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¿Sabías que la Virgen María dejo un Testamento antes de Asunción? ¡Y te Nombra a Ti!

Cómo fue su Dormición y Asunción al Cielo y el contenido de Su testamento según Visiones de varios Místicos.

Los ortodoxos de oriente tienen una palabra encantadora para describir el pasaje de la Santísima Virgen al más allá, hablan de Dormición. 

Palabra que parecería no implicar la muerte, pero tampoco la niega explícitamente.

La posición de la Iglesia Católica está en el dogma de la Asunción promulgado por Pío XII en 1950. 

Dice que María, habiendo completado el curso de su vida terrenal, fue asumida en cuerpo y alma en la gloria celestial.

Por lo tanto, no toma posición formal sobre si la Virgen murió o no. 

Sin embargo, la tradición occidental es que la Santísima Virgen primero murió y luego fue asunta al Cielo en cuerpo y alma.

Los primeros escritos, que datan del siglo II, coinciden en que María murió, que Cristo recibió Su alma en el Cielo, que los apóstoles sepultaron Su cuerpo en Su tumba, que su cuerpo permaneció incorrupto hasta la Asunción, y que de ahí el cuerpo de María fue llevado al Cielo.

Pero antes hizo Su testamento ante Dios.

Aquí te contaremos las impresionantes visiones que tuvieron místicos sobre la Dormición y Asunción de María al Cielo.

Y el asombroso testamento que hizo María ante Dios previamente, en el que te nombra a ti como uno de los herederos.

Diversos místicos han tenido visiones de este evento de la Asunción: Santa Brígida, María de Ágreda, Ana Catalina Emmerich, entre otros.

Más allá de las particularidades de cada relato, ellos dicen que la Virgen presintió que iba a morir y solicitó dos cosas: hacer su testamento y que los apóstoles se hicieran presentes en el momento de su pasaje.

Entonces los apóstoles recibieron la moción de Jesucristo para reunirse en Jerusalén con Ella en el cenáculo.

María se despidió de cada uno con mucho afecto, les pidió su bendición, que amaran a la Santísima Iglesia y exaltaran el nombre del Altísimo.

En esos momentos, Jesucristo bajó del cielo en un trono e invitó a Su madre a subir en Él.

Le dijo que, si no quería pasar por la muerte, fuera con Él.

Pero la Santísima Virgen le dijo que Ella quería entrar a la vida eterna por la puerta natural de la muerte, como los demás, como Él mismo, y Jesucristo aceptó.

Entonces los ángeles comenzaron sus cantos mientras una fragancia se apoderaba del lugar. 

María fue puesta en su lecho de muerte y sintió que las fuerzas del cuerpo estaban siendo reemplazadas por un amor que excedía sus sensaciones naturales.

Entonces su alma abandonó el cuerpo y quedó como dormida, con una expresión de la cara que mostraba el gozo celestial.

Todo el lugar quedó lleno de luz y de suave fragancia, mientras miles de ángeles custodiaban el lecho. 

El estado visible de María no era precisamente el de un muerto, sino el de un dormido, por eso se llama Dormición.

Los apóstoles y las demás personas presentes comenzaron a cantar himnos.

Pedro y Juan tomaron el cuerpo de María y lo pusieron en un ataúd, pero la luz que salía de su cuerpo traspasaba la madera.

Luego se armó un cortejo fúnebre que fue acompañado por miles de ángeles y santos que bajaron del cielo. 

La música y las fragancias permanecieron en el sepulcro mientras su cuerpo estuvo allí.

Mientras tanto, el alma de la Santísima Virgen estaba frente al Padre Eterno y Jesús le pedía a Su Padre y al Espíritu Santo que la recibieran en Su gloria.

Al tercer día, Jesús decretó que el alma de Su madre volviese al mundo, se uniera a Su cuerpo y resucitara para que fuese levantada al Cielo, sin esperar a la resurrección general de los muertos.

Los presentes en el sepulcro oyeron una música celestial que correspondía a la procesión de entrada al cielo del cuerpo glorioso de la Santísima Virgen, acompañada por santos y ángeles.

Y cuando la música cesó, los apóstoles comprendieron que ya había sido asunta al Cielo.

En ese momento llegó Santo Tomás apóstol, que venía de oriente, y abrieron el sepulcro a pedido de él.

Pero vieron que el cuerpo de María no estaba y sólo quedaba el manto y la túnica, y el cinturón con una dedicatoria a Santo Tomás.

Entonces se les apareció un ángel quien les dijo que la Santísima Virgen ya vivía en alma y cuerpo en el Cielo, al lado de Jesucristo. 

Y les transmitió el mensaje de la Virgen pidiéndoles que difundieran el Evangelio por todo el mundo, encomendándoles la nueva iglesia. 

En ese momento, la Santísima Trinidad colocó una grandiosa corona en la cabeza de María en el cielo.

Hay una tradición que dice que Ella murió a las tres de la tarde, como Jesucristo.

Su Dormición sucedió el 13 de agosto y fue asunta al Cielo el 15 de agosto.

En Jerusalén se conmemora la muerte de María el 13 de agosto hasta el día de hoy

Entre el 13 y el 15 de agosto hay un triduo mariano que venera el ciclo de muerte y Asunción de tres días de la Santísima Virgen. 

En occidente, la fiesta de la Asunción es el 15 de agosto, como todos sabemos.

La tradición es que Nuestra Señora murió en el año 48 después de Cristo. 

Y que Su tumba está en Jerusalén, en el valle del Cedrón, donde se edificó luego la Iglesia de la Asunción.

Pero previo a su Dormición, según una revelación de María de Ágreda, Nuestra Señora le dijo a Dios, que se iba de la Tierra a encontrarse con Su hijo y quería hacer Su testamento.

Entonces descendió la Santísima Trinidad al oratorio con millares de ángeles.

Y salió una voz del trono que le decía “Esposa y escogida nuestra, ordena Tu última voluntad, que la cumpliremos”.

Y la Madre de Dios, le dijo: “Yo, vil gusanillo de la Tierra, os confieso y adoro con toda la reverencia al Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas en un mismo ser indiviso y eterno”

“Nada tengo que dejar porque jamás poseí ni amé otra cosa que no fuera a Vos, que sois Mi bien y todas las cosas”.

“A los cielos, a los elementos y todas sus criaturas les doy gracias, porque obedeciendo a Vuestra voluntad, Me han sustentado sin merecerlo”.

“Y les pido que sustenten a Mis hermanos los hombres»

“Traspaso a los mismos hombres la posesión y el dominio que vuestra majestad Me tenía dado sobre todas las criaturas irracionales, para que sirvan a Mis prójimos y los sustenten”.

Esto se justifica en la medida que la Virgen María es la Reina de todo lo creado.

“Dos túnicas y un manto los dejaré a Juan para que disponga de ellos”.

“Mi alma, despojada del cuerpo y todo lo visible, entrego Dios mío, en Vuestras manos”. 

“Mis merecimientos y los tesoros que con Vuestra gracia divina, Mis obras y trabajo se han adquirido, los dejo como universal heredera a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana”.

Y finalmente distribuye Sus gracias póstumas. 

“Deseo que en primer lugar sean para exaltación de Vuestro santo nombre y para que siempre se haga Vuestra voluntad santa en la Tierra como en el Cielo”.

En segundo lugar, que sean «para mis señores los apóstoles y sacerdotes, presentes y futuros».

En tercer lugar, “aplico estas gracias, para el bien espiritual de Mis devotos que Me sirven, invocan y llaman, para que reciban Vuestra gracia y protección”.

Y en cuarto lugar María le dice a Dios, “deseo que Tú quedes obligado por Mis trabajos y servicios por todos los pecadores hijos de Adán, para que salgan del infeliz estado de pecado”.

Bueeeno hasta aquí lo que queríamos contar sobre el testamento de la Virgen María antes de su pasaje al Cielo, su Dormición y su Asunción.

Me gustaría preguntarte qué más sabes sobre el Testamento, la Dormición y la Asunción de la Virgen María al Cielo.

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Cómo Gilles Bouhours fue el Instrumento de la Virgen María para revelar Su Asunción a Pío XII

El testimonio de la Virgen María a Pio XII sobre su Asunción al Cielo.

Hay un hecho milagroso que se conoce poco.

Un niño de 6 años fue encomendado por la Virgen María para comunicar un secreto a Pío XII, que le permitió declarar el dogma de la Asunción de María en 1950.

Pío XII ya había iniciado el estudio teológico, para promulgar que María había sido asunta al cielo en cuerpo y alma.

Y estaba rezando para que Dios le enviara una señal de si era su voluntad promulgar el dogma o no. 

Y el secreto que le llevó el niño le dio la seguridad de qué era lo que el cielo quería

Aquí hablaremos sobre quién era el niño que le llevó el secreto a Pío XII, cómo la Virgen María se comunicaba con él y lo fue entrenando para la misión, cómo fue su reunión con el Papa para comunicarle el secreto y que fue de su vida posterior.

Sabemos que María fue llevada por el apóstol Juan a vivir en Éfeso después de la crucifixión de Jesús. 

Y existe cierta controversia sobre dónde terminó su vida, tal vez de vuelta en Jerusalén, tal vez en otro lugar.

Pero hay una tradición que dice que en el Valle del Cedrón, en Jerusalén, está la tumba temporal de María, aunque sus restos no están allí ni en ningún otro lado.

Fue la tumba nueva, que la tradición dice que los apóstoles despositaron el cuerpo de María, luego de su dormición.

Durante tres días se oyeron cantos celestiales alrededor de la tumba y cuando abrieron el ataúd salió de él un agradable aroma a flores, pero estaba vacío.    

Este relato, que puede ser considerado piadoso, confirma la razón por la cual nadie reclama que tiene los huesos de María, aunque sí otras reliquias textiles de Ella. 

En los primeros siglos los huesos de santos eran muy apreciados, celosamente guardados y exhibidos en sus fiestas.

Hubo una gran competencia entre las iglesias por las reliquias de santos, un intenso comercio de ellas y muchas exageraciones.   

Pero no hay ningún reclamo de los huesos de María en ninguna época porque no había huesos para reclamar, y la gente lo sabía desde el primer momento.

La tradición popular desde los primeros siglos era que la Santísima Virgen había sido asunta al cielo en cuerpo y alma.

Pero le llevó más de 1000 años a la Iglesia definir la Asunción como dogma de fe.

Aunque esto había sido sugerido por San Juan en el Libro del Apocalipsis, o sea que estaba en la Biblia.

Recordemos que la división de los libros de la Biblia en capítulos no es parte de los textos originales, fueron agregados después.

De modo que encontramos al final del capítulo 11 del libro de Apocalipsis, que se abrió el templo de Dios en el cielo, y el Arca de la Alianza se veía en su templo, hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto.

El Arca pedida había sido por fin encontrada en el Cielo, aunque en la Tierra los judíos no la encontraron nunca más.

E inmediatamente, en el inicio del capítulo 12, apareció una gran señal en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.

Estaba embarazada y dio a luz a un hijo varón, que ha de regir a todas las naciones con vara de hierro.

De modo que a San Juan se le mostró que el Arca de la Alianza estaba ahora en el cielo como una mujer vestida de sol.

O sea que la Virgen María es la nueva Arca de la Alianza, y ya había llegado al Cielo en Cuerpo y Alma.

Los antiguos israelitas creían que el arca original estaba hecha de madera incorruptible, lo que prefigura la incorrupción corporal dada a María por su Hijo resucitado.

Todo esto habla de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo.

Pero para que la Iglesia llegara a definir el dogma de la Asunción requería definir otras verdades teológicas previas.

Tener bien firme que la paga del pecado es la muerte, lo cual sale de una lectura atenta del Génesis.

Y entre otras cosas, definir el dogma de la Inmaculada Concepción de María, que dice que ella fue preservada del pecado original por los méritos de la pasión de su Hijo.

El dogma de la Asunción de María ampliaba la buena noticia.

No sólo era que Cristo había resucitado, sino que precisamente Él está llevando a todo su cuerpo místico en la tierra, para unirse a Él en la gloria. 

El signo de esta esperanza para toda la Iglesia es que el corazón que estaba más cerca de Su corazón amoroso, ya ha sido elevado a la gloria junto con Él.

Lo que el pueblo ya sabía desde hacía muchos siglos ahora la Iglesia le debía dar una forma teológica.

Y en 1950 el Papa Pío XII se estaba preparando para promulgar el dogma de la Asunción de María, que finalmente declaró el 1º de noviembre de 1950.

Afirmando que «la Inmaculada Madre de Dios, María siempre Virgen, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos». 

Pío XII estaba rezando por una señal en los meses previos, que le permitiera confirmar que el dogma era voluntad de Dios.

Y el 1º de mayo anterior, tuvo una señal confirmatoria muy poco conocida para el público en general.

El Cardenal Montini, el futuro Papa Pablo VI, le presentó a Pío XII a Gilles Bouhours, un niño de seis años.

Quien fue recibido en audiencia privada por el Sumo Pontífice para confiarle un secreto que le mandó decir la Santísima Virgen.

Gilles Bouhours había nacido el 27 de Noviembre de 1944 en Francia.

A la edad de nueve meses se le diagnosticó meningoencefalitis, una enfermedad con frecuencia fatal en aquella época.

Pero fue milagrosamente curado a través de la intercesión de Santa Teresa de Lisieux.

Una monja de las Pequeñas Hermanas de los Pobres, amiga de la familia, le dio una tarjeta con reliquias para colocar debajo de la almohada del bebé Gilles, mientras rezaban por su sanación.

Y tres días después sanó sin ninguna explicación médica.

Y apareció un enrojecimiento en forma de Cruz visible en cada uno de sus cachetes.

Desde los dos años Gilles recibió las visitas de la Santísima Virgen y se hizo conocido por las cosas sobrenaturales que sucedían a su alrededor y por los diálogos que tenía con María.

Muchos de los mensajes que recibía eran los días 13, especialmente los 13 de mayo, que fue la primera aparición de Fátima, y los días 15, especialmente los 15 de agosto, que luego sería la fiesta de la Asunción de María.

Por ejemplo el 15 de agosto 1948, el niño de casi 4 años, tuvo la visión de lo que llamó un botón grande, que era la tierra y, encima, una bestia grande, parecida a una lagartija con una cola grande y patas largas envolviéndola.

Y no muy lejos de ahí, estaba un caballero con plumas en su espalda.

Sin siquiera saberlo, Gilles estaba describiendo en una forma original, al demonio apoderándose de la Tierra y al Arcángel Miguel para entrar en acción.

El 13 de diciembre de 1948 María le confió un secreto que debía comunicarlo al Papa solamente.

Gilles no lo reveló ni a sus padres e insistía en ir a Roma, donde decía vive «el que reemplaza a Jesús en la tierra».

El 13 de noviembre de 1949, la Virgen le repitió de nuevo «Pequeño Gilles, debes ir a Roma a ver al Papa».

Y entonces se organiza un primer viaje a Roma.

El 12 de diciembre de 1949 fue la primera audiencia con Pío XII.

Pero el niño no habla porque no está solo con el Papa, como la Virgen le había pedido.

Por lo tanto, se debe organizar un segundo viaje.

Esta vez Pío XII aceptó recibir al niño en audiencia privada y secreta el 1º de mayo de 1950, 6 meses antes de que el Papa declarara el dogma de la Asunción.

Y luego de la revelación del secreto al Papa, Gilles lo diría públicamente.

El secreto era «la Santísima Virgen no está muerta, ella ascendió al cielo en cuerpo y alma».

Luego de esto Gilles siguió recibiendo visitas de la Santísima Virgen hasta que el 15 de agosto de 1958 se le apareció por última vez.

Y un año y medio después Gilles murió, el 26 de febrero de 1960.

Tenía 15 años, murió después de una breve enfermedad en 48 horas.

Y en ese momento sucedió una cosa notable, una bandada de aves sobrevoló la ventana de su cuarto, piando una bella melodía.

Pero también Pío XII también tuvo otra confirmación previa a la definición del dogma de la Asunción, vio cuatro veces la danza del sol en los jardines vaticanos.

Tres veces fue previo a la promulgación del dogma, el 30 y el 31 de octubre y el mismo 1º de noviembre de 1950, el día de la definición del dogma de la Asunción.

Y la cuarta vez el 8 de noviembre del mismo año.

Y después de eso nunca más, según lo que expresó.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo el cielo se valió de un niño pequeño para confirmar a Pío XII que la promulgación del dogma de la Asunción era voluntad de Dios.

Y me gustaría preguntarte si conoces otras personas en quienes su vida giró en torno a una sola misión dada por Dios, como en el caso de Gilles.

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A la Asunción de María DEVOCIONES Y ORACIONES

Oraciones sobre la Asunción de la Virgen María

El acontecimiento fundamental para tender la mirada hacia el más allá de la muerte es la Resurrección de Cristo. Es muy importante tener presente y viva esa realidad: No estamos aquí para siempre. Lo sabemos pero vivimos como si esto fuera definitivo, y eso no es bueno. Quien vive consciente de que está de camino, avanza mejor. Lo definitivo para nosotros es Dios, es Cristo.

Después de Cristo, tenemos en María el ejemplo de una persona humana que ya llegó al término. Una persona como nosotros está allá. Eso es lo que celebramos en esta solemnidad. Debemos mirar a «lo último», no con miedo, sino con esperanza. Nos dice San Pablo: » Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia». O Santa Teresa que escribió: » Muero porque no muero».

 

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Alégrate y gózate Hija de Jerusalén
mira a tu Rey que viene a ti, humilde,
a darte tu parte en su victoria.

Eres la primera de los redimidos
porque fuiste la adelantada de la fe.

Hoy, tu Hijo, te viene a buscar, Virgen y Madre:
“Ven amada mía”,
te pondré sobre mi trono, prendado está el Rey de tu belleza.
Te quiero junto a mí para consumar mi obra salvadora,
ya tienes preparada tu “casa” donde voy a celebrar
las Bodas del Cordero:

• Templo del Espíritu Santo
• Arca de la nueva alianza
• Horno de barro, con pan a punto de mil sabores.

Mujer vestida de sol, tu das a luz al Salvador
que empuja hacia el nuevo nacimiento

Dichosa tú que has creído, porque lo que se te ha dicho
de parte del Señor, en ti ya se ha cumplido.

María Asunta, signo de esperanza y de consuelo,
de humanidad nueva y redimida, danos de tu Hijo
ser como tú llenas del Espíritu Santo,
para ser fieles a la Palabra que nos llama a ser,
también como tú, sacramentos del Reino.

Hoy, tu sí, María, tu fiat, se encuentra con el sí de Dios
a su criatura en la realización de su alianza,
en el abrazo de un solo sí.
Amén.

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN

Oda a la Asunción
Al cielo vais, Señora,
y allá os reciben con alegre canto.
¡Oh quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!

De ángeles sois llevada
de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada:
¡ Tal Reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna!

Volved los blancos ojos,
ave preciosa, sola humilde y nueva,
a este valle de abrojos,
que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.

Que, si con clara vista,
miráis las tristes almas desde el suelo,
con propiedad no vista,
las subiréis de un vuelo,
como piedra de imán al cielo, al cielo.

Fray Luis de León

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A la Asunción de María DEVOCIONES Y ORACIONES

En la Asunción de la Bienaventurada Virgen María por San Bernardo

1. Subiendo hoy a los cielos la Virgen gloriosa, colmó sin duda los gozos de los ciudadanos celestiales con copiosos aumentos, pues ella fué la que, a la voz de su salutación, hizo saltar de gozo a aquel que aún vivía encerrado en las maternas entrañas. Ahora bien, si el alma de un -párvulo aún no nacido se derritió en castos afectos luego que habló María, ¿cuál pensamos sería el gozo de los ejércitos celestiales cuando merecieron oír su voz, ver su rostro y gozar de su dichosa presencia? Mas nosotros, carísimos, ¿qué ocasión tenemos de solemnidad en su asunción, qué causa de alegría, qué materia de gozo?

Con la presencia de María se ilustraba todo el orbe, de tal suerte que aun la misma patria celestial brilla más lucidamente iluminada con el resplandor de esta lámpara virginal. Por eso con razón resuena en las alturas la acción de gracias y la voz de alabanza, pero para nosotros más parece debido el llanto que el aplauso. Porque ¿no es, por ventura, natural, al parecer, que cuanto de su presencia se alegra el cielo otro tanto llore su ausencia este nuestro inferior mundo? Sin embargo, cesen nuestras quejas, porque tampoco nosotros tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos aquella a la cual María purísima llega hoy. Y si estamos señala. dos por ciudadanos suyos, razón será que, aun en el destierro, aun sobre la ribera de los ríos de Babilonia, nos acordemos de ella, tomemos parte en sus gozos y participemos de su alegría., especialmente de aquella alegría que con ímpetu tan copioso baña hoy la ciudad de Dios, para que también percibamos nosotros las gotas que destilan sobre la tierra. Nos precedió nuestra reina, nos precedió, y tan gloriosamente fué recibida, que confiadamente siguen a su Señora los siervecillos clamando: Atráenos en pos de ti y correremos todos al olor de tus aromas. Subió de la tierra al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de misericordia, trate los negocios de nuestra salud devota y eficazmente.

2. Un precioso regalo envió al cielo nuestra tierra hoy, para que, dando y recibiendo, se asocie, en trato feliz de amistades, lo humano a lo divino, lo terreno a lo celestial, lo ínfimo a lo sumo. Porque allá ascendió el fruto sublime de la tierra, de donde descienden las preciosísimas dádivas y los dones perfectos. Subiendo, pues, a lo alto, la Virgen bienaventurada otorgará copiosos dones a los hombres. ¿Y cómo no dará? Ni le falta poder ni voluntad. Reina de los cielos es, misericordiosa es; finalmente, Madre es del Unigénito Hijo de Dios. Nada hay que pueda darnos más excelsa idea de la grandeza de su poder o de su piedad, a no ser que alguien pudiera llegar a creer que el Hijo de Dios se niega a honrar a su Madre o pudiera dudar de que están como impregnadas de la más exquisita caridad las entrañas de María, en las cuales la misma caridad que procede de Dios descansó corporalmente nueve meses.

3. Y estas cosas, ciertamente, las he dicho por nosotros, hermanos, sabiendo que es dificultoso que en pobreza tanta se pueda hallar aquella caridad perfecta que no busca la propia conveniencia. Mas con todo eso, sin hablar ahora de los beneficios que conseguimos por su glorificación, si de veras la amamos nos alegraremos inmensamente al ver que va a juntarse con su Hijo. Sí, nos alegraremos y le daremos el parabién, a no ser que, como esté lejos de nosotros, quisiéramos mostrarnos ingratos con aquella que nos dio al autor de la gracia. Hoy es recibida la Virgen en la celestial Jerusalén por Aquel a quien ella recibió al venir a este mundo; pero ¿quién será capaz de expresar con palabras con cuánto honor fue recibida, con cuánto gozo, con cuánta alegría? Ni en la tierra hubo jamás lugar tan digno de honor como el templo de su seno virginal, en el que recibió María al Hijo de Dios, ni en el cielo hay otro solio regio tan excelso como aquel al que sublimó hoy para María el Hijo de María. Feliz uno y otro recibimiento, inefables ambos, porque ambos a dos trascienden toda humana inteligencia. ¿Más a qué fin se recita hoy en las iglesias de Cristo aquel pasaje del Evangelio en que se significa cómo la mujer bendita entre todas las mujeres recibió al Salvador? Creo que a fin de que este recibimiento que hoy celebramos se pueda conocer de algún modo por aquél, o, más bien, a fin de que, según la inestimable gloria de aquél, se conozca también que esta gloria es inestimable. Porque ¿quién, aunque pueda hablar con las lenguas de los hombres y de los ángeles será capaz de explicar de qué modo, sobreviniendo el Espíritu Santo y haciendo sombra la virtud del Altísimo, se hizo carne el Verbo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas ¿Cómo el Señor de, la majestad, que no cabe en el uni. verso de las criaturas, se, encerró a sí mismo, hecho hombre, dentro de las entrañas virginales?

4. Pero ¿y quién será suficiente para pensar siquiera cuán gloriosa iría hoy la reina del mundo y con cuánto afecto de devoción saldría toda la multitud de los ejércitos celestiales a su encuentro? ¿Con qué cánticos sería acompañada hasta el trono de la gloria, con qué semblante tan plácido, con qué rostro tan sereno, con qué alegres abrazos sería recibida del Hijo y ensalzada sobre toda criatura con aquel honor que Madre tan grande merecía, con aquella gloria que era digna de tan gran Hijo? Felices enteramente los besos que imprimía en sus labios cuando mamaba y cuando le acariciaba la madre en su regazo virginal. Mas, ¿por ventura, 110 los juzgaremos más felices los que de la boca del que está sentado a la diestra del Padre recibió hoy en la salutación dichosa, cuando subía al trono de la gloria cantando el cántico de la Esposa y diciendo: Béseme con el beso de su boca? Porque cuanta mayor gracia alcanzó en la tierra sobre todos los demás, otro tanto más obtiene también en los cielos de gloria singular. Y si el ojo no vio ni el oído oyó, ni cupo en el corazón del hombre lo que tiene Dios preparado a los que le aman; lo que preparó a la que le engendró y (lo que es cierto para todos) a la que amó más que a todos, ¿quién lo hablará? Dichosa, por tanto, María, y de muchos modos dichosa, o recibiendo al Salvador o siendo ella recibida del Salvador. En lo uno y en lo otro es admirable la dignidad de la Virgen Madre; en lo uno y en lo otro es amable la dignación de la Majestad. Entró, dice, Jesús en un castillo y una mujer le recibió en su casa. Pero más bien nos debemos ocupar en las alabanzas, pues se debe emplear este día en elogios festivos. Y pues nos ofrecen copiosa materia las palabras de esta lección del Evangelio, mañana también, concurriendo, nosotros juntamente, será comunicado sin envidia lo que se nos dé de arriba, para que en la memoria de tan grande Virgen no sólo se excite la devoción, sino que también sean edificadas nuestras costumbres para aprovechamiento de la conducta de nuestra vida, en alabanza y gloria de su Hijo, Señor nuestro, que es sobre todas las cosas Dios bendito por los siglos. Amén.

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A la Asunción de María DEVOCIONES Y ORACIONES

Novena a la Asunción de la Virgen María

“La Inmaculada Madre de Dios, María siempre virgen, terminada su vida terrestre fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celeste».

Justo después de esas palabras del Papa proclamando el Dogma, un rayo de sol bañó la Basílica de San Pedro.

La solemne definición del dogma de la asunción de María fue proclamada en 1950 por Pío XII con la constitución apostólica Munificentissimus Deus (MD)

El 15 de agosto se celebra la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María y el 6 de agosto comienza su novena.

 

Día primero

Oh, María sin pecado concebida!
la más Preciosa Niña,
Reina de las Maravillas.
Regálame en este día,
hacerme pequeñito,
y siempre ser tu verdadero hijo,
para llegar algún día al Dios de la Vida.
Amén.

En cada día se puede rezar un
Padrenuestro, Ave María y Gloria.

 

Día segundo

María, princesa desde niña,
sobre la tierra sería ya nuestra guía
y en Tí resplandecería
el cumplimiento de las profecías.
Oh! mi dulce compañía,
guía a este siervo pequeñito,
que nada sería si en él no estaría
la Luz Divina.
Amén.

 

Día tercero

Vaso purísimo!, Estrella mía!
que hilabas en tu Seno, como Virgen Inmaculada,
al Dios que amabas,
que por Él suspirabas
y que brillaba, en una Niña Casta
que se esposaba como Inmaculada.
Haz que la pureza en mí resplandezca
y que inunde toda la tierra que parece desierta.
Amén.

 

Día cuarto

Oh, María! del mismo Dios alegría.
Oh, María! a la que el ángel saludaría
y le confiaría la más hermosa noticia,
que en Tí viviría el Dios de la Vida,
el Mesías esperado,
ya anunciado y por los corazones anhelado.
Oh, Lirio Perfumado! por el Señor siempre Santo!
haced que digamos siempre «Sí» y vivamos para Tí,
pues el Buen Dios a Tí nos dió
y desde la Encarnación te señaló
como Corredentora para nos.
Amén.

 

Día quinto

Madre mía, bella María!
que en tus brazos acunarías,
al Sol que iluminaría nuestras pobres vidas.
Oh, María! cuyos ojos mirarían
con dulzura infinita al Niño que padecería
y nos redimiría en la Cruz un día.
Haz que seamos mansos y humildes de corazón
como lo fue siempre Nuestro Señor.
Amén.

 

Día sexto

Oh, Madre de Redención!
cáliz de amor!
llévanos al Salvador,
misterio de alegría en el corazón
y en el que palpita la alabanza al Padre Creador.
Haz que la esperanza inunde nuestra alma,
pues es nuestro Dios, escudo de Salvación,
quien es nuestra protección
ya que con Su Sangre nos cubrió
y nos enseñó lo que es el verdadero amor.
Amén.

 

Día séptimo

Oh, María!, Señora mía!
enséñame en este día,
lo que la caridad sería,
para llegar algún día
a la Tierra Prometida!.
Oh, María!, Rosa Castísima!
muéstrame el camino de la verdad
para que llegue a la santidad
Amén.

 

Día octavo

Oh, María!, Auxiliadora mia!
haced que el Espíritu Santo,
sea derramado
en esta pobre vasija de barro
y que sea por Él llenada
para purificarla y habitarla,
labrándola a tu semejanza.
Amén.

 

Día noveno

Oh, Amadísima! oh, Madre mía!
oh, Virgen María!
a la que los ángeles subirían
al Cielo con singular alegría.
Oh María, pináculo de amor!.
Oh, María!
reina hoy en cada corazón,
dándonos tu Inmaculado Corazón,
como Reina del Cielo y la tierra que sos!.
Oh, María, postrado ante Vos,
sólo tuyo soy, como esclavo de amor.
Amén.

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