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Para comprender lo que está pasando con Crimea.

 

Como era previsible, Crimea ha votado a favor de un “protectorado” de Rusia; fue con un 96% de los votos a favor y EE.UU. ha reaccionado adoptando sanciones económicas contra Rusia y contra figuras políticas rusas, también predecible. Y los medios de comunicación sacan jugo de esta situación amplificando los conflictos, usando declaraciones “para la tribuna”, como en una cancha de fútbol.

 

votacion en referendum

 

Pero en realidad a ninguno de los dos contendientes, occidente y Rusia, les interesa llegar a una conflagración directa por un hecho de lógica geopolítica, más allá del formato que ha elegido Rusia. Crimea se alió con su aliado histórico y el resto de Ucrania quiere conseguirse un nuevo aliado, la Unión Europea, que ha coqueteado con esto durante un tiempo, antes de que imparables fuerzas internas ucranianas – con vínculos nazis -, desataran el conflicto que terminó en la destitución del presidente, su asilo en Crimea y el ‘protectorado’ de Rusia sobre ésta.

Lo demás son declaraciones “para la tribuna” de parte los políticos, para que consuma la opinión pública, acciones diplomáticas mas o menos en secreto y reforzamiento de las posiciones de cada parte, con el fin de que “la sangre no llegue al río”.

Por lo pronto, una lectura atenta de las declaraciones diplomáticas que importan hace pensar de que se está llegando a una comprensión de los problemas entre ambos y buscando soluciones, pero que no alejan en corto plazo la presencia de una ‘guerra fria’.

Para ampliar la comprensión geopolítica del conflicto recomendamos también leer otro artículo nuestro aquí.

MAS ALLÁ DE LO  ANECDÓTICO, LAS SANCIONES SON COSMÉTICAS

La Unión Europea y Estados Unidos han aprobado sanciones (cosméticas) porque es casi obligatorio no aceptar en silencio el estado de la situación en Ucrania y Crimea. Sanciones por las que en realidad ningún político con cargo en un gobierno u hombre de negocios influyentes se verá afectado en la realidad.

Pero mientras tanto se celebra la farsa sancionadora, la empresa pública rusa Rosneft entra en el capital de Pirelli, y la italiana Saipem prepara la ejecución, junto a la rusa Gazprom, del primer tramo del gaseoducto que unirá a Rusia, vía Crimea, con Europa.

En cuanto a la bolsa y los mercados financieros, no hay reacciones negativas. Los empresarios rusos Alex Knaster y Mikhail Fridman, muy cercano este último a Putin, mantienen su participación en el banco Unicredit. Algo que no ha espantado al fondo norteamericano BlackRock, que ha incrementado su participación en Unicredit, convirtiéndose así en su principal accionista.

UNA ANÉCDOTA: EE.UU. APROVECHA PARA CUMPLIR CON LA AGENDA LGTB

Estados Unidos, como había prometido, ha reaccionado adoptando sanciones económicas contra 10 figuras políticas prominentes, siete rusos y tres ucranianos (entre ellos el ex presidente Yanukovych).

Entre los políticos sancionados aparecen nombres como los de Putin (presidente), Medvedev (premier), Lavrov (cancillería), Miller (de Gazprom). Pero entre los cientos de políticos rusos, se ha sancionado aYelena Mizulina que no ha actuado en este tema internacional sino en el tema LGTB.

El objetivo era golpear a todos los personajes principales de alguna manera relacionados con el intento de anexar la Crimea a Rusia, congelando sus cuentas bancarias (u otros activos) en el extranjero y la prohibición de la expedición de visados.

¿Y por qué Yelena Mizulina? Mizulina es miembro de la Duma y tiene poco o nada que ver con Ucrania. No se trata de un poderoso político, no es un aliado clave de Putin ni una mente estratégica que haya colaborado con el despliegue de fuerzas en la guerra de Crimea.

Por eso, mientras todos los demás han emitido declaraciones de este calibre:

«Estoy muy feliz de encontrarme en esta lista de personas»,

Yelena dijo

«estoy sorprendida, de que me hayan incluido. No tengo cuentas bancarias o activos en el exterior e incluso ningún miembro de mi familia».

Pero  hay una razón para golpear a Yelena Mizulina por parte de la administración Obama: es la parlamentaria que patrocinó la llamada ley «anti-gay», que prohíbe la propaganda LGBT a los niños y las adopciones a los estadounidenses, después de la legalización en algunos Estados el matrimonio entre personas del mismo sexo. Según la misma Mizulina, se la ha insertado entre los sancionados como una forma de «venganza por mis ideas. Lo que acaba de ocurrir es una violación de mis derechos como ciudadana y política».

Esto demuestra la idea de que Barack Obama quiere demostrar al lobby LGBT su apoyo, también a través de sanciones a Rusia. Todo lo cual sigue siendo una mensaje para “la tribuna”.

UN POCO DE HISTORIA

Para ir al meollo real de la crisis, es necesario hacer un poco de historia.

En la crisis de Ucrania se mezclan problemas de autodeterminación y de derechos de las minorías que se acumulan desde la caída imperial en 1918. A la ocupación de la Alemania nazi le siguió la dolorosa pax soviética, que fue sólo latente. Tras la independencia ucraniana en 1991, la irresponsable gestión de las autoridades de la UE, y en particular la de Reino Unido, Polonia y Alemania, liberó instintos primarios, inmorales y socialmente peligrosos que se radicalizaron hasta estallar en la crisis actual.

Desde 1989 hasta el año 2000, Estados Unidos estuvo  muy activo en Rusia y en todo el espacio ex-soviético, mientras la Federación Rusa se mantuvo geopolíticamente bastante débil o neutral con respecto a Ucrania (como sucedió en Yugoslavia y en los países que formaron parte del Pacto de Varsovia).

Cuando, en el año 2000, Vladimir Putin fue elegido presidente de la Federación Rusa, heredó el país más grande del mundo en unas condiciones económicas y sociales desastrosas, a causa de los errores soviéticos, pero sobre todo de las desconsideradas políticas liberales de privatización durante la presidencia de Boris Yeltsin, instigadas por Occidente (especialmente por EE.UU, Holanda y Reino Unido).

Después de menos de un siglo de la reconstrucción post-zarista comenzada en 1917, con Putin, Rusia tenía que recuperar, con fatiga y dolor, el orden interno, el equilibrio social, la dignidad nacional y un papel de estabilizador en la región. Algo que fue posible también gracias a los enormes flujos de dinero que le proporcionó el comercio estatal de materias primas y la energía (gas y petróleo). En Europa, los principales referentes de esta política de renacimiento ruso en el ámbito industrial fueron la Alemania de Schroeder y la Italia de Berlusconi. No hay que olvidar que, al mismo tiempo, en el ámbito financiero, Rusia pudo beneficiarse del efecto palanca que le ofrecían las bolsas de valores por la gestión de los derivados y el trading energético, sobre todo en Reino Unido, Suiza y Austria. Directa o indirectamente, la riqueza de Rusia ha sido un motor económico para todos los países europeos.

A diferencia de ciertos estados europeos, EE.UU, y en consecuencia la UE, siguieron manteniendo una doble posición respecto a Rusia: partenariado estratégico y contención. Durante la era Clinton (1992-2000) dominó la actitud del “vencedor” que se arroga el derecho de dar lecciones sobre economía y democracia, con la intención de “abrir” a Rusia hacia los intereses de las empresas norteamericanas. Una operación que consiguió, puesto que hoy dos gigantes rusos de la energía, Rosneft y Gazprom, cuentan con significativas participaciones de sociedades americanas y europeas. En la era de George W. Bush (2001-2009), empeñado en buscar aliados en la “guerra contra el terrorismo”, las relaciones con Rusia se equilibraron un poco, a pesar del plan de defensa anti-misiles que desde 2003 su administración quiso implantar en Europa oriental.

Todo cambió en 2007, coincidiendo con el crack financiero de los USA. Ese mismo año, la administración norteamericana quiso negociar con Polonia y la República Checa la instalación en su territorio de sistemas anti-misiles teóricamente dirigidos contra Irán y Oriente Medio. En 2008, la presión de EE.UU, de la OTAN y de la UE provocó la reacción rusa que desembocó en la guerra de Georgia.

En septiembre de 2009, la administración Obama declaró la eliminación del plan de defensa anti-misiles en Europa, con palabras y actos conciliadores que sin embargo le obligaron a enfrentarse a los neocon americanos, una sección transversal a republicanos y demócratas, que seguían viendo en Rusia a un enemigo. Con todo ello, las grandes mentes de la política exterior y de seguridad de la UE nunca tomaron posición ni declararon sus intenciones. Sin embargo, un antiguo asesor de la seguridad de Carter y después de Obama, amado por la izquierda socialdemócrata europea, el judío polaco Zbigniew Brzezinski, publicó en 1998 un libro, “The grand chessboard”, donde teorizaba la necesidad de EE.UU de tomar el control de Ucrania. Por tanto, no es casual que otro judío, el húngaro George Soros, a través de sus fundaciones millonarias a favor de la ‘open society’, se encuentre tras muchos de los movimientos “revolucionarios” en Ucrania.

En el otoño de 2013, la crisis ucraniana ya estaba madura y preparada, enmascarada tras las legítimas exigencias de una minoría de querer acceder a los beneficios de libertad y democracia que la UE podría favorecer mediante un acuerdo de asociación (prólogo de un estatuto de miembro efectivo). Sobre los errores de valoración y de gestión por parte de la UE, que actuaba de manera inconsciente según su programa de partenariado “Eastern Neighbourhood”, hay que subrayar que cuando se crean expectativas hay que mantenerlas hasta el final. La UE “dejó preñada a Ucrania, y luego no quiso casarse con ella”, como comentó en una ocasión un audaz diplomático occidental.

Queda el hecho de que la comunidad internacional desautorizara los acuerdos: Rusia intentó muchas veces evitar la violación de los acuerdos internacionales de 1994 sobre la desnuclearización de Ucrania, que llevaron a su reconocimiento internacional garantizado por EE.UU, Rusia y Reino Unido, y luego los acuerdos firmados por el presidente electo Viktor Yanukovich el 20 de febrero de 2014 con los ministros de exteriores de Alemania, Polonia y Reino Unido para celebrar elecciones y realizar una reforma constitucional en sentido federal y autónomo. Pero esos acuerdos nunca contaron con el apoyo de los ministros europeos y pocas horas después de la firma un grupo de individuos armados llevaba a cabo un golpe de estado en Kiev, con la intención de abolir incluso el bilingüismo ruso-ucraniano, vigente desde los acuerdos de 1994.

LA SITUACIÓN ACTUAL

El referéndum que el 16 de marzo registró en Crimea un 96% de votos a favor de la independencia de Ucrania ha sido calificado como “ilegal” e “ilegítimo” por EE.UU y la UE. Aunque el referéndum se desarrolló correctamente según los observadores internacionales, y aunque no se haya decidido anexión alguna a Rusia, algo que habría que decidir si se diera el caso en la Duma, EE.UU y la UE han impuesto sanciones a Rusia porque habría “violado el derecho internacional”. Una posición difícilmente sostenible si miramos lo que Occidente ha hecho con las invasiones militares de guerra en Serbia, Libia, Iraq o Afganistán, por citar sólo algunas.

Los principios inviolables de la inviolabilidad de las fronteras, que nacieron con la Paz de Westfalia en 1648 tras la guerra de los 30 años y que se reiteraron en la Carta de la ONU de 1948, perdieron efectividad en la guerra de los USA contra Vietnam a finales de los 60. Ciertamente, estos principios fueron abandonados por quienes hoy los reclaman tras el bombardeo “humanitario” de Serbia en 1999 y todos los sucesivos con motivo de la “guerra contra el terrorismo”.

Según algunos analistas, hemos entrado ya en una nueva Guerra Fría, que esperamos que no se caliente, que durará algunos años y que causará daños considerables en Occidente, especialmente en la UE, pero también en Rusia. Estados Unidos, y quizás China, serían los únicos beneficiarios indirectos.

Más allá de la propaganda mediática, el diálogo diplomático entre Rusia y EE.UU afortunadamente parece continuar con llamadas telefónicas entre Lavrov y Kerry. El encuentro de seis horas entre los ministros de exteriores ruso y americano en Londres el pasado 14 de marzo no es ningún fracaso, digan lo que digan los medios. Si leemos con atención las declaraciones, podemos ver que Kerry ha entendido las dificultades de Rusia, que pide “ayuda” a EE.UU para encontrar una solución en la gestión de esas fuerzas “tóxicas” que han tomado el poder en Kiev. A decir verdad, Rusia hizo en el pasado la misma petición a la UE, que fue incapaz de dar pasos útiles. Vista la incapacidad de los servicios europeos dirigidos por Ashton, con Barroso y Van Rompuy, más preocupados por su propia supervivencia tras las elecciones del 25 de mayo que por encontrar una solución razonable para Ucrania, Rusia y EE.UU tratan de encontrar una solución razonable para todos. Eso explicaría la ponderación de las palabras empleadas por los dos diplomáticos y el hecho de que el propio Obama haya entendido que las “sanciones” son un acto obligatorio pero fundamental, aunque por ahora sólo sean una fachada.

Por el momento, la UE sale perdiendo. Hasta Alemania ha mostrado las limitaciones de su fuerza diplomática. Por otra parte, las relaciones entre Rusia y EE.UU son imprescindibles para gestionar la complicada situación en Irán, donde los conservadores radicales están presionando al presidente Rouhani, poniendo en peligro las negociaciones nucleares y los acuerdos sobre Siria y Líbano.

Para confirmar este compromiso americano, si bien bajo presión de los neocon y del lobby personal del premier israelí Netanyahu, hay que destacar la intervención diplomática de EE.UU en Arabia Saudí, que ha llevado a la destitución del incontrolable jefe de los servicios secretos, el príncipe Bandar. Además, los EE.UU están muy preocupados por el dumping de títulos de deuda pública americana que ya ha comenzado por parte de China y que Rusia también está valorando. Por otro lado, más de setecientos mil millones de dólares de deuda rusa están bloqueados en los bancos occidentales. Un default político de esta deuda tendría consecuencias gravísimas en la UE, pero también en los USA, que están haciendo todo lo posible para cerrar un acuerdo de partenariado transatlántico para el comercio y las inversiones.

En conclusión, de momento, podemos decir que la crisis es grave, que durará mucho, tal vez varios años, pero que por ahora no conviene a nadie transformar la situación en una guerra sino fría.

Fuentes: Tempi, Paginas Digitales, Signos de estos Tiempos

 

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