Un freno a la hipótesis aperturista de Francisco.
Algunas manifestaciones de Francisco sobre que “este es el tiempo de la misericordia”, refiriéndose a la comunión a los divorciados vueltos a casar, habían abonado la hipótesis de una apertura de Francsico sobre el tema, sin enmargo, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Gerhard Müller, ha manifestado que no es posible dar sacramentos a los divorciados vueltos a casar.
“Esta práctica no es coherente con la voluntad de Dios, tal como se expresa en las palabras de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio, y representa una dificultad significativa para el ecumenismo”, dijo Müller en un extenso documento publicado por L’Osservatore Romano.
Esto es una respuesta directa también a la diócesis alemana de Friburgo que planteaba que iba a comenzar a dar la comunión a los divorciados vueltos a casar, ver aquí. Y seguramente Francisco acuerda con el planteo. Por lo tanto quedan congeladas las expectativas de cambio directo, pero deja abierta la “hipótesis Ratzinger”, que seguramente será discutida en el Sínodo de la familia en el 2014.
Quienes tenían la expectativa de una apertura de Francsico para permitir la comunión a los divorciados vueltos a casar se agarraban de sus palabras en el vuelo de regreso desde Brasil, al responder a una pregunta sobre la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar:
«Creo que éste es el tiempo de la misericordia», dijo el papa Francisco.
Por esta razón el documento de Müller dedica su parte final precisamente a ponerse en guardia frente a una interpretación «falsa» de la misericordia:
«Además, mediante una invocación objetivamente falsa de la misericordia divina se corre el peligro de banalizar la imagen de Dios, según la cual Dios no podría más que perdonar. Al misterio de Dios pertenece el hecho de que junto a la misericordia están también la santidad y la justicia. Si se esconden estos atributos de Dios y no se toma en serio la realidad del pecado, tampoco se puede hacer plausible a los hombres su misericordia».
«Jesús recibió a la mujer adúltera con gran compasión, pero también le dijo: ‘vete y desde ahora no peques más’ (Jn 8, 11). La misericordia de Dios no es una dispensa de los mandamientos de Dios y de las disposiciones de la Iglesia. Mejor dicho, ella concede la fuerza de la gracia para su cumplimiento, para levantarse después de una caída y para llevar una vida de perfección de acuerdo a la imagen del Padre celestial».
Además el papa Francisco se había referido en esa oportunidad al ejemplo de las Iglesias ortodoxas que «permiten una segunda unión» en el matrimonio. Pero también aquí el pronunciamiento del prefecto responsable de la doctrina de la fe ha cerrado el camino:
«Hoy existe en las iglesias ortodoxas una multitud de causas para el divorcio, que en su mayoría son justificados mediante la referencia a la Oikonomia, la indulgencia pastoral en casos particularmente difíciles, y abren el camino a un segundo o tercer matrimonio con carácter penitencial. Esta práctica no es coherente con la voluntad de Dios, tal como se expresa en las palabras de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio. […] En ocasiones, se sostiene que la Iglesia toleró de hecho la praxis oriental. Esto no corresponde a la verdad».
«Igualmente, la doctrina de la epikeia, según la cual, una ley vale en términos generales, pero la acción humana no siempre corresponde totalmente a ella, no puede ser aplicada aquí, puesto que en el caso de la indisolubilidad del matrimonio sacramental se trata de una norma divina que la Iglesia no tiene autoridad para cambiar».
Y un tercer punto que aclara Müller, también precisando los dichos del Papa mal interpretados, remite al «concepto problemático de la conciencia», utilizado como excusa para permitir la comunión:
«Cada vez con más frecuencia se sugiere que la decisión de acercarse o no a la comunión eucarística por parte de los divorciados vueltos a casar debería dejarse a la iniciativa de la conciencia personal. Este argumento, al que subyace un concepto problemático de ‘conciencia’, ya fue rechazado en la carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1994. Desde luego, los fieles deben examinar su conciencia en cada celebración eucarística para ver si es posible recibir la sagrada comunión, a la que siempre se opone un pecado grave no confesado. Los fieles tienen el deber de formar su conciencia y de orientarla a la verdad. Para esto, deben prestar obediencia a la voz del Magisterio de la Iglesia que ayuda ‘a no desviarse de la verdad sobre el bien del hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las cuestiones más difíciles, la verdad y a mantenerse en ella’ (Juan Pablo II, Encíclica Veritatis splendor, n. 64)”.
«Cuando los divorciados vueltos a casar están en conciencia convencidos de que su matrimonio anterior no era válido, tal hecho se deberá comprobarse objetivamente, a través de la autoridad judicial competente en materia matrimonial. El matrimonio no es incumbencia exclusiva de los conjugues delante de Dios, sino que, siendo una realidad de la Iglesia, es un sacramento, respecto del cual no toca al individuo decidir su validez, sino a la Iglesia, en la que él se encuentra incorporado mediante la fe y el Bautismo».
Pero aquí viene la posibilidad de apertura. Müller reconoce que en un contexto como el actual los matrimonios «inválidos» son muy numerosos.
Y esto lo había destacado el papa Francisco, también en el vuelo de retorno desde Río de Janeiro, cuando recordó que su predecesor en Buenos Aires, el cardenal Quarracino, decía:
«Para mí la mitad de los matrimonios son nulos, porque se casan sin tener la madurez suficiente, sin darse cuenta que es para toda la vida, porque lo hacen por conveniencia social».
Entonces, si los matrimonios nulos son tan numerosos, ¿cómo podrán los tribunales diocesanos examinarlos a todos, determinando jurídicamente su invalidez?
Müller, aunque no plantea explícitamente esta pregunta en su documento, cita un artículo del año 1998 de Joseph Ratzinger, publicado de nuevo en la edición del «L’Osservatore Romano» del 30 de noviembre de 2011, en el que el predecesor del papa Francisco analizaba los pro y los contra de una solución hipotética: la posibilidad de acceder conscientemente a la comunión, por parte de un católico divorciado y vuelto a casar, cuando la falta de reconocimiento de la nulidad de su anterior matrimonio (por efecto de una sentencia considerada errónea o por la dificultad de probar la nulidad por vía procesal) contrasta con su fundada convicción que ese matrimonio es objetivamente nulo.
Se puede suponer entonces, que el sínodo de los obispos que se celebrará en octubre del 2014 – al que el papa Francisco le ha confiado la cuestión – examinará precisamente esta “hipótesis Ratzinger” para innovar en la materia, aunque reafirmando la absoluta indisolubilidad del matrimonio.
Fuentes: Sandro Magister, Infocatólica, Signos de estos Tiempos