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Oraciones de León XIII a San Miguel Arcángel por la Iglesia

El 13 de octubre de 1884 el Papa León XIII tuvo una visión de demonios atacando el Vaticano.

Y oyó una conversación de Jesús con el demonio que le pedía permiso para atacar a la Iglesia.

Y Jesucristo se lo concedió,

Puedes leer aquí la historia.

Luego de esto entregó a su secretario una hoja de papel con oraciones para enviar a todos los obispos del mundo para que se recitaran luego de misa.

Los textos de las oraciones tienen ligeras variaciones según la traducción y los hábitos del país.

 

ORACIÓN A SAN MIGUEL ANGEL DEL PAPA LEÓN XII

San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra las maldades e insidias del demonio.

Se nuestra ayuda, te rogamos suplicantes.

¡Que el Señor nos lo conceda!

Y tú, príncipe de las milicias celestiales, con el poder que te viene de Dios arroja en el infierno a aatanás y a los otros espíritus malignos que ambulan por el mundo para la perdición de las almas.

 

ORACIÓN A SAN MIGUEL

(León XIII, 18 de mayo de 1890; Acta Apostolicae Sedis, p. 743)

¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestes, san Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y en la terrible lucha que debemos sostener contra los principados y las potencias, contra los príncipes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos!

Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado inmortales, que formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la tiranía del demonio.

Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo combatiste contra lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quien no hubo nunca jamás lugar en el cielo.

Si ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satán, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo.

Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente la cabeza.

Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba y seguido de espíritu malignos, recorre el mundo entero para apoderarse de él y desterrar el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a las almas destinadas a la eterna corona de gloria.

Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y el soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones.

Enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales.

Aun en este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al rebaño.

Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, contra los ataques de esos espíritus réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale la victoria.

Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría  de tenerte como defensor contra los malignos poderes del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir a las almas a la beatitud celeste.

¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia.

Presenta nuestras oraciones ante la mirada del Todopoderoso, para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que es diablo y satán, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los pueblos. Amén

– He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
Venció el León de Judá, el retoño de David
-Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de ti.
-Señor, escucha mi oración
Y que mis gritos se eleven hasta ti.

Oh Dios Padre Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente tu clemencia para que por la intercesión de María inmaculada siempre Virgen, nuestra Madre, y del glorioso san Miguel arcángel, te dignes auxiliarnos contra Satán y todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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DEVOCIONES Y ORACIONES Oraciones para tiempo de angustia

Plegaria en la Tribulación

Lamentaciones 5, 1-7.15-17.19-21

Recuerda, Señor, lo que nos ha pasado;
mira y fíjate en nuestras afrentas.

Nuestra heredad ha pasado a los bárbaros;
nuestras casas, a extranjeros.

Hemos quedado huérfanos de padre,
y nuestras madres han quedado viudas.

Tenemos que comprar el agua que bebemos
y pagar la leña que nos llevamos.

Nos empujan con un yugo al cuello,
nos fatigan sin darnos descanso.

Hemos pactado con Egipto y Asiria
para saciarnos de pan.

Nuestros padres pecaron, y ya no viven,
y nosotros cargamos con sus culpas.

Ha cesado el gozo del corazón,
las danzas se han vuelto duelo.

Se nos ha caído la corona de la cabeza:
¡Ay de nosotros, que hemos pecado!

Por eso, está enfermo nuestro corazón
y se nos nublan los ojos.

Pero tú, Señor, eres rey por siempre;
tu trono dura de edad en edad.

¿Por qué te olvidas siempre de nosotros
y nos tienes abandonados por tanto tiempo?

Señor, tráenos hacia ti para que volvamos,
renueva los tiempos pasados.

 

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DEVOCIONES Y ORACIONES Oraciones para tiempo de angustia

Oraciones para momentos de Dificultad

ORACIÓN PARA LOS MOMENTOS DIFÍCILES

Procuraré Señor, en mis momentos de angustia y amargura, recordar tu
nombre y alabarlo por ponerme a prueba.

Procuraré Señor, a la hora de pedirte, tener más fe que el día
anterior.

Procuraré Señor, al encontrarme en crisis, pedirte de la mejor forma
la luz para encontrar la solución.

Procuraré Señor, recordar que en el desaliento, tu eres el consuelo y
el impulso para seguir viviendo en medio de injusticias y sinsabores.

Procuraré Señor, la relación en comunidad con mis semejantes.

Procuraré Señor, dar amor en vez de odio, ayudar y no hundir, tender
la mano y no empujar.

Procuraré Señor, perdonar y no juzgar, la caridad y no la avaricia.

Procuraré Señor, la amistad a la enemistad, la unión y no la
desunión.

Procuraré Señor, la paz y no la guerra.

Procuraré Señor, en los momentos más controversiales, tener paciencia
y esperanza.

Procuraré Señor, alentar a los demás y no desalentarlos.

ORACIÓN DE LA DIFICULTAD

Dios mío gracias por estar aquí; siempre presente, dando paz y amor,
perdonando e iluminando. ¿Qué sería de mi sin tu aliento y sin tu amor? Yo
sería un cauce sin agua, un cuadro sin colores, una planta sin sol. Tú,
Señor, eres mi fuerza, la respiración de mi alma, mi fuente de energía, mi
inspiración y mi descanso. ¿Por qué me olvido de ti? ¿Por qué te busco sólo
cuando estoy rodeado de sombras y con las esperanzas rotas? No me dejes,
Dios mío, háblame, tócame, despiértame. No permitas que me aleje de ti y
naufrague en el mar del desespero.

Sé luz en mi mente, paz en mi corazón, sabiduría en mis decisiones, amor en
mis relaciones. Te necesito, Señor. Tu calmas mi desasosiego y alejas los
duendes del mal; contigo es fácil aceptar las asperezas y soportar el
dolor.

Contigo puedo ser comprensivo con los que me ofenden, fuerte ante el dolor
y amoroso con todos. Dame paciencia conmigo mismo y con los demás, una
paciencia que me aleje de la ira y el desaliento. Eres mi esperanza y mi
fortaleza, mi baluarte y mi descanso. En ti todo lo puedo, y con tu amor
los fardos son llevaderos. Tú me libras de las aguas turbulentas, apaciguas mis
males y conjuras mis temores. Te amo, Señor, te adoro, te bendigo y te doy
gracias.

Autor: Padre Gonzalo Gallo

ORACION PARA LOS MOMENTOS DIFÍCILES

Señor, sé que eres un abismo de infinita bondad, misericordia y amor; sé que me creaste solo por amor y para ser feliz; sé que me amas con un amor tan grande que me es imposible ni siquiera imaginar; sé que diste tu vida por mí. Además, sé que estás de continuo junto a mí, cuidándome, facilitando todo para mi bien, aun lo que a mí me parece negativo…

Sé también que eres un abismo de infinito poder: para ti no existen cosas
imposibles; sé que si me permites algo o mucho sufrimiento, es para mi bien; sé que, aunque no lo comprenda, lo malo que me suceda lo has permitido por tu infinita misericordia: nada escapa a tu sabiduría…

Sé que eres un abismo de infinita sabiduría; tú sabes más; tú sabes mejor
que yo lo que me conviene para encontrar la felicidad eterna en el Cielo,
que es lo único que verdaderamente importa.

Es esa esperanza la que me hace vivir alegre, lleno de gozo: me tienes
preparada una dicha sin fin; para eso me creaste.

Esa felicidad llenará absolutamente todos los anhelos de mi corazón: tu
infinita belleza, tu infinita bondad y tu infinita sabiduría colmarán mi ser
de todo lo que esperé siempre…

Además, todo lo espero de ti, confío total y exclusivamente en ti: confío en la inmensidad de tu bondad, poder y sabiduría.

Nada me hará temer: frente a los enemigos más poderosos, frente a los más grandes males, frente a los infortunios más graves, estaré seguro de ti, confiaré totalmente en ti.

Cuanto mayor sea el apremio, cuanto mayor sea el peligro, tanto más esperaré todo de ti; y si no viera tu mano providente, más y más confiaré en ti, me aferraré a la seguridad de que tu amor por mí es incalculable, ilimitado…

Señor, te amo con un amor diminuto junto al tuyo, pero con todo lo que puede amar esta criatura pequeña, pobre y pecadora.

Inflámame en tu amor para que me confunda contigo, que eres el Amor mismo: purifica mi miseria y quema todas mis impurezas con ese Amor ardiente, para que ya no tenga apegos por las criaturas y te ame exclusivamente a ti, el Creador: que no tenga apetitos desordenados por cosas, personas, ideas, ni por mí mismo… Así te amaré como tú mereces ser amado y viviré buscando únicamente tu Reino de Amor, de paz y de alegría, despreocupado de todo lo demás…

Señor, creo en ti, pero aumenta mi Fe.
Señor, lo espero todo de ti, pero aumenta mi Esperanza.
Señor, te amo, pero aumenta mi Caridad.



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DEVOCIONES Y ORACIONES Oraciones para tiempo de angustia

Oración en el momento de Angustia (dada en San Nicolás)

Madre mía Celestial que me tienes reservado no sé si es dolor o alegría, pero se que en este día en que me siento agotado solo pienso en tu Hijo que llevo su Cruz a cuestas, que cargo todo el dolor sin expresar una queja.

Cuanto sufrió Jesús por el mundo y sus pecados, y también pienso por Ti tu dolor no se compara, nada ni nadie en la tierra sufrió lo que Tú sufriste.

Y siento que yo, Virgen mía, tendría que estar llorando no de pena sino de alegría por la carga que me das.

Madre: perdón por tener estos malos pensamientos, ahora me siento aliviado, sé que estoy iluminado y me siento resguardado con tu protección. Amén.

(Tomado de las apariciones de la Virgen María en San Nicolás, Argentina)



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A San José DEVOCIONES Y ORACIONES Oraciones para tiempo de angustia

Oraciones a San José en momentos de Angustia y Tribulación

ORACIÓN DE LEÓN XIII

A ti bienaventurado José acudimos en nuestra tribulación y después de implorar el auxilio de tu Santísima Esposa, solicitamos también tu patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido y por el paternal amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.

Protege, providente custodio de la divina familia, a la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción, asístenos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha con el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así ahora defiende a la Iglesia santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protégenos con tu perpetuo patrocinio para que, a ejemplo tuyo y sostenidos con tu auxilio, podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en el cielo la eterna bienaventuranza. Amén

 

ORACIÓN DE CONFIANZA EN MOMENTOS DE ANGUSTIA O DIFICULTAD

Bienaventurado José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan serias y difíciles que te encomiendo, para que tengan una feliz solución de acuerdo a la voluntad de Dios.

Mi bien amado Padre: toda mi confianza la deposito en Vos, y me abandono como un niño pequeño, dormido en brazos de su papá.

Que no se pueda decir que en vano te he invocado y ya que tú lo puedes todo, delante de Jesús y de María, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén

 

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DEVOCIONES Y ORACIONES Oraciones para tiempo de angustia

Versículos Bíblicos de Aliento en Tiempos de Angustia

Algunos versículos bíblicos que nos ayudan a fortalecer nuestra fe en tiempos adversos.

…invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás.

Salmos 50:15

Porque él me ha librado de toda angustia,
y mis ojos han visto la ruina de mis enemigos.

Salmos 54:7

Me invocará, y yo le responderé;
con él estaré yo en la angustia;
lo libraré y le glorificaré.
Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación.

Salmos 91:15-16

Desde la angustia invoqué a Yavéh,
y me respondió Yavéh, poniéndome en lugar espacioso.
Yavéh está conmigo;
no temeré lo que me pueda hacer el hombre.

Salmos 118:5-6

Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás;
contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano,
y me salvará tu diestra.
Yavéh cumplirá su propósito en mí;
tu misericordia, oh Yavéh, es para siempre;
no desampares la obra de tus manos.

Salmos 138:7-8

Invoqué en mi angustia a Yavéh, y él me oyó;
  desde el seno del Seol clamé,
  Y mi voz oíste.

Jonás 2:2

Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Yavéh,
  y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo.
Los que siguen vanidades ilusorias,
  su misericordia abandonan.
Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios;
  pagaré lo que prometí.
  La salvación es de Yavéh.

Jonás 2:7-9

Yavéh es bueno, fortaleza en el día de la angustia;
y conoce a los que en él confían.

Nahum 1:7

¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Tribulación, o angustia,
o persecución, o hambre,
o desnudez, o peligro, o espada?

Romanos 8:35

Aflicción y angustia se han apoderado de mí,
mas tus mandamientos fueron mi delicia.
Justicia eterna son tus testimonios;
dame entendimiento, y viviré.

Salmos 119:143-144

Con mi voz clamaré a Yavéh;
con mi voz pediré a Yavéh misericordia.
Delante de él expondré mi queja;
delante de él manifestaré mi angustia.

Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí,
tú conociste mi senda.

En el camino en que andaba, me escondieron lazo.
Mira a mi diestra y observa,
pues no hay quien me quiera conocer;
no tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida.

Clamé a ti, oh Yavéh;
Dije: Tú eres mi esperanza,
y mi porción en la tierra de los vivientes.
Escucha mi clamor, porque estoy muy afligido.

Líbrame de los que me persiguen,
porque son más fuertes que yo.
Saca mi alma de la cárcel,
para que alabe tu nombre;
me rodearán los justos,
porque tú me serás propicio.

Salmos 142



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aflicción y tribulación Oraciones para tiempo de angustia

Oraciones de la Iglesia en Tiempos de Aflicción

CLAMOR EN LA TRIBULACIÓN

En el siglo XII, o quizá antes, en tiempos de grandes calamidades, comienzan a practicarse en algunos lugares ciertas oraciones públicas con ritos especiales, como es el clamor in tribulatione. Según la gravedad del mal público, menor o mayor, la Iglesia local organizaba un clamor parvus o bien, en las calamidades peores, un clamor magnus. El padre Angelo de Santi explica el sentido del término:

«La palabra clamor en la Edad Media es un término jurídico que significa pública acusación, querella o reclamación ante el tribunal y los jueces competentes. En las celebraciones litúrgicas significaba, pues, una llamada pública y solemne hecha a Dios contra los enemigos y más en particular contra los invasores y destructores de los bienes de la Iglesia» (AdS 1917,2: 51). En inglés, el término judicial claim guarda este sentido de reclamación.

«El término clamor, como palabra litúrgica, parece usarse por primera vez en la liturgia visigótica [hispana] de los siglos VI y VII, con ese sentido particular de oración que el pueblo grita. En el Liber Ordinum se describe un rito fúnebre en el que todos unánimes claman una y otra vez pidiendo salvación para el difunto: “omnes una voce simul conclamant Deo clamorem ita: Kyrie eleison prolixe”» (ib. 56).

En un antiguo ritual, por ejemplo, de la iglesia de San Martín de Tours, escrito en el siglo XIII, se describen dos modos de clamores, el parvus y el magnus. Nos fijaremos aquí en el primero.

El clamor parvus está prescrito, por supuesto, en aquellas situaciones en las que la Iglesia no halla medio humano para superar una adversidad o, por ejemplo, para conseguir la enmienda de un malhechor. El rito consiste en que, después del Pater noster y antes del Pax Domini, el clero todo desciende de sus escaños en el coro y se postra con el rostro en el suelo. Y así también se postra ante el altar el sacerdote celebrante, teniendo en la mano la Hostia consagrada.

«El diácono entonces pronuncia el clamor parvus, la oración especial Omnipotens sempiterne Deus qui solus respicis afflictiones hominum, después de la cual todos cantaban el salmo Ad te levavi [24], que como salmo para tiempo de guerra es elegido frecuentemente por la liturgia en las públicas calamidades. Durante su canto, los monaguillos hacen sonar las campanas del coro. Seguían algunas preces y la oración colecta: Hostium nostrum Domine, elide superbiam, a la que todos respondían en voz alta Amen. Y continuaba la misa» (AdS ib. 51-52).

El clamor magnus, para situaciones extremadamente graves, es un rito aún más impresionante. Podemos ver un ejemplo de él, tal como se realizaba en el monasterio benedictino de Farfa, dedicado a la Virgen. Después del Pater noster de la misa solemne, los ministros cubren el suelo ante el altar con un amplio cilicio –tejido hirsuto de pelos, oscuro, que se usaba en los funerales–, y sobre él se coloca el crucifijo, el evangeliario y las reliquias de los santos. Todo el clero se postra en tierra, y el celebrante, ante las especies eucarísticas consagradas y las reliquias de los santos, recita en alta voz el In spiritu humilitatis:

En espíritu de humildad y con el ánimo contrito [Sal 50,19], Señor Jesús, Redentor del mundo, nos acercamos a tu santo altar, a tu sacratísimo Cuerpo y Sangre, y en tu presencia nos confesamos culpables de nuestros pecados, por los cuales somos justamente oprimidos.

A ti, Señor, acudimos. Señor Jesús, postrados ante ti clamamos, pues hombres malos y soberbios, confiando en su fuerza, nos atacan por todas partes, invaden el lugar de este santuario y de otras iglesias a ti consagradas, obligan a vivir en el dolor, en el hambre, en la desnudez a tus pobres fieles; los matan con tormentos y espadas; nos roban, destrozan con violencia nuestros bienes, con los que hemos de vivir para tu servicio, y profanan cuanto las personas piadosas han dejado para su salvación en este lugar.

Esta iglesia tuya, Señor, que en los tiempos pasados fundaste y ensalzaste para honor de la bienaventurada siempre Virgen María, decae en la tristeza. Y no hay quien la consuele y la libere si no eres tú, oh Dios nuestro. Levántate, pues, en nuestra ayuda, Señor Jesús; confórtanos y ven en nuestro auxilio; vence a los que nos combaten, humilla la soberbia de quienes persiguen a este lugar y a nosotros mismos.

Tú sabes, Señor, quiénes son ellos. Sus nombres, cuerpos y corazones son conocidos por ti antes de que nacieran. Por eso, oh Dios, aplícales tu justicia con tu fuerza poderosa, haz que reconozcan la maldad de sus obras y líbranos por tu misericordia.

No nos desprecies, Señor, cuando a ti clamamos en la aflicción, sino más bien, por la gloria de tu Nombre y por la misericordia con que fundaste y sublimaste este lugar en honor de tu Madre, ven a visitarnos en la paz, sacándonos de la angustia presente. Amén (AdS ib. 54-55).

Fuente: Oraciones de la Iglesia en tiempos de aflicción por P. José María Iraburu

 

PRECES EN POSTRACIÓN

Recordaré, por último, un rito semejante, que en los siglos XIII-XVI se usa, por ejemplo, ante el peligro de los turcos y para impulsar la reconquista de Jerusalén. En el misal de Salisbury se le da el bello nombre de preces in postratione.

Veamos de éstas un ejemplo concreto. A pesar de las enérgicas decisiones del II concilio ecuménico de Lión (1274), los príncipes cristianos, enfrentados por discordias, no acaban nunca de ponerse de acuerdo y de unirse para defender la Cristiandad del peligro turco. El Papa Nicolás III (+1280), entonces, perdida toda esperanza terrenal, manda que la Iglesia ponga por la oración toda su esperanza en su único Salvador, Jesucristo.

Así pues, para acrecentar en todos esta actitud de ánimo humillado y suplicante, el Papa, en la bula Salutaria (1280), ordena que en todas las misas, después del Pax Domini y antes del Agnus Dei, postrados tanto el celebrante como los fieles, se recite el salmo 122, Vamos a la Casa del Señor, y después del triple Kyrie eleison y el Pater noster, se recen a coro estos versículos:

–Salva, Señor, al rey. –Y escúchanos en el día en que te invocamos. –Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad. –Gobiérnalo y exáltalo para siempre. –Hágase la paz por tu poder. –Y haya abundancia en tu ciudad. –Señor, escucha mi oración. –Y mi clamor llegue hasta ti. –El Señor esté con vosotros. –Y con tu espíritu.

Oremos. Oh Señor, concede, aplacado, a tus fieles la indulgencia y la paz, para que sean purificados de sus culpas y puedan servirte con la mente limpia. Amén.

El Papa concedía diez días de indulgencia a cuantos fieles participaran en este santo rito.

Fuente: Oraciones de la Iglesia en tiempos de aflicción por P. José María Iraburu



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