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El Ministerio de Sanación

Un hombre, enfermo, hacía treinta y ocho años que estaba junto a la piscina Betzatá, esperando entrar en la piscina cuando las aguas se moviesen y ser curado.

 

padre hoyos y ministerio de sanacion

 

«Jesús, lo vio echado y, sabiendo que llevaba mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres curarte? El enfermo le respondió: Señor, no tengo a nadie que, al agitarse el agua, me meta en la piscina». (Jn. 5, 6-7)

¡Cuantos enfermos, hoy día, podrían repetir a Jesús la misma queja! El enfermo, más que nadie, necesita que le ayuden a encontrar a Jesús, que es quien sana. El ministerio de sanación responde a esta llamada y a esta necesidad.

Este ministerio no es fácil ni es apto para todos; se necesitan ciertas «aptitudes», conforme a los carismas que Dios distribuye para que sirvamos a la comunidad. El Señor necesita de personas que, llenas de la misericordia y la compasión de Jesús, se entreguen a los más necesitados, siendo canales abiertos del amor de Dios. El Señor necesita de personas entregadas que se acerquen a los enfermos y oren por ellos, bien directamente, bien en el más estricto anonimato.

Hay que saber de antemano, que este ministerio conlleva mucha delicadeza y rectitud de criterio y al mismo tiempo saber que no siempre es bien entendido y comprendido por los demás. No es de extrañar; también Jesús tuvo mucha oposición cuando lo ejercía y los apóstoles Pedro y Juan fueron perseguidos, arrestados y encarcelados por haber curado a un cojo, en el nombre de Jesús.

«Es muy importante aclarar que una cosa es el ministerio de sanación y otra cosa es el carisma de sanación. El ministerio no es otra cosa que poner en práctica el carisma. Por el bautismo todos tenemos este don. El Señor Jesús dijo: Todo el que crea en mí, imponga las manos sobre los enfermos y se sanarán. (Mc. 16,18)

Sin embargo no todos tenemos el ministerio. San Pablo dice:

Dios ha dado cargos especiales a algunos en la Iglesia: en primer lugar, los apóstoles… después los que sanan enfermos… ¿tienen todos poder para sanar enfermos? (1 Cor. 18, 30).» (P. Darío Betancourt. Seminario de Sanación)

¿Quiénes pueden ejercer el ministerio de sanación?. Los sacerdotes y médicos tienen el carisma de sanación en plenitud y sin límites. Los laicos lo tienen limitado.

Los esposos lo tienen con fuerza especial, el uno para el otro, y al mismo tiempo para sus hijos y familia. Los laicos pueden ejercitarlo también para ciertos casos, siempre que sean discernidos por los pastores y confirmados por la comunidad. Pueden darse casos de laicos a quienes Dios llama al ejercicio de la sanación en plenitud y sin límites; éstos no son mucho.

Otro punto muy importante del ministerio de sanación lo tenemos en la Palabra de Dios, en la parábola del Samaritano. Un hombre está gravemente herido y abandonado. Un sacerdote lo vio, y pasó de largo. Un levita lo vio, y pasó de largo. Un samaritano lo vio, y se conmovió sin mirar la clase y condición del herido. Pero el samaritano no se queda en la mera compasión; él actúa en la medida de sus posibilidades y no escatima ni siquiera medios materiales. Pone todo su corazón y se puede afirmar que se da a sí mismo. La parábola es narrada por Jesús y es para nosotros. Toda persona en el ministerio de sanación debe tener la actitud del samaritano; actitud que solo se puede conseguir siendo sensible al sufrimiento ajeno y sintiendo en la propia carne la misericordia y compasión de Jesús hacia los hombres.

Para profundizar en las actitudes que se requieren en el ministerio de sanación creemos muy útil y necesario copiar un resumen de la enseñanza de Philippe Madre en el Seminario de Sanación de San Giovanni Rotondo (1995) y publicado en el nº 41 de la revista Nuevo Pentecostés.

 

LA SANTIDAD EN EL MINISTERIO DE SANACIÓN

La santidad de vida ayuda al anuncio de salvación y a la intercesión por los enfermos. Hay personas muy heridas que necesitan un encuentro profundo con el médico espiritual santo. Necesitan este encuentro las personas que han sufrido abortos. El acompañamiento a los que van a morir del SIDA exige carismas de sanación y santidad. Estos carismas de sanación con santidad se pueden dar a personas aisladas o a todo un grupo o equipo.

Marta Robin, mujer de Dios, que llevaba en su corazón a la Renovación y a los enfermos, me dijo que había que atreverse a pedir a Dios grandes cosas, porque pronto vendría la hora de Dios para hacer milagros.

El carisma de curación está en la Iglesia. Es un don gratuito, que no santifica al que lo ejerce. Cuando el don se repite va convirtiéndose en ministerio de curación.

La exigencia de la propia santificación es el lugar para vivir este ministerio de curación, – interna o externa -, que está vinculado a nuestra vida y a nuestro crecimiento espiritual y se debe vivir con la sabiduría y el discernimiento de Dios para que tenga más frutos.

 

el gran sanador emiliano-tardif

 

Seis puntos de reflexión 

1° Punto: Es necesario vivir santamente este ministerio con una vida contemplativa e interiorizada. No hay evangelización que dure si no se funda en un cimiento contemplativo. Hay que tomar tiempo para estar a solas con Dios y escuchar lo que nos dice y a dónde nos llevan las mociones de su Espíritu. Esto es muy importante para la calidad de los ministerios carismáticos, que sin la atención a las mociones del espíritu, decaen.

2° Punto: El que ejerce el ministerio de curación necesita una comunidad de hermanos y hermanas que oren con él.

El carisma no madura en ministerio sin el apoyo de los hermanos en la fe. 

3º Punto: Se requiere también en el ministerio de curación el apoyo de la vida sacramental. La Eucaristía y la Reconciliación han de convertirse en celebraciones evangelizadoras de la vida de Jesús, que se nos da y nos santifica.

Punto: El que ejerce un ministerio de sanación necesita de un guía espiritual, que le asesore en los momentos de lucha espiritual.

Hay cinco tentaciones principales ligadas al ministerio de sanación:

a) Tentación de orgullo, porque nos atribuimos lo que Dios realiza a través de nuestra acción humana.

b) Tentación de desaliento. Es muy cansado este ministerio, tiene fracasos aparentes y se cae en la tentación de abandonar. Entonces también necesitamos un guía espiritual.

c) Tentación de ejercer dominio espiritual sobre el enfermo, tanto al actuar como médico o como sanador. Hay que respetar al enfermo sin someterlo a nosotros.

d) Tentación de voluntarismo espiritual. Queremos que Dios cure sin atender verdaderamente a lo que Dios quiere hacer en ese momento concreto.

e) Tentación de relación afectiva-emocional con el enfermo. Así, se paraliza la acción primordial de Espíritu Santo y se termina cayendo en una relación afectiva desordenada. La presencia de un guía espiritual ayuda a evitar estas tentaciones .

Punto: Vivir en el amor a Jesús y a su Palabra no sólo ayuda a nuestra santidad, sino que fomenta carismas relacionados con el ministerio de sanación.

6° y último Punto: El don de fuerza del Espíritu Santo nos lleva a mayor unión con Jesús; pero también nos fortalece para el combate espiritual en el ministerio de curación. Es importante pasar de la intercesión a la compasión, acogiendo al Espíritu en nosotros para que nos ponga en comunicación con el enfermo, nos haga crecer en el amor y trasmita alivio a los enfermos.

Vivamos, pues santamente el ministerio de sanación.

Fuente: siervoscas.org

 

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Los diez mandamientos de la Sanación

Se dice que San Francisco Javier enseñó a los niños en India a orar y sanar a los enfermos. Después de haber sido sanados, eran traídos ante él y éste les explicaba lo que había ocurrido. Se dice también que Vicente Ferrer, el dominico, resucitó más gente de la tumba que Jesús. Estas personas no fueron más perfectas de lo que somos nosotros y todos estamos habilitados por el mismo Espíritu Santo que reside dentro de cada uno de nosotros. Se supone que podemos hacer obras más grandes que Jesús, «…pero les digo: el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago y aún hará cosas mayores» (Jn. 14:12).

“Yo soy la vid, ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada» (Jn. 15:5).

El padre Robert de Grandis, autor de este artículo, dice: las siguientes son unas guías que a veces denomino «mandamientos». Pueden ser de utilidad en tus esfuerzos por la sanación de las demás.

1. Cree que Dios, por lo general, quiere que todos los hombres estén sanos, saludables, íntegros en cuerpo, mente y espíritu.

«Cuando Jesús bajó del monte, lo siguió mucha gente. Un leproso vino a arrodillarse delante de él y le dijo: Señor, si quieres, tú puedes limpiarme. Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: ¡Lo quiero, queda limpio! (Mt. 8:1-3). En este pasaje bíblico tomado de la Biblia de Jerusalén hay admiración al final de la contestación dada por Jesús. Por un momento, imagínense el tono de la voz de Jesús diciendo: «Por supuesto, ¿ no se fijaron en lo que les estaba diciendo a las personas allí en el camino? No se fijaron en lo que hice ayer y ahora me preguntan: ¿Quiero sanarlos? Por supuesto que sí. ¡Sanaos!»

Esta historia, tomada del Evangelio, ilustra convincentemente el deseo de Jesús de sanar a todo aquel que viniera a El. Está escrita cuatro veces en los Evangelios: Jesús quería que todo aquel que viniera a El fuera sanado; Mateo 8:16, Mateo 12:15, Lucas 4:40, Lucas 6:19. Las mismas obras que Jesús realizó, las comisionó a sus apóstoles y discípulos. Nunca los envió únicamente a predicar, todo lo contrario. Siempre dijo: «Prediquen la Palabra y sanen al enfermo». En mi opinión, la predicación y la sanación son inseparables.

Jesús dio a sus apóstoles las siguientes instrucciones: No vayan a tierras extranjeras ni entren en ciudades de los samaritanos, sino que primero vayan en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Mientras vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios se ha acercado. Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente» (Mt 10:5-8). Nuestra misión, hoy día, es como fue la de los apóstoles en su época, convertirnos en seguidores de Jesús. Como católicos hemos aceptado abiertamente la invitación de ser testigos de Jesús, hacer sus obras ahora como El las hubiera hecho, a través del poder del sacramento de la confirmación. Por lo tanto, ahora que tú empiezas a orar por los enfermos y a leer el Nuevo Testamento prestando especial atención a la sanación, puedes preguntarte: ¿Dónde he estado todos estos años? Los Evangelios claramente expresan lo que Jesús dijo: «Prediquen el Evangelio y sanen a los enfermos».

En el libro Sanación de Francis MacNutt hay un capítulo sobre sanación que recomiendo leer a todos. «El mensaje fundamental de la cristiandad: Jesús salva». MacNutt dice que el mensaje del Evangelio es que Jesús salva y los domingos cuando el sacerdote o predicador está en el púlpito, debe predicar precisamente esto. Este simple mensaje puede ser enseñado, bien sea por la palabra hablada o dada, o por la comprensión que la gente derive a través de la sanación. Creo que Jesús concibió ambas cosas.

Cuando Kathryn Kuhlman vino a Mobile, Alabama en 1975, las entradas se agotaron. De hecho, hubo mucha gente que se quedó sin entrar. Por la misma época se presentó también en Mobile otro evangelista, un excelente orador y quien contaba con una enorme campaña publicitaria, pero que no contó con la cantidad de público que fue a escuchar a Kathryn Kuhlman. El único método que utilizó fue el de la predicación mientras que Kathryn usó la predicación y la sanación. Siempre que se han utilizado la predicación y la sanación, los ofrecimientos de Jesús, los auditorios donde se han llevado a cabo las presentaciones no han tenido la capacidad suficiente para albergar a toda la gente que ha querido acudir. Esto ha ocurrido en muchas ocasiones.

En mi propio ministerio tuve la misma experiencia recientemente cuando estaba en unos retiros espirituales en Brasil con sacerdotes, religiosas y laicos. La noticia de que se estaban llevando a cabo unos retiros espirituales de sanación se esparció por todos los vecindarios. Las puertas del lugar donde se desarrollaban los retiros fueron colmadas por personas provenientes de toda la región que querían asistir. ¿Por qué? Porque hay una atracción natural hacia la sanación. Esta atracción fue evidente también en la época de Jesús, cuando leemos que era seguido por multitudes. Todos necesitamos sanación, de una forma o de otra, porque seguimos siendo personas con necesidades.

Algunos teólogos afirman que el Señor no sana a la gente enferma de hoy porque esto era solamente para las personas del siglo primero. Sin embargo, en estas épocas modernas podemos ver claramente como la gente común y corriente tiene, en cierto sentido, un entendimiento más profundo del Señor, y visitan santuarios para hallar sanación, o siguen a predicadores, o acuden a la última aparición de Nuestra Santísima Madre para ser sanados. Personalmente, no tengo nada en contra de tomar un avión para ir a Lourdes, claro que el ochenta por ciento de los cristianos hoy en día no puede costearse este lujo, y la cristiandad no es sólo ese veinte por ciento que puede saltar a un avión e ir a santuarios o a lugares santos. La cristiandad está siempre a disposición de todos los hombres sin importar su raza, y el poder de sanación de Jesucristo está donde haya un cristiano, donde haya una apertura al poder sanador del Señor Jesucristo.

Mi método total de sanación se basa en la idea de que la sanación es «una respuesta a la oración», opinión que ha sido objetada por algunas personas. Otros la ubican en la comunidad. Esto está bien ya que queremos darle importancia a la comunidad. Si podemos creer en el amor que el Señor nos tiene, entonces, El va a actuar a través de nosotros, que somos sus instrumentos, para darnos la respuesta a nuestra oración. Yo creo que Jesús, por lo general, quiere que todos los hombres sean sanados, porque El prometió darnos signos. «Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre(…) pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán (Mc 16:17-18). Este relato bíblico refleja la actitud de Jesús sobre la sanación, fue resaltado, utilizado y vivido entre los primeros cristianos y cuyo poder nos fue dado a nosotros por el Evangelio según San Marcos.

En cada sanación existen cuatro factores: la persona que ora, la persona por la que se ora, la oración que se dice y la fe de la comunidad. Mencionaré aquí brevemente el cuarto factor. ¿Cuánta fe tenemos dentro de la comunidad católica para alcanzar la sanación? Hago siempre énfasis en la fe de la comunidad porque la experiencia me ha mostrado lo importante que es. Por ejemplo, estando en Birmingham, Alabama, una mujer que había pertenecido a la iglesia pentecostal antes de ser católica, me dijo un día algo con respecto a sus experiencias de sanación: «Padre, cada vez que nos enfermábamos, como miembros de la Iglesia pentecostal, acudían los ancianos y el ministro, nos ungían y nos sanaban en cada oportunidad. Nunca supe lo que era ir a donde el doctor. Hacíamos lo que la Biblia indica: El que esté enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia para que rueguen por él, ungiéndolo con aceite en el Nombre del Señor (Stgo. 5:14).

Esta mujer me hizo reflexionar sobre la fe de la comunidad que oró por ella. Concluí lo siguiente: Empezamos a orar por sanación y no nos sorprendamos si nuestras oraciones son contestadas. La comunidad entera, a diario, crece en afirmación y experiencia a medida que extiende la mano y ora por la sanación de los enfermos. La experiencia es supremamente importante ya que la mayoría de nosotros duda como Santo Tomás, y necesitamos ver la sanación para creer. Es triste decirlo, pero no espero que la mayoría de los católicos crean en la sanación sino hasta que la vean debido a la fuerte resistencia que tienen. Ellos la buscan en santuarios, lugares santos, y rezando novenas.

Una de las mejores experiencias de fe en mi vida ha sido la cruzada de Kathryn Kuhlman, en la que fui testigo de 100 sanaciones en Pittsburg. Mi experiencia personal hizo crecer mi fe. Algunas personas están haciendo un seguimiento a estas cruzadas de sanación argumentando que la gente no es en realidad sanada, sino solo aparentemente. A mi modo de ver lo que pasa es que cuando las personas salen de las sesiones de sanación, la fe y el amor retornan a sus comunidades negativas en donde no hay amor, paz o alegría, sino solo rabia, frustración y culpa. Estos últimos síntomas empiezan a aflorar de nuevo y los que habían sanado se enferman de nuevo porque el ambiente donde viven no cambia.

En la cátedra de «oración de sanación», llevada a cabo en Mobile, Alabama, la gente entraba a la cafetería donde se estaban dando las clases, y los que tenían un dolor físico dejaban de sentirlo. Podían sentarse por dos horas en la clase sin experimentar ningún tipo de dolor, sintiéndose maravillosamente, pero cuando abandonaban la cafetería, el dolor regresaba. ¿Por qué? La fe de la comunidad es muy importante en toda el área de sanación y ciertamente uno de los factores primordiales.

«Señor Jesús, sé que deseas que todos te amemos en forma completa y que estemos totalmente bien para que podamos orar y alabar. Permite que el Espíritu Santo se manifieste hoy y que nos enseñe la verdad de que Tú realmente nos quieres saludables en cuerpo, mente y espíritu. Aumenta hoy nuestra fe como comunidad para creer en tu amor sanador».

2. Recibe los sacramentos tan frecuentemente como te sea posible para lograr la sanación.

Nuestro Señor Jesús dio su vida por los hombres de todas las épocas. Para continuar con su trabajo de redención y de santificación a través de los tiempos, dio a la Iglesia los siete sacramentos con el fin de moldearnos, llenarnos, usarnos y fundirnos. Básicamente, gracias a los sacramentos, el hombre se sana.

El teólogo Donald Gelpi S.J., escribió lo siguiente en su libro La piedad pentecostal: «Pero los católicos no pueden redescubrir el propósito de estos sacramentos de manera significativa a menos que estén plenamente convencidos de que estos poseen un don efectivo de sanación. Esto, simplemente, significa que no podemos desechar o desdeñar más la sanación por la fe practicada por muchos de nuestros hermanos no católicos».

Por el contrario, debemos entender su verdadero significado y lugar en la vida de cada comunidad cristiana. Debemos también contemplar el ministerio sacramental de la sanación como una parte integrante de las vocaciones sacerdotales. Y debemos llegar a un entendimiento teológico sólido de la relación entre un ministerio sacramental y un ministerio carismático de la sanación.

Como católicos, el centro de nuestra vida espiritual es la misa, la Eucaristía. Durante la celebración de la misa encontramos oraciones maravillosas para curar la mente, el cuerpo y el espíritu. En la plegaria del Padre Nuestro encontramos una súplica: «Líbranos de todo mal». Ya que el hombre es un todo – cuerpo, mente y espíritu – no susceptible de separación, entiendo que ésta es una solicitud de protección contra el mal físico, psicológico y espiritual.

En la oración que el sacerdote dice a la congregación: «La paz del Señor esté siempre con vosotros», Cristo está presente en su gente. Esto significa repetidamente la paz total del hombre: cuerpo, mente y espíritu. Si alguien tiene un dolor intenso durante la Eucaristía, es difícil entender cómo puede estar en paz y permanecer dispuesto a recibir lo que Jesús le está ofreciendo. La paz es armonía de mente, cuerpo y espíritu que se traduce en tranquilidad. Ciertamente, las personas que se aproximaron a Jesús para ser curados sintieron esta paz dentro de ellas, y las experiencias de los que hoy se encuentran en el ministerio de la sanación tienden a estar de acuerdo con que la sanación le brinda al hombre una sensación de paz no conocida anteriormente. Por consiguiente, la misa es la oportunidad perfecta y natural de acercarse al Señor si se está sufriendo de falta de arreglo interior y se busca la paz del Señor.

La segunda oración antes de la comunión: «Señor Jesucristo, con fe en tu amor y en tu misericordia, como de tu cuerpo y bebo de tu sangre, no me condenes sino dame salud en mente y cuerpo», es una referencia directa a la sanación sin requisitos. Los sacerdotes harían bien en llamar la atención de los fieles. Ciertamente se ayudaría a muchas más personas si llegaran a la Eucaristía con la gran convicción de fe que el Señor Jesucristo las sanará. Si no decimos estas oraciones con un gran convencimiento, perdemos mucho del poder de sanación que nos brinda la misa.

Todos hemos repetido esta oración antes de la sagrada comunión: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».
Pero ¿cuántos han reflexionado realmente sobre esta súplica? Esta es una magnífica oportunidad de mostrar al Señor nuestra necesidad de sanación y de esperar que, así como El se entregó por nosotros, nos dé un don menor, como es la sanación total del hombre.

El Reino de Dios está sobre nosotros y en la misa nos damos cuenta de su presencia en forma muy profunda. Este es el momento para los frutos del Reino, uno de ellos es la integridad, la cual debe ser hecha y recibida por el creyente.

Hemos recibido los sacramentos como ayuda para lograr la sanación, Dios tocando al hombre, el hombre tocando a Dios. «Extiende la mano y toca a Dios cuando El pasa», como dice la canción. Esto es lo que ocurre en los sacramentos: Jesús desciende y nos toca. Recíbelos con la confianza de recibir la sanación.

«Señor Jesús, tócanos y sánanos hoy. Renueva dentro de cada uno de nosotros nuestro compromiso de recibir tu amor sanador que nos es dado en los sacramentos».

3. Ora por el enfermo tantas veces como te sea posible.

Aparentemente, entre más oremos con el enfermo, más relajada y profunda se vuelve la oración. Si éste es el caso, es valioso orar por él tantas veces como sea posible. Así como existen barreras a la sanación, el enfermo tiene barreras también y entre más se ore por él, más receptivo se volverá y más barreras se removerán, permitiendo que el amor de Dios fluya libremente.

Generalmente, cuando las familias me traen a sus enfermos, les digo: «Oren por ellos tres veces al día: en la mañana, al mediodía y en la noche. Impongan las manos sobre ellos por lo menos tres veces al día. Oren tantas veces como les sea posible, especialmente por los enfermos que hay en casa ya que se consiguen muchas más cosas de las que se creen mediante la oración». Raras veces oramos demasiado por los enfermos. El peligro está en que oramos muy poco, no lo contrario. Es imperativo que nunca dejemos de orar, sin importar que tanto lo hayamos hecho con nuestros enfermos antes. Jesús es el modelo que debemos seguir ya que El dedicó mucho tiempo de su vida a la oración.

Nosotros mismos estamos recibiendo la sanación cuando oramos por los enfermos. Estamos creciendo en amor, fe y confianza. Este crecimiento, además de justificar nuestra preocupación por la sanación de los enfermos, debe justificar una frecuente oración. Por lo tanto, sea constante y ore por los enfermos tantas veces como le sea posible.

«Señor Jesús, fortalécenos y haznos alcanzar la fe. Pon tus manos sobre los enfermos sabiendo que tu deseo de sanación es más fuerte que el nuestro. Al seguir tu ejemplo, Jesús, ayúdanos a percibir las necesidades de tu pueblo y a ayudar con compasión. Gracias, Jesús».

4. Ten confianza en el amor de Jesús para la sanación del enfermo

Cuando la mayoría de los laicos se ve ante la posibilidad de orar por otras personas para pedir sanación, se sienten temerosas porque se creen carentes de la suficiente fe. La fe personal de la mayoría se vuelve un nudo, incluso la de aquellas personas que han estado orando durante muchos años por los enfermos. El Señor sólo nos pide que tengamos fe como un grano de mostaza. Es aconsejable poner toda nuestra atención en Jesús, haciendo énfasis en el Señor y no en nuestra propia fe. Al poner nuestra fe en el amor de Jesús durante la oración, podemos orar de la siguiente manera: «Señor, tú amas a esta persona. Yo estoy aquí para canalizar tu amor y creo y confío en tu amor». Luego, si es posible, visualice a Jesús allí de pie con sus manos sobre la persona por la que se está orando; pídale a ella que haga también esta visualización. La visualización es muy importante en el ministerio de la sanación porque ayuda a enfocarnos en Jesús y no en la fe suya o en la de la persona por la que se está orando.

El don carismático de la sanación, como yo lo entiendo, es una apertura, una «pasividad» hacia el Señor. No lo puede encender y apagar. Inclusive si usted se siente como un tubo oxidado, el amor del Señor puede fluir a través suyo. El agua cristalina corre por tubos oxidados. Por esto, cuando se les enseña a los niños a orar, ocurren milagros. Los niños no tienen los complejos de los adultos. Hace algunos años, un grupo de misioneros en el África tradujo el Evangelio de San Juan a la lengua nativa del lugar antes de que fueran expulsados por el gobierno. Al regreso de los misioneros años más tarde, estos se quedaron atónitos al ver que los enfermos de las diversas poblaciones estaban sanos. Atribuyeron esto al hecho de que la gente estaba leyendo el Evangelio de San Juan, a que creían de todo corazón en lo que leían y a que vivían la vida cristiana escrita en el Evangelio. Esto dice mucho de cómo obra la fe en los niños y en las personas simples: sencillamente creen. Niños de tres, cuatro, cinco años de edad han dicho: «Déjame orar por tí» Los niños oran y después corren a jugar. Poco después la mamá está sorprendida porque se sanó. En repetidas ocasiones he escuchado esta historia. Los chicos no han sido educados en teología. El Evangelio de Jesús siempre ha sido para todos los hombres sin distingo de raza, y es relativamente fácil de seguir. No es sólo para los intelectuales o los teólogos, es para todo aquel que esté abierto a El.

Hoy en día, muchos jóvenes se están adhiriendo a sectas religiosas orientales, situación que nos preocupa. Para sus seguidores, el atractivo de estas sectas religiosas parece radicar en que éstas profesan la garantía de un conocimiento profundo que conlleva a la felicidad. Puedes ir a la cima de una montaña y sentarte con un gurú y aprender los secretos de todos los tiempos, así dicen. Sin embargo, ¿no tiene sentido que tú tengas el Evangelio de Jesús que enseña a entregarse y a enlodarse los pies y ayudar al pobre, o te permite encerrarte en un armario y alcanzar la más alta contemplación? La cristiandad es, ciertamente, la religión más realista. Jesús tenía los pies en la tierra aunque pasó noches enteras orando en las montañas. Ya que profesamos la fe cristiana, sea en lo más alto de una montaña o en las calles de Calcuta o en las ciudades donde vivimos, cree en el amor de Jesús acompañándolo, confía en el amor del Señor para sanar. «No se turben; ustedes creen en Dios, crean también en mí» (Jn. 14:1).

«Señor Jesús, creemos en tu amor y creemos en tí, pero existen momentos en que estamos pensando sólo en nosotros. En estos momentos, cuando nuestra fe se tambalea, ayúdanos a centrar de nuevo nuestra atención en tí y en tu amor. Quédate con nosotros, Jesús, dondequiera que estemos, para traernos de regreso a tu luz sanadora».

5. Pon tus manos sobre la persona cuando sea razonablemente posible

Existe una comunicación especial cuando tocamos a alguien con amor. Si no lo crees, pregunta a una joven pareja de enamorados que van por la calle con las manos entrelazadas y diles que no es necesario que se tomen de las manos. Ellos te contestarán: «Usted no sabe lo que se siente». Existe, definitivamente, una comunicación por el tacto, porque es una manera no verbal de transmitir amor.

Aquellas personas, en el ministerio de la sanación, que han orado imponiendo sus manos, pueden dar fe de su poder. Muchos han sentido calor o alguna otra sensación como vibraciones cuando lo hacen. Es natural que cuando nos encontramos con alguien le estrechamos la mano. Ya que el tacto es un gesto natural de comunicación para transmitir nuestro amor y nuestra preocupación, grandes cosas parecen ocurrir cuando combinamos oración e imposición de manos.

El Nuevo Testamento cita muchos ejemplos de imposición de manos hecha por Jesús y por sus discípulos. Jesús sabía del valor de la imposición de manos.
«Entonces trajeron a Jesús algunos niños, para que les impusiera las manos y rezara por ellos» (Mt. 19:13).
«Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero, quedas limpio» (Mt. 8:3).
«Había ido Jesús a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre. Jesús la tomó de la mano y le pasó la fiebre» (Mt. 8:15).
«Le rogaba: Mi hija está agonizando; ven, pon tus manos sobre ella para que sane y viva» (Mc 5:23).
«Tomando la mano de la niña, le dijo: Talita Kum, que quiere decir: Niña, a tí te lo digo: levántate. Y ella se levantó al instante y empezó a corretear» (Mc. 5:41-42).
«Al verla Jesús, la llamó. Luego le dijo: Mujer, quedas libre de tu mal. Y le impuso las manos. Y ese mismo momento ella se enderezó, alabando a Dios» (Lc. 13:12-13).
«Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. Al instante fue como si le cayeran escamas de los ojos y pudo ver (Hechos 9:17).

Nosotros, como discípulos de Jesús, también somos enviados por El para comunicar su amor a través de la imposición de manos en la búsqueda de la sanación. «Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre (…) impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán» (Mc. 16:17).

«Jesús, cuando oramos por otros en tu Nombre te pedimos que uses nuestras manos como si fueran las tuyas para alcanzar y tocar a aquellos por quienes oramos. Permite que el Espíritu Santo actúe a través de nosotros hoy, especialmente cuando oramos por los miembros de nuestras familias o comunidad. Gracias Jesús por tu amor sanador que fluye a través de mí en este momento».

6. Pongamos nuestras vidas en las manos de Jesús

En la medida en que nos entreguemos más a Jesús, El vivirá más dentro de nosotros y más podrá actuar a través de nosotros. ¿No es acaso esto lo que es la vida cristiana, un total abandono en las manos del Señor? Nosotros cantamos, «A donde me lleves te seguiré», y esto es tan cierto como que tenemos que seguir a Jesús tan cerca y sinceramente como podamos.

Debemos recordar siempre que somos «sanadores divididos». No existe nadie que sea verdaderamente completo en todos los sentidos, es decir, en mente, cuerpo y espíritu. Algunos se excusan: Bien, no puedo orar por los demás porque yo mismo tengo demasiados problemas… Recuerde que somos sanadores divididos y cuanto más sirvamos de canal al Espíritu Santo, más sanación tendremos y más efectiva será nuestra intermediación.

El don del Espíritu Santo dentro de nosotros parece ser una apertura continua, de manera que cuando El quiera actuar a través de nosotros lo pueda hacer. De esto se trata. «Y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gál. 2:20). Se trata de estar en total unión con Cristo en su Espíritu Santo. Esta es la luz de Cristo que brilla a través de nosotros.

Una de las formas en que más podemos ponernos en las manos del Señor es por medio de la alabanza. Podemos entregarnos más a Dios si lo alabamos en este momento, sin importar nuestra situación. Si pierde el camino de regreso a casa una noche cualquiera, debe orar y alabar a Dios. Si al salir de una reunión de sanación se da cuenta que su grabadora portátil no está funcionando, alabe a Dios. La alabanza es una hermosa forma de espiritualidad porque se mezcla de manera perfecta con lo que hemos aprendido, que es el don de ser capaces de vivir en el momento presente.

Debemos recordar siempre que Jesús es el sanador y que «…sin mí no pueden hacer nada» (Jn. 15:5). Somos únicamente el canal que El escoge. Su Espíritu actuará con mayor libertad a través de una oración profunda a la vida, una alabanza y una constante dependencia de Él.

«Jesús, aumenta mi dependencia en ti a medida que mi entrega se hacer mayor por el poder de la oración y de la alabanza en mi vida diaria. Me entrego a ti en forma completa y te pido que tu Espíritu me llene de luz y permita que cada parte de mi mente sea iluminada. A ti Señor Jesús, el poder y la gloria por siempre jamás».

7. Perdona a todos los que te han ofendido o herido

La falta de perdón es una de las pocas cosas que son una verdadera barrera para lograr la sanación. Algunos dirían que la falta de fe es lo más, pero la experiencia que tengo en mi propio ministerio me ha demostrado que la falta de perdón es el obstáculo más común. Muchas, veces, personas de poca fe son sanadas por la inmensa fe de la comunidad, pero si la persona por la que se está orando alberga falta de perdón, no se sanará hasta que haya perdonado del todo. El poder sanador del Señor Jesucristo no puede penetrar debido a la falta de perdón. «Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre celestial los perdonará. En cambio si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes» (Mt. 6:14-15).

La gente nunca está segura de haber perdonado. Frecuentemente me preguntan: ¿cómo se sabe que uno perdonó del todo? Siempre respondo: Cuando ore por la persona que lo ofendió o hirió, puede estar absolutamente seguro de que fue perdonado porque al orar por ella, se está pidiendo al Señor que le brinde a esta persona bondad y cosas buenas. Amar es desear lo que más le convenga al otro y hacer lo que razonablemente se puede para brindarle felicidad y cosas buenas. Las definiciones de amor y oración en estas circunstancias son paralelas: en la oración se pide lo que más convenga y en el amor se desea lo mejor. Por lo tanto, cuando oramos por una persona, nuestra oración se convierte en manifestación de amor en acción. Lo repito una vez más, una vez que hayamos orado por alguien sinceramente, podemos estar seguros de que la hemos perdonado en un acto de voluntad. ¡El perdón es decisión, no sentimiento!.

Es la decisión de perdonar la que te libera y te redime, y esto es todo lo que el Señor te pide.

«Jesús, ayúdame a amar y a orar por aquellos que me han herido porque conozco tu amor y los perdono incondicionalmente así como tú me has perdonado. Dejo bajo tu luz sanadora cualquier resentimiento o falta de perdón que albergue hacia ellos. Elevo una oración en este momento por la persona que más me haya ofendido en la vida y te pido que colmes de bendiciones su vida. Te agradezco el haberme liberado del mal de la falta de perdón».

8. Ora por quienes te han herido

Cree en las palabras de Jesús, «Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen a la puerta y les abrirán» (Mt. 7:7). La sanación no es otra cosa que un ministerio de oración y fe, y el Señor lo dice claramente en las Escrituras.

Como dije con anterioridad, cuando oramos por una persona se puede estar razonablemente seguro de que estamos amando y haciendo lo mejor que podemos. Le pedimos al Señor que le brinde bienestar en su vida. Si después de haber orado por alguien todavía sentimos dolor, podemos pedirle al Señor que sane este sentimiento. Un método para eliminar los sentimientos negativos es visualizar a la persona en nuestra mente y verla como Dios la ve. Decimos: «Te perdono y te amo porque Jesús te ama». Podemos repetir esto cuantas veces sea necesario y tan despacio como sea posible para permitir que el amor de Nuestro Señor Jesús se haga presente y sature a esta persona. Eventualmente, se producirá un verdadero cambio en nuestros sentimientos y actitudes hacia la persona por quien estamos orando.

Durante mis clases de oración de sanación en la Diócesis de Mobile, Alabama, iniciada hace muchos años, la gente me pedía que continuara después del curso de seis semanas porque apenas empezaban a entender el Nuevo Testamento bajo una nueva perspectiva. Sus mentes habían sido iluminadas por medio del ministerio de la oración de sanación. Esto ocurrió en 1974 y el curso todavía existe. Había un promedio de 250 personas por curso; mitad católicos, mitad no católicos. A los tímidos católicos se les enseñó la oración de sanación y contaron después como no salían de su asombro al ver las sanaciones que estaban ocurriendo, en la medida que ampliaban su oración pidiendo por su familia y otras personas. La sanación ocurrirá durante la oración porque ésta es la voluntad del Señor Jesucristo. «La súplica del justo tiene mucho poder…» (Stgo. 5:16). «Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan» (Lc. 6:27-28)

«Jesús, a veces, mes es difícil orar por aquellos que me han herido o han abusado de mi ya que estoy concentrado en mi dolor y no en tí ni en el amor que prodigas tanto a mí, como a ellos. Ayúdame, Jesús, en la ardua lucha que libro en estos momentos y libera dentro de mí, por el poder de tu Espíritu Santo, la gracia de orar por ellos como tú lo harías. Gracias por tu luz y tu amor en este momento».

9. Cree en las palabras de Jesús sin poner atención a lo que parece estar sucediendo

«Jesús le contestó: En verdad les digo: si tienen realmente fe y no vacilan, no solamente harán lo que acabo de hacer con la higuera, sino que dirán a ese cerro: Quítate de ahí y échate al mar, y así sucederá. Todo lo que pidan con una oración llena de fe, lo conseguirán». (Mt. 21:21-22) Desde la montaña estamos haciendo que sucedan cosas. ¿significa esto, literalmente que debemos mover montañas, o podría significar mover las montañas de maldad, falta de amor, falta de fe, ansiedad, miedo, frustración, bronquitis, artritis, pies y espaldas doloridos? Estas son las montañas de mal que tenemos en nuestras vidas por las que podemos orar y decir: ¡Deseparezcan en el Nombre del Señor! ¡Láncense al mar!

Es cierto, el Señor ha prometido honrar las plegarias de los fieles. Cuando oremos, depositemos toda nuestra confianza en la Palabra del Señor. Inclusive si aún después de haber orado no vemos un cambio inmediato, debemos aferrarnos a las promesas de Cristo. Mientras más nos saturemos con las palabras de Jesús en las Escrituras, más fe tendremos dentro de nosotros y más capaces seremos de pedir sanación.

«Jesús, me aferro y confío en tí y en tus palabras como aparecen en las Escrituras. Que tu amor sanador fluya de mí hacia los demás así como creo en tu deseo de que todos disfrutemos de tu vida en abundancia. Te pido que me uses como instrumento de tu amor sanador, hoy».

10. Alaba y da gracias a Jesús por su amor tantas veces como te sea posible

Es imperativo que alabemos y demos gracias al Señor por todas las cosas: por la oración contestada y por la que no. Más alabemos y demos gracias al Señor, con mayor perfección pondremos en práctica el primer gran mandamiento: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza…» (Lc. 10:27).

A medida que abrimos nuestros corazones y mentes en alabanza al Señor, nos estamos abriendo a su poder sanador. La mayoría de estas personas gasta su vida lamentándose de sus problemas, dolores y sufrimientos. Están tan absortas en sus dificultades que éstas se convierten en el centro de su oración cuando este lugar debe ser ocupado por el Señor. Cuando alabamos y damos gracias a Dios, hacemos de Jesús el centro de nuestra oración y nos apartamos de nuestro centro. A medida que apartamos la vista de nosotros y la volvemos hacia el Señor, El se manifiesta de manera extraordinaria. Cuando alabamos al Señor, le estamos dedicando nuestra atención y, olvidándonos de nosotros, nos volvemos más receptivos a lo que El tiene para darnos.

Cuando una persona recibe oraciones de sanación, la podemos invitar a una reunión y pedirle que de gracias y alabe al Señor por el trabajo que el Espíritu Santo está haciendo dentro de ella. De esta manera, la persona se apresta a recibir la sanación que probablemente ya se está llevando a cabo.

Recomiendo los libros escritos por Merlín Carothers, Campo de Alabanza, El poder de la Alabanza y Respuestas a la Alabanza, con el fin de llevar a cabo un excelente estudio sobre la alabanza en nuestras vidas. Estos libros son lectura obligatoria para todo cristiano, especialmente para quienes están en el ministerio de la sanación. Ha sido una herramienta invaluable en mi propio ministerio.

«Padre celestial, te damos gracias y te alabamos por el hermoso don que nos has dado en Jesús y por el maravilloso poder que existe cuando abrimos nuestros corazones en la oración. Señor, te pido que todos te alabemos y te demos gracias siempre y en todo lugar. Te pido que te alabemos y te demos gracias sin importar las circunstancias por las que estemos pasando, y que tu amor nos llene en abundancia. Que cuando estemos sufriendo alguna pena o apretando los dientes, podamos ser capaces de alabarte sabiendo que todas las cosas funcionan para aquellos que amas. Pido que tu amor sanador fluya en nosotros y que las áreas difíciles de nuestra existencia sean sanadas, especialmente la de la autoestima. Que podamos aprender a amarnos para poder amarte y amar a los demás.
Te damos gracias y te alabamos, Jesús, por el trabajo que estás realizando dentro de nosotros en este momento. Amén».

Fuente: Extraído del Libro «Manual del Laico para el Ministerio de Sanación» del autor Rev. Robert De Grandis S.S.J.

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De Sanación DEVOCIONES Y ORACIONES Oraciones de Liberación

Oraciones de Sanación y Liberación a la vez

ORACIÓN DE LIBERACIÓN Y SANACIÓN

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo invoco a todos los ángeles y a los santos.


Me dirijo a ti Bendita Virgen María, Madre Santísima, Reina de toda la creación, te pido tu bendición, tu protección y tu intercesión, invoco la protección y ayuda de San Miguel El Arcángel líder de los ejércitos celestiales, de todos los arcángeles y ángeles, me uno a la alabanza, adoración y gloria dada a nuestro Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, invoco en el nombre de Jesús la bendición, protección y ayuda de todos los patriarcas, los profetas, los confesores, vírgenes y mártires, los discípulos de Jesús, los Apóstoles, y de todos los santos que han existido y que existen. En el Nombre de Jesús entro en comunión con la Santa Iglesia de Cristo y ratifico mi fe en el Santo Nombre de Jesús y en su preciosa Sangre. En el nombre de Jesús renuncio el pecado, renuncio a Satanás y sus trabajos de maldad, me entrego totalmente a Jesucristo para la Gloria de Dios.

Dios Padre todopoderoso, creador de los cielos y de la tierra, de todo lo visible e invisible, Padre amadísimo, en unión con la Virgen María, los ángeles y los santos, te hablo humildemente en el nombre de Jesús.
Te exalto y magnifico por tu grandeza inigualable, te alabo por todas tus perfecciones y atributos, te adoro y te doy gracias por el regalo de mi vida, por permitirme estar en tu Presencia Santa.
Padre amado conoces mi intención, sabes que somos oprimidos por aquellos espíritus rebeldes que nos incitan al pecado y que nos hacen estar lejos de Ti
Señor, yo he pecado por mi propio deseo y te confieso mi culpa, por favor borra las huellas de mi pecado y acepta mi oración en el nombre de Jesús.
Señor, Dios Todopoderoso, en el nombre de Jesús te pido mi liberación y la liberación de todos los que sienten la influencia del maligno en sus vidas.
En el Santo Nombre de Jesús, cúbreme con su Preciosa sangre, libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Dios Supremo Rey del Universo, Padre de todos los espíritus, te alabo y te doy gracias por haberme enseñado la grandeza del Santo Nombre de tu Hijo Jesús, me arrodillo en unión de toda rodilla en el Cielo, en la Tierra y debajo de la tierra, y confieso con toda lengua que Jesús es Señor, para tu Gloria O Dios Omnipotente.
Padre amado, te exalto y te alabo por tu generosidad con la raza humana, por aceptar el sacrificio de tu Amadísimo Hijo Nuestro Señor Jesucristo en reparación de todos nuestros pecados, por permitir que la Preciosa Sangre de Cristo lave nuestras almas y nos purifique de nuevo en tu Santa Imagen.
Bendito seas Dios Padre Misericordioso que nos has enviado a tu hijo para que a través de su Preciosa Sangre podamos ser salvados del pecado y liberados de nuestro enemigo el demonio.
Padre amado, por el poder del Santo nombre de Jesús y de su Preciosa sangre, libérame Señor de todo espíritu maligno que tenga influencia sobre mí, desátame Señor de las cadenas que me unen a la maldad, libérame Señor, libera a [ N. N.]
Separa el enemigo de mi vida, arrójalo fuera de mi, Expúlsalo Señor, En el Santo Nombre de Jesús, cúbreme con su Preciosa sangre, libérame Señor, libera a [ N. N.]

Dios Padre Todopoderoso, en el nombre de Jesús te pido que ganes esta batalla, tengo fe en tu Poder, alabo tu Majestad, exalto tu Autoridad sobre el enemigo, confío totalmente en que tú estás haciendo este trabajo para mi Salvación y la Salvación de aquellos por quienes rezo. Libera Señor, suspende para siempre la opresión del maligno, establece tu dominio, ahuyenta con tu Presencia a todos tus enemigos, Revela tu Gloria. Cristo ha vencido el demonio en la cruz, saca el enemigo fuera de mi vida, para tu Honor y Gloria. En el Santo Nombre de Jesús, cúbreme con su Preciosa sangre, libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, me arrepiento de todos los pecados que he cometido a lo largo de la vida y te pido tu perdón. Señor pasa por toda mi vida desde el momento de mi concepción y sáname del amor que me pudo haber faltado, lléname de tu amor.
Bendice a mis padres antes de mi nacimiento, borra cualquier lujuria que haya habido en ellos, purifícales con tu preciosa sangre. O Dios omnipotente que lo puedes todo, bendice mi vida desde mi comienzo, bendice mi niñez, mi juventud, bendice a lo largo de toda mi vida y hazte presente con tu autoridad para liberarme de cualquier influencia diabólica que me haya perturbado o que aun esté presente en mi vida. Limpia mi alma para que quede blanca como la nieve.
Señor Jesús, libérame de cualquier resentimiento que yo lleve en mi corazón contra cualquier miembro de mi familia, cualquier persona que yo haya conocido a lo largo de mi vida, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, libérame Señor, libera a [ N. N.]

Libérame Señor de cualquier resentimiento que yo tenga en contra mía por todos mis errores y torpezas, por todas mis fallas y caídas, saca Señor todas mis frustraciones, en tu Santo Nombre , cúbreme con tu Preciosa sangre, libérame Señor, libera a [ N. N.]

Sáname Señor de cualquier resentimiento que yo lleve en contra tuya por haberme sentido ofendido con mi destino el cual es tu santa voluntad, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, Dios misericordioso, tu conoces la razón por la cual el enemigo me ataca, Libérame Señor y salva mi alma. Libérame Señor de toda maldición que yo haya recibido, de todo odio, hechizo, brujería, mal de ojo, espiritismo, satanismo, magia, yoga, guija, clarividencia, adivinaciones, cultos, ocultismo.
Señor Jesús tu das libertad a los cautivos, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Libérame Señor de todo espíritu maligno contraído por abuso sexual, aberraciones, deseos impuros, avaricia, ira, o cualquier pecado que yo haya cometido, perdóname Señor, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, libérame para la Gloria de tu Santo Nombre, libera a [ N. N.]

Señor Jesús tu ganaste nuestra libertad en la cruz, en tu Santo Nombre , cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, Dios todopoderoso, tú eres luz, manifiesta tu presencia sobre los espíritus de la oscuridad que me rodean, Señor Jesús tu eres la Luz del mundo, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, tú eres el Rey de la Paz, manifiesta tu presencia sobre todos los espíritus malignos que me perturban, comanda tu Paz sobre esta tormenta, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, tú eres el Gozo de todo el que te conoce, saca Señor el enemigo que me roba la felicidad, libérame Señor, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, tú eres El gran Amor de Dios, manifiesta tu presencia sobre todos los espíritus de odio que han atacado mi vida, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, tú eres humildad, manifiesta tu presencia sobre el espíritu del orgullo que me ha llevado a desafiarte con mis pecados, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, tú eres caridad, manifiesta tu presencia sobre toda avaricia que me haya tocado el corazón, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, tú eres amor al prójimo, manifiesta tu presencia sobre toda envidia que me haya manchado el alma, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, tú eres paciencia y comprensión, manifiesta tu presencia sobre toda ira que yo haya tenido, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, tú eres pureza, manifiesta tu presencia sobre toda impureza y lujuria que haya manchado mi alma, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, tú eres amo sobre todas las cosas, tu tienes todo control, manifiesta tu presencia sobre toda glotonería, la falta de control, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Jesús, tú eres el constructor del Universo, tu trabajo es continuo y necesario para mi salvación, manifiesta tu presencia sobre todo espíritu de pereza que me haya influenciado, en tu Santo Nombre, cúbreme con tu Preciosa sangre, aleja el maligno por tu santo poder. Libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Dios, Espíritu Santo, espíritu de Dios el Padre y del Hijo, Amor del Padre y del Hijo, Amor Divino que sostiene el universo. Dios Todo poderoso y Omnipotente que llenas la creación con tu Santa Presencia, escúchame en el nombre de Dios el Padre y del Hijo, bendíceme con tu Amor y tu Paz.
Señor Dios, que me has hecho tu templo, perdóname por no haber respetado tu morada santa, por haberte echado con mi maldad.
Dios, Espíritu Santo, en el nombre de Jesús, saca cualquier mal espíritu que ha venido a tomar tu lugar, toma posesión una vez más de tu templo y perdona mi pecado. En el Santo Nombre de Jesús, cúbreme con tu Amor divino, libérame Señor, libera a [ N. N.]

Espíritu de amor aleja todo odio de mi vida, espíritu de caridad saca toda avaricia y envidia de mi alma, espíritu de paciencia y entendimiento saca toda ira, espíritu de la pureza saca toda lujuria de mi corazón, limpia mi mente, espíritu de perfección saca toda imperfección, saca toda gula, intemperancia y destruye mi pereza para que yo pueda ser un digno templo de tu presencia.
En el Santo Nombre de Jesús, cúbreme con tu Amor divino, libérame Señor, libera a [ N. N.]

Señor Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En tu santo nombre   reclamo que liberes mi alma y me hagas de nuevo un digno Hijo de Dios, En el Santo nombre de Jesús reclamo mi sanación física y espiritual. Padre mío no me abandones, Jesús mío ten misericordia de mi, Espíritu Santo lléname, bendíceme y fortaléceme.
Señor Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en compañía de la Virgen María, de los ángeles y de los santos te bendigo, te alabo, te doy gracia y te glorifico porque hoy me has sanado, hoy me has liberado, hoy has roto las cadenas que me amarraban, hoy haz recreado tu imagen santa en mi alma, hoy has triunfado una vez más. Gracias Señor Jesús, gracias Señor Jesús, gracias Señor Jesús.

Aleluya, Aleluya, Aleluya, Amén. ¡Gloria a Dios!



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De Sanación DEVOCIONES Y ORACIONES Por los Enfermos

Oraciones de Curación

Son varias Oraciones por los Enfermos, por la Sanación de los Recuerdos, Oración del Perdón, Sanación de la propia Imagen, Sanación por la Familia.

 

 

 

 

ORACION POR LOS ENFERMOS del Padre Emiliano Tardif

Únete con fe a esta oración
depositando tu vida entera en las manos de Jesús.

Señor Jesús,
creemos que estás vivo y resucitado.
Creemos que estás realmente presente
en el Santísimo Sacramento del altar
y en cada uno de nosotros.

Te alabamos y te adoramos,
por venir hasta nosotros
como pan vivo bajado del cielo.

Tú eres la plenitud de la vida.
Tú eres la resurrección y la vida.
Tú eres, Señor, la salud de los enfermos.

Hoy queremos presentarte a todos los enfermos,
porque para Ti no hay distancia
ni en el tiempo ni en el espacio.
Tú eres el eterno presente y Tú los conoces.

Ahora, Señor, te pedimos
que tengas compasión de ellos,
para que todos reconozcan que Tú estás vivo
en tu Iglesia hoy;
y que se renueve su fe y su confianza en Ti;
te lo suplicamos, Jesús.

Ten compasión de los que sufren en su cuerpo,
de los que sufren en su corazón
y de los que sufren en su alma
que están orando y oyendo los testimonios
de lo que Tú estás haciendo
por tu Espíritu renovador
en el mundo entero.

Ten compasión de ellos, Señor.
Desde ahora te lo pedimos.
Bendícelos a todos
y haz que muchos vuelvan a encontrar la salud,
que su fe crezca
y se vayan abriendo a las maravillas de tu amor,
para que también ellos sean testigos
de tu poder y de tu compasión.

Te lo pedimos, Jesús,
por el poder de tus santas llagas,
por tu santa cruz y por tu preciosa sangre.
Sánalos, Señor.
Sánalos en su cuerpo,
sánalos en su corazón,
sánalos en su alma.
Dales vida y vida en abundancia.

Te lo pedimos por intercesión
de María Santísima, tu madre,
la Virgen de los Dolores,
quien estaba presente, de pie, cerca de la cruz.
La que fue la primera en contemplar
tus santas llagas
y que nos diste por madre.

Tú nos has revelado
que ya has tomado sobre Ti
todas nuestras dolencias
y por tus santas llagas hemos sido curados.

Hoy, Señor,
te presentamos en fe a todos los enfermos
que nos han pedido oración
y te pedimos que los alivies en su enfermedad
y que les dés la salud.

Te pedimos por la gloria del Padre del cielo,
que sanes a los enfermos
que van a leer esta oración.

Haz que crezcan en la fe,
en la esperanza,
y que reciban la salud para gloria de tu Nombre.
Para que tu Reino siga extendiéndose más y más
en los corazones,
a través de los signos y prodigios de tu amor.

Todo esto te lo pedimos Jesús,
porque Tú eres Jesús,
Tú eres el Buen Pastor y todos somos ovejas
de tu rebaño.
Estamos tan seguros de tu amor,
que aún antes de conocer el resultado
de nuestra oración en fe, te decimos:
gracias Jesús por lo que Tú vas a hacer
en cada uno de ellos.

Gracias por los enfermos
que Tú estás sanando ahora,
que Tú estás visitando con tu misericordia.
Gracias, Jesús,
por lo que Tú vas a hacer.

Lo depositamos en tus manos desde hoy
y te pedimos que lo sumerjas en tus santas llagas.
Que lo cubras con tu sangre divina,
y que a través de este mensaje
tu corazón de Buen Pastor hable a los corazones
de tantos enfermos que van a leerlo.
¡Gloria y alabanza a Ti, Señor!

 

ORACIÓN POR LOS ENFERMOS del padre Emiliano Tardif

Emitida en Radio 5 de RNE

Señor, Tú eres el buen pastor y Tú has dicho:
«vengan a mí todos los que están cansados y cargados
y Yo los aliviaré».

Venimos a ti con todos los enfermos de esta parroquia
que están unidos con nosotros,
te lo suplicamos Jesús, bendícelos a todos,
pon tu mano de buen pastor sobre cada uno de ellos
y por los méritos de tu pasión
comienza a sanarlos de su enfermedad;
si es tu santa voluntad
sabemos Jesús que Tú puedes sanarlos;
y te lo pedimos en fe,
no mires nuestros pecados
sino la fe de tu Iglesia
y por el poder de tus Llagas gloriosas,
por tu santa Cruz y por tu preciosa Sangre
comienza a sanar a muchos de ellos Señor.

Y a los que Tú no vas a sanar hoy
porque en tu plan providencial,
Tú tienes algo distinto para ellos,
te pedimos que les des fortaleza
para que nunca se desesperen
y que sepan ofrecer sus sufrimientos
uniéndolos a tus sufrimientos en la Cruz
para darle un valor de redención.

Pero estamos tan seguros de tu presencia viva
en medio de nosotros Señor que,
aun antes de conocer el resultado de nuestra oración
en fe te decimos gracias
por todo lo que estás haciendo ahora
por nuestros enfermos.

Y todo esto te lo pedimos por intercesión
de nuestra Madre la Virgen Santísima;
y te damos gracias por lo que Tú
vas a seguir haciendo por ellos.

 

ORACIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS POR UN ENFERMO

Dulcísimo Jesús, que dijisteis:
«Yo soy la Resurrección y la Vida»,
que recibiendo y llevando en Vos nuestras enfermedades,
curabas las dolencias de cuantos se te acercaban;
a Ti acudo para implorar de tu Divino Corazón
a favor de los enfermos,
suplicándote por intercesión de tu Santísima Madre,
la bienaventurada siempre Virgen María,
salud de los enfermos,
quieras aliviar y sanar en la presente enfermedad
a tu siervo …….. ,
si es conveniente para su bien espiritual y el de mi alma.

Señor Jesús, que al funcionario real que te decía:
«Venid, Señor, antes que mi hijo muera»,
le respondisteis: «Vete, tu hijo vive».
Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que al ciego de Jericó,
que sentado junto al camino te decía en alta voz:
«Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí»,
le respondiste: «Recupera tu vista, tu fe te ha salvado»,
y al momento vio.
Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que diciendo: «Quiero, sé limpio»,
limpiaste al leproso, que te decía suplicante:
«Señor, si quieres puedes limpiarme».
Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que librasteis al mudo poseído del demonio,
hablando luego con admiración
a las turbas el que antes era mudo.
Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que sanaste al enfermo
que llevaba treinta y ocho años de su enfermedad,
junto a la piscina de las ovejas, diciéndole:
«Levántate, toma tu camilla y anda» y anduvo.
Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que delante del hijo muerto de la viuda de Naím,
enternecido, dijiste a la madre:
«No llores»; y tocando el féretro, añadiste:
«Joven, a ti te digo, levántate»;
entregándolo luego vivo a su madre.
Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que dijisteis:
«Bienaventurados los que lloran
porque ellos serán consolados».
Sánalo, Señor.

Señor Jesús, que dijisteis:
«En verdad, en verdad te digo,
que todo cuanto pidieras al Padre,
en mi Nombre, os lo dará».
Sánalo, Señor.

Omnipotente y sempiterno Dios,
eterna salud de los que creen,
escúchanos en bien de tus siervos enfermos,
por quienes imploramos el auxilio de tu Misericordia;
a fin de que recobrada la salud,
te den en tu Iglesia ferviente acción de gracias.
Por Cristo Nuestro Señor.
Así sea.

 

ORACION POR LOS ENFERMOS DE CUERPO ENTERO

Jesús sabemos que tú estás presente
en el santísimo sacramento del altar
con tu cuerpo, sangre, alma y divinidad.

Bendito y adorado sea el sacratísimo
Corazón Eucarístico de Jesús.

-Te alabamos y bendecimos
quisiste tener una mamá para que te diera
su cuerpo y su sangre
para que tú la derramaras por nosotros.
Gracias Jesús.

-Y como María
queremos abandonarnos a tu voluntad,
para que en tus manos de alfarero divino
reconviertas nuestra vasija en una obra de arte
para ti.

-Aquí estoy Jesús tal y como soy,
tal vez humillado, tal vez perseguido,
incomprendido, calumniado, alegre, triste, enfermo,
sea como sea mi estado te digo
“Señor hágase en mí según tu Palabra”
Tú eres Cristo Jesús Salvador de mi historia
Presente, pasada y futura,
ven a caminar por ellas y bendícelas.

-Tú curaste a los leprosos,
cura mi lepra espiritual,
producida por mi pecado,
pecado de soberbia, debilidad o ignorancia, arrogancia
que fueron los que originaron en mi enfermedad.
Clávalos Cruz y unge mis heridas con tu bendita sangre.

-Tú que abriste los oídos a los sordos,
cura y libérame del espíritu de ceguera
que no me permite verte
para poder alabarte y bendecirte,
ni me permite ver las necesidades de mis hermanos.

-Tú que sanaste a los epilépticos y a los mudos,
libérame de los espíritus de epilepsia y mudez
que me impiden expresarme y transmitir tu palabra
con sabiduría, prudencia, claridad, afecto y firmeza.

-Tú que hiciste caminar a los paralíticos,
libérame del espíritu de parálisis
que me impiden moverme
y me dejan postrado largo tiempo
haciéndome perder la alegría
y no sé donde debo ir para cumplir tu voluntad,
y no me dejan caminar para evangelizar.

-Tú que resucitaste a los muertos,
resucita las áreas de mi vida
y de mi historia que están marchitas,
agonizantes o muertas.
Resucita mi matrimonio, mi trabajo,
mis relaciones familiares,
con mis hermanos de grupo,
resucita mi corazón que murió al amor,
o a mis sentimientos que mataron,
o dejaron herido y no puedo amar más.

-Tú que liberaste a los poseídos por el espíritu del mal,
libérame de toda influencia maligna,
a mi persona, a mi familia, a mi entorno,
y cólmame de tu espíritu santo
para que rotas las cadenas que me atan
pueda reflejar tu gloria a través de tu obra.

-Tú Señor que sanaste a tus discípulos del miedo
que los mantenía encerrados,
libérame de toda clase de miedos, al agua,
a la gente, a las multitudes,
a Dios, a las alturas, a la enfermedad,
al dolor, a la muerte,
a la soledad a los lugares cerrados.
Libérame a mí y toda mi familia.

-Señor tú que abriste el Mar Rojo,
ábreme los caminos en mi trabajo,
en mis decisiones,
en las dudas que me atormentan,
en la oscuridad de mi camino de fe.
Libérame a mí y a toda mi familia.

-Tú que entregaste la bendición a Abrahán, Jacob e Isaac,
bendice hoy a toda mi generación Señor.
A todos mis antepasados,
a las generaciones presentes y futuras.
Libéranos de los odios, muertes,
suicidios, enfermedades mentales,
cualquier tipo de brujerías, magia negra,
tarot, ciencias ocultas,
maldiciones, etc. y de todo aquello
que pudiera estar atado
y que me estuviera produciendo
un continuo sufrimiento,
desesperación, depresión etc.

-Yo renuncio en nombre de Jesucristo
a todos los caminos del mal,
negatividad y falta de amor.
Te pedimos que nos liberes del espíritu de blasfemia
que tuvieron mis antepasados
y que aún me salpican a mí
y a mis generaciones futuras.

-Te pido Señor que traigas a mi mente
cualquier actitud negativa arraigada profundamente
de dolor odio, remordimiento,
desgracia, suicidio, alcoholismo,
malos tratos, o cualquier tipo de vicio.
Te pedimos que sean sanadas y liberadas
por el misterio de tu presencia Real en la eucaristía.
Gracias Señor.
Envíanos a tus santos ángeles y arcángeles
para que nos guíen a lo largo del camino
a mí y a mi familia.
Amén

 

ORACION DE SANACIÓN DE RECUERDOS del Padre Emiliano Tardif

Como todos estamos enfermos por heridas en nuestro pasado, a continuación hacemos una oración de curación interior para que el Señor sane el corazón de los que reconozcan necesitarlo.

Padre de bondad, Padre de amor,
te bendigo, te alabo y te doy gracias
porque por amor nos diste a Jesús.

Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu
comprendemos que él es la luz,
la verdad y el buen pastor,
que ha venido para que tengamos vida
y la tengamos en abundancia.

Hoy, Padre, quiero presentarte a este hijo(a).
Tú lo(a) conoces por su nombre.
Te lo(a) presento, Señor,
para que Tú pongas tus ojos de Padre amoroso
en su vida.

Tú conoces su corazón y conoces las heridas
de su historia.
Tú conoces todo lo que él ha querido hacer
y no ha hecho.
Conoces también lo que hizo o le hicieron
lastimándolo.
Tú conoces sus limitaciones, errores y su pecado.
Conoces los traumas y complejos de su vida.

Hoy, Padre,
te pedimos que por el amor que le tienes
a tu Hijo, Jesucristo,
derrames tu Santo Espíritu sobre este hermano(a)
para que el calor de tu amor sanador,
penetre en lo más íntimo de su corazón.

Tú que Sanas los corazones destrozados
y vendas las heridas
sana a este hermano, Padre.
Entra en ese corazón, Señor Jesús,
como entraste en aquella casa
donde estaban tus discípulos llenos de miedo.

Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste:
«paz a vosotros».
Entra en este corazón y dale tu paz.
Llénalo de amor.
Sabemos que el amor echa fuera el temor.
Pasa por su vida y sana su corazón.

Sabemos, Señor,
que Tú lo haces siempre que te lo pedimos,
y te lo estamos pidiendo con María,
nuestra madre,
la que estaba en las bodas de Caná
cuando no había vino
y Tú respondiste a su deseo,
transformando el agua en vino.

Cambia su corazón y dale un corazón generoso,
un corazón afable, un corazón bondadoso,
dale un corazón nuevo.
Haz brotar, Señor, en este hermano(a)
los frutos de tu presencia.

Dale el fruto de tu Espíritu que es el amor,
la paz y la alegría.
Haz que venga sobre él
el Espíritu de las bienaventuranzas,
para que él pueda saborear y buscar a Dios
cada día viviendo sin complejos
ni traumas junto a su esposo(a),
junto a su familia, junto a sus hermanos.

Te doy gracias, Padre,
por lo que estás haciendo hoy en su vida.
Te damos gracias de todo corazón
porque Tú nos sanas,
porque tu nos liberas,
porque Tú rompes las cadenas
y nos das la libertad.

Gracias, Señor,
porque somos templos de tu Espíritu
y ese templo no se puede destruir
porque es la Casa de Dios.

Te damos gracias, Señor, por la fe.
Gracias por el amor
que has puesto en nuestros corazones.

iQué grande eres Señor!
Bendito y alabado seas, Señor.

 

ORACIÓN DE PERDÓN del Padre Roberto De Grandis

Señor Jesucristo, hoy te pido la gracia de poder perdonar
a todos los que me han ofendido en mi vida.
Sé que Tú me darás la fuerza para perdonar.
Te doy gracias porque Tú me amas
y deseas mi felicidad más que yo mismo.
Señor Jesucristo,
hoy quiero perdonarme por todos mis pecados,
faltas y todo lo que es malo en mí
y todo lo que pienso que es malo.

Señor, me perdono por cualquier intromisión en ocultismo,
usando tablas de uija, horóscopos,
sesiones, adivinos, amuletos,
tomando tu nombre en vano, no adorándote;
por herir a mis padres, emborracharme,
usando droga, por pecados contra la pureza,
por adulterio, aborto, robar, mentir.
Me perdono de verdad.

Señor, quiero que me sanes de cualquier ira,
amargura y resentimiento hacia Ti,
por las veces que sentí que Tú mandaste
la muerte a mi familia, enfermedad,
dolor de corazón, dificultades financieras
o lo que yo pensé que eran castigos.
¡Perdóname, Jesús, Sáname!

Señor, perdono a mi madre
por las veces que me hirió,
se resintió conmigo,
estuvo furiosa conmigo, me castigó,
prefirió a mis hermanos y hermanas a mí,
me dijo que era tonto, feo, estúpido
o que le había costado mucho dinero a la familia,
o cuando me dijo que no era deseado,
que fui un accidente,
una equivocación o no era lo que quería.

Perdono a mi padre por cualquier falta de apoyo,
falta de amor, o de afecto, falta de atención,
de tiempo, o de compañía,
por beber, por mal comportamiento,
especialmente con mi madre y los otros hijos,
por sus castigos severos,
por desertar, por estar lejos de casa,
por divorciarse de mi madre,
por no serle fiel.

Señor, perdono a mis hermanos y hermanas
que me rechazaron,
dijeron mentiras de mí, me odiaron,
estaban resentidos contra mí,
competían conmigo por el amor de mis padres;
me hirieron físicamente
o me hicieron la vida desagradable de algún modo.
Les perdono, Señor.

Señor, perdono a mi cónyuge por su falta de amor,
de afecto, de consideración, de apoyo,
por su falta de comunicación, por tensión, faltas,
dolores o aquellos otros actos o palabras
que me han herido o perturbado.

Señor, perdono a mis hijos por su falta de respeto,
obediencia, falta de amor, de atención, de apoyo,
de comprensión, por sus malos hábitos,
por cualquier mala acción que me puede perturbar.

Señor, perdono a mi abuela, abuelo, tíos, tías y primos,
que hayan interferido en la familia
y hayan causado confusión,
o que hayan enfrentado a mis padres.

Señor, perdono a mis parientes políticos,
especialmente a mi suegra, mi suegro,
perdono a mis cuñados y cuñadas.

Señor, hoy te pido especialmente la gracia
de perdonar a mis yernos y nueras,
y otros parientes por matrimonio,
que tratan a mis hijos sin amor.

Jesús, ayúdame a perdonar a mis compañeros de trabajo
que son desagradables o me hacen la vida imposible.
Por aquellos que me cargan con su trabajo,
cotillean de mí, no cooperan conmigo,
intentan quitarme el trabajo.
Les perdono hoy.

También necesito perdonar a mis vecinos, Señor.
Por el ruido que hacen, por molestar,
por no tener sus perros atados
y dejar que pasen a mi jardín,
por no tener la basura bien recogida
y tener el vecindario desordenado; les perdono.

Ahora perdono a mi párroco y los sacerdotes,
a mi congregación y mi iglesia
por su falta de apoyo, mezquindad, falta de amistad,
malos sermones,
por no apoyarme como debieran,
por no usarme en un puesto de responsabilidad,
por no invitarme a ayudar en puestos mayores
y por cualquier otra herida que me hayan hecho;
les perdono hoy.

Señor, perdono a todos los profesionales
que me hayan herido
en cualquier forma, médicos, enfermeras, abogados,
policías, trabajadores de hospitales.
Por cualquier cosa que me hicieron;
les perdono sinceramente hoy.

Señor, perdono a mi jefe por no pagarme lo suficiente,
por no apreciarme, por no ser amable o razonable conmigo,
por estar furioso o no ser dialogante,
por no promocionarme,
y por no alabarme por mi trabajo.

Señor, perdono a mis profesores y formadores del pasado
así como a los actuales; a los que me castigaron,
humillaron, insultaron, me trataron injustamente,
se rieron de mí, me llamaron tonto o estúpido,
me hicieron quedar castigado después del colegio.

Señor, perdono a mis amigos que me han decepcionado,
han perdido contacto conmigo, no me apoyan,
no estaban disponibles cuando necesitaba ayuda,
les presté dinero y no me lo devolvieron, me criticaron.

Señor Jesús, pido especialmente la gracia de perdonar
a esa persona que más me ha herido en mi vida.

Pido perdonar a mi peor enemigo, l
a persona que más me cuesta perdonar
o la persona que haya dicho que nunca la perdonaría.

Gracias Jesús, porque me estás liberando
del mal de no perdonar
y pido perdón a todos aquellos
a los que yo también he ofendido.

Gracias, Señor, por el amor que llega a través de mí
hasta ellos.
Amén.

 

ORACION DE SANACIÓN DE LA PROPIA IMAGEN del Padre Robert de Grandis

Padre, en nombre de Jesús,
nos dirigimos a Ti para que toques
a cada uno de estos hermanos
y les des una buena imagen de sí mismos
y una verdadera autoestima en Cristo Jesús.

Señor, ellos pueden que se sientan indignos,
inapropiados o inferiores;
quizás se sientan feos, tímidos,
patosos o que no hacen nada bien.

A lo mejor les llamaron apodos que no les gustaron,
e incluso de adultos pueden sentirse inseguros
y no amados.

Señor Jesús, llévate sus sentimientos de fracaso,
de vergüenza, decepción, culpabilidad o timidez.

Te pedimos que los liberes de toda fuerza negativa
que les ha mantenido en la esclavitud
y les ha apartado de vivir una vida abundante y victoriosa.

Amado Señor, hazles saber cuánto les amas
y que ellos son la niña de tus ojos.

Nos dirigimos a Ti,
para que sepan que Tú has muerto en la cruz,
no solo por sus pecados,
sino también por sus profundas heridas emocionales
y sus recuerdos dolorosos.

Te rogamos, Señor, que sanes todo lo herido
y roto que haya en ellos.

Ayúdales a amarse a sí mismos, a aceptar tu perdón,
a perdonarse a sí mismos y perdonar a otros.

Señor Jesús, llena los vacíos de sus vidas.
Y dales el amor
y la seguridad que pueden no haber recibido.
Dales un atrevimiento santo, confianza
y nuevas energías
para que puedan hacer todas las cosas a través tuyo.

Señor, dales una buena imagen de sí mismos.
Y que puedan verse como Tú les ves:
especiales, dignos y perdonados,
para que cada uno de ellos llegue a ser la persona
que Tú creaste y quieres que sea.
En el precioso nombre de JESÚS.
Amén.

 

ORACION DE SANACIÓN POR LA FAMILIA

¡Señor Jesús! Hoy venimos a Ti,
en nombre de cada una de las personas de nuestra familia.
Tú, en tus designios de amor por cada uno de nosotros,
nos has colocado en ella
y nos has vinculado
a cada una de las personas que la componen.

En primer lugar, te queremos dar gracias de todo corazón
por cada uno de los miembros de mi familia,
por todo el amor que he recibido tuyo a través de el/os
y te queremos alabar
y glorificar porque nos has colocado en ella.

A través de la familia y en la familia,
tú nos has dado la vida y has querido para nosotros
que formemos un núcleo de amor.

Hoy, Señor, queremos que Tú pases con tu sanación
por cada uno de nosotros y realices tu obra de amor
en cada uno de nosotros.

Y antes de nada, Señor,
queremos pedirte perdón por todas las faltas de amor
que hayamos tenido en casa,
por todas nuestras indelicadezas,
por todas nuestras faltas de comprensión,
por no ser a veces cauces de tu amor para ellos.

En primer lugar, Jesús,
te pedimos que entres en el corazón de cada uno
y toques aquellas experiencias de nuestra vida
que necesiten ser sanadas.

Tú nos conoces mucho mejor que nosotros mismos;
por lo tanto, llena con tu amor
todos los rincones de nuestro corazón.

Donde quiera que encuentres – el niño herido -,
tócalo, consuélalo y pónlo en libertad.

Vuelve a recorrer nuestra vida,
la vida de cada uno de nosotros,
desde el principio,
desde el mismo momento de nuestra concepción.

Purifica las líneas hereditarias y
líbranos de aquellas cosas que puedan haber ejercido
una influencia negativa en aquel momento.

Bendícenos mientras íbamos formándonos
en el vientre de nuestra madre
y quita todas las trabas que puedan haber dificultado,
durante los meses de gestación,
nuestro desarrollo en plenitud.

Danos un profundo deseo de querer nacer
y sana cualquier trauma tanto físico como emocional
que pudiera habernos dañado durante nuestro nacimiento.

¡Gracias, Señor!, por estar ahí presente
para recibimos a cada uno de nosotros en tus brazos
en el momento mismo de nuestro nacimiento,
para darnos la bienvenida a la tierra
y asegurarnos que Tú
nunca nos faltarías ni nos abandonarías.

Jesús, te pedimos que rodees nuestra infancia con tu luz
y que toques aquellos recuerdos que nos impiden ser libres.

Si lo que más necesitamos cada uno fue más cariño maternal,
mándanos a tu Madre, la Virgen María,
para que nos dé lo que nos falta.

Pídele que nos abrace a cada uno,
que nos arrulle a cada uno,
que nos cuente cuentos
y llene el vacío que necesita el calor
y el consuelo que sólo una madre puede dar.

Quizá «el niño interior» siente la falta del amor del padre.
Señor Jesús, déjanos gritar con libertad,
con todo nuestro ser:
«¡Abba!, ¡papá! ¡Papaito!.

Si necesitábamos alguno de nosotros más cariño paternal
y la seguridad de que nos deseaban,
y nos amaban de verdad,
te pedimos que nos levantes
y nos hagas sentir la fuerza de tus brazos protectores.

Renueva nuestra confianza
y danos el valor que necesitamos
para hacer frente a las adversidades de la vida,
porque sabemos, Padre nuestro,
que tu amor nos levantará
y nos ayudará si tropezamos y caemos.

Recorre nuestra vida, Señor,
y consuélanos cuando otros nos trataban mal.

Sana las heridas de los encuentros que nos dejaron asustado,
que nos hicieron entrar en nosotros mismos
y levantar barreras de defensa ante la gente.

Si alguno de nosotros se ha sentido solo,
abandonado y rechazado por la humanidad,
concédenos por medio de tu amor que lo sana todo,
un nuevo sentido del valor de cada uno como persona.

¡Oh Jesús, nos presentamos en este día ante ti,
toda la familia y te pedimos que sanes nuestras relaciones,
que sean unas relaciones llenas de cariño,
de comprensión y de ternura
y que nuestra familia se parezca a la tuya.

Te pedimos, por intercesión de tu Madre, la Reina de la Paz,
que nuestros hogares sean lugares de paz, de armonía
y donde realmente experimentemos tu presencia.
¡Gracias, Señor!

 

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Bendición de Agua, Aceite y Sal para Liberación y Exorcismo

BENDICIÓN DEL AGUA

Te exorcizo, agua, en nombre de Dios Padre, en nombre de Jesucristo su Hijo nuestro Señor, y con el poder del Espíritu Santo, para que seas agua exorcizada y ahuyentes todo poder del enemigo.

Oh Dios, atiende nuestra oración e infunde la fuerza de tu bendición a esta agua para que, al ser derramada en las casas y en cualquier otro lugar, éstos queden libres de toda influencia del mal y del maligno; y se aleje de estos lugares cualquier influencia maligna de maleficios, maldición, atadura, espiritismo…, de modo que los que vivan en este lugar o vengan aquí, por la aspersión de esta agua, queden libres de cualquier enfermedad o poder del enemigo infernal y sean defendidos por el poder de Jesucristo. Amén.

 

BENDICIÓN DE LA SAL

Te exorcizo sal por el Dios vivo, por el Dios verdadero y por el Dios santo, para que te conviertas en sal exorcizada para salud de los fieles tanto en el cuerpo como en el alma y para que, en los lugares donde sea puesta esta sal bendita, se aleje todo poder del enemigo y todo espíritu maligno.

Oh Señor, imploramos tu misericordia para que te dignes bendecir y santificar esta sal a fin de que se convierta en sal exorcizada para bien del cuerpo y del alma de los creyentes que la consuman; y para que todo aquello que sea tocado por ella carezca de todo poder e influencia del maligno. Amén.

(Se puede echar la sal al agua bendita tres veces, a manera de cruz, diciendo: Que esta mezcla de sal y agua se realice en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén).

 

BENDICIÓN DEL ACEITE

Te exorcizo, aceite, por Dios Padre que hizo todo lo que existe. Que se aleje de este aceite toda fuerza del maligno y toda acción diabólica a fin de que todos los que lo tomen puedan recuperar la salud del cuerpo y del alma, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Oh Dios, dígnate bendecir y santificar este aceite con el cual mandaste ungir a los enfermos, a fin de que una vez obtenida la salud, te den las gracias. Y te pedimos que cuantos usen este aceite, que hemos bendecido en tu Nombre, queden libres de toda enfermedad o de cualquier maleficio o influencia del maligno. Te lo pedimos Padre en el Nombre de Jesús, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.


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