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La Parusía: la venida del Mesías y el advenimiento del Reino de Cristo en la tierra

El tema de la Parusía es el más trascendental e importante de toda la Sagrada Escritura. A través de toda la Revelación, Dios ha ido anunciando y preparando dos acontecimientos fundamentales para la historia de la salvación: la venida del Mesías y el advenimiento del Reino de Cristo en la tierra. Este es un trabajo de Luis Eduardo López Padilla.

En el Antiguo Testamento, las dos venidas del Mesías estaban profetizadas conjuntamente, de manera que por momentos no se distinguía la primera de la segunda.

Por su parte, en el Nuevo Testamento se anuncia repetidamente la vuelta del Mesías en Poder y Majestad, como Rey y Juez. A este acontecimiento se le conoce como Parusía, que en griego significa “presencia” o “manifestación”, y es el tema esencial del Apocalipsis.

Cuando se habla de la Parusía de ordinario se entiende sin más que nos estamos refiriendo a la Segunda Venida de Cristo, acontecimiento que es dogma de fe; pero aquí a la Parusía hay que darle una connotación mucho más amplia, puesto que no se reduce simplemente a un refulgente y único acontecimiento histórico en el que Jesucristo regresa en medio de las nubes para juzgar a los hombres y dar a cada quien lo suyo e iniciar la vida eterna en el cielo, sino que la Parusía abarca todo un largo tiempo en el que se inaugura a Plenitud el cumplimiento del Plan de Dios para con el género humano.

Primero en su etapa intrahistórica – dentro de la historia – con el Reino Milenario de Cristo en la tierra, que va a culminar cuando “Cristo entregue su reino al Padre, una vez habiendo sometido a sus pies a todos sus enemigos”, inaugurando entonces la etapa metahistórica – más allá de la historia – con la prolongación del Reino de Cristo en el cielo y que no tendrá fin.

Dicho en otras palabras, la Parusía expresa toda una larga época que comprende desde el inicio del llamado Día de la Ira de Yahvé, en la que se manifestará Su Justicia Divina en contra de las naciones en este mundo, hasta el establecimiento de la llamada Jerusalén Celestial, pasando por el castigo de la Gran Babilonia, el Milenio de Paz, en el que se establecerá el Reino de Dios plenamente en la tierra, dando lugar a lo que se conoce como la Nueva Jerusalén ya con la conversión total de los judíos, y también desde luego, la parte final del Milenio en la que habrá una declinación espiritual de tibieza por virtud de la suelta de Satanás hasta el día del Juicio Final.

En San Pablo encontramos la cita que nos anuncia claramente al momento de la Parusía. Dice así el Apóstol de los Gentiles: “Por lo que respecta a la venida de Nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con Él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestros ánimos, ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras, o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor. Que nadie os engañe de ninguna manera.” Ahora San Pablo va a explicar qué ha de suceder primero para que venga la Parusía. Dice: “Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de la perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamarse que él mismo es Dios…entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con el esplendor de su Parusía.” (2, 1 – 8)

El texto deja en claro que el reinado del Anticristo será derrotado por el soplo de su boca y el esplendor de su Parusía. Uno y otro acontecimiento – Anticristo y Parusía – están pues estrechamente unidos. Dicho en otras palabras: El mal acarreado por el Inicuo, será ahogado en la sobreabundancia del bien divino, que será la Parusía.

La Parusía pondrá fin al Misterio de la Iniquidad encabezado por el Anticristo, a través precisamente o por medio de la guerra que le va a hacer Jesucristo al Anticristo,  mediante la cual la tierra entera sufrirá lo que se conoce como el Día de la Cólera o Día de la Ira de Yahvé. Este castigo en el que el “Señor entrará en Juicio contra todas las Naciones” tendrá su principal cumplimiento con el castigo de la Gran Babilonia.

 

DÍA DE LA IRA DE YAHVÉ

Dice así el Apocalipsis en su capítulo 19 en el que empieza a describir la Parusía y seguidamente relata el exterminio de sus enemigos:

Y vi el cielo abierto:
en él un caballo blanco,
y el que lo monta se llama Fiel y Veraz,
y con justicia juzga y combate
sus ojos son como llama de fuego,
y en su cabeza hay muchas diademas;
lleva escrito un nombre
que nadie conoce sino él;
está vestido con un manto teñido de sangre,
y su nombre es “el Verbo de Dios…
de su boca sale una espada afilada
para herir con ella a las naciones;
él las pastoreará con cetro de hierro;
y él pisa el lagar del vino
que contiene el furor de la ira de Dios Omnipotente.
En el manto y en el muslo lleva escrito un nombre:
Rey de Reyes y Señor de Señores. ( 11 – 16)

Nótese que la Parusía inicia con la presencia de Cristo en la que va a “herir a las naciones con su espada afilada” y a pisar “el lagar del vino que contiene el furor de la ira de Dios Omnipotente”; es decir, antes de reinar como Rey de reyes y Señor de señores según confirma el texto, primero va a juzgar y a herir a las naciones.

Encontramos más adelante, en la misma visión, a la bestia  que está lista para hacerle la guerra a Dios Omnipotente:

Y vi a la bestia,
a los reyes y a sus ejércitos congregados
para hacer la guerra
contra el que iba montado en el caballo
y contra su ejército.
Pero la bestia fue apresada
y con ella el falso profeta
que en su presencia hacía prodigios,
con los que seducía a los que habían
recibido la marca de la bestia
y a los que habían adorado su imagen.
Los dos fueron arrojados vivos
al estanque del fuego que arde con azufre.
Los demás fueron muertos con la espada
que sale de la boca del que va montado en el caballo
y todas las aves se hartaron de sus carnes. (19, 19 – 21)

 

JUSTICIA Y MISERICORDIA

La Sagrada Escritura confirma que como consecuencia de la apostasía del hombre que llegará a su clímax con el reinado del Anticristo, Dios va a infligir un terrible castigo que está anunciado como el Gran Día de Yahvé. Aquí hará Juicio a las Naciones. Y ante este magno y terrible acontecimiento, muchos se cuestionan su realidad y aún legitimidad, preguntando cómo es posible que Dios siendo amor pueda castigar a tan gran escala.

El punto es que no se debe desconocer que la Justicia y la Misericordia de Dios son un mismo y solo atributo. Dios es infinitamente Justo por Su Misericordia y a su vez, es infinitamente Misericordioso por Su Justicia. No perdamos de vista que el pecado es la causa de todos los males que hay en el mundo; así, el sufrimiento, el dolor, la muerte, las desgracias de este mundo no son sino consecuencia de nuestros pecados. Dios no quiere castigarnos, pero Dios es Justo y juzga a cada quien según sus obras. Y de la misma manera que Dios no “perdonó” a su Hijo Jesucristo a morir en la cruz, siendo víctima inocente; igualmente Dios no perdonará a una humanidad que lejos de arrodillarse y pedir perdón con humildad, se ensoberbece y se empeña en rechazarlo. Aún así, la Justicia de Dios movida por Su Misericordia hará, por este castigo, que muchas almas se puedan salvar.

En suma, tengamos presente una vez más las palabras de Jesucristo camino a su crucifixión:“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos, porque si esto han hecho con el leño verde ¿qué no harán con el seco?.” (Lucas 23, 28 – 31). Si Jesucristo era el Cordero sin mancha, que no había cometido pecado, y fue molido por nuestros pecados y víctima de una terrible pasión y muerte, ¿qué será de nosotros que sí somos los verdaderos culpables?

 

JUICIO DE NACIONES

El Antiguo y Nuevo Testamento se refieren con claridad al Juicio de las Naciones que Dios va a desatar en el Día de su Cólera. He aquí algunas citas:

“Tiemblen todos los habitantes de la tierra porque se acerca el Día de Yahvé. Día de tinieblas y oscuridad.” (Joel: 2, 2)

“Cerca está el Día grande del Señor; Día de Ira es aquel, día de angustia y aflicción, día de devastación y tinieblas.” (Sofonías 1, 14 – 16)

“Yahvé estará a tu diestra, quebrantando reyes el Día de Su Ira. Juzgará las Naciones, llenando la región de cadáveres; aplastará cabezas en vasto campo y tomará venganza de la gente y castigará a los pueblos…” (Salmo 109, 5 – 6; 149, 7 – 9)

“El Señor entra en Juicio con las Naciones para juzgar a todos, para entregar a los impíos a la espada, palabra del Señor… vosotros los conoceréis al fin de los tiempos.” (Jeremías 25, 30; 30, 23)

“En la última parte de los días Él juzgará a las gentes… pues el Señor está irritado contra todas las naciones, airado contra el ejército de ellas… porque es el Día de la venganza de Yahvé, el año de hacer justicia a Sión.” (Isaías 34)

 

BATALLA DEL HARMAGEDÓN

Dentro del Día de Yahvé encontramos “la batalla del  Harmagedón”. Esta Guerra está preanunciada en el segundo sello – caballo rojo – y desarrollada en la sexta trompeta y la sexta copa. De esta copa, dice el texto así:

El sexto vertió su copa
sobre el gran río Eufrates,
y se secaron sus aguas
de modo que quedó preparado el camino
para los reyes de oriente.
Entonces vi tres espíritus inmundos como ranas
que salían de la boca del dragón,
de la boca de la bestia,
y de la boca del falso profeta.
Son espíritus demoníacos que hacen prodigios,
y se dirigen a los reyes de todo el orbe,
a fin de reunirlos para la batalla
del gran día del Dios ominpotente…
Y los reunió en el lugar llamado en hebreo
Harmagedón. (16, 12-14 y 16)

En el Día de Yahvé se combinarán, por permisión de Dios, tres tipos de castigos con origen diverso:

a.- las fuerzas cósmicas de la naturaleza;

b.- la acción diabólica y,

c.- la mano del hombre, teniendo lugar aquí la batalla del Harmagedón, que será desencadenada como hemos explicado al hablar de la sexta trompeta, por el Anticristo. Harmagedón – hoy día el Valle de Meggido – era para los hebreos el lugar típico de las batallas definitivas.

No se designa un lugar geográficamente específico; es el lugar simbólico en que serán desechadas para siempre las fuerzas del mal. Será la guerra de Oriente contra Occidente.

 

CONMOCIÓN DE LAS FUERZAS CÓSMICAS

Existen otros textos innumerables respecto al Día de la Ira de Yahvé que da inicio a su Parusía. Pero ahora queremos significar algunas citas que hacen referencia a cómo las fuerzas del cielo y del cosmos serán sacudidas al inicio de la Parusía, tal y como lo dice con claridad el libro del Apocalipsis.

Dice el Señor a través de Juan lo siguiente:

Y vi cuando abrió el sexto sello,
y se produjo un gran terremoto,
y el sol se puso negro como un saco de crin,
y la luna entera se puso como sangre;
y las estrellas del cielo cayeron a la tierra,
como deja caer sus higos
la higuera sacudida por un fuerte viento.
Y el cielo fue retirado
como un libro que se enrolla,
y todos los montes y las islas
fueron removidos de sus asientos…;
porque ha llegado el gran día de su cólera
y ¿quién podrá sostenerse? (6,12-14 y 17)

El inicio de la Parusía viene acompañado con un sacudimiento de las fuerzas cósmicas, que encuentra paralelo con lo que Jesucristo anunció en su “discurso esjatológico” y que ocurrirá inmediatamente después de la Gran Tribulación desencadenada por el Anticristo. Dice así:

“Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo, y las fuerzas de los cielos serán sacudidas” (Mateo 24, 20)

Entonces Jesucristo dice que las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Este texto encuentra también mayor claridad en textos del Antiguo Testamento:

Estalla, estalla la tierra, se hace pedazos la tierra, sacudida se bambolea la tierra, vacila la tierra como un beodo, se balancea…” (Isaías 24, 18 – 20)

Otro texto paralelo dice:

“Y retiembla la tierra, y da vueltas, por haberse cumplido…  los planes de Yahvé, de convertir la tierra de Babel en desolación sin habitantes.” (Jeremías 51, 29)

El profeta Joel dice al respecto:

“¡Tiemblen todos los habitantes del país porque llega el Día de Yahvé… Ante él tiembla la tierra, se estremecen los cielos, el sol y la luna se oscurecen, y las estrellas retraen su fulgor” (2, 1 – 2; 2, 10)

Queda pues debidamente sustentado en la Escritura que el Día de la Cólera o de Yahvé es el acto que inicia la manifestación refulgente de Cristo en la que va a herir a las Naciones, estableciendo su perfecta Justicia. La batalla del Harmagedón tiene lugar aquí. Asimismo, este Juicio viene acompañado por una conmoción  de las fuerzas cósmicas, tal y como lo describe literalmente la Escritura.

 

CAÍDA DE BABILONIA

Finalmente también vendrá el castigo de Babilonia, tal y como lo reitera Juan:

Cayó, cayó la gran Babilonia,
aquella que dio a beber
el vino del furor de su fornicación
a todas las naciones. (14, 8)

La Sagrada Escritura menciona a tres grandes Babilonias. La primera es la anunciada por los profetas como enemiga y opresora secular del pueblo de Israel. Esta Babilonia no es a la que se refiere el libro del Apocalipsis. La segunda Babilonia, atendiendo al llamado tipo de la profecía, no es otra que la Ciudad de Roma, la Roma de los Césares. Y en cuanto a la Babilonia propia de la profecía a la que Juan se refiere aquí, llamada el antitipo, se refiere a una gran ciudad capitalista, puerto de mar, ya sea Roma o Londres o Nueva York, o todas ellas juntas, o las principales urbes de Europa y América y que son asiento y promotoras de iniquidad, corrupción e idolatría. Es pues la gran Babilonia el origen de una civilización que está podrida hasta la médula. Una civilización bestial. Una urbe prostituida que va a ser destruida sin más.

Dice el texto:

La gran Babilonia fue recordada ante Dios
para darle a beber la copa del vino del furor de su ira. (16, 19)
Después de esto vi otro ángel
que bajaba del cielo, con gran poder,
y la tierra quedó iluminada con su claridad.
Y gritó con fuerte voz, diciendo:
Cayó, cayó la gran Babilonia
y se convirtió en morada de demonios,
en guarida de todo espíritu impuro
y en refugio de toda bestia inmunda y odiosa,
porque todas las naciones bebieron
del vino del furor de su lujuria,
los reyes de la tierra han fornicado con ella,
y con su desenfrenado lujo se han enriquecido
los mercaderes de la tierra. (18, 1 – 3)

Más adelante dice el texto lo siguiente:

¡Ay, ay, la gran ciudad,
Babilonia, la ciudad fuerte:
En una sola hora ha llegado tu condena …
Ay, ay, la gran ciudad,
la que vestía de lino,
púrpura y escarlata,
adornada con oro, piedras preciosas y perlas:
en una sola hora
han sido arrastradas tantas riquezas …
Ay, ay, la gran ciudad,
con cuya opulencia se enriquecieron todos los armadores de barcos:
en una sola hora ha sido arrasada! (18,10;16;17 y 19)

El furor de la ira de Dios es implacable contra la gran Babilonia, que además es asiento de la Gran Ramera, la religión prostituida, el cristianismo adulterado vaciado de su contenido sobrenatural y rellenado de espíritu de soberbia que invita al hombre a ser como Dios. Así la religión adulterada se pone al servicio de la política, de la potencia secular que será el instrumento del Anticristo. Y todo ello simboliza a la gran Babilonia.

Así lo confirma el propio vidente de Patmos:

Ven, te mostraré el castigo de la gran ramera,
la  que se sienta sobre muchas aguas.
Con ella han fornicado los reyes de la tierra,
y se han embriagado los habitantes de la tierra
con el vino de su lujuria.
Me condujo en espíritu al desierto,
y vi una mujer sentada
sobre una bestia roja,
llena de nombres blasfemos,
que tenía siete cabezas y diez cuernos.
La mujer estaba revestida
de púrpura y escarlata,
adornada con oro,
piedras preciosas y perlas.
Tenía en la mano un vaso de oro lleno de abominaciones
y de las inmundicias de su fornicación,
y escrito en su frente un nombre, un misterio:
La gran Babilonia, madre de las lascivas
y abominaciones de la tierra.
Y vi a la mujer ebria de la sangre de los santos
y de la sangre de los mártires de Jesús.
Al verla me admiré con gran asombro. (17, 1-6)

La visión antecedente nos presenta a la mujer que “fornica con los reyes de la tierra y que hizo beber del vino de su fornicación a los moradores de la tierra”. Esta mujer es la cabeza y vehículo de una religión adulterada, idolátrica, de una falsa iglesia y que está al servicio de una civilización babilónica que se ha prostituido con los poderes de este mundo, pues los pueblos de la tierra se embriagaron de ese vino, y es así, porque la mujer primero se embriagó de la sangre de los mártires.

En conclusión de lo dicho, la Parusía significará el fin de la civilización actual, civilización que se ha vuelto capaz de corromper a todo y a todos pues está de raíz totalmente corrompida. Es necesario una transformación del estado actual del hombre consigo mismo, con los demás, con la creación entera, y desde luego, con respecto a Dios. Este proceso de cambio radical  y profundo será operado de manera esencial mediante la Parusía de Cristo.

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La parusía es la fuente de certeza y de valor para el cristiano, por Benedicto XVI

El tema de la resurrección abre una nueva perspectiva, la de la espera de la vuelta del Señor, y por ello nos lleva a reflexionar sobre la relación entre el tiempo presente, tiempo de la Iglesia y del Reino de Cristo, y el futuro (éschaton) que nos espera, cuando Cristo entregará el Reino al Padre (cfr 1 Cor 15,24). Todo discurso cristiano sobre las realidades últimas, llamado escatología, parte siempre del acontecimiento de la resurrección: en este acontecimiento las realidades últimas ya han empezado y, en un cierto sentido, ya están presentes.

Probablemente en el año 52 san Pablo escribió la primera de sus cartas, la primera Carta a los Tesalonicenses, donde habla de esta vuelta de Jesús, llamada parusía, adviento, nueva y definitiva y manifiesta presencia (cfr 4,13-18). A los Tesalonicenses, que tienen sus dudas y problemas, el Apóstol escribe así: «si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús» (4,14). Y continua: «los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires» (4,16-17). Pablo describe la parusía de Cristo con acentos muy vivos y con imágenes simbólicas, pero que transmiten un mensaje sencillo y profundo: al final estaremos siempre con el Señor. Este es, más allá de las imágenes, el mensaje esencial: nuestro futuro es «estar con el Señor»; en cuanto creyentes, en nuestra vida nosotros ya estamos con el Señor; nuestro futuro, la vida eterna, ya ha comenzado.

En la segunda Carta a los Tesalonicenses, Pablo cambia la perspectiva; habla de acontecimientos negativos, que deberán preceder al final y conclusivo. No hay que dejarse engañar -dice- como si el día del Señor fuese verdaderamente inminente, según un cálculo cronológico: «Por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestros ánimos, ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor. Que nadie os engañe de ninguna manera» (2,1-3).

La continuación de este texto anuncia que antes de la llegada del Señor estará la apostasía y se revelará el no mejor identificado «hombre inicuo», el «hijo de la perdición» (2,3), que la tradición llamará después el Anticristo. Pero la intención de esta Carta de san Pablo es sobre todo práctica; escribe: «cuando estábamos entre vosotros os mandábamos esto: si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque nos hemos enterado de que hay entre vosotros algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo. A esos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan» (3, 10-12). En otras palabras, la espera de la parusía de Jesús no dispensa del trabajo en este mundo, sino al contrario, crea responsabilidades ante el Juez divino sobre nuestro actuar en este mundo. Precisamente así crece nuestra responsabilidad de trabajar en y para este mundo. Veremos lo mismo el próximo domingo en el Evangelio de los talentos, donde el Señor nos dice que ha confiado talentos a todos y el Juez nos pedirá cuentas de ellos diciendo: ¿Habéis traído fruto? Por tanto la espera de su venida implica responsabilidad hacia este mundo.

La misma cosa y el mismo nexo entre parusía – vuelta del Juez-Salvador – y nuestro compromiso en la vida aparece en otro contexto y con aspectos nuevos en la Carta a los Filipenses. Pablo está en la cárcel y espera la sentencia, que puede ser de condena a muerte. En esta situación piensa en su futuro estar con el Señor, pero piensa también en la comunidad de Filipos, que necesita a su padre, Pablo, y escribe: «para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger… Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; mas por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros. Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe, a fin de que tengáis por mi causa un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús, cuando yo vuelva a estar entre vosotros» (1, 21-26).

Pablo no tiene miedo a la muerte, al contrario: esta indica de hecho el completo ser con Cristo. Pero Pablo participa también de los sentimientos de Cristo, el cual no ha vivido para sí mismo, sino para nosotros. Vivir para los demás se convierte en el programa de su vida y por ello muestra su perfecta disponibilidad a la voluntad de Dios, a lo que Dios decida. Está disponible sobre todo, también en el futuro, a vivir en la tierra para los demás, a vivir por Cristo, a vivir por su presencia viva y así para la renovación del mundo. Vemos que este ser suyo con Cristo crea a gran libertad interior: libertad ante la amenaza de la muerte, pero libertad también ante todas las tareas y los sufrimientos de la vida. Estaba sencillamente disponible para Dios y realmente libre.

Y pasamos ahora, tras haber examinado los diversos aspectos de la espera de la parusía de Cristo, a preguntarnos: ¿cuáles son las actitudes fundamentales del cristiano hacia las realidades últimas: la muerte, el fin del mundo?

La primera actitud es la certeza de que Jesús ha resucitado, está con el Padre, y por eso está con nosotros, para siempre. Y nadie es más fuerte que Cristo, porque Él está con el Padre, está con nosotros. Por eso estamos seguros, liberados del miedo. Este era un efecto esencial de la predicación cristiana. El miedo a los espíritus, a los dioses, estaba difundido en todo el mundo antiguo. Y también hoy los misioneros, junto con tantos elementos buenos de las religiones naturales, encuentran el miedo a los espíritus, a los poderes nefastos que nos amenazan. Cristo vive, ha vencido a la muerte y ha vencido a todos estos poderes. Con esta certeza, con esta libertad, con esta alegría vivimos. Este es el primer aspecto de nuestro vivir hacia el futuro.

En segundo lugar, la certeza de que Cristo está conmigo. Y de que en Cristo el mundo futuro ya ha comenzado, esto da también certeza de la esperanza. El futuro no es una oscuridad en la que nadie se orienta. No es así. Sin Cristo, también hoy para el mundo el futuro está oscuro, hay miedo al futuro, mucho miedo al futuro. El cristiano sabe que la luz de Cristo es más fuerte y por eso vive en una esperanza que no es vaga, en una esperanza que da certeza y valor para afrontar el futuro.

Finalmente, la tercera actitud. El Juez que vuelve -es juez y salvador a la vez- nos ha dejado la tarea de vivir en este mundo según su modo de vivir. Nos ha entregado sus talentos. Por eso nuestra tercera actitud es: responsabilidad hacia el mundo, hacia los hermanos ante Cristo, y al mismo tiempo también certeza de su misericordia. Ambas cosas son importantes. No vivimos como si el bien y el mal fueran iguales, porque Dios solo puede ser misericordioso. Esto sería un engaño. En realidad, vivimos en una gran responsabilidad. Tenemos los talentos, tenemos que trabajar para que este mundo se abra a Cristo, sea renovado. Pero incluso trabajando y sabiendo en nuestra responsabilidad que Dios es el juez verdadero, estamos seguros también de que este juez es bueno, conocemos su rostro, el rostro de Cristo resucitado, de Cristo crucificado por nosotros. Por eso podemos estar seguros de su bondad y seguir adelante con gran valor.

Un dato ulterior de la enseñanza paulina sobre la escatología es el de la universalidad de la llamada a la fe, que reúne a judíos y gentiles, es decir, a los paganos, como signo y anticipación de la realidad futura, por lo que podemos decir que estamos sentados ya en el cielo con Jesucristo, pero para mostrar a los siglos futuros la riqueza de la gracia (cfr Ef 2,6s): el después se convierte en un antes para hacer evidente el estado de realización incipiente en que vivimos. Esto hace tolerables los sufrimientos del momento presente, que no son comparables a la gloria futura (cfr Rm 8,18). Se camina en la fe y no en la visión, y aunque fuese preferible exiliarse del cuerpo y habitar con el Señor, lo que cuenta en definitiva, morando en el cuerpo o saliendo de él, es ser agradable a Dios (cfr 2 Cor 5,7-9).

Finalmente, un último punto que quizás parece un poco difícil para nosotros. San Pablo en la conclusión de su segunda Carta a los Corintios repite y pone en boca también a los Corintios una oración nacida en las primeras comunidades cristianas del área de Palestina: Maranà, thà! que literalmente significa «Señor nuestro, ¡ven!» (16,22). Era la oración de la primera comunidad cristiana, y también el último libro del Nuevo testamento, el Apocalipsis, se cierra con esta oración: «¡Señor, ven!». ¿Podemos rezar también nosotros así? Me parece que para nosotros hoy, en nuestra vida, en nuestro mundo, es difícil rezar sinceramente para que perezca este mundo, para que venga la nueva Jerusalén, para que venga el juicio último y el juez, Cristo. Creo que si no nos atrevemos a rezar sinceramente así por muchos motivos, sin embargo de una forma justa y correcta podemos también decir con los primeros cristianos: «¡Ven, Señor Jesús!».

Ciertamente, no queremos que venga ahora el fin del mundo. Pero, por otra parte, queremos que termine este mundo injusto. También nosotros queremos que el mundo sea profundamente cambiado, que comience la civilización del amor, que llegue un mundo de justicia y de paz, sin violencia, sin hambre.

Queremos todo esto: ¿y cómo podría suceder sin la presencia de Cristo? Sin la presencia de Cristo nunca llegará realmente un mundo justo y renovado. Y aunque de otra manera, totalmente y en profundidad, podemos y debemos decir también nosotros, con gran urgencia y en las circunstancias de nuestro tiempo: ¡Ven, Señor! Ven a tu mundo, en la forma que tú sabes. Ven donde hay injusticia y violencia. Ven a los campos de refugiados, en Darfur y en Kivu del norte, en tantos lugares del mundo. Ven donde domina la droga. Ven también entre esos ricos que te han olvidado, que viven solo para sí mismos. Ven donde eres desconocido. Ven a tu mundo y renueva el mundo de hoy. Ven también a nuestros corazones, ven y renueva nuestra vida, ven a nuestro corazón para que nosotros mismos podamos ser luz de Dios, presencia suya. En este sentido rezamos con san Pablo: ¿Maranà, thà! «¡Ven, Señor Jesús»!, y rezamos para que Cristo esté realmente presente hoy en nuestro mundo y lo renueve.

Fuente: Intervención en la audiencia general de Benedicto XVI en ciudad del Vaticano, el miércoles 12 noviembre 2008.

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¿Se equivocó Jesús sobre el momento de su segunda venida?

Jesucristo responde a dos preguntas: cuándo ocurrirá la destrucción del Templo (que profetiza en Mt 24,2) y su Segunda Venida. Las dos cosas no tienen lugar en el mismo momento, pero según el conocimiento profético una es «tipo» (typós, figura) de la otra (antitypo), y Jesús las mezcla en su respuesta.

La objeción fue ya presentada en el siglo XIX por la llamada escuela de la «Teoría escatológica», o «Tesis de la escatología consecuente», de origen protestante liberal. Entre sus mentores hay que citar a los racionalistas W. Baldensperger, J. Weiss, W. Wrede, A. Schweitzer y A. Loisy. Puede leerse la argumentación y refutación de la misma en el clásico libro de Albert Lang, «Teología fundamental», Rialp, Madrid 1975, tomo I, p. 70 y siguientes.

Un excelente análisis de estos textos, desde el punto de vista escriturístico y apologético puede encontrarlo en L. de Grandmaison, Jesucristo, Editorial Litúrgica Española, Barcelona 1941, pp. 430-461 (se trata éste de uno de los libros más importantes que se han escrito sobre la persona y pensamiento de Jesucristo; ha sido publicado nuevamente este año 2000).

Si Usted lee bien los textos, Jesucristo responde a dos preguntas: cuándo ocurrirá la destrucción del Templo (que profetiza en Mt 24,2) y su Segunda Venida. Las dos cosas no tienen lugar en el mismo momento, pero según el conocimiento profético una es «tipo» (typós, figura) de la otra (antitypo). Jesucristo, pues, responde mezclando, como todos los profetas, ambas respuestas. Por eso, así como se refiere a dos acontecimientos distintos, así hay dos respuestas distintas, aunque unidas.

1) No pasará esta generación: la destrucción de Jerusalén y del Templo tuvo lugar durante la vida de la generación a la que Jesús hablaba. De hecho, según cuenta Eusebio de Cesarea, recordando estas palabras de Cristo, los cristianos de Jerusalén al escuchar hablar del avance romano cerca del año 70, huyeron a los montes y se salvaron (y extendieron la fe cristiana); en cambio, los judíos confiaron que podrían resistir y sucumbieron en el monstruoso asedio de Jerusalén o quedaron esclavizados después de él.

2) Parte de las palabras de este discurso se refiere al fin del mundo. De este dice claramente Jesús que nadie sabe ni el día ni la hora en que ocurrirá, ni siquiera los ángeles ni siquiera «el Hijo» (expresión ésta que significa que el Hijo no puede tomar la iniciativa de manifestarlo, como indica el término «conocer» que tiene un sentido práctico). Para más detalles puede ver el detallado comentario de Manuel de Tuya, «Biblia Comentada», B.A.C., Madrid, 1974; tomo II, págs. 514-536.

Le transcribo parte del comentario del teólogo que en Argentina más estudió el tema escatológico: «Cristo juntó la Primera con la Segunda Profecía –y esto es una gravísima dificultad de este paso del Evangelio– o mejor dicho, hizo de la Primera el typoo emblema de la Segunda. Los Apóstoles le preguntaron todo junto; y El respondió todo junto. ‘Dinos cuándo serán todas esas cosas y qué señales habrá de tu Venida y la consumación del siglo…’. ‘Todas estas cosas’ eran para ellos la destrucción de Jerusalén –a la cual había aludido Cristo mirando al Templo– y el fin del mundo; pues creían erróneamente que el Templo habría de durar hasta el fin del mundo. Hubiese sido muy cómodo para nosotros que Cristo respondiera: ‘Estáis equivocados; primero sucederá la destrucción de Jerusalén y después de un largo intersticio el fin del mundo; ahora voy a daros las señales del fin de Jerusalén y después las del fin del mundo.’ Pero Cristo no lo hizo así; comenzó un largo discurso en que dio conjuntamente los signos precursores de los dos grandes Sucesos, de los cuales el uno es figura del otro; y terminó su discurso con estas dificultosísimas palabras:

‘Palabra de honor os digo que no pasará esta generación

Sin que todas estas cosas se cumplan…

Pero de aquel día y de aquella hora nadie sabe.

Ni siquiera los Ángeles del Cielo. Sino solamente el Padre.’

La impiedad contemporánea –siguiendo a la llamada escuela escatológica, fundada por Johann Weis en 1900– saca de estas palabras una objeción contra Cristo, negando en virtud de ellas que Cristo fuese Dios y ni siquiera un Profeta medianejo: porque ‘se equivocó’: creía que el fin del mundo estaba próximo, en el espacio de su generación, ‘a unos 40 años de distancia’. Según Johann Weis y sus discípulos, el fondo y médula de toda la prédica de Cristo fue esa idea de que el mundo estaba cercano a la Catástrofe Final, predicha por el Profeta Daniel; después de la cual vendría una especie de restauración divina, llamada el Reino de Dios; y que Cristo fue un interesante visionario judío; pero tan Dios, tan Mesías, y tan Profeta como yo y usted.

El único argumento que tienen para barrer con todo el resto del Evangelio –donde con toda evidencia Cristo supone el intersticio entre su muerte y el fin del mundo, tanto en la fundación de su Iglesia, como en varias parábolas– son esas palabras; ‘no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla’, las cuales se cumplieron efectivamente con la destrucción de Jerusalén.

–Pero no vino el fin del mundo.

–Del fin del mundo, añadió Cristo que no sabemos ni sabremos ja­más el día ni la hora.

–Pero ¿por qué no separó Cristo los dos sucesos, si es que conocía el futuro, como Dios y como Profeta?

–Por alguna razón que Él tuvo, y que es muy buena aunque ni usted ni yo la sepamos. Y justamente quizá por esa misma razón de que fue profeta: puesto que así es el estilo profético.

–¿Cuál? ¿Hacer confusión?

–No; ver en un suceso próximo, llamado typo, otro suceso más re­moto y arcano llamado antitypo; y así Cristo vio por transparencia en la ruina de Jerusalén el fin del ‘siglo’; y si no reveló más de lo que aquí está, es porque no se puede revelar, o no nos conviene.

La otra dificultad grave que hay en este discurso es que por un lado se nos dice que no sabremos jamás ‘el día ni la hora’ del Gran Derrumbe, el cual será repentino ‘como el relámpago’; y por otro lado se pone Cristo muy solícito a dar señales y signos para marcarlo, cargando a los suyos de que anden ojos abiertos y sepan conocer los ‘signos de los tiempos’, como conocen que viene el verano cuando reverdece la higuera. ¿En qué quedamos? Si no se puede saber ¿para qué dar señales?

No podremos conocer nunca con exactitud la fecha de la Parusía, pero podremos conocer su inminencia y su proximidad. Y así los primeros cristianos, residentes en Jerusalén hacia el año 70, conocieron que se verificaban las señales de Cristo, y siguiendo su palabra: ‘Entonces, los que estén en Judea huyan a los montes; y eso sin detenerse un momento’ se refugiaron en la aldea montañosa de Pella y salvaron, de la horripilante masacre que hicieron de Sión las tropas de Vespasiano y Tito, el núcleo de la primera Iglesia…» (Leonardo Castellani, «El Evangelio de Jesucristo»).

Fuente: «El Teólogo Responde» del IVE. Responde el P. Miguel Ángel Fuentes, V.E.

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La misión encomendada a la Santísima Virgen María en los Últimos Tiempos

En el punto culminante de la revelación sobre los últimos tiempos, Dios manifiesta la misión encomendada a la Santísima Virgen María (Apocalipsis: 11:15-19; 12: 1-2 y 10):

“Tocó el séptimo Ángel. Entonces sonaron en el cielo fuertes voces que decían: «Ha llegado el reinado sobre el mundo de nuestro Señor y de su Cristo; y reinará por los siglos de los siglos». Y los veinticuatro Ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios diciendo: «Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, Aquel que es y que era porque has asumido tu inmenso poder para establecer tu reinado. Las naciones se habían encolerizado; pero ha llegado tu cólera y el tiempo de que los muertos sean juzgados, el tiempo de dar la recompensa a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, pequeños y grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra». Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el Arca de su Alianza en el Santuario, y se produjeron relámpagos, y fragor, y truenos, y temblor de tierra y fuerte granizada.

Y una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz (…) Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo…»”.

A lo largo de toda la historia de la Iglesia hubo quienes se ocuparon de recordar y destacar que María Santísima es “el Gran Signo de Dios sobre la tierra”.

Entre aquellos que han enseñado y predicado la misión providencial de la Madre de Dios se destaca San Luís Maria Grignion de Montfort.

Este enamorado de María nació en 1673 y murió en 1716; fue un valiente defensor de la fe católica, un predicador elocuente de la Cruz y del Rosario, un devoto esclavo de Jesús en María y un propagador infatigable de la esclavitud mariana.

En su admirable Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, el santo misionero anuncia, con acentos de profeta, que pronto el Reino de Jesús por María se establecerá en las almas:

[113] “Hoy me siento más que nunca animado a creer y esperar aquello que tengo profundamente grabado en el corazón y que vengo pidiendo a Dios desde hace muchos años, a saber, que tarde o temprano, la Santísima Virgen tenga más hijos, servidores y esclavos de amor que nunca y que, por este medio, Jesucristo, reine como nunca en los corazones.”

[114] “Preveo claramente que muchas bestias rugientes llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha servido para redactarlo o sepultar, al menos, estas líneas en las tinieblas o en el silencio de un cofre, a fin de que no sea publicado. Atacarán, incluso, a quienes lo lean y pongan en práctica. Pero, ¡qué importa! ¡Tanto mejor! ¡Esta perspectiva me anima y hace esperar un gran éxito, es decir, la formación de un escuadrón de aguerridos y valientes soldados de Jesús y de María, de uno y otro sexo, que combatirán al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida, en los tiempos como nunca peligrosos que van a llegar! «¡Qué el lector comprenda!» «¡Entiéndalo el que pueda!»”

La profecía concerniente al Tratado de la Verdadera Devoción se cumplió al pie de la letra: en efecto, sólo en 1824 el manuscrito fue recuperado del fondo de un cofre donde se hallaba enterrado.

El oráculo debe cumplirse también respecto de la extensión del Reino de María…

¿Qué tiempo ha sido más peligroso para la Iglesia y para las almas que el nuestro? Por todas partes el error y la mentira llevan a cabo una batalla sacrílega contra la Verdad.

Pero, contra la apostasía generalizada, la piedad y la devoción marianas se desarrollan, y las palabras de la Sagrada Escritura cobran una tangible realidad: “Un Gran Signo apareció en el cielo”.

Sí, vivimos en plena época de actividad mariana. La Santísima Virgen María está intentando con su intervención forzar a sus hijos a rectificar el camino de apostasía emprendido por la humanidad.

Algunos intérpretes ven en el Arca de la Alianza a la Santísima Virgen María (Foederis Arca) visible en la tierra en los últimos tiempos. Puede significar sus apariciones, su devoción aumentada, la definición dogmática de sus glorias, privilegios y prerrogativas… o mejor, todo ello junto.

 

MANIFESTACIÓN DE MARÍA, LOS ÚLTIMOS TIEMPOS Y LA PARUSÍA

Según la tesis de San Luís Maria Grignion, la manifestación de la Santísima Virgen estaba reservada para los últimos tiempos, como él lo afirma claramente en el Tratado de la Verdadera Devoción:

[49] “Por María ha comenzado la salvación del mundo y por María debe ser consumada. María casi no ha aparecido en el primer advenimiento de Jesucristo… Pero, en el segundo María debe ser conocida y revelada mediante el Espíritu Santo, a fin de hacer por Ella conocer, amar y servir a Jesucristo”.

[50] “Dios quiere, pues, revelar y descubrir a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos”.

San Luís María pone estos últimos tiempos en relación con la Parusía o Segunda Venida de Nuestro Señor:

[50] “Dios quiere, pues, revelar y manifestar a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos (…) porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de Justicia, Jesucristo, y por lo mismo, debe ser conocida y manifestada, si queremos que Jesucristo lo sea (…) porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez y lo será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente (…) porque María debe resplandecer más que nunca en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia (…) porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces «como un ejército en orden de batalla» sobre todo en estos últimos tiempos, porque el diablo sabiendo que le queda poco tiempo y menos que nunca para perder a las gentes, redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará en breve crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los demás.”

Estos últimos tiempos están relacionados por el Santo con la plena manifestación de la Santísima Virgen y con el Anticristo, y no con una época más remota; en efecto, San Luís dice:

[51] “Es principalmente de estas últimas y crueles persecuciones del diablo, que aumentarán todos los días hasta el reinado del Anticristo, de las que se debe entender esta primera y célebre predicción y maldición de Dios, lanzada en el paraíso terrenal contra la serpiente: «Yo pondré enemistades entre tí y la mujer, y tu raza y la suya; ella misma te aplastará la cabeza y tú pondrás asechanzas a su talón»” (Gén. 3:15)

Cuando el Santo escribía estas cosas pensaba que ocurrirían próximamente, y no como algo perdido en la lejanía de los tiempos venideros de la historia; podemos confirmarlo en el texto siguiente:

[47] “He dicho que esto acontecerá especialmente hacia el fin del mundo y muy pronto”

La Verdadera Devoción marial tiene una connotación apocalíptica esencial; separarlas equivale a adulterar el mensaje de San Luís y a desnaturalizar la esclavitud mariana.

San Luís María comienza su Tratado relacionando sin ninguna duda el Reino de Jesucristo y su Parusía con la devoción a la Santísima Virgen:

[1] “Por la Santísima Virgen Jesucristo ha venido al mundo y también por Ella debe reinar en él”

[13] “La divina María ha estado desconocida hasta aquí, que es una de las razones por qué Jesucristo no es conocido como debe serlo. Si, pues, como es cierto, el conocimiento y el Reino de Jesucristo llegan al mundo, ello no será sino continuación necesaria del conocimiento y del Reino de la Santísima Virgen, que lo dio a la luz la primera vez y lo hará resplandecer la segunda”

San Luís María precisa, pues, la connotación íntima entre los últimos tiempos y la devoción mariana: la manifestación de la Virgen María es para el santo un hecho que señala claramente los tiempos apocalípticos, los últimos, de los cuales nos hablan las Sagradas Escrituras.

Ahora bien, todas las apariciones marianas a partir del siglo XIX constituyen un mensaje celeste para advertirnos de que estamos indudablemente en los últimos tiempos, en el fin de los tiempos, que presagian la Segunda Venida de Jesucristo.

A partir de 1830, en París, asistimos a una serie de apariciones de Nuestra Señora; este hecho prueba, de manera irrefutable, que nos encontramos en los últimos tiempos descriptos por el Apocalipsis que, como indica San Luís María, están reservados para la verdadera devoción mariana.

Con la aparición de La Salette, en 1846, Nuestra Señora deja un mensaje netamente apocalíptico, en el cual se anuncia el eclipse de la Iglesia y la perdida de la fe, incluso en Roma, que no sólo perderá la fe, sino que llegará a ser la sede del Anticristo.

 

FÁTIMA Y EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

El secreto de Fátima, comunicado a los tres videntes el 13 de julio de 1917, concluye por una promesa que nos establece en una gran esperanza. En efecto, la Virgen Inmaculada anuncia que el terrible combate de los últimos tiempos llega a una etapa crucial en 1960, pero que terminará por la victoria final de su Corazón Inmaculado.

Si bien la conclusión del Secreto no anuncia de una manera explícita que el triunfo del Corazón Inmaculado será de orden universal, todo el contexto lo implica indudablemente. El Secreto tiene, en efecto, de una punta a la otra, un alcance mundial.

En el texto, la palabra “mundo” se repite cuatro veces:

Es “en el mundo” que Dios quiere establecer la devoción al Corazón Inmaculado de María.

Si no obedecen a los pedidos de Nuestra Señora, es “el mundo” que será castigado por Dios a causa de sus crímenes.

Es “a través del mundo” que Rusia expandirá sus errores.

Es finalmente “al mundo” que será dado un cierto tiempo de paz.

Por lo tanto, cuando Nuestra Señora anuncia solemnemente “Al fin mi Corazón Inmaculado triunfará”, se trata de un triunfo universal.

El culto de este dulce y tierno Corazón Inmaculado preparará la instauración del Reino glorioso del Sagrado Corazón de Jesús en toda la tierra.

Esto es lo que enseña, con claridad y fuerza, San Luís María Grignion de Montfort, el profeta de la victoria de María en el gran combate de los últimos tiempos, cuya inminencia prevé.

El santo asocia, no solamente la manifestación y el conocimiento de María a la Segunda Venida de Nuestro Señor, sino también que ésta tiene por finalidad hacer reinar a Jesucristo sobre la tierra:

[158] “Y si mi amable Jesús viene, en su gloria, por segunda vez a la tierra (como es cierto) para reinar en ella, no elegirá otro camino para su viaje que la divina María, por la cual tan segura y perfectamente ha venido por primera vez. La diferencia que habrá entre su primera venida y la última, es que la primera ha sido secreta y escondida, la segunda será gloriosa y resplandeciente; pero ambas serán perfectas, porque las dos serán por María. ¡Ay! He aquí un misterio incomprensible: «Hic taceat omnis lingua» (Calle aquí toda lengua)”

Esta idea la encontramos también en el número 13, que ya hemos citado:

[13] “Si, pues, como es cierto, el conocimiento y el Reino de Jesucristo llegan al mundo, ello no será sino continuación necesaria del conocimiento y del Reino de la Santísima Virgen, que lo dio a la luz la primera vez y lo hará resplandecer la segunda”

En su libro El Secreto de María, el Santo pone magistralmente la devoción mariana en relación con la Segunda Venida y el Reino de Cristo:

[58] “Así como por María vino Dios al mundo la vez primera en humildad y anonadamiento, ¿no podría también decirse que por María vendrá la segunda vez, como toda la Iglesia lo espera, para reinar en todas partes y juzgar a los vivos y a los muertos? Cómo y cuándo, ¿quién lo sabe? Pero yo bien sé que Dios, cuyos pensamientos se apartan de los nuestros más que el cielo de la tierra, vendrá en el tiempo y en el modo menos esperados de los hombres, aun de los más sabios y entendidos en la Escritura Santa, que está en este punto muy oscura”.

[59] “Pero todavía debe creerse que al fin de los tiempos, y tal vez más pronto de lo que se piensa, suscitará Dios grandes hombres llenos del Espíritu Santo y del espíritu de María, por los cuales esta divina Soberana hará grandes maravillas en la tierra, para destruir en ella el pecado y establecer el reinado de Jesucristo, su Hijo, sobre el corrompido mundo; y por medio de esta devoción a la Santísima Virgen, que no hago más que descubrir a grandes rasgos, empequeñeciéndola con mi miseria, estos santos personajes saldrán con todo”.

El pensamiento del Santo es claro y su expresión también: por María llegará el Reino de Jesús, al fin de los tiempos, después de su Parusía.

Para San Luís Maria el triunfo es por la Parusía y por intermedio de la Virgen. Basta recordar lo que dice insistentemente:

[13] “Si, pues, como es cierto, el conocimiento y el Reino de Jesucristo llegan al mundo, ello no será sino continuación necesaria del conocimiento y del Reino de la Santísima Virgen, que lo dio a la luz la primera vez y lo hará resplandecer la segunda”.

San Luís María identifica Parusía y Reino de Cristo.

Recordemos la Oración abrasada, que es eminentemente apocalíptica:

“Acordaos, Señor, de esta Comunidad en los efectos de vuestra justicia. Es tiempo de hacer lo que habéis prometido hacer. Vuestra divina ley es transgredida; vuestro Evangelio abandonado; los torrentes de iniquidad inundan toda la tierra y hasta arrastran a vuestros servidores; toda la tierra está desolada; la impiedad está sobre el trono; vuestro santuario es profanado, y la abominación está hasta en el lugar santo. ¿Dejaréis todo, así, en el abandono, justo Señor, Dios de las venganzas? ¿Llegará a ser todo, al fin, como Sodoma y Gomorra? ¿Os callaréis siempre? ¿No es preciso que vuestra voluntad se haga en la tierra como en el cielo, y que venga vuestro reino? ¿No habéis mostrado de antemano a algunos de vuestros amigos una futura renovación de vuestra Iglesia? ¿No deben los judíos convertirse a la verdad? ¿No es eso lo que la Iglesia espera? ¿No Os claman justicia todos los santos del cielo: vindica? ¿No Os dicen todos los justos de la tierra: Amen, veni Domine? Todas las criaturas, hasta las más insensibles, gimen bajo el peso de los innumerables pecados de Babilonia, y piden vuestra venida para restablecer todas las cosas”

Es totalmente claro que el triunfo debe venir por la intervención de Jesucristo en su Parusía.

Esto excluye el triunfo antes de la Parusía; porque, además, el triunfo es el Reino de Cristo sobre la tierra, después de la Segunda Venida.

El Santo identifica en sus escritos Parusía – Triunfo – Reino.

Quien no comprenda que San Luís enseña esto, no comprende nada sobre la doctrina del Santo.

 

LA PROMESA DEL TRIUNFO UNIVERSAL DEL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

El mensaje de Fátima nos enseña que en el momento de la gran apostasía será la devoción a la Santísima Virgen, y más precisamente la práctica de la reparación a su Corazón Inmaculado, que los purificara a todos del veneno del error y de las seducciones de Satán, y que los conducirá a Dios.

El Padre Maximiliano Kolbe, sin saber nada, aparentemente, de las apariciones de Fátima, conocía la misión que Dios ha confiado a la Virgen Inmaculada en el combate apocalíptico:

“Nuestra época es la época de la Inmaculada. La serpiente levanta la cabeza sobre toda la tierra; pero la Inmaculada va a aplastarla por victorias decisivas, bien que él no cesa de acechar a su talón.
Bajo el estandarte de la Inmaculada se librará una gran batalla, y nosotros haremos ondular sus estandartes en las fortalezas del Príncipe de tinieblas.
Entonces las herejías y los cismas se extinguirán, y los pecadores empedernidos, gracias a la Inmaculada, volverán a Dios, a su Corazón lleno de amor, y todos los paganos se harán bautizar.
De este modo se cumplirá lo que Santa Catalina Labouré
(a quien la Inmaculada reveló la Medalla Milagrosa) había previsto, es decir, que la Inmaculada será la «Reina del mundo entero» y «de cada uno en particular»”.

El Reverendo Padre Emmanuel escribía en diciembre 1880:

“Muchas veces usted habrá escuchado que se dice que «un día sigue a otro día sin que se parezcan»; pues bien, yo le digo que «muchas veces las horas se parecen sin que se sigan».
Debemos ante todo velar, como en aquella «hora» de la cual habla Jesús. Un cierto día, a una cierta hora, las tinieblas reinaban sobre la tierra, y hombres de tinieblas llevaban a cabo obras de tinieblas… Nuestro Señor les dijo: «Esta es vuestra hora, la hora del poder de las tinieblas».
Aquella hora pasó hace ya muchos siglos y, sin embargo, la hora presente tiene con ella muchas semejanzas.
Aquella fue la hora de la traición, esta es la hora de la mentira. La hora presente es la hora en que la fe se calla. Cuando la palabra pertenece a la mentira, la verdad permanece en silencio.
Las tinieblas de la hora presente nos hacen desear vivamente los esclarecimientos de la luz de arriba, y nada aparece. El sol está lejos de nosotros, la luna está velada, las estrellas están eclipsadas y puede ser que caigan del cielo; es la noche.
Puede ser que usted me pregunte: «¿Qué hace, mientras tanto Nuestra Señora de la Santa Esperanza?»
Ella relee su historia en un viejo libro, el libro de Job. Allí leemos estas palabras: «Lámpara despreciada por los ricos, preparada para el tiempo establecido» (12: 5).
«Lámpara». Nada más necesario en las horas de tinieblas. Demos gracias a Dios que nos ha proporcionado una lámpara para las horas trágicas que atravesamos.
«Lámpara despreciada». No tenida en cuenta, desconocida.
«Despreciada por los ricos». Incluso hay algunos que no se atreven a pronunciar su Nombre.
«Preparada». Ella espera… aguarda la hora marcada.
«Preparada para el tiempo establecido». Ese tiempo no es este tiempo, aquella hora no es esta hora. Esta hora pasará, y aquella hora llegará.
Debemos tener paciencia respecto de esta hora presente, y tenemos que obtener esperanza para aquella otra futura, que no tardará en llegar.
Seamos, más que nunca, fieles hijos de Nuestra Señora de la Santa Esperanza.”

Por lo tanto, mientras la noche de la “desorientación diabólica” se espesa, las palabras de la Virgen María resplandecen en nuestro cielo como una estrella: “Al fin, mi Corazón Inmaculado triunfará”

La serpiente infernal será irreversiblemente derribada, su cabeza aplastada.

 

PROMESA IRREVOCABLE, INCONDICIONAL

De este modo, Nuestra Señora no nos ha dado una vaga e incierta promesa de victoria final, sino que ha indicado con precisión los acontecimientos maravillosos que suscitarán y establecerán el Reino Universal de su Corazón Inmaculado.

Sí, esta hora llegará, y nosotros podemos adelantarla respondiendo plenamente, por lo que toca a nuestra parte, a los pedidos de Nuestra Señora: la recitación cotidiana del Rosario y de las oraciones enseñadas por el Ángel y por la Virgen María; práctica de la Comunión reparadora de los Primeros Sábados; porte del Escapulario de Nuestra Señora del Monte Carmelo como signo de nuestra consagración a su Corazón Inmaculado.

Concluyamos con San Luís María:

[217] “El alma de María estará en ti para glorificar al Señor y su espíritu su alborozará por ti en Dios, su Salvador, con tal que permanezcas fiel a las prácticas de esta devoción. «Que el alma de María more en cada uno para engrandecer al Señor, que el espíritu de María permanezca en cada uno para regocijarse en Dios».
¡Ay! ¿Cuándo llegará ese tiempo dichoso, dice un santo varón de nuestros días, ferviente enamorado de María, cuándo llegará ese tiempo dichoso en que Santa María sea restablecida como Señora y Soberana en los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su excelso y único Jesús?
¿Cuándo respirarán las almas a María como los cuerpos respiran el aire? Cosas maravillosas sucederán entonces en la tierra, donde el Espíritu Santo al encontrar a su Esposa como reproducida en las almas vendrá a ellas con abundancia de sus dones y las llenará de ellos, especialmente del de sabiduría, para realizar maravillas de gracia. ¿Cuándo llegará, hermano mío, ese tiempo dichoso, ese siglo de María, en el que muchas almas escogidas y obtenidas del Altísimo por María, perdiéndose ellas mismas en el abismo de su interior, se transformarán en copias vivientes de la Santísima Virgen, para amar y glorificar a Jesucristo? Ese tiempo sólo llegará cuando se conozca y viva la devoción que yo enseño: «Ut adveniat regnum tuum, adveniat regnum Mariæ!» «¡Señor, a fin de que venga tu reino, que venga el reino de María!»”

Fuente: Es la hora de María

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¿A donde van los niños muertos sin bautizar?

Una comisión teológica internacional reunida publicó en el 2007, con la revisión de Benedicto XVI, un texto que dice que Dios puede dar la gracia del bautismo sin que se administre el sacramento, «y este hecho se puede aplicar específicamente cuando la administración del bautismo sea imposible».

Ver el santuario del «respiro temporal» aquí NUESTRA SEÑORA DE AVIOTH, FRANCIA ( 16 DE JULIO). Y también los posts bajo el rótulo .

El problema es compaginar, por un lado, la infinita misericordia de Dios, que no puede excluir de la salvación eterna a los pequeños que no han cometido pecados personales; y por otro, la enseñanza fundamental de la existencia del pecado original y la necesidad del bautismo para su remisión.

El documento de la Comisión teológica internacional titulado “La esperanza de salvación para los niños que mueren sin el bautismo”, discutido por la Comisión teológica internacional después de dos reuniones generales, en 2005 y 2006 y publicado con el “consentimiento” del Papa Benedicto XVI en 2007, observa que la enseñanza de que el bautismo es necesario para la salvación precisa ser entendida en el sentido de que fuera de Cristo no hay salvación.

La Comisión advierte que este planteamiento teológico, un nuevo modo de entender que se ha ido desarrollando en los últimos decenios, no se puede usar para negar la necesidad del bautismo a los niños o para retrasarlo. En realidad, «son razones para esperar que Dios salvará a esos niños, precisamente porque no fue posible hacer por ellos lo que hubiera sido lo más deseable, bautizarlos en la fe de la Iglesia e incorporarlos al cuerpo de Cristo».

ESPERANZA PARA LOS NIÑOS MUERTOS SIN BAUTIZAR
Padre Fernando Pascual L.C.

El tema del limbo de los niños tiene una importancia enorme, sobre todo para los millones de padres de familia que han visto morir a un hijo muy pequeño (antes o después de nacer) sin haberle podido ofrecer el don del bautismo.

La doctrina del limbo había sido elaborada, durante siglos, a partir de una serie de verdades fundamentales de la fe católica, pero con conclusiones que no parecían suficientemente claras.

Para profundizar en este tema fue publicado en la primavera de 2007 un Documento de la Comisión teológica internacional titulado “La esperanza de salvación para los niños que mueren sin el bautismo”. El Documento había sido discutido por la Comisión teológica internacional después de dos reuniones generales, en 2005 y 2006. Posteriormente, el Cardenal William Levada, presidente de la Comisión, con el “consentimiento” del Papa Benedicto XVI, aprobó la publicación del texto.

A partir de ahora lo citaremos como “La esperanza de salvación…” indicando el número del parágrafo usado. Hay que aclarar que este Documento no puede ser considerado en todas sus partes como un acto del magisterio, si bien ofrece continuas referencias a textos de la Escritura, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia.

El fin del Documento es claro: ofrecer una reflexión sobre el tema del limbo especialmente para aquellos padres de familia que han perdido un hijo (antes o después de nacer, cf. “La esperanza de salvación…” n. 68) sin haberlo podido bautizar, y que desean saber si su hijo llegará o no al cielo, si gozará de la visión de Dios.

El Documento tiene tres partes y 103 parágrafos. En la primera parte ofrece una historia de la doctrina teológica (que nunca había llegado a ser dogma de fe) sobre el limbo y la situación en la que se encontraba antes y después del Concilio Vaticano II. En la segunda parte profundiza en los principios teológicos y dogmáticos que han de ser tenidos presentes para continuar la reflexión sobre el tema y para explorar si tiene sentido seguir hablando del limbo. En la tercera parte se elabora una respuesta conclusiva y se muestran los motivos de esperanza que existen para pensar que la salvación de Cristo también llega, por caminos que no conocemos, a estos niños: podemos esperar que alcanzan, también ellos, la visión beatífica.

Es importante darnos cuenta de que no estamos ante un tema puramente especulativo, pues toca a millones de familias en todo el planeta: ¿qué será de este niño concreto, de este hijo que falleció cuando era muy pequeño, tal vez cuando era sólo un embrión o un feto, o al poco tiempo de nacer, y sin haber recibido el bautismo?
Encontrar una respuesta es posible sólo si tenemos presentes tres verdades profundas que conocemos desde nuestra fe cristiana, y que afectan la vida de todos los seres humanos. Tales verdades, presentadas de modo sintético (cf. “La esperanza de salvación…” n. 32), son las siguientes:

1. Dios quiere que todos los hombres se salven, según el texto conocido de 1Tm 2,4 (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 43-52).
2. La salvación es dada sólo a través de la participación en el misterio pascual de Cristo, es decir, por medio del bautismo (sacramental o recibido de alguna otra forma). Nadie puede salvarse (ni siquiera los niños que aún no tienen ninguna culpa personal) sin la gracia de Dios, en la que, en cierto modo, se incluye una relación explícita o implícita con la Iglesia (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 57-67, 82, 99).
3. Los niños no pueden entrar en el Reino de Dios si no han sido liberados del pecado original a través de la gracia redentora de Cristo (cf. “La esperanza de salvación…” n. 36)
.

Durante siglos, la Iglesia católica de rito latino ha reflexionado sobre estas verdades con la ayuda de las ideas de san Agustín. Agustín, en su polémica con Pelagio, pensaba que los niños muertos sin bautismo no podían alcanzar el cielo por no haber sido purificados del pecado original (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 15-18).

Las propuestas agustinianas han cuajado, a lo largo de los siglos, en la idea del limbo de los niños, un lugar en el que se encontrarían las almas de los niños muertos sin bautizar. En el limbo no habría castigos o serían mínimos (pues esos niños no han cometido ninguna culpa personal), pero quienes allí estuvieran destinados no podrían gozar de la visión de Dios que es propia de quienes ya están en el cielo (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 19-24).

La idea del limbo para los niños llegó a convertirse en una doctrina católica común, enseñada durante siglos a los fieles, hasta mediado el siglo XX. Sin embargo, hay que recordarlo, nunca fue declarada como dogma de fe ni como algo definitivo: era una tesis teológica ampliamente difundida (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 26, 40, 70).

En el siglo XX los teólogos buscaron nuevos caminos para estudiar el tema, especialmente para conciliar la voluntad salvífica de Dios, que también miraría a los niños que mueren, antes o después de nacer, sin haber recibido el bautismo, con la doctrina según la cual sólo a través de la eliminación del pecado original es posible lograr la visión beatífica.

El bautismo sacramental, lo sabemos, es el camino querido por Dios para introducirnos en el mundo de la salvación. ¿Puede Dios actuar su designio salvador a través de otros caminos? ¿Es posi
ble que un niño no bautizado sea librado del pecado original a través de una participación especial en el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo? (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 27-41).

Un texto del Concilio Vaticano II ofrece caminos para replantear este tema. En Gaudium et spes n. 22 se nos explica cómo Cristo ha asociado a su misterio pascual a todos los hombres. De modo especial, están asociados los creyentes (los que han recibido el bautismo y viven coherentemente con su condición de hijos en el Hijo). Pero también, por vías que no conocemos, se unen a Cristo quienes no han sido bautizados. Dice el texto:

“(…) Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual” (Gaudium et spes n. 22).

Este texto del concilio es citado numerosas veces en nuestro Documento (especialmente en los nn. 6, 31, 77, 81, 85, 88, 93, 96).

La forma normal para asociarse al misterio pascual es, como repite una y otra vez el Documento que estamos presentando, el bautismo. Por eso, según toda la tradición católica, sigue en pie la doctrina según la cual el bautismo es necesario para alcanzar la salvación (“La esperanza de salvación…” nn. 29, 61-67).
Entonces, ¿qué ocurre con los niños que mueren sin el bautismo? Desde la Revelación podemos esperar que Dios les ofrecerá el asociarse al misterio salvífico de Cristo, por caminos que no conocemos pero que Dios sí conoce. La oración que la misma Iglesia ofrece por esos niños es parte de esta esperanza, para quienes existe, desde hace varias décadas, una misa especial (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 5, 69, 100).

Esta es la clave del Documento: esperar y confiar en la “filantropía misericordiosa de Dios” (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 80-87), que puede actuar la salvación en esos niños por “otras vías”, distintas del bautismo pero con los mismos efectos propios de todo encuentro salvador con Cristo: quedan libres del pecado original y pueden, así, acceder a la visión de Dios, pueden entrar en el cielo (cf. “La esperanza de salvación…” n. 41).

En otras palabras, y aquí el Documento (n. 101) se limita a reproducir el Catecismo de la Iglesia Católica n. 1261, respecto de los niños muertos sin bautismo “la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf. 1Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: «Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis» (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo”.

Podríamos indicar otras muchas ideas de un Documento lleno de esperanza, que nos ayuda a profundizar en los designios amorosos de Dios a través de un tema muy concreto. Hay un punto que es sumamente hermoso que quisiéramos evidenciar ahora.

Quizá en el pasado, por influjo de san Agustín, se había puesto el énfasis (justamente) en la misteriosa relación de todo el género humano respecto de Adán, de los primeros padres, desde los cuales hemos heredado el pecado original.

Esta perspectiva, sin embargo, necesitaba ser completada con el énfasis debido que hay que dar a la relación de todos los hombres a Cristo. Hay que citar, en este sentido, una parte de Gaudium et spes n. 22: “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona.

El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”.

En otras palabras: los hombres y las mujeres de todos los tiempos estamos unidos no sólo por los lazos de sangre y por una misma humanidad (Adán), sino también por haber sido alcanzados por el Amor de Dios manifestado en Jesucristo, el Hombre perfecto que recapitula y explica plenamente nuestra condición humana. Más aún, la solidaridad humana con Cristo debe ser vista como prioritaria respecto de la solidaridad humana con Adán, y a esta luz hay que considerar el tema del destino de los niños que mueren sin haber recibido el bautismo (cf. “La esperanza de salvación…” nn. 91, 95).

La unión con Cristo, Redentor del hombre, se hace real a través del bautismo, en el cual el creyente queda insertado en Cristo. Cuando el bautismo no ha podido ser administrado a los niños, podemos esperar que el misterio salvador de Cristo llega a ellos de maneras que sólo Dios conoce.

Desde las reflexiones ofrecidas por este Documento, es posible entonces pensar que la doctrina del limbo de los niños quedaría “superada” (cf. “La esperanza de salvación…” n. 95). Queda claro que la Comisión teológica internacional no ofrece (no podría hacerlo) ninguna indicación concreta para “prohibir” la defensa de la existencia del limbo, aunque los elementos que ofrece serían suficientes para considerarla una teoría teológica del pasado.

Aunque “La esperanza de salvación para los niños que mueren sin el bautismo” no sea un Documento vinculante (un acto del magisterio ordinario de la Iglesia), ofrece elementos suficientes para, por un lado, valorar aún más la importancia que tiene el bautismo como camino ordinario para la salvación: hay que administrarlo lo más pronto posible a los niños nacidos en los hogares cristianos. Por otro lado, nos presenta el Amor misericordioso de Dios revelado en Cristo de tal manera que nos permite esperar que aquellos niños (antes o después de su nacimiento) que mueren sin haber podido recibir este sacramento, serán salvados y alcanzarán, así, la visión beatífica por caminos que sólo Dios conoce y según el misterio de la Redención de Cristo (cf. “La esperanza de salvación…” n. 103).

ANOTACIONES SOBRE LA SUERTE ETERNA DE LOS NIÑOS MUERTOS SIN BAUTISMO

Cardenal Jorge Medina E.

El problema no es nuevo, pero hay, al parecer, elementos nuevos para abordarlo. No se indica bibliografía porque este pequeño escrito no pretende reestudiar todo el problema, sino subrayar más bien elementos que tienen cierta novedad (cierta, relativa, no absoluta novedad).

I. ¿De quién se trata?

1° De todos los seres humanos muertos antes del uso de la razón o sin uso de la razón:
a) De los fetos humanos muertos por causas naturales, hayan tenido o no conciencia sus madres acerca de su existencia.
b) De los fetos humanos privados de la vida por aborto.
c) De los niños nacidos y muertos antes de que hayan recibido el bautismo.
d) De los seres humanos adultos que no llegaron
a tener uso de razón.

2° No se trata de los adultos que no han llegado a tener conocimiento de Cristo, pero que llegaron a tener discernimiento moral.

3° No se hace hincapié en la situación de los padres con respecto a la fe, porque hacer distinciones sobre esa base podría aparecer como una discriminación infundada.

II. ALGUNOS PRINCIPIOS EN JUEGO

Bajo este título hay textos bíblicos, del Magisterio y de la liturgia y alguna consideración o reflexión que pudiera llamarse teológica.

A) Textos Bíblicos:
1) «El que creyera y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyera, se condenará» (Mc.16, 16). El texto se sitúa en el contexto de la evangelización y de su acogida por personas con uso de razón.

2) «A cuantos le recibieron les dio poder de llegar a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre…» (Jn 1, 12). El contexto es el de personas adultas.

3) Jn 3, 3-6. El contexto mira directamente a un adulto, Nicodemo.

4) Dios, nuestro Salvador, «quiere que todos los hombres sean salvados y vengan al conocimiento de la verdad (1 Tm 12,4). El contexto se refiere a adultos.
No hay, al parecer, un texto bíblico que excluya en forma explícita de la salvación a los seres humanos muertos antes de recibir el bautismo y sin haber alcanzado el uso de razón. Esto, sin perjuicio de la Tradición y del Magisterio que afirman la necesidad del bautismo con necesidad de medio para la salvación. Pero ¿en qué sentido?

B) Textos del Magisterio:
1º Son clásicos los textos de Trento, DS 1614-1627, especialmente 1618 y el relativo 1524. Es importante el texto del Santo Oficio, DS 3866-3872. Ver el texto, matizado, de LG 14, donde la necesidad del bautismo es referida a quienes pudieran rechazarlo.

2° Hay un texto altamente significativo del Vaticano II que dice: «Puesto que Cristo murió por todos, y siendo en realidad una la vocación última del hombre, es decir la divina, debemos sostener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido solo por Dios, se asocien a este misterio pascual» (GS 22, 5). Este texto se refiere en forma directa a quienes tienen uso de razón, pero su redacción es tan amplia, que parece poder aplicarse a todo ser humano, sin excepción.

3° El «Ritual de las exequias» contiene, en sus nn. 235 a 237, textos de «oraciones colectas» para las exequias de niños muertos sin bautismo. En las tres oraciones el niño difunto se confía a la misericordia de Dios. Pueden verse también los textos sugerentes indicados para las lecturas, nn 231, 232 y 234.

4 ° En el Catecismo de la Iglesia Católica, se lee, en el n.1261: «En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia solo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tim 2,4), y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: «dejad que los niños se acerquen a mí, no se los impidáis» (Mc 10, 14), nos permitan confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo. Por eso es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo».

5° En la Encíclica «Evangelium Vitae» hay un párrafo significativo, referido a las mujeres que han abortado voluntariamente un hijo: «Abríos con humildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la reconciliación. Os daréis cuenta de que nada está perdido y podréis pedir perdón también a vuestro hijo que ahora vive en el Señor» (n.99). Este texto es coherente con otro, anterior, de la misma Encíclica, que dice que «el hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios» (n.2).

Parece objetivamente justo reconocer que estos textos constituyen una «evolución homogénea» de la doctrina católica, marcando acentos que no son nuevos pero que aparecen bajo un prisma nuevo. Estos renovados acentos tienen un punto de partida muy diferente de los ejercicios especulativos de la teología anterior al Vaticano II, excepción hecha de la declaración del S. Oficio en el caso Feeney (DS 3866-3872).

C) Reflexiones o consideraciones teológicas:
Una vez afirmada sin ambages la voluntad salvífica universal de Dios, y reconocida la vocación de todo hombre a la participación en la vida divina, pueden hacerse ciertas consideraciones:

1. La necesidad del bautismo de agua no es tan rígida que no pueda ser suplida por el bautismo de sangre y por el de deseo. Nótese como caso especial de bautismo de sangre el de los Santos Inocentes, que va más allá de la definición clásica, puesto que no pudieron profesar la fe con palabras.

2. ¿Qué pasa con los miles de millones de niños hijos de paganos, que no han conocido la fe cristiana, y que mueren sin haber podido recibir el bautismo?

3. ¿Qué pasa con los fetos, hijos de cristianos, que mueren antes de que se sepa de su existencia, y sin culpa de nadie? ¿Y con los de los no cristianos?

4. Si todos esos niños no llegan a la gloria ¿como comprender que haya un llamado a todo hombre a participar en la naturaleza divina, en la gracia, y que ese llamado y vocación se frustre en la inmensa mayoría de los seres humanos? ¿Y que se frustre sin culpa ni pecado personal?

5. Si el Papa dice que los niños abortados «viven en el Señor», ¿cómo entender esa afirmación? ¿Significa solo que Dios conserva la existencia de sus almas inmortales en su ser natural? ¿O significa, como es el sentido de la expresión en las inscripciones sepulcrales paleocristianas, que están en la gloria?

6. ¿Hay un fundamento claro para hacer beneficiarios a los niños abortados de la bienaventuranza y no a los que murieron por causas naturales inculpables?

7. ¿Debe excluirse una interpretación más amplia que la usual, de la cláusula «post Evangelium promulgatum» (DS 1524), de modo que la «promulgación» deba entenderse como el anuncio actual del Evangelio con real posibilidad de acogerlo, la que no existiría ni en los paganos ni en los niños en el seno de sus madres ni en los infantes que no reciben el bautismo por no ser cristianos sus padres o por desidia de ellos?

8. La doctrina escolástica del «limbo» ha sido o bien desechada, o bien relegada al olvido, o bien clasificada como «sentencia opinable». La Iglesia siempre miró mal a los padres «tortores infantium». ¿Habría que admitir hoy para todos estos infantes la situación de una condenación sin pena de sentido, pero sí de daño, en forma que sin culpa personal se vean frustrados de la consecución de su finalidad última si se acepta la existencia del «limbus puerorum»?, ¿no sería la situación de los que allí estuvieran una consecución de su finalidad última sobrenatural?

9. ¿Puede urgirse tanto la calidad gratuita y sobrenatural de la vocación última de todo hombre, que la inmensa mayoría del género humano quede excluido de ella sin culpa personal propia?

D) Una hipótesis de trabajo:
¿Podría decirse, en plena conformidad con la fe católica, que es legítimo pensar que los niños muertos sin bautismo, alcanzan la gloria por un gratuito don de Dios que los justifica en virtud de la muerte de Cristo, a la que en cierto modo se incorporan por su propia muerte, y que esa muerte es ya suficiente y justa pena del pecado original? ¿Como evitar que esta hipótesis relativice o minimice la necesidad del bautismo sacramental?

Esta hipótesis no puede, al menos por ahora, probarse de un modo apodíctico, pero no parece poderse excluir a priori, dados los indicios que se han señalado anteriormente: a) la voluntad salvífica universal; b) la vocación última y única de todo hombre, que es la participación en la vida divina; c) el sentido de la «promulgación» del Evangelio y del orden sacramental; d) la imposibilidad de facto, para muchos niños, de recibir el bautismo; y, e) el principio de que «cada cual dará cuenta de sus obras», pero que Dios «salvandos salvas gratis». «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia»

Comprendo las limitaciones de estas reflexiones.

Suplico, a quienes las comunicaré, que las juzguen. Recibiré con gusto las observaciones que se hagan y declaro, desde ya, que someto mi juicio al de la Iglesia y su Magisterio.

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Doctrina Católica sobre el Limbo

De un tiempo a esta parte se ha puesto sobre el tapete de las discusiones teológicas la existencia del limbo de los niños. Esto, si se lo considera bien, no consiste en otro ejercicio que sacar de los textos conciliares –que en esto, como ya se supo decir, son bombas de efecto retardado– las consecuencias lógicas y necesarias.

Lo que más nos llama la atención en alguna que otra referencia hecha sobre este tema por medio de la prensa, es oír decir por parte de ciertos especialistas frases tales como “esta teoría está hoy en crisis”, sugiriendo así que el Limbo, en realidad, nunca ha dejado de ser un postulado de teología ficción; o bien, “los teólogos ahora piensan que”, como si no hubiesen enseñanzas que forman parte del patrimonio teológico de la Iglesia, y que no pueden abandonarse sin, al mismo tiempo, negar otras verdades, muchas de ellas igual o aún más ciertas que el Limbo mismo, y con ello, ponerlo todo en tela de juicio.

Por eso es importante conocer claramente qué es lo que la Iglesia siempre, constantemente y en todas partes ha enseñado sobre esta materia, de modo que nadie sea ni sorprendido ni engañado prestando oídos a lo que ya San Pablo llamaba «profanas y vanas palabrerías, y argumentos de la falsamente llamada ciencia» (Timoteo 6, 20).

 

PRESUPUESTOS

No se puede hablar del Limbo sin antes ilustrar el tema con algunas nociones previas. La primera de todas ellas es, sin duda, la que se refiere a la naturaleza misma del orden sobrenatural.

Dios elevó gratuitamente al hombre a un estado sobrenatural. Como tal, alcanzar ese estado está absolutamente fuera de las exigencias, posibilidades o alcances de la naturaleza humana. Sin embargo, Dios dio al hombre el medio para pasar de un estado al otro: la gracia santificante.

Según el primer plan de Dios, el hombre debía transmitir a sus descendientes, en el mismo acto que comunica la vida, la vida natural y la vida sobrenatural: naturaleza humana y gracia santificante. Ahora bien, por el pecado original, no sólo la naturaleza del hombre quedó deformada –su inteligencia, sujeta a error; su voluntad, proclive al mal; sus pasiones, desordenadas–, sino que perdió también los llamados dones preternaturales, la gracia santificante y la posibilidad de transmitirla, aunque la recuperase, a su descendencia por y en el acto generador.

Así, pues, desde Abel en adelante, ningún hombre –excepto la Santísima Virgen María– es concebido en el seno materno con la gracia santificante.

 

REALIDAD DEL LIMBO

Con la palabra “Limbo” se designa el lugar o estado de las almas de los que mueren con sólo el pecado original.

Tales almas:

1. privadas de la gracia, no pueden entrar al cielo;

2. carentes de pecados graves personales, porque nunca tuvieron uso de razón, no pueden ir al infierno de los condenados;

3. tampoco al Purgatorio, porque allí se limpian las almas antes de entrar al cielo, lo cual supone la posesión de la gracia;

4. tampoco pueden ir al “seno de Abraham” o “limbo de los padres”, que era donde estaban las almas de los salvados antes de la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y que después quedó vacío;

5. luego, tiene que haber un quinto lugar para ellas, y ese es, en efecto, el “limbo de los niños”.

La consecuencia, si se quiere, no puede ser más lógica.

 

EXISTENCIA DEL PURGATORIO

Las Sagradas Escrituras, fuera de la idea del “seno de Abraham”, nada dicen al respecto. Los Santos Padres, acaso por el mismo silencio de la Escritura, no fueron más explícitos.

Las alusiones más tibias acerca de este tema van a aparecer recién en el siglo XI, más concretamente, en la profesión de fe de Miguel Paleólogo propuesta por el Papa Clemente IV y sometida después al Segundo Concilio de Lyon, y que habría de ser reproducida en el Concilio de Florencia, y en la carta “Nequaquam” de 1321 del Papa Juan XXII.

Cupo, en cambio, a los teólogos, desarrollar más propiamente la noción del Limbo un poco más adelante en el tiempo, arribando a la conclusión que afirma su existencia, pasando de allí en más a formar parte del complejo, y a la vez, armónico orden de la teología de la Iglesia.

Si así no fuera, un par de siglos más adelante –en 1794– Pío VI no hubiese condenado como falsa, temeraria e injuriosa la proposición de los herejes jansenistas que tenía por “fábula” la doctrina relativa al limbo.

En esta evolución doctrinal homogénea, se llegó a tal consenso teológico sobre el Limbo, que el Concilio Vaticano I (1869-1870) tenía previsto fijar un canon estableciendo que “los que mueren con sólo el pecado original se ven privados de la visión beatífica”, a diferencia de los que mueren en pecado mortal, que son atormentados con las penas del infierno.

En conclusión, pues, es cierto que el Limbo no es de fe católica porque nada ha sido definido; sin embargo, era tan cierta y común en teología, y constantemente afirmada, que en los liminares del Vaticano I era ya próxima a la fe. Y de hecho, si el Concilio no se hubiese interrumpido, el mencionado canon habría sido aprobado.

 

LA POBLACIÓN DEL LIMBO

Por regla general se dice, y con razón, que el lugar en donde están las almas a las que nos estamos refiriendo se denomina “limbo” o “limbo de los niños” pues muy probablemente la mayoría de quienes estén en él sean, efectivamente, infantes.

Sin embargo, no están allí sólo los niños que murieron sin el bautismo, que es un sacramento de la nueva ley; además, se cuentan:

-los niños muertos durante la antigua ley sin la circuncisión1;

– los adultos perpetuamente dementes, insanos, que no pueden ser bautizados;

– los adultos que, por la causa que fuese, no hayan tenido el suficiente uso de razón para pecar mortalmente y no hayan sido bautizados.

 

NATURALEZA DEL LIMBO

Una de las cosas que a un católico más puede impresionar sobre el Limbo, es que las almas de los niños nunca podrán experimentar el gozo y la dicha de la visión beatífica. Más aún: sabiendo que el cielo existe y que no pueden acceder a él, ¿no sufrirán una inmensa tristeza por su suerte?

La teología nos enseña claramente que las almas de estos niños no sufren –ni pueden sufrir– el menor atisbo de tristeza.

Cierto que para nosotros, porque lo sabemos o podemos saberlo, existe una diferencia abismal entre lo que es una felicidad natural y lo que es una felicidad sobrenatural.

Sucede, empero, que estos niños ignoran la existencia del cielo: no saben que existe. Por un lado, su razón natural no puede ni siquiera sospechar la existencia de un orden sobrenatural; y por otro, es una verdad pacífica que aquello que se ignora por completo en modo alguno puede ser deseado. ¿Cómo podría, pues, sentirse tristeza de verse privado de algo cuya existencia se desconoce?

Muy distinta es la situación de los condenados: ellos saben perfectamente que el orden sobrenatural existe; ven claramente que se han condenado por su propia y voluntaria culpa, es decir, debido a sus pecados personales; conocen que están irremisiblemente privados de Dios; y, por tanto, experimentan un sufrimiento indecible.

Así, pues, quienes están en el Limbo, lejos de padecer cualquier sufrimiento corporal, moral o espiritual, experimentan lo que se llama felicidad natural, bienaventuranza natural, que no es menos real, y que hace que –como hombres– sean felices y dichosos en el estado en que están.

Ciertamente, ellos están separados de Dios por la privación de los bienes sobrenaturales; pero están unidos a Él por los bienes naturales que poseen y que han recibido de Él, y eso basta para gozar de Dios por el conocimiento y el amor natural, con lo cual sacian perfectamente su deseo de felicidad.

Finalmente, tal como lo ha escrito el Padre L. Garriguet en su obra “El buen Dios”, quienes se encuentran en el Limbo «son más felices que lo hubieran podido ser jamás acá en la tierra y bendicen a los que les han dado el ser. Reverencian el poder de Dios, que los llamó de la nada a la existencia, y se inclinan ante su providencia, que ordena todas las cosas con sabiduría y suavidad, y que acaso no haya permitido su muerte tan temprana, sino para impedir que se perdieran eternamente».

1 La circuncisión no es ningún sacramento, pero era “ocasión de que” Dios, al practicarla, infundiese la gracia como posteriormente se haría con el bautismo. Con las niñas, se piensa que ello tenía lugar en la ceremonia de presentación en el templo.

Fuente: R. P. Jerónimo Gervasi  en Revista “Iesus Christus” Nº 108 Noviembre/Diciembre de 2006

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La hipótesis del limbo es abandonada por la Iglesia

En la escuela me enseñaron que los niños sin uso de razón que morían sin recibir el bautismo iban al limbo, un lugar en el que, sin sufrir tormentos, estarían eternamente privados de la visión de Dios. Si bien no se insistía demasiado en este aspecto de la doctrina, se lo presentaba como una verdad incuestionable, no como una hipótesis. Sin embargo, si uno reflexionaba sobre ella, la doctrina sobre el limbo podía suscitar serias dificultades:

Dado que la esencia del infierno consiste en la separación eterna de Dios (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1035) y puesto que el limbo implica esa separación, en realidad el limbo sería parte del infierno.

Es cierto que el Magisterio de la Iglesia ha definido que quien muere con sólo el pecado original no puede alcanzar la salvación (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 403). No obstante, en el orden salvífico concreto establecido por Dios, ¿se da realmente esta posibilidad? La Iglesia católica ha enseñado siempre que fuera de ella no hay salvación y que para entrar en ella es necesario recibir el bautismo; pero tradicionalmente la teología católica ha reconocido que, además del bautismo sacramental, existen otras formas de bautismo (bautismo de sangre y bautismo de deseo) que también producen la incorporación a la Iglesia. Las personas no cristianas de buena voluntad pueden alcanzar la salvación por medio de una fe implícita, que implica un voto bautismal implícito (una forma del bautismo de deseo). Por eso, sin desmerecer la importancia fundamental del sacramento del bautismo, cabe preguntarse también acerca de la posibilidad de salvación de los niños sin uso de razón que mueren sin haber recibido dicho sacramento.

El pecado original es propio de cada uno, pero no es una falta personal (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 405). Considerando la infinita justicia y la voluntad salvífica universal de Dios, no es fácil comprender por qué no habrían de tener ninguna posibilidad de salvarse de ser condenados al infierno los niños muertos sin ningún pecado personal mortal (e incluso sin ningún pecado personal ni tan siquiera venial).

La Iglesia católica ha enseñado siempre que fuera de ella no hay salvación y que para entrar en ella es necesario recibir el bautismo; pero tradicionalmente la teología católica ha reconocido que, además del bautismo sacramental, existen otras formas de bautismo (bautismo de sangre y bautismo de deseo) que también producen la incorporación a la Iglesia. Las personas no cristianas de buena voluntad pueden alcanzar la salvación por medio de una fe implícita, que implica un voto bautismal implícito (una forma del bautismo de deseo). Por eso, sin desmerecer la importancia fundamental del sacramento del bautismo, cabe preguntarse también acerca de la posibilidad de salvación de los niños sin uso de razón que mueren sin haber recibido dicho sacramento.

Después de mi infancia, prácticamente no volví a oír hablar del limbo por muchos años, excepto al leer «La Divina Comedia» (de paso observo que Dante Alighieri comprendió bien la relación entre limbo e infierno, dado que ubicó al limbo como primer círculo del infierno).

¿Qué dice hoy la Iglesia acerca del limbo? Intentaré mostrar que en este punto ha habido un importante desarrollo doctrinal.

Es un hecho muy significativo que el Catecismo de la Iglesia Católica, un compendio muy completo y extenso de la doctrina católica, aun cuando reafirma la doctrina católica tradicional acerca del infierno, el Purgatorio y el Cielo, no diga ni una sola palabra sobre el limbo. En cambio afirma lo siguiente: «En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: «Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis» (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo bautismo» (n. 1261). «En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la Liturgia de la Iglesia nos invita a tener confianza en la misericordia divina y a orar por su salvación» (n. 1283).

¿Qué implica esta enseñanza del Catecismo en relación con la doctrina tradicional acerca del limbo? Para resolver esta cuestión, me parece adecuado recordar una declaración muy esclarecedora del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (que asiste al Papa en cuestiones doctrinales), quien fue también el principal responsable de la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica. Pues bien, en 1984, durante una entrevista con el periodista Vittorio Messori, el Cardenal Ratzinger dijo lo siguiente:

«El limbo nunca fue una verdad de fe definida. Personalmente, hablando más que nunca como teólogo, y no como Prefecto de la Congregación, yo abandonaría esta que siempre fue apenas una hipótesis teológica. Se trata de una tesis secundaria, al servicio de una verdad que es absolutamente primaria para la fe: la importancia del bautismo. Para decirlo con las palabras mismas de Jesús a Nicodemo: «En verdad, en verdad te digo, si alguien no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3,5). Abandónese, pues, el concepto de «limbo», si fuera necesario (además, los propios teólogos que lo defendían afirmaban, al mismo tiempo, que los padres podrían evitarlo para el hijo por el deseo del bautismo de él y por la oración); mas no se abandone la preocupación que lo sustentaba. El bautismo jamás fue y no será jamás algo accesorio para la fe«. (J. Ratzinger – V. Messori, A fé em crise? O Cardeal Ratzinger se interroga, Editora Pedagógica Universitaria Ltda., Sao Paulo, 1985; p. 113; traducción nuestra).

¿Ha cambiado entonces la fe de la Iglesia? El limbo nunca fue un dogma, sino una mera hipótesis teológica; por eso la Iglesia puede ahora dejarlo de lado, como lo está haciendo. La doctrina de la fe siempre se desarrolla a lo largo de la historia. Sin apartarse nunca del depósito de la fe recibido de Cristo, la Iglesia, con el auxilio del Espíritu Santo, va profundizando su comprensión de la Palabra revelada por Dios y explicitando aspectos nuevos que ella contiene implícitamente. Así el Espíritu Santo guía a la Iglesia hacia la verdad completa.

Fuente: Daniel Iglesias Grèzes para Fe y Razón

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A Nuestra Señora del Carmen DEVOCIONES Y ORACIONES FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María

La Devoción del Escapulario Carmelita

El escapulario es un símbolo de Consagración a la Santísima Virgen María, y de la protección de la Madre de Dios a sus devotos.

Ver:
Nuestra Señora del Carmen, Universal ( 16 de julio)
Videos sobre Nuestra Señora del Carmen
La Devoción del Escapulario Carmelita
Imposición del Escapulario Carmelita
Novena a Nuestra Señora del Carmen
Devoción de las 7 Excelencias a Nuestra Señora del Carmen
Consagraciones a Nuestra Señora del Carmen y otras Oraciones
Orar junto a la Virgen del Carmen
El Santuario de la Virgen del Carmen en el Monte Carmelo

La palabra escapulario viene del Latín «scapulae» que significa «hombros». Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que, como discípulos de Cristo llevamos sobre nuestros hombros. Para los Carmelitas particularmente, pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen Santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.

El Papa Pío XII alude a este hecho cuando dice: «No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen.»

Muchos Papas, santos y teólogos católicos han explicado que, según esta promesa, quien tenga la devoción al escapulario y lo use, recibirá de María Santísima a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia (sin pecado mortal) o la gracia de la contrición (arrepentimiento). Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo perfecto de la Virgen Santísima.

 
ES UN SACRAMENTAL

El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos sino que nos disponen al amor a Dios y a la verdadera contrición del pecado si los recibimos con devoción.

Según el Concilio Vaticano II, «un signo sagrado según el modelo de los sacramentos, por medio del cual se significan efectos, sobre todo espirituales, que se obtienen por la intercesión de la Iglesia». (S.C.60).

La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa. Junto con el rosario y la medalla milagrosa, el escapulario es uno de los mas importantes sacramentales marianos.

«La devoción del escapulario del Carmen ha hecho descender sobre el mundo una copiosa lluvia de gracias espirituales y temporales» (Pío XII, 6-VIII-1950).

Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: «Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios.»

NO ES…
• Un objeto para una protección mágica (un amuleto).
• Una garantía automática de salvación.
• Una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana.

SÍ ES…
• Un signo aprobado por la Iglesia desde hace varios siglos.
• Un signo que representa el compromiso de seguir a Jesús como María:
• Abiertos a Dios y a su voluntad.
• Guiados por la fe, la esperanza y el amor.
• Cercanos a las necesidades de los demás.
• Orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias.

 

LA VIRGEN MARÍA ENTREGA EL ESCAPULARIO EL 16 DE JULIO DE 1251

En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó «La flor del Carmelo» y la «Estrella del Mar» y le suplicó la protección para toda la comunidad.

En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock, General de los Carmelitas, con el escapulario de la Orden en sus manos, y le dijo: «Tú y todos los Carmelitas tendréis el privilegio, que quien muera con él no padecerá el fuego eterno»; es decir, quien muera con él, se salvará.

Luego, la Santísima Virgen se apareció al Papa Juan XXII en el siglo XIV y le prometió para quienes cumplieran los requisitos de esta devoción que «como Madre de Misericordia con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, (…) sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza».

Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida mas comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.

 

LAS PROMESAS DEL VIRGEN DEL CARMEN SOBRE EL ESCAPULARIO

Decía el Papa León XIII, «Su misma nobleza de origen, su venerada antigüedad, su extraordinaria propagación, así como los saludables efectos de piedad por él obtenidos, y los insignes milagros obrados por su virtud, lo recomiendan con el mayor encarecimiento». A él ha vinculado la Virgen dos maravillosas promesas:

Primera promesa

Es la gran promesa, el privilegio de preservación o exención del infierno para cuantos mueren revestidos con el Escapulario Carmelitano. Orando con fervor a la Virgen S. Simón Stock, General de la Orden Carmelitana, apareciósele circundada de ángeles la Stma. Virgen (16 de Julio de 1251) y entregándole, como prenda de su amor maternal y de ilimitado poder, el Santo Escapulario, prometióle que cuantos murieren revestidos de él no se condenarían.

Para merecer esta Promesa de la perseverancia final, se requiere haber recibido el Escapulario de manos de sacerdote, llevarlo siempre puesto, especialmente en la hora de la muerte, e inscribir el nombre en el libro de la cofradía.

Segunda promesa

Estando orando el Papa Juan XXII, se le apareció la Virgen, vestida del hábito carmelitano, y le prometió sacar el purgatorio del sábado después de la muerte al que muriese con el Escapulario. María dijo al Papa: «Yo Madre de misericordia, libraré del purgatorio y llevaré al cielo, el sábado después de la muerte, a cuantos hubieses vestido mi Escapulario».

Tal es el privilegio Sabatino, otorgado por la Reina del Purgatorio, a favor de sus cofrades carmelitas, el Papa Juan XXII y promulgado por éste en la Bula Sabatina (3 de Marzo de 1322) aprobada después por más de veinte Sumos Pontifices.

Por él, el Sábado siguiente a la muerte de los cofrades carmelitas, o como lo interpreta la iglesia, cuanto antes, pero especialmente el sábado, según declaración de Paulo V, la Virgen del Carmen, co
n cariño maternal, los libra de la cárcel expiatoria y los introduce en el Paraíso.

El Papa Paulo V expidió el 20 de enero de 1613 el Sgte. Decreto: «Permítase a los Padre Carmelitas predicar que el pueblo cristiano puede piadosamente creer que la Bienaventurada Virgen María con sus intececiones continuas, piadosas sufragios y méritos y especial protección, ayudara después de la muerte, principalmente el sábado, día a ella dedicado, a las almas de sus cofrades que llevaren el habito carmelitano».

En 1950 recordaba Pío XII: «Ciertamente, la piadosa Madre no dejará de hacer que los hijos que expían en el Purgatorio sus culpas, alcancen lo antes posible la patria celestial por su intersección, según el llamado privilegio sabatino, que la tradición nos ha trasmitido».

Para ganar esta Promesa, el privilegio Sabatino, sobre los tres requisitos anteriores, se exige: usar el escapulario con fidelidad; observar castidad de acuerdo al estado de vida;.rezo del oficio de la Virgen (oraciones y lecturas en honor a la Virgen) o rezar diariamente 5 décadas del rosario.

 

INDULGENCIAS

He aquí las indulgencias plenarias y parciales para los que visten el escapulario.

A) Indulgencias plenarias.
1. El día que se viste el escapulario y el que es inscrito en la Tercera Orden o Cofradía.

2. En estas fiestas:
a) Virgen del Carmen (16 de Julio o cuando se celebre);
b) San Simón Stock (16 de mayo);
c) San Elías Profeta (20 de Julio);
d) Santa Teresa de Jesús (15 de Octubre),
e) Santa Teresa del Niño Jesús (1 de octubre);
f) San Juan de la Cruz (14 de Diciembre);
g) Todos los Santos Carmelitas (14 de Noviembre).

3. Indulgencias Plenaria el día del Carmen. El día del Carmen, 16 de Julio, o en la fecha que exactamente se celebre, tiene concebida una indulgencia plenaria.

4. Indulgencia parcial. Se gana indulgencia parcial por usar piadosamente el santo escapulario. Se puede ganar no sólo por besarlo, sino por cualquier otro acto de afecto y devoción. Y sólo al escapulario, sino también a la medalla-escapulario.

 

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL ESCAPULARIO

¿Puede darse el escapulario a quien no es católico?. Sí. El escapulario es signo de la Maternidad Espiritual de María y debemos recordar que ella es madre de todos. Muchos milagros de conversión se han realizado en favor de buenos no-católicos que se han decidido a practicar la devoción al escapulario.

Una vez bendecido el primer escapulario, el devoto no necesita pedir la bendición para escapularios posteriores.

Los escapularios gastados, si han sido bendecidos no se deben echar a la basura. Se pueden quemar o enterrar como signo de respeto.

Vivir en pecado y usar el escapulario como ancla de salvación es cometer pecado de presunción ya que la fe y la fidelidad a los mandamientos es necesaria para todos los que buscan el amor y la protección de Nuestra Señora. San Claude de la Colombiere advierte: «Tu preguntas: ¿y si yo quisiera morir con mis pecados?, yo te respondo, entonces morirás en pecado, pero no morirás con tu escapulario»

 

LA MEDALLA ESCAPULARIO

La medalla-escapulario tiene en una cara la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y la imagen de la Bienaventurada Virgen María en su reverso. En 1910, el Papa Pío X declaró que, una persona válidamente investida en su escapulario de tela podía llevar la medalla-escapulario en su lugar, provisto que tuviera razones legítimas para sustituir su escapulario de tela por la medalla-escapulario.

Esta concesión fue hecha a petición de los misioneros en los países del trópico, donde los escapularios de tela se deterioran pronto. Ahora bien, el Papa Pío X y su sucesor, el Papa Benedicto XV, expresaron su profundo deseo de que las personas continuaran llevando el escapulario de tela cuando fuera posible, y que no sustituyeran el escapulario de tela por la medalla escapulario sin que medie primero razón suficiente. La vanidad o el miedo a profesar su fe en público no pueden ser razones que satisfagan a Nuestra Señora. Personas de esta clase corren el riesgo de no recibir la promesa del escapulario del Carmen.

 

ALGUNOS TESTIMONIOS ESPECIALES

El Beato Papa Gregorio X fue enterrado con su escapulario solo 25 años después de la Visión del Escapulario. 600 años mas tarde cuando abrieron su tumba, su escapulario estaba intacto.

El Papa Pío XII habló frecuentemente del Escapulario. En 1951, aniversario 700 de la aparición de Nuestra Señora a San Simón Stock, el Papa ante una numerosa audiencia en Roma exhortó a que se usara el Escapulario como «Signo de Consagración al Inmaculado Corazón de María» (tal como pidió la Virgen en Fátima).

El mismo día que S. Simón Stock recibió de María el escapulario y la promesa, el fue llamado a asistir a un moribundo que estaba desesperado. Cuando llegó puso el escapulario sobre el hombre, pidiéndole a la Virgen que mantuviera la promesa que le acababa de hacer. Inmediatamente el hombre se arrepintió, se confesó y murió en gracia de Dios.

San Alfonso Ligorio y S. Juan Bosco tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y usaban el escapulario. Cuando murió San Alfonso Ligorio le enterraron con sus vestiduras sacerdotales y con su escapulario. Muchos años después cuando abrieron su tumba encontraron que su cuerpo y todas las vestimentas estaban hechas polvo, sin embargo su escapulario estaba intacto. El escapulario de San Alfonso está en exhibición en su Monasterio en Roma.

San Pedro Claver, se hizo esclavo de los esclavos por amor. Cada mes llegaba a Cartagena, Colombia un barco con esclavos. San Pedro se esforzaba por la salvación de cada uno. Organizaba catequistas, los preparaba para el bautismo y los investía con el escapulario. Algunos clérigos acusaron al santo de celo indiscreto. Sin embargo él continuó su obra hasta tener mas de 300,000 conversos.

Es evidente que la Virgen María quiere revelarnos de manera especial el escapulario. Reporta Lucia (vidente de Fátima, Hermana María del Inmaculado Corazón), que en la última aparición (Octubre, 1917, día del milagro del sol), la Virgen vino vestida con el hábito carmelita y con el escapulario en la mano y recordó que sus verdaderos hijos lo llevaran con reverencia. También pidió que los que se consagraran a ella lo usaran como signo de dicha consagración.

Juan Pablo II: “También yo llevo mi escapulario desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmelo”.

 

OTROS TESTIMONIOS

Un anciano fue llevado al Hospital de San Simón Stock en la ciudad de Nueva York, inconsciente y moribundo. La enfermera al ver al paciente con el Escapulario Carmelita llamó a un sacerdote. Mientras rezaba las oraciones por el moribundo, éste recobró el conocimiento y dijo:
«Padre, yo no soy católico».
«¿Entonces, ¿por qué está usando el Escapulario Carmelita?», preguntó el sacerdote.
«He prometido a mis amigos usarlo», explicó el paciente. «Además rezo un Ave María diariamente.» «Usted se está muriendo» replicó el sacerdote. «¿Quiere hacerse católico?»
«Toda mi vida lo he deseado», contestó el mor
ibundo.
Fue bautizado, recibió la Unción de los Enfermos antes de fallecer en paz.

«Un sacerdote de Chicago fue llamado para ir a asistir a un moribundo que había estado lejos de su fe y de los sacramentos por muchos años. El moribundo no quiso recibirlo, ni hablar con el. Pero el sacerdote insistió y le enseñó el escapulario que llevaba. Le preguntó si le permitiría ponérselo. El hombre aceptó con tal que el sacerdote lo dejara en paz. Una hora mas tarde el moribundo mandó a llamar al sacerdote pues deseaba confesarse y morir en gracia y amistad con Dios»

El demonio odia el escapulario. Un día al Venerable Francisco Yepes se le cayó el escapulario. Mientras se lo ponía, el demonio aulló: «¡Quítate el hábito que nos arrebata tantas almas!».

Un misionero Carmelita de Tierra Santa fue llamado a suministrar la unción de los enfermos en el año 1944. Notó que mientras caminaba, sus pies se hundían cada vez mas en el fango hasta que, tratando de encontrar tierra firme, se deslizó en un pozo de fango en el que se hundía hacia la muerte. Pensó en la Virgen y besó su hábito el cual era escapulario. Miró entonces hacía la Montaña del Carmelo gritando: «¡Santa Madre del Carmelo! ¡Ayúdame! ¡Sálvame!». Un momento mas tarde se encontró en terreno sólido. Atestiguó mas tarde: «Sé que fui salvado por la Santísima Virgen por medio de su Escapulario Carmelita. Mis zapatos desaparecieron en el lodo y yo estaba cubierto de él, pero caminé las dos millas que faltaban, alabando a María».

En el verano de 1845 el barco inglés, «Rey del Océano» se hallaba en medio de un feroz huracán. las olas lo azotaban sin piedad y el fin parecía cercano. Un ministro protestante llamado Fisher en compañía de su esposa e hijos y otros pasajeros fueron a la cubierta para suplicar misericordia y perdón. Entre la tripulación se encontraba el irlandés John McAuliffe. Al mirar la gravedad de la situación, el joven abrió su camisa, se quitó el Escapulario y, haciendo con él la Señal de la Cruz sobre las furiosas olas, lo lanzó al océano. En ese preciso momento el viento se calmó. Solamente una ola más llegó a la cubierta, trayendo con ella el Escapulario que quedó depositado a los pies del muchacho. Durante lo acontecido el ministro había estado observando cuidadosamente las acciones de McAuliffe y fue testigo del milagro. Al interrogar al joven se informaron acerca de la Santísima Virgen y su Escapulario. El Sr. Fisher y su familia resolvieron ingresar en la Iglesia Católica lo más pronto posible y así disfrutar la gran protección del Escapulario de Nuestra Señora.

En mayo de 1957, un sacerdote Carmelita en Alemania publicó una historia extraordinaria de cómo el Escapulario había librado un hogar del fuego. Una hilera completa de casas se habían incendiado en Westboden, Alemania. Los piadosos residentes de una casa de dos familias, al ver el fuego, inmediatamente colgaron un Escapulario a la puerta de la entrada principal. Centellas volaron sobre ella y alrededor de ella, pero la casa permaneció intacta. En 5 horas, 22 hogares habían sido reducidos a cenizas. La única construcción que permaneció intacta, en medio de la destrucción, fue aquella que tenía el Escapulario adherido a su puerta. Los cientos de personas que vinieron a ver el lugar que Nuestra Señora había salvado son testigos oculares del poder del Escapulario y de la intercesión de la Santísima Virgen María.

En Octubre de 1952, un oficial de la Fuerza Aérea en Texas escribió lo siguiente: «Seis meses después de comenzar a usar el Escapulario, experimenté un notable cambio en mi vida. Casi inmediatamente comencé a asistir a Misa todos los días. Durante la cuaresma viví fervorosamente como nunca lo había hecho. Fui iniciado en la práctica de la meditación y me encontré realizando débiles intentos en al camino de la perfección. He estado tratando de vivir con Dios y doy el crédito al Escapulario de María».

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A Nuestra Señora del Carmen DEVOCIONES Y ORACIONES FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María

Imposición del Escapulario Carmelita

La imposición se hace preferentemente en comunidad. Es necesario que en la celebración quede bien expresado el sentido espiritual de las gracias unidas al Escapulario de la Virgen del Carmen y los compromisos asumidos con este signo de devoción a la Santísima Virgen.

Ver:
Nuestra Señora del Carmen, Universal ( 16 de julio)
Videos sobre Nuestra Señora del Carmen
La Devoción del Escapulario Carmelita
Imposición del Escapulario Carmelita
Novena a Nuestra Señora del Carmen
Devoción de las 7 Excelencias a Nuestra Señora del Carmen
Consagraciones a Nuestra Señora del Carmen y otras Oraciones
Orar junto a la Virgen del Carmen
El Santuario de la Virgen del Carmen en el Monte Carmelo

El primer escapulario debe ser bendecido por un sacerdote e impuesto por él en oración.

 

FÓRMULACIÓN BREVE PARA LA IMPOSICIÓN DEL ESCAPULARIO

«Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, a quien te comprometes a imitar. Que este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu dedicación al servicio de los demás y a la imitación de María. Llévalo como señal de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo, dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a empeñarte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda a su plan de fraternidad, justicia y paz.»

El Escapulario es impuesto, sólo la primera vez, por un sacerdote. Puede ser sustituido por una medalla que tenga por una parte la imagen del Sagrado Corazón y por otra la de la Virgen.

Para quedar inscrito en la cofradía organizada o Tercera Orden del Carmen, este sacerdote debe estar facultado por el superior General de los Carmelitas. Los simples fieles no pueden bendecirlos ni imponerlos.

 

FORMULACIÓN INTERMEDIA

V: Muéstranos Señor, tu misericordia.-
R: Y danos tu salvación.
V: Escucha, Señor, mi oración.
R: Y llegue a ti mi clamor.
V: El Señor esté con vosotros.
R: Y con tu espíritu.

OREMOS. Señor nuestro Jesucristo, Salvador del género humano, bendice con tu diestra a est hábito que, por tu amor y el de tu Madre la Virgen María del Monte Carmelo, va a llevar con devoción tu siervo (o sierva), a fin de que por la intercesión de tu misma Madre y defendido(a) del maligno espíritu, persevere en tu gracia hasta la muerte: Que vives y reinas por los siglos de los siglos.- R: Así sea.

A continuación rocía el escapulario con agua bendita y después lo impone a la persona o personas (a cada una por separado). Diciendo a cada una.

V: Recibe este hábito bendito, suplicando a la Santísima Virgen que, por sus méritos, lo lleves sin mancha, le defienda contra todas las adversidades y te conduzca a la vida eterna.
R: Así sea.

V: Yo, usando de la potestad que se me ha concedido, te recibo a la participación de todos los bienes espirituales que, por la misericordia de Jesucristo, practican los religiosos Carmelitas. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.-
R: Así sea.

V: Que te bendiga el Creador del cielo y de la tierra, el Dios todopoderoso, que se ha dignado incorporarle a la Cofradía de la Santísima Virgen del monte Carmelo, a quien imploramos que en la hora de tu muerte abata la cabeza de la serpiente infernal y finalmente, consigas las palmas y la corona de la herencia sempiterna. Por Jesucristo nuestro Señor.-
R: Así sea.

Y rocía el nuevo cofrade con agua bendita. Cuando son más de una de las personas que han de recibir el santo escapulario, se dice en plural. No deje de exhortarles a que vistan dignamente el escapulario, tratando de imitar las virtudes de María.

En caso de necesidad, basta para bendecir el escapulario la señal de la cruz del sacerdote y las palabras. «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén».

 

FORMULACIÓN LARGA

a. RITO INICIAL
El celebrante, delante de una imagen de la Virgen, exhorta a los que van a recibir el Escapulario, invitándoles a participar dignamente en la celebración. Luego dice:
V: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
R: Amén.

V: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, nacido de Santa María Virgen, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo, estén con todos ustedes.
R: Y con tu espíritu.

El celebrante expone brevemente el significado de la bendición e imposición del Escapulario

b. LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
Uno de los presentes, o el mismo celebrante, proclama un texto de la Sagrada Escritura, por ejemplo
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 12, 1-2.
Hermanos: Les exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar sus cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es el culto razonable. Y no se ajusten a este mundo, sino transfórmense por la renovación de la mente, para que sepan discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto.
Palabra de Dios
(Puede leerse otros textos)

El celebrante exhorta a los presentes explicando la naturaleza de la celebración con estas o parecidas palabras.

Durante la vida terrena de Jesús quien tocaba, aunque sólo fuese los flecos de su manto quedaba curado. Alabamos al Señor por que en su Iglesia continúa usando los medios más humildes para mostrarnos su inmensa misericordia. También nosotros podemos utilizarlos para glorificar al Señor, expresar nuestro deseo de servirlo y renovar nuestro compromiso de fidelidad, contraído en la consagración bautismal para toda nuestra vida.

El Escapulario del Carmen es un signo del amor maternal de la Virgen María, que recuerda su iniciativa a favor de los miembros de la Familia Carmelita, particularmente en los momentos de mayor necesidad. Es un amor que pide respuesta de amor.

El Escapulario es un signo de comunión con la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo, dedicada al servicio de la Virgen para el bien de toda la Iglesia. Con él expresáis el deseo de participar en el espíritu y vida de la Orden.

El Escapulario es un espejo de la castidad y de la humildad de María; por su sencillez nos invita a vivir con modestia y pureza, llevándolo día y noche es signo de nuestra oración continua y de particular dedicación al amor y al servicio de la Virgen María.

Llevando el Escapulario renováis vuestro compromiso bautismal de revestirnos de nuestro Señor Jesucristo. En María será salvaguardada vuestra esperanza de salvación, porque el Dios de la Vida ha puesto su morada en Ella.

c. PRECES
Sigue la oración común. Se propone algunas intenciones a elegir las más adecuadas o añadir otras relacionadas con las peculiaridades de los fieles o de las circunstancias. El celebrante inicia diciendo:

Roguemos a Dios, nuestro Padre, por intercesión de la Virgen María, diciendo:

Te rogamos, óyenos. (te lo pedimos Señor)

Para que quienes visten el Escapulario sean revestidos de Cristo con la gracia del Espíritu Santo, roguemos al Señor

Para que quienes visten el Escapulario vivan su compromiso bautismal de revestirse de Cristo, roguemos al Señor.

Para que quienes visten el Escapulario sean siempre miembros vivos de la Familia del Carmelo con sus oraciones, sacrificios y buenas obras, roguemos al Señor.

Para que quienes visten el Escapulario sean continuación del amor de que Jesús profesaba a su Madre, roguemos al Señor

Para que quienes visten el Escapulario se revistan de las virtudes de la Virgen Purísima, sepan escuchar la Palabra de Dios y vivirla cada día, roguemos al Señor.

Para que quienes visten el Escapulario, por intercesión de Ma
ría, sean iluminados en la contemplación, gozosos en la fraternidad y celosos en el servicio a los demás, roguemos al Señor.

Para que quienes visten el Escapulario vivan de modo que entren a formar parte de la asamblea de los santos, con María, revestidos del vestido nupcial, roguemos al Señor.

d. ORACIÓN DE BENDICIÓN
El celebrante con las manos extendidas, dice:

V: Padre Santo, que prefieres y aumentas la caridad, tú has querido que tu Unigénito Hijo Jesucristo se encarnara en el seno de la Virgen María por obra de Espíritu Santo; concede a este(a) hijo(a) tuyo(a) que recibe con devoción el Escapulario de la familia de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, la gracia de revestirse del Señor Jesús en todas las circunstancias de esta vida, y alcance así la gloria eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
R: Amén.
El celebrante asperja con agua bendita,

e. IMPOSICIÓN DEL ESCAPULARIO
El celebrante impone el Escapulario diciendo:

V: Recibe este Escapulario por el cual quedas admitido (a) en la Familia de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, llévalo como signo de su protección maternal y de tu compromiso por imitarla y servirla. Ella te ayude a revestirte de Cristo, para gloria de la Santísima Trinidad y para cooperar en la Iglesia para el bien de los hermanos.
R: Amén.

Terminada la imposición el celebrante anuncia la admisión a la familia carmelitana con estas o parecidas palabras:

V: Por la facultad que me ha sido concedida te admito a la participación de todos los bienes espirituales de la Orden del Carmen.

f. CONCLUSIÓN DEL RITO
El celebrante concluye el rito de la bendición diciendo:
V: La bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ustedes.
R: Amén.

V: Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús a quien te comprometes a imitar. Que este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu dedicación al servicio de los demás y a la imitación de María.
Llévalo como señal de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo, dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a empeñarte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda a su plan de fraternidad, justicia y paz.
R: Amén.

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FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María Mensajes de Rosa Mística: Italia a Pierina Gilli MENSAJES Y VISIONES

Las Apariciones de la Rosa Mystica en Fontanelle

Después de las apariciones de Montechiari, Pierina permaneció 19 años con las Monjas Franciscanas del Lirio en Brescia prestando servicios de enfermera. Fueron muchas las enfermedades que la afligieron. Pierina no tenía que convertirse en monja, sino vivir en el convento en perfecta obediencia, siguiendo los consejos del padre espiritual del seminario. Durante este tiempo tuvo el consuelo y los consejos de Sta. María Crucificada de la Rosa, quien se le aparecía frecuentemente.“No ha llegado todavía el momento. Vendré yo a avisarte; ahora reza, invita a orar, repara y dame muchos sacrificios para que los hombres se conviertan.”

Ver:
María Rosa Mystica, Italia ( 13 de julio)
Las Apariciones de la Rosa Mystica en Montichiari
Las Apariciones de la Rosa Mystica en Fontanelle
El significado de las Escarchas de la Rosa Mystica
Testimonio de la Biblia encontrada intacta luego del incendio en Paraguay
Historia del Opus Rosa Mystica
Rosa Mystica que derramó una lágrima en el 2008, en Argentina
La Rosa Mystica que gotea su Rosario en Paraguay
Novena a la Rosa Mystica
Rosario a María Rosa Mystica
Visita al Santuario de la Rosa Mística en Fontanelle

Pasaron trece años sin apariciones. En la mañana del 5 de abril 1960 rezando sus oraciones en su habitación sorpresivamente apareció la Virgen como la había visto en 1947. Sorprendida Pierina no puede hablar pero nota en la mano de la Virgen una hoja escrita y reconoce su propia caligrafía, piensa en el “Secreto” y se asusta de haberse equivocado pero la Virgen le afirma: “Hija, no temas has entregado al religioso Padre Ilario Moratti el secreto de mi amor. Tanto él como el religioso Padre Giustino Carpin son testigos de mi Mensaje. Los acompaño con la Gracia y la Bendición de mi Hijo Jesús”.

Pierina pregunta que si puede revelar el Secreto,

La Virgen responde:

“No ha llegado el momento. Vendré y te avisaré; reza, has rezar, hagan mucho para que los hombres se conviertan”.

La Virgen se apareció el 6 de diciembre de 1961 y el 27 de abril de 1965 principio y final del Concilio Vaticano Segundo, igual en ambas apariciones y Pierina lo describe de esta manera.

Vi en la mano derecha una esfera de luz roja pálida y en su interior muchas manos unidas, en la izquierda otra esfera de luz blanca y adentro se veía una iglesia y sobre el campanario la palabra “Paz”.

La interpretación de esta aparición, las esferas eran el símbolo del Concilio Ecuménico que responde a la oración, la paz y la unión.

En esta segunda aparición la Virgen permite que el Padre Giustino le haga saber el Secreto al Padre Ilario Moratti y a Monseñor Luigi Novarece .

PREPARACIÓN PARA PRIMERA APARICION DE FONTANELLE: 27 DE FEBRERO 1966

La Virgen le dijo a Pierina que los días 12, 14 y 16 de abril, después de Pascua, fuera en peregrinaje de penitencia desde la Iglesia a Fontanelle. Fontanelle es un campo de Montichiari donde se halla una fuente de agua escondida en una gruta. Una vieja grada de piedra con unos diez escalones da acceso a la cueva.

La Virgen le dijo: “El Domingo Segundo de Pascua (17 de abril) mi Divino Hijo Jesucristo me envía una vez más a la tierra, a Montichiari, para llevar a la humanidad copiosas Gracias. De ese domingo en adelante, que se lleve siempre a los enfermos y comenzarás tu primero a ofrecerles un vaso de agua y lavarles las llagas. Esta será tu nueva misión de acción y apostolado, no más escondida, no más retirada. El Domingo Segundo de Pascua, apenas haya llegado yo, el agua quedará convertida en una Fuente de purificación y de Gracia….”.

PRIMERA APARICIÓN EN FONTANELLE: 17 DE ABRIL DE 1966

Pierina rezaba el rosario paseándose en el camino, a poca distancia de la gruta. La vidente descendió de espalda y arrodillada y la Virgen la siguió, la Virgen le dijo: «besa las gradas, y haz levantar aquí un crucifijo” señaló con la mano izquierda el punto preciso en donde debía ser colocado. «Que los enfermos y todos mis hijos pidan ante todo perdón a mi divino Hijo. Besen con mucho amor la cruz y luego saquen agua de la fuente y beban».

La celestial señora se acercó a la fuente y mandó a Pierina: «Coge barro en las manos y luego lávate. Esto te debe mostrar como el pecado es lodo y suciedad en el corazón de mis hijos pero sí se bañan con el agua de la gracia, las almas quedan purificadas y son otra vez dignas de la amistad de Dios».

Se inclinó, tocó con sus manos la fuente en dos lugares y prosiguió: «Es preciso que se haga conocer a todos mis hijos los deseos de mí Hijo Jesús, comunicados en 1947 y los mensajes que di en la Iglesia de Montichiari. Deseo que los enfermos y todos mis hijos acudan a esta fuente milagrosa. Tu misión está en este lugar en medio de los enfermos y de quienes necesiten de tu ayuda».

SEGUNDA APARICIÓN EN FONTANELLE: 13 DE MAYO 1966

La Virgen escogió el aniversario de las apariciones en Fátima para manifestarse nuevamente a Pierina Gilli junto a la fuente, a las 11:40 AM. Se habían reunido en el lugar unas 20 personas. He aquí la conversación que se produjo:

-La Madre de Dios inició el diálogo: «¡Que se difunda la voz de mi venida a la Fuente!”.
-Pierina preguntó: «¿Cómo podré hacerlo sí no se me creen y se me impide actuar?»
-«Esta es tu misión, la cual ya pedí”.
-«Oh amada Madre de Dios, sin un milagro suyo que acredite mis palabras, las autoridades eclesiásticas no me prestarán fe. Yo te pido que hagas un milagro».
-Sin dar respuesta a la petición, la Virgen sonrió maternalmente y continuó: «Mi divino Hijo es todo amor, pero el mundo va hacia la ruina. Yo he alcanzado una vez mas misericordia y vengo a Montichiari para traer las gracias de su amor, pero para salvar a la humanidad se necesita oración, sacrificio y penitencia».
Después señaló la fuente hacia la derecha y dijo: «Deseo que aquí se construya un baño cómodo, alimentado por esta agua, en donde se pueda sumergir a los enfermos», y mostrando hacia la izquierda, dispuso: «esta otra parte de la fuente debe ser reservada para beber.»


Pierina le preguntó el nombre que debía llevar la fuente y la Rosa Mística contestó: «Que se llame la fuente de la Gracia». “He venido para traer amor, misericordia, paz a las almas de mis hijos y recomiendo que no tiren fango a la caridad.” Pierina le preguntó el significado de su manto y Ella respondió: “Significa mi Amor que abraza a toda la humanidad.”

TERCERA APARICIÓN EN FONTANELLE: 9 DE JUNIO 1966. “FIESTA DE CORPUS CHRISTI”

“Hoy, mi Divino Hijo Jesucristo me ha enviado nuevamente. Hoy es la Fiesta del Cuerpo del Señor. ¡Fiesta de la unión! ¡Fiesta del Amor!. ¡como!. ¡Cuanto desearía que este grano se transforme en Pan Eucarístico…, en tantas Comuniones Reparadoras!. Desearía que este grano transformado en tantas partículas llegase a Roma y para el 13 de octubre alcanzase Fátima”. “Deseo que se haga un cobertizo con una imagen que pose su mirada sobre la Fuente”. “Deseo que para el 13 de octubre la imagen se traiga aquí en procesión; pero antes deseo que el pueblo de Montichiari se consagre a mi Corazón”.

CUARTA APARICIÓN EN FONTANELLE: 8 DE AGOSTO 1966. “FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN”

«Mi Hijo me ha enviado nuevamente a pedir la unión de Comunión Reparadora y que esto sea para el 13 de octubre. Que se difunda por todo el mundo la noticia de esta santa iniciativa que debe comenzar este año por primera vez y que se repita siempre cada año”. “Que se trate de hacer llegar este grano al predilecto hijo Papa Pablo y que se diga que ha sido bendito con mi visita. Es grano de su tierra de Brescia y que se diga lo que mi Divino Hijo Jesucristo desea, y también para Fátima.»

“Con el grano que queda que se hagan pequeños panecitos y en un día fijo que se distribuyan aquí en la Fuente como recuerdo de mi venida. Y esto sea en agradecimiento a los hijos que trabajan la tierra”.

“Después que fui Asunta al Cielo, me he puesto siempre en medio como mediadora entre mi Divino Hijo Jesucristo y toda la humanidad!…  ¡Cuántos favores!… ¡Cuántos castigos he tenido!… ¡Cuántos coloquios he tenido con las almas!…¡Cuántas visitas más hice a la tierra para traer mensajes!”. “Pero los hombres continúan todavía ofendiendo al Señor!. He aquí por qué mi deseo de la unión mundial de la Santa Comunión Reparadora!”. “Es un acto de amor y reconocimiento por parte de los hijos hacia el Señor”.

ETAPA A PARTIR DE 1969

LA OBEDIENCIA: 15 DE MAYO DE 1969. FIESTA DE LA ASCENSIÓN

«La obediencia es paz que viene del Señor… Lo contrario es discordia y ruina de las almas!». «Imitar el ejemplo que nos ha dado primero mi Divino Hijo Jesucristo: se humilló y se hizo obediente hasta la muerte de Cruz. Hija, la obediencia es humildad, muchas veces es sacrificio, pero Dios Nuestro. Señor sabe dar después al alma paz y docilidad, que es el verdadero amor de ÉL!».

MEDALLA DE LA ROSA MÍSTICA: 19 DE MAYO DE 1970

La Virgen María, Rosa Mística le pidió a Pierina: “Haz acuñar una medalla según este modelo: por un lado «Rosa Mística» y por el otro, «María, Madre de la Iglesia«.

“He sido enviada por el Señor, que escogió a Montichiari para traer el don de su amor, el don de la fuente de gracia y el don de la medalla de mi amor maternal. Yo intervendré en la difusión de la medalla, prenda de caridad universal. Mis hijos me llevarán sobre sus corazones a todas partes y yo les prometo mi protección maternal llena de gracias, en este tiempo en que se quiere destruir la veneración que se me tributa”. “Esta medalla es el signo de que mis hijos están siempre conmigo que soy la Madre del Señor y Madre de la humanidad. Este es el triunfo del amor universal. La bendición del Señor y mi protección estarán siempre con aquellos que recurren a Mi”.

EL SANTO ROSARIO: 17 DE ENERO DE 1971

«Dile a mis hijos que recen el Santo Rosario…, anillo de Fe y de luz y vínculo de unión, de gloria, de intercesión.» Luego, el 25 de julio de 1971: «Aquellos que vengan a la fuente y me honren con su devoción, diles que recen el Santo Rosario.»

Mientras ocurrían las apariciones, sus motivaciones expresaban cada vez más el dolor y las preocupaciones de la Madre Celestial. La Madre le recomendaba a Pierina: «Ora, ora, oh hija y haz orar, muchos hijos míos viven en tinieblas. No se quiere ya al Señor Dios. Oh, la Iglesia de mi Divino Hijo, en que lucha se encuentra! es por eso que extiendo el manto de mi Amor sobre la humanidad, porque hay urgencia de oración, de amor y de oración de expiación… La humanidad corre hacia su gran ruina.»

«Es necesario unirse en oración y en amor en torno al Señor. El está abandonado y ultrajado por tantos hijos suyos. Nosotros queremos almas fieles y vigorosas, listas para dar testimonio y demostrar que mi Divino Hijo se inmoló sobre la Cruz y que cada uno comprende cuánto y cómo el Corazón de Jesús está lleno de Amor y Misericordia.»

LOS ANGELES: 29 DE JUNIO DE 1974

Se repite esta aparición de varios años atrás (13 de enero de 1951) donde se había mostrado una puerta de luz de oro y sobre ella la leyenda cada leyenda con un color diferente: Fíat de la Creación, Fíat de la Redención, María de la Corredención .

La Virgen transmite a Pierina: «Feliz el hombre que se confía a la protección de su Ángel custodio y escucha sus inspiraciones…».

ROSA MÍSTICA Y CUERPO MÍSTICO: 22 DE JULIO DE 1973

Pierina pregunta a la Virgen que oraciones deberían decir, y Ella contestó: «Oración de Fe, oración de amor, oración de alabanza, oración para obtener gracias», y agregó «¡Recitad el Santo Rosario!».

A continuación contesta la pregunta de porque se había manifestado como Rosa Mística. Dice así la Virgen: «Rosa mística no tiene en sí nada de nuevo… En Rosa Mística está simbolizado el «Fíat» de la Redención, el «Fíat» de mi colaboración”.

Mientras la Madre Celestial hablaba, sus ojos estaban llenos de lágrimas. Después agregó: «La Gracia del Señor y su Misericordia infinita por la Iglesia harán florecer de nuevo la Rosa Mística. Y si se escucha esta invitación materna, Montichiari será el lugar desde el cual la luz mística se irradiará a todo el mundo. Sí, todo esto se realizará!».

Es oportuno aclarar y subrayar el simbolismo de la rosa. Esta es una y múltiple: sus numerosos pétalos están dispuestos en un bello orden, para crear así, en su conjunto, una armonía de unidad. Así es por naturaleza adaptada para representar la multitud de los miembros y la unidad en Cristo del Cuerpo Místico, que es la Iglesia.

“Yo soy la Inmaculada Concepción, la Madre de Jesús el Señor, la Madre de la Gracia, la Madre del Cuerpo Místico: ¡La Iglesia!».

LA IGLESIA: 8 DE SEPTIEMBRE DE 1974

Llena de belleza, llena de bondad, llena de luz. Ella le dijo a Pierina: «Yo soy María, la Madre de la Iglesia. Por esta Iglesia, por el Santo Padre, por los sacerdotes y por todos los hijos de la Iglesia pido oración, oración, oración, para que vuelva a los corazones el verdadero amor al Señor y a la verdadera caridad».

Continua diciendo: «Invocad especialmente la protección del Arcángel San Miguel, para que proteja a la Iglesia contra todos los engaños amenazantes y la defienda. En efecto, la Iglesia no se ha encontrado jamás en tanto peligro como hoy.»

LA IMAGEN DE ROSA MÍSTICA: 23 DE NOVIEMBRE DE 1975

Hoy se celebra la Fiesta de Cristo Rey. Pierina le pregunta a la Virgen: «Virgen querida, os ruego, ¿querríais decirme algo sobre las imágenes de la Virgen Peregrina que fueron llevadas a Roma?».

La Santísima Virgen respondió: «Ante estas imágenes se ha orado y yo estoy ahora especialmente presente en la ciudad de mi amado hijo Papa Pablo, el Padre de la Iglesia. En verdad dondequiera que yo me detenga mediante esas imágenes, llevo conmigo las Gracias del Señor y el Amor de este Corazón materno. Yo llevo la luz a los corazones, donde aun hay tinieblas, para que ellos comprendan el Amor que he revelado en Montichiari… Colaborad con mi Amor, dad con mi Amor, sacrificad con mi Amor. Así vosotros estaréis unidos a mi por siempre.»

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FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María Mensajes de Rosa Mística: Italia a Pierina Gilli MENSAJES Y VISIONES

Las Apariciones de la Rosa Mystica en Montichiari

PRIMERA APARICIÓN

Pierina Gilli, nacida el 3 de agosto de 1911, ejercía el oficio de enfermera. En la primavera de 1947, se le apareció, en su totalidad, una hermosísima señora que vestía túnica morada y cubría su cabeza con un velo blanco, tenía el pecho atravesado por tres espadas, su rostro estaba triste. Le corrían lágrimas hasta el suelo.
Sus dulces labios se abrían para decir: «Oración, Penitencia, reparación», y guardó silencio.

Ver:
María Rosa Mystica, Italia ( 13 de julio)
Las Apariciones de la Rosa Mystica en Montichiari
Las Apariciones de la Rosa Mystica en Fontanelle
El significado de las Escarchas de la Rosa Mystica
Testimonio de la Biblia encontrada intacta luego del incendio en Paraguay
Historia del Opus Rosa Mystica
Rosa Mystica que derramó una lágrima en el 2008, en Argentina
La Rosa Mystica que gotea su Rosario en Paraguay
Novena a la Rosa Mystica
Rosario a María Rosa Mystica
Visita al Santuario de la Rosa Mística en Fontanelle

 

SEGUNDA APARICIÓN: 13 DE JULIO DE 1947

El domingo 13 de julio de 1947, en el hospital, se apareció nuevamente la Madre de Dios. Vestía de blanco y en lugar de las tres espadas, tres rosas, blanca, roja y dorada, adornaban su pecho.

Pierina le preguntó asombrada: «Por favor, dígame quien es usted».

Con una dulce sonrisa la señora le contestó: «Soy la Madre de Jesús y madre de todos vosotros». Después de una pausa prosiguió: «Nuestro Señor me envió para implantar una nueva devoción Mariana en todos los institutos, tanto masculinos como femeninos, en las comunidades religiosas y en todos los sacerdotes. Yo les prometo que si me veneran de esta manera especial, gozarán particularmente de mi protección, habrá un florecimiento de vocaciones religiosas. Deseo que el día 13 de cada mes se me consagre como día Mariano y los doce precedentes sirvan de preparación con oraciones especiales.»

Su rostro se iluminó con una inexplicable alegría y continuó: «En ese día derramaré sobreabundancia de gracias y santidad sobre quienes así me hubiesen honrado. Deseo que el 13 de julio de cada año sea dedicado en honor de Rosa Mística».

Luego le explicó el significado de las tres espadas:
1- La primera espada, significa la pérdida culpable de la vocación sacerdotal o religiosa.
2- La segunda espada, la vida en pecado mortal de personas consagradas a Dios.
3- La tercera espada, la traición de aquellas personas que al abandonar su vocación sacerdotal o religiosa, pierden también la fe y se convierten en enemigos de la iglesia.

El significado de las rosas.
La rosa blanca simboliza el espíritu de oración
La rosa roja, el espíritu de sacrificio (para reparar).
La rosa dorada o amarilla, el espíritu de penitencia.

 

TERCERA APARICIÓN: 22 DE OCTUBRE DE 1947

En la capilla del hospital de Montichiari, durante la celebración Eucarística con asistencia de médicos, empleados y gentes del lugar, hizo su aparición la hermosísima Señora. Todos se percataron de una presencia extraordinaria pero solamente Pierina pudo verla y escucharla.

María, Rosa Mística, pidió la práctica de la devoción que ya había recomendado y recalcó: «Mi divino Hijo, cansado por las incesantes ofensas, quiso descargar su justicia, pero oficié como mediadora entre El y los hombres, intercediendo especialmente por las almas consagradas».

Pierina, la vidente, le dio las gracias en nombre de todos y ella se despidió recomendándole con majestad y ternura: «¡Vive de amor…, amor al prójimo!».

 

CUARTA APARICIÓN: 16 DE NOVIEMBRE DE 1947

La aparición de Rosa Mística a Pierina, en una Iglesia parroquial de Montichiari tuvo por testigos a varias personas, entre las cuales se contaban algunos sacerdotes.

Su mensaje puede resumirse en estas palabras: «Mí divino Hijo Jesús y Señor Nuestro esta hastiado de las muchas y graves ofensas que se le infieren por tantos pecados contra la santa pureza. Le provoca desatar un diluvio de castigos…, pero usé mi intercesión para que tenga compasión una vez mas, por eso pido en desagravio oración y penitencia. Suplico íntimamente a los sacerdotes que amonesten a los hombres para que no sigan en la liviandad. Yo regalaré gracias a quienes ayuden a explicar esos delitos».

¿Se nos perdonará entonces? preguntó la vidente.
La Rosa Mística contestó: «Sí, en cuanto se les deje de cometer». Y con esta palabras se alejó.

 

QUINTA APARICIÓN: 22 DE NOVIEMBRE DE 1947

Pierina le preguntó a nuestra Madre: ¿Qué debemos hacer para cumplir sus deseos de oración y penitencia?

Resplandeciente de bondad, contestó la Virgen: «¡Oración!» Hizo silencio unos momentos y continuó: «penitencia quiere decir, aceptar las pequeñas cruces diarias y realizar el trabajo cotidiano en espíritu de expiación».


En seguida le prometió solamente: «El 8 de diciembre alrededor del mediodía vendré otra vez aquí y será la hora de gracia. La hora de gracia será un acontecimiento de numerosas y grandes conversiones, almas totalmente endurecidas en el mal y frías como el mármol, tocados por la divina gracia volverán a ser amantes y fieles a Dios».

 

SEXTA APARICIÓN: 7 DE DICIEMBRE DE 1947

Serena y majestuosa la Virgen llevaba un manto blanco y desde la cabeza le caía graciosamente en pliegue: un niño se lo sostenía a la derecha y una niña al izquierdo.

La Madre de Dios dijo: «Mañana mostraré mi Inmaculado Corazón que es tan poco conocido por los hombres!». Después de un corto silencio prosiguió: «En Fátima, propagué la consagración a mi Corazón, en Bonate procuré que penetrara en las familias cristianas, aquí en Montichiari, deseo implantar la devoción a Rosa Mística unida a la veneración de mi Inmaculado Corazón, y deseo arraigarla especialmente en los conventos e institutos religiosos, para que las almas consagradas a Dios obtengan aumento de gracia a mi maternal Corazón.»

Pierina le preguntó quienes son los niños que estaban a su lado, Nuestra Señora le explicó: «Son Jacinta y Francisco quienes te acompañarán desde ahora en todos tus contratiempos. Ellos también tuvieron que sufrir a pesar de haber sido mucho mas pequeñitos que tú. Esto es lo que quiero de ti: sencillez y bondad a semejanza de estos niños». Extendió entonces sus brazos hacia la tierra en señal de protección y mirando al cielo exclamó: «Alabado sea el Señor» y desapareció.

 

SÉPTIMA APARICIÓN: 8 DE DICIEMBRE DE 1947

Pierina contempló a la madre de Dios decir.- «¡Yo soy la Inmaculada Concepción!» y con gran majestad afirmó «Yo soy María de las Gracias, esto es, la llena de Gracia, Madre de mi Divino Hijo Jesucristo».

Descendió suavemente por la escala y añadió: «Por mi venida a Montichiari deseo ser invocada y venerada como Rosa Mística. Quiero que al mediodía de cada 8 de diciembre (Solemnidad de la Inmaculada) se celebre la hora de la gracia en todo el mundo; mediante esta devoción se alcanzarán muchas gracias para el alma y el cuerpo. Nuestro Señor, mi Divino Hijo Jesús, concederá copiosamente su misericordia, mientras los buenos recen por sus hermanos que permanecen en el pecado. Es preciso informar cuanto antes, al Supremo Pastor de la Iglesia Católica, el Papa Pío XII, mi deseo de que esta hora de gracia sea conocida y extendida por todo el mundo. Quien no pueda ir a la iglesia que los haga en su casa al mediodía y conseguirá mis gracias.»

Luego mostrándole su purísimo corazón exclamo: «Mira este corazón que tanto ama a los hombres, mientras la mayoría de ellos lo colma de vituperios». Calló unos momentos y continuó: «Sí todos, buenos y malos, se unen en la oración, obtendrán de este corazón misericordia y paz. Los buenos acaban de alcanzar por mi mediación la misericordia del Señor, que detuvo un gran castigo. Dentro de poco se conocerá la eficaz grandeza de esta hora de gracia.»

Notando Pierina que la resplandeciente Señora iba a alejarse le imploró fervorosamente: «¡Oh hermosa y amada Madre de Dios, yo le doy gracias!. Bendiga a todo el mundo especialmente al Santo Padre, a los sacerdotes, religiosos y a los pecadores”.

Ella contestó: «Tengo preparado una sobreabundancia de gracia para todos aquellos hijos que escuchan mi voz y toman a pecho mis deseos». Con estas palabras se terminó la visión.

 

ROSA MYSTICA Y FÁTIMA

La Virgen hace una unión estrecha entre la aparición y mensajes de Fátima y de Rosa Mística:

1. Revela su Inmaculado Corazón, como lo hizo en Fátima.

2. Habla explícitamete de Fátima y de su deseo de que, junto con la devoción a Rosa Mística, los institutos religiosos tengan devoción a su Inmaculado Corazón.

3. Se aparece con los beatos Jacinta y Francisco, los videntes de Fátima, y se los propone a Pierina como modelos y ejemplos de sacrificio.

4. En su tercera aparición en Fontanelle pide que se haga reparación (mensaje central de Fátima), pidiendo la Unión de la Comunión Reparadora, todos los 13 de Octubre de cada año.

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Las Cinco Llagas Sagradas de Cristo

El renacimiento de la vida religiosa y la fervorosa actividad de San Bernardo y San Francisco en los Siglos Doce y Trece, junto con el entusiasmo de los Cruzados que regresaban de Tierra Santa dieron un impulso maravilloso a la devoción a la Pasión de Jesucristo, particularmente a las prácticas en honor a las Llagas de sus Sagradas Manos, Pies y Costado. La fiesta central es el viernes despues del tercer domingo de cuaresma. 

La razón para esta devoción fue muy bien expresada en un periodo posterior en el memorial de los Obispos polacos al Papa Clemente XIII:

“Más aún, las Cinco Llagas de Cristo son honradas con una Misa y un Oficio, y en consideración a estas llagas veneramos también los pies, las manos y el costado de tan adorable Redentor. Estas partes del santísimo cuerpo de Nuestro Señor son consideradas como las más dignas de un culto particular precisamente porque sufrieron dolores especiales por nuestra salvación y porque fueron decoradas con estas llagas como si fueran una insigne marca de amor. Por lo tanto, con viva fe, ellas no pueden ser vistas de otro modo que con un sentimiento especial de religión y devoción” (Nilles, “De rat. fest. SS. Cord. Jesu et Mariae”, I, 126).

Se han preservado muchas hermosas plegarias mediovales en honor a las Sagradas Llagas, incluyendo algunas atribuidas a Santa Clara de Asís (se le otorgaron Indulgencias el 21 de Noviembre de 1885).

Santa Matilde y Santa Gertrudes de Helfta fueron devotas de las Santas Llagas, esta última Santa recitaba diariamente una oración en honor a las 5466 llagas que, de acuerdo a la tradición medioeval, fueron infligidas a Jesús durante su Pasión.

En el Siglo Catorce, en el sur de Alemania era costumbre recitar todos los días quince Padre Nuestros (los cuales sumaban 5475 durante el curso de un año) en memoria de las Sagradas Llagas.

De acuerdo a la Misa “Humiliavit” del Misal Romano, entre las Misas Medioevales existía una Misa especial en honor a las Llagas de Cristo que se creía que fue escrita por el Evangelista San Juan y revelada a Bonifacio II (532). Se conocía como la Misa Dorada y el Papa Inocente VI (1362) o Juan XXII (1334) le otorgó indulgencias; durante su celebración siempre se encendían cinco velas. Popularmente se sostenía que si alguien la decía o la escuchaba durante cinco días consecutivos nunca sufriría de los dolores que causa el fuego del infierno. (Franz, “Messe im Mittelalter”, 159).

El Rosario Dominicano ayudó también a promover la devoción a las Sagradas Llagas ya que si las cincuenta cuentas pequeñas se refieren a María, las cinco cuentas grandes con sus correspondientes Padre Nuestros tienen intención de honrar las Cinco Llagas de Cristo (Beissel, “Verehrung Marias”, I, 525).

Más aún, en algunos lugares era costumbre tocar una campana los días Viernes al mediodía para recordar a los fieles que recen cinco Padrenuestros y Avemarías en honor a las Llagas Santas.

El 11 de Agosto de 1823 la Santa Sede aprobó una corona o rosario de las Cinco Llagas, y lo hizo nuevamente en 1851. Consiste en cinco partes, cada una compuesta por cinco Glorias en honor a las Llagas de Cristo y una Ave en conmemoración de la Madre Dolorosa. La bendición de las cuentas se reservaba a los Pasionistas.

 

FESTIVIDAD

La evidencia más temprana en honor a las Llagas de Cristo proviene del Monasterio de Fritzlar, Thuringia donde en el Siglo Catorce se celebraba una fiesta los Viernes después de la octava de Corpus Christi. El Oficio era rítmico (Dreves, “Anal. Hymnica”, XXIV, 20; Grotefend, “Zeitrechnung”, II, 1, 115).

En el Siglo Quince se difundió a diferentes países, hacia Salisbury (Inglaterra) Huesca y Jaca (España), Viena y Tours y fue incluida en los Breviarios de los Carmelitas, Franciscanos, Dominicanos y otras órdenes. (Dreves, op. cit., XXIV, XL, XLII).

La Fiesta de las Cinco Llagas es de interés histórico y desde épocas medioevales se celebraba el 6 de Febrero en Evora y en todas las regiones de Portugal (en Lisboa el Viernes después del Miércoles de Ceniza). Conmemora la fundación del reino portugués en 1139 cuando, antes de la batalla en las llanuras de Ourique, Cristo se apareció a Alfonso Henriquez prometiéndole la victoria sobre los musulmanes y ordenándole que inserte en el escudo de armas del nuevo reino el emblema de las Cinco Llagas (“Propr. Portugalliae” en Weiss, “Weltgeschichte”, III, 251). Esta fiesta se celebra actualmente en todos los países de habla portuguesa.

El Propium de Venecia de 1766, el que tal vez contiene la relación más antigua de las fiestas movibles en honor a la Pasión de Cristo, contiene la Fiesta de las Cinco Llagas que se celebraba el Segundo Domingo de Marzo; en 1809 se otorgó a Leghorn el Viernes después del Miércoles de Ceniza fecha que se mantiene en muchas diócesis de Toscana y en otras partes (México).

Desde 1831, cuando los Pasionistas y la ciudad adoptaron en Roma las fiestas en honor a la Pasión, se le asignó a esta fiesta el Viernes después del tercer Domingo de Cuaresma. El Oficio es uno de los legados que nos dejó la edad media. Aunque esta fiesta no se celebra en toda la Iglesia, el Oficio y la Misa están considerados en el apéndice del Breviario y el Misal.

NILLES, Kalendarium manuale, II, 140; HELLER en Zeitschr. fur kath. Theol. (1895), 582-5; BENEDICT XIV, De festus D. N. J. Christi, I, 279; BERINGER, Die Ablasse (Padeborn, 1906), 173, 174, 277, 382.
Fuente F.G. HOLWECK para Enciclopedia Católica




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