Dentro de la Iglesia, existe “el lobby de los gays auto-reprimidos”.
Por un error administrativo de los dominicos cuando le dieron de baja, sigue siendo sacerdote, aunque no incardinado en ninguna diócesis, y confiesa que sigue celebrando misas para la comunidad LGTB. James Alison dice que:
«La homosexualidad es una variante minoritaria, y no patológica, de la condición humana»
«Los que más persiguen a los gays en la Iglesia son gays reprimidos»
James Alison es un teólogo especial. Es inglés pero ha estado muchos años en Latinoamérica, donde sigue actualmente viviendo. Le definen como,
«el sacerdote católico que trata de buscar desde la teología salidas a todo tipo de amor, incluido el amor gay».
Explica el empeño de la Iglesia por definir la homosexualidad como un desorden objetivo debido a que,
«en el momento en que se reconoce que una relación entre dos personas del mismo sexo puede ser buena, se reconoce la posibilidad de que haya actos sexuales de por sí no abiertos a la procreación, y con eso cae toda la moral sexual tradicional».
Sin embargo, opina que el porcentaje de católicos de acuerdo con esta doctrina sexual es muy bajo,
«porque requiere que se considere a los gays como heteros defectuosos».
Es una lástima que no haya hablado y lo le hayan preguntado, por la promoción de la homosexualidad a la fuerza que el lobby gay está llevando adelante en el occidente, la estigmatización de quienes no comparten su estilo de vida gay y el hostigamiento a la religión católica, que al igual que a personas que considera que están en pecado, no les da la comunión, pero nada más.
ENTREVISTA DE JOSE MANUEL VIDAL A JAMES ALISON
Jose manuel Vidal, director de Religión em Libertad, Le hizo uma entrevista a este extraño personaje a contracorriente de La doctrina oficial de la Iglesia, que vale La pena leerlo para conocer lãs argumentaciones que esgrime.
¿Eres un teólogo con obra?
Sí. En inglés tengo por lo menos siete libros publicados, y ahora acaba de salir el octavo, que es todo un curso de introducción a la fe cristiana con DVD además del libro, pensado para que pequeños grupos puedan profundizar en la fe cristiana. Hay tres de mis obras que están traducidas al castellano: «Conocer a Jesús», que fue para el que Pikaza me hizo el favor de escribir el epílogo, otro se llama «El retorno de Abel» y está editado con Herder y es de escatología; y el otro se llama «Una fe más allá del sentimiento», que es mi primer libro en español que trata la cuestión gay.
Siempre digo con mucha insistencia que yo no hago «teología gay». Hago teología católica a partir de una perspectiva gay. Es muy importante hacer esta distinción, porque si no se convierte en una cuestión de gueto.
¿Fuiste dominico?
Sí, hace muchos años. Ahora soy un presbítero vago en cierto sentido. Los dominicos me hicieron el gran favor de que, cuando organizaron el papeleo para la disolución de los votos, no deshicieron nada respecto a mi sacerdocio. Descubrí entonces que según el Derecho Canónico puedo ser sacerdote en buenas condiciones sin estar incardinado, y además apto para la incardinación si hubiera un obispo lo suficientemente loco como para quererme en su diócesis. Es curioso, porque de hecho un alto eclesiástico intentó una vez resolver esta cuestión y no pudo, porque si uno es sacerdote ordinario y no tiene responsable es muy difícil hacer alguna cosa.
A pesar de eso, sigues trabajando como teólogo, misionero y catequista
Sí, a veces celebro, pero siempre en lugares donde no cause escándalo. Si estoy de retiro, por ejemplo, o para la comunidad LGTB. Porque si todo el mundo es «irregular», ya no hay escándalo.
¿Has asumido como objetivo de tu vida el intentar dar salida dentro de la Iglesia y de la teología católica la realidad de la homosexualidad?
Espero no causar sorpresa, pero lo cierto es que yo me identifico mucho con una cosa que hizo Ratzinger y que me pareció muy interesante: recuperar el sentido en que la fe cristiana es buena nueva. Y esto significa excavar en el hueco de los escombros del moralismo de los últimos dos o tres siglos, para intentar recuperar algo del frescor del Evangelio, y no del pensamiento moralista de sacrificio, que ha parecido normal en la fe cristiana hasta recientemente, tanto del lado protestante como del lado católico. y por supuesto, el salir de este «mundo de escombros moralistas» afecta tanto a la gente gay como a la gente heterosexual. Es parte del mismo proceso.
¿O sea que estás pidiendo un cambio en la doctrina moral y sexual de la Iglesia?
No, lo que estoy buscando es un nuevo paradigma para entender la fe, la salvación, la caridad y la naturaleza… regresando a un paradigma mucho más antiguo, de una ortodoxia completa. Por eso no significa cambiar la doctrina porque me parezca inconveniente, sino que si lo que dijo Jesús es cierto, ¿cómo se explica esta miseria de trampas moralistas en las que nos hemos metido? ¡Porque es tan evidente que así no fue al comienzo! De hecho yo me considero radicalmente conservador, y no al contrario.
La Iglesia protestante alemana acaba de firmar un documento en el que reconoce que existen formas diferentes de familia. ¿Crees que es un ejemplo de que comienza a haber ciertos cambios en ese sentido?
Sí, la Iglesia protestante ha reconocido la homosexualidad de manera explícita, y en la Iglesia católica también ha habido cambios ya. La cuestión gay no creo que sea algo sumamente difícil de aceptar por los fieles católicos, sino por el estamento clerical católico. Por lo que se ha visto en sondeos realizados a nivel mundial, en los países de mayoría católica el porcentaje de población católica que percibe con buenos ojos la normalidad de sus amigos o parientes gays es hasta mayor que el promedio de la sociedad.
¿Es decir, que quien se escandaliza es el clero, no el pueblo?
Ustedes mismos lo han visto aquí en su país, que aprobó la ley de matrimonio igualitario, y si me acuerdo bien un 60 o 70% de la población estaba perfectamente tranquila con esto. En cambio, los obispos no, y ahí está el problema. A diferencia de otras cuestiones de tipo moral como el aborto, por ejemplo, en torno a la cuestión gay el pueblo no está alineado con los obispos. Las dos cuestiones no tienen nada que ver una con la otra, pero la diferencia radica en que la convivencia les dice que eso de pensar que os gays son gente «objetivamente desordenada» a estas alturas del juego no tiene ni pies ni cabeza.
La definición oficial que impera en esta cuestión fue acuñada en 1986 (es decir, muy recientemente) en un documento del Vaticano que decía:
«Aunque la inclinación homosexual no es en sí un pecado, supone una tendencia más o menos fuerte a actos intrínsecamente malos, y por eso debe considerarse objetivamente desordenada».
Ésta es la lógica eclesiástica, que sigue insistiendo en que no hay buenos actos homosexuales, y que por tanto define a las personas gays como objetivamente desordenadas. Una analogía sería la anorexia, que es una patología del deseo. Sin embargo, si uno tratara la anorexia como si fuera una naturaleza que no requiere cuidados, la tendencia sería a la autodestrucción. La anorexia es un desorden alimenticio, y la posición oficial en torno a la homosexualidad la identifica con algo parecido, con un desorden. Y esto es muy diferente de encuadrar la homosexualidad con las personas zurdas. Es decir, los zurdos son una variante minoritaria de los seres humanos, no una patología. La anorexia es una patología. Pero para sostener que todos los actos homosexuales son malos, la Iglesia debe mantener que la homosexualidad es una patología.
Muchos obispos les dirían a los homosexuales que ellos no tienen nada en contra de la homosexualidad, que somos todos hermanos etc… pero al mismo tiempo les obligarían a abstenerse de todos los actos que consideran intrínsecamente malos, como si pudiera hacerse una distinción.
En ese sentido, el Vaticano es más honesto, porque sabe muy bien que si quiere decir que los actos homosexuales son malos, tiene que concluir que la homosexualidad es un desorden objetivo. Y a estas alturas del siglo XXI vale la pena preguntarse si será verdad.
¿Qué dicen los científicos al respecto?
Los científicos (y no estamos hablando sólo de «ciencias blandas» como la psicología, sino de química, endocrinología y neurología, etc.) que han estudiado las hormonas intrauterinas, la configuración neuronal etc., dicen que la homosexualidad es una variante minoritaria, y no patológica, de la condición humana. O sea, mucho más parecido a ser zurdo que a ser anoréxico.
Es frecuente la pregunta de si el homosexual nace o se hace
Es una mezcla de las dos cosas, pero más bien de nacimiento. Lo más probable es que sea una cuestión intrauterina, aunque las investigaciones sobre este tema aún están comenzando (porque hará tan sólo 30 o 40 años desde que se pudo comenzar a investigar esta cuestión sin que se tratase como moralista). Pero los avances en la neurociencia apuntan a que nadie que no fuera gay al nacer se va a hacer gay después.
Eso invalida la tesis que sostienen algunas personas sobre que es una cuestión de vicio
Exactamente. Toda la tendencia anterior consistía en tratar el asunto como si fuera una patología o un vicio, y esto era una cuestión cultural, no sólo eclesiástica. Únicamente en los últimos 50 años se ha comenzado a mirar a los gays con un ojo más científico, preguntándose qué es lo que hace que estas personas sean diferentes, en vez de pensando que están haciendo maldades y que hay que castigarles.
Esa dinámica de revisión que sí se ve en la sociedad civil, ¿a la Iglesia le cuesta más?
Mucho más.
¿Hay gente que sigue diciendo que la homosexualidad es reversible?
Sí, e infelizmente tienen que seguir diciéndolo, si quieren mantener la posición actual de la Iglesia. Es una ciencia «concordista», como los geólogos del siglo XIX que querían mantener que la composición de la tierra concordaba con el relato de la Creación en su sentido precientífico, y que buscaban infelices manera de demostrar cómo supuestamente la ciencia y la realidad se ajustaban a las enseñanzas eclesiásticas.
Una de las cosas que más reprocha la gente a la jerarquía es la doble moral, es decir, que dentro de la institución hay muchos homosexuales (aunque no todos lo reconocen)
Claro, pero no pueden reconocerlo.
Sin embargo, el propio Papa acaba de denunciar que en el Vaticano hay un lobby gay
Bueno, creo que la palabra denunciar no describe bien la intención de las declaraciones del Papa, que lo que hizo fue reconocerlo con un tono de buen humor. Al menos de la forma en que nos ha llegado la información, parecería que fueron frases sueltas dichas con esa soltura que ya sabemos que forma parte del estilo del Papa. Y gracias a Dios, porque eso significa que esta Papa tiene un estilo mucho más de tertulia y de conversación.
Ahora, cuando el tema del lobby gay se oye en boca de altos eclesiásticos, suele significar dos cosas. La primera es que llaman lobby a toda pretensión científica de indicar que la realidad no es tal cual dice el Vaticano (por ejemplo, cualquier persona que sugiriera que tal vez estamos ante una variante minoritaria no patológica), y que supuestamente ejercería presión (como parte del «poderoso e influyente lobby gay») contra aquellos otros científicos que mantienen la «línea dura» de pretendida cientificidad respecto a la cuestión homosexual, y que aunque actualmente sólo son una minoría de psiquiatras, es suficiente para que la jerarquía eclesiástica se aferre a su propia lógica. A estas alturas del juego esto suena un poco paranoico, porque los gays serán muy malos, pero, ¿quién cree que son tan poderosos? Por tanto, en este caso la palabra «lobby gay» se usa para referirse a gente que no está dentro de la cúpula del Vaticano, sino fuera. El otro uso salió a la luz a raíz de la investigación que hicieron tres cardenales mayores de 80 años, quienes dejaron un mamotreto de dossier para Ratzinger o para su sucesor, y que entre los varios temas investigados incluían la cuestión de un supuesto lobby gay.
Ahora, nadie que ha visitado el Vaticano tiene la menor duda de que hay una fuerte presencia del sector gay en el Vaticano. Es evidente, y por amigos de amigos todo el mundo más o menos se conoce. Lo que también se ve es que el mundo romano es un mundo donde la regla moral es evitar el escándalo, y por tanto, con tal de que no trascienda nadie se preocupa mucho por estas cuestiones. Y esto no supone sólo una doble moral, sino una manera de vivir ya muy anticuada. Gran parte del problema, a mi modo de ver, es que el mundo moderno y ese mundo anticuado no conviven juntos. Y mientras que en el mundo moderno la transparencia y la honestidad son cada vez más normales, el mundo anticuado es monosexual, masculino, y se sigue rigiendo por la regla básica de «con tal de que no lo cuentes, da igual lo que hagas».
¿Esa regla en la sociedad civil ya no se puede sostener?
No. Desde principio del siglo XX, influenciado por Freud y por otros autores, todo el mundo comprendió la importancia de poder sincerarse en esta materia, de poder hablar más o menos honestamente de qué se es y qué se hace en materia sexual. Y actualmente parecer ser un fenómeno global, más «popularizado» en Occidente, y que hace una fortísima presión sobre las sociedades que han querido mantener su «escudo sagrado» sobre un código al cual se obedecía pero que no se cumplía.
¿El «escudo sagrado» de la Iglesia se podría venir abajo si se reconociera la libertad sexual?
Esto va a ser una prueba muy fuerte para el Papa Francisco. Una prueba en la cual yo le deseo todo lo mejor, porque no dudo que va a ser doloroso, difícil y sobre todo muy costoso, porque hay muchísima presión de la propia gente que vive en el Vaticano, del clero en general. Cuando confesar la homosexualidad tan sólo significaría ser honesto.
¿Tener que estar ocultando la propia sexualidad no supone una esquizofrenia vital?
Sí, es una esquizofrenia, que tiene consecuencias psicológicas muy duras pero a la que uno se acostumbra. Y esto abre todo un mundo de chantaje, porque si nadie puede ser honesto pero todo el mundo sabe lo que hacen los otros, imagínate los juegos de chantaje que se pueden hacer. Es evidente, y no estamos hablando sólo de una cosa eclesiástica. Si los gobiernos norteamericano y británico en los años 50 y 60 resolvieron esta cuestión respecto a sus propias sociedades, sus propias burocracias, sus propios servicios de inteligencia etc., fue precisamente porque el asunto del chantaje resultaba ser peor que la cuestión de la homosexualidad.
¿O sea que la Iglesia debería hacer lo mismo, aunque fuera por pragmatismo?
Sería más pragmático, sí, pero el caso es que si se reconoce la homosexualidad y se vive honestamente (se tenga o no pareja), se tiene que reconocer también que una relación gay puede tener buenas consecuencias. Esto no obliga a nadie a seguirlas, pero en el momento en que se reconoce que una relación entre dos personas del mismo sexo puede ser buena, se reconoce la posibilidad de que haya actos sexuales de por sí no abiertos a la procreación que también son buenos, y con eso cae toda la moral heterosexual tradicional. Porque la moral tradicional depende de que todo el mundo sea intrínsecamente heterosexual, y de que sólo exista una forma sexual que pueda ser buena.
¿Es decir, que si la Iglesia aceptara la homosexualidad se haría necesaria una revisión de toda su moral sexual tradicional, desde los cimientos?
Sí, pero es una revisión que ya se ha hecho. Lo que pasa es que a estos señores les cuesta reconocerlo.
¿O sea que a nivel de praxis ya se está viviendo, pero falta la aceptación en la doctrina?
¿Qué porcentaje de fieles está de acuerdo en la práctica con la Humanae Vitae? Poquísimos. Y es fácil de imaginarse que el porcentaje de fieles gays de acuerdo con esa doctrina es menor aún, porque requiere que se les considere como heteros defectuosos para mantenerse.
¿La Iglesia provoca dolor debido a esta situación?
Muchísimo, porque la Iglesia intenta decir que la voz de Dios no te está diciendo lo que la voz de Dios te está diciendo. Todo joven gay que mantiene la fe (porque por supuesto, al escuchar las barrabasadas que salen de la boca de alguno de nuestros altos jerarcas, muchos quedan sencillamente escandalizados y abandonan) tiene que pasar por el proceso de superar el escándalo de distinguir entre la voz de Jesús (que le dice que le ama, que quiere acompañarle y que quiere vivir con él) y la voz de la Iglesia, que hace la vista gorda mientras que no cuentes lo que eres. Y para cualquier persona esto es un proceso de crecimiento espiritual doloroso.
¿Piensas que para un seminarista, un novicio o un sacerdote con vocación religiosa, ocultar su homosexualidad supondría negarse a sí mismos, o a parte de sí mismos?
Es un caso especialmente duro, y en el que se ve muy bien el doble mensaje que da la institución eclesiástica, pues mientras por un lado mantiene un discurso homófono, por el otro (al menos en muchos países del mundo) da acceso totalmente libre a seminaristas o novicios de índole claramente gay, y les induce a vivir una doble vida, basada en el «hazlo, no lo hagas». Dos órdenes contradictorias al mismo tiempo te paralizan. Un cura gay, por ejemplo, piensa que tiene que decir la verdad porque mentir es contrario al Evangelio; pero al mismo tiempo sabe que si dice la verdad, está fuera. Les dicen que exijan transparencia en todo, pero ellos mismos no pueden ser transparentes.
¿Cómo has conseguido tú mismo encajar en tu vida personal esta situación de doblez?
Bueno, más o menos catastróficamente, a trancas y barrancas. Gracias a Dios tuve unas experiencias muy fuertes en el pasado, hace ya muchos años, que me permitieron ver la absoluta diferencia entre lo que es de Dios en esta materia, y lo que por el contrario son los mecanismos humanos de creación de enemigos innecesarios.
¿Has pasado por distintas etapas (de pena, de indignación, de dolor…) respecto a la Iglesia?
Sí. A estas alturas del juego yo considero un privilegio enorme poder vivir y hablar de esta realidad tranquilamente, aun siendo un fiel y un sacerdote católico, sin que esto sea ya un asunto de rabia. Porque la rabia destroza a uno mismo, no a los demás. Lo que más me ha indignado en el pasado no ha sido la violencia de la gente mala, sino el silencio de los buenos. Esto es lo que duele: la gente buena, la gente moderada y la gente inteligente (que la hay), sabe que la situación es insostenible pero guarda silencio, prefiere no decir nada.
¿Ves salida a esta situación?
Sí, no sé cómo se va a dar, pero veo salida por la necesidad de la honestidad, que es una regla cada vez más imperativa. El Papa Francisco podría recurrir a las armas sagradas, es decir, regresar a las soluciones del tipo: «Si existe lobby gay, vamos a hacer una caza de brujas». El problema de esto es que, si bien daría placer a algunos de la línea dura durante determinado tiempo, no funcionaría. Y no funcionaría porque los que harían la caza de brujas serían típicamente gays encorsetados. Los que más persiguen a los gays en la Iglesia son gays encorsetados. A los heteros no les importa tanto, no les parece tan interesante para ellos, no se preocupan del mismo modo que los propios gays encubiertos.
¿O sea que los que más persiguen y despotrican son, en el fondo, homosexuales reprimidos?
O reprimidos, o que saben muy bien qué juego tienen que jugar para hacer carrera en ciertas cosas. No hay engaño: ante la necesidad persistente de atacar a los gays, suele haber homosexualidad reprimida.
¿No crees que Francisco tomará esta primera salida?
Ojalá que no, porque no resuelve nada. Sólo lo aplaza.
La segunda salida es mucho más delicada, pero es la salida de la adultez. Consiste en reconocer que existe un problema grave que tiene consecuencias en todos los ámbitos de la vida (porque una vez que sueltas uno de los tornillos del escudo sagrado, tiene consecuencias a todos los niveles). ¿Cuántos sacerdotes hay cuyos votos o promesas de celibato no son nulos? Porque fueron hechos bajo falsa conciencia. Tuvieron que decir que creían en una caracterización de sí mismos para poder emitir un voto que no era cierto. Imagínate las consecuencias canónicas de esto. Entonces, ¿de qué manera se las va a ingeniar para conseguir que empiece a haber una cierta transparencia en la discusión? Probablemente lo máximo que puede hacer es instar a las congregaciones romanas a que por lo menos concedan la posibilidad de que se hable de esto abiertamente. Porque este asunto no va a desaparecer.
Porque el Pueblo de Dios no es el problema. El Pueblo de Dios está muy avanzando a este respecto. La dificultad está en que esto se pueda hablar en el mundo clerical. Y esto significa que hay un lobby gay fortísimo dentro de la Iglesia, y que ha dominado el gallinero en los últimos años: el lobby de los gays auto-reprimidos. Porque ellos son los que más necesidad psicológica tienen de mantener las cosas como están, lo que les permite mantener cierta noción antigüita de bondad, además de mantener claramente el sistema.
¿Te ha causado ilusión la llegada de Francisco? ¿Crees que puede traer aire fresco a la Iglesia?
Sin duda. Y es un alivio percibir que el asunto de la homosexualidad no es muy importante para él. Mientras más heteros tengamos en lugares importantes de la Iglesia, más fácilmente se va a resolver la cuestión homosexual, porque tradicionalmente los problemas los hace la gente con muchas complicaciones internas. Parece que no es un gran problema para el Papa Francisco, y que es capaz de tratarlo con cierto humor y con cierta distancia, y eso es buena señal.
¿Crees que va a conseguir hacer reformas?
Si se deja guiar por aquello en lo que nos ha insistido hasta ahora (regresar a Jesús y al Evangelio), claro que conseguirá las reformas, porque eso significa que otras cuestiones que son también un poco barrocas ya de por sí van a perder importancia.
¿Le van a dejar?
Bueno, hay que rezar por ello. Depende de las agresiones que sufra. El Papa es un alto funcionario de una gran burocracia, y como todas las instituciones, los grandes aparatos burocráticos tienen sus formas de defenderse y protegerse, además de cooptar a sus miembros para que se comporten de determinadas maneras.
No podemos pensar en Francisco como una especie de salvador venido de fuera para remediar una situación insoportable. Francisco es un hombre eclesiástico que ha vivido sus últimos 76 años dentro de la misma institución, y ojalá que con su frescor y su capacidad personal de tomar decisiones con tiempo y de escoger gente con buen juicio para rodearse, resulte mejor que los Papas pasados. Juan Pablo II tenía muchas cualidades, pero no precisamente con la gente que le rodeaba. Y en definitiva, creo que la cuestión gay es de mucha más envergadura (tanto para abrirse como para cerrarse) de lo que podría hacer una sola persona.
Hasta ahora estoy encantado con Francisco, pero no creo que haya que atribuirle poderes divinos.
¿Podría desilusionarnos de alguna manera?
Claro, porque las expectativas son altas. Hay mucha ilusión, y yo estoy muy agradecido por el trabajo que realizó usted, junto a sus compañeros de Religión Digital, destapando una gran ansiedad por una Iglesia más fresca. Es un alivio poder regresar al Vaticano II sin tendencias barroquizantes y clericalizantes.
¿Se está rompiendo el miedo en la Iglesia?
No sólo el miedo. Nos estamos dando cuenta de que el sentido de todo esto es ser cristiano, no entrar en infinitas discusiones sobre la hermenéutica de la continuidad o si el Papa se debe vestir con la mitra de Pío IX. Estas cosas, a fin de cuentas, son estrambóticas.
Creo que Francisco tiene un don de gentes excelente, y la capacidad de no tomarse demasiado en serio, lo cual es una característica importantísima.
Fuentes: Religión en Libertad, Signos de estos Tiempos