi a Nuestro Señor en varios sitios a la vez; santificando y liberando toda la creación; en todas partes los malos espíritus huían delante de Él y se precipitaban en el abismo. Vi también su alma en diferentes sitios de la tierra, la vi aparecer en el interior del sepulcro de Adán debajo del Gólgota, en las tumbas de los profetas y con David, a todos ellos revelaba los más profundos misterios y les mostraba cómo en Él se habían cumplido todas las profecías.

Esto es lo poco de que puedo acordarme sobre el descendimiento de Jesús al limbo y a los infiernos y la libertad de las almas de los justos. Pero además de este acontecimiento, Nuestro Señor desplegó ante mí su eterna misericordia y los inmensos dones que derrama sobre aquellos que creen en Él. El descendimiento de Jesús a los infiernos es la plantación de un árbol de gracia destinado a las almas que padecen. La redención continua de estas almas, es el fruto producido por este árbol en el jardín espiritual de la Iglesia en todo tiempo. La Iglesia debe cuidar este árbol y recoger los frutos para entregárselo a la Iglesia que no puede recogerlos por sí misma. Cuando el día del Juicio Final llegue el dueño del árbol nos pedirá cuentas, y no sólo de ese árbol, sino de todos los frutos producidos en todo el jardín.

Fuente: La amarga Pasión de Cristo, por Ana Catalina Emmerich

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Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA María Simma: Austria MENSAJES Y VISIONES notorio

Entrevista de Sor Emmanuel a María Simma sobre lo que dicen las Almas del Purgatorio

Estas son unas maravillosas revelaciones recibidas por una humilde mujer sobre las Benditas Almas del purgatorio.

En Macabeos se encuentra una referencia bíblica de la existencia del Purgatorio: (2 Macabeos, 12, 46) «Es, pues, un pensamiento santo y saludable el rezar por los difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados».

María Simma era una anciana mujer que vivió hasta el dia de San José del año 2004 en las montañas austríacas. Desde temprana edad ella recibió de Dios el don de recibir la presencia sobrenatural de las almas del Purgatorio, que acuden a ella en busca de oración y ayuda para acortar su tiempo de expiación. Sor Emanuel, muy reconocida por aquellos que conocen la aparición de María en Medjugorje, tuvo la oportunidad de realizarle un reportaje en su humilde casa en la montaña, el cual fue documentado en un hermoso libro.

María Simma tuvo desde niña un especial interés por las almas del Purgatorio, y fue esa la misión que Dios le dio para esta vida cuando tuvo la edad de 25 años. Adecuadamente asistida por su confesor y director espiritual, y bajo el cercano seguimiento del Obispo del lugar, María vive una vida donde la Presencia sobrenatural se vuelve cotidiana. Las almas se presentan a ella buscando ayuda, y también dando testimonio de sus sufrimientos, su vida en la tierra y su deseo profundo de llegar cuanto antes a estar en la Presencia de Dios en forma definitiva.

Los conocimientos que las almas del Purgatorio le refieren son una hermosa y fuerte confirmación de toda la Doctrina sobre la que se funda la Iglesia Católica, y una invitación a todos nosotros a vivir una activa y sincera práctica de los sacramentos. Pero, por sobre todo, María Simma nos invita a una práctica cotidiana del amor como la puerta más importante para la salvación de nuestra alma. El amor cura y cubre muchos de nuestros pecados, a la hora de nuestro juicio particular.

 

El reportaje de Sor Emmanuel

Los comentarios y las preguntas son realizadas por Sor Emmanuel

Sor Emmanuel: Henos aquí, María, ¿puedes contarnos ahora cómo fuiste visitada, la primera vez, por un alma del Purgatorio?

María Simma: Sí, fue en el año 1940, de noche, a las 3 o 4 de la madrugada. Oí a alguno que iba y venía en mi cuarto. Esto me despertó. Miré para ver quien pudiese haber entrado en mi cuarto.

-¿ Tuviste miedo?

– No, yo no soy nada miedosa. Cuando yo era pequeña, mi madre me decía que era una niña del todo especial, porque nunca tenía miedo.

-¿ Y entonces, esa noche? ¡Cuéntanos!

– Oh, vi que era un extraño. Iba y venía lentamente. Le pregunté con tono severo: «¿Cómo has entrado aquí?, ¿qué has perdido?». Pero él continuaba a caminar en mi cuarto, de aquí para allá, como si nada fuese. Entonces le volví a preguntar: «¿Qué haces?». Y puesto que continuaba a no querer responderme, me levanté de un salto para aferrarlo, pero no toqué mas que el aire, y el hombre había desaparecido… Entonces regresé a la cama, y de nuevo comencé a sentir que iba y venía. Me preguntaba por qué veía allí a ese hombre, y por qué no podía aferrarlo. Me levanté de nuevo para asirlo y para hacer que desistiese de caminar. Nuevamente me topé con la nada. Quedé perpleja. Volví a acostarme. No volvió otra vez, pero aquella noche no conseguí adormecerme. Al día siguiente, después de misa, fui a ver a mi director espiritual y le conté lo sucedido. El me dijo «Si todo eso recomienza, no preguntes: «¿Quien eres?, sino, ¿“Qué quieres de mí?».
La noche siguiente el hombre regresó. Era el mismo, y yo le pregunté: «¿Qué quieres de mí?». Me respondió: «Haz celebrar tres misas por mí y yo seré liberado». Entonces comprendí que era un alma del Purgatorio. Mi padre espiritual me lo confirmó. Me aconsejó de no rechazar jamás a las almas del Purgatorio, y de acoger con generosidad sus pedidos.

– Y después, ¿continuaron las visitas?

– Sí, durante algunos años venían tres o cuatro almas solamente, sobre todo en el mes de noviembre. Luego no vinieron más.

– ¿Y qué te piden estas almas?

– Muchas veces piden de hacer celebrar misas y de asistir a esas misas; piden de recitar Rosarios, y también de hacer el Vía Crucis.

– A este punto se nos plantea una pregunta, que es fundamental: ¿Qué es exactamente el Purgatorio?

– Diría que es una invención genial por parte de Dios. Y aquí quisiera proponerles una imagen toda mía. Supongan que un día se abre una puerta y aparece un ser extraordinariamente bello, de una belleza tal, nunca vista sobre la tierra. Aquí quedan fascinados, trastornados por este SER de luz y de belleza, tanto más que él demuestra estar locamente enamorado de ustedes (lo que nunca se hubiesen imaginado); se dan cuenta que también él tiene un gran deseo de atraerlos a sí, de abrazarlos; y el fuego del amor que quema ya en sus corazones los empuja seguramente a precipitarse entre sus brazos. Pero ustedes, se dan cuenta, en ese preciso instante, de que hace meses que no se lavan, que huelen mal, que se sienten horriblemente feos; tienen la nariz que chorrea, los cabellos grasosos y pegoteados, horribles manchas de suciedad sobre la ropa, etc., etc.Entonces se dicen a sí mismos: «¡No, no es posible que yo me presente en este estado!. Es preciso que antes me lave, me duche, y luego, rápidamente, regrese a verlo…». Pero he aquí que el amor nacido en sus corazones es tan intenso, tan fuerte, tan abrasador, que este atraso debido a la ducha es absolutamente insoportable. Y el dolor mismo de la ausencia, aunque dure sólo pocos minutos, causa un ardor atroz en el corazón. Y, ciertamente, este ardor es proporcional a la intensidad de la revelación del amor: es una Llama de amor…
Pues bien, el Purgatorio es exactamente esto. Es un atraso impuesto por nuestra impureza, un atraso antes del abrazo de Dios, una Llama de amor que hace sufrir terriblemente; una espera, o si quieren, una nostalgia, del Amor. Es precisamente esta Llama, esta ardorosa nostalgia la que nos purifica de todo lo que aún es impuro en nosotros. Me atrevería a decir que el Purgatorio es un lugar de deseo, del deseo loco de Dios, de Dios que ya ha sido reconocido y visto, pero al cual el alma todavía no se ha unido.
Las almas del Purgatorio hablan con frecuencia con María sobre ese gran deseo, de esa sed que tienen de Dios, y cómo ese deseo es para ellas profundamente doloroso; es, sin duda, una verdadera agonía. En la práctica el Purgatorio es una gran crisis, una crisis que nace de la falta de Dios.

Sobre esto he querido que María nos precisara un punto fundamental:
– María, ¿las almas del Purgatorio prueban alegría y esperanza en medio de sus sufrimientos?

– Sí, ningún alma quisiera volver del Purgatorio a la tierra, porque ellas ya tienen un conocimiento de Dios infinitamente superior al nuestro, y no podrían nunca más decidirse a regresar a las tinieblas de este mundo. He aquí, entonces, la gran diferencia entre los sufrimientos del Purgatorio y los de la tierra: en el Purgatorio, aunque sea terrible el dolor del alma, la certeza que se tiene de vivir con Dios es tan fuerte e indestructible que el gozo de esta certeza supera aun el dolor; y por nada del mundo esas almas quisieran volver a vivir sobre la tierra donde, al fin de cuentas, nunca se tiene seguridad de nada.

– María, ¿ahora podrías decirnos si es Dios quien envía un alma al Purgatorio, o si, en cambio, es el alma misma quien decide de ir allí?

– Es el alma misma quien quiere ir al Purgatorio para purificarse, antes de entrar en el Paraíso. Pero aquí es preciso decir también que el alma, cuando está en el Purgatorio, adhiere perfectamente a la voluntad de Dios;por ejemplo, se complace del bien y desea nuestro bien; experimenta tanto amor por Dios, y también por quienes aún estamos en la tierra. Estas almas están perfectamente unidas al Espíritu de Dios o, si quieren, a la Luz de Dios.

– María, ¿en el momento de la muerte, se ve a Dios en plena luz, o en manera confusa?.

– En manera aún confusa; con todo, hay una claridad tal, que basta, ciertamente, para tener nostalgia.
¡Es verdad!. Es una luz resplandeciente, en relación a las tinieblas de la tierra; pero todavía es nada con respecto a la Luz que el alma conocerá en el Cielo. Del resto, a tal propósito, podemos hacer una confrontación con las experiencias de las que se habla en el libro «La vida más allá de la vida»: muchísimas de esas personas que, de un estado de pre-muerte (por coma, paro cardíaco, etc.), han entrevisto algo del más allá, quedaron tan fascinadas de esa luz, que para ellas ha sido una verdadera agonía retornar a la común existencia sobre la tierra, después de aquella experiencia.

– María, ¿puedes decirme cuál es el papel de la Virgen con respecto a las almas del Purgatorio?

– Sí, viene frecuentemente para consolarlas y decirles que han hecho bien tantas cosas, y les da coraje.

– ¿Hay días especiales en los cuales ella las libera?

– Si, sobre todo el día de Navidad, el día de Todos los Santos, el Viernes Santo; las libera también el día de su Asunción y en el de la Ascensión de Jesús.

– Pero, María, ¿por qué se va al Purgatorio? ¿Cuáles son los pecados que conducen con frecuencia a las almas al Purgatorio?

– Son los pecados contra la caridad, contra el amor hacia el prójimo, la dureza del corazón, la hostilidad, la calumnia; sí, todas estas cosas. Sé que la maldición y la calumnia se cuentan entre las culpas más graves que necesitan una larga purificación.
María, al respecto, nos ofrece un ejemplo que la ha impactado mucho, y es un testimonio que quiero contarles. Se trata de un hombre y de una mujer; de ellos se le pidió se informase si estaban en el Purgatorio. Con gran asombro de quienes se lo habían pedido, la mujer ya estaba en el Paraíso y el hombre en el Purgatorio. Pero en realidad esa mujer había muerto después de un aborto, mientras que el hombre iba con frecuencia a la iglesia y llevaba una vida, aparentemente, bastante digna y piadosa. Entonces María se informa nuevamente, pensando que podría haberse equivocado. Pero no, era tal cual: en realidad los dos murieron contemporáneamente, pero la mujer se había arrepentido sinceramente de lo que había hecho, y había sido muy humilde; en cambio el hombre, aunque religioso, juzgaba todo y a todos, siempre se lamentaba, hablaba mal de la gente, y criticaba. Por eso su purgatorio era muy largo. Y María concluyó: «Nunca se debe juzgar según las apariencias».
Otros pecados contra la caridad son, por cierto, todos nuestros repudios hacia algunas personas que no amamos, nuestro rechazo en hacer las paces, en perdonar, y todos los rencores que encerramos en el corazón. Al respecto María nos reveló un testimonio que nos hace reflexionar. Es la historia de una persona que ella conocía muy bien. Esta persona había muerto. Era una mujer y se encontraba en el Purgatorio, padeciendo sufrimientos atroces. Y cuando esa alma visitó a María, ella le preguntó el porqué; y el porqué era que ella tenía una amiga, sí, una amiga con la cual surgió una enemistad muy grande; y esa enemistad había sido causada por ella misma y, a pesar de todo, había conservado su rencor por años y años; y cuando su amiga, en varias circunstancias, había venido a pedirle de hacer las paces, de reconciliarse, ella la rechazaba; y cuando cayó gravemente enferma, había continuado a tener cerrado su corazón, a rechazar la paz que se le proponía; y hasta en el lecho de muerte, aquella amiga había venido a suplicarle de hacer las paces; pero aún en su lecho de muerte ella había rechazado reconciliarse. Por ese motivo se encontraba aún en un purgatorio muy doloroso, y por eso había venido a pedir ayuda a María.
Este testimonio sobre la gravedad de conservar el rencor es muy significativo. Por lo que se refiere a las palabras, nunca se dirá bastante acerca de cómo una palabra de crítica, una palabra malévola pueda realmente matar, y también cómo una buena palabra pueda curar.

 

 

– Entonces, María, ¿puedes decirnos quienes son los que tienen mayores posibilidades de ir directamente al Paraíso?

– Son aquellos que tienen un corazón bueno, un corazón bueno hacia todos. La caridad cubre una multitud de pecados.
Sí, es San Pablo quien nos lo dice.

– Y ¿cuáles son los medios que podemos emplear sobre la tierra para evitar el Purgatorio e ir derecho al Paraíso?

– Debemos hacer mucho por las almas del Purgatorio, porque son ellas quienes, a su vez, nos ayudan. Hay que tener mucha humildad: ésta es el arma más grande contra el Maligno. La humildad elimina el mal.

A este punto no resisto al deseo de referir un bellísimo testimonio del Padre Berlioux (que ha escrito un hermoso libro sobre las almas del Purgatorio), con relación a la ayuda ofrecida por estas almas a aquellos que las ayudan con oraciones y sufragios:
«Se cuenta que una persona muy amiga de las almas del Purgatorio había consagrado toda su vida a sufragar por ellas. Habiendo llegado la hora de su muerte, fue asaltada con furor por el demonio que la veía a punto de escapársele. Parecía que el abismo entero, confederado contra ella, la rodease con sus cohortes infernales. La moribunda luchaba desde hacía tiempo entre los esfuerzos más penosos, cuando todo de un golpe vio entrar en su casa una multitud de personajes desconocidos, pero resplandecientes de belleza, que pusieron en fuga al demonio y, acercándose a su lecho, le dirigieron palabras de aliento y de consolación totalmente celestiales. Emitiendo entonces un profundo suspiro, y llena de alegría, gritó: ¿quiénes son ustedes? ¿quiénes son los que me hacen tanto bien?. Aquellos buenos visitantes respondieron: «Nosotros somos habitantes del Cielo, que tu ayuda ha encaminado a la felicidad, y, como reconocimiento, venimos a ayudarte para que cruces el umbral de la eternidad y te libres de este lugar de angustia y te introduzcas en las alegrías de la Ciudad Santa».

Con estas palabras una sonrisa iluminó el rostro de la moribunda. Sus ojos se cerraron y ella se durmió en la paz del Señor. Su alma, pura como una paloma, presentándose al Señor de los Señores, encontró tantos protectores y abogados entre las almas que ella había liberado; y reconocida digna de la gloria, entró allí triunfalmente, en medio de los aplausos y las bendiciones de quienes había liberado del Purgatorio».

¡Ojalá que también nosotros, un día, podamos tener la misma suerte!. Entonces hay que decir que las almas, sí, las almas liberadas por nuestra plegaria, son sumamente agradecidas. Les aconsejo, pues, que hagan la experiencia; las almas nos ayudan, conocen nuestras necesidades y nos obtienen muchas gracias.

– Entonces María, ahora pienso en el buen ladrón, en aquel que estaba crucificado junto a Jesús, y me gustaría saber que hizo para que Jesús le prometiese que, ese mismo día, estaría con él en el Paraíso.

– El aceptó humildemente su sufrimiento diciendo que era algo justo. Alentó al otro ladrón a aceptar también él su condición. El tenía el temor de Dios, es decir, era humilde.

Otro hermoso ejemplo, que nos contara María Simma, demuestra cómo un gesto de bondad puede rescatar, en poquísimo tiempo, una vida de pecado. Escuchémoslo narrado con sus mismas palabras:

«Conocía a un joven de unos veinte años. Vivía en un pueblo vecino al mío. Este pueblo había sido duramente golpeado y destruido por una serie de aludes que mataron un gran número de habitantes. Era en el ano 1954. Una noche ese joven se hallaba en la casa de sus padres. Imprevistamente un terrible alud se abate precipitando cerca de su casa. El oye gritos desgarradores, gritos lastimeros que invocan: «¡Ayúdennos! ¡Sálvennos! ¡Vengan a socorrernos!… ¡Somos arrollados por los aludes!… «. De inmediato el joven se levantó y se precipitó para socorrer a esas personas. Pero su madre, que había oído los gritos, le impidió pasar, cerró la puerta y dijo: «¡No, otros deben socorrerlos, nosotros no!. Afuera es demasiado peligroso. No quiero que haya un muerto más»: Pero él, puesto que había sido impactado por esos gritos y quería verdaderamente socorrer a esa gente, empuja a su madre y dice: «¡Sí, yo voy! ¡No quiero dejarlos morir así!’: y salió. Pero también él, a lo largo del trayecto, fue embestido por un alud y murió…
Dos días después de su muerte, él vino a visitarme de noche y me dijo: «Haz celebrar tres misas por mí, así seré liberado del Purgatorio». Yo fui a dar cuenta de ello a su familia y a sus amigos. Ellos quedaron muy sorprendidos al oír que, solamente con tres misas, se libraría del Purgatorio. Alguno de sus amigos agregó «Yo no hubiera querido estar en su lugar en la hora de la muerte. ¡Si hubiesen visto todas las fechorías que cometió!… «. Pero ese joven, con posterioridad, me declaró: «Yo he cumplido un acto de amor puro poniendo a riesgo mi vida y donándola por aquellas personas; y es gracias a esto que el Señor me ha acogido tan rápidamente en Su Cielo. Es verdad, la caridad cubre una multitud de pecados».

En este episodio se ve cómo un solo acto de amor desinteresado ha sido suficiente para purificar a ese joven de una vida de fechorías; y el Señor ha aprovechado de ese instante de amor para llamarlo a sí. María, en efecto, ha dicho que este joven quizás nunca hubiese tenido en su vida la ocasión de realizar un acto de amor tan fuerte, y quizás se hubiese convertido en un hombre malvado. El Señor, en Su Misericordia, lo ha llamado a sí justo en el mejor momento, en el momento más puro a causa de ese acto de amor.

Ahora he aquí otro episodio que demuestra cómo el Señor acepta y valoriza también un simple acto de bondad:

– El alma de una mujer se presentó, un día, con un balde en mano. «¿Qué haces con ese balde?», le pregunté. Es la llave de mi Paraíso, respondió radiante. No he orado mucho durante mi vida; raramente iba a la iglesia pero una vez, antes de Navidad, he limpiado gratuitamente toda la casa de una pobre anciana. Ha sido mi salvación «. Esta es la prueba que todo depende de la caridad.
Es también importante, cuando se está a punto de la muerte, abandonarse a la voluntad del Señor. María me narró el caso muy hermoso de una madre de cuatro hijos que estaba por morir. En vez de rebelarse y de inquietarse ella dijo al Señor: «Acepto la muerte, en el momento que tú lo quieras, y pongo mi vida en tus manos. Te confío mis hijos y sé que tú encargarás de ellos». María me dijo que, a causa de esta inmensa confianza en Dios, esa mujer fue directamente al Paraíso sin pasar por el Purgatorio. Verdaderamente se puede decir que el amor; la humildad y el abandono a Dios son tres llaves de oro que nos hacen entrar directamente en el Paraíso.

– María, ¿podrías decirnos cuáles son los medios más eficaces para facilitar la liberación de las almas del Purgatorio?

– El medio más eficaz es la Misa.

– ¿Por qué la Misa?

– Porque es Cristo quien se ofrece por amor nuestro. Es la ofrenda del mismo Cristo a Dios, la más bella de las ofrendas. EI sacerdote es el representante de Dios y es el mismo Dios que se ofrece y se sacrifica por nosotros. La eficacia de la Misa por los difuntos es tanto mayor cuanto más grande ha sido la estima que ellos tuvieron por la Misa cuando eran todavía en vida. Si en esas Misas han orado con todo el corazón y si han asistido también durante la semana, según el tiempo disponible, ellos sacarán grande provecho de las misas celebradas por ellos. También en esto se recogerá lo que se ha sembrado.Además de ir nosotros, no nos olvidaremos de invitar a nuestros hijos a que asistan a estas Misas, y, si posible, invitemos a los muchachos de las escuelas. Ningún padre, ninguna madre, ningún catequista puede poner en el corazón del niño lo que Nuestro Señor personalmente le da, en gracias, durante la Misa y la Comunión.
Agregaré que un alma del Purgatorio ve muy bien el día de sus funerales: si se reza verdaderamente por él o si, simplemente, se hace acto de presencia para mostrar que está allí. Ellas dicen que las Lágrimas no sirven para nada para ayudarlas. En cambio sirve mucho la oración. Con frecuencia esas almas lamentan el hecho de que las personas asisten a su sepultura, pero no elevan una sola plegaria a Dios; derraman muchas lágrimas, pero eso es inútil.
Con relación a la Misa, quisiera citarles un hermoso ejemplo narrado por el santo Cura de Ars a sus parroquianos: «Hijos míos, un buen sacerdote había tenido la desgracia de perder un amigo muy querido. Por eso rezó mucho por la paz de su alma. Un día Dios le hizo saber que su amigo estaba en el Purgatorio y sufría terriblemente. Este santo sacerdote pensó que no podía hacer algo mejor que ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa por su querido difunto. En el momento de la Consagración, tomó la Hostia entre sus manos y dijo: «Padre Santo y Eterno, en tus manos divinas está el alma de mi amigo en el Purgatorio y en mis pobres manos de ministro tuyo está el Cuerpo de Tu Hijo Jesús. Pues bien, Padre Bueno y Misericordioso, libra a mi amigo y yo te ofrezco a Tu Hijo junto con todos los méritos de Su Gloriosa Pasión y Muerte». Este pedido fue escuchado. De hecho, en el momento de la elevación, él vio que el alma de su amigo subía al Cielo resplandeciente de gloria. Dios había aceptado la ofrenda”.
«Por eso hijos míos, concluyó el santo Cura de Ars, cuando querramos liberar a nuestros seres queridos que están en el Purgatorio, hagamos lo mismo. Ofrezcamos al Padre, por medio del Santo Sacrificio, a Su Hijo Dilecto, junto con todos los méritos de Su Pasión y Muerte, así no podrá rechazarnos nada».
Otros medios muy eficaces para ayudar a las almas del Purgatorio son el ofrecimiento de nuestros sufrimientos, nuestras mortificaciones y el sufrimiento voluntario, como por ejemplo el ayuno, las privaciones, etc. Y, naturalmente, también los sufrimientos involuntarios como las enfermedades, los lutos, los abandonos…

– María, tú fuiste invitada, muchas veces, a sufrir por las almas del Purgatorio para liberarlas. ¡Puedes decirnos qué has vivido y probado en esos momentos!

– La primera vez un alma (era una mujer) me preguntó si quería sufrir tres horas, en mi cuerpo, por ella; y agregó que luego yo podría retomar mi trabajo. Yo me dije: «Si es sólo por tres horas, quiero aceptar». Esas tres horas me parecieron que durasen como tres días, tan terribles eran los sufrimientos. Pero, al fìnal, miré el reloj y vi que habían pasado sólo tres horas. EI alma luego me dijo que, habiendo aceptado sufrir con amor esas tres horas, le había ahorrado veinte años de Purgatorio.

– María, ¿por qué, una vez llegados al Purgatorio, no se pueden adquirir méritos y, en cambio, mientras se está en la tierra siempre se los pueden adquirir?

– Porque en el momento de la muerte los méritos se terminan. Mientras uno vive en la tierra puede reparar el mal que ha cometido antes. Las almas del Purgatorio tienen una santa envidia por esta posibilidad nuestra. Hasta los Angeles son celosos de nosotros, porque tenemos la posibilidad de «crecer» mientras estamos sobre la tierra. Pero muchas veces la aparición del sufrimiento en nuestra vida nos hace rebelar y tenemos dificultad en aceptarlo y vivirlo bien.

– Entonces, ¿cómo vivir el sufrimiento para que pueda dar frutos?

– Los sufrimientos son la prueba más grande del amor de Dios, y si se ofrecen bien, pueden ganar muchas almas.

– Pero ¿qué hacer para recibir los sufrimientos como un don, y no (como se hace con frecuencia) como una punición o un castigo?

– Hay que ofrecerlo todo a la Virgen Santa, pues ella sabe mejor que nadie quién necesita esta o aquella ofrenda para ser salvado.
Quisiera referir aquí un testimonio que María me ha contado a propósito del sufrimiento. El hecho ocurrió en el año 1954. Una serie de avalanchas muy desastrosas se abatieron sobre un pueblito cercano al de Mana, causando gravísimos daños. Otros aludes se habían precipitado en dirección al pueblito de María. Pero aquí sucedió que los aludes se detuvieron ante el pueblito en modo ciertamente milagroso, sin causar algún daño. Las almas dijeron a María que en ese pueblito había vivido y muerto una mujer que, durante treinta años, estuvo enferma y había sido cuidada muy mal; había sufrido terriblemente durante todos esos años, ofreciendo todos sus dolores por el bien de su pueblito. Las almas revelaron a María que, gracias al ofrecimiento de aquella mujer, el pueblito se había salvado. Ella había ofrecido sus sufrimientos durante 30 años y los había soportado con paciencia. María nos dice que, si aquella mujer hubiese gozado de buena salud, no hubiese podido proteger a su pueblito; agrega que con el sufrimiento, pacientemente soportado, se pueden salvar más almas que con las oraciones. No tenemos que ver siempre el sufrimiento como una punición. Puede ser aceptado como expiación, no sólo para nosotros mismos, sino sobre todo para los demás. Jesucristo era inocente, y fue El quien sufrió más que todos para expiar por nuestros pecados.
Sólo en el Cielo sabremos totalmente lo que hemos obtenido por medio del sufrimiento soportado pacientemente, en unión con los sufrimientos de Cristo.

– María, ¿se da una cierta rebeldía por parte de las almas del Purgatorio a causa de sus sufrimientos?

– No, ellas quieren purificarse y comprenden que los sufrimientos son necesarios.

– ¿Cuál es el valor de la contrición y del arrepentimiento en el momento de la muerte?

– La contrición es importantísima. Los pecados como sea, son perdonados, pero queda la consecuencia del pecado. Si se quiere obtener la indulgencia plenaria en el momento de la muerte, esto es, ir derecho al Cielo, el alma tiene que estar libre de toda atadura.
Ahora quisiera referir un testimonio muy significativo que nos ha contado María. Le habían pedido que se informara sobre una mujer cuyos parientes la creían perdida, pues había vivido una vida muy mala y estaba totalmente inmersa en el pecado. Fue víctima de un accidente: se había caído del tren que, en su marcha, la había arrollado y matado. Un alma dijo a María que esa mujer se había salvado del Infierno porque, en el momento de la muerte, había dicho a Dios: «Tú haces bien en retomar mi vida, porque así ya no podré ofenderte», y eso ha cancelado todos sus pecados. Y esto es muy significativo, porque un solo acto de humildad, de arrepentimiento en la hora de la muerte, nos salva. Eso no significa que esa mujer no haya pasado por el Purgatorio; pero se salvó del infierno merecido a causa de su conducta.

– María, quisiera preguntarte en el momento de la muerte ¿se da un tiempo en el que el alma tiene la posibilidad de dirigirse a Dios antes de entrar en la eternidad, un tiempo, si se quiere, entre lo muerte aparente y la muerte real?

– Sí, el Señor da a cada alma algún instante para que se arrepienta de sus pecados y se decida si acepta o no acepta llegar a Dios. En ese breve tiempo se ve como en un fìlme la propia vida. Yo conocía a un hombre que creía en los preceptos de la Iglesia, pero no en la vida eterna; un día se enfermó gravemente y entró en coma. Entonces él se vio en una sala con una pizarra en la que estaban escritas todas sus acciones: tanto las buenas como las malas; luego la pizarra desapareció, también las paredes de aquella sala, y todo era infinitamente bello. Luego se despertó del coma y decidió cambiar de vida.
Este episodio es semejante a tantos otros refrendos en el libro «La vida más allá de la vida»: la experiencia momentánea de la luz sobrenatural es tal que esas personas no pueden vivir más como vivían antes.

– Entonces, María, ¿en la hora de la muerte, Dios se revela con la misma intensidad a todas las almas?

– A cada alma se le da el conocimiento de su propia vida, y también del sufrimiento futuro, pero esto no es igual para todos. La intensidad de la revelación del Señor depende de la vida de cada alma.

– María, ¿el diablo tiene el poder de atacarnos en el instante de nuestra muerte?

– Si, pero el hombre tiene también la gracia de resistirlo y de rechazarlo, porque, si el hombre no quiere, el demonio no puede hacer nada.

– María, ¿qué consejos darás a quien quisiera hacerse santo ya en esta tierra?

– Ser humildísimo. No debe ocuparse de sí mismo. Debe huir del orgullo, que es la trampa más peligrosa que tiende el Maligno.

– María, ¿podrías decirnos si se puede pedir al Señor de hacer su propio Purgatorio en la tierra para no hacerlo después de la muerte?

– Oh, sí. He conocido un sacerdote y una muchacha, los dos estaban enfermos en el hospital. La muchacha decía al sacerdote que ella pedía al Señor de poder sufrir en la tierra tanto cuanto fuera necesario pare ir directamente al Cielo, y el sacerdote respondió que él no se atrevía a pedir eso. Junto a ellos había una religiosa que escuchaba toda la conversación. Luego la muchacha murió antes, y poco después murió también el sacerdote; él se apareció a la religiosa diciéndole: «Si hubiese tenido igual confianza que esa muchacha, también yo hubiese ido directamente al Paraíso.

– Gracias por este hermoso testimonio, María.
Ahora María me pide 5 minutos de descanso pues tiene que dar de comer a las gallinas.

La vuelvo a ver en seguida y continuamos con nuestras preguntas
– Sí, por cierto que es difícil describirlos. Pero, dime, ¿Jesús no va al Purgatorio?.

– Ningún alma me lo ha dicho. Es la Madre de Dios quien va. Una vez pregunté a un alma del Purgatorio si debía ir ella misma a buscar a las almas de las que pedían noticias. Me respondió que no: es la Madre de Misericordia quien da noticias. Ni siquiera los santos van al Purgatorio; en cambio los Angeles están allí: San Miguel… y cada alma tiene cerca a su Angel Custodio.

– ¡Qué estupendo, los Angeles están con nosotros! Pero, ¿qué hacen los Angeles en el Purgatorio?

– Alivian y consuelan. Las almas pueden verlos.

– ¡Oh, qué bello!. María, si continuas a hablarnos de los Angeles casi me haces venir el deseo de ir al Purgatorio. Otra pregunta: tú sabes que, hoy, mucha gente cree en la reencarnación, ¿Qué dicen las almas sobre este tema?

– Las almas dicen que Dios nos da una sola vida.

– Pero algunos sostienen que una sola vida no es suficiente para conocer a Dios y para tener el tiempo de convertirse verdaderamente, y piensan que eso no sea justo. ¿Que le respondes a tales personas?

– Todas las almas tienen una fe interior; aun si no son practicantes, ellas reconocen a Dios. No existe nadie que no crea totalmente. Cada hombre tiene una conciencia para reconocer el bien y el mal, una conciencia dada por Dios y un conocimiento interior, ciertamente de grados diversos, como sea, sabe distinguir el bien del mal. Con tal conciencia cada ser humano puede llegar a la bienaventuranza.

– ¿Qué pasa con las personas que se suicidan?. ¿alguna vez te visitó una de esas almas?

– Las almas que vienen a mí son sólo almas del Purgatorio. Por lo tanto, hasta hoy, nunca encontré el caso de un suicida que se haya perdido; eso no significa que no las haya. Pero algunas almas me dicen que con frecuencia son más culpables aquellos que han estado alrededor de ellas, porque han sido negligentes o han difundido calumnias.

A este punto pregunté a María si las almas se arrepienten de haberse suicidado, y María me respondióque si, pero me dijo que, con frecuencia, el suicida es una persona enferma. Con todo, las almas se arrepienten porque, apenas ven las cosas a la luz de Dios, comprenden, en un solo instante, todas las gracias que les estarían reservadas a ellas durante el tiempo que aún les quedaba por vivir, y ven todo el tiempo restante (meses o años), y todas las almas que hubiesen podido ayudar ofreciendo el resto de su vida a Dios; y lo que a ellas les causa mayor dolor por su pasado es ver el bien que hubiesen podido hacer y que, en cambio, no hicieron porque abreviaron su vida. Pero, si la causa del suicidio fue una enfermedad, el Señor, sin duda, no lo tiene en cuenta.
– María, quisiera preguntarte si almas de personas de otras religiones, por ejemplo judíos, han venido a visitarte

– Sí, y están en la felicidad. Quien vive bien su fe está en la paz; pero es a través de la fe católica que se gana mucho más para el Cielo.

– ¿Existen religiones que son malas para las almas?

– No, pero ¡hay tantas religiones en la tierra!. Los más cercanos a la fe Católica son los ortodoxos y los protestantes. Hay muchos protestantes que recitan el Rosario; pero las sectas son muy, muy malas. ¡Hay que hacer de todo para salir de ellas!.

– María, ¿hay sacerdotes en el Purgatorio?. (Aquí veo que María alza los ojos al Cielo como para decir: «¡Ay de mí!…»).

– Sí, hay muchos. Esos no han colaborado para tener respeto por la Eucaristía, y entonces toda la fe sufre. Con frecuencia están en el Purgatorio por haber descuidado la oración, y su fe ha disminuido; pero es también cierto que muchos de ellos han ido directamente al Paraíso. Un encuentro inolvidable para mí fue aquel con un sacerdote cuya mano derecha era negra. Le pregunté la causa: «Hubiera tenido que bendecir más», me dijo. «Di a todos los sacerdotes que encuentres que deben bendecir mucho más: ellos pueden dar numerosas bendiciones y conjurarían las fuerzas del mal».

– Bien, ¿y qué le dirías a un sacerdote que quisiera vivir verdaderamente según el corazón de Dios?

– Le aconsejaría de rezar mucho al Espíritu Santo y de recitar cada día el Rosario.

– María, ¿hay niños en el Purgatorio?

– Sí, pero para ellos el Purgatorio no es muy largo ni muy penoso, porque a ellos les falta el pleno discernimiento.

– Pienso que algunos de ellos han venido a encontrarte. Tu nos contabas la historia de aquella niñita… el alma más pequeña que has visto; era una niñita de 4 años. Pero ¿por qué estaba en el Purgatorio?

– ¿Por qué?. Esta niñita había recibido de sus padres, como regalo de Navidad, una muñeca. Tenía una hermana melliza, que también había recibido una muñeca. Y he aquí que esa niñita de 4 años había roto su muñeca y entonces, a escondidas, sabiendo que nadie la veía, fue a poner esa muñeca rota en el lugar de la de su hermana, y a hacer así el cambio, sabiendo muy bien, en su corazoncito, que habría ocasionado muchísimo dolor a su hermana; se daba cuenta que eso era un engaño y una injusticia. Por esta causa pasó por el Purgatorio.
Sí, los niños con frecuencia tienen una conciencia más viva que la de los adultos, y es preciso sobre todo luchar contra la mentira; ellos son muy sensibles.

– María, ¿cómo pueden los padres ayudar en la formación de la conciencia de sus hijos?

– Sobre todo con el buen ejemplo: es lo más importante; y luego con la oración. Los padres deben bendecir a sus hijos e instruirlos bien en las cosas de Dios.

– Lo dicho es muy importante. ¿Te han visitado almas que, sobre la tierra, practicaban perversiones?. Pienso, por ejemplo, en el campo de la sexualidad.

– Las almas que he conocido (todas del Purgatorio), no se han perdido, pero deben sufrir mucho para purifìcarse. En todas las perversiones está presente la obra del Maligno. En modo particular en la homosexualidad.

– ¿Qué consejo darías a todas esas personas que son tentadas por la homosexualidad, que tienen en ellos esas tendencias?

– Les diría de rezar, rezar mucho, para tener la fuerza de alejarse. Sobre todo hay que orar al Arcángel san Miguel, pues es él, por excelencia, quien combate contra el Maligno.

-¡Oh, sí el Arcángel san Miguel! ¿Y cuáles son las tendencias del corazón que pueden conducir a la pérdida de nuestra alma, a la pérdida definitiva de nuestra alma, es decir al infierno?

– Es cuando no se quiere ir hacia Dios, es decir cuando se dice decididamente: «¡Yo no quiero!»

Te agradezco por esta aclaración. Y aquí te quisiera contar que, sobre este argumento, he interrogado a Vicka, una de las videntes de Medjugorje, que me decía también ella que al infierno (¡y ella al infierno lo ha visto!), van únicamente aquellos que deciden de ir allí, y no es Dios quien los manda. Al contrario, El suplica al alma de acoger Su Misericordia. El pecado contra el Espíritu Santo del que habla Jesús, y que por tanto no es perdonado, es el rechazo radical de su misericordia, y eso en plena luz y en plena conciencia. Yo señalo que Juan Pablo II lo explica muy bien en su encíclica sobre la Misericordia; pero también en esto podemos hacer mucho, por medio de la oración, por las almas que están en peligro de perderse.
– María, ¿tendrías algún testimonio al respecto?

– Un día me encontraba en el tren. En mi compartimento había un hombre que no terminaba de criticar a la Iglesia, a los sacerdotes y hasta de ofender a Dios. No cesaba de maldecir, y yo le dije: «Usted no tiene el derecho de decir todo eso, ¡no está bien!». Llegada a mi estación, mientras bajaba los dos peldaños de la escalerita, dije sencillamente a Dios: «¡Señor, que esta alma no se pierda!…». Algunos años después el alma de este hombre vino a visitarme y me contó de haber estado a la orilla del Infierno y de haberse salvado sólo por la oración que yo había hecho en aquel momento.

Sí, es extraordinario ver como tan solo un pensamiento, un impulso del corazón, una sencilla oración por alguien, pueda impedirle de caer en el infierno, porque es el orgullo que hace ir al infierno. Y el infierno es eso: es el obstinarse a decir NO a Dios; pero nuestras oraciones pueden suscitar, en quien muere, un acto de humildad; y sólo un impulso de humildad, por mínimo que sea, tiene tanta fuerza como para hacemos evitar el infierno.

– Un alma me contó: «No habiendo observado las leyes de tránsito, me maté a causa del golpe, mientras iba en motocicleta en Viena”. Le pregunté: «¿Estabas preparada para entrar en la eternidad?». «No lo estaba, agregó, pero Dios da dos o tres minutos para que se puedan convertir a cuantos pecan contra de él con insolencia y presunción. Y sólo quien lo rechaza es condenado». El alma continuó con su comentario interesante e instructivo: «Cuando uno muere en un accidente, las personas dicen que era su hora. Es falso: eso se puede decir sólo cuando una persona muere no por su culpa. Pero según los designios de Dios, yo hubiera podido vivir aún treinta años; entonces hubiese transcurrido todo el tiempo de mi vida». Por eso el hombre no tiene el derecho de exponer su vida a un peligro de muerte, salvo en caso de necesidad. Un médico vino un día a lamentarse que debía sufrir por haber acortado la vida de sus pacientes con inyecciones para que no sufrieran más. Dijo que el sufrimiento, soportado con paciencia, tiene para el alma un valor infinito; se tiene el deber de aliviar los grandes sufrimientos, pero no el derecho de acortar la vida con medios químicos. En otra ocasión vino una mujer. Confesó: «He debido sufrir treinta años de purgatorio porque a mi hija no la he dejado ir al convento».

– María, ¿no te parece increíble que alguno pueda llegar al punto de decir NO a Dios en el momento de la muerte, cuando lo ve?

– Bien, por ejemplo un hombre me dijo que no quería ir al Cielo; ¿y saben por qué?. Porque, según él, Dios permite los injustos y las injusticias… Yo le dije que esto lo hacen los hombres y no Dios. Me respondió: Espero no encontrar a Dios, después de la muerte, porque entonces le romperé la cabeza con un hacha». El tenía un odio profundo contra Dios; pero Dios deja al hombre su voluntad libre; podría impedir esta voluntad, pero no, quiere dejar a cada uno su libre elección. Dios da a cada uno, durante la vida terrena y en la hora de la muerte, muchas gracias para convertirse, aun después de una vida transcurrida en las tinieblas; pero si se pide perdón sin cálculo, ciertamente podemos salvarnos.

– Jesús dijo que es difícil, para un rico, entrar en el Reino de los cielos. Tú, personalmente, ¿has visto a veces casos de este género?

– Sí, si hacen buenas obras, pero obras de caridad, si viven el Amor, entonces pueden llegar a ser como los pobres.

– Y ahora, María, actualmente, ¿te visitan las almas del Purgatorio?

– Sí, dos o tres veces por semana.

– Quisiera saber qué piensas sobre las prácticas de espiritismo; por ejemplo cuando se llaman a los espíritus de los difuntos, se hacen girar las mesas, etc.

– ¡No es bueno!. Con frecuencia es el diablo quien hace mover las mesas.
¡Oh, si, es importante decirlo!. Hay que hacer saber esto a la gente; pues hoy, por desgracia, estas absurdas prácticas espiritistas aumentan cada vez más…

– Ahora, te ruego, acláranos, ¿existe una diferencia entre lo que tú vives con las almas de los difuntos y las prácticas de espiritismo?

– No es lícito llamar a las almas. Yo no busco su venida; vienen por sí solas, con el permiso de Dios. En el espiritismo, en cambio, se evocan a los espíritus, se los llaman. Pero es el demonio quien viene, fingiendo ser el alma de ése o de aquél. A veces se presenta bajo falsas apariencias, sin ser llamado.

– Tú, personalmente, ¿has sido alguna vez engañada por falsas apariciones?. Por ejemplo, por el diablo que se hace pasar por un alma del Purgatorio para hablarte?

– Sí, una vez un alma vino a verme y me dijo: «No recibas al alma que vendrá después de mí, porque te pedirá demasiados sufrimientos. Eso no está a tu alcance. Nunca podrás hacer lo que te ha de pedir “. Entonces quedé turbada. Me acordé de lo que me había dicho mi párroco que había que acoger a cada alma con generosidad, y yo estaba, por cierto, habituada a la obediencia. De repente pensé dentro de mí: «¿Acaso no podría ser el demonio quien esté aquí ante mi, y no un alma del Purgatorio?. ¿No será el demonio que se ha camuflado?…». Dije entonces a aquel hombre: «Si eres el diablo, ¡vete de aquí”. En seguida pegó un fuerte grito y huyó. Y efectivamente, el alma que vino luego de él era un alma que tenía mucha necesidad de mi ayuda y era en verdad importante que viniese a verme y que yo la escuchase.

– Cuando el diablo aparece, ¿el agua bendita lo hace huir siempre?

– Lo molesta mucho y con frecuencia huye.

– En la actualidad, María, eres muy conocida, sobre todo en Alemania, en Austria y aun por toda Europa, gracias también a tus conferencias y a tu libro. Pero en los comienzos vivías del todo escondida. ¿Cómo es que, de la noche a la mañana, la gente ha reconocido que tu experiencia sobrenatural era auténtica?

– ¡Oh! Fue cuando las almas comenzaron a pedirme que suplicara a sus familias para que restituyeran un bien mal adquirido.

A este propósito, María me contó varias testimonios. Sería demasiado largo referirlos. Pero, muchas veces, diversas almas han venido a verla para decirle:

«Ve a mi familia, en tal pueblo (y ese pueblo ella no lo conocía), para decir a mi padre, a mi hijo, a mi hermano que restituyan tal propiedad, tal suma de dinero, tal objeto que, en tal lugar y en lo de fulano, me he procurado de mal modo, y así yo seré liberada del Purgatorio cuando ese bien sea restituido».

Entonces María refería todos los detalles de ese campo, de aquella suma de dinero, de tal objeto, de aquel vestido así y así, y las personas quedaban sorprendidas viendo que ella conocía todos esos particulares, porque algunas veces las mismas familias no estaban al corriente de que aquel bien hubiese sido mal adquirido por sus parientes. Fue por tales hechos que María comenzó a ser muy conocida.
– María, ¿existe un reconocimiento oficial de la Iglesia con respecto al carisma que ejerces hacia las almas del Purgatorio, y también hacia aquellos que son alcanzados con tu apostolado?

– Mi Obispo me ha dicho que, hasta que no haya errores teológicos, yo debo continuar: Mi párroco, que es al mismo tiempo mi guía espiritual, confirma también él estas cosas.

– Te quiero hacer una pregunta, que puede parecer indiscreta. Tú has hecho tanto por las almas del Purgatorio que, sin duda alguna, cuando te toque morir, miles de almas te escoltarán hasta el cielo. Imagino que tú ciertamente no habrás de pasar por el Purgatorio, ¿No es así?

– ¡Oh!. No creo que iré al Cielo sin Purgatorio, porque yo he tenido más luz, más conocimiento, y por tanto mis culpas son más graves. Pero espero igualmente que las almas me ayudarán a subir al Cielo.

– Si, por cierto. Y tú, María, ¿estás contenta de tener este carisma, o bien es para ti una cosa pesada y fatigosa todos esos continuos pedidos por parte de las almas?

– No, no me lamento de las dificultades, porque sé que puedo ser de mucha ayuda para ellas; puedo ayudar a tantas almas, y soy feliz de poder hacerlo.

– María, te agradezco, también en nombre de los lectores, por esos hermosos testimonios. Pero consiénteme de hacerte una última pregunta, Para que podamos conocerte mejor, ¿podrías contarnos, en pocas palabras, algo de tu vida?

– Cuando era niña, quería entrar en un convento. Mi madre me decía de esperara a que tuviese 20 años. No quería casarme. Mi madre me hablaba mucho de las almas del Purgatorio y, ya, desde cuando frecuentaba la escuela, esas almas me han ayudado mucho. Entonces yo me decía que debía hacerlo todo por ellas. Terminada la escuela, pensé ir al convento. Entré en las Hermanas del Corazón de Jesús, pero, luego me dijeron que era demasiado débil de salud para poder permanecer con ellas. En verdad, cuando era pequeña, había tenido una pulmonía y una pleuritis. La Superiora confirmó que yo tenía vocación religiosa, pero me aconsejó que entrara en una orden más fácil y esperara algún año más. Yo, en cambio quería ingresar en una orden claustral y en seguida. Después de otros dos intentos, la conclusión fue la misma: era demasiado débil de salud. Entonces me dije que para mí entrar en el convento no era la voluntad del Señor. He sufrido mucho, moralmente, y me decía: «El Señor no me ha mostrado lo que quiere de mí».
Esta espera duró para mí hasta la edad de 25 años, es decir hasta el momento en que Dios me ha confiado esta tarea de orar por las almas del Purgatorio. ¡Me había hecho esperar 8 años!. En mi familia éramos 8 hijos. Yo trabajaba en casa, en nuestra estancia, desde los 15 años. Luego fui a Alemania, como doméstica en la familia de un campesino, y después he trabajado aquí, en la estancia de Sonntag. A partir de los 25 años, cuando comenzaron las visitas de las almas, he tenido que sufrir mucho por ellas. Ahora estoy mejor físicamente.

 

Habla su confesor y director espiritual.

Habiendo leído, recientemente, un informe sobre María Simma enviado por el Padre Alfonso Matt (director espiritual de la vidente) al Obispo de su Diócesis, considero útil agregar, para los lectores, estas otras breves noticias.

María Simma (la segunda de ocho hijos), ha nacido el 5 de febrero de 1915 en Sonntag (Vorarlberg), en Austria, de una familia pobrísima. El padre, José Antonio (18 años mayor que su esposa, Luisa Rinderer), por varios años se ganó la vida como cuidador y campesino de su hermano. Durante la primera guerra mundial fue cartero, luego obrero vial y bracero, luego jubilado. Con su mujer y sus ocho hijos fue a vivir en una vieja casa que había recibido en herencia de un buen anciano, maestro carpintero. A causa de la gran pobreza de la familia, los hijos, desde muy jóvenes, trabajaron y se ganaron el pan: los varones como obreros y las muchachas como niñeras. María Simma desde su juventud fue muy piadosa y frecuentó asiduamente los cursos de instrucción religiosa organizados por su párroco. Luego debió alejarse de su pueblo para trabajar en varios lugares.

Quería hacerse religiosa pero, como ya sabemos, el Señor ha tenido otros proyectos sobre ella. En el informe del párroco se lee que ella «consagró su virginidad a la Virgen e hizo esta consagración a María en favor sobre todo de los difuntos»; se ofreció a Dios, haciéndolo con voto «como alma víctima, víctima de amor y de expiación». El párroco refiere que en varias ocasiones, y por diferentes modos, ella se ofreció como víctima para ayudar a los difuntos, con sufrimientos voluntarios a veces terribles, gracias a los cuales abrevió las penas de innumerables almas.

Además de los sufrimientos ofreció a Dios continuas oraciones, misas y penitencias.
Desde la muerte de su padre, acaecida en 1947, vive sola en la casita paterna y, para proveer a las necesidades de la vida, continúa, a pesar de la edad a cultivar su huertita. Vive así en pobreza, ayudada por la gente caritativa. No pide nada, todo lo hace gratuitamente; y si alguno le deja ofrendas, las envía íntegramente a la Curia, para la celebración de misas, para obras caritativas y, sobre todo, para las Misiones.

 

Formas de ayudar a las almas del Purgatorio.

El párroco, en su informe, hace resaltar que la acción desarrollada por María Simma no es sólo ayudar, ella misma, a los difuntos, como siempre lo hizo, sino también hacerse celosa promotora de la ayuda de los vivos a las almas del Purgatorio y a los moribundos. En todos sus encuentros con la gente, y también en las páginas de su diario, siempre indicó, con insistencia, los medios de ayuda, pedidos también por las mismas almas: misas, Rosarios, ofrecimiento de los sufrimientos, Vía Crucis, obras caritativas; entre estas, sobre todo, ayuda a las Misiones que, a decir de las almas, son de grandísima eficacia para los difuntos.

Se indican luego medios menores de ayuda que s suscitan nuestra sorpresa y curiosidad, y por eso quiero referirlos, en parte, textualmente:

«EI encender velas ayuda a las almas: ante todo porque esa atención de amor les da una ayuda moral: luego porque las velas son benditas y disipan las tinieblas en las que se hallan las almas. Un niño de 11 años, de Kaiser, pidió a María Simma que orase por él. Estaba en el Purgatorio porque, el día de los fieles difuntos, apagó en el cementerio las velas encendidas en las tumbas y robó la cera para diversión. Las velas benditas son de mucho valor para las almas. El día de la Candelaria, María Simma debió encender dos velas por un alma, mientras soportaba por ellas sufrimientos expiatorios «.

«Echar agua bendita mitiga los sufrimientos de los difuntos. Un día María Simma pasando echó agua bendita por las almas. Una voz le dijo: «¡Mucho más aún! «.

«Todos los medios no ayudan a las almas de la misma manera. Si durante su vida alguno tiene poca estima por la Misa, no le aprovechará mucho cuando estará en el Purgatorio. Si alguno no tuvo corazón durante su vida, recibe poca ayuda. quienes pecaron difamando a los demás deben expiar duramente su pecado. Pero quien en vida haya tenido un buen corazón, recibe mucha ayuda «.

«Un alma que había descuidado de asistir a Misa, pudo pedir ocho Misas para su alivio, porque durante su vida mortal había hecho celebrar ocho Misas por un alma del Purgatorio».

El párroco refiere que María Simma insiste mucho en que se rece para ayudar a los moribundos.

«Segúnlo que dicen las almas del Purgatorio», escribe el párroco, «muchas van al Infierno porque se ora demasiado poco por ellos… María Simma un día vio muchas almas suspendidas en vilo entre el Infierno y el Purgatorio».
He aquí algunas instrucciones:
»Las almas del Purgatorio se preocupan mucho de nosotros y del Reino de Dios (es siempre el párroco que escribe). Tenemos la prueba por ciertas advertencias que ellas dieron a María Simma”.

Las instrucciones que siguen (continúa el párroco) han sido tomadas de sus anotaciones: «De nada sirve lamentarse de los tiempos que vivimos. Es necesario decir a los padres que ellos son los principales responsables. Los padres no pueden ofrecer un peor servicio a sus hijos que consentir a todos sus deseos, dándoles todo lo que quieren, simplemente para que estén contentos y no griten. El orgullo puede así echar raíz en el corazón de un niño. Más tarde cuando el niño comienza a ir a la escuela, no sabe recitar un Padrenuestro ni hacer la señal de la Cruz. de Dios, a veces, no sabe absolutamente nada. Los padres se disculpan diciendo que esto es tarea del catequista y de los maestros de religión”.

Donde la enseñanza religiosa no comienza desde la más tierna edad, la religión no perdura después. «Eduquen a los niños a la renuncia. ¿Por qué hoy se da esta indiferencia religiosa, esta decadencia moral?. ¡Porque los niños no han aprendido a renunciar!. Ellos con el tiempo se volverán descontentos y hombres sin discreción que toman parte en todo, quieren tener todo a profusión. Esto provoca tantas desviaciones sexuales, las prácticas antinatalistas y el crimen del aborto. Todos estos hechos claman al Cielo venganza. Quien desde niño no ha aprendido a renunciar se vuelve egoísta, sin amor, tirano. Por este motive hoy existe tanto odio y falta de caridad. ¿queremos ver tiempos mejores? Se comience por la educación de los niños”.

«Se peca en manera espantosa en contra del amor hacia el prójimo, sobre todo con la murmuración, el engaño y la calumnia. ¿Por dónde comienzan? En el pensamiento. Hay que aprender esas cosas desde la infancia y tratar de ahuyentar inmediatamente los pensamientos contrarios a la caridad. Se combatan rápidamente los pensamientos contra la caridad; y no se llegará a juzgar a los demás sin caridad”.

«Para todo católico el apostolado es un deber. Algunos lo ejercen con la profesión, otros con el buen ejemplo. No pocos se lamentan que muchos se corrompen por las conversaciones contra la moral y contra la religión. ¿Por qué entonces se calla?. Los buenos deben también defender sus convicciones y declararse cristianos… Todo cristiano debería ponerse a buscar el Reino de Dios y esforzarse en hacerlo crecer; pues de lo contrario los hombres no estarán en condiciones de reconocer el gobierno de la Providencia. La preocupación del alma no tiene que ser sofocada por aquella exagerada del cuerpo…»

Me gusta terminar aquí esta pincelada. Hojeando el informe del párroco (a quien quisiera decirle gracias de corazón), pudimos también husmear entre las páginas del diario de María: hay en ellas una sabiduría que no viene del mundo, sino de las almas que la instruyen… Pues bien, les digo que para mí ha sido un gran placer conocer a María Simma, una mujer cuya vida ha sido donada totalmente. Cada segundo, cada hora de su vida tiene por cierto un peso de eternidad, no solo para ella misma, sino para tantas, tantas almas, conocidas o no, que ella, en varios modos, y con tanto amor, ayudó a liberarse del Purgatorio y a alcanzar la felicidad eterna en el Cielo.

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Teología del Purgatorio

El documento de mayor relieve del magisterio eclesiástico sobre la escatología intermedia es, sin duda alguna, la constitución Benedictus Deus, de Benedicto XII.
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En él se define que, para las almas de los justos que no tengan nada que purgar, la vida eterna comienza en seguida después de la muerte: Dz. 530; de la misma manera se define que para las almas de aquellos que mueren en pecado mortal actual, la condenación tiene comienzo en seguida después de la muerte: Dz. 531.

En el primer miembro es constatable una clara limitación: se trata de las almas de aquellos «en los que no hubo nada de qué purificarse cuando murieron»; si tal hipótesis no se realizara, la posesión de la visión beatífica tendrá lugar para esas almas «cuando, después de la muerte, hayan sido purificadas». Se menciona, pues, una purificación ultraterrena («después de la muerte»): un estado transitorio, distinto de los dos estados definitivos de salvación y condenación, que completa la doctrina sobre la escatología intermedia.

La idea de purificación ultraterrena había sido rechazada por todos los movimientos «cátaros» medievales. En concreto, los albigenses no aceptaban un estado extraterrestre de purificación. Según ellos, las almas que al llegar a la muerte no estaban plenamente purificadas, tomaban, después de la muerte, otros cuerpos hasta obtener una purificación plena y volver así al cielo. La purificación sería siempre terrestre, realizada en sucesivas existencias terrenas.

Naturalmente, esta oposición medieval sólo tendría interés histórico. Más importante es señalar la dificultad que, frente a la idea de purgatorio, experimenta todo el protestantismo ortodoxo.

 

LA IDEA DE PURGATORIO Y LA TEOLOGÍA PROTESTANTE

Es curioso que Lutero llegó lentamente a la negación del purgatorio: en la disputa de Leipzig del año 1519 negó meramente que la existencia del purgatorio se pudiera demostrar por alguna de las Escrituras canónicas[1]; el año 1530 ataca la misma existencia del purgatorio en su escrito «Widerruf vom Fegfeuer»; desde entonces, ésta será su posición definitiva.

Los demás reformadores coinciden en la negación del purgatorio, y esta negación permanece hasta nuestros días en el protestantismo ortodoxo. Hay que señalar que esta coincidencia en excluir la existencia del purgatorio entra en la lógica de¡ sistema protestante. En efecto, la idea de purgatorio está en oposición con las ideas protestantes sobre el tema central de la justificación.

Ya los mismos reformadores percibían esta oposición como algo que forma parte de¡ sistema. Así Zwinglio insistía en que, admitida la justificación por la fe sola, no se debe admitir un estado sobre el cual sería posible la intervención de las llaves de la Iglesia (el tema de las indulgencias)[2].

Pero el punto más profundo de oposición aparece si se compara la doctrina protestante sobre la justificación con la doctrina del concilio de Trento[3]. El protestantismo clásico no admite la idea de una justicia intrínseca al hombre, la cual, en cuanto interna al hombre, sería verdaderamente suya; el hombre es intrínsecamente pecador. No se admite otra justicia sino la justicia de Cristo, que puede ser imputada extrínsecamente al hombre; la justicia de Cristo es infinitamente perfecta. Entonces, si Dios no imputa al hombre la justicia de Cristo, no puede verle sino como es en sí intrínsecamente, corno verdaderamente pecador. Pero si le imputa la justicia de Cristo, ese hombre, justificado extrínsecamente, permanecerá intrínsecamente pecador (según la fórmula clásica protestante, en tal caso, «el hombre es a la vez justo y pecador»), pero Dios en él ya no atiende a la realidad interna que es el hombre, sino sólo a la justicia de Cristo que le ha sido imputada.

En ortodoxia protestante, el juicio de Dios, al ejercitarse sobre el hombre, no tiene más que dos posibilidades[4]: o lo considera en su realidad interna de pecador, y entonces el hombre es condenado, o mira a la justicia de Cristo que le ha sido imputada; en este segundo caso, el juicio de Dios no recae sobre algo imperfecto, sino sobre la infinita perfección de la justicia de Cristo; el hombre es salvado sin que haya nada (mirando a la justicia infinita de Cristo) que pueda retardar su salvación.

 

EL PURGATORIO Y LA IDEA CATÓLICA DE JUSTIFICACIÓN

Por el contrario, según las definiciones del concilio de Trento, la justicia del hombre, en su aspecto formal, es realmente distinta de la justicia infinita que Cristo tiene como persona divina: «la única causa formal [de la justificación] es la justicia de Dios, no aquella con la cual El es justo, sino aquella con la cual nos hace justos, a saber, aquella con la cual, agraciados por El, somos renovados en el espíritu de nuestra mente, y no sólo somos considerados, sino que nos llamamos justos verdaderamente y lo somos, recibiendo en nosotros la justicia, cada uno la suya, según la medida, que el Espíritu Santo distribuye a cada uno según quiere, [1 Cor 12,11], y según la propia disposición y cooperación de cada uno» (Dz. 799). Nuestra justicia viene de Cristo y de sus méritos, pero es realmente distinta de la justicia que Cristo tiene y por la que El es infinitamente justo: «Si alguno dijera que los hombres son justificados sin la justicia de Cristo, por la que mereció por nosotros, o que son justos formalmente por esa misma, sea anatema» (Dz. 820).

El hombre justo tiene, por tanto, una justicia interna y, en este sentido, suya, y, por tanto, limitada e imperfecta. Esta imperfección debe ser claramente afirmada, pues la justicia interna es «la única causa formal» de la justificación (Dz. 799), y no va acompañada de una imputación suplementaria de la justicia de Cristo (en el sentido de la teoría de la doble justicia, como la defendieron los controversistas católicos pretridentinos de la escuela de Colonia).

La imperfección de la justicia en el hombre que tiene la gracia santificante no debe concebirse como si a los justificados les faltara algo para merecer la vida eterna[5]. Sin embargo, aunque la imperfección no es tan grande que impida la consecución de la vida eterna, puede retardar esa consecución en cuanto que exija después de la muerte un proceso previo de purificación.

La imperfección de la justicia del hombre se deriva, según el concilio de Trento, de un doble capítulo:

a) El estado de justificación puede coexistir en el hombre y, a la larga, coexiste de hecho (fuera de un caso de privilegio) con pecados veniales, al menos semi-deliberados[6].

b) El estado de justificación puede coexistir con la permanencia de un reato de pena temporal (de pecados ya perdonados en cuanto a la culpa), del cual el hombre, si no se purifica durante la vida terrestre, deberá purificarse después de la muerte en el purgatorio antes de entrar en el cielo[7]

Existe, por tanto, un doble capítulo de imperfecciones de la propia justicia. Por ello, es notable que los dos grandes concilios ecuménicos que se han ocupado del purgatorio (Florencia y Trento), lo han puesto en relación sólo con el segundo de estos capítulos, es decir, con los reatos de pena temporal de los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa y, si se trataba de mortales, perdonados también en cuanto al reato de pena eterna. Se quiso así evitar, en definiciones estrictamente dogmáticas, introducir un problema teológico muy difícil y que, por ello, ha quedado fuera del dogma. En efecto, con la muerte acaba el estado de peregrinación, o sea la posibilidad de merecer o desmerecer; no es fácil explicar cómo culpas veniales podrían ser purificadas después de la muerte[8].

Antes de entrar en ulteriores aclaraciones, no tenemos sino que añadir que en estos concilios el purgatorio es concebido como un estado, más que como un lugar. Lo veremos más adelante.

 

EL PURGATORIO EN LOS CONCILIOS DE FLORENCIA Y DE TRENTO

1. El concilio de Florencia definió: «Además, si habiendo hecho penitencia verdaderamente, murieran en la caridad de Dios antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por los pecados de comisión y de omisión, sus almas, después de la muerte, son purificadas con penas purgatorias; y para ser librados de estas penas, les aprovechan los sufragios de los fieles vivos, a saber, los sacrificios de la misa, las oraciones y las limosnas, y otros oficios de piedad que suelen hacerse, según las instituciones de la Iglesia, por unos fieles en favor de otros fieles»: Dz. 693.

2. El concilio de Trento definió la imperfección de la justicia del hombre, imperfección que proviene del reato de pena temporal, que debe ser reparado en esta vida o en la futura. El, concilio decretó también: «Habiendo enseñado la Iglesia católica en los sagrados concilios y muy recientemente en este Sínodo ecuménico, adoctrinada del Espíritu Santo por las Sagradas Escrituras y por la antigua tradición de los Padres, que hay purgatorio y que las almas retenidas allí son ayudadas por los sufragios de los fieles, pero, sobre todo, por el sacrificio del altar, digno de ser aceptado: el santo Sínodo manda a los obispos que procuren diligentemente que la sana doctrina sobre el purgatorio, transmitida por los Santos Padres y los sagrados concilios, sea creída por los fieles cristianos, mantenida, enseñada y predicada en todas partes»: Dz. 983. Este segundo decreto de Trento es disciplinar («manda»), pero supone que la doctrina del purgatorio es de fe (la alusión a los concilios precedentes sobre todo, el de Florencia y a su propia definición en la sesión 6.a; además «manda a los obispos que procuren» que la doctrina del purgatorio «sea creída» por los fieles).

En los términos, por tanto, que acabamos de expresar, la doctrina del purgatorio es una verdad de fe divina y católica, definida en el concilio de Florencia y, de nuevo, en la sesión 6.a del concilio de Trento (no en el decreto disciplinar).

 

EL PURGATORIO Y EL MAGISTERIO ECLESIÁSTICO CONTEMPORÁNEO

1. El concilio Vaticano II, en la constitución dogmática Lumen gentium c.7 n.49, al describir la realidad eclesial en toda su amplitud, coloca al purgatorio como uno de las tres estados eclesiales: «Algunos de sus discípulos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican, mientras otros son glorificados». En el n.50 se recuerda la práctica de la Iglesia, que se remonta a los tiempos más primitivos, de orar por los fieles difuntos, y con palabras de 2 Mac 12,46 (según la Vulgata) alaba ese uso, «porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos, para que queden libres de sus pecados». En el n.51, el concilio propone de nuevo, trayéndolos así a la memoria, los decretos de los concilios de Florencia y Trento sobre el purgatorio y la oración por los difuntos.

2. En un contexto semejante al del n.49 del c.7 de la Const. dogmática Lumen gentium del Vaticano II, es decir, en una descripción de la realidad total de la Iglesia en el más allá[9], se inserta el tema del purgatorio en la Profesión de fe de Pablo VI: «Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en la gracia de Cristo sean aquellas que todavía han de ser purificadas por el fuego del purgatorio, sean aquellas que en seguida después de ser separadas del cuerpo son recibidas, como el Buen Ladrón, por Jesús en el Paraíso constituyen el Pueblo de Dios después de la muerte, la cual será totalmente destruida el día de la resurrección, en el cual estas almas se unirán con sus cuerpos» (n. 28)[10].

 

LOS FUNDAMENTOS BÍBLICOS DE LA DOCTRINA DEL PURGATORIO

Han sido frecuentes las discusiones sobre el valor de los pasajes de la Sagrada Escritura que suelen aducirse a favor de la existencia del purgatorio. Quizás la discusión se funda, sobre todo, en que muchas veces, más que mostrar los fundamentos bíblicos de la doctrina del purgatorio, se intenta aquilatar si los textos contienen todos y cada uno de los elementos que pertenecen, sin duda, a la idea dogmática del purgatorio, pero que, en su forma explícita, son fruto de un lento progreso dogmático en esta materia. No es raro que la posición más negativa en cuanto al valor de los textos sea tomada por hombres que han ido a ellos buscando una idea desarrollada de purgatorio. Los textos que vamos a aducir los consideramos válidos[11] con tal que no se busque en ellos más que las ideas fundamentales de nuestra doctrina actual desarrollada sobre el purgatorio. Ulteriormente esos textos aparecerán a una luz más clara, si se procura descubrir el trasfondo judío que es su contexto implícito real[12].

a) 2 Mac 12,43ss[13]. La traducción de la Vulgata debe ser corregida, con arreglo al texto original, de la siguiente manera:

«Y habiendo recogido dos mil dracmas por una colecta, los envió (Judas Macabeo) a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el pecado, obrando muy bien y pensando noblemente de la resurrección, porque esperaba que resucitarían los caídos, considerando que a los que habían muerto piadosamente está reservada una magnífica recompensa; por eso oraba por los difuntos, para que fueran librados de su pecado».

Para la exégesis de la perícopa conviene advertir los siguientes elementos:

1) El autor inspirado alaba no sólo la acción, sino la persuasión de judas («obrando muy bien y pensando noblemente de la resurrección»), lo que no podría hacer si el modo de pensar de judas fuera falso.

2) Los elementos esenciales de ese modo de pensar son: A) que aquellos difuntos no han muerto en estado de condenación o enemistad con Dios («considerando que a los que habían muerto piadosamente está reservada una magnífica recompensa»); B) sin embargo, algo les falta todavía, de lo cual deben ser librados («para que fueran librados de su pecado»); C) todo ello se hace en orden a la resurrección para que en ella reciban la misma suerte que los demás judíos piadosos[14].

b) 1 Cor 3,12 15. Mucho se ha discutido sobre el valor probativo en orden a la idea de purgatorio de pasaje. He aquí el pasaje, desde el versículo 11:
«Pues nadie puede poner otro fundamento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. Mas si uno edifica sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada uno se pondrá de manifiesto; porque el día lo descubrirá, por cuanto en fuego se ha de revelar; y qué tal sea la obra de cada uno, el fuego mismo lo aquilatará. Si la obra de uno, que él sobreedificó, subsistiere, recibirá recompensa; si la obra de uno quedare abrasada, sufrirá detrimento; él sí se salvará, aunque así como a través del fuego».

Será necesario advertir de nuevo que no se trata de buscar en este texto la idea desarrollada de purgatorio, sino su núcleo esencial. El texto trata del caso concreto de los obreros apostólicos, pero a propósito de ellos expone una doctrina de sumo interés:

1) Se trata de hombres que han edificado sobre el fundamento, que es Cristo, cosas de mayor o menor valor (v. 12), no de hombres que hayan rechazado ese fundamento como punto de partida de su construcción y trabajo.

2) El día del juicio se pondrá de manifiesto el valor de le que cada uno de ellos ha edificado (v. 13); el «fuego» de que se habla dos veces en este v. 13 no es el fuego del purgatorio, sino una imagen del juicio divino (adviértase que se ejercita no sólo sobre las materias deleznables, que no lo resisten y se incendian, sino también sobre las sólidas que lo resisten).

3) «Si la obra de uno, que él sobreedificó, subsistiere, recibirá [el que edificó tal obra] recompensa»; se trata, por tanto, de la hipótesis de premio inmediato, porque la obra era sólida y ha resistido el juicio divino.

4) «Si la obra de uno quedare abrasada, sufrirá detrimento»; el sujeto de «sufrirá detrimento» no es la obra que se abrasa, sino el que la edificó; la expresión «sufrirá detrimento» (v.15) se opone al «recibirá recompensa» del versículo anterior, y añade algo nuevo a la frase que le precede inmediatamente, «si la obra de uno quedare abrasada»; en otras palabras, el «sufrirá detrimento» no se reduce a que el operario apostólico ve cómo su obra se destruye, sino que implica una pena (en oposición a la recompensa).

5) Todo ello es más claro si se atiende a la metáfora final: «él sí sé salvará, aunque así como a través del fuego» (v.15); el detrimento que sufrirá no es tal que implique no salvarse; se salvará, pero con dificultad y angustia (de nuevo el fuego no es aquí el fuego del purgatorio, sino una imagen de situación angustiosa): «ellos serán salvados, pero no sin dolor y sin angustia, como se salvan a través de las llamas las gentes sorprendidas por un incendio repentino»[15].

 

EL PURGATORIO EN LA DOCTRINA PATRÍSTICA

1. En los siglos I y II no se dice nada explícitamente del purgatorio, al menos considerándolo especulativamente[16].

2. Es de suma importancia que, entre los más antiguos testimonios sobre el purgatorio que comienzan a aparecer en el siglo III, San Cipriano manifieste su persuasión de la existencia de un reato de pena después de concedida la paz eclesiástica, si la penitencia que la precedió no fue plena; tal reato, si no se satisface por él en la tierra, postula una expiación después de la muerte[17]. Este modo de plantear la cuestión ofrece una explicación probable de por qué fueron tan pocos los testimonios sobre el purgatorio hasta aquel momento[18] pues estuvo largo tiempo vigente la costumbre de no dar la paz (la absolución) sino después de realizada una penitencia que se consideraba plena.

3. San Agustín habla, con frecuencia, de «fuego enmendatorio» o de «fuego purgatorio»[19]. La doctrina se hace común entre los latinos desde este tiempo[20].

4. Desde el siglo IV también todos los Padres griegos afirman la existencia de¡ purgatorio: así, p. ej., San Efrén, San Basilio, San Cirilo de Jerusalén, etc.[21]

5. Hay testimonios del uso de orar por los difuntos ya desde el siglo II tanto en Oriente como en Occidente. Tertuliano, al comienzo del siglo III, habla de este uso como de cosa recibida por tradición (el uso, por tanto, era ya entonces muy antiguo)[22]. Los testimonios litúrgicos más antiguos contienen oraciones por los difuntos[23]. «Más aún, en las mismas iglesias paulinas existían algunos usos deprecatorios por los difuntos (cf. 1 Cor 15,29)»[24]

 

LA DISCUSIÓN MEDIEVAL CON LOS ORIENTALES SEPARADOS SOBRE EL PURGATORIO[25]

Los orientales separados no tuvieron ninguna controversia con los latinos sobre esta materia hasta el siglo XIII. El año 1231 o 1232, en un coloquio entre un latino y un obispo oriental, desagradó mucho a éste la idea de fuego del purgatorio[26]. Según parece, esta doctrina le sonaba como si fuera idéntica con la doctrina origenista de un infierno temporal. Este coloquio fue el origen de la controversia, que se prolonga hasta el concilio de Florencia, en la que los griegos impugnan, ante todo, el fuego purgatorio (a veces también cualquier pena) y acusan de origenismo a la concepción de los latinos acerca del purgatorio[27]; admiten, sin embargo, un estado intermedio para las almas de aquellos que mueren con pecados leves (los reatos de estos pecadores son condonados por Dios, movido por las oraciones de la Iglesia; se deben hacer, por tanto, oraciones por los difuntos).

En el concilio de Florencia, la oposición de los griegos se reducía a dos puntos: rechazaban el sustantivo «purgatorio» (según parece, no querían que se concibiera como un lugar) y el fuego. Las dos cosas fueron omitidas en el texto del concilio, el cual, sin embargo, habla de «penas purgatorias».

En toda la discusión medieval, jamás aparece entre los orientales separados una total negación de la idea de purgatorio. Tal negación total se da por primera vez en el siglo XVII, en algunos que están bajo el influjo de la doctrina de los reformadores protestantes. Este influjo fue el origen de la fluctuación posterior. Hay que decir, sin embargo, que son muchos también hoy los que admiten un estado intermedio y la eficacia de la oración y de los sufragios por los difuntos; tales autores admiten generalmente algún género de pena (tristeza) en ese estado intermedio, pero niegan que las almas se purifiquen por las penas (las almas se purifican por la condonación divina, que se obtiene por las oraciones de la Iglesia)[28].

 

PROBLEMÁTICA MODERNA SOBRE EL PURGATORIO

1. LA PURIFICACIÓN DEL AMOR.

La discusión medieval con los orientales separados sobre el purgatorio es aleccionadora. Los orientales vieron en la presentación latina de la teología del purgatorio una pervivencia del infierno temporal origenista.

Existe el riesgo de presentar el purgatorio como una especie de infierno temporal. Ello no sólo ha tenido malas consecuencias desde el punto de vista ecuménico (discusión medieval con los orientales), sino que implica una perspectiva falsa: infierno y purgatorio no se pueden construir paralelamente, introduciendo en este último sólo una limitación temporal. El sentido profundo de ambos estados no sólo es distinto, sino contrario, ya que de signo contrario son las situaciones psicológicas que en ellos se viven: el infierno se centra en el odio, mientras que el purgatorio se centra en el amor[29].

Tal vez sea conveniente insistir en la importancia primaria del amor en el purgatorio. El amor retardado en la posesión de la Persona amada (dilación de la visión de Dios) produce sufrimiento, y en ese sufrimiento se purifica. Pensemos en el purgatorio, ante todo, como una purificación del amor[30].

2. EL FUEGO DEL PURGATORIO

Algunos documentos del magisterio eclesiástico hablan de fuego del purgatorio[31]. Dada la historia de la cuestión (posible introducción del tema por paralelismo con el infierno y deliberada exclusión de este elemento en la definición del concilio de Florencia), no parece que se imponga tan claramente como en el caso del infierno la necesidad de admitir una pena de sentido realmente distinta del sufrimiento del amor retardado en la posesión de la Persona amada. Quizás en el caso del purgatorio no es imposible una interpretación metafórica, que explique la expresión “fuego” como el mismo sufrimiento que procede de la dilación de la visión de Dios.

Fuente: Cándido Pozo, SJ “Teología del más allá”

NOTAS

[1] De la disputa de Leipzig está tomada la proposición 37 de las condenadas por León X: “Purgatorium non potest probari ex sacra Scriptura, quae sit in canone” (Dz. 777). En la mentalidad de Lutero esta proposición está relacionada con la negación de la canonicidad de los dos libros de los Macabeos (como es sabido, Lutero negaba su canonicidad); el libro 2, c.12 v. 43ss, contiene, como veremos, uno de los pasajes clásicos sobre la existencia del purgatorio.
[2] «Fide in Christum rectissime docuisti [Zwinglio se dirige a Lutero] salutem obtineri; sed cur secundum hanc doctrinam tribuis quid nescio quibus clavibus? Cur purgatorium non evertis? Cur non agnoscis unum ac solum mediatorem dei atque hominum Christum Iesum?» Amica exegesis, id est: expositio eucharistiae negocii, ad Martinum Lutherum: Zwinglis sämtliche Werke, t.5: CorpRef 92,718. Es importante advertir la conexion que poco antes hace Zwinglio entre las llaves, el purgatorio y la intercesión de los santos: «Sic enim evangelii rationem dei munere pervestigavimus, ut eo corruant Pontificiae claves, purgatorium, el ficta divorum intercessio» (ibid., p.716).
[3] Es interesante que el único pasaje en el que el concilio de Trento expone la doctrina sobre el purgatorio se encuentra en el Decretum de iustificatione ses.6 can.30: Dz. 840; copiamos el texto más adelante. El Decretum de purgatorio, promulgado en la sesión 25 (Dz. 983), es disciplinar, como veremos en el párrafo «El purgatorio en los concilios de Florencia y de Trento», número 2.
[4] Una u otra se realiza según que el hombre tenga o no la fe fiducial, lo que, en último término, es don gratuito de Dios o fruto de predestinación.
[5] Nihil ipsis iustificatis amplius deesse credendum est, quominus plene illis quidem operibus, quae in Deo sunt facta, divinae legi pro huius vitae statu satisfecisse, et vitam aeternam suo etiam tempore (si tamen in gratia decesserint, Ap 14,131) consequendam vere promeruisse censeantur». CONCILIO DE TRENTO, ses.6 c.16: Dz. 809.
[6] «Si quis hominem semel iustificatum dixerit [ … ] posse in tota vita peccata omnia etiam venialia vitare, nisi ex speciali Dei privilegio, quemadmodum de beata Virgine tenet Ecclesia: anathema sit.». Ses.6 can.23: Dz. 833.
[7] «Si quis post acceptam iustificationis gratiam cuilibet peccatori paenitenti ita culpam remitti et reatum aeternae poenae deleri dixerit, ut nullus remaneat reatus poenae temporalis, exsolvendae vel in hoc saeculo vel in futuro in purgatorio, antequam ad regna caelorum aditus patere possit: anathema sit». Ses.6 can.30: Dz. 840.
[8] La posición más común es la de SANTO TOMÁS, según el cual (De malo q.7 a. 11), las culpas veniales se perdonan en el purgatorio por un aumento del fervor de la caridad, que no es libre ni meritorio; como el hombre no era enemigo de Dios al morir (estaba en estado de gracia santificante), no se requiere, para el perdón de las culpas veniales, una libre conversión a Dios, sino que basta que la unión con El, que ya existía, se haga más intensa y ferviente. Esta explicación tiene la ventaja de pone el purgatorio en relación con los dos capítulos de imperfecciones de la propia justicia y no sólo con el segundo (el reato de pena temporal). Así se respeta mejor el hecho de que, p.ej., INOCENCIO IV, en la epístola Sub catholicae professione, haya puesto el purgatorio en relación no sólo con el reato de pena temporal, sino también con los pecados veniales mismos: «[Cum] ipsi Graeci vere ac indubitanter credere et affirmare dicantur, animas illorum, qui, suscepta poenitentia, ea non peracta, vel qui sine mortali peccato, cum venialibus tamen et minutis decedunt, purgari post mortem, et posse Ecclesiae suffragús adiuvari». Dz. 456.
[9] El contexto es semejante, pero no el mismo: en el concilio se describen los tres estados eclesiales, incluido el terrestre (la Iglesia peregrinante), mientras que en la Profesión de fe de Pablo VI se habla de la Iglesia del más allá (cielo y purgatorio, o Iglesia triunfante e Iglesia purgante).
[10] Véase la catequésis posterior de Juan Pablo II sobre el purgatorio (nota de Apologetica.org).
[11] Por el vontrario, no vemos el valor de algunos textos que a veces se aducen a favor del purgatorio. Así, p.ej., Mt 12,32: «Y a quien dijere palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; mas a quien la dijere contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero». Personalmente, no pensamos que la fórmula «ni en este mundo ni en el venidero» pretenda insinuar que otros pecados pueden ser perdonados en el mundo venidero; parece que tal fórmula no es sino un modo fuerte de afirmar que el pecado contra el Espíritu Santo nunca se perdona. Sin embargo, este texto es el que parece mejor, para la idea de purgatorio, a M. MEINERTZ, Theologie des Neuen Testaments t.1 (Bonn 1950) p.68.
[12] Para el trasfondo judío de 2 Mac 12,43ss, cf. FELIPE DE FUENTERRABÍA, El purgatorio en la literatura judía precristiana: XV SEMANA BíBLICA ESPAÑOLA, p.115 150; para 1 Cor 3,12 15, cf. CH. W. FISHBURNE, 1 Corinthians III, 10 15 and the Testament of Abraham: NewTestStud 17 (1970 1971) 109 115, cuyo valor, como es obvio, depende de la datación que se acepte para el Testamento de Abraham, y que Fishburne cree poder colocar antes de la primera epístola a los Corintios, con razones serias.
[13] Cf. E. O’BRIEN, The Scriptural Proof for the Existence of Purgatory from 2 Machabees 12,43 45: SciencEccl 2 (1949) 80 108. Véase también J. NTEDIKA, L’évocation de l’au-delà dans la prière pour les morts (Louvain Paris 1971) p.1 7, quien aporta bastantes datos interesantes; Ntedika tiene razón al señalar que en el texto no se dice que los soldados muertos «expiaient dans l’autre monde» (p.6); pero podría constituir un equivoco insistir en distanciarse de los manuales y diccionarios que consideran este texto «comme l’une des preuves de la doctrine du purgatoire»  (¡bid., nt.9). No se trata de una prueba, sino de un fundamento, un punto de partida para el posterior progreso dogmático.
[14] Negar que pueda tratarse aquí de purgatorio, porque judas no podía pensar que esos difuntos estuvieran en otro sitio, sino en el sheol (cf. J. GNILKA, Fegfeuer II. Lehre der Schrift: LexTheolKirch 4,50), nos parece que es un modo de considerar el problema demasiado «localista», además de olvidar que en aquella época se solían distinguir diversos estados dentro del sheol; lo importante no es el «sitio» donde Judas pensaba que estaban estos difuntos, sino cómo concebía su situación.
[15] F. PRAT, La Théologie de Saint Paul t.1 38a ed. (Paris 1949) p.113.
[16] Decimos «especulativamente» porque, de hecho, ya entonces existía la costumbre de orar por los difuntos, como veremos en seguida en el n.5 de este párrafo.
[17] «Aliud est ad veniam stare, aliud ad gloriam pervenire, aliud missum in carcerem non exire inde donec solvat novissimum quadrantem, aliud statim fidei et virtutis accipere mercedem, aliud pro peccato longo dolore cruciatum emundari et purgari diu igne, aliud peccata omnia passione purgasse, aliud denique pendere in diem iudicii ad sententiam Domini, aliud statim a Domino coronari». Epistola 55,20,3: Ed. BAYARD, 2.a ed. t.2 (Paris 1961) p.144 (Epistola 52: PL 3,786). Cf. P. JAY, Saint Cyprian et la doctrine du purgatoire: RechThéolAneMed 27 (1960) 133 136.
[18] Antes de San Cipriano había escrito Tertuliano: «In summa, cum carcerem illum, quem evangelium demonstrat, inferos intelligimus et novissimum quadrantem modicum quoque delictum mora resurrectionis illic luendum interpretemur, nemo dubitat animam aliquid pensare penes inferos salva resurrectionis plenitudine per carnem quoque». De anima 58,8: CCL 2,869 (PL 2,751). Sobre Clemente de Alejandría, cfr. K. SCIANIOLE, Läuterung nach dem Tode und pneumatische Auferstehung bei Klemens von Alexandrien (Münster i. W. 1974); aunque los temas enumerados en p. 110 114 (para leer correctamente las primeras siete líneas de la p. 114 es necesario recurrir a la fe de erratas del mismo Schmöle) puedan ser secundarios en cuanto al influjo ejercido en la formación de la mente de Clemente, no lo son en cuanto a la importancia teológica objetiva.
[19] Véanse los textos de San Agustín, que ha reunido y comentado E. PORTALIÉ, Augustin, Saint: DictTheolCath 1,2447ss. Cfr. también LENNERZ, De novissimis, Roma 1950, p. 158s. Como estudios más específicos sobre el tema, cfr. J. J. CAVIGAN, Sancti Augustini doctrina de Purgatorio, praesertim in opere De Civitate Dei: CiudDios 167 (1954 11) 283 297; J. NTEDIKA, L’evolution de la doctrine du purgatoire chez Saint Augustin (Paris 1966).
[20] Cf. PREMM, p.606. En concreto, para autores particulares, cf. P. JAY, Le purgatoire dans la prédication de Saint Césaire d’Arles: RechThéolAncMed 24 (1957) 5 14; C. DAGENS, Saint Grégoire le Grand. Culture et expérience chrétiennes (Paris 1977) p.423ss; Pozo, La doctrina escatológica del “Prognosticon futuri saeculi” de S. Julián de Toledo: EstEcl 45 (1970) 198ss.
[21] Cf. PREMM, p.605.
[22] Cf. De corona 3,3: CCL, 2,1043 (PL 2,79). Testimonios, tanto orientales como latinos, sobre la tradición de orar por los difuntos en los siglos II y III en NTEDIKA, L’evocation de l’au delá dans la prière pour les morts (Louvain Paris 1971) p.21 30.
[23] Cf. PREMM, p.606. Para las liturgias occidentales, cf. NTEDIKA, L’évocation p. 114 135; aunque con ciertas imprecisiones, se trata en ellas de oraciones por el perdón de los pecados, a la vez que por la liberación de determinadas penas: el progreso dogmático se realiza frecuentemente a través del paso de fórmulas vagas a fórmulas matizadas: qué pecados (=veniales) pueden encontrar remisión en el más allá, y de qué penas (=temporales) puede alcanzarse la liberación.
[24] Cf. E. B. ALLO, Première Épître aux Corinthiens, 2.ed. (Paris 1934) p.411 414. Se trata allí (1 Cor 15,29) del uso de bautizarse por los muertos, del que habla San Pablo, sin que parezca reprobarlo. En M. Rissi, Die Taufe für die Toten (Zürich Stuttgart 1962) y A. MANRIQUE, Teología bíblica del bautismo. Formulación de la Iglesia primitiva (Madrid 1977) p.254 257, se encontrarán muchos datos interesantes (sobre todo en Rissi), aunque ambos se encuentran incómodos con la idea de un «bautismo por los muertos».
[25] Para toda la cuestión de los orientales separados, cf. M. GORDILLO, Compendium Theologiae Orientalis, 2 ed. (Romae 1939) p. 184 191; MICHEL, P.92 96; CONGAR, a.c.: Le mystère de la mort et sa célébration p.294 308.
[26] La documentación del coloquio ha sido publicada y comentada por M. RONCAGLIA, O.F.M., Georges Bardanes Métropolite de Corfou et Barthélemy de l’Ordre Franciscain (Rome 1953).
[27] «Pero no sólo estas cosas, sino que también, siguiendo a Orígenes, [los latinos] ponen un fin al infierno, proponiendo no sé qué purgatorio en lugar de su tormento, en el cual purgatorio, entrando los que pecaron dicen , pagan las penas hasta el día último. Lo cual no lo mantuvo ninguno de los santos, ya que destruye las palabras del Señor, que establecen que las penas del infierno son eternas, como también la vida es eterna». SIMEÓN DE TESALÓNICA, Dialogus contra haereses 23: PG 155,116.
[28] Véase la bibliografía citada en la nota 25. Debe reseñarse, sin embargo, la existencia de una cierta línea de tradición bizantina, atestiguada en el siglo VII en Chipre, que piensa en un estado intermedio entre salvación y condenación para quien no merece ninguno de estos dos estados, pero que no es purgatorio (purificación en orden a alcanzar el cielo), sino situación permanente y eterna que puede asimilarse a la de los niños muertos sin bautismo; cf. F. HALKIN, La vision de Kaioumos et le sort eternel de Philentolos Olympiou: Analecta Bollandiana 63 (1945) 56-64; idem, Entre ciel et enfer: Philentolos: Analecta Bollandiana 90 (1972) 323 327.
[29] Cf. J. GUITTON, L’enfer et la mentalité contemporaine: L’enfer p.344 347. Es curioso que este planteamiento, caro a la teología moderna, se encuentra sumamente acentuado por una mujer de comienzos del Renacimiento, que no era precisamente una especialista en teología, sino una mística, SANTA CATALINA DE GÉNOVA, Trattato del Purgatorio (Genova 1551).
[30] Por ello, es injusto decir, como hace BOROS, Erlöstes Dasein p.97, que su teoría sobre la purificación en el momento de la muerte -difícilmente admisible por motivos dogmáticos evitaría (¿sólo ella?) los inconvenientes de una presentación terrorífica del purgatorio: «Die Hypothese der Endentscheidung im Tod erlaubt uns, mit einigen unglaubhaften, unwürdigen und grotesken Vorstellungen über das Fegfeuer aufzuräumen. Der Reinigungsort ist sicher keine riesige Folterstadt, kein „kosmisches Konzentrationslager“, in dem klagende, seufzende und jammernde Kreaturen von Gott bestraft werden». Sin pensar para nada en la teoría de la opción final, ya a finales del siglo XV una Santa Catalina de Génova no habría reconocido el purgatorio en esta caricatura que hace Boros. Mucho antes que ella, tampoco lo habría reconocido un S. Julián de Toledo; cf , Pozo, a.c.: EstEcl 45 (1970) 199. CONGAR, Le Purgatoire: Le mystére de la mort et sa célébration, p.322 336, opina que la teología del purgatorio debe repensarse en una perspectiva más amplia, en la cual toda la escatología intermedia tiene un sentido de espera de un complemento todavía futuro; la teoría se propone allí con tal amplitud que abarca incluso el tema de la «esperanza» de Cristo mismo hasta que llegue la parusía.
[31] «Illo enim transitorio igne peccata utique, non tamen criminalia seu capitalia, quae prius per paenitentiam non fuere remissa, sed parva et minuta purgantur, quae post mortem etiam gravant , si in vita fuerunt relaxata». INOCENCIO IV, epístola Sub catholicae pofessione: Dz. 456 (838). «Item si credidisti et credis, quod igne crucientur ad tempus, et quod mox purgatae, etiam citra diem iudicii, ad veram et aeternam beatitudinem perveniant, quae in faciali Dei visione et dilectione consistit». CLEMENTE VI, epístola Super quibusdam: Dz 570s (1067). «Credimus animas eorum omnium, qui in gratia Christi moriuntur sive quac adhuc Purgatorii igne expiandae sunt, sive quae statim a corpore separatae, sicut Bonus Latro, a Iesu in Paradisum suscipiuntur Populum Dei constituere post mortem». PABLO VI, Profesión de fe, n.28: AAS 60 (1968) 444.

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Purgatorio: ¿Por qué los catolicos creen su existencia?

respuestas a los protestantes, el purgatorio si es bíblico


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En el Purgatorio Dios nos Purifica: Juan Pablo II

Audiencia General
Miércoles 4 de agosto de 1999

1. Como hemos visto en las dos catequesis anteriores, a partir de la opción definitiva por Dios o contra Dios, el hombre se encuentra ante una alternativa: o vive con el Señor en la bienaventuranza eterna, o permanece alejado de su presencia.
Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1030-1032).

2. En la sagrada Escritura se pueden captar algunos elementos que ayudan a comprender el sentido de esta doctrina, aunque no esté enunciada de modo explícito. Expresan la convicción de que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación.

Según la legislación religiosa del Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios debe ser perfecto. En consecuencia, también la integridad física es particularmente exigida para las realidades que entran en contacto con Dios en el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lv 22, 22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del culto (cf. Lv 21, 17-23). A esta integridad física debe corresponder una entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1R 8, 61), al Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf. Dt 6, 5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (cf . Dt 10, 12 s).

La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad debe pasar por la purificación. Un texto de san Pablo lo sugiere.

El Apóstol habla del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio, v dice: «Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento (Cristo), resista, recibirá la recompensa. Mas aquel, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego» (1Co 3, 14-15).

3. Para alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica, en la que evoca la obra salvífica rea izada por Dios en el pasado e invoca si fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13). La figura del Siervo del Señor, delineada por el libro de Isaías, se caracteriza también por su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (cf. Is 52, 13-53, 12, especialmente, 53, 11).

El Salmo 51 puede considerarse, desde la visión del Antiguo Testamento, una síntesis del proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y 16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17).

4. El Nuevo  Testamento presenta a Cristo como el intercesor, que desempeña las funciones del sumo sacerdote el día de la expiación (cf. Hb 5, 7; 7, 25). Pero en él el sacerdocio presenta una configuración nueva y definitiva. Él entra una sola vez en el santuario celestial para interceder ante Dios en favor nuestro (cf. Hb 9, 23-26, especialmente el v. 24). Es Sacerdote y, al mismo tiempo, «víctima de propiciación» por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).

Jesús, como el gran intercesor que expía por nosotros, se revelará plenamente al final de nuestra vida, cuando se manifieste con el ofrecimiento de misericordia, pero también con el juicio inevitable para quien rechaza el amor y el perdón del Padre.

El ofrecimiento de misericordia no excluye el deber de presentarnos puros o íntegros ante Dios, ricos de esa caridad que Pablo llama «vínculo de la perfección» (Col 3, 14)

5. Durante nuestra vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1Ts 3, 12 s). Por otra parte, estamos invitados a «purificamos de toda mancha de la carne y del espíritu» (2Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.

Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección (cf. concilio ecuménico de Florencia, Decretum pro Graecis: Denzinger-Schönmetzer, 1304; concilio ecuménico de Trento, Decretum de justificatione y Decretum de purgatorio: ib., 1580 y 1820).

Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio Vaticano 11, que enseña: «Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada única carrera que es nuestra vida en tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde «habrá llanto y rechinar de dientes» (Mt 22, 13 y 25, 30)» (Lumen gentium, 48).

6. Hay que proponer hoy de nuevo un último aspecto importante, que la tradición de la Iglesia siempre ha puesto de relieve: la dimensión comunitaria. En efecto, quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1032).

Así como en la vida terrena los creyentes están unidos entre sí en el único Cuerpo místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.

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DEVOCIONES Y ORACIONES Por las Almas del Purgatorio y Fieles Difuntos

Oraciones por las Almas del Purgatorio

Son varias oraciones y otros tipos de rezo para pedir misericordia para las las Almas del Purgatorio y para pedir su liberación.

 

 

 

 

 

ORACIÓN POR LAS ALMAS EN PARTICULAR DEL PURGATORIO (I)

¡Oh Jesús! Tú sufriste y moriste para que toda la humanidad fuera salvada y llevada a la felicidad eterna. Escucha nuestras Súplicas para que tengas mayor piedad de las almas de: (después de cada una decimos: ¡ Jesús, ten piedad! )
Mis queridos padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos … ¡Jesús ten piedad!
Mis hermanos, hermanas, y demás parientes cercanos
Mis padrinos de bautismo y confirmación
Mis benefactores temporales y espirituales
Mis amigos y vecinos
Todos los que por el amor me llevan a rezar
Aquellos que sufrieron perjuicios o daño por mí
Aquellos que son amados especialmente por ti
Aquellos que están cerca de la liberación
Aquellos que más desean estar junto a Ti
Aquellos que soportan los mayores sufrimientos
Aquellos que son menos recordados
Aquellos que están lejos de la liberación
Aquellos que más lo merecen por sus servicios a la Iglesia
Los ricos, que ahora son los más indigentes
Los poderosos que ahora no tienen poder
Aquellos ciegos espiritualmente que ahora ven su insensatez
Los frívolos que dedicaron el tiempo a frivolidades
Los del Purgatorio que no buscaron los tesoros del cielo
Los tibios que dedicaron poco tiempo a la oración
Los indolentes, que se negaron a realizar buenas obras
Aquellos de poca fe, que rechazaron recibir con frecuencia los sacramentos
Los habituales pecadores, que debieron su salvación a un milagro de gracia
Los padres que no cumplieron con el cuidado de sus hijos
Los superiores que no se ocuparon de la salvación de los que tenían a cargo
Aquellos que lucharon por riquezas y placeres mundanos
Los mundanos que no utilizaron sus riquezas y talentos al servicio de Dios
Aquellos que fueron testigos de la muerte de otros pero no pensaron en la propia
Aquellos que no se aseguraron la vida eterna
Aquellos que tienen una sentencia severa por las grandes responsabilidades encomendadas a ellos
Los Papas, reyes y gobernantes
Los obispos y sus consejeros
Mis maestros y asesores espirituales
Los sacerdotes y religiosos de la Iglesia Católica
Los defensores de la Santa Fe Católica
Aquellos que murieron en el campo de batalla
Aquellos que lucharon por su país
Aquellos que fueron sepultados en el mar
Aquellos que murieron de apoplejía e infartos
Aquellos que sufrieron y murieron de cáncer o SIDA
Aquellos que murieron inesperadamente en accidentes
Aquellos que murieron sin cumplir con los últimos ritos de la Iglesia
Aquellos que morirán dentro de las próximas 24 horas
Mi propia pobre alma cuando deba presentarme ante el trono de Tu Juicio
Concédeles el descanso eterno y permite que la luz perpetua los ilumine por siempre junto a tus Santos, porque Tú eres misericordioso.
Oremos : que la oración de tu pueblo suplicante, te rogamos, oh Señor, beneficie a las almas de tus siervos que partieron. Que Tú las liberes de todos sus pecados así como también las hagas participar de tu redención. Amén.

ORACIONES POR ALMAS EN PARTICULAR (II)

¡Oh Dios! Nuestro Creador y redentor, con tu poder Cristo conquistó la muerte y volvió a Ti glorioso. Que todos tus hijos que nos han precedido en la fe, especialmente ……… , participen de su victoria y disfruten para siempre de la visión de tu gloria donde Cristo vive y reina contigo y el Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
V/ Concédeles, Señor el descanso eterno.
R/ Y brille para ellos la luz que no tiene fin.
V/ Descansen en paz.
R/ Amén.
María, Madre de Dios y Madre de Misericordia, ruega por nosotros y por todos los que han muerto en el regazo del Señor. Amén.
Dios Todopoderoso y Eterno, en tu bondad paternal, ten piedad del alma de tu servidor ………… Límpialo al que llamaste de este mundo de toda culpa, llévalo al Reino de la Luz y Paz y a la comunión de tus Santos, y entrégales su porción de gozo eterno en tu Reino. Rezamos por medio de Jesús, Nuestro Señor. Amén.
¡Dios, Tú, Creador y salvador de todos los fieles, perdona los pecados de todas las almas de tus servidores! Permíteles recibir el perdón por intermedio de nuestra oración piadosa, por lo que siempre anhelaron. Amén

ORACIÓN POR LAS ALMAS MÁS ABANDONADAS

¡Jesús, por el amor de la agonía que Tú soportaste durante el temor a la muerte
en el Huerto de Getsemaní, en la flagelación y coronación, en el camino al Monte Calvario, en tu crucifixión y en tu muerte, ten piedad de las Almas del Purgatorio y especialmente de aquellas que están totalmente olvidadas! ¡Líbralas de sus amargos dolores, llévalas a Ti y envuélvelas con tus brazos en el cielo!
Padrenuestro. Avemaría
Señor, concédeles el descanso eterno y brille para ellas la luz que no tiene fin

ORACIÓN DE SIETE PETICIONES POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

1. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó sobre el huerto de Getsemaní, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que están más abandonadas! Condúcelas a tu gloria para que te alaben y glorifiquen en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….

2. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó durante la despiadada flagelación, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que están más cerca de gozar la eternidad. Déjalas que comiencen ahora a alabarte y glorificarte en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….

3. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó durante la dolorosa coronación de espinas, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que más necesitan tu intersección! No permitas que esperen más para que te puedan alabar y glorificar en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….

4. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó en las calles de Jerusalén cuando llevaba la cruz sobre su bendita espalda, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que ante tus ojos posee los mayores méritos para que, desde lo alto del trono glorioso que las espera, te puedan alabar y glorificar en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….

5.¡Señor, Dios Todopoderoso, por el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo muy amado, Jesucristo, que Él mismo en la noche anterior a su muerte ofreció a sus amados apóstoles como alimento y bebida, dejando de este modo una ofrenda continua y alimento que da vida para los fieles de toda la Iglesia, te suplico que liberes a todas las almas del Purgatorio, en especial a la que honró mas este secreto de su infinito amor, para que pueda con tu Hijo muy amado y El Espíritu Santo, por medio de sus santos Sacramentos, alabarte y glorificarte en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….

6.¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó de sus manos y sus pies cuando estaba en la cruz, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas por las que más debo rezar. No permitas que permanezcan allí por más tiempo por mi culpa, para que te puedan alabar y glorificar en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….

7. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la Sangre y Agua preciosísimas que manaron del costado de tu Hijo muy amado ante los ojos de su bienaventurada Madre y por su gran angustia, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a la que más honró íntimamente a la santa Madre del Cielo! Permítele pronto entrar en tu gloria para que te pueda glorificar y alabar con María en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….

ORACIÓN QUE LIBERARÁ A MUCHAS ALMAS DEL PURGATORIO

Padre Eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de tu Divino Hijo, Jesús, junto con las misas celebradas hoy en el mundo, por las Almas del Purgatorio, por los pecadores del mundo entero, por los pecadores de la Iglesia universal, aquellos en mi casa y dentro de mi propia familia.

ORACIÓN DE SANTA MATILDE POR LA LIBERACIÓN DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO

(Utilizando la meditación del Padrenuestro.)

Padrenuestro que estas en el cielo. Te ruego humildemente, eterno, benigno, misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas que tu mismo has acogido como criaturas tuyas, a pesar de que ellas no te han amado sino te han rechazado, y no te han rendido el honor que te es debido. En expiación y penitencia te ofrezco en sacrificio todo el amor y la bondad de tu amadísimo hijo y señor nuestro Jesucristo.

Santificado sea tu nombre. Te ruego humildemente, eterno, benigno, misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas que no han glorificado tu santo nombre y que con frecuencia lo han pronunciado indignamente y con ligereza. En expiación y penitencia te ofrezco en sacrificio todas las enseñanzas con las cuales tu amadísimo hijo y señor nuestro Jesucristo ha glorificado en la Tierra tu santo nombre.

Venga a nosotros tu reino. Te ruego humildemente, eterno, benigno, misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas que no han anhelado con amor ardiente y con inmenso deseo tu santo reino. Por esos muchos pecados, te ofrezco en sacrificio el poderoso deseo de tu amadísimo hijo y señor nuestro Jesucristo, con el cual Él desea que todos sean acogidos en tu santo reino.

Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Te ruego humildemente, eterno, benigno, misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas que no se han sometido del modo más devoto a tu santa voluntad, sino que muchas veces han actuado según su propio querer, sustrayéndose así a la observancia de la misma. En expiación y penitencia, te ofrezco al Corazón divino de tu amadísimo hijo y Señor Nuestro Jesucristo y su gran sumisión.

Danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Te ruego humildemente eterno, benigno y misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas su pesada abundancia de culpas, porque no han amado a sus enemigos y no han querido perdonar. En expiación y penitencia por estos numerosos pecados, te ofrezco en sacrificio las Santas Palabras de tu amadísimo hijo y Señor Nuestro Jesucristo, con las cuales dijo desde la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”

No nos dejes caer en la tentación. Te ruego humildemente eterno, benigno y misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas que no han opuesto resistencia alguna en las grandes tentaciones, cediendo a las seducciones del Maligno y que por lo tanto se han precipitado en la ruina. En expiación y penitencia, te ofrezco la amorosa y obediente sumisión y todo el amargo sufrimiento y la muerte de tu amadísimo hijo y Señor Nuestro Jesucristo.

Líbranos de todo mal. Te ruego humildemente eterno benigno y misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas y las lleves junto a tu amadísimo hijo y Señor Nuestro Jesucristo al reino de la gloria, donde Tú vives por siempre. Amén.

ORACIÓN DE SACRIFICIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

¡Dios Todopoderoso y Eterno! Porque es tu voluntad que recemos por las Almas del Purgatorio, yo te ofrezco, por medio de las manos sin manchas de María, todas las Santas Misas que se celebran hoy, por tu gran honor y por la redención de las Almas del Purgatorio. Con humildad te suplico que borres sus culpas por los méritos demasiado valiosos de tu Hijo muy Amado y ten piedad de ellas. Para la restitución de la alabanza, el amor, el honor, las gracias, y los méritos que estas almas dejaron de mostrar y tomar, yo te ofrezco toda alabanza, amor, honor, gracias y sufrimientos de tu Hijo por los que te honró aquí en el mundo.
En reparación de todos los abandonos y descuidos cometidos por estas almas, te ofrezco el fervor lleno de alabanza con el cual tu Hijo realizó todas sus obras aquí en la tierra, y que ahora son renovadas y entregadas a Ti en todas las Santas Misas.
En reparación de todos los errores y de todo lo que se dejó sin hacer por estas almas, te ofrezco todas las virtudes que practicó tu Hijo y que aún practica y completa en todas las Santas Misas.
Por la limpieza de todas las manchas de pecado que estas almas aún poseen, te ofrezco la preciosísima Sangre que tu Hijo derramó aquí en la tierra y que continúa ofreciéndose en todas las Santas Misas.
Como liberación de todos los castigos y tormentos que soportan estas almas, te ofrezco la dolorosa pasión y muerte de tu Hijo muy amado que Él ahora renueva y continúa renovando en todas las Santas Misas.
Para rescatarlas del calabozo ardiente, te ofrezco los méritos infinitos que tu Hijo se ganó en la tierra y que continúa ejercitando y ofreciendo en todas las Santas Misas.
Finalmente, para hacer lo suficiente para cumplir con tu estricta justicia, te ofrezco todas las virtudes y méritos de la vida, sufrimiento y muerte de tu Hijo muy amado, su Santísima Madre, todos los Santos y elegidos que juntos sufrieron más que las adoradas Almas del Purgatorio dejadas de lado. Amén

LETANÍA POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

¡Señor, ten piedad de los difuntos!
¡Cristo, ten piedad de ellos!
¡Señor, ten piedad de ellos!
¡Cristo, por tu gracia escúchanos!
¡Cristo, piadosamente óyenos!
¡Dios Padre Celestial, ten piedad de ellos!
¡Dios Hijo Salvador del Mundo, ten piedad de ellos!
¡Dios Espíritu Santo, ten piedad de ellos!
¡Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten piedad de ellos!
Santa María … ruega por ellos.
Santa Madre de Dios… ruega por ellos
Santa Virgen de la Vírgenes
Madre de Misericordia
Puerta del Cielo
Consoladora de los afligidos
Todos los Santos Ángeles y Arcángeles… rogad por ellos.
San Miguel … ruega por ellos
Todos los Santos Patriarcas y Profetas … rogad por ellos.
San Juan Bautista… ruega por ellos.
San José
Todos los Santos Apóstoles y Evangelistas … rogad por ellos
Todos los Santos discípulos del Señor
Todos los Santos niños inocentes
Todos los Santos Mártires
Todos los santos obispos y fieles
Todos los Santos Maestros de la Iglesia
Todos los santos sacerdotes y diáconos
Todos los santos monjes y ermitaños
Todas las santas viudas y vírgenes
Todos los Santos de Dios
Ten piedad de ellos … líbralos, ¡oh Señor!
Ten piedad de ellos
De todo dolor
De toda tu ira
Del rigor de tu Justicia
Del peso persistente de su conciencia
De su tristeza más profunda
Del duro cautiverio
Del fuego desgarrador
Del ansia dolorosa
De todos los castigos
Por Tu maravillosa encarnación
Por Tu santo nacimiento
Por Tu santo nombre
Por Tu Bautismo y Tu ayuno
Por Tu humildad
Por Tu total obediencia
Por Tu pobreza
Por Tu paciencia y ternura
Por Tu amor infinito
Por Tu amargo sufrimiento
Por Tu sudor sangriento de temor
Por Tu cautiverio
Por Tu dolorosa flagelación
Por Tu vergonzosa coronación
Por las burlas que sufriste
Por Tu juicio injusto
Por Tu dura carga de la cruz
Por Tu dolorosa crucifixión
Por Tu agonizante abandono
Por Tu santa muerte sacrificada
Por Tus cinco santas llagas
Por Tu corazón traspasado
Por Tu gloriosa resurrección
Por Tu maravillosa ascensión
Por la venida del Espíritu Santo
Por los méritos de la intercesión de tu Santa Madre
Por los méritos de la intercesión de todos tus santos
Nosotros, pecadores del Purgatorio, Te imploramos… escúchanos, ¡oh Señor!
Que Tú protejas las almas que sufren en el Purgatorio … escúchanos, ¡oh Señor!
Que Tú las salves de sus dolores y agonía
Que Tú compartas con ellas todas las buenas obras de la cristiandad
Que Tú siempre escuches todas nuestras oraciones por ellas
Que Tú, por medio del Arcángel San Miguel y los Santos Ángeles las lleves a la Luz Eterna
Que Tú las deslumbres pronto al ver ellas tu rostro
Que Tú concedas a nuestros padres, hermanos, amigos y benefactores difuntos la Luz Eterna
Que Tú liberes a aquellas almas con las cuales compartimos su castigo por otro lado
Que Tú tengas piedad especial de todas las almas que ya no tienen en la tierra quienes piensen en ellas
Que Tú concedas a todas las almas de los cristianos difuntos la Paz Eterna
Que Tú derrames amor misericordioso, por medio de las almas del Purgatorio, a las almas de todos los cristianos vivientes … Escúchanos, ¡oh Señor!
Hijo de Dios, Rey de la felicidad eterna … Escúchanos, ¡oh Señor!
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo … Protégenos, ¡oh Señor!
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo … Escúchanos, ¡oh Señor!
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo………. Ten piedad de nosotros, ¡oh señor!

Oración:
Oh Dios, Señor de la vida y de la muerte, muéstrales tu infinita Misericordia a aquellos servidores que creyeron y pusieron tus esperanzas en Ti.
Concédeles todo indulto de sus culpas y castigos; y por otro lado libra sus almas de los sufrimientos.
Por esto rezamos, por medio de la intercesión de la Santísima Virgen María y por medio de Cristo, Nuestro Señor. Amén.

UN LLAMADO DE AYUDA A LOS ÁNGELES PARA QUE AYUDEN A LAS ALMAS DEL PURGATORIO

Jesús, Señor Nuestro, Tú pasaste la noche anterior a tu pasión en el Huerto de los Olivos, en Getsemaní. Haz conocido todos los pecados del mundo, una carga que te aplastó e hizo sudar sangre. Los apóstoles se quedaron dormidos y no tuvieron fuerzas para velar contigo durante las horas más duras. Solamente tu Padre Celestial se conmovió y te envió un ángel para consolarte y darte fuerzas durante tu angustia de muerte.
Señor, mira a nuestros hermanos y hermanas en el Purgatorio. Ellos sufren más de lo que pueden sufrir un humano en la tierra y Tú deseas que seamos compasivos con su angustia y sufrimiento. Tú nos das la oportunidad de hacer algo por ellos, de vigilar con ellos, de rezar por ellos, de ofrecer algo en su nombre; pero principalmente, les podemos ofrecer la Santa Misa. Si, también podemos enviar a nuestro Ángel Custodio para que éste, con el poder de tu Sangre, los consuele y fortalezca. ¡Cuán misericordioso fue Dios en el Huerto de los Olivos! De la misma manera Él desea que nosotros también seamos misericordiosos con la Iglesia que sufre en el Purgatorio.
Jesús, recuerda tu soledad en el Huerto de los Olivos. Recuerda cuán bien te hizo cuando el Ángel de tu Padre Celestial te fortaleció y te contuvo. Enséñanos a ser tan misericordiosos y amorosos como tu Padre, y llena a las Almas del Purgatorio del mismo consuelo que Tú recibiste en el Huerto de los Olivos.
María, Reina de los Ángeles, ten piedad de tus hijos que sufren en el Purgatorio. Envía a Tus Ángeles para que los ayuden.
Arcángel San Miguel, Arcángel San Gabriel, Arcángel San Rafael, los nueve coros de los Santos Ángeles, los Serafines y Querubines, los Tronos y las Dominaciones, los Príncipes y los Poderes, los Arcángeles y Ángeles, les pedimos, en nombre de Dios y en el nombre de su Reina, la Preciosísima Virgen María, que vayan rápido y ayuden a nuestros hermanos y hermanas en el Purgatorio. Ellos sufren mucha angustia, ellos tienen sed de Dios Eterno más que un siervo tiene sed del agua de una vertiente. Denles fuerzas y guíenlos hacia el camino del Padre celestial. Amén.

ORACIÓN DE LAS 3 AVEMARÍAS EN HONOR A LA LLAMA DE AMOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

Rezad 3 Avemarías y agregad la siguiente petición:
“Inundad a toda la humanidad con los efectos de la Gracia de tu Llama de Amor, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. »
(Esta oración libra un alma del Purgatorio y en noviembre basta un Avemaría, rezada en recuerdo a la Llama de Amor, para que libere a 10 almas.)

ANTIGUA ORACIÓN RUSA MUY HERMOSA

Como el árbol pierde sus hojas, así nuestra vida se dirige a su fin cada año.
La fiesta de la juventud se vuelve vacía. La luz de las alegrías se apaga.
La edad solitaria se acerca. Los amigos mueren. Los parientes parten.
¿Dónde están los afortunados y felices?
En silencio están las tumbas, pero las almas están en Tus manos.
Uno siente las miradas amorosas que provienen del otro mundo.
Señor, sol brillante, reconforta e ilumina los hogares de los difuntos.
Señor, que los tiempos amargos de separación desaparezcan.
Concédenos un reencuentro feliz en el cielo.
¡Señor, ayúdanos a todos a ser uno contigo!
Señor, concédeles a aquellos que se han ido a dormir la limpieza del niño y el gozo de la juventud.
¡Y que su vida eterna sea una fiesta pascual!. Amén.

ORACIÓN POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO, DE ARNOLD GUILLET

Alabadísima Trinidad Santa, Dios Todopoderoso y Eterno, una vez Tú permitiste que el Santo Cura de Ars viera la belleza de un alma humana. Fue una explosión de belleza y luz que excedió toda capacidad humana de comprensión, y Juan María Vianney hubiera muerto en el lugar si Tú no lo hubieras mantenido vivo.
¿Cómo es posible que el alma humana sea tan hermosa? Simplemente porque cada alma es un pensamiento tuyo, un reflejo de tu belleza; y porque Tú la creaste a tu imagen y semejanza, ninguna es igual a la otra, cada una posee características y méritos inconfundibles.
¡Que rápido pierde su inocencia una persona debilitada por el pecado original, cómo se deja arrastrar entre lo bueno y lo malo, entre Dios y el demonio, y con cuanta frecuencia termina en contradicción y enredos y gran culpa! Pero a pesar de ello, Tú, una y otra vez nos estrechas tu mano de perdón luego de la caída, para que podamos levantarnos nuevamente y experimentar tu perdón. Y por otro lado, aún así, luego de que nos perdonas, no estamos libres del óxido del pecado y del pago por toda nuestra culpa. De acuerdo a las palabras de Pablo, somos purificados “como si fuera mediante fuego”, y de acuerdo a las palabras de Tú Hijo no hay retorno desde el lugar de expiación hasta que “sea pagado el último centavo”. Las almas del Purgatorio conocen tu perfección eterna, saben que Tú aborreces el pecado, saben que Tú vives en la luz inaccesible y ningún alma se atrevería, aunque pudiera, a pararse frente a Ti cuando aún tuviera la más pequeña mancha de pecado. El ansia por Ti las quema como el fuego y ellas mismas se queman para purificarse en el fuego de tu amor, de la misma forma que el hierro se purifica en el fuego.
Padre de los Cielos, tu Hijo Jesús nos permitió que te llamáramos Abba, querido Padre, Tú amas a tus hijos y enviaste a tu Hijo aquí para que Él nos salvara. Padre, ten piedad de las Almas del Purgatorio. Por ellas te ofrecemos la preciosísima sangre de tu Hijo, Jesús, por medio del Corazón doloroso e inmaculado de María. Te rogamos por los méritos de tu Hijo, que acortes el tiempo de la expiación de las Almas del Purgatorio; que seques sus lágrimas, como está escrito en las Sagradas Escrituras, que las aprietes contra tu corazón y las tengas para siempre en tu regazo.
Jesús, Hijo del Padre, Tú te hiciste hombre por medio de la Santísima Virgen María, Tú te convertiste en nuestro hermano y fuiste allí para prepararnos un lugar en el Cielo. Ten piedad de las Almas del Purgatorio, Lávalas con tu sangre, borra sus faltas por medio de tus méritos y reconoce sus nombres ante tu Padre, en la presencia de todos los Ángeles y Santos del Cielo.
Espíritu Santo, Tú que procedes del Padre y del Hijo, Tú eres la tercera persona de la Divinidad. El Padre nos creó, el Hijo nos liberó y Tú, Espíritu Santo, nos hiciste santos. Por esta razón, el Purgatorio fue más que nada tu obra, tu Espíritu ardiente de amor Divino. Tú los liberas porque los amas. Tú los liberas porque Tú deseas hacerlos hermosos, de la misma forma que Dios los concibió. Espíritu Santo, por el honor de la voluntad de Dios, haz de ellos “una nueva creación” (Gal 6, 15), acelera la obra de tu santificación y terminación. Por cada alma que pueda ingresar en la dicha del cielo, en el brillo de la inocencia encontrada, se regocijan los Ángeles y los Santos.
Santísima Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, nosotros luchamos por la Iglesia en la Tierra. Te rogamos por el sufrimiento de la Iglesia en el Purgatorio, por nuestros hermanos y hermanas que se encuentran en el lugar de expiación. Escucha nuestras oraciones y deja que puedan intervenir por nosotros contigo. Amén.

ORACIÓN A SAN NICOLÁS DE TOLENTINO

¡Oh glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas. Amén

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

Dulcísimo Jesús mío, que para redimir al mundo quisisteis nacer, ser circuncidado, desechado de los judíos, entregado con el beso de Judas, atado con cordeles, llevado al suplicio, como inocente cordero; presentado ante Anás, Caifás, Pilato y Herodes; escupido y acusado con falsos testigos; abofeteado, cargado de oprobios, desgarrado con azotes, coronado de espinas, golpeado con la caña, cubierto el rostro con una púrpura por burla; desnudado afrentosamente, clavado en la cruz y levantado en ella, puesto entre ladrones, como uno de ellos, dándoos a beber hiel y vinagres y herido el costado con la lanza. Librad, Señor, por tantos y tan acerbísimos dolores como habéis padecido por nosotros, a las almas del Purgatorio de las penas en que están; llevadlas a descansar a vuestra santísima Gloria, y salvadnos, por los méritos de vuestra sagrada Pasión y por vuestra muerte de cruz, de las penas del infierno para que seamos dignos de entrar en la posesión de aquel Reino, adonde llevasteis al buen ladrón, que fue crucificado con Vos, que vivís y reináis con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

NO LLORES SI ME AMAS

No llores si me amas. ¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizonte, los campos y los nuevos senderos que atravieso…
¡Si por un instante pudieran contemplar, como yo, la belleza, ante la cual
las bellezas palidecen! . ¿Me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme en el de las inmutables realidades?
Créeme, cuando la muerte venga a romper las ligaduras como ha roto las que a mi me encadenaban, cuando llegue el día que Dios a fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a verme, sentirás que te sigo amando, que te amé, encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas.
¡Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz!
Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por senderos nuevos de luz … y de vida … Enjuga tu llanto, no llores si me amas.
San Agustín

ORACIÓN POR LA MAÑANA

Señor y Dios mío, en quien creo, en quien espero y a quien adoro y amo con todo mi corazón, te doy gracias por haberme creado, redimido, hecho cristiano y por haberme conservado en esta noche.
Te ofrezco todos mis pensamientos, palabras, obras y trabajos de este día, a mayor honra y gloria tuya en penitencia por mis pecados y en sufragio de las Almas del Purgatorio.
Dame, Señor, tu gracia, para que pueda servirte fielmente en este día y me vea siempre libre de todo pecado y de todo mal. Amén.

ORACIÓN FINAL DE TODOS LOS DÍAS

Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio.
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz que no tiene fin.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
Padrenuestro.
V. De la puerta del infierno
R. Saca, Señor, sus almas.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, oye mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.
Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
V. Dales, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para ellos la luz que no tiene fin.
V. Descansen en paz.
R. Amén .

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DEVOCIONES Y ORACIONES Por las Almas del Purgatorio y Fieles Difuntos

Coronilla de los Cien Réquiems por los Difuntos

 

Ana María Taigi era devotísima de las almas del Purgatorio.

En su piedad le gustaba sufragar por las almas santas con el rezo de cien réquiems y testimoniaba haber obtenido de Dios muchos favores celestiales en diversas circunstancias y en penurias graves, espirituales y temporales.

 

 

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Modo de practicar esta piadosa devoción:
Para hacer este ejercicio, cada uno puede servirse de un rosario común de cinco decenas, recorriéndolo dos veces para formar las diez decenas, o sea la centena de Réquiem.

En el nombre de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo Amén

UNO

Te ofrezco, mi adorado Jesús, en ayuda de las almas del Purgatorio, los méritos de tus padecimientos y dolores sufridos por nuestra redención. Y comienzo contemplando la sangre que transudó de tu cuerpo por la tristeza y la angustia que te asaltó en Getsemaní.

Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz perpetua. (10 veces)
Almas santas, almas del Purgatorio, oren a Dios por mí y yo pediré al Padre que les dé la gloria del Paraíso.

DOS

Te ofrezco, mi adorable Jesús, por las almas del Purgatorio, la inmensa aflicción que te oprimió el corazón al ver que Judas, discípulo tuyo, por Ti amado y favorecido, se hizo perseguidor, y con un beso sacrílego te traicionó para entregarte en manos de crueles enemigos.
Concédeles, Señor, el descanso eterno …
Almas santas, almas del Purgatorio, Oren a Dios …

TRES

Te ofrezco, mi adorado Jesús, por las almas del Purgatorio, la admirable paciencia con la que soportaste tantos ultrajes de esa vil soldadesca que te condujo de Anás a Caifás, de Pilato a Herodes, el cual para mayor desprecio, te impuso la vestidura de los locos, entre las burlas y los agravios del pueblo, y te envió al gobernador romano.
Concédeles, Señor, el descanso eterno …
Almas santas, almas del Purgatorio, Oren a Dios …

CUATRO

Te ofrezco, mi adorable Jesús, por las almas del Purgatorio, la amargura que te turbó tu espíritu cuando por los judíos fuiste pospuesto por Barrabás, sedicioso y homicida. Luego atado a la columna, tú, el inocente y el justo, fuiste golpeado con innumerables azotes, sin piedad alguna.
Concédeles, Señor, el descanso eterno …
Almas santas, almas del Purgatorio, Oren a Dios ..
.

CINCO

Te ofrezco, mi adorado Jesús, por las almas del Purgatorio, la humillación que toleraste, cuando, para tratarte como falso rey, pusieron sobre tus hombros un manto de púrpura, te dieron por cetro una caña, y ciñeron tu cabeza con la corona de espinas, y así Pilato te presentó al pueblo diciendo: “¡He aquí al Hombre!”
Concédeles, Señor, el descanso eterno …
Almas santas, almas del Purgatorio, Oren a Dios .
..

SEIS

Te ofrezco, mi adorable Jesús, por las almas del Purgatorio, la piadosa compasión y el dolor profundo que sentiste cuando, con tanta violencia, fuiste separado de tu amadísima madre, que había venido a encontrarte y abrazarte.
Concédeles, Señor, el descanso eterno …
Almas santas, almas del Purgatorio, Oren a Dios …

SIETE

Te ofrezco, adorado Jesús mío, por las almas del Purgatorio, los inauditos tormentos padecidos cuando, extendido sobre la cruz tu ensangrentado cuerpo, fuiste horriblemente traspasado por clavos en las manos y en los pies, y elevado en el ignominioso patíbulo.
Concédeles, Señor, el descanso eterno …
Almas santas, almas del Purgatorio, Oren a Dios …

OCHO

Te ofrezco, mi adorado Jesús, por las almas del Purgatorio, la ardiente sed que padeciste en este tiempo de Calvario, sed de agua, pero también de almas que calmen tan cruel agonía y por la cual recibes tan solo vinagre e ingratitudes.
Concédeles, Señor, el descanso eterno …
Almas santas, almas del Purgatorio, Oren a Dios …

NUEVE

Te ofrezco, mi adorado Jesús, por las almas del Purgatorio, las angustias y las penas que durante tres horas continuas soportaste suspendido de la cruz, y las contracciones que sufriste en todos tus miembros, acrecentadas por la presencia de tu dolorida madre, testigo de semejante desgarradora agonía.
Concédeles, Señor, el descanso eterno …
Almas santas, almas del Purgatorio, Oren a Dios …

DIEZ

Te ofrezco, mi adorado Jesús, por las almas del Purgatorio, la desolación que oprimió a la Virgen Santísima asistiendo a tu muerte, y el pesar de su tierno corazón, acogiéndote exánime entre sus brazos cuando fuiste bajado de la cruz.
Concédeles, Señor, el descanso eterno …
Almas santas, almas del Purgatorio, Oren a Dios …

 

ORACIÓN DE LA CENTENA DE RÉQUIEM

(Similar a la anterior con otras oraciones)

Se empieza rezando un Padrenuestro y después una decena de Réquiem en esta forma:
Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz que no tiene fin.

En cada cuenta grande se dirá la jaculatoria y ofrenda siguientes:
Jaculatoria: Almas santas, almas del Purgatorio, oren a Dios por nosotros, que nosotros pediremos al Padre que les dé la gloria del Paraíso.

Ofrenda:
Padre eterno, te ofrecemos la sangre, pasión y muerte de Jesucristo, los dolores de la Santísima Virgen y los de San José, por la remisión de nuestros pecados, la libertad de las almas del Purgatorio y la conversión de los pecadores.

En seguida se rezan la segunda y demás decenas de Réquiem sobre las cuentas pequeñas, repitiendo la jaculatoria y la ofrenda sobre cada cuenta grande.

Acabadas las diez decenas, o sea la centena de Réquiem, se rezará la siguiente oración:

De profundis Salmo CXXIX de David

Desde el profundo abismo de mis penas
a Ti clamo, Señor, de noche y día;
oye, mi Dios, los incesantes ruegos
de un corazón contrito que se humilla.
Estén gratos y atentos tus oídos
a mi voz lamentable y dolorida:
a Ti mis ayes y gemidos lleguen
pues a escucharlos tu piedad se inclina.
¿Si siempre airado tus divinos ojos
sobre las culpas de los hombres fijas,
quién estará confiado en tu presencia,
confundiéndonos sólo ante tu vista?
Más la eterna palabra de tu seno
que aplaque espero tus terribles iras;
porque son inefables tus promesas
y con tus gracias pecador invitas.
Así aunque mi alma acongojada gime
contemplando el rigor de tu justicia,
por tu palabra la indulgencia espera,
de que la hacen culpas tan indigna.
¡Oh pueblo electo! De mañana y noche,
en todos tus peligros y fatigas,
acógete al Señor con la confianza
que en su ley soberana nos intima.
Porque es inagotable su clemencia;
se muestra con los flacos compasiva;
de todas sus miserias los redime,
y siempre que le claman los auxilia.
Este Dios abrevie el tiempo
en que logre Israel su eterna dicha
cuando de tus pecados la liberte,
que con tanto rigor la tiranizan.

Encomendémonos ahora a las almas del Purgatorio y digamos:
¡Almas benditas! nosotros hemos rogado por ustedes que son tan amadas de Dios y están seguras de no poderlo más perder: rueguen por nosotros miserables que estamos en peligro de condenarnos para siempre.
¡Dulce Jesús, dales descanso eterno a las benditas almas del Purgatorio!

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DEVOCIONES Y ORACIONES Por las Almas del Purgatorio y Fieles Difuntos

Rosario de los Difuntos

 

Este es un Rosario especial que se reza por los Difuntos.
Se usa el mismo instrumento físico del Santo Rosario.
Y se repite 5 veces para completar 50 oraciones…

 

 

 

 

rosarioporlosdifuntos

 

 

Oración inicial:

Abrid, Señor, nuestros labios; alentad nuestros corazones y limpiadlos de vanos, impuros e impertinentes pensamientos; ilustrad nuestro entendimiento, inflamad nuestra voluntad, para que, con todo nuestro corazón, meditemos los pasos de vuestra Sagrada Pasión y muerte, con los acerbísimos dolores de vuestra Madre Santísima, y merezcamos sor oídos ante el acatamiento de vuestra Divina Majestad, que vivís y reináis en todos los siglos. Amén.

En lugar del Padrenuestro se dirá la siguiente oración:

Piadosísimo Jesús mío, mira con benignos ojos las almas de los fieles difuntos por las cuales has muerto y recibido tormento de cruz. Amén.

En lugar del Avemaría se dirán las siguientes oraciones:

1. Jesús mío, por aquel sudor copioso de sangre que sudaste en el huerto, ten misericordia de las almas del Purgatorio (o del alma de N.)

2. Jesús mío, por la bofetada que recibió tu rostro venerable, ten misericordia de las almas del Purgatorio…

3. Jesús mío, por los crueles azotes que sufriste, ten misericordia de las almas del Purgatorio…

4. Jesús mío, por la corona de agudas espinas que traspasaron tu santísima cabeza, ten misericordia de las almas del Purgatorio…

5. Jesús mío, por los pasos que diste en la calle de la Amargura con la cruz a cuestas, ten misericordia de las almas del Purgatorio…

6. Jesús mío, por tu santísimo rostro lleno de sangre, que dejaste impreso en el velo de la Verónica, ten misericordia de las almas del Purgatorio…

7. Jesús mío, por la vestidura sangrienta que con violencia te desnudaron los sayones, ten misericordia de las almas del Purgatorio…

8. Jesús mío, por tu santísimo Cuerpo clavado en la cruz, ten misericordia de las almas del Purgatorio…

9. Jesús mío, por tus santísimos pies y manos clavados con duros clavos, ten misericordia de las almas del Purgatorio…

10. Jesús mío, por tu costado abierto al borde de una lanzada, de donde manó sangre y agua, ten misericordia de las almas del Purgatorio (o del alma de N.)

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