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Por qué Dios impone Mandamientos

Nuestra cultura los percibe como una violación de la libertad, como algo negativo, como prohibiciones que bloquean nuestra felicidad.

El hombre, por su arrogancia, no quiere que nadie, ni siquiera Dios, le prohíba nada.
A quien hable de que existe el pecado se le califica de «anticuado», «intolerante», «rígido», «inflexible» y «falto de misericordia».
Una película pornográfica se anuncia así: «deje sus escrúpulos en la casa».
Un joven que se mantiene casto es acusado de reprimido o poco hombre. Se trata del mismo engaño de la serpiente que contradice a Dios y busca ponerlo como mentiroso y enemigo de nuestra felicidad.  ¡Que gran mentira!  Es lo opuesto a la verdad. 

Esta actitud es producto de una cultura que ha perdido contacto con la realidad.
El hombre, guiado por la serpiente, se ha puesto en lugar de Dios y por eso resiente la intervención divina.

No debemos minimizar la poderosa influencia del mundo sobre nuestra forma de ver las cosas. El mundo constantemente presenta la mentira como si fuese verdad en los medios de nuestra cultura. Así ocurre en los medios de comunicación, en los comentarios de la gente, etc.
Solo nos mantendremos fieles a la verdad si claramente refutamos la mentira de la cultura y reclamamos el lenguaje a la luz de la razón iluminada por la fe.
Para ello es necesario decidirse a ser un hombre nuevo en Cristo, guiado por el Espíritu Santo en el corazón de la Iglesia.

LOS MANDAMIENTOS SON PARA NUESTRO BIEN

Dios no necesita nada en absoluto de nosotros.
Los mandamientos no le añaden nada a Dios.
Son solo para nuestro bien y felicidad.

Dios nos da mandamientos porque:
1- Nos ama.
2- Son necesarios para vivir felices y evitar nuestra destrucción.

Dios nos creó para ser felices.
Como hijos suyos, nos dotó de inteligencia, voluntad y dones.
Nos hizo capaces de razonar y distinguir el bien y el mal

Los mandamientos nos dan a conocer los peligros que destruyen nuestra relación con Dios y con el prójimo y terminan con el amor y felicidad.

Pero cuando le desobedecimos y pecamos, nos cegamos.
Ceguera:
ofuscación. Entorpece nuestro juicio; Nos lleva a la destrucción, a la muerte.
Ej.: El ratón ante la ratonera. Simplemente no ve sino su interés inmediato (el queso) y      no todo el contorno (la ratonera).
Entonces se actúa no por razón sino por pasiones desordenadas y egoístas.

LOS MANDAMIENTOS Y LA ALIANZA

Los mandamientos se entienden en el contexto de Dios liberando a su pueblo.
Primero los liberó de la esclavitud física que sufrían en Egipto.
Exodo 6:7 «Yo os haré mi pueblo, y seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy Yahveh, vuestro Dios, que os sacaré de la esclavitud de Egipto».

Pero la esclavitud peor no es la externa sino la que llevamos dentro, en el corazón.
El pueblo, salido de Egipto, continuamente se rebela.  Hay maldad en los corazones y necesitan ser liberados interiormente.

Antes de entrar en la Tierra Prometida quiso comenzar la liberación interior.
Para eso, Dios quiso hacer una alianza que nos constituyera como Su pueblo.

Alianza es un compromiso entre dos, basado en acuerdos sobre como vivir la relación.
Como en el matrimonio.
Dios quiso hacernos su familia.

Llamó a Moisés en representación de todo el pueblo.
Dios se reveló a si mismo en su gloria en la montaña del Sinaí.
La montaña santa («el Señor os habló cara a cara en la montaña, en medio del fuego») Dt.      5:4

Le dio el Decálogo = «10 Palabras», 10 mandamientos.
Estos se encuentran en el libro de Exodo (20:1-17) y Deuteronomio.(5:6-22)
Estos son los compromisos necesarios para vivir la alianza como pueblo de Dios y así salir del dominio de pasiones egoístas que tiranizan al hombre y hacen imposible tanto la relación con Dios como la relación de paz y respeto entre los hombres.
Los mandamientos enseñan la forma de actuar digna de un hijo de Dios.

Dios da a conocer Su santa voluntad: que vivamos como hombres justos.

Dios los escribió «con su dedo«. (Ex. 31,18), es Palabra de Dios.

El pueblo entonces ratificó la alianza: (cf. Ex 24).
Ex 24:6-8 «Tomó Moisés la mitad de la sangre(de los novillos) y la echó en vasijas; la otra mitad la derramó sobre el altar. Tomó después el libro de la Alianza y lo leyó ante el pueblo, que respondió: «Obedeceremos y haremos todo cuanto ha dicho Yahveh.» Entonces tomó Moisés la sangre, roció con ella al pueblo y dijo: «Esta es la sangre de la Alianza que Yahveh ha hecho con vosotros, según todas estas palabras.»
Las dos tablas con la Ley fueron depositadas en el «Arca de la Alianza»

LOS 10 MANDAMIENTOS NO SON ARBITRARIOS

Indican los fundamentos de una vida liberada de la esclavitud del pecado y unida a Dios.
Nos enseñan la verdadera humanidad, sobre Dios y nuestra relación «enuncian las exigencias del amor a Dios y al prójimo»

Los tres primeros mandamientos se refieren mas al amor a Dios.
Los otros 7 se refieren mas al amor al prójimo.

Los mandamientos son accesibles a la razón.
Los mandamientos son expresión de la ley natural inscrita en el corazón de todo hombre.
Ponen de relieve los deberes y los derechos inherentes en la naturaleza humana.
Cualquier persona de buena fe puede vencer sus pasiones, y, razonando, alcanzar a entender la validez de los mandamientos.  Por eso decimos que los mandamientos son accesibles a la razón.

También son revelación divina.
Ya que por el pecado fácil se ciega la razón y con facilidad las pasiones nos arrastran a actuar sin razonar.
Dios nos revela los mandamientos para que tengamos la verdad con claridad ante nosotros.
Conocemos los mandamientos por la revelación dada a la Iglesia y por la voz de la conciencia moral.

Los mandamientos son nuestra protección contra el desastre.

Los mandamientos se entienden y estiman cuando los vemos en el contexto de la alianza de amor de Dios con los hombres.
Son un camino de vida
Dt 30:16 «Si amas a tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, sus preceptos y sus normas, vivirás y te multiplicarás»
«Si amas»; -la vida moral es un compromiso que responde al amor de la alianza, iniciativa de Dios.

Los mandamientos prohiben lo malo, lo que nos aparta del bien.
Son un don de Dios.

La violación de los mandamientos es grave, lleva a la muerte eterna.
Causa nuestra auto-
destrucción.
En el principio Dios dijo a Adán y Eva: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieras, sin remedio morirás» -Génesis 2, 16
Ej.: Quien se cree «superman» y se tira de un edificio, pensaba que podía volar, que negarse la experiencia de tirarse sería una forma de represión. Pero al instante que se tira se pondrá de manifiesto su error con la realidad inviolable de la ley de gravedad.
Los mandamientos no se rompen; ¡somos nosotros los que nos rompemos al violarlos!.

Los mandamientos son inmutables: valen siempre, para todos y en todas partes.

Forman una unidad orgánica.
Se condicionan recíprocamente.
Al transgredir uno se quebrantan todos.
«Porque quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace reo de todos.» -Sant. 2,10.
No se puede honrar a otro sin bendecir al Creador.
No se puede adorar a Dios sin amar a los hombres.

DIOS NOS DIO 10 MANDAMIENTOS Y NO 10 SUGERENCIAS

Las sugerencias son opcionales, no obligan.
Los mandamientos son requisitos. Si los violamos hay consecuencias graves.
Ej. «no fumar» en el hospital donde se administra oxigeno, en una planta de combustible…/ «Prohibido entrar» donde hay substancias radioactivas.
Tomarse los mandamientos como sugerencias es un error mortal.

Debemos evitar la arrogancia de pensar que nosotros sabemos mas que Dios.
Quien dice que Dios no impone mandamientos se está inventando un Dios falso, un Dios a su manera.
Sería un Dios que no le importa como actuamos.
Cuando Moisés subió a la montaña, el Pueblo se hizo un becerro de oro y se entregó al libertinaje. Así, veamos la condición del mundo hoy… cuanto sufrimiento. 

LA CAUSA DE TODO MAL ES NUESTRA DESOBEDIENCIA A DIOS

Quisimos una sociedad «permisiva», libre de compromisos y mandamientos y lo que tenemos es alienación, violencia, desconfianza, caos y muerte.
Hoy, cada 21 minutos, una persona es asesinada solo en USA, sin contar los abortos, que son en ese país 4200 diarios.  Muchos, muchos  mas abusados, violados, robados, marginados en la miseria…. miles de divorcios se presentaran…

Detrás del mal está la serpiente que puso en nuestro corazón desconfianza hacia Dios.
«Pero la serpiente le dijo a la mujer: ¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los arboles del Jardín? Gen.3,1.  La serpiente quiere hacer ver a Dios como enemigo que niega la felicidad. Entonces nos ofrece las cosas fáciles.
En casos de divorcio con niños, ocurre con frecuencia que un padre es el que enseña y corrige, mientras que el otro quiere ganarse al niño dejándole hacer lo que quiera. ¿Cuál de los dos verdaderamente ama?

Pero también nosotros somos responsables
Tenemos libertad y escogemos el mal por nuestro egoísmo.
Cuando rechazamos los mandamientos rechazamos libremente el amor.

OBJECIÓN: LOS MANDAMIENTOS QUITAN LA LIBERTAD

Los mandamientos no quitan la libertad. Somos libres para aceptarlos o rechazarlos.

Los mandamientos nos advierten las consecuencias de utilizar mal la libertad.

Cuando se habla de liberación debemos preguntar: ¿Liberarnos de qué; de quién?
Queremos ser libres de lo que percibimos como malo.

Nadie quiere liberarse de lo que ama.
Ej.: ¿Quién quiere liberarse de su dinero, de su salud…?
Si amamos a Dios, no queremos liberarnos de El. Confiaremos en su Palabra, que los mandamientos son para nuestro bien.

Quien ama, busca comprometerse con el amado.
Pensemos en el matrimonio. Esto es hacer alianza. Establecer las bases necesarias para una relación fiel. Con mutuo acuerdo sobre la naturaleza de la relación; lo que son el uno para el otro.  Así también en toda relación santa.

¿POR QUÉ TE CUESTAN?

Te cuestan por una sencilla razón: porque por culpa del pecado original estás inclinado al mal, a lo más fácil, placentero, cómodo. Y los mandamientos ciertamente no estimulan a nada de esto. Los mandamientos apuntan a lo más noble que hay en ti: el superarte, el subir la montaña de la perfección y felicidad.

Los diez mandamientos nos marcan una vereda por la que debemos caminar para llegar a la felicidad verdadera, a la realización personal, y esta vereda es estrecha, por momentos fatigosa, y siempre cuesta arriba. ¿Te atreverás a subir por ella? Sólo los que aman y tienen voluntad se deciden a subir esta cuesta.

Además, cada mandamiento contrarresta tendencias desordenadas que todos llevamos dentro del corazón. Contrarresta y encauza dichas tendencias. Me explico.

Por ejemplo:

Primer Mandamiento: contrarresta ese deseo de curiosidad ante el futuro, de poseer las cosas materiales, nuestro descanso, nuestro gozo, nuestros dioses. Encauza nuestro deseo religioso para que no caigamos en supersticiones, magias, adivinaciones… y tengamos a Dios como Único Señor y Dios, en quien creer, en quien confiar y a quien amar.

Segundo Mandamiento: contrarresta esa tendencia que el hombre tiene a jurar sin necesidad, sin reflexionar, a tomarse a la ligera sus compromisos y promesas que libremente hizo al Señor, a pronunciar el nombre de Dios sin conciencia y respeto, a blasfemar y protestar contra Dios, cuando le salen mal las cosas o Dios le prueba.

Tercer Mandamiento: contrarresta la tendencia a la pereza, a la desidia, a la ingratitud con Dios, a olvidarnos de Dios… a ese querer dar culto a Dios a tu manera, sin necesidad de venir a misa, por no saber qué celebras en cada misa.

Cuarto Mandamiento: contrarresta la tendencia a la ingratitud con quienes nos han dado la vida o nos han formado, la tendencia a la soberbia para con la autoridad, la insumisión y falta de humildad. Esto, para los hijos. Y para los papás, esa tendencia o a dejar hacer todo a sus hijos, o por el contrario, a estar encima todo el tiempo, sin educarle a la verdadera libertad y elección.

Quinto Mandamiento: contrarresta la tendencia al odio, a la malquerencia, a la envidia, a la crítica, egoísmo, a la revancha y venganza, a la violencia.

Sexto Mandamiento: contrarresta la tendencia a disfrutar de la sexualidad sin norma, sin medida, sin la finalidad para la que Dios destinó el sexo. ¿Para qué nos dio Dios el sexo? Es un don de Dios para que los esposos, dentro de un matrimonio maduro, fiel y estable, crezcan en el amor y traigan hijos a este mundo.

Séptimo Mandamiento: contrarresta la tendencia a quedarnos con lo que no es nuestro, y a tomar la justicia por nuestra propia mano. Y al mismo tiempo nos ayuda a regular el derecho a la propiedad privada.

Octavo Mandamiento: contrarresta la tendencia a mentir, consciente o inconscientemente, para salir al paso, llamar la atención, para evitar males mayores, por respeto humano; esa tendencia a curiosear secretos, a meterse en la vida de otros, a hacer juicios precipitados de los demás.

Noveno Mandamiento: contrarresta la tendencia a pensar cosas impuras, hacer castillos en el aire con estas cosas, a mirar y desear a la mujer o al varón que no te pertenece.

Décimo Mandamiento: contrarresta la tendencia a la avaricia, a los apegos a las cosas terrenas, a la envidia por las cosas de los demás.

¿QUÉ FRUTOS EXPERIMENTARÁS AL CUMPLIRLOS?

¡Benditos mandamientos! Quienes los viven, experimentan estos frutos suculentos:

Te hacen libre y te liberan de tantas ataduras y esclavitudes.

Limpian tu corazón de deseos innobles.

Te permiten dar a Dios lo que es de Dios, y a los demás lo que es de ellos.

Quita fardo innecesario de tu mochila para caminar ágil hacia Dios.

Gracias a los mandamientos puedes crear la civilización del amor, de la fidelidad, del respeto, de la justicia.

Te llevan a la realización humana y cristiana.

Tanta paz proporcionan al alma.

Y te hacen vivir la fraternidad entre todos.

Pero sobre todo, pones contento a Dios tu Padre, tu Señor, tu Amigo.

El pecado no es, en absoluto, el centro de la religión cristiana. Es, para los creyentes, lo que las vallas para el corredor de obstáculos, lo que el trampolín para el saltador en piscina, algo que hay que conocer y superar. Nosotros no somos sólo gente que huye del mal y del infierno. Somos gente que sube y camina hacia Cristo. Es Él quien nos interesa. Es Él nuestro centro.

Por eso, al irte explicando los diez mandamientos me interesa, no tanto que no peques, sino que llegues a Cristo y que lo imites, que te realices como hombre y como cristiano, que llegues a la plenitud en tu vida, y que seas feliz. Cumpliendo los diez mandamientos, lograrás esto. Y además, vencerás el mal con el bien. Y los diez mandamientos son el bien que debes hacer en tu vida para vencer el mal que te invade, te acosa y te tienta.

¡Benditos mandamientos! Agradece a Dios el regalo de los diez mandamientos. Defiéndelos siempre en tu medio ambiente, entre tus amigos, en tu vida. Vive estos mandamientos con amor y cariño. Es la mejor manera de demostrar a Dios que lo amas.

Cúmplelos y llegarás a la vida eterna, donde Dios, tu Padre te espera con los brazos abiertos para darte el premio de su presencia, por haber cumplido su voluntad, manifestada en estos diez mandamientos.

Fuentes: Padre Jordi Rivero y Padre Antonio Rivero

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.La Presencia Real de Cristo en la Eucaristía

El contenido de deste articulo se ha subsumido en este otro:

Mira Cómo se Transforma el Pan y el Vino en la Carne y la Sangre de Cristo – Cómo se justifica la presencia real de Cristo en las apariencias de pan y vino consagradas…

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00 Todas las Advocaciones 06 Junio ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA

Los Papas, la Iglesia y los Sacerdotes en Garabandal

Como en muchas apariciones, la oposición primera vino de dentro de la propia Iglesia, pero al final la Virgen fue obrando y en julio de 1963 el Obispo de Santander declaró que los mensajes y lo que ocurre en Garabandal no es contrario a la doctrina de la Iglesia Católica.

Por su parte el papa Pablo VI fue entusiasta de las apariciones de Garabandal, se entrevistó con Conchita en mas de una oportunidad y le dio su bendición a la difusión de los mensajes…

Ver estos posts de los Foros:
Nuestra Señora del Carmen de Garabandal, España ( 18 de junio)
La Virgen de Fatima profetizó su aparicion en Garabandal
Videos sobre las Apariciones de Garabandal
El Aviso, el Milagro y el Castigo en Garabandal, España
La Profecía sobre los Papas en Garabandal
Los Papas, la Iglesia y los Sacerdotes en Garabandal
El Padre Pio y las apariciones de Garabandal
El Milagro de la Comunión del Arcangel Miguel en Garabandal
Dos Testimonios de Curaciones en Garabandal
Visión del Padre Andreu en Garabandal, España ( 8 de agosto de 1961)
El Diario de Conchita, la vidente de Garabandal
La aldea de San Sebastián de Garabandal donde apareció la Virgen en 1961
Los Mensajes y Milagros de Garabandal

INVESTIGACIONES DE LA AUTORIDAD

Las cuatro niñas videntes, Conchita González, Mari Cruz González, Maria Dolores Mazón y Jacinta González, de 11 y 12 años, fueron injustamente acusadas, perseguidas, difamadas por quienes ni siquiera examinaron detenidamente los hechos ocurridos.

A pesar de que por su corta edad, humilde condición y poca cultura, no tenían las posibilidades de orquestar, o inventarse algo tan complejo como fue la aparición de Garabandal, con fenómenos paranormales, curaciones, milagros, profecías, levitaciones, conversiones etc.

Del Doctor Luis Morales Noriega, jefe médico de la Comisión Investigadora nombrada por el Señor Obispo, se cuenta que llegó a Garabandal y dijo: «Con esta farsa acabo yo en un par de horas», y más que examinar hechos, intentó imponer su juicio preconcebido.

El 30 de Mayo de 1983, en una conferencia en el Ateneo de Santander, el Doctor Morales Noriega se retractó públicamente de su juicio negativo, y reconoció la autenticidad y el carácter sobrenatural de las Apariciones.

Había visto casos de curaciones prodigiosas en Garabandal, (la esposa de un médico se curó de un cáncer en estado terminal), y también en su propia familia.

El mismo Obispo de Santander, Monseñor Doroteo Fernández, influenciado por los detractores, sin examinar mucho los hechos, la importancia y alcance de los mismos, dio un juicio negativo sobre la aparición, manteniéndolo hasta que dejó el Obispado. Al final de su vida, Monseñor Doroteo Fernández, que lo negó rotundamente al comienzo, terminó creyendo en las Apariciones.

 

LA POSICIÓN DE LA IGLESIA

El 8 de julio, de 1963, el obispo de Santander, declaró: «No hemos encontrado materia de censura eclesiástica condenatoria, ni en la doctrina ni en las recomendaciones espirituales que se han divulgado ya que contienen una exhortación a la oración y al sacrificio, a la devoción eucarística, al culto a nuestra Señora en formas tradicionalmente laudables, y al santo temor de Dios, ofendido por nuestros pecados…»

Es muy conocido el interés de S. S. Pablo VI por las Apariciones de Garabandal, mandando traer a Conchita González, la principal de las niñas videntes por dos veces a Roma.

Del 12 a 19 de enero, de 1966, Conchita, la vidente de las principales profecías y mensajes, fue convocada a Roma por el pro-prefecto de la Sagrada Congregación para la doctrina de la Fe, Cardenal Ottaviani. Fue interrogada durante dos horas por el mismo Cardenal y otros miembros de la Sagrada Congregación.

Entonces Conchita pidió una audiencia con el Santo Padre, Pablo VI. El Papa le dijo «Conchita, Yo te bendigo y conmigo te bendice toda la Iglesia».

El Papa concedió la Bendición Apostólica a la Obra de difusión de los Mensajes de Garabandal el 12 de junio, de 1967.Desde el 1967, cuando se llevó acabo la abrogación de el Canon 1399 y el Canon 2318, se permite, sin temor de ninguna censura Eclesiástica, publicar información sobre manifestaciones y visitar los lugares de tales manifestaciones, siempre que no contengan algo en contra de la enseñanza de la Iglesia. Las Apariciones de Garabandal definitivamente pasan esa prueba.

Debido a que llegaba a Roma mucha información mal intencionada y tendenciosamente equivocada (difamaciones) sobre la aparición de Garabandal, solicitando que se prohibiese ir a Garabandal, Su Santidad Pablo VI dio un decreto sobre las apariciones para toda la Iglesia, derogando el Canon 1399, que prohibía la publicación de libros que traten de revelaciones, visiones, profecías y milagros.

«El Canon 1399 prohibía por derecho la publicación de ciertos libros tales como aquellos que tratan de revelaciones, visiones, profecías y milagros.»

Este Canon ha sido derogado. (…) Esto significa que se permite a los Católicos publicar sucesos de revelaciones, visiones, profecías y milagros, sin necesidad de Imprimatur o de Nihil Obstat, o cualquier otro permiso. Por supuesto estas publicaciones no deben poner en peligro la Fé y la Moral. (…) De aquí que no hay ninguna prohibición relativa a Apariciones, sean ellas reconocidas o no por la Autoridad Eclesiástica. Por la misma razón se permite a los Católicos frecuentar lugares de Apariciones, aún aquéllas no reconocidas por los Ordinarios de la Diócesis o por el Santo Padre. Los Católicos que frecuenten estos lugares deben respetar la Fe y la Moral. (…). (Aprobado por S.S. Pablo VI el 14 de Octubre 1966, fué publicado el 15 de Noviembre de 1966, en A. A. S. 58/16 a 29 de diciembre 1966, entrando en vigor el 29 de Marzo de 1967.)

Se requiere permiso tan solo para la celebración de la Santa Misa o cualquier otro servicio religioso.

 

EL PAPA, LOS SACERDOTES, RELIGIOSOS Y FIELES

Ha habido cierta polémica, sobre todo por el contenido del Segundo Mensaje, de la actitud de la Virgen respecto a los Sacerdotes y la Jerarquía en general.

Lo cierto es que Garabandal es la exaltación del Sacerdocio, la Eucaristía, la Vida Religiosa y la ternura de una Madre para con todos sus Hijos y Fieles, creyentes o no.

Medítese el contenido de alguna de estas frases que dijo a las niñas. Si vieseis a un Sacerdote y a un Angel, saludarías primero al Sacerdote.

La Virgen se alegraba mucho cuando algún Sacerdote subía a Garabandal.

Obedeced al Obispo antes que a Mi. Así sucede que Conchita pide permiso al Obispo de Santander para hacer declaraciones.

La Virgen tenía especial atención para los Sacerdotes y aunque viniesen de paisano las Niñas por medio de la Virgen lo sabían y acudían a ellos.

Esto mismo sucedía también con los religiosos, religiosas y los fieles en general, todo el mundo es testigo de los prodigios que a diario sucedían, ya que eran muchos los objetos religiosos que la Virgen besaba y las peticiones atendidas individualmente, y las niñas, que recibían esta multitud de objetos sin saber a quien pertenecían, los devolvían a sus dueños uno a uno, en éxtasis, guiados por la misma Virgen.

La Virgen decía «también los pecadores son mis Hijos» atendía a todos y cada uno de los que sinceramente la invocaban, como siempre lo hace.

El Papa Pablo VI tras conocer detalladamente los hechos dio su aprobación a los que subían a estas Apariciones, anulando por decreto anteriores prohibiciones.

La Virgen dijo que el Papa verá el Milagro que viene desde donde
esté.

También dijo la Virgen que un Papa visitaría Tierra Santa, que un Papa visitaría Fátima y que un Papa visitaría Garabandal. En aquellas fechas los Papas en pocas ocasiones salían de Roma y actualmente ya se han cumplido Tierra Santa y Fátima y siempre se ha cumplido lo anunciado por la Virgen, es claro que a su hora un Papa visitará Garabandal.

Son muchos los Sacerdotes, Obispos y Cardenales que creen en Garabandal, y son muchos los frutos con que Dios bendice las obras que se hacen por Amor a su Madre, en especial los que guardan relación con estas Apariciones.

Gladys, esposa del Dr. Domínguez, fundó una asociación, con el Obispo Francisco Garmendia como director, que tiene la aprobación de los Obispos, y el Papa y se llama «Esclavos Carmelitas Penitentes por los Sacerdotes», con el carisma de San Luis María Grignon de Montfort como guía.

Actualmente son miles los sacerdotes inscritos en la asociación, entre ellos hay obispos y cardenales, y los tres últimos Papas. Hay doce mil quinientos padrinos y madrinas, entre ellos siete mil monjas, hermanos y seminaristas, lo que hace un total de veinticinco mil miembros.

Siguiendo la espiritualidad de la Esclavitud Mariana todos ellos, Sacerdotes y Madrinas se consagran a Maria en Esclavitud de Amor y se siguen las mas hermosas enseñanzas de la Virgen en Garabandal, incluidas la Obediencia al Obispo y al Papa.

Si a esto unimos la gran Obra del P. Gobbi, de inspiración Mariana, reflejada en sus escritos «A los Sacerdotes, Hijos predilectos de María» y a la que también se han adherido muchos Cardenales, Obispos y Sacerdotes se ve claro que toda obra que lleva el espíritu que nuestra Madre María nos enseñó en Garabandal lleva también los frutos con que Dios bendice a quienes escuchan a la Virgen María en sus Apariciones y que tanto bien están haciendo a las almas de los fieles.

Para el Obispo Garmendia y otros muchos Obispos y Sacerdotes, las Apariciones de Garabandal son de origen sobrenatural y de la máxima importancia, sometiendo todo su criterio a la decisión última que en su día dará la Iglesia, ya que en el caso de Apariciones proféticas, con profecías ya cumplidas y otras en espera de su cumplimiento, según el Concilio de Letrán, el Papa es el único juez.

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La Virgen de Fatima profetizó su aparicion en Garabandal

Nuestra Señora de Fátima se despidió de los pastorcitos con estas palabras: «Hasta San Sebastián de España». Esta referencia es a San Sebastián de Garabandal.

 

Ver estos posts de los Foros:
Nuestra Señora del Carmen de Garabandal, España ( 18 de junio)
La Virgen de Fatima profetizó su aparicion en Garabandal
Videos sobre las Apariciones de Garabandal
El Aviso, el Milagro y el Castigo en Garabandal, España
La Profecía sobre los Papas en Garabandal
Los Papas, la Iglesia y los Sacerdotes en Garabandal
El Padre Pio y las apariciones de Garabandal
El Milagro de la Comunión del Arcangel Miguel en Garabandal
Dos Testimonios de Curaciones en Garabandal
Visión del Padre Andreu en Garabandal, España ( 8 de agosto de 1961)
El Diario de Conchita, la vidente de Garabandal
La aldea de San Sebastián de Garabandal donde apareció la Virgen en 1961
Los Mensajes y Milagros de Garabandal

 

Monseñor João Pereira Venancio, Obispo de Fátima, dijo que la Santísima Virgen se despidió en Fátima como Nuestra Señora del Carmen y que tuvo noticias de esta frase, «hasta San Sebastián de España», de un libro carmelitano publicado en Brasil hacia los años de 1930, pero que no se dio cuenta de su significado hasta que conoció las Apariciones de San Sebastián de Garabandal. Monseñor João Pereira Venancio considera a las Apariciones de Garabandal como una continuación de las Apariciones de Fátima.

Lo explica el Padre Alipio en una carta al Sr. Obispo de Santander.

Sao Paulo, 20 de diciembre de 1990.

Excmo. y Rvmo. Sr. Obispo de Santander D. Juan Antonio del Val:

El abajo firmante, P. Alipio Martínez Fernández CSA, y los esposos Egesipo Campos Meireles y Civa Silva Campos, considerando una obligación de conciencia, reparan el silencio inconsciente que guardamos algunos años ante la Autoridad Eclesiástica competente sobre la existencia y lectura habitual de un libro de las apariciones en Fátima, donde la Virgen se despide hasta su siguiente aparición en «Sao Sebastiao da Hespanha».

Considerando que debemos a la Santísima Virgen el testimonio de lo que vimos en ese libro sobre los términos con que se despidió de los videntes, ha resuelto comunicarlo a su Rvma, por medio de esta declaración, hecha en conciencia y totalmente fiel a los hechos.

Primero:

Que con ocasión de organizar pastoralmente la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima de la ciudad de Colania, Estado de Goiás, Brasil, desde 1955, se adquirieron ese año varios libros sobre las apariciones y mensajes de la Virgen María en Fátima, unos comprados y otros donados por miembros de la colonia portuguesa. Con ellos preparábamos la catequesis acerca de los mensajes para las familias que pedían la visita domiciliaria de la Imagen Peregrina, que quedó en dicha parroquia al finalizar su segunda etapa de visitas al Brasil.

Segundo:

Que uno de esos libros llamó singularmente la atención de todas las personas que lo leyeron, particularmente la mía y la de los esposos Egesipo y Diva, quienes cuidaban de la imagen, organizaban las visitas e impartían la mayoría de las veces la referida catequesis.

Era un libro en lengua portuguesa, en rústica, de papel ya resecado, el más antiguo de cuantos usamos, escrito con la ortografía anterior a la reforma del 1931. Se leía que Nuestra Señora la Virgen María decía a los videntes en su despedida del 13 de octubre de 1917:

— «até Sao Sebastiao da Hespanha».

Por causa de esta frase muchas veces me preguntaron qué San Sebastián era aquél. Entonces yo sólo conocía a San Sebastián de Guipúzcoa, y eso es lo que les respondía. En aquellos años, de 1955 a 1959 no percibí el valor profético de esas palabras de despedida de Nuestra Señora, y transferido de Parroquia me despreocupé.

Tercero:

Que creemos que el libro que nos causó ese impacto fue «Episodios maravilhosos de Fátima», el que más usábamos y el que más tiempo estuvo a mi disposición por una atención especial de Egesipo y Diva, pues fueron ellos los descubridores de la referida frase, y los que habían recibido el libro de una familia portuguesa. El doctor Marchí, en su obra «Era uma Mulher mais Bela que o Sol», atribuye ese titulo de «Episodios maravilhosos de Fátima» al Dr. Formigao, y dice que fue escrito en 1921.

Cuarto:

No conservamos dicho ejemplar, porque de la media docena de títulos que quedaron en la biblioteca parroquial, hoy sólo queda «Era uma Mulher mais Bela que o Sol». Los otros guardados por los esposos mencionados, en 1964, Doña Diva los dejó bajo custodia de una familia y los libros desaparecieron, al usar esta familia el estante para libros de otra índole.

Quinto:

En julio de 1967 acompañé al agustino Padre John Kelly a Garabandal y, al llegar al pueblo, leí en la placa del estrecho camino «San Sebastián de Garabandal». Súbitamente recordé las palabras antes referidas «ate Sao Sebastiao da Espanha», aquel pueblo era el «San Sebastiao de Espanha», de la despedida de la Virgen, contada en el libro que ya he indicado.

Yo había pasado en Chile cuatro años hasta los últimos días de 1965 y nunca oí mencionar el nombre de «San Sebastián» de Garabandal. Sólo oí mencionar Garabandal a su compañero en 1962 estando en Valencia de salida para Chile.

Ante la sorpresa de encontrarme en el «San Sebastiao» maravilloso de Fátima y, a raíz de este viaje, escribí a los esposos Egesipo y Diva, contándoles que había estado en «San Sebastiao de Espanha» y les envié varios folletos de las Apariciones de la Virgen, vestida del Carmen, en Garabandal.

Los comentarios con los amigos fueron conocidos por el Padre dominico François Turner y sus cartas han despertado mi conciencia y la de mis amigos brasileños, Egesipo y Diva, que también están dispuestos a firmar esta declaración, porque ellos fueron los primeros testigos de la existencia de la despedida de la Virgen, según el libro, «até Sao Sebastiao da Espanha».

Firmado: Padre Alipio Martínez Fernández, CSA.

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06 Junio ADVOCACIONES Y APARICIONES FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María

Celebración de la Santísima Trinidad, Universal (domingo posterior a Pentecostés)

La Trinidad es el término empleado para significar la doctrina central de la religión Cristiana: la verdad que en la unidad del Altísimo, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, estas Tres Personas siendo verdaderamente distintas una de la otra. De este modo, en palabras del Credo Atanasio: «El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios, y, sin embargo, no hay tres Dioses sino uno solo». En esta Trinidad de Personas, el Hijo proviene del Padre por una generación eterna, y el Espíritu Santo procede por una procesión eterna del Padre y el Hijo. Sin embargo y a pesar de esta diferencia, en cuanto al origen, las Personas son co-eternas y co-iguales: todos semejantes no creados y omnipotentes. Esto, enseña la Iglesia, es la revelación en relación a la naturaleza de Dios, donde Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo a entregarla al mundo: y la cual, la Iglesia, propone al hombre como el fundamento de todo su sistema dogmático.

En las Escrituras, aún no hay ningún término por el cual las Tres Personas Divinas sean denotadas juntas. La palabras trias ( de la cual su traducción latina es trinitas) fué primeramente encontrada en Teófilo de Antioquía cerca del año 180 D.C. El habla de «la Trinidad de Dios (el Padre), su Palabra y su Sabiduría («Ad. Autol.», II, 15). El término, desde era usado antes de su tiempo. Más tarde, aparece en su forma Latina de trinitas en Tertuliano («De pud». C. Xxi). En el siglo siguiente, la palabra tiene uso general. Se encuentra en muchos pasajes de Orígenes («In Ps. Xvii», 15). El primer credo en el cual aparece es aquel del pupilo de Orígenes, Gregorio Thaumaturgus. En su Ekthesis tes pisteos compuesto entre los años 260 and 270, escribe:
Por lo tanto, no hay nada creado, nada sujeto a otro en la Trinidad: tampoco hay nada que haya sido añadido como si alguna vez no hubiera existido, pero que ingresó luego: por lo tanto, el Padre nunca ha estado sin el Hijo, ni el Hijo sin el Espíritu: y esta misma Trinidad es inmutable e inalterable por siempre. (P.G.,X, 986).

Es evidente que un dogma tan misterioso, presupone una revelación Divina. Cuando el hecho de la revelación, entendida en su sentido total como el discurso de Dios al hombre, ya no es admitida, el rechazo a la doctrina le sigue como consecuencia necesaria. Por esta razón, no tiene lugar en el Protestantismo Liberal de hoy. Los escritores de esta escuela sostienen que la doctrina de la Trinidad, como profesada por la Iglesia, no está contenida en el Nuevo Testamento, sino que fué formulada por primera vez en el siglo II recibiendo aprobación final en el siglo cuarto, como resultado de las controversias Arianas y Macedonias. En virtud de esta aserción es necesario considerar con algún detalle, la evidencia entregada por las Sagradas Escrituras. Recientemente, se han hecho algunos intentos por aplicar las teorías mas extremas de religiones comparativas para la doctrina de la Trinidad y responder a ella a través de una ley natural imaginaria que urge a los hombres a agrupar los objetos de su adoración en tres. Parece innecesario dar más referencia a estos extravagantes puntos de vista, los cuales pensadores serios de cada escuela rechazan como carentes de fundamento.

 

PRUEBAS DE LA DOCTRINA EN LAS ESCRITURAS

Nuevo Testamento

La evidencia en las Escrituras culminan en la comisión bautismal de Mateo 28:20. Es evidente de la narración de los Evangelistas que Cristo sólo dió a conocer la verdad a los Doce paso a paso. Primero, El les enseñó a reconocer en El al Eterno Hijo de Dios. Al final de su ministerio, El prometió que el Padre enviaría otra Persona Divina, el Espíritu Santo, en Su lugar. Finalmente después de Su resurrección, El reveló la doctrina en términos explícitos, empujándolos a «ir y enseñar a todas las naciones, bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mateo 28:18). La fuerza de este pasaje es decisivo. Que «el Padre» y «el Hijo» son Personas distintas se sigue de los términos mismos los cuales son mutuamente exclusivos. La mención al Espíritu Santo en la misma serie, los nombres conectados uno con el otro por la conjunción «y…y» hace evidente que tenemos aquí una Tercera Persona coordinada con el Padre y el Hijo, y excluyen conjunto la suposición que los Apóstoles entendieron al Espíritu Santo no como una Persona distinta, sino como Dios visualiza Su acción sobre las creaturas. La frase «en el nombre» (eis to onoma) afirma del mismo modo la Divinidad de las Personas y su unidad de naturaleza. Entre los Judíos y en la Iglesia apostólica el nombre Divino era representativo de Dios. Aquel que tiene el derecho a usarlo fué investido con vasta autoridad: porque el esgrimió los poderes sobrenaturales de El, cuyo nombre el empleó. Es increíble que la frase «en el nombre» haya sido aquí empleada, donde no todas las Personas mencionadas sean igualmente Divinas. Más aún, el uso del singular «nombre» y no el plural, muestra que estas Tres Personas son aquel Dios Uno Omnipotente en quien creían los Apóstoles. Sin dudas, la unidad de Dios es tan fundamental a una doctrina como la de los Hebreos y de la religión Cristiana, y es afirmada en tantos incontables pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, que cualquier explicación inconsistente con esta doctrina podría ser, en su conjunto, inadmisible. La aparición sobrenatural en el bautismo de Cristo es citado a menudo como una revelación explícita de la doctrina Trinitaria, dada en el mismo comienzo de su Ministerio. Esto, nos parece, es un error. Es cierto que los Evangelistas lo ven como una manifestación de las Tres Personas Divinas. Sin embargo, aparte de la subsiguiente enseñanza de Cristo, el significado dogmático de la escena difícilmente pudo ser comprendido. Más aún, las narraciones del Evangelio parecen significar que nadie sino Cristo y el Bautista fueron privilegiados de ver la Paloma Mística, y escuchar las palabras que atestiguaron la Divina filiación del Mesías.

Aparte de estos pasajes, hay muchos otros en el Evangelio que se refieren a una u otra de las Tres Personas en particular y claramente expresan la personalidad separada y la Divinidad de cada una. En relación a la Primera Persona no será necesario entregar citas especiales: aquellos que declaran que Jesucristo es Dios el Hijo, afirman por lo tanto también una personalidad separada del Padre. La divinidad de Cristo es ampliamente atestiguada no solo por San Juan sino por los Sinópticos. Este punto es tratado en todas partes, aquí será suficiente enumerar algunos de los mas importantes mensajes de los Sinópticos, en los cuales Cristo es la muestra evidente de su Naturaleza Divina.

El declara que El vendrá a ser el juez de todos los hombres (Mateo 25:31) En la teología judía el juicio del mundo era una prerrogativa distintivamente Divina y no Mesiánica.

En la parábola del granjero malo, El se describe a Sí mismo como el hijo del dueño de casa, mientras que los Profetas, uno y todos son representados como los sirvientes (Mateo 21:33 sqq)

El es el Señor de los Angeles, aquel que ejecuta Sus comandos (Mateo 24:31).
El aprueba la confesión de Pedro cuando éste lo reconoce a El, no como el Mesías – un paso mas largo tomado por todos los Apóstoles – sino explícitamente como el Hijo de Dios: y El declara que ese conocimiento es debido a una especial revelación del Padre (Mateo 16: 16-17).

Finalmente, ante Caifás, El no se declara meramente como el Mesías, sino como respuesta a una segunda y distinta pregunta afirma su reclamación de ser el Hijo de Dios. Instantáneamente El es declarado por el sumo sacerdote culpable de blasfemia, una ofensa la cual no se le pudo haber adjudicado por haberse proclamado simplemente como el Mesías (Lucas 22: 66-71).

El testimonio de San Juan es aún más explícito que aquel de los Sinópticos. Expresamente declara que el propósito mismo de su Evangelio es establecer la Divinidad de Jesucristo (Juan 20:31). En el prólogo lo identifica con la Palabra, el único que procede del Padre, Aquel que desde toda la eternidad existe con Dios, Aquel es Dios (Juan 1:1-18). La inmanencia del Hijo en el Padre y del Padre en el Hijo es declarada con palabras de Cristo a San Felipe: «No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en Mi? (Juan 14:10) y, en otros pasajes no menos explícitos (14:7; 16:15;17:21). La unicidad de Su poder y Su acción es afirmada: «el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace El, también lo hace igualmente el Hijo» (5:19, cf. 10:38) «Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere» (5:21). En 10:29, Cristo enseña expresamente Su unidad esencial con el Padre: «El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y… Yo y el Padre somos uno.» Las palabras «aquello que el Padre me ha dado», puede, teniendo en cuenta el contexto, no tener otro significado que el Divino Nombre, poseído en su totalidad por el Hijo así como por el Padre. Los críticos racionalistas descansan sobre el texto: «el Padre es más grande que yo». (14:28). Ellos argumentan que esto es suficiente para establecer que el autor del Evangelio tenía puntos de vista subordinacionistas, y exponen en este sentido, ciertos textos en los cuales el Hijo declara su dependencia del Padre (5:19; 8:28). En cuanto a lo que involucra a la doctrina de la Encarnación que, en relación a Su Naturaleza Humana, el Hijo debe ser menos que el Padre. Ningún argumento contra la doctrina católica puede, por lo tanto, ser sacado de este texto. Así también, los pasajes que se refieren a la dependencia del Hijo sobre el Padre, aunque expresan lo que es esencial al dogma trinitario, a saber, que el Padre es la suprema fuente desde Donde la Naturaleza Divina y sus perfecciones fluyen al Hijo. (para ver la esencial diferencia entre la doctrina de San Juan en relación a la Persona de Cristo y la doctrina del Logos del filósofo Alejandrino, sobre el cual muchos racionalistas han intentado trazarlo, ver LOGOS .)
En relación a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, hay pocos pasajes que pueden ser citados de los Sinópticos que atestigüen Su personalidad distintiva. Las palabras de Gabriel (Lucas 1:35) haciendo alusión al uso del término «el Espíritu» en el Antiguo Testamento, para significar a Dios como operativo en Sus creaturas, puede decirse que difícilmente contiene una revelación definitiva de la doctrina. Por la misma razón, es dudoso si la advertencia de Cristo a los fariseos en relación a la blasfemia contra el Espíritu Santo (Mateo 12:31) puede ser usada como prueba. Aunque en Lucas 12:12, » el Espíritu Santo les enseñará lo que tengan que decir.» (mateo 10:20 y Lucas 24:49), Su personalidad está claramente denotada. Estos pasajes, tomados en conexión con Mateo 28:19, postulan la existencia de tal enseñanza como lo encontramos en los discursos en el Cenáculo, reportado por San Juan (14-16). Tenemos, en estos capítulos la preparación necesaria para la comisión bautismal. En ellos, los Apóstoles son instruidos no solo en relación a la personalidad del Espíritu, sino en relación a Su función hacia la Iglesia. Su trabajo es enseñar lo que sea que El oiga (16:13) y les recordará todas las enseñanzas de Cristo (14:26) para convencer al mundo del pecado (16:8). Es evidente que, donde el Espíritu no una Persona, Cristo no pudo haber hablado de Su presencia con los Apóstoles como comparable a Su propia presencia ante ellos (14:16). Nuevamente, si El, no fuera una Persona Divina, no pudo haber sido prudente con los Apóstoles que Cristo debía dejarlos y el Consolador tomar Su lugar (16:7).

Más aún, a pesar de la forma neutral de la palabra (pneuma), el pronombre usado en relación a El es el masculino ekeinos. La distinción del Espíritu Santo del Padre y del Hijo está implícita en las declaraciones expresas de que El procede del Padre y es enviado por el Hijo (15:26; cf. 14:16, 26). Sin embargo, El es uno con Ellos: Su presencia con los Discípulos es al mismo tiempo la presencia del Hijo (14:17, 18), mientras que la presencia del Hijo es la presencia del Padre (14:23).

En los escritos que restan del Nuevo Testamento hay numerosos pasajes que acreditan cuan clara y definitiva fué la creencia de la Iglesia Apostólica en las tres Divinas Personas. En ciertos textos, la coordinación del Padre, Hijo y Espíritu no deja duda posible en lo que quiso decir el escritor. Sin embargo, en la Segunda Carta a los Corintios 13:13, San Pablo escribe: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo estén con todos Uds». Aquí la construcción muestra que el Apóstol está hablando de tres Personas distintas. Más aún, siendo que los nombres Dios y Espíritu Santo son nombres Divinos semejantes, se sigue que Jesucristo es también visto como una Persona Divina. Así también en la Primera carta a la Corintios 12: 4-11: » Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo. [5] Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo. [6] Hay diversidad de obras, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos.» (Cf. también a los Efesios 4: 4-6; I Pedro 1:2-3.) Pero, aparte de pasajes como éstos, donde hay una mención expresa de las Tres Personas, la enseñanza del Nuevo Testamento en relación a Cristo y el Espíritu Santo está libre de toda ambigüedad. En relación a Cristo, los Apóstoles emplearon modos de discurso, los cuales a los hombres traídos de la fe hebrea, necesariamente significaron fe en Su Divinidad. Tal, por ejemplo, es el uso de la Doxología en referencia a El. La Doxología, «Para El sea la gloria por los siglos de los siglos» (ct. I Crónicas 16:38; Salmos 103: 31; 28:2) es una expresión de alabanza ofrecida a Dios sólo. En el Nuevo Testamento, lo encontramos dirigido no sólo a Dios el Padre, sino a Jesucristo (II a Timoteo 4:18; II Pedro 3:18; Revelaciones 1:6; Hebreos 13: 20-21) y a Dios el Padre y Cristo en conjunción (Revelaciones 5:13, 7:10). No menos convincente es el uso del título de Señor (Kyrios). Este término representa el Hebreo Adonai, así como Dios (Theos) representa Elohim. Los dos son nombres igualmente Divinos (ct. I Corintios 8:4). En los escritos apostólicos, Theos, casi podemos decir que ser tratado como el nombre apropiado de Dios el Padre, y Kyrios del Hijo (ver por ejemplo, en la I de Corintios 12:5-6); en sólo unos pocos pasajes encontramos Kyrios usado para el Padre (I Conrintios 3:5;7:17) o Theos para Cristo. Los Apóstoles de tiempo en tiempo aplican a Cristo pasajes del Antiguo Testamento donde Kyrios es usado por ejemplo en la Primera carta a los Corintios 10:9 (Números 21:7), Hebreos 1:10-12 (Salmos 101:26-28); y usan tales expresiones como «el temor del Señor» (Hechos 9:31; II Corintios 5:11; A los Efeios 5:21) «pidan en el nombre del Señor» indiferentemente a Dios el Padre y a Cristo (Hechos 2:21; 9:14; Romanos 10:13). La declaración que «Jesús es el Señor» (Kyrion Iesoun, Romanos 10:9; Kyrios Iesous, I Corintios 12:3) es reconocimiento de Jesús como Yahvé. Los textos en los cuales San Pablo afirma que en Cristo habita la plenitud del Altísimo (colosenses 2:9), que antes de Su Encarnación El poseía la naturaleza esencial de Dios (Filemón 2:6) que El «… quien es Dios sobre todas las cosas. ¡Alabado sea por siempre!…»
(Romanos 9:5) no nos dice nada que no esté implícito en muchos otros pasajes de sus Epístolas.

La doctrina en relación al Espíritu Santo es igualmente clara. Que El es una personalidad distinta, está claramente reconocido como lo muestran muchos pasajes. Es así como El revela Sus mandamientos a los ministros de la Iglesia: «Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo…»» (Hechos 13:2). El dirige la jornada misionaria de los Apóstoles: «… intentaron dirigirse a Betania, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús. (Acts 16:7; cf. Acts 5:3; 15:28; Romans 15:30). De El se afirman atributos Divinos.

El posee omnipresencia y revela a la Iglesia misterios conocidos solo por Dios (I Corintios 2:10)
Es El quien distribuye carismata (I Cor., 12:11)
El es el dador de vida sobrenatural (II Cor., 3:8)
El habita en la Iglesia y en las almas de los hombres individuales, como en Su templo (Romanos 8:9-11; I Cor., 3:16, 6:19)
El trabajo de justificación y santificación es atribuído a El (I. Cor. 6:11; Rom., 15:16), así como también en otros pasajes, las mismas obras se atribuyen a Cristo (I. Cor., 1:2; Gal., 2:17).

Para resumir: los variados elementos de la doctrina trinitaria están todos expresamente enseñados en el Nuevo Testamento. La Divinidad de las Tres Personas se insertan o están implícitas en demasiados numerosos pasajes como para contarlos. La unidad de esencia no es meramente postulada por el estricto monoteísmo del hombre nutrido en la religión de Israel, para la cual, «las deidades subordinadas» serían impensables; pero es, como lo hemos visto, implicada en la comisión bautismal en Mateo 28:19, y, expresamente insertas en relación al Padre y al Hijo en Juan 10:38. Que las Personas son co-eternas y co-iguales es un mero corolario de lo anterior. En relación a las Divinas procedencias, la doctrina de la primera procedencia está contenida en los mismos términos Padre e Hijo: la procedencia del Espíritu Santo del Padre e Hijo es enseñada en el discurso del Señor reportado por San Juan (14-17) (ver ESPIRITU SANTO)

Antiguo Testamento

Los primeros Padres estaban persuadidos que debía existir en el Antiguo Testamento, indicaciones de la doctrina de la Trinidad y encontraron tales indicaciones en no pocos pasajes. Muchos de estos Padres no solamente creían que los Profetas lo atestiguaron, si no que sostenían que debieron haber sido conocidos incluso por los Patriarcas. Veían como cierto que el Divino mensajero del Génesis 16:7, 18, 21:17, 31:11; Exodus 3:2, era Dios el Hijo; por razones que serán mencionadas mas adelante (III.B.) consideraban evidente que Dios el Padre no podía manifestarse a Sí mismo (cf. Justin, «Dial.», 60; Ireneo, «Adv. haer.», IV, xx, 7-11; Tertuliano, «Adv. Prax.», 15-16; Theof., «Ad Autol.», ii, 22; Novat., «De Trin.», 18, 25, etc.). Sostenían que, cuando los escritores inspirados hablaron del «Espíritu del Señor» la referencia era a la Tercera Persona de la Trinidad: y uno o dos (Ireneo, «Adv. haer.», II, xxx, 9; Theofilo, «Ad. Aut.», II, 15; Hipolito, «Con. Noet.», 10) interpretaron la Sabiduría hipostática de los libros sapiensales, no, con San Pablo, del Hijo, (Hebreos 1:3; ct. Sabiduría, vii, 25,26) sino del Espíritu Santo. Aunque en otros Padres se encuentra y parece ser la visión más conocida, que bajo el Antiguo Testamento no hay distintiva intimación de la doctrina. (Ct. Greg Naz., «Or. Theol.»,v,26;Epiphanius, «Ancor» 73 «Haer.», 74; Basil, «Adv. Eunom.», II, 22; Cyril Alex., «En Juan.», xii, 20.) Algunos de éstos, sin embargo, admiten que un conocimiento del misterio fué dado a los Profetas y santos del Antiguo Gobierno (Epiph., «Haer.», viii, 5; Cyril Alex., «Con. Julian.,» I). Podría muy bien concederse que el camino está preparado por la revelacion en algunas profesías. Los nombres Emmanuel (Isaías 7:14) y Dios el Poderoso (Isaías 9:6) afirmados del Mesías hacen mención a la Naturaleza Divina del mensajero prometido. Sin embargo, parece que la revelación del Evangelio fué necesaria para otorgarle el sentido y claridad total a los pasajes. Incluso estos exaltados títulos no condujeron a los Judíos a reconocer que el Salvador por venir no era otro que el Mismo Dios. Los traductores Septuagésimos ni siquiera se aventuraron a otorgar a las palabras Dios el Poderoso literalmente, sino que nos dieron en su lugar, «el ángel de gran designio». Un estadio aún más elevado de preparación es encontrado en la doctrina de los libros sapiensiales en relación a la Sabiduría Divina. En los Proverbios 8, la Sabiduría aparece personificada, y de una manera que sugiere que el autor sagrado no estaba utilizando una mera metáfora, sino que tenía ante su mente a una persona real (ct. Versos 22,23). Similar enseñanza ocurre en Eclesiastés., 24, en un discurso donde la Sabiduría es declarada para completar en «la asamblea del Mas Alto», e.d. en la presencia de los ángeles. Esta frase, ciertamente supone concebir la Sabiduría como una persona. La naturaleza de la personalidad es dejada oscura; aunque se nos dijo que toda la tierra es el Reino de la Sabiduría, que ella encuentra deleite en todos las obras de Dios, pero que Israel es en una manera especial su porción y su herencia (Ecclus., 24:8-13). En el libro de la Sabiduría de Salomón encontramos un adelanto aún mayor. Aquí la Sabiduría es claramente distintiva de Jehová: «Ella es…cierta emanación pura de la gloria del Dios Altísimo…la brillantéz de luz eterna, y el espejo inmaculado de la majestad de Dios, y la imagen de su bondad» (Sabiduría 7:25-26. Ct. Hebreos 1:3). Más aún, ella es descrita como «el obrero de todas las cosas» (panton technitis, 7:21), una expresión que indica que la creación es, de algún modo, atribuible a ella. Sin embargo, en el Judaísmo posterior esta doctrina exaltada sufrió un eclipse y parece haber pasado al olvido. Tampoco, sin dudas, se puede decir que el pasaje, aunque manifiesta algun conocimiento de una segunda personalidad del Altísimo, constituye una revelación de la Trinidad. Por lo que en ningun lugar del Antiguo Testamento encontramos ninguna indicación clara de una Tercera Persona. A menudo, se menciona el Espíritu del Señor, pero no hay nada que muestre que el Espíritu es visto como distinto de Yahvé Mismo. El término es siempre empleado para designar a Dios considerado en Su obra, ya sea en el universo o en el alma humana. El tema parece haber sido correctamente resumido por Epifanio donde dice: «El Dios Unico es declarado sobretodo por Moisés y las dos personalidades (El Padre y el Hijo) están afirmadas enérgicamente por los Profetas. La Trinidad es dada a conocer por el Evangelio» («Haer.», Ixxiv).

 

PRUEBA DE LA DOCTRINA EN LA TRADICIÓN

Los Padres de la Iglesia

En esta sección, mostraremos que la doctrina de la Santísima Trinidad ha sido, desde los primeros tiempos, enseñada por la Iglesia Católica y profesada por sus miembros. Como nadie la ha negado en ningún período posterior a las controversias Arianas y Macedónicas, será suficiente si aquí consideramos la fe de sólo los primeros cuatro siglos. Un argumento de gran peso es dado por las formas litúrgicas de la Iglesia. La fuerza probatoria mas alta debe necesariamente adjuntar a estos, dado que expresan no una opinión privada de un individual singular, sino la creencia pública de todo el cuerpo de la fe. Tampoco se puede objetar que las nociones de los Cristianos sobre el tema fueron vagas y confusas, y que sus formas litúrgicas reflejan este estado de ánimo. En este punto, la vaguedad era imposible. Cualquier cristiano puede ser llamado a sellar con su sangre su fe que hay solo Un Dios. La respuesta de San Máximo (c.D.C. 250) al mandamiento del procónsul que debía sacrificar a los dioses «No ofrezco ningún sacrificio salvo al Unico Dios verdadero» es típico de las muchas respuestas en los Actos de los mártires. Está fuera de discusión suponer que los hombres que fueron preparados para dar sus vidas en pro de esta verdad fundamental estuvieran en este punto, en tal confusión en relación a ella que eran ignorantes si su credo era monoteísta, diteísta or triteísta. Más aún, sabemos que su instrucción en relación a las doctrinas de su religión, era sólida. Los escritores de aquellos años dieron muestras como testigos que incluso los iletrados estaban completamente familiarizados con las verdades de la fe. (ct. Justin, «Apol», I, 60; Ireneo, «Adv.haer». III,iv,n.2).

Fórmulas Bautismales

Podríamos primero observar la fórmula bautismal, la cual todos consideramos como primitiva. Ya se ha mostrado que las palabras, tal como las prescribió Cristo (Mateo 28:18) expresan claramente la Divinidad de las Tres Personas así como su distinción, aunque puede ser agregada otra consideración. El Bautismo, con su formal renuncia a Satanás y sus obras, fué entendido como el rechazo a la idolatría del paganismo y la solemne consagración del bautizado al único Dios verdadero (Tert., «De spect.», iv; Justin, «Apol.», I, iv). El acto de consagración fué la invocación de ellos, el Padre, Hijo y el Espíritu Santo. La suposición que ver a la Segunda y Tercera Persona como seres creados y donde, de hecho, se consagraron al servicio de las creaturas, es manifiestamente absurda. San Hipólito ha expresado la fe de la Iglesia en los términos más claros: «Aquel que desciende dentro de la jofaina de regeneración con la fé reniega del Malvado y se compromete con Cristo, renuncia al enemigo y confiesa que Cristo es Dios…regresa de la pila bautismal como un hijo de Dios y coheredero de Cristo. A Aquel con el todo sagrado, el bien y el dador de vida Espíritu sea la gloria hoy y por siempre, y ara siempre. Amen». («Serm. En Teóf» n.10)

Las doxologías

El testigo de las doxologías no es menos sorprendente. La forma, hoy universal «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo» expresa tan claramente el dogma trinitario que los Arianos encontraron necesario negar que estuvo en uso previo al tiempo de Flavio de Antioquía (Philostorgius, «Hist. eccl.», III, xiii).
Es verdad que hasta el período de la controversia Ariana, otra forma era más común «Gloria al Padre, a través del Hijo en el Espíritu Santo» (ct. I Clemente, 58, 59; Justin, «Apol», I, 67). Esta última forma es sin dudas, perfectamente consistente con la creencia trinitaria: no expresa, sin embargo la coigualidad de las Tres Personas, sino su obra en relación al hombre. Vivimos en el Espíritu, y a través de El, somos hechos partícipes en Cristo (Gálatas 5:25; Romanos 8:9). Y es a través de Cristo, como Sus miembros que merecemos alabar a Dios (Hebreos. 13:15). Aunque hay muchos pasajes en los Padres ante-Niceno que muestran que la forma «Gloria al Padre y al Hijo y a (con) el Espíritu Santo», estaba también en uso.
En la narrativa de San Policarpo, mártir, leemos: «Con Quien a Aquel y el Espíritu Santo sea la gloria hoy y por los tiempos por venir» (Mar. S. Polic., n14; ct.n.22).
Clemente de Alejandría invita a los hombres «den gracias y alaben al único Padre e Hijo, al Hijo y Padre con el Espíritu Santo» (Paed., III, xii)

San Hipólito termina su obra contra Noecio con las palabras: «A El sea la gloria y el poder con el Padre y el Espíritu Santo en la Sagrada Iglesia hoy y por siempre por los siglos de los siglos. Amen» (Contra Noecio., n.18).

Denis de Alejandría usa casi las mismas palabras: «A Dios el Padre y a su Hijo Jesucristo, con el Espíritu Santo sea el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (En San Basilio, «De Spiritu Sancto», xxix, n.72).

Más adelante, San Basilio nos dice que era una costumbre inmemoriable entre los Cristianos cuando levantaban la lámpara para dar graciaa a Dios con la plegaria Ainoumen Patera kai Gion kai Hagion Pneuma Theou («Alabamos al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo de Dios»).

Otros escritos Patrísticos

La doctrina de la Trinidad es formalmente enseñada en toda clase de escritos eclesiásticos. Entre los apologistas, podemos mencionar a Justino, «Apol.» I, vi; Atenágoras, «Legat:pro Crist.», n.12. El último nos dice que los Cristianos «son conducidos a la vida futura por solamente una cosa, que ellos conocen a Dios y Su Logos, cual es la unicidad del Hijo con el Padre, cual es la comunión del Padre con el Hijo, y su distinción en unidad». Sería imposible ser más explícitos. Y podemos estar seguros que un apologista, quienes escribían a los paganos, podían sopesar muy bien las palabras que usaban con esta doctrina. Entre los escritores polémicos, podemos referirnos a Ireneo, «Adv. Haer», I, xxii, IV, xx, 1-6. En estos pasajes, rechaza la ficción gnóstica que el mundo fué creado por eones que habían emanado de Dios, pero no eran consustanciales con El, y enseña la consustancialidad de la Palabra y el Espíritu por Aquel Dios que creó todas las cosas. Clemente de Alejandría profesó la doctrina en «Paedag.» I, vi, y, de alguna manera después, Gregorio Thaumaturgus, como ya hemos visto, Estampa en los mas expresos términos su credo. (P.G., X, 986).

En tanto en contraste con las enseñanzas heréticas

Sin embargo, evidencia posterior en relación a la doctrina de la Iglesia es dada a través de una comparación de su enseñanza con aquella de las sectas heréticas. La controversia con los Sabelinos en el siglo tercero prueba concluyentemente que ella no podía tolerar ninguna desviación de la doctrina trinitaria. Noecio de Smirna, el originador del error, fue condenado por un sínodo local, cerca del año 200 d.C. Sabelius quien propagó la misma herejía en Roma en el año 220 d.C, fué excomulgado por San Calixto. Es notable que la secta no fuera atrayente a la tradición: consideraban el Trinitarismo en posesión dondequiera que aparecieran – en Smirna, en Roma, en Africa, en Egipto. Por otro lado, San Hipólito, quien los combatió en su «Contra Neocio», sostiene la tradición apostólica para la doctrina de la Iglesia Católica: «Dejennos creer, amados hermanos, de acuerdo con la tradición de los Apóstoles, que Dios la Palabra vino del Cielo a la santísima Vírgen María, para salvar al hombre». De alguna manera, después (260 d.C.) Denis de Alejandría descubrió que el error fué diseminado en la Pentapolis de Libia, y dirigió una carta dogmática contra el a dos obispos, Eufanor y Ammonio. En ella, con el fin de enfatizar la distinción entre las Personas, nombró al Hijo poiema tou Theou y usó otras expresiones que sugerían que el Hijo era considerado entre las creaturas. Fue acusado de heterodoxia a San Dionisio de Roma quien sostuvo un concilio y le dirigió una carta que trataba de la verdadera doctrina Católica en relación al punto en cuestión. El Obispo de Alejandría contestó con una defensa de su ortodoxia titulada «Elegxhos kai apologia» donde corrigió lo que hubiera estado errado. Expresamente profesó su creencias en la consustancialidad del Hijo, usando el mismo término homoousios, el cual, luego, se tornó en la piedra angular de la ortodoxia en Nicea (P.G., XXV, 505). La historia de la controversia es concluyente en lo que respecta al estándar doctrinal de la Iglesia. Nos muestra que ella era firme en su rechazo, por un lado, de cualquier confusión respecto a las Personas y, por otro lado, cualquier negación de su consustancialidad. La información que tenemos en relación a otra herejía – aquella de Montano – nos entrega una nueva prueba que la doctrina de la Trinidad fué la enseñanza de la Iglesia el año 150 d.C. Tertuliano afirma en los términos más claros que lo que el sostenía como la Trinidad en cuanto católico, es lo mismo que afirma como Montanista («Adv. Prax», II,156); y en la misma obra explícitamente enseña la Divinidad de las Tres Personas, su distinción, la eternidad de Dios el Hijo (op.cit., xxvii). De la misma manera, Epifanio afirma la ortodoxia de los Montanistas en este tema. (Haer.,1xviii). Ahora bien no se puede suponer que los montanistas hayan aceptado ninguna enseñanza novedosa de la Iglesia Católica dada su secesión en la mitad del siglo 2. De aquí, puesto que hubo total acuerdo entre los dos cuerpos en relación a la Trinidad, tenemos aquí una prueba clara que el Trinitarismo era un artículo de fé en el tiempo cuando la tradición apostólica estaba lejos de ser reciente como para que cualquier error haya aparecido o se haya tornado tan vital.

Controversia posterior

No obstante la fuerza de los argumentos que hemos resumido, desde finales del siglo 17, se ha llevado a cabo hasta el presente una vigorosa controversia en relación a la doctrina Trinitaria de los Padres ante-Nicene.

Los escritores Socinianos del siglo 17 (ej. Sand, «Nucleus historiae ecclesiastic», Amsterdam, 1668) afirmó que el lenguaje de los primeros Padres, en muchos pasajes de sus obras muestran que no estaban de acuerdo con Atanasio, sino con Arius. Petavius, quien en ese período estaba comprometido con su gran trabajo teológico, fué convencido por sus argumentos, y permitió que, al menos algunos de estos Padres cayeran en graves errores. Por otro lado, su ortodoxia fué defendida vigorosamente por el divino Anglicano Dr. George Bull («Defensio Fidei Nicaen», Oxford, 1685) y subsecuentemente por Bossuet, Thomassinus y otros teólogos católicos. Aquellos que asumieron una visión menos favorable, afirmaron que muestran los siguientes puntos inconsistentes con la creencia post-Nicena de la Iglesia:

  • Que el Hijo, en relación a su Naturaleza Divina, es inferior y no igual al Padre;
  • Que el Hijo apareció solo en las teofanías del Antiguo Testamento, en tanto que el Padre es esencialmente invisible, sin embargo, el Hijo no;
  • Que el Hijo es un ser creado;
  • Que la generación del Hijo no es eterna, sino que se dió en el tiempo.

Debemos examinar estos cuatro puntos en orden:

Como prueba de la aseveración que muchos de los Padres negaron la igualidad del Hijo con el Padre, los pasajes son citados de Justin (Apol., I, xiii,xxxii), Ireneo (Adv. Haer., III, viii, n.3), Clem. Alej. («Strom», VII, ii), Hipólito (Con. Noet., n. 14), Origen (Con. Cels., VIII, xv). De este modo. Ireneo dice: «El ordenó, y ellos fueron creados…¿A Quién El ordenó? Su Palabra, por quien, dicen las Escrituras, los cielos fueron erigidos». Y Orígenes, loc. Cit., dice: «Declaramos que el Hijo no es mas poderoso que el Padre, sino inferior a El. Y esta creencia se sostiene por lo que Jesús Mismo dijo : «El Padre que me envió es más grande que Yo». Ahora, en relación a estos pasajes, debería nacer en la mente que hay dos formas de considerar la Trinidad. Podemos ver las Tres Personas en cuanto a que poseen igualmente Naturaleza Divina o, podemos considerar al Hijo y al Espíritu como derivando del Padre, Quien es la única fuente de Divinidad, y desde el Cual Ellos reciben todo lo que tienen y son. El primer modo de considerarlos ha sido la mas común desde la herejía Ariana. La última, sin embargo, era mas frecuente previo a aquel período. Bajo este aspecto, el Padre como siendo: la única fuente de todo, puede ser considerado mas grande que el Hijo. Por lo tanto, Atanasio, Basil, Gregorio de Nissa, y los Padres del Concilio de Sardicia, en su carta sinoidal, todos trataron las palabras de nuestro Señor enseñando «El Padre es mas grande que Yo» como haciendo referencia a Su Deidad (ct. Petavius, «De Trin.», II, ii, 7, vi, 11). Desde este punto de vista, se puede decir que en la creación del mundo, el Padre ordenó y su Hijo obedeció. La expresión no es aquella que pudo haber sido empleada por escritores latinos quienes insistían que la creación y todas las obras de Dios procedían de El mismo como Uno y no de Personas como distintas una de la otra. Pero esta verdad no era familiar para los primeros Padres.

Justin (Dial., n 60); Ireneo (Adv. haer., IV, xx, nn. 7, 11), Tertuliano («C. Marc.», II, 27; «Adv. Prax.», 15, 16), Novacio (De Trin., xviii, 25), Teófilo (Ad Autol., II, xxii), son acusados de enseñar que las teofanías eran incompatibles con la naturaleza esencial del Padre, sin embargo, no incompatibles con aquella del Hijo. En este caso, la dificultad también puede ser ampliamente eliminada si se recuerda que estos escritores veían todas las operaciones Divinas como procedentes de las Tres Personas como tales, y no la Deidad vista como Una. Ahora, la Revelación nos enseña que en la obra de la creación y redención del mundo, el Padre efectúa Su propósito a través del Hijo. A través de El, juzgará. En consecuencia era una creencia en estos escritores que, considerando la disposición presente de la Providencia, las teofonías solo pudieron haber sido obra del Hijo. Más aún, en Colosenses 1:15, el Hijo es expresamente nombrado «la imagen del Dios invisible.» (eikon tou Theou rou aoratou). Parece que tomaron esta expresión con estricta literalidad. La función de un eikon es manifestar lo que en sí mismo está escondido (ct. San Juan Damascano, «De imagin», III, n. 17). En consecuencia sostenían que la obra de revelación del Padre pertenece por naturaleza a la Segunda Persona de la Trinidad, y concluye que las teofonías eran Su obra.

Expresiones que parecen contener la declaracion que el Hijo fué creado se encuentran en Clemente de Alejandría (Strom., V, xiv; VI, vii), Tatian (Orat., v), Tertuliano («Adv. Prax.» vi; «Adv. «Adv. Hermong.», xviii, xx), Orígenes (In Joan., I, n. 22). Clemente habla de la Sabiduría como «creada antes de todas las cosas» del Padre. No obstante, el significado de estos autores está claro. En Colosenses 1:16, San Pablo dice que todas las cosas fueron creadas en el Hijo. Esto fué entendido que significaba que la creación tuvo lugar de acuerdo a ideas predeterminadas ejemplares por Dios y existiendo en la Palabra. Considerando esto, se puede decir que el Padre creó la Palabra, este término es usado en lugar de la más precisa generada, tanto como las ideas ejemplares de la creación fueron comunicadas por el Padre al Hijo. O, nuevamente, la actual Creación del mundo pudo haber sido expresada la creación de la Palabra, siendo que ocurre de acuerdo a las ideas que existen en la Palabra. Invariablemente, el contexto muestra que el pasaje debe ser entendido en uno u otro de estos sentidos. La expresión es, sin lugar a dudas, muy tosca y ciertamente nunca se hubiera empleado sino por el verso, Proverbios 8:22, el cual es dado en el Septuaginto y en las antiguas versiones latinas «EL SEÑOR me dio la vida* (ektike) como primicia de sus obras,* mucho antes de sus obras de antaño.» Como el pasaje fué entendido haciendo referencia al Hijo, éste planteó la pregunta ¿cómo se pudo decir que la Sabiduría fué creada? (Orígenes, «Princ.», I,ii, n.3) Más aún conviene recordar que una terminología precisa en relación a las relaciones entre las Tres Personas fué el fruto de las controversias que brotaron en el siglo cuarto. Los escritores de un período más temprano no estaban preocupados con el Arianismo, y emplearon expresiones las cuales, bajo la luz de los subsiguientes errores son vistos no sólo como meras imprecisiones, sino como peligrosas.

Se presentaron tal vez, mayores dificultades, por una serie de pasajes los cuales parecen afirmar que previo a la Creación del mundo, la Palabra no era una hipóstasis distinta del Padre. Eestas se encuentran en Justin (C. Tryphon., lxi), Tatian (Con. Graecos, v), Atenagoras (Legat., x), Theófilo (Ad Autol., II, x, 22); Hippolytus (Con. Noet., x); Tertullian («Adv. Prax.», v-vii; «Adv. Hermogenem» xviii). Es por esto que Teófilo escribe (op.cit.,n.22) «¿Qué más es esta voz (oída en el Paraíso) sino la Palabra de Dios Quien es también Su Hijo?…Porque antes, nada fué, El lo tenía a El como su consejero, siendo su propia mente y pensamiento (i.e. como el logos endiathetos, c.x)). Aunque cuando Dios quiso hacer todo lo que había determinado, entonces El Lo engendró como la Palabra pronunciada (logos prophorikos), el Primero de toda la creación, sin embargo, no el mismo dejado sin Razón (logos), sino habiendo engendrado Razón y por siempre en reciprocidad con Razón» Expresiones como éstas, se deben indudablemente a la influencia de la filosofía Estoica: el logos endiathetos y logos prophorikos, eran concepciones habituales de aquella escuela. Es evidente que estos apologetas buscaban explicar la Fe Cristiana a sus lectores paganos en términos con los cuáles los últimos estaban familiarizados. Algunos escritores católicos sin duda pensaron que la influencia de su instrucción previa los llevó al Subordinacionismo, a pesar que la Iglesia misma nunca se involucró en tal error. Sin embargo, no parece necesario adoptar esta conclusión. Si el punto de vista que tenían presente los escritores, entonces, las expresiones, extrañas como eran, serían vistas como no incompatibles con la creencia ortodoxa.

Como hemos dicho, los primeros Padres veían en Proverbios 8:22 y Colosenses 1:15, como distintivamente enseñando que hay un sentido en el cual la Palabra fué engendrada antes que todos los mundos, lo que puede correctamente decirse haber sido engendrada en el tiempo. Esta generación temporal que concebían no era otra que el acto de la creación. Ellos tenían esta visión como complemento a la generación eterna, tanto como si fuera la manifestación externa de aquellas ideas creativas las cuales desde toda la eternidad, el Padre ha comunicado a la Palabra Eterna. Aún más, en las mismas obras que contienen estas perplejantes expresiones, se encuentran otros pasajes que enseñan explícitamente la eternidad del Hijo, por lo que parece muy natural interpretarlas en este sentido. Más aún, conviene recordar que a través de este período, los teólogos, al tratar el tema de la relación de las Personas Divinas, entre sí, invariablemente las veían en conexión con la cosmogonía. Sólo después, en la era Nicena, aprendieron a prescindir del tema de la creación y trataron la Personalidad triple exclusivamente desde el punto de vista de la vida Divina del Altísimo. Cuando se llegó a este paso, las expresiones como aquellas, se tornaron imposibles.

 

LA TRINIDAD COMO UN MISTERIO

El primer Concilio Vaticano ha explicado el significado del término misterio en teología. Formula que un misterio es una verdad la cual no somos capaces de descubrir sino que es una Revelación Divina, pero la cual, aún cuando ha sido revelada se mantiene «escondida bajo el velo de la fe y, como quien dice, introducida en un sobre por una especie de oscuridad» (Const., «De fide. Cath», iv). En otras palabras, nuestra comprensión se mantiene solamente parcial incluso luego de haberse aceptado como parte del mensaje Divino. Podemos formarnos un concepto representativo a través de analogías y tipos, que expresan aquello que ha sido revelado, pero no podemos atrapar el conocomiento total el cual supone que los varios elementos del concepto están claramente entendidos y su compatibilidad recíproca manifiesta. En relación a la justificación de un misterio, la gestión de la razón natural sirve solamente para mostrar que no contiene imposibilidad intrínseca, y que cualquier objeción impulsada contra ella debe darse en Razón. Las expresiones tales como esas son sin dudas, señal que ellas violan las leyes del pensamiento, por ende, son inválidas. Más que esto no se puede hacer.

Aún más, el Primer Concilio Vaticano definió que la Fe Cristiana contiene estrictamente hablando, misterios (can. 4). Todos los teólogos admiten que la Trinidad es uno de ellos. Sin dudas, de todas las verdades reveladas esta es la más impenetrable a la razón. En consecuencia, no declararlo misterio, sería una virtual negación del canon en cuestión. Más aún, en palabras de Nuestro Señor en Mateo 9:27 dice «Nadie conoce al Hijo, sino el Padre» parece declarar expresamente que la Pluralidad de Personas en la Divinidad es una verdad completamente fuera del alcance de cualquier inteligencia creada. Los Padres, suministran muchos pasajes en los cuales se afirma la incomprensibilidad de la Naturaleza Divina. San Jerónimo dice en una frase muy conocida: «La verdadera profesion del misterio de la Trinidad, es adueñarse de la idea que no la comprendemos» (De mysterio Trinitatus recta confessio est ignoratio scientiae — «Proem ad 1. xviii in Isai.»). La controversia con los Eunonimos, que declararon que la Esencia Divina ha sido totalmente expresada en la absolutamente simple noción de «el Inaccesible» (agennetos), y que este era complementamente comprensible por la mente humana, llevó a muchos Padres Griegos a insistir en la incomprensibilidad de la Naturaleza Divina, más especialmente en relación a las procedencias internas. (San. Basilio. «In Eunom.», I, n. 14; St. Cyril de Jerusalem, «Cat.», VI; San Juan. Damasquino, «Fid. Orth.», I, ii, etc., etc.). Sin embargo, en fechas posteriores, se encuentran algunos famosos nombres que defienden la opinión contraria, como Anselmo («Monol.», 64), Abelardo («En Ep. Ad Rom.»), Hugo de San Víctor («De sacram» III, xi), y Ricardo de San Víctor («De Trin», III, v) todos declaran que es posible asignar razones perentorias porque Dios debe ser ambos Uno y Tres. Como explicación de esto, conviene hacer notar que en aquel período la relación de la filosofía con la doctrina revelada no era oscuramente entendida. Sólo luego, con el sistema aritotélico, obtuvo reconocimiento de los teólogos y el tema fué totalmente tratado. En el fermento intelectual de la época, Abelardo inició una tendencia racionalista: no sólo afirmó un conocimiento de la Trinidad a los filósofos paganos, sino que su propia doctrina trinitaria era prácticamente Sabelina. El error de Anselmo no se debió al racionalismo sino a una aplicación demasiado amplia del principio Agustiniano «Crede et intelligas». Hugo y Ricardo de San Víctor fueron, sin embargo, influenciados por las enseñanzas de Abelardo. Los errores de Raimundo Lully (1235-1315) en este sentido, eran incluso más extremos. Fueron expresamente condenados por Gregorio XI en el año 1.376. En el siglo 19 la influencia del Racionalismo prevaleciente, se manifestó en varios escritores católicos. Frohschammer and Günther afirmaron que el dogma de la Trinidad era capaz de probarse. Pío IX reprobó sus opiniones en más de una ocasión (Denzinger, 1655 sq., 1666 sq., 1709 sq.) y fué muy precavido contra esta tendencia que el Primer Concilio Vaticano envió los decretos en los cuales se hizo referencia. Un error, de alguna manera similar, aunque menos agraviante, se dió por el lado de Rosmini fué condenado el 14 de Diciembre de 1887 (Denz., 1915).

 

LA DOCTRINA INTERPRETADA POR LA TEOLOGIA GRIEGA

Naturaleza y Personalidad

Los Padres Griegos asumieron el problema de la doctrina trinitaria de una manera que difiere de manera particularmente importante de aquellos que, desde los días de San Agustín, habían sido tradicionales en la teología Latina. La teología Latina fijó el pensamiento primero sobre la Naturaleza y solo subsecuentemente en las Personas. La Personalidad fué vista como, para decirlo de alguna manera, el complemento final de la Naturaleza: La Naturaleza fué considerada como lógicamente previa a la Personalidad. En consecuencia, porque la naturaleza de Dios es una, El es conocido por nosotros como Un Dios antes de poder ser conocido como Tres Personas. Y cuando los teólogos hablan de Dios sin hacer especial mención a una Persona, lo conciben bajo este aspecto. Esto es completamente diferente desde el punto de vista griego. El pensamiento griego se fijó primero en las Tres Personas distintas: el Padre, Quien, como fuente y origen de todo, el nombre de Dios (Theos) le pertenece especialmente; el Hijo, que procede del Padre por generación eterna, y por lo tanto nominado correctamente Dios también; y el Espíritu Divino, que procede del Padre a través del Hijo. La Personalidad es tratada como lógicamente previa a la Naturaleza. Así como en la naturaleza humana es algo que los hombres individuales poseen, y que sólo puede ser concebida como perteneciente a.. y dependiente del individuo, así también la Naturaleza Divina es algo que pertenece a las Personas y no puede ser concebida independientemente de Ellas. El contraste parece notable en relación al tema de la creación. Todos los teólogos occidentales enseñan que la creación, como todas las obras externas de Dios, proceden de El como Uno: las Personalidades separadas no entran en consideración. Los griegos invariablemente hablan como si, en todas las obras Divinas, cada Persona ejerce una función separada. Ireneo replica a los Gnósticos, que sostienen que el mundo fué creado por el demiurgo otro que el Supremo Dios, al afirmar que Dios es el único Creador, y que El hace todas las cosas por Su Palabra y Su Sabiduría, el Hijo y el Espíritu (Adv. haer., I, xxii; II, iv, 4, 5, xxx, 9; IV, xx, 1). Una fórmula a menudo encontrada en los Padres Griegos es que todas las cosas son del Padre y son causadas por el Hijo en el Espíritu (Atanasio, «Ad Serap.», I, xxxi; Basil, «De Spiritu Sancto», n. 38; Cyril de Alejandría, «De Trin. dial.», VI). De este modo, también, Hipólito (Con Noet.,x) dice que Dios ha modelado todas las cosas por Su Palabra y Su Sabiduría creándolas por Su Palabra, y adornándolas por Su Sabiduría. (gar ta genomena dia Logou kai Sophias technazetai, Logo men ktizon Sophia de kosmon). El Credo Niceno aún conserva para nosotros este punto de vista. En él, aún profesamos nuestra creencia «en un Dios y Padre Todopoderoso, Creador del cielo y la tierra…y en Jesucristo Nuestro Señor…por Quien fueron hechas todas las cosas…y en el Espíritu Santo.

La Unidad Divina

Los Padres Griegos no olvidaron salvaguardar la doctrina de la Unidad Divina, aunque su punto de vista manifiestamente requería un tratamiento diferente de aquel empleado en Occidente. La consustancialidad de las Personas es afirmada por San Ireneo al decirnos que Dios creó el mundo por Su Hijo y Su Espíritu, «Sus dos manos» (Adv. Haer., IV, xx,1) El tenor de la frase es evidentemente indicativa que la Segunda y Tercera Personas no son substancialmente distintas de la Primera. Una descripción más filosófica es la doctrina de la Recapitulación (sygkephalaiosis). Esta, al parecer, primeramente encuentra correspondencia entre San Denis de Alejandría y San Dionisio de Roma. El primero escribe: «Nosotros, de este modo ? i.e., por la procedencia doble? extendemos la mónada ? la Primera Persona? a la Trinidad, sin causar ninguna división, y donde capitula la Trinidad en la mónada sin causar disminusión» (outo men emeis eis te ten Triada ten Monada, platynomen adiaireton, kai ten Triada palin ameioton eis ten Monada sygkephalaioumetha — P.G., XXV, 504). Aquí, la consustancialidad es afirmada sobre la base que el Hijo y el Espíritu, procedentes del Padre, no son, sin embargo, separados de El; mientras, nuevamente, con todas sus perfecciones, pueden ser considerados como contenido en El. Esta doctrina supone un punto de vista muy diferente del que hoy estamos familiarizados. Los Padres Griegos afirmaban que el Hijo, como la Sabiduría y el Poder del Padre (I Cor., 1:24) en un sentido formal, y en manera similar, el Espíritu como Su Santidad. Aparte del Hijo, el Padre puede ser sin Su Sabiduría; aparte del Espíritu El puede ser sin Su Santidad. Por eso, el Hijo y el Espíritu son considerados «Poderes» (Dynameis) del Padre. Pero mientras en las creaturas, los poderes y facultades son meras perfecciones accidentales, en el Todopoderoso son hipóstasis subsistentes. Denis de Alejandría en relación a la Segunda y Tercera Personas, las entiende como los «Poderes» del Padre, y habla de la Primera Persona como «extendido» a ellos y no dividisiones de ellos. Y, siendo lo que sea que tienen, fluyen de El, este escritor afirma que si fijamos nuestros pensamientos en la sola fuente de Deidas, lo encontramos en El sin disminucació, todo lo que está contenido en ellos.

La controversia Ariana condujo a la insistencia en la Homousía. Aunque con los Griegos este no es un punto de partida, sino una conclusión, el resultado de un análisis reflexivo. La filiación de la Segunda Persona implica que El ha recibido la Naturaleza Divina totalmente, y para las generaciones implica el origen de uno que es igual en naturaleza al principio originador. Pero aquí, está fuera de discusión el tema de la unidad meramente específica. La Esencia Divina no es capaz de multiplicación numérica; es, por lo tanto, razonaron ellos, idénticamente la misma naturaleza que ambos poseen. Una línea similar de argumentación, establece que la Naturaleza Divina, en tanto comunicada al Espíritu Santo, no es específicamente, sino numéricamente, uno con aquella del Padre y del Hijo La unidad de naturaleza era entendida por los Padres Griegos como involucrando unidad de voluntad y unidad de acción (energeia). Esto es lo que declararon que poseen las Tres Personas (Atanasio, «Adv. Sabell.», xii, 13; Basil, «Ep. clxxxix,» n. 7; Gregorio de Niza, «De orat. dom.,» Juan Damasquino, «De fide orth.», III, xiv). Es aquí donde vemos un imortante avance en la teología del Todopoderoso. Puesto que, como hemos notado, los primeros Padres concibieron invariablemente las Tres Personas como cada una ejerciendo una función distinta y separada.

Finalmente, tenemos la doctrina de la Circuminsesion (perichoresis). Por ella se entiende la inexistencia recíproca y compenetración de las Tres Personas. El término perichoresis fué usado por primera vez por San Juan Damasquino. Sin embargo, la doctrina se encontraba mucho antes. Así, San Cirilo de Alejandría sostenía que el Hijo es llamado la Palabra y Sabiduría del Padre por la recíproca inherencia de estos en la mente «(dia ten eis allela….,hos an eipoi tis, antembolen). San Juan Damasquino asigna una doble base a esta inexistencia de las Personas. En algunos pasajes él lo explica a través de la doctrina ya mencionada, que el Hijo y el Espíritu son dynameis del Padre (ct. «De recta sententia»). Así entendida, la Circuminsesión es un corolario de la doctrina de la Recapitulación. También la entendió como la identidad de esencia, voluntad y acción en las Personas. Donde éstas son peculiares al individuo, como es el caso en todas las creaturas, ahí, nos dice, tenemos existencia separada (kechorismenos einai). En la Divinidad, la esencia, la voluntad y la acción son sólo una. En consecuencia, entonces, la Circuminsesión tiene su base en la Homousía.

Es fácil observar que el sistema Griego estaba menos mejor adaptado para cumplir con las sutilezas de las herejías Ariana y Macedónica de lo que fué aquella subsiguiente desarrollada por San Agustín. Sin dudas, las controverias del siglo cuarto llevó notablemente a algunos de los Padres Griegos mas cerca de las posiciones de la teología Latina. Hemos visto que llegaron a afirmar que la acción de las Tres Personas no eran sino una. Incluso Dydimo emplea expresiones que parecen mostrar que él, como los Latinos, concibieron la Naturaleza como lógicamente antecedentes a las Personas. El comprendió el término Dios como significando la Trinidad total y no, como otros Griegos, sólo el Padre: «Cuando oramos, ya sea que decimos «Kyrie eleison» o «Oh Dios ayudanos» no olvidamos nuestra intención: porque incluímos el todo de la Santísima Trinidad en una Divinidad» (De Trin., II, xix).

Procedencia Mediata e Inmediata

La doctrina que el Espíritu es la imagen del Hijo, como el Hijo es la imagen del Padre, es característica de la teología Griega. Fué afirmada pore San Gregorio Taumaturgo en Su Credo. Fué asumida por San Atanasio como una premisa indiscutible en su controversia con los Macedónicos (Ad Serap., I, xx, xxi, xxiv; II, i, iv). Está implícita en las comparasiones empleadas ambas por el (Ad Serap. I, xix) y por San Gregorio Naziaceno (Orat. Xxxi, 31,32) de las Tres Personas con el sol, el rayo, la luz; y de la fuente, la primavera, y el arroyo. También lo encontramos en San Cirilo de Alejandría («Aff. Thesaurus», 33), San Juan Damasquino (Fid. Orth», I, 13), etc. Esto supone que la procedencia del Hijo del Padre es inmediata; que del Espíritu del Padre, es mediata. El procede del Padre a través del Hijo. Besarion observa con razón que los Padres que usaron estas expresiones concebían la Divina Procedencia como realizandose, por decirlo de alguna manera, dentro de una línea recta (P.G., CLXI, 224). Por otro lado, en la teología occidental, el diagrama simbólico de la Trinidad siempre ha sido un triángulo, siendo las relaciones de las Tres Personas entre sí, precisamente similares. Vale la pena hacer notar el punto, dado que la diversidad de respresentaciones diversas los lleva inevitablemente a expresiones muy diferentes de la misma verdad dogmática. Es claro que estos Padres pudieron haber rechazado sin menor fuerza que los Latinos la posterior herejía Potian, que el Espíritu Santo procede sólo del Padre.

El Hijo

La teología Griega sobre la Generación divina difiere en ciertos puntos particulares de la Latina. La mayoría de los teólogos occidentales basan su teoría en el Logos, dado por San Juan a la Segunda Persona. Este lo entendían en el sentido de un «concepto» (verbum mentale), y sostenían que la Generación Divina es análoga al acto a través del cual el intelecto crea el concepto. Esta explicación es desconocida entre los escritores Griegos. Declaran que la manera de la Generación Divina es del todo mas allá de nuestra comprensión. Sabemos por la Revelación que Dios tiene un Hijo; y varios otros términos aparte de Hijo, empleados en relación a El en las Escrituras, tales como Palabra, Brillo de Su gloria, etc, nos muestran que su filiación debe ser entendida como libre de cualquier relación. Más, no sabemos. (ct. Greg. Nazianzen, «Orat. xxix», p. 8, Cirilo de Jerusalem, «Cat.», xi, 19; Juan Damasquino, Fid. orth.», I, viii).

Solo una explicación puede darse, a saber, que la perfección que llamamos fecundidad, debe necesariamente encontrarse en Dios como Absolutamente Perfecta (San Juan Damasquino «Fid Orth», I, viii). Sin dudas, podría parecer que la gran mayoría de los Padre Griegos entendieron logos, no como un pensamiento mental; sino como la palabra absoluta («Dion Alej»; Atanasio, ibid; Ciril Alej. «De Trin», II). No veían en el término una revelación que el Hijo procede por medios intelectuales de procedencia, sino vista como una metáfora que pretende excluir asociaciones materiales en la filiación humana (Gregorio de Niza, «C.Eunom.» IV; Greg. Naz, «Orat xxx», p.20; Basil, «Hom. xvi»; Ciril de Alejandría, «Thesaurus assert.», vi).

Ya hemos advertido la visión que el Hijo es la Sabiduría y el Poder del Padre en un sentido total y formal. Esta enseñanza es constantemente recurrente desde los tiempos de Orígenes a aquel de San Juan Damasquino (Orígen apud Atan.,»De decr. Nic.», p. 27; Atanasio, «Con. Arianos», I, p. 19; Cirilo de Alejandría, «Thesaurus»; Juan Damasquino, «Fid.orth.», I, xii).

Está fundamentada en la filosofía platónica aceptada por la Escuela de Alejandría. Esta difiere en un punto fundamental de los teólogos Aristotélico-Escolásticos. En la filosofía Aristotélica, la perfección es siempre concebida estáticamente. Ninguna acción, trascendente o inmanente puede proceder de ningún agente a no ser que ese agente, concebido estáticamente, posea la perfección que sea que esté contenida en la acción. El punto de vista Alejandrino era otro. Para ellos, la perfección debe ser pensada como una actividad dinámica. Dios, como la suprema perfección, es desde toda eternidad, automovido, siempre adornandose a Sí mismo con Sus propios atributos: Derivan de El y, siendo Divino, no son accidentales, sino realidades subsistentes. Sin embargo, para estos pensadores, no hay imposibilidad en la suposición que Dios es sabio con la Sabiduría la cual es el resultado de Su propia acción inmanente, poderoso con el Poder el cuál procede de El. Los argumentos de los Padres Griegos, presuponen con frecuencia su filosofía como su fundamento; y a no ser que puedan ser claramente asumidos, el razonamiento que sobre sus premisas es concluyente, nos podría parecer inválido y falaz. Por eso es a veces impelido como una razón para rechazar el Arianismo que, si hubiera habido un tiempo cuando El Hijo no era, se sigue que Dios entonces debi´haber sido evadido de la Sabiduría y del Poder – una conclusión de la que incluso los Arianos huirían.

El Espíritu Santo

En la teología occidental, un punto que es motivo de alguna discusión, es el asunto respecto a porqué la Tercera Persona de la Santísima Trinidad es llamada Espíritu Santo. San Agustín sugiere que es porque El procede de ambos, el Padre y el Hijo, y, por lo tanto, en propiedad recibe un nombre aplicable a ambos (De Trin., xv, n.37) Para los Padres Griegos, quienes desarrollaron su teología del Espíritu bajo la luz de sus principios filosóficos que ya hemos visto, el asunto no presentaba dificultad. Su nombre, sostenían, nos revela su carácter distintivo como Tercera Persona, así como los nombres Padre e Hijo, manifiestan un carácter distintivo de la Primera y Segunda Personas. (cf. Gregorio Thaum., «Ecth. fid.»; Basil, «Ep. ccxiv», 4; Gregorio Naz.,»Or. xxv», 16). El es autoagiotes, la santidad hipostática de Dios, la santidad por la cual Dios es santo. Así como el Hijo es la Sabiduría y el Poder por el cual Dios es sabio y poderoso, así el Espíritu es la Santidad por el cual El es santo. Hubo un tiempo, como se atrevieron los Macedóneos a decir, cuando el Espíritu Santo no era, entonces, en aquel tiempo Dios pudo no haber sido santo. (San Gregorio Naziano, «Orat. xxxi», 4). Por otro lado, pneuma era entendido a menudo bajo la luz de Juan 10:22 donde Cristo, apareciéndose a lo Apóstoles, los sopló y les confirió a ellos el Espíritu Santo. El es el aliento de Cristo (Juan Damasquino, «Fid. Orth», 1, viii), aliento por El a nosotros, y morando en nosotros como el aliento de vida por el cual disfrutamos de vida sobrenatural como hijos de Dios (Cirilo de Alejandría «Thesaurus»; cf. Petav., «De Trin», V, viii). La gestión del Espíritu Santo, por lo tanto, al elevarnos al orden sobrenatural, es, sin embargo, concebida de una manera diferente por los teólogos occidentales.

De acuerdo a la doctrina occidental, Dios confiere al hombre gracia santificante, y consecuentemente entran a su alma en aquel regalo, las Tres Personas. Para la teología griega, el órden es al revés: el Espíritu Santo no viene a nosotros porque hayamos recibido gracia santificante; sino que, a través de su presencia, recibimos el regalo. El es el sello, El mismo imprimiendo en nosotros, la imagen Divina. Esa imagen Divina, sin lugar a dudas, realizada en nosotros, aunque el sello debe estar presente para asegurar la continua existencia de la impresión. Fuera de El, no se encuentra. (Origen, «En Juan. ii», vi; Didymus, «De Spiritu Sancto», x, 11; Atanasio, «Ep. ad. Serap.», III, iii). Esta Unión con el Espíritu Santo constituye nuestra deificación (theopoiesis). Tanto como El es la imagen de Cristo, El imprime la semejanza de Cristo sobre nosotros; siendo Cristo la imagen del Padre, nosotros también recibimos el carácter verdadero de hijos de Dios (Athanasius, loc.cit.; Gregory Naz., «Orat. xxxi», 4). Es en referencia a este trabajo que hemos visto que en el Credo Niceno-Constantinopolitano el Espíritu Santo es referido como el Dador de vida (zoopoios). En Occidente, hablamos mas naturalmente de gracia como la vida del alma. Pero para los Griegos es, por el Espíritu a través de cuya presencia personal, que vivimos. Tanto así como Dios dió vida natural a Adán al soplar sobre él su aliento de vida, así Cristo nos dá vida espiritual cuando El confiere en nosotros el regalo del Espíritu Santo.

 

LA DOCTRINA INTERPRETADA POR LA TEOLOGIA LATINA

La transición a la teología Latina de la Trinidad, fué trabajo de San Agustín. Los teólogos occidentales nunca salieron de las líneas centrales que él dejó, su sistema fue desarrollado en los Años Dorados de la Escolástica, sus detalles completados y su terminología perfeccionada. Recibó su forma final y clásica de Santo Tomás de Aquino. Aunque es necesario primero indicar en qué consistió la transición realizada por San Agustín. Esta se puede resumir en tres puntos:

Sostenía la Naturaleza Divina como previa a las Personalidades. Deus, es para el, no Dios el Padre, sino la Trinidad. Este fué un paso de primera importancia, porque salvaguardó tanto la unidad de Dios y la igualdad de las Persona de una manera que el sistema Griego nunca hizo. Como hemos visto, al menos uno de los Griegos, Dynamus, había adoptado este punto de partida y es posible que Agustín haya derivado su método al visualizar el misterio desde él. Pero hacerlo fundamento de todo el tratamiento de la doctrina, fué el trabajo del genio de Agustín.

Insistía que toda operación externa de Dios se debe a toda la Trinidad, y no puede ser atribuible a una sola Persona, salvo por apropiación. Como hemos visto, los Padres Griegos, llegaron a afirmar que la acción (energeia) de las Tres ersonas era una y una sola. Pero la doctrina de la apropiación era desconocida para ellos y, por lo tanto, el valor de esta conclusión, oscurecida por la teología tradicional que implicaba las distintas actividades del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Al señalar la analogía entre las dos procedencias dentro de la Divinidad y los actos internos del pensamiento y la voluntad en la mente humana (De Trin., IX, iii,3; xi, 17) se transformó en el fundador de la teoría psicológica de la Trinidad, la cual, con algunas excepciones, fué aceptada por todo escritor latino subsiguiente.

En la siguiente esposición de las doctrina latinas, seguiremos a Santo Tomás de Aquino, cuyo tratamiento de la doctrina es hoy universalmente aceptada por lo teólogos católicos. Se debe observar, sin embargo, que esta no es la única forma bajo la cual la teoría psicológica ha sido propuesta. Así también Ricardo de San Víctor, Alejandro de Hales y San Buenaventura, mientras adhieren en lo principal con la tradición occidental, estaban mas influenciados por el pensamiento Griego, y nos dieron un sistema que difiere de alguna manera con aquel de Santo Tomás.

El Hijo

Entre los términos empleados en las Escrituras para designar a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, está la Palabra (Juan 1:1). Esta es entendida por Santo Tomás como Verbum mentale, o concepto intelectual. Aplicado al Hijo, el nombre – sostiene – significa que El procede del Padre, como el término de un proceso intelectual, de forma análoga a aquel bajo el cual es generado un concepto por la mente humana en todos los actos del conocimiento natural. Es, sin dudas, asunto de fe que el Hijo procede del Padre por verdadera generación. Según el Credo Niceno-Constantinopolitano, El es, engendrado antes de todos los mundos» Pero la Procedencia de la Persona Divina como el término del acto por el cual Dios conoce Su propia naturaleza es propiamente llamada generación. Esto puede ser mostrado fácilmente. Así como en un acto de concepción intelectual, necesariamente produce la semejanza del objeto conocido. Y más aún, siendo acción Divina, no es un acto accidental por el que resulta el término, en sí mismo un mero accidente, sino el acto es la misma sustancia de la Divinidad, y el término, igualmente sustancial.

Un proceso que tiende necesariamente a la producción de un término sustancial como en la naturaleza de la Persona por Quien procede es un proceso de generación. En relación a este punto como sobre la procedencia del Hijo, San Anselmo presentó una dificultad (Monol. 1 xiv) con motivo de que pareciera involucrar que cada una de las Tres Personas debe necesitar una Palabra subsistente. Siendo que todos los Poderes poseen la misma mente, ¿no se sigue acaso – pregunta – que en cada caso entonces produce un término similar? Ante la dificultad, Santo Tomás la resuelve con éxito. Considerando su psicología, la formación de un concepto no es tan esencial al pensamiento, aunque es requisito para todo conocimiento natural humano. Por lo tanto, no hay fundamento en razón, aparte de la revelación, para sostener que el intelecto Divino produce un Verbum mentale. Sólo el testimonio de las Escrituras nos dice que el Padre, desde toda la eternidad, ha engendrado Su Palabra consustancial. Pero ni la razón ni la revelación sugieren esto en el caso de la Segunda y Tercera Personas. (I: 34:1, ad. 3).

No pocos escritores de gran solidez sostienen que hay suficiente consenso entre los Padres y los teólogos escolásticos en relación al significado de los nombres Palabra y Sabiduría (Proverbios 8) aplicados al Hijo, para nosotros en relación al proceso intelectual de la Segunda Persona como al menos teológicamente cierto, y si no, es una verdad revelada. (cf. Suarez, «De Trin.», I, v, p. 4; Petav., VI, i, 7; Franzelin, «De Trin.», Tésis xxvi).

Sin embargo, esto parece ser una exageración. La inmensa mayoría de los Padres Griegos, como ya lo hemos visto, interpretan logos como la palabra hablada, y consideran la significancia del nombre no como descansando en alguna enseñanza como la de la procedencia intelectual, sino en el hecho que implica un modo de generación exenta de toda pasión. En relación a la interpretación de Proverbios 8, tampoco la tradición en ningún sentido es unánime. Considerando estos hechos, la opinión de aquellos teólogos parecen el resonar de quienes vieron esta explicación de la procedencia simplemente como una opinión teológica de gran rpobabilidad y que harmoniza muy bien con la verdad revelada.

El Espíritu Santo

Así como el Hijo procede como el término de un acto immanente del intelecto, así también el Espíritu Santo procede como el término del acto de la voluntad Divina. En el amor humano, como enseña Santo Tomás (I:27:3) aunque el objeto sea externo a nosotros, no obstante el acto immanente de amor suscita en el alma un estado de ardor el cual es, como era, una impresión de la cosa amada. En virtud de esto, el objeto de amor está presente en nuestros afectos, como también, en relación a los conceptos, el objeto de pensamiento está presente en nuestro intelecto. Esta experiencia es el término del acto interno. Es afirmado, que El Espíritu Santo, procede del Padre y el Hijo como el término del amor por el cual Dios se ama A sí mismo. El no es el amor de Dios en el sentido de ser El mismo formalmente el amor por el cual Dios ama; sino al amarse a Sí mismo, Dios exhala este término subsistente. El es Amor Hipostático. Aquí, sin embargo, es necesario salvaguardar un punto de doctrina revelada. Es por fé la procedencia del Espíritu Santo y no es generación. El Hijo es «el único engendrado del Padre» (Juan 1:14). Y el Credo Atanasio expresamente descansa en que el Espíritu Santo es «del Padre y del Hijo, ni hecho, ni creado, ni generado, sino procedente». «Si el acto inmanente del intelecto es apropiadamente llamado generación, ¿bajó que fundamentos puede ese nombre ser negado en relación al acto de la voluntad?. Las respuestas dadas a esta dificultad por Santo Tomás, Ricardo de San Víctor y Alejandro de Hales son muy diferentes. Aquí será suficiente mostrar la solución de Santo Tomás. El dice que la procedencia intelectual es, por su propia naturaleza, la producción de un término en la semejanza de la cosa concebida. Esto no es así en relación al acto de la voluntad. Aquí el principal resultado es simplemente atraer al sujeto al objeto de su amor. Esta diferencia en los actos explica porque el nombre generación es aplicable solo al acto intelectual. La generación es esencialmente la producción de un semejante por un semejante. Y ningún proceso el cual no sea esencialmente de éste carácter, puede atribuirse el nombre. La doctrina de la procedencia del Espíritu Santo por medio del acto de la Divina voluntad se debe enteramente a San Agustín. No se encuentra entre ninguno de los Griegos, quienes simplemente declararon que la procesión del Espíritu estaba mas allá de nuestra comprensión, tampoco se encuentra en los Latinos antes de este tiempo. El menciona la opinión en favor en «De fide at Symbolo» (D.C. 393); y en «De Trinitate» (D.C. 415) donde lo desarrolla en toda su extensión. Sus enseñanzas fueron aceptadas por Occidente. Los Escolásticos buscaron apoyo en las Escrituras en el nombre del Espíritu Santo. Esto debe ser, argumentaban, como los nombres Padre e Hijo, un nombre expresivo de una relación dentro de la Divinidad, propia de la Persona que la tiene. Ahora bien, el atributo santo, como aplicable a persona o cosa, significa que el ser del cual es afirmada es devota de Dios. Se sigue, por lo tanto que, cuando se aplica a la Persona Divina como designando la relación que o une a las otras Personas, debe significar que la procedencia que determina Su origen es tal que por su naturaleza, involucra devoción a Dios. Pero aquella por la cual cualquier persona es devota a Dios, es amor. El argumento es ingenioso, pero difícilmente convincente; y lo mismo se puede decir de una pieza de razonamiento de algún modo similar en relación al nombre Espíritu (I:36:1). La teoría Latina es un noble esfuerzo del razonamiento humano por penetrar las verdades cuyas revelaciones han quedado bajo el velo del misterio. Como decimos, harmonizan con todas las verdades de fe. Están admirablemente adaptadas para ayudarnos a tener una comprensión total de la doctrina fundamental de la religión Cristiana. Pero mas que eso, no podemos decir. No posee la sanción de la revelación.

Las relaciones Divinas

La existencia de relaciones en la Divinidad, pueden ser inferidas inmediatamente de la doctrina de las procedencias, y también como verdad Revelada. Donde hay una procedencia real, el principio y el término se relacionan. Por lo tanto, ambas, la generación del Hijo y la procedencia del Espíritu Santo deben involucrar la existencia de relaciones reales y objetivas. Esta parte de la doctrina Trinitaria, era familiar para los Padres Griegos. En respuesta a la objeción de Eunomia, de que la consustancialidad hacía imposible cualquier distinción entre las Personas.

Gregorio de Niza replica: «Aunque sostenemos que la naturaleza ? en las Tres Personas? no es diferente, no negamos la diferencia que surge en relación a la fuente y de quién procede de la fuente [ten katato aition kai to aitiaton diaphoran]; sino que sólo es esto, admitimos que una Persona difiere de la otra.» («Quod non sunt tres dii»; ct. Greg. Naz, « Or. Theol.», V, ix; Juan Damasquino, «F.O.», I, viii). Agustín insiste que de las 10 categorías arostotélicas, dos, posición y relación, se encuentran en Dios. («De Trin», V,v). Pero fué en las manos de los teólogos escolásticos que el tema recibió su total desarrollo. Los resultados a los cuales llegaron,. Aunque no son reconocidos como parte del dogma, arrojan gran luz sobre el misterio e hicieron un gran servicio sobre las objeciones planteadas contra él. Desde el hecho que hay dos procedencias en la Divinidad, cada una implicando ambas, el principio y el término, se sigue que deben haber cuatro relaciones, dos de orígen (paternitas y spiratio) y dos de procedencia (filiato y processio). Estas relaciones son las que constituyen la distinción entre las Personas. No pueden distinguirse por ningún atributo absoluto, porque cada atributo absoluto debe pertenecer a la Naturaleza Divina infinita y esto es común a las Tres Personas. Cualquiera sea la distinción, ésta debe estar sólo en las relaciones. Todos los teólogos mantienen esta conclusión como absolutamente cierta. En las palabras de San Gregorio de Niza, se contiene la equivalencia, como asimismo fué claramente enunciado por San Anselmo («De process. Sp.», ii) y recibió sanción eclesiástica en el «Decretum pro Jacobitis» bajo la siguiente forma: «[In divinis] omnia sunt unum ubi non obviat relationis oppositio.» Siendo así, es evidente que las cuatro relaciones no suponen sino, las Tres Personas. Porque no hay oposición relativa entre inspiration por un lado y, paternidad o filiación por el otro. Por lo tanto, el atributo de inspiration se encuentra ligado con cada uno de estos, y en virtud de ello, cada uno se distinguen de su procedencia. Como comparten una y la misma Naturaleza Divina, así también poseen la misma virtus spirationis, y, por lo tanto constituyen un solo principio originador del Espíritu Santo. Puesto que las relaciones, y ellas solas, son distintas realidades en la Divinidad, se sigue que las Personas Divinas, no son sino, éstas relaciones. El Padre es la Divina Paternidad, el Hijo, la Divina Filiación, y el Espíritu Santo, la Divina Procedencia. De aquí es menester que nace en la mente que las relaciones no son meras determinaciones accidentales como lo sugieren los términos abstractos. Lo que sea que esté en Dios necesariamente debe ser subsistente.. El es la Sustancia Suprema, trascendente a las divisiones de las categorías aristotélicas. Por lo tanto, de una y al mismo tiempo El es ambos, sustancia y relación. (¿Cómo puede ser que deban haber en Dios relaciones reales, dado que es del todo imposible que la cantidad o la cualidad puedan ser encontrados en El? Es un tema que involucra una discusión que tiene que ver con la metafísica de las relaciones, la cual estaría fuera de lugar en un artículo como el presente). Se verá que la doctrina de las relaciones Divinas entrega una respuesta a la objeción que el dogma de la Trinidad involucra la falsedad del axioma que las cosas que son idénticas con la misma cosa, son idénticas entre sí. Respondemos que el axioma es perfectamente verdadero en relación a entidades absolutas, a las cuales se refiere solamente. Pero, cuando afirmamos en el dogma de la Trinidad que el Padre y el Hijo son semejantes idénticos con la Esencia Divina, estamos afirmando que la Sustancia Suprema Infinita es idéntica no son dos entidades absolutas, sino con cada una de las dos relaciones. Estas relaciones, en virtud de su naturaleza como correlativas, son necesariamente opuestas entre sí y, por lo tanto, diferentes. Nuevamente es dicho que si hay Tres Personas en la divinidad, ninguna puede ser infinita, porque cada una debe carecer de algo que las otras poseen. Respondemos que una relación, vista precisamente como tal, no es, como la cantidad o la cualidad, una perfección intrínseca. Nuevamente, cuando afirmamos que es relación de nada, afirmamos que se relaciona a algo más que sí mismo. La total perfección de la Divinidad está contenida en una Esencia Divina Infinita. El Padre es esa Esencia como eternamente en relación al Hijo y al Espíritu; el Hijo es esa Esencia como eternamente en relación al Padre y al Espíritu; el Espíritu Santo es esa Esencia como eternamente en relación al Padre y al Hijo. Pero la relación eterna por la cual cada una de las Tres Personas se constituyen no es un agregado a la perfección infinita de la Divinidad. La teoría de las relaciones también nos indica la solución a la dificultad más frecuentemente propuesta por los anti-Trinitarios. Se argumenta que desde que hay Tres Personas, deben haber tres auto-conciencias: pero la mente Divina ex hypothesi es una, y por lo tanto, no puede sino poseer una sola auto conciencia; en otras palabras, el dogma contiene una contradicción irreconciliable. Toda la objeción descansa sobre una petitio principii: porque toma por seguro la identificación de la persona con mente con auto- conciencia. Esta identificación es rechazada por los filósofos católicos como del todo, descarriada. Ninguna persona ni mente es auto-conciencia; aunque una persona necesariamente debe poseer auto-conciencia, y la conciencia responde de la existencia de la mente. Aceptado que en la mente infinita, en la cual las cateogrías son trascendentes, hay tres relaciones las cuales son realidades subsistentes, distintas una de la otra en virtud de su relativa oposición, luego se sigue que la misma mente tendrá una triple conciencia, conociendose a sí misma en tres modos de acuerdo con sus tres modos de existencia. Es imposible establecer que, en relación a la mente infinita, tal suposición involucra una contradicción. El problema fué tomado por los Escolásticos: ¿En qué sentido debemos entender el Divino acto de generación?. Tal como concebimos las cosas, las relaciones de paternidad y filiación de deben a un acto por el cual el Padre genera al Hijo; las relaciones de inspiración y procedencia, a un acto por el cual el Padre y el Hijo alientan el Espíritu Santo. Santo Tomás responde que los actos son idénticos con las relaciones de generación y inspiración; solo el modo de expresión de nuestra parte es diferente (I:41:3, ad.2). Esto se debe al hecho que las formas semejantes a nuestro pensamiento y nuestro lenguaje están moldeados sobre el mundo material en el cual vivimos. En este mundo la originación es en todo caso debido al efecto de un cambio. Llamamos efecto de un cambio, acción, y su recepción, pasión. Por lo tanto, acción y pasión son diferentes de las relaciones permanentes consecuentes a ellas. Pero en la Divinidad, la originación es eterna: no es el resultado del cambio. Por lo tanto, el término que significa acción denota no la producción de la relación, sino puramente la relación del Originador a lo Orioginado. La terminología es inevitable porque las limitaciones de nuestra experiencia nos fuerza a representar esta relación como debido a un acto. Sin dudas, a través de todo el tema estamos trabados por la inperfección del lenguaje humano como un instrumento con que expresamos verdades superiores que los hechos del mundo. Cuando, por ejemplo, decimos que el Hijo posee filiación y spiración, los términos parecen sugerir que estas son forma inherentes en El cómo en un sujeto. Sabemos, sin dudas, que en las Personas Divinas no puede haber composición: son abolutamente simples. Sin embargo, estamos forzados a hablar de este modo: Para la Personalidad unica, emreo, su simplicidad, está relacionada a las otras y por diferentes relaciones. No podemos expresar esto salvo atribuyendo a El filiación e inspiración. (I:32:2).

Misión Divina

Hemos visto que toda acción de Dios en relación al mundo creado, procede indiferentemente de las Tres Personas. Entonces, ¿en qué sentido entendemos textos sales como «Dios envió…a su Hijo al mundo? (Juan 3:17) y «Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre…»» (Juan 15.26)? ¿Qué significa la misión del Hijo y del Espíritu Santo? Para responder a esto, la misión supone dos condiciones:

  • Que la persona enviada debe, de algún modo, proceder del que envía y,
  • Que la persona enviada debe llegar al lugar indicado.

Sin embargo, la procedencia puede darse de varias maneras – por órden, consejo e incluso originación. Por lo tanto decimos que un rey envía un mensajero y que un árbol echa capullos. La segunda condición, también, es satisfecha ya sea si la persona enviada llega a estar en algún lugar donde previamente no estaba, o si, aunque el ya estaba ahí, llega para estar ahí de distinta manera. Aunque Dios el Hijo ya estaba presente en el mundo por motivo de Su Divinidad, Su Encarnación lo hizo presente allí de un modo nuevo. En virtud de su nueva presencia y de Su procedencia del Padre, es correcto decir que El ha sido enviado al mundo. Así también en relación a la misión del Espíritu Santo. El don de la gracia otorga a la Santísima Trinidad presencia en el alma de una manera nueva: esto es, como el objeto de directa aunque incipiente conocimiento y como objeto de amor experimental. En razón de este nuevo modo de presencia común a toda la Trinidad, la Segunda y Tercera Personas, dado que cada una recibe la Naturaleza Divina por medio de procedencia, se puede decir que son enviadas al alma.

Referencias

Entre las numerosas obras patrísticas sobre el tema, los siguientes tienen mención especial:

San. ATANASIO, Orationes quatuor contra Arianos; IDEM, Liber de Trinitate et Spiritu Sancto; San GREGORIO NAZIANO, Orationes V de theologia; DIDYMUS ALEJ., Libri III de Trinitate; IDEM, Liber de Spir. Sancto; SAN HILARIO DE POITIERS, Libri XII de Trinitate; SAN. AGUSTIN, Libri XV de Trinitate; SAN. JUAN DAMASQUINO, Liber de Trinitate; IDEM, De fide orthodoxa, I.
Entre los teólogos medievales: San. ANSELMO, Lib. I. de fide Trinitatis; RICARDO DE SAN. VICTOR, Libri VI de Trinitate; SANTO TOMAS, Summa, I, xxvii-xliii; BESSARION, Liber de Spiritu Saneto contra Marcum Ephesinum.
Entre los escritores más recientes: PETAVIUS, De Trinitate; NEWMAN. Causes of the Rise and Success of Arianism in Theol. Tracts. (Londres, 1864).

Fuente G. H. JOYCE para Enciclopedia Católica
 
 

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Doctrina FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María REFLEXIONES Y DOCTRINA

La Santísima Trinidad en la Iglesia primitiva y los Padres de la Iglesia

LA DIDACHÉ

Es un excelente testimonio del pensamiento de la Iglesia primitiva, y lo mencionamos por incluir un testimonio de como la fórmula bautismal Trinitaria era utilizada por la Iglesia Primitiva.

“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva”[2]

 

EL MARTIRIO DE POLICARPO

Es una carta de la Iglesia de Esmirna a la comunidad de Filomenio donde se narra el martirio de San Policarpo, discípulo directo del apóstol San Juan y obispo de Esmirna.

Es uno de los escritos apostólicos que hace uso de las bellas doxologías Trinitarias que expresan tan claramente el dogma Trinitario.

“A Él [Jesucristo] sea la gloria con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén” [3]

 

EL PASTOR DE HERMAS

Considerados entre los escritos de los Padres Apostólicos, aunque comenta Quasten, pertenece al grupo de los Apocalipsis apócrifos. Contiene las revelaciones que realizaron dos figuras celestiales a Hermas que realizaron dos figuras celestiales a Hermas.

“Al Espíritu Santo, que es preexistente, que creó toda la creación. Dios le hizo morar en el cuerpo de carne que El quiso. Ahora bien, esta carne en que habitó el Espíritu Santo sirvió bien al Espíritu, caminando en santidad y pureza, sin mancillar absolutamente en nada al mismo Espíritu. Como hubiera, pues, llevado ella una conducta excelente y pura y tenido parte en todo trabajo del Espíritu y cooperado con El en todo negocio, portándose siempre fuerte y valerosamente, Dios la tomó por partícipe juntamente con el Espíritu Santo. En efecto, la conducta de esta carne agradó a Dios, por no haberse mancillado sobre la tierra mientras tuvo consigo al Espíritu Santo. Así, pues, tomó por consejero a su Hijo y a los ángeles gloriosos, para que esta carne, que había servido sin reproche al Espíritu, alcanzara también algún lugar de habitación y no pareciera que se perdía el galardón de este servicio. Porque toda carne en que moró el Espíritu Santo, si fuere hallada pura y sin mancha, recibirá su recompensa” [4]

En base a este texto explica Quasten: “Según este pasaje, parece que para Hermas la Trinidad consiste en Dios Padre, en una segunda persona divina, el Espíritu Santo, que él identifica con el Hijo de Dios, y, finalmente, en el Salvador, elevado a formar parte de su sociedad como premio a sus merecimientos. En otras palabras, Hermas considera al Salvador como Hijo adoptivo de Dios por lo que se refiere a su naturaleza humana.”

 

IGNACIO DE ANTIOQUÍA (AÑO 110 D.C)

San Ignacio reconoce numerosas veces a Cristo como Dios.

“Ignacio, por sobrenombre Portador de Dios: A la bendecida en grandeza de Dios con plenitud: a la predestinada desde antes de los siglos a servir por siempre para gloria duradera e inconmovible, gloria unida y escogida por gracia de la pasión verdadera y por voluntad de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Dios; a la Iglesia digna de toda bienaventuranza, que está en Éfeso de Asia, mi saludo cordialísimo en Jesucristo y en la alegría sin mácula.”[5]

“Un médico hay, sin embargo, que es carnal a par que espiritual, engendrado y no engendrado, en la carne hecho Dios, hijo de María e hijo de Dios, primero pasible y luego impasible, Jesucristo nuestro Señor”[6]

“La verdad es que nuestro Dios Jesús, el Ungido, fue llevado por María en su seno conforme a la dispensación de Dios; del linaje, cierto, de David; por obra, empero, del Espíritu Santo. El cual nació y fue bautizado, a fin de purificar el agua con su pasión”[7].

“Ignacio, por sobrenombre Portador de Dios: A la Iglesia que alcanzó misericordia en la magnificencia del Padre altísimo y de Jesucristo su único Hijo: la que es amada y está iluminada por voluntad de Aquel que ha querido todas las cosas que existen, según la fe y la caridad de Jesucristo Dios nuestro”[8]

Más adelante en la misma epístola a los romanos:

“Permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios”[9]

“Yo glorifico a Jesucristo, Dios, que es quien hasta tal punto os ha hecho sabios; pues muy bien me di cuenta de cuán apercibidos estáis de fe inconmovible, bien así como si estuvierais clavados, en carne y en espíritu, sobre la cruz de Jesucristo”[10]

Para San Ignacio Cristo está por encima del tiempo, y es intemporal, lo cual es una forma de decir que existe desde toda la eternidad.

“…Aguarda al que está por encima del tiempo, al Intemporal, al Invisible, que por nosotros se hizo visible; al Impalpable, al Impasible, que por nosotros se hizo pasible: al que por todos los modos sufrió por nosotros?”[11]

 

ARÍSTIDES (SIGLO II)

Dejó una apología de la fe, la cual se consideraba perdida, hasta que fue en 1878 los Mequitaristas de San Lázaro de Venecia publicaron un manuscrito del siglo X, fragmento armenio de una apología intitulada “Al emperador Adriano César de parte del filósofo ateniense Arístides.” Posteriormente en 1889, el sabio americano Rendel Harris descubrió una traducción completa en sirio de esta apología. En dicha apología Arístides utiliza la fórmula Trinitaria mencionando a las tres Personas Divinas.

“Esté tuvo doce discípulos, los cuales, después de su ascensión a los cielos, salieron a las provincias del Imperio y enseñaron la grandeza de Cristo, al modo que uno de ellos recorrió nuestros mismos lugares predicando la doctrina de la verdad, pues conocen al Dios creador y artífice del universo en su Hijo Unigénito y en el Espíritu Santo, y no adoran a ningún otro Dios fuera de éste”[12]

 

ATENÁGORAS DE ATENAS (SIGLO II)

Atenágoras aún sin usar el término Trinidad es bastante explícito al definirla. También rechaza el subordinacionismo, y de la tendencia que posteriormente tomaría el arrianismo al considerar a Cristo un ser creado, tal como se deduce del siguiente texto escrito alrededor del 177 d.C.:

“Y si por la eminencia de vuestra inteligencia se os ocurre preguntar qué quiere decir “hijo,” lo diré brevemente: El Hijo es el primer brote del Padre, no como hecho, puesto que desde el principio, Dios, que es inteligencia eterna, tenía en sí mismo al Verbo, siendo eternamente racional, sino como procediendo de Dios, cuando todas las cosas materiales eran naturaleza informe y tierra inerte y estaban mezcladas las más gruesas con las más ligeras para ser sobre ellas idea y operación”.[13]

He aquí su forma de explicar la Trinidad:

“Así, pues, suficientemente queda demostrado que no somos ateos, pues admitimos a un solo Dios increado y eterno e invisible, impasible, incomprensible e inmenso, sólo por la inteligencia a la razón comprensible… ¿Quién, pues, no se sorprenderá de oír llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre y a un Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden?”[14]

 

TACIANO EL SIRIO (SIGLO II)

Ha llegado hasta nosotros su discurso contar los griegos, obra donde ataca el politeísmo.

“Porque no estamos locos, oh helenos, ni predicamos tonterías, cuando anunciamos que Dios apareció en forma humana. Vosotros que insultáis, comparad vuestros mitos con nuestras narraciones” [15]

 

MELINTÓN DE SARDES (SIGLO II)

Luego de un hallazgo reciente en 1930 se publicó su Homilía sobre la Pasión donde San Melintón expone una cristología muy lúcida donde el concepto de la divinidad y preexistencia de Cristo dominan toda su teología.

“Porque, nacido como hijo, conducido como cordero, sacrificado como una oveja, enterrado como un hombre, resucitó de los muertos como Dios, siendo por naturaleza Dios y hombre. El es todo: por cuanto juzga, es Ley; en cuanto enseña, Verbo; en cuanto , salva, Gracia; en cuanto que engendra, Padre; en cuanto que es engendrado, Hijo; en cuanto que sufre, oveja sacrificial; en cuanto que es sepultado, Hombre; en cuanto que resucita, Dios. Este es Jesucristo, a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos”[16]

Afirma también la preexistencia de Cristo

“Este es el primogénito de Dios, que fue engendrado antes que el lucero matutino, que hizo levantarse la luz, que hizo brillar al día, que separó las tinieblas, que puso la primera base, que suspendió la tierra en su lugar, que secó los abismos, que extendió el firmamento, que puso orden en el mundo”[17]

En los fragmentos que tenemos por Anastasio el Sinaita habla de las dos naturalezas de Cristo, y de cómo es a la vez verdadero Hombre y verdadero Dios.

“No es de ninguna manera necesario que al tratar con personas inteligentes, aducir que las acciones de Cristo después de su bautismo como prueba que su alma y su cuerpo, su naturaleza humana, eran como las nuestras, verdaderas y no fantasmales. Las actividades de Cristo después de su bautismo, y especialmente sus milagros, dieron pruebas al mundo de la deidad ocultada en su carne. Siendo Dios y además hombre perfecto, él dio indicaciones positivas de sus dos naturalezas: de su deidad, por los milagros durante los tres años que siguen después de su bautismo, de su humanidad, en los treinta años que vinieron antes de su bautismo, durante el cual, por causa de su condición según la carne, él encubriera las muestras de su deidad, aunque él fuera Dios verdadero que existía antes de las edades”[18]

 

IRENEO DE LYON (140 D.C.- 202 D.C.)

En su célebre tratado “Contra las Herejías” expresa con claridad la fe Trinitaria de la Iglesia en un Solo Dios Padre, un Solo Señor Jesucristo y en el Espíritu Santo. Para el obispo Jesucristo es para la los cristianos “Señor y Dios y Salvador y Rey”. Particularmente importante es su testimonio sobre que dicha doctrina es predicada y creída por todas las Iglesias del orbe, cual si tuvieran una sola boca o un solo corazón, ya que este testimonio es bastante anterior al concilio de Nicea.

“1.5. La única fe de la Iglesia

10,1. La Iglesia, extendida por el orbe del universo hasta los confines de la tierra, recibió de los Apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios Padre Soberano universal «que hizo los cielos y la tierra y el mar y todo cuanto hay en ellos» , y en un solo Jesucristo Hijo de Dios, encarnado por nuestra salvación, y en el Espíritu Santo, que por los profetas proclamó las Economías y el advenimiento, la generación por medio de la Virgen, la pasión y la resurrección de entre los muertos y la asunción a los cielos del amado Jesucristo nuestro Señor; y su advenimiento de los cielos en la gloria del Padre para recapitular todas las cosas y para resucitar toda carne del género humano; de modo que ante Jesucristo nuestro Señor y Dios y Salvador y rey, según el beneplácito del Padre invisible «toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los infiernos, y toda lengua lo confiese». El juzgará a todos justamente, los «espíritus del mal» y los ángeles que cayeron y a los hombres apostatas, impíos, injustos y blasfemos, para enviarlos al fuego eterno, y para dar como premio a los justos y santos que observan sus mandatos y perseveran en su amor, unos desde el principio, otros desde el momento de su conversión, para la vida incorruptible, y rodearlos de la luz eterna.

10,2. Como antes hemos dicho, la Iglesia recibió esta predicación y esta fe, y, extendida por toda la tierra, con cuidado la custodia como si habitara en una sola familia. Conserva una misma fe, como si tuviese una sola alma y un solo corazón, y la prédica, enseña y transmite con una misma voz, como si no tuviese sino una sola boca. Ciertamente son diversas las lenguas, según las diversas regiones, pero la fuerza de la Tradición es una y la misma. Las iglesias de la Germania no creen de manera diversa ni transmiten otra doctrina diferente de la que predican las de Iberia o de los Celtas, o las del Oriente, como las de Egipto o Libia, así como tampoco de las iglesias constituidas en el centro del mundo; sino que, así como el sol, que es una criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la luz, que es la predicación de la verdad, brilla en todas partes e ilumina a todos los seres humanos que quieren venir al conocimiento de la verdad. Y ni aquel que sobresale por su elocuencia entre los jefes de la Iglesia predica cosas diferentes de éstas -porque ningún discípulo está sobre su Maestro, ni el más débil en la palabra recorta la Tradición: siendo una y la misma fe, ni el que mucho puede explicar sobre ella la aumenta, ni el que menos puede la disminuye”[19]

Interpreta que cuando Dios dice “Hagamos al hombre a imagen y semejanza” habla al Hijo y al Espíritu Santo. Afirma que Cristo es engendrado, pero que nadie conoce los misterios de esta generación, por lo que es vano que los herejes gnósticos intenten explicarla.

“Así pues, si alguien nos pregunta: «¿Cómo el Padre emitió al Hijo?», le respondemos que esta producción, o generación, o pronunciación, o parto, o cualquier otro nombre con el que quiera llamarse este origen, es inefable. No la conocen ni Valentín, ni Marción, ni Saturnino, ni Basílides, ni los Ángeles, ni los Poderes, ni las Potestades, sino sólo el Padre que lo engendró y el Hijo que de él nació. Siendo, pues, inefable esta generación, quienquiera se atreva a narrar las generaciones y emanaciones, no está en su mente cuando promete describir lo indescriptible.”[20]

Más claro es en el libro III vuelve a declarar a Cristo como Dios, Señor, siempre Rey, Unigénito y Verbo encarnado:

“Que ninguno de entre todos los hijos de Adán sea llamado Dios por sí mismo, o proclamado Señor, lo hemos demostrado por las Escrituras; y que él solo entre todos los hombres de su tiempo sea proclamado Dios y Señor, siempre Rey, Unigénito y Verbo encarnado, por todos los profetas y Apóstoles y aun por el mismo Espíritu, es cosa que pueden ver todos aquellos que acepten un poco de la verdad” [21].

Enseña que Cristo es Verdadero Hombre y Verdadero Dios:

“Las Escrituras no darían todos estos testimonios acerca de él, si fuese sólo un hombre semejante a todos. Pero como tuvo una generación sobre todas luminosa, del Padre Altísimo, y también llevó a término la concepción de la Virgen, las divinas Escrituras testimonian ambas cosas sobre él: que es hombre sin belleza y pasible, que se sentó sobre el pollino de una asna, que bebió hiel y vinagre, que fue despreciado del pueblo y que descendió hasta la muerte; pero también que es Señor santo y Consejero admirable, hermoso a la vista, Dios fuerte, que viene sobre las nubes como Juez de todos. Esto es lo que las Escrituras profetizan de él.

En cuanto hombre, lo era para ser tentado; en cuanto Verbo, para ser glorificado; el Verbo se reposó para que pudiera ser tentado, deshonrado, crucificado y muerto, habitando en aquel hombre que vence y soporta (el sufrimiento) y se comporta como hombre de bien y resucita y es asunto al cielo. Este es el Hijo de Dios, Señor nuestro, Verbo existente del Padre e Hijo del Hombre porque nació de la Virgen María; que tuvo su origen de los hombres pues ella misma era un ser humano; tuvo la generación en cuanto hombre, y así llegó a ser Hijo del Hombre”[22].

Se opone con más de dos siglos de antelación a la herejía del arrianismo que afirmaría que hubo un tiempo en que el Hijo no estuvo con el Padre. También con antelación rechaza el modalismo diferenciando entre las Tres Divinas Personas:

“Que el Verbo, o sea el Hijo, ha estado siempre con el Padre, de múltiples maneras lo hemos demostrado. Y que también su Sabiduría, o sea el Espíritu estaba con El antes de la creación”[23].

Sin embargo, hay autores que opinan que no está completamente libre de subordinacionismo, lo cual podría considerarse heterodoxo a la luz de la teología posterior.

“Si, por ejemplo, alguien busca el motivo por el cual sólo el Padre conoce el día y la hora, aunque todo le comunica a su Hijo, el mismo Señor lo ha dicho, y nadie puede inventar otro sin riesgo (de equivocarse), porque sólo el Señor es el Maestro de la verdad; y él nos ha dicho que el Padre está sobre todas las cosas, pues dijo: «El Padre es mayor que yo» (Jn 14,28). El Señor, pues, ha presentado al Padre como superior a todos respecto a su conocimiento, a fin de que nosotros, mientras caminamos por este mundo (1 Cor 7,31), dejemos a Dios el saber hasta el fondo tales cuestiones; porque si pretendemos investigar la profundidad del Padre (Rom 11,33), corremos el peligro de preguntar incluso si hay otro Dios por encima de Dios”[24]

“El Padre sostiene al mismo tiempo toda su creación y a su Verbo; y el Verbo que el Padre sostiene, concede a todos el Espíritu, según la voluntad del Padre: a unos en la creación misma les da el (espíritu) de la creación, que es creado; a otros el de adopción, esto es, el que proviene del Padre, que es obra de su generación. Así se revela como único el Dios y Padre, que está sobre todo, a través de todas y en todas las cosas. El Padre está sobre todos los seres, y es la cabeza de Cristo (1 Cor 11,3); por medio de todas las cosas obra el Verbo, que es Cabeza de la Iglesia; y en todas las cosas, porque el Espíritu está en nosotros, el cual es el agua viva (Jn 7,38-39) que Dios otorga a quienes creen rectamente en él y lo aman, y saben que «uno sólo es el Padre, que está sobre todas las cosas, por todas y en todas” [25]

 

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA (MEDIADOS DEL SIGLO II – ANTES DEL 215)

En su obra El Protréptico o Exhortación a los griegos escribe

“La palabra, entonces, el Cristo, es la causa de nuestro antiguo principio – porque El Estaba en Dios – y de nuestro bienestar. Y ahora esta misma palabra ha aparecido como hombre. Él solo es Dios y Hombre, y la fuente de todas las cosas buenas. Es por él que nos enseña a vivir bien y entonces somos enviados hacia la vida eterna….Él es la nueva canción, La manifestación que ahora nos ha sido hecha, de la palabra que existió en el principio y antes del principio. El salvador, que existió antes, ha aparecido solo posteriormente. Él que ha aparecido está en Él que es, por la Palabra que estaba con Dios, la Palabra por la cual todas las cosas fueron hechas, ha aparecido como nuestro maestro, y él, que nos concedió vida en el principio, cuando, como nuestro creador, Él nos formó, ahora que Él ha aparecido como nuestro maestro, nos ha enseñado a vivir bien de modo que, luego, como Dios, podría darnos abundante con vida eterna”[26]

En su comentario sobre a la primera epístola de Juan escribe “El Hijo de Dios, siendo, por igualdad de sustancia, uno con el Padre, es eterno e increado”

Más adelante en la misma obra sigue profundizando en su teología del logos afirmando que la divina palabra es “evidentemente verdadero Dios”, y es agregando que estaba “al mismo nivel” en el Padre, lo cual probaría que tampoco tenía inclinaciones subordinacionistas.

“Desdeñado en cuanto a su apariencia pero en realidad adorado, el Expiador, el Salvador , la Palabra Divina, Él que es absoluta y evidentemente Dios Verdadero, Él que está puesto al mismo nivel del Señor del Universo porque Él era su hijo, y la palabra estaba en Dios”[27]

En El Pedagogo (una obra de tres libros, viene a ser la continuación del Protréptico) explica el capítulo 2 del libro I:

“…mis niños, nuestro instructor es como su Dios del padre, cuyo hijo Él es, libre de pecado, libre de culpa, y con un alma desprovista de la pasión; Dios en forma de hombre, inoxidable, el ministro de su Padre y la palabra que es Dios, que está en el padre, que es la mano derecha del padre, y con la forma de Dios es Dios. Él es para nosotros una imagen intachable…”[28]

 

TEÓFILO DE ANTIOQUÍA  (SIGLO II)

Así como Tertuliano sería el primero en utilizar el vocablo latino Trinitas para expresar la unión de las tres Divinas Personas en Dios.

“Los tres días que preceden a la creación de los luminares son símbolo de la Trinidad, de Dios, de su Verbo y de su Sabiduría”[29]

“Teniendo, pues, Dios a su Verbo inmanente en sus propias entrañas, le engendró con su propia sabiduría, emitiéndole antes de todas las cosas. A este Verbo tuvo El por ministro de su creación y por su medio hizo todas las cosas….Este se llama principio, pues es Príncipe y Señor de todas las cosas por El fabricadas”.[30]

“Dios, sí, el Padre del universo, es inmenso y no se haya limitado a un lugar, pues no hay lugar de su descanso; mas su Verbo, por el que hizo todas las cosas, como potencia y sabiduría suya que es, tomando la figura del Padre y Señor del universo, ése fue el que se presentó en el jardín en figura de Dios y conversaba con Adán. Y, en efecto, la misma divina Escritura nos enseña que Adán dijo haber oído su voz. Y esa voz, ¿qué otra cosa es sino el Verbo de Dios, que es también hijo suyo? Hijo, no al modo que poetas y mitógrafos dicen que nacen hijos de los dioses por unión carnal, sino como la verdad explica que el Verbo de Dios está siempre inmanente en el corazón de Dios. Porque antes de crear nada, a éste tenía por consejero, como mente y pensamiento suyo que era. Y cuando Dios quiso hacer cuanto había deliberado, engendró a este Verbo proferido como primogénito de toda creación, no vaciándose de su Verbo, sino engendrando al Verbo y conversando siempre con Él. De ahí que nos enseñan las santas Escrituras y todos los inspirados por el Espíritu, de entre los cuales Juan dice: En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios; dando a entender que en los comienzos estaba Dios solo y en El su Verbo. Y luego dice Y Dios era el Verbo”[31]

 

TERTULIANO (160 – 220 D.C.)

Fue el primero en aplicar el vocablo latino Trinitas (Trinidad) a las tres divinas Personas. En De pudicitia (Sobre la modestia) escribe:

“..Para la misma iglesia es, propiamente y principalmente, el Espíritu mismo, en el cual es la Trinidad de Una Divinidad – Padre, Hijo y Espíritu Santo”[32]

En Adversas Praxean (Contra Práxeas) da una explicación de la doctrina Trinitaria aún más completa:

“Sin embargo, como hemos hecho de hecho siempre (y más especialmente desde que hemos sido mejor instruidos por el paráclito, que conduce a los hombre hacia toda la verdad), creemos que hay un solo Dios, pero bajo la siguiente dispensación, como es llamado, que este único Dios tiene también un Hijo, Su Palabra, que procede de Él mismo, por quien todas las cosas fueron hechas, y sin el cual nada fue hecho. Creemos que Él ha sido enviado por el Padre a la Virgen, y ha nacido de ella – siendo Dios y Hombre, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, y ha sido llamado Jesucristo; creemos que ha sufrido, muerto, herido, de acuerdo a las Escrituras, y, después ha resucitado por el Padre y llevado al cielo, para sentarse a la derecha del Padre, y él vendrá a juzgar a vivos y muertos, quien envió también desde el cielo del Padre, de acuerdo con su promesa, al Espíritu Santo, el Paráclito, el santificador de la fe de aquellos que creen en el Padre, y en el Hijo y en el Espíritu Santo. Esta es la regla de fe que ha venido hasta nosotros desde el principio del evangelio, incluso antes de todas las viejas herejías” [33]

Más adelante en el mismo capítulo escribe:

“…La herejía, la cual supone por sí misma poseer la verdad pura, pensando que no se puede creer que Un Solo Dios en ninguna otra vía que diciendo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son la misma Persona. Como si en esta vía también uno no fueran Todos, en la que Todos son de Uno, por unidad de substancia; mientras el misterio de la dispensación es todavía guardado, el cual distribuye la Unidad en la Trinidad colocando en sus orden las tres Personas – El Padre, el hijo y el Espíritu Santo: tres, sin embargo no en condición, sino en grado, no en sustancia, sino en forma, no en poder, sino en aspecto”[34]

Este texto es particularmente importante porque explica la concepción que Tertuliano tiene de la Trinidad: Tres Personas, pero no tres naturalezas, no diferentes en cuanto a poder sino en cuanto a aspecto. Esto lo confirma también el capítulo 4 de la misma obra donde vuelve a afirmar que el Hijo es “de la substancia del Padre”: Filium non aliunde deduco, sed de substantia Patris, y el Espíritu es “del Padre por el Hijo”: Spiritum non aliunde deduco quam a Patre per Filium.

“Si la pluralidad en la Trinidad te escandaliza, como si no estuviera ligada en la simplicidad de la unión, te pregunto: ¿cómo es posible que un ser que es pura y absolutamente uno y singular, hable en plural: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”? ¿No debería haber dicho más bien: “Hago yo al hombre a mi imagen y semejanza,” puesto que es un ser único y singular? Sin embargo, en el pasaje que sigue leemos: “He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros.” O nos engaña Dios o se burla de nosotros al hablar en plural, si es que así El es único y singular; o bien, ¿se dirigía acaso a los ángeles, como lo interpretan los judíos, porque no reconocen al Hijo? O bien, ¿sería quizás porque El era a la vez Padre, Hijo y Espíritu que hablaba en plural, considerándose múltiple? Por cierto, la razón es que tenía a su lado a una segunda persona, su Hijo y su Verbo, y a una tercera persona, el Espíritu en el Verbo. Por eso empleó deliberadamente el plural: “Hagamos… nuestra imagen… uno de nosotros.” En efecto, ¿con quién creaba al hombre? ¿A semejanza de quién lo creaba? Hablaba, por una parte, con el Hijo, que debía un día revestirse de carne humana; de otra, con el Espíritu, que debía un día santificar al hombre, como si hablara con otros tantos ministros y testigos” [35]

Continúa posteriormente en el mismo capítulo:

“…Ahora si él es también Dios, de acuerdo a Juan, (quien dice) La Palabra era Dios, entonces usted tiene dos seres -uno que ordena que la cosas se hagan, y el otro que ejecuta la orden y crea. En ese sentido, sin embargo, usted debe entender de El ser otro, Yo he explicado, que en cuando a Personalidad, no de sustancia – en esa vía de distinción, no de división. Pero aunque debo donde quiera mantener una sola sustancia en tres coherente e inseparable (personas)”[36]

En el texto anterior Tertuliano se sirve del término “persona” para explicar que la Palabra (logos) es distinto del Padre en “en el sentido de persona, no de substancia, para distinción, no para división” y la cual aplica también al Espíritu Santo a quien llama “la tercera persona”.

Con todo y lo que contribuyó Tertuliano a precisar una terminología precisa para la doctrina Trinitaria, no se vio libre por completo del subordinacionismo, al punto que llegó a interpretar que el Hijo no era eterno, uno de los errores del arrianismo.

“Fue entonces cuando el Verbo recibió su manifestación y su complemento, esto es, el sonido y la voz, cuando Dios dijo: «¡Haya luz!» Ese es el nacimiento perfecto del Verbo, cuando procedió de Dios. Primero fue producido por El en el pensamiento bajo el nombre de Sabiduría: «Dios me creó al principio de sus caminos». Luego fue engendrado con vistas a la acción: «Cuando hizo los cielos, estaba cerca de El» (Prov. 8,27). Por consiguiente, haciendo que fuera su Padre aquel de quien era Hijo por proceder de Él, vino a ser el primogénito, porque fue engendrado antes que todas las cosas, e Hijo único, porque El solo fue engendrado por Dios”[37]

 

ORÍGENES (185 D.C. – 254 D.C.)

En 1941 fueron descubiertos unos papiros en Toura (cerca del Cairo) en 1941. Allí se presenta una relación completa de una disputa que se originó cuando las opiniones de Heráclides sobre la doctrina Trinitaria habían preocupado a sus hermanos del episcopado, y llaman así a Orígenes para enderezar la cuestión. Esta disputa se realizó en presencia del pueblo y de los obispos hacia el año 245.

A este respecto comenta Quasten en Patrología I:

“a Heráclides no le gustaba la fórmula de Orígenes “dos dioses” como la única manera de expresar claramente la distinción entre el Padre y el Hijo. Implicaba un peligro demasiado grave de politeísmo. En la discusión, Orígenes hace esta observación: “Ya que nuestros hermanos se escandalizan al oír que hay dos dioses, este asunto merece ser tratado con delicadeza.” Recurre luego a la Escritura para demostrar en qué sentido dos pueden ser uno. Adán y Eva eran dos; sin embargo, formaban una sola carne (Gen. 2,24). Cita luego a San Pablo, quien, hablando de la unión del hombre justo con Dios, dice: “El que se allega al Señor se hace un espíritu con El” (1 Cor. 6,17). Finalmente, invoca como testigo al mismo Cristo, porque dijo: “Yo y mi Padre somos uno.” En el primer ejemplo había unidad de “carne”; en el segundo, de “espíritu”; en el tercero, de “divinidad.” “Nuestro Señor y Salvador — observa Orígenes —, en su relación con el Padre y Dios del universo, no es una sola carne, ni tampoco un solo espíritu, sino algo mucho más elevado que la carne y el espíritu, un solo Dios.”

Así Orígenes defiende que el Padre y el Hijo son divinos contra el monarquismo y el modalismo.

Quasten también reproduce interrogatorio de Orígenes a Heráclides con el siguiente acuerdo:

Orígenes dijo: ¿El Padre es Dios?

Heráclides respondió: Sí.

Orígenes dijo: ¿El Hijo es distinto del Padre?

Heráclides respondió: ¿Cómo podría ser simultáneamente Hijo y Padre?

Orígenes dijo: ¿El Hijo, que es distinto del Padre, es también Dios?

Heráclides respondió: También El es Dios.

Orígenes dijo: ¿De esta manera los dos Dioses forman uno solo?

Heráclides dijo: Sí.

Orígenes dijo: ¿Por consiguiente, afirmamos que hay dos Dioses?

Heráclides respondió: Sí, pero el poder es uno

Definición que aunque muy anterior a Nicea y sin precisar de su terminología se las arregla para expresar el mismo sentir. Así, con este acuerdo en frente del pueblo y de obispos se proclama a Cristo Dios, pero como una persona distinta del Padre. Se defiende así la individualidad de las Personas Divinas contra el modalismo, y aclara los temores de que al reconocer a Cristo y al Padre como Dios se caiga en politeísmo.

Orígenes utiliza frecuentemente el término Trinidad[38]  y que el Hijo procede el Padre, y dado que Dios es eterno, sigue que este acto de generación es también eterno, por lo que el Hijo no tiene principio y no hubo un tiempo en que El no existiera (se opone con antelación a la herejía del arrianismo que afirmaría posteriormente lo opuesto, a saber, que hubo un tiempo en que el Hijo no existía[39] .

“No se puede concebir luz sin resplandor. Y si esto es verdad, nunca hubo un tiempo en que el Hijo no fuera el Hijo. Sin embargo, no será, como hemos dicho de la luz eterna, sin nacimiento (parecería que introducimos dos principios de luz), sino que es, por decirlo así, resplandor de la luz ingénita, teniendo a esta misma luz como principio y como fuente, verdaderamente nacido de ella. No obstante, no hubo un tiempo en que no fue. La Sabiduría, por proceder de Dios, es engendrada también de la misma substancia divina. Bajo la figura de una emanación corporal, se le llama así: “Emanación pura de la gloria de Dios omnipotente” (Sap. 7,25). Estas dos comparaciones manifiestan claramente la comunidad de substancias entre el Padre y el Hijo. [40]

Sin embargo, Orígenes tiene algunos textos confusos al punto de parecer tender al subordinacionismo. Entre los partidarios de haber caído en este error está San Jerónimo, sin embargo otros padres de la Iglesia como San Atanasio y San Gregorio Taumaturgo lo niegan. Uno de los textos donde parece serlo es este:

“Nosotros, que creemos al Salvador cuando dice: “El Padre, que me ha enviado, es mayor que yo,” y por esta misma razón no permite que se le aplique el apelativo de “bueno” en su sentido pleno, verdadero y perfecto, sino que lo atribuye al Padre dando gracias y condenando al que glorificara al Hijo en demasía, nosotros decimos que el Salvador y el Espíritu Santo están muy por encima de todas las cosas creadas, con una superioridad absoluta, sin comparación posible; pero decimos también que el Padre está por encima de ellos tanto o más de lo que ellos están por encima de las criaturas más perfectas”[41]

 

JUSTINO MÁRTIR (165 D.C.)

En diálogo con Trifón se refiere a Cristo como “Dios engendrado del Padre del universo”, y parte de textos del génesis donde Dios habla en primera persona del plural, para demostrar la pluralidad de las personas divinas. Descarta aquí que hablara con ángeles, ya que es inconcebible que el hombre haya sido hecho por ellos, y descarta también que hablara con los elementos de la tierra. Concluye que hablaba con Cristo quien estaba con el Padre antes de todas las criaturas. Parece mostrar tendencia al subordinacionismo.

“Os voy a presentar, Oh amigos – dije – otro testimonio de las Escrituras sobre que Dios engendró principio antes de todas las criaturas, cierta potencia racional de sí mismo, la cual es llamada también por el Espíritu Santo Gloria del Señor, y unas veces Hijo, otras Sabiduría; ora Ángel, ora Dios, ya Señor, ya Palabra, y ella misma se llama a sí misma Capitán General, cuando se aparece en forma de hombre a Josué, hijo de Navé. Y es así que todas esas denominaciones le vienen de estar al servicio de la voluntad del Padre y de haber sido engendrada por querer del Padre…Mas será la palabra de la sabiduría la que me prestará su testimonio, por ser ella ese mismo Dios engendrado del Padre del universo, que subsiste como palabra y sabiduría y poder y gloria del que le engendró…

62. Eso mismo, amigos, expresó la palabra de Dios por boca de Moisés al indicarnos que el Dios que nos manifestó, habló en ese mismo sentido en la creación del hombre, al decir estas palabras: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza….Y porque no torzáis las palabras citadas y digáis lo que dicen vuestros maestros, que Dios se dirigió a sí mismo al decir “hagamos”, del mismo modo que nosotros, cuando vamos a hacer algo decimos : hagamos” o que habló con los elementos, es decir, con la tierra y demás de que sabemos se compone el hombre, y a ellos dijo el “hagamos”; os voy a citar ahora otras palabras del mismo Moisés, por las cuales, sin discusión posible, tenemos que reconocer que conversó Dios con alguien que era numéricamente distinto y juntamente racional. Helas aquí: Y dijo Dios: He aquí que Adán se ha hecho como uno de nosotros para conocer el bien y el mal. Luego, al decir “como uno de nosotros”, indica el número de los que entre sí conversan, y que por lo menos son dos. Porque no puedo yo tener por verdadero lo que dogmatiza la que entre vosotros se llama herejía ni los maestros de ellas son capaces de demostrar que habla Dios con los ángeles o que el cuerpo humano es obra de ángeles. Sino que este brote, emitido realmente del Padre, estaba con El antes de todas las criaturas y con ése conversa el Padre, como nos lo manifestó la Palabra por boca de Salomón, al decirnos que antes de todas las criaturas fue por Dios engendrado como principio y progenie este mismo que por Salomón es llamado sabiduría”[42]

Más adelante se refiere a Cristo como Señor y Dios.

“Largamente he demostrado que Cristo, que es Señor y Dios, Hijo de Dios, se apareció antes prodigiosamente como Hombre y como Ángel y también en la gloria del fuego, como en la visión de la zarza y en el juicio contra Sodoma”[43]

En su primera apología distingue claramente y por orden a las Tres Personas Divinas, lo que descarta que San Justino tuviera alguna tendencia modalista:

“Y luego demostraremos que con razón honramos también a Jesucristo, que ha sido nuestro maestro en estas cosas y que para ello nació, el mismo que fue crucificado bajo Poncio Pilato, procurador que fue de Judea en tiempo de Tiberio César, que hemos aprendido ser el Hijo del mismo verdadero Dios y a quien tenemos en segundo lugar, así como al Espíritu profético tenemos en el tercero”[44]

Más claro en distinguir la Persona del Padre de la del Hijo es en el capítulo 63 y de reconocer en Cristo a quien habló a los profetas y proclamó ser “El Dios de Abraham, Isaac y Jacob”:

“Porque los que dicen que el Hijo es el Padre, dan prueba de que ni saben quién es el Padre ni se han enterado de que el Padre del universo tiene un Hijo, que siendo Verbo y Primogénito de Dios, es también Dios. Este fue quien primeramente apareció a Moisés y a los otros profetas en la forma de fuego o por imagen incorpórea, y que ahora, en los tiempos de vuestro imperio,…, nació hombre de una virgen….Ahora, lo que desde la zarza se le dijo a Moisés: Yo soy el que es, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, significaba que, aún después de muertos, aquellos hombres seguían siendo de Cristo mismo”[45]

 

GREGORIO DE TAUMATURGO (SIGLO III)

Nacido hacia el año 213 fue obispo de su ciudad natal Neocesárea. Compuso un breve símbolo de fe al cual comenta Quasten “que aunque se limita al dogma de la Trinidad notable por su exactitud en su conceptos, y afirmando que jamás ninguna de las Personas Divinas ha estado sin la otra, sino que sin mudanza han existido siempre”.

“Hay un solo Dios, Padre del Verbo viviente, de la Sabiduría subsistente, del Poder y de la Imagen eterna; Engendrador perfecto del perfecto Engendrado, Padre del Hijo Unigénito. Hay un solo Señor, Único del Único, Dios de Dios, Figura (carácter) e Imagen de la Divinidad, Verbo Eficiente, Sabiduría que abraza todo el universo y Poder que crea el mundo entero, Hijo verdadero del verdadero Padre, Invisible del Invisible, Incorruptible del Incorruptible, Inmortal del Inmortal, Eterno del Eterno. Y hay un solo Espíritu Santo, que tiene su subsistencia de Dios y fue manifestado a los hombres por el Hijo: Imagen del Hijo, Imagen Perfecta del Perfecto, Vida, Causa de los vivientes, Manantial Sagrado, Santidad que comunica la santificación, en quien se manifiestan Dios Padre, que está por encima de todos y en todos, y Dios Hijo, que está a través de todos. Hay una Trinidad perfecta, en gloria y eternidad y majestad, que no está dividida ni separada. No hay, por consiguiente, nada creado ni esclavo en la Trinidad, ni tampoco nada sobreañadido, como si no hubiera existido en un período anterior y hubiera sido introducido más tarde. Y así ni al Padre le falló nunca el Hijo, ni el Espíritu Santo al Hijo, sino que, sin variación ni mudanza, la misma Trinidad ha existido siempre”[46]

 

NOVACIANO (SIGLO III)

Uno de sus escritos, Sobre la Trinidad (De Trinitate) fue escrito en una fecha bastante anterior al 250 d.C.

“El Hijo, por ser engendrado del Padre, está siempre en el Padre. Cuando digo «siempre», no quiero decir que es ingénito. Afirmo, por el contrario, que nació. Pero el que nació antes de todo tiempo, debe decirse que existió siempre en el Padre, puesto que no se le pueden fijar fechas al que es anterior a todos los tiempos. El está eternamente en el Padre, pues de otra suerte el Padre no sería siempre Padre. Por otra parte, el Padre es anterior a Él, pues el Padre debe ser necesariamente antes que el Hijo, como Padre; puesto que El no conoce origen, debe existir necesariamente antes que el que tiene un origen. El Hijo, pues, es necesariamente anterior al Padre, porque reconoce El mismo que existe en el Padre; tiene un origen, puesto que nació, y por el Padre de una manera misteriosa; con todo, a pesar de haber nacido y tener así origen, es en todo semejante (vicinus) al Padre, precisamente debido a su nacimiento, puesto que nació del Padre, el cual es el único que carece de origen. El, pues, cuando el Padre quiso, procedió del Padre, y el que estaba en el Padre, porque procedía del Padre, no siendo otra cosa que la Substancia divina. Su nombre es el Verbo, por el cual fueron hechas todas las cosas, y sin el cual nada fue hecho. Porque todas las cosas son posteriores a Él, pues vienen de Él, y, consiguientemente, El es anterior a todas las cosas (pero después del Padre), considerando que todas las cosas fueron hechas por Él. Procedió del Padre, por cuya voluntad todas las cosas fueron hechas. Dios, con toda certeza, procedente de Dios, constituyendo la segunda Persona después del Padre, por ser Hijo, sin desposeer por eso al Padre de la unidad de la divinidad”[47]

Sin embargo, Novaciano mostró un subordinacionismo donde a pesar de tener la misma substancia el Espíritu Santo era inferior a Cristo y Cristo inferior al Padre, de quien dice que aparece “como el único Dios verdadero y eterno; El es la única fuente de este poder de la divinidad. Aunque es transmitida al Hijo y concentrada en él, vuelve de nuevo al Padre a través de su comunidad de sustancia”:

“El Paráclito recibió su mensaje de Cristo. Mas si lo recibió de Cristo, Cristo es superior al Paráclito, pues el Paráclito no habría recibido de Cristo de no ser inferior a Cristo. Esta inferioridad del Paráclito prueba que Cristo, de quien recibió su mensaje, es Dios. Aquí tenemos, pues, un poderoso testimonio de la divinidad de Cristo. Vemos, en efecto, que el Paráclito es inferior a Él, y recibe de Él, el mensaje que entrega al mundo”[48]

 

CIPRIANO DE CARTAGO (SIGLO III)

Nació hacia el año 200, probablemente en Cartago, de familia rica y culta. Se dedicó en su juventud a la retórica. El disgusto que sentía ante la inmoralidad de los ambientes paganos, contrastado con la pureza de costumbres de los cristianos, le indujo a abrazar el cristianismo hacia el año 246. Poco después, en 248, fue elegido obispo de Cartago. Al arreciar la persecución de Decio, en 250, juzgó mejor retirarse a un lugar apartado, para poder seguir ocupándose de su grey.

Declara la divinidad de Cristo numerosas veces, y afirma que quien niegue que Cristo es Dios no puede ser templo de Dios.

“Si Cristo Jesús, nuestro Señor y Dios, es Él mismo el sumo sacerdote de Dios el Padre”[49]

“Si alguien pudiera ser bautizado por los herejes, él podría ciertamente recibir también el perdón de sus pecados. Si él hubiere recibido el perdón de los pecados, él podría ser santificado. Si él fuera santificado, él podría ser hecho un templo de Dios. Si él fuera hecho templo de Dios – ahora yo te pregunto: ¿De que Dios? ¿Del Creador?. Pero eso no es posible, porque él no cree en El. ¿De Cristo?. Quien niegue que Cristo sea Dios no puede llegar a ser su templo. ¿Del Espíritu Santo?. Desde que Tres son Uno, como fuera posible para el Santo Espíritu ser reconciliado con él que es un enemigo del Hijo o del Padre?”[50]

“Después de la resurrección, cuando el Señor envió los apóstoles a las naciones, Él les ordenó bautizar a los gentiles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Cristo mismo ordenó que las naciones sean bautizadas en la completa y unida Trinidad”[51]

 

DIONISIO DE ROMA (SIGLO III)

Siendo Papa desde el 259 al 268 combatió el modalismo y el subordinacionismo. Cuando se presentó ante él una acusación sobre Dionisio de Alejandría (obispo) sobre expresarse de modo incorrecto sobre la Trinidad, se origino una controversia que se ha conocido como “la controversia de los dos Dionisios”. El Papa convocó un sínodo en el año 260 para solucionar la cuestión. En nombre propio y en el del sínodo escribió una carta en la cual condena la doctrina modalista de Sabelio y además las opiniones marcionistas que dividían la monarquía divina en tres hipóstasis distintas, también a quienes representaban al Hijo de Dios como una criatura.

En la carta a Dionisio de Alejandría el Papa llama blasfemia a quienes dicen que el Hijo es el Padre (modalismo), pero también censura la doctrina que al parecer apoyan catequistas de Dionisio de Alejandría que afirman que cada Persona Divina tiene una naturaleza distinta de la otra.

“He oído que alguno de tus catequistas y maestros de la divina palabra encabezan está este principio [refiriéndose a quienes heréticamente dividen las naturalezas de las Personas Divinas]. Ellos son, tal que hablan diametralmente a la opinión de Sabelio. Para él, en su blasfemia, dice que el Hijo es el Padre, y viceversa. Pero ellos proclaman que hay en alguna vía tres Dioses, cuando ellos dividen la Sagrada Unidad en tres sustancias diferentes entre sí y completamente separadas”[52]

También declara que el arrianismo es una blasfemia por afirmar que Cristo es un ser creado, y explica que por Ser Cristo la Palabra, Sabiduría y poder de Dios, no pudo haber habido un momento en que el Padre existiera sin Él.

“Es blasfemia, entonces, y no común pero la peor, decir que el Señor en alguna forma fue creación. Pero si el vino a ser Hijo, entonces El no lo fue, sino si como Él dice de sí mismo, Él está en el Padre, y si usted conoce la Divina Escritura la cual dice, Cristo es la Palabra y Sabiduría y Poder, y esos atributos son poderes de Dios, entonces el siempre existió. Pero si el hijo vino a ser, había una época en la cual esos atributos no existieron, y consecuentemente, ese fue un tiempo cuando Dios estuvo sin ellas, lo cual es completamente absurdo”[53]

“Es necesario, sin embargo, que la palabra divina [Jesucristo] esté unida con Dios del Universo; y el Espíritu Santo debe respetar y morar en Dios. Por tanto la Trinidad Divina debe ser reunida en Una, una cumbre, como si fuera – quiero decir, el Dios Omnipotente del Universo”[54]

“Ni entonces podemos dividir en tres cabezas divinas la maravillosa y divina monarquía, ni desacreditar llamando “obra” la dignidad y excelente majestad de nuestro Señor, pero debemos creer en Dios, el Padre Todopoderoso, y en Jesús su Hijo , y en el Espíritu Santo, y sostenemos que a el Dios del universo la Palabra está unida”[55]

Luego de haber estudiado los principales testimonios patrísticos pre nicenos no es difícil darse cuenta que no es ninguna novedad la doctrina Trinitaria y mucho menos un invento del paganismo. La Iglesia fue fiel en reconocer que hay un solo Dios, siendo el Padre Dios, el Hijo Dios, y el Espíritu Santo Dios, y esta verdad era comprendida y enseñada con mayor o menor claridad en la era post-apostólica y pre-nicena

Es claro también que la mayoría de ellos rechazaban abiertamente tanto el arrianismo (que afirmaba que Jesucristo era una dios menor creado subordinado al Padre y que alguna vez no existió) y el modalismo (que afirmaba que había una sola Persona Divina en Dios, siendo el Hijo el Padre y viceversa, pero manifestados de manera diferentes).

Ciertamente algunos padres no comprendieron a cabalidad el misterio Trinitario y tendieron al subordinacionismo en mayor o menor grado, cosa totalmente comprensible en una materia de tanta complejidad. Han sido precisamente conflictos tan graves como el arrianismo y otras herejías, las que han dado oportunidad a la Iglesia para profundizar en estas verdades de fe.

NOTAS
[1] Testigos de Jehová – Folleto grande – ¿Cómo se desarrolló la doctrina de la Trinidad?
[2] Didaché, VII,1
Padres Apostólicos, Daniel Ruiz Bueno, (BAC 65), pág. 84
[3] Martirio de Policarpo, XXII,3
Ibid. pág. 688
[4] El Pastor de Hermas, Comparación Quinta 6,5
Ibid. pág. 1020
[5] Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios I
Ibid. pág. 447
[6] Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios VII,2
Ibid. pág. 451
[7] Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios XVIII,2
Ibid. pág. 457
[8] Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, I
Ibid. pág. 474
[9] Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, IV,3
[10] Ignacio de Antioquía, Carta a los Esmiornitas I,1
Ibid. pág. 488
[11] Ignacio de Antioquía, Carta a Policarpo, III,2
Ibid. pág. 498-499
[12] Arístides, Apología XV,2
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 130
[13] Atenágoras de Atenas, Súplica en favor de los cristianos, 10
Ibid. pág. 660-661
[14] Ibid. pág. 661
[15] Taciano, Discurso contra los griegos, 21
Ibid. pág. 602
[16] Melintón de Sardes, Homilía sobre la Pasión, 8-10
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 240
[17] Melintón de Sardes, Homilía sobre la Pasión, 82
Ibid., pág. 241
[18] Melintón de Sardes, Fragmentos en Anastasio el Sinaita, La guía, CH. 13
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 81
[19] Ireneo de Lyon, Contra las herejías I,10,1-2
[20] Ireneo de Lyon, Contra las herejías II,28,6
[21] Ireneo de Lyon, Contra las herejías III,19,2
[22] Ireneo de Lyon, Contra las herejías III,19,2-3
[23] Ireneo de Lyon, Contra las herejías IV,20,3
[24] Ireneo de Lyon, Contra las herejías II,28,8
[25] San Ireneo, Contra las herejías V,18,2
[26] Clemente de Alejandría, Exhortación a los griegos 1,7,1
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, Pág. 176
[27] Clemente de Alejandría, Exhortación a los griegos 10,110,1
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 177
[28] Clemente de Alejandría, el Pedagogo, I,2
Traducido de NewAdvent Encyclopedia,
http://www.newadvent.org/fathers/02091.htm
[29] Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,15
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 236
[30] Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,10
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 796
[31] Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,22
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 813
[32] Tertuliano, Sobre la modestia, 21
http://www.newadvent.org/fathers/0407.htm
[33] Tertuliano, Contra Práxeas, 2
http://www.newadvent.org/fathers/0317.htm
[34] Tertuliano, Contra Práxeas, 2
[35] Tertuliano, Contra Práxeas, 12
[36] Ibid.
[37] Tertuliano, Contra Práxeas, 7
[38] In Ioh. 10,39,270; 6,33,166; In Ies. Hom. 1,4,1
[39] De princ. l,2,9s; 2; 4,4,1; In Rom. 1,5
[40] Orígenes, In Hebr. frag. 24,359
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), Pág. 389
[41] Orígenes, In Ioh. 13,25
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 390
[42] San Justino, Diálogo con Trifón, 61-62
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), Pág. 409-412
[43] San Justino, Diálogo con Trifón, 128
[44] Justino Mártir, Apología I, 13,3
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 194
[45] Justino Mártir, Apología I, 63,15
[46] Gregorio de Taumaturgo, Exposición de la fe
Tomado de Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 433
[47] Novaciano, Sobre la Trinidad, 31
Tomado de Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), Pág. 529
[48] Novaciano, Sobre la Trinidad, 18
Tomado de Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 531
[49] Cipriano de Cartago, Carta 63,14
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 81
[50] Cipriano de Cartago, Carta 73,12
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, Pág. 232-233
[51] Cipriano de Cartago, Carta 73,18
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 232-233
[52] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 1
Traducido de de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 249
[53] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 1
[54] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 2
[55] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 3

Fuente Por José Miguel Arráiz

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María y la Santísima Trinidad

La relación María-Santísima Trinidad es fundamental para comprender el rol de María en la economía de la redención y de alguna forma su sociedad con el Padre para la encarnación de su Hijo; de ahí sus privilegios y legitimación de su acción actual.
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El tema mariológico María y la santísima Trinidad —o sea, la relación de la virgen María con las personas de la Trinidad— es un antiguo tema clásico introducido en la teología sistemática como una especie de corolario de la tesis sobre la maternidad divina de María. Sólo que este tema es más que un simple corolario…

Más todavía; hoy, con las nuevas perspectivas, se lo considera como algo tan fundamental que estructura toda la mariología de un modo fuertemente original. Aquí sólo es posible aludir a esas nuevas perspectivas y ofrecer una síntesis de la nueva visión teológica del problema.

 

I. LA TRINIDAD MISTERIO DE LOS MISTERIOS

La Trinidad es sin lugar a dudas el misterio de los misterios cristianos desde diversos puntos de vista:
a) por sus raíces bíblicas, ya que el Dios vivo y operante del AT (Yavé) se manifiesta como Padre, Hijo y Espíritu Santo en la economía del NT;
b) por su importancia dogmática en las primeras deliberaciones conciliares (Nicea 325, Constantinopla 381) y en las primeras estructuraciones teológicas, p. ej. el Credo apostólico y niceno-constantino- politano, lo mismo que en las primeras fórmulas kerigmáticas y litúrgicas;
c) por su inaccesibilidad a la pura razón; ésta, en efecto, puede llegar al concepto de un Dios interiormente viviente, pero no puede en modo alguno descubrir la vida trinitaria de las tres personas tal como es presentada por la fe cristiana;
d) indudablemente, la Trinidad es fundamento y centro de todos los misterios, sobre todo del misterio principal de la economía de la salvación, la encarnación del Verbo. En vano se intenta hoy encontrar la divinidad de Jesús de Nazaret partiendo de abajo, de una historia que intenta superarse a sí misma en un esfuerzo imposible y minado en su raíz. La verdadera solución sólo puede encontrarse en la contemplación desde arriba del misterio trinitario; él nos revela a aquel que, por estar en el seno del Padre, puede decirnos quién es realmente (Jn 1,18). Naturalmente que también los restantes misterios —gracia, sacramentos, eclesiología— se han de contemplar partiendo de una visión trinitaria, en la cual el Espíritu Santo aparece como enviado por Cristo y por el Padre;
e) por lo demás, el dogma trinitario es el único que salva la razón específica del ser sobrenatural cristiano;
f) finalmente, digamos que el dogma trinitario introduce al neófito en los misterios de la fe cristiana con la confesión que hace en el bautismo, que se le confiere en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

2. LUGAR TEOLÓGICO DEL MISTERIO TRINITARIO

En los manuales antiguos, el tratado De Deo trino era considerado casi como un apéndice del tratado De Deo uno. Ello hacía perder de vista el puesto no sólo central, sino también formal que ocupa el dogma trinitario en la teología. Es conocida asimismo la antigua controversia teológica sobre la determinación de su subjectum propio. El punto de vista cristológico, de tipo más bien histórico-concreto, ofrece una teología igualmente histórica y concreta, con una economía sobrenatural de hecho y un desarrollo temporal. Naturalmente, este punto de vista es el que corresponde a una metodología un poco primitiva (s. XI Xll), y se reduce a la historia pura y simple de las etapas de la historia de la salvación. Mas cuando luego la teología toma conciencia de su propia importancia, constituyéndose como ciencia («sacra scientia», «sacra doctrina», «sacra pagina»), entonces su mismo interés la obliga a buscarse una razón válida para siempre. Nace así la visión tomista del «Deus ut est in se». Ya Atenágoras había dicho: «pàra Theoû peri Theoû».

Este Dios, como es en sí mismo, es un Dios trinitario. Zúmel hará de la idea trinitaria la razón formal de lo sobrenatural. El mismo misterio cristológico hunde sus raíces en el misterio trinitario, que es su principio noético, pero sin ser su principio ontológico. Por eso una teología bien estructurada deberá seguir el ritmo de la economía que le confiere la doctrina de la inmanencia trinitaria. Esto, decíamos, es lo que ocurrió en las primitivas formulaciones dogmáticas, las del Credo apostólico y niceno-constantinopolitano.

 

II. HACIA UNA MARIOLOGÍA TRINITARIA

No pretendemos resolver aquí el problema de la metodología, que se trata en otra parte. Pero sí queremos afirmar con claridad que el tema trinitario es también formal, no sólo para toda la teología en general, sino también para el tratado de mariología.

1. LUGAR TEOLÓGICO DE UNA MARlOLOGÍA TRINITARIA

La mariología se puede contemplar desde varias vertientes. Prescindiendo de las que no nos interesan aquí (aspecto histórico, biográfico, interpolación arbitraria en otros tratados), nos limitamos a observar que son dos las vertientes que hoy se disputan el primado: la eclesiotípica y la cristotípica.

La primera, representada por los teólogos de Centroeuropa, trata de María en el De Ecclesia, como miembro suyo eminente y del todo singular, pero sólo miembro del cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo. La gracia habitual de la Virgen, la misma gracia de la maternidad divina, entra en el cuadro común del tratado sobre la gracia. María es tipo de la iglesia no en el sentido de que esté fuera o por encima de la iglesia, en una jerarquía aparte, sino sólo porque en ella se realiza con particular plenitud lo que en grado menor —pero siempre de la misma especie— se realiza en la iglesia. Así pues, el puesto de la mariología deberá encontrarse en el tratado De Ecclesia.

La visión cristotípica, en cambio, es sostenida por un grupo de mariólogos que llamamos latino-mediterráneos. Para éstos, el puesto propio de la mariología es el tratado De Verbo incarnato, por la conexión íntima y profunda que tiene con los misterios de Cristo. La Virgen ocupa un puesto único y singular en la encarnación y en la redención. No se la puede considerar simplemente como uno de los miembros de la iglesia, aunque sea miembro típico. María desarrolla en la iglesia una función activa, bien determinada, materna. Por tanto, no es sólo uno de sus muchos miembros, sino que está por encima de la iglesia, formándola y custodiándola, como verdadera madre en el orden de la gracia. Esta maternidad espiritual de María es posible en virtud de su maternidad divina respecto a Cristo. El puesto propio de la mariología no es el tratado De Ecclesia, en el cual la figura de María quedaría empobrecida, sino el tratado De Verbo incarnato, donde María entra con sus notas enteramente específicas y singulares.

No es cometido nuestro resolver un problema que consideramos mal planteado. La primera opinión pierde de vista e ignora las relaciones auténticas de la Virgen con la iglesia, mientras que la segunda t
iende a construir una mariología sobre la falsilla del tratado cristológico. María está precisamente en el medio. Ocupa un puesto que le compete a ella sola, entre Cristo y la iglesia. Si la cristología ofrece el fundamento y la raíz de sus grandezas, en la eclesiología encontramos en cambio la función mediadora que le ha sido asignada por la Trinidad por obra del Espíritu Santo.

De aquí ha nacido un modo clásico de entender algunas relaciones características de María con las personas de la santísima Trinidad:
a) La doctrina clásica de los manuales se sitúa en la manera latino-occidental de considerar el misterio trinitario, ya se trate de las teorías psicológico-agustinianas sobre las procesiones ab una essentia o del predominio de lo esencial y lo uno sobre lo personal y trino.
b) El concepto de gracia más como qualitas inhaerens que como presencia habitante de las personas. La gracia es vista dentro de un cuadro rígido y unitario, como participación de la naturaleza divina, abstrayendo de las personas.
c) De ahí también que los títulos dados a la Virgen en relación con las tres personas de la Trinidad sean más bien de tipo esencialista: hija del Padre, madre del Hijo, esposa del Espíritu Santo. Títulos fluctuantes, que dependen de una teoría de apropiación, en la cual desaparece la noción teológica de la persona.

2. POSTULADOS FUNDAMENTALES

El que esto escribe ha reaccionado muchas veces y de modos diversos contra semejante concepción de la mariología, sólo de nombre trinitaria. Sus puntos de apoyo son los siguientes:

a) Construir todos los tratados de teología de modo que respeten el primado del enfoque trinitario, tal como se transparenta en la economía bíblico-patrística. Un enfoque o metodología puramente histórica, antropológica o bien simplemente cristológica no expresa las intenciones divinas del Dios que se autorrevela como es en si. Estamos por la fórmula antigua y superada de Hugo de San Víctor, «res et signa». Ésta no agrada al enfoque antropológico de Rahner, ni siquiera en la forma trascendente que él le da. Podríamos admitir que como método hermenéutico de revelación, posee una cierta validez dentro de algunos límites; no obstante, afirmamos que una importación antropológica haría de la teología un puro «inventum philosophicum» (DS 3020).

Tampoco nos satisface el método de la escuela de Innsbruck, que hace teología partiendo de una cristología absorbente. En efecto, si es verdad que en el orden noético es la cristología la que revela a la Trinidad, también lo es que en el orden real y ontológico la Trinidad es fundamento de la misma cristología. Hay que reconocer que ciertos enfoques modernos de la teología, p. ej., el de la llamada teología de la liberación, ofrecen aspectos de una metodología con tantas lagunas, tan parcial y relativizante de la revelación, que exponen a ésta a todos los vientos del hoy de la historia. Este es el problema. Hacer verdaderamente trinitaria la teología de la revelación tal como aparece en las fórmulas más primitivas de la fe, p. ej., en la formulación del Credo apostólico y niceno-constantinopolitano.

b) Es preciso hoy volver a las fuentes de la revelación, bíblicas y patrísticas, sin forzar la contraposición existente entre la modalidad greco-patrística y la latino-escolástica. La Escritura, el NT, ignora la modalidad latino-occidental, que es más bien un compromiso entre la idea filosófico-aristótelica de un Dios esencia, clave del mundo, y la revelación bíblica del Dios vivo en tres personas. Estas personas son concebidas como emanación de una esencia divina abstracta, que no tiene correspondencia en la Escritura. Esta esencia, inteligente y libre, da lugar y origen a las procesiones del Hijo y del Espíritu Santo. Con el Padre —la primera persona— la dificultad subyacente y previa queda sin resolver. Él sería únicamente y de modo negativo el «no engendrado», el «no procedente». En la Escritura y en la modalidad bíblico-patrística desaparecen los problemas insolubles que se derivan necesariamente del supuesto de una esencia previa a las personas. Existen las personas, que se manifiestan en una relación de mutua perijóresis, en un orden perfecto y misterioso.

Las dos modalidades —oriental y occidental— están, pues, en abierta contraposición; pero ofrecen, cada una desde su punto de vista, elementos auténticos para una doctrina trinitaria completa del Dios vivo cristiano, Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por un lado, la modalidad latino-occidental no habla, al menos explícitamente, de una esencia divina concreta, inteligente y libre, de la cual tomarían origen las personas. Así, p.ej., su eximio representante santo Tomás de Aquino: para él, la esencia no es anterior («prioritate causae») a la primera persona, sino que es realmente «la misma cosa» con ella. Existe sólo una sutilísima distinción virtual entre personas y esencia: lo suficiente para afirmar luego la distinción real de aquellas (S.Th., I, q. 39, a. 1). San Agustín, al cual cita expresamente santo Tomás, escribe con no menor agudeza: «Al hablar de la persona del Padre, no decimos otra cosa que la sustancia del Padre». No dice «esencia divina». En realidad, la modalidad latino-occidental sabe muy bien que introducir una realidad previa al origen de las personas sería como admitir una quaternitas, cosa que rechazaría como contrario a la fe revelada. Por su parte, la modalidad bíblico-patrística no hace referencia a esa esencia previa, a la que no se alude para nada en las fuentes reveladas. Para esta modalidad, lo esencial es algo que surge al cerrarse el ciclo trinitario; una simple consecuencia de la circuminsessio, de la perijóresis. Por ello dirá que la primera persona, el Padre, es la fuente de la Trinidad. Sus seguidores ni siquiera se han planteado el problema de la distinción entre persona y esencia divina.

c) Brota de aquí una consecuencia importante. En la modalidad latino-occidental, la teoría de las apropiaciones es un punto clave; valdría para salvar la acción unitaria ad extra de las personas, fundada en la unidad esencial más que en la perijóresis. En cambio, en la modalidad bíblico-patrística no hay lugar para la teoría de la apropiación, ya que no es necesaria, y hasta resulta molesta, toda vez que la Trinidad obra en la economía ad extra según el modo de ser de su propia inmanencia, y esta acción es siempre de carácter personal y nunca esencial. La unidad ad extra debería tener el mismo carácter personal que tiene ad intra. No existen, pues, apropiaciones, sino sólo propios. Lo cual no solo no impide, sino que exige la presencia de las otras personas donde una de ellas se hace presente. El carácter personalista de la modalidad greco-bíblica es muy acentuado. Domina en ella una concepción teológica que responde mejor a las fuentes de la revelación. Un breve resumen histórico de la reflexión teológica sobre estas modalidades ofrece una panorámica que permite comprenderlas mejor.

3. PANORAMA HISTÓRICO

A pesar de los indicios que la evolución religiosa neotestamentaria descubrirá más tarde, no decimos nada del AT, en el cual domina un henoteísmo primitivo, rígido, histórico y fundamental, convertido luego en monoteísmo. En el NT hay que admitir —estamos convencidos de ello— que la revelación trinitaria se produce en formas literarias de kerigma y homologuesis, y en formas catequéticas y litúrgicas, en las cuales las personas aparecen obrando en el plano de la economía general de la salvación más que en su ser inmanente. Esto no nos permite afirmar, sin embargo, que no haya revelación trinitario-bíblica sobre el ser trinitario del Dios que se revela a sí mismo; se habla simplemente de una manifestación operativa. La revelación del ser existe, puesto que se
manifiesta en forma de acción propia de cada una de las personas. Es esta economía concreta de las personas en su acción dentro de la historia de la salvación lo que obligará a la reflexión teológica posterior a una construcción de la teología inmanente.

El caso destacado, como se sabe, es la especulación juanea sobre las relaciones de Cristo con el Padre. En san Juan hay mucho más que una simple presentación de la función salvífica que el Padre realiza por medio del Hijo que ha enviado. Chocaría también contra toda evidencia, pensamos, el que pretendiera explicar a Cristo como pura manifestación de la acción del Padre, ya que Cristo se revela a sí mismo como Verbo, como Hijo y como igual al Padre. Ciertamente no se trata aquí solamente de una igualdad funcional de acción, sino de una igualdad en el ser. Ya la revelación bíblica ofrecía los fundamentos auténticos de una teología trinitaria fuertemente personalizada. Frente al monoteísmo judío y al politeísmo pagano, el problema se planteaba así desde un punto de vista muy personal y concreto: ¿Es realmente el Cristo de la historia reciente Dios como el Padre? Contra los supuestos aristotélicos de Arrio, Nicea proclama la consustancialidad; pero no en el terreno abstracto de una ousia o physis aristotélica, sino en el terreno concreto de una unidad esencial, y adopta el término persona para expresar el múltiplo en la Trinidad.

Las reflexiones agustinianas están fuertemente influenciadas por la tendencia natural del genio de Hipona a la sistematización. Su pensamiento sobre los ternarios trinitarios conducía, inevitablemente, al cuadro occidental de una esencia divina, dotada de inteligencia y de voluntad. Todo el medievo seguiría este camino. La escolástica desarrollará además los aspectos psicológicos de la teoría a partir de algunos supuestos filosóficos por lo menos discutibles. La teoría alcanza en el concilio de Florencia (1422; DS 1330) su expresión claramente occidental, si bien la formulación de la regula aurea puede muy bien ser aceptada por los griegos, precisamente porque para ellos nada distingue a las personas si no es su relación subsistente de oposición. Un poco más tarde, Cayetano llegará a admitir el absurdo implícito de una nueva subsistencia absoluta además de las tres relativas. Era una concesión larvada a la quaternitas. Cuando Petavio, Tomassino y otros teólogos positivos se empeñan en renovar el estudio crítico de la patrística, advierten inmediatamente la contraposición entre la concepción latina y la griega. Por lo demás, la teología postridentina había entrado muy pronto en el barroquismo.

En cuanto a la mariología francesa, que comienza con el card. De Bérulle, no puede explicarse sin el influjo de la teología trinitaria personalista. Un ejemplo: «Cosas tan grandes y admirables en la divinidad —a saber: el ser Padre de un Hijo Dios y el ser Hijo único y eterno de Dios— no tienen nada en la tierra o en el cielo, en el tiempo o en la eternidad, que las concierna distintamente o que rinda homenaje, con la propiedad de su estado, a la propiedad de aquellas dos personas divinas, de las cuales una es Padre y la otra Hijo. Esto se verifica sólo en el nacimiento que deriva de la Virgen, y en el estado feliz y admirable de la maternidad de la cual procede; puesto que este nacimiento, filiación y maternidad se refieren al ser y a las propiedades personales de Dios, en cuanto que conciernen al eterno Padre que, como Padre, da al Hijo a la humanidad, y a este mismo Hijo que como Hijo de Dios, se hace hijo del hombre y nace de la criatura humana». «Esta comunicación inefable que Dios hace de sí fuera de sí, en la plenitud de los tiempos en el misterio de la encarnación…, supone y considera como ejemplar suyo la comunicación íntima y eterna que existe en la divinidad… Allí es un Dios el que comunica su esencia, aquí es un Dios el que comunica su subsistencia; allí es un Dios el que comunica la divinidad a su propio Hijo y al Espíritu Santo…; aquí es un Hijo el que da su divinidad al alma y al cuerpo del hombre… Esta comunicación, segunda y temporal, considera como modelo, fuente y origen suyo a la grande, suprema y admirable comunicación de la divinidad».

Para De Bérulle, la maternidad divina de María imita la paternidad del Padre; participa en el tiempo de la potencia y la fecundidad de la primera persona; se une a ésta («en qualité de Père) en el misterio de la encarnación. Idénticos pensamientos expresa De Bérulle respecto a la maternidad espiritual: «La Virgen nos engendra por virtud del Padre. Lo hace vivir en nosotros conjuntamente con él (Cristo), obrando en nosotros con el poder del Altísimo —la virtud del Padre— que ella posee indivisiblemente con él. Y así como ella lo engendró en sí misma según la carne y a la vez según el Espíritu, así continúa engendrándolo en nosotros espiritualmente; y el Espíritu Santo es la potencia de esta acción suya».

Los berulianos (Condren, Bourgoing, Gibieuf, Olier) siguen al maestro: la encarnación refleja en el tiempo la generación eterna. El verdadero título de la Virgen en relación con el Padre es el de esposa. Gibieuf es el primero, creemos, en el cual hay que buscar una mariología trinitaria. Olier hace entrar a la Virgen en el proyecto de Dios con un carácter esponsal, referido al Padre y no ya al Hijo, como hará Scheeben con su bräutliche Mutterschaft (maternidad esponsal). Escribe Gibieuf: «Habiendo proyectado Dios desde toda la eternidad salir fuera de sí por el camino del amor para formar una familia que habría de nacer de él mismo, hubo ante todo de escoger una esposa y una ayuda que fuese semejante a él. Y pensó en María, fecit in ea adjutorium simile sibi… El mismo Adán, en el paraíso terrenal, fue imagen del Padre, por ser del todo perfecto en su estado y no estar movido por la debilidad y la fragilidad de la infancia. Dios le dio como compañera una esposa que era imagen de María, esposa de Dios Padre y ayuda suya, tanto en la obra de la iglesia como en la formación de Jesucristo».

También san Juan Eudes recibió el influjo de De Bérulle. Citemos un párrafo suyo: «Como el eterno Padre da origen al Hijo desde toda la eternidad en su seno y en su corazón adorable, como hará que nazca en el corazón y en el seno de la Virgen, como lo forma y lo produce en el corazón de los fieles, así la madre admirable hace nacer a este mismo Hijo en su corazón virginal, lo concibe en su seno bendito y lo hace vivir en el corazón de los fieles». Estas mismas ideas son la base de los fundamentos mariológicos de san Luis M. Grignion de Montfort: «Dios Padre comunicó a María su fecundidad, en cuanto una pura criatura era capaz de recibirla, para que pudiera engendrar a su Hijo y a todos los miembros de su cuerpo místico… Dios Espíritu Santo, que es estéril en Dios, a saber: no produce otra persona divina en Dios, se hizo fecundo por María, su esposa. Con ella, en ella y de ella produjo su obra maestra, que es un Dios hecho hombre, y produce todos los días, hasta el fin del mundo, a los predestinados y miembros de esta cabeza adorable».

Por aquel mismo período algunos teólogos españoles recurren a esquemas teológicos que no son precisamente los clásicos de la teología postridentina. Así, De la Cerda (+ 1645), Zúmel y Saavedra aceptan la concepción no esencialista del ser sobrenatural propia de los teólogos anteriores. Ateniéndose al juicio muy severo de Ripalda, Zúmel dirá: «Las realidades sobrenaturales se refieren a Dios en cuanto trino, las naturales en cuanto uno». Era ésta una auténtica novedad en la concepción clásica escolástica de la teología y se prestaba a espléndidos desarrollos. Mas por aquel tiempo, debido a los excesos de la teoría esencialista se llegaba a afirmar que «es bastante probable que la trinidad de las personas no pertenezca a la esencia de Dios». También los scotistas admitir?
?n que es posible ver la esencia divina sin ver a las personas… ¡Más allá no podía llegar el esencialismo escolástico! Saavedra, discípulo de Zúmel, deducirá las aplicaciones mariológicas: la maternidad divina es una participación de lo divino poseído por el Padre en orden a la generación del Hijo. Se abre así el camino a una nueva concepción mariológico-trinitaria, a la que Saavedra no da pleno desarrollo. Tras las huellas de Petavio, algunos autores del s. XIX pondrán más de relieve lo nocional en la doctrina trinitaria. En todo caso, sólo los estudiosos del p. De Régnon atraerán la atención de la teología moderna sobre este punto, aunque sin particulares incidencias mariológicas. En el párrafo siguiente estudiaremos las grandes posibilidades ofrecidas a la mariología por una orientación trinitaria.

4. ENSAYO DE ELABORACIÓN SISTEMÁTICA

Supuesto el primer fundamento, a saber: que lo sobrenatural cristiano se configura según lo trinitario y que lo trinitario imprime su carácter específico a la teología católica, supuesto también que lo trinitario, en una visión más propiamente bíblico-patrística, se configura no tanto por su aspecto esencial cuanto por lo personal, digamos que el primado hay que concederlo al último, tanto en la inmanencia divina como en su economía ad extra. Queda así abierto el camino a una ontología de lo sobrenatural muy rica y renovadora. Decir que el «esse maternale» de María se pone de modo especial en analogía con el ser sobrenatural en general es también sacar sus claras consecuencias. En primer lugar, este ser no es como el que se encuentra en Cristo, porque no es de carácter hipostático-sustancial, ya que no es ni siquiera simplemente reducible al accidental, como decir, p. ej., instrumental. Por otra parte, este «esse maternale» es específicamente distinto del ser de gracia poseído por todos los hijos de adopción, ya que le confiere a María el calificativo de madre y a nosotros el de hijos. Si, además, se admite que en el modo de realizarse la razón formal trinitaria debe ser estrictamente trinitaria, entonces nos encontramos con las siguientes proporciones, que podrían expresar bastante adecuadamente la analogía del ser sobrenatural:
__________________________________________________________

Dios- Uno………………………Dios-Padre
esse creatum…………………..esse maternale
«gratia naturae»……………….gratia maternalis

Dios-Hijo…………………………Dios-Espiritu Santo
esse hvpostaticum…………….esse gratiae
gratia Unionis…………………..gratia adoptionis
___________________________________________________________

El ser materno divino de María debe ser también encuadrado trinitariamente en el ser materno de gracia. La mariología clásica une la maternidad espiritual con la maternidad divina en un orden de hecho único, ya que la Virgen concibe al Verbo en su constitución de Verbo encarnado y de Redentor. Por sí misma, y de hecho, la encarnación es redención. Esta visión clásica de la maternidad espiritual es válida. En ella se pone de manifiesto la función total de la gracia materna divina de María. «Por eso —dice el Vat II— María fue para nosotros madre en el orden de la gracia» (LG 61). Digamos que esta concepción de la maternidad espiritual es válida, ya que afirma que las mismas razones que hacen a María madre del Hijo nos hacen a nosotros hijos suyos, en cuanto hermanos del Primogénito. Aquí se pone de relieve el aspecto trinitario que la maternidad espiritual dice en relación con la segunda persona, el Hijo.

Añadamos, sin embargo, que hay aquí una laguna con respecto a la primera persona puesto que nadie puede ser hijo o hermano sino en relación a un Padre. Por eso llamarnos hijos en el Hijo expresa una relación con el Padre, antes incluso que con María y con el Hijo. La maternidad espiritual debe estar, pues, integrada en una visión trinitaria, que comienza por el Padre según la división que hemos indicado para la maternidad divina. ¿Cuál es la función que le compete a la primera persona en esta maternidad espiritual? ¿Es propia o apropiada? San Pablo afirma que la finalidad de la misión que el Padre confía al Hijo en la plenitud de los tiempos es que nosotros recibiésemos la adopción de hijos. Se sigue de ahí que el Padre envía a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: «Abba» (Gál 4,6). La realización de esta filiación divina se realiza con la encarnación del Hijo, pero la atribución directa y primordial es referida antes al Padre que al Hijo. También la razón trinitaria es directa y primaria hacia el Padre, y sólo indirecta y consecuentemente al Hijo. Diremos que san Pablo invierte los términos de la explicación clásica. Ésta concibe la filiación adoptiva primero a través de nuestra fraternidad con Cristo y luego, como consecuencia, nos pone en relación con el Padre. En cambio, la realidad teológico-trinitaria subyacente a las palabras del Apóstol, sin ser contraria, es diversa, porque nuestra fraternidad con el Cristo primogénito, hijos en el Hijo, depende de la iniciativa del Padre, que quiere tener también hijos de adopción.

Vengamos ahora a la maternidad espiritual de María. Ya se ha considerado bajo una perspectiva diversa su maternidad divina poniéndola en relación receptiva directa con el Padre. Él, en efecto, es quien, en relación activa de generación con el Hijo, comunica a María su estupendo privilegio. Según el inmutable orden trinitario, es primero y ante todo por su participación en la paternidad de la primera persona como María llega a ser madre del Hijo. Diremos que el Hijo acepta pasivamente esta filiación temporal, del mismo modo que desde toda la eternidad acepta la procesión pasiva que le viene del Padre y le constituye Hijo. Así, en la explicación de la maternidad espiritual hay que referirse ante todo y directamente a la persona del Padre. Éste comunica a María una fecundidad no solamente en orden a la maternidad divina sobre el propio Hijo-Verbo, sino también una fecundidad real de gracia respecto a todos los redimidos, ya que también esta maternidad espiritual es una participación en la generación activa de los hijos de adopción. Es lo que expresan los textos citados de De Bérulle y de Olier, lo mismo que el célebre pasaje de san Luis M. Grignion de Montfort. Tal es el marco trinitario de la maternidad espiritual de María. ¿Es posible encontrar aquí una aplicación importante también al discutido problema de la corredención mariana? Creemos que sí. Como no podemos alargarnos demasiado, nos limitamos a los puntos de referencia esenciales.

El problema presenta dificultades en su aspecto activo y crístico. En cuanto al primero, la Virgen es redimida pasivamente, y corredentora activamente. En cuanto al segundo, María depende de Cristo en su propia redención; al mismo tiempo se presenta como un componente del paralelogramo de fuerzas con Cristo… Pues bien, la concepción trinitaria que presentamos podría obviar ambas dificultades así:

Por su participación temporal en la misión del Hijo, María participa también activamente en sus funciones de redención. El valor de su fiat en la anunciación no tiene sólo un significado activo y voluntario, muy amplio, que se extiende a todos los actos salvíficos del Hijo, unigénito del Padre y de la madre, en la vida, pasión y muerte. Se trata, en primer lugar, de un valor autorredentor; se entiende que sólo en relación pasiva con cuanto ella recibe del Padre. Una vez recibida pasivamente tal participación, María puede convertirse en corredentora de modo activo, en unión y dependencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Es preciso aclarar también en qué sentido es gracia —y gracia específica de María— la gracia total de su ser materno. Es sabido que la teología de la gracia santificante ha recibido hoy nuevos complementos por ser considerada bajo los aspectos trinitarios de la inhabitación de las personas. Mas como no han superado aún la modalidad latino-occidental, esos complementos se han quedado en flor, permaneciendo los desarrollos necesarios sin fruto. La gracia, en efecto, incluso colocada en conexión necesaria con la presencia sustancial de las personas, no recibe directamente de éstas su configuración propia, sino sólo de la supuesta esencia, de la naturaleza divina. Una vez más, en este cuadro esencialista encuentran sitio sólo las apropiaciones. En tal caso, la santificación de las almas es atribuida, apropiada, al Espíritu Santo. La afiliación adoptiva es otra apropiación, referida al Hijo y al Padre. Es lo que escribe un autor clásico en la materia: «La unión especial existente entre el alma santa y el Espíritu Santo se realiza mediante la gracia santificante… Pero la gracia dice relación trascendental, no precisamente a la persona del Espíritu Santo, sino a la misma naturaleza de Dios común a las tres personas…»

Digamos que semejante concepción es insostenible, porque vacía de significado económico la misma configuración de la inmanencia divina, y precisamente en su aspecto nocional. San Ireneo representa toda la tradición patrística cuando escribe: «Videbitur autem et in regno coelorum paternaliter, Spiritu quidem praeparante hominem in filium Dei, Filio autem adducente ad Patrem, Patre autem incorruptelam donante in aeternam vitam». Como efecto de la presencia personal trinitaria, la gracia sigue en la economía ad extra la misma configuración que posee ad intra. No se trata aquí de apropiaciones, sino de simples modos de hipóstasis, de verdaderos propios, aunque no todos de la misma cualidad hipostática. Todos estos tres propios son realmente hipostáticos, en cuanto referidos a las personas, pero ninguno de ellos (maternidad, santificación) es hipostatizante o henipostatizante (Leoncio de Bizancio), ya que la revelación nos hace conocer una sola hipostatización: la del Verbo con su naturaleza humana

Establecido esto, la gracia del ser materno de María es del todo singular entre los modos de comunicación de la Trinidad a sus criaturas. No es, en efecto, una gracia de filiación: ésta se realiza solamente en la naturaleza humana de Cristo, que por medio de ella se convierte en hijo natural, y en los hijos de adopción, que por medio de ella se convierten en hijos del Padre y hermanos de Cristo. No es tampoco una simple gracia de adopción en el Espíritu, porque esto se puede afirmar, en general, sólo para los fieles que están en gracia y porque su especial relación con el Padre no constituye a Maria como hija, sino que la eleva a una función activa de maternidad que le da un solo hijo natural, con el Padre, y muchos hijos de adopción.

Es evidente que la gracia, que en ella podríamos llamar también habitual, santifica a Maria con la presencia inhabitante del Espiritu Santo. Sólo que también esta gracia se especifica diversamente de nuestra gracia habitual. Ésta, en efecto, nos asimila al Padre y al Hijo en cuanto hijos de adopción, mientras que asimila a Maria con el Padre en cuanto socia con él en la encarnación del Verbo; e igualmente la asimila con el Hijo, no como hermana, sino como su madre.

Es, pues, inoportuno construir una doctrina de la gracia partiendo de una perspectiva trinitaria para privarla luego de su realismo profundo. Así, p. ej., un autor clásico como Vega no supera el nominalismo de las apropiaciones. Lo mismo hay que decir del trabajo muy mesurado, pero infructuoso de Rittremieux.

5. TÍTULOS TRINITARIO-MARIANOS

Son títulos que han seguido en su uso los meandros de la evolución de la teología trinitaria. En la época patrística la Virgen pudo ser invocada como esposa del Padre (cf las obras de De la Cerda y de Marracci). Cuando, luego, la teología trinitaria terminó siendo dominada por una concepción latina, permanecieron adquiridos los titulas conocidos de «hija del Padre, madre del Hijo, esposa del Espiritu Santo».

Pero estos titulos ¿tienen algún valor propio más allá de la simple apropiación nominalista? Si se abstrae de la relación con el Hijo, que no puede ser más que la de la madre, los otros títulos no tienen un valor definido estrictamente trinitario.

En su relación con el Hijo, la virgen Maria ha recibido también el título de esposa por dos consideraciones: como esposa espiritual y mística, en el Cantar de los cantares; como nueva Eva, asociada esponsalmente al nuevo Adán para la obra salvifica. Ésta fue la idea base de la mariologia, por lo demás rica, de Scheeben en el título poco acertado de bräutliche Mutterschaft (maternidad esponsal).

Hay que volver al auténtico realismo teológico y usar sobriamente los dos títulos mencionados. El primero, porque las relaciones auténticas de la Virgen con el Hijo son ante todo las de madre. El segundo, porque el titulo de cooperación de Maria con el Hijo en la obra de la salvación, más que esponsal, es materno.

También el titulo de hija en relación con el Padre necesita explicaciones. En efecto, si es cierto que Maria es la criatura amada y predilecta de la primera persona, no se la hace semejante al Padre sobre todo como hija, sino como «asociada a su fecundidad paterna», o sea, como madre del mismo y único Hijo.

La Virgen es la «llena de gracia» por excelencia; pero esta gracia suya no consiste simplemente en ser favorecida por la gracia de los hijos de adopción. Es más bien una gracia que la hace trinitariamente asociada al Padre: «esposa del Padre», como la llamaban los antiguos padres «comparentalis Patri», como decia Dionisio Cartujano. La gracia materna de Maria se diferencia específicamente de la gracia común de los hijos de adopción. En la relación con el Espiritu Santo hubo siempre una mayor fluctuación de títulos debido a la particular dificultad que implican las nociones y la misión del Espiritu Santo. La tercera persona habita por gracia en los otros fieles con una presencia santificadora que atrae a las otras dos personas. En cambio, en Maria el Espiritu Santo es activo, y por su medio se difunde en los corazones. El Espiritu está en Maria como enviado por el Padre y el Hijo, infundiendo en ella no sólo un espíritu de adopción de hijos, en virtud del cual ella sólo podría exclamar: «Abba, Padre» sino un espírita de maternidad, por el cual la Virgen sufre dolores de parto hasta que Cristo se forme en nuestros corazones (cf Gál 4,19).

En los tiempos modernos, el titulo de esposa pasó del Padre al Espiritu Santo. Con ello se quería decir que la tercera persona obró en Maria la concepción virginal del Verbo. Pero, en la mente de los padres, el Espiritu Santo es siempre el «poder del Altisimo», es decir, la dýnamis del Padre. Por eso el titulo de esposa conviene propiamente mejor a la primera persona. Concluyamos diciendo que en este problema de denominaciones trinitarias el elemento principal es la base teológica de la que se parte. Cualquiera que sea su curso en la historia polivalente, se trata sólo de indicios de las diversas modalidades con que es estudiado el problema.

 

III. ESPIRITUALIDAD TRINITARIO-MARIANA

Sobre todo en nuestros tiempos la espiritualidad de las almas marianas ha descubierto en Maria una modalidad trinitaria que se difunde en nosotros desde su intimidad, habitada de modo especial por las personas trinitarias. Sobre este tema tenemos ya textos estupendos en la escuela de Helfta. Se pone de manifiesto, sobre todo, el misterio del corazón de Maria. A muchos hoy les gusta contemplar las relaciones de Maria con el Espiritu Santo en orden a su influjo en la santificación de las almas. Algunos autores orientales han atribuido a la mari
ologia católica occidental la tendencia a sustituir la acción del Espiritu Santo por la de Maria. La objeción no tiene razón de ser, ya que todo lo que Maria realiza en las almas lo hace bajo el impulso del Espiritu Santo. La realidad es la expresada por san Luis M. Grignion de Montfort en el texto ya citado.

Entre las notas que deberían guiar la renovación del culto mariano, la exhortación apostólica Marialis cultus (2 de febrero de 1974), en su segunda parte, propone la trinitaria, con particular referencia al Espiritu Santo: «Ante todo, es sumamente conveniente que los ejercicios de piedad a la virgen Maria expresen claramente la nota trinitaria y cristológica que les es intrínseca y esencial». «A esta alusión sobre la orientación cristológica del culto a la Virgen nos parece útil añadir una llamada a la oportunidad de que se dé adecuado relieve a uno de los contenidos esenciales de la fe: la persona y la obra del Espiritu Santo». Estas perspectivas de la Marialis cultus abren a la piedad y a la espiritualidad marianas campos fertilísimos para la doctrina y la vida, sobre todo si se las lleva adelante con algunas orientaciones trinitarias bien determinadas.

J. M. ALONSO DICC-DE-MARIOLOGIA. Págs. 1892-1903

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La Virgen Maria y la Santisima Trinidad-Explica Padre Juan Rivas

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María en el Protoevangelio

Catequesis de Juan Pablo II (24-I-96)

1. «Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la salvación en la que se va preparando, paso a paso, la venida de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como se leen en la Iglesia y se interpretan a la luz de la plena revelación ulterior, iluminan poco a poco con más claridad la figura de la mujer, Madre del Redentor» (Lumen gentium, 55)…

Con estas afirmaciones, el concilio Vaticano II nos recuerda cómo se fue delineando la figura de María desde los comienzos de la historia de la salvación. Ya se vislumbra en los textos del Antiguo Testamento, pero sólo se entiende plenamente cuando esos textos se leen en la Iglesia y se comprenden a la luz del Nuevo Testamento.

En efecto, el Espíritu Santo, al inspirar a los diversos autores humanos, orientó la Revelación veterotestamentaria hacia Cristo, que se encarnaría en el seno de la Virgen María.

2. Entre las palabras bíblicas que preanunciaron a la Madre del Redentor, el Concilio cita, ante todo, aquellas con las que Dios, después de la caída de Adán y Eva, revela su plan de salvación.

El Señor dice a la serpiente, figura del espíritu del mal: «Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar» (Gn 3,15).

Esas expresiones, denominadas por la tradición cristiana, desde el siglo XVI, Protoevangelio, es decir, primera buena nueva, dejan entrever la voluntad salvífica de Dios ya desde los orígenes de la humanidad.

En efecto, frente al pecado, según la narración del autor sagrado, la primera reacción del Señor no consistió en castigar a los culpables, sino en abrirles una perspectiva de salvación y comprometerlos activamente en la obra redentora, mostrando su gran generosidad también hacia quienes lo habían ofendido.

Las palabras del Protoevangelio revelan, además, el singular destino de la mujer que, a pesar de haber precedido al hombre al ceder ante la tentación de la serpiente, luego se convierte, en virtud del plan divino, en la primera aliada de Dios.

Eva fue la aliada de la serpiente para arrastrar al hombre al pecado. Dios anuncia que, invirtiendo esta situación, él hará de la mujer la enemiga de la serpiente.

3. Los exegetas concuerdan en reconocer que el texto del Génesis, según el original hebreo, no atribuye directamente a la mujer la acción contra la serpiente, sino a su linaje. De todos modos, el texto da gran relieve al papel que ella desempeñará en la lucha contra el tentador: su linaje será el vencedor de la serpiente.

¿Quién es esta mujer? El texto bíblico no refiere su nombre personal, pero deja vislumbrar una mujer nueva, querida por Dios para reparar la caída de Eva: ella está llamada a restaurar el papel y la dignidad de la mujer, y a contribuir al cambio del destino de la humanidad, colaborando mediante su misión materna a la victoria divina sobre Satanás.

4. A la luz del Nuevo Testamento y de la tradición de la Iglesia sabemos que la mujer nueva anunciada por el Protoevangelio es María, y reconocemos en «su linaje» (Gn 3,15), su hijo, Jesús, triunfador en el misterio de la Pascua sobre el poder de Satanás.

Observemos, asimismo, que la enemistad puesta por Dios entre la serpiente y la mujer se realiza en María de dos maneras.

Ella, aliada perfecta de Dios y enemiga del diablo, fue librada completamente del dominio de Satanás en su concepción inmaculada, cuando fue modelada en la gracia por el Espíritu Santo y preservada de toda mancha de pecado.

Además, María, asociada a la obra salvífica de su Hijo, estuvo plenamente comprometida en la lucha contra el espíritu del mal.

Así, los títulos de Inmaculada Concepción y Cooperadora del Redentor, que la fe de la Iglesia ha atribuido a María para proclamar su belleza espiritual y su íntima participación en la obra admirable de la Redención, manifiestan la oposición irreductible entre la serpiente y la nueva Eva.

5. Los exegetas y teólogos consideran que la luz de la nueva Eva, María, desde las páginas del Génesis se proyecta sobre toda la economía de la salvación, y ven ya en ese texto el vínculo que existe entre María y la Iglesia.

Notemos aquí con alegría que el término mujer, usado en forma genérica por el texto del Génesis, impulsa a asociar con la Virgen de Nazaret y su tarea en la obra de la salvación especialmente a las mujeres, llamadas, según el designio divino, a comprometerse en la lucha contra el espíritu del mal.

Las mujeres que, como Eva, podrían ceder ante la seducción de Satanás, por la solidaridad con María reciben una fuerza superior para combatir al enemigo, convirtiéndose en las primeras aliadas de Dios en el camino de la salvación.

Esta alianza misteriosa de Dios con la mujer se manifiesta en múltiples formas también en nuestros días: en la asiduidad de las mujeres a la oración personal y al culto litúrgico, en el servicio de la catequesis y en el testimonio de la caridad, en las numerosas vocaciones femeninas a la vida consagrada, en la educación religiosa en familia…

Todos estos signos constituyen una realización muy concreta del oráculo del Protoevangelio, que, sugiriendo una extensión universal de la palabra mujer, dentro y más allá de los confines visibles de la Iglesia, muestra que la vocación única de María es inseparable de la vocación de la humanidad y, en particular, de la de toda mujer, que se ilumina con la misión de María, proclamada primera aliada de Dios contra Satanás y el mal.

 
 

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La Virgen Maria en el Concilio Vaticano II (Lumen Gentium)

CAPÍTULO VIII. – LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS, EN EL MISTERIO DE CRISTO Y DE LA IGLESIA

I.- INTRODUCCIÓN

La Santísima Virgen María en el misterio de Cristo

52. El benignísimo y sapientísimo Dios, al querer llevar a término la redención del mundo, «cuando llegó la plenitud del tiempo, envió a su Hijo hecho de mujer… para que recibiésemos la adopción de hijos» (Gal 4,4-5). «El cual por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, descendió de los cielos, y se encarnó por obra del Espíritu Santo de María Virgen».

Este misterio divino de salvación se nos revela y continúa en la Iglesia, a la que el Señor constituyó como su Cuerpo, y en ella los fieles, unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos sus Santos, deben también venerar la memoria, «en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo».

La Santísima Virgen y la Iglesia

53. En efecto, la Virgen María, que según el anuncio del ángel recibió al Verbo de Dios en su corazón y en su cuerpo y entregó la vida al mundo, es conocida y honrada como verdadera Madre de Dios Redentor. Redimida de un modo eminente, en atención a los futuros méritos de su Hijo y a El unida con estrecho e indisoluble vínculo, está enriquecida con esta suma prerrogativa y dignidad: ser la Madre de Dios Hijo y, por tanto, la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu santo; con un don de gracia tan eximia, antecede con mucho a todas las criaturas celestiales y terrenas.

Al mismo tiempo ella está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres que han de ser salvados; más aún, es verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella cabeza, por lo que también es saludada como miembro sobreeminente y del todo singular de la Iglesia, su prototipo y modelo destacadísimo en la fe y caridad y a quien la Iglesia católica, enseñada por el Espíritu Santo, honra con filial afecto de piedad como a Madre amantísima.

Intención del Concilio

54. Por eso, el Sacrosanto Sínodo, al exponer la doctrina de la Iglesia, en la cual el Divino Redentor, realiza la salvación, quiere aclarar cuidadosamente tanto la misión de la Bienaventurada Virgen María en el misterio del Verbo Encarnado y del Cuerpo Místico, como los deberes de los hombres redimidos hacia la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, en especial de los creyentes, sin que tenga la intención de proponer una completa doctrina de María, ni tampoco dirimir las cuestiones no llevadas a una plena luz por el trabajo de los teólogos. Conservan, pues, su derecho las sentencias que se proponen libremente en las Escuelas católicas sobre Aquélla, que en la Santa Iglesia ocupa después de Cristo el lugar más alto y el más cercano a nosotros.

II.- OFICIO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN EN LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN

La Madre del Mesías en el Antiguo Testamento

55. La Sagrada Escritura del Antiguo y del Nuevo Testamento y la venerable Tradición, muestran en forma cada vez más clara el oficio de la Madre del Salvador en la economía de la salvación y, por así decirlo, lo muestran ante los ojos. Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la Salvación en la cual se prepara, paso a paso, el advenimiento de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como son leídos en la Iglesia y son entendidos bajo la luz de una ulterior y más plena revelación, cada vez con mayor claridad, iluminan la figura de la mujer Madre del Redentor; ella misma, bajo esta luz es insinuada proféticamente en la promesa de victoria sobre la serpiente, dada a nuestros primeros padres caídos en pecado (cf. Gen 3,15). Así también, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emmanuel (Is 7,14; Miq 5,2-3; Mt 1,22-23). Ella misma sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de El esperan con confianza la salvación. En fin, con ella, excelsa Hija de Sión, tras larga espera de la primera, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva economía, cuando el Hijo de Dios asumió de ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante los misterios de su carne.

María en la Anunciación

56. El Padre de las Misericordias quiso que precediera a la Encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada, para que así como la mujer contribuyó a la muerte, así también contribuirá a la vida. Lo cual vale en forma eminente de la Madre de Jesús, que dio al mundo la vida misma que renueva todas las cosas y que fue adornada por Dios con dones dignos de tan gran oficio. Por eso, no es extraño que entre los Santos Padres fuera común llamar a la Madre de Dios toda santa e inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular, la Virgen Nazarena es saludada por el ángel por mandato de Dios como «llena de gracia» (cf. Lc 1,28), y ella responde al enviado celestial: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).

Así María, hija de Adán, aceptando la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad salvífica de Dios con generoso corazón y sin impedimento de pecado alguno, se consagró totalmente a sí misma, cual, esclava del Señor, a la Persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la Redención con El y bajo El, por la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, los Santos Padres estima a María, no como un mero instrumento pasivo, sino como una cooperadora a la salvación humana por la libre fe y obediencia. Porque ella, como dice San Ireneo, «obedeciendo fue causa de la salvación propia y de la del género humano entero». Por eso, no pocos padres antiguos en su predicación, gustosamente afirman: «El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe» ; y comparándola con Eva, llaman a María Madre de los vivientes, y afirman con mayor frecuencia: «La muerte vino por Eva; por María, la vida».

La Santísima Virgen y el Niño Jesús

57. La unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte; en primer término, cuando María se dirige a toda prisa a visitar a Isabel, es saludada por ella a causa de su fe en a salvación prometida, y el precursor saltó de gozo (cf. Lc 1,41-45) en el seno de su Madre; y en la Natividad, cuando la Madre de Dios, llena de alegría, muestra a los pastores y a los Magos a su Hijo primogénito, que lejos de disminuir consagró su integridad virginal. Y cuando, ofrecido el rescate de los pobres, lo presentó al Señor en el Templo, oyó al mismo tiempo a Simeón que anunciaba que el Hijo sería signo de contradicción y que una espada atravesaría el alma de la Madre para que se manifestasen los pensamientos de muchos corazones (cfr. Lc 2,34-35). Al Niño Jesús perdido y buscado con dolor, sus padres lo hallaron en el templo, ocupado en las cosas que pertenecían a su Padre, y no entendieron su respuesta. Mas su Madre conservaba en su corazón, meditándolas, todas estas cosas (cf. lc., 2,41-51).

La Santísima Virgen en el ministerio público de Jesús

58. En la vida pública de Jesús, su Madre aparece significativamente; ya al principio durante las nupcias de Caná de Galilea, movida a misericordia, consiguió por su intercesión el comienzo de los milagros de Jesús Mesías (cf. Jn 2,1-11). En el decurso de su predicación recibió las palabras con las que el Hijo (cf. Lc 2,19-51), elevando el Reino de Dios sobre los motivos y vínculos de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados a los que oían y observaban la palabra de Dios como ella lo hacía fielmente (cf. Mc 3,35; Lc 11, 27-28). Así también la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cf. Jn 19, 25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma, y, por fin, fue dada como Madre al discípulo por el mismo Cristo Jesús, moribundo en la Cruz con estas palabras: «¡Mujer, he ahí a tu hijo!» (Jn19,26-27).

La Santísima Virgen después de la Ascensión de Jesús

59. Como quiera que plugo a Dios no manifestar solemnemente el sacramento de la salvación humana antes de derramar el Espíritu prometido por Cristo, vemos a los Apóstoles antes del día de Pentecostés «perseverar unánimemente en la oración con las mujeres, y María la Madre de Jesús y los hermanos de éste» (Act 1,14); y a María implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo, quien ya la había cubierto con su sombra en la Anunciación. Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de la vida terrena, en alma y cuerpo fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo, para que se asemejará más plenamente a su Hijo, Señor de los que dominan (Ap19,16) y vencedor del pecado y de la muerte.

III.- LA SANTÍSIMA VIRGEN Y LA IGLESIA

María, esclava del Señor, en la obra de la redención y de la santificación

60. Unico es nuestro Mediador según la palabra del Apóstol: «Porque uno es Dios y uno el Mediador de Dios y de los hombres, un hombre, Cristo Jesús, que se entregó a Sí mismo como precio de rescate por todos» (1 Tim 2,5-6). Pero la misión maternal de María hacia los hombres, de ninguna manera obscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Porque todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen en favor de los hombres no es exigido por ninguna ley, sino que nace del Divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, de ella depende totalmente y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo.

Maternidad espiritual de María

61. La Santísima Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la Divina Providencia, fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor, y en forma singular la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras El moría en la Cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia.

María, Mediadora

62. Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación, y lo mantuvo sin vacilación al pie de la Cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Santísima Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, sin embargo, se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador.

Porque ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo Encarnado nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en las criaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente única. La Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador.

María, como Virgen y Madre, tipo de la Iglesia

63. La Virgen Santísima, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, y por sus singulares gracias y dones, está unida también íntimamente a la Iglesia. la Madre de Dios es tipo de la Iglesia, orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. Porque en el misterio de la Iglesia que con razón también es llamada madre y virgen, la Bienaventurada Virgen María la precedió, mostrando en forma eminente y singular el modelo de la virgen y de la madre, pues creyendo y obedeciendo engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y esto sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, como una nueva Eva, practicando una fe, no adulterada por duda alguna, no a la antigua serpiente, sino al mensaje de Dios. Dio a luz al Hijo a quien Dios constituyó como primogénito entre muchos hermanos (Rom 8,29), a saber, los fieles a cuya generación y educación coopera con amor materno.

Fecundidad de la Virgen y de la Iglesia

64. Ahora bien, la Iglesia, contemplando su arcana santidad e imitando su caridad, y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, también ella es hecha Madre por la palabra de Dios fielmente recibida: en efecto, por la predicación y el bautismo engendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. Y también ella es virgen que custodia pura e íntegramente la fe prometida al Esposo, e imitando a la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu Santo conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida esperanza, la sincera caridad.

Virtudes de María que debe imitar la Iglesia

65. Mientras que la Iglesia en la Santísima Virgen ya llegó a la perfección, por la que se presenta sin mancha ni arruga (cf. Ef 5,27), los fieles, en cambio, aún se esfuerzan en crecer en la santidad venciendo el pecado; y por eso levantan sus ojos hacia María, que brilla ante toda la comunidad de los elegidos, como modelo de virtudes. La Iglesia, reflexionando piadosamente sobre ella y contemplándola en la luz del Verbo hecho hombre, llena de veneración entra más profundamente en el sumo misterio de la Encarnación y se asemeja más y más a su Esposo. Porque María, que habiendo entrado íntimamente en la historia de la Salvación, en cierta manera en sí une y refleja las más grandes exigencias de la fe, mientras es predicada y honrada atrae a los creyentes hacia su Hijo y su sacrificio hacia el amor del Padre. La Iglesia, a su vez, buscando la gloria de Cristo, se hace más semejante a su excelso tipo, progresando continuamente en la fe, la esperanza y la caridad, buscando y bendiciendo en todas las cosas la divina voluntad. Por lo cual, también en su obra apostólica, con razón, la Iglesia mira hacia aquella que engendró a Cristo, concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen, precisamente para que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones de los fieles. La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres.

IV.- CULTO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN EN LA IGLESIA

Naturaleza y fundamento del culto

66. María, que por la gracia de Dios, después de su Hijo, fue ensalzada por encima todos los ángeles y los hombres, en cuanto que es la Santísima Madre de Dios, que intervino en los misterios de Cristo, con razón es honrada con especial culto por la Iglesia. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos la Santísima Virgen es venerada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas. Especialmente desde el Sínodo de Efeso, el culto del Pueblo de Dios hacia María creció admirablemente en la veneración y en el amor, en la invocación e imitación, según palabras proféticas de ella misma: «Me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque hizo en mí cosas grandes el que es poderoso» (Lc 1,48). Este culto, tal como existió siempre en la Iglesia, aunque es del todo singular, difiere esencialmente del culto de adoración, que se rinde al Verbo Encarnado, igual que al Padre y al Espíritu Santo, y contribuye poderosamente a este culto. Pues las diversas formas de la piedad hacia la Madre de Dios, que la Iglesia ha aprobado dentro de los límites de la doctrina santa y ortodoxa, según las condiciones de los tiempos y lugares y según la índole y modo de ser de los fieles, hacen que, mientras se honra a la Madre, el Hijo, por razón del cual son todas las cosas (cf. Col 1,15-16) y en quien tuvo a bien el Padre que morase toda la plenitud (Col 1,19), sea mejor conocido, sea amado, sea glorificado y sean cumplidos sus mandamientos.

Espíritu de la predicación y del culto

67. El Sacrosanto Sínodo enseña en particular y exhorta al mismo tiempo a todos los hijos de la Iglesia a que cultiven generosamente el culto, sobre todo litúrgico, hacia la Santísima Virgen, como también estimen mucho las prácticas y ejercicios de piedad hacia ella, recomendados en el curso de los siglos por el Magisterio, y que observen religiosamente aquellas cosas que en los tiempos pasados fueron decretadas acerca del culto de las imágenes de Cristo, de la Santísima Virgen y de los Santos.

Asimismo exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la divina palabra que se abstengan con cuidado tanto de toda falsa exageración, como también de una excesiva estrechez de espíritu, al considerar la singular dignidad de la Madre de Dios. Cultivando el estudio de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Doctores y de las liturgias de la Iglesia bajo la dirección de Magisterio, ilustren rectamente los dones y privilegios de la Santísima Virgen, que siempre están referidos a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad, y, con diligencia, aparten todo aquello que sea de palabra, sea de obra, pueda inducir a error a los hermanos separados o a cualesquiera otros acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia. Recuerden, pues, los fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un afecto estéril y transitorio, ni en vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, por la que somos conducidos a conocer la excelencia de la Madre de Dios y somos excitados a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes.

V. MARÍA, SIGNO DE ESPERANZA CIERTA Y CONSUELO PARA EL PUEBLO DE DIOS PEREGRINANTE

María, signo del pueblo de Dios

68. Entre tanto, la Madre de Jesús, de la misma manera que ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma es la imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el futuro siglo, así en esta tierra, hasta que llegue el día del Señor (cf., 2 Pe 3,10), antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza y de consuelo.

María interceda por la unión de los cristianos

69. Ofrece gran gozo y consuelo para este Sacrosanto Sínodo, el hecho de que tampoco falten entre los hermanos separados quienes tributan debido honor a la Madre del Señor y Salvador, especialmente entre los orientales, que corren parejos con nosotros por su impulso fervoroso y ánimo devoto en el culto de la siempre Virgen Madre de Dios. Ofrezcan todos los fieles súplicas insistentes a la Madre de Dios y Madre de los hombres, para que ella, que asistió con sus oraciones a la naciente Iglesia, ahora también, ensalzada en el cielo sobre todos los bienaventurados y los ángeles en la comunión de todos los santos, interceda ante su Hijo para que las familias de todos los pueblos tanto los que se honran con el nombre de cristianos, como los que aún ignoran al Salvador, sean felizmente congregados con paz y concordia en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e indivisible Trinidad.

Todas y cada una de las cosas contenidas en esta Constitución han obtenido el beneplácito de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostólica recibida de Cristo, juntamente con los Venerables Padres, las aprobamos, decretamos y establecemos en el Espíritu Santo, y mandamos que lo así decidido conciliarmente sea promulgado para gloria de Dios.

Lumen Gentium. Roma, en San Pedro, 21 de noviembre de 1964.
 
 

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Catequesis sobre María Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Reflexiones REFLEXIONES Y DOCTRINA

María en los Últimos Tiempos de la Iglesia

Por San Luis María Grignion de Montfort.

María desempeña un rol muy importante en la salvación del mundo que producirá Cristo en su segunda venida.

Ella fue elegida desde el principio de los tiempos para ser la madre del Señor y enfrentarse al maligo en los últimos tiempos, por eso fue preservada del pecado original y actúa como corredentora del género humano con Jesús.

 

MARÍA Y LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

49. La salvación del mundo comenzó por medio de María y por medio de Ella debe consumarse. María casi no se manifestó en la primera venida de Jesucristo, a fin de que los hombres poco instruidos e iluminados aún cerca de la persona de su Hijo, no se alejaran de la verdad aficionándose demasiado fuerte e imperfectamente a la Madre, como habría ocurrido seguramente, si Ella hubiera sido conocida, a causa de los admirables encantos que el Altísimo le había concedido aún en su exterior. Tan cierto es esto que San Dionisio Areopagita escribe que cuando la vio, la hubiera tomado por una divinidad, a causa de sus secretos encantos e incomparable belleza, si la fe en la que se hallaba bien cimentado no le hubiera enseñado lo contrario.

Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido. Pues ya no valen los motivos que movieron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y manifestarla sólo parcialmente aun después de la predicación del Evangelio.

50. Dios quiere, pues, revelar y manifestar a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos.

a. Porque Ella se ocultó en este mundo y se colocó más baja que el polvo por su profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de los Apóstoles y Evangelistas que no la dieran a conocer.

b. Porque Ella es la obra maestra de las manos de Dios, tanto en el orden de la gracia como en el de la gloria y El quiere ser glorificado y alabado en la tierra por los hombres.

c. Porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de Justicia, Jesucristo, y por lo mismo, debe ser conocida y manifestada, si queremos que Jesucristo lo sea.

d. Porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez y lo será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente.

e. Porque Ella es el medio seguro y el camino directo e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarlo perfectamente. Por ella deben resplandecer en santidad. Quien halla a María, halla la vida, es decir, a Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Ahora bien, no se puede hallar a María sino se la busca, ni buscarla si no se la conoce, pues no se busca ni desea lo que no se conoce. Es, por tanto, necesario que María sea mejor conocida que nunca, para mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad.

f. Porque María debe resplandecer más que nunca en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia:

En misericordia, para recoger y acoger amorosamente a los pobres pecadores y a los extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia católica;

En poder, contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos endurecidos que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, a cuantos se les opongan,

En gracia, finalmente, para animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por los intereses del Señor,

g. Por último, porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces «como un ejército en orden de batalla» sobre todo en estos últimos tiempos, porque el diablo sabiendo que le queda poco tiempo y menos que nunca para perder a las gentes, redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará a en breve crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los demás.

 

MARÍA Y LA LUCHA FINAL

51. A estas últimas y crueles persecuciones de Satanás, que aumentarán de día en día hasta que llegue el anticristo, debe referirse sobre todo aquella primera y célebre predicación y maldición lanzada por Dios contra la serpiente en el paraíso terrestre. Nos parece oportuno explicarla aquí, para la gloria de la Santísima Virgen, salvación de sus hijos y confusión de los demonios:

«Haré que haya enemistad entre ti y la mujer,
entre tu descendencia y la suya,
ésta te pisará la cabeza
mientras tú te abalanzarás sobre tu talón.»

52. Dios ha hecho y preparado una sola e irreconciliable enemistad, que durará y se intensificará hasta el fin. Y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer. De suerte que el enemigo más terrible que Dios ha suscitado como Satanás es María, su Santísima Madre. Ya desde el paraíso terrenal aunque María sólo estaba entonces en la mente divina le inspiró tanto odio contra ese maldito enemigo de Dios, le dio tanta sagacidad para descubrir la malicia de esa antigua serpiente y tanta fuerza para vencer, abatir y aplastar a ese orgulloso impío, que el diablo la teme no sólo más que a todos los ángeles y hombres, sino en cierto modo más que al mismo Dios.

No ya porque la ira, odio y poder divinos no sean infinitamente mayores que los de la Santísima Virgen, cuyas perfecciones son limitadas, sino:

a. Porque Satanás, que es tan orgulloso sufre infinitamente más al verse vencido y castigado por una sencilla y humilde esclava de Dios y la humildad de la Virgen lo humilla más que el poder divino;

b. Porque Dios ha concedido a María un poder tan grande contra los demonios que como a pesar suyo se han visto muchas veces obligados a confesarlo por boca de los posesos tienen más miedo a un solo suspiro de María a favor de una persona, que a las oraciones de todos los santos y a una sola amenaza suya contra ellos más que a todos los demás tormentos.

53. Lo que Lucifer perdió por orgullo, lo ganó María con la humildad. Lo que Eva condenó y perdió por desobediencia, lo salvó María con la obediencia. Eva, al obedecer a la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus hijos, entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente fiel a Dios, se convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus hijos y servidores, consagrándolos al Señor.

54. Dios nos puso solamente una enemistad, sino enemistades, y no sólo entre María y Lucifer, sino también entre la descendencia de la Virgen y la del demonio. Es decir: Dios puso enemistades, antipatías y los odios secretos entre los verdaderos hijos y servidores de la Santísima. Virgen y los hijos y esclavos del diablo: no pueden amarse ni entenderse unos a otros.

Los hijos de Belial, los esclavos de Satanás, los amigos de este mundo de pecado ¡todo viene a ser lo mismo! han perseguido siempre y perseguirán más que nunca de hoy en adelante a quienes pertenezcan a la Santísima Virgen, como en otro tiempo Caín y Esaú figuras de los réprobos persiguieron a sus hermanos Abel y Jacob figuras de los predestinados

Pero la humilde María triunfará siempre sobre aquel orgulloso y con victoria tan completa que llegará a aplastarle la cabeza, donde reside su orgullo. ¡María descubrirá siempre su malicia de serpiente, manifestará sus tramas infernales, desvanecerá sus planes diabólicos y defenderá hasta el fin a sus servidores de aquellas garras mortíferas!

El poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de modo particular en los últimos tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a su calcañar, o sea, a sus humildes servidores y pobres a juicio del mundo; humillados delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar respecto de los demás miembros del cuerpo.

Pero, en cambio, serán ricos en gracias y carismas, que María les distribuirá con abundancia, grandes y elevados en santidad delante de Dios, superiores a cualquier otra creatura por su celo ardoroso; y tan fuertemente apoyados en el socorro divino que, con la humildad de su calcañar y unidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a Jesucristo.

 

MARÍA Y LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

55. Si, Dios quiere que su Madre Santísima, sea ahora más conocida, amada y honrada que nunca. Lo que sucederá sin duda, si los predestinados, con la gracia y luz del Espíritu Santo, entran y penetran en la práctica interior y perfecta de la devoción que voy a manifestarles en seguida.

Entonces verán, en cuanto lo permita la fe, a esta hermosa estrella del mar y, guiados por Ella, llegará a puerto seguro, a pesar de las tempestades y de los piratas.

Entonces conocerán las grandezas de esta Soberana y se consagrarán enteramente a su servicio como súbditos y esclavos de amor.

Entonces saborearán sus dulzuras y bondades maternales y la amarán tiernamente como sus hijos predilectos.

Entonces experimentarán las misericordias en que Ella reboza y la necesidad en que están de su socorro, recurrirán en todo a Ella, como a su querida Abogada y Medianera ante Jesucristo.

Entonces sabrán que María es el medio más seguro, fácil, corto y perfecto para llegar hasta Jesucristo y se consagrarán a Ella en cuerpo y alma sin reserva alguna, para pertenecer del mismo modo a Jesucristo.

56. Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María? Serán fuego encendido, ministros del Señor, que prenderán por todas partes el fuego del amor divino.

Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como saetas en mano de un valiente.

Serán hijos de Levi, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y muy unidos a Dios. Llevarán en el corazón el fuego del amor, el incienso de la oración en el espíritu y en el cuerpo la mirra de la mortificación.

Serán en todas partes el buen olor de Jesucristo para los pobres y sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte.

57. Serán nubes tronales y volantes, en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse a nada ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, lanzarán rayos contra el mundo del pecado, descargarán golpes contra el demonio y sus secuaces y con la espada de dos filos de la palabra de Dios traspasarán a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo.

58. Serán los apóstoles auténticos de los últimos tiempos. A quienes el Señor de los ejército dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos.

Dormirán sin oro ni plata y lo que más cuenta sin preocupaciones en medio de los demás sacerdotes, eclesiásticos y clérigos. Tendrán sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde los llame el Espíritu Santo. Y no dejarán en pos de sí en los lugares en donde prediquen sino el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda ley.

59. Por último, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo. Caminando sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme al Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas, sin dar oídos ni escuchar ni temer a ningún mortal por poderoso que sea.

Llevarán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios, sobre sus hombros el estandarte ensangrentado de la cruz, en la mano derecha el crucifijo, el Rosario en la izquierda, los sagrados nombres de Jesús y María en el corazón y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo.

Tales serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por orden del Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras y mahometanos. Pero, ¿cuándo y cómo sucederá esto?… ¡Sólo Dios lo sabe! A nosotros toca callar, orar, suspirar y esperar:

«Yo esperaba con ansia.»

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Apariciones y Visiones Doctrina Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA REFLEXIONES Y DOCTRINA

El mensaje de María Corredentora en Akita y su complementariedad con el Movimiento del Dogma

El Padre Thomas Aquinas Yasuda es considerado como la máxima autoridad del mundo en cuanto al Mensaje y a las apariciones aprobadas por la Iglesia de Nuestra Señora de Akita, Japón. El Padre Yasuda ha sido el director espiritual de la visionaria, Sor Agnes Sasagawa de Nuestra Señora, la cual es cálidamente conocida como la “Fátima del Oriente”. El siguiente artículo fue leído en la Conferencia Internacional de Vox Populi Mariae Mediatrici, en Roma, Mayo 31, 1997…

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En Abril 22, 1984, el Obispo John Shojiro Ito, el ordinario local de una diócesis donde ocurrieron las apariciones Marianas, emitió una carta pastoral en la cual autorizaba la veneración de la Santa Madre de Akita. En la carta pastoral, el Obispo Ito declaró la autenticidad sobrenatural de tres mensajes Marianos a una monja Japonesa, o sea los mensajes de un ángel y otros eventos misteriosos desde 1973 en un convento en Akita, al norte de Japón. Akita pertenece a su diócesis.

Su sucesor ordinario local, el Obispo Francisco K. Sato, ha continuado la autorización de su predecesor en cuanto a la veneración de la Santa Madre de Akita. Gracias a la autorización de estos dos obispos diocesanos para la veneración de la Santa Madre de Akita, peregrinos de todas partes -algunos 50 países- han llegado hasta el convento de las apariciones en los últimos 13 años. Las peregrinaciones continúan hasta el día de hoy.

Aquí, me gustaría llamar su atención al hecho de que Akita, Fátima y Lourdes tienen un decisivo desarrollo Providencial —un ordinario local declaró en una carta pastoral la verdad sobrenatural de la aparición Mariana. En Lourdes, el Obispo Bertrand Laurence lo hizo el 18 de Enero de 1862; en Fátima, el Obispo José de Silva emitió su carta pastoral el 13 de Octubre de 1930; y en Akita, el Obispo Ito hizo lo mismo en 1984.

Los misteriosos eventos en Akita se centran principalmente en una estatua de madera de la Santísima Virgen María en el convento de las Doncellas de la Santa Eucaristía. La estatua está de pie sobre un globo con una cruz parada detrás de su cuerpo. La estatua extiende ambas manos ligeramente hacia abajo. La estatua fue tallada por un escultor Budista Japonés, Saburo Wakasa, quién usó una pequeña tarjeta de la imagen de “La Señora de Todos los Pueblos” de Amsterdam como su modelo.

La talló hace unos 30 años y agregó las características faciales de una típica mujer Japonesa a la imagen de la Señora de Todas las Naciones.

La estatua derramó lágrimas por primera vez el 4 de Enero de 1975. Era un Sábado en la mañana. La segunda y tercera ocasiones de lágrimas ocurrieron en la tarde y en la noche del mismo día. La última lacrimación, la número 101, ocurrió el 15 de Septiembre de 1981, o sea en la festividad de los Siete Dolores de la Santísima Madre María.

El número “ciento uno” de los 101 episodios de lacrimaciones, tiene un profundo significado que explicaré después.

Soy un sacerdote católico que he presenciado con mis propios ojos, casi todos los 101 episodios de lacrimaciones de la estatua, exceptuando tres de esos ellos. El Obispo John Ito me nombró director espiritual de este convento en 1974 —un año antes de que comenzaran las lacrimaciones-.

Cada vez que la estatua lloraba, alguien me notificaba y me llamaban para ir a la escena. En todas las ocasiones de mis encuentros con estos incidentes, les pedí a los testigos que rezaran cinco décadas de los Misterios Dolorosos del Rosario en frente de la estatua que lloraba. En todas las ocasiones en que quedaban lágrimas en la estatua después de haber terminado el rezo conjunto del rosario, yo juntaba las lágrimas con cotonetes. Estos cotonetes, junto con etiquetas indicando la fecha de cada lacrimación, han sido conservados como una preciosa evidencia sólida, y se guardan dentro de un recipiente de madera con una tapa de vidrio.

El porqué la estatua derramaba lágrimas, había permanecido como una pregunta sin respuesta durante varios años. Algunas personas interpretaron las lacrimaciones como la advertencia de la Santísima Madre en contra de los pecados de los hombres modernos. Desde el inicio de esa serie de lacrimaciones, yo había pensado que pudiera haber una profunda relación entre las lágrimas de la estatua y el hecho histórico de que la Santísima Virgen María había llorado en el Calvario, cuando vio a su Divino Hijo Jesucristo redimir a la humanidad por medio de Su sangriento sacrificio en la Cruz.

En 1981, un misterioso evento me enseñó que Dios hizo que la estatua llorara para enseñarle a la Iglesia Católica Romana la verdad de la Corredención por la Santísima Virgen María llamando la atención de la Iglesia a los sufrimientos y lágrimas de María al pie de la Cruz. Me ha sido dada esta comprensión después de que un ángel explicara el profundo significado de las 101 lacrimaciones de la estatua a sor Agnes Katsuko Sasagawa, una de las monjas en el convento. Sor Agnes inmediatamente corrió a mi oficina para contarme el mensaje angélico después de la aparición.

El mensaje y las lágrimas constituyen revelaciones privadas. Aquellos que recibieron el mensaje y fueron testigos de los misteriosos eventos no tienen la tarea de definir o promulgar una doctrina o dogma de la fe. Sin embargo, no significa que el mensaje y las lágrimas puedan ser ignoradas. Este mensaje relacionado con la Corredención y las lágrimas de la estatua de la Santísima Virgen María tienen el mismo profundo significado que las apariciones Marianas en Lourdes en 1858.

Cuando el Papa defina y promulgue al mundo la Corredención de la Santísima Virgen María como un dogma de fe, entonces los verdaderos creyentes Católicos de todo el mundo, aceptarán estas revelaciones privadas en Akita como eventos invaluables por medio de los cuales Dios explicó la verdad de la Corredención, igual como han aceptado las apariciones Marianas en Lourdes.

En Lourdes, Bernadette Soubirous fue testigo de como la Santísima Virgen María emitió una luz esplendorosa de su majestuosa figura en la gruta de Massabielle, un total de dieciocho veces. Dios le enseño a la Iglesia Católica Romana, a través de las experiencias de Bernadette, que esta esplendorosa figura de la Santísima Virgen en sí misma significa su Inmaculada Concepción, además de las mismas palabras de la Santísima Madre: “Yo soy la Inmaculada Concepción.”

No obstante que el dogma de la Inmaculada Concepción había sido promulgado al mundo por el Papa Pío IX cuatro años antes de las apariciones, el contenido del dogma permaneció como un tema difícil de entender y aceptar en los corazones de los laicos Católicos ordinarios. Como resultado de esto, el dogma no podía entrar en los corazones de los Católicos creyentes del mundo, aún después de varios años de su promulgación ex-cátedra.

Entonces, Dios envió a la Santísima Virgen María a Lourdes como un gran regalo divino para todos los creyentes Católicos. Hoy, sabemos que muchas estatuas con la imagen de la Santísima Virgen María en Lourdes han sido colocadas en muchas iglesias Católicas en todo el mundo para festejar la divina intervención en 1858.

Estos desarrollos sugieren que el Dogma de la Inmaculada Concepción no hubiera podido ejercer su efecto favorable de reforzar la fe de los laicos ordinarios si las apariciones Marianas en Lourdes no hubiesen ocurrido y por lo tanto no hubiesen influido profundamente en esos laicos. Estas apariciones les han ayudado a los laicos ordinarios a entender este dogma, y la fe de cada creyente se ha incrementado por su mayor entendimiento del dogma.

En términos generales, aun si un dogma es promulgado como una verdad de fe por un Papa, la verdad sigue siendo difícil de entender desde el punto de vista de los creyentes Católicos ordinarios. El Apóstol Pablo dijo en su carta a los Romanos (12:6), “Nuestros dones difieren de acuerdo a la gracia que se nos ha dado. Si tu don es la profecía, entonces úsalo de conformidad con las enseñanzas de la fe.”

Aquí San Pablo le enseña a la Iglesia Católica que la verdad del contenido de una profecía o mensajes de una supuesta aparición, pueden y deben ser juzgados al examinarlos para ver si corresponden con los dogmas y las doctrinas Católicas. Esto es porque las expresiones de los dogmas son enunciados por los seres humanos bajo la inspiración del Espíritu Santo.

Lo que San Pablo dijo aquí se aplica a Lourdes, donde Dios hizo los arreglos para que el dogma de la Inmaculada Concepción fuera explicado de una manera que pudiera ser entendido por los creyentes Católicos ordinarios al relacionar el difícil dogma a esas apariciones Marianas.

Como todos Ustedes ya saben, nuestro Santo Padre, el Papa Juan Paulo II, en varias ocasiones ha hecho alusión a la Corredención de la Santísima Virgen María a través de su encíclica Redemptoris Mater y de las explicaciones en sus audiencias generales, aun cuando todavía no lo define y promulga como dogma.

Si los creyentes Católicos de todo el mundo llegasen a entender que los 101 episodios de lacrimaciones de la estatua de la Santísima Virgen María en Akita significan su Corredención, entonces podrían entender y aceptar el próximo dogma de la Corredención en sus corazones con más facilidad, igual como las apariciones Marianas en Lourdes les ayudaron a los creyentes a entender el dogma de la Inmaculada Concepción.

La verdad de la Corredención contiene un sutil detalle teológico. Por lo tanto, es difícil que los Católicos ordinarios entiendan la verdad.

Es realmente sorprendente que Dios haya revelado ésta difícil verdad en Akita en una forma fácilmente entendible para los creyentes ordinarios Católicos, o sea, al hacer que la estatua derramara lágrimas que simbolizan sus sufrimientos maternos en el Calvario, los cuales ofreció al Padre Celestial como Corredentora al dar su total consentimiento a la inmolación de su Divino hijo Jesús en la Cruz.

La voluntad de Dios era que María sufriera junto con Jesús de conformidad con Su eterno plan de Salvación. Fue aun más doloroso para María el consentir a la inmolación de su Hijo que su muerte física. Ella ofreció sus sufrimientos a Dios, por lo tanto actuando de conformidad con el plan de Dios para la salvación de la humanidad.

Claro está, nadie debe interpretar que la Redención de Jesús y la Corredención de María están al mismo nivel de valor. San Pablo dice en su Primera Carta a Timoteo (2:5-6), “Porque hay un solo Dios, y hay un solo mediador entre Dios y la humanidad, El mismo un hombre, Jesucristo, quién se sacrificó a sí mismo para pagar el rescate de todos los hombres.”

Se deben entender las diferencias esenciales entre la Redención de Jesucristo y la Corredención de María, teniendo presente las diferencias ontológicas entre las personas de Jesús y de María. La Divina Persona de Jesucristo, quién asumió una naturaleza humana, ofreció Su cuerpo al Padre Celestial como el Sacrificio y sufrió en Su carne humana y alma para redimir a la humanidad.

En ese momento, María, observando el sacrificio de su hijo desde el pie de la Cruz, dio el pleno consentimiento a la inmolación y ofreció a su amado hijo al Padre Celestial, en base a la persona humana de María. En verdad, María padeció dolores espirituales muy agudos cuya intensidad está más allá de la imaginación de cualquier ser humano. Dios llamó nuestra atención a los sufrimientos de María al hacer que la estatua en Akita derramara lágrimas.

Ninguna sabiduría humana podrá llegar a comprender la profundidad del abandono de María en el amor de Dios, que hizo que mostrara una profunda obediencia al Padre Celestial como Su doncella, desde el momento de la Anunciación hasta el momento de la Redención por su hijo Jesús en la Cruz.

Su primera acción pública como especial cooperadora del Redentor registrada en las Escrituras, fue la presentación del niño Jesús a Dios en el Templo, en el cuadragésimo día después del nacimiento del Redentor de acuerdo con la Ley del Señor. Entonces, ofreció al niño Jesús a Dios y en silencio, expresó su voluntad para consentir a la futura inmolación de su hijo, desde el punto de vista de Su madre.

Entonces, el justo y anciano profeta Simeón, le profetizó el misterio de su misión como Corredentora: “Éste, está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará tu alma!”. (Lc 2:35).

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El significado más profundo de las Lágrimas de la Estatua de Nuestra Señora de Akita

El 15 de Septiembre de 1981, alrededor de las dos de la tarde, la estatua de la Santísima Virgen María derramó lágrimas por la ocasión número 101. Un total de 65 personas, incluyéndome a mí (Padre Thomas Aquinas Yasuda), fuimos testigos ese día. Las lágrimas nos llegaron a todos al corazón, especialmente porque ese día era la festividad de los Siete Dolores de la Santísima Virgen María. Ninguno de los presentes podía prever, sin embargo, que Dios había deseado que este episodio fuera la última lacrimación de la estatua….

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El treceavo día a partir de esa fecha, o sea el 28 de Septiembre, Sor Agnes sintió la presencia de un ángel a su lado durante sus oraciones silenciosas frente a la Sagrada Eucaristía expuesta, lo cual se daba después del rezo del Rosario junto con las hermanas en la capilla.

Sor Agnes no vio Al ángel en persona en esa ocasión. Pero la misteriosa visión de una hermosa y majestuosa Biblia rodeada por una luz celestial surgió delante de ella. El ángel le dio instrucciones para que leyera una pasaje de las Escrituras. En una página abierta de la Biblia, reconoció la referencia: Versículo 15, Capítulo 3 del Génesis. Entonces, oyó la voz del ángel que le decía, en la forma de un preámbulo, que había una profunda relación entre este pasaje y las lágrimas de la Santísima Virgen María.

El ángel continuó diciendo, “Hay un profundo significado al número 101 con los 101 episodios de las santas lacrimaciones de la estatua de la Santísima Virgen María. Esto significa que el pecado entró al mundo a través de una mujer y que es también a través de una mujer que la gracia de la salvación entró al mundo. El cero, que está entre los dos ‘unos’, significa Dios que existe desde toda la eternidad hasta la eternidad. El primer ‘uno’ representa a Eva, y el último ‘uno’ representa a la Santísima Virgen María.”

Entonces el ángel le dio otra vez instrucciones para que volviera a leer el Versículo 15 del Capítulo 3 del Génesis, y le dijo, “Le debes transmitir este mensaje al sacerdote Católico que te ha dado la guía espiritual.” Entonces el ángel se fue. Al mismo tiempo desapareció la visión de la Biblia.

Después de la adoración de la Santa Eucaristía, Sor Agnes corrió a mi oficina y me pidió que verificara el pasaje. Abrí la Biblia y encontré el pasaje que tiene el anuncio profético de Dios a Satanás. “Enemistad pondré entre tí y la mujer, entre tu linaje y su linaje: Ella te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañal.”

Fue por medio del mensaje del ángel, quién citó el Versículo 15 del Capítulo 3 del Génesis, que se pudo entender el profundo significado de las lágrimas de la Santísima Virgen María.

Esto significa que las lágrimas de la estatua resultaron del objetivo Divino de llamar la atención de todos los Católicos Romanos a los sufrimientos de María al pie de la Cruz como Corredentora. Las lágrimas milagrosas fueron creadas por Dios para enseñarle a toda la Iglesia Católica Romana que la Santísima Virgen María sufrió y lloró como la Madre de Jesucristo en su noble acto de Corredención, cuando dio su pleno consentimiento a Su inmolación.

Cuando nuestra Santísima Madre María observó a Jesús crucificado para redimir a la humanidad, consintió al sacrificio de su Hijo y ofreció a su Hijo al Padre Celestial. Sus intensos sufrimientos espirituales (a la luz del evento de perder a su amado Hijo Jesús), sin embargo, hizo que derramara lágrimas de sus ojos físicos. De todas maneras, la Santísima Madre María soportó los sufrimientos.

Las lacrimaciones de la estatua de la Santísima Madre María en el Convento en Akita es igual a las experiencias misteriosas de Santa Bernadette, quién fue testigo de la visión de María la Inmaculada Concepción en la gruta de Massabielle.

He oído que muchas estatuas de María derramaron lágrimas en diversos sitios alrededor del mundo. Pero el significado de ninguna de estas lacrimaciones ha sido explicado por medio de la referencia de un ángel a las Escrituras.

En Akita, Dios relacionó las lágrimas de la estatua de la Santísima Virgen María con el próximo dogma de la Corredentora, al hacer que las mismas lágrimas significaran el próximo dogma con anticipación.

En este sentido, las lágrimas fueron una Divina profecía mística del dogma. Si confirmamos que el significado de los 101 episodios de las lacrimaciones de la estatua puede ser claramente explicado por las palabras de las Escrituras, entonces podemos concluir que las lacrimaciones son realmente Revelaciones Divinas y que tienen un origen sobrenatural celestial.

Para confirmar esto, examinemos la profunda Cristología del Apóstol San Pablo en su carta a los Romanos, en la cual San Pablo, inspirado por Dios, identificó a Jesucristo como el nuevo Adán. San Pablo escribió, “Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. (Romanos 5:12).

“Adán prefiguró al que había de venir. El don mismo [de la Redención] sobrepasó por mucho a la caída. Si es cierto que por la caída de un hombre murieron muchos, es aún más cierto que la gracia divina, que venía por un hombre, Jesucristo, les llegó a muchos como un abundante don gratuito. Los resultados del don también sobrepasaron los resultados del pecado de un hombre.” (Romanos 5:15-16)

Debido a que la verdad del contraste entre el viejo Adán y el nuevo Adán, Jesucristo, fue explicado por San Pablo, es natural concluir que San Pablo estaba también consciente de un contraste similar entre la antigua Eva y la nueva Eva, María, la Madre de Dios.

Esto es porque el pecado de Adán tiene relación con el pecado de Eva, quién tentó a Adán para desobedecer la orden de Dios. Es evidente que la gracia de la Redención de Jesucristo, el Redentor, vino al mundo de acuerdo al plan de Dios, quién quiso que Jesús naciera de María, la Inmaculada Concepción, la Nueva Eva.

Ahora, consideremos una analogía entre la Cristología de San Pablo y la explicación del ángel acerca de la misión de nuestra Santísima Madre María, dada a Sor Agnes para nosotros. El ángel dijo: “Hay un profundo significado al número 101 de los 101 episodios de las santas lacrimaciones de la estatua de la Santísima Madre María. Esto significa que el pecado entró en el mundo por una mujer y que es también por una mujer que la gracia de la salvación entró en el mundo…. El primer ‘uno’ representa a Eva, y el último ‘uno’ significa la Santísima Madre María.”

San Pablo comparó al nuevo Adán, Jesucristo, el Redentor, con el viejo Adán, un pecador. En el mensaje de Akita en 1981, Dios quiso que el ángel revelara el contraste entre la antigua Eva, quién tentó a Adán para que pecara, y la nueva Eva, nuestra Santísima Madre María, quién dio a luz al Salvador.

Los 101 episodios de las lacrimaciones de la estatua significan esta verdad: Dios integró a María como una parte inseparable de Su plan de Redención desde toda la eternidad.

Siempre que la Hermana Agnes tenía encuentros con eventos sobrenaturales que no podían ser explicados como fenómenos naturales —ya sean mensajes de la Santísima Madre o del ángel— la hermana, antes que nada, reportaba dichos eventos al Obispo John Ito o a mi mismo,
solicitando guía espiritual.

En ninguna ocasión la Hermana Agnes anunció ella misma esos eventos al público. Cuando recibió el mensaje más importante que explicaba el significado de los 101 episodios de lágrimas de la estatua, también reaccionó de la misma manera.

La autenticidad sobrenatural de las lágrimas de la estatua de la Santísima Madre María fue sustanciado y corroborado por otros dos milagros objetivos.

Uno de ellos, es la curación milagrosa de un cáncer cerebral en 1981 de una ama de casa de Corea del Sur, la Sra. Teresa Chun Sun Ho. La Sra. Chun había entrado en coma a causa de los tumores cerebrales que la redujeron a una existencia meramente vegetativa. Sus parientes, familiares y amistades le rogaron a la Santísima Madre María de Akita que curara a la mujer encamada colocando la fotografía de la estatua de las lágrimas junto a la almohada. Entonces, una visión de la Virgen María, que era exactamente la misma imagen que la de la Santísima Madre María de Akita, se le apareció a la Sra. Teresa Chun a la medianoche del 4 Agosto, en medio de la coma.
Entonces, quedó totalmente curada. Los radiografías de su cerebro —tomadas en el Hospital de San Pablo en Seoul— certifican la total desaparición del cáncer de su cerebro.

Después de la curación, la Sra. Teresa Chun declaró: “La Santísima Madre María de Akita, quién tenía un cordero blanco en sus brazos, se me apareció, cuando estaba encamada, y exhaló sobre mi frente tres veces. Vi que la lana del cordero se movía y agitaba debido a las fuertes exhalaciones de la Santísima Madre.”

Este milagro fue atestiguado por el Dr. Gil Song Lee con un certificado médico, el cual fue enviado a la Santa Sede junto con un documento escrito por el Padre Maryknoll Roman Theisen, S.T.D., entonces jefe del Tribunal Arquidiocesano de la Sede de Seul. La Iglesia de Corea del Sur estableció un comité que se formó para trabajar por la canonización de 103 mártires Coreanos y envió documentos reportando su curación a la Santa Sede.
El milagro fue empleado para obtener la autorización de la Santa Sede para la solicitud del comité por la canonización de 103 mártires.

El otro de los dos milagros, es la curación de la sordera completa de la misma Sor Agnes en 1982. Para entonces, ya habían pasado nueve años desde que perdió el oído en 1973. El 30 Mayo, en festividad de Pentecostés, su sordera fue curada al momento en que recibió la bendición con el Santísimo Sacramento en la custodia que yo elevé en la capilla.

Al momento en que se dio la bendición con la Eucaristía, ella oyó una campanilla de adoración tocada por otra hermana religiosa. Su curación fue atestiguada en un certificado médico emitido por el Dr. Tatsuhiko Arai, del Hospital de la Cruz Roja en Akita.

San Bernardo, un Doctor de la Iglesia, proporcionó una intuición profunda en relación con esta verdad en uno de sus sermones: “El anciano y justo hombre Simeón profetizó que la Virgen María sufriría un martirio espiritual. Simeón le dijo a María que el niño Jesús estaba destinado para ser una señal de rechazo. Entonces, le dijo a María que una espada también atravesaría su corazón.” Entonces, San Bernardo continuó diciendo en la forma de una oración acerca de lo que sucedió en el Calvario, “Querida y Santa Madre, tu corazón fue ciertamente atravesado por una espada. La lanza empleada por el soldado Romano no pudo perforar el cuerpo de tu Hijo sin perforar tu corazón. Después de la muerte de Jesús, la cruel lanza perforó el costado de nuestro Señor sin misericordia. Jesús, quién ya estaba muerto para ese momento, no sintió ningún dolor. Pero esta lanza ciertamente perforó tu corazón…. Es apropiado que yo diga que tu eres más grande que los mártires”.

¡Cuantas lágrimas derramó nuestra Santísima Madre cuando fue testigo del continuo sufrimiento de Jesús en la Cruz!. La intensidad de los sufrimientos de María están más allá de lo que pudiera imaginar cualquier ser humano. Los sufrimientos de María al pie de la Cruz fueron, en un sentido místico, los dolores de parto, cuando aceptó ser la madre de todos los fieles de acuerdo al plan de Dios, quien quiso darle a la humanidad la verdadera Madre Celestial quién continúa cuidando a los creyentes hasta el fin del mundo.

A través de su humilde aceptación de los dolores místicos de un parto, se convirtió en la madre del Cuerpo Místico de Cristo al cual pertenecemos como sus miembros. Primero, concibió en su casto vientre a Jesús, la cabeza del Cuerpo Místico de Cristo, y después, a través del proceso de su Corredención, comenzó a dar a luz a los miembros de Su Cuerpo Místico, que son la comunidad formada por las generaciones de todos los creyentes Católicos.

Debido a que el proceso místico de la aplicación de los efectos del sacrificio Redentor de Cristo continúa hasta el fin del mundo, las actividades de intercesión de María como la Mediadora de todas las gracias, que han fluido desde la Redención, también continúan, al mismo tiempo que actúa como una especial subordinada a Jesús y al Espíritu Santo, el Santificador.

En medio de este proceso místico y real de la distribución conjunta de gracias, Jesús y nuestra Santísima Madre están juntos luchando contra Satanás para ayudar a los creyentes a unirse con valor en la Redención subjetiva, o en la aplicación de los efectos del sacrificio de Cristo. Debido a ésta lucha mística con Satanás —donde están en juego la vida eterna de las almas— uno puede afirmar que nuestra Madre Celestial todavía sigue ofreciendo sus dolores místicos del parto por todos nosotros, por todos los creyentes, al mismo tiempo que actúa como un instrumento de gracias para santificarnos.
Al hacer esto, la Santísima Madre hace una mediación de las gracias de acuerdo con la voluntad y los deseos de Jesucristo, al mismo tiempo que distribuye gracias como una subordinada del Espíritu Santo.

Al reconocer las realidades de esta Redención subjetiva, los creyentes deben usar su libre voluntad para ofrecer sus sufrimientos, oraciones y sacrificios por amor, para cooperar en los efectos del sacrificio de Jesús que serán aplicados a sus almas. De esta manera, son llevados a unirse en la lucha de la Santísima Madre contra Satanás. Esta es la razón por la cual Dios le dijo a la serpiente, “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje.”

Porque esta lucha continuará hasta que nuestra Madre complete el proceso de dar a luz a todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, y, en este sentido, sus dolores místicos de parto continuarán hasta el fin del mundo. Este es el significado más profundo de su Corredención. Las lágrimas derramadas por la estatua de madera de Nuestra Señora de Akita es la evidencia sólida que Dios ha manifestado en la historia, con el fin de demostrar la larga enemistad entre Satanás y nuestra Santísima Madre.

En medio de este perenne antagonismo, el Rosario es nuestra poderosa arma. Con esto, clamamos a nuestra Abogada para que “ruegue por nosotros los pecadores”. Y nuestra Santísima Madre, Mediadora de todas las gracias bajo el Espíritu Santo, aplastará la cabeza de la Serpiente en una batalla a la cual debemos unir nuestra libre voluntad y responsabilidad.

Las Escrituras dicen: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María la esposa de Cleofás, y María Magdalena (Juan 19:25)”. Esto significa que las otras dos mujeres, también de nombre María, estaban de pie, mientras lloraban a la vista de Jesús crucificado. Pero las lágrimas de las otras dos Marías eran derramadas por compasión por los sufrimientos de Jesús, por lo tanto no tienen la misma profundidad de significado en sus lágrimas.

En un marcado contraste, las lágrimas de la Santísima Virgen María eran lágrimas que resultaban de sus dolores espirituales cuando dio su pleno consentimiento al sacrificio de su divino Hijo Jesús y lo ofreció al Padre Celestial como la madre del Redentor de la humanidad. En su mente y en su alma, la Santísima Madre no exigió ver a Jesús debido a su obediencia a Dios y debido a su conocimiento de que el Sacrificio de Jesús era necesario para redimirnos a nosotros, la humanidad.

Por lo tanto, hay un abismo esencial entre el significado de las lágrimas de la Santísima Virgen María y el de las lágrimas de las otras dos Marías. Las lágrimas de la Santísima Virgen María fueron las lágrimas de la Corredención objetiva y mística.

¿Cuál es el significado de las divinas revelaciones de las lágrimas de la Corredención usando la estatua de la Santísima Virgen María, en relación con la crisis que abarca la Iglesia Católica Romana en todo el mundo?

Desde la clausura del Concilio Vaticano II, los movimientos ecuménicos han ido ganando fuerza en muchos países. El alcance del significado del ecumenismo ha sido ampliado para significar un diálogo con religiones no Cristianas. Muchos proponentes del ecumenismo dicen que las enseñanzas de otras religiones tienen ciertos grados de verdad relativo a la ética y a la moral, pero se les olvida llamar una específica y especial atención a la Redención de Jesucristo. El resultado ha sido que el verdadero significado de la Redención ha quedado confuso en las mentes de muchos Católicos.

Aun en contra de los antecedentes de esta situación mundial, el dogma de la Redención de Jesucristo crucificado en la cruz continúa emitiendo una luz única. Las religiones que no son Cristianas no tienen la Redención entre sus enseñanzas. La verdad de la Redención por Jesucristo quién sufrió por los pecados de la humanidad ofreciéndose a si mismo en el sacrificio de la cruz para satisfacer la justicia de Dios, es algo único y tiene un valor absoluto.

Si los clérigos Católicos y los laicos desechan o comienzan a darle menos valor a esta Redención, se va a crear un serio peligro de que todas las doctrinas y dogmas Católicos pierdan su significado. Tenemos que considerar este peligro. Si la Iglesia Católica Romana usa mal o no entiende el valor tan especial de la Redención, va a terminar degenerándose en simplemente una secta entre numerosas sectas religiosas de todo el mundo.

Creo que la razón por la cual la Corredención Mariana está ahora bajo el escrutinio internacional en los últimos años, es que Dios está tratando de revivir una seria atención de los Católicos hacia el dogma de la Redención.

El hecho de que este movimiento del dogma esté ganando terreno parece tener conexiones místicas con el plan de Dios para conducir al Santo Padre a definir y promulgar el dogma de la Corredención Mariana. Cuando el Santo Padre promulgue el dogma de la Corredención de acuerdo al plan Divino, esto revivirá la fe de muchos Católicos en el dogma de la Redención de su Hijo, Jesucristo.

El Padre Celestial, ofendido por la proliferación de los valores inmorales y las enseñanzas teológicas heréticas en el mundo de hoy, aparentemente hizo que la estatua de madera de la Santísima Madre en Akita derramara lágrimas, con el fin de ayudarle a los creyentes Católicos a entender más fácilmente la verdad de su Corredención, y a conducirlos a abrazar su fe Católica en la Redención y en la Corredención como sus verdaderos valores heredados.

VIDEO

(Our Lady of Akita, communion in the tongue)

Esta es la segunda parte de la exposición del Padre Thomas Aquinas Yasuda sobre el Mensaje de las apariciones de Nuestra Señora de Akita, Japón. El Padre Yasuda ha sido el director espiritual de la visionaria, Sor Agnes Sasagawa de Nuestra Señora, la cual es cálidamente conocida como la “Fátima del Oriente”…

 
 

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