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Por qué los Dolores de María son una Poderosa Llave para Abrir las Puertas del Cielo

Los Dolores de la Pasión de María en Semana Santa.

El silencio se apodera de las iglesias. Los crucifijos se cubren con velos morados. 

La Semana Santa se aproxima, y con ella, un tiempo de reflexión sobre el sacrificio de Cristo y el dolor inimaginable que soportó Su madre, la Virgen María.

El Viernes anterior al Domingo de Ramos es tradicional que los cristianos mediten sobre los Dolores de María.

Aquí recorreremos juntos los Dolores que la Virgen María padeció en la Pasión de Jesús. 

Descubriremos las visiones sobrenaturales que inspiraron esta devoción, las tradiciones que los rodean, y las promesas que la Santísima Virgen ha hecho a quienes mediten sus dolores.

Un viaje de fe, de reflexión y de esperanza para comprender más plenamente la Semana Santa. 

Y un camino para acercarnos a la Madre de Dios y encontrar en Ella la fuerza y el consuelo que necesitamos en nuestras propias vidas.

A partir del quinto domingo de cuaresma se produce la velación de las imágenes en las iglesias y comienza lo que popularmente se llama la Semana de los Dolores.

En los templos se cubren los crucifijos, las cruces, y las imágenes, hasta el Viernes Santo, cuando se celebra la Pasión del Señor.

Se trata de una antigua costumbre, qué sin embargo se ha ido desvaneciendo con el tiempo.

En esta semana, previa a Semana Santa, se recuerdan especialmente los Dolores de María, una devoción dictada directamente por Nuestro Señor y por la Santísima Virgen a numerosos místicos.

Especialmente el Viernes anterior al Domingo de Ramos, se celebra esta tradición de los Dolores de María.

En algunas regiones es considerado como el inicio de la Semana Santa, por comenzar allí los desfiles procesionales.

Hay muchos místicos que sostienen que la Virgen María estuvo presente al lado de Jesús durante la Pasión, aunque los evangelios no lo mencionan.

Estas visiones fueron las que inspiraron la iconografía que conocemos como la Pietá, la Virgen inclinada sobre Su hijo abrazándolo, cuándo ha sido bajado de la cruz.

Cuenta San Alfonso María de Ligorio, que María estuvo dispuesta a sufrir cualquier dolor, antes que ver almas no redimidas o dejadas en su antigua perdición. 

Y se puede decir que este fue el único consuelo de Ella en medio de su gran dolor por la Pasión de Su Hijo, ver al mundo perdido redimido por Su muerte, y a los hombres, que eran sus enemigos, reconciliados con Dios.

San Bernardino dijo que si todos los dolores del mundo estuvieran unidos, no igualarían a los de la Santísima Virgen.

Y a los Servitas, a Santa Brígida y en las apariciones de Kibeho, Nuestra Señora dictó Coronillas para rezar por sus Dolores.

A San Anselmo de Canterbury, la Santísima Virgen le contó que Jesús abrumado por el dolor y la angustia le dijo cuando la encontró en la Vía Dolorosa,

“Te doy gracias, Madre mía, por los innumerables beneficios que me has concedido y por las pruebas, tribulaciones y privaciones que has soportado durante Mi causa. 

Porque fuiste tú quien alimentó el templo de Mi cuerpo mortal con cuidado maternal. Y ahora, en Mi hora de dolor y deshonra, no Me habéis abandonado. 

Tampoco te has dejado vencer por la vergüenza o el miedo, aunque ahora estoy reducido a ser objeto de desprecio de todos”.

Y Ana Catalina Emmerich cuenta que después de ese encuentro con Jesús, Ella se desplomó sin conocimiento.

Y reveló que luego de la muerte de Jesús, María y las otras mujeres recorrían diariamente la Vía Dolorosa que había recorrido Su hijo, sin preocuparse de las mofas del populacho. 

Había grabado vivamente en su alma todos los lugares, y decía a sus acompañantes cuáles eran los lugares sagrados. 

Besaban el suelo donde Jesús cargó la cruz y hacían todo el camino de la Pasión del Señor venerando todos los lugares donde había padecido.

La Santísima Virgen dirigía las paradas de este Vía Crucis, mientras a la vez lo veía y sentía interiormente.

Procuraban pisar en las propias huellas de Jesús, e incluso María había contado los pasos entre los lugares. 

Así nació la devoción del Vía Crucis.

Que luego Ella misma perfeccionó en la parte de atrás de la casa de Éfeso, donde vivía con San Juan. 

Y luego, los Dolores de María y las frecuentes visitas a los Santos Lugares de la Pasión, fueron motivo continuo de las meditaciones del apóstol San Juan, que había sido quince años custodio de María.

Y pocos años después de la muerte de María, cuando seguía llorando, Nuestro Señor se le apareció a San Juan acompañado de Su Madre.

Y como pago de aquel fiel recuerdo, Jesús accedió a lo que había solicitado María, una gracia especial en favor de los que conmemoran los dolores sufridos por Ella.

Y otorgó cuatro gracias especiales a los que practiquen esta devoción, que luego le fueron repetidas a Santa Isabel de Hungría.

Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de Sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.

Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegerá muy especialmente a la hora de su muerte.

Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el cielo.

Y encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.

Nuestro Señor también le dijo a la Beata Verónica de Binasco, que las lágrimas derramadas por los dolores de Su Madre le eran más agradables que las derramadas por Su Pasión.

Y Nuestra Señora dijo a Santa Brígida de Suecia que otorgaría siete gracias a aquellas almas que la honraran diariamente rezando siete Avemarías mientras meditaran en sus lágrimas y dolores

Concederé la paz a sus familias.

Serán iluminados acerca de los Misterios divinos.

Los consolaré en sus dolores y los acompañaré en su trabajo.

Les daré todo lo que pidan, siempre que no se oponga a la voluntad de Mi Hijo ni a la santificación de sus almas.

Los defenderé en sus batallas espirituales con el enemigo infernal y los protegeré en cada instante de sus vidas.

Los ayudaré visiblemente en el momento de su muerte.

Y aquellos que propaguen esta devoción a Mis lágrimas y dolores, serán llevados directamente de esta vida terrenal a la felicidad eterna, ya que todos sus pecados serán perdonados.

Y un día que Santa Catalina de Bolonia lloraba meditando los Dolores de la Santísima Virgen, vio de pronto a su lado dos ángeles que lloraban con ella.

Y el 10 de diciembre de 1925 Nuestra Señora y Jesús se aparecieron en el convento de Pontevedra, a Sor Lucía de Fátima.

Jesús le dijo “ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre, cubierto de espinas y no hay quien haga un acto de reparación para quitárselas”.

Y entonces la Santísima Virgen le dictó el acto de reparación de los Primeros Sábados.

A todos aquellos que el primer sábado de cinco meses consecutivos se confiesen, comulguen, reciten cinco decenios del Rosario, y me hagan compañía durante quince minutos mientras meditan el Rosario, con la intención de repararme y consolarme, les prometo asistir en la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación.

Bueno hasta aquí lo que queríamos contar sobre la memoria que los cristianos hacen la semana antes de Semana Santa a los Dolores de María, y que se trata de una devoción que no es de creación humana sino que vino dictada del Cielo.

Y me gustaría preguntarte si recitas algunas veces por lo menos el Vía Crucis o alguna coronilla a los 7 Dolores de María o meditas sobre Sus Dolores, o no.

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La Excepcional Historia de la Virgen Apareciéndose 3 veces para Fundar una Congregación

Los Siervos de María es una congregación creado por 7 santos a los que se apareció la Santísima Virgen.

Se les apareció 3 veces a los fundadores y a otros personajes de la Iglesia.

Primero, para que los 7 fundadores abandonaran la vida civil y formaran una comunidad monástica.

Segundo, para entregarles su hábito y su carisma.

Tercero, para dar credibilidad al Papa de los frutos de la congregación.

Los Siervos de María (OSM) tienen 150 comunidades en los 5 continentes.

Quienes se consagran al Servicio de Dios y de Santa María.

Sus carismas es promover los dolores que sufrió la Santísima Virgen durante la pasión y muerte de Jesús.

Tienen sus ramas femeninas y masculinas.

Veamos esas apariciones y uno de los frutos mas conocidos, la  Coronilla Servita de los 7 Dolores de María…

  

LOS INICIOS DE LA CONGREGACIÓN

En el siglo XIII Florencia era una ciudad culta y próspera.

Pero sin embargo la ciudad estaba en medio de conflictos políticos y de la prédica de la herejía de los cátaros.

Ellos decían que lo material era malo.

La moral de la sociedad estaba deteriorada y existía una fuerte apatía respecto a la religión.

Sin embargo existía desde antiguo una sociedad de veneración a la Virgen María formada por miembros de la alta sociedad.

Era tal su importancia que se la conocía como Sociedad Mayor de Nuestra Señora o los laudesi.

Entre los años 1225 y 1227 se unieron a esta cofradía 7 jóvenes que luego serían los fundadores de los servitas.

En el año 1233 esta fundación contaba con 200 miembros de las mejores familias de Florencia.

Los siete miembros de los laudesi de que estamos hablando eran Bonfilio Monaldi, Juan Bonagiunta Monetti, Benito Manetto dell’Antella, Bartolomé Amadio degli Amidei, Gerardino Sostegno Sostegni, Ricovero Ugoccione dei Lippi-Uguccioni y Alejo Falconieri.

Dos estaban casados, dos eran viudos y los restantes habían comprometido guardar castidad perpetua.

Tenían distintos puntos de vista sobre la política y vivían en distintos barrios de la ciudad, algunos se dedicaban a negocios, otros trabajaban en oficinas estatales, su único vínculo era la devoción por la Santísima Virgen.

En ese momento el mayor de ellos tenía 34 años y el más joven 27.

  

LA PRIMERA APARICIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

En la fiesta de la Asunción el 15 de agosto de 1233, estos 7 jóvenes junto con otros laudesi estaban haciendo una Acción de Gracias después de la misa.

Y cada uno de ellos cayó en éxtasis y se vio rodeado de una luz sobrenatural.

De ella emergió Nuestra Señora acompañada por ángeles y les dijo,

“Abandonen el mundo, retírense juntos a la soledad, para que puedan luchar contra ustedes mismos y vivir completamente para Dios.

De este modo, experimentarán consuelos celestiales.

Mi protección y asistencia nunca le fallarán».

Uno a uno se fueron yendo quienes estaban en la Acción de Gracias y quedaron sólo los 7 meditando sobre lo sucedido.

Entonces Monaldi, que era el mayor, se sinceró y contó a los demás lo que le había sucedido.

Agregando que estaba dispuesto a obedecer el llamado.

El resto también declaró que había tenido esa visión y ese mensaje, y que también estaban en disposición de seguir lo que proponía la Virgen.

Pero para mayor seguridad hablaron con el director espiritual y capellán de los laudesi, Santiago de Poggibonsi.

Luego de discernir el padre Poggibonsi les dijo que no era una mera fantasía piadosa, sino que había habido un llamado de la Santísima Virgen, manifestándoles la voluntad de Dios y que debían de obedecerlo sin más.

Pero había dificultades, porque 4 tenían vínculos familiares que no eran fáciles de romper, como por ejemplo el matrimonio

Sin embargo todos hicieron los arreglos sociales y económicos desde ese momento hasta el 8 de septiembre.

Los 7 dejaron el dinero necesario para sus familias y distribuyeron el sobrante entre los pobres.

Y al mes estaban viviendo en las afueras de Florencia en una casa llamada La Carmarzia.

Se cree que las dos esposas de los que estaban casados se convirtieron luego en terciarias de la Orden Servita,

Habían pasado 23 días desde la aparición de Nuestra Señora.

Este suceso corrió por toda Florencia y recibían muchas visitas, incluso de personas que querían unirse a ellos.

Sin embargo ellos se negaban a aceptar nuevos integrantes.

Las constantes visitas los perturban, por lo cual decidieron retirarse a una zona más alejada, en las laderas desiertas del Monte Senario.

Allí construyeron una Iglesia y una Ermita sencillas y vivían en gran austeridad.

Así vivieron durante 7 años.

  

LA SEGUNDA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA

En la zona sur de la montaña donde el suelo era más rico estos ermitaños habían planteado una vid.

Y el tercer domingo de cuaresma, el 27 de febrero de 1239, de repente vieron a la vid llena de hojas verdes y con racimos de uvas maduras.

Esa floración era propia de la primavera pero estaban en invierno.

No se explicaban el milagro y mandaron a uno de ellos a contarle al obispo para que les diera una interpretación, porque se trataba de un hombre de vida santa.

El obispo recibió del cielo la interpretación en un sueño.

Los 7 ermitaños eran las 7 ramas de la vid mística, y las otras ramas y frutos eran aquellos que debían unirse a la orden.

El mensaje era que debían abrirse a nuevos reclutas y no sólo vivir una vida de oración y trabajo entre ellos mismos.

Luego fueron visitados por el obispo al Ardingo y el cardenal Castiglione, quienes le dijeron,

“Se tratan a sí mismos de una manera que roza la barbarie y parecen más deseosos de morir que de vivir por la eternidad.

Presten atención, el enemigo de las almas a menudo se esconde bajo la apariencia de un ángel de luz

Escuchen los consejos de sus superiores”.

Este mensaje fue alentado por una segunda aparición de la Virgen, el Viernes Santo de 1240, un 13 de abril.

Se les apareció con un hábito negro y acompañada por un ángel que lleva un rollo con la regla de San Agustín.

Y les dijo que debían comenzar una nueva congregación dedicada a difundir el reino de Cristo mediante la devoción a Su pasión y a Sus Dolores.

“Vengo, siervos bien amados y elegidos, para cumplir sus deseos y concederles sus oraciones.

Aquí están los hábitos que deseo que en el futuro vistan.

Su tono negro siempre debe recordar a los dolores crueles que sentí por motivo de la crucifixión y muerte de Mi único Hijo”.

A la misma hora Nuestra Señora se le apareció al obispo con el mismo mensaje.

Y entonces el obispo partió para el Monte Senario llevándoles los hábitos qué debían usar.

En el momento que el obispo los revistió les dio sus nuevos nombres religiosos y les permitió formalmente admitir nuevos miembros.

Con el tiempo 6 de ellos tomaron las sagradas órdenes y fueron ordenados sacerdotes, excepto San Alexis que pidió ser excusado por humildad.

Pero las apariciones de la Santísima Virgen no quedaron ahí, sino que siguió reafirmando a la orden.

 

TERCERA APARICIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

El Papa Gregorio IX había muerto en agosto de 1241 y no había confirmado formalmente la orden.

Lo iba a hacer su sucesor el Papa Celestino IV, que les tenía gran estima y afecto, pero murió a los 15 días de su elección.

Luego de casi 2 años de vacancia fue elegido Inocencio IV, en junio de 1243.

Éste envió a Pedro de Verona, conocido como San Pedro Mártir un dominicano, como inquisidor en el norte de Italia para perseguir a los cátaros.

Y también para que investigara a los religiosos que estaban en el Monte Senario.

Pedro de Verona fue y oró con los servitas.

Y tuvo una visión en la que se le apareció Nuestra Señora con un manto negro y bajo de él estaban dos de los servitas con los que él había hablado más en su estancia, Monaldi y Falconieri.

Y vio también ángeles con muchos ramos de lirios, entre los que había 7 de una blancura superior, que Nuestra Señora colocó en su pecho.

San Pedro se convenció que la orden era obra de Dios e informó favorablemente al Papa.

De modo que desde el inicio Nuestra Señora fue apareciéndose para formar la congregación y darle credibilidad en la Iglesia.

Y además les comunicó cual iba a ser su carisma: los dolores sufridos por Ella en la pasión y muerte de Jesús.

  

EL CRECIMIENTO DE LA ORDEN

San Pedro de Verona se convirtió en guía espiritual de los servitas.

Adoptaron el nombre de Siervos de María y la regla de San Agustín.

Adoptaron también una forma más parecida a la de los frailes mendicantes.

Combinaban la vida monástica y el ministerio activo.

Con una vida de oración y trabajo, y un apostolado activo en la enseñanza y la predicación

La orden creció rápidamente y tuvo que hacer capítulos en distintas ciudades de Italia y luego en el exterior.

La aprobación formal de la orden fue realizada por el Papa Benedicto XI.

Su fiesta se celebra el 17 de febrero, porque ese día del año 1310 falleció su primer integrante San Alejo Falconieri.

A los servitas se debe diversas devociones marianas, la más popular es la Coronilla de los 7 dolores de María.

  

CORONILLA SERVITA DE LOS 7 DOLORES

La Coronilla Servita de los Siete Dolores es una devoción que recuerda siete episodios tristes en la vida de la Santísima Virgen María.

La costumbre originó en la Orden Servita (Siervos de María) probablemente poco después que se fundó la orden en Monte Senario, Italia, en 1233

Dos fiestas, establecidas muchos años después, conmemoran los Siete Dolores.

Países de habla español rinden honor a la Virgen de la Soledad el día Sábado de Gloria (un día antes de Pascua).

La Reina Juana de España inició esta tradición después de la muerte repentina de su marido, el Rey Felipe I, en 1506.

La conmemoración recuerda la tristeza profunda de María el día después de la crucifixión y antes de la Resurrección.

La segunda fiesta religiosa, que se observa internacionalmente el 15 de septiembre, es de la Virgen de Dolores.

El símbolo tradicional de los Siete Dolores es el Corazón Doloroso de María, o sea un corazón traspasado por siete espadas y encima de todo una llama de fuego que representa su amor hacia a Dios y la humanidad.

Las espadas refieren a la profecía de Simeón (Lucas 2: 33-35). El Primer Dolor.

  

ORACIONES

Se reza un «Padre Nuestro» y siete «Ave Marías» por cada uno de los Siete Dolores.

La oraciones de clausura son: tres «Ave Marías», en honor de las lágrimas de la Virgen Dolorosa; un «Padre Nuestro», un «Ave María», y un «Gloria» por las intenciones del Santo Papa; una jaculatoria dedicada a la Virgen Dolorosa (opcional); y un ofertorio final (opcional).

Se practican numerosas versiones no servitas de esta devoción. Algunas requieren solo una «Ave María» por cada uno de los Siete Dolores, en vez de siete, o incrementan el número de siete a diez.

Hasta otros agregan una «Gloria: después de cada serie de «Ave Marías.» Casi todos los autores agregan sus propias oraciones de inició y apertura.

  

COLLAR DE CUENTAS

Igual que en el caso del Santo Rosario, hay un collar de cuentas para rezar los Siete Dolores.

El collar de la Coronilla Servita es conveniente para contar las oraciones, pero no se requiere para llevar a cabo la devoción.

Hay 49 cuentas en un círculo, organizados en series de siete cuentas.

Cada serie empieza con una medalla que muestra uno de los Siete Dolores.

Las cuentas en el círculo se usan para rezar la «Ave María.» Las medallas en el círculo se usan para el «Padre Nuestro.»

La medalla del Primer Dolor (la profecía de Simeón) cierra el círculo.

Está conectada a un colgante de cuatro cuentas que termina con una medalla de la Virgen Dolorosa.

Las cuentas del colgante se usan para rezar las oraciones de clausura.

  

LOS SIETE DOLORES

Se hace la señal de la Cruz: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Se lee la lectura Biblica, según el dolor y se reza 1 Padre Nuestro y 7 Aves Marías en después de cada lectura.

1. La profecía de Siméon. Lectura: Lucas 2: 25-35.

2. La huida a Egipto. Lectura: Mateo 2: 13-15.

3. El Niño Jesús perdido en el templo. Lectura: Lucas 2: 41-50.

4. María encuentra Jesús con la cruz a cuestas. Lectura: Lucas 23: 27-29.

5. María al pie de la cruz. Lectura: Juan 19: 25-30.

6. María recibe el cuerpo de Jesús. Lectura: Salmo 130.

7. María presencia la sepultura de Jesús. Lectura: Lucas 23: 50-56.

Oración Final

V. Ruega por nosotros, O Virgen Dolorosa.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Señor Jesús, te imploramos, ahora y en la hora de nuestra muerte, la intercesión de la Santísima Virgen María, cuyo alma santa fue atravesada por la espada del dolor en la hora de tu Pasión.

Concédenos este favor, O Salvador del mundo, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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A Nuestra Señora de los Dolores o Dolorosa DEVOCIONES Y ORACIONES

Novena a Nuestra Señora de los Dolores

La Dolorosa se celebra el 15 de septiembre, por lo que su novena comienza el 6 de septiembre.

El misterio de la participación de la Virgen madre dolorosa en la pasión y muerte de su Hijo es probablemente el acontecimiento evangélico que ha encontrado un eco más amplio y más intenso en la religiosidad popular.

Pero el dolor de la Virgen, aunque encuentra en el misterio de la cruz su primera y última significación, fue captado por la piedad mariana también en otros acontecimientos de la vida de su Hijo en los que la madre participó personalmente.

Por la señal … Pésame Dios mío …

 

ORACIÓN INICIAL

Oh Virgen, la más dolorosa del mundo después de tu Hijo, a cuyos dolores estuviste perpetuamente asociada: te ruego que me alcances fortaleza para sufrir por mis pecados, como tú sufriste por los nuestros, a fin de que, crucificando mis pasiones y concupiscencias en la cruz de Cristo, llevando la cruz de mi deber por el camino de mi vida, caminando en pos de mi Señor y perseverando constantemente a tu lado, oh Madre mía, al pie de la cruz de tu Hijo, viva siempre y muera contigo, redimido y santificado por la sangre preciosísima de nuestro Redentor. También te pido, por tus dolores, que oigas mi petición en esta novena y, si conviene, me la concedas.

 

DÍA PRIMERO

Oh Virgen Dolorosa, siendo tú árbol florido y fructuoso, fuiste tan afligida, y yo árbol seco e inútil, quiero vivir regalado y soy impaciente de toda molestia y adversidad. Te ruego me concedas espíritu de penitencia, humildad y mortificación cristiana para imitarte a ti y a tu amado Hijo, crucificado por mí.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA SEGUNDO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste cuando el anciano Simeón te profetizó las contradicciones con que el mundo había de perseguir a tu Hijo, te suplico no permitas que yo me encuentre entre los mundanos enemigos de tu Hijo, sino entre los que profesan dócilmente su doctrina y la reflejan en sus costumbres verdaderamente cristianas, para que sea también de aquellos a quienes Él será resurrección y vida.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA TERCERO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste cuando el soberbio y ambicioso Herodes quiso dar muerte a tu Hijo, que venía a darnos vida, líbrame de toda ambición y soberbia y haz que, en vez de arrojar de mi lado a tu Hijo, le llame a mi, y, pospuestos todos mis intereses, le haga reinar sobre mi, siendo yo su vasallo fiel y obediente, para reinar con él en la gloria.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA CUARTO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste cuando perdiste a tu Hijo en Jerusalén y estuviste tres días buscándole, te suplico que nunca yo le pierda por el pecado y que, si le pierdo, le busque con arrepentimiento, y buscándole, le halle con la sincera confesión en el templo y le conserve con verdadera religión.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA QUINTO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste cuando por la calle de la Amargura acompañaste a tu Hijo hasta el Calvario, haz que yo también le acompañe, llevando la cruz que su providencia me ha dado, con humilde paciencia y digna constancia, sufriendo bien todas las molestias que vengan de mis prójimos.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA SEXTO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste cuando viste a Jesús clavado en la cruz, concédeme que yo me aproveche de los frutos de su pasión, que sea un cristiano verdadero, crucificado con Cristo, y que considere como una honra el padecer y sufrir algo por ser cristiano y practicar las virtudes cristianas.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA SÉPTIMO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste al recibir a tu Hijo muerto y bajado de la cruz, te suplico me alcances el perdón de mis culpas, que fueron la causa de su muerte, y que sus heridas se graben profundamente en mi memoria y mi corazón, como testimonio de su amor, para que le ame hasta la muerte.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA OCTAVO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor con que acompañaste a tu Hijo a la sepultura y allí le dejaste sepultado, concédeme que yo muera con los auxilios de la religión y sea sepultado entre los fieles cristianos con Cristo, para que, en el día del juicio, merezca resucitar con los verdaderos cristianos y ser llevado a la derecha de Cristo.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA NOVENO

Oh Virgen Dolorosa, concédeme que así como tú, por tus dolores, recibes gran gloria en el cielo y triunfas allí como reina gloriosa de los mártires, así yo también, después de una vida mortificada con Cristo, merezca vivir eternamente en la gloria, dichoso con Cristo. Concédeme, oh Reina de los mártires, vivir en la cruz con paciencia, morir en la cruz con esperanza y reinar por la cruz con gloria.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de hablar en favor nuestro y que aparte su indignación de nosotros.
Oh Santísima Madre, hazme esta gracia: fija en mi corazón con eficacia las llagas de Jesús crucificado.
Haz que de Cristo en mí lleve la muerte, que participe su pasión y suerte y medite en sus llagas apenado.
Para que no arda en los eternos fuegos, defiéndeme tú, oh Virgen, con tus ruegos, en el día del juicio.
Y tú, oh Cristo, al salir yo de esta vida, por tu Madre querida, haz que llegue a la palma de victoria.
Cuando mi cuerpo muera, haz que mi alma adquiera del paraíso la gloria.
Rezar tres avemarías.
Ruega por nosotros, Virgen dolorosísima, que estuviste constantemente junto a la cruz de Jesucristo.
Nuestra Señora de la Buena Muerte, ruega por nosotros.

Oremos.-Te rogamos, Señor nuestro Jesucristo, que interceda ante tu clemencia la bienaventurada Virgen María tu Madre, cuya alma atravesó la espada de dolor en la hora de tu Pasión. Lo pedimos por ti, oh Jesucristo, Salvador del mundo, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
San José, ruega por nosotros.

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A Nuestra Señora de los Dolores o Dolorosa DEVOCIONES Y ORACIONES Via Crucis

El Vía Crucis de la Virgen Dolorosa

En la Pasión y Crucifixión hay dos personajes que pagaron con sus propias vidas el precio de nuestra redención: Cristo, nuestro Salvador y redentor, que con su sangre preciosa, lavó nuestros pecados y nos abrió la puerta del Cielo.

Y María, la Madre dolorosa, la corredentora, que por su amor inmenso hacia Jesús, padece la agonía de su hijo, y así consumida de dolor, inmersa en el cáliz de la sangre redentora de su Hijo, comparte plenamente el sacrificio salvífico de Jesús. …y todo por amor a nosotros!

El Camino del Calvario, no solo fue recorrido por Cristo. La Vía dolorosa es también el camino que María recorre, acompañando y consolando a su Hijo. Su campana y su consuelo son silentes y escondidos, desde un rincón de la calle, Ella camina presenciando todo el dolor de su hijo. María desde su lugar, vive la pasión de su amado Hijo dándole la fuerza y la gracia de su amor.

Primera Estación: «Jesús condenado a Muerte»

Oh Madre Dolorosa… ¿qué sintió tu corazón cuando escuchaste la sentencia de muerte que imponían a tu adorado hijo? Tu que le diste vida, que lo llevaste en tus entrañas, que le amamantaste, que lo viste crecer, caminar, hablar … y ahora serias testigo de su muerte. !Qué dolor Madre para ti verlo recorrer el camino pedregoso y estrecho que lo llevaría hacia su crucifixión! María, Madre del injustamente condenado, se que tu hubieras querido tomar el lugar de Jesús, pero sabias que era el momento de su martirio. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Segunda Estación: «Jesús carga con su Cruz»

Oh Madre Dolorosa…tu que has sentido el gran dolor de ver a tu hijo con una corona de espinas enterrada en su tierna cabeza; tu que le has visto su cuerpo todo latigado, sangrando, y su carne toda llagada… Ahora tienes que ver como, sin ninguna consideración, en esa piel tan herida y adolorida, le colocan una cruz. Tu, Madre, sientes en tu corazón, el peso apremiante de ese madero que colocan sobre los hombros de tu amado Hijo. Y tu María, sin poder tomar su Cruz aunque eso era lo que tu corazón deseaba hacer. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Tercera Estación: «Jesús cae por primera vez»

Oh Madre Dolorosa… tu que viviste para cuidar a tu hijo, ¡qué duro fue para ti verlo ahí indefenso! María, todo tu ser reaccionó y quisiste ir a recoger a Jesús, acariciarle, mitigarle su dolor, igual que cuando niño se caía y tu le limpiabas, le curabas. Pero, no podías hacerlo, debías solo orar y pedirle al Padre Celestial, que le diera las fuerzas necesarias para continuar…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Cuarta Estación: «Jesús se encuentra con su Madre»

Oh Madre Dolorosa… tu corazón no aguanta más el deseo de darle un poco de cariño a tu hijo. Entonces, te adentras entre la multitud gritando el nombre que tantas veces llamabas para que fuera a comer, a estudiar: «¡Jesús, Jesús, Mi hijo…!» y por fin logras llegar a donde está tu hijo Jesús. Tus ojos llenos de lágrimas y angustia …sus ojos llenos de dolor, soledad, mendigando de los hombres un poco de amor… En ese momento tomaste fuerzas del amor que le tienes y con tu mirada silenciosa pero mucho más elocuentes que las palabras, le dices: «Adelante hijo, hay un propósito para todo este dolor… la salvación de los hombres, de aquellos a quienes quieres devolverles el poder ser hijos de Tu Padre Celestial. Y regresas, Madre, silenciosa a tu lugar, escondida entre la muchedumbre, guardando todo esto en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Quinta Estación: «Simón Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz»

Oh Madre Dolorosa… qué alivio sentiste cuando viste que un hombre va ayudar a tu pobre y destrozado hijo, a cargar con esa cruz tan pesada. No sabes quien es ese hombre, sabes que no lo hace por amor o por compasión pues le están obligando a llevar la cruz de tu hijo. Pero lo único que sabes es que jamás olvidarás el rostro de aquel hombre que alivió el dolor de tu hijo… oras y pides a Dios que mientras carga la cruz, la sangre de Jesús, que corre por el madero, toque su corazón y le haga comprender cuánto amor se revela en esa cruz, cuánta misericordia se manifiesta en ese evento del cual el está siendo participe. Y tu, Madre recordarás por siempre el rostro del aquel extraño que desde ese momento se convirtió para ti en un hijo. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Sexta Estación: «Verónica limpia el rostro de Jesús»

Oh Madre Dolorosa, has estado orando y suplicando al Padre que mueva el corazón de alguien para que generosamente corra al auxilio de tu hijo. Deseabas que fuera una mujer, para que con su delicadeza maternal, aliviara tanta aspereza y brusquedad que ha recibido Jesús. Y cuando vez a la Verónica acercarse a limpiar el rostro todo desfigurado de tu hijo, sientes que tu corazón va a estallar. Ves como su velo blanco y limpio se posa sobre el rostro sangriento y sudado de tu amado Jesús… Y tu sabes Madre, que ante una acción tan amorosa, tu hijo va a dejar una huella de su presencia… El rostro de tu hijo, grabado en un velo blanco… así como está grabado en tu Inmaculado Corazón. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Séptima Estación: «Jesús cae por segunda vez»

Oh Madre Dolorosa… sientes que con Jesús tu también vas a caer… Tratas de ir a socorrerlo, pero un soldado te detuvo. Tu corazón parece que va a desfallecer, puedes imaginarte el dolor que debe sentir tu hijo Jesús al caer y volver a caer sobre las piedras, rasgándose las rodillas y abriéndosele más las llagas de los azotes. Madre, ¿qué sentías, qué deseabas…? Solo si pudieras llegar hacia donde estaba tu amado hijo, y le dieras un poco de agua, un poco de ternura… Madre tu querías darle todo con tal de aliviar su sufrimiento y su fatiga… Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Octava Estación: «Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús»

Oh Madre Dolorosa… tus lagrimas han ido humedeciendo el camino tan seco y árido que recorre tu hijo; tus lágrimas de amor y sacrificio van mezclándose con la sangre de tu hijo que cae sobre la tierra. Sufres al ver la frialdad de los hombres ante espectáculo tan doloroso… pero de pronto encuentras que unas mujeres lloran de compasión al ver a tu hijo tan destrozado… y descubres que Jesús se detiene ante ellas… Les dice que no lloren por El, sino que lloren mas bien por ellas y sus hijos… Quizás ellas no entendieron Madre, pero tu si comprendiste la profundidad de aquellas palabras de tu hijo. Sabias en tu corazón, que El las llamaba a un arrepentimiento verdadero, a que lloraran mas bien por sus propios pecados. Tu amado hijo, en medio de su gran sufrimiento seguía siendo el gran maestro de los hombres…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Novena Estación: «Jesús cae por tercera vez»

Oh Madre Dolorosa … ves como los soldados obligan a tu hijo a apresurar el paso para así ya acabar con tan incomoda misión. Lo hacen caminar tan rápido, que Jesús en su debilidad y agotamiento, tropieza y cae de nuevo. Los soldados le gritan y le golpean para que se levante… y tu Madre sufriente, lo único que deseas es susurrar en el oído de tu hijo aquellos cánticos de amor, aquellos versos tiernos y dulces que le cantabas por las noches. Deseabas abrazarlo y ayudarle a levantarse para que llegara a su meta final, la cruz. Ya le queda muy poco, y tu corazón está tan desgarrado de compasión por tu hijo que lo único que deseas es que ya llegue a su descanso…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Décima Estación: «Jesús es despojado de sus vestiduras»

Oh, querida Madre Dolorosa… en este momento recuerdas ese glorioso momento cuando tuviste a Jesús por primera vez en tus brazos en medio de la pobreza del portal de Belén. Lo envolviste en pañales y lo colocaste en un pesebre. Querías que no pasara frío, que no estuviera desnudo, sino que esa ropita que le habías hecho con tanto amor cubriera su inmaculado cuerpo. Qué dolor para ti, María, ver a tu hijo despojado de su ropa… tu que viviste para cubrirlo, protegerlo y cuidarlo, hoy lo ves indefenso, desnudo… muriendo en la misma pobreza en que nació. Y de pronto ves, Madre, en el rostro de Jesús un gesto de profundo dolor, y es que al quitarle la túnica, también arrancaron pedazos de su cuerpo que se habían pegado a la tela…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste por que confiabas en el amor del Padre!

Undécima Estación: «Jesús es clavado en la cruz»

Oh, Madre Dolorosa… te preguntas si no es suficiente todo lo que le han hecho, todavía falta más… Ves como colocan a tu hijo en la cruz, ni siquiera podrá pasar sus últimos momentos con algún descanso. No, ahora ves como amarran a la cruz su cuerpo todo herido. Pero, Virgen Mártir, tu corazón se detuvo al oír los martillazos que atravesaban sus huesos. Sus manos y sus pies completamente taladrados por esos clavos. Tu, María, recibes esos clavos, como si verdaderamente te clavaran a ti. Quisieras decirles a los soldados que todo eso no era necesario…no necesitaban clavos para mantener a tu hijo Jesús en la cruz, su amor por los hombres lo hubiera sostenido allí, en la cruz hasta la muerte…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Duodécima Estación: «Jesús muere en la Cruz»

Madre Dolorosa, ahí estás tu, al pie de la Cruz de tu hijo… firme, de pie como toda una Reina. Al lado de tu hijo, ofreciéndote tu como sacrificio de consolación. Y ves como un soldado traspasa con una lanza el corazón de tu hijo… y tu corazón Maria es en ese momento traspasado espiritualmente por la misma lanza… La unión indisoluble de tu corazón con el corazón de Jesús, queda revelada para toda la eternidad. Tu corazón recibe místicamente los efectos del traspaso físico del corazón de tu Hijo. Oh Madre, tu hijo ha muerto, y sientes el dolor, el vacío, la soledad, pero también el descanso de saber que ya el mundo con toda su hostilidad no le pueden hacer mas daño… Qué grande eres María; tu, igual que tu hijo Jesús, llegaste hasta el final. Es en la cima del Monte Calvario, en esa cruz donde tu hijo es elevado en su trono de Rey, que tu te conviertes en Reina. Tu reinado María, lo alcanza tu gran amor y tu fidelidad en el dolor. Todo parece acabado… y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Décima tercera Estación: «Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su Madre»

Oh Madre Dolorosa, ahora si puedes tener a tu hijo en tus brazos. Te parece mentira, que aquel niño que tantas veces acunaste, arrullaste y estrechaste contra tu pecho, luce hoy como un despojo humano. Pero lo único que importa en ese momento es tenerlo a El de nuevo en tus brazos maternales. Sabes que el no puede sentir tus caricias, ni tus besos, pero aun así lo besas y lo acaricias… quieres como borrarle el horror de lo que los hombres le hicieron a través de tu ternura y de tu amor. Madre, cómo lo estrechabas, cómo abrazabas ese cuerpo tan desfigurado… sabias que El había llevado sobre si toda nuestra culpa, que con su dolor El había sanado las llagas de nuestros pecados, que con su ser todo destrozado El había devuelto la belleza a nuestras almas… Y al mirarlo ahí posando inmóvil en tus brazos solo pensabas que El vivió para amar y ahí estaba la prueba más grande de su amor. Y por eso… todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste por que confiabas en el amor del Padre!

Décima cuarta Estación: «Jesús es colocado en el sepulcro»

Madre Dolorosa, tu nunca dejas a tu hijo, vas con los que lo llevan a enterrar, pues quieres acompañarle hasta su tumba. Tu quisieras arreglar su cuerpo, vestirlo, ponerle un manto blanco, suave y perfumado, pero nada de eso se te permite hacer. Recuerdas en ese momento, los nueve meses que lo tuviste en tu vientre. Donde lo guardabas con tanto amor, refugiándolo y cuidándolo del maltrato del mundo. Y es así como lo depositas en esta tumba. Es hora de dejarlo y de cerrar la puerta del sepulcro. Qué dolor Madre, saber que El se queda ahí, y que tu debes continuar aquí en la tierra, enfrentándote a la oscuridad, a la burla, a la indiferencia, al desprecio que aun después de muerto sigan haciéndole los hombres. María, tu caminas despacio como no queriendo separarte de tu hijo… pero… una gran paz envuelve tu corazón traspasado de dolor… La paz y el gozo de saber que tu hijo muy pronto… RESUCITARÁ

Escrito por Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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