Cuando el contrapeso moral de las sociedades está ausente.
Él país más laicista de habla hispana, Uruguay, está mostrando al mundo que puede legalizar la producción, la venta y el consumo de cannabis sin culpas, a pesar que afecta negativamente la salud física y mental de los que consumen la droga.
Y esto se debe a que se ha desprendido rápidamente en el siglo XX de las religiones, que hacían el contrapeso moral a las decisiones liberalizadoras de las elites políticas y académicas.
Hace un año el parlamento aprobó la más radical ley del mundo de legalización del cannabis para su producción, venta y consumo y ahora se acaba de hacer una Expo, donde han recalado los marihuaneros del mundo ofreciendo toda clase de instrumentos para producir y consumir marihuana, además de talleres y conferencias que instruyen como hacerlo.
Y todo esto bajo la intensa promoción del Estado que lo ve como un gran logro y un distintivo, que dice seguir los pasos del gallego José Reguera, quien cultivaba cannabis en las orillas del arroyo Pantanoso hacia el final del siglo XVIII, para producir cuerdas y filamentos para la corona española.
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POR QUÉ SUCEDE ESTO EN URUGUAY
El pequeño Uruguay, otrora llamada la Suiza de América, estado tapón que crearon los ingleses para separar las colonias españolas de las lusitanas (Brasil), es el país menos religioso y menos católico de la región e incluso uno de los menores también del mundo.
Es el primero en la región y el mundo en liberalizar el cultivo y consumo de marihuana, así como ha sido el primero en la región en recibir prisioneros musulmanes que estaban presos en Guantánamo por el gobierno de EE.UU. y ha sido el primer país en la región en legalizar el matrimonio homosexual con la posibilidad de adopción de niños. Y por supuesto tiene su ley que favorece el aborto y se ha declarado un país gay friendly.
Uruguay había sido durante mucho tiempo una sociedad secular, con un relativamente menor papel de la iglesia desde la época colonial, en comparación con otras partes de las colonias españolas.
El ateísmo en Uruguay no es un fenómeno nuevo como en el resto de los países de América Latina, en los últimos 50 años, es algo ya existente con fuerza desde el siglo XIX , quizás explicable porque en Uruguay casi no hubo indígenas y siempre estuvo expuesto a las modas de las elites europeas.
En 1861 la Iglesia Católica comenzó a perder su jurisdicción sobre los cementerios; en 1879 el estado decidió llevar los Registros del Estado Civil aunque admitió que el casamiento religioso precediera al civil. En 1885 se instituyó el matrimonio civil obligatorio que debió celebrarse antes que la ceremonia religiosa. En 1907 se aprobó la primera ley de divorcio.
A pesar de que en las escuelas del Estado, aún se aprendía el catecismo en el siglo XIX, la hostilidad de las autoridades y muchos maestros, redujo esa educación al mero aprendizaje de memoria del Catecismo y en 1909 fue suprimido por completo este resto de enseñanza religiosa.
En 1861 se produce la crisis entre el catolicismo masón, aun adherido a la iglesia, y las autoridades de la Iglesia, y los católicos masones se deciden ideológicamente por el racionalismo religioso.
En 1871 funcionaba ya el Club Universitario, luego el Ateneo, y su prolongación el Club Racionalista, que en 1872 hace su famosa “Profesión de Fe”, en el sentido de un deísmo que repudiaba la Revelación.
La clase política uruguaya se nutrirá de estos estratos, al punto que uno de los más notorios presidente uruguayos, que gobernó el país durante dos períodos al principios del siglo XX, escribía diatribas contra la Iglesia Católica constantemente en un periódico con el seudónimo de Judas.
Es así que la Navidad se llama oficialmente “Fiesta de la Familia”, la Semana Santa “Semana de Turismo” y el 2 de febrero es más importante la celebración de Jemanjá que la de la Candelaria.
LA LEGALIZACIÓN DE LA MARIHUANA
Sin la gracia de tener una fuerte población religiosa y católica y sin la protección de abundantes oraciones, es razonable que en Uruguay fructifiquen las iniquidades, como que el Estado se ponga al frente de la producción y comercialización de la perniciosa droga marihuana.
Hace un año Uruguay aprobó una ley donde el Estado permite el cultivo y el consumo de cannabis por particulares, bajo su supervisión laxa.
Desde agosto cualquier persona puede solicitar una licencia como agricultor de marihuana. Se han habilitado 63 puntos en las oficinas de Correos para inscribirse en un registro sin costo del Instituto de Regulación y Control de Cannabis (IRCCA) para realizar la plantación, y con el único requisito de ser mayor de edad y tener residencia permanente en el país.
La licencia es de validez de tres años y permite el cultivo de seis plantas hembras de cannabis con un máximo anual de 480 gramos. Asimismo permite clubes cannábicos que podrán tener entre 15 y 45 socios y hasta 99 plantas.
La implementación de la ley se encuentra al 40-50 %, ya que el auto cultivo y la existencia de clubes de membresía ya están funcionando casi en su plenitud, pero falta por definir cómo será el proceso de venta en los establecimientos farmacéuticos.
El pasado 1 de agosto, el Estado uruguayo realizó un llamamiento a las empresas interesadas en producir marihuana para su venta en farmacias, tanto con fines terapéuticos como recreativos.
También es interesante apreciar por donde vienen los argumentos filosóficos que apoyan la legalización de la marihuana.
La coordinadora del programa para las Américas de la Drug Policy Alliance, con sede en Nueva York, Hannah Hetzer, opinó que mientras se está “luchando” por la legalización de la marihuana se lucha por algo “más grande”, que es la “justicia social”, tanto para las personas de Uruguay como las de otros como Estados Unidos, porque la marihuana sigue clasificada como una droga ilegal bajo la ley federal estadounidense, aunque el gobierno de Obama ha dado margen a los estados para desarrollar sus propias normativas.
“Yo vivo en un país que hace muchas cosas bastante mal sobre todo en materia de política de drogas y que usa la guerra contra ellas como un sistema de ‘opresión interna’”, añadió Hetzer.
El discurso de la libertad es el mismo que se usa para legitimar los “matrimonios” homosexuales, el aborto, la eutanasia. Que significa que algunos son libres de hacer lo que les plazca e imponer su estilo de vida a los demás, sin que estos últimos tengan la posibilidad siquiera de defender su propio estilo de vida.
LA EXPO CANNABIS
Y este “aquelarre” dio justificación a la Expo Cannabis, una exposición que se celebró entre el 14 y el 15 de diciembre pasados en el Centro de Exposiciones del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU).
Cuyo objetivo principal fue,
“ayudar a la destigmatización del cannabis y oficiar de plataforma de información e intercambio. El que viene a la feria puede tener un paneo general de lo que está sucediendo con el cannabis hoy en Uruguay”, según Mercedes Ponce de León de Uruguay Siembra, que está a cargo de la organización del evento.
En la exposición, abierta al público y con un valor de entrada de unos U$S 7, estuvo la Junta Nacional de Drogas informando sobre las campañas de prevención, el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca) informando sobre la reglamentación, un puesto del Correo registrando usuarios, la Intendencia de Montevideo informando sobre los controles de tránsito y organizaciones privadas y académicas.
Entre los stands hay nacionales e internacionales, algunos que venden productos de fibra, cáñamo y ropa, algunos venden insumos para el cultivo y bancos de semillas.
También hay pesticidas naturales, lámparas que aceleran el crecimiento de las plantas, y todo lo que se necesita para sembrar, cultivar y fumar marihuana.
En el salón principal hay más de 40 stands que muestran la tecnología para la incipiente industria de la marihuana. E incluso hay una sala para fumadores con vaporizadores que largan humo y que se venden desde 200 dólares.
Muchos stands ofrecen productos para cultivo. Hay armarios que prometen grandes plantas que están diseñados para apartamentos o casas sin patio.
Hay stands de venta de semillas aunque esa actividad aún no está reglamentada.
Marihuaneros de todo el mundo han venido a hacer negocios, a celebrar y a apoyar esta “liberación”.
“Me gusta el dinero como a todo el mundo, pero para mí esto es algo más que un negocio”, comenta Margarita Sicilia, dueña de un banco de semillas, integrante de un club de cannabis, y propietaria de un Grow Shop, como se les llama a los comercios dedicados a la venta de productos para marihuana. Sicilia cruzó el Atlántico por primera vez, desde Cataluña, España, para llegar a la exposición.
“Vine a conocer esta realidad, a hablar con el gobierno, a escuchar sus propuestas”, dice Sicilia, que pretende vender en Uruguay semillas que produce en España.
Manuel Salces es otro español también cruzó por primera vez el Atlántico,
“Venimos a hacer la América”, dice un poco en broma y otro poco en serio.
Su empresa, Garden Highpro, fabrica los armarios equipados con ventiladores, aislantes y luz para la producción doméstica de marihuana, lo que vende en Francia, Holanda, Bélgica, Estados Unidos, República Checa y Rusia.
La exposición también cuenta con puestos donde se exhiben prendas de vestir y juguetes confeccionados con cáñamo, una planta similar a la marihuana pero sin efectos psicoactivos.
Talleres, proyecciones audiovisuales, stands con información y venta de productos y conferencias de expertos nacionales e internacionales completan el programa de actividades.
Las conferencias y la variedad de talleres van desde consejos en el cultivo de cannabis a los beneficios de la bio construcción con bloques de cáñamo, pero también multitud de empresas buscan con sus stands el apoyo del nuevo público «legal» uruguayo.
Fuentes:
- http://www.expocannabis.uy/
- http://www.elpais.com.uy/informacion/periodistas-distintos-paises-expo-cannabis.html
- http://www.elobservador.com.uy/noticia/294089/interes-por-la-marihuana-el-exito-de-la-expocannabis/`
- http://www.montevideo.com.uy/auc.aspx?255823
- http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/article4497164.html