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Revelamos su Apariencia Física, Personalidad y Carácter

¿Alguna vez te has preguntado cómo era Jesús en persona cuando vivió entre nosotros? ¿Su apariencia física, su personalidad, su carácter?

A lo largo de la historia, muchos han tratado de responder a estas preguntas. 

Aquí exploraremos cómo era Jesús según testimonios históricos y bíblicos. 

Desde las palabras del propio Poncio Pilato hasta las observaciones de contemporáneos como Publio Léntulo.

Y relataremos las conclusiones sorprendentes a las que los más agudos analistas han arribado estudiando la Biblia y la Sábana Santa de Turín.

Veremos al Jesús real que vino a este mundo para cambiar nuestras vidas.

Únete a nosotros en este viaje fascinante para descubrir al Jesús real, el hombre que cambió el mundo para siempre. ¡Te sorprenderás!

Un día, al pasar por el lugar de Silo, Poncio Pilato observó en medio de un gran grupo a un joven que estaba apoyado contra un árbol, dirigiéndose tranquilamente a la multitud. 

Le dijeron que era Jesús. 

Dice que podría haberlo sospechado fácilmente por la gran diferencia entre Él y los que lo escuchaban.

Parecía tener unos 30 años. Nunca había visto un rostro más dulce y más sereno. 

Y más tarde le escribió solicitándole una entrevista en el Pretorio. 

Y cuando el Nazareno llegó, los pies de Pilato quedaron como pegados al suelo y su cuerpo tembló.

Había una simplicidad magnética en Él que lo elevaba muy por encima de los filósofos y maestros de su época.

Y Pilato finaliza esta carta a Tiberio Cesar diciendo que un hombre que puede convertir el agua en vino, cambiar la muerte en vida, la enfermedad en salud y calmar los mares tormentosos, no es culpable de ningún delito penal.

Además hay alguna evidencia histórica de que Tiberio estaba tan convencido de la resurrección de Jesús, que intentó que lo declararan «dios», pero el Senado romano se negó a aprobar la admisión de un judío provincial para el panteón de dioses romanos. 

Otro contemporáneo, Publio Léntulo, también jerarca de Judea en los días de Tiberio César, escribió al Senado Romano acerca del Nazareno llamado Jesús.

Dijo, apareció en estos nuestros días un hombre de la nación judía, de gran virtud, llamado Yeshua, que aún vive entre nosotros, que sus propios discípulos lo llaman el Hijo de Dios.

Él resucita a los muertos y cura toda clase de enfermedades. 

Un hombre de estatura algo alta y atractivo, con un semblante muy reverente, tal que los espectadores pueden amarlo y temerle.

Su cabello es castaño, liso hasta sus orejas, y luego ondulado.

Se peina raya al medio a la manera de los nazarenos.

Su frente lisa y muy delicada, su rostro sin mancha ni arruga, con un hermoso color rojo.

Su nariz y boca bien formadas, su barba espesa, del color como su cabello, no muy larga.

La proporción de su cuerpo es excelente.

Su mirada inocente y madura. Sus ojos son grises, claros y vivos.

Al reprender la hipocresía es terrible, al amonestar cortés y justo; agradable en la conversación, mezclado con gravedad.

No se puede recordar que alguno le haya visto reír, pero muchos le han visto llorar.

Al hablar, muy templado, modesto y sabio. 

Un hombre, que por su singular belleza, supera a los hijos de los hombres.

Otra descripción de Jesús se encuentra en «El Volumen Archko», que contiene documentos oficiales de la corte romana de los días de Jesús.

Dice, si alguna vez lo ves a Yeshua lo conocerás. 

Si bien Él no es más que un hombre, hay algo en Él que lo distingue de cualquier otro hombre.

Es la viva imagen de su madre, sólo que no tiene su cara suave y redonda.

El profesor Giovanni Judica-Cordiglia, un estudioso de la Sábana Santa de Turín llegó a la conclusión que el hombre que estaba envuelto en la Sábana Santa era de gran belleza.

Medía aproximadamente un metro ochenta centímetros, tenía un físico perfectamente proporcionado, ágil y armonioso. 

Y su capacidad craneal sugiere que su cerebro era mayor que el promedio, lo que muestra una persona de genio extraordinario.  

Y según lo que nos relata la Biblia podemos sacar más conclusiones sobre su apariencia física.

En aquella época un carpintero como Él, no compraba la madera sino que tenía que ir al bosque, talar los árboles y luego aserrar la madera.

Se necesitaba una gran fuerza física y soportar las inclemencias del tiempo.

Parece haber sido un hombre completamente sano, no propenso al cansancio y con una gran capacidad de trabajo. 

Nunca leemos que Jesús tuviera alguna enfermedad.

Tenía la costumbre de levantarse muy temprano y después de un largo día le encantaba escalar alguna altura solitaria, y permanecer afuera hasta bien entrada la noche orando.

La mayor parte del ministerio público de Jesús transcurrió al aire libre, expuesto a los rigores del clima, y a menudo con poco tiempo para comer.

Dice que no tenía dónde reclinar la cabeza, por lo que probablemente pasó muchas noches durmiendo a la intemperie. 

Y a pesar de estos arduos viajes, aconsejaba viajar ligero, no llevando nada para el camino.

Por lo tanto, el hambre y la sed debieron acompañarlo frecuentemente.

Sólo un cuerpo sano y con gran resistencia física podría haber soportado algo así.

Era además un líder vigoroso, que imponía respeto. 

Causaba una poderosa impresión en la gente corriente, por su atractivo exterior y por su encanto.

Varias veces se menciona en la biblia el poder espiritual de sus miradas ardientes.

Su estatura mental era imponente. 

Se enfrentó a muchos enemigos malévolos entre los fariseos y saduceos, y los trató reduciéndolos al silencio, tanto que comenzaron a planear su muerte.

Les llamaba hipócritas, serpientes, víboras, mentirosos y llamó zorro a Herodes.

Además, debía de ofrecer explicaciones agotadoras a los discípulos que a menudo tardaban en aprender. 

Su seguridad en sí mismo era manifiesta.

En medio de una gran tormenta, siguió durmiendo en la barca pacíficamente hasta que sus discípulos lo despertaron y reprendió a los vientos.

Había una gran claridad en su pensamiento. 

Tenía una comprensión absoluta de su objetivo, lo que le daba inflexibilidad y fuerza de voluntad. 

Jesús sabía lo que quería y lo perseguía con determinación. 

Esto es evidente incluso a los doce años, en que dejó a su familia y se quedó en el templo.

La oposición nunca lo disuadió. 

Las tres tentaciones en el desierto fueron rechazadas con fuerza.  

Y también la oposición entre los parientes, en su propio pueblo, entre sus seguidores e incluso entre los Apóstoles. 

Era un hombre de voluntad clara que exigía la misma determinación y certeza a sus seguidores. 

Era un líder nato. Cuando llama a sus Apóstoles, estos inmediatamente se levantan para seguirlo. 

Y una y otra vez se maravillaron de sus acciones e incluso no se atrevían a interrogarlo más. 

El mismo asombro se apoderaba también de la multitud. 

Hablaba con imponente autoridad y la gente buscaba las imágenes más elevadas ¿quién podría ser? ¿Juan el Bautista? ¿Elías? ¿Jeremías o algún profeta?

Su poder y autoridad espiritual se descargaba en lenguaje severo y acción audaz cuando los poderes del mal se alineaban contra él.

Los demonios temblaban por su asombroso poder.

Reprendía fuertemente al mal que había en los hombres y les advertía que no eran dignos de Él si no se arrepentían.

Nunca fue de los que se andan con cuidado.

Y debido a que era consistentemente fiel a la voluntad de Su Padre, Su vida era sólo “Sí y No” y reaccionaba con gran severidad contra cualquier cosa que fuera impía u odiosa para Dios.

Su ira era siempre la expresión de la suprema libertad moral, declarando que vino al mundo para dar testimonio de la verdad.

Y estuvo dispuesto a arriesgar Su propia vida y morir por ella.

Bueno hasta aquí, lo que queríamos hablar sobre las evidencias objetivas de cómo era Jesús cuando vivió físicamente entre nosotros.

Y me gustaría preguntarte qué otras características te imaginas que tenía Jesús.

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