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Cómo Borrar tus Pecados mediante el Perdón de Asís [¿qué es lo que tienes que hacer?]

Quienes califican para que se les borre los pecados, a donde tienen que ir, como deben hacer.  

Cada año, desde el mediodía del 1° de agosto a medianoche del día 2, se celebra el Perdón de Asís, que es también llamado la Indulgencia de la Porciúncula.

Se trata de una indulgencia plenaria por los pecados, que se puede obtener para uno mismo, o para una persona en el purgatorio.

Todos los fieles que visiten una iglesia franciscana en cualquier lugar del mundo en ese lapso, obtendrán la indulgencia con las condiciones habituales de confesión sacramental, comunión eucarística y la oración por las intenciones del Santo Padre.

Esta indulgencia viene del siglo XIII y fue lograda por San Francisco de Asís pidiéndole directamente a Jesucristo en una aparición.

Toda la historia de la aprobación del Perdón de Asís, tuvo varias intervenciones de Jesús y Su Madre, quienes se encargaron de ablandar el corazón del Papa, ante un pedido de una indulgencia permanente, para una congregación, y sin un esfuerzo grande del penitente.

Aquí relataremos la historia sobre cómo San Francisco pidió a Jesús y a la Virgen María la Indulgencia, las condiciones que el Señor le puso, su gestión ante el Papa para su proclamación y los varios sucesos sobrenaturales que ocurrieron a su alrededor.

En una noche de Julio del año 1216, un pequeño fraile oraba fervientemente en su pequeña cueva del bosque, implorando a Dios todopoderoso que tuviese misericordia de los pobres pecadores, recordando las palabras del Señor, «a menos que hagan penitencia, todos perecerán». 

Se llamaba Francisco, tenía 34 años, y ya era conocido y amado por miles de personas.

Entonces se le apareció un ángel que le ordenó que bajara a su iglesia predilecta, Santa María de los Ángeles, también conocida como la Porciúncula, o sea pequeña porción.

Esa pequeña capilla había sido erigida por ermitaños alrededor del año 360, quienes habrían llevado al lugar reliquias de la tumba de la Virgen María. 

Luego pasó a poder de san Benito en el 516, conociéndose como Nuestra Señora de los Ángeles, porque ahí se oía el canto de los ángeles con frecuencia.

Fue entregada alrededor del año 1212 a San Francisco, por el abad benedictino del Monte Subasio, con la condición de hacer de ella la iglesia madre de su familia religiosa. 

Mientras los franciscanos entregaron a los benedictinos un reconocimiento anual de una canasta de pescado.

Cuando Francisco la recibió estaba en malas condiciones y la restauró con sus propias manos. 

Lo mismo que había hecho antes con la pequeña iglesia de San Damiano, donde escuchó a Jesús que le dijo desde un ícono, «reconstruye mi Iglesia».

Como la iglesia de San Damiano se encontraba muy deteriorada, el santo entendió que el Señor quería que la reparara y se lanzó a la reparación.

Y más tarde comprendió que el Señor le llamaba para servir de instrumento para renovar la Iglesia.

En la iglesia de la Porciúncula San Francisco oyó la llamada de Jesús para que llevara una vida de absoluta pobreza.

Allí fundó la orden de hermanos menores, y se convirtió en el hogar de San Francisco y de sus primeros discípulos. 

En 1211 recibió a Santa Clara de Asís y la dedicó al Señor.

Y allí Francisco murió el sábado el 3 de octubre de 1226.

Francisco estaba en oración y contemplación en la Porciúncula en julio de 1216, cuando de improviso la capilla se llenó de luz y vio sobre el altar a Cristo revestido de luz y a la derecha a Su Madre, rodeados de una multitud de Ángeles.

Con el rostro en tierra Francisco adoró al Señor en silencio.

Y Él le preguntó qué deseaba para la salvación de las almas y Francisco contestó,

«Santísimo Padre, aunque yo soy un pobre pecador te ruego que a todos los que, arrepentidos de sus pecados y confesados, vengan a visitar esta iglesia, les concedas un amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todas las culpas».

Y viendo que el Señor se mantenía en silencio, Francisco se dirigió con un confiado amor a María y le suplicó,

«Te ruego a Ti, Santísima Madre, abogada de la raza humana, que intercedas conmigo, por esta petición». 

Entonces Jesús miró a María y Francisco se alegró al ver que Ella sonreía a su Divino Hijo, como si dijera: «por favor, concédele a Francisco lo que te pide, porque esa petición me hace feliz a Mi».

Entonces Jesús le dijo,

«Lo que pides, hermano Francisco, es grande, pero de mayores cosas eres digno, y mayores tendrás.

Por lo tanto accedo a tu petición, pero con la condición de que pidas de Mi parte a Mi vicario en la Tierra esta indulgencia».

Y la visión se desvaneció dejando a Francisco llorando de alegría, con profundo agradecimiento.

Temprano por la mañana, Francisco salió con el Hermano Maceo a la cercana ciudad de Perugia, donde se encontraba el nuevo Papa, Honorio III. 

Cuando llegó el turno para hablar con el Papa, Francisco se dirigió con gran humildad,

«Su Santidad, unos años atrás reparé una pequeña Iglesia en honor a la Santísima Virgen. 

Le suplico que conceda recibir indulgencias allí, pero sin tener que dar ninguna ofrenda», Francisco pensaba en los pobres.

El Papa le replicó «¿de cuantos años quieres que sea esta indulgencia?»

Y Francisco respondió que no pensaba en años sino en almas.

«Yo deseo que todo el que entre en ella, habiéndose arrepentido sinceramente, confesado y habiendo recibido la absolución, que se le borren todos los pecados y las penas temporales de ellos en este mundo y en el purgatorio, desde el día de su Bautismo hasta la hora en que entren en esa iglesia»

Impresionado por la firme y sincera petición, el Papa dijo,

«Estas pidiendo algo muy grande Francisco, no es la costumbre de la Corte Romana conceder ese tipo de indulgencia».

Pero en ese momento el Papa recordó que su predecesor Inocencio III, estaba convencido que Cristo se le aparecía a Francisco y lo guiaba de manera especial.

Entonces Honorio III declaró «es mi deseo que se te sea concedida tu petición». 

Pero los cardenales presentes protestaron porque esta indulgencia debilitaría las cruzadas. 

Le exigieron que la cancelara o por lo menos que la restringiera.

Y el Papa dijo, «te concedo esta indulgencia perpetuamente, pero solo en un día cada año, desde las vísperas del día anterior hasta las vísperas del siguiente día».

Francisco entonces se levantó y comenzó a salir después de agradecer. 

Pero el Papa le llamó, «¿Adónde vas? No tienes garantía sobre esta indulgencia». 

Francisco se volvió hacia él y le dijo, «Santo Padre su Palabra es suficiente para mí, si esta es la obra de Dios, es Él quien hará su obra manifiesta. No necesito ningún otro documento. 

La Santísima Virgen María habrá de ser la garantía, Cristo el notario, y los ángeles los testigos».

Y ahí Francisco escuchó del Señor, «Francisco quiero que sepas que esta indulgencia, que ha sido concedida a ti en la Tierra, ha sido confirmada en el cielo».

Sin embargo, corría el tiempo y Honorio no formalizaba la autorización.

Francisco entonces tuvo grandes tentaciones y se arrojó sobre una zarza quedando ensangrentado, y fue ahí que unos ángeles le pidieron que fuera a la iglesia porque le aguardaban Cristo y su Madre.

Y el Señor le dijo, «por mi madre te otorgo que sea el día en que mi apóstol Pedro vio milagrosamente caer sus cadenas», o sea el primero de agosto.

Y le agregó,

«Ve a Roma, notifica Mi mandamiento a Mi Vicario, llévale como testimonio las rosas que has visto brotar en la zarza y Yo moveré su corazón».

Y fue así que el Papa recibió de nuevo a Francisco y escribió a los obispos circunvecinos de la Porciúncula, citándoles para que se reunieran en Asís el primer día de Agosto, a fin de promulgar la indulgencia solemnemente.

Ese día Francisco explicó las indulgencias obtenidas perpetuamente, ante una multitud de personas reunidas.

Los obispos se indignaron porque no creían que fuese la intención del Papa promulgar el indulto perpetuamente.

Se subió al palco el obispo de Asís resuelto a proclamarlo por diez años solamente.

Pero en vez de esto repitió involuntariamente las mismas palabras que Francisco había pronunciado.

Y uno tras de otro, subieron al palco pensando corregir al anterior, pero milagrosamente reprodujeron lo que había dicho Francisco.

Y luego la Virgen Santísima se le apareció al Beato Conrado de Ofida, envuelta en un rayo de luz, con el niño Jesús en sus brazos, en la puerta de la Porciúncula. 

Y vio cómo el niño bendecía a todos los peregrinos que entraban en la capilla para adquirir el perdón de los pecados.

Hoy la pequeña Porciúncula de San Francisco se encuentra dentro de la gran Basílica Santa María de los Ángeles en la llanura de Asís, en Perugia, Italia. 

Y actualmente se obtienen indulgencias plenarias para uno mismo o para un difunto, desde el mediodía del 1° de agosto a la medianoche del día siguiente, visitando una iglesia franciscana.

Las condiciones son que se rece el Credo, se confiese y se comulgue, y se rece un Padrenuestro, Avemaría y Gloria por las intenciones del Santo Padre.

Estas condiciones pueden cumplirse unos días antes o después, pero conviene que la comunión y la oración por el Papa se realicen en el día en que se gana la Indulgencia.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la historia milagrosa del surgimiento de la indulgencia de la Porciúncula o Perdón de Asís, que actualmente está vigente en cualquier iglesia franciscana entre el 1 y 2 de agosto, en las condiciones que expresamos.

Y me gustaría preguntarte si tu has ido alguna vez a recibir el Perdón de Asís, y si es algo conocido y promocionado en el lugar donde tu vives.

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Cómo lograr Perdonar y que Nos Perdonen

El perdón es una de las características centrales de nuestro Dios misericordioso.

Y requiere nuestra intención de enmienda.

Pero más difícil es para los hombres perdonar al prójimo.

Y sobre todo mantener ese perdón a través del tiempo.

Por eso el perdón debe ser una acción en el que se comprometen el ofendido y el ofensor.

Donde el ofensor debe admitir la ofensa y asegurarle al ofendido que está dolido por el daño que causó.

Y también convencerle que tiene una verdadera intención de no repetir el daño.

Sólo así se podrá recomponer la confianza en un proceso gradual.

Todo esto se basa en la formación de una actitud de perdonar y otorgar el perdón, que los padres deberían tratar de desarrollar en los niños.

Porque el perdón es un precepto fundamental del cristianismo.

  

EL PERDÓN ESTÁ RELACIONADO CON LA MISERICORDIA DE DIOS

La Biblia habla repetidamente sobre el perdón.

Hay especialmente una parábola en Mateo 18: 21-35, en qué un siervo despiadado le pide perdón por sus deudas al Rey.

El rey condona la deuda y luego él no condona la deuda de un prójimo.

El Rey es Dios que perdona una deuda mayúscula y la otra persona es un prójimo al que el siervo no quiere perdonar una deuda mucho menor.

Aquí se ve cómo actúa el perdón de Dios, perdonando misericordiosamente nuestros grandes pecados.

Pero que después juzga negativamente cuando nosotros no perdonamos los pecados de los prójimos.

Nosotros somos criaturas indignas para que Dios nos perdonara todos los pecados en la cruz, pero lo hizo por su gran misericordia y amor por nosotros.

Y luego de ese acto que realizó, permanentemente nos perdona los pecados que hacemos.

Se ha puesto de moda en estos tiempos decir que la misericordia de Dios es infinita, que perdona siempre, como está escrito en la escritura hasta 70 veces 7.

Sin embargo a veces da la impresión que la gente piensa que el perdón y sus consecuencias es similar, aún sin que el perdonado tenga intención de enmienda.

Curiosamente las homilías de los últimos tiempos están poniendo énfasis en que Dios perdona nuestros pecados, pero no hacen mención de nuestra intención de enmienda.

Como si fuera algo que no le importara a Dios.

Y por lo tanto esas homilías abren la puerta a que los pecados se perpetúen.

En Números 14: 22-23 dice “todos los hombres que me han tentado ya 10 veces no verán la Tierra que prometí a sus padres”.

Y tenemos el caso de Saúl, que fue abandonado cuando desobedeció a Dios por segunda vez.

Dios Perdona siempre nuestros pecados cuando se lo pedimos.

Y cuando tenemos intención de enmienda y trabajamos para no pecar más, Él es capaz de detener las cosas malas que nos pueden suceder.

Cuando pecamos una vez tras otra y se van acumulando en nuestra vida los mismos pecados, llega un momento en que Él nos suelta la mano y entonces deja pasar los castigos.

Pensemos el ejemplo de un narcotraficante.

El peca gravemente contra la salud física y espiritual de la gente proporcionándole adicciones.

El narcotraficante hace una carrera de delitos y pecados, va para arriba en su negocio, todo le sale bien y no tiene consecuencias negativas personales por tales pecados.

Pero llega un momento en que se han acumulado tantos pecados que llenan el vaso y lo desbordan.

Entonces el narco cae preso o es muerto por otros narcos o tiene otros problemas.

Llega un momento en que Dios efectivamente deja pasar los castigos.

No lo hizo al inicio de su carrera cuando cometía los mismos pecados, pero llega un nivel de acumulación que desborda su paciencia.

Ahora veámoslo en la cadena del perdón entre seres humanos.

Nosotros recibimos la gracia del perdón de Dios y Él pretende que extendamos esa gracia a los demás.

Cuando no somos misericordiosos con los demás y no perdonamos nos vemos privados de la vida plena que Dios quiere para nosotros.

En 2 Corintios 2: 5-11, San Pablo advierte que la falta de perdón puede ser una apertura hacia satanás.

Siempre Dios está dispuesto a perdonarnos y evitar males en nosotros, pero el maligno está dispuesto a que nos traslademos ese beneficio a los demás.

Una de las dificultades centrales que tenemos para perdonar está relacionada con la mala interpretación de lo que significa perdonar, exacerbada por el enemigo.

Se perdona a la persona no al acto.

Perdonar no significa olvidar el dolor ni restar importancia a lo que nos hicieron.

Tampoco significa que nos obligamos a una relación emocionalmente intensa y positiva con la persona a la que perdonamos.

El perdón es una decisión no una emoción.

Y en los hechos significa que abdicamos de cualquier represalia contra lo que la otra persona nos hizo.

Como ya sabemos, el perdón es más útil para quien perdona que para quien es perdonado, en el caso de los seres humanos.

Porque el perdonar te libera de pasiones negativas y te acerca a Dios.

También te previene que cometas un pecado contra la otra persona que te lo cometió a ti, como venganza.

  

EL PERDÓN ES UN PROCESO

Para el caso de Dios, el perdón es algo constitutivo de su naturaleza.

Perdona como un hecho habitual para darte más oportunidades de conversión.

Pero en el caso de los seres humanos el perdón hacia los otros requiere un camino para tomar la decisión, que a veces es largo y sostenido en el tiempo.

El primer paso es llegar a la conclusión racional que permita tomar la decisión de perdonar al otro.

Pero esto no necesariamente es un evento de una sola vez, en el que decidimos perdonar y ya el olvido puso su manto.

Muchas veces las cosas no son tan simples y requieren un proceso, dependiendo de la personalidad de cada uno.

No hay que olvidar tampoco que el maligno ópera tratando de tentarnos al revertir nuestra decisión de perdonar.

Hay casos, y todos conocemos algunos, de personas que quieren perdonar racionalmente a otra pero no logran sostener ese perdón en el tiempo.

También hay rasgos de personalidad que llevan algunas personas a sentirse ofendidas sistemáticamente por otras.

A esas personas a veces les llamamos como que están “peleadas con el mundo”.

No sólo ven ofensas en actos que otros no las verían, y les cuesta dejarlas pasar por alto y perdonar.

Pero estos son casos digamos patológicos.

En otros casos no tan patológicos, puede suceder que la persona perdone a otra, pero su perdón se vaya erosionando con el tiempo.

Vuelve la tentación de sentirse ofendido, y entonces la decisión de perdón se vuelve para atrás.

Como si la herida se reabriera y exige una nueva decisión de perdonar.

En este caso el perdón no sería un evento de una sola vez, sino diversos eventos en que el perdonador debe tomar la decisión del perdón.

Quizás puede ser la interpretación qué le podemos dar a lo que dijo Nuestro Señor, cuando Pedro le pregunta cuántas veces lo debo perdonar a mi hermano ¿hasta 7 veces?

Y Jesús le contesta 70 veces 7, lo que no es un cálculo matemático de cuántas veces hay que perdonar, sino el mensaje es que el perdón es perpetuo.

De modo que debemos estar preparados para perdonar múltiples pecados, pero también para perdonar muchas veces un mismo pecado que nos hicieron.

Podría ser perdonar una misma ofensa setenta veces siete.

Y esto implica necesariamente tener la voluntad permanente de perdonar, la actitud de perdón, que es lo central y lo que cuesta más a algunas personas.

Debemos comenzar pidiendo a Dios ayuda para perdonar:

“Dios mío me está costando mucho perdonar. Por favor ayúdame a querer perdonar”.

Debemos recurrir al modelo del perdón que es Jesucristo mismo.

Viéndolo colgado en la cruz podemos reflexionar sobre cómo sufrió para perdonar nuestros pecados.

Y si llegamos a comprender esto, veremos que perdonar una ofensa de otra persona no es comparable a lo que Jesús sufrió en la cruz.

Debemos tener la voluntad de perdonar.

La voluntad de cerrar nuestra mente al recuerdo de las emociones que sentimos cuando pensamos en la ofensa.

Debemos propender a lograr la paz del corazón y de la mente y luchar contra la tentación de negarnos a perdonar.

  

EN EL PERDÓN DEBEN PARTICIPAR EL OFENSOR Y EL OFENDIDO

El ofensor y el ofendido deben participar en el acto del perdón para que el perdón sea completo y funcione.

Muchas veces nos encontramos con que hay gente que quiere ser perdonada y el ofendido no le perdona.

Y al revés, el ofendido le perdonaría pero el ofensor no cree que deba pedir perdón.

En orgullo herido está detrás todas estas cosas.

En el evangelio de Mateo 5 Jesús dice que si tu hermano tiene algo contra ti, primero ve a reconciliarte con tu hermano y luego ofrece tu ofrenda al altar.

Esto significa que si tu hermano tiene algo contra ti, tú tienes que tratar de buscar el perdón de tu hermano.

Y no al revés como generalmente se interpreta.

Porque es común hoy decir “si mi hermano no me perdona es su problema”.

En realidad Jesús está enseñando qué sí es mi problema y mi preocupación que mi hermano me perdone.

Y ese es un precepto esencial cristiano.

Puedo orar pidiendo “Dios mío por favor ayuda a mi hermano a perdonarme”.

Puedo ayunar y ofrecer sacrificios para que él reciba la gracia necesaria para perdonarme.

Mientras que nosotros debemos pedir la gracia de saber cómo pedir perdón, arrepentirnos de lo que hemos hecho, y proponernos realmente no hacerlo más.

Y aquí llegamos a cómo debemos pedir perdón, que no es tan simple como simplemente decirlo.

En primer lugar hay que admitir el error.

Muchas personas esquivan decirlo y tejen excusas atribuyéndole la culpa a otras cosas.

La segunda cosa a tener en cuenta es reconocer el daño que se ha hecho.

Porque el ofendido a veces tiene la sensación que el ofensor no comprende realmente la magnitud del daño.

Y por eso teme que vuelva a ocurrir, si el ofensor no tiene una comprensión profunda de lo que pasó.

Por lo tanto el ofensor debería reconocer que está dolido por el daño que hizo y como lastimó a la otra persona.

Y eso nos lleva al tercer paso que es expresar ese dolor.

El ofendido debe sentir que el ofensor tiene una pena profunda y auténtica por lo que hizo.

Y así llegamos al cuarto paso que es solicitar el perdón.

A alguna gente se le complica entregarle al otro el poder de perdonar, se sienten que han perdido autonomía.

Pero debieran pensar que otorgar el perdón puede ser todo un desafío para la otra persona.

Por lo tanto deberían reconocer el esfuerzo que tendría que hacer el ofendido por otorgar el perdón.

Finalmente el último paso es comprometerse a cambiar.

Porque puede quedar un resentimiento, por más que el ofendido diga que perdonó al ofensor, y la sensación de que no puede confiar más en esa persona.

En este caso la confianza será restaurada gradualmente sólo a través de signos de reconciliación que haga el ofensor.

Este asunto del perdón requiere el desarrollo de una actitud de saber perdonar.

Y es más fácil y menos doloroso lograrla si se ha aprendido desde niño.

Por eso es especialmente importante enseñar a los niños a decir “te perdono” cuando alguien dice “lo siento” o le pide perdón directamente.

También los niños deben ver cómo los padres perdonan a otras personas y a ellos mismos.

Y además como les dan nuevas oportunidades cuando las personas hacen nuevamente una ofensa.

Como dicen los evangelios hay que perdonar hasta 70 veces 7, o sea siempre.

Acá hay algunas oraciones sobre el perdón.

  

ORACIÓN PARA PEDIR PERDÓN Y PERDONAR

Padre, me declaro culpable, pido clemencia, perdón por mis pecados.
Me acerco a ti con absoluta confianza porque sé que tú prefieres la penitencia a la muerte del pecador (cfr. Ezequiel 33,11)
A ti no te gusta ni la venganza ni el rencor, tu corazón es compasivo y misericordioso.
Y sé que sólo estás esperando a que tenga la humildad de reconocer mi pecado, arrepentirme y pedir perdón para desbordar la abundancia de tu misericordia.
Miro al horizonte: veo tus brazos abiertos y un corazón de Padre
queriendo atraerme con lazos de un amor infinito.
Padre, perdóname, quiero recibir el abrazo eterno.
Tu enseñanza es muy clara: para ser perdonados y poder entrar en el Reino de los cielos debemos tener un Corazón como el tuyo.
Nos pides que seamos buenos cristianos por la práctica de la caridad evangélica.Que seamos benévolos con quienes nos han hecho daño, con quienes nos han ofendido, nos han traicionado y nos odian, pues de otro modo no mereceremos que lo seas Tú con nosotros.
Padre, envía tu Espíritu de amor y perdona mis pecados, purifícame, sáname, restáurame, renuévame con la Sangre Redentora de tu Hijo;
ayúdame a tener un corazón como el Suyo, un corazón humilde y generoso capaz de perdonar, arranca de mí el corazón de piedra y dame un corazón de carne.

Oración del Padre Evaristo Sada

mujer orando

  

SALMO MISERERE 

Tenme piedad, oh Dios, según tu amor,
por tu inmensa ternura borra mi delito,
lávame a fondo de mi culpa,
y de mi pecado purifícame.
Pues mi delito yo lo reconozco,
mi pecado sin cesar está ante mí;
contra Ti, contra Ti solo he pecado,
lo malo a tus ojos cometí.

Por que aparezca tu justicia cuando hablas
y tu victoria cuando juzgas.
Mira que en la culpa ya nací,
pecador me concibió mi madre.
Mas Tú amas la verdad en lo íntimo del ser,
y en lo secreto me enseñas la sabiduría.
Rocíame con el hisopo, y seré limpio,
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Devuélveme el son del gozo y la alegría,
exulten los huesos que machacaste Tú.
Retira tu faz de mis pecados,
borra todas mis culpas.
Crea en mí, oh Dios, un puro corazón,
un espíritu dentro de mí renueva;
no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu.
Vuélveme la alegría de tu salvación,
y en espíritu generoso afiánzame;
enseñaré a los rebeldes tus caminos,
y los pecadores volverán a Ti.
Líbrame de la sangre, Dios, Dios de mi salvación,
y aclamará mi lengua tu justicia;
abre, Señor, mis labios,
y publicará mi boca tu alabanza.
Pues no te agrada el sacrificio,
si ofrezco un holocausto no lo aceptas.
El sacrificio a Dios es un espíritu contrito;
un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias.
¡Favorece a Sión en tu benevolencia,
reconstruye las murallas de Jerusalén!
Entonces te agradarán los sacrificios justos,
–holocausto y oblación entera–
se ofrecerán entonces sobre tu altar novillos.

(Fuente: Directorio franciscano).

  

YO PECADOR (CONFITEOR)

Yo, pecador, me confieso a Dios todopoderoso, a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado san Miguel Arcángel, al bienaventurado san Juan Bautista, a los santos Apóstoles Pedro y Pablo, a todos los santos, y a vosotros, hermanos, que pequé gravemente con el pensamiento, palabra y obra.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa.

Por tanto, ruego a la bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado san Miguel Arcángel, al bienaventurado san Juan Bautista, a los santos Apóstoles Pedro y Pablo, a todos los santos, y a vosotros, hermanos, que roguéis por mí a Dios nuestro Señor. Amén.

manos orando

  

ACTO DE CONTRICIÓN I

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío.

Por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido.

También me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.

Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amen.

ACTO DE CONTRICIÓN II

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, Nuestro Señor.

manos con una vela

  

ORACIÓN PARA PEDIR PERDÓN

Oh Dios, dame en esta hora la gracia de reconocer debidamente mis pecados ante ti, y de arrepentirme de ellos verdaderamente.

Borra de tu libro, Señor de misericordia, mis múltiples acciones cometidas contra ti.

Perdóname todas las distracciones en la oración, mis pecados de omisión, y mis pecados deliberados contra la conciencia.

Dame luz para ver lo que he de hacer, valor para emprenderlo y firmeza para llevarlo a cabo.

Que en todas las cosas avance en la obra de santificación, de la realización de tu voluntad.

Y que en definitiva, por tu misericordia, pueda alcanzar la gloria de tu Reino eterno, por Jesucristo Nuestro Señor. Amen

  

PERDÓNAME SEÑOR

Padre bueno,
tengo necesidad de ti,
cuento contigo
para existir y para vivir.
En tu Hijo Jesús
me has mirado y amado,
pero yo no he tenido la valentía
de dejarlo y seguirlo,
y mi corazón se ha llenado de tristeza,
pero Tú, eres más fuerte que mi pecado.
Creo en tu poder sobre mi vida,
creo en tu capacidad de salvarme
así como soy ahora.
Por mi parte hago el propósito sincero
de evitar las ocasiones próximas de
pecado.
Dame tu fuerza. Acuérdate de mí.
¡Perdóname!

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Acto de amor Jesucristo Movil NOTICIAS Noticias 2018 - julio - diciembre Para Pedir Perdón Religion e ideologías SIGNOS DE ESTOS TIEMPOS Signos de estos Tiempos Signos Globales de estos Tiempos

¿Cuáles son las Verdaderas Razones para Bendecir a los que nos han Hecho Daño?

El perdón no es una emoción.

Sino que es una decisión.

Dejar pasar nuestras emociones de sentirnos heridos y tener resentimientos.

Para decidir una conducta más razonable para nuestro bien y el de los demás.

nina consolando una estatua

Y es sanador y liberador.
.
Porque nos desapega de las emociones negativas que tenemos como el odio, la intención de venganza y hacer el mal.

Por lo tanto el perdón es un proceso intencional y voluntario.

Por el cual la víctima experimenta un cambio en los sentimientos y la actitud con respecto a una falta.

Y deja ir emociones negativas como la venganza.

Uno de los versos más difíciles en toda la Escritura tiene que haber Mateo 6: 14-15, donde Jesús dijo,

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial os perdonará también.

Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.

Este es uno de esos versículos que nunca se verá en una camiseta, en una taza de café, o como fondo de pantalla, porque es doloroso para muchos.

La razón de que este no es un verso popular es que profundiza en las áreas incómodas de nuestras vidas, y nos pide acciones difíciles de nuestra parte.

Pero nos enseña que si vamos a ser receptores de la gracia de Dios, entonces debemos dar gracia a los demás.

Jesús nos pone la prueba de que si no perdonamos a los otros nunca recibiremos realmente el perdón de Dios mismo.

Él nos está enseñando la forma más práctica para mostrar al mundo que entendemos el Evangelio, que es mostrar al mundo que sabemos cómo perdonar.

Entonces, ¿qué es el perdón?

Una buena definición sobre el perdón proviene de Wikipedia,

“El perdón es la acción por la que una persona perdona a otro una acción considerada como ofensa.

Renunciando eventualmente a vengarse, o a reclamar un justo castigo o restitución.

Optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro.

De modo que las relaciones entre ofensor-perdonado y ofendido-perdonante no queden afectadas o queden menos afectadas”.

El perdón trata de sanar mis frustraciones y dolores, y no es necesariamente una forma de liberar al otro.

banner perdona nuestra ofensas

No es un regalo para el otro sino un regalo para uno mismo, para descargar la mochila del odio.
.
Porque la verdad es que la amargura y la ira son una carga pesada y miserable para llevar.

Perdonar no cambia el pasado pero nos poner en una mejor posición para el futuro.

Pero también implica el deseo del bien para la persona que te hizo daño.

Y un indicador es ¿soy capaz de rezar verdaderamente a Dios pidiendo al Señor que bendiga a esa persona?

Es extremadamente difícil, ¿verdad?

Hay historias de nuestras vidas de verdaderas decepciones y victimizaciones.

Y en estos casos el perdón sólo puede venir de Dios, porque se necesita un perdón del tamaño de Dios.

Aquí presentamos cinco razones por las que debemos bendecir a los que nos han hecho daño y 7 errores que se cometen respecto al perdón

juan pablo II perdona a al _agca
Juan Pablo II perdona a Ali Agca que atentó contra su vida

 

5 RAZONES PARA BENDECIR A LOS QUE NOS HAN HECHO DAÑO

1 – AMAR A LOS ENEMIGOS COMO CAMINO REVOLUCIONARIO

Este es el camino de un revolucionario Jesús, emulando el ejemplo de nuestro Padre.

El Sermón de la Montaña es la contracultura, es el manifiesto del Reino en que Jesús nos llama a vivir con principios diferentes que el mundo en que vivimos.

Y en el sermón de la montaña, Él dio este mandato explícito:

«Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo.» 

Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores» (Mateo 5:43-44).

Cuando hacemos esto, estamos emulando Dios mismo, que

«Hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mateo 5:45).

Esto es parte de nuestro llamado a «ser perfectos«, como nuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5:48).

2 – DONDE ABUNDÓ EL PECADO SOBREABUNDARÁ LA GRACIA

Dios muestra extraordinaria paciencia hacia aquellos que caminan en la ignorancia y la incredulidad.

Hace unos años, hubo una inspiración atea en Internet con miles de personas que registraban pequeños clips de vídeo de ellos mismos afirmando blasfemar contra el Espíritu.

Mientras miraban los clips, muchos cristianos tuvieron la sensación de que en no mucho tiempo a partir de ese momento, muchas de esas personas serían salvadas, y compartirían testimonios de internet y darían gracias a Dios por su misericordia.

Como Pablo explica en 1 Timoteo 1,

«Porque yo fui en un comienzo un opositor, un perseguidor y un violento.

Pero él me perdonó porque obraba de buena fe cuando me negaba a creer, y la gracia de nuestro Señor vino sobre mí muy abundante junto con la fe y el amor cristiano.

Esto es muy cierto, y todos lo pueden creer, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales soy yo el primero.

Por esa razón fui perdonado, para que en mí se manifestara en primer lugar toda la generosidad de Cristo Jesús, y fuera así un ejemplo para todos los que han de creer en él y llegar a la vida eterna». (1 Tim 1:13, 16).

3 – LA BENDICIÓN REBOTA A NOSOTROS

Cuando bendecimos, una bendición es devuelto a nosotros en muchas maneras, cosechamos lo que sembramos, y eso es una de las razones.

Pedro dio esta exhortación a sus lectores:

«No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien bendigan, pues para esto han sido llamados; y de este modo recibirán la bendición«(1 Pedro 3:9).

¿Qué quieres heredar, bendiciones o maldiciones? Eso es lo que debes hablar con los demás.

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4 – LA PACIENCIA DA BUENOS FRUTOS

Palabras de gracia y paciencia producen más frutos buenos que palabras de enojo y frustración.

Ciertamente, hay momentos en que es correcto corregir e incluso reprender, pero siempre se debe hacer en amor (Efesios 4:15) y con paciencia (2 Timoteo 2:24-26), recordando que,

«Una respuesta amable calma la furia, una palabra hiriente hace que aumente la cólera» (Proverbios 15:01).

Realmente no sabemos lo que está pasando en la vida de una persona. 

Hace unos meses una mujer defendió consistentemente aborto en sitios web cristianos, y unos días después que la desafiaron sin agresión, publicó lo siguiente:

«Quiero pedir disculpas por escribir comentarios locos de matar a los bebés.

Yo estaba tratando de vivir sin Dios y sus principios en mi vida. Pensé en el momento más feliz de mi vida. 

Fue entonces cuando iba a la iglesia y vivía para Dios. Por favor oren por mí. Gracias».

Aquí había una mujer sufriendo, con ganas de volver a Dios, pero no teníamos la menor idea de que esto era lo que estaba alimentando su fuego a favor del aborto.

Por desgracia, con demasiada frecuencia, somos culpables de dar respuestas a las personas rápidamente y no pensativamente, con lo que se refuerza su posición en lugar de ayudar a ver su error.

5 – ROMPER EL CÍRCULO DE ODIO

Cuando bendecimos a los que nos maldicen, rompemos el ciclo de la ira y el odio.

Este fue el consejo de Pablo a los creyentes de Roma, a raíz de Proverbios 25:21-22:

«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: éstas serán otras tantas brasas sobre su cabeza. 

No te dejes vencer por el mal, más bien derrota al mal con el bien«. (Romanos 12:20-21).

Rompamos el malo ciclo destructivo de la carne y sigamos los pasos de nuestro Señor que perdonó a quienes lo crucificaron.

Es el camino de la vida y la bendición – no sólo para nosotros, sino también para aquellos que se nos oponen.

Para profundizar en lo dicho, deberíamos hacerlo considerando los errores típicos sobre el perdón que nos perjudican, confunden, y nos impiden experimentar la gracia del perdón de Dios.

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7 ERRORES SOBRE EL PERDÓN

 

Error 1: El perdón significa que hay que olvidar

Desafortunadamente no tenemos la capacidad de borrar nuestra memoria a nuestro antojo.

Los recuerdos son muy reales, sobre todo si son recuerdos envueltos en dolor.

Ellos siempre pueden estar allí.

Sin embargo, hay una maravillosa oportunidad de decir:

“No he podido olvidar.

Lo recuerdo muy bien, y sin embargo, por la gracia de Dios quiero perdonar”.

Error 2: El perdón significa que toleras sus acciones

Muchas veces sentimos que la decisión de perdonar nos está diciendo que lo que nos hizo una persona a nosotros estaba bien.

Sin embargo, esto es un mito.

El perdón es confiar en Dios para sea el último y perfecto juez.

Él sabe cómo resolver nuestras disputas mucho mejor que nosotros.

Después de todo, Él es el experto en tratar con los pecadores y las acciones pecaminosas, no nosotros.

No olvidemos cómo Él ha tratado con nuestras acciones pecaminosas hacia los demás.

Error 3: El perdón significa que tienes que ser un felpudo

A menudo estamos aterrorizados por perdonar porque tenemos miedo de ser heridos una y otra vez.

Sin embargo, el perdón no significa que tengo que someterme a estar continuamente abusado y utilizado.

De hecho, podría ser culpable de permitir que la persona me trate como su felpudo, y esto no es una ayuda para ella.

El perdón significa que voy a protegerme y liberarme de no llevar conmigo la amargura causada por esa persona.

Error 4: El perdón significa que tenemos que ser amigos

El perdón no significa que tengas que estar en amistad con la otra persona.

A veces lo más sano para dos personas es la distancia.

Estamos mandados por la Escritura a perdonar a los demás, amar a los demás, y ser amables con los demás.

Sin embargo, en ninguna parte la Escritura nos manda ser amigos de todos.

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Error 5: El perdón viene de una disculpa

A veces pensamos que decir “lo siento” cura todas las heridas.

Sin embargo, el verdadero perdón no puede venir de una declaración concisa, sino más bien de un Dios todopoderoso.

Dios debe perdonar primero, es un diálogo con Dios donde le pedimos que nos de la fuerza y la perseverancia de perdonar a la otra persona.

En pocas palabras, el perdón viene de Dios, no nosotros.

Error 6: El perdón se basa en el pedido de la otra persona

A menudo la gente dice:

Voy a perdonar a esa persona cuando me lo pida y empiece a hacer cosas para merecer mi perdón”.

Sin embargo esto es un mito ya que Dios nos manda perdonar si alguien lo pide o no.

La victoria en esta área va a venir de la obediencia a Dios y no de las acciones de otras personas.

Error 7: El perdón es fácil

Por desgracia el perdón no es fácil; tampoco es difícil; el perdón es realmente imposible; y más perdonar 70 veces 7.

En nuestro estado natural queremos mantener la amargura y rabia porque en algún nivel nos hace sentir en control.

Queremos que a la persona le duela como nos ha herido.

Simplemente no podemos cambiar estos sentimientos por nuestra cuenta.

Sin embargo, la buena noticia es que tenemos un Dios que hace posible lo imposible.

Pero también están las situaciones en que Dios perdona y el hombre no lo acepta.

La historia que contamos en este artículo fue parte del proceso de canonización de San Francisco de Borja.

Muestra la enorme y perseverante misericordia de Dios para perdonar a los pecadores.

Y cómo no escatima incluso en hacer Milagros para llegar a su conversión.

San Francisco de Borja

 

JESUCRISTO APARECE PARA SALVAR A UN PECADOR Y EL PROPIO PECADOR SE CONDENA

Este caso muestra que algunos que ven y oyen sus milagros no asienten a los esfuerzos de Cristo.

Están tan empedernidos y aturdidos por el pecado que no son capaces de aceptar la gracia de Dios.

Esta es la blasfemia imperdonable al Espíritu Santo de la que habla Jesucristo en la Biblia.

Es la impenitencia final qué endurece el corazón definitivamente y se niega aceptar la bondad de Dios.

Cuando San Francisco de Borja andaba predicando por España, había un caballero de vida y costumbres pecadoras, cristiano en el nombre, y en los hechos infiel, y peor que muchos gentiles.

A éste le dio la enfermedad que lo conducía a la muerte y sus deudos hicieron diligencia para que se confesaste advirtiéndole su peligro.

Pero él obstinado en sus vicios estaba ciego con la pasión y el desordenado amor que se tenía.

Y como tal ni creía en su peligro, ni creía en su condenación, ni le parecía posible morir.

No daba oídos a razones o a amonestaciones para su bien, volviéndose como loco contra los que procuraban su salvación.

Viéndole pues, por una parte tan obstinado y por otra caminando directamente a la muerte, los dolientes tomaron el medio más eficaz a su parecer que pudieron hallar.

Que fue dar parte a San Francisco de Borja que predicaba en aquella ciudad con el nombre de apóstol y con una opinión generalizada sobre su santidad.

El santo sintió personalmente el mal de aquel caballero y tomó a pecho su remedio, haciendo la primera diligencia con Dios, quien tenía claro que es el origen de toda salud espiritual y corporal.

Se retiró en la oración delante de la imagen de un crucifijo y le suplico afectuosamente por el alma de aquel caballero, pidiéndole que le diese luz para conocer sus culpas, su dolor y generara verdadero arrepentimiento de ellas.

Milagrosamente el Cristo del crucifijo levantó la cabeza y habló al Santo y le dijo,

«Ve al enfermo que yo mismo en lo personal le asistiré como enfermero y médico, mientras le persuades que se confiese».

Quedó San Francisco notablemente maravillado y confortado con el favor de esta promesa y partió luego lleno de confianza de alcanzar la victoria a la casa de aquel enfermo.

Entró donde estaba y halló en el aposento a Nuestro Señor, que le había hablado en la cruz, en traje y túnica de médico, como verdaderamente lo era, pero no sólo de cuerpo sino también de alma.

Empezó el santo a persuadir al enfermo que se volviese a Dios y que se confesase, con vivas y eficaces razones, reafirmadas con la asistencia de aquel Señor que la mandaba decir que la mente le hablara al corazón.

Pero él estaba tan empedernido en su obstinación que se resistía a las aspiraciones de Dios y a las razones de San Francisco de Borja y mostraba enfado y deseo que le dejaran tranquilo.

Viendo esto el médico celestial se despidió con palabras de agradecimiento diciéndolo a San Francisco,

«Haga Padre su oficio que Yo haré el mío y siento mucho que no de oídos a cosas que tanto le importan».

Sintió a menos San Francisco ver partir al Señor de aquel aposento, porque no hay cosa más fea que ver apartarse a Dios de un alma y dejarla consumida en sus pecados.

Procuró el santo de detenerlo pero no pudo, y sintió atravesada su alma con el cuchillo del dolor al ver la perdición de aquel caballero

La insistencia de San Francisco por la presencia de Cristo no era sólo porque el Señor dejaba al enfermo del alma sino por mantener al médico de quien pendía su salud.

Entonces volvió al oratorio postrándose a Sus pies, doloroso con su cruz, y empezó con una oración muy fervorosa a suplicar al redentor que no desampara a aquella alma.

Gemía y sollozaba regando el suelo con lágrimas, destemplando todo su cuerpo por la fuerza del sentimiento.

Tal era el sello de calidad y el fuego de amor que tenía San Francisco Borja por la salvación de su prójimo.

Como Cristo le vio tan acongojado le consoló desde la cruz hablándole una segunda vez con tiernas y dulces palabras diciendo,

 «Francisco he oído tus oraciones y recibo tus lágrimas y tus deseos que han sido preciosos en mi acatamiento.

Y para que veas cuánto deseo la salvación de ese pecador y que Yo no le dejo, sino que él me deja, llévame a allá que yo estaré contigo«.

Cuando oyó estas palabras se levantó el apóstol de Dios, tomó el crucifijo con él se fue volando a casa del enfermo.

Despejó el aposento echando fuera a los que le asistían ayudándole más a mal morir que a bien morir.

Se quedó a solas con él, y más acompañado que si le asistiera todo el mundo pues le acompañaba Cristo, le puso ante él Su imagen refrescándole la memoria de lo mucho que había padecido por él diciendo,

«Ves aquí a tu padre, tu maestro, tu redentor y tu juez.

Ahora tiene los brazos abiertos para recibir, las manos clavadas para no castigar, las palmas y el costado rotos para dar su sangre y con ella el perdón de nuestros pecados.

En ellas se han lavado las manchas de cuantos pecadores ha habido en el mundo, mucho mayores que tu.

No tardes en pedirle perdón y luego Él te lo dará.

Él sólo espera que le quieras para darte la indulgencia plenaria de todas tus culpas, no desconfíes de su misericordia, porque excede infinitamente a la multitud y grandeza de tus pecados.

Si te prometiera la salud del cuerpo se la pedirías, pero es mucho más preciosa la del alma.

No tardes en pedírsela que no tardará su bondad en concedértela».

Pero como aún el caballero estaba obstinado con su mal propósito y las razones que supuestamente eran dulces y eficaces no hacía mella en aquel corazón de acero, se volvió el santo a Dios y le dijo,

«Señor que en tu mano están los corazones de todos los hombres y que te pusiste en esta cruz para salvarlos, mueve el corazón de este pecador, no permitas que su alma se condene«.

Con estas palabras empezaron a enternecerse las llagas del santo crucifijo y a regarse la sangre.

Y a correr tan viva como cuando entonces le clavaron en la cruz, mostrando el dolor que sentía por su perdición.

Pues le hacía derramar por segunda vez la sangre de sus venas, verificándose lo que dice San Pablo, que los pecadores obstinados crucifican por segunda vez a Cristo Nuestro Señor.

El padre San Francisco le decía,

«Mira señor cuánto le heriste a Cristo, mira que te ofrece Su sangre, ve cómo corre de sus venas, señal del amor que te tiene.

Sus llagas se abren para recibirte y perdonarte, aún tienes tiempo, recógete en ellas, que son el refugio y amparo de todos los pecadores.

Vuélvete a Él que con sólo un gesto te perdonará y te dará el cielo, como se lo dio al buen ladrón en el último trance de su vida».

¡Pero qué dureza del corazón humano! ¡A qué grado pudo llegar esta persona!,

Porque ni la sangre de Cristo derramada, ni las persuasiones y lágrimas del santo hicieron mella en aquel corazón, que era más que de acero.

Y como el Santo le instó una vez más, la santa imagen del Redentor abrió otra vez la boca y hablando con aquel obstinado pecador dijo,

«Esta sangre que derramé una vez por todo el mundo, por segunda vez la derramó por ti solo.

Mira lo que me costaste y lo que deseo tu bien.

Porque para rescatarte de los pecados la doy liberalmente.

Da crédito a las palabras de mi siervo que son mías, conviértete a Mí que Yo te perdonaré«.

¿Qué haría un hombre cristiano y noble, criado en la luz de la fe católica y en el corazón de la Iglesia, si oyera de la boca de Cristo tales palabras y le viera derramar sangre viva de sus venas ante tal impresionante portento?

¿Quién juzgaría que no se convirtiera de todo su corazón al Señor y que deshecho en Lágrimas de arrepentimiento no se echara a sus pies pidiéndole perdón?

Así debería de ser por buenas razones.

Pero el pecado le tenía tan fuera de razón que no dio oídos a sus palabras ni ojos a su vista, ni entrada a su corazón.

Viendo entonces el Señor su dureza dio lugar a su Santa ira, y metiendo la mano en su costado la sacó llena de sangre y se la arrojó en la cara diciendo,

«Pues no has querido aprovecharte de mi sangre, ahora ella escribe en tu rostro la sentencia de tu condenación».

Entonces el miserable, diciendo grandes blasfemias contra Dios que le condenaba, expiró.

Y entregó su desdichada alma en mano de los demonios ejecutándose la divina justicia.

Mientras el santo, atravesado de dolor, tomó con suma reverencia la santa imagen y se volvió a su retiro, con el sentimiento y las lágrimas de lógicas que emanaban de tal irremediable suceso.

San Francisco de Borja

 

¿QUÉ NOS DICE SAN FRANCISCO DE BORJA?

En esta historia San Francisco de Borja muestra cuánto es la misericordia de Dios y los infinitos medios por los que procura la salvación de los pecadores.

No sólo los perdona, sino que los busca para perdonarlos.

Y abre por segunda vez sus llagas para abrigarlos en ellas y lavarlos con su sangre de las manchas de sus pecados.

También muestra cuánto siente el Señor la obstinación de los malos y la desconfianza de su piedad, porque no quieren aprovecharse de ella por su dureza y obstinación, enviándose a sí mismos al eterno tormento.

Además muestra la dureza de los hombres en los pecados y la costumbre a ofender a Dios arraigada en el corazón.

Y advierte que el vicio empieza poco a poco como el árbol no bien plantado, que al principio es fácil de arrancarle, pero si le dejas echar raíces, será tan dificultoso como es a estos pecadores dejar sus pecados.

San Francisco de Borja nos muestra con cuánta facilidad habría podido salvarse aprovechando las ocasiones que Dios le dio.

Que son las mismas que le da a cada persona.

Pero además muestra que no sólo es muy grande Su bondad, porque no sólo perdona a quien le ofende, sino que le da nuevas gracias el día que se vuelve a Él.

De modo que ten esperanza y tendrás alegría, acógete a Dios y Él te amparará, válete de Él y te dará Su gracia, no lo dejes y no te dejará, persevera Su servicio y Él te coronará de gloria.

 

QUIÉN FUE SAN FRANCISCO DE BORJA

San Francisco de Borja y Aragón fue un noble español, que resultó en el tercer General de la Compañía de Jesús.

San Francisco de Borja era nieto del Papa Alejandro VI y primo del emperador Carlos V.

Su familia lo envió a la corte de Carlos I de España cuando era niño, pero él era muy piadoso y deseaba convertirse en monje.

Cuando su padre murió entró en contacto con Pedro Fabro y otros jesuitas con la intención de ayudar económicamente a la orden.

Además había quedado muy impresionado por San Ignacio de Loyola cuando lo vio que la Inquisición lo conducía a la prisión en Alcalá de Henares.

Su esposa murió en 1546 cuando él tenía 36 años y unos meses después entró en la Compañía de Jesús.

En 1565 fue nombrado General de la orden.

Murió en 1572 y fue canonizado un siglo después por Clemente X.

Su fiesta se realiza el 3 de octubre

San Francisco de Borja era muy dado a la oración, al punto que reformó los estatutos de la orden obligando a los jesuitas a orar una hora al día, lo que luego fue quitado.

También fue un místico según lo que podemos leer en la historia de arriba.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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¿Cómo Procede Dios para Borrar nuestros Pecados?

Los pecados no sólo son acciones que condena el cristianismo, porque nos alejan de lo que Dios quiere.

Sino que tienen consecuencias negativas en la vida en la Tierra.

Causan problemas graves a nosotros y a los demás, creamos o no en Dios.

Dios los elevó a la categoría pecados mortales tal vez por la dificultad que nos causan en la Tierra.

Sin embargo los seres humanos nos rebelamos ante esto.

confesando al aire libre

Es así que actualmente vivimos en un mundo infectado por un tipo de misericordia o compasión que busca eludir la justicia. Este es el primer gran engaño.

Y esto ya sabemos que ha penetrado en la propia iglesia rebajando el afán de justicia de Dios.

Los seres humanos aspiramos a vivir para siempre. No lo podemos hacer por nosotros mismos con nuestro cuerpo físico.

Pero nuestra alma sobrevive, y a partir de ahí logra la vida eterna.

Pero el punto es donde transcurrirá esa vida eterna.

Si creemos que existe una vida eterna luego de la muerte y que el único que puede otorgarla es Dios, entonces debemos adaptarnos a Su justicia para entrar en el Reino de los Cielos y no pasar la eternidad en lo que llamamos infierno.

En el cielo o sea en la vida eterna, sólo entra lo puro. Y lo puro es lo que no tiene pecado grave.

Y entonces el segundo gran engaño es que pensamos que los pecados son cometidos por gente verdaderamente malvada.

Es así cómo oímos decir «yo no he asesinado a nadie soy una buena persona».

Pero no se toma conciencia que estamos propensos a pecar, por nuestra propia naturaleza herida por el pecado original.

El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios.

Pero después nuestros primeros padres se rebelaron contra Él y así perdimos la comunión con Dios.

Por eso nadie tiene que enseñar a un ser humano a comportarse mal: mentir, ser lujurioso, codicioso, orgulloso, cobarde, etc.

Ya venimos precargados con esas tendencias.

Y ante esto, Dios tomó la materia humana transformándose en hombre dentro del vientre de María, para darnos la opción de salvación para la vida eterna.

Pero no vino para que el pecado cesara milagrosamente, si no para que los pecadores se arrepientan y dejen de pecar.

Tampoco vino a abolir las consecuencias de nuestros pecados.

Porque aún quien es perdonado por un pecado grave no escapa a las consecuencias del pecado en su vida en la Tierra, o sea que somos retribuidos por nuestras malas acción.

En definitiva, vivimos en un mundo de pecadores con tendencia a pecar, pero tenemos la posibilidad de arrepentirnos y que esto sea aceptado por Dios.

Sin embargo un viejo proverbio dice que no se puede despertar a una persona que está fingiendo estar dormida.

 

UNA ANALOGÍA

Supongamos que un vaso representa nuestro cuerpo.

Y está lleno de un líquido que puede ser agua, esa es nuestra alma.

Si le agregamos jugo de naranja el agua cambia, entonces lo que le agreguemos al agua es nuestro espíritu.

Pero en vez de naranja le podemos agregar algo que nos daña.

Por ejemplo le podemos agregar whisky, y si le agregamos mucho whisky puede dañarnos en la conducta.

Y también le podemos agregar algún veneno, y eso definitivamente nos puede matar.

Eso es lo que hace el pecado. Te produce efectos negativos en la vida en la Tierra y también en la posibilidad de pasar la vida eterna en el cielo.

Lo maravilloso de esto es que, luego de la encarnación de Jesucristo, el pecado es perdonado por Dios si hay arrepentimiento.

No hay pecado tan grande que Dios no pueda y quiera perdonar, siempre y cuando pidamos perdón.

Es más, Dios está esperando para perdonar, atento a nuestras súplicas.

Y derramando sobre nosotros lo que se llama gracias prevenientes, que van previo a la gracia santificadora, que vuelve a nosotros con la confesión y la absolución.

De modo que la fe en Cristo es el único antídoto al veneno que pusimos en el agua de nuestro vaso, o sea el veneno que nuestro espíritu introdujo en nuestra vida.

Porque cuando ponemos veneno en el agua es muy difícil separarlo, y es ahí donde interviene Jesucristo.

El cristianismo siempre ha estado preocupado por determinar cuáles pecado son mortales y cuales veniales.

 

LOS PECADOS MORTALES

A través de la historia vemos la preocupación por determinar cuáles son las cosas que nos impiden pasar nuestra vida eterna en el cielo.

Sin embargo, a pesar que la Biblia muestra varias listas de pecados mortales, existe la dificultad de catalogarlos porque también interviene la intención.

Por ejemplo, mentir es un pecado grave, sin embargo alguien puede mentir para evitar los sentimientos de otro, en cuyo caso no se trataría de un pecado grave.

Aquí hay algunas listas de pecados que se mencionan en la Biblia, pero hay más.

 

“De todos modos, ya es un fallo en vosotros que haya pleitos entre vosotros.

¿Por qué no preferís soportar la injusticia? ¿Por qué no dejaros más bien despojar?

¡Al contrario! ¡Sois vosotros los que obráis la injusticia y despojáis a los demás! ¡Y esto, a hermanos!

¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios (1 Cor 6: 9-10).

 

“Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gál 5: 19-21).

 

La fornicación, y toda impureza o codicia, ni siquiera se mencione entre vosotros, como conviene a los santos.

Lo mismo de la grosería, las necedades o las chocarrerías, cosas que no están bien; sino más bien, acciones de gracias.

Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso – que es ser idólatra – participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios.

Que nadie os engañe con vanas razones, pues por eso viene le cólera de Dios sobre los rebeldes” (Efesios 5: 3-6).

 

“Dichosos los que laven sus vestiduras, así podrán disponer del árbol de la Vida y entrarán por las puertas en la Ciudad.

¡Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras, y todo el que ame y practique la mentira! (Ap. 22: 14-15).

 

“Entonces dirá también a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles.

Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.»

Entonces dirán también éstos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?»

Y él entonces les responderá: «En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.

E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»” (Mateo 25: 41-46).

 

La confesión borra estos pecados y otros.

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6 EFECTOS DE LA CONFESIÓN

La mayoría de nosotros nos acercamos a la confesión buscando el perdón de los pecados y el alivio de una conciencia culpable.

Tal vez, para nuestra sorpresa, el sacramento tiene aún más que ofrecer.

En un párrafo breve (1496), el Catecismo enumera seis efectos espirituales del sacramento de la penitencia.

Vamos a examinar brevemente cada uno para una más fructífera la recepción de este sacramento.

 

Efecto # 1: La reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia

Este primer efecto revela el verdadero horror del pecado.

Por el pecado mortal, nos separamos de Dios y rechazamos su gracia.
.
Por la Confesión, estamos reconciliados con Dios.

Dios habita en nosotros por la gracia.

Y si hemos hemos pecado sólo en formas pequeñas, veniales, el sacramento de la penitencia borra aquellos también.

 

Efecto # 2: La reconciliación con la Iglesia

El pecado también nos separa de la Iglesia.

Esta separación se experimenta a menudo en un nivel muy básico.

El pecado nos aleja de nuestras familias.

Nos aísla de nuestros amigos.

Deteriora nuestras relaciones en el trabajo.

Por Confesión, Dios nos restaura a la Iglesia.

Volvemos a nuestras familias y amigos, con más amor para dar.

 

Efecto # 3: La remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales

Por el pecado mortal nos condenamos al infierno.

Afortunadamente, a través de la Confesión, Dios perdona libremente este castigo.

Sería un error pensar que Él es tacaño con tal perdón.

Incluso nos da la misma gracia que nos permita conocer la Confesión.

En las palabras de la absolución, “Yo te absuelvo”, todos los ángeles y santos se regocijan en esta remisión.

Ellos esperan nuestra entrada al banquete celestial.

 

Efecto # 4: La remisión, al menos en parte, de las penas temporales, consecuencia del pecado

Por nuestros pecados, ya sean veniales o mortales, sufrimos en esta vida presente.

Cada pecado contiene algún trastorno, y este trastorno es el propio castigo del pecado.

Si yo he cedido a la tentación de mi deseo “insano”, pronto me sentiré bastante incómodo.

Dios por lo general nos permite beber de nuestra propia insania, sobre todo cuando estamos sin arrepentimiento.

Cuando nos humillamos y confesamos, Dios remite esta pena, al menos en parte.

 

Efecto # 5: La paz y la serenidad de la conciencia y el consuelo espiritual

Muchos piensan de católicos devotos viven con un complejo de culpa.

Tal caricatura ignora el poder de la confesión.

Este sacramento verdaderamente trae la paz, incluso si no es sentida en el momento.

Es la experiencia repetida de los fieles salir de la Confesión alegres, aliviados y renovados en el amor de Dios.

 

Efecto # 6: Un acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano

Ya sea que lo reconozcamos o no, la vida cristiana es una batalla.

Todos luchamos contra nuestro viejo hombre interior, algunas de cuyas tendencias persisten después de nuestro bautismo.

Todos los días nos vemos tentados a olvidar el verdadero Dios, buscando un placer egoísta.

En esta batalla todos los días, incluso los santos tropiezan y caen, aunque sea en pequeñas cosas.

La confesión perdona estos fracasos, y también nos fortalece para superar los vicios con virtud.

En última instancia, Cristo es el verdadero vencedor. Él es nuestra fuerza. Él es nuestra salvación.

Ahora veamos las 10 Oraciones de arrepentimiento que la Iglesia tiene aprobadas. 

 

10 ORACIONES PARA CONFESAR, PEDIR PERDÓN Y MISERICORDIA DE DIOS

Don Lello Ponticelli, decano del primer decanato de Nápoles, ha puesto a disposición el conjunto de todas las diez versiones.

Las que reproducimos a continuación sobre la base de lo publicado en el periódico de los obispos italianos, Avvenire.

Una ayuda útil a cualquiera que se acerque a las confesiones.

La idea es que todos puedan expresar su arrepentimiento con la fórmula mejor adaptada a su sensibilidad.

“Mejor aún – comentó Lello Ponticelli – podría ayudar a la gente a expresar en palabras su pedido de perdón, como la alegría de la paz recién descubierta y el deseo de mejorar la vida a la luz del Evangelio”.

 

Fórmula 1

Señor Jesús,
que has sido llamado
amigo de los pecadores,
por el misterio de tu muerte
y resurrección
líbrame de mis pecados
y dame tu paz,
para que aporte frutos de caridad,
de justicia y verdad.

 

Fórmula 2

Señor Jesucristo,
Cordero de Dios,
que quitas los pecados del mundo,
reconcíliame con el Padre
en la gracia del Espíritu Santo;
lávame en tu sangre de todo pecado
y hazme un hombre nuevo
para alabanza de Tu gloria.

 

Fórmula 3

Señor Jesús, hijo de Dios,
Ten piedad de mí, pecador.

 

Fórmula 4

Piedad de mí, Oh Señor,
según tu misericordia;
no mires mis pecados
y borrar toda mis culpas;
crea en mí un corazón puro
y renueva en mí un espíritu
de fortaleza y santidad.

 

Fórmula 5

«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra?
Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: ‘Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido’» (Lc 15:4-6)

EL PAPA FRANCISCO SE CONFIESA DE RODILLAS EN EL VATICANO

 

Fórmula 6

«Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque son eternos.
No recuerdes los pecados ni las rebeldías de mi juventud: por tu bondad, Señor,
acuérdate de mí según tu fidelidad» (Sal 24/25, 6-7)

 

Fórmula 7

Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido.
Pésame por el infierno que merecí
y por el cielo que perdí;
pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como vos;
antes querría haber muerto que haberte ofendido,
y propongo firmemente, ayudado por tu divina gracia,
no pecar más y evitar las ocasiones próximas de pecado.
Señor, misericordia, perdóname.
Lávame, señor,
de todas mis culpas,
límpiame de mi pecado.
Reconozco mi culpa,
mi pecado está siempre delante de mí.

 

Fórmula 8

Padre, he pecado contra ti,
ya no soy digno
de ser llamado a tu hijo.
Ten piedad de mí, pecador.

 

Fórmula 9

Padre Santo, como el hijo pródigo
me vuelvo a tu misericordia:
«He pecado contra ti, ya no soy más digno
de ser llamado tu hijo».
Cristo Jesús, Salvador del mundo,
que has abierto al buen ladrón
las puertas del paraíso,
acuérdate de mí en tu reino.
Espíritu Santo, fuente de paz y amor,
has que purificado de toda culpa
y reconciliado con el Padre
camine siempre como hijo de luz.

 

Fórmula 10

Señor Jesús,
que sanaste a los enfermos
y abriste los ojos a los ciegos,
tu que absolviste a la mujer pecadora
y confirmaste a Pedro en tu amor,
perdona todos mis pecados,
y crea en mí un corazón nuevo,
para que yo pueda vivir
en perfecta unión con los hermanos
y anunciar a todos la salvación.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María
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