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La tecnología ha llevado hacia una economía de vigilancia.

 

La tecnología que ha permitido recoger, peinar y analizar enormes cantidades de datos, ha creado un sistema de vigilancia que escruta cada cosa que cada uno hace, eliminando virtualmente la privacidad, porque ha sido capaz de cruzar enormes bases de datos de diferentes fuentes. Hoy es posible reconstruir automáticamente lo que una persona hizo el día de ayer, lo que le gusta y no le gusta, con quien se comunicó, lo que piensa políticamente  como es su economía, cuales sus deseos, etc.

 

economia de vigilancia

 

La economía occidental está derivando hacia una economía basada en la vigilancia, con el gran recurso de la “minería de datos”; lo datos son utilizados comercialmente, con fines de seguridad, políticos, y para cualquier otro tipo de espionaje. 

¿ES EL PRECIO DE HACER NEGOCIOS EN LA ECONOMÍA DIGITAL?

Lo que el denunciante fugitivo Edward Snowden ha revelado sobre la red de espionaje global de Estados Unidos PRISM debería llamarnos al alerta y a la alarma. Su exposición muestra claramente que estamos viviendo en una sociedad de vigilancia bien establecida. Pero también revela más que eso: la vigilancia está en el corazón de la economía digital global.

Un documento reveló que en 2001 la compañía de telecomunicaciones australiana Telstra, firmó un acuerdo para permitir que las agencias de espionaje de Estados Unidos accedieran a los datos de sus clientes estadounidenses. Sin embargo, según el acuerdo, Telstra no permitió que otros gobiernos accedieran a los mismos datos.

En respuesta, Telstra emitió un breve comunicado se limitó a decir que el acuerdo reflejaba sus obligaciones contractuales en el momento y la revelación sólo han recibido cobertura mediática limitada.

LA SOCIEDAD DE LA VIGILANCIA

Todo lo que haces está sujeto a vigilancia. Como Robert O’Harrow Jr lo explica, no hay «ningún lugar donde esconderse«. Estamos bajo vigilancia constante, tanto física como electrónicamente. La vigilancia es la nueva normalidad. Está en todas partes y esta ubicuidad la damos por hecho.

En estas circunstancias, el viejo adagio: «si usted no ha hecho nada malo, no tiene nada que temer» en el estado de vigilancia ya no es válido.

Este argumento se basa en la creencia de que más allá de la función limitada de la protección del interés público (por ejemplo, a través de la policía), el Estado no está interesado en lo que usted. hace, con quién hable, a donde vaya, lo que usted compra, o en lo qué cree.

Ya no vivimos en ese mundo. El número de agencias gubernamentales que tienen un interés en la información acerca de nosotros ha crecido exponencialmente. El estado de seguridad nacional ha ampliado las funciones policiales de gobierno a todos los ámbitos de la vida.

Agencias gubernamentales de bienestar social se han visto atrapadas espiando a los beneficiarios, madres solteras y pensionistas. En el Reino Unido, las autoridades educativas siguen a familias en un esfuerzo por capturarlos fraudulentamente inscribiendo a los niños «fuera del área». En Australia, un consejo local ha accedido a los datos personales de teléfonos de los residentes para utilizarlos para localizar a las mascotas no registradas.

Si aún persistenten sus dudas de que vivimos en una sociedad de vigilancia total, ahora es el momento de ser realista y eche un vistazo afuera.

Estamos bajo vigilancia de vídeo casi constante. Trate de caminar a través de cualquier pueblo o ciudad de tamaño razonable sin ser capturados en CCTV. No es posible, ni siquiera se puede esquivar saliendo de las tiendas, o utilizando pasos de peatones. Hay miles de cámaras controladas por el estado mirando el tráfico, el transporte público y los flujos peatonales, miles de cámaras privadas también están monitoreando todas las transacciones que hacemos en bancos, tiendas, bares, recepciones de hoteles, restaurantes y supermercados.

Y si esto todavía no llegó a su ciudad, no piense que no lo va a hacer, está por llegar.

Este material también está disponible para las autoridades. Todo lo que tienen que hacer es preguntar. En algunos casos, ni siquiera tienen que pedir. Cuando la policía de Boston comenzó la caza de los terroristas de la maratón de Boston, secuestraron las cintas de vigilancia de las 200 empresas de Boylston Street. Decenas de cientos de civiles que habían grabado el evento en sus teléfonos también ofrecieron las imágenes.

Es posible argumentar que fue un buen uso de «periodismo ciudadano», pero también hay un lado oscuro. En el vacío de información creado por la falta de un claro sospechoso en el atentado, internautas de medios de comunicación sociales tomaron el asunto en sus propias manos. En cuestión de horas, detectives aficionados comenzaron a colocar las imágenes de hombres jóvenes morenos con mochilas, sugiriendo que podrían ser los terroristas.

Esto es peligroso, sobre todo en una sociedad con una fuerte cultura vigilante. Fue pura suerte que ninguno de los jóvenes injustamente implicados fuera atacado físicamente por turbas enfurecidas que buscaban venganza.

Hay otra razón para estar preocupados. No sólo tenemos que lidiar con vigilancia física omnipresente a través de miles de instalaciones de CCTV. En el mundo de los «grandes datos» no hay escapatoria. Nuestras huellas electrónicas están siendo reunidas durante todo el día y están siendo almacenadas, clasificadas, filtradas, y manipuladas. Todos somos objetivos potenciales para la vigilancia estatal.

Un ejemplo destacado en este caso son los cientos de personas que podrían conocer a Edward Snowden o haber estado en contacto con él en los últimos dos o tres años. Cualquiera que haya intercambiado un mensaje de correo electrónico o de texto con Snowden está ahora atrapado en una redada que contiene miles de millones de bytes de información.

Las personas que «no tienen nada que temer» están ahora en el radar de la comunidad de inteligencia, en caso de que un mensaje inocuo revele un secreto que puede ayudar a la captura Snowden. Podrían estar atrapados en esto durante muchos años, sobre todo si Snowden es devuelto a los EE.UU. para ser juzgado.

¿Qué tan ancho será echada esa red? Es difícil de decir, pero las capacidades involucradas aquí significan que cualquier persona con hasta seis grados de separación con el objetivo puede ser desnudada y registrada digitalmente.

La última versión de la información del caché de Snowden es quizás el más preocupante, porque revela el grado en que están conectados simbióticamente la economía digital y el estado de vigilancia.

LA ECONOMÍA DE VIGILANCIA

A partir de los documentos publicados por Snowden parece claro que muchas de las principales empresas de alta tecnología han estado cooperando secretamente con la Agencia Nacional de Seguridad de EE.UU. (NSA) para abrir nuestros correos electrónicos y conversaciones de vídeo, junto con cualquier cosa que elijamos para almacenar en la «nube». Google, Microsoft y otras compañías no han negado que están cooperando con el FBI, la NSA y otras agencias de espionaje. Su argumento, como Telstra, es que es el precio de hacer negocios.

De acuerdo con un comunicado de Microsoft, la empresa tiene que cumplir con las peticiones legales de los aparatos de seguridad. El problema es que no hay ninguna revelación pública cuando se realizan tales peticiones. Ellas están clasificadas y no están sujetas a ningún tipo de control.

También parece que las herramientas de cifrado podrían verse comprometidas. Realmente no hay lugar para esconderse, incluso si usted realmente no quiere ser encontrado.

Microsoft dice que sólo actúa sobre solicitudes ordenadas por los tribunales y no ha dado a conocer las claves de encriptación. Pero los analistas dicen que esto es sólo la mitad de la verdad y que la propia Microsoft admite que no se le permite dar a conocer las otras formas en las que coopera con la policía y las agencias de seguridad.

La vigilancia está en la gran cantidad de datos, lo que es un gran negocio. La economía de la vigilancia pone las transacciones de información como su base y cuando el sistema está abandonando el mercado de bienes y servicios reales, el capitalismo se adapta. La última adaptación sistémica es abrazar nuevas formas de vigilancia a los clientes y luego convertir los datos recogidos en algo que alguien está dispuesto a comprar.

El valor de los grandes volúmenes de datos ha sido comparado con el auge del petróleo o del «lavado de oro» en términos de potencial de rentabilidad. Las cifras son alarmantes: 50 mil millones de dispositivos conectados a Internet para finales de esta década; enrome cantidad de datos disponibles para ser escrutados que aún no cuenta con un número de describirlo. Muchas conexiones están disponibles para ser grabadas, correlacionadas, peinadas, combinadas y vendidas, al punto que cualquier intento de visualizar las conexiones se vería como un mapa de unión del universo con todos los planetas, estrellas y cometas conectados a todos los demás objetos. El valor de este mercado se estima actualmente en más de un 39 mil millones dólares al año y creciendo en torno al 9% anual, según los analistas de IDC .

El análisis de grandes volúmenes de datos (una forma educada de hablar de vigilancia) es ahora el centro de la economía global. Cuantos más datos comerciales se recojan, los gobiernos preocupados y nerviosos por la seguridad, encontrarán más formas de minería con fines políticos también.

Y es aquí donde el problema se pone más complicado y peligroso, y donde el que áun no ha logrado comprender cómo esto le afecta a él, entonces podrá verlo con claridad.

Fuentes: The Conversation, Signos de estos Tiempos

 

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