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Teología de la Inmaculada Concepción

Como la exégesis ha enmarcado a la inmaculada en el amplio cuadro de la historia de la salvación, así la teología debe insertarla en la visión global del misterio cristiano. En efecto, desde el punto de vista histórico, la inmaculada concepción ha sido vista intuitivamente por los fieles en el amplio horizonte de los datos revelados, entre los cuales hay que enumerar la santidad de María, la redención operada por Cristo y el pecado original.

Al aislar la verdad mariana se corre el riesgo de no comprenderla, e incluso de darle una interpretación herética, como ocurrió a Pelagio y a Julián de Eclana, los cuales consideraron a María sin pecado, pero separándola del influjo del único mediador y alterando radicalmente el significado profundo de la inmaculada concepción en el sentido de la autosalvación.

Diversos motivos de orden teológico, ecuménico y pastoral (como el primado de la perspectiva cristocéntrica sobre la amartiológica, la exigencia de una formulación en términos más bíblicos y positivos, la instancia de proponer la fe en expresiones a tono con la cultura contemporánea…) mueven a una presentación actualizada de la inmaculada concepción. Sin rechazar nada del contenido del dogma definido, hay que encuadrarlo no solo en el conjunto de la vida de María, sino también armonizarlo con los diversos elementos de la historia de la salvación, y sobre todo con su centro vivo, que es Cristo.

 

SIGNO MANIFESTATIVO DEL AMOR GRATUITO DEL PADRE

Seria grave error presentar la inmaculada concepción ante todo como un privilegio o una excepción, como una condición totalmente diversa y aislada de todo el resto de la humanidad. Según la Escritura, cualquier acontecimiento ocurrido en el tiempo es una realización del plan divino de salvación trazado por el amor misericordioso y sabio del Padre «antes de la creación del mundo» (cf Ef 1,4).

También la inmaculada concepción forma parte del designio salvífico de Dios, del «único e idéntico decreto» -dirá en términos más jurídicos la bula Ineffabilis Deus- por el cual Dios dispuso la encarnación redentora. Todas las confesiones cristianas están de acuerdo -más allá de las afirmaciones bíblicas favorables a las tesis escotista o tomista de la encarnación de Cristo incluso sin darse el pecado de los hombres- acerca de la eterna elección salvífica de los hombres en Cristo, que históricamente comporta la victoria sobre el pecado.

Se trata para todos de elección gratuita: ninguna obligación por parte de Dios, ninguna pretensión por parte del hombre. Pero es un hecho que Dios realiza su alianza de amor superando la ruptura operada por el hombre; más aún, justamente entonces -afirma K. Barth- «la gracia se hace aún más fuerte, no es anulada, ni reducida, ni debilitada» cuando se hace redención y reconciliación.

También en el caso de María Dios sólo justifica gratuitamente, fiel a su proyecto de salvación, mediante un veredicto de gracia redentora en Cristo. Por encima del modo preservativo o liberativo de la redención, la salvación es ante todo un acto libre y soberano de Dios, que excluye toda autojustificación: «Todos… son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención, la de Cristo Jesús» (Rom 3,24). Puesto que en la inmaculada concepción no es cuestión de fe o de libre aceptación por parte de María respecto a la salvación, ésta constituye un signo luminoso de la gratuidad del amor de Dios, que actúa antes ya de la respuesta responsable de la criatura.

La Inmaculada proclama, a la cabeza de la falange de los salvados: Soli Deo gloria! La preservación del pecado y la plenitud de gracia no son fruto de su fe o libertad orientada a Dios, y tampoco de sus obras; éstas, al igual que cada uno de los actos de justificación, se inscriben en la elección salvífica del Padre, que decide desde la eternidad amar a los hombres gratuitamente más allá del pecado y de los méritos. La inmaculada concepción manifiesta la absoluta iniciativa del Padre y significa que «desde el comienzo de su existencia María estuvo envuelta en el amor redentor y santificador de Dios».

 

EXPRESIÓN PERFECTA DE LA REDENCIÓN OPERADA POR CRISTO

Relacionar el hecho de la inmaculada concepción con el designio salvífico de Dios significa enlazarlo necesariamente con Cristo, que es el punto focal de tal designio. Los textos bíblicos, sobre todo paulinos, hacen resaltar ya el primado de Cristo respecto a toda la creación (Col 1,15.17; Ef 1,10.21; Jn 1,1-3; Ap 1,8), ya su misión redentora y reconciliadora como cabeza de la iglesia (Col 1,18-20 Ef 1,3-14, Rom 8,3239; Ap 1,5-6), mostrando la solidez de las perspectivas exegéticas de F. Prat: «El centro está en Jesucristo. Todo converge hacia ese punto, todo proviene de aquí y todo conduce ahí. Cristo es el principio, el centro y el fin de todo… Todo intento de comprender un pasaje cualquiera abstrayendo de la persona de Jesucristo terminaría en un fracaso seguro».

La necesidad de armonización entre la intuición de fe acerca de la santidad originaria de María y la verdad básica de la redención universal operada por Cristo la vio claramente Agustín, ofreciendo no la solución, sino el contexto teológico en el que insertar el dato mariano. Desde entonces, dado el peso de la autoridad agustiniana, la inmaculada concepción no se hubiera podido imponer a la conciencia de la iglesia más que a condición de presentarse como un caso de verdadera redención. En otros términos, el honor del Señor, primer argumento favorable a la inmaculada concepción, incluía no sólo la exención de María de toda culpa, sino también, antes aún, el dogma central del cristianismo: Jesucristo, único mediador y redentor.

Es justa, por tanto, la exigencia, advertida también en el campo del pecado original y desviada hacia la mariología con D. Fernández y A. de Villalmonte, de establecer como punto de partida de la teología de la inmaculada concepción no a Adán o el pecado, sino a Cristo. La prioridad de la perspectiva cristológica sobre la amartiológica implica el procedimiento a Christo ad Mariam, en el sentido de que, como afirma K. Rahner, «se puede comprender a María sólo partiendo de Cristo».

Si Cristo es el único mediador y redentor del mundo, si en su muerte y resurrección se ha producido de una vez para siempre e irrevocablemente la reconciliación de la humanidad con Dios (2cor 5,18-21), se sigue que él en su misterio pascual es el salvador también de su madre. La teología, elaborada en los siglos cristianos y que desembocó en la Ineffabilis Deus, precisa que María fue preservada del pecado original «en vista de los méritos de Jesucristo, salvador del género humano», y que ha sido por tanto «redimida del modo más alto»  (sublimiori modo redemptam).

La inmaculada concepción es un caso de redención anticipada y perfecta, en virtud del valor retroactivo del misterio pascual de Cristo y de su máxima aplicación a la madre del Señor. Lejos de ser excepción o negación de la universal necesidad de redención por obra de Cristo, la inmaculada concepción implica que María «está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres que han de ser salvados» (LG 53) y ha recibido, en su radical incapacidad de autosalvación, la gracia redentora más poderosa que se puede imaginar. Así lo entendió y expresó Duns Scoto en el argumento del perfecto mediador, que muestra la potencia salvífica de Cristo en cuanto que previene del pecado en vez de borrarlo una vez ocurrido. María «es la más grande perdonada; ha recibido una remisión tan plena que la puso al resguardo de toda culpa. La inmaculada concepción es el más grande perdón de Dios.

Siglos y siglos más tarde, santa Teresa de Lisieux llegará a ver como perdón también la ausencia del pecado actual. El inocente es aquel que ha sido perdonado en la eternidad de los pecados que no cometerá en el tiempo porque el amor divino los ha destruido. La razón última de la inmaculada concepción es el amor gratuito de Dios; el fundamento próximo de la misma es la prerrogativa de la madre de Jesús, que histórica y lógicamente incluye una santidad proporcionada a su unión íntima con el Hijo, Sin ser una exigencia ineludible, la ausencia de pecado en María desde el primer instante fue percibida por el sentido de los fieles como el único dato armonizable tanto con la santidad de Cristo como con la persona y misión de María.

Es más que conveniente que aquella que había de engendrar al Verbo de Dios según la naturaleza humana y acogerlo ejemplarmente en la fe, e incluso cooperar con él a la salvación de los hombres, estuviese del todo exenta de pecado.

No se trata de una cuestión temporal o de instantes, sino del misterio de la predestinación de María porque solamente ella, «en virtud de su misión y por sus cualidades personales, está situada exactamente en el punto en que Cristo inauguraba triunfante la definitiva redención de la humanidad. Por ello el dogma de la inmaculada concepción de la Virgen es un capítulo de la doctrina misma de la redención y su contenido constituye la manera más perfecta y radical de nuestra redención». Quedan por especificar los aspectos positivo y negativo incluidos necesariamente en la redención.

 

CREACIÓN EN LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO

Aun dentro de la diversidad de descripción del hecho salvífico, el NT entiende fundamentalmente la salvación como «participación que Dios hace de sí en Cristo y en el Espíritu». En particular, el Espíritu es la suma de todos los efectos de la redención, porque en él se realiza la comunión con el Padre y la nueva vida en Cristo (Jn 6,63 7,39; 16,7; 2Cor 5,15. 19). Él es el don más importante otorgado por el Padre y por el Hijo para hacer desaparecer la vida según la carne, y es el principio dinámico de la nueva vida en la gracia, en el amor y la libertad filial (Rm 8,1-17).

Esta óptica positiva de la salvación ha de tener la precedencia también cuando se trata de la inmaculada concepción. La bula Ineffabilis Deus, aunque define el dogma mariano en términos negativos, no ignora, sino que valoriza el aspecto positivo que supone: la plenitud de inocencia y de santidad que se deriva de la singular predilección divina hace de María una criatura «adornada de los resplandores de la perfectísima santidad».

Si es fácil comprender, observa L. Galot, el intento de la bula pontificia de definir de modo decisivo el objeto de la histórica controversia, esta presentación negativa del dogma adolece de la tendencia latina a caracterizar a María en relación al pecado y debe completarse con la perspectiva de los padres griegos, más favorable a poner de relieve la perfección de la Toda santa. Precisamente en esta linea se ha colocado el Vat II, que apela a los santos padres para presentar a María «inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura, enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular…» (LC 56).

Los padres citados, todos orientales, son Germán de Constantinopla, Anastasio de Antioquía, Andrés de Creta y Sofronio, que ensalzan la santidad de la llena de gracia, en esta misma linea se ha colocado, entre otros, el teólogo bizantino Nicolás Cabasilas, el cual llama a María «nueva tierra y nuevo cielo… que no ha heredado nada del antiguo fermento…, nueva pasta e inicio de una nueva estirpe». Por motivos ecuménicos de encuentro con los cristianos ortodoxos y por razones de fidelidad al concepto bíblico de salvación «debemos ver el misterio de María en su verdadera dimensión teológica: como un misterio de elección divina, de santidad, de plenitud de gracia y de fidelidad al plan de Dios».

Los mismos motivos empujan a estudiar a la Inmaculada en su relación con el Espíritu Santo, el cual se comunicó a María desde el comienzo de su existencia. En esta perspectiva se situó la cotidiana reflexión de san Maximiliano Kolbe (+ 1941), que afrontó el significado de la inmaculada concepción en un clima de oración y de consciencia del misterio. A la pregunta: «¿Quién eres, Inmaculada Concepción?», responde refiriéndose al Espíritu Santo, que es «una concepción increada, eterna, prototipo de cualquier concepción de vida en el universo…, una concepción santísima, infinitamente santa, inmaculada».

Puesto que María «está unida de modo inefable con el Espíritu Santo, por el hecho de ser su esposa, se sigue que la Inmaculada Concepción es el nombre de aquella en la cual él vive con un amor fecundo en toda la economía sobrenatural». El Espíritu Santo, por consiguiente, «mora en ella, vive en ella, y esto desde el primer instante de su «existencia»; pero esto ocurre de modo tan íntimo e inefable, que lleva al p. Kolbe a hablar de «casi encarnación» del Espíritu Santo en la Inmaculada. Esta audacia teológica -a diferencia de la hipótesis de L. Boff acerca de la unión hipostática del Espíritu Santo en María- se mantiene en la ortodoxia, ya que el p. Kolbe tiene cuidado de precisar: «En Jesús hay dos naturalezas (la divina y la humana) y una única persona (la divina), mientras que aquí hay dos naturalezas, y dos son también las personas, el Espíritu Santo y la Inmaculada, sin embargo, la unión de la divinidad con la humanidad supera cualquier comprensión».

La Inmaculada, en cuanto reflejo del Espíritu Santo, constituye una dimensión rica en desarrollo teológico: enlaza con el tema bíblico del corazón nuevo, con la catarsis de María tal como es presentada por la tradición oriental y occidental, con la respuesta de la Virgen en su vida moral y con la redención escatológica de María actuada por el Espíritu Santo.

 

INMUNIDAD DEL PECADO ORIGINAL

Lutero, en un sermón de 1527, afirmó que «ante todo debemos ver qué es el pecado original para comprender cómo la santa Virgen estuvo exenta de él». Hoy, en cambio, no solamente se propone justamente partir de Jesucristo para comprender a la Inmaculada, sino que se llega a negar la relación intrínseca que tiene con el pecado original y a exigir que tal prerrogativa mariana sea liberada de la ganga maculinista.

Semejante propuesta nos parece inaceptable porque desquicia el sentido obvio del dogma definido, reduce la historia plurisecular del mismo a una estéril o insignificante polémica y contrasta con la concepción bíblico-tradicional de la salvación, que implica reconciliación, justificación y liberación de la condición de pecado. No se puede, por tanto, vaciar los dos dogmas del pecado original (definido por el concilio de Trento) y de la inmaculada concepción (definido por Pio IX), ni considerarlos en una perspectiva de autonomía y separación.

Basándose en la analogía de le fe y en la unidad fundamental de los datos revelados los dos dogmas están directamente enlazados y deben ejercer su función de una recíproca verificación. Toda interpretación que anule o falsee uno u otro ha de considerarse a priori errada.

DIVERSAS TEORIAS

Sin lugar a dudas, las modernas teorías sobre el pecado original, surgidas bajo el impulso de los progresos científicos, exegéticos y teológicos, son generalmente reductivas. Sin embargo, contienen elementos válidos y estimulantes, que enriquecen y dan un carácter de actualidad al contenido de la inmaculada concepción Las expondremos brevemente, catalogándolas en una triple corriente y poniendo de manifiesto sus directas consecuencias con el dogma mariano.

a) Corriente evolucionista.

La visión evolutiva del universo impuesta por las ciencias repercute en la teología del pecado original, que está inserto en el movimiento del mundo hacia la perfección y la unificación. Puesto que el desorden físico y moral pertenece necesariamente al sistema evolutivo, «el pecado original, considerado en su fundamento cósmico (si no en su actualidad histórica en los primeros hombres), tiende a confundirse con el propio mecanismo de la creación, donde representa la acción de las fuerzas negativas de contraevolución (Theilhard de Chardin). Cristo, por el contrario, es el fin, el motor y el ambiente vital del universo: no sólo expía el pecado del mundo, sino que supera la resistencia a la ascensión espiritual inherente a la materia. Es el unificador y catalizador del máximo grado de ser.

Acerca de la presencia de la Inmaculada en este universo evolutivo, ni Teilhard de Chardin ni sus epígonos, como Huisboch y Lengsfeld, han avanzado una teoría sistemáticamente elaborada. Se encuentra en ellos algún punto significativo derivado de su visión teológica, p. ej., de Teilhard de Chardin, el cual saluda a María como «perla del cosmos» y habla de la Inmaculada en estos términos: «La inmaculada concepción para mí, es la fiesta de la acción inmóvil, quiero decir, la que se ejercita con la simple transmisión de la energía divina a través de nosotros…

En nuestro Señor todos los modos de actividad inferior y agitada desaparecen en esta sola y luminosa función de atraer, recibir y dejar pasar a Dios. Para ser activa de este modo y en este grado, la Virgen santa hubo de recibir su ser en el seno mismo de la gracia, puesto que ninguna justificación secundaria, por muy acelerada que fuera, hubiera podido sustituir a esta perfección constitutiva y nativa de una pureza que presidió la aparición misma del alma». La Inmaculada es considerada aquí en una óptica positiva, que no menciona siquiera el pecado; en compensación aparece ella como el antipecado, como la criatura incapaz de oponer resistencia o de ser una rémora a la acción divina. En virtud de su función de llevar a Dios a las esferas humanas, María es toda pureza y transparencia activa.

Valorando críticamente esta corriente evolucionista, hay que observar que no salva suficientemente ni el carácter libre del pecado ni la gratuidad de la salvación. Pecado y Cristo entran necesariamente en la evolución natural del fenómeno humano, en contra de la Escritura, que presenta el pecado como una anomalía que no hubiera debido existir, y la venida de Cristo redentor como un don gratuito de la iniciativa divina. No obstante, es válido cuanto afirma acerca del movimiento de crecimiento y unificación traído por Cristo; por lo cual también María inmaculada aparece como elemento no de freno, sino catalizador de la dirección positiva de la historia. Ella no se introduce en los callejones ciegos y abortivos de la involución, porque representa un impulso o un empuje que orienta el movimiento histórico hacia la justa dirección, que es Cristo.

b) Corriente sociológica.

Otros autores, como H. Rondel y sobre todo P. Schoonenberg, parten de la situación histórica marcada y gravada por los pecados desde los tiempos del homicidio de Abel hasta el rechazo de Jesús, con el cual se colma la medida de los padres (Mt 23 29-36; Lc 11,47-51). El pecado original es el estar situado en el «pecado del mundo» (Jn 1,29), es decir, una situación de perdición que hace imposible el amor de Dios sobre todas las cosas y la exención de los pecados personales. Es el influjo de los pecados históricos añadido al desorden de nuestra naturaleza. La admisión de este estar situados en el pecado va unida a la confesión de nuestra salvación en Jesucristo, en el cual «estamos redimidos de nuestras acciones pecaminosas y de nuestra actitud básica pecadora. Pero también lo estamos de un pecaminoso estar situados, de una sumisión al poder del pecado, aunque éste llegue a nosotros desde fuera… Desde nuestro origen estamos situados por la caída y la redención».

Schoonenberg no ofrece un tratado especifico sobre María, sino únicamente alguna alusión. Admite con el concilio tridentino que la universalidad del pecado original «deja espacio para la inmaculada concepción de María», que es una excepción a él. Presenta a la inmaculada concepción como no inserción en el pecado del mundo; pero inspirándose en el simul iustus et peccator, añade que «la idea de que uno puede venir ya al mundo en la salvación de Cristo puede aclarar al protestantismo el hecho de que aceptar la concepción inmaculada de María no significa necesariamente desconocer que María fue también redimida».

El influjo de la teoría de Schoonenberg se revela en el párrafo del catecismo holandés acerca de la inmaculada concepción: «María no conoció la culpa. Fue concebida inmaculada. Viviendo en un mundo de pecado, la tocó ciertamente el dolor, pero no su maldad. Es hermana nuestra en el dolor, pero no en la culpa. Ella venció enteramente al mal por el bien; victoria que debe naturalmente a la redención de Cristo».

La teoría de Schoonenberg es utilizable «no como alternativa de !a teología clásica, sino como una valorización de aspectos del misterio de la perdición y de la salvación, hasta ahora demasiado descuidados»; p. ej., el influjo ejercido por el mal ejemplo y por las estructuras cerradas a Dios, es decir, bíblicamente por el «pecado del mundo» (1Jn 2,15s, 5,19…). Ver en la Inmaculada la impermeabilidad al mal estructural es acertado, al menos si se lo considera como efecto de una gracia que la santifica desde el principio de su existencia.

La teoría de Schoonenberg aplicada a la Inmaculada no convence a causa de la ambigüedad con que se afirma el privilegio de María. Mientras que en el contexto de la universalidad del pecado la inmaculada concepción de María aparece como una excepción, en el contexto de la salvación deja de ser tal y se convierte en el paradigma de todo redimido: «La inmaculada concepción nos dice que la redención no es solamente una liberación del pecado, sino que es, sobre todo, una preservación del pecado, lo cual es importante para una doctrina de la gracia orientada hacia el futuro».

Parece que Schoonenberg coloca a la inmaculada concepción en el mismo plano del bautismo, en cuanto que también éste es una curación preventiva, que se conserva en una gracia nunca perdida (además de borrar el pecado en que el hombre está inserto). La crítica formulada por O’Connor y repetida por Alonso, que reprocha haber transformado la gracia de la inmaculada concepción de preservadora en protectora, no tiene en cuenta la interpretación articulada de Schoonenberg.

c) Corriente existencial.

Partiendo del agudo sentido de la libertad, propio de la época contemporánea, los autores contemplan el pecado original en armonía con el personalismo dialogal.

A. Vanneste, en una serie de estudios histórico-dogmáticos, llega a la conclusión de que «el pecado original es la necesidad que tiene el niño de ser liberado y salvado por Cristo, porque este niño ha rechazado ya virtualmente la gracia divina y por ello debe convertirse a Cristo».

Dada la universalidad del pecado actual, que hace históricamente pecadores a todos los hombres, hay que decir que ello depende de una culpa virtual, que los orienta hacia el pecado personal si no interviene la gracia. El pecado original es el pecado virtual, es decir, la condición de inevitable sujeción a la culpa en que se encuentran también los niños. En esta óptica «el privilegio de la inmaculad
a concepción se identifica con el de la inmunidad de todo pecado actual». María ha recibido una gracia poderosa que la ha preservado de modo completo y total de los pecados personales. Se trata de un verdadero milagro realizado por Cristo.

La posición de Vanneste es loable entre otras cosas por la conexión entre el pecado original y el actual, según las exigencias personalistas de la cultura. Pero no es aceptable la identificación del pecado original con el personal, bien porque anula la definición tridentina, bien porque no se ve cómo basta un pecado futuro para constituir pecadores: ¿puede Dios considerar al hombre pecador sólo por lo que hará?

En cuanto a María es justo poner de relieve su falta de pecado o impecabilidad, pero esto constituye una consecuencia de la inmaculada concepción, y no se identifica con ella. Con esta reducción, la inmaculada concepción «pierde su supuesto fundamental, y las controversias que duraron siglos aparecen como un error tragicómico».

Teniendo en cuenta los aspectos óntico, personal e histórico-comunitario, M. Flick y Z. Alszeghy definen el pecado original «la alienación dialogal de Dios y de los hombres, determinada por la falta de participación de la vida divina, que a su vez es producida por una libre iniciativa humana, precedente a toda toma de posición de cada uno de los miembros de la humanidad actual».

Por la valoración de los diversos elementos del pecado original, la teoría de Flick-Alszeghy se presenta como una de las más completas que se han elaborado recientemente. Se la clasifica en la perspectiva existencial porque su elemento central es el personalista, a saber: «la incapacidad de amar a Dios sobre todas las cosas y, consiguientemente, de evitar los pecados graves personales». Especificando más, M. Flick describe el pecado original como «una inevitable necesidad de pecar…; una disposición psicológica del hombre, que virtualmente contiene todos los pecados personales, los cuales, a causa de esto, se hacen inevitables»…; la pérdida de una virtualidad que bajo el impulso de la gracia hubiera podido llevar al hombre al desarrollo de sus facultades, no en oposición a Dios.

Desgraciadamente, Flick y Als zeghy no se detienen en todo el volumen en el dogma de la inmaculada concepción. Esta laguna sorprende, sobre todo si se piensa que ellos se proponían proceder adoptando «una de las principales reglas de la metodología teológica»: la analogía de la fe, que hace evitar el aislamiento del pecado original del resto del mensaje cristiano. La falta de verificación mariana priva al pecado original de una ulterior garantía e iluminación: por otra parte, la inmaculada concepción de María no ha recibido de estos autores una actualización que hubiera podido hacer surgir nuevos aspectos del misterio.

En el ámbito de esta teoría, la inmaculada concepción se presenta en todo caso como capacidad radical de dialogar con Dios y de opción fundamental derivada de la participación de la vida divina, recibida desde el principio mediante preservación del influjo deletéreo del pecado de la humanidad. En particular es importante subrayar la dimensión personalista, que hace ininteligible el pecado original sin relación al pecado personal; en este sentido, la inmaculada concepción es un privilegio dado por Dios con vistas a una vida santa e inmaculada, en consonancia con la misión de María en la historia de la salvación.

 

SÍNTESIS FINAL

Historia, teología, espiritualidad y cultura ofrecen varias pistas para una representación actualizada de la inmaculada concepción de María.

A pesar de la tardía explicitación del dogma, la argumentación pro Inmaculata encuentra su firme certeza en la definición de Pío IX, que, sostenida por el consenso de los obispos y de los fieles, corona una batalla secular.

La inmaculada concepción es, pues, un hecho eclesial, porque ha madurado en la conciencia de los creyentes a lo largo de los siglos cristianos y se ha impuesto en la iglesia superando obstáculos de orden teológico y la oposición de los más prestigiosos teólogos medievales. No se puede negar que la atribución de la concepción inmaculada a María armoniza con su maternidad divina y santa lo mismo que con su función de colaboradora en la obra del Hijo único redentor.

Por su intima comunión de vida y de destino con Cristo, María se ha visto rodeada desde el primer momento de su existencia por el amor del Padre, por la gracia del Hijo y por los esplendores del Espíritu. Consiguientemente, ha sido preservada de toda sumisión o connivencia con el mal, tanto interior como estructural.

La Inmaculada es un ejemplo de justificación por pura gracia, que sin embargo no permanece inerte en ella, sino que provoca una respuesta de fe total al Dios santo que la ha santificado. Ella manifiesta la plenitud y perfección del amor redentor de Cristo, porque muestra su eficacia retroactiva y preservativa. Precisamente por eso la Inmaculada no obstaculiza el movimiento de la historia hacia la unificación y la perfección en Cristo, sino que lo promueve, convirtiéndose a su vez en comunicadora de salvación.

La inmaculada concepción es el comienzo de un mundo nuevo animado por el Espíritu: es plenitud de amor, superávit de realidad cristiana, nostalgia del paraíso perdido y vuelto a encontrar. María «es el fruto no envenenado por la serpiente, el paraíso ya concretado en el tiempo histórico, la primavera cuyas flores no experimentarán ya el peligro de la contaminación y la putrefacción» (L. Boff).

En ella la iglesia encuentra su utopía, su imagen más santa después de Cristo, su ser y deber ser de «esposa inmaculada». El privilegio de María no la separa de la humanidad ni de la iglesia, porque la Inmaculada tiene una función tipológica para la comunidad cristiana y cada uno de sus miembros. La inmaculada concepción es un privilegio no aristocrático, sino popular y, en alguna manera, participable. Ciertamente, incluso dentro del esplendor del Espíritu, María permanece anclada en la tierra, en la historia, en la concreción de la condición humana.

Si se ha visto inmune del pecado y de la concupiscencia que conduce al mal, la Inmaculada no ha estado exenta de los sentimientos humanos más intensos y vitales, de los límites y condicionamientos culturales, del sufrimiento, del camino de la maduración y de la peregrinación en la fe. A diferencia de nosotros, pecadores, María bajo el influjo de la gracia ha puesto sus impulsos y tendencias al servicio de un proyecto santo.

S. DE FIORES NUEVO DICCIONARIO DE MARIOLOGIA Págs. 927-935

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Arte e Iconografía FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María REFLEXIONES Y DOCTRINA

Iconografía de la Inmaculada Concepción

El dogma según el cual la Virgen María fue preservada por Dios del pecado original desde su concepción se proclamó en 1854, poniendo fin a una larga controversia que había comenzado en el siglo XII y tuvo su punto culminante en España en el siglo XVII.

En el marco de la compleja y dilatada historia de la formación iconográfica de la Purísima hay varios momentos importantes.

 

LA INMACULADA DEL ABRAZO DE ANA Y JOAQUÍN

La Inmaculada Concepción fue representada en primer lugar simbólica o alusivamente, mediante el abrazo de Ana y Joaquín ante la Puerta Dorada. En la Iglesia oriental y en la primera versión del arte occidental, la Inmaculada Concepción de la Virgen está asociada con el encuentro de sus padres, Ana y Joaquín, frente a la Puerta Dorada de Jerusalén.

La Madre de Dios no habría sido concebida de manera natural, sino por medio de un beso en los labios. Esto se debe a que, según los teólogos medievales, no era posible la relación sexual totalmente desprovista de pecado, aunque fuera leve. Por ello, para considerar a María libre de todo pecado, no podía haber sido concebida de manera natural.

 

LA INMACULADA DEL CANTAR DE LOS CANTARES Y EL APOCALIPSIS

Hacia finales de la Edad Media apareció una representación novedosa del tema. La Virgen Inmaculada, enviada por Dios desde el cielo, desciende a la tierra. De pie sobre la luna, coronada de estrellas, extiende los brazos o une las manos sobre el pecho.

Las fuentes de esta representación son el Cantar de los Cantares y el Apocalipsis.

En primer lugar, la Inmaculada está asimilada a la novia del Cantar de los Cantares. Las metáforas bíblicas, popularizadas por Letanías de la Virgen de Loreto, aparecen a su alrededor: el sol, la luna, la estrella del mar, el jardín cerrado, la fuente, el pozo de agua viva, el cedro del Líbano, el olivo, el lirio, la rosa, el espejo sin mancha, la Torre de David, la Ciudad de Dios, la puerta del cielo.

Los otros atributos de la Inmaculada están tomados del Apocalipsis (cap. 12). La luna, que nunca se representa llena, como en la Crucifixión, sino recortada en forma de creciente, evocaba la castidad de Diana. Después de la victoria de Lepanto, la cristiandad gustó interpretar el creciente de luna bajo los pies de la Virgen como un símbolo de la victoria de la cruz sobre la media luna turca.

Este tema apareció por primera vez en la iconografía del arte cristiano a fines del siglo XV: los emblemas de las letanías están representados en la catedral de Cahors, en la capilla de Notre Dame, que fue construida en 1484.

La leyenda Tota pulchra, que remite directamente a los versos del Cantar de los Cantares (Tota pulchra es amica mea, et macula non est in te, Toda eres hermosa, amiga mía; no hay tacha en ti), se interpreta como la firma de Dios en la creación de María: mientras que los pintores firman sus obras faciebat (usando el imperfecto, puesto que son verdaderamente obras imperfectas), Dios, por el contrario, firma con las palabras Tota pulchra, ya que lo que sale de su mano es perfecto.

 

LA INAMACULADA DEL APOCALIPSIS

En la historia de la formación iconográfica de la Inmaculada Concepción nos encontramos con otro momento crucial cuando la imagen de devoción se presenta como la concreción plástica de una visión, la de Juan en Patmos, descrita en el capítulo 12 del Apocalipsis.

La fórmula definitiva e la Inmaculada, que va a dominar a lo largo del siglo XVII, será la resultante de la conjunción del motivo Tota pulchra con el de la mujer vestida de sol del Apocalipsis.

El arte barroco del siglo XVII, por tanto, tiene el mérito de haber creado el tipo definitivo de la Inmaculada Concepción. Libre ya de todos los símbolos de las letanías, rodeada sólo por ángeles, sus pies aplastan la serpiente tentadora, para recordar su victoria sobre el pecado original.

La España mística se apoderó de este tema y le imprimió la marca de su genio. Y consiguió hacer su propia versión. Tanto es así que no puede pensarse en la Inmaculada Concepción sin evocar las obras de Zurbarán, Ribera o Murillo.

Fuente: Iconografía del arte cristiano, de Louis Réau.

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Apariciones y Visiones Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA REFLEXIONES Y DOCTRINA

Fátima y Balasar, dos tierras hermanas

Este es un trabajo del P. Humberto M. Pasquale S.D.B., en el que compara las apariciones de Fátima y de Balasar, concluyendo su vinculación y unidad.  

El unir los nombres de estas localidades — Fátima y Balasar —  no es arbitrario ni sin fundamentada motivación, antes bien es fruto de un estudio documentado y de un conocimiento directo de los acontecimientos ocurridos.

La relación Fátima-Balasar me fue confirmada por la carta que la Beata Alexandrina María da Costa escribió al P. Mariano Pinho S.J., que me precedió en su dirección espiritual. Escribe el 3 de noviembre de 1953: “El Cardenal (D. Manuel Cerejeira) me envió palabras de aliento, diciéndome que al inaugurar la Basílica de Fátima, pensó en Balasar, y me colocó sobre la patena, ofreciéndome junto con Jesús, como víctima por los pecadores”.

El Cardenal Cerejeira, al segundo director de la Beata, P. Humberto Pasquale, al enviarle este libro, escribía el 12-10-1975: “Lo leí rápidamente y no me canso en la contemplación de este misterio, que asocia y mutuamente confirma la presencia divina en los dos centros, a usted le fue dada la mayor parte de su difusión, que el Cielo lo ayude”.

En el momento de su muerte, el periódico del Patriarcado publicaba: El último libro que el Cardenal leyó fue “Cristo Jesús en Alexandrina” del P. Humberto Pasquale, edición italiana, con la autobiografía de la Sierva de Dios de Balasar”.

Procuraré poner en evidencia los hilos de la trama celeste, que unen los dos nombres y los protagonistas de las extraordinarias revelaciones.

Las convergencias son muchas, expondré las esenciales, como me consiente un pequeño trabajo de divulgación.

No recelo en afirmar que los privilegiados mensajeros aun ignorándose, se completan en su misión.

Así Balasar aparece, de un modo evidente, como una explicación, una acentuación y un complemento de Fátima.

Hago votos para que el maravilloso mensaje de las dos localidades, constituya un llamado a una vida siempre más cristiana y una invitación a la reparación, hoy más necesaria que nunca.

Que este documento infunda en sus lectores la certidumbre de que el Cielo no abandonó la tierra, continúa siempre su obra de amor con todos nosotros.

 

BAJO EL MISMO CIELO, UN LLAMADO A LA CONVERSION

Fátima, en el centro de Portugal, era una pequeña parroquia perdida entre las montañas, se volvió famosa en todo el mundo gracias a la voz y a los hechos de tres pequeños niños, pobres y analfabetos, de los que se sirvió el Cielo para llamar a los hombres hacia Dios.

Balasar es una parroquia agrícola, sepultada entre la verdura de los viñedos y de los pinos, al norte de Portugal, en la diócesis de Braga y a cincuenta kilómetros de Oporto.

La aldea está ganando fama mundial, gracias al nombre de la Beata Alexandrina María da Costa, que vivió en la práctica de las virtudes heroicas y dotada de excelsos dones místicos.

Nació el 30 de marzo de 1904 y voló para el Cielo el 13 de octubre de 1955, aniversario de la última aparición de Nuestra Señora a los Pastorcitos de Fátima. Sin duda, mimos divinos, considerando el impulso extraordinario que Alexandrina dio, durante toda su vida, al vehemente llamado de la Virgen a favor de los pecadores.

A los catorce años, para defender su pureza de las perversas intenciones de un hombre que se introdujo en su casa, se lanzó de una ventana a la altura de cuatro metros del suelo.

Una mielitis en la columna vertebral, después de seis años de sufrimientos, el 14 de abril de 1925 la inmovilizó, consumiéndola, durante treinta años, con un doloroso martirio.

En esa forzada soledad, en 1928, Alexandrina se consagró a los Sagrarios Eucarísticos para reparar las profanaciones y el abandono en que es dejado Jesús.

Le decía en sus oraciones de la mañana: “Jesús mío, me uno en espíritu en este momento y desde este momento para siempre a todas las santas Misas que de día y de noche se celebran en la tierra. Jesús, inmólame contigo al Padre Eterno con las intenciones que Tú le ofreces”.

Y a Nuestra Señora le decía: “Madrecita, ábreme tus santísimos brazos, tómame y estréchame en tu santísimo Corazón, cúbreme con tu manto y acéptame como tu hija muy amada, muy querida y conságrame toda a Jesús. Enciérrame para siempre en su Divino Corazón y dile que le ayudas a crucificarme, para que no quede en mi cuerpo ni en mi alma nada por crucificar…

Madrecita, hazme humilde, obediente, pura, casta en el alma y en el cuerpo, hazme un ángel, transfórmame toda en amor, para que me consuma en las llamas del amor de Jesús”…

Movida por el Espíritu Santo, sin saber cómo, se ofreció al Señor como víctima “preocupada solamente en consolar a Jesús y salvar las almas de los pobres pecadores”.

En estas fechas (1928-1929), cuando le preguntaba a Jesús lo que debía hacer, le oyó repetir varias veces: “Sufrir, amar, reparar”.

En 1924 el Señor le pidió expresamente que se diera a Él, para que fuera crucificada a su semejanza. Al cabo de un año, recibió de Jesús la orden de pedirle al Papa la consagración del mundo al Corazón de María.

Desde octubre de 1938 hasta su muerte, esto es, durante 17 años, sufrió la Pasión física de Jesús (esto es, con señales externas) y después su Pasión íntima.

Desde marzo de 1942 hasta diciembre de 1953, todos los viernes Alexandrina tiene éxtasis hablados, en los que Jesús, a través de sus labios, lanzaba al mundo de los pecadores llamados ardientes de conversión.

Privada de su primer director (1934-1941), que era de la Compañía de Jesús, fue dirigida durante cuatro años (1944-1948) por un Salesiano, que la inscribe entre las Cooperadoras Salesianas (15-8-1944) y en 1946 la inscribe en las “Lámparas vivas” que tienen su Centro Directivo en Milán, Italia.

Alexandrina se dejó de alimentar el 27 de marzo de 1942 y vivió durante 13 años y siete meses, hasta la muerte, solamente de la Eucaristía, hecho que fue confirmado por la ciencia médica.

Los dos últimos años de su vida, la visitaron miles de personas, a las que les hablaba, sobre todo en los días de mayor afluencia, con un micrófono, con una fuerza y una unción impresionante, sólo Dios sabe las conversiones obtenidas, pero se conservan muchos testimonios en los archivos de Balasar.

Su misión de atraer almas hacia Dios continúa aun hoy, instrumento de ese llamado es la leyenda que escribió para su tumba:

“Pecadores, si las cenizas de mi cuerpo les son útiles para salvarse, aproxímense, pasen sobre ellas, písenlas hasta que desaparezcan, pero no pequen más, no ofendan a nuestro Jesús.

Pecadores, ¡quisiera decirles tantas cosas! No me alcanzaría este grande cementerio para escribir todas. ¡Conviértanse! No ofenda a Jesús, no quieran perderlo eternamente, ¡Es tan bueno! ¡Basta de pecar! ¡Ámenlo! ¡Ámenlo!”

Su biografía ha sido muy traducida, son muchas las peregrinaciones de varias naciones a su cuartito, donde se inmoló y a su sepulcro aumentan cada año, debido a las numerosas gracias atribuidas a ella.

Su hermana Deolinda escribía en 1957 al P. Humberto: “Parece que no pasa un día sin que vea a muchas personas rezar junto a la tumba de Alexandrina, sobre todo el domingo y en los días trece de cada mes hay auténticas peregrinaciones… hay junto al cementerio una gran sala llena de exvotos”.

El 14 de enero de 1967 fue abierto el proceso sobre las virtudes y fama de santidad de Alexandrina y fue cerrado y enviado a Roma el 10 de abril de 1973, en el cierre del proceso, el Arzobispo de Braga agradeció a todas las personas “que contribuyeron a esta obra fatigante y difícil”. Agregando: “Pero los instrumentos de este trabajo, hechos en común por tantos, pertenecen sobre todo a los Salesianos.

Me alegro con ellos y se los agradezco, me alegro porque Alexandrina era Cooperadora Salesiana y yo les agradezco porque ella era de esta diócesis, gloria de esta diócesis “.

 

LLAMADO A LA EUCARISTIA EN FATIMA

El otoño de 1916 los tres pastorcitos, en la vertiente de la colina “Cabezo”, después de la merienda, rezaban el Rosario, cuando vieron en una nube luminosa un Ángel, que tenía un cáliz con una Hostia, de la que descendía gotas de sangre y dejando el Cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, el Ángel se postra al lado de ellos y les hace repetir tres veces:

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, les ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con las que es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, pido la conversión de los pobres pecadores”.

Lucía interroga cierto día al pequeño Francisco:

— ¿Qué estás haciendo?

— Estoy pensando en Dios que está tan triste, por causa de tantos pecados, si yo fuera capaz de darle alegría.

Cuando estaba ya muy enfermo, Lucía le pregunta:

— Francisco, ¿qué te gusta más? Consolar a Nuestro Señor o convertir a los pecadores, para que no se vayan más almas al infierno.

— Me gusta más consolar a Nuestro Señor, te fijaste que Nuestra Señora el último mes, se puso tan triste, cuando dijo que no ofendiéramos a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido, yo quiero consolar a Nuestro Señor y después convertir a los pecadores, para que ya no lo ofendan.

El pequeño pastorcito, para consolar a Jesús se pasaba hincado horas y horas en profunda oración y cuando Lucía comenzó a frecuentar la escuela, habiendo sabido que Nuestra Señora vendría pronto para llevarlo al Cielo, Jacinto prefería entrar a la iglesia a hacerle compañía al Señor “Escondido”, como acostumbraba llamar a Jesús Eucaristía.

 

EL LLAMADO A LA EUCARISTIA EN BALASAR

Jesús le dice a Alexandrina en los años 1934-1935: “Escribe que quiero que se predique la devoción a los Sagrarios, quiero que se encienda en las almas la devoción hacia estas prisiones de Amor…”

“¿Quieres consolarme? Ve a los sagrarios, estoy allí tan solo, tan despreciado, abandonado, ofendido… estoy encarcelado y encarcelado por amor…”

“No creen en mi existencia: no creen que allí habito, blasfeman contra Mí”.

“Otros creen, pero no me aman y no me visitan, viven como si Yo no estuviera presente… te escogí para que me hicieras compañía en esos pequeños refugios, tantos que son tan pobrecitos… pero dentro de ellos, ¡qué riqueza! Está allí la riqueza del Cielo y de la tierra…

“Haz que Yo sea amado por todos en mi Sacramento de Amor, el mayor de los Sacramentos, el mayor milagro de mi Sabiduría”. (de las cartas a su primer Director)

Alexandrina hacía varios años que vivía espiritualmente unida a Jesús Sacramentado y en 1928, mientras pensaba en Jesús en el Sagrario, le dice:

“¡Mi buen Jesús, Tú estás preso y yo también, estamos presos los dos; Tú estás preso para mi bien, y yo estoy presa en tus manos. Eres Rey y Señor de todo y yo soy un gusano de la tierra, te dejé en el abandono, pensando sólo en este mundo que es la perdición de las almas, ahora arrepentida de todo corazón, quiero lo que Tú quieras y sufrirlo con resignación, no me faltes con tu protección, buen Jesús”.

Cuenta en 1930 que hacía la Comunión Sacramental pocas veces (no se atrevía a pedírselo al Párroco, por el temor de incomodarlo) pero vivía unida a Jesús lo más posible, para honrarlo a Él y a la Madrecita, escribía en pedacitos de papel y en imágenes esta oración:

“Querido Jesús mío, quisiera ir a visitarte en tus Sagrarios, pero no puedo, porque mi dolencia me obliga a estar retenida en mi querido lecho del dolor. Hágase Tu voluntad, Señor, pero al menos, Jesús mío, permite que ni un momento pase sin que yo vaya en espíritu a decirle a las puertas de tus Sagrarios:  ¡Jesús mío, te quiero amar! Quiero abrasarme en todas las llamas de Tu amor y pedirte por los pecadores y por las almas del Purgatorio”.

En la tapa de un librito, en mayo de 1930 escribió: “Amada Madre del Cielo, ve a presentarle a nuestro Jesús en mis Sagrarios, mis oraciones y vuelve más eficaces mis pedidos. Refugio de los pecadores, ve y dile a Jesús que quiero ser santa”.

Toda la vida de Alexandrina transcurrió a la luz de los Sagrarios eucarísticos, los documentos sobre esto son innumerables. Jesús le decía el 5 de enero de 1952:

“Hija mía, luz y estrella eucarística, fui Redentor, morí para darle el Cielo a las almas, me hice alimento de ellas. Te crié para que te asemejes a Mí, te escogí para víctima, para que continuaras mi obra redentora. Puse en tu corazón el amor, la locura por la Eucaristía, es por ti, eres la luz de este fuego, que dejaste arder, y muchas almas guiadas por esta estrella escogida por Mí, llevadas por tu ejemplo se transformaron en almas ardientes, almas verdaderamente eucarísticas. Ay del mundo sin mis víctimas, sin hostias, continuamente inmoladas Conmigo”.

En otra ocasión, Jesús le pedía: Procúrame almas que te sustituyan junto a mis Sagrarios, después de tu muerte”.

Alexandrina dice en sus últimas disposiciones: “Quiero ser enterrada, si puede ser, con el rostro volteado hacia el Sagrario de nuestra iglesia, así como en la vida ansié estar junto a Jesús Sacramentado y voltear para el Sagrario las más veces posibles, quiero después de mi muerte continuar velando mi Sagrario y mantenerme volteada hacia Él”.

 

LOS CORAZONES DE JESÚS Y DE MARÍA EN FÁTIMA

El verano de 1916, entre julio y agosto, los tres Pastorcitos, a la hora de la siesta, se encontraban en la huerta de Lucía para jugar, cuando repentinamente vieron a su lado al mismo Ángel, que les dijo:

“¿Qué hacen? Recen mucho, los Corazón de Jesús y de María tiene para ustedes designios de misericordia, ofrezcan constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo de todo lo que puedan, ofrezcan a Dios sacrificios en acto de reparación por los pecados con que es ofendido y supliquen por la conversión de los pecadores, así atraen la paz para su Patria. Yo soy el Ángel de su Guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, acepten y soporten con sumisión el sufrimiento que el Señor les envía.”

 

LOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA EN BALASAR

Sobre los inocentes Pastorcitos de Fátima, como dice el Ángel, el Cielo tuvo designios de misericordia al convertirlos en participantes del mensaje de Salvación.

Pero a Alexandrina le decía más: “Eres un canal por donde han de pasar las gracias que Yo distribuyo a las almas y por el cual han de ir las almas hasta Mí”. (4-10-1934) Y explicaba:

“Estás en mis Sagrarios de todo el mundo, en ellos puedes servirme como víctima por los pecados del mundo en este tiempo en que el mundo se vuelve contra Mí y contra Mi Iglesia”. (8-11-1934)

Esto debía realizarse a través de una unión mística de Alexandrina a los sufrimientos redentores de Jesús y de su Madre bendita.

Balasar se convierte así en una revelación elocuente y extraordinaria del amor del Corazón de Jesús y del Corazón Inmaculado y Doloroso de María.

Este breve documento lo confirma:

“Hija mía, Yo te lleno, te conforto, te preparo para darme más, dame reparación, pide al mundo reparación para mi Divino Corazón y para el de mi Madre bendita, pide al mundo reparación para aplacar la Justicia divina”. (29-5-1950)

“Dame tu dolor, para sanar mi Divino Corazón y el de mi Madre bendita y permíteme quedarme por más tiempo en tu corazón con la espada y las espinas que hirieron su Corazón, son las blasfemias proferidas contra la Reina del Mundo”. (12-5-1950)

“Si no fuera por mi ignorancia, cuantas cosas podría decir, cuantas pruebas podría dar de ese grande amor que Jesús nos tiene, para nuestra vergüenza y si no fuera por mi ignorancia, cuanto podría decir del dolor tormentoso, lacerante que tiene el Corazón Divino de Jesús y con Él, el de la querida Madrecita!, el amor de Jesús es tan grande como Dios.

El mismo es todo Amor, pero el dolor es grande como la tierra y llega hasta Él, poder infinito, grandeza infinita, para transformarse en dolor infinito”. (7-7-1950)

“En esta unión de dolor, amor y agonía, Jesús expiró, me pareció que mi cuerpo había quedado sin alma, pasó un poco de tiempo en esta separación, después recibí de nuevo la vida y oí la voz de Jesús:

“Me compadecí de ti, compadécete de los Corazones dolorosos de Jesús y de María, ten dolor, es infinito tu dolor, repara por tantos crímenes e iniquidades… hija mía, tu vida es mía: es la vida de Cristo crucificado. Yo fui víctima, fui víctima de la humanidad con mi Madre bendita y tú continúas siéndolo con Ella y Conmigo, es la razón por la que sufres así.”

En el diario del 1 de octubre de 1954, Alexandrina dejó escrito: “…vino Jesús y, en un impulso, su amor me fortaleció más y me habló así: “Ven, hija mía: estoy contigo, está contigo el Cielo con toda su fortaleza”.

En este momento, por la llaga de su Divino Corazón salió una claridad tan grande y unos rayos tan luminosos que irradiaban todo, poco después, de todas sus llagas divinas salían rayos que le venían a traspasar sus pies y manos, de su sacrosanta cabeza pasaba a la mía un sol que me traspasaba todo el cerebro.

Hablando de la primera claridad y de los rayos que le salían de su Divino Corazón, le dice Jesús: “Hija mía, a semejanza de Santa Margarita María, quiero que incendies en el mundo este amor tan apagado en los corazones de los hombres, incéndialo, Yo quiero dar mi Amor a los hombres, quiero ser amado por ellos, no me aceptan y no me aman. Por ti quiero que este amor sea incendiado en toda la humanidad, así como por ti fue consagrado el mundo a mi Madre bendita, haz, esposa querida, que se conozca en el mundo todo el amor de nuestros Corazones”.

“¿Cómo, Jesús? ¿Cómo? Cómo trabajar de esa forma, si no te han aceptado a Ti, ¿cómo los hombres lo van a recibir de mí?”

“Con tu dolor, hija mía, así van a quedar cogidos a las fibras de tu alma y después se va a dejar incendiar los corazones con mi amor, deja que los rayos de mis divinas llagas penetren en tus llagas escondidas, en tus llagas místicas.”

 

DOS CORAZONES: UNA SOLA LLAMA DE AMOR

La reforma litúrgica que se sigue en la celebración de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, se unió a la memoria del Corazón Inmaculado de María: Corazón que acoge la Palabra de Dios y la desarrolla en grado sumo. Existe una afinidad sorprendente entre el Corazón de Jesús y el de María, el Corazón de Jesús es sacratísimo, porque habita la plenitud de la Divinidad, el Corazón de María es Inmaculado y Dolorosa y es el templo “digno” del Espíritu Santo. (oración colecta)

Hay una afinidad sorprendente también en los símbolos con que los dos Corazones se manifestaron: el primero en Paray-le-Monial (1673-75), el segundo en Fátima y en Pontevedra (1917-25), el tercero en Balasar (Corazón traspasado por espadas).

En Jesús: llamas, corona de espinas, Corazón abierto, las llamas indican el amor, la corona de espinas, el sufrimiento; el corazón abierto, la fuente de gracias; del lado abierto de Cristo, como de una fuente, nace la Iglesia. Igualmente en María: llamas, ramo circular de espinas, espadas, amor y dolor.

El Corazón de Jesús fue abierto por la lanza, el de María, por la espada del dolor. Dos Corazones estrechamente unidos en un único sacrificio de amor redentor y santificador.

Nuestra Señora de Fátima dice: “Los pecados que ofenden al Señor también hieren mi Corazón de Madre”.

Y Alexandrina lo confirmo místicamente durante 17 años, en su cuerpo y en su alma.

 

EL SANTO ROSARIO EN FÁTIMA

En las seis apariciones, Nuestra Señora recomendó a los tres Pastorcitos que rezaran todos los días el Rosario con devoción, como poco antes lo habían hecho, pero que lo rezaran para obtener la paz del mundo. (primera aparición, mayo 1917)

En la segunda aparición, se explicó así: “Quiero que vengan el día 13 del mes que viene, que recen el Rosario todos los días y que aprendan a leer, después les diré lo que quiero” (junio de 1917)

El 19 de agosto, en el lugar dos Valinhos, la Virgen ordena: “Quiero que continúen yendo a Cova de Iria el día 13 (no habían ido ese mes, por estar presos) y que sigan rezando el Rosario todos los días, en octubre, haré un milagro para que todos crean en mis apariciones, vendrá San José con el Niño Jesús para darle la paz al mundo, vendrá también Nuestro Señor para bendecir a la gente”.

El 13 de septiembre, la Santísima Virgen le dice a los Videntes que perseveren en el rezo del Rosario, par alcanzar el fin de la guerra, y renovó la promesa de la venida de San José y del Niño Jesús.

El 13 de octubre, la Visión finalmente declara quien era: “Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honra, que soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el Rosario todos los días, la guerra va a acabar y los militares volverán pronto a sus casas”.

Tomando después un aspecto triste, con voz suplicante, agregó: “No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido”.

La Hermana Lucía comenta que “las palabras de Nuestra Señora, que más profundamente le quedaron impresas en su corazón, fueron en las que nuestra Madre del Cielo pedía que no se ofendiera más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido, que amorosa lamentación contienen y que tierna súplica, cómo desearía que todos los hombres, hijos de esta Madre Celeste, escucharan su voz”.

 

EL SANTO ROSARIO EN BALASAR

Alexandrina escribió en su diario el 1 de octubre de 1949: “ Vino la Madrecita, la cubría un manto blanco y dorado, me tomó en sus brazos, me acarició y enrolló en mis manos el Rosario que pendía de la suyas y me dio la cruz que lo remata, después de besarla: Hija mía, soy la Virgen del Rosario, estoy contenta contigo por que aconsejas rezar el Rosario en mi honra, continúa, es la devoción de la salvación, el mundo agoniza y muere en el pecado, quiero oración, quiero penitencia, hija mía, acoge en mi Rosario a los que amas y son tuyos, porque también los amo y Jesús los ama.

Acoge a los que se encomiendan a tus oraciones, enrolla al mundo en un molino como Yo te acogí, estréchalo en tu corazón, como Yo te abracé”.

La mañana del 13 de octubre, día de su muerte (¿será un sencillo acaso, este dato, para recordar la última aparición de Fátima a los tres Pastorcitos?) Alexandrina fue visitada por un grupo de personas amigas, entre las cuales se encontraba el hermano del Cardenal Cerejeira y les dijo estas palabras:

“Adiós, hasta el Cielo, ¡no pequen! El mundo no vale nada, esto lo dice todo. ¡Comulguen muchas veces! ¡Recen el Rosario todos los días!”.

 

LÍBRANOS DEL FUEGO DEL INFIERNO

En Fátima, en la tercera aparición, después de haberles mostrado el infierno, la Virgen enseñó a los tres niños: “Sacrifíquense por los pecadores y digan muchas veces, en especial al hacer algún sacrificio: Jesús, es por Tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”.

La pequeña Jacinta escogió este compromiso: sacrificarse por los pecadores y fue vista muchas veces muy pensativa: “¿En qué piensas?” “¡En el infierno, el infierno! Que pena tengo por las almas que van para el infierno”.

Arrodillada, con las manos juntas, repetía docenas de veces la oración: “Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva a las almas al Cielo, principalmente a las más necesitadas”.

Muchas veces, entrando en sí misma, llamaba: “Lucía, Francisco, ¿vienen a rezar conmigo? Es necesario rezar mucho, para librar a las almas del infierno, ¡van tantas para allá, tantas!”

Cuando no quería comer por hacer sacrificios, Lucía le decía: “Jacinta, ven a comer”. “No, ofrezco este sacrificio por los pecadores, que comen demasiado”.

La visión del infierno la había aterrorizado de tal modo, que todas las penitencias y mortificaciones le parecían nada para obtener que ninguna alma fuera para allá. La Madre Maria da Purificacao Godinho, de Lisboa, Superiora del Orfanato donde fue recibida en 1920, poco antes de ser internada en el hospital donde murió, escribe en 1937 las palabras de la pequeña vidente: “Nuestra Señora ya no puede sostener el brazo de su amado Hijo sobre el mundo, es necesario hacer penitencia; si la gente se enmendara, todavía Nuestro Señor apoyaría al mundo, pero si no se enmienda, vendrá el castigo.

Pobrecita de Nuestra Señora, ¡yo tengo tanta pena por ella! Si supieran que es la eternidad, pobrecitos, no saben lo que les espera, ¡rece mucho por los Padres, rece muchos por los Religiosos! Madrina, ¡rece mucho por los Gobiernos! Los pecados que llevan a las almas al infierno son los pecados de la carne… han de venir unas modas que han de ofender mucho a Nuestro Señor, estas modas amargan el Corazón de Jesús y de Nuestra Señora. La Iglesia no tiene modas, Nuestro Señor es siempre el mismo…”

 

LOS TORMENTOS DEL INFIERNO EN BALASAR

En Balasar, la reparación por la salvación eterna de los pobres pecadores tuvo por parte de Jesús exigencias únicas, como se lee en la vida de los mayores místicos.

El 20 de julio de 1945, Jesús le dice a Alexandrina: “Hija, mi amada hija,  vengo a pedirte una gran reparación, ¿aceptas?”  “Todo, todo, Jesús mío,. siempre herida y siempre amándote…”

”Desaparecen de los hogares el verdadero temor de Dios, si no hay buenos padres, no puede haber buenos hijos… qué horror esas playas, esos casinos, cines y casas de vicios. No ponen término a esto los que pueden hacerlos y no acuden los que deben de acudir, tú acude al mundo, dame la reparación que te pido, suaviza alegre el dolor de mi Corazón divino”.

Del diario del mes de agosto de 1945, recortamos:

“Que el Cielo sea conmigo, me siento como si estuviera condenada al infierno, mi alma siente los horrorosos suplicios; con los ojos del alma veo a esos demonios atormentadores y en todo el cuerpo me parece sentir el fuego negro y consumidor, en mis oídos se escuchan los aullidos de los demonios y toda la desesperación infernal, muchas veces quedo como si estuviera aterrorizada en medio de ese viaje, no sé que hacer ¡Dios mío, condenada al infierno! Espero su ayuda en su bondad infinita… cuando siento que estoy en esa desesperación eterna, siento sobre mí el peso de la justicia divina, ¡Querer ver a Dios y no poder! Es millones de veces más doloroso que todo el tormento del infierno”. (13-8-1945)

Pocos días después, le dicta a su hermana, para el diario:

“¡Qué sería de mí, si por un solo momento perdiera la fe y la confianza! Perder a Dios, nunca más ver a Dios, de vez en cuando sin pensar en eso, sin reflexionar, sale este grito de mi alma y continúo sintiéndome condenada al infierno; ayer, día de la Madrecita, fue muy doloroso este sufrimiento, me sentí en una cárcel infernal y apresada con cadenas de hierro, sin poder conformarme con la pérdida de Dios, sentía tal desesperación (pero no era yo la que estaba desesperada), que me obligaba a enojarme contra Dios, lo maldecía, a mi Ángel de la Guarda, padres y compañeros del pecado y a los caminos que me llevan a esto, me maldecía y maldecía al cielo y a la tierra, ¡Qué horror constante! Sabía que sólo era digna del infierno, pero no podía conformarme y menos conformarme con perder a Dios…”

Finalmente vino Jesús: “No temas, hija mía, no estás condenada, tus sufrimientos son para evitar que se condenen las almas… ¡ten valor!” (16-8-1945)

El 5-5-1950 Alexandrina escribe:

“Jesús me habló. Hija mía, vengo a pedirte, lo que en mi nombre pidió mi Madre bendita en Fátima: penitencia, oración, enmienda de vida… Mi Divino Corazón pide amor; los crímenes del mundo, las iniquidades piden, exigen reparación… dame tu dolor… lo exigen los pecados de lujuria… las iniquidades de los esposos y aún de las almas piadosas y consagradas a Mí; exigen en las vanidades, ¿Para qué tanto desperdicio? Este desperdicio grita al Cielo, lo que se gasta en vanidades, quitaba el hambre a todos, cubría a los desnudos. Respáldame, hija mía, dile de mis quejas al mundo”.

El 5 de septiembre de 1953, Jesús le explicó a Alexandrina:

“Soporta esta tremenda eternidad, sólo es temporal, para que muchas almas, millares, millones de almas no tengan que soportarlo eternamente.”

 

LA HISTORIA DE UNA INMOLACIÓN POR LA CONVERSI»ON DE LOS PECADORES

En ese año (1928), -escribe Alexandrina en su autobiografía- el Abad fue a Fátima y me preguntó lo que quería de allá, le pedí que me trajera una medalla, pero me regaló un Rosario, una medalla, el manual del peregrino y agua de Fátima. Me aconsejó hace una novena a Nuestra Señora y beber del agua, con el fin de aliviarme, pero no sólo hice una, hice muchas…

“Como no conseguí nada, murieron en mí los deseos de curar, sintiendo cada vez más ansias de amar al sufrimiento y sólo pensar en Jesús. Sin saber cómo, me ofrecí como víctima a Nuestro Señor, ya le venía pidiendo desde hacía mucho tiempo el amor al sufrimiento.

Nuestro Señor me concedió tanto esta gracia, que hoy no cambiaría el dolor por todo cuanto hay en el mundo… consolar a Jesús y la salvación de las almas era lo que más me preocupaba.”

En septiembre de 1934, me pidió Jesús: “Dame tus manos, que las quiero clavar conmigo, dame tus pies, que los quiero clavar conmigo, dame tu cabeza, que la quiero coronar de espinas, como me hicieron a Mí. Dame tu corazón que lo quiero traspasar con la lanza, como me traspasaron a Mí. Conságrame todo tu cuerpo, ofrécete toda a Mí….”

Alexandrina respondió rápidamente que sí a la invitación de Jesús, un año después escribía: “Jesús, soy toda tuya, soy tu víctima, la víctima de la Eucaristía, víctima por los sacerdotes, por los pecadores, víctima por el mundo entero, víctima por la paz, víctima por la Consagración del Mundo a la Madrecita”.

Jesús le decía el 5 de diciembre de 1947: “Aprendan de ti las doncellas para que guarden para Mí el lirio cándido de su pureza, que aprendan de ti los viejos y los jóvenes, los ricos y los pobres, los sabios y los ignorantes: qué aprendan de ti a amarme en el sufrimiento a llevar su cruz”.

En 1948 citó en su diario: “Llevé mi vida hacia el sufrimiento y lo llevaré a mi Cielo para amar y pedirle a Jesús por ustedes, pecadores, conviértanse y amen a Jesús, amen a la Madrecita”.

Durante 17 años sufrió la Pasión de Jesús, que le decía el 5 de diciembre de 1947: No es solamente mi Alexandrina la que es crucificada, es Cristo en ella y  con ella.

Junto al lecho de Alexandrina está una fotografía de Jacinta de Fátima, de quien era muy devota, y con ella se había inmolado por la conversión de los pecadores.

El 11 de agosto de 1953, Alexandrina escribe en su diario:

“Quiero grabar en las piedras de la calle, en los paseos, en las fuentes, en las plazas, en las playas, en los casinos, en el cine, en las casas de pecado, en todas partes, esto: ¡Pecadores, conviértanse! Vayan a Jesús, no fuimos creados para la tierra, pero sí para el Cielo, ¡No ofendan más a Nuestro Señor! Si supieran lo que es una ofensa hecha a su Divino Corazón. Viví para ustedes, sufrí por ustedes, morí por ustedes y por ustedes continúo mi Cielo, fueron por ustedes mis aspiraciones, no quiero dejar nunca de hablarles del amor que Jesús nos tiene y que es para Él, nuestra ingratitud cuando pecamos. Quisiera decirles muchas cosas para que caigan en el pecado, ¡amen al Señor! ¡teman al infierno!”

Jacinta de Fátima le decía a Lucía: ¿Porqué Nuestra Señora no les enseña el infierno a toda la gente, para que ninguna se pierda?

Alexandrina escribió en su diario, el 5 de junio de 1953: “Amantísimo Señor, soy tu víctima, quiero que todas las almas se salven, las de mi familia, Jesús, las de mi tierra, las que me son queridas, las que me piden oraciones y las del mundo entero, Jesús. Si me quieres aquí, hasta el fin del mundo, presa, estoy lista, ya lo sabes, ya te lo había dicho… Ay, mi Jesús, si Tú les muestras una sola vez, el camino del infierno, verías que todos cambian su camino, ¡Ya no sé que más hacer, mi Jesús!”.

Escribía esto después de recibir cerca de 5000 visitantes y de haber hablado, grupo a grupo, durante nueve horas.

 

LA CRUZ ESTABA DISPUESTA, FALTABA LA VÍCTIMA

Esta inmolación de Alexandrina había sido prevista y preparada por el Señor, con las palabras que Jesús le dirigió el 5 de diciembre de 1947, durante mi dirección espiritual:

“Es mi víctima, a quien confié la más alta misión (la conversión de los pecadores) y como prueba de esto atiende bien lo que te digo, para que lo digas: “Hace casi un siglo mandé a esta privilegiada feligresía una cruz para señal de tu crucifixión, no la mandé de rosas, porque no las tenía, las mandé de espinas; no la mandé de oro, porque ese oro, como las piedras preciosas, son tus virtudes, y los adornas con tu heroísmo. La cruz fue de tierra, porque la misma tierra la preparó, estaba preparada la cruz, faltaba la víctima pero en los planes divinos había sido escogida: fuiste tú. El mal aumentó, la ola de los crímenes llegó a su máximo, tenía que ser inmolada la víctima, llegaste y fui al mundo a crucificarte, fue la maldad humana la que preparo tu crucifixión, ¡Cómo son grandes los designios de Dios! Son grandes y admirables en mi sabiduría infinita, ¡qué encantos tienen! ¿Podría asemejarte más a Mí? De esta cruz, de esta inmolación tengo dos provechos: el amor a la cruz, el amor a mi imagen crucificada y la gran reparación”.

 

BALASAR, PARROQUIA PRIVILEGIADA

La referencia de Jesús a la cruz trazada sobre la tierra, le fue repetida a Alexandrina el 14 de enero de 1955, pocos meses antes de su muerte. El hecho me llevó a buscar elementos históricos relativos a una capilla en honra de la Cruz existente en la Parroquia y siempre cerrada. Finalmente, en los archivos de Braga pude encontrar una acta notarial del año de 1832, es una relación detallada y firmada por testigos, dirigida al Pro-vicario Episcopal de gobierno de la diócesis, entonces vacante.

Este es un extracto: “Comunico a usted un caso inexplicable, ocurrido en esta parroquia de Santa Eulalia de Balasar, el día de Corpus yendo la gente a Misa por el camino que pasa por el monte Calvario, divisaron una cruz en la tierra, esta cruz era de color más blanco, mientras parecía que había caído rocío en la demás tierra.

“Mandé barrer todo el sitio, pero comenzó a aparecer como antes la forma de cruz, después lanzaron agua en abundancia en todas partes, pero la parte en donde estaba en forma de cruz apareció de color más oscuro, que conserva hasta el presente, el tamaño es de 15 palmos de largo por 8 de ancho.

En los días turbios, se ve con claridad la forma de cruz a cualquier hora del día y en los días de sol se ve solamente hasta las 9 horas y de tarde, al declinar el sol. Divulgada la noticia de la aparición de esta cruz, comenzó a concurrir la gente a verla y venerarla, adornándola con flores y dándole limosnas”.

Con el dinero recogido, los habitantes, con el permiso de la Curia, erigieron una capilla para conservar y defender, de modo respetuoso aquella señal sagrada, un recuerdo que pronto quedó sepultado en el olvido, excepto el nombre “Calvario”, dado a la colina y al lugar donde transcurrió la vida de Alexandrina.

Llamado a una vida nueva, aquel lugar lanza un mensaje: “¡Del leño de la cruz, nuestra salvación!”.

Leíamos en su diario del 14-9-1949:

“En todo el viaje (del Calvario) nunca asentí la presencia de Jesús, sólo en el Calvario, ya clavada en la cruz y levantada en lo alto, sentí como si Jesús se revistiera de mi cuerpo y me comunicara sus llagas, espinas y lágrimas de sangre. Y la Madrecita, junto a la Cruz, unía sus lágrimas con las de Jesús, había en sus Santísimos Corazones el mismo dolor, las mismas ansias, las ansias de hacerme lugar, de resguardarme para siempre con ellos del mundo entero tan revuelto y cruel. ¡Cómo amaba Jesús, como amaba la Madrecita! ¡Qué amor infinito!”.

Leemos en el diario de Alexandrina, 10 de enero de 1952: ”Al final de la Pasión, Jesús habló a mi corazón: cuántos avisos, cuántos pedidos del mendigo divino y Jesús va inmolando a su víctima, Jesús la va crucificando continuamente, y el mundo, mundo cruel, continúa con sus desvaríos, continua en la opulencia, en la vanidad, en el libertinaje… Ay del mundo sin la Santa Misa, sin la Eucaristía, sin mis víctimas… hija mía, pide misericordia, pide la compasión de la Santísima Trinidad… El Señor está contigo, da dolor a tu corazón hasta reventarlo en añicos nuevos, como reventaron en el árbol de la cruz…”.

 

FÁTIMA Y BALASAR EN LAS PALABRAS DE JESÚS

La relación de las celestes revelaciones entre las dos localidades tiene su confirmación explícita en un éxtasis de Alexandrina. En los dos últimos años de su vida sufrió en su cuerpo y en su espíritu una tremenda inmolación por los que no tienen Dios, que intentan tener el dominio del mundo y por las luchas internas de la Iglesia. Fue en ese período, antes que cesaran los éxtasis públicos, que Jesús le dice a Alexandrina: “¡Portugal ingrato, mundo cruel, que sería de ustedes sin la víctima de este Calvario! ¡Portugal, cuantas gracias has recibido de tu Dios! ¡Fátima, Fátima! ¡Calvario, Calvario (esto es, Balasar)! Este Calvario, son medios para ti de gran reparación”. (9-10-1953)

Refiriéndose a los comunistas ateos, Jesús le dice el 15 de octubre de 1954: “Hija mía, tu reparación es para los que no tienen fe, para los que no creen en Dios, por los incrédulos, tú repara la Majestad divina por todo y por todos… fuiste escogida para la misión más noble pero la más difícil, tu vida es semejante a la de la Santa Iglesia, siempre combatida y nunca vencida hasta el final de los siglos”.

En cuanto a la previsión clara de las luchas en el interior de la Iglesia, Jesús le dice a la víctima de Balasar:

“Ten valor, Yo hablo por tus labios, cualquier cosa desagradable que surge, no es nada en comparación del bien que se hace, es el demonio rabioso que quiere quemar la simiente divina, en vano lo intentará, hágase oración, hágase penitencia, que principie la Iglesia, la tienen que corregir y perfeccionar, las casas religiosas, monjes y monjas no viven la vida de sus Fundadores, que haya vigilancia en la Iglesia”. (10-9-1954) (1)

Muchas veces dice Jesús: “¡Sin la víctima de este Calvario, pobre Portugal! Y sobre esto me escribe el P. Fernando Leite, S.J.: “Las cosas en Portugal van muy mal, pobres de nosotros, si el Señor no nos socorre, no hemos puesto en práctica el Mensaje de Fátima y el de Alexandrina, no nos hemos volteado para el Inmaculado Corazón de María” (25-5-1975)

 

FATIMA Y LA DEVOCION DEL CORAZON A MARIA

El 17 de diciembre de 1927, Jesús, con voz clara, le dice a la Hermana Lucía: “Hija mía, escribe lo que te piden (a su director), y todo lo que te reveló la Santísima Virgen (julio de 1917, en Fátima) en la aparición en que te habló de esta devoción, (al Inmaculado Corazón de María), escríbelo también, en cuanto al resto del secreto, continúa en silencio.”

La vidente de Fátima, diez años antes, le había dicho a la Blanca Señora: “Quiero pedirle que nos lleve al Cielo”. “Sí, a Jacinta y a Francisco los llevo pronto, pero tú quedas más tiempo, Jesús se quiere servir de ti para hacerme conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón, a quien la siga, le prometo la salvación y estas almas serán queridas de Dios, como flores puestas por Mí para adornar su trono.”

En las primeras publicaciones sobre los acontecimientos de Fátima, no se habló nunca de las manifestaciones del Corazón de María a los Pastorcitos, porque estaba unido al secreto recomendado por Nuestra Señora, Lucía por eso no habló de esto, por miedo a violarlo.

En 1926 y en el inicio de 1927, Lucía recibió la orden de manifestar la relevación sobre la devoción al Corazón de María (1925), y se encontró en serios problemas “porque temía revelar parte del secreto”.

En sus escritos sobre el Corazón de María sólo dice “que deberá un día promover su devoción”.

Uno de sus primeros directores escribe: “En 1927, la Hermana Lucía me habló de la devoción de los cinco primeros sábados en cinco meses consecutivos, le pregunté si había hablado de esto con alguien y me respondió que sí y que había puesto todo por escrito (por orden del confesor anterior) pero después habló con la Madre Superiora, sin decirle que contenía el escrito le pidió permiso para quemarlo y así lo hizo.

Entonces le mandé que escribiera todo de nuevo y me lo entregara, por humildad mostró repugnancia de escribir en primera persona, a esto le respondí que escribiera en tercera persona; es la historia auténtica y la razón por la cual ese documento está escrito en tercera persona” (P. Aparicio, Jesuita, 10-1-1938)

Por eso es cierto que hasta finales de este año, cuando se hablaba de Fátima, no se hablaba del Inmaculado Corazón de María, pero habló públicamente de esto el Obispo en septiembre de 1939.

Como confirmación, transcribimos parte de una carta de la Hermana Lucía, escrita en Tuy el 31-8-1941: Me escribió el señor Obispo, anunciándome el interrogatorio del Dr. Galamba y me mandó recordar todo lo que tenía en relación con Jacinta, para una nueva edición que querían imprimir; esta orden me cayó en el fondo de mi alma como un rayo de luz, pensando que era llegado el momento de revelar las dos primeras partes del secreto y aumentar la nueva edición con dos capítulos: uno sobre el infierno y otro sobre el Inmaculado Corazón de María, pero la repugnancia a manifestarlo me hizo dudar, los escritos están realizados, pero dudo de entregarlos, antes los tiro al fuego, no sé lo que haré ni que es lo mejor.

No dudo que la revelación del infierno y de las misericordias del Corazón Inmaculado de María le harán un gran bien a las almas, así como la virtud que llevó a practicarlo a Jacinta, pero, ¿podré esta vez, callar y poner cosas de menor importancia?

 

PARTE DEL SECRETO ES REVELADO

15 años después de las apariciones en Fátima, la autoridad eclesiástica consideró llegado el momento de volver público, al menos gran parte del secreto para el bien de las almas, y ordenó a Lucía que escribiera “cuanto antes lo que podía ser conocido”.

La Hermana Lucía, por obediencia escribió: “El secreto consta de tres cosas distintas” pero unidas íntimamente; dos voy a revelar, dejando la tercera en secreto.

“La primera fue la vista del infierno” (julio de 1917):

“ Nuestra Señora dijo que era necesario que rezáramos el Rosario para alcanzar las gracias necesarias durante el año, y continuó: “Sacrifíquense por los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María, al decir estas últimas palabras, abrió de nuevo las manos, como en los dos meses pasados, el reflejo pareció penetrar en la tierra y vimos un mar de fuego, abrasados en ese fuego los demonios y las almas, como si fueran brasas transparentes y negras, como bronceadas y con forma humana (debió ser, al encontrarme con esta vista, que di ese Ay que dicen haber oído)”.

Marto, el papá de Jacinta, afirmaba el autor de este opúsculo, que también su hija soltó un grito y se volvió blanca como un cadáver, de tal modo que él se quejó en voz alta: ¡Mi hija se muere, mi hija se muere!”.

“Esta vista fue sólo un momento, -escribe Lucía- y las gracias de nuestra buena Madre del Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos para el Cielo (en la primera aparición) si no fuera así, creo que habíamos muerto del susto”.

“La segunda cosa se refiere a la devoción al Inmaculado Corazón de María:

”La vidente continúa: ” levantamos la vista hacia Nuestra Señora, que nos dice, con bondad y tristeza: “Vieron al infierno, para donde van las almas de los pobres pecadores, para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón; si hacen lo que yo les digo, se salvarán muchas almas y vendrá la paz. La guerra (1914-1918) va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor, cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sepan que es la gran señal que Dios da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirlo, vine a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los primeros sábados, si atienden mis pedidos, Rusia se convertirá y habrá paz, si no, se desparramarán sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia, los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho y varias naciones serán aniquiladas… “.

 

CONSAGRACIÓN DE RUSIA

La Hermana Lucía escribe:

“Fue en esta época que Nuestra Señora me avisó que llegaba el momento en que quería que la Santa Iglesia Participara en su deseo de la consagración de Rusia y su promesa de conversión.”

La comunicación fue así: “13-16-1929, había pedido permiso a mis Superioras y al Confesor de hacer la Hora Santa de las 11 a la media noche, del jueves al viernes, estaba una anoche sola, la única luz era la de una lámpara, de repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural, después Nuestra Señora me dice: Llegó el momento en que Dios le pide al Santo Padre, que en unión de todos los Obispos del mundo, haga la Consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio”

Di cuenta de esto a mi confesor que me mandó escribir lo que Nuestra Señora quería que se hiciera, pero por medio de una comunicación íntima, Nuestra Señora me dice, quejándose:

“No quieren atender a mi pedido, como el rey de Francia, se arrepintió y habló, pero fue tarde, Rusia va a extender sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia: el Santo Padre va a sufrir mucho”.

El Obispo de Leiria-Fátima, D. José Correia da Silva, solamente en 1937 escribió a Pío XI:

“Existe en esta diócesis el santuario de Nuestra Señora de Fátima, que es el mayor centro de piedad en Portugal y cuya devoción está en muchas naciones. Las recomendaciones hechas por la Santísima Virgen en 1917, son la devoción del Santo Rosario, la aversión a la lujuria y la invitación a hacer penitencia, también Nuestra Señora prepara para la lucha contra el comunismo, del que ha sido preservado Portugal, a pesar de su cercanía con España. Los Obispos Portugueses prometimos el año pasado, después del retiro que hicimos en este santuario, promover una gran peregrinación nacional, si a nuestro país no lo invade la terrible calamidad del comunismo, pero gracias a la Santísima Virgen hemos estado en paz.

“De los tres niños a los que Nuestra Señora se apareció, fallecieron dos y la sobreviviente es religiosa en el Instituto de Santa Dorotea en España. Esta religiosa me pide comunicarle a Vuestra Santidad, que según una revelación celeste el Buen Dios promete terminar la persecución en Rusia si Vuestra Santidad se digna hacer y mandar que lo hagan igualmente los Obispos del mundo católico, en solemne Acto público de Reparación y Consagración de Rusia a los Santísimos Corazones de Jesús y María, y aprobar y recomendar la práctica de la devoción reparadora, que consiste en 5 primeros sábados de mes, recibir la Sagrada Comunión, rezar el Santo Rosario, hacer 15 minutos de compañía a Nuestra Señora, meditando los misterios del Rosario”.

La hermana Lucía, a su vez, el 2 de diciembre de 1940 le escribió a Pío XII:

“Soy la única sobreviviente de los niños, a quienes Nuestra Señora se dignó aparecer en Fátima (Portugal), los días 13 de mayo hasta octubre de 1917…

“Santísimo Padre, vengo a renovar un pedido que ya ha sido llevado varias veces a Su Santidad. Santísimo Padre, el pedido es de Nuestro Señor y de nuestra buena Madre del Cielo, en 1917, en la parte de las apariciones que hemos designado el “secreto”, la Santísima Virgen nos reveló el final de la guerra, que entonces afligía a Europa y anunció otra futura guerra, diciendo que, para impedirla pediría la consagración de Rusia a Su Inmaculado Corazón y la comunión reparadora los primeros sábados.

Prometió, si atendían sus pedidos, la conversión de esa nación y la paz, de lo contrario, anunció la propagación de sus errores por el mundo, guerras y persecuciones a la Santa Iglesia, el martirio de muchos cristianos, persecuciones y sufrimientos reservados a Vuestra Santidad y el aniquilamiento de varias naciones.”

“Santísimo Padre, hasta 1926 quedó esto en silencio, según la orden expresada por Nuestra Señora, pero después de una revelación, me pidió se propagara en el mundo la comunión reparadora los primeros sábado de cinco meses seguidos, confesándose, teniendo un cuarto de hora de meditación de los misterios del Rosario, rezándolo para reparar los ultrajes, sacrilegios e indiferencias cometidos contra Su Inmaculado Corazón. Las personas que practicaran esta devoción, nuestra buena Madre del Cielo les promete asistirlos en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para que se salven.”

“Expuse el pedido de Nuestra Señora a mi Confesor que empleó algunos medios para que se realizara, pero sólo el 13 de septiembre de 1939, el Obispo de Leiria se dignó, en Fátima, publicar este pedido de Nuestra Señora.

Santísimo Padre, aprovecho este momento para pedir a Vuestra Santidad se digne extender y bendecir esta devoción a todo el mundo.”

“En 1929, Nuestra Señora, por medio de otra aparición, pidió la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón, prometiendo por este medio, impedir la propagación de sus errores y su conversión.”

“En varias comunicaciones íntimas, Nuestro Señor insiste en este pedido, prometiendo, si Vuestra Santidad se digna hacer la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, con mención especial por Rusia y ordenar que en unión con Vuestra Santidad, lo hagan también todos los Obispos del mundo, lo que abreviará los días de tribulación, que ha determinado castigar las naciones por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Santa Iglesia y a Vuestra Santidad.”

“Permítame hacerle otro pedido, que es un deseo ardiente de mi pobre corazón: Que la fiesta en honor del Inmaculado Corazón de María se extienda a todo el mundo, como una de las fiestas principales en la Santa Iglesia”.

De este documento se deduce:

— Nuestra Señora, en Fátima en 1917, prometió que volvería a pedir, en previsión de una nueva guerra, la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón;

En 1929, Nuestra Señora, según su promesa, volvió a pedir la consagración que habría impedido que Rusia propagara sus errores en el mundo;

— En 1937, el Obispo de Leiria (Fátima) envió a Pío XI el pedido para esta consagración;

— El 13 de septiembre de 1939, el Obispo de Fátima hizo del dominio público este deseo de Nuestra Señora y anunció la práctica de los primeros sábados;

— Solamente hasta 1940, la Hermana Lucía renovó al Santo Padre el pedido del Obispo en 1937;

— En su pedido, la Hermana Lucía, agrega como un deseo personal que la fiesta en honor del Corazón de María se extienda a todo el mundo.

 

DE BALASAR LA CELESTE INVITACION A LA CONSAGRACION DEL MUNDO

Como se lee en su autobiografía desde 1928, narra Alexandrina: “Todas las mañanas me consagraba a Nuestra Señora, diciéndole:

“Madrecita, te consagro mis ojos, mis oídos, mi boca, mi corazón, mi alma, mi virginidad, mi pureza, mi castidad…

Madrecita, acepta, soy tuya, Tú eres el cofre sagrado, el cofre bendito de nuestra riqueza, Te consagro mi presente y mi futuro, mi vida y mi muerte…

Madrecita, abre tus santísimos brazos, tómame y estréchame en tu santísimo Corazón, cúbreme con tu manto y acéptame como tu hija muy amada, muy querida y conságrame toda a Jesús…

Madrecita, habla en mi corazón y en mis labios, has más fervorosas mis oraciones y más valiosos mis pedidos…”

En el inicio de 1952 escribe en su diario: “Jesús y la Madrecita, no quiero salir de sus corazones, nadie me arrancará de ellos, bien saben que prefiero el infierno que ofenderlos un solo instante, soy su víctima”. (22-2-1952)

Pocos meses después, el 13-6-1952, explica: “No tengo grandes cosas, pero aprovecho todas las migajitas de sacrificios para ofrecerle a Jesús, por medio de las manos, labios y el Corazón Inmaculado de la Madrecita, todo por muchas cosas y para su gloria y el bien de las almas.”

Alexandrina nos enseña que la Consagración a Nuestra Señora no es tanto la recitación y la repetición de una fórmula, es el vivir en María, con María y por María y este estilo de vida la llevó a la unión mística con Jesús y con la Santísima Trinidad.

Fue ciertamente al vivir esta experiencia que Jesús le confió el encargo de pedirle al Papa la consagración del mundo al Corazón de María y que el Espíritu Santo la guió desde 1935 para ofrecerse como víctima para obtener este gran beneficio para la humanidad.

En 1929 Nuestra Señora le pidió a Lucía de Fátima, la consagración de Rusia y en 1940 le dice en su carta al Santo Padre:

“Nuestro Buen Dios promete que si Vuestra Santidad se digna consagrar el mundo al Inmaculado Corazón de María, con mención especial por Rusia, abreviar los días de tribulación que ha determinado castiga al mundo por sus crímenes…”

Por el contrario, en Balasar, este deseo del Señor fue expresado por Jesús a Alexandrina el 30 de julio de 1935, ella narra que después de la Sagrada Comunión, oyó que Jesús le decía:

“Manda decir a tu Padre espiritual que en prueba del amor que le dedica a mi Madre Santísima, quiero que sea hecho, todos los años, un acto de Consagración del mundo entero en uno de los días de sus fiestas, escogido por ti: la Asunción, la Purificación, la Anunciación, pidiendo a esta Virgen sin mancha de pecado, que avergüence y confunda a los impuros, para que cambien el camino y ya no me ofendan. Así como le pedí a Santa Margarita María para que el mundo fuera consagrado a mi Divino Corazón, así te pido a ti que sea consagrado a Ella con una fiesta solemne.” (1)

Durante un año, el director espiritual, P. Mariano Pinho, calló el asunto, causando dudas e indecibles sufrimientos a Alexandrina.

Un año después, el 10 de octubre de 1936, Alexandrina le escribe a su Director: “En estos días, me dice Jesús: “Te voy a decir mis deseos, mis divinos deseos, hijita, manda decirle a tu padre espiritual que desparrame en todos los confines del mundo, que este flagelo (la revolución comunista española) es un castigo, es la ira de Dios. Yo castigo para llamarlos: a todos quiero salvar, morí por todos, ya no quiero ser ofendido y lo soy horrorosamente, en España y en todo el mundo, ¡qué crueldad! Corre tanto peligro de extenderse estas barbaridades (guerra mundial y lo que le seguirá)… voy a decirte como será hecha la consagración del mundo a la Madre de los hombres y Madre Santísima mía y que amo tanto. Será en Roma por el Santo Padre y por los Padres en todas las iglesias del mundo, que no haya recelos, mi deseo será cumplido.” (2) (de un documento de 10-9-1936)

El 5 de mayo de 1938, mientras el P. Pinho se preparaba para predicar los ejercicios espirituales a todo el Episcopado portugués, Alexandrina le escribía:

“Me dice Jesús: te doy los tesoros de mi Corazón, acógelos, son tuyos, dáselos a quien quieras.”

Alexandrina le preguntó a Jesús: “¿Puedo dárselos a mi Padre espiritual? Para que los reparta como él quiera a las personas que me son tan queridas y a los Obispos, para que se los den a cada uno de sus Padres y los padres a las almas. –Sí, hija amada…”

“El horno de mi Corazón hoy esta encendido, pero es sólo fuego, todo lo demás parece muerto, déjalo, son los cariñitos de mi Jesús, y todo lo que le voy ofreciendo por el buen resultado del retiro de los Obispos, es toda mi idea, ayudarlos con mis sufrimientos del cuerpo y del alma, que son muchos”.

Al final del Retiro, los Obispos Portugueses, por propuesta del P. Mariano de Pinho, se dirigían al Santo Padre:

“Humildemente postrados a los pies de Vuestra Santidad, pedimos insistentemente, cuando juzgue oportuno, que el mundo sea consagrado al Corazón Purísimo de María, para que sea liberado de los peligros que de todas partes lo amenazan, por la mediación de la Madre de Dios”.

El texto de esta carta fue escrito por el P. Pinho en latín y solamente una frase fue atenuada por el Siervo de Dios D. Manuel Mendes da Conceicao Santos, Arzobispo de Évora y gran Cooperador Salesiano.

Fue después de esta insistencia, hecha con tantas particularidades, que el día 10 del mismo mes, el P. Pinho envió al Santo Padre el pedido para la Consagración.

Es interesante notar como en la fórmula que Pío XII usó para esta Consagración se encuentran los títulos predichos por Alexandrina, “Reina del Cielo y de la tierra, Reina de la Paz, Señora de la Victoria, esto es, vencedora de las grandes batallas de Dios”.

El mes de mayo de 1942, Alexandrina, en un éxtasis, predice, refiriendo las palabras de Jesús, la consagración del mundo que haría el Papa, en lengua portuguesa, el 31 de octubre siguiente:

“El corazón del Papa, el corazón de oro –me dice Jesús- está resuelto a consagrar el mundo al Corazón de María, qué dicha, qué alegría para el mundo ser consagrado, pertenecer más que nunca a la Madre de Jesús. Todo el mundo le pertenece al Corazón Divino de Jesús, todo le va a pertenecer al Corazón Inmaculado de María”. (12-5-1942)

A través de la unión íntima con Jesús, Alexandrina llegó a una identificación con Él que la convirtió en participante, como esposa, de su dominio real. María, a su vez, la hace participar de su misión de dispensadora de gracias, como lo confirma este pasaje de su diario:

“Vino la Madrecita, era el Inmaculado Corazón de María, me mostró nuevamente su Santísimo corazón coronado de espinas y le pedí que me lo diera, Ella pasó todas las espinas a mi corazón y me dijo: Hija mía, te pido lo mismo que te pidió Jesús: dolor y reparación, consuélanos siempre y pide a las almas piadosas que se enfervoricen y nos amen y a los pecadores que se conviertan y no nos ofendan. Como premio de tu sufrimiento y para darles a las almas las gracias celestes y moldear sus corazones, te hago a semejanza de Jesús, depositaria de mis gracias…”

Las manos de la Madrecita estaban llenas de gracias, que  pendían como rayos de sol, unió sus manos a las mías, palma con palma y me dijo: “Son tuyas mis gracias, repártelas a quien quieras, dalas a tus seres queridos, quiero que lo hagas porque mi Jesús y Yo los amamos, dalas a todo los que te las piden en la medida en que te las vayan pidiendo, distribúyelas por el mundo entero, te hago rica con mis riquezas y con las de Jesús”… Ya pasó mucho tiempo, pero aún siento en cada mano un peso inmenso”. (Diario, 5-5-1951)

En Fátima, en el mes de julio de 1917, Nuestra Señora le dirá a los Pastorcitos: “Para salvar (a los pecadores) Nuestro Señor quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”.

En Balasar, en el año de 1935, Nuestro Señor le pide a Alexandrina que se consagre el mundo a su Madre Bendita.

El hecho es confirmado por la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos, en el perfil biográfico de Alexandrina y proclama oficialmente:

“En el año de 1936, por orden de Jesús, Alexandrina le pidió al Santo Padre, por medio del P. Pinho, la Consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. Este pedido fue renovado muchas veces hasta el año de 1941, por lo que la Santa Sede interrogó tres veces al Arzobispo de Braga acerca de Alexandrina y por fin la Consagración fue hecha por Pío XII en Roma, el día 31 de octubre de 1942”.

El acto de Consagración fue transmitido por la radio en lengua portuguesa, en Fátima, estando presentes miles de peregrinos, por amor a la verdad, debe rectificarse el error de muchas personas que atribuyen a la Hermana Lucía el pedido del Cielo para esta consagración.

Visité a la vidente de Fátima en su Carmelo de Coimbra, el día 4 de agosto de 1978 y le pregunté: Quisiera que me dijera, si alguna vez Nuestra Señora le pidió la Consagración del mundo a su Inmaculado Corazón.

Y contestó la Hermana Lucía: Nuestra Señora no me pidió esa Consagración, sólo me pidió la Consagración de Rusia.

 

SAN JOSE EN FATIMA

En la quinta aparición, Nuestra Señora había prometido a los Pastorcitos que volvería en octubre con San José y el Niño Jesús. Al despedirse, los pastorcitos la seguían con la mirada mientras subía en el esplendor de la luz solar y cuando Ella desaparecía en el espacio, se les muestra al lado del sol la Sagrada Familia, a la derecha la Santísima Virgen, vestida de blanco con el manto celeste y el rostro más brillante que el sol, a la izquierda, San José con el Niño, con la apariencia de un niño de dos años de edad y todos bendecían al mundo con las manos.

 

Y EN BALASAR

Jesús le pide varias veces a Alexandrina, reparación por los pecados cometidos por los esposos y por las familias, por medio de ella el Señor invita a imitar las virtudes de la Sagrada Familia: Jesús, María y José.

Escribe en su diario del 19 de marzo de 1948: “de repente, como caídos del Cielo, estaban frente a mí la Madrecita y San José, la Madrecita vestía de azul y blanco y San José de color oscuro, sostenía en la mano izquierda una azucena, de repente, en medio de ellos, apareció Jesús, hermosísimo, y me habló: Hija mía, pide todo lo qué quieras para el mundo a mi padre adoptivo, pídele a los hombres que me pidan en su nombre…”.

“La Madrecita se aproximó a mí y me besó y me acarició, San José se inclinó hacía mí y me dejó sobre el pecho la azucena que traía y desaparecieron, sólo quedó Jesús, pero ya como de costumbre, ya no era pequeñito..”

Alexandrina escribía el 19 de marzo de 1954: “Jesús vino como de costumbre a comunicarme su vida, venía acompañado de San José y me dice: “Lo que le hicieras a mi Madre bendita y a mi padre adoptivo, me lo haces a Mí”.

 

NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN EN FATIMA

En la última aparición (1917), después de la visión de la Sagrada Familia, Lucía ve venir a Nuestro Señor para bendecir al pueblo y después a Nuestra Señora, pero bajo dos aspectos: “Parecía la Señora de los Dolores, pero sin la espada en el pecho y creo haber visto también otra figura, la Señora del Carmen”.

 

Y EN BALASAR

Alexandrina narra en su diario el 12 de noviembre de 1954: “Apareció al lado de Jesús la Madrecita querida, la Madre de los Dolores, Jesús le dio el lugar y desapareció:

“Querida hija mía, sufro infinitamente con Jesús, con los males del mundo, acepta mis saetas, sufre, déjame colocarlas en tu corazón y así consuelas el Corazón de la Madre y el Corazón del Hijo”.

“Madrecita, acepto todo para alegrarte y en un momento, la madre de los Dolores se transformó en Nuestra Señora del Carmen, con el Niño Jesús a su lado y continúo diciéndome: “Hija mía, habla a las almas y diles que todas las cosas que pidan a Jesús en mi nombre y en nombre de las almas del Purgatorio, todas las cosas que permitan la conversión de los pecadores, les serán concedidas”.

El Niño Jesús estaba inquieto en los brazos de su madre, quería venir conmigo, la Madrecita le cumple su deseo, lo pasa a mis brazos, y Él me besa, me acaricia y quedando sobre mi pecho me dice: “¿Me dejas quedarme aquí?”

¡Oh Jesús, en el exterior no, pero dentro de mi corazón siempre, siempre, no te separes de mí!”.

Quedé sola, desaparecieron y les dije: “¡Amo a Jesús, amo a la Madrecita, creo, creo eternamente!”.

El primer sábado, 5 de diciembre de 1953, Alexandrina dictó para su diario: “Recibí a Jesús y me habló así: Hija mía, mi joya, pupila de mis ojos, está en tu corazón el Esposo fiel, fidelísimo, estoy aquí para prender, atar más, mucho más, con fuertes cadenas de amor mi divino Corazón al tuyo.

Me voy y me quedo, me ausento y estoy presente, voy a dejarte y no te abandono un momento, me cuesta proceder en esta forma, es por las almas, es por los pecadores que necesitan de tu martirio. Me cuesta mucho esta separación fingida, te dijo y le dije a mis discípulos: “Me voy pero me quedo”, partí para el Cielo y me quedé en la Eucaristía, me voy y me quedo en el sagrario de tu corazón, ten siempre presentes mis palabras, mis pedidos, las exigencias de Jesús…”.

Vino después la Madrecita: “Hijita, ven predilecta de Jesús, soy la Madre del Rosario, soy la Madre del Carmelo. Después de colocarte en mi regazo y estrecharte en mi corazón, dejo en tus manos el Rosario que tengo en mis manos benditas: coloca sobre él el Escapulario”.

 

EL ESCAPULARIO DEL MONTE CARMELO

Pío XII llama al Escapulario “nuestra señal de consagración al Inmaculado Corazón de María”.

En su mensaje enviado al primer Congreso Mariano, que tuvo lugar después de la promulgación de la Lumen Gentium, Paulo VI, explicando el párrafo 67 que dice:

“Todos los fieles de la Iglesia tengan en gran estima las prácticas y los ejercicios de piedad para con Ella (Nuestra Señora), recomendadas por siempre por el magisterio de la Iglesia” El Santo Padre nos dice: Entre ellas, juzgamos oportuno acentuar de modo particular el Rosario Mariano y el uso devoto del Escapulario del Monte Carmelo, una forma de piedad que, por su sencillez se adapta verdaderamente al espíritu de cada uno y es apoyada por los fieles para obtener un aumento de frutos espirituales”.

San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia, empeñado en practicar las virtudes de María, simbolizadas en el Escapulario, dice: “El Señor me hizo comprender toda la ternura de su Corazón, nunca había sabido que en este Corazón Divino hubiera tanta ternura para con los hombres”.

Así sucede con los privilegiados niños de Fátima que recibieron, casi de improviso, un milagro de luz sobre el misterio eucarístico.

Lo mismo le sucede a Alexandrina, transformada en Serafín de Jesús Sacramentado, gracias a su total consagración a María. El Escapulario, cuando es pedido y se trae como expresión de filial intimidad con María, se vuelve señal de gracia celeste, al ser ofrecido por Ella para ese fin.

María está moralmente presente para quien trae el Escapulario, que es señal externa de consagración a Aquella que quiere obtener para todos sus hijos encontrar a Jesús y crecer bajo la acción de Espíritu Santo, en la identificación con el Hijo de Dios.

 

LA GUERRA PREDICHA POR JACINTA Y LA HERMANA LUCIA

Los meses de enero y febrero, cuando se encontraba Jacinta en Lisboa, para ser internada en el hospital, parecía tener bajo sus ojos la futura guerra. La Superiora del Orfanato, donde fue recogida, escribió el 30 de noviembre de 1937, que Jacinta le dijo que repitiera que si los hombres no se enmiendan, Nuestro Señor mandará al mundo un castigo, como no se vio igual y primero en España, y hablaba de grandes acontecimientos mundiales, que acontecerían alrededor de 1940, pero sin especificarlos, decía también que el Santo Padre iba a sufrir mucho.

A su vez, la Hermana Lucía escribió al P. José Bernardo Goncalves, S.J. lo siguiente que sacamos del libro “Jacinta de Fátima” escrito por el P. Fernando Leite, 4ª. Edición, Braga 1966, pags, 219-220:

“La guerra terminará cuando la sangre derramada por los mártires sea la suficiente para aplacar la Justicia Divina” 21-1-1940.

“Él (Nuestro Señor) puede hacer que la causa (la consagración de Rusia) fuera aprisa, pero para castigo del mundo, dejará que siga su curso, su Justicia, provocada por nuestros pecados, así lo exige. 21-1-1940.

“Supongo que es del agrado de Nuestro Señor que haya quien se vaya interesando junto a Su Vicario, para la realización de sus deseos (Consagración de Rusia y del mundo al Inmaculado Corazón de María).”

“Pero el Santo Padre no lo hará pronto, duda de la realidad y tiene razón. Nuestro Buen Dios podía, por medio de algún prodigio, mostrar que es Él quien lo pide, pero se aprovecha de este tiempo para usar su Justicia y castigar al mundo de tantos crímenes y prepararlo para un regreso a Él.

La prueba que nos concede es la protección especial del Inmaculado Corazón de María sobre Portugal, por la consagración que le hicieron, la gente de que me habla, tiene razón de estar asustada, más nos pasaría si nuestros Prelados no hubieran atendido los pedidos de nuestro Buen Dios e implorado tanto de corazón su misericordia y la protección del Inmaculado Corazón de nuestra buena Madre del Cielo.

Pero ahora en nuestra Patria existen muchos crímenes y pecados y al ser la hora de la Justicia de Dios sobre el mundo, es preciso continuar orando, pero eso yo hallaba bien que infundiesen en las personas, una gran confianza en la misericordia de nuestro buen Dios y en la protección del Inmaculado Corazón de María, además de la necesidad de oración acompañada del sacrificio, sobretodo el que es preciso hacer para evitar el pecado. Es un pedido de nuestra buena Madre del Cielo, desde 1917, salido de su Inmaculado Corazón con una tristeza y ternura inexplicable: “No ofendan más a Nuestro Señor, que ya está muy ofendido”. (18-8-1940)

“En una comunicación íntima, Nuestro Señor me hace conocer que el momento de la gracia, de que me había hablado en mayo de 1938, estaba por acabarse, la guerra con todos sus horrores que la acompañan, empezaba pronto, prometió una protección especial del Inmaculado Corazón de María para Portugal, en atención al acto de consagración que hizo el Episcopado a este Corazón Inmaculado, pero, como también Portugal es culpable, deberá sufrir algunas consecuencias de la guerra, que terminará cuando el número y la sangre de los mártires haya aplacado la Justicia divina…” (6-2-1939)

El 20 de junio de 1939 le escribe al P. Aparicio: “Nuestra Señora prometió aplazar para más tarde el flagelo de la guerra, pero si fuera propagada y practicada esta devoción, la vemos aplazando este castigo, así que hay que ir haciendo esfuerzos para propagarla, pero tengo miedo de que no podamos hacer más de lo que hacemos y Dios, que no está contento, levante el brazo de su Misericordia y deje que el mundo quede asolado con este castigo que será horrible”.

El Director comenta: “Las palabras son señaladas por Lucía” me hace la impresión del modo como afirma y pronostica los acontecimientos, no duda, habla categórica, como quien está viendo el futuro, pienso que Nuestra Señora se lo ha mostrado”.

Pero nos preguntamos, ¿porqué tardó tanto en publicar esto? Lucía responde en un escrito del 6-7-1942: “Puede ser que a algunos les parezca que yo debía haber manifestado todas estas cosas hace mucho tiempo, porque habrían tenido más valor, así sería, si Dios hubiera querido presentarme como profeta, pero creo que no fue así, si así fuera, pienso que, cuando en 1917 me mandó callar, por medio de los que lo representaban, me hubiera mandado hablar. Juzgo entonces, que Dios quiso servirse de mí para recordar al mundo la necesidad que hay de evitar el pecado y reparar las ofensas hechas a Dios, por medio de la oración y de la penitencia”.

 

LA GUERRA PREDICHA EN BALASAR

En una carta a su Director, Alexandrina predice el 10 de septiembre de 1936: “Corre tanto peligro de extenderse estas barbaridades” y se refería a los acontecimientos en España. En enero de 1939 insiste: “El mundo está suspendido por un hilo finísimo”.

En la fiesta del Corazón de Jesús, el 16 de junio de 1939, el Señor la trata como responsable y representante de la humanidad y la amenaza, diciéndole: “En que montón de ruinas no quedará el mundo, conviértete, cambia el rumbo, te pido en el día de mi Divino Corazón, ¡Conviértete! Te pido cuentas de todo”.

La noche del 28 de junio de 1939, Alexandrina tiene una visión que así describe:

“Esta noche la pasé siempre alerta, pocos minutos tuve de descanso, no siento consuelo, me gusta no dormir, para estar alerta, siempre alerta con mi Jesús en los Sagrarios.”

“No sé bien, pero me parece que serían las dos de la mañana, Dios mío, ¡qué horror!, no sabía lo que era, pero parecía la destrucción del mundo, todo se arrasaba, casas, árboles, techados, todo quedaba en montones de ruinas, ¡caso asustador! atrapados en todo esto, veía en número sin cuenta, gente agitarse debajo de aquel tejado y por encima de ellos serpientes hediondas, eran grandes y tan feas, pero no vi salir a nadie de aquellas ruinas, un poco después, vi venir a lo lejos a la querida Madre del Cielo, venía suspendida en lo alto, vestida de blanco, la cabeza baja y la mirada triste. Venía caminando para el frente y al mismo tiempo todas las ruinas desaparecían, todo quedó plano, lo que eran ruinas hediondas, estaba ahora iluminado, pasado algún tiempo se volvió a repetir la destrucción, las ruinas, pero no a al vista de la querida Madrecita”.

La guerra estalló en toda Europa, el 4 de julio de 1940, Alexandrina fue arrebatada en un éxtasis, estaba presente su director espiritual, al que le dictó: “Después de una breve oración y de la oferta de mi misma con las otras víctimas, en unión con la Madre del Cielo, para obtener que Jesús libertara a Portugal del terrible flagelo de la guerra, fui súbitamente escuchada. Jesús tiene prisa en responderme: “Pide y recibirás, pide con confianza, Portugal estará a salvo, pero, ¡Ay de él si no corresponde a tan grande gracia! Confía, es Jesús quien te lo dice y no engaña”.

Y la profecía se verificó, en el éxtasis del 6 de noviembre de 1940, Alexandrina suplica a Jesús para darle la paz al mundo y proteger al Papa, el Señor le responde: “La paz viene, pero a costa de mucha sangre, el Santo Padre será protegido, el dragón soberbio y rabioso, que es el mundo, no tocará su cuerpo, pero su alma será su víctima.”

Cuando en 1943, Hitler había preparado todo para raptar a Pío XII, Alexandrina escribe una larga carta al Santo Padre, para asegurarle que nada le sucedería.

 

EL CUARTO DE ALEXANDRINA AUN HABLA

Es un lenguaje cada vez más elocuente, siento el deber de hablar de esto, para deshacer la afirmación de los que consideran sobrepasado el tiempo de la mística y para responder a los grupos de sociólogos improvisados, que contradicen mi reciente experiencia.

“Una tarde tuve la idea de participar en una mesa redonda, la discusión la controlaba un joven sacerdote, tres jóvenes barbudos y algunas muchachas pintadas de modo excéntrico. Los términos más usados eran: horizontalismo, alineación, espiritualidad de evasión, misticismo cómodo y la sustancia de la conversación fue que el contacto con Dios podía constituir un alivio para no ocuparnos de los hermanos, la mirada al cielo distrae la empresa de la construcción del mundo, menos misticismo y más disponibilidad a los sufrimientos ajenos.”

La tumba de Alexandrina es una prueba de su inconmensurable caridad espiritual para con los pecadores y una llamada a cuantos la visitan para la práctica de la caridad con los necesitados y los que sufren: una llamada a realizar lo que ella realizó durante toda su vida.

En la serie de impresos encasillados en cuadros a la entrada del cuarto, leemos algunos pensamientos que esta excepcional mística escribió en sus diarios:

“Pobres hombres y pobres almas, si nos preocupamos solamente del Cielo, cuantos morirían de hambre y de frío, cuantas almas caerían en la desesperación, ¡Fuiste Tú, mi Jesús, quien predicó y enseñó la caridad!”

“La limosna y la caridad bien practicada es la base de todo, nada hay que ayude a lo espiritual como auxiliar en lo material cuando es necesario. Cuanto bien se le puede hacer a las almas, quitándoles el hambre, cubriendo su cuerpo y protegiéndolos de tantas miserias, ¿no merece Jesús todo esto?”

“Quisiera consolar y confortar a todos, quiero dar alegría a todos los corazones”.

“Quiero practicar el bien, quiero que todos mis actos lleven bondad y dulzura, no soporto saber que los pobrecitos tiene hambre y no tiene que cubrirse, no soporto saber que mis semejantes estén en grandes aflicciones, sean las que fueren, mi corazón a pesar de ser tan malo, sufre, muere por no poder convertirse en pan, agasajos, consuelo y alegría, consolación y bálsamo para los que sufren. Jesús, amo a todos y a todos quiero consolar por Tu amor”.

Transcribimos algunos testimonios:

“Recuerdo a Alexandrina, no tanto como mística, sino por sus virtudes cristianas y humanas, que supo practicar de un modo admirable”.

“En horas de graves angustias, yo estaba segura de encontrar siempre en Alexandrina, un corazón semejante al de mi Dios: hacía prodigios de caridad”.

“El Gobierno piensa en las escuelas, pero creo que sería mejor construir casas para los pobres”.

“Quien amaba tanto al Padre Celeste, debía necesariamente amar al prójimo, era conmovedor observar la generosidad y bondad con que recibía, en su lecho de dolor, tanto a los ricos como a los pobres, a las personas cultas como a las ignorantes, a los amigos y a los extraños”.

Debía de ser así, porque Alexandrina acostumbraba decir: “Amémonos en Dios y con su amor”. Y su corazón, precisamente porque siempre estaba unido al Corazón de Cristo, hasta una mística identificación con Él, se dilató desmedidamente y abrazaba a todos, se conmovía de todo, sentía en sí todo cuanto era del prójimo y daba siempre y se daba completamente. Sus coterráneos, en su muerte, se vistieron de luto durante un mes y comentaban: “¡Murió la madre de Balasar!”.

 

CONSAGRA TU PARROQUIA

El 10 de septiembre de 1936, Jesús le hacía esta profecía y promesa a Alexandrina:
“Te voy a decir como va a ser hecha la Consagración del mundo a la Madre de los hombres y Mi Madre Santísima, que amo tanto.

Será en Roma por el Santo Padre consagrando a Ella el mundo entero y después por los Padres en todas las iglesias del mundo bajo el título de Reina del Cielo y de la tierra, Señora de la Victoria, si el mundo corrupto se convierte y cambia el rumbo, Ella reinará y la victoria será ganada por Ella”.

A los testimonios de Balasar queremos unir los que la historia narra sobre la extraordinaria consagración al Corazón de María en la parroquia parisina de “Nuestra Señora de la Victoria” y a la fundación de la Archicofradía del Corazón de María.

Para el lector atento, el “título” de la parroquia no es nuevo: lo recogieron los labios proféticos de Alexandrina y lo escuchó pronunciar por Pío XII en la oración de la Consagración del mundo. No podemos dejar de ver aquí la trama de una Providencia divina, tanto más que el contenido de esta narración viene a probar lo que fue pedido y prometido en Fátima y Balasar.

En 1832 el Arzobispo de París, D. De Quelen, confió la parroquia al joven sacerdote Carlos Des Genettes, que se dedicó con todo el corazón y celo al bien de las almas de aquella zona árida e indiferente. Desanimado ante la inutilidad de sus esfuerzos, le pidió repetidas veces a su Prelado que lo transfiriera, pero el Arzobispo le respondía siempre: “Rece y confíe”.

Al cabo de cuatro años, viene del Cielo la respuesta, lo describe el mismo:

“Corría el mes de diciembre de 1836, por la fiesta de la Inmaculada (3), ya tenía algún tiempo de párroco y la pobre parroquia se encontraba en un estado miserable, cerca de 18 mil habitantes y ni una sola persona en la iglesia, 35 mujeres en la misa del domingo, ningún hombre cumplía el precepto pascual, yo estaba desolado, me invadió el desánimo, temiendo que mis pecados fueran la causa de este triste estado de las cosas, me decidí a pedir mi dimisión.”

“Un viernes de diciembre, me hallaba más triste y abatido que nunca, comencé la Misa, sólo con mi pequeño ayudante, cuando llegué al “Sanctus”, me asaltó una perturbación extraordinaria.

Me vi obligado a parar, estaba por continuar la Misa, cuando de repente oigo una voz fuerte y distinta, que me dice: “Consagra tu iglesia y parroquia al Santísimo e Inmaculado Corazón de María”. Espantado, me volteó para atrás con vivacidad, pero no veo a nadie, mi pequeño ayudante seguía jugando tranquilamente con sus dedos.

Se acabó, digo dentro de mí, me voy a volver loco, no más dudas, es preciso que hoy mismo presente mi dimisión al Señor Obispo. Ya más tranquilo con esta resolución, terminé la Santa Misa, sin prestar más atención a la voz extraña que había oído, di de rodillas mi acción de gracias.

Estaba totalmente solo y me preparaba para levantarme, cuando la misma voz, más fuerte y distinta, me repite en un tono de mando que me causa escalofríos: “Consagra tu parroquia al Santísimo e Inmaculado Corazón de María”.

Esta vez me convencí, no era ilusión, había entendido bien, cosa extraña, nunca le había tenido gusto a esa devoción, me parecía pueril, casi ridícula.

“Caí de rodillas, lleno de reconocimiento y de emoción. Después de una larga oración, regresé a casa resuelto a escribir sin falta los Estatutos de una Cofradía en honor del Inmaculado Corazón de María para la conversión de los pecadores.

Puse manos a la obra y yo que siempre había hallado difícil redactar, quedé maravillado al ver que escribí de una sola vez, sin corrección alguna, los Estatutos proyectados, una potencia invisible guiaba insistentemente mi mano. Son los mismos Estatutos que existen hoy y fueron aprobados por la Santa Sede.

No sabía que decir, pedí a la Virgen que me diera una prueba de que todo venía de Dios y dije para mí: Si el Señor Arzobispo aprueba la Cofradía, será la señal de que la obra es de Dios.

Fui ese día con el Arzobispo, temiendo un poco que Mons. De Quelen se riera de mí y de mi idea, no me atreví a hablarle de la voz misteriosa que había oído dos veces, me contenté a presentarle el proyecto de los Estatutos, con grande asombro mío, me dice: Quiero Padre, no solamente apruebo esta Cofradía, ordeno que se establezca y quiero que comience el próximo domingo.

“Estábamos a viernes, partí sorprendido y alegre, dos días después, anuncié en el púlpito, en la Misa solemne, a las treinta o cuarenta mujeres que componían el auditorio, que aquella misma tarde comenzarían las reuniones de la Cofradía del Santísimo Corazón de María para la conversión de los pecadores.

En el fondo de mi corazón, con mi pesar, no tenía mucha confianza, al descender, encuentro a los pies del púlpito a un señor, que no había visto al subir, se aproxima a mí y me pregunta, -¡cosa inaudita!- dónde y cuándo podría confesarse.

“En la tarde, latía ansioso mi corazón. No encontraré a nadie en la iglesia, me decía al dirigirme para allá, haré una bella figura con la Cofradía, pero cual fue mi sorpresa al entrar, vi mi pobre iglesia llena y había un tercio de hombres y jóvenes, no podía creerlo, leí y expliqué los Estatutos, se cantaron las laudes de Nuestra Señora y llegando a la invocación: “Refugium peccatorum, ora pro nobis, Refugio de los pecadores, ruega por nosotros”, lloraba como un niño, la Cofradía estaba fundada.

El Padre Des Genettes pretendía más, quería que la Cofradía se extendiera por el mundo entero, así aconteció, la Santísima Virgen distribuyó por su medio multitud de gracias y conversiones.

El 9 de julio de 1838, Pío IX coronaba solemnemente la milagrosa estatua de Nuestra Señora de las Victorias, diciendo: “La Archicofradía del Sagrado Corazón de María es obra de Dios, un pensamiento del Cielo se suscitó en la tierra y será una fuente de gracias para la Iglesia”.

El prodigio ocurrido en París el siglo 19 y las gracias que se dieron, estimulen a las parroquias y a las instituciones y a los fieles a consagrarse al Corazón Inmaculado de María.

Como conclusión de este humilde trabajo, me parece que queda perfectamente la oración escrita y divulgada por San Juan Bosco, grande devoto del Corazón doloroso de María y que previó las batallas de los enemigos de la Iglesia y profetizó que por medio de María se iría a la victoria:

“Oh María, Virgen poderosa,
Tú, la grande e ilustre defensora de la Iglesia,
Tú, Auxiliadora admirable de los cristianos,
Tú, terrible como ejército en orden de batalla,
Tú, que sola destruyes los errores del mundo,
Tú, en nuestras angustias en nuestras luchas, en nuestras necesidades,
Defiéndenos del enemigo,
Y en la hora de nuestra muerte,
Acógenos en las alegrías eternas, Amén”

 

Notas

(1) Jesús, en 1954 confirma: “Por medio de ti fue consagrado el mundo a mi Madre Bendita”. ¿La frase “con una fiesta solemne” significa el modo con que debe de ser hecha la consagración y la institución de una fiesta litúrgica en honor del Corazón de María? El primer Director no nos dejó ninguna explicación sobre esto y a mí se me escapó esta particularidad y nada le pregunté a Alexandrina. La Hermana Lucía es más explicita y le pide a Pío XII una fiesta, extensiva a todo el mundo en honor del Corazón de María.

(2) Pío XII, en mayo de 1948, recomendaba vivamente que la “Consagración se renovara en cada diócesis y parroquia y en cada familia”.

(3) 1832: el P. Carlos Des Genettes toma posesión de la parroquia parisina, en Balasar, el mismo año, aparece la cruz misteriosa. En 1836, el sacerdote oye la invitación de consagrar la parroquia al Corazón de María, en Balasar, en 1936, Jesús dice que los sacerdotes consagrarán al Corazón de María sus parroquias y que el Papa invocará a María como “Señora de la Victoria”. ¿Coincidencias o realizaciones de un plano divino?

Autor: P. Humberto M. Pasquale S.D.B.
Edición: Cavaleiro da Inmaculada
Provincia Salesiana Portuguesa


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¿La Iglesia Católica es Idólatra?

 

 

Quizá la acusación más repetida y trillada de parte del protestantismo hacia la Iglesia Católica es la de idolatría. “Los católicos adoran imágenes’ repiten hasta el cansancio, y hay que decir que dicho argumento a pesar de ser tan flojo, logra convencer a muchos católicos poco formados que desgraciadamente desconocen su fe, en parte por culpa propia y en parte por la nuestra como miembros de la Iglesia que somos.

IDOLATRÍA, ADORACIÓN Y VENERACIÓN

Según el diccionario de la Real Academia Española el significado de idolatría es:

Idolatría: Adoración que se da a los ídolos.

Donde a su vez, la palabra ídolo es definida como:

Ídolo: Imagen de una deidad, adorada como si fuera la divinidad misma.

Esta definición coincide con la composición de la palabra idolatría: Ídolo – Latría. Donde ídolo es aquello que toma el lugar de Dios, y latría significa culto de adoración.

Idolatría consiste en adorar algo o alguien diferente a Dios (ídolo), ya sea una persona o una cosa.

Según el diccionario de la Real Academia Española el significado de adorar es:

Adorar:
1.Reverenciar con sumo honor o respeto considerándolo como cosa divina.

2. Reverenciar y honrar a Dios con el culto religioso que le es debido.

De las definiciones anteriores podemos resumir que idolatría es adorar (considerar como Dios o como una deidad) a algo o alguien diferente de Dios. Los católicos profesamos que ni a los santos ni a las imágenes se les debe rendir adoración pues esta corresponde a Dios.

Venerar:
Respetar en sumo grado a una persona por su santidad, dignidad o grandes virtudes o a una cosa.
Mientras adorar es considerar como Dios a algo o a alguien, venerar es respetar en gran manera a algo o a alguien, no por ser Dios, sino por su relación con Dios. Podemos venerar a alguien por considerar que esta persona por su vida y virtudes es grata a Dios sin adorarla.

¿PERO NO ESTÁ PROHIBIDO HACER IMÁGENES?

Está prohibido adorar ídolos que es distinto. Las denominaciones protestantes interpretan fuera del contexto el mandamiento de Éxodo 20,4, como una prohibición a hacer imágenes.

“No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, y tengo misericordia por millares con los que me aman y guardan mis mandamientos”[1]

En el pasaje anterior todo lo subrayado es una sola prohibición. Dios prohíbe hacer imágenes para darle el lugar que solo a él le corresponde. Este mandamiento lo dio Dios no porque se tratara de algo malo en sí mismo, sino por causa de las circunstancias: los israelitas vivían en medio de pueblos paganos idólatras (creían que las estatuas eran dioses o tenían propiedades divinas, y por eso las adoraban) y tenían mucha tendencia a imitarlos. Para evitar que cayesen en el error de los paganos, Dios prohibió la representación de la divinidad por medio de pinturas o estatuas. En otros pasajes se puede observar dicha intención:

“No vayáis en pos de otros dioses, de los dioses de los pueblos que os rodean, porque un Dios celoso es Yahveh tu Dios que está en medio de ti. La ira de Yahveh tu Dios se encendería contra ti y te haría desaparecer de la haz de la tierra”[2]

“Pero si llegas a olvidarte de Yahveh tu Dios, si sigues a otros dioses, si les das culto y te postras ante ellos, yo certifico hoy contra vosotros que pereceréis”[3]

Estos pasajes dejan claro que la prohibición de hacer imágenes consistía en adorarlas o considerarlas como dioses, no hacerlas.

Otro pasaje que lo deja muy claro es el siguiente:

“Tened mucho cuidado de vosotros mismos: puesto que no visteis figura alguna el día en que Yahveh os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a pervertiros y os hagáis alguna escultura de cualquier representación que sea: figura masculina o femenima, figura de alguna de las bestias de la tierra, figura de alguna de las aves que vuelan por el cielo, figura de alguno de los reptiles que serpean por el suelo, figura de alguno de los peces que hay en las aguas debajo de la tierra. Cuando levantes tus ojos al cielo, cuando veas el sol, la luna, las estrellas y todo el ejército de los cielos, no vayas a dejarte seducir y te postres ante ellos para darles culto. Eso se lo ha repartido Yahveh tu Dios a todos los pueblos que hay debajo del cielo”[4]

DIOS MANDA A HACER IMÁGENES

Una prueba evidente de que Dios no prohibió en sí, la fabricación de imágenes la tenemos en la misma Biblia. Veamos varios ejemplos:

Dios mandó a hacer figuras de querubines sobre el arca de la alianza:

“Harás un arca de madera de acacia de dos codos y medio de largo, codo y medio de ancho y codo y medio de alto… Harás, además, dos querubines de oro macizo; los harás en los dos extremos del propiciatorio: haz el primer querubín en un extremo y el segundo en el otro. Los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio, en sus dos extremos. Estarán con las alas extendidas por encima, cubriendo con ellas el propiciatorio, uno frente al otro, con las caras vueltas hacia el propiciatorio”[5]

El templo de Salomón estaba lleno de imágenes de querubines:

“El cedro del interior de la Casa estaba esculpido con figuras de calabazas y capullos abiertos; todo era cedro, no se veía la piedra. Había preparado un Debir al fondo de la Casa en el interior para colocar en él el arca de la alianza de Yahveh… Hizo en el Debir dos querubines de madera de acebuche de diez codos de altura. Un ala del querubín tenía cinco codos y la otra ala del querubín cinco codos: diez codos desde la punta de una de sus alas hasta la punta de la otra de sus alas. El segundo querubín tenía diez codos, las mismas medidas y la misma forma para los dos querubines. La altura de un querubín era de diez codos y lo mismo el segundo querubín. Colocó los querubines en medio del recinto interior; y las alas de los querubines estaban desplegadas; el ala de uno tocaba un muro y el ala del segundo querubín tocaba el otro muro, y sus alas se tocaban en medio del recinto, ala con ala. Revistió de oro los querubines. Esculpió todo en torno los muros de la Casa con grabados de escultura de querubines, palmeras, capullos abiertos, al interior y al exterior…los dos batientes eran de madera de acebuche; esculpió sobre ellos esculturas de querubines, palmas y capullos abiertos, y los revistió de oro, poniendo láminas de oro sobre los querubines y las palmeras. Hizo lo mismo en la puerta del Hekal: los montantes de madera de acebuche que ocupaban la cuarta parte; Esculpió querubines, palmeras, capullos abiertos y embutió oro sobre la escultura”[6]

Eso sin contar las figuras de animales que tenía el templo de Salomón:

“Hizo el Mar de metal fundido que tenía diez codos de borde a borde; era enteramente redondo, y de cinco codos de altura; un cordón de treinta codos medía su contorno. Debajo del borde había calabazas todo en derredor; daban vuelta al Mar a largo de treinta codos; había dos filas de calabazas fundidas en una sola pieza. Se apoyaba sobre doce bueyes, tres mirando al Norte, tres mirando al Oeste, tres mirando al Sur y tres mirando al Este; el Mar estaba sobre ellos, quedando sus partes traseras hacia el interior”[7]

“En la cima de la basa había un soporte de medio codo de altura completamente redondo; y en la cima de la basa, los ejes y el armazón formaban un cuerpo con ella. Grabó sobre las tablas querubines, leones y palmeras… y volutas alrededor”[8]

¿Era olvidadizo Salomón? ¿O quizá no conocía el mandamiento que prohibía imágenes? Otro ejemplo lo vemos cuando Dios mismo le mandó hacer a Moisés una imagen de una serpiente de bronce:

“Envió entonces Yahveh contra el pueblo serpientes abrasadoras, que mordían al pueblo; y murió mucha gente de Israel. El pueblo fue a decirle a Moisés: «Hemos pecado por haber hablado contra Yahveh y contra ti. Intercede ante Yahveh para que aparte de nosotros las serpientes,» Moisés intercedió por el pueblo. Y dijo Yahveh a Moisés: «Hazte un Abrasador y ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá.» Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida”[9]

Este ejemplo es muy claro, ya que esta imagen de la serpiente de bronce solamente fue destruida cuando el pueblo comenzó a adorarla mucho después.

Los protestantes suelen objetar que se puede hacer imágenes cuando Dios manda a hacerlas, pero Dios no manda al hombre a cometer un acto que es moralmente malo. De allí que Dios en ninguna circunstancia manda a blasfemar o a adorar algún ídolo.

¿Y LA GENUFLEXIÓN NO ES IDOLATRÍA POR SER SÍMBOLO DE ADORACIÓN?

Es frecuente escuchar a estos argumentos, que el católico si adora las imágenes porque se arrodilla ante ellas. Sin embargo en la Biblia estar de rodillas puede tener varios significado.

Se puede estar de rodillas para adorar

“Cuando Pedro entraba salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies. Pedro le levantó diciéndole: «Levántate, que también yo soy un hombre.»”[10]

“Yo, Juan, fui el que vi y oí esto. Y cuando lo oí y vi, caí a los pies del Angel que me había mostrado todo esto para adorarle. Pero él me dijo: «No, cuidado; yo soy un siervo como tú y tus hermanos los profetas y los que guardan las palabras de este libro. A Dios tienes que adorar.»”[11]

En los dos últimos pasajes, ambos hombres, Cornelio y Juan se pusieron de rodillas con intención de adoración, y por eso su gesto es reprobado. El texto aclara que Juan cayo a sus pies “para adorarle», a lo que el ángel responde: “A Dios tienes que adorar».

Se puede estar de rodillas para venerar

Pero estar de rodillas también puede hacerse como una muestra de veneración y respeto, como lo vemos en otros pasajes en que este acto no es reprobado, por ejemplo cuando el Rey Salomón se arrodilla ante su madre y nadie entendió que por eso él la adoraba.

“Entró Betsabé donde el rey Salomón para hablarle acerca de Adonías. Se levantó el rey, fue a su encuentro y se postró ante ella, y se sentó después en su trono; pusieron un trono para la madre del rey y ella se sentó a su diestra”[12]

Abdías se arrodilló ante Elías y este no le corrige porque era por respeto también:

“Estando Abdías en camino, le salió Elías al encuentro. Le reconoció y cayó sobre su rostro y dijo: ¿Eres tú Elías, mi señor?»”[13]

Ante Eliseo también se pusieron de rodillas:

“Habiéndole visto la comunidad de los profetas que estaban enfrente, dijeron: «El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo.» Fueron a su encuentro, se postraron ante él en tierra”[14]

Daniel se arrodillo ante el ángel Gabriel:

“Mientras yo, Daniel, contemplaba esta visión y trataba de comprenderla, vi de pronto delante de mí como una apariencia de hombre, y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: «Gabriel, explícale a éste la visión.» El se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé y caí de bruces. Me dijo: «Hijo de hombre, entiende: la visión se refiere al tiempo del Fin.» Mientras él me hablaba, yo me desvanecí, rostro en tierra. El me tocó y me hizo incorporarme donde estaba”[15]

Las mujeres se arrodillaron frente a ángeles en el sepulcro:

“No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?”[16]

Existen muchos más ejemplos adicionales en toda la Escritura en donde postrarse significa solamente un acto de veneración y en donde en ningún momento se censura como acto idolátrico[17].

A pesar de esto, los protestantes suelen citar los primeros pasajes donde la genuflexión lleva implícito un acto de idolatría, pero nunca estos. ¿Puede ser consecuente una interpretación de la Escritura que construye su doctrina de pasajes aislados e ignora el resto?

CONCLUSIÓN

Tan seguro de que amanecerá mañana es que los protestantes seguirán utilizando la trillada acusación de idolatría para para confundir a católicos poco formados y atraerlos a su grupo religioso. Es en parte responsabilidad de nosotros y de nuestros pastores por nuestras fallas a la hora de transmitir la fe integra y sin contaminación. Si usted pregunta a algún amigo católico si las imágenes se adoran y no sabe responder, ya sabe que allí hay alguien que necesita ser evangelizado y con urgencia. No es en este sentido falso el viejo adagio: “Católico ignorante, seguro protestante”

NOTAS:
[1] Éxodo 20,3-4
[2] Deuteronomio 6,14-15
[3] Deuteronomio 8,19
[4] Deuteronomio 4,15-19
[5] Éxodo 25,10.18-20
[6] 1 Reyes 6,18-19.23-29.32-33.35
[7] 1 Reyes 13,23-25
[8] 1 Reyes 13,35-36
[9] Números 21,6-9
[10] Hechos 10,25-26
[11] Apocalipsis 22,9
[12] 1 Reyes 2,19
[13] 1 Reyes 18,7
[14] 2 Reyes 2,15
[15] Daniel 8,15-18
[16] Lucas 24,4-5
[17] A este respecto puede consultar: Génesis 33,3.6.7; 48,12; 49,8; Éxodo 18,7; Josué 5,14; 1 Crónicas 21,21; 29,20; 1 Reyes 1,16.23.31; 2,13.19; 18,7; 2 Reyes 1,13; 2,15; 4,27.37; 1 Samuel 24,9; 25,23.41; 28,14; 2 Samuel 1,2; 9,6; 14,4.33; 16,4; 18,28; 24,19;

Fuentes: José Miguel Arráiz para Info Católica

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Como es el culto católico


Una de las mejores formas de identificar a un católico o a un protestante, es observando su actitud con respecto al CULTO RELIGIOSO. La presencia de un cuadro, estampa o medallita con una Cruz, una imagen de la Virgen María o de algún santo, identifican a un católico.

La ausencia de imágenes no identifica de inmediato a un protestante, pero si una persona parece fuertemente opuesta al uso de imágenes, hay mucha probabilidad de que sea protestante.

¿QUÉ ES EL CULTO?

El concepto en general de culto, sin detallar mucho, es una actitud conductual de mantener a una cosa, objeto o persona, en un grado más alto al que tenemos los dadores del culto.
El hecho de “dar culto”, significa que consideramos al receptor del culto por encima de nosotros en ciertos aspectos, y digno de recibir honra, admiración y devoción popular.

¿CÓMO ES EL CULTO CATÓLICO?

Los católicos tenemos cinco tipos de culto:
1.– LATRIA ABSOLUTA: Es el culto dado solamente a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
2.– LATRÍA RELATIVA: Es el culto dado a imágenes y/o reliquias de Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo, Santísima Trinidad y Especies de la Eucaristía)
3.– HIPERDULÍA: Es el culto a la Santísima Virgen María.
4.– DULÍA ABSOLUTA: Es el culto reservado a los ángeles y a los santos.
5.– DULÍA RELATIVA: Es el culto a las imágenes y a las reliquias de santos.

Cuando uno trata estos temas con sectarios, con evangélicos, o con etcéteras, se topa con una inquietante cuestión: la idolatría.

¿QUÉ ES LA IDOLATRÍA?

Sin meternos en cuestiones etimológicas, podemos saber qué es exactamente la idolatría: Es el culto de LATRIA que damos a alguien (o algo) que no es Dios. Como sabemos que el culto de LATRIA está reservado únicamente a Dios, si damos dicho culto látrico a otro y otra que no sea Dios, estamos cometiendo el pecado de idolatría.

La idolatría es un pecado grave, pues implica NEGAR el carácter único de Dios, para atribuírselo a personas o cosas creadas: Es comparar a la Creatura con el Creador, comparación inaceptable bajo cualquier concepto.

Dios condena la idolatría en numerosos pasajes de la escritura: Deuteronomio 13, 2-19; Números 25, 1-5; Éxodo 20, 3-5; 1Reyes 16, 32-33; Jueces 2, 11-15; Jueces 10, 6-7; 1Juan 5, 21; Apocalipsis 13, 4-9, etc.

¿HAY IDOLATRÍA EN LA IGLESIA CATÓLICA?

Seamos honestos, y respondamos honradamente a la pregunta: En la doctrina oficial de la Iglesia Católica no hay enseñanzas idolátricas, es decir, no hay a nivel doctrinal idolatría ninguna; la Iglesia hace énfasis en las distinciones de culto:
Numerales del Catecismo de la Iglesia Católica:
Desviaciones de culto (2111, 2113, 2581)
Adoración a Dios (347, 1121, 1123, 2083, 2135)
Culto a María (971)
Culto a las imágenes (2131, 2132, 2141)
Culto a los santos (61, 956, 957, 2683)

Existen cantos y oraciones católicas que aparentemente contienen idolatría; sin embargo no son más que una expresión de devoción, porque la idolatría no está en las simples palabras, está en la actitud.

Por ejemplo, imaginemos que en un templo católico está expuesto el Santísimo (El mismo Cristo), y a los lados del templo hay una imagen de un San Antonio de Padua.

Ahora imaginemos que llega un católico, y en vez de arrodillarse ante el Santísimo, y en vez de adorar a Cristo, pasa de largo, va derecho al santito, e inclina su cabeza y le da un beso con los dedos, reza devotamente al santo durante diez minutos, luego se persina y se va… ¡Sin voltear a ver al Santísimo!

¡Eso SI es Idolatría!

Es importante que los fieles católicos no caigan en dichas actitudes, porque precisamente esto es lo que motiva la crítica de las sectas, y hacen bien, porque debemos demostrar con nuestra actitud, que no somos idólatras, y así matamos dos pájaros de un tiro:

1: Agradamos a Dios, quien prohibe la idolatría
2: Les quitamos a las sectas una carta de la mano, que usan ahora para acusar de idólatras a los católicos.

Invitación: A todos los fieles católicos que lean esto, los invito a que cuando recen al momento de bendecir los alimentos, ya sea desayuno, comida o cena, invoquen al Señor Jesucristo; cuando pasen frente a una Iglesia, no dejen de hacer la Señal de la Cruz, a la vez que invoquen a Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, cuando entren a un templo católico, antes de visitar al santo de su devoción, se inclinen ante el altar, recen un Padre Nuestro, y den gracias a Dios porque les permita vivir un día más, al momento de acostarse, récenle a Él primero, y después si gustan pueden hacer una oración a María, o a algún santo.

En los días patronales de algún Santo, no olviden asistir a Misa, aparte de la fiesta, y dedicar a Dios la alegría de ese día, aunado al recuerdo del santo patrón, aparte de leer vidas de santos, advocaciones de María, lean la Sagrada Biblia, en especial los Cuatro Evangelios, Palabra de Dios y doctrina cristiana por excelencia. Recen el Rosario, pero tengan bien presentes los Padres Nuestros del principio de cada misterio, y hagan énfasis, en su corazón, en las palabras del Ave María: ruega por nosotros, y en las posteriores letanías lauretanas: Reina de los Ángeles, ruega por nosotros, Arca de la Alianza, ruega por nosotros, Estrella de la mañana, ruega por nosotros. Y al pronunciar estas palabras, recuerden que es a DIOS, a quien le va a rogar la Virgen María por nosotros.

En pocas palabras, el fiel católico debe tener presente a Dios primero, siguiendo el primer mandamiento, y luego a María y a los santos, porque Dios es el Alfa y el Omega, el primero y el último (Apocalipsis 22, 13)

¿POR QUÉ HACER LA SEÑAL DE LA CRUZ AL PASAR FRENTE A UN TEMPLO?

El Civismo nos manda saludar a la bandera colocando nuestra mano empalmada sobre el pecho, y los militares lo hacen sobre la frente. Al hacer el juramento a la bandera extendemos el brazo, y para cantar el Himno Nacional nos ponemos de pie.

Del mismo modo, al pasar frente a un templo, recordamos que ahí está Cristo, es un templo suyo, para Él, y donde viene Él en cada Misa, y ahí están en el altar y las imágenes que lo representan y nos recuerdan su presencia continua en el mundo (Mateo 28, 20), es un lugar sagrado, y por lo tanto, igual le hacemos el saludo, tanto frente a las Iglesias como en los nichos donde se suelen colocar imágenes de la Virgen, de Santos, o Cruces, cruces en el camino, cruces en la cima de las montañas, ¡Vemos las manifestaciones de la fe cristiana en todas partes!, y por lo tanto, las saludamos con respeto, dedicando el honor del saludo a Dios nuestro Señor.

Del mismo modo en que al saludar a la bandera dedicamos el honor a la Patria, y no a la telita en sí de que está hecha la bandera, del mismo modo, al saludar a una Cruz, un templo, una imagen, dedicamos el saludo a Dios, no a la piedra del templo, al metal de la cruz o al barro de la imagen.

Reflexionemos ahora sobre los tipos del culto católico, las diferencias en cuanto a concepto, las diferencias en cuanto a la actitud personal, y las bases bíblico-patrísticas de cada culto.

CONCEPTO DEL CULTO DE LATRÍA

El culto de Latría está reservado única y exclusivamente a Dios, es decir, rendimos Latría a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, esto incluye el culto de Latría a la hostia consagrada, porque es el mismo Cristo, bajo las especies de Pan y Vino en la Sagrada Eucaristía.
La palabra simple que distingue al culto de Latría, es la palabra Adoración.

Dicha Adoración, conceptualmente incluye:
1.– Reconocer a Dios como único Dios
2.– Reconocer a Dios como único Salvador
3.– Reconocer a Dios como único Redentor, en la persona de Cristo
4.– Reconocer a Dios como único Infinito
5.– Reconocer a Dios como único Perfecto
6.– Reconocer a Dios como Camino, Verdad y Vida
7.– Reconocer a Dios como único Omnisciente
8.– Reconocer a Dios como lo más grande que ha sido, que es y que será
9.– Reconocer a Dios como único Omnipresente
10.– Reconocer a Dios como La fuente de Amor, Paz y Bondad
11.– Reconocer a Dios como el único a quien debemos amor por encima de todas las cosas
12.– Reconocer a Dios como el único que merece una sumisión absoluta y total de Pensamiento, Palabra y Obra
13.– Reconocer que todo poder existente, tiene su origen en Dios, y que sin Él no hay nada
14.- Diré, finalmente, que Dios debe ser para nosotros lo que fue para los antiguos aztecas, Ipalnemohuani, Tloque Nahuaque, Teyocoyani e Ilhuicahua, esto es: «Aquel por Quien vivimos», «Señor que está cerca de todo», «Creador de las personas» y «Dueño de los cielos y de la tierra».

A la respuesta de qué es el culto de latría, la respuesta es: Es el culto de Adoración debido única y exclusivamente al Dios Trinitario en quien creemos.

¿Qué actitud identifica al culto de Latría?

Según lo que reconocemos sobre Dios, debemos obrar en consecuencia.
Ya mencionamos antes que debemos tomar en cuenta que al ser el primero y el último, debemos fijarnos en Dios antes que en todo lo demás. Debemos nombrar a Dios primero que a nadie, en la Misa se saluda en nombre de Dios, y luego se hacen alusiones a María y a la comunión de los santos. Si tenemos que celebrar un onomástico, un cumpleaños, una graduación, pensar antes que nada en darle gracias a Dios y ofrecerle la satisfacción y dicha de nuestra celebración. Cuando oremos, poner a Dios en primer lugar, no es malo hacer procesiones por la Virgen o por un santo, pero antes y después debemos tener presente a Cristo y pedirle bendiga nuestro festejo.

Una buena costumbre es persinarnos o santiguarnos frecuentemente, pero teniendo conciencia de lo que significa, para lo cual es bueno repetir en un susurro la fórmula: “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, AMÉN”. Cuando asistamos a un Rosario, o a una Misa Patronal, siempre persinarnos primero y tener en mente a Cristo antes que a nadie, en pocas palabras, ponerlo al principio de la fila, para obedecer lo que Él dijo sobre sí mismo: “Yo soy el primero y el último”.

Después de un accidente o susto grave, y ya recuperados, agradecer primero a Dios, y después a la Virgen o al santo bajo cuya devoción le pedimos intercediera ante Dios por nosotros. En pocas palabras, agradecer primero al Señor, y luego al mensajero intercesor, como en un intento fallido de robo se agradece primero al policía, y luego a quien llamó al policía.
Sólo poniendo a Dios antes que nadie en nuestras vidas, estaremos cumpliendo el primer mandamiento: “Amarás a Dios por sobre todas las cosas”; según el cual podemos amar a otras personas, otras cosas, otros ideales, pero Dios debe estar por encima de todo esto.

La Latría en la Biblia y la Tradición

El Padre (Yahvé), reclama Adoración en Éxodo 7, 8 y 9 en general, observemos que antes de cada plaga, Dios mandaba a Moisés a que conminara al Faraón a dejar salir al pueblo (de Israel), a rendirle culto a Él. Evidentemente es el Padre quien reclama adoración en Lucas 4, 8, en Deuteronomio 12, 4-31, y en general, en todos los casos del libro de los Jueces, donde Yahvé castiga a los israelitas justamente por el pecado de idolatría.

El Hijo (Cristo) aceptó las adoraciones que se le hacían en Mateo 28, 9 y 17, en Juan 5, 23, reclama para sí una Adoración Látrica, debida a Dios, en señal de que por Su Divinidad la merece: “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre”, San Pablo lo refuerza en Filipenses 2, 10: “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en los abismos”, y en Hebreos 1, 6.

Al Espíritu Santo no se le adora directamente en la Biblia, precisamente porque no habla ni toma cuerpo, como el Padre, que habla, y Cristo, que se hace cuerpo, pero desde el momento en que es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, merece la misma adoración que el Padre y el Hijo, por sus dotes divinas.

En el Martyrium Policarpi (156), se hace precisamente distinción entre la Adoración (a Cristo=Dios), y la veneración debida a los mártires, y especifica que se trata de cultos diferentes. Los apolinaristas sostuvieron que adorar a Cristo sería sarcolatría (adoración de la carne), y antropolatría (adoración del hombre), pero los Santos Padres especifican que la carne está inseparablemente unida al Logos Divino, y por eso se le tributa la adoración, del mismo modo que se atribuye reverencia al vestido de un rey por el rey que se viste con él.

¿QUÉ ES LA LATRÍA RELATIVA?

Se le llama así al culto tributado a las imágenes y reliquias de Cristo como el sudario de Turín, y es un culto que incluye cuidado de la imagen o reliquia, respeto y devoción en cuanto a mantenerla segura, protegida, y exponerla al culto popular. La imagen o reliquia no merece el culto por sí misma, y por eso el culto es relativo. Merece el culto por Cristo, quien sí merece y recibe culto absoluto.

CONCEPTO DEL CULTO DE DULÍA

El culto de Dulía (Absoluta) está reservado a los ángeles y a los santos, es decir, rendimos culto de Dulía a los ángeles, arcángeles, querubines, serafines, etc., a los santos canonizados por la Iglesia, entre ellos los Apóstoles, Papas, Reyes, a los beatos, beatificados oficialmente por la Iglesia, y si bien existe un culto de Dulía privado (a personas que conocimos y que nos fueron muy queridas), el culto oficial es el público, a todos los que la Iglesia reconoce formalmente como santos y beatos, en ambos géneros.
La palabra simple que distingue el culto (absoluto y relativo) de Dulía, es Veneración.

Dicha Veneración conceptualmente incluye:
1.– Respeto profundo
2.– Considerar al santo como una persona de grandes cualidades humanas
3.– Considerar al santo como buen seguidor y amigo de Dios
4.– Amarlos, (obviamente sin confrontar el primer mandamiento)
5.– Pedirles intercedan ante Dios por nosotros
6.– Creer en la buena disposición de los santos hacia nosotros, y hacia las almas del santo purgatorio (comunión de los santos)
7.– Deseo de seguir el ejemplo del santo, imitar sus cualidades y procurar hacernos santos como él/ella
8.– Festejar en una fecha determinada a un santo o santa, como expresión de honor y honra hacia ellos por ser héroes de la fe
9.– Saludar las imágenes de los santos, como signo de devoción y para vivificar la comunión de los santos

A la respuesta de qué es el culto de Dulía, respondemos: Es el culto de Veneración debido a los ángeles y a los santos, héroes y paladines de la fe cristiana.

¿Qué actitud identifica al culto de Dulía?

El culto de Dulía a los santos, a diferencia del culto látrico, no es obligatorio en la práctica, sólo es obligatorio en la doctrina. En otras palabras, un católico no está obligado a venerar a los santos, pero sí está obligado a reconocer como válida la veneración a los mismos.

La actitud consiste en tener a un santo o santa, o varios, de nuestra devoción, es decir, “el santo de nuestra devoción”, como popularmente se le llama; y consiste en pedir específicamente a ese santo interceda ante Dios por nosotros, hacernos especialmente amigos de dicho santo, admirarlo y seguir su ejemplo, poniendo en práctica virtudes como la obediencia, la paciencia, la piedad, el estudio, que vimos en aquel santo o santa.

Saber, en el mundo y en nuestra travesía por él, que tenemos amigos y hermanos que ruegan a Dios por nosotros (lo que llamamos La Comunión de los Santos), y unen sus súplicas a las nuestras, para mayor honra y gloria de Dios.

La Dulía en la Biblia y la Tradición

La Biblia, al ser anterior a la existencia de santos cristianos, no menciona específicamente culto a humanos, sin embargo, sí da testimonio del culto dado específicamente a los ángeles, y de la intercesión de los amigos de Dios ya muertos.

En Josué 5, 14, aparece Josué “adorando” al “jefe del ejército de Yahvé”, es decir, adorando a un ángel, es evidente que el culto, al no ser reprobado por el mismo ángel, era veneración en la actitud, porque de lo contrario, el propio ángel hubiera reprendido a Josué. En una ocasión, un ángel reprendió a San Juan Evangelista, quien quiso adorarlo, y le explicó que sólo a Dios se debe de adorar (Apocalipsis 22, 8-9). En Daniel 8, 17; el profeta se inclina ante un ángel, y este no lo reprende por esto (porque la actitud era venerar, no adorar). En Tobías 12, 16; Tobías y su padre se postran ante el arcángel Rafael, y éste no los reprende, sólo los tranquiliza, esto denota que la actitud de Tobías y su padre no fue de adoración, sino de veneración. Cuando se es algo ignorante en la fe, se siente una sola actitud de adoración al postrarse de rodillas, es por eso que San Pedro se opone a dicha adoración por parte del centurión Cornelio (Hechos 10, 26)

La veneración a los ángeles se debe por sus privilegios de ver a Dios en persona, y puesto que los santos también ven a Dios cara a cara (1Juan 3, 2; Colosenses 3, 4), merecen también dicha veneración.

Los primeros cristianos veneraban como santos a los mártires, muchos de ellos canonizados oficialmente después.

El testimonio más antiguo del culto a los santos está en el Martyrium Polycarpi, (hacia el 156), donde el autor dice: “A este (Cristo), lo adoramos por ser el Hijo de Dios; y a los mártires los amamos con razón como discípulos e imitadores del Señor, por su adhesión eximia a su rey y maestro”.
Testimonios de la celebración del aniversario del mártir, lo dan Tertuliano (De corona mil.3), y San Cipriano (Ep. 39, 3), y hacen énfasis en que en el aniversario de la muerte del mártir se celebraba el sacrificio eucarístico.

San Jerónimo defiende contra Vigilancio el culto e invocación a los santos (Ep. 109, 1 y Contra Vigil. 6); San Agustín refuta las objecciones de idolatría, proponiendo como fin de dicho culto el imitar el ejemplo de los mártires, aprovecharse de sus méritos y valerse de su intercesión (Contra Faustum XX 21).

San Hipólito de Roma se dirige a los tres compañeros de Daniel diciendo: “Os suplico que os acordéis de mí, para que también yo consiga con vosotros la suerte del martirio” (In Dan. II 30), Orígenes enseña que “a los que oran como conviene, no sólo les acompaña en su oración el Sumo Sacerdote (Jesucristo), sino también los ángeles, y las almas de los que durmieron en el Señor”, se basa en 2MAcabeos 11, 15-16 para probarlo (De orat. II; cif. Exhort. Ad mart.20 y 38; In lib. Iesu Nave hom. 16, 5; In Num.hom.26); cf. San Cipriano, Ep 60, 5. En las inscripciones sepulcrales paleocristianas se invoca a menudo a los mártires y a otros fieles difuntos que se suponía en la gloria, para que intercedan por los vivos y por los difuntos (almas del santo purgatorio).

LA INTERCESIÓN DE LOS QUE YA MURIERON

Aquí sí vamos a detenernos a reflexionar un poco. Los no-católicos atacan la doctrina de intercesión de los santos, reconociendo la intercesión de los vivos, quienes ruegan ante Dios por otros, pero sí impugnan la intercesión de quienes ya no están vivos, e impugnan los pasajes bíblicos que sostienen la Comunión de los Santos, porque dichos muertos “estaban muertos”, hasta ser reconciliados con Dios por la Pasión de Cristo.

Al respecto se necesita citar a la Biblia, demos algunos textos: En Lucas 9, 30, se ve a Moisés y Elías conversando con Jesús, y resulta que este episodio; la Transfiguración, es anterior a la Pasión de Cristo. Por lo tanto, Moisés y Elías no estaban muertos, sino que sus almas ya estaban en un estado que la Iglesia admite como inferior al cielo, llamándolo “seno de Abraham”, lugar al que fueron los justos antes de la Redeción Consumada en la Cruz.

Esto lo asegura el mismo Dios en Jeremías 15, 1, donde Dios habla de castigar a los malvados, y menciona que “aunque se le pusieran por delante Moisés y Samuel”, no tendría piedad de ese pueblo. Es decir, queda claro que Moisés (intercesor en Éxodo 32, 11), y Samuel (intercesor según Salmo 99, 6 y 1Samuel 12, 18-19), tenían la posibilidad de interceder ante Dios en tiempos de Jeremías y en un futuro, puesto que el libro es profético.

Pero dejándonos de “posibilidades”, hay aparte episodios donde realmente se da la intercesión de los santos:
En 2Macabeos 15, 11-16, vemos como Judas Macabeo tiene un sueño “digno de toda fe”, donde se ve al sacerdote Ozías y al profeta Jeremías, ya muertos, intercediendo ante Dios por los judíos, y la intercesión de los ángeles y los santos la respaldan Tobías 12, 12 y Apocalipsis 5, 8; y 8, 3. Dicha intercesión por nosotros demuestra que es lícito invocarlos.

CONCEPTO DEL CULTO DE HIPERDULÍA

El culto de Hiperdulía es el culto especial que se tributa a la Santísima Virgen María, y básicamente la definición conceptual es la misma que la del culto de Dulía Absoluta. Sin embargo, se diferencia en que a la Virgen debemos amarla más, respetarla más, y confiar más en ella por su especial gracia ante Dios, en pocas palabras, la Hiperdulía no es mas que Dulía “en mayor grado”.

Las palabras simples que identifican el culto de Hiperdulía son Veneración Especial.

Dicha Veneración Especial, superior a la Dulía, tiene razón de ser por las creencias católicas sobre la Virgen María, tales como son:
1.– El ser Madre de Dios (esto le da mayor preeminencia que cualquier santo o santa)
2.– El haber sido concebida sin pecado original (le da una pureza mayor a la de cualquier otra criatura de Dios)
3.– Haber sido Virgen toda su vida (Mayor pureza merece mayor honra y respeto)
4.– Haber sido asunta al cielo en cuerpo y alma (Este especial privilegio proviene de lo que se llama Plena Redención, como glorificación del cuerpo y el alma)

¿Qué actitud identifica al culto de Hiperdulía?

Bueno, al igual que en el caso de los santos, respetándola y amándola en nuestras obras, palabras y pensamientos, debemos pedirle con mucha fe que interceda ante Dios por nosotros, recemos el Rosario, esa hermosa oración mariana que vivifica la comunión de los santos, y por ende la de María con nosotros, como nuestra Madre amorosa.

A María se le cantan las mañanitas, se le da el pésame en el Viernes Santo, se le rezan el Rosario, el Salve y el Angelus, recordando que por ella vino nuestro Salvador Jesucristo, y por esto no es malo (como enseñan los protestantes), tenerla en alta estima y venerarla y honrarla, como honramos cada uno a nuestra madre terrenal.

Por ejemplo, ya vimos que hay que poner a Dios en primer lugar, y no estaría mal poner a María en segundo lugar, en la fila, en nuestras creencias y corazones, porque ella nos ama y ruega por nosotros, ¡Viva María!

La Hiperdulía en la Biblia y la Tradición

El culto de veneración a María lo enseña el ángel Gabriel en Lucas 1, 28: “Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo”, del mismo modo que lo confirma Santa Isabel (Lucas 1, 42-43): “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, ¿y de dónde a mí viene a verme la madre de mi Señor?”.

María profetizó que se le daría culto en Lucas 1, 48: “Porque a puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”, e igualmente, una mujer del pueblo empezó con el cumplimiento de esta profecía, en Lucas 11, 27: “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron” (texto impugnado debido a las posteriores palabras de Cristo: «dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan»). Tiene sus puntos débiles, pues Cristo nunca niega la bienaventuranza de María -proclamada por Sta. Isabel llena del Espíritu Santo-, pero su respuesta evita la desviación del tema, es más necesario aprender a seguir la Palabra de Dios que venerar a María.

En los tres primeros siglos de la religión cristiana, el culto a María estaba íntimamente unido al de Cristo, en alusiones a la Sagrada Familia, principalmente. En el Siglo IV los himnos de San Efrén son himnos de alabanza a María, San Gregorio Nacianceno da testimonio de la invocación a María cuando la virgen cristiana Justina “imploró a María que la ayudase en el peligro que corría su virginidad” (Or. 24, 11). San Epifanio (403), enseña contra la secta coliridiana, quienes idolatraban a María: “A María hay que venerarla. Mientras al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo se les debe tributar adoración, a María no hay que adorarla” (Haer. 79, 7). San Ambrosio y San Jerónimo ponen a María como modelo de virginidad e invitan a imitarla (veneración) (Ambr, De virginibus II, 2, 6-17, Jerónimo en Ep. 22, 38; 107, 7)

Tomó auge en la Cristiandad el culto a María por ser solemnemente reconocida en el concilio de Éfeso (431), la maternidad divina de María que defendiera San Cirilo de Alejandría. En lo sucesivo se ensalzó a María en sermones y en himnos; se levantaron iglesias, y se introdujeron festividades en su honor, la Anunciación, la Purificación, la Asunción y el Nacimiento de María. El pleno desarrollo del culto mariano llegó en la Edad Media, hasta ser impugnado por los reformadores.

CONCEPTO DEL CULTO DE DULÍA RELATIVA

El culto de Dulía Relativa está reservado a las sagradas imágenes y reliquias religiosas, es decir, representaciones pictóricas de Dios, de la Virgen, de los ángeles y los santos, a las reliquias, principalmente de los santos, como cuerpos incorruptos, ropas, cabellos, objetos personales, o reliquias de Cristo, como el famoso Sudario de Turín.

La palabra simple que identifica el culto de Dulía Relativa es Veneración.

Dicha Veneración, conceptualmente incluye:
1.– Cuidado especial de la imagen o reliquia, no permitir que se maltrate, guardarla en un lugar seguro.
2.– En el caso de las imágenes, restaurarlas si se van deteriorando, para conservarlas mejor.
3.– Exposición pública, esto es opcional, sobre todo para los templos o capillas que tienen la advocación de algún santo o santa.
4.– Saludos por parte de los fieles, ya sea persinándose o besando la imagen o reliquia, dedicando el honor de dicho saludo al santo, y dedicando la feliz comunión de los santos para gloria de Dios.
5.– Utilización de la imagen como representación de dicho paladín de la fe
6.– Respeto a las reliquias, por cuyo medio material se han valido santos para interceder ante Dios y lograr así un milagro.
7.– Utilizar imágenes y reliquias como apoyo psicológico secundario, para reforzar la devoción y sentir una presencia más personal por parte del santo o santa.

¿Qué actitud identifica al culto de Dulía Relativa?

Según los puntos antes mencionados, debemos cuidar y estimar a las imágenes y reliquias; al rendirles un culto simplemente respetuoso, y además relativo, podemos inclinarnos ante las imágenes, pero teniendo en mente que a quien veneramos finalmente no es a la imagen, sino al santo representado por la misma. Podemos besar las imágenes y las reliquias, dedicando nuestra actitud al santo, representado ya sea en reliquia o en imagen.

La Dulía Relativa en la Biblia y la Tradición

Antiguamente, el culto a las imágenes era pagano y látrico, y por lo tanto, era realmente idolatría, de modo que Yahvé condenó dicho culto idolátrico a las imágenes en Éxodo 20, 4; pero por otro lado, aprueba la construcción y culto normal (dulía), a imágenes en Éxodo 25, 18, donde se menciona que en el Arca de la Alianza se construyeron dos querubines de oro. En Números 21, 8; vemos como Yahvé manda a Moisés fabricar una serpiente de bronce, para que, viéndola, se curaran quienes eran mordidos por víboras.

En 1Reyes 6, 23-30 y 1Reyes 7, 23-26, vemos como el Rey Salomón, construyendo su templo, erige imágenes, sin violar el mandamiento dado en el Decálogo del Éxodo.

La Biblia no enseña culto como tal, hacia las reliquias, pero sí enseña la importancia de las mismas y su valor religioso. Los israelitas, durante el éxodo de Egipto, se llevaron consigo los huesos de José (Éxodo 13, 19); Eliseo obró un milagro usando el manto de Elías (2Reyes 2, 13); un muerto resucitó al entrar en contacto físico con los huesos de Eliseo (2Reyes 33, 21); en Hechos 19, 11-12, dice que Dios obraba milagros no comunes por medio de Pablo, cuyos mandiles y pañuelos usaban los cristianos de Efeso para alejar las enfermedades y los malos espíritus.

El culto cristiano sólo reconoció la veneración a las imágenes una vez vencido el paganismo gentilicio, antes de esto, los primeros cristianos daban un uso didáctico a las imágenes, la veneración en sí, con velas, incienso y reverencias, se desarrolló en las iglesias griegas desde el siglo V al siglo VII. Los iconoclastas de los dos siglos posteriores lo consideraron como un retorno al paganismo, pero contra ellos defienden San Juan Damasceno (749), los patriarcas de Constantinopla Germán (733) y Nicéforo (829), y el abad Teodoro de Estudión (826); todos ellos insisten en el carácter relativo del culto y hacen notar el valor pedagógico de las imágenes sagradas.

El alto aprecio que sentían los cristianos primitivos hacia los mártires, trajo consigo la veneración a las reliquias de los mismos. El Martyrium Polycarpi refiere que los cristianos de Esmirna “recogieron los huesos del obispo mártir, más valiosos que las piedras preciosas y más estimables que el oro, y los depositaron en un lugar conveniente” (18, 2), el autor menciona que allí se reunirán en el natalicio del martirio. San Jerónimo defiende contra Vigilancio el culto las reliquias, nuevamente sale a considerar las diferencias entre cultos de latría y de dulía, e identifica como relativo el culto dado a las reliquias. (Ep. 109, I; C. Vigil. 4 s) Teodoreto de Ciro (Graec. Affect. Curatio 8); San Juan Damasceno, De fide orth. IV 15; S.th. III 25, 6).

Como cristianos, es nuestro deber Amar a Dios por encima de todas las cosas, y limitar cada culto a lo que corresponde; es cierto que se llegan a dar excesos en cuanto al culto, aunque se requiere de manifiesta confesión para saber si una persona está «idolatrando» o simplemente venerando.

Quien pretenda «decidir» que los católicos «adoran imágenes»… requeriría de un estudio de todos «los católicos» que vayan implicados en su acusación.

Y tampoco se requiere mucha Psicología para entender que puede haber grados distintos de Amor, de Respeto y de Culto: No estamos obligados a decidir entre la Idolatría o la Indiferencia.

Fuentes: Conoceréis la Verdad

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¿Por qué tenemos imágenes los católicos?

 

Es absolutamente falso que los católicos adoremos imágenes. Decirlo es ignorancia o malicia. Los católicos adoramos solo a Dios.

Entonces, ¿porque tenemos imágenes?

Estas son solo representaciones artísticas de Jesús, de María o de los santos. Nunca se adora la imagen. Como una esposa guarda la foto de su esposo, el cristiano utiliza el arte para representar a los que están en el cielo.  La foto del esposo no es una necesidad para la esposa poder recordarlo. Es tan solo un signo que facilita el recuerdo. El cristiano tampoco necesita imágenes para orar. Tan solo son una ayuda para elevar los sentidos. El hombre siempre ha usado pintura, figuras, dibujos, esculturas, etc., para darse a entender o explicar algo. Estos medios sirven para ayudarnos a visualizar lo invisible; para explicar lo que no se puede explicar con palabras.

Santo Tomás de Aquino explica en su Summa Teológica:

El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imágen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que es imágen. (Summa theologiae, II-II, 81, 3, ad 3.)

¿LA BIBLIA PROHÍBE LAS IMÁGENES?

Cuando el hombre cayó por el pecado y perdió la intimidad con Dios, comenzó a confundir a Dios con otras cosas y a darles culto como si fueran dioses. Este culto se representaba frecuentemente con esculturas o imágenes idolátricas. La prohibición del Decálogo contra las imágenes se explica por la función de tales representaciones idolátricas.

El Primer Mandamiento: Puesto que no visteis figura alguna el día en que el Señor os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna escultura de cualquier representación que sea… (Dt 4:15-16) (cf. Catecismo de la Iglesia Católica #2129s.)

Los Israelitas eran una minoría rodeada por pueblos idólatras.  Dios quiso protegerlos de esas prácticas pero ellos frecuentemente caían. Los profetas, especialmente Oseas, Jeremías y Ezequiel hablaron en nombre de Dios para prohibir la idolatría y se llevaron a cabo muchas reformas para purificar las malas prácticas (cf. 2 R 23: 4-14).

Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento, Dios ordenó o permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la salvación por el Verbo encarnado.

Ejemplos de imágenes permitidas por Dios en el AT:
La serpiente de bronce
 (cf. Nm 21,4-9; Sb 16,5-14; Jn 3,14-15)

QUERUBINES, BUEYES Y OTRAS IMÁGENES EN EL TEMPLO

Dios ordena poner grandes estatuas de querubines junto al Arca de la Alianza. Estas obviamente no eran para idolatría sino como símbolo de la adoración de los ángeles invisibles allí presentes. Inspiraban temor de Dios.

 «Harás, además, dos querubines de oro macizo; los harás en los dos extremos del propiciatorio: haz el primer querubín en un extremo y el segundo en el otro. Los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio, en sus dos extremos. Estarán con las alas extendidas por encima, cubriendo con ellas el propiciatorio, uno frente al otro, con las caras vueltas hacia el propiciatorio.» Ex 25, 18-20

«En el interior de la sala del Santo de los Santos hizo dos querubines, de obra esculpida, que revistió de oro». -II Crónicas 3,10

TAMBIÉN EN LAS PAREDES DEL TEMPLO

«Revistió la Sala Grande de madera de ciprés y la recubrió de oro fino, haciendo esculpir en ella palmas y cadenillas» II Crónicas 3:5

«esculpió querubines sobre las paredes». II Crónicas 3,7

«Debajo del borde había en todo el contorno unas como figuras de bueyes, diez por cada codo, colocadas en dos órdenes, fundidas en una sola masa. Se apoyaba sobre doce bueyes; tres mirando al norte, tres mirando al oeste, tres mirando al sur y tres mirando al este. El Mar estaba sobre ellos, quedando sus partes traseras hacia el interior. -II Crónicas 4,3-4

«Las dos columnas; las molduras de los capiteles que coronaban las columnas; los dos trenzados para cubrir las dos molduras de los capiteles que estaban sobre las columnas; las cuatrocientas granadas para cada trenzado» -II Crónicas 4,12.

Obviamente estas imágenes no eran idolátricas sino símbolos que inspiraban al culto al verdadero Dios creador de todas las cosas.

LAS IMÁGENES Y LOS CRISTIANOS

Las primeras comunidades cristianas representaban al Salvador del mundo con imágenes del Buen Pastor; mas adelante aparecen las del Cordero Pascual y otros iconos representando la vida de Cristo. Las imágenes han sido siempre un medio para dar a conocer y transmitir la fe en Cristo y la veneración y amor a la Santísima Virgen y a los Santos. Testigo de todo esto son las catacumbas donde aún se conservan imágenes hechas por los primeros cristianos. Estas imágenes dan testimonio de su fe y del uso de las imágenes. La que ves a la derecha es la Virgen con el Niño y un profeta. Es de la catacumba de Santa Priscila, principio del siglo III.

EL HIJO DE DIOS, AL ENCARNARSE, INAUGURÓ UNA NUEVA ECONOMÍA DE GRACIA

Algunos objetan que la Iglesia cambió la enseñanza del Antiguo Testamento. No es cierto. Más bien es Jesucristo mismo quien tomó lo antiguo y le dio una interpretación más perfecta en su propia Persona.

Mientras antes de Cristo nadie podía ver el rostro de Dios, ahora en Cristo, Dios se hizo visible. Antes de Jesús las imágenes con frecuencia representaban a ídolos, se usaban para la idolatría. En la plenitud de los tiempos, el verdadero Dios quiso encarnarse y así tener imagen humana. Jesucristo es la IMAGEN visible del Padre.

Nos dice el Catecismo # 476:

 «Como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera humanidad, el cuerpo de Cristo era limitado (cf. Cc. de Letrán en el año 649: DS 504). Por eso se puede «pintar» la faz humana de Jesús (Ga 3,2). En el séptimo Concilio Ecuménico (Cc de Nicea II, en el año 787:DS 600-603) la Iglesia reconoció que es legítima su representación en imágenes sagradas.

Juan 14:9 «Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»?»

El uso cristiano de las imágenes no es contrario al Primer Mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, el honor dado a una imagen se remonta al modelo original. El que venera una imagen venera en ella la persona que en ella está representada. El honor tributado a las imágenes sagradas es una veneración respetuosa, no una adoración, que sólo le corresponde a Dios.

Fundándose en el misterio del Verbo Encarnado, el séptimo Concilio Ecuménico, celebrado en Nicea en 787,  permitió la institución de imágenes (Este concilio no instauró el uso de las imágenes, que como vimos se remonta al comienzo del cristianismo, mas bien afirmó la práctica)

LAS IMÁGENES DE LA VIRGEN SANTÍSIMA Y DE LOS SANTOS

La Iglesia Católica venera a los santos pero no las adora. Adorar algo o alguien fuera de Dios es idolatría. Hay que saber distinguir entre adorar y venerar.  San Pablo enseña la necesidad de recordar con especial estima a nuestros precursores en la fe.   Ellos no han desaparecido en la nada sino que nuestra fe nos da la certeza del cielo donde los que murieron en la fe están ya victoriosos EN CRISTO.

La Iglesia respeta las imágenes de igual forma que se respeta y venera la fotografía de un ser querido. Todos sabemos que no es lo mismo contemplar la fotografía que contemplar la misma persona de carne y hueso. No está, pues, la tradición Católica contra la Biblia. La Iglesia es fiel a la auténtica interpretación cristiana desde sus orígenes.

No es sorprendente que algunos persistan en acusar a la Iglesia sin querer entender razones. Ya ocurrió así con los fariseos hace 2000 años. Acusan a Jesús y sus discípulos por sus prácticas sin querer ver la realidad. Acudían a El con muchas preguntas torcidas, acusándolo de romper la ley, hasta de ser del demonio (Cf. Jn 8). Las explicaciones de arriba solo servirán para los hermanos que sinceramente preguntan porque tienen dudas y quieren entender. Con gusto les podemos explicar lo que los cristianos siempre hemos creído y practicado.

Fuentes: Padre Jordi Rivero para Corazones

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Idolatría en la Iglesia Católica video de charla de Fernando Casanova

 

 

El Dr. Fernando Casanova teólogo y ex ministro evangelico pentecostal nos habla del tema de la supuesta idolatría en la Iglesia Católica y explica el culto a las imágenes y donde está fundamentado en la biblia.

“Si te atienes al contexto, el Señor no está haciendo una prohibición total, tajante y absoluta a todas las imágenes, sino a las imágenes en cuanto a ídolos”.

 

 


 


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El Misterio de María en la Reflexión de la Iglesia a través de los siglos

muriolavirgenmaria1Esta es una excelente síntesis para comenzar a enterder la evolución que ha tenido el culto y la teología mariana desde sus comienzos hasta nuestros días, para que veamos con perspectiva la situación actual…

 

EN EL PRIMER MILENIO, DOS ETAPAS

1. De los primeros padres de la Iglesia al Concilio de Efeso (año 431)

– El cristianismo se tuvo que confrontar con el judaísmo reticente, con un paganismo culto y con diversas corrientes dentro del mismo cristianismo. La literatura del siglo II es un eslabón importante entre los escritos neotestamentarios y la vida de la Iglesia de los padres.
María aparece sólo en relación con la discusión cristológica:

* Ignacio de Antioquía (+107): Cinco referencias a María en sus cartas (Ef 7,2; 18,2; 19,1; Tral 9,1; Esm 1,1). “Nacido de María y de Dios…”
* Justino (+ 165), filósofo itinerante: se defiende contra las insinuaciones calumniosas de los paganos y judíos. Defiende la verdadera maternidad virginal. Él dice que es un signo.
* Ireneo (+202): paralelismo Eva-María. María “tierra virgen” de la que nace el nuevo Adán.
* Tertuliano (+220), laico africano, apologista latino.
* Orígenes (+254), maestro en Alejandría y en Cesarea de Palestina. Profunda veneración por María, es verdadera madre virgen y santa, tipo del creyente perfecto. Contra los ebionitas sostiene el ex muliere y no el per mulierem. La concepción virginal es parte constitutiva del kerigma cristiano.

Del s. IV ya se tienen homilias, himnos (san Efren abre el camino de la himnografía mariana) y testimonios de la dormición (san Epifanio). En occidente destaca san Ambrosio de Milán (+397).

Siglo V el empuje por la admisión del término theotókos.

Líneas de este periodo:
A. El hecho de su divina maternidad. Contra gnósticos y docetas: “Nacido de María Virgen”.
B. Conexión entre Cristo y María. María en la historia de la salvación.
C. María Virgen y la condición divina de Cristo. Theothókos y Aeiparthénos.
D. Tipología María-Eva: en Justino e Ireneo (s.II).
E. María es la panagia (la toda-santa. Justino e Ireneo).
F. La Asunción de María. Se difunden en el s. IV y V.
G. La mediación de María. “Bajo tu amparo nos acogemos santa madre de Dios…” la oración más. antigua a María atestiguada ya en el s. III-IV.

2. Del s. V al IX

Surge la liturgia y el culto en honor de María:
– Fiesta de la dormición (la más antigua).
– Himnos (el más famoso, el Akathistos).
– Homilías, composiciones poéticas, iconología, etc.

EN EL SEGUNDO MILENIO, CUATRO ETAPAS

1. Del s. X al s. XVI

Cambios socioculturales en la historia. El siglo X declive, pero el siglo XII = siglo mariano.
– Se eclipsa el misterio de la Iglesia, crece la preocupación por la salvación individual.
– Se acentúa más lo individual y se ve a María al lado del Cristo celestial, acentuándose su actuación en favor nuestro.
– Se inicia el distanciamiento de María y la Iglesia.

Caracterizan este periodo:
A. Culto y piedad:
– Oraciones: Salve regina, memorare de san Bernardo, el Rosario (son del s. XII).
– Difusión de fiestas en su honor.

B. Obras escritas de este período:
– Los «Mariale» (obras laudatorias a María). No son tratados teológicos.
– Las colecciones de sermones (famosos los de san Bernardo).
– Alfonso X el sabio (s. XIII), las Cantigas.
– Colecciones de milagros.

C. Manifestaciones artísticas:

– templos en su honor, catedrales, pinturas y esculturas.

D. Órdenes marianas:

Los cistercienses marcados por san Bernardo; los Carmelitas (escapulario); los Mercedarios; los servitas; los franciscanos (paladines de la doctrina inmaculista), los dominicos (el rosario), …

Líneas que se van decantando:
– Se van perfilando datos teológicos sobre la figura de María y su función acentuando los privilegios marianos:
* La maternidad divina de María.
* Atención a su virginidad perpetua.
* Mediadora entre Cristo y la humanidad.
* Asunción de María: se generaliza su fiesta en el mes de agosto.
* Título de Reina.
* Entra la discusión sobre la Inmaculada Concepción de María.

2. La edad moderna

– Se pasa del Mariale al tratado de mariología. El primero es el de Francisco Suarez (Jesuíta +1617): Questiones de Beata Vergine María (1592).
– Luis Mª Grignon de Monfort (+1716). La esclavitud mariana.
– Alfonso Mª Ligorio: las glorias de María (1750).
– Voto de sangre por la cuestión de defender la Inmaculada Concepción de María.
– Reacciones críticas dentro de la misma Iglesia católica: Erasmo de Rotterdam (+1535) y Jansenio (+1638).

En el ámbito de la Iglesia de la Reforma:
– Lutero: devoto de María – cree en la concepción virginal – un buen comentario al Magnificat – Rechazo de la mediación Mariana. Deja las fiestas de la Anunciación, Visitación y Purificación.
– Calvino sostuvo la perpetua virginidad de María. Sustituyó “madre de Dios” por “madre de Cristo”. Suprimió todas las fiestas marianas.
-Zwinglio mantuvo las tres fiestas marianas y autoriza rezar el Ave María durante el culto.

La doctrina mariana al final de este periodo (comienzos del s. XIX):

– En el concilio de Trento María no mereció especial atención, sólo se alude a ella colateralmente.
– La visión prevalente es la de la Iglesia como sociedad perfecta con su jerarquía y pueblo. María pertenece al plano de la Trinidad y es canal de todas las gracias.
– El fervor inmaculista.
– María corredentora. Las escuelas teológicas tematizan sobre el alcance de la colaboración de María en la obra redentora de Cristo.

3. Desde la proclamación del dogma Inmaculada (1854) a comienzos del Vaticano II (1962)

– La doctrina mariana en el magisterio pontificio:
* los Papas impulsan con sus escritos e intervenciones la doctrina mariana, el culto y la piedad. Los documentos marianos tienen, en la mayor parte, un objeto devocional.
* En poco más de un siglo se definen dos dogmas sobre María: la Inmaculada (1854) y la Asunción (1950)

– Reflexión teológica-mariana:
* Scheeben (+1888), retoma el tema María-Iglesia, pretendiendo situar la Mariología en su lugar dentro del conjunto de la teología entre el tratado de Cristo y de la Iglesia, pero a principios del s. XX se olvida, después se volverá sobre él.
* Ya en el siglo XX aparece el tratado de Mariología inserto en los manuales de teología como un tratado teológico más, aunque más basada en los privilegios marianos que en la condición de María como miembro de la Iglesia.
* En el segundo tercio del siglo XX nacen las Sociedades mariológicas y sus revistas teológicas de carácter mariano: Marianum, Estudios Marianos, Etudes Mariales, Marian Studies, Ephemerides Mariologicae, Cahiers marials.
* Proliferan en el s.XX los Congresos mariológicos internacionales que reunen a estudiosos especializados en teología mariana con el fin de profundizar científicamente la doctrina referente a Maria. Antes del Concilio Vaticano II, en 1958 hubo uno en Lourdes sobre el tema de “María y la Iglesia”. Ya en él estaba presenta la doble corriente: mariología de privilegios (cristotípica) y María como plenitud de la Iglesia (eclesiotípica).

– El culto y la piedad mariana popular:
* El fenómeno de las Apariciones de María: Lourdes (1858), Fátima (1917)…
* Gran impulso a la devoción mariana del Rosario, especialmente por León XIII.
* Se fomenta la práctica de la esclavitud mariana (el congreso de 1918: “la santa esclavitud mariana).
* La promoción de las peregrinaciones marianas a los Santuarios.
* Nacimiento de nuevas Congregaciones bajo la inspiración de María.
* La institución de la fiesta de María Reina por Pio XII (1954)
* Consagración del mundo a la Inmaculado Corazón de María por Pío XII (1942 y 1952)
* La devoción al santo escapulario carmelitano recomendada por Pío XII con motivo de su VII centenario.
* Enfasis en la celebración del mes de mayo como mes de María.

– Aspectos doctrinales que destacan:
* La doctrina de la Inmaculada Concepción de María.
* El tema de la Mediación universal de María, se pidió la definición dogmática a ppios. s. XX.
* La década de los años 40 del s. XX está marcada por la doctrina de la Asunción de María.
* Se llega al inmediato preconcilio con una “inflación mariológica”, si bien ya hay corrientes en las que se va ganando en rigor histórico y precisión teológica en el tema mariológico progresivamente.
* Pregunta sobre ¿cuál es el principio que estructura orgánicamente toda la Mariología y del que hay que partir para que se constituya en una parte científica de la teología?
# La maternidad divina.
# María asociada a Cristo.
# María la personificación de la criatura humana en su actitud radical de acogida de
# Dios en su propia persona.
# María en su condición básica y radical de criatura, una mujer real y concreta, abierta a la obra salvadora de Dios sobre la humanidad.

4. El esquema mariano en el Concilio Vaticano II y la crisis mariana del posconcilio

A. 1962: El cardenal Ottaviani presentó un documento “La bienaventurada Virgen María, madre de Dios y de los hombres” para ser aprobado en 15 días. No se aceptó la propuesta.

B. 1963: En la segunda sesión del Concilio se presentó “María, madre de la Iglesia”. Discusión sobre si documento “a se” o incluido en el de la Iglesia (a estos se les calificaba de minimalistas).

C. Intervención de Pablo VI.

D. 1964: Aprobación del Esquema último: “María en el misterio de Cristo y de la Iglesia”.

Resultado: El capítulo VIII de la Lumen Gentium.

La crisis mariana del posconcilio, aspectos a destacar.
– Ley del péndulo, se pasó de la inflación a la devaluación.
– Repercusión en la mariología del cuestionamiento de otros contenidos doctrinales de cristología, pecado original, escatología,…
– La exégesis bíblica de los evangelios de la infancia.
– Esfuerzo de acercamiento a María buscando el plano antropológico y ecuménico.
– El proceso de secularización, decadencia y desinterés por los temas religiosos.
– Se dio mucho más en el nivel de los estudiosos que en el del pueblo sencillo.

Nuevo impulso a la Mariología por Pablo VI con la exhortación apostólica Marialis Cultus (1974).

EN LA ACTUALIDAD

– Recuperación de la crisis. Impulso de Juan Pablo II: Redemptoris Mater (1987)

– Orientaciones:
* La perspectiva bíblica, María de Nazaret según la Escritura.
* La orientación patrística.
* La orientación neumatológica y eclesiológica.
* María en el contexto del misterio cristiano: éste se puede explicar desde ella, y en ella encuentra su mejor realización humana.
* La orientación litúrgica, no se puede prescindir del valor testimonial de las fuentes litúrgicas y de las fiestas marianas.
* La perspectiva ecuménica y antropológica.
* María y el signo de los tiempos del principio de la igualdad a la dignidad de la mujer.

Fuente: Salesianas

 

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María venerada desde el nacimiento del Cristianismo

-Las Catacumbas. -Templos a María en Oriente. -Culto de María en la Iglesia Visigoda. -Imágenes de María desde el siglo VII. -No se llevaban imágenes en las procesiones.

Culto, devoción y amor a María, pueden decirse que nacieron simultáneos con la adoración al Crucificado, extendida por el mundo su redentora doctrina. Desde los primeros tiempos del Cristianismo, María ha sido adorada y venerada como ‘llena de gracia entre todas las mujeres’, amparo y consuelo celestial de nuestra alma al invocar su dulce y santo nombre. La devoción a María, el culto a su pureza, el amor de todos los corazones, ha sido tan grande como antiquísimo, pudiendo casi decirse que nació con el arcángel Gabriel, que fue quien primero tributó culto al saludarla con la frase de ‘llena de gracia tú que la has hallado ante los ojos del Señor’, reduciendo este culto a lo práctico, real y admirable como descendido del cielo.

Que es antiquísimo su culto, lo demuestran la historia y la tradición, entre ellas la veneranda del Carmelo, por la que vemos tributarse culto a María durante su santa vida.

Si la historia necesitara confirmación, la hallaríamos en las mismas leyendas y en los hechos de su misma vida. La semilla arrojada en el seno de fecunda tierra fructifica, y así el culto a María fructificó oportunamente, resultando el culto de María que ha ido aumentando con el transcurso de los tiempos y de los siglos y haciendo de la idea y nombre de María la base de un culto universal a la pura Señora y Madre.

La tradición nos señala la capilla levantada sobre el sepulcro de María a poco de la resurrección de la misma, en donde los discípulos y fieles iban a orar y tributar culto, por cuya causa algunos de ellos sufrieron el martirio, cual si el culto de María y la doctrina de Jesús hubiesen de inaugurarse y cimentarse sobre la sangre de los mártires.

De los sepulcros, de la puerta por donde se entra a la nueva vida, a la eternidad, nació aquél, y en el silencio y la obscuridad de aquéllos germinó, como en las Catacumbas, el culto y veneración, de donde Jesús y María salieron triunfantes para ascender al solio imperial con la protección de Constantino y su virtuosa y santa madre Elena. Allí, como hemos dicho, se encuentra la imagen al culto de aquellos primeros cristianos, representando la protección y amparo de los creyentes presentada con los brazos extendidos y levantados en actitud de orar, y como derramando por sus manos las gracias que los pecadores le piden en tierno ruego y súplica.

En otras la hallamos representada entre los apóstoles Pedro y Pablo, o también en una arboleda con dos palomas aleteando cerca de su cabeza, y en el cementerio o catacumba de Santa Inés vemos una de las más hermosas representaciones de María sobre un ara o sepulcro, siendo de admirar su hermosura, expresión de dulzura y cariño en aquella encantadora representación pictórica de la Madre del Salvador del mundo. Pero lo más sorprendente, la representación más hermosa de María es, según los arqueólogos cristianos, la de que hemos hablado y la verdad en el traje, la dulce actitud en que se muestra, aquellas manos extendidas y aquella boca entreabierta por la oración, son indudablemente la representación más antigua y el retrato más coetáneo de María Santísima, y al mismo tiempo señala la antigüedad del culto y veneración tributada a María desde los primeros siglos del Cristianismo.

La misma liturgia, tanto ortodoxa como heterodoxa, testifica la prueba de la antigüedad del culto a la pura Señora como expresión de la veneración profesada a María: la liturgia de los Nestorianos dice: «Madre de Jesucristo, rogad por mí al Hijo único que nació de Vos, para que me perdone mis pecados y reciba de mis manos pecadoras el sacrificio que mi flaqueza ofrece sobre este altar, por vuestra intercesión a favor mío, Madre santa».

Estas palabras en una herejía que negaba a María la Maternidad divina, prueban cuán encarnada estaría en las costumbres y en el alma de los cristianos la devoción y veneración a María.

Después del Concilio de Éfeso y la condenación de los Nestorianos, el emperador Constantino consagró la nueva capital a la Reina del cielo, a María Santísima, y Teodosio el Grande hizo construir una iglesia sobre el sepulcro de la Virgen. Pulcheria, la hija de Teodosio, hizo construir tres iglesias bajo la advocación de María en el mismo Constantinopla; y si Oriente reclama el honor de haber instituido las primeras fiestas a la Virgen, los emperadores de Constantinopla pueden gloriarse de haber cubierto los campos de Palestina de monumentos religiosos en honor de María, y las costas del mar Caspio abundan en santuarios no menos espléndidos en honor de Aquélla.

Y con esto llegamos a la milagrosa traslación de la casa de María desde Nazareth, poco después de la pérdida de Tolemaida por los cristianos terminando la gran epopeya de las Cruzadas. De esta traslación milagrosa de la casa de María nos ocuparemos en el capítulo siguiente extensa y detenidamente de tan notable y milagroso hecho.

Pasaremos ahora a ocuparnos del culto de María durante la época visigoda y de sus imágenes, cuyo punto dejamos iniciado en el capítulo anterior, para llegar al misterio de la Inmaculada Concepción.

Hemos dicho que las representaciones de Jesús y de María en las Catacumbas, son las pinturas murales y no hemos hallado ni se encuentran de dicha época representaciones esculturales. Hemos indicado también que estas pinturas son ideológicas, que llevan de una manera envuelta o simbólica la idea cristiana que querían representar para evitar profanaciones por parte de los paganos caso de penetrar en aquellos santuarios. Las persecuciones los obligaban a proceder con gran cautela, y de aquí el que procuraran darles un aspecto de representación pagana para ponerlas a cubierto de cualesquiera profanación que pudiera herir sus sentimientos, en el encono con que eran castigados cuantos profesaban la religión del Nazareno, que consideraban como revolucionaria contra el orden establecido y considerándolos casi como reos de Estado.

Nada diremos de las imágenes de talla de que ya nos hemos ocupado, pero sí diremos que resulta anacrónico el que se quiera remontar a los tiempos apostólicos el culto a las imágenes de talla, y tanto más anacrónico el suponerlos de aquella época los vestidos con telas ricas, costumbre casi muy moderna, pues data sólo de la Edad Media en España: uso introducido con el fin de ocultar las imperfecciones y fealdades de una escultura tan tosca como grosera por la inexperiencia de los artistas. En vano era que el pintor quisiese dar rico estofado a las imágenes con brillantes colores y abundante dorado, no desvirtuábase con aquellos ricos adornos. No hay más que examinar esculturas pertenecientes a aquella época, para convencerse de la inexperiencia de aquellos pobres artistas; las cabezas, son unas esferas propiamente en las que se colocan los ojos, las manos desproporcionadas, más parecen paletas, y en la cabeza un pesado bonete sustituye a la corona que no sabían labrar. Por esto más adelante vinieron los trajes de tela a cubrir aquellas imperfecciones y disimular lo tosco de la labor artística, con gran perjuicio del arte por otro concepto.

Así es que las imágenes de aquellos tiempos que el arte se hallaba muy en mantillas a consecuencia de las pérdidas y trastornos la invasión, casi más que a la época visigoda pueden atribuirse a mozárabe y cuando más al siglo X.

El culto de María, como hemos dicho, es antiquísimo en la Iglesia goda española, pues ya San Isidoro llega a decir que María es jefe de las doncellas cristianas, como Cristo de los varones cristianos que logran salvar su virginidad. La Iglesia visigoda celebra principalmente la fiesta de la Anunciación y Asunción de María, como se ve de los oficios góticos, a los cuales añadió después la de la Natividad. Las iglesias consagradas al culto de María, aun durante la dominación arriana, debieron ser muchas, pues lo eran varias catedrales. Véase si no, en Mérida, que además de la Basílica de Santa Eulalia en siglo VI existían, según Lafuente, dos iglesias dedicadas al culto de María Santísima, denominada la una la Santa Jerusalem, y la otra, distante de aquélla, Santa Quintiliana.

Convertido Recaredo al Catolicismo, verifícase la consagración de la Catedral de Toledo en 13 de abril de 387, bajo la advocación de Santa María, como lo señala la columna que se conserva en el patio y que dice: «En nombre de Dios fue consagrada la iglesia Santa María», con lo cual se la distingue de otra que se titulaba la Real por ser de la Ciudad regia o Corte, a la que acudían los mismos reyes a pesar de tener su capilla pretorial en palacio bajo la advocación de San Pedro.

Lafuente, en su historia de la Virgen, dice: «El descubrimiento reciente de una pequeña parte del tesoro escondido en Guarrazar al tiempo de la invasión musulmana en Toledo, nos da noticias de otras iglesias dedicadas a la Virgen María en aquella ciudad, y que obligó al arcediano Gudila a firmar en el Concilio XI de Toledo, como de la iglesia de Santa María de la Sede Real, para distinguirla de otras. Entre las cruces, coronas y demás ex-votos que se han logrado salvar y conservar, hay una ofrenda o presentalla, que consiste en una cruz sencilla de oro, en la cual se lee la inscripción In nomine Domini offeret Sonnica Sanctae Mariae in Sarbaces. Por esta inscripción se viene en conocimiento de que además de la Catedral e Iglesia Real de Santa María, consagrada en tiempo de Recaredo, había otra en el paraje llamado Sarbaces, que algunos han creído estuviese debajo del alcázar (cuasi sub-arca), o por lo menos que hubiera altar y efigie de ella en algún templo de aquel nombre».

Queda ahora el punto de si los católicos acostumbraban ya a poner imágenes en los altares en el siglo VII. ¿Serían de la Virgen estas efigies? Hay que tener en cuenta lo que la tradición nos relata respecto de considerar como del tiempo de los visigodos esas imágenes rudas de talla y sentadas, que contemplaron en algunos templos. Así parece acreditarlo la tradición, sin que haya pruebas en contrario. Las escasas noticias que acerca de este punto nos han conservado los escritores de aquella época, hacen creer e inducen casi a asegurar, que si en el siglo VII se ponían imágenes en los altares, lo eran con gran cautela y parsimonia. En ellos estaba, sí, la Cruz, pero én ésta apenas se ponía la figura corporal de Cristo, poníanse las reliquias de los mártires, pero no se halla vestigio de que se pusieran sus imágenes, aun cuando se pintaban en los muros de las iglesias para enseñanza y devoción.

Además de lo dicho, los visigodos en las procesiones llevaban la Cruz, pero sin imagen, y en ellas llevaban procesionalmente también el Evangelio con gran aparato de luces y de incienso. Lo mismo hacían con las reliquias de los mártires, y un canon de aquel tiempo prohíbe que los obispos se hagan llevar en sillas por los diáconos a pretexto de llevar al cuello colgadas reliquias de los citados mártires; pero no hallamos que en ellas se llevasen efigies del Salvador, y compréndese fácilmente que no llevándolas de Cristo nuestro Redentor, no llevarían de su Madre.

Los descubrimientos hechos en las recientes excavaciones en Toledo, Mérida, Córdoba y Valeria, nos han puesto de manifiesto los restos de antiguas basílicas y en ellos hemos encontrado lápidas, columnas e inscripciones y objetos de devoción por representaciones simbólicas, y si bien se han hallado el crismón, el pavón, la paloma con el ramo de oliva y otras, nada se ha puesto al descubierto de imágenes ni de representaciones de Jesús ni de María, y esto confirma lo dicho por S. Braulio (Epístola XIV del tomo XXX de la España Sagrada) al hablar del Sábado Santo al descorrerse los velos, habla del adorno de los altares, pero nada dice respecto de imágenes. Pero, la comunicación con los cristianos de Constantinopla era frecuente, y éstos acostumbraron desde muy antiguo a poner las imágenes; no es aventurado suponer que desde el siglo VI introdujeran los visigodos esta costumbre y que la persecución de los iconoclastas, lejos de extinguir esta devoción de las representaciones corpóreas, lo que hizo fue afirmarla más y más, afianzarla sin que esta persecución, favoreciera sus propósitos.

Fuente: Vida de la Virgen de María – Joaquin Casañ – Capítulo XXXI

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El Amor Generoso y Providente del Padre, Catequesis de Juan Pablo II

Audiencia del miércoles 24 de marzo de 1999

1. Prosiguiendo nuestra meditación sobre Dios Padre, hoy queremos reflexionar en su amor generoso y providente. «El testimonio de la Escritura es unánime: la solicitud de la divina Providencia es concreta e inmediata; tiene cuidado de todo, desde las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 303). Podemos tomar como punto de partida un texto del libro de la Sabiduría, en el que la Providencia divina se pone de manifiesto actuando en favor de una barca en medio del mar: «Es tu providencia, Padre, quien la guía, pues también en el mar abriste un camino, una ruta segura a través de las olas, mostrando así que de todo peligro puedes salvar, para que hasta el inexperto pueda embarcarse» (Sb 14, 3-4).

En un salmo se halla también la imagen del mar, surcado por las naves y en el que viven animales pequeños y grandes, para recordar el alimento que Dios proporciona a todos los seres vivos: «Todos ellos de ti están esperando que les des a su tiempo su alimento; tú se lo das y ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes» (Sal 104, 27-28).

2. La imagen de la barca en medio del mar representa muy bien nuestra situación frente al Padre providente, el cual, como dice Jesús, «hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5, 45). Sin embargo, frente a este mensaje del amor providente del Padre surge espontánea la pregunta: ¿cómo se puede explicar el dolor? Y es preciso reconocer que el problema del dolor constituye un enigma ante el cual la razón humana queda desconcertada. La Revelación divina nos ayuda a comprender que Dios no lo quiere, puesto que entró en el mundo a causa del pecado del hombre (cf. Gn 3, 16-19). Lo permite para la salvación misma del hombre, sacando bien del mal. «Dios todopoderoso (…), al ser sumamente bueno, no permitiría nunca que cualquier tipo de mal existiera en sus obras, si no fuera suficientemente poderoso y bueno como para sacar bien del mismo mal» (san Agustín, Enchiridion de fide, spe et caritate, 11, 3: PL 40, 236). A este respecto, son significativas las palabras tranquilizadoras que dirigió José a sus hermanos, los cuales lo habían vendido y ahora dependían de su poder: «No fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios (…). Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo numeroso» (Gn 45, 8; 50, 20).

Los proyectos de Dios no coinciden con los del hombre; son infinitamente mejores, pero a menudo resultan incomprensibles para la mente humana. Dice el libro de los Proverbios: «Del Señor dependen los pasos del hombre: ¿cómo puede el hombre comprender su camino?» (Pr 20, 24). En el Nuevo Testamento, san Pablo enuncia este principio consolador: «En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8, 28).

3. ¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a esta providente y clarividente acción divina? Desde luego, no debemos esperar pasivamente lo que nos manda, sino colaborar con él, para que lleve a cumplimiento lo que ha comenzado a realizar en nosotros. Debemos ser solícitos sobre todo en la búsqueda de los bienes celestiales. Éstos deben ocupar el primer lugar, como nos pide Jesús: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia» (Mt 6, 33). Los demás bienes no deben ser objeto de preocupaciones excesivas, porque nuestro Padre celestial conoce cuáles son nuestras necesidades; nos lo enseña Jesús cuando exhorta a sus discípulos a «un abandono filial en la providencia del Padre celestial que cuida de las más pequeñas necesidades de sus hijos» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 305): «Vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos. Que por todas esas cosas se afanan las gentes del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis de ellas necesidad» (Lc 12, 29-30).

Así pues, estamos llamados a colaborar con Dios, mediante una actitud de gran confianza. Jesús nos enseña a pedir al Padre celestial el pan de cada día (cf. Mt 6, 11; Lc 11, 3). Si lo recibimos con gratitud, espontáneamente recordaremos también que nada nos pertenece, y debemos estar dispuestos a donarlo: «A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames» (Lc 6, 30).

4. La certeza del Amor de Dios nos lleva a confiar en su Providencia paterna incluso en los momentos más difíciles de la existencia. Santa Teresa de Jesús expresa admirablemente esta plena confianza en Dios Padre providente, incluso en medio de las adversidades: «Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta» (Poesías, 30).

La Escritura nos brinda un ejemplo elocuente de confianza total en Dios cuando narra que Abraham había tomado la decisión de sacrificar a su hijo Isaac. En realidad, Dios no quería la muerte del hijo, sino la fe del padre. Y Abraham la demuestra plenamente, dado que, cuando Isaac le pregunta dónde está el cordero para el holocausto, se atreve a responderle: «Dios proveerá» (Gn 22, 8). E, inmediatamente después, experimentará precisamente la benévola Providencia de Dios, que salva al niño y premia su fe, colmándolo de bendición.

Por consiguiente, es preciso interpretar esos textos a la luz de toda la Revelación, que alcanza su plenitud en Jesucristo. Él nos enseña a poner en Dios una inmensa confianza, incluso en los momentos más difíciles: Jesús, clavado en la Cruz, se abandona totalmente al Padre: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23, 46). Con esta actitud, eleva a un nivel sublime lo que Job había sintetizado en las conocidas palabras: «El Señor me lo dio; el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor» (Jb 1, 21). Incluso lo que, desde un punto de vista humano, es una desgracia puede entrar en el gran proyecto de amor infinito con el que el Padre provee a nuestra salvación.

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La Oración puede cambiar el curso de los acontecimientos: casos concretos

Aquí hay historias de vida, casos cotidianos y milagrosos que han sucedido a personas notorias y por eso se difunden más, pero le sucede a todos los que piden con fe. Dios actúa con amor, cuando se lo pedimos con fe. Dios es el Señor de la historia y del universo. Nada ocurre sin su consentimiento; pero, para que actúe a nuestro favor, debemos pedirlo, porque no quiere obrar en contra de nuestra voluntad.

Realmente, Dios es maravilloso y amoroso con sus queridos hijos. Por eso, desea que le pidamos lo que necesitamos con toda confianza: Pedid y se os dará (Mt 7,7). Si vosotros, siendo malos, dais cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas a quien se las pide! (Mt 7,11). Dios quiere que le pidamos, pero también quiere que compartamos lo que tenemos para poder darnos el ciento por uno. Cada uno dé según se ha propuesto en su corazón, no de mala gana ni obligado, que Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para acrecentar en vosotros toda clase de gracias, para que, teniendo siempre y en todo lo bastante, abundéis en toda obra buena (2 Co 9,7-8).  

Ciertamente, en algunos casos, Dios actúa de modo extraordinario en nuestra vida por medio de milagros o de sucesos fuera de lo común. Pero lo normal es que actúe de modo sencillo. Por lo cual, no debemos esperar cosas milagrosas en nuestra vida. Dios nos las puede dar, si es lo más conveniente para nosotros, pero no debemos desearlas ni pedirlas, sino en la medida en que sean la voluntad de Dios para nosotros.

En una estación del metro de Milán, alguien escribió: Dios es la respuesta. Después de algunos días, alguien volvió a escribir: ¿cuál es la pregunta? La pregunta para saber que Dios es la respuesta es: ¿cuál es el sentido de tu vida? Pero todavía muchos jóvenes y no tan jóvenes no han encontrado la respuesta al sentido de su vida y viven errantes por un mundo, que los ciega con su afán de placer y los aparta de Dios.

Por eso, es importante descubrir el amor de Dios en las pequeñas cosas de la vida: en una flor, en una puesta de sol, en el murmullo de las hojas de los árboles, en la sonrisa de un niño, en un paisaje hermoso, en un pájaro… ¡Hay tantas cosas a través de las cuales uno puede descubrir a Dios! A veces, el amor desinteresado de otras personas, especialmente familiares, nos puede ayudar a descubrir que Dios nos ama. Para él, no somos un número más en la lista de los millones de seres humanos, que habitan el planeta. Para él cada uno, es un ser único e irrepetible y tiene una plan maravilloso para cada uno.

Dios nos ama con un amor personalizado. Por eso, quiere que nosotros lo amemos personalmente y le hablemos y le pidamos lo que necesitamos. Es decir, quiere que oremos, pues, como un Padre bueno, no quiere regalarnos a la fuerza sus dones. Quiere que los deseemos y los pidamos: Pedid y recibiréis.

 

LO QUE LE DICE EL PADRE A SANTA CATALINA DE SIENA

Santa Catalina de Siena, en su obra El diálogo, nos habla de lo que le dice el Padre Dios sobre la providencia divina:

Manifesté mi providencia, de modo general, por medio de la ley de Moisés y por muchos otros santos profetas del Antiguo Testamento… Después de ellos, mi providencia envió al Verbo, que fue vuestro mediador entre mí, Dios eterno, y vosotros. Le siguieron los apóstoles, mártires, doctores y confesores, como te he dicho en otro lugar. Todo esto lo hizo mi providencia y te repito que, del mismo modo, proveerá hasta el fin… Todo lo doy a través de mi providencia: la vida y la muerte, la sed, la pérdida de posición social, la desnudez, el frío, el calor, las injurias, los escarnios y las villanías. Todas estas cosas permito que las hagan los hombres. No que yo sea el autor del mal o de la mala voluntad de los que hacen el mal… Parecerá alguna vez al hombre que el granizo, la tempestad, el rayo que yo envío sobre una criatura, es una crueldad, juzgando que no he mirado por su salud; y lo he hecho para librarle de la muerte eterna, aunque piense lo contrario… Todo lo que hago lo llevo a cabo con providencia, buscando siempre únicamente la salvación del hombre…  

Yo soy la providencia suprema que nunca falta ni en el alma ni en el cuerpo a los que confían en mí. ¿Cómo puede sospechar el hombre que me ve alimentar al gusano en el interior de un madero seco, apacentar a los animales, dar de comer a los peces del mar, a todos los animales de la tierra y a los pájaros del aire, que envío el sol sobre las plantas y el rocío que empapa la tierra, ¿cómo cree que no le voy a dar el alimento a él que es mi criatura, formada a mi imagen y semejanza? Todo lo ha creado mi bondad para su servicio. Por eso, a cualquier parte que mire, espiritual o temporalmente, no encontrará otra cosa que el fuego y la grandeza de mi amor con la mayor y más perfecta providencia… Infinitas son las maneras de la providencia que empleo con el alma pecadora para sacarla de la culpa del pecado mortal… Y, si vuelves la vista al purgatorio, encontrarás en él mi dulce e inestimable providencia en aquellas pobres almas, que perdieron el tiempo por ignorancia… Te voy a explicar ahora algo sobre los modos que tengo de socorrer a mis servidores que confían en mí… A veces, los purifico con muchas tribulaciones para que den mejor y más suave fruto (espiritual). ¡Oh, cuán suave y dulce es este fruto y de cuánta utilidad para el alma que sufre sin culpa! Si ella lo entendiese, no habría nada que con celo y alegría no lo intentase sufrir.  

¿Te acuerdas de aquella alma que, llegando a la iglesia con grandes deseos de comulgar y acercándose al ministro que estaba en el altar, él respondió que no le daría la comunión? Creció en ella el llanto y el deseo, y en el ministro, cuando llegó el ofertorio del cáliz, el remordimiento de conciencia. Y como yo trabajaba dentro de aquel corazón, el ministro lo manifestó, diciendo al monaguillo: “Pregúntale, si quiere comulgar, que le daré la comunión”. Yo lo había permitido para hacerla crecer en fidelidad y esperanza… Recuerda a tu glorioso Padre Domingo, cuando hallándose los hermanos en necesidad, habiendo llegado la hora y no teniendo qué comer, mi amado servidor Domingo, confiando en mi providencia, dijo: Hijos, poneos a la mesa. Obedeciendo los hermanos a su mandato, se pusieron a las mesa. Entonces, yo que socorro a quien confía en Mí, envié dos ángeles con pan blanquísimo, en tanta abundancia, que tuvieron para muchos días…  

Algunas veces, proveo multiplicando una pequeña cantidad, que no alcanzaría para ellos, como sabes de la dulce virgen santa Inés (de Montepulciano)… Ella fundó un monasterio y en él reunió, al principio, a dieciocho doncellas sin nada, sólo con mi providencia. Una vez, entre otras, permití que durante tres días estuvieran sin pan, únicamente con verduras. Si me preguntas: ¿Por qué las tuviste de ese modo, cuando acabas de decirme que jamás faltas a tus siervos que esperan en ti y sufren necesidad?, te respondería que lo hice y permití para embriagarlas de mi providencia, a fin de que por el milagro que después siguió, tuviesen materia para poner su principio y fundamento en la luz de la fe. A quien ocurriese algo semejante o distinto, sepa que en aquella verdura o en otra cosa, ponía, daba y doy una disposición para el cuerpo humano de modo que se sentirá mejor con ella y, algunas veces, sin nada en absoluto, que lo que estaba antes con pan o con otras cosas que se dan para la vida del hombre.  

Estando Inés volviendo los ojos de su espíritu hacia mí con la luz de la fe, dijo: “Padre y Señor mío, esposo eterno, ¿me has hecho sacar a estas hijas de las casas de sus padres para que mueran de hambre? Provee, Señor, a su necesidad”. Yo mismo era quien la hacía que pidiera. Me alegraba, comprobando su fe y su humilde oración, que me era grata. Extendí mi providencia a lo que me pedía y, por inspiración, hice que una persona le llevase cinco panecillos. Se lo manifesté al espíritu de Inés y ella dijo, volviéndose a las hermanas: “Id, hijas mías, contestad al torno y tomad el pan”. Le di tanto poder al partir el pan que todas se saciaron y recogieron tanto del que había en la mesa, que tuvieron cumplidamente para satisfacer con abundancia la necesidad del cuerpo… Enamórate, hija, de mi providencia.

 

CASOS EXTRAORDINARIOS

Dios puede intervenir en los acontecimientos del mundo, de modo que puede inclinar la balanza al lado de los que le piden ayuda y protección. Un ejemplo concreto es el caso de santa Clara de Asís. Una mañana de setiembre de 1240, llegaron los sarracenos y entraron hasta el claustro del convento. Dice Celano que Clara sin temor, manda, pese a estar enferma, que la conduzcan a la puerta y la coloquen frente a los enemigos, llevando ante sí la cápsula de plata, encerrada en una caja de marfil donde se guarda con suma devoción el Cuerpo del Santo de los Santos (LC 1,21). Una de las religiosas, testigo del acontecimiento, dijo en el Proceso de su canonización que una vez que entraron los sarracenos al claustro del monasterio, madonna Clara se hizo conducir hasta la puerta del refectorio y mandó que trajesen ante ella un cofrecito, donde se guardaba el Santísimo sacramento del Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo y, postrándose en tierra en oración, rogó con lágrimas diciendo: “Señor, guarda Tú a estas siervas tuyas, pues yo no las puedo guardar”. Entonces, la testigo oyó una voz de maravillosa suavidad que decía: Yo te defenderé siempre… Entonces, la dicha madonna se volvió a las hermanas y les dijo: “No temáis, porque yo soy fiadora de que no sufriréis mal alguno ni ahora ni en el futuro, mientras obedezcáis los mandamientos de Dios”. Y los sarracenos se marcharon sin causar mal ni daño alguno (Proceso 9,2).

Todos los testigos expresan el rechazo milagroso de los sarracenos ante la oración de Clara ante el Santísimo sacramento. Por eso, la piedad popular la ha representado siempre con una custodia en la mano. Dios la salvó y salvó a su convento e, incluso, a la ciudad de Asís. Pero, al año siguiente, se volvió a repetir algo parecido.

Vital de Aversa amenazó de nuevo la ciudad de Asís y Clara movilizó a sus hermanas en oración y penitencia para obtener la protección de Dios. Dice una testigo que después de haberse echado ceniza en la cabeza como señal de penitencia, mandó a todas a la capilla a hacer oración. Y, de tal modo lo cumplieron, que, al día siguiente, de mañana, huyó aquel ejército roto y a la desbandada (Proceso 9,3).

Como vemos, la oración hecha con fe es capaz de cambiar el curso normal de los acontecimientos por el poder de Dios, para bien de los que le aman.  

También en la vida de santa Rosa de Lima se cuenta algo parecido. El 21 de julio de 1615, una expedición de piratas holandeses al mando de Jorge Spilbergen, había derrotado a la armada virreinal frente a Cañete y se dirigía al puerto del Callao para apoderarse de Lima, que estaba con poca protección. Rosa de Lima oró con fervor y la población consiguió rechazar con éxito a los piratas, que tuvieron que huir a las naves sin hacer ningún daño a la ciudad.

Otro suceso, que he leído en diferentes libros y revistas, se refiere a la vida del santo Padre Pío de Pietrelcina. Durante la segunda guerra mundial, varias veces, quisieron los aliados bombardear san Giovanni Rotondo, el pueblo donde él vivía, pero no pudieron. Algunos aviadores contaban que, cuando estaban llegando al lugar, se les aparecía en las nubes el Padre Pío, y con mala cara les decía que se fueran. Alguno de ellos lo reconoció después de la guerra al verlo personalmente.

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Y ¡cuántas veces Dios detiene el curso normal de las enfermedades y sana milagrosamente a aquéllos por quienes se reza con fe! Por eso, podemos decir sin temor a equivocarnos: La oración hecha con fe realiza milagros. Dios hace milagros cuando se lo pedimos con fe y amor. Muchos se sanan por sus oraciones o las de sus familiares. Otros se mueren, porque no hay quien rece por ellos. Muchos lugares de la tierra se salvan de graves peligros de guerras o epidemias o catástrofes naturales por la oración de sus habitantes.  

Recordemos el éxito de la batalla de Lepanto contra los mahometanos, el 7 de octubre de 1571, por el rezo del rosario en toda la cristiandad por iniciativa del Papa san Pío V.

Otro suceso, entre miles que se podrían citar. El 25 de agosto de 1675, 6.000 polacos derrotaron a 300.000 turcos, que asediaban la ciudad de Lwow en Polonia. La victoria fue atribuida a la intercesión de María. Aquel día, todo el pueblo se había reunido en oración y vio cómo el cielo se nubló de improviso y un extraño temporal se avalanzó contra el ejército enemigo con granizo, rayos, truenos y relámpagos, que los hizo huir despavoridos.

En la guerra francoprusiana de 1871, en el pueblo de Pontmain, la Virgen se apareció a dos niños. En ese pueblo, toda la población oraba para ser protegida del avance alemán. El párroco había consagrado a la Virgen María a los 38 jóvenes que fueron a la guerra y que regresaron sanos y salvos. Los alemanes no entraron en el pueblo. En la guerra de 1914, igualmente, la Virgen protegió el pueblo. Y, en la segunda guerra mundial, todos sus soldados regresaron del frente con vida.

 

PROVIDENCIA Y MILAGROS

Nunca me olvidaré de lo que dijo una vez una madre de familia: Muchos niños mueren, porque sus padres no rezan. De la misma manera, podríamos decir que muchos milagros no ocurren y muchos enfermos no se sanan, porque no se reza. Orar es darle permiso a Dios para que intervenga en nuestra vida para nuestro bien. Y, entonces, muchas cosas buenas suceden que, de otro modo, podrían normalmente llevarnos a la muerte o a la invalidez o al desastre total.

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Ya hemos hablado de casos extraordinarios, milagrosos, obrados por Dios. Pero la intervención de Dios debería ser normal, aun en casos extremos, si tuviéramos fe y se lo pidiéramos con confianza de hijos.

La Madre Briege Mckenna ha escrito un libro Los milagros sí ocurren”, donde relata casos de curaciones extraordinarias, producidas por la fe. Dice que un día llevaron a un niño que sufría de quemaduras muy severas y de ampollas en todo su cuerpo. Recuerdo haber pensado: ¡Dios mío, no hay realmente nada que hacer! Está muy mal. No tenemos médicos ni medicinas aquí. Oramos por el pequeño y, después, el sacerdote le dijo a la anciana mujer que lo había llevado a la misa: “Déjalo ahí y comencemos la celebración de la misa”… Al terminar la misa, fui a ver cómo estaba el niño. Lo habían colocado debajo de la mesa, que sirvió de altar, pero ya no estaba ahí. Yo le pregunté a la mujer: ¿Dónde está? Ella me señaló un grupo de niños que jugaban ahí cerca. Vi al niño y se veía muy bien. No había nada malo en él. Y le pregunté: ¿Qué le pasó? Y la anciana me miró y me dijo: “¿Cómo que qué le pasó? ¿Acaso no vino Jesús?”.

Sí, Jesús Eucaristía es la mayor fuente de milagros en cualquier lugar del mundo y no sólo en los grandes santuarios marianos como Lourdes o Fátima.

Otro día le telefoneó un joven sacerdote para que orara por él, porque tenía cáncer en las cuerdas vocales y dentro de tres semanas debían operarlo para extirparle la laringe. Ella le dijo: Padre, cada día, cuando celebra la misa y consume la hostia consagrada, usted se encuentra con Jesús. Usted toca a Jesús y lo recibe en su cuerpo y no sólo como la mujer hemorroísa que le tocó el borde del manto. Pídale a Jesús Eucaristía que lo sane.  

Tres semanas después, ingresó al hospital para ser operado. Me llamó más tarde para decirme que la cirugía no se realizó. Los médicos descubrieron que el cáncer había desaparecido y sus cuerdas vocales estaban como nuevas.

He conocido sacerdotes extraordinarios como el padre Emiliano Tardif o el padre James Manjackal con un ministerio extraordinario de sanación de enfermos. Dios ha obrado maravillas a través de ellos. Y así otros más.

Y Dios sigue obrando maravillas en la medida de nuestra fe y de nuestra confianza en Él. Recuerdo al padre Feliciano Díez, agustino recoleto, que siempre contaba que, cuando era un niño, estaba gravemente enfermo con las piernas paralizadas. Su padre lo llevó al santuario de la Virgen del Pilar de Zaragoza a rezar por él. Al día siguiente al despertar, estaba completamente curado.

Un joven sacerdote de Lima me contaba que, cuando era un bebé, estuvo muy grave con una fuerte neumonía. Como sus padres vivían en la Sierra del Perú y no había médico ni posibilidades de llevarlo al hospital más cercano, su madre lo llevó a la iglesia y lo consagró a la Virgen, ofreciéndoselo para que, si se sanaba, fuera sacerdote. A los tres días, sin ninguna medicina, estaba totalmente curado. Siendo joven, no estaba muy dispuesto a ser sacerdote; pero, poco a poco, el Señor lo guió al Seminario y se ordenó de sacerdote con 29 años el 7 de marzo de 2004. Su nombre Iván Luna.

El padre Giovanni Salerno. Dice:

Durante mis años de misionero he visto muchos milagros. Hablo de milagros extraordinarios, no sólo de curaciones de una fuerte fiebre o cosas parecidas, sino incluso de enfermedades o traumas que necesitaban de una intervención quirúrgica. Jamás olvidaré el caso de Justo, quien cayendo del caballo se había roto la espina dorsal. El curandero lo curaba con orines sedimentados, mezclados con hojas de coca. Y esto, durante dos largos meses. ¡Es fácil imaginarse la infección que resultó!… En la espina dorsal de Justo hormigueaban los gusanos. Le faltaban al menos tres kilos de carne: sus muslos habían desaparecido completamente, consumidos por la enfermedad. En su lugar, había como una caverna… Preferí no tocarlo en absoluto. Dije: “No puedo hacer nada. Si tienes fe (le dije a su madre), Dios te ayudará”. Y ella me dijo: “¿Qué tengo que hacer para tener fe y conseguir este milagro? Ya no tengo nada: el curandero ya se ha llevado mis gallinas y mis cuyes”. Para conseguir el milagro, le dije, sólo debes pedírselo a Dios: no se necesita dinero ni animalitos, sino solamente rezar con fe. Reza tres Avemarías, pidiéndole a la Virgen Santísima que te haga el milagro…  

A los tres días, fui a visitarlo y ¡cuál no sería mi asombro, cuando constaté que Justo tenía abundante carne, donde antes sólo se veía una especie de caverna! Y era carne tierna y rosada como la de un recién nacido. Me quedé boquiabierto, preso de escalofrío. Al quinto día, Justo volvió a su condición de salud más que normal.  

Teodosia tenía un brazo roído por la uta, un tipo de lepra que despedía un olor pestilente. Yo había preparado el instrumental quirúrgico para amputárselo y me decía a mí mismo: ¿Qué hago? Amputándole el brazo la volveré aún más pobre. Entonces, con miras a ganar un poco de tiempo para decidir mejor cómo proceder, le dije: Mañana vienes para que te haga la operación de amputarte el brazo. Al despedirme, le dije: “¿Por qué no le pides a la Virgen María que te haga el milagro?”.  

Ella me preguntó: ¿Qué debo hacer? Le di un poco de agua santa de Lourdes, diciéndole: “Tómala y, durante la noche, pídele a la Virgen María que te haga este milagro”. Al día siguiente, la estuve esperando, decidido a amputarle el brazo… De pronto, escuché una algarabía creciente en las afueras del dispensario. Era Teodosia, que, inconteniblemente feliz, enseñaba su brazo a los demás enfermos que la rodeaban y les decía: “Miren mi brazo. Hasta ayer lo han visto cómo se caía a pedazos y apestaba. Ahora está sano”. Y sobre sus hombros cargaba un corderito como regalo.  

Basilio, un niño de nueve años, sufría de hidrocele. Esta infección se había extendido a todo su cuerpo, de forma que parecía una gran pelota inflada. En cualquier parte de su piel, donde se apoyara un dedo, éste se hundía. Le suministré cierto tipo de medicinas, pero inútilmente: el muchacho no se curaba, sino que, por el contrario, empeoraba cada vez más… Le dije a su madre, entregándole un poco de agua bendita: “Pídele este milagro a la Virgen María. Ninguna medicina puede curarlo”.  

Al día siguiente, vino su madre y me dice: “Basilio tiene hambre. Tienes que darme algo de comida”… Fui a la cabaña de Basilio. No podía creer lo que estaba viendo. Todo había vuelto a la normalidad. En el dispensario volví a examinarlo con mayor rigor y tuve que admitir que Basilio se había curado..  

Un día llegué a Coyllurqui al anochecer. Me trajeron a un cabo de la guardia civil tendido sobre una camilla improvisada. Los parientes que lo cargaban, me dijeron que, desde hacía ocho días, no comía y que echaba continuamente sangre por la boca. También en mi presencia siguió arrojando sangre hasta llenar una vasijita. Estaba realmente muy grave y yo no tenía medicinas ni siquiera para cortar la hemorragia…  

La mujer del enfermo me suplicaba que hiciera todo lo posible para salvarlo. Entonces, tuve que hablarle muy claro, diciéndole que se necesitaba un milagro de la Virgen María para poderlo curar. Debo decir que, curando a los enfermos, he recurrido siempre mucho a la medalla milagrosa y también en este caso les hablé al enfermo y a su mujer de las grandes gracias que la Virgen Santísima concede a los que con mucha fe llevan consigo su medalla milagrosa. Viendo la viva fe de los dos, puse la medalla milagrosa al cuello del enfermo y, junto con su esposa, recitamos tres Avemarías.  

Hacia la medianoche, un fuerte estruendo, proveniente de la verja del dispensario, me despertó sobresaltado, mientras un extraño calor inundaba mi habitación. Me levanté a toda prisa para comprobar qué había sucedido, pero pensé que lo que había provocado aquel estruendo podía haber sido uno de los hijos del enfermo al visitar a su padre.  

A la mañana siguiente, fue grande mi asombro, cuando lo encontré sentado sobre la cama. ¡Estaba comiendo un buen trozo de pollo! Con calma me contó que hacia medianoche, la Señora representada en la medalla milagrosa le había visitado y le había tocado la frente y él había sanado inmediatamente. Más adelante quiso que le diera una gran cantidad de aquellas medallas para dar a conocer a todos el poder misericordioso y materno de la Virgen María. ¡Cuántos kilos de medallas milagrosas hemos repartido entre los pobres! Podría narrar muchos otros prodigios obrados por la Virgen Santísima por medio de la medalla milagrosa, cuando ésta se lleva puesta con mucha fe.

La Madre Teresa de Calcuta contaba en una ocasión: Uno de nuestros doctores, oculista, trabaja mucho con nuestros pobres y es muy amable con ellos. Dedica dos horas diarias a ellos. Durante esas dos horas no atiende a nadie más que a los pobres, todo gratis: consulta, lentes, medicinas… Un día me dijo: “Madre, tengo un cáncer maligno y dentro de tres meses moriré”.  

Fue a USA y le dijeron lo mismo. Regresó a Calcuta y su familia lo llevó al hospital. Fui a visitarlo al hospital, llevé una medalla de la Virgen Milagrosa y le pedí que dijera: “María, Madre de Jesús, dame la salud”.  

Encargué a su familia que rezara también a Nuestra Señora. A pesar de ser una familia hindú, debieron rezar con mucha fe. Después de tres meses, tiempo al cabo del cual supuestamente tenía que morir, el oculista vino a mi casa y me dijo: “Madre, fui al doctor, me examinó con rayos X, me hizo análisis y no encontró ni rastro del cáncer”. Un auténtico milagro. Ahora lleva una cadenas al cuello con la medalla milagrosa.

Dios hace milagros con las cosas más sencillas, cuando hay fe. Santa Margarita María de Alacoque, a veces, escribía en un pequeño papel Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío y lo hacía tomar al enfermo para que sanara.

De san Juan Bosco se cuenta que desde que estaba en el Seminario, se valía de una estratagema para ayudar a los enfermos con la invocación de María. Consistía en repartir píldoras de miga de pan o bien sobrecitos con una mezcla de azúcar y harina, imponiendo a los que recurrían a su ciencia médica, la obligación de acercarse a los sacramentos, rezar un número determinado de Avemarías a la Virgen o la Salve. La prescripción de las medicinas y de las plegarias eran de tres días, a veces de nueve. Los enfermos, incluidos los más graves, se curaban.  

¡Cuántos prodigios sigue obrando nuestro buen Dios entre la gente que tiene fe! Dios ama a todos, porque para él, ricos o pobres, sabios o ignorantes, todos son sus hijos y a todos ama con amor infinito y a todos quiere bendecir con abundantes gracias y milagros.

 

MILAGROS COTIDIANOS

La providencia de Dios se manifiesta hasta en los más pequeños detalles de la vida. Veamos algunos ejemplos..

Un día, Chiara Lubich, la fundadora del movimiento de los focolares, se encontró por la calle con un pobre que le dice: ¿Puede darme un par de zapatos número 42? ¿Cómo encontrar en plena guerra (era el año 1943), cuando faltaba de todo, un par de zapatos? ¿Y además tan preciso?  

Chiara divisa una iglesia allí cerca y entra. Estaba vacía, pero la lucecita roja indica que allí esta Jesús. Y le pide de rodillas: Jesús, dame un par de zapatos de número 42 para ese pobre.  

A la salida, abre la puerta y ve una señora conocida, que le pone un paquete en las manos, diciéndole: Para tus pobres. Lo desenvuelve y era un par de zapatos del número 42.

Otro día Chiara estaba preparando la comida, cuando llaman a la puerta. Era una mujer pobre que pedía ayuda para su familia. Chiara fue y sacó de un cajón un sobre que contenía la cantidad necesaria para pagar el alquiler, el gas y la luz del mes, y se lo dio a la mujer. Luego le dijo a Jesús: Te dejo el sobre abierto, mira tú cómo llenarlo para que podamos pagar lo que debemos. Y siguió trabajando.

Al poco rato, llega Natalia, una de sus primeras compañeras, corriendo en bicicleta y le dice: Esta mañana me han subido el sueldo y se me ha ocurrido traerlo inmediatamente por si te hace falta. Era el doble de lo que Chiara había dado.

Una mañana Chiara comentó con nosotras: No tenemos ni un céntimo ni para desayunar. Pero Jesús es nuestro esposo. Él se ocupará… De vuelta a casa, nos encontramos la mesa puesta y, al lado de las tazas, una jarra de leche, un pan con pasas y un paquete de cacao. Más tarde, nos enteramos de que una señora mayor, vecina nuestra, nos había querido dar esta sorpresa. Y como la llave estaba colgada al lado de la puerta, había entrado.

Un día le llegó a Chiara Lubich la cuenta de la intervención quirúrgica de una focolarina y de su estancia en el hospital. Eran cien millones de liras. La verdad es que se llevó un susto. Pero, como siempre, confió esta preocupación a la providencia de Dios. Justo en esos días, una adherente al movimiento de los focolares recibió una herencia. A sus hijos les dio la casa y a Chiara el dinero contante: Exactamente, cien millones de liras.

Había llegado al focolar un par de zapatos de señora, nuevos, bonitos, de tacón alto, pero pequeñísimos, de número 33. ¿A quién le podrán hacer falta? me pregunté. Al poco rato, llaman a la puerta, es Vilma, una mujer joven, muy pobre, que viene a vernos de vez en cuando con su niña. Vilma es menuda, muy pequeña. Le miro instintivamente los pies, y le ofrezco los zapatos. Con gran alegría suya, le van que ni pintados.

Un sacerdote nos contó que deseaba ir a Italia a un encuentro para sacerdotes del movimiento de los focolares, pero no tenía dinero. Entonces, se encomendó a la providencia, pensando: Si es voluntad de Dios, Él me mandará el dinero.

Un día, al abrir el correo, sacó un sobre con un cheque: Era de la diócesis, que le comunicaba la muerte de un sacerdote anciano, que deseaba dejar una suma de dinero al sacerdote más pobre de la diócesis y el obispo había pensado en él. Contenía, exactamente, el dinero necesario para el viaje.

El cardenal Ersilio Tonini dice que un día lo llamó por teléfono el arzobispo de Gitega, en Burundi, para pedirle ayuda para construir una clínica de maternidad en Gitega, donde la mortalidad infantil era muy alta. Al día siguiente, llega una señora de Forlí, cuya hija se había suicidado y le da el dinero de la venta del piso de su hija. Con él pudo atender la petición del arzobispo de Gitega y, al año siguiente, fue construida la clínica de maternidad. Pareciera que el Señor hubiera dispuesto las cosas para que todo llegara a feliz término en el mínimo plazo posible. Dios se preocupaba también de aquellos niños burundeses, que tanto necesitaban, y lo hacía a través del cardenal Ersilio Tonini.

EJEMPLOS DE VIDA

CARLO CARRETTO

Carlo Carretto era un religioso que soñaba con fundar un convento en los Alpes y una inyección mal puesta lo dejó cojo para toda la vida. Y en vez de ir a los Alpes, se fue 10 años al desierto del Sahara, donde, en el silencio y la soledad, aprendió a amar más a Dios y escribió libros hermosos, que se leen en todo el mundo. Por eso, pudo escribir: Ahora le doy gracias a Dios por lo que ha hecho conmigo y por mi pierna coja que estoy arrastrando con un bastón desde hace treinta años.

Con toda seguridad, muchos santos no lo hubieran sido nunca, si Dios no hubiera permitido en su vida fracasos o enfermedades, que les hicieran acercarse más a Él. Muchos más se acercan a Dios a través de los sufrimientos que a través de la vida sana y placentera. Por eso, debemos agradecer a Dios muchas de sus intervenciones dolorosas en nuestra vida, porque nos ha hecho madurar y crecer espiritualmente mucho más en unos meses de enfermedad que en años de vida sana y normal.

Dice Carlo Carretto: Dios nunca está ausente de nuestra vida ni puede estarlo. En Él vivimos, nos movemos y existimos (Hech 17,28). Pero ¡cuántos actos de fe para aprender a navegar por el mar de Dios a ojos cerrados y con la convicción de que, si nos hundimos, nos hundimos en Él, en el divino y eterno Presente! Dichoso el que aprende a vivir esta navegación en Dios y sabe permanecer sereno, aun cuando arrecia la tempestad.

Sí, dichoso el hombre que sabe que Dios es el compañero de la vida, que nunca lo dejará solo, y que le sigue diciendo a todas horas y, especialmente, en los momentos más difíciles de la vida: Yo nunca te dejaré ni te abandonaré (Jos 1,5). Por eso, no tengas miedo ni te acobardes, porque Yahvé tu Dios estará contigo dondequiera que tú vayas (Jos 1,9).

 

NGUYEN VAN THUAN

Nguyen van Thuan, siendo ya obispo, estuvo en una cárcel vietnamita trece años, de los cuales nueve años en régimen de aislamiento total. El día que lo apresaron, el 15 de agosto de 1975, llevaba un rosario en el bolsillo. Dice: Durante el viaje a prisión, me di cuenta de que sólo me quedaba confiar en la providencia de Dios.

En la cárcel pasó mucha hambre y muchos momentos de enfermedad y de tristeza, de los que nunca pensó que pudiera salir vivo; pero la providencia de Dios velaba sobre él. Por eso, pudo decir después de liberado: En mi vida, que ha sido larga y accidentada, he hecho esta experiencia: si sigo fielmente, paso a paso, a Jesús, Él me conduce a la meta. Caminaréis por senderos imprevisibles, a veces, tortuosos, oscuros, dramáticos, pero tened confianza: ¡Estáis con Jesús! Arrojad sobre Él todas vuestras ansias y preocupaciones.

El año 2000 dio los ejercicios espirituales ante el Papa en el Vaticano. Y dice: Hace 24 años, cuando celebraba la misa con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de mi mano, no me habría esperado que el Santo Padre hoy me regalaría un cáliz dorado. Hace 24 años nunca habría pensado que hoy, fiesta de san José del 2000, mi sucesor consagraría, precisamente, en el lugar donde viví en arresto domiciliario, la iglesia más bella dedicada a san José en Vietnam. Hace 24 años no habría esperado nunca poder recibir hoy, de un cardenal, una suma consistente para los pobres de aquella parroquia.

El Papa Juan Pablo II lo nombró presidente del Consejo Pontificio de Justicia y Paz y cardenal de la santa Iglesia. Evidentemente, los caminos de Dios son incomprensibles para nosotros, pero Dios escribe derecho con renglones torcidos. Cambia nuestros planes humanos con fracasos y sufrimientos de toda índole. Para cada uno tiene una misión concreta y específica. A cada uno, su providencia lo guía por caminos diferentes. Cada uno tiene su camino personal. Dios no hace fotocopias. ¿Cuál será tu camino? Cumple la voluntad de Dios en cada momento, porque, como diría Raissa Maritain: Bajo sus oscuras apariencias, los deberes de cada instante esconden la verdad de la voluntad divina; son como los sacramentos del momento presente.

 

MADRE ANGÉLICA

Nació en 1923 en Canton (Ohio), USA. Sus padres se divorciaron, cuando ella tenía 6 años. A partir de entonces, vivió sola con su madre, pasando hambre y frío y sobreviviendo con trabajos ocasionales. Aparte de eso, su madre tenía problemas de depresión, que, a veces, la llevaban a querer suicidarse. Por eso, desde muy pequeñita tuvo que ganarse la vida para poder sobrevivir y ayudar a su madre, lo que hizo que sus calificaciones escolares fueran muy deficientes. Ella dice:

No recuerdo haber tenido una verdadera amiga durante mi niñez. ¡No tenía ni arbolito de Navidad, ni muñecas ni amigas!. Recuerdo poner pedazos de cartón en la suela de los zapatos para que mi madre no se diera cuenta de que ya no servían. Pero el cartón no dura mucho y tenía que caminar más de tres millas en áreas nevadas para llegar al colegio.

A los veinte años ocurrió el acontecimiento decisivo de su ida. Una señora, Rhoda Wise, que había sido protestante, se convirtió a la fe católica, estando gravemente enferma en un hospital católico. Los médicos le dijeron que tenía un cáncer terminal y tuvo que irse a su casa; pero, a los pocos días, se le aparecieron Jesús y santa Teresita del niño Jesús, que la curaron milagrosamente. Lo que llamó la atención a Rita Rizzo (el verdadero nombre de Madre Angélica) fue el relato de que tenía los estigmas o heridas de Cristo, plenamente visibles en su cuerpo. Las marcas eran similares a las de san Francisco de Asís.

El día 8 de enero de 1943 su madre la llevó a visitar a esta señora para que rezara por ella, pues hacía mucho tiempo que tenía fuertes dolores en el estómago sin que los médicos pudieran hacer nada por ella. La señora Rhoda Wise le dio una oración para que la rezara, pidiendo la intercesión de santa Teresita. Y dice:

Rezamos la novena. Nueve días de oración y, al final, el domingo 27 de enero algo sucedió. A media noche, sufrí el peor dolor de estómago que he tenido en mi vida. Era como si me hubieran volteado por adentro hacia fuera. Esa mañana me levanté y me preparé para ir a misa de once y media. Luego mi corazón dio un salto. De repente, me di cuenta que no tenía ningún dolor de estómago. Como si nunca hubiera tenido problema alguno. Había sanado. No había duda. Desde ese día hasta la fecha no he tenido otro dolor de estómago. Dios había hecho un milagro. Sin lugar a dudas, ese fue el día en que encontré a Dios. Fue la primera vez que reconocí la participación activa de Dios en mi vida.

Sentir que Dios me había escogido y me había tratado de un modo preferencial, ocasionó un cambio dramático en mí… Me enamoré de Dios y empecé a tener una verdadera sed de Él. Mi vida cambió desde ese instante… Un día de 1944, mientras meditaba en la iglesia, un pensamiento cruzó mi mente. Era un hecho sencillo, como si tuviera la completa certeza de que sería monja… ¿Qué? ¿Monja? ¡No lo podía creer! No me gustaban las monjas… La convicción de que debería seguir esa vocación era muy fuerte.

El mayor obstáculo para ir al convento era su madre. Pero, después de pensarlo bien y hablar con las religiosas franciscanas de clausura de Cleveland, decidió irse de casa para seguir su vocación. En la carta que le escribió a su madre le decía:

Algo pasó en mí después de mi curación. ¿Qué fue exactamente?, no lo sé. Me enamoré completamente de Nuestro Señor. Vivir en el mundo estos últimos diecinueve meses ha sido muy difícil para mí… Recuerda que pertenecemos primero a Dios y luego a nuestros padres. Somos sus hijos. Te pido tu bendición para que pueda alcanzar las alturas que deseo. Te quiero mucho.

En el convento estuvo a punto de ser enviada a su casa por motivo de un defecto congénito que tenía en la columna, que le afectaba dolorosamente las vértebras. Este problema había empeorado a raíz de un resbalón que se dio en el piso mojado. Tuvieron que operarla, aun a riesgo de quedarse paralítica para toda la vida. Cuando salió del hospital, llegó con dos aparatos ortopédicos y unas muletas. Hasta ahora tiene un aparato ortopédico permanente en las piernas y camina con una muleta; pero, a pesar de sus limitaciones físicas y de sus dolores de columna, ella sigue trabajando y hace lo posible y lo imposible para llevar a Cristo hasta los últimos rincones del planeta. Ella, dicen las hermanas, oculta el dolor de forma admirable y se asombran de que no toma ninguna pastilla para el dolor. Todo se lo ofrece a Jesús con amor.

La manifestación del amor y de la providencia de Dios en su vida ha sido continua. Cuando empezó a construir el Monasterio, donde ahora vive en Birmingham, dedicado a la adoración perpetua, no tenía recursos, pero Joe Bruno, dueño de algunos supermercados, les enviaba diariamente los alimentos. Al principio, dijo que lo haría por el primer año, pero lo ha seguido haciendo durante muchos años. Ella dice: Eso fue un regalo muy directo de Dios. Fue una sorpresa caída del cielo. Y Dios bendijo a Joe Bruno. Al comienzo, tenía 13 supermercados. Ahora es dueño de 65 supermercados y 50 farmacias. Después de varios años, alguien le preguntó si continuaba alimentando a las monjas franciscanas y él contestó que no sería negocio dejar de hacerlo.

Pero las deudas comenzaron y las religiosas acudían a su dueño y Señor, a Jesús sacramentado, expuesto en la custodia día y noche. Con ayuda de bienhechores las deudas de la construcción las pagaron en 5 años.

Un día, un sacerdote carismático se presentó al Monasterio para orar por la Madre. Transcurrió una semana y no había notado ningún cambio como resultado de la oración de aquel sacerdote. A los pocos días, se enfermó de una fuerte gripe y se fue a la cama, sintiéndose enferma. Y dice ella: Me encontraba acurrucada en mi cama con mi Biblia. Por alguna razón había decidido leer el Evangelio de san Juan en voz alta y, de repente, me sentí llena del Espíritu Santo, era totalmente una nueva experiencia… Todos los síntomas de la gripe habían desaparecido. Había sentido la presencia total de Dios en la habitación. Era una sensación imposible de describir y que podría compararse con la historia de los primeros monjes franciscanos que también habían sido tocados por el Espíritu y cubiertos del poder de Dios. Era como si Dios estuviera diciendo: “Te estoy preparando para algo especial y único”. Sentía un poder increíble. Estaba renovada y lista para escuchar las indicaciones de Dios.

Una vez terminado el Monasterio, empezó a publicar pequeños folletos de doctrina católica para animar en su fe a los católicos, pero decidió tener su propia imprenta para abaratar los costos y todas las hermanas se dedicaron en su tiempo de trabajo a producir folletos religiosos. Lograban imprimir 25.000 libritos cada día y unos seis millones cada año. Las hermanas operaban impresoras, evaluadas en más de 120.000 dólares. Todo había sido conseguido con la ayuda de bienhechores. La providencia de Dios velaba sobre ellas.

La Madre Angélica dice por experiencia: Antes que nada, Dios siempre se encarga de pagar las deudas, cuando trabajamos para Él. Hasta ahora nunca nos ha fallado. Podemos hacer su trabajo y, a la vez, tener tiempo para rezar cinco horas cada día.

Los libritos de la Madre eran distribuidos en todo USA y en 37 países con traducciones en francés, español y vietnamita. El trabajo de las hermanas era fabuloso y Dios proveía a todos los gastos. Y el nombre de la Madre Angélica empezaba a sonar por todas partes, de modo que la llamaban para entrevistas en diferentes emisoras de radio y televisión. Y Dios le inspiró convertir el garaje del Monasterio en un estudio de televisión para grabar programas, que después enviaría a diferentes canales. Sabía que los gastos eran excesivos para sus posibilidades, pero confiaba en su esposo Jesús y, pidiendo préstamos comenzó a comprar los primeros equipos de lo que después sería la estación de televisión Eternal Word Television Network (cadena de televisión Palabra eterna, EWTN).

Dice: Yo pensé que tenía las manos llenas con la construcción del Monasterio y de la imprenta. Pero, cuando surgió lo de la televisión, me di cuenta de lo que realmente significa pasar tiempos difíciles. Pero Dios siguió aumentando nuestra fe, paso a paso. Lo veíamos a Él en cada esfuerzo y veíamos cómo su providencia hacía prodigios.

Tuve un miedo terrible, cuando hice el primer pedido de equipo de televisión. Cuando vi el precio y vi la imposibilidad de pagar esas sumas astronómicas, me sentí abrumada por la responsabilidad. No se pueden imaginar cuántas veces tomé el teléfono para cancelar la orden, pero cada vez pasaba algo y no lo hacía. Una vez, una compañía estuvo dispuesta a darme crédito sin necesidad de un fiador, sólo con mi firma… Una de mis definiciones de fe es tener un pie en el aire, otro en la tierra ¡y una sensación de malestar en el estómago! Yo tomo Maalox, un antiácido. Alguien, una vez, me desafió diciendo que, si realmente soy una persona de fe, no tendría por qué tomar Maalox. Yo le contesté que mi estómago no sabe que tengo fe.

El equipo de televisión, valorado en más de cien mil dólares, comenzó a llegar al Monasterio. Esa suma era aparentemente imposible de pagar. Luego, empezaron a pasar cosas inexplicables. La compañía contratada para iluminar el estudio, redujo su precio de 48.000 a 14.000 dólares. Las cámaras, valoradas en 24.000 dólares, se pagaron con un donativo adquirido durante un viaje. Así encontraba fuerzas para seguir adelante.

Para 1986 los costos de operación eran más de 360.000 dólares al mes. Pero la oración de la Madre y de las hermanas, con la colaboración de laicos comprometidos, hacía que los prodigios siguieran sucediendo sin interrupción. En ese año, la cadena EWTN llegaba a 300 sistemas de cable y distribuía la señal a más de nueve millones de hogares.

Otra de sus grandes obras ha sido la fundación de la mayor emisora de radio privada de onda corta con la ayuda financiera de los esposos Piet y Trude Derksen, que le aportaron, en un primer momento, para este proyecto dos millones de dólares. Y la Madre Angélica nos dice convencida:

Si no estamos dispuestos a hacer el ridículo, Dios no puede hacer milagros… Nuestro Señor, a través de su divina providencia, hizo posible a EWTN desde un garaje convertido en estudio con lo último de la tecnología moderna. A través de esta tecnología, hemos podido llegar a millones de personas y hogares. Y, ahora, personas que nunca han escuchado la Palabra de Dios pueden sintonizar EWTN, aun desde los lugares más remotos… La providencia de Dios nos sigue y nos protege desde el momento en que nos levantamos en la mañana hasta el momento en que vamos a la cama. Aprendí a confiar en los acontecimientos del momento presente, porque Dios frecuentemente hace milagros y cosas imposibles con pequeñas inspiraciones, que muy fácilmente podrían pasar desapercibidas o ignoradas por su insignificancia.

La vida de la Madre Angélica, con sus seis doctorados honoris causa y premios nacionales e internacionales es un monumento a la providencia de Dios. Dios hace milagros en la medida de nuestra confianza en Él. La Madre Angélica tuvo la audacia de creer hasta el punto de hacer el ridículo por Dios y Dios premió su confianza. La providencia de Dios la llevó de la mano desde su más tierna infancia a pesar de los sufrimientos que ha tenido que soportar.

Como hemos dicho, ha fundado el convento donde reside con la especial finalidad de adorar perpetuamente a Jesús sacramentado. Ha fundado la primera y principal cadena de televisión católica del mundo por cable, que emite las 24 horas del día programas católicos en distintas lenguas a 170 países. Ha establecido una editorial católica con su imprenta para promocionar toda clase de literatura católica en distintas lenguas, y también ha fundado la mayor emisora de radio privada de onda corta para que el mensaje católico pueda ser escuchado en cualquier parte del mundo. En todas sus obras brilla como una continua luz la divina providencia, que sigue diciéndonos como Jesús: El que cree en Mí hará las obras que yo hago y mayores que éstas (Jn 14,12).

 

PADRE GIOVANNI SALERNO

Es un gran misionero italiano, que va por los caminos de las altas cordilleras de los Andes del Sur del Perú, llevando consuelo a los enfermos como médico y el amor de Jesús como sacerdote. Era sacerdote agustino; pero, con permiso de sus superiores, dejó la Orden para fundar el Movimiento de los Siervos de los pobres del tercer mundo.

En su libro Misión andina con Dios cuenta cómo, cuando tenía diecisiete años, tres oculistas de Viterbo le dijeron unánimemente: ¡A los veinte años de edad estarás completamente ciego! El mismo superior le dijo que debía interrumpir sus estudios y casarse cuanto antes para tener así una esposa que pudiera ayudarlo en su ceguera. Pero oró al Señor y escribió al Monasterio de agustinas de Casia. La abadesa le contestó que una joven hermana se había ofrecido víctima por su salud. Los superiores aceptaron llevarlo, como último recurso, a Roma al célebre oftalmólogo Dr. Lazzantini, que le salvó la vista y le dijo: Debes retomar tus estudios. Y fue ordenado sacerdote un año antes que sus compañeros de curso.

Desde el principio, quería ser misionero en el Perú. Y allí lo enviaron sus superiores de la Orden agustiniana. Dios lo ha guiado con amorosa providencia en todos sus caminos por aquellas alturas. Él cuenta cómo el 2 de febrero de 1975 hizo un largo viaje a caballo desde Cotabambas a Tambobamba. Hacía un viento que parecía un huracán, cargado de lluvia. A mitad del viaje decidió con su acompañante detenerse. Dice así:

Me quedé solo y procuré que el caballo me abrigara del viento con su cuerpo y me calentara con su aliento, impidiendo que el frío helado de la noche me hiciera mal. Creía encontrarme sobre un terreno llano, pero cuando el hermano regresó con su linterna me percaté que estaba al borde de un precipicio de unos 300 metros sobre el río. El caballo había sido para mí como un ángel enviado del cielo: se llamaba Dorado.

En ese viaje me enfermé gravemente, tenía mucha fiebre y tiritaba de frío y escupía sangre. En el pueblo no había carretera de acceso ni había medicinas. Los nobles del lugar me odiaban, porque defendía a los pobres… Llegué a tal gravedad que no podía comer ni moverme. Algunos ya comentaban que en el pueblo no había madera para hacerme el ataúd. Después de muchos días de sufrimiento, llegó un camión, que aproveché para ser llevado al Cuzco… Mi estado empeoró y me administraron la unción de los enfermos. Al día siguiente, me llevaron en avión a Lima. Me esperaban en el aeropuerto con una ambulancia. Pero no la necesité; porque, al llegar el avión a poca altitud sobre el nivel del mar, había vuelto a sentirme bien y había mejorado rápida y sorprendentemente.

Un día estaba predicando un retiro espiritual en Babylon (USA), cuando una viejecita se acercó y me entregó un sobre diciéndome: “Dentro de dos días cumpliré 85 años y, en lugar de festejarlo con mis nietos, mis parientes y amigos, he decidido darle a usted mis ahorros”. Abrí el sobre, pensando en el óbolo de la viuda del Evangelio… Y, con gran sorpresa y emoción, encontré allí la respetable suma de 5.000 dólares. ¡Sea bendita eternamente la divina providencia.

Un señor de Ajofrín (Toledo) nos había regalado 14 hectáreas de terreno para construir el Seminario. Se colocó la primera piedra el 3 de diciembre de 1989. Pero, en aquel momento, no teníamos nada… Sentí un fuerte escalofrío de sólo pensar que nuestras arcas estaban vacías. Pero, afortunadamente, no nos faltaba una gran confianza en la divina providencia… Pocos meses después, nos informaron que unos bienhechores chinos de Macao habían enviado un cheque de 250 dólares como primera ofrenda, de otras que enviarían sucesivamente. Pero, en una segunda llamada telefónica, nos informaron que en realidad el cheque no era de 250, sino de 250.000 dólares… Con aquella suma cubrimos la mitad de los gastos de la construcción del Seminario y de la capilla. La otra mitad nos fue dada por una pareja de esposos.

En una oportunidad, estaba sumergido en enormes problemas. Tenía la urgente necesidad de una construcción más amplia y funcional para la futura Obra San Tarsicio. Santa Teresita del Niño Jesús, de manera providencial, nos hizo encontrar primero 83 hectáreas de terreno y, luego, al lado de ese mismo lote, otras 140. Serviría para escuela privada y gratuita para niños pobres, como casa para los huérfanos del internado, para una escuela de artes y oficios, para la comunidad destinada a la rehabilitación de los drogadictos, para el Monasterio de la rama contemplativa de Los Siervos de los pobres del tercer mundo, para producción agrícola, etc. En el centro de todo, estaba prevista la iglesia con adoración perpetua. Teníamos ya el terreno, pero faltaban los recursos para la construcción.

En febrero del 2000, recibí la grata visita de una pareja de esposos de México. Los acompañé a visitar el terreno… Aquella misma mañana había recibido amenazas de expulsión hasta el extremo de que se pretendía transmitir inmediatamente una respuesta telefónica en tal sentido de Cuzco a Roma (a la Congregación de Propaganda Fide). Ese día sufrí muchísimo, pero las gracias fueron mayores y más poderosas que las lágrimas causadas por quien, investido de autoridad, me invitaba a decisiones que me eran extrañas. Aquel mismo día en la tarde, los dos esposos, también devotos de santa Teresita, con voz marcada por la emoción… me ofrecieron un cheque por dos millones de dólares… El don fue una señal de predilección de la providencia hacia nuestro Movimiento, un verdadero milagro que nos llegó en silencio. Para nosotros, aquel dinero valía muchísimo, no tanto por su valor financiero, cuantioso por cierto, cuanto por el momento providencial en que nos fue donado… Por eso, sobre la colina del terreno del milagro pensamos levantar un monumento a santa Teresita del Niño Jesús.

Los patronos del Movimiento son, después de la Virgen Santísima, san Agustín y santa Teresa de Avila. Santa Teresa de Jesús oró y sufrió por los indios de la Cordillera ¡Tanto amó a los indios que tuvo de Dios el don de bilocación, que le permitió visitar la Cordillera de los Andes! En una carta (del 17-1-1570, nº 20) dirigida a su hermano Lorenzo, que vivía en Quito, nos hace sentir cuánto sangraba su corazón por los indígenas andinos. Dice: Y esos indios no me cuestan poco.

¡Cuán importante es confiar siempre en la divina providencia! ¿Qué sería de nosotros, si la providencia no encendiera cada día nuestro horno y no procurara los cien kilos de harina que necesitamos diariamente para elaborar el pan con el que alimentamos a más de 900 niños y muchachos que asistimos en nuestras casas? Cada día necesitamos 100 kilos de harina sin contar vestidos, libros, cuadernos, medicinas, operaciones quirúrgicas, pensiones escolares… Cada día, para llevar adelante esta gran familia esperamos el milagro de la divina providencia, por la intercesión de Santa María, Madre de los Pobres.

Para ayudar a tantos pobres y necesitados nos sostiene la divina providencia. El Señor sabe dónde estamos, sabe lo que hacemos y sabe cómo llegar hasta nosotros. Es algo conmovedor ver cómo nos llegan donativos, sobre todo, de jóvenes parejas de esposos de Bélgica y también de Italia, fruto de una curiosa iniciativa, adoptada por ellos desde hace algún tiempo. En las invitaciones para sus bodas consignan claramente este mensaje: “No traigan regalos. El dinero que ustedes quieran gastar, comprando un regalo para nosotros, tráiganlo para que podamos ofrecérselo a los niños de los Siervos de los pobres del tercer mundo”. Son también ofrendas de padres y madres de familia, que en los aniversarios de sus 50 o más años de vida, invitan a sus familiares y amigos a ofrecer dinero, a favor de nuestros niños abandonados, el regalo que hubiesen querido hacerles en esa ocasión. Son, finalmente, personas que antes de morir, les piden a sus parientes que no gasten el dinero comprando flores para poder así enviar todo lo ahorrado a los niños pobres del Perú.

Pero, no solamente es el dinero lo que vale para los misioneros, también vale y mucho más la oración. El padre Salerno dice que en la parroquia de Canicattí, Provincia de Agrigento, en Italia, donde trabajó como recién ordenado sacerdote, una joven, Ángela, le había dado todos sus ahorros para la Misión del Perú, a donde había sido ya destinado. Pero, además, un día saliendo de la adoración al Santísimo, me confió su secreto: Te he dado todo, pero es mejor que yo muera antes de que tú partas. Así te preparo el terreno. No sabes el idioma y no estás preparado para la Misión. Por eso, yo voy a prepararte el camino. En efecto, murió tres días después, en aquel mismo hospital donde yo había hecho mis prácticas como médico misionero. Se había ofrecido como víctima por la Misión.

Y Jesús personalmente bendecía su Misión. Un día en Antabamba, apenas llegué allí, al comienzo de la Misión, se presentó ante mí un pobre indio. Recuerdo muy bien aquel día: llovía y él estaba descalzo, roto, y con el cuerpo cubierto de llagas. Traté de curarlo lo mejor que pude. Apenas él se fue, el dispensario se inundó de un perfume extraordinario, un perfume de jazmín. Pero resulta que en Antabamba no crece ningún jazmín y menos aún en aquella fría temporada de lluvias, cuando allí no brota ninguna flor. Es éste el maravilloso recuerdo de un pobre que se acercó a mí y que el Señor quiso rodear de ese suave perfume para hacernos pensar en Él, presente sobre todo en los pobres.

El padre Salerno es un sacerdote enamorado de Jesús. Dice: Dios me ha hecho la gracia de no dejar jamás, ni un solo día la celebración de la santa misa, que constituye para mí la única fuente de energía y me hace sentir siempre joven. Y continuamente recuerda a sus hijos: Confíen siempre en la divina providencia y en la perenne juventud de Cristo. Y repite constantemente: Quien sirve a los pobres presta a Dios. El Señor me eligió como asno para cargarlo por los caminos estrechos de la alta cordillera de los Andes.

EL PADRE PIO, LA MADRE TERESA DE CALCUTA, DON BOSCO Y DON ORIONE

En la vida del SANTO PADRE PÍO DE PIETRELCINA se cuenta que, muchas veces, tenía problemas para pagar los gastos de los obreros y de las obras de gran complejo hospitalario de la Casa Sollievo della Sofferenza, que se estaba construyendo en San Giovanni Rotondo, al sur de Italia. Pero él siempre confiaba en la providencia divina y nunca fue defraudado. Guglielmo Sanguinetti o Carlo Kisvarday, que eran sus íntimos colaboradores, eran testigos de cómo, con frecuencia, en los últimos momentos venía una ayuda por correo o algún bienhechor se hacía presente. Nunca faltó lo esencial para solucionar los problemas más urgentes. Por eso, el confiar en la providencia divina es siempre un buen negocio, pues Dios nunca se va a dejar ganar en generosidad ni permitirá que seamos defraudados. A veces, puede tardar, para hacernos sentir más la necesidad de acudir a Él, pero, al final, siempre cumple su promesa y siempre acude en nuestro socorro en todas nuestras necesidades.

 

LA BEATA MADRE TERESA DE CALCUTA decía muchas veces: En lo que atañe a los bienes materiales, nosotras dependemos por completo de la providencia de Dios. Jamás nos hemos visto obligadas a rechazar a alguien por falta de medios. Siempre ha habido una cama más, un plato más. Porque Dios se ocupa de sus hijos pobres…

En Calcuta damos de comer cada día a 10.000 enfermos. Un día vino la hermana encargada de la comida y me dijo: Madre, no tenemos nada para dar de comer a tanta gente.

Yo me sentí muy sorprendida, porque era la primera vez que ocurría algo así. Pero, a las nueve de la mañana, llegó un camión abarrotado de pan. Todos los días el gobierno daba a los niños de las escuelas pobres un trozo de pan y un vaso de leche. No sé por qué razón, las escuelas de la ciudad, aquel día, permanecieron cerradas y todo el pan nos lo enviaron. Como ven, Dios había cerrado las escuelas, porque no podía permitir que nuestras gentes se quedasen sin comida. Y fue la primera vez que pudieron comer pan de buena calidad hasta saciarse por completo.

Un día no teníamos absolutamente nada para cenar. Y no nos faltaba apetito. Inesperadamente, se presentó una señora a la que ninguna de nosotras conocíamos. Nos dijo: “No sé por qué, pero me he sentido empujada a traerles estas bolsas de arroz. Espero que les sean útiles”. Al abrirlas, nos dimos cuenta de que contenían, exactamente, lo que necesitábamos para la cena.

Cuando abrimos nuestra primera casa en Nueva York, el cardenal Cooke parecía muy preocupado por el mantenimiento de las hermanas y decidió asignar una cantidad mensual a este fin. Yo no quería ofenderle, pero, al mismo tiempo, tenía que explicarle que nosotras dependemos de la divina providencia, que jamás nos ha faltado. Por eso, al término de la conversación, le dije, medio en broma: Eminencia, ¿acaso piensa que va a ser justamente en Nueva York, donde Dios tenga que declararse en quiebra?

En una oportunidad, buscábamos una casa en Londres para abrir nuestro noviciado europeo. Tropezamos con numerosas dificultades. Tras no pocas gestiones inútiles, se nos informó que una señora inglesa disponía de lo que nosotros necesitábamos. Ella nos dijo: “Ciertamente, tengo una casa a la venta, pero cuesta 6.500 libras esterlinas a pagar al contado”.

Durante varios días, dos hermanas dieron vueltas por la ciudad, haciendo visitas, dando conferencias, hablando por radio… Y empezaron a llegar donaciones. Una noche, las hermanas se decidieron a contar lo que había llegado: Eran exactamente 6.500 libras esterlinas. Y, a la mañana siguiente, compramos la casa .

Nuestra confianza en la providencia se resume en una firme y vigorosa fe en que Dios puede ayudarnos y nos ayudará. Que puede, es evidente, porque es omnipotente; que lo hará es cierto, porque lo prometió en muchos pasajes del Evangelio y Él es infinitamente fiel a sus promesas…

Un señor muy rico quería darnos mucho dinero, pero puso la condición de que la cuenta, que pondría en el banco, no debería ser tocada. Sería como un seguro para nuestro trabajo. Le contesté diciéndole que antes de ofender a Dios, prefería ofenderle a él, aunque estaba agradecida por su generosidad. No podía aceptar su dinero, porque todos estos años Dios ha cuidado de nosotras y el seguro de su dinero restaría vida a nuestro trabajo. Sería como desconfiar de la providencia. Por otra parte, no podría tener dinero en el banco, mientras hubiese gente que estuviera pasando necesidad.

Parece ser que la carta le impresionó, porque antes de morir, nos envió una suma muy importante de dinero. En resumidas cuentas, nos entregó toda su fortuna.

En México, con motivo de la campaña de Navidad, las hermanas preparaban las despensas o bolsas de alimentos para entregárselas a las familias pobres. La fábrica de Pan Bimbo se había comprometido a enviar todo el pan necesario para incluirlo en las bolsas. Apenas pasado el día de Navidad, se presentó el gerente de Pan Bimbo, totalmente avergonzado y confuso por no haber cumplido con su compromiso. Pedía mil disculpas por un olvido tan lamentable. La hermana que le atendió le contestó:

Señor, trajeron pan y en abundancia.

Imposible, de la fábrica no sale ni una miga de pan sin mi permiso.

Bueno, habrá otro gerente, que se cuida de que en la Navidad no les falte el pan a sus hijos más pobres.

Hace unos días, llegó un hombre a nuestra Casa madre y me dijo: “Madre, mi única hija se está muriendo. El doctor le ha recetado una medicina que no puede obtenerse en la India, sino en el extranjero. Madre, suplicaba, haga algo por mi hija antes de que muera”. Estábamos hablando, cuando se presentó otro señor con un cajón de medicinas en sus brazos. Y, justamente, en la parte superior de la caja, estaba la medicina que el papá necesitaba para su hijita. Si la medicina hubiera estado más abajo o el señor hubiera llegado antes o después, no la hubiéramos encontrado. Fue precisamente en ese momento, cuando todo tuvo que suceder. Esto me hizo pensar que entre los millones de niños que hay en el mundo, Dios tenía tiempo para cuidar de aquella pequeñita, perdida en los barrios de Calcuta. He ahí el amor tierno de nuestro Padre Dios, manifestado a una pobre criatura de Calcuta.

El Padre Pedro Arribas dice que un día hablaba con la Madre Teresa sobre un proyecto para niños abandonados en Caracas. Ante mis dudas por la dificultad de encontrar un terreno apropiado en una zona superpoblada, me cortó diciendo: Padre, no se preocupe, que si Dios lo quiere, el terreno lo encontrará. Tenga fe y comience a buscarlo. A la semana siguiente, inesperadamente, teníamos la donación de un terreno de seis hectáreas en el corazón de la zona deseada.

 

SAN JUAN BOSCO tiene una vida llena de anécdotas sobre la providencia. A principios de 1858, Don Bosco tenía que pagar una gruesa deuda para el 20 de enero y no poseía ni un céntimo. Estaban ya a 12 del mes y no se veía ninguna solución. En tales estrecheces, Don Bosco dijo a algunos jóvenes: “Hoy iré a Turín y vosotros, durante el tiempo que esté fuera, turnaos uno a uno delante del sagrario rezando”.

 Mientras Don Bosco caminaba por Turín, se le acercó un desconocido y tras el saludo le preguntó:

Don Bosco, ¿necesita Ud. dinero?

Ya lo creo.

Si es así, tome; y le ofreció un sobre con varios billetes de mil, alejándose con premura. Era un rasgo de la providencia y Don Bosco mandó inmediatamente que se pagara a su acreedor.

Un día de 1859, Don Bosco bajó al refectorio, no para comer, sino para salir. Les dijo: “Hoy no puedo comer a la hora acostumbrada. Necesito que, cuando salgáis del comedor, haya siempre uno de vosotros hasta las tres con algún chico escogido entre los mejores, rezando ante el Santísimo sacramento. Esta tarde, si obtengo la gracia que nos es necesaria, os explicaré la razón de mis plegarias”.

Don Bosco volvió al atardecer y dijo, respondiendo a las preguntas: “Hoy a las tres, vencía un compromiso serio con el librero Paravia de 10.000 liras. También urgían otras deudas, que alcanzaban también otras 10.000 liras. He salido en busca de la providencia sin saber a dónde iba. Al llegar a la Consolata, entré y rogué a la Virgen que me consolara. Al llegar a la iglesia de santo Tomás, se me acerca un señor muy bien vestido que me dice:

¿Usted es Don Bosco?

Sí, para servirle.

Mi patrón me ha encargado que le entregue este sobre. Hubo suficiente para que pagara todas las deudas urgentísimas”.

Un día de 1860, después de la misa, no había para dar a cada chico el panecillo para el desayuno. Ese día, no había pan en casa y el panadero ya no quería fiar más hasta que no le pagaran lo que le debían. Entonces, Don Bosco dijo a dos chicos:

Id a la despensa y juntad todo el pan que encontréis y todo lo que podáis hallar en los comedores.

Había muy poquitos panecillos y no alcanzaban para todos. Don Bosco, después de confesar, se dirigió a distribuir los panecillos. El cesto del pan tenía unos quince panecillos. Y Don Bosco se puso a distribuirlos a unos cuatrocientos jóvenes. Al terminar, quedaba la misma cantidad que al principio. Éste es el milagro de la multiplicación de los panes. En otra oportunidad, fue la multiplicación de las castañas o la multiplicación de las hostias consagradas hasta en 4 oportunidades. En todos estos milagros, Dios, con su providencia, premiaba la fe de Don Bosco y lo socorría en sus necesidades.

En julio de 1885, el cardenal Alimonda, que era su amigo, fue a visitarlo a Mathi y le preguntó:

¿Cómo andan sus finanzas?

Hoy mismo debo pagar 30.000 liras y no las tengo.

¿Cómo se las arreglará?

Espero en la providencia. Acaba de llegarme una carta certificada, veamos lo que hay dentro. Abierto el sobre, apareció un talón bancario de 30.000 liras. Al cardenal se le saltaron las lágrimas.

El 23 de febrero de 1887, el terremoto castigó a la casa de Vallecrosia. Un ingeniero hizo la evaluación de las reparaciones, que hacían falta, y presentó un presupuesto por 6.000 liras. Don Bosco confió en la providencia. Después de comer, entró el conde Maistre, antiguo bienhechor de Don Bosco, y le dijo:

Mi tía me ha encomendado darle para sus obras 6.000 liras.

Don Bosco, conmovido, presentó al conde el informe del ingeniero diciendo:

Vea cómo María Auxiliadora ha inspirado a su tía. Transmítale nuestra gratitud por la generosa providencia.

 

SAN LUIS ORIONE es otro gran santo de la divina providencia. Fundó la pequeña obra de la divina providencia para educar a la juventud y atender a los más necesitados. También fundó Congregaciones de religiosos y religiosas, para que continuaran su obra.

Un día, Don Orione estaba especialmente apretado por las deudas, ya no le querían fiar el pan ni otros alimentos para sus niños necesitados. Todos rezaron a san José con fervor. Y, durante la novena, se presenta un señor, que quería hablar con él. Era joven, con barba rubia. Le dijo: ¿Ud. es el superior? Aquí está una ofrenda para Ud.

Pero ¿hay que celebrar alguna misa o debo hacer algo por Ud.?

No, solamente continuar rezando.

Hizo una venia con la cabeza y se retiró. Todavía no salía de su asombro Don Orione, cuando algunos presentes dijeron que aquel hombre tenía un algo celestial. Y, entonces, apenas tres minutos después, salieron tras sus pasos, pero ya no lo vieron más. Algunos decían que era el mismo san José, a quien le estaban rezando. Lo cierto es que le dio la cantidad suficiente para pagar las deudas más grandes y más urgentes y le dejó con un alivio enorme en su corazón.

Un día de 1900, le regalaron un par de zapatos nuevos. Tuvo que acompañar a un médico, que no era creyente, en una visita a un enfermo. Mientras el médico visitaba al enfermo, se le acercó un mendigo y le pidió algo. Don Orione no lo pensó dos veces y le dio sus zapatos nuevos y se quedó sin zapatos. Cuando regresó el médico, le reprendió, pero se quedó admirado de aquella acción. Años después, en 1924, este mismo médico fue asaltado por un delincuente que le disparó y lo dejó entre la vida y la muerte. En el hospital, tanto el capellán como las religiosas, le insinuaban la idea de confesarse, pero él no quería. Finalmente, manifestó su deseo de confesarse con Don Orione. Don Orione llegó desde Roma, donde se encontraba, y lo confesó y le dio la comunión. Y decía: En la economía de la providencia, incluso un par de zapatos regalados pueden servir para la conquista de un alma.

El año 1922, quería Don Orione comprar una hermosa propiedad, que costaba 400.000 liras, pero no tenía ni un céntimo. Como siempre, empezó a rezar por esta intención y también buscó ayudas humanas. Fue en busca de una viejecita millonaria, que vivía sola y sin familia, a ver si le podía ayudar en aquella circunstancia; pero la señora, que era muy avara, no le dio más que 30 liras para una misa y lo despidió de mala manera.

Él no se desanimó y siguió orando. Al día siguiente, volvió donde la anciana para decirle que ya había celebrado misa. Pero ella lo despidió de peor manera y le dijo que no la volviera a molestar más. Entonces, empezó a acudir a todos los santos, sobre todo a la Virgen María, de quien era tan devoto. Una tarde se fue al cementerio a rezar rosarios a las almas benditas, para pedirles ayuda. A los tres días, vino la viejecita a su casa, gritándole: Ud quiere matarme, ¿cómo es posible que Ud, un sacerdote, se meta en mi habitación por las noches y me esté mirando con esos ojos como si yo fuera un demonio?

La señora llevaba tres días sin dormir, porque decía que, por las noches, Don Orione entraba en su habitación y, sin decirle nada, la miraba fijamente. Trató de asegurarle que no era él, que, además, no podría entrar, teniendo ella la puerta cerrada. Pero ella le dijo: Si Ud. me deja dormir tranquila y no viene más a mi habitación, le daré 150.000 liras. Aceptó y comprendió que quien se le aparecía era un alma del purgatorio.

El 9 de abril de 1929 le robaron sus documentos, mientras rezaba en una iglesia. Le habían robado el permiso para viajar gratis en tren y tuvo que acudir al Ministerio correspondiente para pedir un nuevo permiso. Después de algunas esperas y trámites, el jefe de la oficina se quedó tan admirado de su comportamiento y de sus palabras que le pidió confesión y, a continuación, lo hizo también otro segundo empleado. Y decía Don Orione: Dios permite el mal para sacar el bien. Dios permitió que me robasen para darme la ocasión de salvar dos almas. ¡Que se vaya el dinero y que vengan las almas!.

Un día en que tenía grandes deudas, fue a visitar a un millonario, que era conocido por su escandalosa vida. Don Orione le habló de sus obras y necesidades. Aquel hombre le dio 200.000 liras y él decía: La providencia también se sirve de pecadores, que quieren convertirse.

Fuente: en base al libro La Providencia de Dios, del Padre Ángel Peña O.A.R.

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El Abandono confiado a la Divina Providencia

San Claudio de la Colombière nos muestra el camino del abandono para obtener el resultado de nuestras oraciones, que deben ser ante todo, buscando primero el reino, y pidiendo con ambición y perseverancia.

Pidiendo para apartar los males y lograr los bienes, Dios nos hará llegar su providencia.

 

I. VERDADES CONSOLADORAS

Una de las verdades mejor establecidas y de las más consoladoras que se nos han revelado es que nada nos sucede en la tierra, excepto el pecado, que no sea porque Dios lo quiere; Él es quien envía las riquezas y la pobreza; si estáis enfermos, Dios es la causa de vuestro mal; si habéis recobrado la salud, es Dios quien os la ha devuelto; si vivís, es solamente a Él a quien debéis un bien tan grande; y cuando venga la muerte a concluir vuestra vida, será de su mano de quien recibiréis el golpe mortal.

Pero, cuando nos persiguen los malvados, ¿debemos atribuirlo a Dios? Sí, también le podéis acusar a Él del mal que sufrís. Pero no es la causa del pecado que comete vuestro enemigo al maltrataros, y sí es la causa del mal que os hace este enemigo mientras peca.

No es Dios quien ha inspirado a vuestro enemigo la perversa voluntad que tiene de haceros mal, pero es Él quien le ha dado el poder. No dudéis, si recibís alguna llaga, es Dios mismo quien os ha herido. Aunque todas las criaturas se aliaran contra vosotros, si el Creador no lo quiere, si Él no se une a ellas, si Él no les da la fuerza y los medios para ejecutar sus malos designios, nunca llegarán a hacer nada: No tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo Alto, decía el Salvador del mundo a Pilatos. Lo mismo podemos decir a los demonios y a los hombres, incluso a las criaturas privadas de razón y de sentimiento. No, no me afligiríais, ni me incomodaríais como hacéis si Dios no lo hubiera ordenado así; es Él quien os envía, Él es quien os da el poder de tentarme y afligirme: No tendríais ningún poder sobre mí si no os fuera dado de lo Alto.

Si meditáramos seriamente, de vez en cuando, este artículo de nuestra fe, no se necesitaría más para ahogar todas nuestras murmuraciones en las pérdidas, en todas las desgracias que nos suceden. Es el Señor quien me había dado los bienes, es Él mismo quien me los ha quitado; no es ni esta partida, ni este juez, ni este ladrón quien me ha arruinado; no es tampoco esta mujer que me ha envenenado con sus medicamentos; si este hijo ha muerto… todo esto pertenecía a Dios y no ha querido dejármelo disfrutar más largo tiempo.

 

CONFIEMOS EN LA SABIDURÍA DE DIOS

Es una verdad de fe que Dios dirige todos los acontecimientos de que se lamenta el mundo; y aún más, no podemos dudar de que todos los males que Dios nos envía nos sean muy útiles: no podemos dudar sin suponer que al mismo Dios le falta la luz para discernir lo que nos conviene.

Si, muchas veces, en las cosas que nos atañen, otro ve mejor que nosotros lo que nos es útil, ¿no será una locura pensar que nosotros vemos las cosas mejor que Dios mismo, que Dios que está exento de las pasiones que nos ciegan, que penetra en el porvenir, que prevé los acontecimientos y el efecto que cada causa debe producir? Vosotros sabéis que a veces los accidentes más importunos tienen consecuencias dichosas, y que por el contrario los éxitos más favorables pueden acabar finalmente de manera funesta. También es una regla que Dios observa a menudo, de ir a sus fines por caminos totalmente opuestos a los que la prudencia humana acostumbra escoger.

En la ignorancia en que estamos de lo que debe acaecernos posteriormente, ¿cómo osaremos murmurar de lo que sufrimos por la permisión de Dios? ¿No tememos que nuestras quejas conduzcan a error, y que nos quejamos cuando tenemos el mayor motivo para felicitamos de su Providencia? José es vendido, se le lleva como esclavo, y se le encarcela; si se afligiera de sus desgracias, se afligiría de su felicidad, pues son otros tantos escalones que elevan insensiblemente hasta el trono de Egipto. Saúl ha perdido las asnas de su padre; es necesario irlas a buscar muy lejos e inútilmente; mucha preocupación y tiempo perdido, es cierto; pero si esta pena le disgusta, no hubiera habido disgusto tan irracional, visto que todo esto estaba permitido para conducirle al profeta que debe ungirle de parte del Señor, para que sea el rey de su pueblo.

¡Cuánta será nuestra confusión cuando comparezcamos delante de Dios, y veamos las razones que habrá tenido de enviarnos estas cruces que hemos recibido tan a pesar nuestro! He lamentado la muerte del hijo único en la flor de la edad: ¡Ay!, pero si hubiera vivido algunos meses o algunos años más, hubiera perecido a manos de un enemigo, y habría muerto en pecado mortal. No he podido consolarme de la ruptura de este matrimonio: Si Dios hubiera permitido que se hubiera realizado, habría pasado mis días en el duelo y la miseria. Debo treinta o cuarenta años de vida a esta enfermedad que he sufrido con tanta impaciencia. Debo mi salvación eterna a esta confusión que me ha costado tantas lágrimas. Mi alma se hubiera perdido de no perder este dinero. ¿De qué nos molestamos?… ¡Dios carga con nuestra conducta, y nos preocupamos! Nos abandonamos a la buena fe de un médico, porque lo suponemos entendido en su profesión; él manda que se os hagan las operaciones más violentas, alguna vez que os abran el cráneo con el hierro; que se os horade, que os corten un miembro para detener la gangrena, que podría llegar hasta el corazón. Se sufre todo esto, se queda agradecido y se le recompensa liberalmente, porque se juzga que no lo haría si el remedio no fuera necesario, porque se piensa que hay que fiar en su arte; ¡y no le concederemos el mismo honor a Dios! Se diría que no nos fiamos de su sabiduría y que tenemos miedo de que nos descaminara. ¡Cómo!, ¿entregáis vuestro cuerpo a un hombre que puede equivocarse y cuyos menores errores pueden quitaros la vida, y no podéis someteros a la dirección del Señor?

Si viéramos todo lo que Él ve, querríamos infaliblemente todo lo que Él quiere; se nos vería pedirle con lágrimas las mismas aficiones que procuramos apartar por nuestros votos y nuestras oraciones. A todos nos dice lo que dijo a los hijos del Zebedeo: Nescítis quid petatis; hombres ciegos, tengo piedad de vuestra ignorancia, no sabéis lo que pedís; dejadme dirigir vuestros intereses, conducir vuestra fortuna, conozco mejor que vosotros lo que necesitáis; si hasta ahora hubiera tenido consideración a vuestros sentimientos y a vuestros gustos, estaríais ya perdidos y sin recurso.

 

CUANDO DIOS NOS PRUEBA

¿Pero queréis estar persuadidos que en todo lo que Dios permite, en todo lo que os sucede, sólo se persigue vuestro verdadero interés, vuestra verdadera dicha eterna? Reflexionad un poco en todo lo que ha hecho por vosotros.

Ahora estáis en la aflicción; pensad que el autor de ella, es el mismo que ha querido pasar toda su vida en dolores para ahorraros los eternos; que es el mismo que tiene su ángel a vuestro lado, velando bajo su mandato en todos vuestros caminos y aplicándose a apartar todo lo que podría herir vuestro cuerpo o mancillar vuestra alma; pensad que el que os ata a esta pena es el mismo que en nuestros altares no cesa de rogar y de sacrificarse mil veces al día para expiar vuestros crímenes y para apaciguar la cólera de su Padre a medida que le irritáis; que es el que viene a vosotros con tanta bondad en el sacramento de la Eucaristía, el que no tiene mayor placer, que el de conversar con vosotros y el de unirse a vosotros. Tras estas pruebas de amor, ¡qué ingratitud más grande desconfiar de Él, dudar sobre si nos visita para hacernos bien o para perjudicarnos!; ¡Pero me hiere cruelmente, hace pesar su mano sobre mí!; ¿Qué habéis de temer de una mano que ha sido perforada, que se ha dejado clavar a la cruz por vosotros?; ¡Me hace caminar por un camino espinoso!; ¿Si no hay otro para ir al cielo, desgraciados seréis, si preferís perecer para siempre antes que sufrir por un tiempo! ¿No es éste el mismo camino que ha seguido antes que vosotros y por amor vuestro? ¿Habéis encontrado alguna espina que no haya señalado, que no haya teñido con su sangre? ¡Me presenta un cáliz lleno de amargura! Sí, pero pensad que es vuestro divino Redentor quien os lo presenta; amándoos tanto corno lo hace, ¿podría trataros con rigor si no tuviera una extraordinaria utilidad o una urgente necesidad? Tal vez habéis oído hablar del príncipe que prefirió exponerse a ser envenenado antes que rechazar el brebaje que su médico le había ordenado beber, porque había reconocido siempre en este médico mucha fidelidad y mucha afección a su persona. Y nosotros, cristianos, ¡rechazaremos el cáliz que nos ha preparado nuestro divino Maestro, osaremos ultrajarle hasta ese punto! Os suplico que no olvidéis esta reflexión; si no me equivoco, basta para hacernos amar las disposiciones de la voluntad divina por molestas que nos parezcan. Además, éste es el medio de asegurar infaliblemente nuestra dicha incluso desde esta vida.

 

ARROJARSE EN LOS BRAZOS DE DIOS

Supongo, por ejemplo, que un cristiano se ha liberado de todas las ilusiones del mundo por sus reflexiones y por las luces que ha recibido de Dios, que reconoce que todo es vanidad, que nada puede llenar su corazón, que lo que ha deseado con las mayores ansias es a menudo fuente de los pesares más mortales; que apenas si se puede distinguir lo que nos es útil de lo que nos es nocivo, porque el bien y el mal están mezclados casi por todas partes, y lo que ayer era lo más ventajoso es hoy lo peor; que sus deseos no hacen más que atormentarle, que los cuidados que toma para triunfar le consumen y algunas veces le perjudican, incluso en sus planes, en lugar de hacerlos avanzar; que, al fin y al cabo, es una necesidad el que se cumpla la voluntad de Dios, que no se hace nada fuera de su mandato y que no ordena nada a nuestro respecto que no nos sea ventajoso.

Después de percibir todo esto, supongo también que se arroja a los brazos de Dios como un ciego, que se entrega a Él, por decirlo así, sin condiciones ni reservas, resuelto enteramente a fiarse a Él en todo y de no desear nada, no temer nada, en una palabra, de no querer nada más que lo que Él quiera, y de querer igualmente todo lo que Él quiera; afirmo que desde este momento esta dichosa criatura adquiere una libertad perfecta, que no puede ser contrariada ni obligada, que no hay ninguna autoridad sobre la tierra, ninguna potencia que sea capaz de hacerle violencia o de darle un momento de inquietud.

Pero, ¿no es una quimera que a un hombre le impresionen tanto los males como los bienes? No, no es ninguna quimera; conozco personas que están tan contentas en la enfermedad como en la salud, en la riqueza como en la indigencia; incluso conozco quienes prefieren la indigencia y la enfermedad a las riquezas y a la salud.

Además no hay nada más cierto que lo que os voy a decir: Cuanto más nos sometamos a la voluntad de Dios, más condescendencia tiene Dios con nuestra voluntad. Parece que desde que uno se compromete únicamente a obedecerle, Él sólo cuida de satisfacernos: y no sólo escucha nuestras oraciones, sino que las previene, y busca hasta el fondo de nuestro corazón estos mismos deseos que intentamos ahogar para agradarle y los supera a todos.

En fin, el gozo del que tiene su voluntad sumisa a la voluntad de Dios es un gozo constante, inalterable, eterno. Ningún temor turba su felicidad, porque ningún accidente puede destruirla. Me lo represento como un hombre sentado sobre una roca en medio del océano; ve venir hacia él las olas más furiosas sin espantarse, le agrada verlas y contarlas a medida que llegan a romperse a sus pies; que el mar esté calmo o agitado, que el viento impulse las olas de un lado o del otro, sigue inalterable porque el lugar donde se encuentra es firme e inquebrantable.

De ahí nace esa paz, esta calma, ese rostro siempre sereno, ese humor siempre igual que advertimos en los verdaderos servidores de Dios.

 

PRÁCTICA DEL ABANDONO CONFIADO

Nos queda por ver cómo podemos alcanzar esta feliz sumisión. Un camino seguro para conducirnos es el ejercicio frecuente de esta virtud. Pero como las grandes ocasiones de practicarla son bastante raras, es necesario aprovechar las pequeñas que son diarias y cuyo buen uso nos prepara en seguida para soportar los mayores reveses, sin conmovernos. No hay nadie a quien no sucedan cien cosillas contrarias a sus deseos e inclinaciones, sea por nuestra imprudencia o distracción, sea por la inconsideración o malicia de otro, ya sean el fruto de un puro efecto del azar o del concurso imprevisto de ciertas causas necesarias. Toda nuestra vida está sembrada de esta clase de espinas que sin cesar nacen bajo nuestras pisadas, que producen en nuestro corazón mil frutos amargos, mil movimientos involuntarios de aversión, de envidia, de temor, de impaciencia, mil enfados pasajeros, mil ligeras inquietudes, mil turbaciones que alteran la paz de nuestra alma al menos por un momento. Se nos escapa por ejemplo una palabra que no quisiéremos haber dicho o nos han dicho otra que nos ofende; un criado sirve mal o con demasiada lentitud, un niño os molesta, un importuno os detiene, un atolondrado tropieza con vosotros, un caballo os cubre de lodo, hace un tiempo que os desagrada, vuestro trabajo no va como desearíais, se rompe un mueble, se mancha un traje o se rompe. Sé que en todo esto no hay que ejercitar una virtud heroica, pero os digo que bastaría para adquirirla infaliblemente si quisiéramos; pues si alguien tuviera cuidado para ofrecer a Dios tolas estas contrariedades y aceptarlas como dadas por su Providencia, y si además se dispusiera insensiblemente a una unión muy íntima con Dios, será capaz en poco tiempo de soportar los más tristes y funestos accidentes de la vida.

A este ejercicio que es tan fácil, y sin embargo tan útil para nosotros y tan agradable a Dios que ni puedo decíroslo, hemos de añadir también otro. Pensad todos los días, por las mañanas, en todo lo que pueda sucederos de molesto a lo largo del día. Podría suceder que en este día os trajeran la nueva de un naufragio, de una bancarrota, de un incendio; quizá antes de la noche recibiréis alguna gran afrenta, alguna confusión sangrante; tal vez sea la muerte la que os arrebatará la persona más querida de vosotros; tampoco sabéis si vais a morir vosotros mismos de una manera trágica y súbitamente. Aceptad todos estos males en caso de que quiera Dios permitirlos; obligad vuestra voluntad a consentir en este sacrificio y no os deis ningún reposo hasta que no la sintáis dispuesta a querer o a no querer todo lo que Dios quiera o no quiera.

En fin, cuando una de estas desgracias se deje en efecto sentir, en lugar de perder el tiempo quejándose de los hombres o de la fortuna, id a arrojaros a los pies de vuestro divino Maestro, para pedirle la gracia de soportar este infortunio con constancia. Un hombre que ha recibido una llaga mortal, si es prudente no correrá detrás del que le ha herido, sino ante todo irá al médico que puede curarle. Pero si en semejantes encuentros, buscarais la causa de vuestros males, también entonces deberíais ir a Dios pues no puede ser otro el causante de vuestro mal.

Id pues a Dios, pero id pronto, inmediatamente, que sea éste el primero de todos vuestros cuidados; id a contarle, por así decirlo, el trato que os ha dado, el azote de que se ha servido para probaros. Besad mil veces las manos de vuestro Maestro crucificado, esas manos que os han herido, que han hecho todo el mal que os aflige. Repetid a menudo aquellas palabras que también Él decía a su Padre, en lo más agudo de su dolor: Señor, que se haga vuestra voluntad y no la mía; Fiat voluntas tua. Sí mi Dios, en todo lo que queráis de mí hoy y siempre, en el cielo y en la tierra, que se haga esta voluntad, pero que se haga en la tierra como se cumple en el cielo.

 

II. LAS ADVERSIDADES SON ÚTILES A LOS JUSTOS, NECESARIAS A LOS PECADORES

Ved a esta madre amante que con mil caricias mira de apaciguar los gritos de su hijo, que le humedece con sus lágrimas mientras le aplican el hierro y el fuego; desde el momento en que esta dolorosa operación se hace ante sus ojos y por su mandato, ¿quién va a dudar de que este remedio violento debe ser muy útil a este hijo que después encontrará una perfecta curación o al menos el alivio de un dolor más vivo y duradero?

Hago el mismo razonamiento cuando os veo en la adversidad. Os quejáis de que se os maltrate, os ultrajen, os denigren con calumnias, que os despojen injustamente de vuestros bienes: Vuestro Redentor; este nombre es aún más tierno que el de padre o madre, vuestro Redentor es testigo de todo lo que sufrís, Él os lleva en su seno, y ha declarado que cualquiera que os toque, le toca a Él mismo en la niña del ojo; sin embargo. Él mismo permite que seáis atravesado, aunque pudiera fácilmente impedirlo, ¡y dudáis que esta prueba pasajera no os procure las más sólidas ventajas!

Aunque el Espíritu Santo no hubiera llamado bienaventurados a los que sufren aquí abajo, aunque todas las páginas de la Escritura no hablaran en favor de las adversidades, y no viéramos que son el pago más corriente de los amigos de Dios, no dejaría de creer que nos son infinitamente ventajosas. Para persuadirme, basta saber que Dios ha preferido sufrir todo lo que la rabia de los hombres ha podido inventar en las torturas más horribles, antes de yerme condenado a los menores suplicios de la otra vida; basta, dije, que sepa que es Dios mismo quien me prepara, quien me presenta el cáliz de amargura que debo beber en este mundo. Un Dios que ha sufrido tanto para impedirme sufrir, no se dará el cruel e inútil placer de hacerme sufrir ahora.

 

HAY QUE CONFIAR EN LA PROVIDENCIA

Para mí, cuando veo a un cristiano abandonarse al dolor en las penas que Dios le envía, digo en primer lugar: «He aquí un hombre que se aflige de su dicha; ruega a Dios que le libre de la indigencia en que se encuentra y debería darle gracias de haberle reducido a ella. Estoy seguro que nada mejor podría acaecerle que lo que hace el motivo de su desolación; para creerlo tengo mil razones sin réplica. Pero si viera todo lo que Dios ve, si pudiera leer en el porvenir las consecuencias felices con las que coronará estas tristes aventuras, ¿cuánto más no me aseguraría en mi pensamiento?

En efecto, si pudiéramos descubrir cuáles son los designios de la Providencia, es seguro que desearíamos con ardor los males que sufrimos con tanta repugnancia.

¡Dios mío!, si tuviéramos un poco más de fe, si supiéramos cuánto nos amáis, cómo tenéis en cuenta nuestros intereses, ¿cómo miraríamos las adversidades? Iríamos en busca de ellas ansiosamente, bendeciríamos mil veces la mano que nos hiere.

«¿Qué bien puede proporcionarme esta enfermedad que me obliga a interrumpir todos mis ejercicios de piedad?», dirá tal vez alguien. «¿Qué ventaja puedo obtener de la pérdida de todos mis bienes que me sitúa en el desespero, de esta confusión que abate mi valor y que lleva la turbación a mi espíritu?» Es cierto que estos golpes imprevistos, en el momento en que hieren acaban algunas veces con aquellos sobre quienes caen y les sitúan fuera del estado de aprovecharse inmediatamente de su desgracia: Pero esperad un momento y veréis que es por allí por donde Dios os prepara para recibir sus favores más insignes.

Sin este accidente, es posible que no hubierais llegado a ser peor, pero no hubierais sido tan santo. ¿No es cierto que desde que os habéis dado a Dios, no os habíais resuelto a despreciar cierta gloria fundada en alguna gracia del cuerpo o en algún talento del espíritu, que os atraía la estima de los hombres? ¿No es cierto que teníais aún cierto amor al juego, a la vanidad, al lujo? ¿No es cierto que no os había abandonado el deseo de adquirir riquezas, de educar a vuestros hijos con los honores del mundo? Quizá incluso cierto afecto, alguna amistad poco espiritual disputaba aún vuestro corazón a Dios. Sólo os faltaba este paso para entrar en una libertad perfecta; era poco, pero, en fin, no hubierais podido hacer aún este último sacrificio; sin embargo, ¿ de cuántas gracias no os privaba este obstáculo? Era poco, pero no hay nada que cueste tanto al alma cristiana como el romper este último lazo que le liga al mundo o a ella misma; sólo en esta situación siente una parte de su enfermedad; pero le espanta el pensamiento de su remedio, porque el mal está tan cerca del corazón que sin el socorro de una operación violenta y dolorosa, no se le puede curar; por esto ha sido necesario sorprenderos, que cuando menos pensabais en ello, una mano hábil haya llevado el hierro adelante en la carne viva, para horadar esta úlcera oculta en el fondo de vuestras entrañas; sin este golpe, duraría aún vuestra languidez. Esta enfermedad que se detiene, esta bancarrota que os arruina, esta afrenta que os cubre de vergüenza, la muerte de esta persona que lloráis, todas estas desgracias harán en un instante lo que no hubieran hecho todas vuestras meditaciones, lo que todos vuestros directores hubieran intentado inútilmente.

  

VENTAJAS INESPERADAS DE LAS PRUEBAS

Y si la aflicción en que estáis por voluntad de Dios, os hastía de todas las criaturas, si os compromete a daros enteramente a vuestro Creador, estoy seguro que le estaréis más agradecidos por lo que os ha afligido, que por lo que le hubierais ofrecido en vuestros votos si os evitaba la aflicción; los demás favores que habéis recibido de Él, comparados con esta desgracia, no serán a vuestros ojos más que pequeños favores. Siempre habéis mirado las bendiciones temporales que ha derramado hasta ahora sobre vuestra familia como los efectos de su bondad hacia vosotros; pero entonces veréis claramente que nunca os amó tanto como cuando trastornó todo lo que había hecho para vuestra prosperidad, y que si había sido liberal al daros las riquezas, el honor, los hijos y la salud, ha sido pródigo al quitaros todos estos bienes.

No hablo de los méritos que se adquieren por la paciencia; por lo general, es cierto que se gana más para el cielo en un día de adversidad que durante varios años pasados en la alegría, por santo que sea el uso que se haga de ella.

Todo el mundo conoce que la prosperidad nos debilita; y es mucho cuando un hombre dichoso, según el mundo, se toma la pena de pensar en el Señor una o dos veces por día; las ideas de los bienes sensibles que le rodean ocupan tan agradablemente su espíritu que olvida con mucho lodo lo demás. Por el contrario la adversidad nos lleva de un modo natural a elevar los ojos al cielo, para, mediante esta visión, suavizar la amarga impresión de nuestros males.

Sé que se puede glorificar a Dios en toda clase de estados y que no deja de honrarle la vida de un cristiano que le sirve en una alegre fortuna; pero ¡quién asegura que este cristiano le honra tanto como el hombre que le bendice en los sufrimientos! Se puede decir que el primero es semejante a un cortesano asiduo y regular, que no abandona nunca a su príncipe, que le sigue al consejo, que todo lo hace a gusto, que hace honor a sus fiestas; pero que el segundo es como un valiente capitán, que toma las ciudades para su rey, que le gana las batallas, a través de mil peligros y a precio de su sangre, que lleva lejos la gloria de las armas de su señor y los límites de su imperio.

Del mismo modo, un hombre que disfruta de una salud robusta, que posee grandes riquezas, que vive en honor, que tiene la estima del mundo, si este hombre usa como debe de todas estas ventajas, si las recibe con agradecimiento, si las refiere a Dios como a su divino Maestro por una conducta tan cristiana; pero si la Providencia le despoja de todos estos bienes, si le consume de dolores y de miserias y si en medio de tantos males, persevera en los mismos sentimientos, en las mismas acciones de gracias, si sigue al Señor con la misma prontitud y la misma docilidad, por un camino tan difícil, tan opuesto a sus inclinaciones, entonces es cuando publica las grandezas de Dios y la eficacia de su gracia, del modo más generoso y brillante.

 

OCASIONES DE MÉRITOS Y DE SALVACIÓN

Juzgad de ahí la gloria que deben esperar de Jesucristo las personas que le habrán glorificado en un camino tan espinoso. Entonces será cuando nosotros reconoceremos cuánto nos habrá amado Dios, dándonos las ocasiones de merecer una recompensa tan abundante; entonces nos reprocharemos a nosotros mismos el habernos quejado de lo que debería aumentar nuestra felicidad; de haber gemido, de haber suspirado, cuando deberíamos habernos alegrado; de haber dudado de la bondad de Dios, cuando nos daba las señales más seguras. Si un día han de ser así nuestros sentimientos, ¿por qué no entrar desde hoy en una disposición tan feliz? ¿Por qué no bendecir a Dios en medio de los males de esta vida, si estoy seguro que en el cielo le daré gracias eternas?

Todo esto nos hace ver que sea cuál sea el modo como vivamos deberíamos recibir siempre toda adversidad con alegría. Si somos buenos, la adversidad nos purifica y nos vuelve mejores, nos llena de virtudes y de méritos; si somos viciosos, nos corrige y nos obliga a ser virtuosos.

 

III. RECURSO A LA ORACIÓN

Es extraño que habiéndose comprometido Jesucristo tan a menudo y tan solemnemente a atender todos nuestros votos, la mayor parte de los cristianos se quejan todos los días de no ser escuchados. Pues, no se puede atribuir la esterilidad de nuestras oraciones a la naturaleza de los bienes que pedimos, ya que no ha exceptuado nada en sus promesas: Omnia quaecumque Orantes petitis credite quia accipietis (creed que obtendréis cuanto pidiereis por la oración). Tampoco se puede atribuir esta esterilidad a la indignidad de los que piden, pues lo ha prometido a toda clase de personas sin excepción: Omnis qui petit accipit (quien pide, recibe). ¿De dónde puede venir que tantas oraciones nuestras sean rechazadas? ¿Quizás no se deba a que como la mayor parte de los hombres son igualmente insaciables e impacientes en sus deseos, hacen demandas tan excesivas o con tanta urgencia que cansan, que desagradan al Señor o por su indiscreción o por su importunidad? No, no; la única razón por la que obtenemos tan poco de Dios es porque le pedimos demasiado poco y con poca insistencia.

Es cierto que Jesucristo nos ha prometido de parte de su Padre, concedernos todo, incluso las cosas más pequeñas; pero nos ha prescrito observar un orden en todo lo que pedimos y, sin la observancia de esta regla, en vano esperaremos obtener nada. En San Mateo se nos ha dicho: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura: Quaerite primum regnum Dei, et haec omnia adicientur vobis.

 

PARA OBTENER BIENES

No se os prohíbe desear las riquezas, y todo lo que es necesario para vivir, incluso para vivir bien; pero hay que desear estos bienes en su rango, y si queréis que todos vuestros deseos a este respecto se cumplan infaliblemente, pedid primero las cosas más importantes, a fin de que se añadan las pequeñas al daros las mayores.

He aquí exactamente lo que le sucedió a Salomón. Dios le había dado la libertad de pedir todo lo que quisiera, él le suplicó de concederle la sabiduría, que necesitaba para cumplir santamente con sus deberes de la realeza. No hizo ninguna mención ni de los tesoros ni de la gloria del mundo; creyó que haciéndole Dios una oferta tan ventajosa tendría la ocasión de obtener bienes considerables. Su prudencia le mereció en seguida lo que pedía e incluso lo que no pedía. Quia postulasti verbum hoc, et non petisti tibi dies multos, nec divitias…, ecce feci tibi secundum sermones tuos: Te concedo de gusto esta sabiduría porque me la has pedido, pero no dejaré de colmarte de años, de honores y de riquezas, porque no me has pedido nada de todo esto: Sed et haec quae non postulasti, divitias scilicet et gloriam.

Si este es el orden que Dios observa en la distribución de sus gracias, no nos debemos extrañar que hasta ahora hayamos orado sin éxito. Os confieso que a menudo estoy lleno de compasión cuando veo la diligencia de ciertas personas, que distribuyen limosnas, que hacen promesa de peregrinaciones y ayunos, que interesan hasta a los ministros del altar para el éxito de sus empresas temporales. ¡Hombres ciegos, temo que roguéis y que hagáis rogar en vano! Hay que hacer estas ofrendas, estas promesas de ayunos y peregrinaciones, para obtener de Dios una entera reforma de vuestras costumbres, para obtener la paciencia cristiana, el desprecio del mundo, el desapego de las criaturas; tras estos primeros pasos de un celo regulado, hubierais podido hacer oraciones por el restablecimiento de vuestra salud y por el progreso de vuestros negocios; Dios hubiera escuchado estas oraciones, o mejor, las hubiera prevenido y se hubiera contentado de conocer vuestros deseos para cumplirlos.

Sin estas gracias primeras, todo lo demás podría ser perjudicial y de ordinario así es; he aquí por qué somos rechazados. Murmuramos, acusamos al Cielo de dureza, de poca fidelidad en sus promesas. Pero nuestro Dios es un Padre lleno de bondad, que prefiere sufrir nuestras quejas y nuestras murmuraciones, antes que apaciguarías con presentes que nos serían funestos.

 

PARA APARTAR LOS MALES

Lo que he dicho de los bienes, lo digo también de los males de que deseamos vernos libres. Alguien dirá que él no suspira por una gran fortuna, que se contentaría con salir de esta extrema indigencia en la que sus desgracias lo han reducido; deja la gloria y la alta reputación para los que la ansían, desearía tan sólo evitar el oprobio en que le sumergen las calumnias de sus enemigos; en fin, puede pasarse de los placeres, pero sufre dolores que no puede soportar; desde hace tiempo está rogando, pide al Señor con insistencia a ver si quiere suavizarlos; pero le encuentra inexorable.

No me sorprende; tenéis males secretos mucho mayores que los males de que os quejáis, sin embargo son males de los que no pedís ser librados; si para conseguirlo hubierais hecho la mitad de las oraciones que habéis hecho para ser curados de los males exteriores, haría ya mucho tiempo que hubierais sido librados de los unos y de los otros.

La pobreza os sirve para mantener en humildad a vuestro espíritu, orgulloso por naturaleza; el apego extremo que tenéis por el mundo os hace necesarias estas medicinas que os afligen; en vosotros las enfermedades son como un dique contra la inclinación que tenéis por el placer, contra ésta pendiente que os arrastraría a mil desgracias. El descargaros de estas cruces, no sería amaros, sino odiaros cruelmente, a no ser que os concedan las virtudes que no tenéis. Si el Señor os viera con cierto deseo de estas virtudes, os las concedería sin dilación y no sería necesario pedir el resto.

 

NO SE PIDE BASTANTE

Ved cómo por no pedir bastante, no recibimos nada, porque Dios no podría limitar su liberalidad a pequeños objetos, sin perjudicarnos a nosotros mismos. Os ruego observéis que no digo que no se puedan pedir prosperidades temporales sin ofenderle, y pedir ser liberados de las cruces bajo las que gemimos; sé que para rectificar las oraciones por las que se solicita este tipo de gracias basta con pedirlas con la condición de que no sean contrarias ni a la gloria de Dios, ni a nuestra propia salvación; pero como es difícil que sea glorioso a Dios el escucharos o útil para vosotros, si no aspiráis a mayores dones, os digo que en tanto os contentéis con poco, corréis el riesgo de no obtener nada.

¿Queréis que os dé un buen método para pedir la felicidad incluso temporal, método capaz de forzar a Dios para que os escuche? Decidle de todo corazón: Dios mío, dadme tantas riquezas que mi corazón sea satisfecho o inspiradme un desprecio tan grande que no las desee más; libradme de la pobreza o hacédmela tan amable que la prefiera a todos los tesoros de la tierra; que cesen estos dolores, o lo que será aún más glorioso para Vos, haced que cambien en delicias para mí y que lejos de afligirme y de turbar la paz de mi alma lleguen a ser, a su vez, la fuente más dulce de alegría. Podéis descargarme de la cruz; podéis dejármela, sin que sienta el peso. Podéis extinguir el fuego que me quema; podéis hacer, que en lugar de apagarlo para que no me queme, me sirva de refrigerio, como lo fue para los jóvenes hebreos en el horno de Babilonia. Os pido lo uno o lo otro. ¿Qué importa el modo como yo sea feliz? Si lo soy por la posesión de los bienes terrestres, os daré eternas acciones de gracias; si lo soy por la privación de estos mismos bienes, será un prodigio más gloria a vuestro nombre quedará estaré aún más reconocido.

He aquí una oración digna de ser ofrecida a Dios por un verdadero cristiano. Cuando roguéis de este modo, ¿sabéis cuál es el efecto de vuestros votos? En primer lugar estaréis contento suceda lo que suceda; ¿acaso desean otra cosa los que están deseosos de bienes temporales que estar contentos? En segundo lugar, no solamente no obtendréis infaliblemente una de las dos cosas que habéis perdido, sino que ordinariamente obtendréis las dos. Dios os concederá el disfrute de las riquezas; y para que las poseáis sin apego y sin peligro, os inspirará a la vez un desprecio saludable. Pondrá fin a vuestros dolores, y además os dejará una sed ardiente que os dará el mérito de la paciencia, sin que sufráis. En una palabra, os hará felices en esta vida y temiendo que vuestra dicha no os corrompa, os hará conocer y sentir la vanidad. ¿Se puede desear algo más ventajoso? Nada, sin duda. Pero como una ventaja tan preciosa es digna de ser pedida, acordaos también que merece ser pedida con insistencia. Pues la razón por la que se obtiene tan poco, no es solamente porque se pide poco, es también porque, se pida poco o mucho, no se pide bastante.

 

PERSEVERANCIA EN LA ORACIÓN

¿Queréis que todas vuestras oraciones sean eficaces infaliblemente? ¿Queréis forzar a Dios a satisfacer todos vuestros deseos? En primer lugar digo que no hay que cansarse de orar. Los que se cansan después de haber rogado durante un tiempo, carecen de humildad o de confianza; y de este modo no merecen ser escuchados. Parece como si pretendierais que se os obedezca al momento vuestra oración como si fuera un mandato; ¿no sabéis que Dios resiste a los soberbios y que se complace en los humildes? ¿Qué? ¿Acaso vuestro orgullo no os permite sufrir que os hagan volver más de una vez para la misma cosa? Es tener muy poca confianza en la bondad de Dios el desesperar tan pronto, el tomar las menores dilaciones por rechazos absolutos.

Cuando se concibe verdaderamente hasta dónde llega la bondad de Dios, jamás se cree uno rechazado, jamás se podría creer que desee quitarnos toda esperanza. Pienso, lo confieso, que cuando veo que más me hace insistir Dios en pedir una misma gracia, más siento crecer en mí la esperanza de obtenerla; nunca creo que mi oración haya sido rechazada, hasta que me doy cuenta de que he dejado de orar; cuando tras un año de solicitaciones, me encuentro en tanto fervor como tenía al principio, no dudo del cumplimiento de mis deseos; y lejos de perder valor después de tan larga espera, creo tener motivo para regocijarme, porque estoy persuadido que seré tanto más satisfecho cuanto más largo tiempo se me haya dejado rogar. Si mis primeras instancias hubieran sido totalmente inútiles, jamás hubiera reiterado los mismos votos, mi esperanza no se hubiera sostenido; ya que mi asiduidad no ha cesado, es una razón para mi el creer que seré pagado liberalmente.

En efecto, la. conversión de san Agustín no fue concedida a santa Mónica hasta después de diez y seis años de lágrimas; pero también fue una conversión incomparablemente más perfecta que la que había pedido. Todos sus deseos se limitaban a ver reducida la incontinencia de este joven en los límites del matrimonio, y tuvo el placer de verle abrazar los más elevados consejos de castidad evangélica. Había deseado solamente que se bautizara, que fuera cristiano, y ella le vio elevado al sacerdocio, a la dignidad episcopal.

En fin, ella sólo pedía a Dios verle salir de la herejía y Dios hizo de él la columna de la Iglesia y el azote de los herejes de su tiempo. Si después de un año o dos de oraciones, esta piadosa madre se hubiera desanimado, si después de diez o doce años, viendo que el mal crecía cada día, que este hijo desgraciado se comprometía cada día en nuevos errores, en nuevos excesos, que a la impureza había añadido la avaricia y la ambición; silo hubiera abandonado todo entonces por desesperación, ¡cuál hubiera sido su ilusión! ¿Qué agravio no hubiera hecho a su hijo? ¡De qué consolación no se hubiera privado ella misma! ¡De qué tesoro no hubiera frustrado a su siglo y a todos los siglos venideros!

 

UNA CONFIANZA OBSTINADA

Para terminar, me dirijo a aquellas personas que veo inclinadas a los pies del altar, para obtener estas preciosas gracias que Dios tiene tanta complacencia en vernos pedir. Almas dichosas, a quienes Dios da a conocer la vanidad de las cosas mundanas, almas que gemís bajo el yugo de vuestras pasiones y que rogáis para ser librados de ellas, almas fervientes que estáis inflamadas del deseo de amar a Dios y de servirle como los santos le han servido y usted que solicita la conversión de este marido, de esta persona querida, no os canséis de rogar, sed constantes, sed infatigables en vuestras peticiones; si se os rechaza hoy, mañana lo obtendréis todo; si no obtenéis nada este año, el año próximo os será más favorable; sin embargo, no penséis que vuestros afanes sean inútiles: Se lleva la cuenta de todos vuestros suspiros, recibiréis en proporción al tiempo que hayáis empleado en rogar; se os está amasando un tesoro que os colmará de una sola vez, que excederá a todos vuestros deseos.

Es necesario descubriros hasta el fin los resortes secretos de la Providencia: La negativa que recibís ahora no es más que un fingimiento del que Dios se sirve para inflamar más vuestro fervor. Ved cómo obra respecto a la Cananea, cómo rehúsa verla y oírla, cómo la trata de extranjera y más duramente aún. ¿No diréis que la importunidad de esta mujer le irrita más y más? Sin embargo, dentro de Él, la admira y está encantado de su confianza y de su humildad; y por esto la rechaza. ¡Oh clemencia disfrazada, que toma la máscara de la crueldad con qué ternura rechazas a los que más quieres escuchar! Guardaos de dejaros sorprender; al contrario, urgid tanto más cuanto más os parezca que sois rechazados.

Haced como la Cananea, servíos contra Dios mismo de las razones que pueda tener para rechazaros. Es cierto debéis decir, que favorecerme sería dar a los perros el pan de los hijos, no merezco la gracia que pido, pero tampoco pretendo que se me conceda por mis méritos, es por los méritos de mi amable Redentor. Si, Señor, debéis temer que haya más consideración a mi indignidad que a vuestra promesa, y que queriendo hacerme justicia os engañéis a vos mismo. Si fuera más digno de vuestros beneficios, os seria menos glorioso el hacerme partícipe de ellos. No es justo hacer favores a un ingrato; ¡oh, Señor!, no es vuestra justicia lo que yo imploro, sino vuestra misericordia. ¡Mantén tu ánimo! dichoso de ti que has comenzado a luchar tan bien contra Dios; no le dejes tranquilo; le agrada la violencia que le hacéis, quiere ser vencida. Haceos notar por vuestra importunidad, haced ver en vosotros un milagro de constancia; forzad a Dios a dejar el disfraz y a deciros con admiración:

Magna est fides tua, fiat tibi sicut vis: Grande es tu fe; confieso que no puedo resistirte más; vete, tendrás lo que deseas, tanto en esta vida como en la otra.

 

III. EJERCICIO PARTICULAR DE CONFORMIDAD CON LA DIVINA PROVIDENCIA

La práctica de este piadoso ejercicio es de suma importancia, a causa de las preciosas ventajas que extraen siempre las personas que lo realizan bien.

 

1. Actos de fe, de esperanza y de caridad

I. En primer lugar se hace un acto de fe en la Providencia divina. Se intenta penetrarse bien de esta verdad de que Dios toma un cuidado continuo y muy atento, no solamente de todas las cosas en general, sino también de cada una en particular, de nosotros sobre todo, de nuestra alma, de nuestro cuerpo, de todo lo que nos interesa; que su solicitud, a la que nada escapa, se extiende a nuestra reputación, a nuestros trabajos, a nuestras necesidades de toda clase, a nuestra salud como a nuestras enfermedades, a nuestra vida como a nuestra muerte y hasta al menor de nuestros cabellos que no puede caer sin su permiso.

II. Luego del acto de fe, se hace un acto de esperanza. Entonces, se excita uno a una firme confianza en que esta Providencia divina proveerá a todo lo que nos concierne, que nos dirigirá, nos defenderá con una vigilancia y una afección más que paternal y nos gobernará de tal modo que suceda lo que suceda, si nos sometemos a su dirección, todo nos será favorable y volverá en bien nuestro, incluso las cosas que parezcan más contrarias.

III. A estos dos actos hay que añadir el de la caridad. Se testimonia a la divina Providencia el más vivo afecto, el amor más tierno, como un niño lo testimonia a su buena madre refugiándose en sus brazos; se hacen protestas de un amor absoluto por todos sus designios, por impenetrables que sean, sabiendo que son el fruto de una sabiduría infinita que no puede equivocarse y de una bondad soberana que no puede querer más que la perfección de sus criaturas; se hace de tal modo que este aprecio sea bastante práctico para disponemos a hablar de buena gana de la Providencia e incluso a tomar su defensa altamente contra los que se permitan negarla o criticaría.

 

2. Acto de filial abandono a la Providencia

Después de haber renovado muchas veces estos actos y de haberse penetrado bien de ellos, el alma se abandona a la divina Providencia, reposa y duerme dulcemente en sus brazos, como un niño en los brazos de su madre. Hace suyas entonces aquellas palabras de David: En paz me duermo luego que me acuesto porque tú, Señor, me das seguridad (Sal. 4, 9-10). O bien dirá con el mismo profeta: El Señor es mi Pastor; nada me falta. Me pone en verdes pastos y me lleva a frescas aguas. Recrea mi alma y me guía por las rectas sendas, por amor de su nombre y por mi perfección. ¡Oh mi Señor! guiado por vuestra mano y cubierto por vuestra protección, aunque haya de pasar por un valle tenebroso, en medio de mis enemigos, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado son mi consuelo. Tú pones ante mi una mesa, enfrente de mis enemigos. Sólo bondad y benevolencia me acompañan todos los días de mi vida, y estaré en la casa del Señor por muy largos años (Sal. 22).

Llena de la alegría que le inspira también suaves palabras el alma recibe con respeto a esta dichosa disposición, todos los acontecimientos presentes de manos de la divina Providencia y espera todos los venideros con una dulce tranquilidad de espíritu, con una paz deliciosa. Vive como un niño, al abrigo de toda inquietud. Pero esto no quiere decir que ella permanezca en una espera ociosa de las cosas teniendo necesidad de ellas o que descuide el aplicarse a los asuntos que se presenten. Al contrario, hace por su parte, todo lo que depende de su mano, para llevarlos bien, emplea en ellos todas sus facultades; pero sólo se da a tales cuidados bajo la dirección de Dios, no mira su propia previsión más que como sometida enteramente a la de Dios y le abandona la libre disposición de todo, no esperando otro éxito que el que está en los designios de la voluntad divina.

3. Utilidad de este ejercicio

¡Oh! ¡Cuánta gloria y honor da a Dios el alma dispuesta de este modo!

Verdaderamente es una gran gloria para Él el tener una criatura tan apegada a su Providencia, tan dependiente de su conducta, llena de una esperanza tan firme y disfrutando de un reposo de espíritu tan profundo en espera de lo que tenga a bien enviarle. Y también, ¡cuánto cuidado no tomará Dios de tal alma!

Él vela sobre las menores cosas que le interesan: Inspira a los hombres establecidos para gobernarla todo lo que es necesario para dirigirla bien; y si por el motivo que sea, esos hombres quisieran obrar en relación con ella de un modo que le fuera perjudicial, Él haría surgir obstáculos a sus designios por caminos secretos e inesperados y les forzaría a adoptar lo que sería más ventajoso para esta alma querida.

El Señor guarda a cuantos le aman (Sal. 144,20). Si la Escritura da ojos a este Dios de bondad, es para velar por ellos; si le atribuye orejas es para escucharlos; si manos, es para defenderlos. Y quien les toque, toca al Señor en la niña de los ojos. Los niños serán llevados a la cadera, dice el Señor por boca del profeta Isaías, y serán acariciados sobre las rodillas. Como consuela una madre a su hijo, así os consolaré yo a vosotros (Is. 66, 12-13). En Oseas: Yo enseñé a andar a Efraín, le llevé en brazos (Os. 11,3). Mucho tiempo antes Moisés había dicho: En el desierto has visto como te ha llevado el Señor, tu Dios, como lleva un hombre a su hijo, por todo el camino que habéis recorrido hasta llegar a este lugar (Deut. 1, 31). También dice Dios en Isaías: Mamarás a los pechos de los reyes, recibirás un alimento delicioso y divino, y sabrás, mediante una dulce experiencia, con qué solicitud Yo, el Señor, soy tu Salvador (Is. 60, 16). ¡ Oh! ¡ dichosa situación para un alma!

En la persona de Noé se encuentra una imagen sensible de la felicidad que gusta el que se abandona completamente a Dios. Noé estaba en reposo y en paz en el arca con los leones, los tigres, los osos porque Dios le conducía mientras que las espantosas lluvias caían del cielo y en medio del trastorno general de los elementos y de toda la naturaleza. Por el contrario, los demás estaban en la más extraña confusión de cuerpo y de espíritu, perdían sus bienes, sus mujeres, sus hijos y hasta ellos mismos se perdían, tragados despiadadamente por las olas. Del mismo modo el alma que se abandona a la Providencia, que le deja el timón de su barca, boga con tranquilidad en el océano de esta vida, en medio de las tempestades del cielo y de la tierra, mientras que los que quieren gobernarse ellos mismos el Sabio los llama almas en tinieblas, excluidas de tu eterna Providencia (Sab. 17, 1-2) están en continua agitación y, no teniendo por piloto más que su voluntad inconstante y ciega, acaban en un funesto naufragio después de haber sido el juguete de los vientos y de la tempestad.

Abandonémonos completamente a la divina Providencia, dejémosle todo el poder de disponer de nosotros; comportémonos como sus verdaderos hijos, sigámosla con verdadero amor como a nuestra madre; confiémonos a ella en todas nuestras necesidades, esperemos sin inquietud que aporte los remedios de su caridad. En fin, dejémosla obrar y ella nos proveerá de todo en el tiempo, en el lugar y del modo más conveniente; ella nos conducirá por caminos admirables al reposo del espíritu y a la dicha a que estamos llamados a gozar incluso desde esta vida, como un anticipo de la eterna felicidad que nos ha sido prometida.

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