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Cómo ponemos a Dios de Copiloto en nuestra Vida [para tomar las mejores decisiones]

Cómo reconocer las inspiraciones que vienen de Dios y las que no vienen de Él.

Una de las cosas más difíciles es reconocer cuando una inspiración o moción viene de Dios o proviene de otra parte.

Y esto es vital para nuestra vida.

¿Te imaginas la diferencia entre tener a Dios sentado al lado tuyo diciéndote a cada paso lo que tienes que hacer o no tenerlo?

¿Que ese lugar lo ocupe el demonio o tus meros pensamientos y deseos? 

Obviamente en última instancia decidiremos según nuestro libre albedrío.

Pero si tenemos a Dios como copiloto nos aseguramos que tomaremos las mejores decisiones y que nuestro corazón se sentirá absolutamente tranquilo.

Sin embargo Dios siempre está sentado al lado nuestro como copiloto, el problema es que muchas veces no nos damos cuenta de sus indicaciones.

Aquí hablaremos sobre como aprender a identificar las indicaciones que vienen de Dios de las que vienen de nuestros pensamientos humanos o de tentaciones del maligno. 

En los comentarios a nuestros videos nos encontramos con personas que dicen, que le piden a Dios cosas esenciales y Él no las contesta, aunque para ellos las cosas que piden son justas y no tienen contraindicación.

Y que sus oraciones no tienen efecto porque no ven resultados.

Entonces quizás lo que suceda es que no tienen en cuenta que el pensamiento de Dios no es lineal como el de los seres humanos.

Y que deben acumular experiencia para reconocerlo.

Aquellos que piden a Dios sin dejar ninguna apertura al pensamiento de que Dios puede querer algo más o un camino distinto para lo que lo que piden, es posible que se confundan e incluso se frustren.

La mayor parte del tiempo, Dios responde de una manera sorprendente y que no habíamos pensado.

Y entonces es muy posible que rechacemos el camino que nos pone delante para superar lo que estamos atravesando.

E incluso es muy posible que hasta rechacemos la fuerza y la paz que Él nos ofrece para superar el momento.

Por ejemplo cuando Jesús en la cruz, le dijo al Padre, si quieres aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya, el Padre le envió un ángel del cielo para fortalecerlo.

Eso le hizo superar el momento.

Y a veces también sucede que Dios nos pide cosas que no sabemos por qué es, y bien pudieran no ser para nosotros, sino un mérito para otra persona.

Por ejemplo en el primer libro de los Reyes capítulo 17 el profeta Elías es alimentado primero por cuervos y luego por una viuda, por orden de Dios. 

Dios le pide al profeta que vaya a una ciudad, donde le ordenó a una viuda que lo alimentara. 

Cuando llega el profeta la mujer no sabe nada.     

E incluso apenas le queda para comer, sin embargo acaba por aceptar darle de comer antes que a su propio hijo.

Dios mismo ya había producido la voluntad en esta mujer y ella no se resistió.

¿Cuántas veces nuestro espíritu se niega a aceptar alguna cosa que nos llega porque nuestra mente no lo ha planeado?

Claro que nos debemos preguntar si esa moción que nos llega, como por ejemplo le pasó a esa viuda, viene de Dios o proviene de pensamientos y emociones que habitan en nuestro interior o incluso del maligno.

Debemos entrenarnos para identificar lo que viene del Espíritu Santo, y no confundirlo con lo que puede ser fruto de nuestra imaginación, autosugestión y tentaciones del demonio.   

Y la clave está en la adquisición progresiva del sentido espiritual.

Lo que en última instancia nos permitirá reconocer y corresponder más fácil y rápidamente a los movimientos divinos dentro de nosotros.

Ese sentido espiritual puede que sea inexistente o muy tosco al comienzo de nuestro viaje de conversión. 

Pero puede ser refinado por la experiencia, y sobre todo por la fidelidad para caminar resueltamente en el seguimiento del Señor.

Se trata de la habilidad para reconocer la voz única y reconocible de Dios, entre todas las voces múltiples y discordantes que se escuchan dentro de nosotros. 

Cuando hablamos de voces queremos significar los sentimientos, pensamientos dentro nuestro y la interpretación de lo que sucede a nuestro alrededor.

El Espíritu Santo utiliza para cada uno un tono de voz, un timbre propio, una dulzura, una fuerza, una pureza y una claridad particular, que nos permiten reconocerlo casi con certeza, cuando nos hemos acostumbrado a escucharlo.

El demonio a veces puede intentar imitar esta voz, pero aunque sea bien imitada, suena falsa en alguna parte, y descubriremos su falsedad.

¿Y cómo nos vamos entrenando para adquirir ese sentido espiritual que nos permite reconocer la voz de Dios?

Empezando por tener claro lo básico.

En primer lugar, Dios no se contradice. El Espíritu Santo no puede pedirnos con sus inspiraciones algo que se contradiga con su voluntad, tal como se expresa en la palabra de Dios en la Biblia, y en la enseñanza de la Iglesia.

En segundo lugar Dios es coherente con nuestra vocación como casado, padre, sacerdote, consagrado, etc., y con nuestra situación de vida, por ejemplo los deberes profesionales.

Y en tercer lugar, hay que tomar en cuenta lo que dice el mismo Jesús en el Evangelio, que el árbol es juzgado por sus frutos. 

Una inspiración de Dios, si se sigue, será fecunda y dará buenos frutos: paz, alegría, caridad, comunión, humildad. 

Mientras que una inspiración que viene de nuestra carne o del demonio será estéril, incluso dará frutos negativos: tristeza, amargura, orgullo.     

De modo que aunque estemos llenos de buena voluntad y podamos estar seguros de que Dios nos asiste con gran fidelidad, en ningún caso estamos exentos de la experiencia, de un aprendizaje, que implica ensayo y error, aciertos y errores. 

¿Y cómo vamos adquiriendo esa experiencia?

Tomando decisiones aplicando criterios que nos permitan aprender.

Cuando debas tomar una decisión y quieras alinearla a la voluntad de Dios, habla con algunas personas a quienes respetes espiritualmente, porque Dios a menudo nos habla a través de la sabiduría de otros.

Medítalo también en soledad. 

Porque si bien es bueno hablar con otras personas cuando se toman decisiones, en algún momento es crucial tomarse un tiempo para estar a solas con tus pensamientos y con Dios. 

Invita a Dios a tu proceso de toma de decisiones.

Expone todos los hechos frente a ti para que puedas lidiar con lo conocido antes de adentrarte en lo desconocido.

Dile a Dios qué es lo que deseas y lo que temes, sobre todo lo que tienes más profundo en tu corazón y en tu cabeza. 

Y antes de que puedas decir las palabras «hágase tu voluntad», asegúrate de que también es tu propia voluntad, de lo contrario, volverán tus dudas de todos modos.

Deja que Dios te hable. Presta mucha atención a las formas en que Dios te está hablando de acuerdo a lo que sientes y a las cosas que pasan a tu alrededor. 

Qué tipo de pensamientos, sentimientos, especialmente amor, gozo y paz, o la falta de ellos te surgen.

Y los recuerdos que podría Dios estar moviendo dentro de ti para ayudarte a tomar una decisión.

Qué historia de las escrituras o la vida de un santo te viene a la mente que podría iluminar tu decisión y léelo en oración.

Ten grabado a fuego que Dios tiene un plan para ti.

Recuerda que no estás solo y que no tienes que gritar para llamar la atención de Dios para que te ayude. 

Y recuerda también que su plan está impulsado únicamente por el amor.

Ora para hacer la voluntad de Dios.

Ora «hágase tu voluntad», pidiendo a Dios que te dé la fuerza que necesitas para seguir discerniendo Su voluntad y seguirla.

Y si las circunstancias lo permiten, espera antes de tomar una decisión. 

Continúa prestando atención a tus sentimientos para ver en qué dirección te sientes atraído.

Y ora más que en ningún otro momento.

Y luego que tomes la decisión echa un vistazo a los frutos.

Si los frutos de tu decisión son buenos, entonces es una buena indicación de que la decisión que tomaste fue buena. 

En cambio si los frutos no son buenos es una buena indicación de que es posible que debas modificar tu curso. 

En la medida que vayamos tomando decisiones de acuerdo a estas reglas de discernimiento, vamos a ir formando una base de conocimiento sobre la forma en que Dios nos habla y a cómo reaccionar.

Porque aunque estemos llenos de buena voluntad y podamos estar seguros de que Dios nos asiste fielmente, en ningún caso estamos exentos del aprendizaje, de grabarlo a fuego con el ensayo y error.

Y por otro lado, aprendemos a alinear nuestra propia voluntad con la voluntad de Dios. 

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo entrenarnos para reconocer la voz de Dios que nos indica que debemos hacer en el camino, como el buen copiloto que tenemos en nuestra vida. 

Cómo realizar el aprendizaje.

Y me gustaría preguntarte si crees que eres capaz de identificar las inspiraciones que vienen de Dios de las que vienen de tus propios pensamientos o del maligno.

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Discernimiento Movil Noticias 2019 - enero - junio REFLEXIONES Y DOCTRINA SIGNOS DE ESTOS TIEMPOS Signos de estos Tiempos Signos Globales de estos Tiempos

Cómo aplicar el Discernimiento cuando nos enfrentamos a Decisiones Difíciles

A cada paso en la vida nos enfrentamos a tomar decisiones.

Debemos optar entre varios caminos posibles.

Y a veces tomamos decisiones sin un método, debido al trajín de los hechos.

¿Cómo discernir la situación que tengo enfrente?

¿Hay alguna regla o curso de acción seguro para seguir?

¿Hay alguna manera de discernir que es lo mejor para mi a largo plazo?

¿Hay alguna manera de aprender cómo reconocer lo que Dios quiere separándolo de lo que queremos nosotros o el maligno nos inspira?

Este proceso es el discernimiento y lo tratamos en este artículo.

  

QUE QUIERE DECIR EXACTAMENTE DISCERNIR

Algunas personas usan el término discernimiento como sinónimo de decisión.

Discernir no es decidir, aunque puede preparar una decisión.

Es anterior a la decisión y significa poner a prueba, examinar, estimar, sopesar, separar, elegir.

En la Biblia discernir se maneja básicamente de dos formas.

– Como poner a prueba a examinar, estimar, sopesar

– Y como separar, elegir, juzgar

Allí discernir es diferenciar lo que es de Dios, de lo que es de la carne o el mundo, y de lo que es del maligno.

Y esta diferenciación ayuda a tomar una decisión.

Este mecanismo lo utilizamos en la vida diaria, cuando pensamos o escuchamos algo, o cuando tenemos que decidir algo.

Porque debemos admitir que algunas cosas pueden ser una moción de Dios, pero hay otras que son mezcladas, y por lo tanto hay que tamizar.

  

EL CAMINO SEGURO ES CUMPLIR LA VOLUNTAD DE DIOS

Estando convencidos que Dios nos ama profundamente y quiere nuestro bien, y a su vez que es omnipotente y omnisciente – o sea que puede todo y sabe todo -, entonces lo más razonable es que nuestra meta sea cumplir la voluntad de Dios.

Pero como seres humanos frágiles, pecadores y desordenados, se plantea una batalla entre nuestra voluntad y la de Dios.

Y a veces inconscientemente confundimos ambas voluntades.

En realidad, nuestra mayor ofrenda sería entregarle a Él nuestra voluntad, como hizo la Virgen María cuando le dijo sí a Dios.

Pero además, al cumplir la voluntad de Dios lograremos paz, gozo, descanso, porque en Mateo 11:30 Jesús dice “mi yugo es suave y mi carga ligera”

Por lo tanto el propósito general es estar en comunión con Dios, el “hágase tu voluntad aquí en la Tierra como en el Cielo”.

Por eso que en el discernimiento importa sobre todo descubrir con claridad el designio de Dios.

Llegar a la convicción de cuál es la dirección que debo tomar y los medios para llegar a la meta.

Dios nos ha revelado su voluntad en las sagradas escrituras, en la tradición y el magisterio, pero ahora hay que saber aplicarlo a nuestra vida personal.

Además Él nos va a revelar su plan personal, su recomendación para cada momento de nuestra vida, si aprendemos a discernir y a escuchar su voz.

  

EN QUE CONSISTE EL DISCERNIMIENTO CONCRETAMENTE

El discernimiento de espíritus es el conocimiento que nos hace distinguir si las inspiraciones que experimentamos tienen una fuente en Dios, en el espíritu humano o en el maligno.

Descubrir de dónde provienen los movimientos interiores y exteriores; separar la hierba de la cizaña; y determinar cómo lidiar con ellas.

Es diferenciar aquellos impulsos o espíritus que desvirtúan, distraen o impiden la acción del Espíritu Santo en nuestra vida.

Es un don para identificar la voluntad de Dios y su plan en situaciones diversas, cuando tenemos diferentes alternativas.

Se trata de escoger entre alternativas que tienen un valor similar y no simplemente entre lo evidentemente bueno y lo malo.

También nos permite descubrir cuál es el camino que quiere Dios para nosotros en términos tendenciales.

Este discernimiento cristiano es inseparable de la oración, porque necesita la comunicación con Dios.

También es inseparable de las Escrituras, del Magisterio y de la Tradición de la Iglesia.

Es más que un sentido común, es usar la razón dirigida por la fe en las situaciones de nuestra vida.

El discernimiento implica siempre prudencia, para que nuestros pensamientos no estén fuera de sintonía con la divinidad.

Para que nuestras intenciones no sean impuras.

Y para que nuestros sentimientos sean orientados hacia el espíritu de Dios.

Todo esto está relacionado con el descubrimiento de Su Voz.

La forma más común en que el Espíritu Santo nos habla es a través de inspiraciones que nos surgen en la mente y de los hechos que se nos presentan en la vida.

Aunque también hay formas extraordinarias, como algún tipo de visión, alguna convicción súbita, algún sueño, signos que confirman o disconfirman lo que pensamos y que aparecen de repente sin que lo hayamos pedido.

Y también están obviamente la Tradición, el Magisterio la palabra de Dios en la Biblia – como dijimos -, y nuestros hermanos, nuestro director espiritual, etc.

Hay algunos criterios que pueden orientar el discernimiento en términos bien generales.

En primer lugar desconfiar de las cosas que se salen de contexto o de la línea, de lo que el Señor nos ha estado diciendo nuestras vidas.

En segundo lugar asegurarnos de la pureza de corazón y de intención, y de la humildad y la docilidad.

Y entender que somos parte de un plan mayor, que la obra divina en el mundo y en su Iglesia.

No se trata solamente de nosotros sino lo que Dios está haciendo con Su pueblo.

También implica paciencia, la espera cuándo algo no parece claro, como lo expresa San Ignacio cuando dice que no hay que tomar decisiones en los momentos de desolación.

Además se nos presentan obstáculos, como por ejemplo el orgullo, la arrogancia y la autosuficiencia.

También nuestro escaso conocimiento del magisterio de la iglesia y de las escrituras, que nos pueden llevar a malas interpretaciones.

Además está nuestra inclinación al pecado y al hedonismo, tratando de buscar lo más fácil y menos doloroso.

El apego a nuestros deseos y proyectos y nuestros deseos de grandeza.

  

CRITERIOS PRÁCTICOS PARA UTILIZAR

Estos son principios para guiar la reflexión que lleve al discernimiento.

Son distintas facetas de un mismo propósito.

Por lo cual estos principios deben usarse juntos; sería un error basarse en uno solo.

  

UNO: DISCERNIMIENTO SEGÚN EL ESTADO DE VIDA

Esto implica el filtro de nuestro estado de vida para discernir las mociones.

Por ejemplo difícilmente venga de Dios la moción a un sacerdote de que deje el sacerdocio y fornique con una mujer que está sentada en un banco de la Iglesia.

O que un anciano y enfermo vaya a peregrinar el Camino de Santiago.

Cuando suceden estas cosas debemos tomarlo con cuidado, porque no parecen estar en consonancia con el estado de vida de cada uno.

Pero hay casos más mezclados, como por ejemplo una madre que siente llamada de pasarse horas adorando al Santísimo Sacramento.

Esto es algo bueno pero ¿qué hay del cuidado de sus hijos?

En este caso hay que tener especial precaución porque es distinta su situación al de una mujer soltera sin compromisos familiares, para la que incluso su visita al Santísimo Sacramento podría implicar la comprensión de su vocación a la vida religiosa.

Por lo tanto el criterio es desconfiar de las mociones que contradigan nuestro estado de vida.

Y a su vez supone que debemos tener claridad de lo que implica nuestro estado de vida.

O sea que obligaciones y libertades tenemos cuando somos solteros, casados, sacerdotes, jóvenes, viejos, padres, trabajadores, jefes, estudiantes, pobres, ricos, etc.

  

DOS: DISCERNIMIENTO SEGÚN NUESTROS DONES Y TALENTOS

Dios nos equipó a cada uno con virtudes, talentos, dones y habilidades especiales.

Nos equipó para unas cosas mejor que para otras.

Por lo tanto debemos ser cuidadosos cuando nos llega una moción y evaluarla en función de nuestras habilidades y talentos.

Por ejemplo si a un buen pianista le surge la moción interna de que dedique una buena cantidad de horas al día a jugar al tenis en vez de practicar piano, hay que desconfiar.

Esto no quiere decir que no pueda suceder, porque quizás puede ser que el Espíritu busque una ampliación de la mente y de las experiencias.

Pero en general esto es más posible que suceda entre los jóvenes, que están en un proceso de descubrir sus dones y deberían estar más abiertos a probar cosas nuevas.

En cambio la gente mayor ya ha trabajado y desarrollado sus dones, de modo que sumar otros podría crearles una complicación y una fatiga.

Aunque no hay que olvidar que el Señor es un gran capacitador.

Las preguntas que uno tiene que hacerse en este caso son:

¿Esto que me viene, saca buen partido de los dones y talentos que Dios me dio?

O también,

¿Tiene sentido que me ponga a hacer esto otro sobre lo cual no estoy equipado para hacerlo?

  

TRES: DISCERNIMIENTO POR EL DESEO

Los deseos que nos vienen a la mente y al corazón pueden ser tanto el principio de una buena opción como de una mala opción.

En general tendemos a desconfiar de nuestros deseos porque nos consideramos pecadores y el pecado entra por nuestra emoción desordenada.

Por ejemplo sí no tenemos dinero no deberíamos salir a robar para conseguirlo, porque esto siempre es malo.

Seguramente no está en la voluntad de Dios, sin importar cuanto lo deseemos y necesitemos.

Sin embargo hay casos en que los sentimientos y deseos pueden ayudar a indicar la voluntad de Dios.

Porque a menudo Dios nos inspira cierto nivel de deseo, cuando quiere que avancemos en una dirección específica.

Él nos presenta ese camino como atractivo y deseable.

Porque sería difícil que lo siguiéramos si no sentimos alegría o deseo de hacerlo.

Por lo tanto escuchar nuestras emociones y nuestro corazón es un método importante de discernimiento, entonces:

En primer lugar no debemos descartar nuestros sentimientos.

Y en segundo lugar discernir si esos sentimientos o deseos pasan los otros filtros de discernimiento que estamos presentando aquí.

Tal vez Él nos esté preparando para que hagamos algo distinto, y eso se logra obteniendo nuestra satisfacción inicial.

  

CUATRO: DESARROLLO SECUENCIAL VERSUS RUPTURA

En general se supone que Dios nos mueve secuencialmente en etapas, paso a paso.

Aunque hay momentos de cambio dramático en las personas, que llegan de repente.

En ambos casos el tema es si la tendencia secuencial o el cambio drástico se produce suave y pacíficamente o no.

La pregunta que podemos hacernos es si tiene sentido ir por este camino particular, de acuerdo a la situación en que estoy hoy.

¿Porque Dios me guiaría por un camino tan distinto en este momento?

En general pensamos que los cambios rápidos e inesperados son más producto del deseo que de inspiraciones divinas.

Pero a veces la vida de cada uno puede tomar un rumbo más cerca de los pedidos de Dios, si se hace borrón y cuenta nueva de la vida anterior.

Esto le ha sucedido por ejemplo a quien escribe este artículo, cuyos cambios en la vida se han producido por saltos.

Cortando con lo que estaba haciendo antes y comenzando una cosa absolutamente nueva.

Pero no nueva desde el punto de vista de los dones que Dios ha entregado, sino referida al área dónde aplicar esos dones.

  

CINCO: SERENIDAD Y PAZ INTERIOR

Es natural considerar que lo que viene de Dios nos da serenidad, paz y alegría.

Aunque a veces los sentimientos están mezclados.

Por ejemplo pongamos el caso en que un Obispo le pide a un sacerdote que cambie de parroquia.

Para el sacerdote es un momento de tristeza porque deja a persona que ha aprendido amar a través de los años.

Pero por otro lado implica subir un escalón más para seguir adelante.

La prueba es, si a pesar de la tristeza, siente, paz interior y serenidad en el fondo.

Es difícil sustraerse del estrés y el temor que produce un cambio.

Pero el elemento central corre por debajo.

Es identificar si detrás de estas decisiones difíciles y estresantes no hay una serenidad más profunda que puede indicar la voluntad de Dios.

En principio si no hay consuelos y sólo desolación, y si falta la serenidad, probablemente la propuesta no venga de Dios

Pero todo esto está enturbiado porque el propio cambio genera estrés, entonces debemos diferenciar la angustia del estrés, de la angustia de la nueva situación per se.

En estos casos siempre es conveniente esperar para sentir la voz serena y apacible de Dios, y no precipitarse.

  

SEIS: COINCIDENCIA CON LAS ESCRITURAS Y LA TRADICIÓN

Este es el punto de discernimiento más importante porque Dios y las enseñanzas de la Iglesia deberían tener la última palabra en cualquier decisión.

Suponte que el discernimiento de una persona pasó los 5 filtros anteriores.

Resulta que la moción es que Dios le revela a un sacerdote que la Santísima Trinidad son 4 y no 3.

Y le pide que difunda esta devoción.

Esto estaría profundamente equivocado, porque la revelación de Dios debe prevalecer sobre cualquier otro principio de discernimiento.

Suponte otro caso similar y muy actual en este momento.

Que un sacerdote sienta la emoción de que debe fundar un movimiento con enseñanzas más actualizadas.

Esto coincide con su estado de vida, concuerda con sus habilidades, ha sido un desarrollo lento que ha sucedido en el tiempo y tiene serenidad al pensarlo.

Pero mi querido sacerdote Dios no dice tal cosa.

La fidelidad respecto a la doctrina de los Apóstoles es el primer criterio y no debemos ser deslumbrados por ideas extrañas para sentirnos mejor con el mundo, o para que el mundo nos acepte más.

Porque como dice San Pablo «Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!» (Gálatas 1:8)

  

CÓMO APLICAR ESTOS CRITERIOS

Los puntos que vimos arriba suenan fáciles, pero enfrentados a la situación de discernir tenemos que comenzar con una secuencia de pasos.

Veamos cómo desarrollarlo.

  

Busca un momento de soledad

Es bueno reunir información hablando con alguien que respetemos por su sabiduría.

Pero cuando uno va a tomar decisiones importantes es crucial estar a solas con tu pensamiento y con Dios.

En esa soledad invitarás a Dios al proceso de la toma de tu decisión.

  

Describe un panorama global de los hechos

Expone ordenadamente todos los hechos que están interviniendo en el problema y en la toma de decisión.

O sea, una fotografía de la situación.

Plantea a Dios tus deseos y temores.

Dile en qué tienes dudas, qué dificultades tienes, en que estás.

En definitiva plantéale todo el panorama global de lo que sientes y lo que interpretas.

A veces un buen planteo del problema es suficiente para una iluminación del camino.

  

Tómate tu tiempo para que Dios hable

Espera que te conteste, que quizás no sea en lo inmediato, y quizás puedas esperar cuando la decisión no tenga que ser inmediata.

Quizás Dios te conteste por algo que te suceda, o cuando leas en la escritura y algo que te salte a los ojos, o de repente alguien va a decir algo significativo para lo que tienes que decidir, etc.

En definitiva, vive tu vida especialmente alerta de una respuesta de Dios para tu planteo.

  

Ora para que se haga la voluntad de Dios

Dios tiene un plan amoroso para ti y quiere ayudarte.

Pero a veces nuestros deseos y nuestros temores tornan inaudible su voz.

A veces consideramos inadecuada Su respuesta porque nos obliga a abandonar cosas que deseamos y que Él no quiere para nosotros.

  

Observa los frutos de la decisión que has tomado

Tanto el discernimiento como la toma de decisión es un continuo.

Deberás reafirmar varias veces tu toma de decisión y discernir cada vez si has hecho lo correcto.

Y los buenos frutos son el resultado de un verdadero discernimiento.

Fuentes:

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Cómo estar Fuertes para dar Batalla a las Tentaciones

Hay una guerra espiritual que no podemos ver con nuestros ojos ni oír con nuestros oídos. 

Ruge en nuestros corazones, nuestra cultura, y en nuestro mundo. 

Nos quieren tentar para que nos pasemos al bando perdedor.

tentacion manzana

En la Sagrada Escritura Dios advierte continuamente a su pueblo que debe prepararse para la guerra.
.
Él es el Rey victorioso y satanás y todo el infierno saben que no hay esperanza de la victoria final.
.
Pero por despecho luchan para arruinar a la mayor cantidad de almas que puedan. 

Nuestra guerra no se combate con armas hechas de nuestras propias manos, sino por la gracia de Dios.

Y una gracia fundamental es la razón, la capacidad de examinar las cosas que nos llegan.
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Determinar cuáles son tentaciones y cuáles no, cuáles son buenas y cuales hay que desechar.

  

EL MALIGNO BUSCA NUESTRA PÉRDIDA DEL RAZONAMIENTO

La pérdida de la razón se ha convertido en el campo de batalla del diablo en la cultura moderna.

Lo que no nos permite apreciar en detalle las tentaciones a las que estamos expuestos y combatirlas.

Hoy en día, la capacidad de argumentar y de analizar con detenimiento y raciocinio nuestras vidas se está extinguiendo.

tentaciones

CS Lewis enmarca la situación de esta manera en Cartas del Diablo a su sobrino,

En ese momento [siglos antes] los hombres todavía sabían bastante bien cuando se demostraba una cosa y cuando no; y si se demostraba realmente creían. 

Estaban dispuestos a modificar su forma de vida como el resultado de una cadena de razonamientos”. (Screwtape Letters, 1)

Escrutopo, el demonio voraz que enseña a su sobrino, dice que han adquirido muchas armas recientemente para combatir este sentido de la razón.

Él escribe:

“Con la prensa semanal y otras armas hemos alterado en gran medida eso.
.
Él no piensa en la doctrina como principalmente «verdadera» o «falsa», sino como «académica» o «práctica», «pasada de moda» o «contemporánea”.
.
La jerga, no el argumento, es el mejor aliado.
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No pierdas el tiempo tratando de hacerle creer que el materialismo es cierto.
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Hazle pensar que es fuerte o corajudo, esa es la filosofía del futuro.
.
Esa es la clase de cosa que le importa”.

Podemos ver esta «cultura de expertos» en nuestra sociedad hoy en día, de que debemos creer en lo que dicen sin probarlo para determinar si se trata de un argumento válido o no.

Esencialmente vemos las noticias a través de la lente de «si X fulano prestigioso lo dice, entonces debe ser cierto.»

Abrimos los medios y en lugar de argumentos que son razonables y que siguen un orden lógico, vemos falacias que apelan a la autoridad o una celebridad.

O apelan a las emociones, que hacen que los crímenes atroces se parecen a los actos misericordiosos de amor que una persona puede hacer.

Vemos a Maradona opinar con autoridad sobre política o se nos presentaba el suicidio asistido y la eutanasia como una decisión valiente.

Y se nos pide que consumamos eso sin sentido crítico.

Es obvio que el diablo odia a un retorno a la razón y que razonemos sobre las cosas que nos suceden, para que no estemos en guardia.

Como Escrutopo dice,

“El problema sobre la argumentación es que mueve toda la lucha al campo  del Enemigo [de Dios]. 

Nosotros podemos argumentar también…

Pero el acto mismo de argumentar, despierta la razón del paciente; y una vez que está despierto, ¿quién puede prever el resultado?” 

El diablo aplaude esta pérdida de la razón en nuestra vida diaria y que nos llevemos por la emoción.
.
Que no pongamos a prueba las cosas que nos pasan a la luz de la moral y lo bueno, que no pensemos que podemos ser tentados.

  

CÓMO DETERMINAR SI ES DIOS EL QUE NOS LLEVA A HACER ALGO O EL QUE NOS LO TRANCA

A veces no resulta fácil determinar si es Dios el que nos impulsa a hacer algo o nos impide hacerlo.
.
Hay momentos en que puedes pensar que el maligno está en tu camino y estaba realmente la presencia del Espíritu Santo para prevenirte.
.
Y en otros momentos puedes pensar que era el Espíritu Santo quien estaba abriendo la puerta.
.
En cambio era realmente el mal, que aprovechando alguna debilidad en tu propio corazón, te preparaba para un desastre.

Tentaciones e ilusiones aisladas de todo contexto son la base de las promesas del maligno.

En cambio las promesas de Dios para nuestra vida en el tiempo histórico, están relacionadas con el plan maestro que tiene Dios para la humanidad.

Y que vemos transcurrir desde el antiguo testamento a nuestros días, pasando por el nuevo testamento.

Están relacionadas con nuestra posición en el plan divino para la humanidad; esta es una primera evaluación, gruesa.

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Pero en términos más operacionales, puede haber casos en que discernimos que algo perfectamente cabe dentro del plan divino para la humanidad, pero ¿Dios quiere que yo lo haga ahora o no?

Por más que hayamos crecido en el camino de Cristo, todos somos propensos a la duda.

La comprensión de cómo guía el Espíritu Santo y cómo engaña el diablo puede ayudarte a seguir los pasos que el Señor ha ordenado para ti, en vez de caer en la trampa del león que ruge; pero siempre es necesario orar en cada paso particular.

Podemos tomar una lección del apóstol Pablo, quien observó con agudeza la diferencia entre sus propios planes, los planes del Espíritu Santo y los planes del diablo.

  

EL TESTIMONIO DE SAN PABLO

Pablo fue llamado a predicar el evangelio a los gentiles, y se puso a realizar los pedidos de su Padre con fervor, todo lo que se muestra en la persecución de la iglesia.

Pablo viajó por el mundo en su época, pero cuando él y su equipo apostólico pasaron por algunas ciudades para predicar la Palabra, el Espíritu Santo se lo impidió a favor de una misión más estratégica.

En Hechos 16: 6-10, Lucas registra:

“Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo no les dejó que fueran a predicar la Palabra en Asia. 

Estando cerca de Misia intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús. Atravesaron entonces Misia y bajaron a Tróade. 

Por la noche Pablo tuvo una visión. Ante él estaba de pie un macedonio que le suplicaba: «Ven a Macedonia y ayúdanos».  

Al despertar nos contó la visión y comprendimos que el Señor nos llamaba para evangelizar a Macedonia”.

Pablo llegó a la conclusión de que el Señor quería que él predicara el evangelio en Macedonia sólo después de que el Espíritu Santo dos veces le impidió predicar en otras ciudades.
.
Y luego le dio una visión que claramente estableció la siguiente etapa de su viaje misionero.

tentaciones de cristo

En otras palabras, Pablo tenía sus planes, pero el Espíritu Santo tenía un plan diferente.

Pablo pudo haber culpado equivocadamente al diablo de los obstáculos para llevar el evangelio a Frigia y a la región de Galacia y Bitinia, pero él percibió que era el Espíritu Santo, no el diablo quien impedía el cumplimiento de su misión.

Claro que te preguntarás ¿cuántos de nosotros hemos tenido una visión del espíritu santo alguna vez?

Pero considera también hay visiones retrospectivas, post dicciones, no predicciones.

Cuando nos abandonamos en el camino de Dios que va surgiendo en nuestra vida, sin poner resistencias, y echamos una mirada para atrás, vemos la estela que deja nuestra historia.
.
Y ahí será más claro cuál es el rumbo e incluso por qué no sucedió una cosa y sí otra, aunque las dos podrían haber sido válidas para el plan de Dios, a nuestro juicio.

Este análisis de la estela, nos sirve como background para discernir nuevas cosas que se nos presentan, porque enriqueció lo que Dios quiere para mi concretamente.

La historia fue muy diferente en los esfuerzos de Pablo para visitar la iglesia de Tesalónica, ahí Pablo estuvo seguro desde el inicio quien impidió un hecho. Pablo escribe:

“Quisimos ir a visitarles y, en cuanto a mí, Pablo, lo intenté varias veces, pero satanás nos puso trabas (1 Tes. 2:18).

No sabemos exactamente cómo Pablo determinó que satanás le dificultó y no fue el Espíritu Santo quien se lo impidió o lo que satanás pudo haber hecho para impedírselo.

Pero Pablo estaba seguro que el diablo era el culpable.

  

DISCERNIR OBSTÁCULOS SATÁNICOS

A veces es obvio que el Espíritu Santo te impide o que el diablo te está frustrando.

Pero a veces no es tan obvio. Entonces, ¿cómo saber la diferencia?

Pregunta al Espíritu Santo que está pasando.
.
Primero que nada tenemos que orar y preguntar al Señor lo que está pasando
.
.
En caso de duda, nuestro mejor primer paso es confiar en el Señor y no en nuestro propio entendimiento.

Sólo porque hemos visto un patrón de cómo se mueve el Espíritu Santo o cómo satanás obra, no significa que automáticamente se puede presumir que está detrás de algo.

Dicho esto, hay algunos indicios demoníacos discernibles.

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Por ejemplo…

¿Dios ya te dijo que lo hicieras?

Si estás convencido de que el Espíritu Santo te dijo expresamente respecto a hacer algo y te encuentras con obstáculos, es probable que el enemigo esté tratando de evitar frutos para el Reino.

Satanás trabaja constantemente para impedir el plan de Dios, a pesar de que ya está vencido.

¿Cuál es el objetivo del obstáculo?

Cualquier obstáculo que te impide acercarte a Dios no es de Dios.

El maligno pondrá ídolos en nuestras vidas con la esperanza de que vayamos por ellos, el dinero, el entretenimiento, la fama o el algo más.

Por supuesto, él usa nuestra propia carne y los deseos anímicos para distraernos.

¿Qué pasa por tu mente?

La Palabra dice que debemos pensar en las cosas buenas.

Si el obstáculo que enfrentamos viene en la forma de pensamientos desagradables e imaginaciones temerosas, no es Dios hablándole.

Esa es la manera del diablo para conseguir tu miedo, tu duda y tu incredulidad.

Recuerda, no estamos luchando contra la sangre y la carne, pero estamos luchando.

La clave está en luchar contra el enemigo y no contra Dios.

En otras palabras, no queremos ser resistentes a Dios cuando deberíamos resistir al enemigo y no queremos estar cooperando con el enemigo, cuando deberíamos estar cooperando con Dios.

El enemigo está caminando como león rugiente buscando a quien devorar.

Los ojos de Dios recorren la tierra con el fin de fortalecer a aquellos cuyos corazones que están totalmente comprometidos con él (ver 2 Crón. 16:9).

El último consejo es hacer lo que hizo Pablo:

Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él hará que pase (Salmo 37:5)

No hay diablo en el infierno que pueda impedir la voluntad de Dios si aceptas su plan.

  

DESCUBRIR LAS TENTACIONES Y LUCHAR CONTRA ELLAS

La razón enfocada a las señales que tenemos es la que nos permite descubrir cuáles de las cosas que nos suceden son tentaciones, para combatirlas y no arruinarnos, y cuales son cosas de Dios.

Este es un proceso que se hace en silencio y oración, tratando de ver más allá de las coloridas proposiciones del mundo, y reflexionando sobre las consecuencias de los actos que nos están proponiendo.

Ahora es el momento de luchar contras las tentaciones, durante nuestras vidas.

Ahora es el momento de ponernos la armadura de Dios y tomar la espada.

Porque en cada cosa que decidamos estamos eligiendo un bando en esta guerra, “el que no está conmigo, está contra mí”.

soldado en la guerra

Aquí están 9 estrategias para luchar en esta guerra y vencer a la tentación:

  

Evita y/o huye de ella. A veces, la discreción es la mejor parte del valor.

La mujer lo agarró de la ropa diciendo: “Vamos, acuéstate conmigo”.

Pero él, dejándole su ropa en la mano, salió afuera corriendo. Gen 39:12

  

Presenta tus pensamientos a Dios. Él sabe mejor que nosotros lo que es bueno.

“Por lo demás, hermanos, fíjense en todo lo que encuentren de verdadero, noble, justo, limpio; en todo lo que es fraternal y hermoso; en todos los valores morales que merecen alabanza”. Fil 4:8

  

Supera el egoísmo. El verdadero amor no conoce el egoísmo. Porque, si amas a Jesús tu no te perteneces a ti mismo.

“Y vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios”. 1 Cor 3:23

  

Espera y apróntate para la tentación. Tenemos que estar preparados para la batalla espiritual.

“Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila valiéndose de todas sus armas”. Efe 6:13

  

Recuérdate a ti mismo las consecuencias del pecado.

“Es fácil reconocer lo que proviene de la carne: libertad sexual, impurezas y desvergüenzas; culto de los ídolos y magia; odios, ira y violencias; celos, furores, ambiciones, divisiones, sectarismo y envidias; borracheras, orgías y cosas semejantes.

Les he dicho, y se lo repito: los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios”. Gal 5:19-21

  

Memoriza la Palabra de Dios, llena tu mente con las cosas de Dios, para que estés disponible en todo momento; esto es muy sabio.

Él respondió: “Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”. Luc 11:28

  

Cultiva el sentido de la presencia de Dios, pero no sólo escuchar sino también obedecer.

“Mejor acércate tú para oír todo lo que diga Yavé, nuestro Dios, y luego tú nos las dices para que las pongamos en práctica”. Deut 5:27

  

La confesión frecuente nos sana y comenzamos de nuevo espiritualmente saludables.

“Reconozcan sus pecados unos ante otros y recen unos por otros para que sean sanados.

La súplica del justo tiene mucho poder con tal de que sea perseverante”. Sant 5:16

  

La rendición de cuentas nos ayuda a evitar el pecado. Cuando somos responsables ante el hombre y Dios, nos ayuda a superar la tentación.

“Yavé preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano?” Respondió: “No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?”.

Entonces Yavé le dijo: “¿Qué has hecho? Clama la sangre de tu hermano y su grito me llega desde la tierra”. Gen 4:9-10

Pero también debemos tomar en cuenta que Dios nos prueba, y cuando Dios nos prueba, metiéndose en nuestras vidas, no es para saber nuestro nivel de pureza, porque Él lo sabe todo.

Él nos pone pruebas para que nosotros sepamos dónde estamos en el camino, para ayudarnos a seguir purificandonos, para hacernos comprender cosas, para fortalecer nuestra fe.

Y a veces nos pone pruebas más allá de nuestras capacidades humanas para enseñarnos a confiar solamente en Él.

Nos pone ante estímulos para que aprendamos a superarlos y a confiar en Su Amor.

Es un aprendizaje purificador que puede ser visto como subir una montaña.

  

COMO UNA SUBIDA A UNA MONTAÑA

La subida a una montaña es como nuestra vida.

A menudo hemos tenido que subir, para ser mejores, para comprobar nuestra fuerza.

Tal vez una subida haya sido obtener un título universitario.

Tal vez fue una subida la crianza de los hijos o la perseverancia en el trabajo o en la carrera.

La mayoría de nosotros sabemos que aunque la subida es difícil, hay gloria en la parte superior, pero solo si nos mantenemos firmes.

Por lo tanto las dificultades de la vida son a menudo el preludio del éxito y de una mayor resistencia.

A pesar de que podríamos desear que la vida no tenga luchas, parecería que el Señor las quiere para nosotros.

Porque es la cruz la que lleva a la verdadera gloria.

¿Dónde estaríamos sin algunas de los cruces en nuestra vida?

Veamos cómo Dios nos prueba.

  

COMO DIOS NOS PRUEBA

  

Dios usa los problemas para dirigirnos

A veces Dios tiene que encender un fuego debajo de ti para que te muevas.

Los problemas a menudo nos apuntan en direcciones nuevas y nos motivan a cambiar.

Dios está tratando de llamar tu atención.

A veces se necesita una situación dolorosa para hacernos cambiar nuestras maneras de actuar.

Proverbios 20:30 dice, La herida que sangra evita la infección; los golpes curan el mal interior”

Una canción religiosa antigua habla de la necesidad de sufrir para mantenernos enfocados en Dios:

“Ahora el camino puede no ser demasiado fácil, pero nunca se dijo que lo sería. Porque cuando nuestro camino se pone un poco demasiado fácil, ya sabes que tienden a alejarse de Ti”.

Sí, Dios usa a veces problemas para dirigir nuestros pasos a Él.

  

Dios usa los problemas para inspeccionarnos

Las personas son como bolsas de té: si quieres saber lo que hay dentro de ellas, sólo debes dejar caer agua caliente en ellas.

Nuestros problemas son una forma de ayudarnos para ver de qué realmente estamos hechos.

Y así hemos descubierto muchos puntos fuertes que nunca supimos que los teníamos, a través de pruebas.

Hay una prueba detrás de todos los testimonios.

Las pruebas son una manera de purificar y fortalecer nuestra fe, así como de inspeccionarla para ver si es efectiva.

1 Pedro 1: 6-7 dice: “Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas.

A fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo”

  

Dios usa los problemas para corregirnos

Hay algunas lecciones que hemos aprendido sólo a través del dolor y el fracaso.

Cuando eras un niño, lo más probable es que tus padres te dijeron de no tocar una estufa caliente, pero es probable que realmente hayas aprendido al ser quemado.

A veces sólo aprendemos el valor de algo (por ejemplo, la salud, el dinero, una relación) al perderla.

La Escritura dice: Fue bueno para mí haber sido humillado, para que aprenda tus mandamientos (Salmo 119: 71-72).

Antes de sufrir, me aparté. Pero ahora te tengo palabra (Salmo 119: 67).

  

Dios usa los problemas para protegernos

Un problema puede ser una bendición disfrazada si impide un daño severo.

Un hombre fue despedido por negarse a hacer algo poco ético que su jefe le había pedido que hiciera.

Aunque su desempleo fue un problema, le salvó de ser enviado a la cárcel cuando la estafa fue finalmente descubierta.

En Génesis 50:20, José habla a sus hermanos: ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios los encaminó al bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a un pueblo numeroso.

  

Dios utiliza los problemas para perfeccionarnos

Cuando respondemos correctamente, los problemas son los constructores del carácter.

Dios está mucho más interesado en tu carácter que tu comodidad.

Romanos 5: 3 dice que nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia.

Y la paciencia desarrolla la fuerza de carácter en nosotros y nos ayuda a confiar en Dios cada vez que lo usamos.

Hasta que finalmente nuestra esperanza y la fe son fuertes y constantes.

1 Pedro 1: 7 dice que  los problemas suceden a fin de que la calidad probada de nuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo.

Así que de hecho, la cruz simboliza el ascenso, pero después de la cruz viene la gloria.

  

DEBEMOS CRECER EN SANTIDAD PARA LLEGAR AL CIELO

Toda la escalada da sus frutos.

Luego viene la gloria, la vida, la recompensa por la resistencia y la lucha.

Si hemos atravesado nuestras cruces con fe, nos han hecho más seguros, más fuertes.

Algunos de nosotros hemos descubierto dones, habilidades y resistencias que no sabíamos que teníamos.

Nuestras cruces nos han traído la vida.

San Pablo dijo que esta aflicción momentánea y pasajera nos produce una gloria que sobrepasa toda comparación (2 Co. 4:14).

También dijo que considera que los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que ha de ser revelada (Ro 8:18).

Así que aquí está la gloria que viene después de la subida. Esta es la vida que viene de la cruz.

  

PERO ¿HASTA DÓNDE DIOS NOS PRUEBA?

No hay una tentación o prueba más allá del poder del Señor.

San Pablo explica que cuando se sintió abrumado por lo que llamó una espina en la carne, necesitaba consuelo de Dios:

“… tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.

Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí.

Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12).

Somos débiles en la cara de las dificultades, pero nuestra fuerza viene del Señor.

Por más que nos fortalezcamos humanamente, nunca vamos a llegar a la fortaleza total que es la gracia de Dios.

En el Padre Nuestro, cuando oramos, “no nos dejes caer en tentación” Jesús nos enseñó a orar para ser librados de la tentación.

Entonces ¿por qué Dios permite que las dificultades nos lleguen?

Vemos una respuesta en Hechos de los Apóstoles: “A través de muchas tribulaciones entramos en el reino de Dios»

Dios nos permite ser probados, y frente a nuestra propia incapacidad para tratar con las pruebas, tenemos que confiar en Dios aún más.

Al final, con el fin de entrar en el Reino, nos enfrentaremos a un juicio final y la muerte, la cual va a superar nuestra fuerza terrenal.

Sin embargo, a través de ello, Dios nos lleva a nuestra verdadera patria.

  

DIOS NOS PRUEBA HASTA MÁS ALLÁ DE NUESTRAS FUERZAS HUMANAS

Cuando estamos abrumados por el sufrimiento, ¿qué debemos hacer?

En lugar de probar a Dios para ver lo que hará por nosotros (insistiendo en lo que queremos), tenemos que aumentar nuestra confianza en Dios.

Sabiendo que Él estará con nosotros, no importa lo que pase.

Es bueno recordar las bellas palabras de Jesús a la mística inglesa Juliana de Norwich: “Todo irá bien. Y toda clase de cosas estarán bien”.

Tenemos que recordar, por supuesto, que este mensaje no significa que las cosas van a ser fáciles, sino que Dios está con nosotros, incluso en medio del sufrimiento.

Como dijo María a Santa Bernadette: “No te prometo la felicidad en este mundo, sino en el otro”.

Dios no nos promete que todo será fácil, sino en que Él nos dará la gracia para soportar, con esperanza y alegría, y las pruebas que Él nos envía para perfeccionarnos.

Estas pruebas definitivamente van a ser demasiado grandes para nosotros para manejarlas sin Él.

Pero no podemos restar importancia a las pruebas.

Por el contrario, nuestras pruebas son oportunidades para crecer en nuestra fe, en la esperanza y el amor de Dios, poniendo el foco en Él y fuera de nosotros mismos.

Dios quiere hacernos santos y en la forma en que esto se logra es por el sufrimiento, que nos mantiene humildes y dependientes de la ayuda de Dios.

Esto es por qué Dios permite que seamos probados más allá de nuestra propia fuerza humana.

Él nos permite saber que no somos lo suficientemente fuertes por nuestra cuenta, y que la fuerza que necesitamos viene de Él.

Pero nunca nos probará más allá de la fuerza que Él quiere darnos.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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Los discernimientos

Trataremos : El discernimiento espiritual en el dinamismo de la experiencia cristiana; El discernimiento espiritual en la Sagrada Escritura; El discernimiento personal; y El discernimiento comunitario.

1. EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL EN EL DINAMISMO DE LA EXPERIENCIA CRISTIANA

La instancia del discernimiento espiritual nace de la experiencia que el cristianismo realiza de su vida de fe en Cristo, en la Iglesia y en el mundo. La complejidad de las situaciones en que es llamado a vivir y obrar para llevar a cabo el plan de Dios respecto a sí mismo y a los demás, le imponen una atenta consideración de los impulsos y de las motivaciones que le inducen a determinadas opciones. Dios llama a cada hombre y a cada grupo de personas reunidas en su nombre con una vocación particular, que se inserta en el contexto de la misión que él confía al pueblo que se ha elegido. Lo que es bueno para uno no es bueno para otro, y lo que es mejor para uno no siempre lo es para otro. De ahí nace el problema: ¿Cómo reconocer los signos de Dios en una determinada situación y, sobre todo, frente a ciertas opciones?

2. DINAMISMO DE LA EXISTENCIA CRISTIANA

La existencia cristiana no es una realidad estática. Es vida y, como tal, posee todas las características de la vida. La vitalidad cristiana la experimentamos en nuestra vitalidad existencial, constituida por pensamientos, sentimientos, actividades, tendencias y relaciones con los demás, con las cosas, con el mundo y con la sociedad. La existencia cristiana tiene en nosotros su nacimiento y su desarrollo continuo. En el origen de esta nueva existencia, como enseña san Pablo (Rom 3,6.8), está la fe en Jesucristo, el bautismo y el don del Espíritu Santo: tres realidades que se integran recíprocamente y suscitan en nosotros una acción vivificadora y santificadora de Dios, el cual establece una relación dinámica con nuestra existencia, llamándola a la salvación. La tríada —fe, esperanza y caridad (1 Tes 1,2s: 5,8-10: 1 Cor 13,13: Col 1,4s)’ constituye la dimensión fundamental en que la existencia cristiana se manifiesta, realiza y crece en nosotros. El bautismo, como «sacramento de la fe«, expresa también en el plano sensible la muerte y la resurrección de Cristo con el simbolismo eficaz de su rito (Rom 6,3-11), hace participar con plena responsabilidad de la vida eclesial para formar un solo cuerpo en Cristo (1 Cor 12,13) y hace pasar de una existencia de tinieblas a una existencia de luz (Ef 5,8.14), que impone el paso de la muerte al pecado a la vida nueva en Cristo (Rom 6,11-12). Convertido en luz, el cristiano debe caminar como hijo de la luz. Esto le impone la tarea de discernir para percibir continuamente la voluntad de Dios (Ef 5.8.10.17). Ello lo consigue en la medida en que ha recibido el don del Espíritu, agente divino en él, principio dinámico y norma de su obrar (Rom 8). El Espíritu divino entabla con el espíritu humano un diálogo misterioso, que obliga al hombre a una continua confrontación para dar una respuesta dócil que lo lleve a un constante dinamismo de transformación interior y de renovación, capaz de permitir reconocer el sendero que traza Dios y seguirlo’. Por tanto, el discernimiento espiritual se impone como una constante de la vida del cristiano para pasar de la edad infantil de la fe a la del hombre perfecto o maduro’ [ /’Madurez espiritual].

3. El. DISCERNIMIENTO ENTRE LAS TENSIONES LAS AMBIGÜEDADES DE LA EXISTENCIA

Así pues, para que la existencia cristiana pueda desarrollarse en su autenticidad, es necesario una continua confrontación entre los impulsos y la guía de Dios, que se revela en Cristo, en la Iglesia, y los tirones de los instintos humanos o de las potencias del mal, que son contrarias al Espíritu de Dios. No es fácil distinguir entre la acción del Espíritu de Dios, la del espíritu humano y la del espíritu malo’. Ante todo, la vida interior del hombre es compleja, y «éste, por error, puede considerar como una manifestación de lo absoluto o de Cristo algo que, de hecho, no es más que fruto de una elaboración subjetiva«‘. La dificultad proviene también de que, estando el Espíritu de Dios presente en nuestro espíritu humano, el espíritu malo intenta imitar al Espíritu de Dios para engañar al hombre y apartarle así del plan de salvación.

Pablo dice que si, mediante el Espíritu, damos muerte a las acciones pecaminosas de nuestro yo, viviremos: «En efecto, cuantos son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios» (Rom 8,14). Pero nuestra tendencia al pecado y a la enemistad con Dios (Rom 8,7) subsiste incluso después de habernos justificado Dios mediante la fe y el bautismo. También Jesús, inmediatamente después del bautismo, fue tentado por Satanás a abusar de su poder mesiánico, desviándolo del fin para el cual se lo había Dios concedido. Esta experiencia de Jesús se repite en la vida del cristiano. Este siente el poder del espíritu malo, que intenta separarle de Dios, sacarle de su plan o al menos disminuir su capacidad de obrar el bien. Por eso Pablo pone en guardia a los efesios: «Revestíos de la armadura de Dios para que podáis resistir las tentaciones del diablo» (6,11). Hay que tomar en serio el combate espiritual: «Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos que andan por los aires» (Ef 6,12)0.

A veces la acción del poder del mal es muy sutil. Se encamina a proponer acciones o actitudes a primera vista buenas, pero para llevar a consecuencias malas, siguiendo la táctica de la exageración: abusar de la propia libertad por el hecho de ser don de Dios, exagerar en la penitencia para llevar luego al cansancio y al rechazo de la vida espiritual; dejarlo todo y a todos, radicalizando la enseñanza evangélica para exonerar de responsabilidades personales y sociales; usar para la propia gloria los dones recibidos de Dios para la edificación de la Iglesia, etc. Satanás, como dice san Juan, es el «padre de la mentira« (8,44): por eso debemos «distinguir el espíritu de la verdad y el espíritu del error» (1 In 4,6). Por lo demás, la historia de la Iglesia enseña que algunos dones auténticos del Espíritu no han podido desplegar toda su eficacia o han sido incluso desviados del bien, ya sea porque quienes los poseían no supieron discernir entre inspiración de Dios, impulsos y deseos humanos o desviaciones operadas por Satanás [ /’Diablo/exorcismo], ya sea porque quienes tenían la misión de guiar estos dones más bien los apagaron.

II. EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL EN LA SAGRADA ESCRITURA

Buscar en la Escritura qué es el discernimiento espiritual significa recorrerla en su totalidad. Más que una teoría sobre el discernimiento, en la Escritura se encuentra un discernimiento en acción, inflen; por una parte, el discernimiento que Dios lleva a cabo en la historia de Israel o en la Iglesia; por otra, lo que el hombre hace para entrar por el camino de la fe y de la justificación y para aumentar la operatividad de su existencia cristiana en la Iglesia y en el mundo’.

1. ACTITUD CRÍTICA DEL CRISTIANO PARA AVANZAR POR EL CAMINO DE DIOS

En el AT Dios elige: a Adán (Gén 2,17), a Abrahán (Gén 12,4), al pueblo de Israel (Ex 19,8; 24,3; Jue 24,15; Dt 28,1,15…), a los soberanos y a los caudillos del pueblo. Para responder a esta elección, es preciso liberarse de motivos y condiciones oscuras y comprometerse en un camino continuo de búsqueda de fe. Tanto más que junto a la voz de Dios está la del pecado (Gén 4,7) y la de Satanás, adversario de Dios, también ella llena de misterio’. Para el pueblo elegido se trata de aceptar la visión misma de Dios, su discernimiento. Esto implica dos momentos: el de la pasividad, es decir, dejarse guiar por él, recordar sus beneficios, dar gracias, volver a los orígenes para comprender nuevamente su vocación, fortalecerse en la confianza de la promesa; el de la actividad, de compromiso, de búsqueda de lo nuevo, siempre bajo la guía de Dios.

El discernimiento de «espíritus» o de «inspiraciones» se encuentra a lo largo de todo el NT, particularmente en san Pablo. Además de la mención explícita de la diakrisis pneumaton, del «discernimiento de espíritus» (1 Cor 12,10), se usa el verbo dokimazein y términos afines, krino/krisis y la rica serie de vocablos contenida en Flp 1,3-11; Col 1,9-14; Ef 1,15-23; 4,11-16; Rom 12,1-8. El verbo dokimazein expresa el significado fundamental del discernimiento, a saber: el de probar, catar, examinar. La necesidad del discernimiento proviene de la instancia crítica del cristiano sobre el horizonte escatológico. En efecto, la existencia cristiana se caracteriza, por un lado, por la aceptación de la fe con el compromiso que implica y, por otro, por la inminencia del juicio. La vida del hombre y de la comunidad está sujeta al examen de Dios, en el cual hay que ofrecer una buena prueba; el juicio final es el resumen de este examen (1 Cor 3,13; Sant 1,12). Por esto es Dios ante todo el que «discierne» el corazón del hombre; Dios en la historia es eldokimazon tas kardias hemon, es el «Dios que sondea nuestros corazones» (1 Tes 2,4).

En los sinópticos, aunque sin un término que la especifique, tenemos la realidad del discernimiento, que consiste sustancialmente en «reconocer» en la persona y en la acción de Jesús el poder del Espíritu de Dios y la derrota del espíritu del mal. Jesús es signo de contradicción (Lc 2,34) y, por tanto, objeto de discernimiento; quienes lo acogen descubren en él los caminos del Espíritu; los demás siguen leyendo las Escrituras sin comprenderlas y ven pasar a Jesús sin reconocer que Dios está en él.

Para los Hechos de los Apóstoles, más allá de toda teoría, la dinámica del discernimiento está clara: «El Espíritu de Dios se impone con su misma fuerza y aporta su luz; sus iniciativas son siempre maravillosas y a veces desconcertantes, pero nunca turbulentas y desordenadas; su acción se ejerce siempre en la Iglesia, cuya paz y expansión asegura; su obra consiste en dar a conocer y en irradiar el nombre del Señor Jesús».

2. BÚSQUEDA DE LA AUTENTICIDAD CRISTIANA

Para san Pablo, el discernimiento es parte imprescindible de la búsqueda dinámica de la autenticidad cristiana, por lo cual es preciso mantenerlo siempre en acción. Hay que distinguir las mociones que llevan la impronta del Espíritu Santo de las que le son contrarias. Mociones, o sea sentimientos, experiencias, actitudes, impulsos hacia determinadas opciones, etc. Todo cristiano que haya experimentado el Espíritu ha de habituarse a esa percepción espiritual, a esa finura del espíritu que le mantiene en su identidad. A algunos el Espíritu les concede el carisma del «discernimiento de espíritus» (1 Cor 12,10), es decir, la capacidad de reconocer si una determinada inspiración viene del Espíritu divino o del espíritu del mal. Mas a todos los creyentes se les da el «don del Espíritu», que se recibe radicalmente con la fe y el bautismo, y que «habita en nosotros» (Rom 8,9) y nos guía, haciéndonos vivir como hijos de Dios (Rom 8,14). El Espíritu es, pues, el elemento constitutivo de nuestro ser de cristianos y el principio dinámico y la norma de acción, constituyéndonos hijos «en la Iglesia» (1 Cor 12,13)». Para san Pablo, el discernimiento es la virtud del tiempo de la Iglesia, situado entre el hecho de la muerte y resurrección de Cristo y la parusía. Caracteriza a la Iglesia de los «últimos tiempos» (1 Cor 10,11), período en el cual hay que afrontar el «presente siglo malo» (Gál 1,4). El cristiano no puede conformarse según el a «mundo»; debe superarlo, aunque sea en la prueba y en la aflicción. Con la superación de estas pruebas y tribulaciones, mediante un atento discernimiento, el cristiano manifiesta su autenticidad en una «fe purificada» y aprobada por Dios, en una «esperanza probada» en la oscuridad del tiempo presente, en una «caridad filial», «derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5,3-5). El cristiano no se somete a las pruebas de la vida, sino que las discierne para descubrir en ellas la voluntad de Dios, el cual permite que formen parte de la pedagogía de la salvación. Ante los tiempos escatológicos, las pruebas y las tribulaciones asumen el significado de anticipación, en el tiempo de la Iglesia, del discernimiento final y se convierten en participación del juicio escatológico ya realizado en la muerte y resurrección de Cristo».

El discernimiento, en su aspecto moral, tiene por objeto la «voluntad de Dios» (Rom 12,2), el imperativo moral que impone una vida santa y grata a Dios (1 Tes 4,1-3). Este imperativo implica un camino de conversión continua. El «conocimiento» de que habla a menudo san Pablo (Flm 5-6; Ef 1,15-18; 4,13; Flp 1,9; Col 1,9-10) representa justamente este carácter dinámico de progreso y de crecimiento, que interioriza y conduce a un nivel cada vez más alto la fe, la esperanza y la caridad» Analizando el acto concreto del discernimiento, Therrien dice que es al mismo tiempo uno y complejo, humano y divino, personal y eclesial, «en situación« e inserto en el plan único de salvación, que mira a la edificación de los hermanos y está ordenado a la gloria de Dios, realizado en el tiempo, pero que participa ya del juicio escatológico «.

3. CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO SEGÚN SAN PABLO

San Juan, en su primera carta, pone en guardia a los cristianos para que adopten una actitud crítica frente a las inspiraciones: «Queridísimos, no os fiéis de todo espíritu, sino examinad los espíritus, a ver si son de Dios» (4,1)». Mas ¿cuáles son los criterios por los que podemos estar seguros de que una determinada inspiración viene efectivamente de Dios? De la doctrina paulina se obtienen algunos de estos criterios16:

  1. Los frutos. El espíritu bueno y el malo se reconocen por sus frutos: «Las obras de la carne son manifiestas: fornicación, impureza, lujuria… Por el contrario, los frutos del Espíritu son: caridad, alegría, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia» (Gál 5,14-22; cf Ef 5,8-10; Rom 7,4-5.19-20).
  2. La comunión eclesial. Los dones auténticos del Espíritu son los que edifican la Iglesia (1 Cor 14,4.12.26). Los carismas son dones fecundos para la Iglesia; sobre todo la profecía, la cual es una palabra eficaz que da paz, ánimo y confianza.
  3. La fuerza en la debilidad. El Espíritu se manifiesta con signos de poder: milagros, seguridad para proclamar la palabra de Dios y afrontar las persecuciones (1 Tes 1,4-5; 2 Cor 12,12). Son signos que resultan tanto más auténticos cuanto más contrastan con la debilidad del apóstol (2 Cor 2,4; 12,9).
  4. La inmediatez de Dios. Seguridad de una vocación divina en la docilidad eclesial. Por una parte, Dios da la certeza de su vocación (Rom 1,1; Gál 1,15; Flp 3,12) y, por otra, esa llamada debe ser autenticada por la comunidad eclesial (Gál 1,18) y por sus responsables.
  5. La luz y la paz. Los dones del Espíritu no son impulsos ciegos que suscitan dificultades y desorden (1 Cor 14,33). Esto vale no sólo de las manifestaciones extraordinarias, sino también de las mociones interiores: «La tristeza que es según Dios causa penitencia saludable e irrevocable, mientras que la tristeza del mundo engendra la muerte» (2 Cor 7,10), «porque el pensamiento de la carne es muerte, pero el pensamiento del espíritu es vida y paz» (Rom 8,6; cf 14,17-18).
  6. La comunión fraterna. Es el criterio más seguro e importante que revela los signos de la presencia del Espíritu (1 Cor 13). La caridad hace también respetar y amar los carismas de los otros (1 Cor 12).
  7. ¡Jesús es el Señor! El criterio supremo del discernimiento es el alcance y las consecuencias que ciertas mociones o actitudes tienen respecto a Jesús: «Nadie, hablando en el Espíritu de Dios, dice: ‘Maldito es Jesús’, ni nadie puede decir: ‘Jesús es el Señor’, sino el Espíritu» (1 Cor 12,3). Confesar que Jesús es el Señor no es sólo pronunciar una fórmula, sino descubrir el secreto de su persona, proclamar su divinidad, adherirse a él por la fe y el amor, lo cual no es posible más que con la gracia del Espíritu Santo.

III. EL DISCERNIMIENTO PERSONAL

Distinguimos entre discernimiento personal y discernimiento comunitario. Por el primero entendemos la búsqueda de la voluntad de Dios realizada por una persona particular; por el segundo, la realizada por la comunidad o por un grupo de personas unidas por un vínculo particular y, en última instancia, por la Iglesia.

1. RELACIÓN DIALÉCTICA ENTRE DISCERNIMIENTO PERSONAL Y COMUNITARIO

LOS dos aspectos, personal y comunitario, son distintos, pero no están separados. El segundo supone el primero, porque una comunidad o un grupo puede ponerse en situación de discernimiento en la medida en que los individuos hayan hecho o hagan en su vida una experiencia profunda de la búsqueda de Dios y se dejen guiar por el Espíritu en sus opciones. También el primero supone el segundo, al menos de forma embrionaria, en cuanto que la escucha de Dios en la vida personal pasa necesariamente a través de la mediación de la Iglesia, que lee los signos de los tiempos de la sociedad en que se vive. La expresión mínima de esta mediación está constituida por el diálogo con el consejero o director espiritual. Cuando nos sentimos inspirados a tomar una opción determinada o una determinada orientación espiritual, es preciso medir estos impulsos con dos criterios fundamentales: la conformidad con la palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia (dejarse juzgar por la fe de la Iglesia: Rom 12,6; 1 Cor 14,29-32; 1 In 4,2) y el servicio para la edificación de la Iglesia y de la sociedad (es el fin para el cual el Espíritu Santo otorga los dones: 1 Cor 12,7; 14,12.26; lo contrario de la edificación es la división, que no puede venir del Espíritu: 1 Cor 1,10-13).

La mediación del consejero espiritual tiene por fin objetivar las experiencias y la mociones personales», aclarar lo que quizá se advierte de modo confuso y situarse en un horizonte eclesial en el cual tomar conciencia de que el Espíritu es único y no puede contradecirse [.–n Padre espiritual].

2. EL ITINERARIO DEL DISCERNIMIENTO PERSONAL SEGÚN SAN IGNACIO DE LOYOLA

Entre los numerosos autores espirituales que han tratado del discernimiento», san Ignacio de Loyola ocupa un puesto relevante debido a la experiencia espiritual que tuvo de la alternancia de diversas mociones espirituales a partir de su conversión», experiencia que describió en sus Ejercicios espiritualesROlos cuales están guiados enteramente por el discernimiento espiritual con vistas a una elección de vida que ha de hacerse para la mayor gloria de Dios (nn. 169-189). Veamos los elementos más destacados de este itinerario:

a) Conquistar la libertad interior, don del Espíritu Santo. Toda predeterminación o prejuicio bloquea el proceso de conocimiento y de búsqueda de la voluntad de Dios. Por eso hay que «vencerse a uno mismo y ordenar la vida sin dejarse determinar por ningún afecto desordenado» (n. 21; 1). No hay que ocultar la dificultad que existe para llegar a una mirada de fe y a un impulso de amor tan purificados. Es preciso estar animado por el deseo del «magis» (n. 23) para emprender este itinerario «con gran ánimo y liberalidad con su

Creador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su Divina Majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad« (n. 5). Toda la persona debe dedicarse a discernir entre la diversidad de las mociones espirituales, sobre todo su afectividad profunda para «sentir y gustar de las cosas interiormente» (n. 2).

b) Escucha de la palabra y compromiso dinámicos. Dios se comunica mediante la palabra que libera; el hombre debe colaborar con su adhesión personal. Por eso san Ignacio dice: «demandar la gracia que quiero» (n. 91). Por una parte, es preciso pedir, sabiendo que no puede uno dar por sí mismo lo que se busca en el plano de la salvación y de la perfección cristiana; por otra, hay que desear lo que se pide, con una participación comprometida de toda la persona en la acción de Dios.

c) Prontitud para el cambio. El discernimiento supone la prontitud para cuestionarse frente a la interpelación de la palabra de Dios y estar dispuesto a cambiar lo que sea en la vida personal, social o comunitaria. Sólo Dios es lo absoluto y lo inmutable; todo el resto («las cosas creadas», n. 23) es relativo, y frente a ello «es menester hacernos indiferentes» (n. 23). La indiferencia es la actitud positiva consistente en optar fundamentalmente por Dios y por su plan sobre nosotros, por lo que todo el resto se vuelve innecesario y sólo se acoge en la medida en que sea manifestación de la voluntad divina. Esto implica saber poner en discusión toda opción, preferencia o seguridad que no encuentre confirmación en Dios. Hay que dejarse llevar por el Espíritu, que es fuente de perenne novedad y creatividad. Renunciar al cambio es cerrarse a la novedad del Espíritu, que puede abrir un camino nuevo que nos lleve más cerca de Dios y de los hermanos. Esta prontitud para el cambio, en los Ejercicios, es tratada en el «preámbulo para hacer elección» en dos actitudes, una positiva al cambio y la otra negativa. La primera es la del que se coloca frente al problema de una elección con «ojo simple», solamente «mirando para lo que soy creado, es, a saber, para alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de mi alma» (n. 169). La segunda es la del que invierte el orden de las cosas: primero escoge el medio y luego intenta atraer a Dios a lo que ha elegido (n. 169).

d) La experiencia de consolaciones y de desolaciones. San Ignacio describe la resonancia interior que la palabra de Dios y sus mociones suscitan en nosotros, con alternancia de euforia y de depresión, mediante los términos de consolación y de desolación espiritual. ¿Qué es la consolación espiritual? «Llamo consolación espiritual cuando en el alma se causa alguna moción interior, con la cual viene el alma a inflamarse en amor de su Creador y Señor y, por consiguiente, cuando ninguna cosa criada sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Creador de todas ellas… Finalmente, llamo consolación a todo aumento de esperanza, fe y caridad y a toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su alma, tranquilizándola y pacificándola en su Creador y Señor» (n. 316). Se trata, pues, de una experiencia de los «frutos« del Espíritu, de un incremento de las actitudes fundamentales de la existencia cristiana, a saber: de la fe, de la esperanza y de la caridad.

La desolación, en cambio, es lo contrario de la consolación: «Así como oscuridad del alma, turbación en ella, moción hacia las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones que mueven a desconfianza, sin esperanza, sin amor, hallándose del todo perezosa, tibia, triste y como separada de su Creador y Señor» (n. 317). Por consiguiente, la consolación es energía del Espíritu Santo para emprender o confirmarse en una elección dada; la desolación lleva lejos del Señor y es signo de la acción en nosotros del espíritu malo, «con cuyos consejos no podemos tomar el camino para acertar» (n. 318).

e) La dinámica de una elección. A través de la experiencia del discernimiento de las mociones interiores se puede llegar a una elección según Dios. Pero ante todo es necesario que el objeto de la elección sea bueno o indiferente (n. 170). Fuera del caso de una intervención extraordinaria de Dios, que nos manifestaría así su voluntad, una elección ha de realizarse a través de una «suficiente claridad y conocimiento por experiencia de consolaciones y desolaciones y por experiencia de discernimiento de varios espíritus» (n. 176). Cuanto más profunda es esta experiencia espiritual, tanto más es posible desenmascarar también las «sutilezas» de la acción del enemigo, el cual «se transforma en ángel de luz», insinúapensamientos aparentemente buenos, pero que luego resultan ser espiritualmente nocivos (n. 332), por lo cual es preciso examinar «el discurso de los pensamientos» para ver si terminan «en alguna cosa mala o distractiva o menos buena» (n. 353). Este proceso, sin embargo, no exime de emplear las energías humanas, a saber: de examinar serenamente los motivos en pro y en contra de una determinada elección, que ha de hacerse en el «tiempo tranquilo«, «cuando el alma no está agitada por varios espíritus y usa sus potencias naturales libre y tranquilamente» (n. 177). De la elección que ha de hacerse en este tiempo tranquilo, san Ignacio describe un itinerario concreto: 1) precisar el objeto de la elección; 2) fijar el fin, a saber: Dios y su alabanza, y encontrarse en la indiferencia, pronto a «seguir lo que sintiere ser más en gloria y alabanza de Dios nuestro Señor y salvación de mi alma» (n. 179); 3) pedir al Señor que oriente las mociones interiores hacia su voluntad; 4) considerar las ventajas y las desventajas del objeto de la elección sólo con vistas al fin; 5) deliberar según motivos razonables; 6) presentar en la oración la elección hecha a Dios para que la confirme (nn. 179-183).

IV. EL DISCERNIMIENTO COMUNITARIO

Las instancias y el itinerario del discernimiento personal se aplican de modo análogo al discernimiento comunitario.

1. EN QUÉ CONSISTE

Un grupo de personas, unido por un vinculo particular, como puede ser una comunidad religiosa, un grupo de oración o de compromiso apostólico, sobre todo si se tiene que tomar opciones, está llamado a realizar, en cuanto grupo, un discernimiento de la voluntad de Dios tocante a su modo de vivir la fe y de comprometerse en la Iglesia y en la sociedad. Se trata de interrogarse delante de Dios para comprender si la decisión que hay que tomar es conforme al proyecto evangélico y si responde a los tiempos de la Iglesia y a las exigencias de los hombres de nuestro tiempo. Es una actitud de búsqueda desinteresada, en la cual cada miembro del grupo se siente corresponsable y colabora en la valoración de las mociones del Espíritu para que el grupo como tal llegue a la decisión que más agrada al Señor. El discernimiento comunitario se aplica de modo particular a la comunidad religiosa, sea local o provincial, o al instituto entero. El Vat. II alienta ese estilo de búsqueda común de la voluntad de Dios en orden a la renovación de la vida religiosa.

2. SUS FUNDAMENTOS

Como el discernimiento personal tiene supuestos necesarios, también el comunitario se funda en algunas premisas, que aseguran su posibilidad y rectitud.

  1. Cada miembro del grupo debe haber tenido la experiencia del discernimiento personal. Esto supone una vida interior genuina que haya enseñado a buscar la voluntad de Dios con libertad espiritual.
  2. El discernimiento es posible únicamente como experiencia fuerte de fe, no sólo personal, sino también comunitaria. Es un acto de abandono, de escucha, de confianza en Dios, que guía a las personas, a los grupos y la historia. Es Dios el que, en su presente de gracia, interpela a la comunidad sobre su identidad y su misión apostólica. El le dirige su palabra en Cristo, en la Iglesia y a través de los signos de los tiempos. «El amor que me hace elegir» —dice san Ignacio— debe descender «de arriba, del amor de Dios», de modo que la elección. se haga «únicamente por su Creador y Señor» (n. 184). El grupo debe vivir así el «nosotros» de la fe y estar abierto a la fe de la Iglesia entera.
  3. El grupo que intenta discernir la voluntad de Dios debe abrirse al Espíritu Santo, el cual «guiará a la verdad completa» (Jn 16,13). El discernimiento, en efecto, es «espiritual», es decir, se hace sólo en el Espíritu, bajo su influjo. Esta apertura al Espíritu requiere la purificación del corazón y de las intenciones y una profunda conversión a Cristo y al evangelio.
  4. La oración, que crea el clima para el discernimiento, debe vivirse no sólo a nivel personal, sino también a nivel comunitario, en una relación filial con Dios que haga sentirse a todos hijos de un mismo Padre y lleve a exclamar «Abba, Padre» (Gál 4,6; Rom 8,15).

3. CONDICIONES PSICOLÓGICO-ESPIRITUALES

Las leyes de la psicología de grupo desempeñan su papel en el discernimiento comunitario. Ayudan a distinguir lo que facilita y lo que obstaculiza una auténtica búsqueda de loscaminos de Dios. He aquí algunas condiciones para crear premisas de autenticidad:

  1. El propósito inicial debe ser el de «buscar y encontrar la voluntad de Dios» (n. 1). Ha de adoptarse no un punto de vista sujeto a intereses humanos o egoístas, sino el del plan salvífico que Dios tiene sobre la comunidad y, a través de ella, sobre la Iglesia y sobre el mundo. Es contraria a esto la actitud del que quiere hacer prevalecer, dentro de ese grupo, su parecer o su posición.
  2. Para un encuentro con los demás en la búsqueda de Dios es preciso purificarse de las pasiones, que bloquean una auténtica relación interpersonal. Tales son, por ejemplo, la incomunicabilidad con los hermanos, sentimientos cultivados de envidia, de celos, de no participación en la alegría y el dolor ajenos, etc.
  3. Condición importante es la de aceptación de que los demás nos cuestionen, así como Dios a través de los mismos. Esta disponibilidad pone al desnudo la verdad que somos y que buscamos. Desenmascara nuestras ambigüedades, los prejuicios, las predeterminaciones; verifica si algunas de nuestras seguridades son auténticas o falsas, si buscamos el interés de Dios o nos buscamos a nosotros mismos.
  4. Renunciar a la autosuficiencia, a la pretensión de conocer en solitario la voluntad de Dios. Esta se encuentra mediatizada por el testimonio y la experiencia espiritual de los otros, de la Iglesia y de la sociedad. Al rechazar sentirse constituido en un sistema cerrado y estático de verdad, nos abrimos a la posibilidad de ser completados por los otros, por su competencia, sensibilidad y experiencia. Con frecuencia algunas elecciones importantes se preparan cuidadosamente con una investigación sociológica, psicológica y política para captar las instancias que provienen de una sociedad en rápida mutación. El discernimiento espiritual no puede ignorar estos datos, sino que los ve en una perspectiva diversa de aquella con que una administración puede programar su ejercicio. La perspectiva es la evangélica, en la cual entran factores imponderables con un metro puramente humano.
  5. Condición concomitante de la precedente es la de dar cabida a los demás en uno mismo, en los propios puntos de vista y convicciones. Es una actitud de respeto a la persona de losdemás, de sincera caridad evangélica, por encima de ciertas ideologías que dividen.
  6. Condición importante es también la de que un grupo o comunidad no se cierre en sí mismo, sino que se sienta parte de comunidades más vastas y de la Iglesia entera, viviendo sus orientaciones universales.

4. TÉCNICA DEL DISCERNIMIENTO COMUNITARIO

La palabra «técnica» no debe hacer pensar en una planificación con ritmos mecánicos. El discernimiento es una actividad espiritual que se desarrolla bajo la moción del Espíritu, el cual obra con libertad y pide a los hombres una respuesta libre. En este clima debe vivir el cristiano. Por discernimiento comunitario (y también personal) se entiende, pues, ante todo, un estilo de vida evangélica permanente; una vigilancia evangélica pronta siempre a acoger la voz de Dios y a actuar en consecuencia, y contraria a toda visión egoísta. La actitud de buscar primero el reino de Dios lleva a discernir los caminos de Dios de modo espontáneo en las circunstancias ordinarias de la vida y en las decisiones más comunes y necesarias.

En cambio, el discernimiento comunitario en el sentido restringido del término se impone en algunos momentos fuertes de la vida de un grupo o de una comunidad cuando están en juego valores importantes para la vida cristiana y la misión eclesial. En este caso, dando por supuesto cuanto queda dicho antes, se requiere también una cierta técnica, la cual ha de ser elástica para adaptarse a las circunstancias y a la madurez espiritual de los individuos y del grupo. El discernimiento comunitario, por lo demás, tiene diversos grados de realización y diversas fases de profundización.

De todos modos, las etapas esenciales del discernimiento comunitario deberían ser las siguientes: a) Vivificar en el grupo un clima de fe, de escucha de Dios y de los otros, de disponibilidad y de oración. b) Precisar con exactitud el tema que ha de ser objeto de discernimiento y de eventual decisión. Por eso el que esté encargado de dirigir y alentar el discernimiento ha de proporcionar todas las informaciones objetivas sobre el tema, de modo que todos conozcan con exactitud los «datos» necesarios. Debe tratarse de un tema cuya discusión competa al grupo y que sea de importancia y trascendencia para su vida y su misión religiosa. c) Comenzar con un tiempo de oración personal, para ponerse a la escucha de Dios, presentarle el tema sobre el que se invoca su luz y poder captar las mociones espirituales que proceden del Espíritu Santo con un corazón libre de afectos desordenados. d) A esto puede seguir una reunión de «escucha», en la cual cada uno puede expresar lo que ha experimentado en la oración, siendo escuchado por los demás con auténtica participación, sin discutir su experiencia. e) Puede dedicarse otro tiempo de oración personal para pedir al Señor discernimiento sobre motivos en favor o en contra del tema de que se trata.,nLuego sigue una reunión de «discusión» y de análisis de los argumentos que cada uno aduce y que están iluminados por las mociones del Espíritu, por la consolación o desolación espirituales. g) Cuando el discernimiento llega a un punto de maduración suficiente, se pasa a la fase deliberativa. Lo ideal es que la búsqueda desapasionada lleve a una decisión unánime. Si ésta no se diese, seria preciso que al menos hubiese unanimidad en la aceptación de lo que la mayoría ha decidido como lo mejor. h) Por último, sigue la confirmación de la decisión tomada, que se manifiesta a varios niveles. En el caso de una comunidad religiosa, tenemos la confirmación del superior, el cual «toma la decisión» y asegura así a la comunidad que se encuentra en el camino justo. Está luego la confirmación que viene del mismo Espíritu Santo, el cual infunde un aumento de fe, de esperanza y de caridad después de tomada la decisión. Finalmente. hay una confirmación «apostólica», o sea la experiencia de que la elección hecha libera nuevas energías apostólicas, da un sentido más vivo de la Iglesia y un mayor entusiasmo misionero. Estos signos de la acción de Espíritu en el discernimiento realizado llevan a un sentido de agradecimiento y de alabanza del Señor.

BIBL.—AA. VV., El discernimiento (Equipo Mundo Mejor, n. 43, 1975).—AA. VV., Dicernimiento comunitario, Inst. Teol. Vida Religiosa, Madrid 1976.—AA. VV., Discernimiento de espíritus, en «Concilium», 139 (1978).—AA. VV.,Discernimiento espiritual en tiempos difíciles, en «Rev. de Espiritualidad», 153 (1979).—Castillo, J. M. El discernimiento cristiano según san Pablo, Facultad de Teología, Granada 1975.—Laplace, J, Discernement pour temps de Irise, Chalet, París 1978.—Penning de Vries, P, Discernimiento. Dinámica existencial de la doctrina y del espíritu de san Ignacio de Loyola, Mensajero, Bilbao 1967.—Therrien, G, Le discernement dans les écrits pauliniens, Gabalda, París 1973.

Fuentes: A. Barruffo, Mercaba

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.Criterios de discernimiento de Profetas y Videntes, Padre Felix Bourdier

El contenido de este artículo se ha subsumido en este otro

Las Señales para Evaluar la Veracidad de una Aparición Mariana – La importancia de las apariciones en el plan de Dios y como saber si una aparición es sobrenatural…

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Criterios para el Discernimiento de presuntas Apariciones y Revelaciones, Padre Fabián Castro

padre fabian castroLa problemática que gira en torno a las experiencias ligadas a los fenómenos sobrenaturales en la vida y misión de la Iglesia tiene vigencia en este comienzo del tercer milenio cristiano.

En el año 1978 la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe dio a conocer las “Normae de modo procedendi in diudicandis presumptis apparitionibus ac revelationibus.” Este texto estaba dirigido a los Obispos y fueron enviadas y dadas a conocer a ellos sin que se realizase una publicación oficial, en consideración a que se dirigen principalmente a los Pastores de la Iglesia. El Cardenal Levada, actual Prefecto de dicha Congregación, decidió que se publicaran oficialmente.

En el Prefacio de las mismas explica (para leerlo completo hacer click aquí) que se han ido publicando traducciones en diversas lenguas sin autorización de la Congregación. En vistas a ellos las publicaron en el original en latín y traducidas a varios idiomas.

EL PORQUE DE LA INTERVENCIÓN DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE

Si nos preguntamos porque dicho organismo vaticano se “mete” en este asunto, el Cardenal nos lo recuerda:

“La Congregación para la Doctrina de la Fe se ocupa de las materias vinculadas a la promoción y tutela de la doctrina de la fe y la moral, y es competente, además, para elexamen de otros problemas conexos con la disciplina de la fe, como los casos de pseudo-misticismo, supuestas apariciones, visiones y mensajes atribuidos a un origen sobrenatural.”

Como marco de referencia para estos fenómenos el Cardenal cita un texto de Benedicto XVI en la “Exhortación Apostólica Post-sinodal Verbum Domini”:

«De este modo, la Iglesia expresa su conciencia de que Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios; él es “el primero y el último” (Ap 1,17). Él ha dado su sentido definitivo a la creación y a la historia; por eso, estamos llamados a vivir el tiempo, a habitar la creación de Dios dentro de este ritmo escatológico de la Palabra; “la economía cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor (cf. 1 Tm 6,14; Tt 2,13)” (Dei Verbum, n. 4).

En efecto, como han recordado los Padres durante el Sínodo, la “especificidad del cristianismo se manifiesta en el acontecimiento Jesucristo, culmen de la Revelación, cumplimiento de las promesas de Dios y mediador del encuentro entre el hombre y Dios. Él, ‘que nos ha revelado a Dios’ (cf. Jn 1,18), es la Palabra única y definitiva entregada a la humanidad”. (Propositio 4). San Juan de la Cruz ha expresado admirablemente esta verdad: “Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra… Porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado a Él todo, dándonos el todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra cosa o novedad” (Subida al Monte Carmelo, II, 22).»

En base a esto continúa con la siguiente distinción:

«El Sínodo ha recomendado “ayudar a los fieles a distinguir bien la Palabra de Dios de las revelaciones privadas” (Propositio 47), cuya función “no es la de… ‘completar’  la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia” (Catecismo de la Iglesia Católica, 67).

El valor de las revelaciones privadas es esencialmente diferente al de la única revelación pública: ésta exige nuestra fe; en ella, en efecto, a través de palabras humanas y de la mediación de la comunidad viva de la Iglesia, Dios mismo nos habla.

El criterio de verdad de una revelación privada es su orientación con respecto a Cristo. Cuando nos aleja de Él, entonces no procede ciertamente del Espíritu Santo, que nos guía hacia el Evangelio y no hacia fuera.

La revelación privada es una ayuda para esta fe, y se manifiesta como creíble precisamente cuando remite a la única revelación pública. Por eso, la aprobación eclesiástica de una revelación privada indica esencialmente que su mensaje no contiene nada contrario a la fe y a las buenas costumbres; es lícito hacerlo público, y los fieles pueden dar su asentimiento de forma prudente.

Una revelación privada puede introducir nuevos acentos, dar lugar a nuevas formas de piedad o profundizar las antiguas. Puede tener un cierto carácter profético (cf. 1 Ts 5,19-21) y prestar una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el presente; de ahí que no se pueda descartar. Es una ayuda que se ofrece pero que no es obligatorio usarla. En cualquier caso, ha de ser un alimento de la fe, esperanza y caridad, que son para todos la vía permanente de la salvación. (Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, El mensaje de Fátima, 26 de junio de 2000)»

Luego de este prefacio actual, nos sumergimos en el texto de las “normas sobre el modo de proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones” (pueden leerlas completas haciendo click aquí).

Ellas están precedidas de una Nota Previa en la cual se explican el origen y el carácter del documento. Allí podemos leer que:

«Hoy más que en épocas anteriores, debido a los medios de comunicación (mass media), las noticias de tales apariciones se difunden rápidamente entre los fieles y, además, la facilidad de viajar de un lugar a otro favorece que las peregrinaciones sean más frecuentes, de modo que la Autoridad eclesiástica se ve obligada a discernir con prontitud sobre la materia.

Por otra parte, la mentalidad actual y las exigencias de una investigación científicamente crítica hacen más difícil o casi imposible emitir con la debida rapidez aquel juicio con el que en el pasado se concluían las investigaciones sobre estas cuestiones (constat de supernaturalitate, non constat de supernaturalitate: consta el origen sobrenatural, no consta el origen sobrenatural) y que ofrecía a los ordinarios la posibilidad de permitir o de prohibir el culto público u otras formas de devoción entre los fieles.»

PROTOCOLO DE ACCIÓN

En este contexto, y en bien de la plena comunión con la Iglesia y los frutos que de esta se derivan, es que se estableció el siguiente protocolo de acción:

«Cuando se tenga la certeza de los hechos relativos a una presunta aparición o revelación, le corresponde por oficio a la Autoridad eclesiástica:

a) En primer lugar juzgar sobre el hecho según los criterios positivos y negativos.

b) Después, en caso de que este examen haya resultado favorable, permitir algunas manifestaciones públicas de culto o devoción y seguir vigilándolas con toda prudencia (lo cual equivale a la formula “por el momento nada obsta”: pro nunc nihil obstare).

c) Finalmente, a la luz del tiempo transcurrido y de la experiencia adquirida, si fuera el caso, emitir un juicio sobre la verdad y sobre el carácter sobrenatural del hecho (especialmente en consideración de la abundancia de los frutos espirituales provenientes de la nueva devoción).»

Para dar pistas objetivas al discernimiento previsto en el punto (a) se establecieron “Criterios para juzgar, al menos con probabilidad, el carácter de presuntas apariciones o revelaciones”. Notemos que se pone una frase que deja la puerta abierta a un imprevisto: “al menos con probabilidad”. Creo que es una aclaración muy prudente que nos ayuda a descubrir la verdadera naturaleza de estas revelaciones privadas en comparación con la Revelación Única y Definitiva del Hijo de Dios (como se explicara más arriba). Estos son las indicaciones:

CRITERIOS POSITIVOS

a) La certeza moral o, al menos, una gran probabilidad acerca de la existencia del hecho, adquirida gracias a una investigación rigurosa.

b) Circunstancias particulares relacionadas con la existencia y la naturaleza del hecho, es decir:

1. Cualidades personales del sujeto o de los sujetos (principalmente equilibrio psíquico, honestidad y rectitud de vida, sinceridad y docilidad habitual hacia la Autoridad eclesiástica, capacidad para retornar a un régimen normal de vida de fe, etc.).

2. Por lo que se refiere a la revelación, doctrina teológica y espiritual verdadera y libre de error.

3. Sana devoción y frutos espirituales abundantes y constantes (por ejemplo: espíritu de oración, conversiones, testimonios de caridad, etc.).

CRITERIOS NEGATIVOS

a) Error manifiesto acerca del hecho.

b) Errores doctrinales que se atribuyen al mismo Dios o a la Santísima Virgen María o a algún santo, teniendo en cuenta, sin embargo, laposibilidad de que el sujeto haya añadido —aun de modo inconsciente— elementos meramente humanos e incluso algún error de orden natural a una verdadera revelación sobrenatural. (cfr. San Ignacio, Ejercicios. n. 336).

c) Afán evidente de lucro vinculado estrechamente al mismo hecho.

d) Actos gravemente inmorales cometidos por el sujeto o sus seguidoresdurante el hecho o con ocasión del mismo.

e) Enfermedades psíquicas o tendencias psicopáticas presentes en el sujeto que hayan influido ciertamente en el presunto hecho sobrenatural,psicosis o histeria colectiva, u otras cosas de este género

COMO PROCEDER

Fijados los criterios la pregunta sería: ¿cómo se debe proceder?

«Con ocasión de un presunto hecho sobrenatural que espontáneamente algún tipo de culto o devoción entre los fieles, incumbe a la Autoridad eclesiástica competente el grave deber de informarse sin dilación y de vigilar con diligencia.

La Autoridad eclesiástica competente, si nada lo impide teniendo en cuenta los criterios mencionados anteriormente, puede intervenir para permitir o promover algunas formas de culto o devoción cuando los fieles lo soliciten legítimamente (encontrándose, por tanto, en comunión con los Pastores y no movidos por un espíritu sectario). Sin embargo hay que velar para que esta forma de proceder no se interprete como aprobación del carácter sobrenatural del los hecho por parte de la Iglesia. (cf. Nota previa, c).

En razón de su oficio doctrinal y pastoral, la Autoridad competente puedeintervenir motu proprio e incluso debe hacerlo en circunstancias graves, por ejemplo: para corregir o prevenir abusos en el ejercicio del culto y de la devoción, para condenar doctrinas erróneas, para evitar el peligro de misticismo falso o inconveniente, etc.

En los casos dudosos que no amenacen en modo alguno el bien de la Iglesia, la Autoridad eclesiástica competente debe abstenerse de todo juicio y actuación directa (porque puede suceder que, pasado un tiempo, se olvide el hecho presuntamente sobrenatural); sin embargo no deje de vigilar para que, si fuera necesario, se pueda intervenir pronto y prudentemente.»

LA AUTORIDAD

¿Y quién es la “autoridad eclesiástica competente«? Se las enumera de acuerdo a las instancias primeras a últimas de intervención.

«1. El deber de vigilar o intervenir compete en primer lugar al Ordinario del lugar.

2. La Conferencia Episcopal regional o nacional puede intervenir en los siguientes casos:

a) Cuando el Ordinario del lugar, después de haber realizado lo que le compete, recurre a ella para discernir con mayor seguridad sobre la cuestión.

b) Cuando la cuestión ha trascendido ya al ámbito nacional o regional, contando siempre con el consenso del Ordinario del lugar.

3. La Sede Apostólica puede intervenir a petición del mismo Ordinario o de un grupo cualificado de fieles, o también directamente, en razón de la jurisdicción universal del Sumo Pontífice.»

Con la expresión “Ordinario del lugar” los cánones eclesiales se refieren al Obispo del lugar donde se producen determinados hechos. Es muy importante tener en cuenta quién es el que da la última palabra sobre el tema porque, frente a estos acontecimientos, hay quienes que afirman la veracidad de los mismos solamente porque el Padre Fulano o la Monja Sultana dijeron que “la cosa es de Dios”. No hay problema que lo digan como personas particulares pero no les corresponde afirmarlo en nombre de la Iglesia.

De la misma manera, la Nota deja abierta la posibilidad de que ocurran hechos que pueden ser dudosos pero no amenazan con el mal a la Iglesia: el obispo del lugar debe dejar que “corra el agua” (por decirlo con una expresión corriente) para que el tiempo sea el que aclare si lo que ocurre es de Dios o no. Y el «tiempo» (léase Dios actuando en nuestra historia) se encarga siempre de aclararlo.

Eso sí, cuando el Obispo del lugar se pronuncie en contra de algún fenómeno de este tipo… por lo menos dudemos de la veracidad de lo que está allí ocurriendo. No necesitamos ir detrás de tantas revelaciones privadas porque para ayudarnos a vivir tenemos un camino claro: el del la Gran Revelación que nos hizo el Hijo de Dios hecho carne, Jesús: Él es la Palabra última y definitiva del Padre hacia toda la humanidad.

Fuentes: Padre Fabián Castro

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