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00 Todas las Advocaciones 05 Mayo 07 Julio ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Movil Noticias 2019 - julio - diciembre

Fiesta de la Visitación de María, 1º encuentro de Jesucristo y su Precursor (31 may, 2 jul)

La fiesta de la Visitación de la Virgen María celebra la visita de la Madre de Dios, con el niño Jesús en su seno, a su prima Isabel.

Ésta tenía seis meses de embarazo del precursor de Cristo, San Juan Bautista.

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En la anunciación, el ángel Gabriel, en respuesta a la pregunta de María
.
“¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”
(Lucas 1:34),
.
le había dicho
.
“Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios.”
(Lucas 1: 36-37).

Leer también:

La evidencia de la propia concepción milagrosa de Isabel provocó de María el Fiat : “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.

La siguiente acción que San Lucas Evangelista registra es que la Virgen se apresuró a visitar a su prima.

La Visitación sólo se menciona en el Evangelio de Lucas y Lucas nos dice que María se quedó con su prima tres meses, antes de volver a casa justo antes de que Isabel diera a luz.

visitacion de maria 2

 

¿POR QUÉ VISITA MARÍA A SU PRIMA ISABEL? 

No tiene sentido que una mujer embarazada tome un viaje tan largo.

Cualquier mujer que haya viajado durante el embarazo puedo decir que no es divertido.

Para María, el viaje habría sido especialmente agotador: viajó a una ciudad a 130 kilómetros de distancia, probablemente en un burro, sin la comodidad de carreteras pavimentadas, aire acondicionado, o amortiguadores.

¿Por qué lo hizo?
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Piensa en lo que acaba de ocurrir: se le ha dicho que está embarazada por el poder del Espíritu Santo.
.
Ella también supo que su prima Isabel, que se creía que era demasiada vieja para concebir, está a la espera también.
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María debe haber tenido unas ganas explosivas de hablar con una mujer que podía entender personalmente su emoción, su maravilla, y probablemente su nerviosismo.

El viaje de María también demuestra la llamada a la comunidad.

A veces, nuestra presencia física es el mejor regalo que podemos darle a otra persona.

Recuerda también que María lleva a Cristo en su interior, lo que le da otra capa de sentido a su decisión de ofrecer apoyo a su prima.

El Papa Juan Pablo II lo reconoció en una homilía 1997, cuando dijo:

“En este acto de solidaridad humana, María demostró la caridad auténtica, que crece en nosotros cuando Cristo está presente”.

En última instancia, la Visitación nos recuerda que nadie está en una isla. Todos vivimos y prosperamos en relación con los demás. 

A veces nos hacemos visitas, y a veces las recibimos, y a menudo como en la Visitación, es una hermosa combinación de las dos.

visitacion de maria 1

 

QUE VERDADES NOS RECUERDA LA VISITACIÓN

La fiesta de la Visitación nos recuerda las siguientes grandes verdades y eventos:

* la visita de la Virgen María a su prima Isabel, poco después de la Anunciación; 

* la purificación de San Juan Bautista del pecado original en el vientre de su madre por las palabras de saludo de la Virgen;

* la proclamación de Isabel a María – bajo la inspiración del Espíritu Santo -, como Madre de Dios y “bendita entre las mujeres”; 

* el canto de María del sublime himno Magnificat (“Proclama mi alma la grandeza del Señor…”), que se ha convertido en una parte de la oración oficial de la Iglesia todos los días. 

La Visitación es frecuentemente representada en el arte, y fue el misterio central de las devociones de San Francisco de Sales.

visitacion de maria a isabel

 

¿QUÉ NARRA LA MISA?

La misa de la fiesta rinde homenaje a María, que en su vientre llevaba al rey del cielo y de la tierra, el creador del mundo, al Hijo del Padre Eterno, al Sol de Justicia.

Narra la limpieza de Juan del pecado original en el vientre de su madre.

Al escuchar el título más elevado de “Madre del Señor” y darse cuenta de lo que la gracia de su visita había conferido a Juan, María estalló en ese cántico sublime de alabanza que proclama proféticamente que en adelante iba a ser venerada a lo largo de los siglos:

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos.

Amen.

visitacion de maria icono

 

EL ORIGEN DE LA FIESTA

Mientras que muchas fiestas marianas se encuentran entre las primeras fiestas que se han celebrado universalmente por la Iglesia, la celebración de la Visitación, a pesar que se encuentra en el Evangelio de Lucas, tiene un desarrollo relativamente tardío. 

Fue defendida por San Buenaventura, y aparentemente adoptada por los franciscanos en 1263.

Cuando se extendió a toda la Iglesia por el Papa Urbano VI en 1389, la fecha de la fiesta se estableció como el 2 de julio, el día después de la octava de la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista.

La idea era vincular a la celebración de la Visitación, en la que San Juan había sido limpiado de pecado original, a la celebración de su nacimiento, a pesar de que la colocación de la fiesta en el calendario litúrgico estaba fuera de sincronía con el relato de Lucas.

En otras palabras, el simbolismo, en lugar de la cronología, fue el factor decisivo.

Pero con la revisión del calendario romano en el año 1969, el Papa Pablo VI trasladó la celebración al último día del mes mariano de mayo para que cayera entre las fiestas de la Anunciación y el Nacimiento de San Juan Bautista.

Hay que llegar al poderoso arzobispo de Praga Juan Jenstein (1348-1400), en tiempos del gran cisma de occidente, dividido entre el papa Urbano VI (Roma) y el antipapa Clemente Vll (Aviñón), para encontrar noticias seguras sobre la aparición notoria de la fiesta mariana de la Visitación.

El, en efecto, convertido a la vez en arzobispo de Praga y canciller del emperador en 1378, después de haber preparado personalmente los textos de la misa y del oficio para la nueva fiesta y de haber ordenado a sus peritos buscar los fundamentos bíblicos y canónicos de su plausible institución, en el sínodo diocesano del 16 de junio de 1386 promulgó para su diócesis la introducción de la fiesta de la Visitación de la Virgen, que debía celebrarse cada año el 28 de abril. 

Este intrépido obispo no sólo defendió doctrinalmente en los años siguientes el valor teológico de la celebración sobre todo por el hecho de tener sus raíces en el evangelio de Lucas, sino que también trabajó grandemente por su difusión fuera de la diócesis de Praga.

Para ello escribió a obispos y a superiores generales, enviándoles también copia de los oficios divinos por él compuestos, y dirigió varias peticiones al mismo papa Urbano VI pidiéndole que instituyese esa festividad en toda la iglesia con el fin expreso de poner término al cisma que la desgarraba.

El arzobispo de Praga al verse impotente ante tantas intrigas de la corte imperial en la cuestión de los dos papas, comprendió —como hombre piadoso y culto que era— que el cisma no se extinguiría con esfuerzos únicamente humanos.

Por eso, después de haber invitado ya al papa en 1385 a demostrar su gratitud a la Virgen por la liberación del asedio de Nocera, en el verano de 1386 (o sea, después de haber instituido la nueva fiesta de la Visitación de María en su diócesis), hace explícita su petición al papa y le invita a seguir su ejemplo en toda la iglesia.

El papa acogió favorablemente la idea, pero se limitó sólo a prometer la institución de esa fiesta, dado que entonces se encontraba con su curia casi en el exilio en Génova.

Urbano Vl volvió a Roma sólo en los primeros días de septiembre de 1388.

Entonces, finalmente, pudo dedicarse con seriedad al trabajo de la comisión de teólogos a la cual había confiado el examen de la posibilidad de instituir la nueva fiesta mariana.

El papa promulgó solemnemente tal fiesta, subrayando también él que el móvil era la esperanza de que cesara el cisma de occidente.

Además, a fin de honrar convenientemente la nueva festividad, instituyó un jubileo para el año siguiente de 1390 y, por la misma razón, añadió a las tres basílicas jubilares también la de Santa María la Mayor.

En marzo de 1390, entre los numerosos peregrinos llegados a Roma para el jubileo se encontraba también el obispo Juan Jenstein, el cual pasó en la ciudad eterna algunas semanas para solicitar del nuevo papa Bonifacio IX la publicación de la bula de introducción de la fiesta de la Visitación de María.

Después de haber encargado a cuatro cardenales que examinaran la cuestión, finalmente el año 1390 Bonifacio IX promulgó la bula Superni benignitas Conditoris, con la cual extendía a toda la iglesia occidental la nueva festividad mariana.

El documento lleva la fecha oficial del día de la coronación del mismo Bonifacio IX, es decir, el 9 de noviembre de 1389.

Adquiría así vigor de ley todo lo que ya Urbano VI había establecido, a saber: que la fiesta de la Visitación se celebrara el 2 de julio con rito doble y que tuviese vigilia y octava.

Así que anteriormente se celebraba el 2 de julio pero ahora se celebra entre la solemnidad de la Anunciación del Señor y el nacimiento de San Juan Bautista, de conformidad con los relatos del Evangelio. 

Algunos lugares observan apropiadamente la celebración de la santidad de la vida humana en el vientre.

De acuerdo con el Misal de 1962 de Juan XXIII de la forma extraordinaria del rito romano, se la llama la fiesta de la Realeza de la Virgen María.

Y ahora vayamos a una incógnita del viaje de María.

L Monaco visitacion

 

SAN JOSÉ ¿FUE CON LA VIRGEN MARÍA A LA VISITACIÓN A SU PRIMA ISABEL?

¿San José estuvo presente en la Visitación? La respuesta no la tenemos, pero podemos ver lo que nos dice la escritura, las revelaciones místicas, y el arte cristiano.

En la fiesta de la Visitación, el padre Edward Broom realizó una interesante investigación que detallamos en este artículo.

Según las escrituras la joven María de Nazaret salió de casa de su familia para unirse a una caravana de personas que se dirigían a Jerusalén, de la que se apartó para llegar a Ein Karem, el pueblo donde vivían Isabel y Zacarías.

Las escrituras apoyan la idea que María viajó sola, dado su silencio sobre el asunto.

En Lucas 1:39 dice: «En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá«.

No dice, «En aquellos días, se pusieron en camino María y José y fueron con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá»

Uno cosa que dice San Bernardo es que a Lucas le gusta transmitir datos.

Al comentar sobre el evento de la Anunciación, Bernardo señala hechos específicos: el sexto mes, una ciudad de Galilea llamada Nazaret, una virgen desposada con José, llamada María; Isabel, pariente de María, embarazada de seis meses.

Incluso con la Visitación, Lucas presta atención al detalle, señalando que María se queda con Isabel tres meses, lo que indica María vio el nacimiento de Juan el Bautista.

Con un énfasis en los hechos, ¿por qué Lucas deja de lado que José se uniera a María en este viaje a Nazaret?

En segundo lugar, el Evangelio de Mateo, al relatar el nacimiento de Jesús, afirma que José decidió divorciarse de María en silencio (Mt. 1:19).

Teniendo en cuenta el tiempo que transcurre desde la Anunciación, la Visitación (aunque no en el relato de Mateo), y el regreso de María a Nazaret, al parecer la decisión de separarse de María debido a la supuesta infidelidad sucedió después de la Visitación.

Si José hubiera ido con María, ¿no iba a saber o haber visto la progresión del embarazo de María?

En consecuencia, desde el punto de vista de las escrituras, parecería que María fue a visitar a Isabel, por su propia cuenta, a pesar de su corta edad, y luego regresó a Nazaret del mismo modo.

visitacion de maria 1

Revelaciones místicas en cambio sugieren que José hizo el viaje con María para visitar a Isabel y Zacarías, según los escritos místicos de la Venerable María de Agreda y la Venerable Ana Catalina Emmerich.

María de Agreda recibió visiones místicas y las narra en la Mística Ciudad de Dios, y Ana Catalina Emmerich, describió sus visiones místicas en La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y La Vida Oculta de la Virgen María.

Tanto María de Agreda como Ana Catalina Emmerich están de acuerdo sobre el papel de José en la visita.

María de Agreda dice que «luego de un viaje de cuatro días, la Santísima María y su esposo llegaron a la ciudad de Judá, donde Zacarías e Isabel vivían entonces».

Ana Catalina Emmerich, ofrece más detalles que María de Agreda, diciendo que «La hora actual se acercaba cuando José quería ir a Jerusalén para la Pascua, la Virgen decidió acompañarlo con el fin de ayudar a Isabel en su embarazo. Por lo tanto, José comenzó con la Virgen el viaje a Jutta».

Otro énfasis común de ambas místicas se refiere al conocimiento de José del embarazo de María. Ambas coinciden en que él no era consciente del privilegio concedido a María.

Por último, ambas están de acuerdo que José volvió acompañando a María en su viaje de regreso a Nazaret.

Las películas recientes relacionadas con la vida de Jesús y María no representan a José como un participante en la Visitación.

En la Película de 2006 La Historia de la Natividad, se presenta la vida de María que conduce al evento de Navidad.

Después de la Anunciación, la joven María le dice a su familia su deseo de ir a ver a Isabel y Zacarías, citando su embarazo.

Mientras que los padres de María no creen, igual consienten a su partida. María les dice a Joaquín y Ana, que Jacob y su familia iban al sur y que le prometió la ayuda a Sara con los niños.

La respuesta de su padre fue «asegúrate con Zacarías que encuentras una buena familia para que puedas volver».

Después del regreso a Nazaret su embarazo se nota, y José analiza las opciones preocupantes a las que se enfrenta.

La Película de Ignatius Press de 2014, María de Nazaret, representa un episodio similar, sin embargo, al mismo tiempo, se diferencia de la Natividad.

Después de la Anunciación, María comparte con su familia acerca de Isabel y su intención de visitarla.

María le dice a su familia que se unirá a una caravana en el camino hacia el templo.

Sus padres cuestionan la salida porque la boda está cerca.

A diferencia de La Historia de la Natividad, que no mostró a María consultando a José, en María de Nazaret lo hace.

José se ofrece de voluntario para ir con María, pero María le dice que no, porque no le quiere robar su tiempo de trabajo.

María se une a una caravana y después de pasar un tiempo con Isabel vuelve a Nazaret, donde se encuentra con el disgusto de la gente del pueblo que la vio embarazada.

José le dice a María que va a dejarla en secreto para que no someterla a la muerte, y luego destruye la casa en la que estaba trabajando.

Fue después de la destrucción, que José tiene su sueño y decide tomar a María en su casa.

A pesar de las películas que no muestran el viaje de José, en la pintura se dan situaciones mixtas.

Muchas pinturas representan únicamente María e Isabel en el saludo entre sí, pero no hay escasez de pinturas y mosaicos que representan a José como un espectador en la Visitación, como esta:

visitacion de la virgen maria

En definitiva la escritura no dice nada, los místicos ponen a Jesús en la escena, las películas no lo ponen y la imaginación de los artistas plásticos es diversa.

Cuando rezamos el segundo misterio gozoso puede que nunca hayamos considerado a José como participante de la Visitación, pero este ingrediente puede mejorar nuestra meditación orante sobre la Visitación.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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07 Julio ADVOCACIONES Y APARICIONES FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María Movil

10 Imagenes Exóticas (para los occidentales) de María en la Fiesta de la Visitación (2 de julio)

«Visitación de la Santísima Virgen María» se remite a una celebración que conmemora un acontecimiento salvífico, en el que la Virgen estuvo estrechamente vinculada al Hijo» y se indica la fiesta «en que la liturgia recuerda a la santísima Virgen que lleva en su seno al Hijo, que se acerca a Isabel para ofrecerle la ayuda de su caridad y proclamar la misericordia de Dios salvador».

La visita que la virgen María hizo a santa Isabel (cf Lc 1,39-56), verdadero “acontecimiento de gracia” en el sentido más literal del término, sólo en tiempos relativamente recientes ha tenido su fiesta litúrgica, y no de modo uniforme en toda la iglesia de Cristo.

Puedes ver mas información sobre la Visitación aquí.

En el oriente bizantino se celebra el 2 de julio una fiesta mariana, pero ha perdido su título:“Deposición del venerable vestido de nuestra santísima señora y madre de Dios en Las Blaquernas”. Se trata, pues, de la memoria de una reliquia en un santuario mariano, y no de una fiesta relativa al episodio lucano.

Así pues, hay que llegar al poderoso arzobispo de Praga Juan Jenstein (1348-1400), en tiempos del gran cisma de occidente, dividido entre el papa Urbano Vl (Roma) y el antipapa Clemente Vll (Aviñón), para encontrar noticias seguras sobre la aparición de la fiesta mariana de la Visitación.

El concilio de Basilea, en la sesión del I de julio de 1441, hubo de confirmar la bula de Bonifacio IX ordenando que Tomás de Corcellis compusiese un oficio nuevo, que alcanzó una cierta difusión. Sólo entonces puede decirse que la celebración del 2 de julio se convirtió jurídicamente en una realidad para toda la iglesia occidental.

La reforma actual del Calendariam Romanum (decretada por Pablo VI el 14 de febrero de 1969), además de atribuir a la celebración de la Visitación el grado litúrgico de “festum”, ha creído oportuno abandonar la fecha tradicional del 2 de julio, trasladando la fiesta al 31 de mayo; de este modo la festividad de la Visitación de María viene a situarse entre las solemnidades de la Anunciación del Señor (25 de marzo) y de la Natividad de san Juan Bautista (24 de junio).

Como se trata de la Visita del Niño Jesús a su primo, hemos creído interesante mostrar 10 representaciones (mas 2 agregadas) de la Virgen María en tierras exóticas para Occidente.

 

Y la extra…. 

 

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Beata Ana Catalina Emmerich Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA MENSAJES Y VISIONES

La Visitación de la Santísima Virgen a casa de Isabel, visión de Catalina Emmerich

Algunos días después de la Anunciación del ángel a María, San José volvió a Nazaret e hizo ciertos arreglos en la casa para poder ejercer su oficio, porque él no había vivido mucho en Nazaret, en donde apenas había pasado unos dos días. Nada sabía de la Encarnación de Dios en María; ella era la Madre y también la esclava del Señor y guardaba humildemente su secreto.

La Sma. Virgen cuando sintió que el Verbo se había hecho carne en ella, experimentó un vivo deseo de ir pronto a un lugar de Judea cerca de Hebrón , a visitar a su prima Isabel que según le había dicho el ángel, hacía seis meses que se hallaba en cinta. Como se acercaba el tiempo en que José debía ir a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, ella deseó acompañarlo para asistir a Isabel durante su embarazo. José se puso pues en marcha para Jutta con la Sma. Virgen. La casa de Zacarías, esposo de Isabel estaba sobre una colina aislada; alrededor había algunos grupos de casas y un arroyo bastante caudaloso bajaba de la montaña.

 

Me pareció que era el momento en que Zacarías volvía de Jerusalén para su casa, después de las fiestas de Pascua. Vi a Isabel impulsada por un inquieto deseo de avanzar lejos de su casa por el camino que conduce a Jerusalén; y a Zacarías que volvía sumamente asustado de encontrarla tan lejos en la condición en que se hallaba. Ella dijo que su corazón estaba muy agitado y que la atormentaba el pensamiento de que su prima María de Nazaret venía a visitarla. Zacarías procuró disuadirla y le hizo entender por signos y escribiendo en una tablita, que era poco verosímil que una novia emprendiese tan largo viaje. Volvieron juntos a la casa. Isabel no podía renunciar a su esperanza porque había sabido en sueños de que una mujer de su sangre había llegado a ser la Madre del Mesías prometido.

Entonces pensó en María y concibió un ardiente deseo de verla y, en espíritu la había visto que venía hacia ella, Le tenía preparado en su casa a la derecha de la entrada un pequeño cuarto con sillas y ahí estaba ella sentada al otro día esperando y mirando si llegaba María. De repente, se levantó y se dirigió al camino a recibirla. Isabel era una mujer anciana de alta estatura, tenía la cara pequeña y facciones finas, tenía cubierta la cabeza. Solo conocía de fama a la Sma. Virgen. María al verla de lejos conoció que era ella y se dirigió a toda prisa a su encuentro anticipándose a San José que discretamente se quedó atrás. María estuvo pronto entre las casas vecinas cuyos habitantes impresionados por su maravillosa hermosura y por cierta dignidad sobrenatural que resplandecía en su persona; se retiraron respetuosamente cuando ella encontró a Isabel. Las señoras se saludaron con cariño dándose la mano. En ese momento, vi un punto luminoso en la Santa Virgen y como un rayo de luz que partía de allí hacia Isabel y del cual, esta recibió una impresión sorprendente.

Ellas no se detuvieron en presencia de los hombres, sino que tomándose del brazo, se dirigieron a la casa por el patio anterior y en la puerta de la casa, Isabel dio la bienvenida a María y entraron juntas. José que conducía el asno, llegó al patio, entregó al animal a un sirviente y fue a buscar a Zacarías en una sala abierta a un lado de la casa. Saludó con mucha humildad al anciano sacerdote, lo abrazó cordialmente y conversó con él por medio de la tablita en que escribía, porque estaba mudo desde la aparición del ángel en el templo María e Isabel ya estando en la casa, se dirigieron a una sala que parecía ser la cocina. Aquí se abrazaron con mucho afecto y se tocaron recíprocamente las mejillas; entonces vi salir de María rayos luminosos hacia el interior de Isabel; ésta se quedó del todo iluminada por los rayos, su corazón fue agitado con una santa alegría y conmovido profundamente. Se retiró hacia atrás y levantando las manos llena de humildad, de júbilo y de entusiasmo exclamó: “BENDITA ERES ENTRE TODAS LAS MUJERES Y BENDITO ES TAMBIEN EL FRUTO DE TUS ENTRAÑAS. ¿DE DONDE PROCEDE QUE LA MADRE DE MI SEÑOR VENGA A MI?. HE AQUÍ QUE LUEGO QUE LA VOZ DE TU SALUTACION LLEGO A MIS OIDOS, SALTO DE GOZO EL NIÑO QUE LLEVO EN MI SENO. ERES FELIZ POR HABER CREIDO Y SE CUMPLIRA LO QUE EL SEÑOR TE HA DICHO”.

Después de estas palabras, condujo a María al cuartito preparado para ella, para que pudiera a bien sentarse a reposar de las fatigas del viaje. Solo había que dar unos pasos hasta allí; pero María dejó el brazo de Isabel que había tomado, cruzó las manos sobre el pecho y comenzó el cántico inspirado: “La Magníficat”. Ví que Isabel repetía en voz baja el Cántico con igual movimiento de inspiración.

Después se sentaron en sillas muy bajas y había sobre una mesita también poco elevada, un pequeño vaso colocado delante de ellas. ¡Qué felíz se hallaba!, repetí con ellas las mismas preces y me vi sentada a poca distancia. ¡Oh cuán feliz era!. María permaneció tres meses en casa de Isabel, hasta que hubo nacido Juan , pero no estaba allí cuando el niño fue circuncidado. Cuando José volvió a Nazaret con la Santa Virgen, conoció en su figura alterada que ella estaba en cinta; entonces fue asaltado por toda clase de inquietudes y dudas, porque no conocía la embajada del ángel a María. Después de su matrimonio, había ido a Belén por negocios de familia. María durante ese tiempo había permanecido en Nazaret con su madre y algunas compañeras; la Salutación Angélica se había verificado antes de volver José a Nazaret y María por su humildad había guardado para ella el secreto de Dios. José no manifestaba sus inquietudes, sino que luchaba en silencio contra ellas. La Santa Virgen que había previsto todo eso, se hallaba grave y pensativa, lo que aumentaba aún la ansiedad de José. La inquietud llegó a él, a tal punto, que cuando María quiso volver a su casa, él formó el proyecto de abandonarla y de huirse ocultamente. Mientras meditaba él en esa idea, un ángel se le apareció en sueños y lo consoló.

 
 

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La Visitación de la Virgen María en la catequesis de Benedicto XVI

LA VISITACIÓN, PRIMERA «PROCESIÓN EUCARÍSTICA»

(En los jardines vaticanos, 31-V-2005)

Queridos amigos,

Habéis subido hasta la Gruta de Lourdes rezando el santo rosario, como respondiendo a la invitación de la Virgen a elevar el corazón al cielo. La Virgen nos acompaña cada día en nuestra oración. En el Año especial de la Eucaristía, que estamos viviendo, María nos ayuda sobre todo a descubrir cada vez más el gran sacramento de la Eucaristía. El amado Papa Juan Pablo II, en su última encíclica, Ecclesia de Eucharistia, nos la presentó como «mujer eucarística» en toda su vida (cf. n. 53). «Mujer eucarística» en profundidad, desde su actitud interior: desde la Anunciación, cuando se ofreció a sí misma para la encarnación del Verbo de Dios, hasta la cruz y la resurrección; «mujer eucarística» en el tiempo después de Pentecostés, cuando recibió en el Sacramento el Cuerpo que había concebido y llevado en su seno.

En particular hoy, con la liturgia, nos detenemos a meditar en el misterio de la Visitación de la Virgen a santa Isabel. María, llevando en su seno a Jesús recién concebido, va a casa de su anciana prima Isabel, a la que todos consideraban estéril y que, en cambio, había llegado al sexto mes de una gestación donada por Dios (cf. Lc 1,36). Es una muchacha joven, pero no tiene miedo, porque Dios está con ella, dentro de ella. En cierto modo, podemos decir que su viaje fue -queremos recalcarlo en este Año de la Eucaristía- la primera «procesión eucarística» de la historia. María, sagrario vivo del Dios encarnado, es el Arca de la alianza, en la que el Señor visitó y redimió a su pueblo. La presencia de Jesús la colma del Espíritu Santo. Cuando entra en la casa de Isabel, su saludo rebosa de gracia: Juan salta de alegría en el seno de su madre, como percibiendo la llegada de Aquel a quien un día deberá anunciar a Israel. Exultan los hijos, exultan las madres. Este encuentro, impregnado de la alegría del Espíritu, encuentra su expresión en el cántico del Magníficat.

¿No es esta también la alegría de la Iglesia, que acoge sin cesar a Cristo en la santa Eucaristía y lo lleva al mundo con el testimonio de la caridad activa, llena de fe y de esperanza? Sí, acoger a Jesús y llevarlo a los demás es la verdadera alegría del cristiano. Queridos hermanos y hermanas, sigamos e imitemos a María, un alma profundamente eucarística, y toda nuestra vida podrá transformarse en un Magníficat (cf. Ecclesia de Eucharistia, 58), en una alabanza de Dios. En esta noche, al final del mes de mayo, pidamos juntos esta gracia a la Virgen santísima. Imparto a todos mi bendición.

 

LA VISITACIÓN. GRATITUD A MARÍA

(En los jardines vaticanos, 31-V-06)

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra unirme a vosotros al final de este sugestivo encuentro de oración mariana. Así, ante la gruta de Lourdes que se encuentra en los jardines vaticanos, concluimos el mes de mayo, caracterizado este año por la acogida de la imagen de la Virgen de Fátima en la plaza de San Pedro, con motivo del 25° aniversario del atentado contra el amado Juan Pablo II, y marcado también por el viaje apostólico que el Señor me permitió realizar a Polonia, donde pude visitar los lugares queridos por mi gran predecesor.

De esta peregrinación, de la que hablé esta mañana durante la audiencia general, me vuelve ahora a la mente, en particular, la visita al santuario de Jasna Góra, en Czestochowa, donde comprendí más profundamente cómo nuestra Abogada celestial acompaña el camino de sus hijos y no deja de escuchar las súplicas que se le dirigen con humildad y confianza. Deseo darle una vez más las gracias, juntamente con vosotros, por haberme acompañado durante la visita a la querida tierra de Polonia.

También quiero expresar a María mi gratitud porque me sostiene en mi servicio diario a la Iglesia. Sé que puedo contar con su ayuda en toda situación; más aún, sé que ella previene con su intuición materna todas las necesidades de sus hijos e interviene eficazmente para sostenerlos: esta es la experiencia del pueblo cristiano desde sus primeros pasos en Jerusalén.

Hoy, en la fiesta de la Visitación, como en todas las páginas del Evangelio, vemos a María dócil a los planes divinos y en actitud de amor previsor a los hermanos. La humilde joven de Nazaret, aún sorprendida por lo que el ángel Gabriel le había anunciado -que será la madre del Mesías prometido-, se entera de que también su anciana prima Isabel espera un hijo en su vejez. Sin demora, se pone en camino, como dice el evangelista (cf. Lc 1,39), para llegar «con prontitud» a la casa de su prima y ponerse a su disposición en un momento de particular necesidad.

¡Cómo no notar que, en el encuentro entre la joven María y la ya anciana Isabel, el protagonista oculto es Jesús! María lo lleva en su seno como en un sagrario y lo ofrece como el mayor don a Zacarías, a su esposa Isabel y también al niño que está creciendo en el seno de ella. «Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo -le dice la madre de Juan Bautista-, saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1,44). Donde llega María, está presente Jesús. Quien abre su corazón a la Madre, encuentra y acoge al Hijo y se llena de su alegría. La verdadera devoción mariana nunca ofusca o menoscaba la fe y el amor a Jesucristo, nuestro Salvador, único mediador entre Dios y los hombres. Al contrario, consagrarse a la Virgen es un camino privilegiado, que han recorrido numerosos santos, para seguir más fielmente al Señor. Así pues, consagrémonos a ella con filial abandono.

 

VISITACIÓN DE MARÍA A SU PRIMA ISABEL

(En los jardines vaticanos, 31-V-07)

Queridos hermanos y hermanas:

Con alegría me uno a vosotros al término de esta vigilia mariana, siempre sugestiva, con la que se concluye en el Vaticano el mes de mayo en la fiesta litúrgica de la Visitación de la santísima Virgen María. (…)

Meditando los misterios luminosos del santo rosario, habéis subido a esta colina donde habéis revivido espiritualmente, en el relato del evangelista san Lucas, la experiencia de María, que desde Nazaret de Galilea «se puso en camino hacia la montaña» (Lc 1,39) para llegar a la aldea de Judea donde vivía Isabel con su marido Zacarías.

¿Qué impulsó a María, una joven, a afrontar aquel viaje? Sobre todo, ¿qué la llevó a olvidarse de sí misma, para pasar los primeros tres meses de su embarazo al servicio de su prima, necesitada de ayuda? La respuesta está escrita en un Salmo: «Corro por el camino de tus mandamientos (Señor), pues tú mi corazón dilatas» (Sal 118,32). El Espíritu Santo, que hizo presente al Hijo de Dios en la carne de María, ensanchó su corazón hasta la dimensión del de Dios y la impulsó por la senda de la caridad.

La Visitación de María se comprende a la luz del acontecimiento que, en el relato del evangelio de san Lucas, precede inmediatamente: el anuncio del ángel y la concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo descendió sobre la Virgen, el poder del Altísimo la cubrió con su sombra (cf. Lc 1,35). Ese mismo Espíritu la impulsó a «levantarse» y partir sin tardanza (cf. Lc 1,39), para ayudar a su anciana pariente.

Jesús acaba de comenzar a formarse en el seno de María, pero su Espíritu ya ha llenado el corazón de ella, de forma que la Madre ya empieza a seguir al Hijo divino: en el camino que lleva de Galilea a Judea es el mismo Jesús quien «impulsa» a María, infundiéndole el ímpetu generoso de salir al encuentro del prójimo que tiene necesidad, el valor de no anteponer sus legítimas exigencias, las dificultades y los peligros para su vida. Es Jesús quien la ayuda a superar todo, dejándose guiar por la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6).

Meditando este misterio, comprendemos bien por qué la caridad cristiana es una virtud «teologal». Vemos que el corazón de María es visitado por la gracia del Padre, es penetrado por la fuerza del Espíritu e impulsado interiormente por el Hijo; o sea, vemos un corazón humano perfectamente insertado en el dinamismo de la santísima Trinidad. Este movimiento es la caridad, que en María es perfecta y se convierte en modelo de la caridad de la Iglesia, como manifestación del amor trinitario (cf. Deus caritas est, 19).

Todo gesto de amor genuino, incluso el más pequeño, contiene en sí un destello del misterio infinito de Dios: la mirada de atención al hermano, estar cerca de él, compartir su necesidad, curar sus heridas, responsabilizarse de su futuro, todo, hasta en los más mínimos detalles, se hace «teologal» cuando está animado por el Espíritu de Cristo.

Que María nos obtenga el don de saber amar como ella supo amar. A María encomendamos esta singular porción de la Iglesia que vive y trabaja en el Vaticano; le encomendamos la Curia romana y las instituciones vinculadas a ella, para que el Espíritu de Cristo anime todo deber y todo servicio. Pero desde esta colina ampliamos la mirada a Roma y al mundo entero, y oramos por todos los cristianos, para que puedan decir con san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14), y con la ayuda de María sepan difundir en el mundo el dinamismo de la caridad.

Os agradezco nuevamente vuestra devota y fervorosa participación. Transmitid mi saludo a los enfermos, a los ancianos y a cada uno de vuestros seres queridos. A todos imparto de corazón mi bendición.

 
 

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La Visitación de María en Juan Pablo II

EL ESPÍRITU SANTO EN LA VISITACIÓN

Audiencia General de Juan Pablo II (13-VI-90)

Queridos hermanos y hermanas:

1. La verdad acerca del Espíritu Santo aparece claramente en los textos evangélicos que describen algunos momentos de la vida y de la misión de Cristo. Ya nos hemos detenido a reflexionar sobre la concepción virginal por obra del Espíritu Santo. Hay otras páginas en el “evangelio de la infancia” en las que conviene fijar nuestra atención, porque en ellas se pone de relieve de modo especial la acción del Espíritu Santo.

Una de estas es seguramente la página en que el evangelista Lucas narra la visita de María a Isabel. Leemos que “en aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá” (Lc 1, 39). Por lo general se cree que se trata de la localidad de Ain-Karim, a 6 kilómetros al oeste de Jerusalén. María acude allí para estar al lado de su pariente Isabel, mayor que ella. Acude después de la Anunciación, de la que la visitación resulta casi un complemento. En efecto, el ángel había dicho a María: “Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril porque ninguna cosa es imposible para Dios” (Lc 1, 36-37).

María se puso en camino “con prontitud” para dirigirse a la casa de Isabel, ciertamente por una necesidad del corazón, para prestarle un servicio afectuoso, como de hermana, en aquellos meses de avanzado embarazo. En su espíritu sensible y gentil florece el sentimiento de la solidaridad femenina, característico de esa circunstancia. Pero sobre ese fondo psicológico se inserta probablemente la experiencia de una especial comunión establecida entre ella e Isabel con el anuncio del ángel: el hijo que esperaba Isabel será precursor de Jesús y el que lo bautizará en el Jordán.

2. Gracias a esa comunión de espíritu se explica por qué el evangelista Lucas se apresura a poner de relieve la acción del Espíritu Santo en el encuentro de las dos futuras madres: María “entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo” (Lc 1, 40-41). Esta acción del Espíritu Santo, experimentada por Isabel de modo particularmente profundo en el momento del encuentro con María, está en relación con el misterioso destino del hijo que lleva en su seno. Ya el padre del niño, Zacarías, al recibir el anuncio del nacimiento de su hijo durante su servicio sacerdotal en el templo, escuchó que el ángel le decía: “Estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre” (Lc 1, 15). En el momento de la visitación, cuando María cruza el umbral de la casa de Isabel (y juntamente con ella lo cruza también Aquel que ya es el “fruto de su seno”), Isabel experimenta de modo sensible aquella presencia del Espíritu Santo. Ella misma lo atestigua en el saludo que dirige a la joven madre que llega a visitarla.

3. En efecto, según el evangelio de Lucas, Isabel “exclamando con gran voz, dijo: ‘Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!’” (Lc 1, 42-45).

En pocas líneas el evangelista nos da a conocer el estremecimiento de Isabel, el salto de gozo del niño en su seno, la intuición, al menos confusa, de la identidad mesiánica del niño que María lleva en su seno, y el reconocimiento de la fe de María en la revelación que le hizo el Señor. Lucas usa desde esta página el título divino de “Señor” no sólo para hablar de Dios que revela y promete (“Las palabras del Señor”), sino también del hijo de María, Jesús, a quien el Nuevo Testamento atribuye ese título sobre todo una vez resucitado (cf. Hch 2, 36; Flp 2, 11). Aquí él debe aún nacer. Pero Isabel, igual que María, percibe su grandeza mesiánica.

4. Eso significa que Isabel, “llena de Espíritu Santo”, es introducida en las profundidades del misterio de la venida del Mesías. El Espíritu Santo obra en ella esta particular iluminación, que encuentra expresión en el saludo dirigido a María. Isabel habla como si hubiese sido partícipe y testigo de la Anunciación en Nazaret. Define con sus palabras la esencia misma del misterio que en aquel momento se realizó en María. Al decir “¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?”, llama “mi Señor” al niño que María (desde hacía poco) lleva en su seno. Y además proclama a María misma “bendita entre las mujeres”, y añade: “Feliz la que ha creído”, como queriendo aludir a la actitud y al comportamiento de la esclava del Señor, que responde al ángel con su “fiat”: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

5. El texto de Lucas manifiesta su convicción de que tanto en María como en Isabel actúa el Espíritu Santo, que las ilumina e inspira. Así como el Espíritu hizo percibir a María el misterio de la maternidad mesiánica realizada en la virginidad, de la misma manera da a Isabel la capacidad de descubrir a Aquel que María lleva en su seno y lo que María está llamada a ser en la economía de la salvación: la “Madre del Señor”. Y le da el transporte interior que la impulsa a proclamar ese descubrimiento “con gran voz” (Lc 1, 42), con aquel entusiasmo y aquella alegría que son también fruto del Espíritu Santo. La madre del futuro predicador y bautizador del Jordán atribuye ese gozo al niño que desde hace seis meses lleva en su seno: “saltó de gozo el niño en mi seno”. Pero tanto el hijo como la madre se encuentran unidos en una especie de simbiosis espiritual, por la que el júbilo del niño casi contagia a la que lo concibió, e Isabel lanza aquel grito con el que expresa el gozo que la une a su hijo en lo más íntimo, como atestigua Lucas.

6. Siempre según la narración de Lucas, del alma de María brota un canto de júbilo, el Magnificat, en el que también ella expresa su alegría: “Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (Lc 1, 47). Educada como estaba en el culto de la palabra de Dios, conocida mediante la lectura y la meditación de la Sagrada Escritura, María en aquel momento sintió que subían de lo más hondo de su alma los versos del cántico de Ana, madre de Samuel (cf. 1 S 2, 1-10) y de otros pasajes del Antiguo Testamento, para dar expresión a los sentimientos de la “hija de Sión”, que en ella encontraba la más alta realización. Y eso lo comprendió muy bien el evangelista Lucas gracias a las confidencias que directa o indirectamente recibió de María. Entre estas confidencias debió de estar la de la alegría que unió a las dos madres en aquel encuentro, como fruto del amor que vibraba en sus corazones. Se trataba del Espíritu-Amor trinitario, que se revelaba en los umbrales de la “plenitud de los tiempos” (Ga 4, 4), inaugurada en el misterio de la encarnación del Verbo. Ya en aquel feliz momento se realizaba lo que Pablo diría después: “El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz” (Ga 5, 22).

 

 

EN EL MAGNÍFICAT MARÍA CELEBRA LA OBRA ADMIRABLE DE DIOS

Catequesis de Juan Pablo II (6-XI-96)

1. María, inspirándose en la tradición del Antiguo Testamento, celebra con el cántico del Magníficat las maravillas que Dios realizó en ella. Ese cántico es la respuesta de la Virgen al misterio de la Anunciación: el ángel la había invitado a alegrarse; ahora María expresa el jubilo de su espíritu en Dios, su salvador. Su alegría nace de haber experimentado personalmente la mirada benévola que Dios le dirigió a ella, criatura pobre y sin influjo en la historia.

Con la expresión Magníficat, versión latina de una palabra griega que tenía el mismo significado, se celebra la grandeza de Dios, que con el anuncio del ángel revela su omnipotencia, superando las expectativas y las esperanzas del pueblo de la alianza e incluso los más nobles deseos del alma humana.

Frente al Señor, potente y misericordioso, María manifiesta el sentimiento de su pequeñez: «Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava» (Lc 1,46-48). Probablemente, el término griego tapeinosis está tomado del cántico de Ana, la madre de Samuel. Con él se señalan la «humillación» y la «miseria» de una mujer estéril (cf. 1 S 1,11), que encomienda su pena al Señor. Con una expresión semejante, María presenta su situación de pobreza y la conciencia de su pequeñez ante Dios que, con decisión gratuita, puso su mirada en ella, joven humilde de Nazaret, llamándola a convertirse en la madre del Mesías.

2. Las palabras «desde ahora me felicitarán todas las generaciones» (Lc 1,48), toman como punto de partida la felicitación de Isabel, que fue la primera en proclamar a María «dichosa» (Lc 1,45). El cántico, con cierta audacia, predice que esa proclamación se irá extendiendo y ampliando con un dinamismo incontenible. Al mismo tiempo, testimonia la veneración especial que la comunidad cristiana ha sentido hacia la Madre de Jesús desde el siglo I. El Magníficat constituye la primicia de las diversas expresiones de culto, transmitidas de generación en generación, con las que la Iglesia manifiesta su amor a la Virgen de Nazaret.

3. «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (Lc 1,49-50).

¿Qué son esas «obras grandes» realizadas en María por el Poderoso? La expresión aparece en el Antiguo Testamento para indicar la liberación del pueblo de Israel de Egipto o de Babilonia. En el Magníficat se refiere al acontecimiento misterioso de la concepción virginal de Jesús, acaecido en Nazaret después del anuncio del ángel.

En el Magníficat, cántico verdaderamente teológico porque revela la experiencia del rostro de Dios hecha por María, Dios no sólo es el Poderoso, pare el que nada es imposible, como había declarado Gabriel (cf. Lc 1,37), sino también el Misericordioso, capaz de ternura y fidelidad para con todo ser humano.

4. «Él hace proezas con su brazo; dispersa a los soberbios de corazón; derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos» (Lc 1,51-53).

Con su lectura sapiencial de la historia, María nos lleva a descubrir los criterios de la misteriosa acción de Dios. El Señor, trastrocando los juicios del mundo, viene en auxilio de los pobres y los pequeños, en perjuicio de los ricos y los poderosos, y, de modo sorprendente, colma de bienes a los humildes, que le encomiendan su existencia (cf. Redemptoris Mater, 37).

Estas palabras del cántico, a la vez que nos muestran en María un modelo concreto y sublime, nos ayudan a comprender que lo que atrae la benevolencia de Dios es sobre todo la humildad del corazón.

5. Por último, el cántico exalta el cumplimiento de las promesas y la fidelidad de Dios hacia el pueblo elegido: «Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia por siempre» (Lc 1,54-55).

María, colmada de dones divinos, no se detiene a contemplar solamente su caso personal, sino que comprende que esos dones son una manifestación de la misericordia de Dios hacia todo su pueblo. En ella Dios cumple sus promesas con una fidelidad y generosidad sobreabundantes.

El Magníficat, inspirado en el Antiguo Testamento y en la espiritualidad de la hija de Sión, supera los textos proféticos que están en su origen, revelando en la «llena de gracia» el inicio de una intervención divina que va mas allá de las esperanzas mesiánicas de Israel: el misterio santo de la Encarnación del Verbo.

 

 

LA VISITACIÓN Y EL MAGNÍFICAT

Catequesis de Juan Pablo II (2-X-96)

Evangelio según San Lucas (Lc 1,39-56)

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» Y dijo María:

«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»

María permaneció con ella unos tres meses y se volvió a su casa.

1. En el relato de la Visitación, san Lucas muestra cómo la gracia de la Encarnación, después de haber inundado a María, lleva salvación y alegría a la casa de Isabel. El Salvador de los hombres, oculto en el seno de su Madre, derrama el Espíritu Santo, manifestándose ya desde el comienzo de su venida al mundo.

El evangelista, describiendo la salida de María hacia Judea, usa el verbo anístemi, que significa levantarse, ponerse en movimiento. Considerando que este verbo se usa en los evangelios para indicar la resurrección de Jesús (cf. Mc 8,31; 9,9.31; Lc 24,7.46) o acciones materiales que comportan un impulso espiritual (cf. Lc 5,27-28; 15,18.20), podemos suponer que Lucas, con esta expresión, quiere subrayar el impulso vigoroso que lleva a María, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a dar al mundo el Salvador.

2. El texto evangélico refiere, además, que María realiza el viaje «con prontitud» (Lc 1,39). También la expresión «a la región montañosa» (Lc 1,39), en el contexto lucano, es mucho más que una simple indicación topográfica, pues permite pensar en el mensajero de la buena nueva descrito en el libro de Isaías: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios»!» (Is 52,7).

Así como manifiesta san Pablo, que reconoce el cumplimiento de este texto profético en la predicación del Evangelio (cf. Rom 10,15), así también san Lucas parece invitar a ver en María a la primera evangelista, que difunde la buena nueva, comenzando los viajes misioneros del Hijo divino.

La dirección del viaje de la Virgen santísima es particularmente significativa: será de Galilea a Judea, como el camino misionero de Jesús (cf. Lc 9,51).

En efecto, con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos.
3. El encuentro con Isabel presenta rasgos de un gozoso acontecimiento salvífico, que supera el sentimiento espontáneo de la simpatía familiar. Mientras la turbación por la incredulidad parece reflejarse en el mutismo de Zacarías, María irrumpe con la alegría de su fe pronta y disponible: «Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lc 1,40).

San Lucas refiere que «cuando oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno» (Lc 1,41). El saludo de María suscita en el hijo de Isabel un salto de gozo: la entrada de Jesús en la casa de Isabel, gracias a su Madre, transmite al profeta que nacerá la alegría que el Antiguo Testamento anuncia como signo de la presencia del Mesías.

Ante el saludo de María, también Isabel sintió la alegría mesiánica y «quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno»» (Lc 1,41-42).

En virtud de una iluminación superior, comprende la grandeza de María que, más que Yael y Judit, quienes la prefiguraron en el Antiguo Testamento, es bendita entre las mujeres por el fruto de su seno, Jesús, el Mesías.

4. La exclamación de Isabel «con gran voz» manifiesta un verdadero entusiasmo religioso, que la plegaria del Avemaría sigue haciendo resonar en los labios de los creyentes, como cántico de alabanza de la Iglesia por las maravillas que hizo el Poderoso en la Madre de su Hijo.

Isabel, proclamándola «bendita entre las mujeres», indica la razón de la bienaventuranza de María en su fe: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45). La grandeza y la alegría de María tienen origen en el hecho de que ella es la que cree.

Ante la excelencia de María, Isabel comprende también qué honor constituye para ella su visita: «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1,43). Con la expresión «mi Señor», Isabel reconoce la dignidad real, más aún, mesiánica, del Hijo de María. En efecto, en el Antiguo Testamento esta expresión se usaba para dirigirse al rey (cf. 1 R 1, 13, 20, 21, etc.) y hablar del rey-mesías (Sal 110,1). El ángel había dicho de Jesús: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre» (Lc 1,32). Isabel, «llena de Espíritu Santo», tiene la misma intuición. Más tarde, la glorificación pascual de Cristo revelará en qué sentido hay que entender este título, es decir, en un sentido trascendente (cf. Jn 20,28; Hch 2,34-36).

Isabel, con su exclamación llena de admiración, nos invita a apreciar todo lo que la presencia de la Virgen trae como don a la vida de cada creyente.

En la Visitación, la Virgen lleva a la madre del Bautista el Cristo, que derrama el Espíritu Santo. Las mismas palabras de Isabel expresan bien este papel de mediadora: «Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1,44). La intervención de María, junto con el don del Espíritu Santo, produce como un preludio de Pentecostés, confirmando una cooperación que, habiendo empezado con la Encarnación, está destinada a manifestarse en toda la obra de la salvación divina.

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DEVOCIONES Y ORACIONES Sobre la Visitación

Oraciones sobre la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel

HIMNO: Y SALTE EL PEQUEÑO JUAN

Y salte el pequeño Juan
en el seno de Isabel.
Duerme en el tuyo Jesús.

Todos se salvan por él.

Cuando el ángel se alejó,
María salió al camino.
Dios ya estaba entre los hombres.
¿Cómo tenerle escondido?

Ya la semilla de Dios
crecía en su blando seno.
Y un apóstol no es apóstol
si no es también mensajero.

Llevaba a Dios en su entraña
como una preeucaristía.

¡Ah, qué procesión del Corpus
la que se inició aquel día!

Y, al saludar a su prima,
Juan en el seno saltó.
Que Jesús tenía prisa
de empezar su salvación.

Desde entonces, quien te mira
siente el corazón saltar.
Sigues salvando, Señora,
a quien te logre encontrar.

 

ORACIÓN

Dios todopoderoso, tu que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante toda nuestra vida. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

 

 

HIMNO

La Virgen santa, grávida del Verbo, en alas del Espíritu camina; la Madre que lleva la Palabra, de amor movida, sale de vista.

Y sienten las montañas silenciosas, y el mundo entero en sus entrañas vivas, que al paso de la Virgen ha llegado el anunciado gozo del Mesías.

Alborozado Juan por su Señor, en el seno, feliz se regocija, y por nosotros rinde el homenaje y al Hijo santo da la bienvenida.

Bendito en la morada sempiterna aquel que tu llevaste, Peregrina, aquel que con el Padre y el Espíritu, al bendecirte a ti nos bendecía.

Amén.

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