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La Virgen María y la Tradición Ortodoxa

Las Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa, está compuesta por iglesias que actúan independientemente pero se encuentran en comunión entre sí; son las herederas del primer cristianismo de oriente (del Imperio Bizantino) y hoy reside allí el grueso de sus fieles.

 

A Greek Orthodox priest carries an icon

 

Practican una veneración y honra especial a María, como la Madre de Dios, al punto que sus íconos que representan las advocaciones marianas llevan el prefijo de Madre de Dios, así por ejemplo la madre de Dios de Kazan, la Madre de Dios de Kursk, la Madre de Dios de Iver, etc..

Hay una larga tradición de íconos marianos ortodoxos que producen el prodigio de exhalar crisma (aceite bendito y curativo), lágrimas, sangre.

Se registran dos diferencias principales respecto a la teología mariana con la iglesia Católica Romana: no aceptan la Inmaculada Concepción porque piensan que María fue concebida en pecado original como todos los hombres, y no aceptan concebir a María como corredentora.

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COMO ES LA IGLESIA ORTODOXA

La Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa es una comunidad cristiana, cuya antigüedad, según su tradición católica, se remonta a Jesús y a los doce apóstoles, a través de una ininterrumpida sucesión apostólica. Es la tercera de las tres grandes iglesias o comunidades cristianas, después de la Iglesia católica romana y el conjunto de iglesias protestantes, y cuenta con más de 225 millones de fieles en todo el mundo.

La Iglesia ortodoxa se considera la heredera de todas las comunidades cristianas de la mitad oriental del Mediterráneo (esto lleva a ciertas tensiones con iglesias orientales unidas a Roma).

Su doctrina teológica se estableció en una serie de concilios, de los cuales los más importantes son los primeros Siete Concilios, llamados «ecuménicos», que tuvieron lugar entre los siglos IV y VIII.

Tras varios desencuentros y conflictos, la Iglesia católica ortodoxa y la Iglesia católica romana se separaron en el llamado «Cisma de Oriente y Occidente», el 16 de julio de 1054. El cristianismo ortodoxo se difundió por Europa oriental gracias al prestigio del Imperio Bizantino y a la labor de numerosos grupos misioneros.

Existen catorce (o quince, según el estatuto que se reconozca a la Iglesia ortodoxa en América) iglesias ortodoxas autocéfalas, es decir, que poseen la capacidad de nombrar sus propios obispos (incluyendo el patriarca, arzobispo o metropolitano que encabeza la iglesia) y de resolver sus problemas internos sin acudir a ninguna autoridad superior. Aunque actúan de forma independiente, las iglesias autocéfalas se encuentran en comunión entre sí.

 

DIFERENCIAS DOCTRINALES

Tienen varias diferencias doctrinales, litúrgicas y de tradición con la Iglesia Católica Romana.

La Iglesia ortodoxa sostiene que la Virgen María fue concebida en pecado original como las demás criaturas. La Iglesia romana, por definición del Papa Pío IX, en el año 1854, proclamó dogma de fe la Inmaculada Concepción.

La Iglesia ortodoxa no acepta la figura de la Virgen María como corredentora, a pesar de su veneración particular.

La Iglesia ortodoxa rechaza la adición del “Filioque” en el Símbolo Niceno-Constantinopolitano, aprobada por Roma, por lo que no admite la procedencia del Espíritu Santo del Padre y el Hijo, sino únicamente del Padre.

La Iglesia ortodoxa considera que la consagración del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús en la misa se efectúa por el Prefacio, las Palabras del Señor y la Epíclesis y no tan solo por las Palabras del Señor (las palabras dichas por Cristo en la Última Cena) como enseña la Iglesia romana.

La Iglesia ortodoxa niega la existencia del purgatorio.

 

Otras Diferencias

La Iglesia ortodoxa enseña que las decisiones de un Concilio Ecuménico son superiores a las decisiones de cualquier jerarca eclesiástico. Así mismo, no admite la infalibilidad del Obispo de Roma en ningún caso. La infalibilidad es una prerrogativa de toda la Iglesia, y no de una persona.

La Iglesia ortodoxa sólo admite 7 concilios ecuménicos. La Iglesia romana 21.

La Iglesia ortodoxa no admite la supremacía universal de derecho del Obispo de Roma sobre toda la iglesia cristiana. Todos los obispos son iguales. Sólo reconoce una «primacía de honor» (primus inter pares).

En la Iglesia ortodoxa el ministro ordinario del Santo Crisma es el sacerdote; en la Iglesia romana lo es el obispo, y el sacerdote sólo extraordinario.

En la Iglesia ortodoxa se pueden ordenar hombres casados con una mujer de buena reputación, de tal forma que hay diáconos y presbíteros casados, mientras que otros clérigos, tradicionalmente aquellos con votos monacales, deben ser hombres célibes. Una vez ordenados no se pueden casar, o volver a casar, si es el caso. Los obispos, a partir de la Edad Media, son elegidos de entre los monjes. En la Iglesia católica romana funciona de la misma manera para los ritos orientales en cuanto al celibato, pero no en el rito latino, donde todos los clérigos, sin excepción, deben ser célibes.

La Iglesia ortodoxa no tiene (y no admite) ordenes, ni congregaciones. La forma de que un feligrés desee hacer votos de vida consagrada es por medio de los monasterios o los sketes.

La Iglesia ortodoxa oficialmente tiene lenguas vernáculas como lenguas litúrgicas desde mucho más temprano (siglo IX) que la Iglesia católica romana (siglo XX). En 867 el Papa Adriano II le otorgó una bula por la que se reconocía el uso del antiguo eslavo en la liturgia, elevándole también al iniciador de ello, san Metodio, al rango obispal.

En la Iglesia ortodoxa no se admiten las representaciones tridimensionales, como las estatuas de santos, sino únicamente imágenes planas, o bidimensionales, tales como pinturas o mosaicos, tradicionalmente llamados iconos. Además los íconos son pintados en un rito de oración que requiere del canto gregoriano.

La liturgia ortodoxa no utiliza instrumentos musicales, sólo la voz humana.

La Iglesia ortodoxa nunca organizó cruzadas. La Iglesia católica romana apoyó en ocasiones la invasión y conquista de tierras cristianas ortodoxas por los denominados cruzados (véase El saqueo de Constantinopla, Cruzadas Bálticas).

 

monja ortodoxa con imagen de maria

 

La Iglesia ortodoxa nunca practicó la venta de las indulgencias.

 

COMO CONCIBEN LOS ORTODOXOS A LA VIRGEN MARÍA

Para un cristiano ortodoxo, la Santísima Virgen María es la Madre de Dios y por lo tanto, se le debe veneración y honra. María, tiene un lugar privilegiado en la Iglesia Ortodoxa, pues que ha llevado una vida de castidad y pureza, de tal manera que Dios la consideró digna de ser la mujer, en la cual se encarnó el Verbo de Dios. Y esta elección divina no se basó sobre la predestinación, sino sobre la plenitud de las virtudes que ella manifestaba.

Dios miró su corazón invadido por la fe y la humildad; esto está claro en sus palabras: “…porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava.” (Lucas 1:47). María se humilló y Cristo descendió; ambas cosas, humildad y descenso, se unieron en la realización de la Encarnación Divina.

El largo proceso de purificación e iluminación de la raza judía, tan vivamente descrito en el Antiguo Testamento, alcanzó su culminación en la santísima Madre de Dios. En ella hallaron cumplimiento la fe y el heroísmo de muchas generaciones del pueblo elegido. Aceptó con humildad el reto de la Anunciación; durante la vida de su Hijo, permaneció en último término; y estuvo con los Apóstoles el día de Pentecostés, cuando el nuevo período de la historia de la humanidad comenzó con el advenimiento del Espíritu Santo.

Un teólogo ortodoxo escribe: “el alma de la piedad ortodoxa, es una calurosa veneración de la Virgen María, la Madre de Dios”. Su nombre es constantemente invocado en las oraciones litúrgicas comunitarias y personales, porque se la ama no solamente como la madre de Cristo, sino también como la madre de toda la humanidad, pues abraza en su caridad a toda la familia humana, de la que su Hijo es el único Redentor.

La función de María en la Encarnación es doble. Por un lado, ella asegura la continuidad de la raza humana. Su Hijo es Hijo de David, Hijo de Abraham y de todos los padres progenitores. Por otro lado, Él exhibió una nueva fuente de generación. El fue el nuevo Adán.

La Encarnación está estrechamente ligada con dos conceptos ortodoxos acerca de la Virgen María: a) Su perpetua virginidad; b) Su denominación de Theotokos.

En el texto de San Lucas (1:26-37), se ve al arcángel Gabriel manifestándose a María. Ésta, maravillada por las palabras del ángel, comenzó a dialogar con él, hasta que finalmente ella misma acepta la propuesta divina diciendo: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.”  Libremente ella aceptó la voluntad de Dios, por lo tanto, en el divino misterio de la encarnación del Salvador, no fue un simple instrumento sin opinión. La voluntad divina fue transmitida por el ángel y la voluntad humana se pone de manifiesto en la respuesta de la Virgen.

No podemos negar la lucha de María por alcanzar y perfeccionar las virtudes. Tampoco podemos rechazar la idea de su libertad. Ella opinó y eligió a Dios. Allí encontramos el acuerdo divino-humano: Dios ofrece a la Virgen ser la Madre y ella acepta voluntariamente y con alegría.

El ángel aseguró a María que sería la madre del Hijo del Altísimo. Como creemos en la Santísima Trinidad, creemos que Jesucristo es Dios y el Unigénito Hijo de Dios el Padre. Por lo tanto, los cristianos Ortodoxos creen y proclaman que la Virgen María es la Madre de Dios. Hay grupos de cristianos que consideran que esto es un error, pero ¿por qué no podemos llamar a la Virgen, Madre de Dios?… San Mateo, haciendo referencia a una profecía de Isaías, dice: “ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros.” (Mateo 1:23) Entonces Emmanuel es Dios. Por otro lado el ángel le dice a José: “Dará (la virgen) a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”(Mateo 1:21) La palabra Jesús es en hebreo Yehosu’a, que significa Yahveh salva (o el Señor salva) Entonces Jesús es el Hijo del Padre, el Hijo del Altísimo, Emmanuel, Yahveh el Señor. Y en consecuencia, la Virgen María es la madre del Hijo de Dios, la madre del Hijo del Altísimo, la madre de Emmanuel, la Madre de Yahveh, en definitiva la Madre de Dios.

Pero algunos dicen que María dio a luz la naturaleza humana de Jesús y no la divina. Eso es cierto. Entonces, ¿por qué la llamamos Madre de Dios? …La llamamos Madre de Dios, porque Jesús es una sola persona, a pesar de tener dos naturalezas. Ambas naturalezas están unidas sin confusión ni mezcla en la persona de Jesucristo. Si hablamos de nosotros, no decimos que nuestro padre y nuestra madre son los que engendraron mi cuerpo, sino todo mi ser. Así tampoco podemos dividir al Señor.

Cuando Jesús se dirige al Padre, no le dice: “Oh Padre de mi esencia” o “Oh Padre de mi naturaleza divina,” sino lo llama “Padre mío”. Todas las evidencias son claras, es por eso que para el cristiano ortodoxo, María es la verdadera Madre de Dios y a ella honramos y engrandecemos en cada Divina Liturgia, en cada oración y en todo momento nos encomendamos a sus intercesiones ante su Hijo, el Salvador y Redentor de nuestras almas.

Ella es el Paraíso místico, la Puerta infranqueable del Señor, el Puerto seguro, la Muralla y protección de los que buscan a Dios, la que intercede ante Cristo Dios por la salvación de nuestras almas, la Defensora infalible de los cristianos, la siempre bienaventurada, santísima, Purísima Madre de Dios.

 

LA VIRGEN MARÍA EN LA LITURGIA ORTODOXA

En la Liturgia Ortodoxa se venera a la Madre de Dios, se la recuerda, se menciona su nombre y se pide su intercesión.

Por las oraciones de la Madre de Dios, Salvador, sálvanos.

 

monje ortodoxo pintando icono de maria

 

Conmemorando a la santísima, purísima, bendita y gloriosa Señora nuestra, la Madre de Dios y Siempre Virgen María…

Verdaderamente es justo el celebrarte, Madre de Dios, siempre bienaventurada y exenta de pecado, Madre de nuestro Dios. Eres más venerable que los querubines y más gloriosa que los serafines. Te magnificamos, pues diste a luz al Verbo Dios, sin dejar de ser virgen. Tu eres la verdadera Madre de Dios.

 

CELEBRACIONES LITÚRGICAS MARIANAS EN LA IGLESIA ORTODOXA

1) Anunciación (25 de marzo)

2) Dormición (15 de agosto)

3) Nacimiento de la Madre de Dios (8 de setiembre)

La fiesta del nacimiento de la Madre de Dios, probablemente tiene su origen en Jerusalén, a mediados del siglo V. Porque allí fue donde se mantuvo viva una tradición según la cual la casa natal de María se encontraba junto a la puerta de la Piscina Probática. San Juan Damasceno (675-749), en uno de su himnos dice: «Entonad vuestra alabanza, regocijaos y no tengáis miedo, porque en la santa Piscina Probática nos ha sido engendrada la Madre de Dios, por quien el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo le plugo ser engendrado» (Homilía sobre la Natividad de María, 6, PG 96, 661-670)

El porqué se escogió el mes de setiembre, puede ser porque si tomamos las palabras de san Juan Damasceno que dice: «Hoy es el comienzo de la salvación del mundo», y consideramos que el nacimiento de María es el comienzo histórico de la obra de redención, probablemente se ha querido situarlo a principios de dicho mes pues con él se daba inicio en el imperio bizantino al año civil y también al año eclesiástico.

San Andrés de Creta (+740) dirá: «La celebración de hoy es para nosotros el comienzo de todas las fiestas»(PG 97, 805)

¿Por qué el octavo día?… Porque el octavo día sucede a los seis días de la creación y al sábado. Es el día del Señor y anuncia el futuro de la vida eterna.

La fiesta del nacimiento de María se basa sobre un relato que aparece en un escrito apócrifo llamado Protoevangelio de Santiago que se remonta al siglo II. A él hacen referencia muchos de los Padres que escribieron acerca de la vida de la Madre de Dios, tales como Gregorio el taumaturgo, Atanasio de Alejandría, Gregorio de Nisa, Dionisio el Aeropagita, Máximo el confesor, entre otros.

¿Por qué María fue engendrada por una estéril?… San Juan Damasceno responde:

«Era necesario que a ella, la maravilla de las maravillas, se le preparase una entrada al mundo con otras maravillas, y para que, poco a poco, de las situaciones más pobres y miserables, brotasen las más grandiosas realidades» Y agrega: «era necesario que naciese primogénita la que había de engendrar al Primogénito de toda la creación, en quien todo el universo tiene su fundamento»

4) Presentación de María en el Templo (21 de noviembre)

 

LA VIRGEN MARÍA EN LA ICONOGRAFÍA ORTODOXA

1) La Virgen del Signo

Es la virgen orante que con el niño recibe el nombre de virgen del signo. Cristo está representado en un círculo, fuera y delante del vientre de Su madre.

Suspendido misteriosamente parece escapar a las reglas de la gravedad de la Tierra. Puesto que es Dios, a quien todo el Universo no puede contener, sin embargo se ha confinado al vientre de la Virgen.

La alusión a las palabras del profeta Isaías no se puede omitir aquí: «Por lo tanto el Señor Dios os dará un signo, la virgen está encinta y dará a luz un hijo que llamará Emmanuel que quiere decir Dios con nosotros» (Is. 7:14)

El rostro del niño es el de un adulto, con una frente ancha que representa su plenitud de sabiduría. Tiene un rollo que contiene las escrituras y bendice con Su mano derecha.

El gesto de las manos con su palma hacia arriba expresa la espera del don que va a recibir, y al mismo tiempo una preparación total para quedar llena del altísimo. Estas manos levantadas son la renuncia a cualquier intervención autónoma en la historia. Crean un receptáculo invisible que sólo Dios puede llenar y del que fluye como de una vasija de una fuente la verdadera agua de vida.

2) La Virgen Hodigitria

El nombre significa «la que señala el camino.» La Virgen mira majestuosamente al espectador y señala con su mano derecha al niño que tiene en su brazo izquierdo. El niño está vestido con vestiduras brillantes para recordarnos Su Divinidad. Se presenta siempre como un adulto, bendiciendo con una mano y sosteniendo un rollo con la otra.  Se lo ve como Emmanuel, consciente de Su rol de Salvador. La Madre, vestida con un manto púrpura oscuro, no ejerce un rol protector hacia su Hijo, sino más bien lo presenta a la humanidad, rogándole al mismo tiempo. Su mano derecha, en un gesto de gran riqueza, parece recibir y ofrecer al mismo tiempo. La expresión de su rostro es seria, plena de real serenidad.

 3) Virgen de la Ternura

Representa el tierno afecto recíproco entre la Madre y el Hijo. La Mirada de la Virgen está dirigida hacia el vacío. Tiene en el rostro una expresión de profunda tristeza. Sus manos apenas tocan al niño. Parecen inmovilizadas por el pensamiento que la absorbe y contribuye aún más a dar esa expresión de intensa contemplación y melancolía.

El niño está representado con un impulso expresivo de ternura. Él, que conocía la tristeza oculta de Su madre, acerca su mejilla contra la de ella para consolarla. Su rostro, más brillante que el de María, manifiesta ese deseo de darle esperanza. Ella se inclina hacia Él implorando Su misericordia para aquellos que han solicitado su protección mediante su súplica delante de su Hijo.

Fuentes: charla del Padre Víctor Villafañe en el Encuentro Arquidiocesano de Catequistas 2003, OrthodoxWiki y otras

 

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Los Reformadores Protestantes y la Virgen María

Este artículo muestra como la posición de Lutero y Calvino respecto de María es más reconocedora de la Virgen María que las que se están divulgando en estos tiempos por la mayoría de los evangélicos.

 

lutero_virgen

 

Lo cual parecería confluir en el mismo sentido, pues se notan signos de un minimismo mariano dentro del catolicismo,  que resalta de María su fidelidad y oración, y esconde su carácter de Reina.

El autor de este artículo, Arraiz, dice: muy curiosa siempre me ha parecido el rechazo que por la Virgen María tienen algunas denominaciones protestantes.

Las raíces de dicho rechazo parecen más bien originarse en rechazar lo que ellos consideran un “exceso” en la devoción que el católico tiene por la madre del Señor. Pero este rechazo que los lleva a alejarse de todo lo que suene a “católico”, les impide rechazar todo razonamiento, por más bíblico que sea, que redunde en la veneración de la Virgen.

En la mayoría de los casos, sobre todo las sectas (1), deforman la doctrina católica para hacerla parecer herética (2), afirmando así que la Iglesia enseña a “adorar” a María e incluso en algunos casos llegan a afirmar que los católicos creemos que María es una “diosa”.

Lo cierto es que esto siempre no fue así, muchos protestantes tienen por grandes eruditos bíblicos y modelos a imitar a los reformadores protestantes, y desconocen profundamente que muchas de sus posturas hoy, difieren un universo de las posturas de los reformadores. En el caso de las doctrinas relacionadas a la Virgen María precisamente pasa lo mismo.

 

LUTERO Y LA VIRGEN MARÍA

Hoy día el protestantismo entero desconoce que María es madre de Dios, en su afán de disminuirla le ha negado el título que la Iglesia le ha concedido desde siempre, comenzando por Isabel quien inspirada por el Espíritu Santo le llamó “madre del Señor” (Lucas 1,43) (3) hasta la Iglesia primitiva que no dudaba en llamarla la Theotókos (Madre de Dios) (4). Sin embargo, Lutero nunca dudó en darle este título que le concedió hasta el final de sus días.

Martín Lutero, 24 Dezember 1539: LW 47,860
“Así juzgó Dios a su Madre: La ley de Dios la condenaba como adúltera. 2) Así quedaba maltrecho su honor. 3) Su vida quedó en peligro y su honor matrimonial dañado. María fue concebida en pecado como los demás hombres; y, aunque ella fuera purificada del pecado original, no le habría bastado para un tal nacimiento. Por eso, es el Espíritu Santo el protagonista, el que la purifica y toma las puras cotas de sangre de su corazón; pues todo tiene que ser purificado”

Martín Lutero, Auslegung des Magnificat, 1522: LW 7,572
Las grandes cosas que Dios ha realizado en María se reducen a ser la Madre de Dios. Con esto le han sido concedidos muchísimos otros bienes, que nadie podrá nunca comprender. De ahí se deriva todo su honor, toda su bienaventuranza y que ella sea en medio de toda la raza humana una persona del todo singular e incomparable. Ella ha tenido con el Padre celeste un niño, y un niño tal…Se comprende todo su honor, cuando se la llama Madre de Dios. Nadie puede decir otra cosa mayor de ella, aunque uno tuviera tantas lenguas como follaje tiene la hierba, como estrellas el cielo o arena las playas. Hay que meditar en el corazón lo que significa ser Madre de Dios”.

Igual sucede con el dogma de la virginidad perpetua de María, negado hoy por todos los protestantes, sin embargo Lutero también creía firmemente en su virginidad antes y después del parto.

Martín Lutero, 28 Dezember 1544: LW 49,646
“Y ningún hombre, ni siquiera el demonio, tiene que saber cómo puede suceder que una mujer virgen quede encinta sin varón. Pues porque ahí estarán las tres divinas Personas. La obra ha de ser realizada por las tres, aunque esa actuación acabe únicamente en la persona del Hijo”

Martín Lutero, 1537/1538: LW 46,723
En textos como Juan 2,12; 7,2; Mateo 12,46; Hechos 1,14 uno se preocupa y pregunta cómo el Señor Jesús pudo tener hermanos, dado que él era el hijo único de María, y la virgen María no fue madre de ningún otro hijo. Entonces algunos responden que eran hijos de un matrimonio precedente de José, antes de estar con María; éstos fueron llamados después “hermanos de Cristo”; otros dicen que José tuvo junto con María otra mujer, tal como estaba permitido entre los judíos…Yo creo que “hermanos” aquí significa “primos”, dado que los judíos y la Sagrada Escritura llamaban a todos los primos “hermanos”

Martín Lutero, Tischrede n.4435 Ergänzungen, 1539: LW 48,579
“María permaneció virgen, pues tras sentirse madre del Hijo de Dios, no deseó ser madre de otro hombre, sino permanecer en esta gracia”

Martín Lutero, Predigt 24 Dezember 1540: LW 49,174
A José le cabe un gran honor ante Dios. A él le fueron confiados el Hijo de Dios y su Madre. Así José es un carpintero, que actúa como cualquier hombre de pueblo y que trabaja en lo oculto. [b]Pero quedó escrito para nosotros para que sepamos que Cristo vino y que su madre fue virgen, aunque bajo el velo de esposa se ocultaba la virgen antes y después del nacimiento”

Martín Lutero, 1535 bis 1545: LW 43,22
“La carta a los Hebreos dice que Sara pidió por la fe la fuerza de la concepción, para que comprendas que ella quedó encinta de Abraham siguiendo el curso normal de la naturaleza, no a través de un milagro. Este sí aconteció en la virgen María que concibió en su seno, pero de su propia semilla, no de la semilla de un hombre. Para ello el Espíritu Santo la cubrió con su sombra”

 

CALVINO Y LA VIRGEN MARÍA

Calvino se pronunció frecuentemente en defensa de la virginidad de María, refuta al igual que San Jerónimo más de un milenio atrás, el argumento de que Mateo 1,25 implica que José tuvo relaciones con María, y también refuta el trillado argumento protestante que trata de insinuar, que porque Jesús es llamado primogénito, María tuvo otros hijos (5).

 

calvino

 

Juan Calvino. JCO 45,70; cf. JCO 46,271-272
“A partir de Mateo 1,25, Elvidio creó mucha confusión en la Iglesia, porque de él dedujo que María había permanecido virgen únicamente hasta el primer nacimiento y después tuvo otros hijos con su marido. La perpetua virginidad de María fue defendida vigorosamente por Jerónimo. Es suficiente decir que es insensato y falso deducir de estas palabras qué sucedió después del nacimiento de Cristo. Es llamado el primogénito no por otra razón sino para que sepamos que él nació de la Virgen. En este texto se niega que José hubiera tenido concurso marital con María antes de nacer el niño; todo está limitado a este tiempo. Pero nada se dice de lo que sucedió después”.

Juan Calvino, Johannis Calvini Opera quae supersunt omnia (=JCO)(Verlag C. A. Schewedtke und Sohn, Braunscheweig 1863 ff.), Bände 45; Commentarius in Harmoniam evangelicam (“Harmonia evangelica” 1555), Band 46; Sermons sur I’Harmonie évangélique 1558, 1560, 1562. JCO 36,156
“Es indudable que el profeta habla de una auténtica virgen, que ha de concebir no según las normas de la naturaleza, sino a través de la actuación de gracia del Espíritu Santo. Este es el misterio, que Pablo magníficamente ensalza: “Dios ha aparecido en la carne”.

Juan Calvino, JCO 45,30
“Cuando María supo que de ella nacería el Hijo de Dios, recibió un mensaje inaudito, y ésta fue la razón por la que excluyó la relación sexual con un hombre. Por eso exclamó desconcertada: “¿Cómo sucederá esto?”…No era ésta una pregunta contra la fe. La hizo movida por la admiración; no por la desconfianza”

Juan Calvino. JCO 45,426
“¿No es este el hijo del carpintero?. (Mateo 13,55) Por designio admirable de Dios vivió Cristo hasta los treinta años en lo oculto de la casa de sus padres. Esto fue extraña e injustamente motivo de tropiezo para que la gente de Nazaret, en lugar de conocerlo con temor como enviado del cielo. ¡Si hubieran descubierto que era Dios el que actuaba en Cristo! Pero intencionalmente ellos pensaban en José, en María y en todos los parientes y sus relaciones entre ellos, para ocultar la luz que se manifestaba. Como “hermanos” eran designados –según la costumbre judía- sobre todo los parientes de sangre. Pero de ello dedujo ignorantemente Elvidio que María había tenido más hijos, porque alguna vez habla de “hermanos de Cristo”

 

H. ZWINGLI Y LA VIRGEN MARÍA

Zwingli explica que el matrimonio con José fue unicamente para que José apareciera como esposo y la protegiera de la ley, y así poder dar al niño y a ella protección y cuidado.

 

H. ZWINGLI

 

H. Zwingli, Eine Predigt von der reinen Gottesgebärerin María: ZSW 1,391-392
“Cuando se cumplió el tiempo designado por Dios, envió a su mensajero Gabriel a la joven María (Magd María), que estaba desposada con el piadoso José. La sabiduría divina se muestra en que el desposorio con José no pretendía establecer una relación matrimonial entre ellos en orden a engendrar hijos, sino para que la hija María, después de encontrarse encinta, no fuera apedreada según la ley judía, que estaba establecida para quienes concebían sin marido. El que José apareciera como esposo, la protegía de la ley. También se desposó con él para que ella y el niño encontraran en él un protector y cuidador

Explícitamente declara que es virgen, antes, en y después del parto:

H. Zwingli, Eine Predigt von der reinen Gottesgebärerin María: ZSW 1,392-393
“Hay que considerar aquí el honor que el evangelista Lucas y también Mateo le tributan por su elevada pureza; ella es joven pura e intacta antes del parto, en el parto y después del parto, es decir, siempre. Entre los hombres es imposible que una madre sea al mismo tiempo virgen; para Dios todo es posible, porque todas las criaturas obedecen a su voz”

 

CONCLUSIÓN

Hoy día muchos protestantes piensan que el católico que cree que María es Virgen, es porque nunca se ha encontrado con los pasajes que hablan de los “hermanos” de Jesús, la mayoría no sabe, que todos esos argumentos fueron refutados hace más de un milenio, y más recientemente incluso, por los reformadores protestantes. Lo mismo, para los reformadores, siempre venerar a María fué una característica que no podía faltar en un cristiano.

Fuente: José Miguel Arráiz

Notas

(1) Diferenciando por su puesto el abismo que hay entre las comunidades eclesiales protestantes y las sectas protestantes.
(2) Falacia del muñeco de paja: Consiste esta falacia en deformar las tesis del contrincante para debilitar su posición y poder atacarla con ventaja. Se diferencia de la falacia ad hominem en que ésta elude las razones para concentrarse en el ataque a la persona. La falacia del muñeco de paja, ataca una tesis, pero antes la altera. Para ello, disfraza las posiciones del contrincante con el ropaje que mejor convenga, que suele ser el que recoge los aspectos más débiles o menos populares.
(3) La expresión “Madre del Señor” es equivalente a “Madre de Dios”, ya que en el Nuevo Testamento el título Señor (del griego Kyrios) se da a Cristo, quien es Señor y Dios. De la misma manera la Septuaginta (versión griega de los Setenta del siglo 2 a.C) traduce Yahveh por “Señor” (del hebreo Adonai). Ver por ejemplo como en el mismo capítulo el ángel le dice: “el Señor está contigo” para referirse a Dios.
(4) Según sabemos ya Alejandro de Alejandría habría llamado a María “La Theotókos” (Cf. “Nuestro Señor Jesucristo ha recibido real y no aparentemente un cuerpo de la Theotókos”: Alejandro de Alejandría. Ep. Ad Alex. Const. N.12 en TEODORETO. Historia eclesiástica, I,3: OG 82,908), aparece también en un papiro egipcio que registra una de las oraciones marianas más antiguas “Sub tuum praesidium” (Cf. G. GIAMBERNARDINI, II Sub tuum Praesidium nella tradizione egiziana, en Mar 96 (1969), 324-362. Testimonios numerosos también de Gregorio Nacianceno, en su carta 101: PG 36,181, Cirilo de Alejandría, Orígenes (Según el historiador Sozomeno (Hist. Eccl. 7,32: EG 866)), San Ambrosio, etc. etc.
(5) Los protestantes alegan que como Jesús es llamado (Juan 3,16.18) y primogénito de María (Lucas 2,7) implican que Jesús es el primero de entre varios hijos. El argumento falla desde su base, ya que primogénito no implica la existencia de otros hijos, sino “primer nacido”, o “hijo preeminente”. Así mismo Cristo es llamado “primogénito” del Padre en Hebreos 1,6 y no por eso deja de ser unigénito.

 

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La Virgen María en el Islam

María (o Mariam como ellos le llaman) es un punto de encuentro en el diálogo con los musulmanes, ya que ellos honran a María como la madre de Jesús (el un gran profeta Isa).

 

mujer musulmana rezando a maria

 

El contenido de este artículo ha sido subsumido en este otro artículo.

 

 

Fuentes: Enciclopedia Mariana Theotocos, www.conocereisdeverdad.org, Arzobispo Fulton J. Sheen, www.corazones.org, Hna. María de Roncesvalles, teóloga musulmana Sherazade Hushmand

 

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El Libro con la Gota de Sangre (sobre la Vida de Pepita Pugés vidente de Can Cerda) Joan Roig Gironella

El espectador, pasada la primera sorpresa, se adentra en este libro cuyas páginas recuerdan, de repente, el retablo florentino que es la vida escrita en el siglo XIV, de la deliciosa y fuerte Catalina de Siena o de la sorprendente Gema, que encontramos en pleno siglo XIX. Esa claridad, esa sencillez, que manan de repente, como el brotar de una fuente.

 

pepita puges

 

La gente que rodea a Pepita Pugés es muy corriente. Nada la distingue de otra gente. O quizás sí: esta forma de ser corriente, al máximo.

Los escenarios de su vida son de una vulgaridad sorprendente; una calle, un mercado.

Ella misma es una mujer sencilla. Vendía verduras. Así como Santa Catalina de Siena, hija de un tintorero, se cría entre telas, en la casa paterna, vive y sufre las costumbres de su época y camina por las calles, como todo el mundo.

Así, esta mujer de mejillas aún tersas, de expresión de sutil sensibilidad, hace muy poco, casi ayer, vendía verduras, hablaba y reía entre nosotros. Sus amigas son tan corrientes como ella.

De repente pensamos en Pedro, en Juan, en Tadeo; esos hombres sencillos, corrientes, que estiraban la red, que comían sencillamente y que convivían muy cerca del Hijo de Dios; cosa que ni los reyes tuvieron el privilegio de hacer; o, quizás, sólo lo tuvieron como la graciosa Isabel de Turingia, que conmovida al ver a Nuestro Señor crucificado y ella enjoyada, escandaliza a todo el mundo quitándose su corona y poniéndola en el suelo de la iglesia. Es allí donde han de estar las coronas de los hombres.

Asomados a estos fioretti de increíble belleza pensamos, de repente, que Dios no está tan lejos, sino nosotros lejos de El.

La voz de la Virgen es cariñosa, dulce. Es muy joven. A veces se presenta radiante de belleza; otras, triste, llora.

¡Cuánta dulzura hay en la Inmaculada Concepción, delicadeza y encanto! Como esa vez que llama al cuarto de Pepita antes de entrar…

Nuestra Señora es una mujer de una dulzura sublime, que anda entre nosotros. Así lo entienden los enamorados de la Virgen: Teresa, Vianney. Todo es sencillo, claro, diáfano.

Somos los hombres los que complicamos las cosas.

Es con un extremado respeto como me asomo a esta vida. ¿Qué emana de ella? Misticismo. Hemos de pensar que la capilla en la que rezaba Pepita, era una capilla cualquiera. Hay centenares. Su hogar, como centenares de hogares. Su vida, como centenares de vidas. La diferencia, únicamente, está en el Amor. En relación de diálogo con Dios. Con Dios no es difícil dialogar, si uno es humilde y ama bastante. Además, El escoge. No es cómodo, pero sí, maravilloso, dejarse escoger.

Pepita Pugés, como Santa Teresa, ha escogido el diálogo del amor. Sólo que es una mujer de nuestro tiempo, no una doctora de la Iglesia, por gracia de Dios. No tiene el linaje de Teresa, no ha leído sus libros, no pertenece a Avila, sino a Horta.

No imita, no sigue en realidad a ningún Santo. Sólo hay similitud en la simplicidad. Se mueve, vive, habla, con sencillez. Se ignora.

Para ella las cosas del Cielo son normales, lógicas. Viven y se entrelazan en su vida común.

Quizás seamos nosotros los que somos limitados. Nosotros los que carecemos de algún órgano captativo.

La puerta del mercado de Horta es redonda: se entra, huele a verdura. Se compra, se regatea, se pasa. A veces se empuja un poco.

Ella vendía en uno de esos puestos. Subía al autobús, cogía el metro.

Una amiga habla de ella mientras pesa la compra, atiende a los clientes; sí, un momento; vuelve a hablar de su amiga muerta. Una clienta llama. Sí, un momento; pasa el rato.

¿Pensamos que los santos tienen aureolas y peanas de oro? No es así…

Tampoco la Virgen es así. Es, simplemente, una Mujer sublime, de una sencillez y una belleza sublimes.

Cuando aceptemos que todo es simple, los fioretti de San Francisco serán como ventanas abiertas. Y quizás entonces viviremos esta realidad.

FLORA DE SAGARRA

 

VIDA INTIMA DE PEPITA PUGES BALADAS

El 30 de agosto de 1978 entregó su alma a Dios Pepita Pugés. Puede ser muy provechoso para nuestro espíritu que recojamos aquí algunos datos biográficos, porque toda su vida fue como una pluma que escribe un libro, el libro de su vida, lleno de amor a Dios.

Efectivamente, en marzo de 1977 hice una petición a Pepita. Le pedí que en una libreta que yo le entregué, escribiera una relación de su vida espiritual. Cumplió puntualmente mi encargo. Ella tan obediente, me entregó la libreta, escrita de su puño y letra, cuatro meses después, el 8 de agosto de 1977. De esta fuente voy a sacar principalmente los datos de lo que referiré en este libro.

En aquel cuaderno refiere Pepita que cuando ella era joven, quiso ser religiosa; pero en su casa le negaron el permiso para entrar de religiosa. Entonces cayó enferma. Con esta ocasión, escribe lo que le sucedió:

“Estuve muy enferma. Yo pedía al Sagrado Corazón de Jesús que se me llevara pronto. Un día se me presentó el Sagrado Corazón de Jesús, lleno de rayos de todos colores. Me dijo:
-Hija mía, primero tienes que hacer un libro.
Vi una silla y encima un libro. Encima de la cubierta una gota de sangre. Lo dije a mi Director Espiritual y dijo que no sabía qué quería decir esto”.

El libro en blanco, que ella había de escribir, era su propia vida. Cada uno de nosotros, mientras vive, ha de escribir unas páginas imborrables, con las propias acciones: es el libro de la vida (Apoc 20,15). Hemos de querer que, en vida, escribamos páginas muy bellas, para después ir leyéndolas allí arriba por toda una eternidad. Aquel libro, pues, que vio Pepita, y la orden de que lo escribiera sin pensar en morir en seguida, era el libro de su vida, que había de llenar con el relato de sus buenas obras.

¿Y la gota de sangre que estaba encima de la cubierta del libro, qué simbolizaba? Bien claro estaba su significado. Que en su vida sufriría mucho, y esta gota de sangre, como título de todo el libro, sería lo que le daría su valor de eternidad. Efectivamente la vida de Pepita, ha sido esto, según creo.

 

Virgen-de-Can-Cerda

 

 

EL PRIMER ABRIRSE DEL ALMA A DIOS

Nació el 27 de setiembre de 1920, de padres “muy católicos”, -dice ella en su escrito- sobre todo su madre, que era muy ferviente. Se lo manifestaban con prácticas de piedad y devoción y además, ejercitaban el apostolado por medio de las asociaciones a que pertenecían. Por esto Pepita recibió desde muy pronto la mejor instrucción religiosa.

¿Cuándo empezó la apertura de su alma a Dios? Por lo que ella dice, su vida espiritual empezó a los cuatro años: “empecé cuando tenía cuatro años”. Es emocionante atisbar a través de lo que sabemos de ella, este primer abrirse al Señor, con naturalidad, con espontaneidad, con entrega. En realidad, los grandes favores sobrenaturales empezó a saborearlos a la edad de los quince años, aunque ya de pequeñita su espíritu se abrió al Señor.

Su madre, Josefa, tenía en casa una imagen del Sagrado Corazón, ante la que ardía una lámpara. Pepita tenía entonces cuatro años. Al ver a su madre arrodillada ante la imagen, le preguntó:

“-¿Qué hace mamá?
-Rezo a Jesús; reza tú también; ya sabes el Padrenuestro.
Yo también me arrodillé junto a ella. De pronto dije a mi madre:
-¿Tiene sangre en las manos, Jesús?
-Sí, hija mía, tiene sangre.
Y entonces mi madre me dijo:
-Hija mía, a Dios le pegaron mucho; llevaba en la cabeza una corona de espinas; lo clavaron en la cruz, de manos y de pies y con una lanza le traspasaron el corazón.
-¿Por qué le hicieron eso, madre, los judíos? ¿quiénes son los judíos?
-Somos todos los pecadores.
-¿Qué es un pecado?
Mi madre me dijo:
-Un pecado es hacer enfadar a los padres, no obedecerles, decir mentiras…
-Yo no quiero decir mentiras.
-Cada vez que se hacen pecados crucifican a Jesucristo, Nuestro Señor, pero si pides perdón te perdonará; y no hacerlo nunca más.
-¡Pobrecito Jesucristo! ¿Puedo rezar más?
-Sí, pero no tan alto, más bajito.
-Quiero besarlo.
-¡Bésalo, hija!
-¿Dónde está Dios?
-En todos los sitios; está a tu lado y también en el Santísimo Sacramento está esperándote.
-Vamos, mamá, a verlo.
-No, ahora no puedes ir al Cielo; si eres buena, sí, hija mía. Vete hija, no me dejas rezar.
Me quedó siempre presente en mi memoria.”

Así, con este relato tan sencillo, que tiene rasgos de sublime, empezó a los cuatro años la vida espiritual de Pepita; este abrirse a Dios, como una flor, cuando por la mañana viene el primer rayo de sol. Y poco después, contando todavía cuatro años, fue al Santuario de Montserrat y preguntó si aquel camarín en que estaba la Virgen y los ángeles era el Cielo.

De este modo prosiguió la vida espiritual de Pepita. Pero ¿cuándo empezó el Señor a comunicarse con ella por medio de gracias extraordinarias?

Si hemos de juzgar por su escrito, parece que fue en su Primera Comunión, cuando el Señor por primera vez le hizo recibir su voz con una de las llamadas “locuciones” internas, dentro del alma.

Dice así su relato:

“Había llegado el día de mi Primera Comunión. ¡Qué emoción tan grande recibir a Jesús en mi corazón! Yo decía:
-Jesús, ¿estás en mi corazón?
Me contestó:
-Sí. ¡Qué alegría estar en tu corazón! ¡Te quiero mucho!
-Yo también, Jesús mío.
-Ven siempre a verme en el Sagrario: ¿verdad que vendrás y me ofrecerás tu corazón?
-Sí, yo iré Jesús.
Cuando levanté mis ojos, vi a muchos ángeles blancos, ¡tan blancos, tan hermosos! Y cantaban con sus voces, tan celestiales. Nos decían a todas las niñas:
-Sois ángeles, sois portales de la gloria, sois espejos de Dios.
Vi unas cintas blancas y azules que bajaban del cielo, y todas nosotras estábamos envueltas en ellas. Yo decía:
-Jesús, quiero ir contigo al Cielo.
Me caían muchas lágrimas de felicidad, pero también estaba triste porque quería ir al Cielo”.

Tal es el relato que hace de su Primera Comunión.

Pero parece que estas gracias interiores no se ciñeron al día de su Primera Comunión, sino que prosiguieron en las comuniones siguientes, pues dice así, a continuación, sobre lo que le sucedía cuando iba a comulgar:

“Cuando entraba Jesucristo en mi corazón, oía la voz de Jesús:
-Hija, te quiero. Ofréceme tus cositas y oraciones por los pecadores.
-Señor –decía- que sea una niña como todas; diferente no, como todas. Ya sabéis, Jesús mío, que me ahogo siempre, no puedo correr como todas; se burlan las niñas de mí.
Jesús me decía:
-Yo te miro a ti solita y triste; no estés triste; estoy contigo, hija; tú eres una flor humilde, es la que quiero yo.
Entonces sentía ¡un consuelo tan grande!”.

Así, con esta vida de unión íntima y diálogo interior con Jesús, prosiguió Pepita hasta sus 19 años de edad. Cuando terminó la guerra de España, después de haber estado tres años sin poder comulgar –por la situación en que habían colocado a la Religión los que dominaban en el sector de la España republicana- por fin, en 1939, Pepita pudo volver a comulgar. Recojamos la explicación que ella nos hace de lo que sucedió en esta, que podría llamarse, segunda Primera Comunión. Dice así:

“Después, cuando entraron los nacionales, hacía tres años que no había oído la Santa Misa, ni recibido a Dios en mi corazón: todas las Iglesias estaban quemadas. Fuimos con una amiga mía a Sant Just i Pastor, Iglesia de Barcelona. Me confesé y después oímos la Santa Misa y en seguida fuimos a comulgar. En aquel momento oí la voz de Jesucristo, que me decía:
“-¡Oh, qué alegría tengo de entrar en tu corazón! ¡No sabes la alegría que tengo! ¡Alégrate, alma!
Entonces oí en mi corazón que me saltaba de alegría en el momento de recibir en mi corazón a Jesucristo. La Sagrada Hostia estaba toda iluminada con rayos de oro.
-Hija mía, me dijo, ¡te encontraba tanto en falta!”

¿Cómo había de florecer este diálogo íntimo, amoroso, con Jesús? Pertenecía, en efecto, a la Acción Católica; era Secretaria de las Hijas de María; cada mes, en domingos alternos, tenía Retiro espiritual, y en otros alternos, visitaba a enfermos tuberculosos del Hospital de Sant Pau i de la Santa Creu, como también a los leprosos, que entonces estaban en Horta. Cada domingo por la tarde enseñaba el catecismo y, finalmente, terminaba el domingo, tan denso, con el rezo del Trisagio ante el Santísimo expuesto.

El resultado de tal género de vida fue la vocación religiosa. Tenía ella 20 años de edad en 1940, cuando oyó el llamamiento de Jesús para que se hiciera religiosa. Las palabras con que ella lo narra, palabras en verdad preciosas, son éstas:

“Era un domingo de Retiro espiritual; había recibido a Jesús y me dijo:
-Alma, procura imprimir bien en tu interior: Yo soy amante de la pureza y soy el que da toda santidad. Yo busco un corazón puro y en tu corazón está el lugar de mi descanso; despréndete de todo lo que es del mundo, siéntate como pájaro solitario en el tejado, pues todo amante prepara a su amado el lugar mejor y más adornado; Yo soy el amo de tu ser; mío es todo lo tuyo. Entrégame todo menos el pecado.
-Sí, Jesús mío. Soy toda tuya.
Nació en aquel momento la Vocación de ser Esposa de Jesucristo; se había abierto en mi corazón un puro amor celestial de hacerme Esposa de Jesucristo, si El me quería. Lloré mucho, pero era de alegría; había despertado dentro de lo profundo de mi corazón, el amor divino y celestial. ¡Qué feliz era! Tenía 20 años…”

De un modo más explícito todavía, lo afirma pocas líneas después así:

“Un día me dijo Jesús:
-¿Quieres ser mi Esposa? Seré tu Esposo, alma mía; mira a mis Esposas, ¡qué hermosura!
Levanté mis ojos, vi a las Esposas vírgenes de Dios, todas blancas, con un velo finísimo que les cubría la cabeza; en sus manos llevaban lirios blancos, como no los hay en la tierra; llevaban una corona como de esmeraldas. Jesucristo me dijo:
-Estas son mis Esposas; serás una de ellas.
-¡Oh, gracias, Señor!
-El Rosario es un rosal para subir al cielo; sin embargo, hija mía, hay espinas y a veces muy dolorosas: tendrás que pasar entre espinas muy dolorosas. La Comunión fortalecerá tu espíritu, porque Yo seré el alimento de tu alma. Prepárate, hija mía, para ser mi Esposa”.

Cuando, finalmente, recibió el Señor en la Comunión, éste le dijo:

“No hay cosa tan hermosa en este valle de lágrimas como el alma que sirve puramente a Dios: ni la contemplación de la pradera esmaltada de hermosas flores, ni piedras preciosas y de gran valor, pueden parangonarse con la hermosura del alma. Soy Autor de toda paz y felicidad, reino en el centro del alma y desde allí, como rey desde su trono, dirijo potencias y sentidos. No es verdad, hija mía, que pueda darse en este mundo mayor dicha”.

 

aparicion de can cerda

 

 

NO LA DEJAN SER RELIGIOSA

Parece, que después de un llamamiento tan claro y alto, no habría de haber habido dificultad para llevar adelante una vocación religiosa por parte de una persona de tan intensa vida espiritual. Sin embargo, no fue así. Su padre, aunque era muy piadoso, temía perder a su hija, como sucede algunas veces; y no la dejó marchar.

Esta negativa fue un golpe muy duro para Pepita. Las palabras con que nos describe el cambio de rumbo impuesto a su vida, son éstas:

“No me dieron permiso para hacerme Religiosa. ¡Qué disgusto tan grande! Fui a la Iglesia llorando. Jesucristo me dijo:
-Hija mía, estás llorando, Yo estoy triste. Sé obediente, hija mía. Los ángeles están tristes, mi Madre Inmaculada que te quiere, está triste también. Sufrirás, hija mía. Tus sufrimientos los ofreces por los pecadores, los que blasfeman de nuestros Corazones; reza para desagraviarlos; por los que tienen abandonadas y arrinconadas nuestras lágrimas. Sí, hija mía, tienes que sufrir mucho. Yo no te dejaré nunca, hija mía. Mírame en la cruz y verás los tormentos que Yo sufrí por ti y por todos los pecadores”.

Aquí está claramente expuesto el cambio de orientación de la vida de Pepita. Quería ser Religiosa y así ofrecer el sacrificio de su entrega a El: no lo será por obedecerle, pero la cruz la acompañará igualmente, aunque de otro modo.

Fue tal el sufrimiento de Pepita por esta negativa, que estuvo muy enferma. Pidió entonces al Corazón de Jesús que se la llevara pronto al Cielo. La respuesta del Señor, fue la que ya conocemos: “Primero tienes que hacer un libro”, y con ello la visión de aquel gran libro blanco, encima de cuya cubierta había una gota de sangre, que era la tinta con la que habría de escribirlo.

Tal fue el designio del Señor.

 

interior de la capilla de can cerda

 

 

EN LOURDES EL MILAGRO DE SU CURACION

Efectivamente, Pepita casó con Francisco el 9 de junio de 1948. De palabra me había dicho ella, aunque no lo consigna en su memoria escrita, que antes de casarse le había dicho a su futuro esposo que supiera que ella veía a la Santísima Virgen. El mismo Jesucristo ratificó el nuevo rumbo de su vida. Lo narra con estas palabras:

“Yo obedecí a mis padres. Después me casé. El mismo día de la boda, Jesucristo me dijo:
-Te quería para Mí y tú también, hija mía; no llores, no tienes la culpa; cumple con el sacramento del matrimonio, aunque no lo sientas, hija mía. Tú cumplirás con el sacramento y, con los hijos que te daré, cumplirás también la ley de Dios”.

Al cabo de un año de casada, el 4 de marzo de 1949, Dios concedió a aquella familia el primer hijo, Jaime; y el 24 de junio de 1954, una hija, Montserrat. Pronto iba a cumplirse la predicción del Señor, de que sufriría mucho. Efectivamente, al cúmulo de enfermedades que había tenido, se añadió un accidente al caerse un día, que fue el 22 de junio de 1954. Las enfermedades habían sido muchas desde pequeña: operación de amígdalas (1927), tifus (1935), apendicitis (hacia 1941), anemia (hacia 1943); cuando su hijo tenía dos años y ella contaba 31 de edad, estuvo mal del corazón y tenía la arteria aorta dilatada (1951); cuando nació su hija y le hicieron una operación de parto, se ahogaba mucho por el mal estado del corazón y estaba toda hinchada (en 1954).

A todo ello se unió, ahora, otra cosa peor: uno de estos hechos que los hombres llamamos “accidentes”, pero que ante Dios no lo son, pues todos caen bajo su Providencia. Las palabras con que ella lo describe, son éstas:

“Habían pasado unos cinco años, ya tenía un hijo y una hija, cuando tuve un accidente: me quedó la pierna estropeada y torcida. Después de meses con yeso, y después de yeso de cola, la pierna estaba peor; me habían operado de mal de Pott y ya me tenían que operar de la pierna dentro de pocos meses. Entonces tuve un presentimiento: que me moriría y que si fuera a Lourdes, dentro de la piscina me curaría”.

Así empieza el relato de su maravillosa curación.

Tenemos una enferma con la columna vertebral inclinada, por el mal de Pott; los huesos de las piernas deformes; hasta me dijo varias veces, de palabra –aunque no lo consigna esto por escrito- que una de ellas, la enferma, había quedado varios centímetros más corta que la otra; exactamente ocho centímetros. Sentada como inválida, en un cochecito de paralíticos, entró en la piscina de Lourdes. Y esta enferma, de repente, pudo prescindir del cochecito: la espalda se le enderezó, la pierna se le alargó y curó, de modo que anduvo perfectamente desde entonces.

Pero oigamos el relato con sus mismas palabras.

“Fui a Lourdes con la peregrinación de Nuestra Señora de Lourdes. Tenía toda la fe en Ella y toda la confianza en la Virgen de Lourdes. Le decía:
-Virgen de Lourdes, tengo toda la fe y confianza en Ti, yo sé que me curarás.
Lo decía desde lo más profundo de mi corazón. Y cuando entré en la piscina de Lourdes, cuando estaba en medio de ella, sentí una mano que me cogía los huesos, muy fuertemente; en mi cuerpo oí un ruido, tan fuerte, que en aquellos momentos me parecía que me moría. Cuando, después de vestirme, fui al cochecito, me di cuenta de que la espalda que antes tenía torcida, entonces estaba recta. Dije:
-¡Estoy curada!
Pero no lo podía decir porque me ahogaba. Cuando salí, me esperaba la Hermana y me dijo:
-¿Qué le pasa?
Yo le dije:
-¡Oh, Hermana, estoy curada! La Virgen me ha curado.
Ella dijo:
-No lo digas hasta que estemos bien seguros; de momento muchos se curan y después vuelven a estar como antes.
Me llevaron a la explanada para la bendición de los enfermos. No podía rezar, aún me ahogaba”.

Hasta aquí la descripción de los hechos del 27 de noviembre de 1954. Ahora sigue comentándolos del siguiente modo:

“A la mañana siguiente me desperté. Había pasado toda la noche durmiendo. A mi lado estaba la Hermana, que tenía su cabeza en mi almohada, durmiendo. Yo la desperté:
-Hermana, he dormido toda la noche. Hacía 19 meses que no había dormido.
La Hermana me dijo:
-Ya lo sé.
-¿Por qué me velaba Vd.?
Ella contestó:
-Tenía muy mala cara y me encargaron vigilarla.
-Yo estoy curada, Hermana; iré sin cochecito.
Me dijo:
-No, hija mía, tú irás en el cochecito hasta que estemos bien seguros.
Entonces nos llevaron a los enfermos a la Gruta de Nuestra Señora de Lourdes; allí oímos la Santa Misa. Y en el momento de recibir a Jesús, oí la voz cariñosa, dulce y triste, de la Virgen de Lourdes. Me dijo:
-Hija mía, estás curada; levántate, anda mucho, demuestra que yo te he curado, hija mía, anda mucho; el corazón no te lo he curado; tendrás operaciones, sufrirás mucho; ofrécelo a mi Corazón Inmaculado y al de mi Hijo Divino, por los pecadores, hasta que un día vendré a buscarte y vendrás al Cielo conmigo; hija mía, muchos años no vivirás”.

Después de esta descripción, interesante y maravillosa por su sencillez y realismo, todavía es más hermosa la descripción que a continuación nos da, en cinco líneas, del rostro de la Virgen. ¿Cómo es la Santísima Virgen? O si queremos decirlo así, ¿cómo veía Pepita a la Santísima Virgen?

Sus palabras son éstas:
“La Virgen María Santísima es morena clara, muy fina; los ojos grandes, misericordiosos; negros y dulces, pero tristes. La cara no es ni larga, ni redonda, pero es hermosísima; nada hay en la tierra como Ella, de hermosura; llena de dulzura, de bondad, de celestial pureza inmaculada, de virginal amor”.
Es tal el encanto que ejercía sobre ella la Santísima Virgen, que poco después, hablando de la sonrisa de la Virgen María, dice:
“Si pudiera ir al Cielo, en un rincón, y ver la sonrisa de la Santísima Virgen, sería feliz eternamente”.

 

Pepita Puges i Baladas

 

 

DESPUÉS DE LOURDES

Tan bien quedó Pepita de aquellas graves lesiones y enfermedades de huesos, que le curó la Virgen de Lourdes, que después de todo ello tuvo todavía un tercer hijo, que fue niña, a la cual puso el nombre de María de Lourdes.

Antes de tenerla, siendo en 1958 el centenario de las apariciones de Lourdes, la Virgen le encargó que fuera a hablar con el Sr. Obispo para hacerle una petición:

“que tenía que rezar las tres partes del Santo Rosario con devoción, y ofrecerlas por las almas frías que no quieren conocer el amor divino de mi Hijo Jesucristo; venerar su Santa Imagen con una procesión; tres días rezar mucho por los pecadores. Que tenía que ver al Señor Obispo para darle este mensaje”.

Su Director Espiritual le contestó: espera que la Virgen te lo diga tres veces, antes de hacerlo. Cuando se cumplieron los tres encargos, sucesivamente dados por la Virgen, su Director Espiritual la enderezó al Obispado, para que hablase con el Secretario:

“Me recibió muy bien; mi Director Espiritual le habló de mí y él me escuchó con atención; y quedé descansada, porque sufro mucho cuando ella [la Virgen] quiere que diga algo: se sufre hasta que lo dices; entonces quedas en paz”.

Fijémonos en este rasgo: no va ella a que precisamente se cumpla lo que dice el Mensaje; va a decirlo para cumplir ella lo que la Virgen le encargó; y una vez ejecutada su orden, queda en paz, hágase o no lo que allí se contenía, porque ella ya ha cumplido. Es interesante este rasgo para discernimiento de espíritus.

Poco tiempo después, tuvo Pepita su tercero y último hijo, según decíamos antes, que fue niña, a la que impuso el nombre de María de Lourdes. Ella lo describe así:

“Después tuve una niña. Me costó muchísimo tenerla –estuve a punto de morir y 3 meses y medio en clínica- pero la niña estaba sana, se llamaba María Lourdes”.

Ahora vino el gran sacrificio que le pidió la Virgen. Un día, mientras ella ofrecía a la Virgen unas flores, la Sma. Virgen le dijo que la flor que quería era, precisamente, que le ofreciese su hijita, aceptando su prematura muerte. Lo refiere así:

“-La flor que me puedes ofrecer es tu hija María Lourdes; ésta no se marchitará nunca.
Me lo pidió tres veces. Entonces me fui al comedor. Mi madre me preguntó:
-¿Qué te pasa?
-Madre, la Virgen Santísima me está pidiendo la niña María Lourdes.
Ella me contestó:
-Te lo parece.”

Es decir: te imaginas que Ella te lo pide, pero es sólo imaginación.

No era imaginación sino verdad, como se ve por el relato siguiente:

“Habrían pasado ocho días justos, cuando la niña empezó con cuarenta de fiebre y a mover mucho la cabeza hacia un lado y otro, y llorando. Tenía pus en la nariz y se le ponía en las orejas. La niña no mejoraba. Me miraba yo la Santísima Virgen con miedo, porque sabía que quería que la ofreciera y que sería doloroso para mí. Un día la niña estaba con sufrimiento; no se curaba. Estuve tres veces en la Residencia y en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Un día mi madre, que era una santa…
-Interrumpo aquí la transcripción para observar el aprecio que Pepita tenía por su madre: “era una santa”; y prosigo copiando las palabras de ella sobre su madre.
…me llamó y me dijo:
-¿Por qué no ofreces la niña a la Virgen? Ella te lo pidió. Los hijos son de Dios y no tuyos.
-¡Oh, madre! Es lo que Ella quiere, madre, que le ofrezca, como una flor que nunca se marchitará. He sido una madre egoísta, que quería la hija para mí. Que Dios me perdone.
A la mañana siguiente perdí perdón por ser egoísta y la ofrecí como la flor que nunca se marchitará. Era el domingo y el martes la Virgen se la llevó al Cielo”.

Este es el relato, emocionante en verdad, y lleno de delicada y alta espiritualidad.

 

capilla de can cerda

 

 

EL MEOLLO DE SU VIDA ESPIRITUAL

Al describir a continuación los rasgos más típicos de lo que le pedía la Virgen, habla de oración, reparación, mortificación y penitencia, para salvar a las almas:

“Un día estaba rezando en la Iglesia y al momento de recibir a Jesús, la oí. Me dijo:
-Reza el Santo Rosario, ofrece tus sufrimientos por los que viven apartados de Dios, que no quieren escuchar la palabra de Dios, de mi Hijo amado; y después, cada Rosario será un peldaño de gloria en la cruz que en él todos llevamos: ésta es la llave de la gloria; sin ella no se puede entrar en el Cielo. Llevarla con resignación y con alegría por la felicidad eterna, hija mía.”

Le encarga que diga a su Director Espiritual que se hagan las XL Horas de Adoración ante el Santísimo por la paz de las naciones, cuyo egoísmo pone en peligro la paz, ofendiendo la paz, ofendiendo “Nuestros Corazones Santísimos”. Hago notar la fuerza que para el teólogo tendrá la frase en plural “Nuestros Sagrados Corazones”, que son ofendidos a la vez uno y otro, por el pecado.

De un modo especial encarga la Virgen oraciones y mortificaciones por la juventud que “no da importancia al pecado”; y así le pide también por todos “para que se salve el mundo”, a lo cual añade la Virgen una frase conmovedora: “¡para que Dios, mi Hijo amado, no sufra tanto como está sufriendo conmigo!”

Prorrumpe entonces Pepita en una doxología que parece una poesía de veneración, amor y alabanza a María, llena de belleza celestial. Es imposible no transcribirla aquí. Lo único que añado es separar por la puntuación en diversas líneas el sentido de las mismas palabras.
Dice así de la Santísima Virgen:

“Porque Ella es una estrella, la más bella, la más divina. Porque es una guirnalda del Cielo, florecida. Porque es celestial perfume de candor. Porque es la Reina y Emperatriz de Cielo y Tierra, y Madre de Dios y Madre nuestra, llena de amor por los pecadores. Sus celestiales manos acarician los mortales y suavizan todo mal”.

 

VESTIGIOS DE LA PASION

Pepita consigna en sus memorias una fecha bien precisa, cosa rara en ella. Lo cual indica que le quedó bien grabado el hecho. Lleva la fecha del 9 de diciembre de 1970.

Con esta fecha refiere que Jesucristo le dijo una vez que “cuando estaba coronado de espinas y azotado, no podía dar un paso, porque su divina cara era una cortina de sangre y no veía nada; entonces le lavaron la cara”, de tanta sangre, y cayó en una pila de bronce o lebrillo, donde quedaron en el fondo unas manchas oscuras de su sangre. Esta pila dice “está en Jerusalén, donde hay muchos judíos muy pobres. La utilizaban y ahora, no hace mucho, la querían romper. Como un milagro no se ha roto, porque yo no he querido”. Y le da indicaciones sobre una posible manera de ir a buscarla, pero haciendo antes cada mes la devoción de las XL Horas de su Adoración, oración y penitencia y rezando el rosario.

Después de consignar este rasgo de la pila utilizada en la pasión del Señor, da múltiples relaciones de otras comunicaciones divinas, sabrosísimas, como aquella en que el Señor le dice sobre el Sagrario, adonde hemos de acudir:

“Quiero que me expliquen sus cosas a Mí, como a su verdadero amigo; si quieren consuelo, Yo les daré; si quieren compañía, tendrán siempre a su lado a mi Corazón divino; quiero que me adoren, que me quieran, que recen con verdadera devoción y mediten cómo está su alma; que me lo ofrezcan todo a mi Sagrado Corazón y al de mi Madre Inmaculada, que sufre mucho, ¡oh, hija mía!”.

En este contexto encarga a los Sacerdotes, que antes de predicar, mediten lo que tienen que decir:

“Sacerdotes, sed castos, humildes de corazón; Obispos, sed Pastores humildes; entregaos por el bien de las almas; dad fruto al mundo, que lo necesita. Dios os iluminará.”

 

ESTA UN TIEMPO EN EL CIELO

Con fecha de 21 de octubre –que por el contexto parece se refiere al año 1971, aunque bien pudiera ser el 1972 u otro posterior-, refiere una gracia que la Sma. Virgen le deparó, para prepararla bien, ante todo el sufrimiento que le esperaba. Fue durante una peregrinación a Lourdes.

Quizá porque se acercaba ya la fecha en que iban a empezar los dolorosos hechos de Can Cerdà, de Cerdanyola, en los cuales ella habría de sufrir tanto. Tal vez por esto la Virgen ya la preparó, disponiendo su espíritu. Sea por ello o no, el hecho es que durante una peregrinación que hizo a Lourdes, le sucedió lo que describe con estas palabras:

“Fui de peregrinación a Lourdes. A la mañana siguiente vi a la Santísima Virgen, de repente, y me dijo:
-“¿Quieres ver el Cielo un poquito?”
Yo dije que sí. Vi una corona tan grande, pero preciosa, toda llena de diamantes y esmeraldas de todos los colores; una luz, tan divina, que resplandecía como un espejo; había preciosas piedras de rubíes… no puedo explicar, su hermosura tan grande. ¡La Virgen resplandecía tanto de hermosura! Yo le dije:
-¿Dónde está mi madre?
-Está allí –me contestó.
Estaba al lado suyo. La vi y me abrazó. ¡Se veía tan joven y tan hermosa!
-¿Y mi hijita?
-¿Ves –me dijo- este angelito que viene? Es tu hijita.
Toda de luz hermosísima. La besé y ella sonreía también. Al momento desapareció la visión; pero la Virgen, que estaba a mi lado, me dijo:
-Tendrás que sufrir más, hija mía, en tu vida, pues hija mía, estás en una cárcel, en la que no te dejan hacer nada de lo que Dios quiere. Has ofrecido, hija mía, a mi Hijo Divino y a mi Corazón Inmaculado, tus sufrimientos, tus oraciones y tribulaciones. Mi Hijo Santísimo está enamorado de ti, desde que eras pequeña. Yo, hija mía, velo por ti. Tú ofreces tu propia vida para la salvación de los hombres y por los que dudan de mi Corazón Inmaculado, de mi Inmaculada Concepción y de mi Virginidad. Quiero que mis hijos no se avergüencen de decir que son católicos, porque de ese modo se quedarían con la vergüenza del qué dirán cuando les llegue la hora; entonces no podrán entrar en el Cielo. Muchos se pierden por la vergüenza. Que mis hijos sean valientes, y digan a todo el mundo: sí, soy cristiano, soldado de Jesucristo, hijo de María Inmaculada; con la voz muy alta, que lo oigan en todo el mundo. Sed valientes, con fe y amor a Dios, camino seguro del Cielo”.

Esta maravillosa descripción de su breve estancia en el Cielo, culminaba, como se ha visto, en una exhortación a la valentía, a la vista del premio que nos espera. Pero también otras veces la llevó el Señor en espíritu al Cielo, para otros fines.

Por ejemplo, según una narración que no está en estos apuntes que ahora transcribo, sino en una nota que me dio como a Padre Espiritual el 28 de julio de 1976, describe la subida al Cielo y algo de lo que vio en él, unos días antes, el 24 de julio. Es interesante esta descripción, como doctrina que podríamos llamar, del Tratado de la Gracia, es decir, que con sucesivas oraciones así, impetramos la perseverancia final. La descripción, traducida del catalán, dice así:

“Ayer, día 24, vi a la Virgen que me llamaba desde arriba de un monte. Yo subía entre piedras y pinchos y zarzas. Después del trecho de unos pocos pasos, me detenía por la fatiga de la subida. ¡Qué mal me encontraba! La Virgen me decía:
-Un Avemaría y volverás a subir.
Así lo hacía. Llegó el momento en que la subida era más pronunciada y entonces quedaba sin fuerzas. La Virgen decía:
-Reza. Ya verás qué fuerzas tendrás, hija mía.
Hasta que así llegué al Cielo.
Era una maravilla: La Virgen de Lourdes, toda resplandeciente, sonreía. ¡Qué belleza, Dios mío! Los ángeles con voces, tan divinas, cantaban una armonía celestial. Las Tres Personas de la Santísima Trinidad: el Padre Eterno en su Majestad, y el Hijo, Jesucristo, en toda gloria, y el Espíritu Santo, resplandeciente como el oro. Después vi a Jesucristo, sentado en un trono. A dos ángeles de gran belleza y al arcángel San Miguel. ¡Era tan hermoso! A cuatro ángeles más, con túnicas blancas como la nieve; las alas de perlas de cielo, desde abajo de las alas; y a otros ángeles hermosos.
También Jesucristo me dio su Santísimo Corazón. Ya lo he tenido dos veces. El Corazón estaba como en una llama. Jesucristo me dijo:
-Hija mía, la llama es de tanto amor que tiene mi Corazón. Después vi a Santa Teresa de Jesús y me dijo:
-Mira a las Esposas de Jesucristo.
Eran preciosas.
-Yo también voy de blanco, sí, hija, -me dijo Santa Teresa.
Y me dio una palma bastante grande. En ella había sangre. Santa Teresa me dijo que era mía, de los sufrimientos que he tenido y de los que tendré.
Después, el Cielo, estaba lleno de Gloria: Angeles, ¡cuántos había! y Santos. Era una hermosura celestial; tan bella como era. Armonía y gloria infinita. Las vírgenes consagradas a Dios, todas coronadas de gloria.
-Hija mía, -me dijo la Virgen- ahora hace su entrada en el Cielo un pecador, de los mayores pecadores convertidos.
Entra un alma resplandeciente. Jesucristo la abraza con gran amor. El no hacía más que decir:
-Tened piedad, Jesucristo, Señor.
Lo besó y le dijo:
-Tu alma está purificada en mi purísima sangre.
-¡Hijo!- le dijo la Virgen María.
De sus ojos de estrellas de Cielo, saltaron dos lágrimas, como dos perlas divinas. Eran de gozo y alegría. La armonía era grande, porque había entrado en el Cielo un gran pecador arrepentido. ¡Había entrado triunfalmente en la Gloria!
Ya habían pasado los minutos. La Virgen me llama:
-Hija mía, has de volver a tu cuerpo.
Yo lloraba. La Virgen me acariciaba. Y, de pronto, me encuentro en la cama, bien despierta y con mucha alegría: ¡mi alma había estado otra vez en el Cielo!
¡Qué hermoso es el Cielo! Siento añoranza de él porque tengo ansias de volver, para quedarme allí; pero lo hemos de ganar en la Tierra, con la oración, mortificación y penitencia; ayudarnos unos a otros; ser humildes de corazón y perdonar siempre; ni un día dejar solo el Sagrario; hacer mucha compañía a Jesucristo; oír la Santa Misa y recibir con verdadera devoción el Santísimo Cuerpo de Jesucristo, como alimento de nuestra alma; amarlo como El nos ama, hasta entregar su propia vida por nosotros, para salvarnos. Y el Santo Rosario, es la escalera para llegar a la Gloria. Palabras de la Virgen María.”

 

EL ANILLO NUPCIAL

En una de estas subidas al Cielo tuvo lugar algo maravilloso. Ella me lo contaba un día como algo que la sorprendía y maravillaba, pero sin darle importancia. Para mí, tenía mucha importancia, porque se trataba de algo que es bien conocido como el ápice de la vida mística, el llamado “desposorio espiritual”; cuando el Señor entrega un anillo de esposa a un alma, como hizo por ejemplo con Santa Teresa de Jesús.

Me dijo Pepita que Jesús, un día, le dio un anillo. Recuerdo que muy sorprendida me preguntó: ¿por qué me lo colocó en el dedo medio de la mano y no en el anular? Le dije: porque en el anular ya tiene Vd. el anillo de Francisco, su esposo.

El hecho es que el Señor le dio el anillo, que ella, cuando tenía uno de estos éxtasis de Cielo, lo veía en su mano; pero no lo veía cuando volvía a la tierra. En la vida futura lo habría de ver siempre.

Como este hecho no solamente me lo dijo de palabra –y también lo oyó la Sra. María Poch, su amiga y confidente, que estaba cuando lo dijo- sino que además lo relata en su escrito; mejor será que copiemos sus palabras.
Dicen así:

“Una mañana, después de mis oraciones, vi a la Santísima Virgen y me dijo:
-¿Quieres venir cinco minutos al Cielo?
Yo le dije que sí. De repente no pesaba nada; estaba ligera como una pluma; ¡me encontraba tan bien! Llevaba una túnica blanca, y entonces me encontré en el Cielo. No se puede explicar lo que vi: centenares de ángeles, preciosos. Vi un trono de gloria: A Jesucristo sentado; era una maravilla. Yo me arrodillé delante de Jesucristo y El se quitó su Corazón y me lo dio a mí. El Santísimo Corazón estaba caliente, estaba lleno de sangre purísima. Cuando Jesucristo me lo cogió, tenía en mis manos, sangre.
Jesucristo me dijo:
-Dame la mano.
Me cogió la mano, me puso una sortija. Era preciosa, toda resplandeciente. Y me dijo:
-Querías ser mi Esposa, has sido obediente; cuando llegue tu hora, vendré a buscarte junto con mi Madre Inmaculada: entonces celebraremos los desposorios.
Yo le dije:
-Señor, estoy casada, he tenido hijos, soy ya mayor, vieja.
-No –me dijo- tu alma es como si tú tuvieras veinte años. Tú me querías mucho como a Esposo; Yo también: serás mi Esposa cuando hayas dejado este valle de lágrimas. La sortija es invisible para la Tierra.
Me bendijo y la Santísima Virgen me dijo:
-Ya han pasado los minutos.
Yo no quería irme. De pronto me encontré en casa.”

¿Cuándo sucedió este hecho? Pepita no fija en su escrito la fecha. Sólo dice que “he tenido hijos” y también “soy mayor, vieja”; por tanto el hecho parece posterior al año 1958. Por otra parte en un escrito suyo, que me entregó el 27 de noviembre de 1976, en el cual refiere un éxtasis de la víspera, día 26, dice que Jesucristo le preguntó: “¿Y la sortija?”. Después de lo cual añade: “Me miró la mano: Llevaba el anillo”. Por tanto este hecho parece deber situarse entre las dos fechas límite de 1958 a 1976, y dentro de estos 18 años, más bien parece que hacia el fin del plazo, puesto que se declara ya “vieja”. Fue realmente el período de sus grandes sufrimientos y amores por la causa del Señor, las almas.

 

COMO EN LA VOCACION RELIGIOSA

Para terminar el relato con las palabras mismas de Pepita, citaré los dos últimos párrafos de su memoria: en uno de ellos se refiere a los religiosos y a su voto de obediencia; en el otro, a la intención recta, que por el amor, despega el corazón del mundo –en cuanto fuera tomado como fin “en sí”- y lo eleva al amor de Dios.

En el primero refiere que, un día, después de comulgar, se encontró con que tenía toda la boca llena de sangre, y una noche el Señor le anunció que a su muerte daría consuelos de gracia a almas. Después de lo cual añade estas palabras:

“El Señor me dijo cuál es el camino por donde se dirigen las almas al cielo. Vi una lámina estrecha y erguida, llena de asperezas y difícil de escalar. Los que querían subir por ella tenían que servirse de las dos manos y apretar firmemente la lámina por los dos lados.
Jesucristo me dijo:
-Significa que es necesario ayudar a las almas con nuestras buenas obras.
Los religiosos que habían vivido bajo la obediencia, hallaban a lo largo de esta plancha, un saliente al cual podían asirse para no caer; pero cuando los Superiores, negligentes, no habían hecho caminar a sus súbditos por la senda de la obediencia, parecía faltar apoyo y eran de temer las caídas.
Jesucristo me dijo:
-Las almas que se han sometido con gusto a la obediencia, caminan con seguridad, asiéndose al sostén, y los ángeles vienen en su ayuda para apartarlas de todos los obstáculos del camino”.

El último párrafo de la relación de Pepita sobre su vida espiritual, se refiere, como he dicho antes, al Amor. Vale la pena transcribirlo, aquí, íntegramente. Dice así:

“Jesucristo me dijo:
-El amor es una flecha de oro y el hombre es dueño, en cierto sentido, de todo cuanto alcanza con esta flecha. Es por lo tanto una locura apegar el corazón a las cosas de la tierra y abandonar las del cielo.
Y me dijo:
-Hija mía, hace muchos años que estas palabras las dije a una santa muy amada mía.
Y me dijo Jesucristo:
-Voy a herir a todas las almas consagradas a mi Corazón Santísimo; el primer dardo traspasará tu alma y todas las almas que mueren por Mí de amor; el segundo dardo traspasará el alma, la convertirá en una especie de enfermo calenturiento; el alma se abrasará afectivamente en un deseo tan ardiente de unirse con Dios que se le hará imposible respirar y vivir sin Mí; el tercer dardo, [hiere] al alma y la empuja hacia bienes tan inestimables, que no puede decirse otra cosa sino que el alma está como separada del cuerpo y bebe a grandes tragos en los embriagadores torrentes de la Divinidad. Hija mía, yo te bendigo”.

A ello sólo añade su firma: “Pepita Pugés”, que es la rúbrica de un alma entregada al amor del Señor.

Un día se me presentó el Sagrado Corazón de Jesús, lleno de rayos de todos colores. Me dijo: -Hija mía, primero –antes de morir- tienes que escribir un libro. Vi una silla y encima un libro. Sobre la cubierta, una gota de sangre.

“-No hay cosa tan hermosa en este valle de lágrimas, como el alma que sirve puramente a Dios: ni la contemplación de la pradera esmaltada de hermosas flores, ni las piedras preciosas y de gran valor, pueden parangonarse con la hermosura del alma”.

El Señor me dijo cual es el camino por donde se dirigen las almas al Cielo. Vi una lámina estrecha y erguida, llena de asperezas y difícil de escalar.

“El tercer dardo hiere al alma y la empuja hacia bienes tan inestimables, que no puede decirse otra cosa sino que el alma está como separada del cuerpo, y bebe a grandes tragos, en los embriagadores torrentes de la Divinidad”.
“Yo soy amante de la pureza y soy el que da toda santidad. Yo busco un corazón puro y en tu corazón está el lugar de mi descanso; despréndete de todo lo que es del mundo…”

Pepita Pugés Baladas
Material cedido gentilmente por Lluis Bulle Oliva

 

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A la Virgen María en general DEVOCIONES Y ORACIONES FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María

Visitas a la Santísima Virgen

Dulce Madre, no te alejes,
tu vista de mi no apartes,
ven conmigo a todas partes
y solo nunca me dejes:
ya que Tú me quieres tanto
como verdadera madre,
haz que me bendigan el Padre.
el Hijo y el Espíritu Santo.

 

maria


ORACIÓN PARA LA VISITA 1ª

¡Dios te salve, Maria, llena eres de gracia, el Señor es contigo!

¡Dios te salve, esperanza del indigente, Madre de los que no tienen madre! ¡Oh, Maria! Cuando mi corazón quebrantado gime, cuando mi alma está envuelta en tristeza y espanto, cuando el viento de las tentaciones se desencadena, cuando la tormenta de mis pasiones estalla en el corazón, cuando mis pecados me hayan cerrado las puertas del cielo y me hayan robado la amistad de mi Dios; en esta hora de tribulación y angustia, ¿a quién acudiré sino a tu Nombre bendito, bienaventurada María, consuelo de afligidos y refugio de pecadores?

¡Oh, Maria! Tú eres verdaderamente la Estrella del mar que salva a todos los que en él peligran, y levantan hacia Ti sus ojos. Te llamo hoy en mi socorro, ¡oh, misericordiosísima Madre de Dios! y corro hacia Ti con la confianza del niño que se refugia en los brazos de su madre. Ábreme los tuyos, dame el derecho de asilo en tu Corazón, dime esas dulces palabras: «No temas, soy tu abogada; hablaré por Ti; como una madre consuela a su hijo afligido, te consolaré».

¡Oh, Madre mía! Di estas palabras y la paz volverá a mi alma. Ven, ¡oh, Maria! ven, con la dulzura que te acompaña siempre, a visitarme en mis penas. Ven a reanimar mi valor, ven a traerme la gracia de Jesús, y que tu Nombre, lleno de gracia, sea con el Nombre de Jesús el último nombre que pronuncie en la tierra. Amén.

Concluir la visita con tres Avemarías, diciendo al final de cada una:

Santa Madre de Dios, ruega por mí.


ORACIÓN PARA LA VISITA 2ª

Inmaculada Virgen y Madre mía, María Santísima, a Vos que sois la Reina del mundo, la Abogada, la Esperanza y el Refugio de los pecadores, recurro en este día yo que soy el más miserable de todos. Os venero, gran Reina, y os agradezco todas las gracias que hasta ahora me habéis hecho, especialmente la de haberme librado del infierno que tantas veces he merecido.

Os amo, Señora amabilísima; y por el amor que os tengo, prometo serviros siempre y hacer todo lo posible para que de los demás seáis también amada.

¡Oh Madre de misericordia! aceptadme por vuestro siervo y acogedme bajo vuestro manto; y ya que sois tan poderosa para con Dios, asistidme en todas las tentaciones, alcanzadme fuerzas para vencerlas hasta la muerte.

Os pido el verdadero amor a Jesucristo y de Vos espero la gracia de una buena muerte. ¡Oh Madre mía! por el amor que tenéis a Dios, os ruego que siempre me ayudéis.

Amparadme, en especial, en mis últimas horas y no me abandonéis hasta que me veáis seguro en el Cielo, donde pueda bendeciros y cantar vuestras misericordias por toda la eternidad. Amén. Así lo espero. Así sea.

Os pido de corazón que seáis, oh Madre mía, mi refugio, amparo y guía en toda tribulación.

Concluir la visita con tres Avemarías diciendo:

1. Oh Virgen Purísima, alcanzadme la pureza contra los escándalos de este mundo lleno de pecados. Avemaría.

2. Oh María pacientísima, alcanzadme paciencia en mis penas y tribulaciones. Avemaría.

3. Oh María amabilísima, alcanzadme gracia para salvar eternamente mi alma. Amén. Avemaría.

 

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A la Virgen María en general DEVOCIONES Y ORACIONES FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María

Oraciones antiguas a la Virgen María

Estas son oraciones que el pueblo de Dios de todas las épocas le dedicó a su Madre, la Virgen María

virgen con el nino


CANTO DE ANDRÉS EL ORADOR A RUSTICANA

Este canto fue dirigido a la mujer de Boecio, el último de los filósofos antiguos, que vivió en Roma hacia el 500, antes de ser puesto por Teodorico en la cárcel, donde escribid su Consolación filosófica. Este mismo canto fue inscrito un siglo más tarde bajo una imagen de la Virgen María en la casa de San Gregorio el Grande.

La Virgen-Madre ha dado la vida al Hombre-Dios;
Ella ha conocido el dar a luz permaneciendo virgen.
Alas órdenes divinas, Ella ha dado su carne,
enseñando a los que vendrían que sólo la fe puede poseer a Cristo.
Ha creído y concebido al Verbo:
Su cuerpo ha contenido al Señor.
El Creador se hace criatura, el Rey toma cuerpo de un servidor;
y en una morada humana reside el Autor de la vida.
El es sembrador y simiente, El es autor de su Madre;
Hijo del hombre y Padre de los hombres.
Con su nacimiento glorioso, la Luz ha llegado a la vida,
abandonando la morada a través de puertas cerradas;
Virgen y Madre, estas dos glorias quedan unidas:
Madre, da a luz al Hombre, y Virgen, conoce a Dios.
En el Unigénito del Padre adoramos dos naturalezas:
humana y divina, las dos en una Persona, las dos son verdaderas.
Su Espíritu y su Padre están unidos a El por siempre,
Trinidad sencilla y trina sencillez.
Dos veces engendrado, como Creador sin madre,
como Redentor sin padre,
por una y otra razón es grande, tanto más grande
en su humildad.
Así quiso nacer el vencedor de las faltas de este mundo,
el que, muriendo, obligó a morir a la muerte.
El que, por su poder, protege nuestras vidas.
El proteja, Rusticiana, a tu estirpe.

 

O GLORIOSA DOMINA

San Venancio Fortunato, el amigo de San Radegondo, murió siendo obispo de Poitiers en el año 600, y es el autor del Vexilla Regis. Se le atribuye el himno que la Iglesia ha adoptado para los Ludes de la Virgen María, verdadero resumen de la piedad mariana:

Oh gloriosa Señora, elevada sobre las estrellas, que en vuestro seno santificado habéis criado providencialmente a vuestro Creador.
Lo que nos quitó la triste Eva, Vos lo devolvéis por vuestra santa fecundidad; Vos sois el camino que hace entrar en el cielo a los que lloran.
Vos sois la puerta del gran Rey, la brillante entrada de la luz. Pueblos redimidos, cantad a la Vida dada por la Virgen.
Gloria a Vos, Señor, que habéis nacido de la Virgen, así como al Padre y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

 

HIMNO DE PABLO DIÁCONO

Nacido hacia el año 720. en Friul, y muerto en el 797, Pablo, o Warnefried, fue monje de Montecassino, luego fue llamado a la corte de Carlomagno, donde realizó una importante misión litúrgica.

¿Nunca se poseerá un lenguaje lo suficiente sublime para celebrar dignamente las grandezas de la Virgen, por la que fue devuelta la vida al mundo, que se consumía en las ligaduras de la antigua muerte?

Ella es la rama del árbol de Jessé, la Virgen que debía ser Madre, el jardín que recibirá el germen celeste, la fuente sagrada sobre la que el cielo ha puesto su sello, esa Mujer cuya virginidad ha producido la alegría del mundo.

El padre de los hombres cayó en la muerte por el veneno de la serpiente enemiga; el veneno que le alcanzó ha infectado también a toda su raza, y la ha herido con una llaga profunda.

Pero el Creador, lleno de compasión por su obra, y viendo desde lo -alto del cielo el seno de la Virgen limpio de toda mancha, quiso servirse de él para dar al mundo, que moría bajo el peso del pecado, la alegría de la salvación.

Gabriel, enviado desde el cielo, viene a traer a la casta Virgen el mensaje eternamente preparado; el seno de la joven, que se hace amplio como un cielo, contiene de repente al que llena el mundo.

Ella permanece virgen, y se hace madre; el Creador de la tierra acaba de nacer sobre la tierra; se ha roto el poder del terrible enemigo del hombre, y una luz nueva ilumina todo el universo.

¡Gloria, honor, potestad a la real Trinidad, Dios único! ¡Y que la Trinidad reine para siempre por los siglos de los siglos!

 

AVE MARIS STELLA

Este himno maravilloso, adoptado por la Iglesia para las Vísperas de María, no debe ser de Fortunato, ya que no aparece hasta el siglo XI.
Salve, estrella del mar,
Madre santa de Dios
y siempre Virgen,
feliz puerta del cielo.

Aceptando aquel «Ave»
de la boca de Gabriel,
afiánzanos en la paz
al trocar el nombre de Eva.

Desata las ataduras de los reos,
da luz a quienes no ven,
ahuyenta nuestros males,
pide para nosotros todos los bienes.

Muestra que eres nuestra Madre,
que por ti acoja nuestras súplicas
Quien nació por nosotros,
tomando el ser de ti.

Virgen singular,
dulce como ninguna, l
íbranos de la culpa,
haznos dóciles y castos.

Facilítanos una vida pura,
prepáranos un camino seguro,
para que viendo a Jesús,
nos podamos alegrar para siempre contigo.

Alabemos a Dios Padre,
glorifiquemos a Cristo soberano
y al Espíritu Santo,
y demos a las Tres personas un mismo honor. Amén.

 

REGINA COELI Y ALMA REDEMPTORIS

Son dos de las más hermosas antífonas marianas y, según parece, contemporáneas del Ave Maris Stella. Uno de estos pequeños poemas está lleno de alborozo y de lozanía, y el otro de solemnídad. El Regina coelí aparece a finales del siglo X. El Alma Redemptorís parece ser la obra de un monje de Reicheno, en Suabia, Hermán Contracto, que vivía en el siglo XI

Alégrate, Reina del cielo; aleluya.
Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
Ha resucitado, según predijo; aleluya.
Ruega por nosotros a Dios; aleluya.

Santa Madre del Redentor,
que siempre sigues siendo la puerta del cielo,
estrella del mar,
socorre al pueblo que cae
y que procura levantarse;
tú que engendraste, ante el asombro
de la naturaleza, a tu Santo Creador,
Virgen antes y después de haber recibido
aquel saludo de boca de Gabriel,
ten misericordia de los pecadores.

 

GAUDE DEI GENITRIX

Recordemos, como ya se ha dicho a propósito de una pieza griega, que el saludo de Gabriel es un deseo de alegría. En latín, la idea de alegría no está incluida en el Ave. Por eso todo un brotar de Gaudes nace, sin duda, bajo las influencias orientales, y, conmemoran en un comienzo la Anunciación, y más tarde tratan de los otros motivos de alegría en la vida de la Virgen, que culminarán en los siete gozos franciscanos y los cinco misteriosos gozosos del Rosario. En esta antífona anterior a la mitad del siglo XI, la diferencia entre los misterios está apenas esbozada.

¡Alégrate, Madre de Dios, Virgen inmaculada;
Alégrate porque has recibido del ángel la alegría;
Alégrate porque has engendrado de la eterna luz
la claridad;
Alégrate, Madre,
Alégrate, Santa Madre de Dios y Virgen!
Tú sola eres Madre, aunque sin esposo.
Toda criatura se alegra en ti, Madre de la luz.
Sé para nosotros, te lo rogamos, un abogado perpetuo.

 

SALVE REGINA

A esta época se remonta el origen de la Salve Regina. Se ha atribuido a Ademaro de Monteil, obispo de Puy-en-Velay, el famoso predicador de la primera cruzada, muerto en el (1098?).

Dios te salve, Reina y Madre, de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra: Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva.

A ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

Las últimas invocaciones las añadirá San Bernardo:
Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

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A la Virgen María en general DEVOCIONES Y ORACIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA

Coronilla de Alabanzas a María

V/ Dígnate aceptar mis alabanzas Virgen Santísima
R/ Dame fuerzas contra tus enemigos

 

virgen dolorosa

 

CREDO

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en
Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de PoncioPilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer díaresucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha deDios Padre, todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica la comunión de los santos,el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén

 

1) CORONA DE EXCELENCIA

Padre nuestro…
Dios te salve María…

Bienaventurada eres, Virgen María, que llevaste en tu seno al Señor y creador
del mundo, engendraste al que te formó permaneciendo siempre Virgen.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Dios te salve María…

Oh Virgen Santa e Inmaculada, no sé con alabanzas honrarte dignamente,
porque llevaste en tu seno al que no pueden contener los cielos.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Dios te salve María…

Muy hermosa eres oh María No hay en ti mancha alguna.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Dios te salve María…

Hay más virtudes en ti Virgen María Que estrellas en el cielo.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Gloria al Padre…

 

2) CORONA DE PODER

Padre nuestro…
Dios te salve María…

Gloria a ti Reina del universo condúcenos contigo a la felicidad del cielo.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Dios te salve María…

Gloria a ti, Tesorera de las gracias del Señor, danos participar en los
dones de Dios.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Dios te salve María…

Gloria a ti mediadora entre Dios y los hombres haz que sea más intimo
nuestro encuentro con Cristo.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Dios te salve María…

Gloria a ti triunfadora sobre las fuerzas del mal sé nuestra piadosa
guía en el camino del Evangelio.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Gloria al Padre…

 

3) CORONA DE BONDAD

Padre nuestro…
Dios te salve María…

Gloria a ti, refugio de los pecadores, Intercede por nosotros ante el Señor.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Dios te salve María…

Gloria a ti, Madre de los hombres, Enséñanos a vivir como hijos de Dios.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Dios te salve María…

Gloria a ti, Alegría de los justos condúcenos contigo a las alegrías del cielo.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Dios te salve María…

Gloria a ti, prestísima ayuda nuestra en la vida y en la muerte, llévanos
contigo al reino de los cielos.
V/ Regocíjate, Virgen María
R/ Regocíjate mil veces.
Gloria al padre…

 

4) OREMOS

Dios te salve, María Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa
del Espíritu Santo, Templo de la Santísima Trinidad.
Dios te salve, María, Señora mía, Mi tesoro, mi Belleza, Reina de mi corazón,
Madre, vida, dulzura y esperanza mía queridísima más aun, mi corazón y mi alma.

Soy todo tuyo, oh Virgen benditísima, y todo lo mío es tuyo. More
en mí tu alma para engrandecer al Señor, more en mí tu espíritu para
regocijarse en Dios.

Oh Virgen fidelísima, ponte como un sello sobre mi corazón para que en ti
y por ti permanezca fiel en el Señor. Concédeme, por tu bondad la gracia
de contarme en el número de los que amas, enseñas, diriges, nutres y proteges
como hijos.

Has que, despreciando por tu amor todos los consuelos terrenos, aspire continuamente a los bienes celestiales, Hasta que por medio del Espíritu Santo, Tu esposo fidelísimo, y de ti esposa suya fidelísima, Sea formado en mi Jesucristo, tu Hijo Para la gloria del Padre Celestial. Amén.

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DEVOCIONES Y ORACIONES FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María Oraciones de cada día

Oración para el día de hoy de semana 2 a 8 de noviembre 2014

Oración de cada día.
Cada día vamos agregando una oración para ese día y mantenemos las óraciones de la última semana.

 

el poder de la oración

 

UN CORAZÓN GRANDE

Señor, para poder servirte mejor,
dame un noble corazón.
Un corazón fuerte,
para aspirar por los altos ideales
y no por opciones mediocres.

Un corazón generoso en el trabajo,
viendo en él no una imposición
sino una misión que me confías.

Un corazón grande en el sufrimiento,
siendo valiente soldado ante mi propia cruz
y sensible cireneo para la cruz de los demás.

Un corazón grande para con el mundo,
siendo comprensivo para con sus fragilidades
pero inmune a sus máximas y seducciones.

Un corazón grande con los hombres,
leal y atento para con todos,
pero especialmente servicial y dedicado
a los pequeños y humildes.

Un corazón nunca centrado sobre mí,
siempre apoyado en Vos,
feliz de servirte y servir a mis hermanos,
Señor, todos los días de mi vida.

Ignacio Larrañaga

PORQUE TENGO SUEÑO, SEÑOR

Despiértame con la luz de tu verdad.
Porque, la mentira, frecuentemente me narcotiza
o la falsedad confunde los caminos por los que avanzo
Porque siento que, el mundo que me rodea,
me contagia con la pesadez del desencanto
con el desazón del pesimismo.
Porque frecuentemente, mi Señor,
caigo abatido en el traicionero sueño de la desesperanza

PORQUE TENGO SUEÑO, SEÑOR
Levántame y, que en la lámpara de mi alma,
nunca falte la alegría de salir a tu encuentro
la satisfacción de ser de los tuyos
la seguridad de que, esperándote, estoy en lo cierto
Levántame y, avívame oh Señor,
porque temo que, si tardas demasiado,
vaya detrás de otros dioses
que, sin exigirme tanto, un día y otro llaman a mi puerta

PORQUE TENGO SUEÑO, SEÑOR
No dejes que me abata el desencanto ni la desilusión
no permitas que, las prisas del quererlo todo,
me aleje de gustar y esperar el Paraíso definitivo
No dejes que, la noche que se cierne sobre el mundo,
apague las llamas de tantos hijos tuyos
que soñaron, y nunca se cansaron, de verte frente a frente;
de tus hijos vivos y de tus hijos muertos
de los que por Ti sufrieron y lloraron
y de los que, con la lámpara de la fe,
la fueron transmitiendo de mano en mano.

PORQUE TENGO SUEÑO, SEÑOR
Que no me duerma en el letargo de la indiferencia
que no me pierda en la oscuridad de la impaciencia
que no me acueste en la comodidad del
“ya no merece la pena”
Y si vienes, Señor, y me encuentras o me sorprendes
con mi lámpara a punto de extinguirse…
perdóname, Señor; sabes que hice lo que pude
por amarte, servirte, quererte….y esperarte.
Amén.

SIGUE A TU CORAZÓN

Los problemas llegan sin medidas y nosotros los amontonamos, incluso
hasta el punto en que nos convencemos que no tenemos ni una razón
para seguir intentándolo.

Si te sientes vencido, si estás muy confundido, sólo sigue lo
que dicta tu corazón. Ignora las cosas que te hagan querer volver
atrás, que se amontonan y te preocupan más; de lo contrario vas a
construir una montaña de problemas frente a ti. ¡Esfuérzate y se valiente!.

Tu futuro no lo sabes pero Dios está ahí ayudándote. Él te lleva de
la mano. No estás solo, no dejes que nada oscurezca el camino que
puedes caminar mañana si buscas hacer realidad tus sueños.

NO LLORES SI ME AMAS

No llores si me amas…
Si conocieras el don de Dios
y lo que es el cielo…

Si pudieras oír el cántico de los ángeles
y verme en medio de ellos…
si por un instante pudieras
contemplar como yo
la belleza ante la cual
las bellezas palidecen…
Creemé.

Cuando llegue el día que Dios
ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este cielo
en el que te ha precedido la mía…
ese día volverás a verme.
sentirás que te sigo amando, que te amé,
y encontrarás mi corazón
con todas sus ternuras purificadas.
volverás a verme en transfiguración,
en éxtasis feliz.

Ya no esperando la muerte,
sino avanzando contigo,
que te llevaré de la mano por los senderos
nuevos de luz y de vida.
Enjuga tu llanto y no llores si me amas.

ORAR ES ESCUCHARTE

Orar es escucharte Padre.
Hablar con entera confianza
porque sé que me quieres.
Escucharte.

Antes que yo te hable me has hablado Tú a mí.
Me hablas al darme la vida.
Me hablas al darme amor y hacerme persona.
Me hablabas incluso antes de que yo existiera.
Me estás hablando continuamente
a través de la vida y el mundo,
y también, a través de Jesús de Nazaret.

A menudo, yo no me entero,
Pero Tú no cesas de hablarme.
Me hablas dentro del corazón,
no con palabras sonoras.
Pero hablas fuerte, muy fuerte
y muy dulce a la vez.

Quiero hablarte.
Hablarte desde dentro de mí mismo,
desde tu realidad, desde tu verdad,
desde tu bien y tu humildad,
simplemente desde tu corazón.
Hablarte con silencios, con miradas,
con gestos y también con palabras.

Quiero hablarte de eso que Tú me comunicas.
Hablarte poco a poco, palabra a palabra,
sacándolas del fondo de ti mismo,
como algo muy tuyo, muy querido,
muy sentido.

Quiero hablarte a ti que sé que me quieres.
Me cuesta entenderte,
y hasta conocerte,
Oraciones y Plegarias Vocacionales
pero sé con seguridad que me quieres.
Muéstrame el camino de tu cariño.

Quiero hablarte con entera confianza.
Claro, precisamente por eso, porque me quieres.
Soy consciente que me quieres siempre,
incluso cuando actúo mal.
Tú me escuchas siempre,
incluso cuando actúo mal.
Sé que puedo confiar en ti con entera disposición.
Hazme servidor de tu Reino.

VUESTRO TRIUNFO SERÁ EL NUESTRO

Porque, en el camino de lo imposible
nos hicisteis comprender que, seguir a Cristo,
es posible sin renunciar a ser felices.
Vuestra victoria, todos los que fuisteis santos y buenos,
es fuente de optimismo frente al pesimismo,
ánimo cuando a nuestro paso emerge la desesperanza
futuro, ante lo que sorprendiendo como riqueza
se esfuma instantáneamente de la visión de nuestros ojos.

Vuestra vista, siempre puesta en el cielo,
nos empuja a conquistarlo y anhelarlo,
nos ayuda a soñar con él y sin olvidar la tierra
a entonar, los caminos de nuestra vida,
con el color de la santidad y de la gracia divina.

Vuestro triunfo, Todos los Santos,
es llamada a intentar ser diferentes
es interpelación que nos lleva hasta Dios
es garantía de que, el mañana junto al Señor,
será una realidad para quien cree y espera en EL.
Sí; Todos los Santos; no sois tronco de madera,
ni tan siquiera colores que un pincel en un lienzo estampó

Vuestra seña de identidad fue el creer en Dios
el vivir y actuar según su voluntad
Vuestra aventura fue el darle gloria con vuestras obras
Vuestra grandeza fue, muchas veces, ser pobres,
libres y obedientes, nítidos y sinceros,
auténticos y valientes, fervorosos y comprometidos,
hambrientos de justicia y con los ojos puestos en el cielo

Vuestro triunfo, Todos los Santos,
es hoy motivo de gozo y de fiesta, de encanto y de música
de ensueño y de homenaje, de ilusión y de coraje
Celebrar vuestra fiesta, hoy más que nunca,
es saber que llegar hasta Dios
es posible para el hombre que le busca sinceramente.

¡VAS POR DELANTE, SEÑOR! CORPUS CHRISTI

Porque, conociendo la humanidad del hombre,
sabes que necesita de tu mano y de tus huellas
para no perder el norte de su existencia.
Que, sin Ti, está abocada a la desilusión y al desencanto
a la tibieza, al pesimismo o al enfrentamiento.
Sales, en este día del Corpus Christi,
y empujado con la fuerza o el secreto del amor.
¡Inyecta, Señor, un poco de tu sangre en nuestro mundo!
Porque, nuestros cuerpos, se encuentran débiles
Porque, la sangre que corre por nuestras venas,
además de roja y viva queremos que sea divina
¡Danos un poco de tu Cuerpo, oh Cristo!
Porque, en las mesas de nuestra vida,
sobra el pan que se cuece en un simple horno
y nos falta ese otro Pan que se dora en el amor divino

¡VAS POR DELANTE, SEÑOR!
Sales en la custodia y rodeado de mis vasallos
Somos nosotros, Señor, tus amigos
los que, un día sí y otro también,
queremos llevarte como el mejor tesoro al mundo
Los que, envueltos en contradicciones,
somos miembros de tu Cuerpo
y anunciadores de tus buenos y santos misterios.

¡VAS POR DELANTE, SEÑOR!
Mira al enfermo que, desde el azotea de su sufrimiento,
te grita: ¡ten compasión de mi!
Detén tu mirada sobre el que, muerto aún estando vivo,
te pide un poco de esperanza en su caminar
No dejes de bendecir a los que, abriendo su corazón,
te dicen que, entre todo lo conocido,
Tú eres lo mejor y digno de ser adorado

¡VAS POR DELANTE, SEÑOR!
Gracias, Jesús, por compartir nuestras prisas
y ofrecernos un poco de calma
Gracias, Jesús, por no ser indiferente a nuestra vida
y colmarnos con tu gracia
Gracias, Jesús, por contemplar nuestra situación
y regalarnos tantas caricias con serenas respuestas
Gracias, oh Cristo, porque tu Cuerpo y tu Sangre
nos redime, nos hace fuertes, decididos, valientes,
entusiastas, comprometidos….
y nos hace sentir hoy, más que nunca,
que merece la pena caminar y vivir contigo.
Amén.
Javier Leoz

 

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Catequesis sobre María Doctrina Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Magisterio, Catecismo, Biblia REFLEXIONES Y DOCTRINA

Catequesis de Juan Pablo II sobre la mediación de María

Presentamos dos catequesis de SS Juan Pablo II del año 1997: La intercesión celestial de la Madre de la Divina Gracia y María Mediadora de todas las Gracias.

 

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La intercesión celestial de la Madre de la divina gracia
Catequesis de Juan Pablo II (24-IX-97)

1. María es madre de la humanidad en el orden de la gracia. El concilio Vaticano II destaca este papel de María, vinculándolo a su cooperación en la redención de Cristo.

Ella, «por decisión de la divina Providencia, fue en la tierra la excelsa Madre del divino Redentor, la compañera más generosa de todas y la humilde esclava del Señor» (Lumen gentium, 61).

Con estas afirmaciones, la constitución Lumen gentium pretende poner de relieve, como se merece, el hecho de que la Virgen estuvo asociada íntimamente a la obra redentora de Cristo, haciéndose «la compañera» del Salvador «más generosa de todas».

A través de los gestos de toda madre, desde los más sencillos hasta los más arduos, María coopera libremente en la obra de la salvación de la humanidad, en profunda y constante sintonía con su divino Hijo.

2. El Concilio pone de relieve también que la cooperación de María estuvo animada por las virtudes evangélicas de la obediencia, la fe, la esperanza y la caridad, y se realizó bajo el influjo del Espíritu Santo. Además, recuerda que precisamente de esa cooperación le deriva el don de la maternidad espiritual universal: asociada a Cristo en la obra de la redención, que incluye la regeneración espiritual de la humanidad, se convierte en madre de los hombres renacidos a vida nueva.

Al afirmar que María es «nuestra madre en el orden de la gracia» (ib.), el Concilio pone de relieve que su maternidad espiritual no se limita solamente a los discípulos, como si se tuviese que interpretar en sentido restringido la frase pronunciada por Jesús en el Calvario: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26). Efectivamente, con estas palabras el Crucificado, estableciendo una relación de intimidad entre María y el discípulo predilecto, figura tipológica de alcance universal, trataba de ofrecer a su madre como madre a todos los hombres.

Por otra parte, la eficacia universal del sacrificio redentor y la cooperación consciente de María en el ofrecimiento sacrificial de Cristo, no tolera una limitación de su amor materno.

Esta misión materna universal de María se ejerce en el contexto de su singular relación con la Iglesia. Con su solicitud hacia todo cristiano, más aún, hacia toda criatura humana, ella guía la fe de la Iglesia hacia una acogida cada vez más profunda de la palabra de Dios, sosteniendo su esperanza, animando su caridad y su comunión fraterna, y alentando su dinamismo apostólico.

3. María, durante su vida terrena, manifestó su maternidad espiritual hacia la Iglesia por un tiempo muy breve. Sin embargo, esta función suya asumió todo su valor después de la Asunción, y está destinada a prolongarse en los siglos hasta el fin del mundo. El Concilio afirma expresamente: «Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos» (Lumen gentium, 62).

Ella, tras entrar en el reino eterno del Padre, estando más cerca de su divino Hijo y, por tanto, de todos nosotros, puede ejercer en el Espíritu de manera más eficaz la función de intercesión materna que le ha confiado la divina Providencia.

4. El Padre ha querido poner a María cerca de Cristo y en comunión con él, que puede «salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor» (Hb 7,25): a la intercesión sacerdotal del Redentor ha querido unir la intercesión maternal de la Virgen. Es una función que ella ejerce en beneficio de quienes están en peligro y tienen necesidad de favores temporales y, sobre todo, de la salvación eterna: «Con su amor de madre cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y viven entre angustias y peligros hasta que lleguen a la patria feliz. Por eso la santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora» (Lumen gentium, 62).

Estos apelativos, sugeridos por la fe del pueblo cristiano, ayudan a comprender mejor la naturaleza de la intervención de la Madre del Señor en la vida de la Iglesia y de cada uno de los fieles.

5. El título de «Abogada» se remonta a san Ireneo. Tratando de la desobediencia de Eva y de la obediencia de María, afirma que en el momento de la Anunciación «la Virgen María se convierte en Abogada» de Eva (Adv. haer. V, 19, 1: PG VII, 1.175-1.176). Efectivamente, con su «sí» defendió y liberó a la progenitora de las consecuencias de su desobediencia, convirtiéndose en causa de salvación para ella y para todo el género humano.

María ejerce su papel de «Abogada», cooperando tanto con el Espíritu Paráclito como con Aquel que en la cruz intercedía por sus perseguidores (cf. Lc 23,34) y al que Juan llama nuestro «abogado ante el Padre» (cf. 1 Jn 2,1). Como madre, ella defiende a sus hijos y los protege de los daños causados por sus mismas culpas.

Los cristianos invocan a María como «Auxiliadora», reconociendo su amor materno, que ve las necesidades de sus hijos y está dispuesto a intervenir en su ayuda, sobre todo cuando está en juego la salvación eterna.

La convicción de que María está cerca de cuantos sufren o se hallan en situaciones de peligro grave, ha llevado a los fieles a invocarla como «Socorro». La misma confiada certeza se expresa en la más antigua oración mariana con las palabras: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita» (Breviario romano).

 

TOTUS TUUS

 

Como mediadora maternal, María presenta a Cristo nuestros deseos, nuestras súplicas, y nos transmite los dones divinos, intercediendo continuamente en nuestro favor.

 

María Mediadora de todas las Gracias
Catequesis de Juan Pablo II (1-X-97)

1. Entre los títulos atribuidos a María en el culto de la Iglesia, el capítulo VIII de la Lumen gentium recuerda el de «Mediadora». Aunque algunos padres conciliares no compartían plenamente esa elección (cf. Acta Synodalia III, 8, 163-164), este apelativo fue incluido en la constitución dogmática sobre la Iglesia, confirmando el valor de la verdad que expresa. Ahora bien, se tuvo cuidado de no vincularlo a ninguna teología de la mediación, sino sólo de enumerarlo entre los demás títulos que se le reconocían a María.

Por lo demás, el texto conciliar ya refiere el contenido del título de «Mediadora» cuando afirma que María «continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna» (Lumen gentium, 62).

Como recuerdo en la encíclica Redemptoris Mater, «la mediación de María está íntimamente unida a su maternidad y posee un carácter específicamente materno que la distingue del de las demás criaturas» (n. 38).

Desde este punto de vista, es única en su género y singularmente eficaz.

2. El mismo Concilio quiso responder a las dificultades manifestadas por algunos padres conciliares sobre el término «Mediadora», afirmando que María «es nuestra madre en el orden de la gracia» (Lumen gentium, 61). Recordemos que la mediación de María es cualificada fundamentalmente por su maternidad divina. Además, el reconocimiento de su función de mediadora está implícito en la expresión «Madre nuestra», que propone la doctrina de la mediación mariana, poniendo el énfasis en la maternidad. Por último, el título «Madre en el orden de la gracia» aclara que la Virgen coopera con Cristo en el renacimiento espiritual de la humanidad.

3. La mediación materna de María no hace sombra a la única y perfecta mediación de Cristo. En efecto, el Concilio, después de haberse referido a María «mediadora», precisa a renglón seguido: «Lo cual, sin embargo, se entiende de tal manera que no quite ni añada nada a la dignidad y a la eficacia de Cristo, único Mediador» (ib., 62). Y cita, a este respecto, el conocido texto de la primera carta a Timoteo: «Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos» (1 Tm 2,5-6).

El Concilio afirma, además, que «la misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia» (Lumen gentium, 60).

Así pues, lejos de ser un obstáculo al ejercicio de la única mediación de Cristo, María pone de relieve su fecundidad y su eficacia. «En efecto, todo el influjo de la santísima Virgen en la salvación de los hombres no tiene su origen en ninguna necesidad objetiva, sino en que Dios lo quiso así. Brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia» (ib.).

4. De Cristo deriva el valor de la mediación de María, y, por consiguiente, el influjo saludable de la santísima Virgen «favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo» (ib.).

La intrínseca orientación hacia Cristo de la acción de la «Mediadora» impulsa al Concilio a recomendar a los fieles que acudan a María «para que, apoyados en su protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador» (ib., 62).

Al proclamar a Cristo único Mediador (cf. 1 Tm 2,5-6), el texto de la carta de san Pablo a Timoteo excluye cualquier otra mediación paralela, pero no una mediación subordinada. En efecto, antes de subrayar la única y exclusiva mediación de Cristo, el autor recomienda «que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres» (1 Tm 2,1). ¿No son, acaso, las oraciones una forma de mediación? Más aún, según san Pablo, la única mediación de Cristo está destinada a promover otras mediaciones dependientes y ministeriales. Proclamando la unicidad de la de Cristo, el Apóstol tiende a excluir sólo cualquier mediación autónoma o en competencia, pero no otras formas compatibles con el valor infinito de la obra del Salvador.

5. Es posible participar en la mediación de Cristo en varios ámbitos de la obra de la salvación. La Lumen Gentium, después de afirmar que «ninguna criatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor», explica que las criaturas pueden ejercer algunas formas de mediación en dependencia de Cristo. En efecto, asegura: «Así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversa manera tanto los ministros como el pueblo creyente, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente» (n. 62).

En esta voluntad de suscitar participaciones en la única mediación de Cristo se manifiesta el amor gratuito de Dios que quiere compartir lo que posee.

6. ¿Qué es, en verdad, la mediación materna de María sino un don del Padre a la humanidad? Por eso, el Concilio concluye: «La Iglesia no duda en atribuir a María esta misión subordinada, la experimenta sin cesar y la recomienda al corazón de sus fieles» (ib.).

María realiza su acción materna en continua dependencia de la mediación de Cristo y de él recibe todo lo que su corazón quiere dar a los hombres.

La Iglesia, en su peregrinación terrena, experimenta «continuamente» la eficacia de la acción de la «Madre en el orden de la gracia».

 

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María, la Ecónoma de Dios retratada por Santos y Papas

Esta doctrina no es dogma de fe, pero muchos Santos, a lo largo de los siglos, han considerado que María era la ecónoma de Dios y que todas las gracias y bendiciones que recibimos de Dios, las recibimos por medio y por manos de María.

 

virgen maria iluminada

 

No es que esto debiera ser necesariamente así. Simplemente, es el designio de Dios. Él ha querido que todas las gracias y méritos, que Jesús nos ha conseguido con su pasión y muerte, sean distribuidos por manos de la madre universal: María.

  

¿QUÉ SE ENTIENDE POR MEDIACIÓN UNIVERSAL?

«Al oficio de mediador», dice Santo Tomás, «corresponde el acercar y unir a aquellos entre quienes ejerce tal oficio; porque los extremos se unen por un intermediario». Ahora bien, unir los hombres a Dios es propio de Jesucristo que los ha reconciliado con el Padre, según las palabras de San Pablo (II Cor., v 19): «Dios reconcilió al mundo consigo mismo en Cristo.

Por eso sólo Jesucristo es el perfecto mediador entre Dios y los hombres, cuanto por su muerte reconcilió con Dios al género humano.» Igualmente, después de decir San Pablo: «Uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hecho hombre», continúa: «que se ha entregado en rehén por todos.

Nada impide, sin embargo, que, en cierto modo, otros sean dichos mediadores entre Dios y los hombres, en tanto cooperan á la unión de los hombres con Dios, como encargados o ministros.»

En este sentido, añade Santo Tomás los profetas y sacerdotes del Antiguo Testamento pueden llamarse mediadores; y lo mismo los sacerdotes de la nueva Alianza, como ministros del verdadero mediador.

«Jesucristo», continúa el Santo, «es mediador en cuanto hombre; porque en cuanto hombre es como se encuentra entre los dos extremos: inferior a Dios por naturaleza, superior a los hombres por la dignidad de su gracia y de su gloria. Además, como hombre unió a los hombres a Dios enseñándoles sus preceptos y dones, y satisfaciendo por ellos.» Jesús satisfizo como hombre, mediante una satisfacción y un mérito que de su personalidad divina recibió infinito valor.

Estamos pues ante una doble mediación, descendente y ascendente, que consistió en traer a los hombres la luz y la gracia de Dios, y en ofrecerle, en favor de los hombres, el culto y reparación que le eran debidos.

Nada impide pues, que, como acabamos de decir, haya otros mediadores secundarios, como lo fueron los profetas y los sacerdotes de la antigua Ley para el pueblo escogido. Por eso podemos preguntarnos si no será María la mediadora Universal para todos los hombres y para la distribución de todas y cada una de las gracias.

 

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San Alberto Magno habla de la mediación de María como superior a la de los profetas, cuando dice: «Non est assumpta in ministerium a Domino, sed in consortium et adjutorium, juxta illud: Faciamus el adjutorium simile sibi»; María fue elegida por el Señor, no como ministra, sino para ser asociada de un modo especialísimo y muy íntimo a la obra de la redención del género humano.

¿No es María, en su cualidad de Madre de Dios, naturalmente designada para ser mediadora universal? ¿No es realmente intermediaria entre Dios y los hombres?

Sin duda, por ser una criatura, es inferior a Dios y a Jesucristo; pero está a la vez muy por encima de todos los hombres en razón de su maternidad divina, «que la coloca en las fronteras de la divinidad», y por la plenitud de la gracia recibida en el instante de su concepción inmaculada, plenitud que no cesó de aumentar hasta su muerte.

Y no solamente por su maternidad divina era María la designada Dará esta función de mediadora, sino que la recibió y ejercitó de hecho.
Esto es lo que nos demuestra la Tradición, que le ha otorgado el título de mediadora universal, aunque subordinada a Cristo; título por lo demás consagrado por la fiesta especial que se celebra en la Iglesia universal.

Para bien comprender el sentido y el alcance de este título, consideremos que le conviene a María por dos razones principales:

1º, por haber ella cooperado por la satisfacción y los méritos al sacrificio de la Cruz;

2º, porque no cesa de interceder en favor nuestro y de obtenernos y distribuirnos todas las gracias que recibimos del cielo.

Tal es la doble mediación, ascendente y descendente, que debemos considerar, para aprovecharnos de ella sin cesar.

 

QUE DICEN LOS SANTOS Y PAPAS

Decía San Ireneo en el siglo II: María ha sido constituida causa de salvación para todo el género humano . Orígenes afirma: Como el pecado comenzó por una mujer, así el principio de la salvación vino por otra mujer (Homil in Luc 8, 1) y añade: A la desobediencia de Eva, se contrapone la obediencia de María; a Eva, fuente de maldición y sufrimiento para todo el sexo femenino, se contrapone María, que comunica bendición y alegría a todas las mujeres y en particular a las vírgenes .

San Germán de Constantinopla (+733) decía: Verdaderamente, no hay límite en tu grandeza, oh María. No hay saciedad en tu ayuda ni hay número en tus beneficios. Nadie es salvado, sino a través de ti, oh toda santa; nadie recibe un don, sino por medio de ti; a nadie se otorga la gracia, sino por ti. Por eso, ¿quién no te proclamará bienaventurada?, ¿quién no te enaltecerá? Gloria a ti, que has recibido del que es tu Hijo y tu Dios, dones magníficos y maravillosos por los que te honrarán todas las generaciones .

San Luis María Grignion de Montfort dice: El Altísimo la ha constituido tesorera única de todos sus tesoros y única dispensadora de sus gracias… Afirmo que, dadas las cosas como son, habiendo Dios querido comenzar y acabar sus mayores obras por medio de la Santísima Virgen desde que la formó, es de creer que no cambiará jamás de proceder: es Dios y no cambia ni en sus sentimientos ni en su manera de obrar… Por eso, es justo repetir con los santos: de María nunca se habla bastante. María no ha sido aún alabada, ensalzada, honrada y servida como se debe. Merece aún mejores alabanzas, respeto, amor y servicio.

San Pablo de la Cruz: María es la tesorera de todas las gracias.

San Bernardo es el santo por excelencia de la mediación universal de María. Dice: María es la mediadora universal de todas las gracias. Toda gracia que Dios da a los hombres, pasa de Dios a Cristo, de Cristo pasa a María y por María se nos da a nosotros . La voluntad de Dios es que todo lo recibamos por medio de María (homilía en la Natividad de María 4-7).

 

maria-economa

 

San Bernardino de Siena (1380-1444): Éste es el proceso en la distribución de las gracias divinas: de Dios fluyen a Cristo, y de Cristo a su Madre; y de ella a toda la Iglesia. No vacilo, por ello, en decir que ha recibido jurisdicción sobre las gracias que se administran por sus manos .

San Alfonso María de Ligorio: Dios quiere que todas las gracias, que han sido, son y serán dispensadas a los hombres hasta el fin del mundo por los méritos de Jesucristo, sean dispensadas por las manos y por la intercesión de María . Ella es la tesorera de todas las gracias que Dios nos quiere dispensar (Visitas al Santísimo 25).

Esta misma doctrina de María, mediadora de todas las gracias, nos la enseña la Iglesia a través de la enseñanza de los Papas.

Pío IX decía: Dios ha encomendado a María el tesoro de todos sus bienes, a fin de que todos sepan que por Ella se obtiene toda esperanza, toda gracia y toda salvación.

León XIII, en su encíclica sobre el rosario, Supremi apostolatus (año 1883) dice: María es guardiana de nuestra paz y dispensadora de las gracias celestiales. En su encíclica Octobri mense (1891) dice: Por voluntad de Dios, nada del inmenso tesoro de todas las gracias que el Señor ha acumulado, nos viene si no es por María… ¡Qué grande es la sabiduría y la misericordia reveladas en este designio de Dios! María es nuestra gloriosa intermediaria… Ella es la poderosa madre del Dios omnipotente.

San Pío X (1903-1914) en su encíclica Ad diem illum dice: María mereció ser, de manera dignísima, la reparadora del mundo perdido y, por consiguiente, la dispensadora de todos los dones que Jesús adquirió para nosotros con su muerte y sangre. No negamos que la distribución de estos dones pertenece por derecho propio y estricto a Jesús, pero fue concedido a esta augusta Virgen ser, junto con su unigénito Hijo, la más poderosa mediadora y conciliadora de todo el mundo. Así, Cristo es la fuente… María es el canal, es el cuello por el cual el Cuerpo está unido a la Cabeza, y la Cabeza envía su poder y fuerza al Cuerpo. Porque ella es el cuello de nuestra Cabeza, por medio del cual todos los dones espirituales se comunican a su Cuerpo.

Benedicto XV concedió a los obispos del mundo, que se lo pidieron, la gracia de celebrar el oficio litúrgico y la misa de María, mediadora de todas las gracias, según el rescripto de la Sagrada Congregación de ritos del 12 de enero de 1921.

Pío XI (1922-1939) en la carta apostólica Cognitum sane dice que ella es la tesorera de todas las gracias.

Pío XII en la encíclica Mediator Dei (1947) afirma: Dios quiso que todo lo tuviéramos por medio de María.

Pablo VI en la encíclica Mense malo (1965) dice: María ha sido constituida por Dios administradora y dispensadora generosa de los tesoros de su misericordia.

Juan Pablo II en una catequesis, dada el 6-IX-1995, decía: María, como mediadora maternal nos transmite los dones divinos, intercediendo continuamente en nuestro favor.

Fuente: P. Angel Peña, O.A.R., P. Garrigou-Lagrange O. P. y otros

 

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El Ministerio de Sanación

Un hombre, enfermo, hacía treinta y ocho años que estaba junto a la piscina Betzatá, esperando entrar en la piscina cuando las aguas se moviesen y ser curado.

 

padre hoyos y ministerio de sanacion

 

«Jesús, lo vio echado y, sabiendo que llevaba mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres curarte? El enfermo le respondió: Señor, no tengo a nadie que, al agitarse el agua, me meta en la piscina». (Jn. 5, 6-7)

¡Cuantos enfermos, hoy día, podrían repetir a Jesús la misma queja! El enfermo, más que nadie, necesita que le ayuden a encontrar a Jesús, que es quien sana. El ministerio de sanación responde a esta llamada y a esta necesidad.

Este ministerio no es fácil ni es apto para todos; se necesitan ciertas «aptitudes», conforme a los carismas que Dios distribuye para que sirvamos a la comunidad. El Señor necesita de personas que, llenas de la misericordia y la compasión de Jesús, se entreguen a los más necesitados, siendo canales abiertos del amor de Dios. El Señor necesita de personas entregadas que se acerquen a los enfermos y oren por ellos, bien directamente, bien en el más estricto anonimato.

Hay que saber de antemano, que este ministerio conlleva mucha delicadeza y rectitud de criterio y al mismo tiempo saber que no siempre es bien entendido y comprendido por los demás. No es de extrañar; también Jesús tuvo mucha oposición cuando lo ejercía y los apóstoles Pedro y Juan fueron perseguidos, arrestados y encarcelados por haber curado a un cojo, en el nombre de Jesús.

«Es muy importante aclarar que una cosa es el ministerio de sanación y otra cosa es el carisma de sanación. El ministerio no es otra cosa que poner en práctica el carisma. Por el bautismo todos tenemos este don. El Señor Jesús dijo: Todo el que crea en mí, imponga las manos sobre los enfermos y se sanarán. (Mc. 16,18)

Sin embargo no todos tenemos el ministerio. San Pablo dice:

Dios ha dado cargos especiales a algunos en la Iglesia: en primer lugar, los apóstoles… después los que sanan enfermos… ¿tienen todos poder para sanar enfermos? (1 Cor. 18, 30).» (P. Darío Betancourt. Seminario de Sanación)

¿Quiénes pueden ejercer el ministerio de sanación?. Los sacerdotes y médicos tienen el carisma de sanación en plenitud y sin límites. Los laicos lo tienen limitado.

Los esposos lo tienen con fuerza especial, el uno para el otro, y al mismo tiempo para sus hijos y familia. Los laicos pueden ejercitarlo también para ciertos casos, siempre que sean discernidos por los pastores y confirmados por la comunidad. Pueden darse casos de laicos a quienes Dios llama al ejercicio de la sanación en plenitud y sin límites; éstos no son mucho.

Otro punto muy importante del ministerio de sanación lo tenemos en la Palabra de Dios, en la parábola del Samaritano. Un hombre está gravemente herido y abandonado. Un sacerdote lo vio, y pasó de largo. Un levita lo vio, y pasó de largo. Un samaritano lo vio, y se conmovió sin mirar la clase y condición del herido. Pero el samaritano no se queda en la mera compasión; él actúa en la medida de sus posibilidades y no escatima ni siquiera medios materiales. Pone todo su corazón y se puede afirmar que se da a sí mismo. La parábola es narrada por Jesús y es para nosotros. Toda persona en el ministerio de sanación debe tener la actitud del samaritano; actitud que solo se puede conseguir siendo sensible al sufrimiento ajeno y sintiendo en la propia carne la misericordia y compasión de Jesús hacia los hombres.

Para profundizar en las actitudes que se requieren en el ministerio de sanación creemos muy útil y necesario copiar un resumen de la enseñanza de Philippe Madre en el Seminario de Sanación de San Giovanni Rotondo (1995) y publicado en el nº 41 de la revista Nuevo Pentecostés.

 

LA SANTIDAD EN EL MINISTERIO DE SANACIÓN

La santidad de vida ayuda al anuncio de salvación y a la intercesión por los enfermos. Hay personas muy heridas que necesitan un encuentro profundo con el médico espiritual santo. Necesitan este encuentro las personas que han sufrido abortos. El acompañamiento a los que van a morir del SIDA exige carismas de sanación y santidad. Estos carismas de sanación con santidad se pueden dar a personas aisladas o a todo un grupo o equipo.

Marta Robin, mujer de Dios, que llevaba en su corazón a la Renovación y a los enfermos, me dijo que había que atreverse a pedir a Dios grandes cosas, porque pronto vendría la hora de Dios para hacer milagros.

El carisma de curación está en la Iglesia. Es un don gratuito, que no santifica al que lo ejerce. Cuando el don se repite va convirtiéndose en ministerio de curación.

La exigencia de la propia santificación es el lugar para vivir este ministerio de curación, – interna o externa -, que está vinculado a nuestra vida y a nuestro crecimiento espiritual y se debe vivir con la sabiduría y el discernimiento de Dios para que tenga más frutos.

 

el gran sanador emiliano-tardif

 

Seis puntos de reflexión 

1° Punto: Es necesario vivir santamente este ministerio con una vida contemplativa e interiorizada. No hay evangelización que dure si no se funda en un cimiento contemplativo. Hay que tomar tiempo para estar a solas con Dios y escuchar lo que nos dice y a dónde nos llevan las mociones de su Espíritu. Esto es muy importante para la calidad de los ministerios carismáticos, que sin la atención a las mociones del espíritu, decaen.

2° Punto: El que ejerce el ministerio de curación necesita una comunidad de hermanos y hermanas que oren con él.

El carisma no madura en ministerio sin el apoyo de los hermanos en la fe. 

3º Punto: Se requiere también en el ministerio de curación el apoyo de la vida sacramental. La Eucaristía y la Reconciliación han de convertirse en celebraciones evangelizadoras de la vida de Jesús, que se nos da y nos santifica.

Punto: El que ejerce un ministerio de sanación necesita de un guía espiritual, que le asesore en los momentos de lucha espiritual.

Hay cinco tentaciones principales ligadas al ministerio de sanación:

a) Tentación de orgullo, porque nos atribuimos lo que Dios realiza a través de nuestra acción humana.

b) Tentación de desaliento. Es muy cansado este ministerio, tiene fracasos aparentes y se cae en la tentación de abandonar. Entonces también necesitamos un guía espiritual.

c) Tentación de ejercer dominio espiritual sobre el enfermo, tanto al actuar como médico o como sanador. Hay que respetar al enfermo sin someterlo a nosotros.

d) Tentación de voluntarismo espiritual. Queremos que Dios cure sin atender verdaderamente a lo que Dios quiere hacer en ese momento concreto.

e) Tentación de relación afectiva-emocional con el enfermo. Así, se paraliza la acción primordial de Espíritu Santo y se termina cayendo en una relación afectiva desordenada. La presencia de un guía espiritual ayuda a evitar estas tentaciones .

Punto: Vivir en el amor a Jesús y a su Palabra no sólo ayuda a nuestra santidad, sino que fomenta carismas relacionados con el ministerio de sanación.

6° y último Punto: El don de fuerza del Espíritu Santo nos lleva a mayor unión con Jesús; pero también nos fortalece para el combate espiritual en el ministerio de curación. Es importante pasar de la intercesión a la compasión, acogiendo al Espíritu en nosotros para que nos ponga en comunicación con el enfermo, nos haga crecer en el amor y trasmita alivio a los enfermos.

Vivamos, pues santamente el ministerio de sanación.

Fuente: siervoscas.org

 

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Los diez mandamientos de la Sanación

Se dice que San Francisco Javier enseñó a los niños en India a orar y sanar a los enfermos. Después de haber sido sanados, eran traídos ante él y éste les explicaba lo que había ocurrido. Se dice también que Vicente Ferrer, el dominico, resucitó más gente de la tumba que Jesús. Estas personas no fueron más perfectas de lo que somos nosotros y todos estamos habilitados por el mismo Espíritu Santo que reside dentro de cada uno de nosotros. Se supone que podemos hacer obras más grandes que Jesús, «…pero les digo: el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago y aún hará cosas mayores» (Jn. 14:12).

“Yo soy la vid, ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada» (Jn. 15:5).

El padre Robert de Grandis, autor de este artículo, dice: las siguientes son unas guías que a veces denomino «mandamientos». Pueden ser de utilidad en tus esfuerzos por la sanación de las demás.

1. Cree que Dios, por lo general, quiere que todos los hombres estén sanos, saludables, íntegros en cuerpo, mente y espíritu.

«Cuando Jesús bajó del monte, lo siguió mucha gente. Un leproso vino a arrodillarse delante de él y le dijo: Señor, si quieres, tú puedes limpiarme. Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: ¡Lo quiero, queda limpio! (Mt. 8:1-3). En este pasaje bíblico tomado de la Biblia de Jerusalén hay admiración al final de la contestación dada por Jesús. Por un momento, imagínense el tono de la voz de Jesús diciendo: «Por supuesto, ¿ no se fijaron en lo que les estaba diciendo a las personas allí en el camino? No se fijaron en lo que hice ayer y ahora me preguntan: ¿Quiero sanarlos? Por supuesto que sí. ¡Sanaos!»

Esta historia, tomada del Evangelio, ilustra convincentemente el deseo de Jesús de sanar a todo aquel que viniera a El. Está escrita cuatro veces en los Evangelios: Jesús quería que todo aquel que viniera a El fuera sanado; Mateo 8:16, Mateo 12:15, Lucas 4:40, Lucas 6:19. Las mismas obras que Jesús realizó, las comisionó a sus apóstoles y discípulos. Nunca los envió únicamente a predicar, todo lo contrario. Siempre dijo: «Prediquen la Palabra y sanen al enfermo». En mi opinión, la predicación y la sanación son inseparables.

Jesús dio a sus apóstoles las siguientes instrucciones: No vayan a tierras extranjeras ni entren en ciudades de los samaritanos, sino que primero vayan en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Mientras vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios se ha acercado. Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente» (Mt 10:5-8). Nuestra misión, hoy día, es como fue la de los apóstoles en su época, convertirnos en seguidores de Jesús. Como católicos hemos aceptado abiertamente la invitación de ser testigos de Jesús, hacer sus obras ahora como El las hubiera hecho, a través del poder del sacramento de la confirmación. Por lo tanto, ahora que tú empiezas a orar por los enfermos y a leer el Nuevo Testamento prestando especial atención a la sanación, puedes preguntarte: ¿Dónde he estado todos estos años? Los Evangelios claramente expresan lo que Jesús dijo: «Prediquen el Evangelio y sanen a los enfermos».

En el libro Sanación de Francis MacNutt hay un capítulo sobre sanación que recomiendo leer a todos. «El mensaje fundamental de la cristiandad: Jesús salva». MacNutt dice que el mensaje del Evangelio es que Jesús salva y los domingos cuando el sacerdote o predicador está en el púlpito, debe predicar precisamente esto. Este simple mensaje puede ser enseñado, bien sea por la palabra hablada o dada, o por la comprensión que la gente derive a través de la sanación. Creo que Jesús concibió ambas cosas.

Cuando Kathryn Kuhlman vino a Mobile, Alabama en 1975, las entradas se agotaron. De hecho, hubo mucha gente que se quedó sin entrar. Por la misma época se presentó también en Mobile otro evangelista, un excelente orador y quien contaba con una enorme campaña publicitaria, pero que no contó con la cantidad de público que fue a escuchar a Kathryn Kuhlman. El único método que utilizó fue el de la predicación mientras que Kathryn usó la predicación y la sanación. Siempre que se han utilizado la predicación y la sanación, los ofrecimientos de Jesús, los auditorios donde se han llevado a cabo las presentaciones no han tenido la capacidad suficiente para albergar a toda la gente que ha querido acudir. Esto ha ocurrido en muchas ocasiones.

En mi propio ministerio tuve la misma experiencia recientemente cuando estaba en unos retiros espirituales en Brasil con sacerdotes, religiosas y laicos. La noticia de que se estaban llevando a cabo unos retiros espirituales de sanación se esparció por todos los vecindarios. Las puertas del lugar donde se desarrollaban los retiros fueron colmadas por personas provenientes de toda la región que querían asistir. ¿Por qué? Porque hay una atracción natural hacia la sanación. Esta atracción fue evidente también en la época de Jesús, cuando leemos que era seguido por multitudes. Todos necesitamos sanación, de una forma o de otra, porque seguimos siendo personas con necesidades.

Algunos teólogos afirman que el Señor no sana a la gente enferma de hoy porque esto era solamente para las personas del siglo primero. Sin embargo, en estas épocas modernas podemos ver claramente como la gente común y corriente tiene, en cierto sentido, un entendimiento más profundo del Señor, y visitan santuarios para hallar sanación, o siguen a predicadores, o acuden a la última aparición de Nuestra Santísima Madre para ser sanados. Personalmente, no tengo nada en contra de tomar un avión para ir a Lourdes, claro que el ochenta por ciento de los cristianos hoy en día no puede costearse este lujo, y la cristiandad no es sólo ese veinte por ciento que puede saltar a un avión e ir a santuarios o a lugares santos. La cristiandad está siempre a disposición de todos los hombres sin importar su raza, y el poder de sanación de Jesucristo está donde haya un cristiano, donde haya una apertura al poder sanador del Señor Jesucristo.

Mi método total de sanación se basa en la idea de que la sanación es «una respuesta a la oración», opinión que ha sido objetada por algunas personas. Otros la ubican en la comunidad. Esto está bien ya que queremos darle importancia a la comunidad. Si podemos creer en el amor que el Señor nos tiene, entonces, El va a actuar a través de nosotros, que somos sus instrumentos, para darnos la respuesta a nuestra oración. Yo creo que Jesús, por lo general, quiere que todos los hombres sean sanados, porque El prometió darnos signos. «Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre(…) pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán (Mc 16:17-18). Este relato bíblico refleja la actitud de Jesús sobre la sanación, fue resaltado, utilizado y vivido entre los primeros cristianos y cuyo poder nos fue dado a nosotros por el Evangelio según San Marcos.

En cada sanación existen cuatro factores: la persona que ora, la persona por la que se ora, la oración que se dice y la fe de la comunidad. Mencionaré aquí brevemente el cuarto factor. ¿Cuánta fe tenemos dentro de la comunidad católica para alcanzar la sanación? Hago siempre énfasis en la fe de la comunidad porque la experiencia me ha mostrado lo importante que es. Por ejemplo, estando en Birmingham, Alabama, una mujer que había pertenecido a la iglesia pentecostal antes de ser católica, me dijo un día algo con respecto a sus experiencias de sanación: «Padre, cada vez que nos enfermábamos, como miembros de la Iglesia pentecostal, acudían los ancianos y el ministro, nos ungían y nos sanaban en cada oportunidad. Nunca supe lo que era ir a donde el doctor. Hacíamos lo que la Biblia indica: El que esté enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia para que rueguen por él, ungiéndolo con aceite en el Nombre del Señor (Stgo. 5:14).

Esta mujer me hizo reflexionar sobre la fe de la comunidad que oró por ella. Concluí lo siguiente: Empezamos a orar por sanación y no nos sorprendamos si nuestras oraciones son contestadas. La comunidad entera, a diario, crece en afirmación y experiencia a medida que extiende la mano y ora por la sanación de los enfermos. La experiencia es supremamente importante ya que la mayoría de nosotros duda como Santo Tomás, y necesitamos ver la sanación para creer. Es triste decirlo, pero no espero que la mayoría de los católicos crean en la sanación sino hasta que la vean debido a la fuerte resistencia que tienen. Ellos la buscan en santuarios, lugares santos, y rezando novenas.

Una de las mejores experiencias de fe en mi vida ha sido la cruzada de Kathryn Kuhlman, en la que fui testigo de 100 sanaciones en Pittsburg. Mi experiencia personal hizo crecer mi fe. Algunas personas están haciendo un seguimiento a estas cruzadas de sanación argumentando que la gente no es en realidad sanada, sino solo aparentemente. A mi modo de ver lo que pasa es que cuando las personas salen de las sesiones de sanación, la fe y el amor retornan a sus comunidades negativas en donde no hay amor, paz o alegría, sino solo rabia, frustración y culpa. Estos últimos síntomas empiezan a aflorar de nuevo y los que habían sanado se enferman de nuevo porque el ambiente donde viven no cambia.

En la cátedra de «oración de sanación», llevada a cabo en Mobile, Alabama, la gente entraba a la cafetería donde se estaban dando las clases, y los que tenían un dolor físico dejaban de sentirlo. Podían sentarse por dos horas en la clase sin experimentar ningún tipo de dolor, sintiéndose maravillosamente, pero cuando abandonaban la cafetería, el dolor regresaba. ¿Por qué? La fe de la comunidad es muy importante en toda el área de sanación y ciertamente uno de los factores primordiales.

«Señor Jesús, sé que deseas que todos te amemos en forma completa y que estemos totalmente bien para que podamos orar y alabar. Permite que el Espíritu Santo se manifieste hoy y que nos enseñe la verdad de que Tú realmente nos quieres saludables en cuerpo, mente y espíritu. Aumenta hoy nuestra fe como comunidad para creer en tu amor sanador».

2. Recibe los sacramentos tan frecuentemente como te sea posible para lograr la sanación.

Nuestro Señor Jesús dio su vida por los hombres de todas las épocas. Para continuar con su trabajo de redención y de santificación a través de los tiempos, dio a la Iglesia los siete sacramentos con el fin de moldearnos, llenarnos, usarnos y fundirnos. Básicamente, gracias a los sacramentos, el hombre se sana.

El teólogo Donald Gelpi S.J., escribió lo siguiente en su libro La piedad pentecostal: «Pero los católicos no pueden redescubrir el propósito de estos sacramentos de manera significativa a menos que estén plenamente convencidos de que estos poseen un don efectivo de sanación. Esto, simplemente, significa que no podemos desechar o desdeñar más la sanación por la fe practicada por muchos de nuestros hermanos no católicos».

Por el contrario, debemos entender su verdadero significado y lugar en la vida de cada comunidad cristiana. Debemos también contemplar el ministerio sacramental de la sanación como una parte integrante de las vocaciones sacerdotales. Y debemos llegar a un entendimiento teológico sólido de la relación entre un ministerio sacramental y un ministerio carismático de la sanación.

Como católicos, el centro de nuestra vida espiritual es la misa, la Eucaristía. Durante la celebración de la misa encontramos oraciones maravillosas para curar la mente, el cuerpo y el espíritu. En la plegaria del Padre Nuestro encontramos una súplica: «Líbranos de todo mal». Ya que el hombre es un todo – cuerpo, mente y espíritu – no susceptible de separación, entiendo que ésta es una solicitud de protección contra el mal físico, psicológico y espiritual.

En la oración que el sacerdote dice a la congregación: «La paz del Señor esté siempre con vosotros», Cristo está presente en su gente. Esto significa repetidamente la paz total del hombre: cuerpo, mente y espíritu. Si alguien tiene un dolor intenso durante la Eucaristía, es difícil entender cómo puede estar en paz y permanecer dispuesto a recibir lo que Jesús le está ofreciendo. La paz es armonía de mente, cuerpo y espíritu que se traduce en tranquilidad. Ciertamente, las personas que se aproximaron a Jesús para ser curados sintieron esta paz dentro de ellas, y las experiencias de los que hoy se encuentran en el ministerio de la sanación tienden a estar de acuerdo con que la sanación le brinda al hombre una sensación de paz no conocida anteriormente. Por consiguiente, la misa es la oportunidad perfecta y natural de acercarse al Señor si se está sufriendo de falta de arreglo interior y se busca la paz del Señor.

La segunda oración antes de la comunión: «Señor Jesucristo, con fe en tu amor y en tu misericordia, como de tu cuerpo y bebo de tu sangre, no me condenes sino dame salud en mente y cuerpo», es una referencia directa a la sanación sin requisitos. Los sacerdotes harían bien en llamar la atención de los fieles. Ciertamente se ayudaría a muchas más personas si llegaran a la Eucaristía con la gran convicción de fe que el Señor Jesucristo las sanará. Si no decimos estas oraciones con un gran convencimiento, perdemos mucho del poder de sanación que nos brinda la misa.

Todos hemos repetido esta oración antes de la sagrada comunión: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».
Pero ¿cuántos han reflexionado realmente sobre esta súplica? Esta es una magnífica oportunidad de mostrar al Señor nuestra necesidad de sanación y de esperar que, así como El se entregó por nosotros, nos dé un don menor, como es la sanación total del hombre.

El Reino de Dios está sobre nosotros y en la misa nos damos cuenta de su presencia en forma muy profunda. Este es el momento para los frutos del Reino, uno de ellos es la integridad, la cual debe ser hecha y recibida por el creyente.

Hemos recibido los sacramentos como ayuda para lograr la sanación, Dios tocando al hombre, el hombre tocando a Dios. «Extiende la mano y toca a Dios cuando El pasa», como dice la canción. Esto es lo que ocurre en los sacramentos: Jesús desciende y nos toca. Recíbelos con la confianza de recibir la sanación.

«Señor Jesús, tócanos y sánanos hoy. Renueva dentro de cada uno de nosotros nuestro compromiso de recibir tu amor sanador que nos es dado en los sacramentos».

3. Ora por el enfermo tantas veces como te sea posible.

Aparentemente, entre más oremos con el enfermo, más relajada y profunda se vuelve la oración. Si éste es el caso, es valioso orar por él tantas veces como sea posible. Así como existen barreras a la sanación, el enfermo tiene barreras también y entre más se ore por él, más receptivo se volverá y más barreras se removerán, permitiendo que el amor de Dios fluya libremente.

Generalmente, cuando las familias me traen a sus enfermos, les digo: «Oren por ellos tres veces al día: en la mañana, al mediodía y en la noche. Impongan las manos sobre ellos por lo menos tres veces al día. Oren tantas veces como les sea posible, especialmente por los enfermos que hay en casa ya que se consiguen muchas más cosas de las que se creen mediante la oración». Raras veces oramos demasiado por los enfermos. El peligro está en que oramos muy poco, no lo contrario. Es imperativo que nunca dejemos de orar, sin importar que tanto lo hayamos hecho con nuestros enfermos antes. Jesús es el modelo que debemos seguir ya que El dedicó mucho tiempo de su vida a la oración.

Nosotros mismos estamos recibiendo la sanación cuando oramos por los enfermos. Estamos creciendo en amor, fe y confianza. Este crecimiento, además de justificar nuestra preocupación por la sanación de los enfermos, debe justificar una frecuente oración. Por lo tanto, sea constante y ore por los enfermos tantas veces como le sea posible.

«Señor Jesús, fortalécenos y haznos alcanzar la fe. Pon tus manos sobre los enfermos sabiendo que tu deseo de sanación es más fuerte que el nuestro. Al seguir tu ejemplo, Jesús, ayúdanos a percibir las necesidades de tu pueblo y a ayudar con compasión. Gracias, Jesús».

4. Ten confianza en el amor de Jesús para la sanación del enfermo

Cuando la mayoría de los laicos se ve ante la posibilidad de orar por otras personas para pedir sanación, se sienten temerosas porque se creen carentes de la suficiente fe. La fe personal de la mayoría se vuelve un nudo, incluso la de aquellas personas que han estado orando durante muchos años por los enfermos. El Señor sólo nos pide que tengamos fe como un grano de mostaza. Es aconsejable poner toda nuestra atención en Jesús, haciendo énfasis en el Señor y no en nuestra propia fe. Al poner nuestra fe en el amor de Jesús durante la oración, podemos orar de la siguiente manera: «Señor, tú amas a esta persona. Yo estoy aquí para canalizar tu amor y creo y confío en tu amor». Luego, si es posible, visualice a Jesús allí de pie con sus manos sobre la persona por la que se está orando; pídale a ella que haga también esta visualización. La visualización es muy importante en el ministerio de la sanación porque ayuda a enfocarnos en Jesús y no en la fe suya o en la de la persona por la que se está orando.

El don carismático de la sanación, como yo lo entiendo, es una apertura, una «pasividad» hacia el Señor. No lo puede encender y apagar. Inclusive si usted se siente como un tubo oxidado, el amor del Señor puede fluir a través suyo. El agua cristalina corre por tubos oxidados. Por esto, cuando se les enseña a los niños a orar, ocurren milagros. Los niños no tienen los complejos de los adultos. Hace algunos años, un grupo de misioneros en el África tradujo el Evangelio de San Juan a la lengua nativa del lugar antes de que fueran expulsados por el gobierno. Al regreso de los misioneros años más tarde, estos se quedaron atónitos al ver que los enfermos de las diversas poblaciones estaban sanos. Atribuyeron esto al hecho de que la gente estaba leyendo el Evangelio de San Juan, a que creían de todo corazón en lo que leían y a que vivían la vida cristiana escrita en el Evangelio. Esto dice mucho de cómo obra la fe en los niños y en las personas simples: sencillamente creen. Niños de tres, cuatro, cinco años de edad han dicho: «Déjame orar por tí» Los niños oran y después corren a jugar. Poco después la mamá está sorprendida porque se sanó. En repetidas ocasiones he escuchado esta historia. Los chicos no han sido educados en teología. El Evangelio de Jesús siempre ha sido para todos los hombres sin distingo de raza, y es relativamente fácil de seguir. No es sólo para los intelectuales o los teólogos, es para todo aquel que esté abierto a El.

Hoy en día, muchos jóvenes se están adhiriendo a sectas religiosas orientales, situación que nos preocupa. Para sus seguidores, el atractivo de estas sectas religiosas parece radicar en que éstas profesan la garantía de un conocimiento profundo que conlleva a la felicidad. Puedes ir a la cima de una montaña y sentarte con un gurú y aprender los secretos de todos los tiempos, así dicen. Sin embargo, ¿no tiene sentido que tú tengas el Evangelio de Jesús que enseña a entregarse y a enlodarse los pies y ayudar al pobre, o te permite encerrarte en un armario y alcanzar la más alta contemplación? La cristiandad es, ciertamente, la religión más realista. Jesús tenía los pies en la tierra aunque pasó noches enteras orando en las montañas. Ya que profesamos la fe cristiana, sea en lo más alto de una montaña o en las calles de Calcuta o en las ciudades donde vivimos, cree en el amor de Jesús acompañándolo, confía en el amor del Señor para sanar. «No se turben; ustedes creen en Dios, crean también en mí» (Jn. 14:1).

«Señor Jesús, creemos en tu amor y creemos en tí, pero existen momentos en que estamos pensando sólo en nosotros. En estos momentos, cuando nuestra fe se tambalea, ayúdanos a centrar de nuevo nuestra atención en tí y en tu amor. Quédate con nosotros, Jesús, dondequiera que estemos, para traernos de regreso a tu luz sanadora».

5. Pon tus manos sobre la persona cuando sea razonablemente posible

Existe una comunicación especial cuando tocamos a alguien con amor. Si no lo crees, pregunta a una joven pareja de enamorados que van por la calle con las manos entrelazadas y diles que no es necesario que se tomen de las manos. Ellos te contestarán: «Usted no sabe lo que se siente». Existe, definitivamente, una comunicación por el tacto, porque es una manera no verbal de transmitir amor.

Aquellas personas, en el ministerio de la sanación, que han orado imponiendo sus manos, pueden dar fe de su poder. Muchos han sentido calor o alguna otra sensación como vibraciones cuando lo hacen. Es natural que cuando nos encontramos con alguien le estrechamos la mano. Ya que el tacto es un gesto natural de comunicación para transmitir nuestro amor y nuestra preocupación, grandes cosas parecen ocurrir cuando combinamos oración e imposición de manos.

El Nuevo Testamento cita muchos ejemplos de imposición de manos hecha por Jesús y por sus discípulos. Jesús sabía del valor de la imposición de manos.
«Entonces trajeron a Jesús algunos niños, para que les impusiera las manos y rezara por ellos» (Mt. 19:13).
«Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero, quedas limpio» (Mt. 8:3).
«Había ido Jesús a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre. Jesús la tomó de la mano y le pasó la fiebre» (Mt. 8:15).
«Le rogaba: Mi hija está agonizando; ven, pon tus manos sobre ella para que sane y viva» (Mc 5:23).
«Tomando la mano de la niña, le dijo: Talita Kum, que quiere decir: Niña, a tí te lo digo: levántate. Y ella se levantó al instante y empezó a corretear» (Mc. 5:41-42).
«Al verla Jesús, la llamó. Luego le dijo: Mujer, quedas libre de tu mal. Y le impuso las manos. Y ese mismo momento ella se enderezó, alabando a Dios» (Lc. 13:12-13).
«Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. Al instante fue como si le cayeran escamas de los ojos y pudo ver (Hechos 9:17).

Nosotros, como discípulos de Jesús, también somos enviados por El para comunicar su amor a través de la imposición de manos en la búsqueda de la sanación. «Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre (…) impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán» (Mc. 16:17).

«Jesús, cuando oramos por otros en tu Nombre te pedimos que uses nuestras manos como si fueran las tuyas para alcanzar y tocar a aquellos por quienes oramos. Permite que el Espíritu Santo actúe a través de nosotros hoy, especialmente cuando oramos por los miembros de nuestras familias o comunidad. Gracias Jesús por tu amor sanador que fluye a través de mí en este momento».

6. Pongamos nuestras vidas en las manos de Jesús

En la medida en que nos entreguemos más a Jesús, El vivirá más dentro de nosotros y más podrá actuar a través de nosotros. ¿No es acaso esto lo que es la vida cristiana, un total abandono en las manos del Señor? Nosotros cantamos, «A donde me lleves te seguiré», y esto es tan cierto como que tenemos que seguir a Jesús tan cerca y sinceramente como podamos.

Debemos recordar siempre que somos «sanadores divididos». No existe nadie que sea verdaderamente completo en todos los sentidos, es decir, en mente, cuerpo y espíritu. Algunos se excusan: Bien, no puedo orar por los demás porque yo mismo tengo demasiados problemas… Recuerde que somos sanadores divididos y cuanto más sirvamos de canal al Espíritu Santo, más sanación tendremos y más efectiva será nuestra intermediación.

El don del Espíritu Santo dentro de nosotros parece ser una apertura continua, de manera que cuando El quiera actuar a través de nosotros lo pueda hacer. De esto se trata. «Y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gál. 2:20). Se trata de estar en total unión con Cristo en su Espíritu Santo. Esta es la luz de Cristo que brilla a través de nosotros.

Una de las formas en que más podemos ponernos en las manos del Señor es por medio de la alabanza. Podemos entregarnos más a Dios si lo alabamos en este momento, sin importar nuestra situación. Si pierde el camino de regreso a casa una noche cualquiera, debe orar y alabar a Dios. Si al salir de una reunión de sanación se da cuenta que su grabadora portátil no está funcionando, alabe a Dios. La alabanza es una hermosa forma de espiritualidad porque se mezcla de manera perfecta con lo que hemos aprendido, que es el don de ser capaces de vivir en el momento presente.

Debemos recordar siempre que Jesús es el sanador y que «…sin mí no pueden hacer nada» (Jn. 15:5). Somos únicamente el canal que El escoge. Su Espíritu actuará con mayor libertad a través de una oración profunda a la vida, una alabanza y una constante dependencia de Él.

«Jesús, aumenta mi dependencia en ti a medida que mi entrega se hacer mayor por el poder de la oración y de la alabanza en mi vida diaria. Me entrego a ti en forma completa y te pido que tu Espíritu me llene de luz y permita que cada parte de mi mente sea iluminada. A ti Señor Jesús, el poder y la gloria por siempre jamás».

7. Perdona a todos los que te han ofendido o herido

La falta de perdón es una de las pocas cosas que son una verdadera barrera para lograr la sanación. Algunos dirían que la falta de fe es lo más, pero la experiencia que tengo en mi propio ministerio me ha demostrado que la falta de perdón es el obstáculo más común. Muchas, veces, personas de poca fe son sanadas por la inmensa fe de la comunidad, pero si la persona por la que se está orando alberga falta de perdón, no se sanará hasta que haya perdonado del todo. El poder sanador del Señor Jesucristo no puede penetrar debido a la falta de perdón. «Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre celestial los perdonará. En cambio si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes» (Mt. 6:14-15).

La gente nunca está segura de haber perdonado. Frecuentemente me preguntan: ¿cómo se sabe que uno perdonó del todo? Siempre respondo: Cuando ore por la persona que lo ofendió o hirió, puede estar absolutamente seguro de que fue perdonado porque al orar por ella, se está pidiendo al Señor que le brinde a esta persona bondad y cosas buenas. Amar es desear lo que más le convenga al otro y hacer lo que razonablemente se puede para brindarle felicidad y cosas buenas. Las definiciones de amor y oración en estas circunstancias son paralelas: en la oración se pide lo que más convenga y en el amor se desea lo mejor. Por lo tanto, cuando oramos por una persona, nuestra oración se convierte en manifestación de amor en acción. Lo repito una vez más, una vez que hayamos orado por alguien sinceramente, podemos estar seguros de que la hemos perdonado en un acto de voluntad. ¡El perdón es decisión, no sentimiento!.

Es la decisión de perdonar la que te libera y te redime, y esto es todo lo que el Señor te pide.

«Jesús, ayúdame a amar y a orar por aquellos que me han herido porque conozco tu amor y los perdono incondicionalmente así como tú me has perdonado. Dejo bajo tu luz sanadora cualquier resentimiento o falta de perdón que albergue hacia ellos. Elevo una oración en este momento por la persona que más me haya ofendido en la vida y te pido que colmes de bendiciones su vida. Te agradezco el haberme liberado del mal de la falta de perdón».

8. Ora por quienes te han herido

Cree en las palabras de Jesús, «Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen a la puerta y les abrirán» (Mt. 7:7). La sanación no es otra cosa que un ministerio de oración y fe, y el Señor lo dice claramente en las Escrituras.

Como dije con anterioridad, cuando oramos por una persona se puede estar razonablemente seguro de que estamos amando y haciendo lo mejor que podemos. Le pedimos al Señor que le brinde bienestar en su vida. Si después de haber orado por alguien todavía sentimos dolor, podemos pedirle al Señor que sane este sentimiento. Un método para eliminar los sentimientos negativos es visualizar a la persona en nuestra mente y verla como Dios la ve. Decimos: «Te perdono y te amo porque Jesús te ama». Podemos repetir esto cuantas veces sea necesario y tan despacio como sea posible para permitir que el amor de Nuestro Señor Jesús se haga presente y sature a esta persona. Eventualmente, se producirá un verdadero cambio en nuestros sentimientos y actitudes hacia la persona por quien estamos orando.

Durante mis clases de oración de sanación en la Diócesis de Mobile, Alabama, iniciada hace muchos años, la gente me pedía que continuara después del curso de seis semanas porque apenas empezaban a entender el Nuevo Testamento bajo una nueva perspectiva. Sus mentes habían sido iluminadas por medio del ministerio de la oración de sanación. Esto ocurrió en 1974 y el curso todavía existe. Había un promedio de 250 personas por curso; mitad católicos, mitad no católicos. A los tímidos católicos se les enseñó la oración de sanación y contaron después como no salían de su asombro al ver las sanaciones que estaban ocurriendo, en la medida que ampliaban su oración pidiendo por su familia y otras personas. La sanación ocurrirá durante la oración porque ésta es la voluntad del Señor Jesucristo. «La súplica del justo tiene mucho poder…» (Stgo. 5:16). «Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan» (Lc. 6:27-28)

«Jesús, a veces, mes es difícil orar por aquellos que me han herido o han abusado de mi ya que estoy concentrado en mi dolor y no en tí ni en el amor que prodigas tanto a mí, como a ellos. Ayúdame, Jesús, en la ardua lucha que libro en estos momentos y libera dentro de mí, por el poder de tu Espíritu Santo, la gracia de orar por ellos como tú lo harías. Gracias por tu luz y tu amor en este momento».

9. Cree en las palabras de Jesús sin poner atención a lo que parece estar sucediendo

«Jesús le contestó: En verdad les digo: si tienen realmente fe y no vacilan, no solamente harán lo que acabo de hacer con la higuera, sino que dirán a ese cerro: Quítate de ahí y échate al mar, y así sucederá. Todo lo que pidan con una oración llena de fe, lo conseguirán». (Mt. 21:21-22) Desde la montaña estamos haciendo que sucedan cosas. ¿significa esto, literalmente que debemos mover montañas, o podría significar mover las montañas de maldad, falta de amor, falta de fe, ansiedad, miedo, frustración, bronquitis, artritis, pies y espaldas doloridos? Estas son las montañas de mal que tenemos en nuestras vidas por las que podemos orar y decir: ¡Deseparezcan en el Nombre del Señor! ¡Láncense al mar!

Es cierto, el Señor ha prometido honrar las plegarias de los fieles. Cuando oremos, depositemos toda nuestra confianza en la Palabra del Señor. Inclusive si aún después de haber orado no vemos un cambio inmediato, debemos aferrarnos a las promesas de Cristo. Mientras más nos saturemos con las palabras de Jesús en las Escrituras, más fe tendremos dentro de nosotros y más capaces seremos de pedir sanación.

«Jesús, me aferro y confío en tí y en tus palabras como aparecen en las Escrituras. Que tu amor sanador fluya de mí hacia los demás así como creo en tu deseo de que todos disfrutemos de tu vida en abundancia. Te pido que me uses como instrumento de tu amor sanador, hoy».

10. Alaba y da gracias a Jesús por su amor tantas veces como te sea posible

Es imperativo que alabemos y demos gracias al Señor por todas las cosas: por la oración contestada y por la que no. Más alabemos y demos gracias al Señor, con mayor perfección pondremos en práctica el primer gran mandamiento: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza…» (Lc. 10:27).

A medida que abrimos nuestros corazones y mentes en alabanza al Señor, nos estamos abriendo a su poder sanador. La mayoría de estas personas gasta su vida lamentándose de sus problemas, dolores y sufrimientos. Están tan absortas en sus dificultades que éstas se convierten en el centro de su oración cuando este lugar debe ser ocupado por el Señor. Cuando alabamos y damos gracias a Dios, hacemos de Jesús el centro de nuestra oración y nos apartamos de nuestro centro. A medida que apartamos la vista de nosotros y la volvemos hacia el Señor, El se manifiesta de manera extraordinaria. Cuando alabamos al Señor, le estamos dedicando nuestra atención y, olvidándonos de nosotros, nos volvemos más receptivos a lo que El tiene para darnos.

Cuando una persona recibe oraciones de sanación, la podemos invitar a una reunión y pedirle que de gracias y alabe al Señor por el trabajo que el Espíritu Santo está haciendo dentro de ella. De esta manera, la persona se apresta a recibir la sanación que probablemente ya se está llevando a cabo.

Recomiendo los libros escritos por Merlín Carothers, Campo de Alabanza, El poder de la Alabanza y Respuestas a la Alabanza, con el fin de llevar a cabo un excelente estudio sobre la alabanza en nuestras vidas. Estos libros son lectura obligatoria para todo cristiano, especialmente para quienes están en el ministerio de la sanación. Ha sido una herramienta invaluable en mi propio ministerio.

«Padre celestial, te damos gracias y te alabamos por el hermoso don que nos has dado en Jesús y por el maravilloso poder que existe cuando abrimos nuestros corazones en la oración. Señor, te pido que todos te alabemos y te demos gracias siempre y en todo lugar. Te pido que te alabemos y te demos gracias sin importar las circunstancias por las que estemos pasando, y que tu amor nos llene en abundancia. Que cuando estemos sufriendo alguna pena o apretando los dientes, podamos ser capaces de alabarte sabiendo que todas las cosas funcionan para aquellos que amas. Pido que tu amor sanador fluya en nosotros y que las áreas difíciles de nuestra existencia sean sanadas, especialmente la de la autoestima. Que podamos aprender a amarnos para poder amarte y amar a los demás.
Te damos gracias y te alabamos, Jesús, por el trabajo que estás realizando dentro de nosotros en este momento. Amén».

Fuente: Extraído del Libro «Manual del Laico para el Ministerio de Sanación» del autor Rev. Robert De Grandis S.S.J.

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