Ni desespero ni abandono.
Hay muchos divorciados vueltos a casar que se consideran tratados como personas de segunda categoría en la Iglesia por no acceder a la eucaristía, aunque tengan fundadas razones para su situación, y mismo muchos fieles de las parroquias verdaderamente los tratan como católicos de segunda categoría. Pero la Iglesia está preocupada por el tema y ha abierto múltiples caminos alternativos, que incluso algunos implican recibir la comunión.
Es un requisito fundamental el arrepentimiento y la penitencia, siempre y en todo caso. Y desde el punto de vista procesal, está abierto el proceso en el derecho canónico para decretar la nulidad del matrimonio anterior, pero se debe admitir que se trata de un proceso complejo, que lleva tiempo y dinero.
EL TSUNAMI DEL DIVORCIO
La situación de los divorciados y vueltos a casar es un problema importante y complejo para la Iglesia, que se ha convertido en una “emergencia pastoral” porque el número de estos católicos actualmente excluidos de la vida sacramental ha aumentado notablemente, y la mayoría no se siente cómodo con no participar de la eucaristía, y abandona las misas y hasta la fe.
El ataque que vive la familia produce situaciones para las que la Iglesia Católica no tiene respuestas reconfortantes hacia personas, que por ejemplo: son abandonadas por el cónyuge, o para las personas que descubrieron a Dios y a la Iglesia luego de la crisis del divorcio y que se casaron por Iglesia por presión del otro cónyugue aunque en esa etapa de la vida se declaraban ateas e incluso, en algunos casos, hasta no hicieron los cursos prematrimoniales.
Para muchos de estos casos hay intenciones y soluciones reconfortantes, que incluyen en el principio grupos de divorciados vueltos a casar, en diversas parroquias, que son acompañados pastoralmente por sacerdotes, pero hay otras soluciones que pueden implicar el acceso a la eucaristía en forma extraordinaria.
LAS POSICIONES DE BENEDICTO XVI
Sobre fines de enero de 2013, a poco más de 2 meses de dejar su pontificado, Benedicto XVI pidió a los jueces eclesiásticos y “rotales” “más reflexiones” sobre la falta de fe de los esposos como posible causa de nulidad del matrimonio.
“No pretendo sugerir –precisó– ningún automatismo fácil entre la carencia de fe y la invalidez de la unión matrimonial, sino más bien indicar que tal carencia puede, aunque no necesariamente, herir incluso los bienes del matrimonio”.
No fue la primera vez que el Pontífice afronta este argumento. En julio de 2005, mientras se encontraba de vacaciones en Les Combes, respondió a una pregunta relacionada mientras platicaba con unos sacerdotes del lugar.
“Ninguno de nosotros –dijo– tiene una receta ya lista, sobre todo porque las situaciones siempre son diferentes. Me parece particularmente dolorosa la situación de todos los que se casaron en la Iglesia, pero que no eran verdaderamente creyentes y lo hicieron por tradición, y después, al encontrarse en un nuevo matrimonio no válido, se convierten, encuentran la fe y se sienten excluidos del sacramento. Este es verdaderamente un sufrimiento grande y cuando fui Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe invité a diferentes Conferencias Episcopales y a especialistas a que estudiaran este problema: un sacramento celebrado sin fe. Si fuera posible encontrar, realmente, un momento de invalidez porque al sacramento le faltaba una dimensión fundamental, no osaría decirlo. Yo, personalmente, lo creía, pero de las discusiones que hemos tenido al respecto entendí que el problema es muy difícil y que todavía debe ser analizado profundamente. Pero, dada la situación de sufrimiento de estas personas, hay que analizarlo”.
En 1972, como teólogo, Joseph Ratzinger había indicado los límites de las demostraciones procesales que declaran la nulidad matrimonial. Como cardenal arzobispo de Mónaco, durante el Sínodo sobre la familia de 1980, Ratzinger escribió a los agentes pastorales de su diócesis:
“El Sínodo indica como una categoría aparte a todos los que han llegado a la motivada convicción de consciencia, con respecto a su primer matrimonio, aunque no sea posible la prueba judicial a su favor. En un caso semejante se puede, evitando el escándalo, conceder la autorización para recibir la comunión”.
En octubre del año siguiente, con una carta a “The Tablet”, Ratzinger rectificó las interpretaciones demasiado aperturistas de sus palabras, explicando que en 1972 había hablado como teólogo y que entonces, como Prefecto del ex Santo Oficio, creía que la solución de la consciencia del individuo era impracticable, dado que el matrimonio no es un acto privado y tiene repercusiones en la vida del cónyuge, de los hijos, de la sociedad civil y eclesial. Pero también en aquella ocasión concluyó diciendo que en algunos casos excepcionalmente raros se podía recurrir a la Penitenciaría apostólica después del fracaso de los procesos canónicos.
Ratzinger volvió a hablar sobre el argumento en el libro-entrevista del periodista Peter Seewald, “La sal de la tierra” (1997). Afirmó que
“En un futuro se podría incluso llegar a una constatación extrajudicial de la nulidad del matrimonio. Esta podría, tal vez, ser constatada por los que tienen la responsabilidad pastoral en el lugar”.
Una apertura sobre la posibilidad de que la última palabra sobre la nulidad matrimonial recaiga en el obispo, con una mayor atención a cada una de las situaciones, y no solo en los tribunales eclesiásticos.
EL SÍNODO DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
El último sínodo de obispos que trató la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, sobre fines del 2012, abordó también el asunto de los divorciados vueltos a casar. Los padres sinodales dicen:
La nueva evangelización debe hacer esfuerzos para abordar los problemas importantes en relación con el matrimonio, en el caso de los divorciados y vueltos a casar, en la situación de sus hijos, el destino de los cónyuges abandonados, en las parejas que viven juntas sin casarse, y en la tendencia de la sociedad a redefinir el matrimonio.
La Iglesia con atención materna y espíritu evangélico, debe buscar las respuestas adecuadas a estas situaciones, siendo un aspecto importante de la nueva evangelización. Cada plan pastoral de evangelización también debe incluir una invitación respetuosa a todos los que viven solos, para que experimenten a Dios en la familia de la Iglesia (Lista final de las propuestas, nº 48).
LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE EN 1994
En el Año Internacional de la Familia de 1994, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe emitió una Carta a los Obispos con expresa aprobación del Papa Juan Pablo II. El documento señala que podrían acceder a la comunión eucarística en determinados casos, los divorciados que se hallan en las siguientes condiciones:
Cuando han sido abandonados del todo injustamente, a pesar de haberse esforzado sinceramente por salvar el anterior matrimonio.
Cuando estuvieren convencidos de la nulidad del anterior matrimonio.
Cuando ya hubieren recorrido un largo camino de reflexión y de penitencia.
Cuando por motivos moralmente válidos no pudieran satisfacer la obligación de separarse.
Y cuando los divorciados se entrevistan con un sacerdote experto, su eventual decisión de conciencia debería ser respetada por el sacerdote, sin que ello implicase una autorización oficial.
Son 5 situaciones especiales en las que hay motivos de peso para no poder separar el concubinato, una situación pastoral tolerante y benévola, para poder hacer justicia a las diversas situaciones de los divorciados vueltos a casar, mientras persiste la ilusión sana de recibir los frutos de la comunión.
Fuentes: Info Católica, Foros de la Virgen María, Signos de estos Tiempos