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La iglesia de Nicaragua entra en la polémica sobre los grupos armados guerrilleros

Obispos analizan la realidad nicaragüense.

 

En Nicaragua están funcionando varios grupos armados guerrilleros, que el gobierno considera que son delincuentes comunes que viven del narcotráfico y otros delitos, mientras que la oposición dice que son grupos políticos.

 

mapa de nicaragua

 

Y la Iglesia salió a dar su posición. Ella dice que en algunas zonas son efectivamente delincuentes con afán de lucro económico, pero en otras están actuando grupos guerrilleros con una agenda política.

Un monseñor en Nicaragua ha afirmado que los emergentes grupos armados en el norte semiautónomo del país son narcotraficantes y secuestradores sin fines políticos, a medida que la iglesia sigue interviniendo en el sensible debate político sobre dichas organizaciones.

Más de 80 personas, operando en grupos de ocho a 12 miembros, han estado aterrorizando los alrededores de los municipios de Siuna, en la Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN) y El Cuá, en el interior norte, dijo monseñor Pablo Schmitz. Los grupos a menudo están fuertemente armados y utilizan uniformes militares, dijo Schmitz.

Según Schmitz, estos grupos no son guerrilleros con intenciones políticas, sino grupos que cuidan la droga para los narcotraficantes y extorsionan a los locales, en particular mediante el secuestro, informó La Prensa.

El obispo diferenció estos grupos de otros que operan alrededor de las ciudades del norte de Jinotega y Estelí – que otros obispos han dicho que sí tienen fines políticos – y dijo que los narcotraficantes hondureños eran una posible fuente de armas para los grupos de la RAAN.

De modo que, aunque el gobierno de Nicaragua afirma que los grupos armados que están surgiendo en todo el país no son más que delincuentes comunes, al menos un líder activo en este momento tiene presuntas conexiones con los «Contras» – una fuerza de combate apoyada por Estados Unidos que luchó contra el régimen sandinista en los años ochenta -.

Previamente, los representantes de la Iglesia Católica habían dicho que los grupos armados que operan en el interior montañoso tienen motivos políticos legítimos.

Mientras que el departamento (provincia) de Jinotega – el hogar de las ciudades de Jinotega y El Cuá – tiene una gran presencia de exContras, la RAAN se ha convertido en un punto de aterrizaje para los vuelos de drogas con destino a Honduras y la región ha experimentado un aumento de la violencia relacionada con el crimen organizado.

La Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS), también es un importante punto de parada para los envíos de cocaína que se dirigen hacia el norte y el hogar de gran parte de los crímenes violentos de Nicaragua.

Nicaragua ahora está ganando importancia en la ruta regional de la droga, y su proximidad a Honduras, donde se cree que los grupos criminales cada vez más están llevando a cabo operaciones independientes de narcotráfico, hace que sea especialmente vulnerable al aumento del crimen organizado local.

En este contexto, es muy posible que, mientras que los grupos armados en algunas zonas pueden tener fines políticos, otros podrían estar sacando provecho del tráfico de drogas como dice el Obispo. Pero como demostraron los Contras en los años ochenta – y como hoy en día siguen demostrando las guerrillas activas en Suramérica – la rebelión política y el narcotráfico no son actividades mutuamente excluyentes.

Fuentes: Insight Crime, Signos de estos Tiempos

 

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Avanzan los acuerdos entre FARC y gobierno colombiano pero falta discutir el tema de la droga

FARC puede participar políticamente pero ¿y el narcotráfico?

 

La semana pasada se llegó a un acuerdo entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC que permitiría la participación política de estos últimos, pero aún queda el espinoso problema del narcotráfico.

 

negociadores de las farc en cuba

 

Se trata del segundo de los seis puntos de la agenda en las negociaciones de paz que tienen lugar en La Habana, informó El Tiempo, y que comenzaron hace más de un año.

Según el comunicado conjunto, emitido el 6 de noviembre, el gobierno colombiano y las FARC lograron un consenso sobre cuestiones como los derechos y garantías para el ejercicio de la oposición política y el acceso a los medios de comunicación, los mecanismos democráticos de participación ciudadana y la promoción efectiva de una mayor participación política.

UN PUNTO DE AVANCE

El asunto de la participación política es sensible para las FARC, dado el precedente de la Unión Patriótica (UP) -un movimiento político establecido como un vehículo electoral para las FARC y sus aliados durante las conversaciones de paz en los años ochenta-. Posteriormente fue diezmado por los escuadrones paramilitares de la muerte. Hasta 3.000 miembros de la UP fueron asesinados, provocando el regreso de la guerrilla a la lucha armada.

La cuestión de las drogas promete ser igual de problemática. Las FARC controlan hasta el 70 por ciento de los cultivos de coca en el país, la materia prima de la cocaína. Muchos frentes de las FARC ganan millones de dólares del narcotráfico, a menudo asociándose con los grupos sucesores de los paramilitares -conocidos como BACRIM («bandas criminales»). Cualquier acuerdo con el gobierno sobre este tema podría tener enormes implicaciones para el narcotráfico en Colombia.

Además esto podría provocar disidencias en las FARC, estas facciones disidentes bien podrían criminalizarse y continuar con sus actividades ilegales sin las mismas justificaciones ideológicas, como ocurrió con la organización paramilitar de las AUC tras su desmovilización oficial en 2006, cuando engendró a las BACRIM. Tal vez sea inevitable que una nueva generación de grupos criminales, la FARCRIM, pueda nacer si llega a firmarse un acuerdo de paz.

EL PROBLEMA DEL NARCOTRÁFICO, QUE LAS FARC NIEGAN

Las FARC tienen dos flujos principales de ingresos. El más importante es el narcotráfico. El segundo es la extorsión. Después de esto viene la participación en la minería, especialmente de oro, pero también de coltán, y luego sus inversiones legales en las tierras y las empresas en sus áreas de influencia. Las finanzas de algunos frentes fueron golpeadas cuando el grupo renunció al secuestro en febrero de 2012, una de las condiciones del gobierno para sentarse en la mesa de diálogos. Si algunos elementos de las FARC se escinden, podrían regresar de nuevo al secuestro como forma de financiamiento.

El Comandante de las FARC, Alfonso Cano, en una entrevista con la publicación española Público, el 11 de junio de 2011 dijo:

“Quisiera serle taxativo en esto: ninguna unidad fariana, de acuerdo a los documentos y decisiones que nos rigen, pueden sembrar, procesar, comerciar, vender o consumir alucinógenos o sustancias psicotrópicas. Todo lo demás que se diga, es propaganda.”

Otra negación más reciente sobre la participación de las FARC en el narcotráfico tuvo lugar el 17 de marzo de 2013, de parte de Ricardo González, alias “Rodrigo Granda”, uno de los negociadores de las FARC en La Habana, quien dijo que estas acusaciones le hicieron reír e insistió en que

“no están hablando con ningunos narcotraficantes aquí, ustedes están hablando con un grupo armado”.

Así pues, las FARC siguen afirmando que no son narcotraficantes, que simplemente imponen un impuesto sobre todas las actividades económicas en las zonas bajo su control, entre ellas el narcotráfico, lo que ellos denominan el “gramaje”.

No obstante, existe abundante evidencia sobre la participación de las FARC en los diferentes eslabones de la cadena de las drogas, incluso en el ámbito transnacional y de las exportaciones.

Todos los miembros del Secretariado de las FARC y el Estado Mayor Central tienen peticiones de extradición a Estados Unidos por cargos de narcotráfico. La DEA ni siquiera necesita construir casos individuales en contra de los líderes de las FARC. Basta demostrar que un líder de las FARC capturado pertenece a cualquiera de estas dos estructuras de mando de los guerrilleros para asegurar una condena por narcotráfico.

En términos de números, la capacidad militar, el control territorial y las ganancias del narcotráfico, las FARC son una de las redes de tráfico de drogas más poderosas de Colombia, y quizás del mundo.

La mayoría de los frentes de las FARC que operan en áreas de cultivo de coca cobran impuestos a los cocaleros (hasta US$50 por kilo de base de coca), y a los compradores de base de coca (alrededor de US$200 por kilo). También se cobran tarifas a los laboratorios de drogas en estas áreas, el tránsito de cargamentos de cocaína y la salida de vuelos que llevan drogas.

A nivel local, las FARC no sólo cobran impuestos por la compra de base de coca y cocaína, sino que también tienen el monopolio de todas las transacciones de droga en su territorio. Cualquier cultivador de coca que trate de vender base de coca sin pagar a las FARC corre un alto riesgo. Cualquier comprador que busque comprar base de coca o cocaína en territorio de las FARC sin permiso, podría ser fusilado.

Sin embargo, la participación de varios frentes de las FARC en el negocio de las drogas va mucho más allá de la simple protección y los “impuestos”. Hay frentes que también se involucran en la cristalización de cocaína; ya sea directamente, operando laboratorios de cocaína o subcontratando a otros bajo su supervisión.

Las FARC dieron el salto hacia la exportación de cocaína durante el fallido proceso de paz con el Presidente Andrés Pastrana (1999-2002). La clave para ello fue la zona de despeje de 42.000 km² dada a los guerrilleros; su condición previa para sentarse en la mesa de diálogos. Esta zona de despeje proporcionó el punto de encuentro perfecto para las FARC, tanto en el mundo legal como en el ilegal. Mientras los periodistas, políticos, empresarios y las delegaciones internacionales se dirigían a la “capital” de las FARC en San Vicente del Caguán, Caquetá, tras bambalinas, también la visitaron distribuidores de armas, narcotraficantes y miembros de otros grupos en las listas internacionales de organizaciones terroristas (entre ellos el grupo separatista vasco ETA y el IRA Provisional).

Durante los tres años de ocupación de las FARC, los cinco municipios de la zona de despeje vieron cómo se triplicó la siembra de cultivos de coca. Se hicieron contactos internacionales. Uno de los casos mejor documentados fue el de Carlos Charry, alias “El Doctor”, quien al parecer por orden del comandante del Bloque Oriental, alias el “Mono Jojoy”, estableció las conexiones con el Cartel de los Arellano Félix en Tijuana, México, en 2000. Este no fue un incidente aislado. En noviembre de 2002 un tribunal de Estados Unidos acusó al “Mono Jojoy” de negociar la entrega de 20 toneladas de cocaína al Cartel de Guadalajara. En 2003, Estados Unidos condenó a Eugenio Vargas Perdomo, alias “Carlos Bolas”, un guerrillero del Frente 16, de dirigir una red de cocaína a través de Surinam, la cual intercambia drogas por armas.

Desde 2008, ha habido un flujo constante de informes que señalan el vínculo entre las FARC y los carteles mexicanos. Parece haber una conexión de vieja data entre el Cartel de Sinaloa y el Frente 48 de las FARC. El Frente 48 mueve grandes cantidades de base de coca y cocaína hacia Ecuador a través del departamento colombiano de Putumayo. También se ha rastreado a las FARC moviendo cargamentos de cocaína hacia Venezuela, a través de los Frentes 33, 16 y 10. El Frente 57 de las FARC, situado a ambos lados de la frontera de Colombia con Panamá, también mueve cocaína hacia Centroamérica. En noviembre de 2012, la policía panameña se enfrentó con guerrilleros de las FARC en la frontera, matando a uno e incautando varias bolsas de cocaína. A lo largo de la costa del Pacífico, ha habido numerosos reportes de las FARC cargando submarinos o semisumergibles con droga, la mayoría con destino a México y Centroamérica. Estos envíos han sido asociados principalmente con los Frentes 29 y 30.

Lo que es cierto es que muchos líderes de las FARC tienen contactos con importantes organizaciones narcotraficantes transnacionales. También tienen acceso tanto a la base de coca como a la cocaína. Estas conexiones significan millones de dólares para quien las tenga, y pueden ser utilizadas por miembros de las FARC así dejen de ser parte de esa organización.

Aunque en el último capítulo del conflicto civil en Colombia (1997-2006) hubo una guerra entre la guerrilla y los paramilitares de las AUC por el control de los cultivos de coca, los sucesores de los paramilitares, las Bacrim, no están interesadas en luchar contra la guerrilla. Son más estructuras mafiosas que ejércitos ilegales, y mientras tengan una capacidad militar limitada, no pueden aspirar a enfrentarse abiertamente con las FARC. En su lugar, quieren comprarles base de coca y cocaína para venderla a sus socios internacionales.

Esta es una situación ideal para las FARC. Mantienen el control de las zonas de producción de coca, lo que les asegura la influencia sobre una de sus bases políticas, los “cocaleros”, y los que cosechan la hoja de coca, los llamados “raspachines”. Ellos ganan dinero (en pesos) por sus operaciones diarias, vendiendo base de coca, y ocasionalmente cocaína, a las Bacrim y otros compradores independientes. No obstante, las compras de armas y municiones en el mercado negro internacional son realizadas en dólares. Y la manera más fácil para las FARC de ganar dólares es exportando ellos mismos la cocaína.

Fuentes: Insight Crime, Prensa Colombiana, Signos de estos Tiempos 

 

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Las pandillas y el narcotráfico tienen en vilo a las sociedades centroamericanas

Sociedades cada vez mas sumidas en la violencia.

 

A principios de agosto publicamos una artículo que hacía mención a los grupos delctivos en México, que estan condicionando el desarrollo de esa sociedad, ahora traemos sobre los grupos delictivos en Cetroamérica, que en algunos casos, especialmente en Honduras, parece que está evolucionando hacia lo que la comunidad internacional llama un “estado fallido”.  

 

pandilleros-de-el-salvador

 

El desarrollo de las organizaciones criminales en Centroamérica ha sido diferente que en México. Las organizaciones más grandes tienen sus raíces en los años ochenta, cuando gran parte de la región se vio envuelta en guerras civiles. En muchos sentidos, estos conflictos sentaron las bases para la actual ola de violencia y actividad criminal.

UNA LUCHA POLÍTICA INICIAL

El más famoso y sofisticado de estos grupos criminales está compuesto por guerrilleros que lucharon contra los gobiernos de Guatemala y El Salvador. En el caso de Honduras, un ejército contrarrevolucionario luchó en contra del vecino gobierno sandinista de Nicaragua.

Los grupos rebeldes (más tarde criminales) operaban en espacios donde no había presencia del gobierno, tales como las zonas fronterizas remotas y las vastas selvas de la región.

La provincia guatemalteca de Petén, por ejemplo, ocupa un tercio del territorio del país, y sin embargo, tiene sólo el tres por ciento de la población y una reducida presencia estatal a lo largo de los 400 kilómetros (aproximadamente 250 millas) de frontera que comparte con México.

La provincia hondureña de Gracias a Dios está prácticamente deshabitada, e incluso en la parte más desarrollada de la provincia, un trayecto de 40 kilómetros (aproximadamente 25 millas) puede tardar seis horas.

Para poder operar en estas regiones, los grupos guerrilleros utilizaban redes ilegales y corredores de movilidad para obtener víveres, armas, uniformes y otros materiales necesarios para llevar a cabo una guerra contra el Estado. Algunos de estos corredores habían sido utilizados antes de la guerra.

Por ejemplo, muchos habían sido utilizados para traer productos más baratos y libres de impuestos – incluyendo elementos que no eran una amenaza, como los productos lácteos – a los países del Triángulo del Norte desde los países vecinos.

Otros eran empleados para mover las drogas ilegales y otros productos ilícitos a través de la región en su camino hacia los Estados Unidos. En los años ochenta, estos corredores empezaron a ser usados también como rutas para el tráfico de armas.

MILITARIZACIÓN DE LOS GRUPOS FAMILIARES Y DESEMPLEO

Al igual que en México, el núcleo de la mayoría de las redes de contrabando comenzaron como grupos familiares y de amigos. Localmente son conocidos como «transportistas«, por su papel en el transporte de bienes.

Actualmente, en algunos casos, las redes se extienden desde Panamá hasta Guatemala. Todavía mueven todo tipo de productos, tanto legales e ilegales, al igual que inmigrantes. Algunos han comenzado negocios de transporte legales o empresas de otro tipo (por ejemplo, compañías pesqueras, hoteles) para camuflar sus actividades, y en general son libres para trabajar con diversos actores criminales que buscan mover mercancía ilegal.

Las guerras civiles centroamericanas contribuyeron a la eventual militarización de dichos grupos familiares. Durante las guerras civiles, los gobiernos del Triángulo del Norte reforzaron sus fuerzas armadas, policías y servicios de inteligencia. A medida que las fuerzas de seguridad crecieron en tamaño, con el tiempo comenzaron a ejercer control sobre las diferentes agencias gubernamentales. Su influencia sobre el gobierno fue, en algunos casos, absoluta; como en los años ochenta en Guatemala, cuando los líderes militares asumieron la presidencia.

No obstate, cuando la guerra terminó en Guatemala y El Salvador esos gobiernos redujeron en gran medida el tamaño de sus fuerzas armadas y reemplazaron sus servicios de inteligencia.

Oficiales y agentes que quedaron sin trabajo ofrecieron sus servicios a otros sectores del gobierno, o vendieron sus conocimientos al mundo del hampa o al sector privado.

En Guatemala, por ejemplo, una vasta red de exagentes de inteligencia militar ahora negocia con pasaportes falsos, seguridad privada, armas y adopciones ilegales.

El final de la guerra también dejó a un gran número de guerrilleros desempleados. Algunos de los guerrilleros más sofisticados incursionaron en la política, pero otros lo hicieron en actividades ilegales como el secuestro, el tráfico de armas y, más recientemente, el tráfico de drogas.

Su experiencia durante las guerras los había equipado con las herramientas y conocimientos necesarios para sobresalir en actividades ilegales. En El Salvador, por ejemplo, algunos miembros del Partido Comunista, que formaron la columna vertebral de una de las unidades guerrilleras más formidables del país, se involucró en secuestros, tráfico de armas y robo de vehículos.

DEPORTADOS DE ESTADOS UNIDOS

Por último, las guerras civiles desataron una corriente migratoria hacia el norte que ha crecido en los últimos años desde entonces, y ha transformado a los países del Triángulo del Norte.

Miles de inmigrantes y refugiados huyeron a Estados Unidos, estableciéndose en las grandes ciudades como Los Ángeles. Al sentirse vulnerables a otras pandillas en estas ciudades, algunos miembros de estos nuevos enclaves crean sus propias pandillas.

Al principio satisfacen las necesidades de protección y seguridad de la comunidad, pero las actividades de dichas pandillas rápidamente evolucionan a actvidades criminales, incluyendo el sicariato, la extorsión, la distribución local de las drogas (microtráfico) y la prostitución.

La emergencia de tales pandillas en los noventa coincidió con las iniciativas estatales y federales en los Estados Unidos que llevaron a extender los periodos de encarcelamiento para los miembros de pandillas y el aumento en las deportaciones de exconvictos.

El número de miembros de pandillas deportados aumentó rápidamente, al igual que el número de organizaciones transnacionales que operan en el Triángulo del Norte.

En muchos casos, los pandilleros deportados buscaron replicar sus actividades en Centroamérica, donde encontraron reclutas dispuestos a engrosar las filas de sus organizaciones. Tras el fin de las guerras civiles, muchos jóvenes carecían de oportunidades de educación y hacían parte de familias disfuncionales.

Adicionalmente, la rápida urbanización en la región dejó a muchas familias sin una sólida base económica o social. Las pandillas de jóvenes marginados ofrecían beneficios rápidos, un sentido de pertenencia y el fácil acceso a las armas y a combatientes experimentados para entrenar y armar a los jóvenes reclutas.

Las deportaciones aumentaron a comienzos de siglo. Entre 2001 y 2010, Estados Unidos deportó a Centroamérica a129.726 delincuentes condenados, más del 90 por ciento de los cuales fueron enviados a Honduras, un país con aproximadamente la misma población que Haití tuvo 44.042 delincuentes deportados durante ese período. Por el contrario, durante el mismo período, el Caribe recibió 44.522 delincuentes deportados en total.

LAS GRANDES PANDILLAS

Con las deportaciones, los dos pandillas más importantes de Los Ángeles – la Mara Salvatrucha 13 y la Barrio 18 – se convirtieron rápidamente en las dos principales pandillas transnacionales en el Triángulo del Norte. Según algunas estimaciones, las pandillas cuentan actualmente con entre 60.000 y 95.000 miembros en el Triángulo del Norte.

Las pandillas estadounidenses y centroamericanas están conectadas compartiendo nombres, normas y formas de vestirse. Sin embargo, la búsqueda de evidencia empírica que vincule directamente las deportaciones a la actividad criminal es difícil.

No ha habido ningún esfuerzo sistemático por parte de las autoridades estadounidenses, mexicanas o del Triángulo del Norte de rastrear los pandilleros deportados y su reincidencia en el delito.

Más aún, ha habido poca comunicación oficial e intercambio de información entre los países. El Servicio de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE) no clasifica a los deportados como «pandilleros» en los formularios de deportación, y el FBI únicamente proporciona información de antecedentes penales a las instituciones gubernamentales asociadas bajo petición.

Varios proyectos del gobierno de Estados Unidos buscan aumentar los flujos de información, incluyendo los registros de huellas dactilares y los datos históricos de pandilleros deportados. No obstante, los problemas persisten.

Por ejemplo, en uno de los más recientes programas experimentales en El Salvador, el FBI le dio a conocer a una unidada especial de la policía salvadoreña una lista de presuntos miembros de pandillas deportados, que luego la difundió entre las fuerzas de seguridad del país. Sin embargo, según las entrevistas realizadas por el autor de este reporte, la unidad policial encargada de la difusión de la información no se comunica apropiadamente, o en algunos casos se niega a publicar los nombres de presuntos pandilleros a otras agencias de la policía. Hay muchas razones que explican estas fallas en la comunicación, incluida la desconfianza acerca de cómo debe ser usada la información.

Estos desafíos no se limitan a Centroamérica. México recibe más criminales deportados que el resto de los países centriamericanos juntos: entre 2001 y 2010, Estados Unidos regresó 779.968 criminales a México.

La comunicación entre las autoridades estadounidenses y mexicanas es igualmente débil. Por ejemplo, según el exalcalde de Ciudad Juárez, José Reyes Ferriz (2007-10), a menudo Estados Unidos simplemente libera delincuentes deportados en el puente que une Juárez y El Paso sin previo aviso. El gobierno municipal de Juárez finalmente desarrolló un sistema para transportar deportados en autobús a otras zonas de México, pero muchos encuentran su camino de regreso a Ciudad Juárez, donde se pierden en el complejo penal de la ciudad[.

EL NARCOTRÁFICO

Aparte del aumento de la actividad de las pandillas, Centroamérica también ha experimentado un incremento en el narcotráfico. Durante gran parte de la última década, la zona sirvió como un trampolín para el movimiento de drogas hacia el norte, especialmente la cocaína y la heroína.

Los datos sobre las incautaciones de droga ciertamente muestran un retrato incompleto de toda la escala del comercio ilícito de drogas. Dicho esto, las incautaciones de cocaína reportadas en Centroamérica indican un aumento significativo, especialmente entre 2005 y 2007.

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) calcula que hasta 300 toneladas de cocaína se mueven a través de la región cada año. Las drogas son trasportadas por vía marítima, aérea, y terrestre.

Las vías marítimas están cubiertas por lanchas rápidas, embarcaciones pesqueras, o una combinación de ambas. Los traficantes utilizan las islas y las costas de Nicaragua y Honduras como puntos de entrega y zonas de almacenamiento. Para mover los productos por vía aérea, las organizaciones criminales utilizan cientos de pistas de aterrizaje, tanto privadas como clandestinas, ubicadas en Honduras y Guatemala. De allí, las drogas se mueven en vehículos particulares o camiones comerciales a lo largo de las rutas terrestres.

La importancia del Triángulo del Norte en esta cadena de distribución va más allá de su reserva de rutas prefabricadas, funcionarios gubernamentales fácilmente corruptibles, y soldados dispuestos y bien entrenados.

A medida que el gobierno mexicano ha aumentado su presión sobre los grupos criminales en México, ellos han buscado refugio en los países del Triángulo del Norte. Las grandes organizaciones criminales mexicanas, como el Cartel de Sinaloa y los Zetas, han movido partes importantes de sus operaciones a Guatemala y Honduras.

Entran a través de canales informales e ilegales, obtienen falsas identificaciones locales de redes clandestinas y de oficiales locales corruptos, y operan en gran parte de incógnito. Como es de esperar, la lucha entre las organizaciones criminales locales, los transportistas y las organizaciones extranjeras, se ha intensificado.

El desplazamiento de las operaciones criminales de México a Centroamérica, se ha traducido en un cambio en otras partes de la economía clandestina. En toda la región, las grandes organizaciones criminales a menudo pagan ahora a sus trabajadores contratados con productos ilícitos.

Estos trabajadores contratados, que incluye pandillas callejeras tanto en Centroamérica como en México, luego venden los productos a nivel local. La economía mexicana de la droga se ha convertido en una empresa muy lucrativa, con los precios de la cocaína pura en Ciudad de México llegando a los USD$18.000 por kilogramo. Como resultado, la competencia por ganar el control del producto se ha desplazado de México al Triángulo del Norte, donde el precio por kilo está cerca de los USD$12.000 por kilogramo.

Fuentes: Insight Crime, Signos de estos Tiempos

 

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Motivos de que la Iglesia de El Salvador se distancie de la tregua entre pandillas y gobierno

Puesta en duda la intención de las pandillas y los resultados.

 

En un artículo de la semana pasada (ver aquí) informamos que la Iglesia Católica comunicó oficialmente que tomaba distancia oficial de la negociación entre gobierno y pandillas (o maras como se les dice) – iniciada por Monseñor Colindres, Capellán Militar, con el aval tácito de la Conferencia Episcopal. Ahora surgen dos informaciones estratégicas que la Iglesia tuvo en cuenta cuando salió formalmente con un comunicado de desvinculación. 

 

pandillas de el salvador entregando armas

 

Una información está relacionada con la intención demostrada por las pandillas de apostar a la negociación, y el otro indicador está relacionado con el aumento de los crímenes.

LA COMUNICACIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA

La Iglesia Católica de El Salvador anunció el lunes 4 de agosto que no cumple ningún rol en la tregua entre pandillas y que ese proceso es del gobierno.

Dijo además que el proceso de tregua no le corresponde a la iglesia y que – a pesar de ver con buenos ojos todo el accionar de monseñor Colindres – la Conferencia Espiscopal se ha desligado de toda responsabilidad y resultados que devengan de ese pacto.

“No fue iniciativa nuestra y no estamos detrás de ese proceso… queremos lo mejor para todos pero dejamos claro que no depende de nosotros y no podemos garantizar algo que no nos corresponde” .

“Somos parte de la sociedad, estamos expectantes y queremos lo mejor, podemos colaborar pero no está en nuestras manos y nunca lo ha estado”.

CUAL ES LA CAUSA

El 12 de mayo de 2013, la Conferencia Episcopal ya emitió un comunicado cuestionando la tregua.

“La tregua no ha producido el beneficio que la población honrada y trabajadora esperaba para sí misma (…)” señala el comunicado, agregando que las extorsiones y otras actividades criminales no han disminuido.

La tregua fue negociada por el ex congresista y ex guerrillero, Raúl Mijango, y el capellán militar, el Obispo Fabio Colindres. Ellos habían estado negociando en secreto durante meses antes del anuncio, bajo el patrocinio del Ministro de Justicia y Seguridad del país, el general retirado del ejército David Munguía.

El papel de Colindres fue especialmente controversial porque él es un obispo, un miembro de la jerarquía de la Iglesia. Su participación fue, en esencia, un gesto de aprobación de la Iglesia Católica del país, de la importancia de lograr esta tregua para El Salvador, pese a las reservas de algunos de sus colegas. Parecía ayudar a legitimar el proceso para el público y las élites del país.

Pero recientes revelaciones de que las armas entregadas por las Maras a las autoridades como señal de paz, no funcionan, junto con el aumento de las tasas de homicidios, están poniendo en tela de juicio la validez de la tregua entre las dos principales pandillas de El Salvador.

Y esto, que ha circulado extraoficialmente como un secreto “a voces”, seguramente ha sido un insumo tenido en cuenta para el comunicado de la Iglesia.

DUDAS SOBRE LA INTENCIÓN DE TREGUA DE ACUERDO A LAS ARMAS ENTREGADAS

El análisis de alrededor de 500 armas entregadas por las Maras desde junio de 2012, llevado a cabo por las autoridades salvadoreñas y estadounidenses, reveló que la gran mayoría no estaban en condiciones de funcionamiento.

La entrega de las armas fue aclamada en su momento como prueba de la importancia y seriedad de la tregua, acordada entre la Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18 en marzo de 2012.

Esta revelación de que las armas entregadas eran inútiles, pone en duda el compromiso de las pandillas, las cuales las entregaron como un gesto de «buena fe». Tal vez no sea sorprendente. El mismo fenómeno se registró en Colombia, cuando las Autodefensa Unidas de Colombia (AUC) entregaron un gran número de armas obsoletas como parte del proceso de paz con el gobierno.

AUMENTO DE LOS HOMICIDIOS

Por otro lado, la noticia coincide con los informes de los 69 homicidios cometidos en sólo seis días. Estos homicidios, llevados a cabo entre el primero y el seis de agosto, marcan un aumento de 24 homicidios, en comparación con el mismo período del año pasado. La policía ha vinculado 29 de los 69 asesinatos a la violencia pandillera.

El aumento de los homicidios -que también se dispararon dramáticamente hasta cierto punto en mayo y junio– es más preocupante. Tras el anuncio de la tregua del año pasado, los homicidios cayeron un 40 por ciento durante el 2012. Este marcado descenso dio a la tregua una inmensa credibilidad y dio lugar a un mayor apoyo. Esa credibilidad ahora está comenzando a evaporarse, junto con gran parte de la ayuda.

Lo que el aumento de los homicidios podría revelar, en parte, es que el control de los líderes mareros, la mayoría de los cuales están en la cárcel donde se negoció la tregua, está empezando a ceder. La estructura de ambas pandillas ha estado tradicionalmente fragmentada, con cada una de los diferentes «sub grupos» en el terreno disfrutando de una autonomía significativa. Uno de los aspectos más sorprendentes de la tregua en sus primeros días fue la disciplina que las dos estructuras mostraron en el respeto de las decisiones de los líderes y poner fin, al menos temporalmente, a las disputas sangrientas y de larga data.

Fuentes: Insight Crime, Signos de estos Tiempos

 

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La progresiva toma del poder de los grupos delictivos en México

El desafío que tiene por delante la Iglesia.

 

En México y Centroamérica los estados han ido perdiendo el control de sus territorios a manos de organizaciones criminales, que en principio tienen su fuente principal de ingresos en el narcotráfico, pero que han ampliado su portafolio hacia actividades como la extorsión (que incluso afecta a los propios sacerdotes católicos) y la trata de migrantes (como mencionó brevemente el Papa Francisco cuendo visitó Lampedusa). Y sobre todo, ha transformado esas sociedades en la mayor zona violencia del mundo, excluyendo las zonas de guerra.

 

Mexico Drug War

 

Esto es un reto para la nueva evangelización, porque por un lado estos grupos criminales han desarrollado nuevas devociones como la Santa Muerte en México, por otro lado, ha implicado que en algunos países como El Salvador y Honduras la Iglesia Católica esté mediando entre el estado y las pandillas (aunque en El Salvador mucho más indirectamente ahora), y en general somete a la población a grandes niveles de violencia que afectan grandemente la vida espiritual.  

En este artículo trataremos de comprender el surgimiento de estos grupos delictivos, especialmente en México, porque constituye un desafío que tiene la Iglesia en su tarea de evangelización en el país.

LA VIOLENCIA EN MÉXICO Y CENTROAMÉRICA

México y Centroamérica se han convertido en unas de las zonas más peligrosas del planeta, fuera de las zonas de guerra activas. Actualmente, la región está enfrentando desafíos sin precedentes en la seguridad, provenientes de las pandillas callejeras, la creciente presencia de organizaciones criminales sofisticadas, y la corrupción endémica en todos los niveles, de la policía y el gobierno. Estos retos no son nuevos, pero están creciendo en intensidad y visibilidad.

La tasa de homicidios de Centroamérica se ubica actualmente en poco más de 40 homicidios por cada 100.000 habitantes — más del doble de la tasa de homicidios en México (18 homicidios por cada 100.000 habitantes), un país que recibe mucha más atención de los medios internacionales por los altos niveles de crimen y violencia. La mayoría de los homicidios en Centroamérica se concentran en los países del Triángulo del Norte — Guatemala, El Salvador, y Honduras — donde el promedio de la tasa de homicidios es de 58 por cada 100.000 habitantes.

Tanto en México como en Centroamérica, los grupos criminales parecen haber abrumado a las fuerzas de seguridad públicas que no cuentan con el personal suficiente. El control de las actividades ilegales en las áreas rurales y fronterizas, por donde los migrantes a menudo cruzan, es particularmente difícil.

En primer lugar, es importante distinguir entre las pandillas callejeras, grupos de crimen organizado, y organizaciones criminales trasnacionales

LAS PANDILLAS CALLEJERAS

Tienen sus raíces en la pobreza endémica y en la extendida urbanización, se cuentan por miles y se han aprovechado de las economías ilegales que florecen en los barrios más pobres de la región. En Centroamérica, varias pandillas callejeras predominantes surgieron en los Estados Unidos y fueron traídas a la región por los deportados. Se componen principalmente de hombres jóvenes de comunidades marginalizadas; la mayoría tiene antecedentes violentos y, a menudo, historias de abuso de sustancias. Las pandillas callejeras controlan los barrios y mercados locales de donde extraen sus rentas en forma de extorsión, aunque también se dedican al secuestro, asalto, y al asesinato por contrato. En algunos casos, como se describe abajo, las pandillas callejeras han subcontratado sus servicios como distribuidores de contrabando o sicarios para organizaciones criminales más grandes. Sin embargo, ellas carecen de la sofisticación y la estructura de los grupos de crimen organizado.

LOS GRUPOS DE CRIMEN ORGANIZADO Y LAS ORGANIZACIONES CRIMINALES TRANSNACIONALES

Los grupos de crimen organizado son más grandes y más sofisticados que las pandillas y, en México y Centroamérica, tienen su origen en desmovilizados de las fuerzas paramilitares, de inteligencia, y el ejército. Tienen un alcance geográfico de actividad más grande y participan en actividades más lucrativas que las pandillas callejeras — principalmente el tráfico y distribución de drogas y armas. El margen de mayor ganancia de estas actividades ha permitido a los grupos de crimen organizado construir estructuras jerárquicas sofisticadas.

Fortalecidos por un aumento en la cantidad de drogas ilegales que se mueven a través de México y Centroamérica, los grupos de crimen organizado tienen más recursos, controlan más infraestructura, tienen acceso a más “soldados” y armas, y tienen mayor control sobre las instituciones gubernamentales. Estas mismas organizaciones también han diversificado sus portafolios criminales, usando sus organizaciones y el control de las rutas ilegales de tráfico, como el tráfico de personas.

Las organizaciones criminales trasnacionales son grupos de crimen organizado que tienen una presencia operacional, no simplemente una presencia transaccional, en varios países.

MÉXICO: DE LOS NEGOCIOS FAMILIARES A PEQUEÑOS EJÉRCITOS

En México las grandes organizaciones criminales tienen sus raíces a finales de los años sesenta, cuando pequeños grupos familiares se dedicaban al tráfico de mercancía de contrabando, personas, drogas ilegales y otros productos hacia Estados Unidos. Este núcleo de contrabandistas adquirió mayor importancia cuando la cocaína de los Andes empezó a transitar por la región entre los años setentas y ochentas. Los proveedores colombianos usaban a las organizaciones criminales mexicanas para recibir y enviar su producto hacia el norte, donde lo esperaban cadenas de distribución locales.

Inicialmente, el tráfico fluía a través de México y era en pequeñas cantidades, pero el rol de los mexicanos empezó a ser más relevante una vez que Estados Unidos empezó a ejercer mayor presión a las actividades del Caribe, forzando a los traficantes de cocaína a optar por el camino a través del istmo.

Para los años noventa, gran parte de la cocaína que entraba a Estados Unidos pasaba a través de México y algunas organizaciones criminales mexicanas empezaron a participar de una mayor parte de las ganancias, estableciendo sus propias redes de distribución en Estados Unidos. Estas incluyen los comienzos de las organizaciones que serían más tarde conocidas como los carteles de Sinaloa, Tijuana, Juárez y el Golfo.

En un comienzo, los carteles mexicanos eran pequeñas organizaciones familiares que dependían de la corrupción de las fuerzas de seguridad estatales que les proveían protección de ser perseguidos judicialmente al igual que de sus rivales. No obstante, esto cambió una vez que los carteles mexicanos se expandieron y llegaron a la distribución, con lo que crecieron sus ganancias y sus operaciones.

Los altos ingresos llegaron a una mayor competitividad entre las organizaciones, lo que las llevó a establecer sus propias fuerzas de seguridad para proteger sus mercados y ganancias. Este proceso alteró por siempre la manera en que las organizaciones criminales operaban en México (y luego en Centroamérica), y ha contribuido a la proliferación del secuestro de inmigrantes que se mueven a lo largo del país.

EL DESARROLLO DEL ALA MILITAR

Es significativo por varias razones. La primera, representa un quiebre del modelo de organizaciones familiares pequeñas del pasado. La transformación fue profunda. Los nuevos ejércitos paramilitares, adoptaron la terminología y la lógica militar y de sus entrenadores militares, algunos de los cuales eran mercenarios extranjeros.  Las organizaciones empezaron a designar “tenientes” y a crear “células”, las cuales incluyeron varias partes responsables de recolección de inteligencia. Estos nuevos “soldados” llevaron a cabo entrenamiento y adoctrinamiento obligatorio, para luego unirse a la lucha para evitar que otros carteles incursionaran en su territorio. Junto con su nueva cara militar, la infraestructura de los carteles también creció. Para este entonces contaban con refugios, equipos de comunicación, carros y armas –el mismo tipo de infraestructura necesaria para cualquier actividad criminal sofisticada, desde un robo hasta un secuestro, incluso hasta el contrabando de mercancía.

Más allá de asegurar su propio territorio, los carteles  empezaron a competir por territorio estratégico, o plazas como se le conoce. En el mundo de la delincuencia mexicana, el control de una plaza significa cobrarle un impuesto, entiéndase en el mismo sentido de un peaje,  a cualquier actividad llevada a cabo por cualquier grupo criminal que opere en ese territorio. El llamado piso suministra un flujo de ingresos, ya que el grupo al mando se lleva más de la mitad de las ganancias por el contrabando que se mueve a través de su corredor; ya sean armas, personas o droga. Las fuerzas de seguridad corruptas, en algún momento participaron en esta parte del negocio, pero con el tiempo, los grupos criminales usurparon ese control.

A su vez, la lucha por las plazas depende del número de soldados que mantiene cada cartel. En el caso del Cartel de Tijuana, la familia Arellano Félix comenzó a trabajar con la Pandilla de la Calle Logan de San Diego, capacitándolos en el uso de armas, tácticas y en recolección de inteligencia. El Cartel del Golfo contrató a miembros del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFES) de México, que adoptó el nombre de los Zetas en honor a los códigos que usaban por radio sus comandantes militares. El Cartel de Juárez contrató a policías y expolicías para formar el grupo que se conoce como La Línea; y más tarde una pandilla callejera conocida como los Aztecas en El Paso. El cártel de Sinaloa eventualmente designó a una facción de su grupo, la Organización de los Beltrán Leyva, para crear un pequeño ejército para hacer frente a sus rivales; apoyados por varias pandillas callejeras más pequeñas, en lugares donde el cártel opera a lo largo de la frontera de Estados Unidos con México.

Los nuevos «soldados» tienen una característica común: no son parte de la estructura familiar original, que otrora se encontraba en el núcleo de las organizaciones criminales mexicanas. En el pasado, las organizaciones criminales mexicanas eran relativamente pequeñas, en su mayoría compuestas por familiares del estado de Sinaloa, donde habían trabajado en campos de cultivos de amapola y marihuana.

La membrecía a los grupos se daba a través de lazos de sangre, matrimonio, o afecto –hasta que las fuerzas del mercado requerían que estas uniones tradicionales se profesionalizaran y abrieran la admisión a extranjeros con el fin de seguir siendo competitivos.

En un principio, los líderes de estos grupos concedían a los “forasteros”, poca autoridad o poder discrecional. Algunos líderes, como Ramón Arellano Félix, del cártel de Tijuana, y Osiel Cárdenas Guillén, del Cártel del Golfo, controlaban directamente sus nuevos ejércitos, exigiendo su lealtad a toda costa. Con el tiempo, esto resultó ser un mal modelo a seguir, no obstante, ya que tan pronto como el líder fuerte era eliminado (como en el caso de Arellano Félix en 2002) o detenido (como en el caso de Cárdenas en 2003), las lealtades individuales se desintegraban y estos ejércitos comenzaban a romper con el comando central del cartel. La lealtad se convirtió en una mercancía sujeta a la dinámica de los precios del mercado, en lugar de ser una obligación «familiar» o tradicional.

LA AMPLIACIÓN DE LAS OPERACIONES

Los nuevos ejércitos privados eran costosos en todos los niveles y los líderes de los carteles empezaron a buscar formas de reducir los costos, incluso a medida que continuaban su expansión y profesionalización de sus operaciones. Pese a que la evidencia es escasa, los informes indican que desde finales de los noventa; de forma gradual, de mala gana, y violentamente los carteles desplazaron la responsabilidad financiera y el control operativo hacia sus lugartenientes –un proceso que únicamente fue evidente cinco o seis años más tarde–. Con esta autonomía recién adquirida, muchas células ampliaron sus operaciones más allá de los servicios de seguridad e incursionaron en la extorsión de negocios legales y, más tarde adelante, el secuestro.

Este cambio en la toma de decisiones financiera y operativa representa un segundo cambio profundo en la forma que los carteles mexicanos operan. De un momento a otro, en lugar de una organización criminal centralizada, había numerosas células exigiendo piso a las actividades criminales como el contrabando y el tráfico de personas; compitiendo, a menudo violentamente, por el territorio y los mercados.

Los ingresos por tráfico de personas son importantes. De acuerdo con Naciones Unidas (ONU), se estima que el tráfico de personas en el hemisferio occidental es un negocio de USD$ 6.000 millones al año. No obstante, para los carteles mexicanos los ingresos totales provenientes del tráfico de personas son relativamente pequeños en comparación con los ingresos del tráfico internacional de drogas, que se encuentran probablemente en el rango de alrededor USD$ 15.000 a USD$ 25.000 millones. Los márgenes de ganancias del tráfico de drogas –los cuales son aproximadamente el 80 por ciento de los ingresos– son también probablemente mayores que para el tráfico de personas.

Las nuevas organizaciones militarizadas tenían una mentalidad nueva, centrada en la ocupación de grandes cantidades de espacio físico. Su crecimiento rápido provocó un cambio en la estructura financiera. A medida que aumentaban las operaciones, también aumentaba la necesidad de proteger a los líderes de ser detectados. Las unidades de los ejércitos multifacéticos ganaron mayor autonomía para ahondar en múltiples actividades criminales. Esto posibilitó la entrada de personal cuyas lealtades no eran hacia la cúpula. El nuevo sistema descentralizado funcionaba, siempre y cuando una persona fuerte siguiera siendo el líder. Sin embargo, tan pronto como ese líder era eliminado, la organización inevitablemente se resquebrajaba y, en muchos casos, estallaba la violencia entre facciones rivales.

Este proceso se ha repetido una y otra vez en la última década. En un esfuerzo por aumentar las ganancias, las diferentes facciones dentro de las grandes organizaciones han diversificado sus portafolios criminales, ahondando en el tráfico de personas, el contrabando, la extorsión, la piratería, el secuestro y otras actividades criminales. Muchas de estas facciones han eventualmente roto los lazos con sus organizaciones originales, incluyendo grandes fracciones del Cartel de Tijuana, los Zetas, La Línea, y la Organización de los Beltrán Leyva. Las autoridades aún se refieren a los pequeños grupos con los nombres de los grupos más grandes a los que alguna vez pertenecieron. Esta práctica puede ayudar a dar sentido al caos que es la situación en México, pero la realidad es mucho más compleja en el campo. InSight Crime, por ejemplo, recientemente contó la existencia de 28 grupos criminales en México. Estos grupos suelen contratar unidades más pequeñas, pandillas locales, lo que complica aún más la situación y hace que nuestro trabajo de categorizar el caos más difícil.

Existe poca evidencia anecdótica que confirma que las organizaciones criminales mexicanas han establecido sus propias redes de distribución en los Estados Unidos. Ha habido algunos arrestos de líderes mexicanos del crimen organizado y los miembros de sus familias en los Estados Unidos, pero no es claro si las estructuras organizativas de estos grupos se han consolidado en ese país. Tampoco existe evidencia convincente de que los carteles mexicanos tienen una presencia permanente en funcionamiento en países productores de droga como Colombia, Perú y Bolivia. La presencia de los carteles mexicanos en los países andinos parece ser puramente transaccional, más que operativa o estratégica. En este sentido, es poco probable que las organizaciones criminales mexicanas se hayan vuelto completamente integradas verticalmente o «vuelto transnacionales», como suele suponerse.

Fuentes: Insight Crime, Signos de estos Tiempos

 

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El crimen organizado ocupa el lugar del estado en varias zonas latinoamericanas: el caso del Caribe

Sin embargo no tiene la legitimidad del estado.

 

Cuando hay un vacío de poder alguien lo ocupa, y las pandillas criminales obtienen sus ganancias ofreciendo a las regiones donde operan ciertos beneficios que un estado débil no ofrece, como empleos, seguridad callejera, servicios sociales básicos. La ventaja de las pandillas es su monopolio de la violencia, que les ha llevado a suplir a ONG’s y a las iglesias en esa tarea. Sin embargo no pueden representar al estado porque subvierten el orden establecido con maniobras ilícitas, por lo cual se enfrentan globalmente con él. Y así hemos visto que la Iglesia Católica está operando en países como Honduras y El Salvador a un nivel político para mediar entre el estado y las pandillas, y entre ellas.

 

pandillas

 

En los países del Caribe, como República Dominicana y Puerto Rico, los grupos criminales han establecido alianzas claras con los partidos políticos y otros sectores del Estado. Al hacer esto, posiblemente están beneficiando a ciertas comunidades marginadas que el Estado ha demostrado ser incapaz de servir adecuadamente.

Pero en la medida que el estado (la legalidad) quiera recuperar las periferias que ha perdido, necesariamente se tendrá que enfrentar violentamente con las pandillas, y de ahí los conflictos que invariablemente vemos.

En este artículo pretendemos entender como es que que se relacionan las pandillas en las sociedades y con los políticos y que funciones cumplen.

UN PODER PARALELO QUE SE SOLAPA CON EL DE LOS POLÍTICOS

¿Bueno o malo? Cuando los legisladores y el público general realmente prestan atención al debate sobre los efectos sociales del crimen, las realidades complejas tienden a reducirse a esta dicotomía.

Esta dicotomía es la razón por la cual las políticas gubernamentales a menudo conllevan medidas simplistas de represión en comunidades plagadas de drogas. Esa estrategia choca con la realidad vivida por las personas más afectadas por la violencia criminal: las poblaciones pobres y desprovistas de derechos, que viven en barrios marginales.

El problema con esta dicotomía es que oculta cualquier comprensión significativa de un fenómeno complicado.

El crimen organizado se ha integrado en algunas sociedades latinoamericanas y caribeñas hasta el punto de convertirse en un poder paralelo, con intereses que se solapan con los de los políticos, los burócratas y la fuerza pública. La confluencia de todos estos factores desafía cualquier respuesta simple y convencional.

ACTIVIDADES CRIMINALES CON ACENTO POLÍTICO Y SOCIAL

Esa es la realidad perversa que muchos puertorriqueños y dominicanos están experimentando hoy en día. Los grupos criminales organizados han ido transformando ambas sociedades, creando órdenes violentos, aunque fuertemente políticos y sociales, sobre la base de un equilibrio precario de actividades ilícitas como el narcotráfico.

¿El triunfo del mal? Sí y no. En ambos países, las tasas de homicidios se han duplicado en los últimos siete años. No obstante, pese al impacto negativo de este aumento en la inseguridad, estos mismos grupos criminales proveen oportunidades y recursos, empleo ocasional y protección a aquellas personas que viven en los barrios más afectados. Eso es algo que el Estado no ha sido capaz de hacer y que los funcionarios electos no pueden, o no quieren, lograr durante su mandato de cuatro años en el cargo.

SE CONVIERTEN EN UN ORDEN POLÍTICO Y SOCIAL ALTERNATIVO

El tipo de crimen que ha penetrado estas -y otras- sociedades del Caribe se comporta de manera muy diferente a la delincuencia común. Al igual que las plantas que son «heliotropos» y siempre buscan la luz del sol, vamos a llamar a este comportamiento criminal «estadotropo». Con esto nos referimos a las organizaciones criminales que se mueven hacia el estado. Los estadotropos con poder e influencia ofrecen beneficios a los funcionarios públicos con el fin de ganar su lealtad y protección.

Los criminales estadotropos prefieren un escenario en el cual se beneficien tanto los funcionarios de alto como de bajo nivel de las actividades criminales. A su vez, esto pone al Estado en la posición insostenible de hacer cumplir la ley, al tiempo que sirve como un instrumento de explotación por parte de las fuerzas criminales.

Estadotropismo es un término útil para describir las condiciones en las democracias latinoamericanas y caribeñas, pero se manifiesta de diferentes maneras. A veces, el propio Estado se convierte en patrocinador de órdenes políticos y sociales alternativos, mediante la transferencia explícita de poder a los actores no estatales. Este es el caso de Jamaica y Haití, donde los grupos criminales (pandillas, «yardies» -pandillero jamaiquino- y fuerzas paramilitares) han pasado a formar parte del sistema político. Estas organizaciones criminales han establecido alianzas claras con miembros de los partidos políticos y sectores estatales, que a su vez transfieren prestaciones sociales a las personas con poder e influencia local, ayudando al gobierno a establecer un control político en las zonas específicas.

EL CASO DE PUERTO RICO

El fenómeno se está produciendo ahora también en Puerto Rico, en los bloques de viviendas públicas llamadas «caseríos». Dos de los más grandes en el municipio de San Juan, Nemesio Canales (1.500 unidades) y Llorens Torrens (2.000 unidades), tienen la concentración más alta de pandillas. Estas bandas criminales juegan un papel crítico en permitir que el ex partido gobernante Nuevo Partido Progresista (PNP) ganara múltiples victorias en las tres últimas elecciones municipales.

Aquí hay dos tipos importantes de agentes de poder. Por un lado, están las castas políticas, basadas en lazos familiares, que heredan los puestos políticos disponibles en la mayoría de los municipios. Por otro lado, hay pandillas que ellas mismas se han abierto camino en estas comunidades cerradas. Esta repartición de poder entre los políticos y las pandillas politizadas en estos barrios compensa la debilidad del Estado, lo que garantiza una tenue estabilidad política que atraviesa varias clicas políticas.

NO NECESARIAMENTE SE TRATA DE PANDILLAS

En otros casos, el Estado es tan débil que se basa fundamentalmente en las relaciones clientelistas con las personas, en lugar de las pandillas. En cualquiera de los casos, estos individuos y grupos criminales terminan asumiendo las funciones del Estado en estas comunidades relegadas socialmente. Aprenden rápidamente cómo sacar provecho de las oportunidades como las elecciones locales, protestas sociales y tomas de tierras. Son una presencia diaria para las necesidades de las personas en los barrios pobres, y a veces abordan estas necesidades de una manera más coherente y eficiente que lo hacen los políticos.

No necesariamente tienen que ser actores violentos los que asumen las funciones básicas del Estado en los barrios pobres, cuando este se muestra incapaz de hacerlo. En República Dominicana, por ejemplo, la incapacidad del Estado para proveer servicios sociales básicos y empleo –pese a haberlo prometido en repetidas ocasiones durante las elecciones– llevó a que los actores no violentos, como las organizaciones no gubernamentales (ONG), iglesias, y organizaciones comunitarias asumieran esas funciones. Más recientemente, sin embargo, estas funciones han sido asumidas por grupos criminales.

¿HAY ALGO QUE APRENDER DE LA FORMA EN QUE LOS CRIMINALES HACEN NEGOCIOS?

Hay algunas conclusiones que podemos sacar. En primer lugar, está la capacidad bien desarrollada de los grupos criminales para adaptarse a los nuevos entornos y cambiar las reglas de acuerdo a estas áreas. Esto les permite crear nuevas formas de control social e identificar posibles alianzas en las comunidades que ya están socialmente aisladas.

En segundo lugar, es evidente que, en cierto modo, estos grupos criminales se convierten en los ojos y oídos de estas comunidades. Ellos saben lo que quiere y necesita la gente, y se aprovecharán de esto como una manera de fomentar la lealtad y la confianza.

En tercer lugar, mediante el ejercicio del poder duro y blando, se convierten en un tipo de poder regulatorio, previniendo que la delincuencia callejera desorganizada se expanda dentro de estas comunidades. Al mismo tiempo, los grupos criminales organizados se convierten en guardianes del control social: mediando conflictos, estableciendo colectivamente formas aceptables de comportamiento entre los residentes y en ocasiones protegiéndolos de los agresores externos (incluyendo las acciones abusivas de la policía). Por así decirlo, los grupos criminales organizados garantizan protección a cambio de ser protegidos por la comunidad.

En cuarto lugar, estos criminales estadotropos saben cómo organizarse en estructuras fluídas, en contraste con las estructuras verticales y jerárquicas adaptadas por, por ejemplo, las fuerzas estatales tales como los escuadrones de policía. Cuando las pandillas garantizan protección a los residentes a cambio de ser protegidos por la comunidad, están rompiendo el monopolio del poder, y la violencia que la policía y los encargados de hacer cumplir las leyes tratan de establecer en esas comunidades.

Por último, al funcionar como una organización más fluida y elástica, son capaces de expandirse a diferentes grupos sociales y fomentar nuevas asociaciones. También son capaces de otorgar incentivos a los reclutas para realizar bien su trabajo, y por lo tanto mantienen una adscripción leal a su organización.

Estas son todas las funciones que las organizaciones criminales realizan en las comunidades pobres, como se ve en varios países del Caribe. La misma complejidad y variedad de estas funciones es precisamente lo que hace que sea tan simplista reducir el debate público acerca del crimen organizado a un asunto de «los malos de las pandillas» contra «los buenos del gobierno». A pesar de que los grupos criminales hacen mucho para desestabilizar a las sociedades en las que operan, también es importante tener en cuenta que en algunas zonas pueden intervenir y realizar las funciones que el Estado ha descuidado durante mucho tiempo.

Fuentes: Lilián Bobea (*) para Insight Crime, Signos de estos Tiempos

*Lilian Bobea tiene un doctorado de la Universidad de Utrecht en los Países Bajos y una maestría de la SUNY Binghamton, Nueva York. Es una especialista en Seguridad del Caribe y profesora de la Universidad de Bentley, Massachusetts y FLACSO, República Dominicana.

 

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La polémica sobre “campos de concentración” en México

Más de 26.000 mexicanos desaparecido desde 2006.

 

Hay una fuerte corriente que cree que estos desaparecidos están en manos de grupos criminales trabajando como esclavos, incluso se mencionan casos de liberación de esclavos por los agentes de seguridad y las experiencias del Obispo de Saltillo. Pero hay otros que consideran que el nivel de ganancia del narcotráfico haría innecesario tener esclavos porque puede pagar buenos salarios.

 

Protesta_desaparecidos

 

La diferencia entre las dos corrientes de opinión es que quienes opinan que existen los campos de trabajo esclavo han llegado a esa conclusión a través de datos de la realidad, mientras que los otros hacen un análisis meramente económico y teórico.

Lo ciertos es que pareciera que hay muchos desaparecidos en manos de grupos de delincuentes, quizás no todos.

DESAPARICIONES ¿FORZADAS?

Presuntamente, los desaparecidos en México están siendo esclavizados en campos de trabajo forzado a cargo de grupos criminales; un escenario que podría ayudar a explicar la situación de decenas de miles de personas reportadas como desaparecidas desde 2006.

En entrevistas con Proceso, familiares de las víctimas, defensores de Derechos Humanos, líderes religiosos y organizaciones no gubernamentales describen cómo estas personas prisioneras son obligadas a trabajar en México en una gran variedad de formas, bajo horrendas condiciones y amenazas de muerte.

Según organizaciones de la sociedad civil, los «trabajos» incluyen asesinatos, la preparación de marihuana, construcción de túneles, limpiar las guaridas (casas de seguridad), preparar alimentos, la instalación de equipos de comunicaciones y actuar como vigilantes o esclavos sexuales.

Una de las víctimas dijo a su hermana que mientras se encontraba en cautiverio, vio cómo violaban a otras rehenes y fue obligada a llevar a cabo robos a mano armada, mientras eran alimentados únicamente con fideos instantáneos. Se escapó una noche, cuando los guardias se drogaron demasiado, pero se rindió luego de que el grupo criminal amenazara con matar a su familia, le dijo su hermana a Proceso.

Animal Político ha denunciado que no solo son los migrantes indocumentados que son obligados a punta de amenazas de muerte a trabajar forzosamente para las mafias, sino que los carteles parecen estar secuestrando a profesionales y técnicos para obligarlos a trabajar estableciendo redes de comunicación. El crimen organizado mexicano también se aprovecha de los estimados 25,000 niños, niñas y adolecentes que han sido enrolados en sus filas en los últimos seis años.

Un informe de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, obtenido a través de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública de México, reveló que entre 2009 y 2013, los funcionarios del gobierno liberaron a 2.352 esclavos, de los cuales 855 eran inmigrantes.

Juan López, abogado de la ONG Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México (Fundem), dice que de las más de 26.000 personas que han desaparecido en México en los últimos seis años, hasta una tercera parte podría estar esclavizada.

CAMPOS DE CONCENTRACIÓN SEGÚN OBISPO

El Obispo Raúl Vera López de Saltillodescribe los lugares de trabajo forzoso como «campos de concentración».

El Obispo Raúl Vera López, pidió se agilice la investigación para localizar a los desaparecidos en Coahuila en virtud de que se puede dar el caso que muchos de ellos estén vivos y los tengan los delincuentes del crimen organizado trabajando en campos de concentración.

Indicó que

es una exigencia lógica, logiquísima, y más cuando nos damos cuenta que hay gente que se está escapando de campos de concentración, de que muchos de esos desaparecidos pueden estar vivos haciendo trabajos forzados en esos campos, presionados por la delincuencia, manifestó.

Y además haciendo incluso por obligación y bajo amenaza acciones de muerte.

Esta es una razón de más para que ahonden en la investigación y se busquen a estas desapariciones forzadas, dijo el obispo.

Indicó que los elementos para pensar que muchos desaparecidos están en esos campos de concentración es porque hay gente que se escapa y que anda buscando ayuda.

Manifestó que él ha tenido de varios casos de migrantes que piden ayuda,

ya que algunos han llegado a mi casa.

LOS ANÁLISIS DE INTELIGENCIA

Ha habido informes previos de grupos criminales mexicanos, que reclutan y esclavizan forzosamente a las personas, para realizar tareas especializadas, incluyendo ingenieros.

También es sabido que las pandillas secuestran personas – los inmigrantes se encuentran entre las poblaciones más vulnerables – y los retienen en casas de seguridad al tiempo que exigen grandes pagos de rescate para su liberación.

La idea de que hasta un tercio de las víctimas desaparecidas en México, de hecho, pueda estar trabajando en condiciones de esclavitud es una propuesta espeluznante, aunque no es del todo plausible dado los enormes márgenes de ganancia disponibles para las organizaciones criminales

¿Por qué, entonces, se verían obligadas a recurrir a operaciones de esclavitud a gran escala si tienen la capacidad de pagar a los reclutas voluntarios? No obstante, es posible que sí se den casos aislados. 

El abogado de Fundem, Juan López, dijo a Proceso que los desaparecidos aparecen a veces, pero rara vez se puede entrevistarlos, lo que explica por qué hay poco registro público sobre este tema.

«La gente que escapa queda descompuesta, psicológicamente rota. (…) alcanzan a llegar a sus casas, toman sus cosas y huyen», dijo.

En última instancia, la idea de que podrían existir estos campos de trabajo forzado añade más peso a la exigencia de que el gobierno mexicano debe investigar a fondo qué ha sucedido con las víctimas de su “crisis” de desapariciones forzadas.

NO SUCEDERÍA SOLO EN MÉXICO

En Colombia, también el reclutamiento forzoso por parte de guerrillas y organizaciones de crimen organizados es un fenómeno que toca a los niños y adolescentes. Algunas estimaciones dicen que habría unos 18.000 niños en sus filas. VerdadAbierta.com exploró este fenómeno en el municipio de Tumaco sobre el Pacífico colombiano,  uno de los mayores productores de coca del país y un importante punto de salida para los cargamentos de drogas ilegales.

En Centroamérica redes grandes y pequeñas se dedican a la compra-venta de mujeres engañadas con promesas de glamurosos trabajos como modelos o de simples empleadas solo para terminar en prostíbulos de mala muerte. Eric Olson, experto en temas de seguridad del centro de pensamiento Woodrow Wilson Center for International Scholars, testificó en el congreso estadounidense que la trata es la segunda amenaza más grande del crimen organizado en Centroamérica, después del narcotráfico. El Faro de El Salvador descubrió historias terroríficas  que muestran cómo funcionan las redes de trata en la región y los frustrados esfuerzos de hacer justicia. Plaza Pública en Guatemala detalla las diferentes formas en que las mujeres terminan siendo mercancía.

Fuentes: Insight Crime, Vanguardia, Signos de estos Tiempos

 

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Afganistán se ha convertido en un narco estado [2013-06-15]

El 90% de la heroína del mundo.
Los occidentales tenemos aún el tic de pensar en Afganistán como un escenario de guerra donde se enfrenta el terrorismo islámico talibán, contra las fuerzas occidentales lideradas por EE.UU. Eso es lo que los grandes medios de comunicación nos hacen creer. Pero eso ha cambiado. Ahora Afganistán se ha convertido en un narco estado, cuya economía depende básicamente del opio.

 

afganistan opio

 

Las abultadas ganancias del narcotráfico ha generado que todos los grupos ideológicos o no, participen del negocio, y eso es lo que hoy genera el conflicto y la violencia, de modo similar a la que vemos en México, aunque sin llegar al extremo de convertirse en un narco estado.

EL VERDE INTENSO DE LA ADORMIDERA

Beige es el color predominante en Afganistán cuando se sobrevuela el país en helicóptero. El desierto infinito se alterna con las encrespaduras de montañas antiguas. Los ríos son raros. Todavía más las huellas de vida humana.

Sin embargo, de improviso, aparecen ante nuestros ojos manchas de verde intenso. Se trata de una vegetación luminosa, que emana una voluptuosidad que contrasta con la nada que la rodea. Son todos cultivos de opio. No hay ni una sola plantación o pequeña parcela donde no se cultiven adormideras.

UN NARCO ESTADO DONDE FLORECEN LOS NARCOTRAFICANTES

Afganistán es un narco-Estado. Son muchos ya los que lo definen así. La UNODC, la oficina de Naciones Unidas contra la droga y el delito, ha llegado a la misma conclusión. El reino de los talibanes, el refugio de al-Qaeda, el ring de los enfrentamientos entre Occidente y las corrientes más fanáticas del Islam — todo esto a juicio de la mayoría y quizá de manera aproximada — hoy está cambiando de identidad.

El país de las cometas está tomando una deriva alejada de las ideologías. El enfrentamiento entre religiones y civilizaciones ya no es la base explicativa de su condición de guerra constante. Al contrario, en el origen de la inestabilidad están los centenares de millones de dólares que constituyen el volumen de negocios del tráfico internacional de heroína.

Eran 700 millones de dólares hace dos años. Para 2013 se prevén unos beneficios de mil millones para los narcotraficantes que gestionan la producción de opio en Afganistán. El año pasado, el país proveyó al 75% de la demanda mundial de heroína. Se calcula que este porcentaje subirá hasta el 90% para finales de 2013. Cifras de estas dimensiones inducen a hablar del sector de manera estrictamente económica. Como si se tratase de un producto comercial cualquiera.

LA BASE DE LA HEROÍNA

Tanto en Occidente como en Afganistán. Según el Departamento de Estado de EEUU, el uso de sustancias estupefacientes afecta al menos a 1,3 millones de ciudadanos afganos.

El opio está en la base de la refinación de la heroína y de todos sus derivados de laboratorio. Drogas sintéticas que se venden en parques y discotecas de las ciudades occidentales. Estupefacientes que cosechan víctimas en las generaciones más jóvenes de nuestras sociedades. Todo esto es verdad. Pero también es verdad que el opio sigue siendo la fuente de supervivencia de una buena parte de la comunidad rural afgana.

En el país de las cometas se calcula que los señores de la droga cultivan y controlan entre 100 y 154 mil hectáreas. Desde los grandes latifundios a las parcelas unifamiliares, donde las adormideras crecen al lado de las hortalizas comunes.

CASI SILVESTRE

La planta no necesita grandes atenciones ni una tecnología especializada. La siembra es rápida. El crecimiento de los brotes inicia con la llegada de la primavera. En estos meses, el paisaje del país cambia radicalmente. Sus valles, poco antes nevados, y las orillas de sus flacos ríos se tiñen de verde centelleante.

La primera cosecha se obtiene al cabo de unos tres meses. Pocas nociones de agronomía, que cualquier campesino conoce, poca agua — por tanto, ni siquiera la necesidad de realizar sistemas de irrigación importantes — y el beneficio está asegurado.

Antes de que la flor se abra, el bulbo se corta con un cuchillo. La herida, en los días sucesivos, segrega una resina que se saca a mano. En la recolecta del opio en bruto participan familias enteras de agricultores: ancianos, mujeres, niños. Como en una vendimia.

NADA SUSTITUYE LA RENTABILIDAD DEL OPIO

Es difícil reprobar a los cultivadores. En el pasado se intentó sustituir el opio con otros productos: maíz y patatas, incluso con el azafrán, tan estimado. Las naciones Unidas, representadas en Afganistán por la UNODOC y la misión UNAMA, se habían hecho cargo de costosos proyectos para la recualificación de la economía nacional. Estaban convencidas de que los bulldózers, utilizados para arrancar el opio de los campos, iban a extirpar también el fanatismo talibán.

La operación era sensata sobre el papel. Los “estudiantes coránicos” siempre han manifestado un interés utilitarista por el narcotráfico. Vender opio en bruto significa conseguir dinero en efectivo para comprar armas y proseguir con su propaganda. Cerrar este grifo económico habría sido incluso más eficaz que una intervención armada.

El plan, sin embargo, topó con la condición social del país. De los 31 millones de ciudadanos afganos, apenas el 28% sabe leer y escribir. Es difícil intentar una conversión económica en este contexto. Es difícil esperar que el campesino medio afgano disponga del know how profesional para renunciar al opio y pasar al azafrán, cuyas exigencias agronómicas son altísimas. O simplemente a la cultivación de la patata, para la cual se requiere un terreno muy húmedo y no las arenas de Asia central.

Pero es suficiente una comparación de precios para entender por qué motivo el destino de Afganistán es ser un narco-Estado. En los mercados de Kabul, Farah, Kandahar, 4 kilos de maíz se venden a 2 dólares. Con 4 kilos de opio en bruto, en cambio, el beneficio es de 100 dólares.

EL OPIO TRAE EL CONFLICTO

El narcotráfico no es sólo una cuestión talibana. Está claro que para los señores de la guerra, tribus rebeldes, delincuentes comunes y talibanes el opio es su fuente de conflicto. Previa coerción, imponen a muchas familias campesinas la cultivación de la adormidera. Además, corrompiendo el establishment político de Kabul tienen un control completo del país.

Sin embargo, el problema no se limita a su enriquecimiento. Afganistán es un narco-Estado porque la supervivencia económica de los campesinos afganos reside en el narcotráfico. 

No faltan operaciones de contraste. La policía afgana trabaja en todo el territorio nacional para arrancar las plantas, que precisamente en estas semanas comienzan a brotar. En Herat y Farah, donde está desplegado el contingente militar italiano, las intervenciones han llevado a resultados concretos. Aquí se prevé detener la producción durante el año en curso. En contra de la tendencia del aumento calculable para el resto del país. Sin embargo, cerca de 10 mil hectáreas de cultivos destruidos en 2012 no bastan para atreverse a hacer previsiones optimistas.

Fuentes: Antonio Picasso para Oasis Center, Signos de estos Tiempos

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