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Carta Encíclica Quas Primas del Sumo Pontífice PÍO XI sobre la Fiesta de Cristo Rey

En la primera encíclica, que al comenzar nuestro Pontificado enviamos a todos los obispos del orbe católico, analizábamos las causas supremas de las calamidades que veíamos abrumar y afligir al género humano.

Y en ella proclamamos Nos claramente no sólo que este cúmulo de males había invadido la tierra, porque la mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y de su ley santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado, sino también que nunca resplandecería una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador.

La «paz de Cristo en el reino de Cristo»

1. Por lo cual, no sólo exhortamos entonces a buscar la paz de Cristo en el reino de Cristo, sino que, además, prometimos que para dicho fin haríamos todo cuanto posible nos fuese. En el reino de Cristo, dijimos: pues estábamos persuadidos de que no hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo.

2. Entre tanto, no dejó de infundirnos sólida, esperanza de tiempos mejores la favorable actitud de los pueblos hacia Cristo y su Iglesia, única que puede salvarlos; actitud nueva en unos, reavivada en otros, de donde podía colegirse que muchos que hasta entonces habían estado como desterrados del reino del Redentor, por haber despreciado su soberanía, se preparaban felizmente y hasta se daban prisa en volver a sus deberes de obediencia.

Y todo cuanto ha acontecido en el transcurso del Año Santo, digno todo de perpetua memoria y recordación, ¿acaso no ha redundado en indecible honra y gloria del Fundador de la Iglesia, Señor y Rey Supremo?

«Año Santo«

3. Porque maravilla es cuánto ha conmovido a las almas la Exposición Misional, que ofreció a todos el conocer bien ora el infatigable esfuerzo de la Iglesia en dilatar cada vez más el reino de su Esposo por todos los continentes e islas -aun, de éstas, las de mares los más remotos-, ora el crecido número de regiones conquistadas para la fe católica por la sangre y los sudores de esforzadísimos e invictos misioneros, ora también las vastas regiones que todavía quedan por someter a la suave y salvadora soberanía de nuestro Rey.

Además, cuantos -en tan grandes multitudes- durante el Año Santo han venido de todas partes a Roma guiados por sus obispos y sacerdotes, ¿qué otro propósito han traído sino postrarse, con sus almas purificadas, ante el sepulcro de los apóstoles y visitarnos a Nos para proclamar que viven y vivirán sujetos a la soberanía de Jesucristo?

4. Como una nueva luz ha parecido también resplandecer este reinado de nuestro Salvador cuando Nos mismo, después de comprobar los extraordinarios méritos y virtudes de seis vírgenes y confesores, los hemos elevado al honor de los altares, ¡Oh, cuánto gozo y cuánto consuelo embargó nuestra alma cuando, después de promulgados por Nos los decretos de canonización, una inmensa muchedumbre de fieles, henchida de gratitud, cantó el Tu, Rex gloriae Christe en el majestuoso templo de San Pedro!

Y así, mientras los hombres y las naciones, alejados de Dios, corren a la ruina y a la muerte por entre incendios de odios y luchas fratricidas, la Iglesia de Dios, sin dejar nunca de ofrecer a los hombres el sustento espiritual, engendra y forma nuevas generaciones de santos y de santas para Cristo, el cual no cesa de levantar hasta la eterna bienaventuranza del reino celestial a cuantos le obedecieron y sirvieron fidelísimamente en el reino de la tierra.

5. Asimismo, al cumplirse en el Año Jubilar el XVI Centenario del concilio de Nicea, con tanto mayor gusto mandamos celebrar esta fiesta, y la celebramos Nos mismo en la Basílica Vaticana, cuanto que aquel sagrado concilio definió y proclamó como dogma de fe católica la consustancialidad del Hijo Unigénito con el Padre, además de que, al incluir las palabras cuyo reino no tendrá fin en su Símbolo o fórmula de fe, promulgaba la real dignidad de Jesucristo.

Habiendo, pues, concurrido en este Año Santo tan oportunas circunstancias para realzar el reinado de Jesucristo, nos parece que cumpliremos un acto muy conforme a nuestro deber apostólico si, atendiendo a las súplicas elevadas a Nos, individualmente y en común, por muchos cardenales, obispos y fieles católicos, ponemos digno fin a este Año Jubilar introduciendo en la sagrada liturgia una festividad especialmente dedicada a Nuestro Señor Jesucristo Rey. Y ello de tal modo nos complace, que deseamos, venerables hermanos, deciros algo acerca del asunto. A vosotros toca acomodar después a la inteligencia del pueblo cuanto os vamos a decir sobre el culto de Cristo Rey; de esta suerte, la solemnidad nuevamente instituida producirá en adelante, y ya desde el primer momento, los más variados frutos.

 

I. LA REALEZA DE CRISTO

6. Ha sido costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que reina en las inteligencias de los hombres, no tanto por el sublime y altísimo grado de su ciencia cuanto porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad. Se dice también que reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en El la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobilísimos propósitos. Finalmente, se dice con verdad que Cristo reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad(1) y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie -entre todos los nacidos- ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús. Mas, entrando ahora de lleno en el asunto, es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey; pues sólo en cuanto hombre se dice de El que recibió del Padre la potestad, el honor y el reino(2); porque como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas.

a) En el Antiguo Testamento

7. Que Cristo es Rey, lo dicen a cada paso las Sagradas Escrituras.

Así, le llaman el dominador que ha de nacer de la estirpe de Jacob (3); el que por el Padre ha sido constituido Rey sobre el monte santo de Sión y recibirá las gentes en herencia y en posesión los confines de la tierra (4). El salmo nupcial, donde bajo la imagen y representación de un Rey muy opulento y muy poderoso se celebraba al que había de ser verdadero Rey de Israel, contiene estas frases: El trono tuyo, ¡oh Dios!, permanece por los siglos de los siglos; el cetro de su reino es cetro de rectitud (5). Y omitiendo otros muchos textos semejantes, en otro lugar, como para dibujar mejor los caracteres de Cristo, se predice que su reino no tendrá límites y estará enriquecido con los dones de la justicia y de la paz: Florecerá en sus días la justicia y la abundancia de paz… y dominará de un mar a otro, y desde el uno hasta el otro extrema del orbe de la tierra (6).

8. A este testimonio se añaden otros, aún más copiosos, de los profetas, y principalmente el conocidísimo de Isaías: Nos ha nacido un Párvulo y se nos ha dado un Hijo, el cual lleva sobre sus hombros el principado; y tendrá por nombre el Admirable, el Consejero, Dios, el Fuerte, el Padre del siglo venidero, el Príncipe de Paz. Su imperio será amplificado y la paz no tendrá fin; se sentará sobre el solio de David, y poseerá su reino para afianzarlo y consolidarlo haciendo reinar la equidad y la justicia desde ahora y para siempre (7). Lo mismo que Isaías vaticinan los demás profetas. Así Jeremías, cuando predice que de la estirpe de David nacerá el vástago justo, que cual hijo de David reinará como Rey y será sabio y juzgará en la tierra (8). Así Daniel, al anunciar que el Dios del cielo fundará un reino, el cual no será jamás destruido…, permanecerá eternamente (9); y poco después añade: Yo estaba observando durante la visión nocturna, y he aquí que venía entre las nubes del cielo un personaje que parecía el Hijo del Hombre; quien se adelantó hacia el Anciano de muchos días y le presentaron ante El. Y diole éste la potestad, el honor y el reino: Y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán: la potestad suya es potestad eterna, que no le será quitada, y su reino es indestructible (10). Aquellas palabras de Zacarías donde predice al Rey manso que, subiendo sobre una asna y su pollino, había de entrar en Jerusalén, como Justo y como Salvador, entre las aclamaciones de las turbas (11), ¿acaso no las vieron realizadas y comprobadas los santos evangelistas?

b) En el Nuevo Testamento

9. Por otra parte, esta misma doctrina sobre Cristo Rey que hemos entresacado de los libros del Antiguo Testamento, tan lejos está de faltar en los del Nuevo que, por lo contrario, se halla magnífica y luminosamente confirmada.

En este punto, y pasando por alto el mensaje del arcángel, por el cual fue advertida la Virgen que daría a luz un niño a quien Dios había de dar el trono de David su padre y que reinaría eternamente en la casa de Jacob, sin que su reino tuviera jamás fin (12), es el mismo Cristo el que da testimonio de su realeza, pues ora en su último discurso al pueblo, al hablar del premio y de las penas reservadas perpetuamente a los justos y a los réprobos; ora al responder al gobernador romano que públicamente le preguntaba si era Rey; ora, finalmente, después de su resurrección, al encomendar a los apóstoles el encargo de enseñar y bautizar a todas las gentes, siempre y en toda ocasión oportuna se atribuyó el título de Rey (13) y públicamente confirmó que es Rey (14), y solemnemente declaró que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra (15). Con las cuales palabras, ¿qué otra cosa se significa sino la grandeza de su poder y la extensión infinita de su reino? Por lo tanto, no es de maravillar que San Juan le llame Príncipe de los reyes de la tierra (16), y que El mismo, conforme a la visión apocalíptica, lleve escrito en su vestido y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de los que dominan (17). Puesto que el Padre constituyó a Cristo heredero universal de todas las cosas (18), menester es que reine Cristo hasta que, al fin de los siglos, ponga bajo los pies del trono de Dios a todos sus enemigos (19).

c) En la Liturgia

10. De esta doctrina común a los Sagrados Libros, se siguió necesariamente que la Iglesia, reino de Cristo sobre la tierra, destinada a extenderse a todos los hombres y a todas las naciones, celebrase y glorificase con multiplicadas muestras de veneración, durante el ciclo anual de la liturgia, a su Autor y Fundador como a Soberano Señor y Rey de los reyes.

Y así como en la antigua salmodia y en los antiguos Sacramentarios usó de estos títulos honoríficos que con maravillosa variedad de palabra expresan el mismo concepto, así también los emplea actualmente en los diarios actos de oración y culto a la Divina Majestad y en el Santo Sacrificio de la Misa. En esta perpetua alabanza a Cristo Rey descúbrese fácilmente la armonía tan hermosa entre nuestro rito y el rito oriental, de modo que se ha manifestado también en este caso que la ley de la oración constituye la ley de la creencia.

d) Fundada en la unión hipostática

11. Para mostrar ahora en qué consiste el fundamento de esta dignidad y de este poder de Jesucristo, he aquí lo que escribe muy bien San Cirilo de Alejandría: Posee Cristo soberanía sobre todas las criaturas, no arrancada por fuerza ni quitada a nadie, sino en virtud de su misma esencia y naturaleza (20). Es decir, que la soberanía o principado de Cristo se funda en la maravillosa unión llamada hipostática. De donde se sigue que Cristo no sólo debe ser adorado en cuanto Dios por los ángeles y por los hombres, sino que, además, los unos y los otros están sujetos a su imperio y le deben obedecer también en cuanto hombre; de manera que por el solo hecho de la unión hipostática, Cristo tiene potestad sobre todas las criaturas.

e) Y en la redención

12. Pero, además, ¿qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave que el pensamiento de que Cristo impera sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de conquista, adquirido a costa de la redención? Ojalá que todos los hombres, harto olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador. Fuisteis rescatados no con oro o plata, que son cosas perecederas, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero Inmaculado y sin tacha (21). No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo nos ha comprado por precio grande (22); hasta nuestros mismos cuerpos son miembros de Jesucristo (23).

 

II. CARÁCTER DE LA REALEZA DE CRISTO

A) Triple potestad

13. Viniendo ahora a explicar la fuerza y naturaleza de este principado y soberanía de Jesucristo, indicaremos brevemente que contiene una triple potestad, sin la cual apenas se concibe un verdadero y propio principado. Los testimonios, aducidos de las Sagradas Escrituras, acerca del imperio universal de nuestro Redentor, prueban más que suficientemente cuanto hemos dicho; y es dogma, además, de fe católica, que Jesucristo fue dado a los hombres como Redentor, en quien deben confiar, y como legislador a quien deben obedecer (24). Los santos Evangelios no sólo narran que Cristo legisló, sino que nos lo presentan legislando. En diferentes circunstancias y con diversas expresiones dice el Divino Maestro que quienes guarden sus preceptos demostrarán que le aman y permanecerán en su caridad (25). El mismo Jesús, al responder a los judíos, que le acusaban de haber violado el sábado con la maravillosa curación del paralítico, afirma que el Padre le había dado la potestad judicial, porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo el poder de juzgar se lo dio al Hijo (26). En lo cual se comprende también su derecho de premiar y castigar a los hombres, aun durante su vida mortal, porque esto no puede separarse de una forma de juicio. Además, debe atribuirse a Jesucristo la potestad llamada ejecutiva, puesto que es necesario que todos obedezcan a su mandato, potestad que a los rebeldes inflige castigos, a los que nadie puede sustraerse.

B) Campo de la realeza de Cristo

a) En Lo espiritual

14. Sin embargo, los textos que hemos citado de la Escritura demuestran evidentísimamente, y el mismo Jesucristo lo confirma con su modo de obrar, que este reino es principalrnente espiritual y se refiere a las cosas espirituales. En efeeto, en varias ocasiones, cuando los judíos, y aun los mismos apóstoles, imaginaron erróneamente que el Mesías devolvería la libertad al pueblo y restablecería el reino de Israel, Cristo les quitó y arrancó esta vana imaginación y esperanza. Asimisrno, cuando iba a ser proclamado Rey por la muchedumbre, que, llena de admiración, le rodeaba, El rehusó tal títuto de honor huyendo y escondiéndose en la soledad. Finalmente, en presencia del gobernador romano manifestó que su reino no era de este mundo. Este reino se nos muestra en los evangelios con tales caracteres, que los hombres, para entrar en él, deben prepararse haciendo penitencia y no pueden entrar sino por la fe y el bautismo, el cual, aunque sea un rito externo, significa y produce la regeneración interior. Este reino únicamente se opone al reino de Satanás y a la potestad de las tinieblas; y exige de sus súbditos no sólo que, despegadas sus almas de las cosas y riquezas terrenas, guarden ordenadas costumbres y tengan hambre y sed de justicia, sino también que se nieguen a sí mismos y tomen su cruz. Habiendo Cristo, como Redentor, rescatado a la Iglesia con su Sangre y ofreciéndose a sí mismo, como Sacerdote y como Víctima, por los pecados del mundo, ofrecimiento que se renueva cada día perpetuamente, ¿quién no ve que la dignidad real del Salvador se reviste y participa de la naturaleza espiritual de ambos oficios?

b) En lo temporal

15. Por otra parte, erraría gravemente el que negase a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confiríó un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal suerte que todas están sometidas a su arbitrio. Sin embargo de ello, mientras vivió sobre la tierra se abstuvo enteramente de ejercitar este poder, y así como entonces despreció la posesión y el cuidado de las cosas humanas, así también permitió, y sigue permitiendo, que los poseedores de ellas las utilicen.

Acerca de lo cual dice bien aquella frase: No quita los reinos mortales el que da los celestiales (27). Por tanto, a todos los hombres se extiende el dominio de nuestro Redentor, como lo afirman estas palabras de nuestro predecesor, de feliz memoria, León XIII, las cuales hacemos con gusto nuestras: El imperio de Cristo se extiende no sólo sobre los pueblos católicos y sobre aquellos que habiendo recibido el bautismo pertenecen de derecho a la Iglesia, aunque el error los tenga extraviados o el cisma los separe de la caridad, sino que comprende también a cuantos no participan de la fe cristiana, de suerte que bajo la potestad de Jesús se halla todo el género humano (28).

c) En los individuos y en la sociedad

16. El es, en efecto, la fuente del bien público y privado. Fuera de El no hay que buscar la salvación en ningún otro; pues no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo por el cual debamos salvarnos (29).

El es sólo quien da la prosperidad y la felicidad verdadera, así a los individuos como a las naciones: porque la felicidad de la nación no procede de distinta fuente que la felicidad de los ciudadanos, pues la nación no es otra cosa que el conjunto concorde de ciudadanos (30). No se nieguen, pues, los gobernantes de las naciones a dar por sí mismos y por el pueblo públicas muestras de veneración y de obediencia al imperio de Cristo si quieren conservar incólume su autoridad y hacer la felicidad y la fortuna de su patria. Lo que al comenzar nuestro pontificado escribíamos sobre el gran menoscabo que padecen la autoridad y el poder legítimos, no es menos oportuno y necesario en los presentes tiempos, a saber: «Desterrados Dios y Jesucristo -lamentábamos- de las leyes y de la gobernación de los pueblos, y derivada la autoridad, no de Dios, sino de los hombres, ha sucedido que… hasta los mismos fundamentos de autoridad han quedado arrancados, una vez suprimida la causa principal de que unos tengan el derecho de mandar y otros la obligación de obedecer. De lo cual no ha podido menos de seguirse una violenta conmoción de toda la humana sociedad privada de todo apoyo y fundamento sólido» (31).

17. En cambio, si los hombres, pública y privadamente, reconocen la regia potestad de Cristo, necesariamente vendrán a toda la sociedad civil increíbles beneficios, como justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia. La regia dignidad de Nuestro Señor, así como hace sacra en cierto modo la autoridad humana de los jefes y gobernantes del Estado, así también ennoblece los deberes y la obediencia de los súbditos. Por eso el apóstol San Pablo, aunque ordenó a las casadas y a los siervos que reverenciasen a Cristo en la persona de sus maridos y señores, mas también les advirtió que no obedeciesen a éstos como a simples hombres, sino sólo como a representantes de Cristo, porque es indigno de hombres redimidos por Cristo servir a otros hombres: Rescatados habéis sido a gran costa; no queráis haceros siervos de los hombres (32).

18. Y si los príncípes y los gobernantes legítimamente elegidos se persuaden de que ellos mandan, más que por derecho propio por mandato y en representación del Rey divino, a nadie se le ocultará cuán santa y sabiamente habrán de usar de su autoridad y cuán gran cuenta deberán tener, al dar las leyes y exigir su cumplimiento, con el bien común y con la dignidad humana de sus inferiores. De aquí se seguirá, sin duda, el florecimiento estable de la tranquilidad y del orden, suprimida toda causa de sedición; pues aunque el ciudadano vea en el gobernante o en las demás autoridades públicas a hombres de naturaleza igual a la suya y aun indignos y vituperables por cualquier cosa, no por eso rehusará obedecerles cuando en ellos contemple la imagen y la autoridad de Jesucristo, Dios y hombre verdadero.

19. En lo que se refiere a la concordia y a la paz, es evidente que, cuanto más vasto es el reino y con mayor amplitud abraza al género humano, tanto más se arraiga en la conciencia de los hombres el vínculo de fraternidad que los une. Esta convicción, así como aleja y disipa los conflictos frecuentes, así también endulza y disminuye sus amarguras. Y si el reino de Cristo abrazase de hecho a todos los hombres, como los abraza de derecho, ¿por qué no habríamos de esperar aquella paz que el Rey pacífico trajo a la tierra, aquel Rey que vino para reconciliar todas las cosas; que no vino a que le sirviesen, sino a servir; que siendo el Señor de todos, se hizo a sí mismo ejemplo de humildad y estableció como ley principal esta virtud, unida con el mandato de la caridad; que, finalmente dijo: Mi yugo es suave y mi carga es ligera.

¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si los individuos, las familias y las sociedades se dejaran gobernar por Cristo! Entonces verdaderamente -diremos con las mismas palabras de nuestro predecesor León XIII dirigió hace veinticinco años a todos los obispos del orbe católico-, entonces se podrán curar tantas heridas, todo derecho recobrará su vigor antiguo, volverán los bienes de la paz, caerán de las manos las espadas y las armas, cuando todos acepten de buena voluntad el imperio de Cristo, cuando le obedezcan, cuando toda lengua proclame que Nuestro Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre (33).

 

III. LA FIESTA DE JESUCRISTO REY

20. Ahora bien: para que estos inapreciables provechos se recojan más abundantes y vivan estables en la sociedad cristiana, necesario es que se propague lo más posible el conocimiento de la regia dignidad de nuestro Salvador, para lo cual nada será más dtcaz que instituir la festividad propia y peculiar de Cristo Rey.

Las fiestas de la Iglesia

Porque para instruir al pueblo en las cosas de la fe y atraerle por medio de ellas a los íntimos goces del espíritu, mucho más eficacia tienen las fiestas anuales de los sagrados misterios que cualesquiera enseñanzas, por autorizadas que sean, del eclesiástico magisterio.

Estas sólo son conocidas, las más veces, por unos pocos fieles, más instruidos que los demás; aquéllas impresionan e instruyen a todos los fieles; éstas -digámoslo así- hablan una sola vez, aquéllas cada año y perpetuamente; éstas penetran en las inteligencias, a los corazones, al hombre entero. Además, como el hombre consta de alma y cuerpo, de tal manera le habrán de conmover necesariamente las solemnidades externas de los días festivos, que por la variedad y hermosura de los actos litúrgicos aprenderá mejor las divinas doctrinas, y convirtiéndolas en su propio jugo y sangre, aprovechará mucho más en la vida espiritual.

En el momento oportuno

21. Por otra parte, los documentos históricos demuestran que estas festividades fueron instituidas una tras otra en el transcurso de los siglos, conforme lo iban pidiendo la necesidad y utilidad del pueblo cristiano, esto es, cuando hacía falta robustecerlo contra un peligro común, o defenderlo contra los insidiosos errores de la herejía, o animarlo y encenderlo con mayor frecuencia para que conociese y venerase con mayor devoción algún misterio de la fe, o algún beneficio de la divina bondad. Así, desde los primeros siglos del cristianismo, cuando los fieles eran acerbísimamente perseguidos, empezó la liturgia a conmemorar a los mártires para que, como dice San Agustín, las festividades de los mártires fuesen otras tantas exhortaciones al martirio (34). Más tarde, los honores litúrgicos concedidos a los santos confesores, vírgenes y viudas sirvieron maravillosamente para reavivar en los fieles el amor a las virtudes, tan necesario aun en tiempos pacíficos. Sobre todo, las festividades instituidas en honor a la Santísima Virgen contribuyeron, sin duda, a que el pueblco cristiano no sólo enfervorizase su culto a la Madre de Dios, su poderosísima protectora, sino también a que se encendiese en más fuerte amor hacia la Madre celestial que el Redentor le había legado como herencia. Además, entre los beneficios que produce el público y legítimo culto de la Virgen y de los Santos, no debe ser pasado en silencio el que la Iglesia haya podido en todo tiempo rechazar victoriosamente la peste de los errores y herejías.

22. En este punto debemos admirar los designios de la divina Providencia, la cual, así como suele sacar bien del mal, así también permitió que se enfriase a veces la fe y piedad de los fieles, o que amenazasen a la verdad católica falsas doctrinas, aunque al cabo volvió ella a resplandecer con nuevo fulgor, y volvieron los fieles, despertados de su letargo, a enfervorizarse en la virtud y en la santidad. Asimismo, las festividades incluidas en el año litúrgico durante los tiempos modernos han tenido también el mismo origen y han producido idénticos frutos. Así, cuando se entibió la reverencia y culto al Santísimo Sacramento, entonces se instituyó la fiesta del Corpus Christi, y se mandó celebrarla de tal modo que la solemnidad y magnificencia litúrgicas durasen por toda la octava, para atraer a los fieles a que veneraran públicamente al Señor. Así también, la festividad del Sacratísimo Corazón de Jesús fue instituida cuando las almas, debilitadas y abatidas por la triste y helada severidad de los jansenistas, habíanse enfriado y alejado del amor de Dios y de la confianza de su eterna salvación.

Contra el moderno laicismo

23. Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad. Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, venerables hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad. Se comenzó por negar el imperío de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.

24. Los amarguísimos frutos que este alejarse de Cristo por parte de los individuos y de las naciones ha producido con tanta frecuencia y durante tanto tiempo, los hemos lamentado ya en nuestra encíclica Ubi arcano, y los volvemos hoy a lamentar, al ver el germen de la discordia sembrado por todas partes; encendidos entre los pueblos los odios y rivalidades que tanto retardan, todavía, el restablecimiento de la paz; las codicias desenfrenadas, que con frecuencia se esconden bajo las apariencias del bien público y del amor patrio; y, brotando de todo esto, las discordias civiles, junto con un ciego y desatado egoísmo, sólo atento a sus particulares provechos y comodidades y midiéndolo todo por ellas; destruida de raíz la paz doméstica por el olvido y la relajación de los deberes familiares; rota la unión y la estabilidad de las familias; y, en fin, sacudida y empujada a la muerte la humana sociedad.

La fiesta de Cristo Rey

25. Nos anima, sin embargo, la dulce esperanza de que la fiesta anual de Cristo Rey, que se celebrará en seguida, impulse felizmente a la sociedad a volverse a nuestro amadísimo Salvador. Preparar y acelerar esta vuelta con la acción y con la obra sería ciertamente deber de los católicos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la llamada convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno les falten a los que llevan delante de sí la antorcha de la verdad. Estas desventajas quizá procedan de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia. Pero si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor.

Además, para condenar y reparar de alguna manera esta pública apostasía, producida, con tanto daño de la sociedad, por el laicismo, ¿no parece que debe ayudar grandemente la celebración anual de la fiesta de Cristo Rey entre todas las gentes? En verdad: cuanto más se oprime con indigno silencio el nombre suavísimo de nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo y con mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad.

Continúa una tradición

26. ¿Y quién no echa de ver que ya desde fines del siglo pasado se preparaba maravillosamente el camino a la institución de esta festividad? Nadie ignora cuán sabia y elocuentemente fue defendido este culto en numerosos libros publicados en gran variedad de lenguas y por todas partes del mundo; y asimismo que el imperio y soberanía de Cristo fue reconocido con la piadosa práctica de dedicar y consagrar casi innumerables familias al Sacratísimo Corazón de Jesús. Y no solamente se consagraron las familias, sino también ciudades y naciones. Más aún: por iniciativa y deseo de León XIII fue consagrado al Divino Corazón todo el género humano durante el Año Santo de 1900.

27. No se debe pasar en silencio que, para confirmar solemnemente esta soberanía de Cristo sobre la sociedad humana, sirvieron de maravillosa manera los frecuentísimos Congresos eucarísticos que suelen celebrarse en nuestros tiempos, y cuyo fin es convocar a los fieles de cada una de las diócesis, regiones, naciones y aun del mundo todo, para venerar y adorar a Cristo Rey, escondido bajo los velos eucarísticos; y por medio de discursos en las asambleas y en los templos, de la adoración, en común, del augusto Sacramento públicamente expuesto y de solemnísimas procesiones, proclamar a Cristo como Rey que nos ha sido dado por el cielo. Bien y con razón podría decirse que el pueblo cristiano, movido como por una inspiración divina, sacando del silencio y como escondrijo de los templos a aquel mismo Jesús a quien los impíos, cuando vino al mundo, no quisieron recibir, y llevándole como a un triunfador por las vías públicas, quiere restablecerlo en todos sus reales derechos.

Coronada en el Año Santo

28. Ahora bien: para realizar nuestra idea que acabamos de exponer, el Año Santo, que toca a su fin, nos ofrece tal oportunidad que no habrá otra mejor; puesto que Dios, habiendo benignísimamente levantado la mente y el corazón de los fieles a la consideración de los bienes celestiales que sobrepasan el sentido, les ha devuelto el don de su gracia, o los ha confirmado en el camino recto, dándoles nuevos estímulos para emular mejores carismas. Ora, pues, atendamos a tantas súplicas como los han sido hechas, ora consideremos los acontecimientos del Año Santo, en verdad que sobran motivos para convencernos de que por fin ha llegado el día, tan vehementemente deseado, en que anunciemos que se debe honrar con fiesta propia y especial a Cristo como Rey de todo el género humano.

29. Porque en este año, como dijimos al principio, el Rey divino, verdaderamente admirable en sus santos, ha sido gloriosamente magnificado con la elevación de un nuevo grupo de sus fieles soldados al honor de los altares. Asimismo, en este año, por medio de una inusitada Exposición Misional, han podido todos admirar los triunfos que han ganado para Cristo sus obreros evangélicos al extender su reino. Finalmente, en este año, con la celebración del centenario del concilio de Nicea, hemos conmemorado la vindicación del dogma de la consustancialidad del Verbo encarnado con el Padre, sobre la cual se apoya como en su propio fundamento la soberanía del mismo Cristo sobre todos los pueblos.

Condición litúrgica de la fiesta

30. Por tanto, con nuestra autoridad apostólica, instituimos la fiesta de nuestro Señor Jesucristo Rey, y decretamos que se celebre en todas las partes de la tierra el último domingo de octubre, esto es, el domingo que inmediatamente antecede a la festividad de Todos los Santos. Asimismo ordenamos que en ese día se renueve todos los años la consagración de todo el género humano al Sacratísimo Corazón de Jesús, con la misma fórmula que nuestro predecesor, de santa memoria, Pío X, mandó recitar anualmente.

Este año, sin embargo, queremos que se renueve el día 31 de diciembre, en el que Nos mismo oficiaremos un solemne pontifical en honor de Cristo Rey, u ordenaremos que dicha consagración se haga en nuestra presencia. Creemos que no podemos cerrar mejor ni más convenientemente el Año Santo, ni dar a Cristo, Rey inmortal de los siglos, más amplio testimonio de nuestra gratitud -con lo cual interpretamos la de todos los católicos- por los beneficios que durante este Año Santo hemos recibido Nos, la Iglesia y todo el orbe católico.

31. No es menester, venerables hermanos, que os expliquemos detenidamente los motivos por los cuales hemos decretado que la festividad de Cristo Rey se celebre separadamente de aquellas otras en las cuales parece ya indicada e implícitamente solemnizada esta misma dignidad real. Basta advertir que, aunque en todas las fiestas de nuestro Señor el objeto material de ellas es Cristo, pero su objeto formal es enteramente distinto del título y de la potestad real de Jesucristo. La razón por la cual hemos querido establecer esta festividad en día de domingo es para que no tan sólo el clero honre a Cristo Rey con la celebración de la misa y el rezo del oficio divino, sino para que también el pueblo, libre de las preocupaciones y con espíritu de santa alegría, rinda a Cristo preclaro testimonio de su obediencia y devoción. Nos pareció también el último domingo de octubre mucho más acomodado para esta festividad que todos los demás, porque en él casi finaliza el año litúrgico; pues así sucederá que los misterios de la vida de Cristo, conmemorados en el transcurso del año, terminen y reciban coronamiento en esta solemnidad de Cristo Rey, y antes de celebrar la gloria de Todos los Santos, se celebrará y se exaltará la gloria de aquel que triunfa en todos los santos y elegidos. Sea, pues, vuestro deber y vuestro oficio, venerables hermanos, hacer de modo que a la celebración de esta fiesta anual preceda, en días determinados, un curso de predicación al pueblo en todas las parroquias, de manera que, instruidos cuidadosamente los fieles sobre la naturaleza, la significación e importancia de esta festividad, emprendan y ordenen un género de vida que sea verdaderamente digno de los que anhelan servir amorosa y fielmente a su Rey, Jesucristo.

Con los mejores frutos

32. Antes de terminar esta carta, nos place, venerables hermanos, indicar brevemente las utilidades que en bien, ya de la Iglesia y de la sociedad civil, ya de cada uno de los fieles esperamos y Nos prometemos de este público homenaje de culto a Cristo Rey.

a) Para la Iglesia

En efecto: tríbutando estos honores a la soberanía real de Jesucristo, recordarán necesariamente los hombres que la Iglesia, como sociedad perfecta instituida por Cristo, exige -por derecho propio e imposible de renuncíar- plena libertad e independencia del poder civil; y que en el cumplimiento del oficio encomendado a ella por Dios, de enseñar, regir y conducir a la eterna felicidad a cuantos pertenecen al Reino de Cristo, no pueden depender del arbitrio de nadie.

Más aún: el Estado debe también conceder la misma libertad a las órdenes y congregaciones religiosas de ambos sexos, las cuales, siendo como son valiosísimos auxiliares de los pastores de la Iglesia, cooperan grandemente al establecimiento y propagación del reino de Cristo, ya combatiendo con la observación de los tres votos la triple concupiscencia del mundo, ya profesando una vida más perfecta, merced a la cual aquella santidad que el divino Fundador de la Iglesia quiso dar a ésta como nota característica de ella, resplandece y alumbra, cada día con perpetuo y más vivo esplendor, delante de los ojos de todos.

b) Para la sociedad civil

33. La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes.

A éstos les traerá a la memoria el pensamiento del juicio final, cuando Cristo, no tanto por haber sido arrojado de la gobernación del Estado cuanto también aun por sólo haber sido ignorado o menospreciado, vengará terriblemente todas estas injurias; pues su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectítud de costumbres. Es, además, maravillosa la fuerza y la virtud que de la meditación de estas cosas podrán sacar los fieles para modelar su espíritu según las verdaderas normas de la vida cristiana.

c) Para los fieles

34. Porque si a Cristo nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad; si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía. Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a El estar unido; es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, como armas de justicia para Dios (35), deben servir para la interna santificación del alma. Todo lo cual, si se propone a la meditación y profunda consideración de los fieles, no hay duda que éstos se inclinarán más fácilmente a la perfección.

35. Haga el Señor, venerables hermanos, que todos cuantos se hallan fuera de su reino deseen y reciban el suave yugo de Cristo; que todos cuantos por su misericordia somos ya sus súbditos e hijos llevemos este yugo no de mala gana, sino con gusto, con amor y santidad, y que nuestra vida, conformada siempre a las leyes del reino divino, sea rica en hermosos y abundantes frutos; para que, siendo considerados por Cristo como siervos buenos y fieles, lleguemos a ser con El participantes del reino celestial, de su eterna felicidad y gloria.

Estos deseos que Nos formulamos para la fiesta de la Navidad de nuestro Señor Jesucristo, sean para vosotros, venerables hermanos, prueba de nuestro paternal afecto; y recibid la bendición apostólica, que en prenda de los divinos favores os damos de todo corazón, a vosotros, venerables hermanos, y a todo vuestro clero y pueblo.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de diciembre de 1925, año cuarto de nuestro pontificado.

Notas

1. Ef 3,19.
2. Dan 7,13-14.
3. Núm 24,19.
4. Sal 2.
5. Sal 44.
6. Sal 71.
7. Is 9,6-7.
8. Jer 23, 5.
9. Dan 2,44.
10. Dan 7 13-14.
11. Zac 9,9.
12. Lc 1,32-33.
13. Mt 25,31-40.
14. Jn 18,37.
15. Mt 28,18.
16. Ap 1,5.
17. Ibíd., 19,16.
18. Heb 1,1.
19. 1 Cor 15,25.
20. In Luc. 10.
21. 1 Pt 1,18-19.
22. 1 Cor 6,20.
23. Ibíd., 6,15.
24. Conc. Trid., ses.6 c.21.
25. Jn 14,15; 15,10.
26. Jn 5,22.
27. Himno Crudelis Herodes, en el of. de Epif.
28. Enc. Annum sacrum, 25 mayo 1899.
29. Hech 4,12.
30. S. Agustín, Ep. ad Macedonium c.3
31. Enc. Ubi arcano.
32. 1 Cor 7,23.
33. Enc. Annum sacrum, 25 mayo 1899.
34. Sermón 47: De sanctis.
35. Rom 6,13.


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FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María REFLEXIONES Y DOCTRINA Sacramentos y sacramentales

Textos Bíblicos que hacen referencia a los siete sacramentos de la Iglesia

La vida sobrenatural de la Iglesia se estructura en base a 7 sacramentos de orden sobrenatural que nos ha dejado Nuestro Señor Jesucristo a través de las Escrituras.

sacramentos

Esta es una forma de informar a los católicos a tener en cuenta a la hora de explicarlos a evangélicos y protestantes.

BAUTISMO

bautismo

Mt. 28, 19
“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,”

Mc. 16, 16
“El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.”

Jn. 3, 5
“Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.»”

Hch. 2, 38
“Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo;»”

Hch. 16, 15
“Cuando ella y los de su casa recibieron el bautismo, suplicó: «Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa.» Y nos obligó a ir.”

Hch. 16, 33
“En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas; inmediatamente recibió el bautismo él y todos los suyos.”

Hch. 22, 16
“Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre.”

Rom. 5, 3-4
“¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?”

1 Cor. 1, 13-16
“¿Esta dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo? ¡Doy gracias a Dios por no haber bautizado a ninguno de vosotros fuera de Crispo y Gayo! Así, nadie puede decir que habéis sido bautizados en mi nombre. ¡Ah, sí!, también bauticé a la familia de Estéfanas. Por lo demás, no creo haber bautizado a ningún otro.”

1 Cor. 6, 11
“Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.”

Col. 2, 12
“Sepultados con Él en el bautismo, con Él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos.”

Tit. 3, 5
“Él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo,”

1 Pe 3, 21
“a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva y que no consiste en quitar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de la Resurrección de Jesucristo,”

CONFIRMACIÓN

confirmacions

Sab. 9, 17
“Y ¿quién habría conocido tu voluntad, si tú no le hubieses dado la Sabiduría y no le hubieses enviado de lo alto tu espíritu santo?”

Hch. 8, 14-17
“Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.”

Hch. 13, 2-3
“Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.» Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron.”

Hch. 19, 1-6
“Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas y llegó a Éfeso donde encontró algunos discípulos; les preguntó: «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando abrazasteis la fe?» Ellos contestaron: «Pero si nosotros no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo.» Él replicó: «¿Pues qué bautismo habéis recibido?». «El bautismo de Juan», respondieron. Pablo añadió: «Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, o sea en Jesús.» Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y, habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar.”

2 Cor. 1, 21-22
“Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones.”

Ef. 1, 13
“En Él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa,”

Heb. 6, 1-2
“Por eso, dejando aparte la enseñanza elemental acerca de Cristo, elevémosnos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras muertas y de la fe en Dios; de la instrucción sobre los bautismos y de la imposición de las manos; de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.”

EUCARISTÍA

eucaristia

Mt. 26, 26-28
“Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: «Tomad, comed, éste es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados.»”

Mc. 14, 22-24
“Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio, y dijo: «Tomad, este es mi cuerpo.» Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.»”

Lc. 22, 19-20
“Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» De igual modo, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.»”

Jn. 6, 30-35
“Ellos entonces le dijeron: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: «Pan del cielo les dio a comer.» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.» Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.»”

Jn. 6, 48-58
“«Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»”

1 Cor. 10, 16
“La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan.”

1 Cor. 11, 23-29
“Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»
Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.» Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo.”

RECONCILIACIÓN

confesion

Mt. 16, 19
“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la Tierra quedará atado en los Cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los Cielos.”

Mt. 18, 18
“Yo os aseguro: todo lo que atéis en la Tierra quedará atado en el Cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el Cielo.”

Lc. 15, 18-19
“Me levantaré, iré a mi padre y le diré: «Padre, pequé contra el Cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.»”

Jn. 20, 21-23
“Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»”

Hch. 19, 18
“Muchos de los que habían creído venían a confesar y declarar sus prácticas.”

1 Cor. 5, 3-5
“Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor.”

2 Cor. 2, 6-11
“Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad, por lo que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza. Os suplico, pues, que reavivéis la caridad para con él. Pues también os escribí con la intención de probaros y ver si vuestra obediencia era perfecta.
Y a quien vosotros perdonéis, también yo le perdono. Pues lo que yo perdoné -si algo he perdonado- fue por vosotros en presencia de Cristo, para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos.”

2 Cor. 5, 18-20
“Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.
Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!”

Sgo. 5, 16
“Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.”

1 Jn. 1, 8-9
“Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia.”

UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

uncion de los enfermos

Mc. 6, 5
“Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos.”

Mc. 6, 12-13
“Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.”

Lc. 13, 12-13
“Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios.”

Hch. 9, 17-18
“Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado.”

1 Cor. 12, 9
“a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu;”

1 Cor. 12, 30
“¿Todos con carisma de curaciones? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?”

Sgo. 5, 14-15
“¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.”

ORDEN SACERDOTAL

sacerdocio

Mt. 18, 18
“Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.”

Lc. 10, 16
“Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.”

Lc. 22, 19
“Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»”

Lc. 24, 47
“y se predicará en Su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.”

Jn. 12, 20-22
“Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.”

Jn. 15, 5
“Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.”

Hch. 6, 6
“los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos.”

Hch. 15, 2-6
“Se produjo con esto una agitación y una discusión no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos; y decidieron que Pablo y Bernabé y algunos de ellos subieran a Jerusalén, donde los apóstoles y presbíteros, para tratar esta cuestión. Ellos, pues, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles y produciendo gran alegría en todos los hermanos. Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y contaron cuanto Dios había hecho juntamente con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron para decir que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés. Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros para tratar este asunto.”

Hch. 20, 17
“Desde Mileto envió a llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso.”

Hch. 20, 28
“Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él se adquirió con la sangre de su propio Hijo.”

Hch. 21, 18
“Al día siguiente Pablo, con todos nosotros, fue a casa de Santiago; se reunieron también todos los presbíteros.”

1 Tim. 3, 1
“Es cierta esta afirmación: Si alguno aspira al cargo de epíscopo, desea una noble función.”

1 Tim. 4, 14
“No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros.”

1 Tim. 5, 17
“Los presbíteros que ejercen bien su cargo merecen doble remuneración, principalmente los que se afanan en la predicación y en la enseñanza.”

2 Tim. 1, 6
“Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.”

Tit. 1, 5
“El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.”

1 Pe. 5, 1
“A los ancianos que están entre vosotros les exhorto yo, anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse.”

MATRIMONIO

casamiento

Gén. 1, 26-28
“Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra.»”

Gén. 2, 18-25
“Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada. Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.» Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.”

Mt. 5, 31-32
“También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio.’ Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.”

Mt. 19, 3-9
“Y se le acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?» Él respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, ‘los hizo varón y hembra’, y que dijo: ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne?’ De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.» Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?» Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio.»”

Mc. 10, 2-12
“Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?»
Él les respondió: «¿Qué os prescribió Moisés?» Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.» Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto.
Pero desde el comienzo de la creación, ‘Él los hizo varón y hembra.’ ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.’ Pues bién, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»”

Lc. 16, 18
“Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con una repudiada por su marido, comete adulterio.”

Rom. 7, 2-3
“Así, la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras éste vive; mas, una vez muerto el marido, se ve libre de la ley del marido. Por eso, mientras vive el marido, será llamada adultera si se une a otro hombre; pero si muere el marido, queda libre de la ley, de forma que no es adultera si se casa con otro.”

1 Cor. 7, 1-15
“En cuanto a lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse de mujer. No obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido. Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo a su marido. No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia. Lo que os digo es una concesión, no un mandato. Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra. No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse. En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer. En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene una mujer no creyente y ella consiente en vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no le despida. Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente. De otro modo, vuestros hijos serían impuros, mas ahora son santos. Pero si la parte no creyente quiere separarse, que se separe, en ese caso el hermano o la hermana no están ligados: para vivir en paz os llamó el Señor.”

1 Cor. 7, 39
“La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas una vez muerto el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero sólo en el Señor.”

Ef. 5, 3
“La fornicación, y toda impureza o codicia, ni siquiera se mencione entre vosotros, como conviene a los santos.”

Ef. 5, 5
“Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso -que es ser idólatra- participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios.”

Ef. 5, 21-33
“Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo. ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne.’ Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido.”

Heb. 13, 4
“Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios.”

1 Pe. 3, 1-7
“Igualmente, vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros maridos para que, si incluso algunos no creen en la Palabra, sean ganados no por las palabras sino por la conducta de sus mujeres, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa. Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios. Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos; así obedeció Sara a Abraham, llamándole ‘Señor’. De ella os hacéis hijas cuando obráis bien, sin tener ningún temor. De igual manera vosotros, maridos, en la vida común sed comprensivos con la mujer que es un ser más frágil, tributándoles honor como coherederas que son también de la gracia de Vida, para que vuestras oraciones no encuentren obstáculo.”

Fuentes: 

https://www.aciprensa.com/sacramentos/index.html

 

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En el Purgatorio Dios nos Purifica: Juan Pablo II

Audiencia General
Miércoles 4 de agosto de 1999

1. Como hemos visto en las dos catequesis anteriores, a partir de la opción definitiva por Dios o contra Dios, el hombre se encuentra ante una alternativa: o vive con el Señor en la bienaventuranza eterna, o permanece alejado de su presencia.
Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1030-1032).

2. En la sagrada Escritura se pueden captar algunos elementos que ayudan a comprender el sentido de esta doctrina, aunque no esté enunciada de modo explícito. Expresan la convicción de que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación.

Según la legislación religiosa del Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios debe ser perfecto. En consecuencia, también la integridad física es particularmente exigida para las realidades que entran en contacto con Dios en el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lv 22, 22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del culto (cf. Lv 21, 17-23). A esta integridad física debe corresponder una entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1R 8, 61), al Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf. Dt 6, 5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (cf . Dt 10, 12 s).

La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad debe pasar por la purificación. Un texto de san Pablo lo sugiere.

El Apóstol habla del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio, v dice: «Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento (Cristo), resista, recibirá la recompensa. Mas aquel, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego» (1Co 3, 14-15).

3. Para alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica, en la que evoca la obra salvífica rea izada por Dios en el pasado e invoca si fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13). La figura del Siervo del Señor, delineada por el libro de Isaías, se caracteriza también por su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (cf. Is 52, 13-53, 12, especialmente, 53, 11).

El Salmo 51 puede considerarse, desde la visión del Antiguo Testamento, una síntesis del proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y 16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17).

4. El Nuevo  Testamento presenta a Cristo como el intercesor, que desempeña las funciones del sumo sacerdote el día de la expiación (cf. Hb 5, 7; 7, 25). Pero en él el sacerdocio presenta una configuración nueva y definitiva. Él entra una sola vez en el santuario celestial para interceder ante Dios en favor nuestro (cf. Hb 9, 23-26, especialmente el v. 24). Es Sacerdote y, al mismo tiempo, «víctima de propiciación» por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).

Jesús, como el gran intercesor que expía por nosotros, se revelará plenamente al final de nuestra vida, cuando se manifieste con el ofrecimiento de misericordia, pero también con el juicio inevitable para quien rechaza el amor y el perdón del Padre.

El ofrecimiento de misericordia no excluye el deber de presentarnos puros o íntegros ante Dios, ricos de esa caridad que Pablo llama «vínculo de la perfección» (Col 3, 14)

5. Durante nuestra vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1Ts 3, 12 s). Por otra parte, estamos invitados a «purificamos de toda mancha de la carne y del espíritu» (2Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.

Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección (cf. concilio ecuménico de Florencia, Decretum pro Graecis: Denzinger-Schönmetzer, 1304; concilio ecuménico de Trento, Decretum de justificatione y Decretum de purgatorio: ib., 1580 y 1820).

Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio Vaticano 11, que enseña: «Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada única carrera que es nuestra vida en tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde «habrá llanto y rechinar de dientes» (Mt 22, 13 y 25, 30)» (Lumen gentium, 48).

6. Hay que proponer hoy de nuevo un último aspecto importante, que la tradición de la Iglesia siempre ha puesto de relieve: la dimensión comunitaria. En efecto, quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1032).

Así como en la vida terrena los creyentes están unidos entre sí en el único Cuerpo místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.

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Consecuencias de la Consagración de Rusia: los pedidos de Jesús y María

El 13 de junio de 1929, mientras la Hermana Lucía estaba en el noviciado de las Hermanas Doroteas en Tuy, España, Nuestra Señora cumplió Su promesa del 13 de julio de 1917: “Vendré a pedir la consagración de Rusia…” escribe la Hermana Lucía que, estando ella una noche sola… en medio de la capilla… cuando la única luz era la de la lámpara:

TODO SOBRE FÁTIMA

Virgen de Fátima, Portugal ( 13 de mayo)
Los Videntes de Fátima
Aparición y mensajes del Ángel, en Fátima
Las seis apariciones de Nuestra Señora de Fátima en 1917
Ultima aparición de la Virgen de Fátima, la danza del sol, Portugal ( 13 de octubre)
El secreto de Fátima
Cronología de Fátima: 3º secreto y consagración de Rusia
El cuarto secreto de Fátima, o segunda parte del tercer secreto
El pedido de la Virgen respecto a Rusia
Aparición de Rianjo a la hermana Lucía de Fátima ( agosto 1931)
Consecuencias de la Consagración de Rusia: los pedidos de Jesús y María
Una visión del mundo con base en Fátima
Devociones a Fátima

De repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural y sobre el altar apareció una cruz de luz que llegaba hasta el techo. En una luz más clara se veía, en la parte superior de la cruz, un rostro de un Hombre y Su Cuerpo hasta la cintura. Sobre su pecho había una paloma igualmente luminosa. Y clavado en la cruz, el cuerpo de otro hombre. Un poco por debajo de la cintura, suspendido en el aire, se veía un Cáliz y una Hostia grande sobre la cual caían unas gotas de Sangre que corrían a lo largo del Rostro del Crucificado y de una herida en Su pecho. Escurriendo por la Hostia, esas gotas caían dentro del Cáliz.

Bajo el brazo derecho de la Cruz estaba Nuestra Señora con Su Inmaculado Corazón en Su Mano … (Era Nuestra Señora de Fátima con Su Inmaculado Corazón … en Su mano izquerda … sin espada ni rosas, pero con una corona de espinas y llamas). Bajo el brazo izquierdo (de la Cruz), unas grandes letras, como si fueran de agua clara cristalina, que corrían hacia el altar, formaban estas palabras: ‘Gracia y Misericordia’. Comprendí que me era mostrado el misterio de la Santísima Trinidad y recibí luces sobre este misterio que no me es permitido revelar.

Luego Nuestra Señora dijo a la Hermana Lucía:

«Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la Consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón; prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la justicia de Dios condena por pecados cometidos contra Mí, que vengo a pedir Reparación. Sacrifícate por esta intención y reza».

El pedido de la solemne y pública Consagración de Rusia por el Papa y todos los obispos católicos, expresado por intermedio de Nuestra Señora a la Hermana Lucía, es un pedido hecho por Dios mismo. En Tuy, Nuestra Señora dijo a Lucía: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga…”

Durante casi 1.000 años el rechazo de la Santísima Voluntad de Dios, y de Dios mismo, ha ido escalando. En 1054 el cisma ortodoxo comenzó cuando ellos dijeron “sí” a Dios, “sí a Cristo”, “sí” a Su Iglesia, pero “no” al Papa — Vicario de Jesucristo.

Ellos lo reconocen como “el primero entre iguales”, pero no reconocen su primacía de jurisdicción sobre todos los Patriarcas, Cardenales y obispos de la Iglesia.

En 1517, Martín Lutero dijo “sí” a Dios, “sí” a Cristo, “no” a la Iglesia Católica y “no” al Papa. Él proclamó tener fidelidad a Dios y a Nuestro Señor, pero rechazó a la Iglesia. Por lo que, es imposible permanecer fiel a Cristo cuando se rechaza a Su Esposa, la Iglesia.

En 1717 la Francmasonería dijo “sí” a Dios, “no” a Cristo, “no” a la Iglesia Católica y “no” al Papa. Ellos pretendieron reconocer a Dios (no al verdadero Dios, sino a su propia concepción de Dios), pero ya no quisieron a Cristo y a Su Iglesia. De nuevo, es imposible servir a Dios mientras se rechaza a Su Hijo: “Yo y el Padre somos uno,” dijo Nuestro Señor.

Finalmente, en 1917 Lenín dijo “no” a Dios, a Cristo, a la Iglesia Católica y al Papa. Con el Comunismo, vemos la culminación de lo que había comenzado con el cisma ortodoxo y con la herejía luterana: el rechazo descarado no solo de la Iglesia Católica, sino también el rechazo de Jesucristo e incluso de toda noción de un Dios Todopoderoso.

La Consagración de Rusia revertirá el alzamiento y la rebelión contra Dios, iniciada con el cisma ortodoxo de 1054, favorecida por la herejía de Lutero de la sola scriptura, incrementada por la apostasía de la Francmasonería e intensificada por el Comunismo.

Son estos “No” los que serán revertidos por la consagración de Rusia. Como dijo Nuestro Señor, la Iglesia es Su Esposa. Usted lo encontrará en la Carta a los Efesios. No podemos estar con Cristo y contra Su Iglesia, como enseñó Lutero. No podemos estar con Dios y contra Cristo, como dijo Nuestro Señor a los Fariseos: “Si Dios fuera vuestro Padre, vosotros me aceptaríais porque Yo soy la imagen de Mi Padre. Yo y el Padre somos Uno. No, vuestro padre es el diablo”. Dios Hijo es la imagen del Padre. “Felipe. ¿No sabes que Yo y el Padre somos Uno? Tú me has visto, tú has visto al Padre”.

Así, en cierto sentido, Marx lo estaba cumpliendo, al decir “No” a Dios, ese “No” es inseparable del “No” a Cristo, “No” a Su Iglesia y “No” a Su Vicario sobre la tierra. Pero todas estas cosas serán revertidas por la consagración y la conversión de Rusia. Incluso el “No” de los ortodoxos, negando la primacía del Papa en 1054, será revertido.

Así, cuando finalmente se logre la Consagración de Rusia y la paz mundial, deberíamos recordar que esta no vino por ninguno de los hombres, ni por todos ellos juntos. Ni siquiera por los méritos del Santo Padre, sino por los méritos de Nuestra Señora.

Al mismo tiempo, Dios quiere también que todo el mundo vea la importancia de la condición única del Santo Padre y de los obispos católicos y, en realidad, de la Iglesia Católica. Y es por eso que Él ha insistido que no solo sea el Santo Padre, sino los obispos católicos junto con el Santo Padre quienes realicen ese acto, para que el mundo vea la relación directa entre la Rusia convertida y el Papa y los obispos, que cumplieron ese acto de consagración al Inmaculado Corazón de María.

Dios ha dado a la Iglesia y al mundo este plan inmutable para obtener la paz mundial, solo por medio de la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María a realizar por el Papa y los obispos católicos. El Dios Omnipotente ha decretado demostrar así, a la Iglesia y al mundo, no solo la necesidad y la importancia de la devoción a Nuestra Señora, sino también demostrar por esta consagración de Rusia y la paz mundial subsiguiente, que El ha fundado solo una Iglesia, la Iglesia Católica y que Él ha establecido dentro de ella esa jerarquía de la Iglesia Católica, y ha dado al Papa la primacía de autoridad en la Iglesia.

Como Dios ha sido insultado públicamente por el ateísmo comunista, error principal de Rusia del cual nos advirtió Nuestra Señora en 1917, Él pide que se haga reparación pública por esa grave blasfemia, por medio de una re-dedicación del país y de los pueblos de Rusia al servicio de Dios. Sin embargo, Él ha ordenado que se haga de una manera determinada.

Dios desea que la Consagración de Rusia venga de manos de Su Madre Santísima, quien no solo hará más agradable a Él esa consagración, sino que Ella atraerá al mundo a Su Inmaculado Corazón, por medio de la paz subsecuente que Ella le dará.

Poco antes de su muerte, la Beata Jacinta de Fátima le dijo a su prima Lucía, “Ya me falta poco para ir al Cielo. Tu quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando sea el momento de decirlo, no te escondas. Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del Inmaculado Corazón de María; que se las pidan a Ella; que el Corazón de Jesús quiere que, a su lado se venere el Inmaculado Corazón de María; que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios se la entregó a Ella.”

 

LA CONSAGRACIÓN DE RUSIA: CONSECUENCIAS PARA EL MUNDO

Muchos no se dan cuenta que Dios ya nos ha dado una vislumbre de lo que sucederá cuando el Papa y todos los obispos católicos del mundo consagren Rusia al Inmaculado Corazón de María.

Eso ocurrió en Portugal, después de que los obispos portugueses consagraran solemnemente su país al Inmaculado Corazón de María el 13 de mayo de 1931.

Como resultado de esa consagración, Portugal experimentó un triple milagro:

1. Hubo un Renacimiento Católico magnificente, durante el cual ocurrió un notable resurgimiento de la vida católica;

2. Tuvo lugar una milagrosa reforma política y social, de acuerdo con los principios sociales católicos; y

3. Hubo un doble milagro de paz, durante el cual Portugal fue librada tanto de la Guerra Civil Española como de la Segunda Guerra Mundial.

El Cardenal Cerejeira, Patriarca de Portugal, afirmó que las gracias arriba mencionadas, que transformaron completamente la nación, se debieron a Nuestra Señora de Fátima. El afirmó: “Para expresar lo que ha estado ocurriendo aquí durante veinticinco años, el vocabulario portugués no tiene sino una palabra: milagro. Sí, estamos convencidos que debemos la maravillosa transformación de Portugal a la protección de la Santísima Virgen”.

El Cardenal afirmó también, que las múltiples bendiciones que Nuestra Señora obtuvo para Portugal son una muestra de lo que Ella obtendrá para el mundo entero, una vez que Rusia sea consagrada debidamente a Su Inmaculado Corazón. “Lo que ha estado ocurriendo en Portugal proclama el milagro”, afirmó. “Y prefigura lo que el Inmaculado Corazón de María ha preparado para el mundo.”

Con la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón, y el Triunfo del Inmaculado Corazón, el mundo entero experimentará las gracias que Portugal experimentó luego de su consagración. Pero, estas serán a escala mundial, y, necesariamente, ¡mucho más notables! Habrá paz a lo largo del mundo. Las naciones aceptarán el reinado de Cristo Rey, y basarán así sus leyes en Sus Leyes. Y la Iglesia Católica será renovada, y todas las gentes y todas las naciones se convertirán a la práctica ferviente de la Fe Católica.

Para una descripción más detallada de la transformación milagrosa de Portugal, que fue la vista previa de lo que el mundo entero experimentará cuando se haga la Consagración Colegial de Rusia.

 

POR EL NO CUMPLIMIENTO

La historia ha demostrado los resultados de la omisión de consagrar Rusia por parte del Papa y los obispos. Hemos visto guerras incontables y conflictos: la 2a. Guerra Mundial; las guerras de Corea y de Vietnam; incontables revoluciones sangrientas en África, América Latina y el Sudeste Asiático, la reciente Guerra de Iraq, etc. También tenemos la guerra que se está librando contra los no-nacidos, en la que son asesinados 50 millones de bebés cada año en el mundo.

Por todo lo que ocurre a nuestro alrededor, tenemos la evidencia que no estamos viviendo en el período de paz prometido por Nuestra Señora de Fátima. Sin embargo, todos estos horribles castigos podrían haber sido evitados, y los futuros problemas se evitarán, por la Consagración de Rusia. Ha sido la demora del Papa y los obispos en el cumplimiento de la orden de Dios de realizar la Consagración Colegial de Rusia al Inmaculado Corazón de María, lo que ha permitido que hubieran ocurrido las terribles devastaciones del siglo pasado — después de 1929, cuando fue dada la orden formal para la Consagración. La destrucción continuará intensificándose si no se obtiene la conversión de Rusia; veremos la predicha esclavización de todo el mundo, y la aniquilación real de varias naciones.

Así, las consecuencias de no cumplir con la realización de ese simple acto de consagración son inconmensurables. Debemos rezar para que se haga pronto, y nos veamos librados de la esclavización y la aniquilación. Tal como el primer Papa, San Pedro, fue liberado de la prisión por las oraciones de los primeros cristianos, nuestro Papa actual puede ser igualmente ayudado por nuestras oraciones, para que finalmente obedezca los pedidos del Cielo y consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María.

Fuentes: www.fatima.org y  otros

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Frutos de la Consagración de Portugal al Inmaculado Corazón de María

En 1931 los Obispos portugueses consagraron el país al Inmaculado Corazón de María y lo renovaron en 1938. Entre medio la beata Alexandrina predicó la Consagración del mundo, lo que Pio XII hizo en 1942.

¿Qué sucedió e Portugal luego de la Consagración?. Cuando el Papa y todos los obispos católicos del mundo consagren Rusia al Inmaculado Corazón de María, ¿cual será el resultado? ¿Como será el prometido Triunfo del Inmaculado Corazón de María?

Muchos no se dan cuenta que Dios ya nos ha dado una vislumbre. Eso ocurrió en Portugal, después de que los obispos portugueses consagraran solemnemente su país al Inmaculado Corazón de María el 13 de mayo de 1931.

 

EL RESULTADO DE PORTUGAL

Como resultado de esa consagración, Portugal experimentó un triple milagro:

1. Hubo un Renacimiento Católico magnificente, durante el cual ocurrió un notable resurgimiento de la vida católica;El Cardenal Cerejeira, Patriarca de Portugal, afirmó que las gracias arriba mencionadas, que transformaron completamente la nación, se debieron a Nuestra Señora de Fátima. El afirmó: “Para expresar lo que ha estado ocurriendo aquí durante veinticinco años, el vocabulario portugués no tiene sino una palabra: milagro. Sí, estamos convencidos que debemos la maravillosa transformación de Portugal a la protección de la Santísima Virgen”.

2. Tuvo lugar una milagrosa reforma política y social, de acuerdo con los principios sociales católicos; y

3. Hubo un doble milagro de paz, durante el cual Portugal fue librada tanto de la Guerra Civil Española como de la Segunda Guerra Mundial.

El Cardenal afirmó también, que las múltiples bendiciones que Nuestra Señora obtuvo para Portugal son una muestra de lo que Ella obtendrá para el mundo entero, una vez que Rusia será consagrada debidamente a Su Inmaculado Corazón. “Lo que ha estado ocurriendo en Portugal proclama el milagro”, afirmó. “Y prefigura lo que el Inmaculado Corazón de María ha preparado para el mundo.”

Con la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón, y el Triunfo del Inmaculado Corazón, el mundo entero experimentará las gracias que Portugal experimentó luego de su consagración. Pero, estas serán a escala mundial, y, necesariamente, ¡mucho más notables! Habrá paz a lo largo del mundo. Las naciones aceptarán el reinado de Cristo Rey, y basarán así sus leyes en Sus Leyes. Y la Iglesia Católica será renovada, y todas las gentes y todas las naciones se convertirán a la práctica ferviente de la Fe Católica.

Para una descripción más detallada de la transformación milagrosa de Portugal, que fue la vista previa de lo que el mundo entero experimentará cuando se haga la Consagración Colegial de Rusia, ver “La consagración de Portugal (1931, 1938) y sus frutos”.

 

POR EL NO CUMPLIMIENTO

La historia ha demostrado los resultados de la omisión de consagrar Rusia por parte del Papa y los obispos. Hemos visto guerras incontables y conflictos: la IIa. Guerra Mundial; las guerras de Corea y de Vietnam; incontables revoluciones sangrientas en África, América Latina y el Sudeste Asiático, la reciente Guerra Irakí, etc. También tenemos la guerra que se está librando contra los no-nacidos, incluso en nuestro propio suelo, en la que son asesinados 50 millones de bebés cada año en el mundo.

Por todo lo que ocurre a nuestro alrededor, tenemos la evidencia que no estamos viviendo en el período de paz prometido por Nuestra Señora de Fátima. Sin embargo, todos estos horribles castigos podrían haber sido evitados, y los futuros problemas se evitarán, por la Consagración de Rusia. Ha sido la demora del Papa y los obispos en el cumplimiento de la orden de Dios de realizar la Consagración Colegial de Rusia al Inmaculado Corazón de María, lo que ha permitido que hubieran ocurrido las terribles devastaciones del siglo pasado — después de 1929, cuando fue dada la orden formal para la Consagración. La destrucción continuará intensificándose si no se obtiene la conversión de Rusia; veremos la predicha esclavización de todo el mundo, y la aniquilación real de varias naciones.

Así, las consecuencias de no cumplir con la realización de ese simple acto de consagración son inconmensurables. Debemos rezar para que se haga pronto, y nos veamos librados de la esclavización y la aniquilación. Tal como el primer Papa, San Pedro, fue liberado de la prisión por la oraciones de los primeros cristianos, nuestro Papa actual puede ser igualmente ayudado por nuestras oraciones, para que finalmente obedezca los pedidos del Cielo y consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María.

 

LAS CONSAGRACIONES DE PORTUGAL (1931, 1938) Y SUS FRUTOS

Cuando el Papa, junto con todos los obispos del mundo, consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María, ¿que veremos?, ¿como será el Triunfo del Inmaculado Corazón de María? Mucha gente no sabe que Nuestra Señora ya dio al mundo un indicio, un preludio, de como será el Triunfo de Su Inmaculado Corazón. Ella hizo eso en Portugal después de que los obispos portugueses consagraron su nación — por su nombre — al Inmaculado Corazón, el 13 de mayo de 1931.

Tal parece que Nuestra Señora usó a Portugal para demostrar en un nivel nacional lo que Ella hará con el mundo entero cuando el Papa, en unión con los obispos del mundo, consagre Rusia a Su Inmaculado Corazón. Quizás Nuestra Señora también nos dio esta prevista para que una insípida y pan-religiosa ‘civilización del amor’, nunca pueda disfrazarse exitosamente como el Triunfo de la Reina del Cielo.

 

LA CONSAGRACIÓN DE PORTUGAL (1931)

El 13 de mayo de 1931, en presencia de 300.000 fieles, quienes habían ido a Fátima para el evento, los obispos de Portugal consagraron solemnemente su nación al Inmaculado Corazón de María. Estos buenos obispos pusieron Portugal bajo la protección de Nuestra Señora, para preservarla del contagio comunista que se estaba difundiéndose a través de Europa, y especialmente en España. Como resultado de esa Consagración, Portugal experimentó un triple milagro. Nosotros trazaremos aquí las líneas generales de este milagro.

1) Hubo un magnífico renacimiento católico, un gran renacimiento de la vida católica, tan notable que aquellos quienes vivieron a través de él, lo atribuyeron, incuestionablemente, a la obra de Dios. Durante ese período, Portugal gozó de un drástico aumento en las vocaciones sacerdotales. El número de religiosos casi se cuadruplicó en 10 años. Las comunidades religiosas crecieron igualmente. Hubo una vasta renovación de la vida cristiana, que se mostró en muchas áreas, incluyendo el desarrollo de la prensa católica, la radio católica, las peregrinaciones, los retiros espirituales, y un robusto movimiento de Acción Católica se integró en el marco de la vida parroquial y diocesana.

Este renacimiento católico fue de tal magnitud, que los obispos de Portugal, declararon en una Carta Pastoral colectiva de 1942: “Cualquiera que hubiera cerrado los ojos hace veinticinco años y los
abriera ahora, ya no reconocería a Portugal; tan vasta es la transformación obrada por el modesto e invisible factor de la aparición de la Santísima Virgen en Fátima. Verdaderamente, Nuestra Señora quiere salvar a Portugal”.1

2) Hubo un milagro de reforma política y social, de acuerdo con los principios sociales católicos. Poco después de la Consagración de 1931, un lider católico ascendió al poder en Portugal, Antonio Salazar, quien inauguró un programa católico contra-revolucionario. Salazar procuró crear, tanto como le fue posible, un orden social católico en donde las leyes del gobierno y las instituciones sociales harmonizaran con la Ley de Cristo, Su Evangelio y Su Iglesia.2 Fiero adversario del socialismo y del liberalismo, se opuso “a todo lo que rebaja, divide o disuelve la familia”.3

El presidente Salazar no solamente lo dijo: él promugó una legislación para protejer a la familia, incluyendo leyes que reprobaban el divorcio. Una de tales leyes decía, “En armonía con las características esenciales del Matrimonio católico: es comprensible que por el mismo hecho de la celebración de un Matrimonio canónico, los esposos renuncian al derecho legal de pedir el divorcio”.4 El efecto de esta ley fue que los Matrimonios católicos no disminuyeron en número, sino que se incrementaron, ya que para 1960, cerca del 91 por ciento de los que se celebraron en el país fueron Matrimonios canónicos.

Esa es una civilización de amor y no la que tenemos a la vista, entrados en el Tercer Milenio.

3) Y hubo un doble milagro de paz como resultado de la Consagración. Portugal fue preservada del terror comunista, especialmente el de la Guerra Civil Española, que bramó a sus puertas. Portugal también fue preservada de las devastaciones de la Segunda Guerra Mundial.

 

LA CONSAGRACIÓN DE PORTUGAL (1938)

En lo referido a la Guerra Civil Española, los obispos portugueses habían prometido en 1936 que si Nuestra Señora protegía a Portugal del Comunismo, ellos expresarían su gratitud renovando la Consagración Nacional al Inmaculado Corazón de María. Fieles a su palabra, el 13 de mayo de 1938, ellos renovaron la Consagración de Portugal al Inmaculado Corazón en acción de gracias por la protección de Nuestra Señora. El Cardenal Cerejeira reconoció públicamente:

Desde que Nuestra Señora de Fátima se apareció en 1917 … Una especial bendición de Dios ha descendido sobre la tierra de Portugal … especialmente si nosotros consideramos los dos años que han pasado desde nuestro voto, uno no puede dejar de reconocer que la mano invisible de Dios ha protegido a Portugal, librándola del flagelo de la guerra y de la lepra del ateísmo comunista.

Incluso, el Papa Pío XII expresó asombrado que Portugal fue librada de los horrores de la Guerra Civil Española y de la amenaza comunista. En una alocución al pueblo portugués, el Papa habló “del Peligro Rojo, tan amenazante y tan cercano a vosotros, y sin embargo evitado de manera tan inesperada.”5

Los portugueses pasaron este primer peligro indemnes, pero inmediatamente había un segundo peligro que saltaba a la vista. Iba a estallar la 1ª Guerra Mundial.

El 6 de febrero de 1938, siete meses antes de la declaración de la guerra, la Hermana Lucía escribió a su obispo, Mons. da Silva. Ella le dijo que la guerra era inminente, pero luego habló de una promesa milagrosa. Ella dijo: “en esta guerra horrible, Portugal será librada por la consagración nacional al Inmaculado Corazón de María hecha por los obispos.”6

Y Portugal fue librada de los horrores de la guerra; los detalles de esto son muy numerosos para ser relatados aquí.7 Aún más notable, la Hermana Lucía escribió al Papa Pío XII el 2 de diciembre de 1940, para decirle que Portugal estaba recibiendo protección especial durante la guerra, que otras naciones hubieran recibido si los obispos hubieran consagrado sus naciones al Corazón Inmaculado de María. Así lo escribió:

Santísimo Padre: Nuestro Señor promete que, durante la guerra, nuestro País recibirá una protección especial, gracias a la Consagración de Portugal al Corazón Inmaculado de María, realizada por los Prelados portugueses; y sirve como prueba de las gracias que le serían concedidas a otras naciones, si también fuesen consagradas a Ella.8

De la misma manera, el Cardenal Cerejeira no dudó en atribuir a Nuestra Señora de Fátima las grandes gracias que habían sido obtenidas por Portugal durante ese tiempo. El 13 de mayo de 1942, él dijo,

Para expresar lo que ha estado ocurriendo aquí durante veinticinco años, el vocabulario portugués no tiene sino una palabra: milagro. Sí, estamos firmemente convencidos de que debemos a la protección de la Santísima Virgen la maravillosa transformación de Portugal.9

El Cardenal Cerejeira explicó más adelante que las milagrosas bendiciones que Nuestra Señora obtuvo para Portugal debido a la Consagración de 1931, fueron una visión anticipada de lo que Ella haría por el mundo entero después que Rusia fuera consagrada debidamente a Su Inmaculado Corazón. El Cardenal dijo: “Lo que ha ocurrido en Portugal proclama el milagro, y preanuncia lo que Inmaculado Corazón de María ha preparado para el mundo”.10

Por tanto, no es difícil de comprender porqué en ese tiempo Portugal fue llamado la “Vidriera de Nuestra Señora”. Y ese triple milagro de Portugal no es sino una presentación de como la Consagración colegial de Rusia afectará a Rusia y al mundo.

Notas:
1. Carta Pastoral Colectiva para el Jubileo de las Apariciones, en 1942, Merv. XX’s, p. 338. Citada de The Whole Truth About Fatima, Vol. II: The Secret and the Church, Frère Michel de la Sainte Trinité (edición inglesa, Immaculate Heart Publications, Buffalo, NY, 1989) p. 410.
2. La influencia de Salazar en el gobierno portugués fue creciendo desde 1928. En 1933 se convirtió en Presidente del Consejo. Más tarde, Salazar recibió el elogio y la bendición del Papa Pío XII. El Papa Pío dijo: “Lo bendigo con todo mi corazón, y abrigo el deseo más ardiente que pueda completar exitosamente su obra de restauración nacional, tanto espiritual como material”. Citado de The Whole Truth About Fatima, Vol. II, p. 412.
3. Ibid., p. 415. (palabras textuales de Salazar)
4. Ibid., p. 421.
5. Ibid., p. 422.
6. Ibid., p. 427-428.
7. Ver The Whole Truth About Fatima, Vol. II, pp. 369-439.
8. Ibid., p. 428.
9. Ibid., p. 405. El Cardenal Cerejeira dijo estas palabras en 1942, durante el Jubileo en celebración de las apariciones de Fátima.
10. Cardenal Cerejeira, Prefacio a Jacinta (1942), Obras Pastorais, Vol. II, p. 333. Cf. también su homilía del 13 de mayo de 1942, Merv. XX’s, p. 339. Citado de The Whole Truth About Fátima, Vol. II, p. 437.

Fuente: www.fatima.org

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La Apostasía y su Consecuencias

El padre Andrés García Torres, nos envió un precioso material escrito por él en el año 2005, donde analiza la presencia del maligno detrás de la Gran Apostasía actual, las consecuencias que tiene para los apostatas y la condenación eterna en el infierno que supone.

Este tema es especialmente actual en España, donde hay un movimiento que impulsa a que los bautizados concurran a la parroquia donde se les sumistró el sacramento y abdiquen del mismo por escrito.

En primer lugar vamos a definir o a indicar lo que es la apostasía. El Código de Derecho Canónico (libro de leyes de la Iglesia), en su canon 751 nos dice: “Apostasía es el rechazo total de la fe cristiana”.

Este rechazo se hace de una manera libre y voluntariamente. El apóstata rechaza todas las verdades de fe en absoluto. El apóstata por lo tanto no es católico, ni tal siquiera cristiano.

La Iglesia castiga la apostasía con la excomunión latae sententiae (Canón 1364).

La apostasía es un pecado que va contra el primer mandamiento de la ley de Dios. Es por lo tanto uno de los pecados que van contra la religión y la unidad de la Iglesia.

En consecuencia podemos afirmar que es un pecado terrible ya que son los pecados que van directamente contra Dios.

Es un pecado de soberbia y por lo tanto se puede clasificar como un pecado Satánico. No es un pecado en el que uno obra por debilidad, sino por una soberbia contumaz contra la Ley de Dios y de la Iglesia.

Por lo mismo el apóstata se pone en un peligro serio y grave de eterna condenación.

 

CONSECUENCIAS DE LA EXCOMUNIÓN

El apóstata al quedar excomulgado no puede participar en la celebración de la Santísima Eucaristía o en cualquier otra ceremonia de culto Divino.

No puede celebrar los sacramentos o sacramentales (agua bendita, recibir la bendición, recibir la exequias católicas, etc.), recibir los Sacramentos…

Como vemos el apóstata queda en una situación espiritual terrible.

Con palabras duras pero ciertas el apóstata se ha cerrado a la gracia Divina. Pone un óbice al Espíritu Santo que impide que obre en su alma. Y se ha abierto a la influencia nefasta del Maligno que tiene un poder especial sobre su alma, e incluso sobre su cuerpo. Como vamos a demostrar en otra parte de este trabajo.

Dentro de la historia de la Iglesia tenemos el caso de Juliano el Apóstata que ha pasado a la historia como persona que “luchó” contra Cristo. Su vida y su muerte se puede resumir en la frase que le ha hecho célebre al morir herido en una batalla: “al fín me venciste Galileo”.

 

SOBRE LA GRAN APOSTASÍA

La Iglesia en todos los momentos esta esperando la Segunda Venida de Jesús. Especialmente en el tiempo de Adviento lo recordamos, sobre todo en la primera parte del Adviento. De hecho el grito de la Iglesia de siempre es “Ven Señor Jesús”.

Jesús no nos ha dicho ni el día ni la hora en que El vendrá por segunda vez para recapitular todas las cosas en El.

Pero sí nos ha dado unas señales. Estas señales aparecen claramente en la Sagrada Escritura, especialmente en los Evangelios y en algunos de los libros del Nuevo Testamento. La Tradición de la Iglesia y su Magisterio nos la resumen en las siguientes señales:

1º El Evangelio se habrá predicado en todos los lugares de la tierra.
2º La Gran Apostasía.
3º Aparición del Anticristo.
4º Conversión del pueblo Judío.

Todo esto ira acompañado por señales en el sol y la luna, (como nos recuerdan los Evangelios, sobre todo en los últimos Domingos del Tiempo Ordinario). También habrá terremotos y desgracias naturales junto con anuncios de guerras y otras catástrofes.

Me haría interminable si fuera explicando cada uno de los puntos. Pero me voy a referir especialmente al punto 2º la Gran Apostasía que es el que nos interesa.

 

¿CÓMO SERÁ Y CUANDO ESTA APOSTASÍA?

Jesucristo en su Evangelio cuando habla de su segunda venida se hace una pregunta; pregunta que la hace para nuestro discernimiento: “¿Cuándo venga el Hijo del Hombre, encontrará fe en la tierra?”.

San Pablo nos dice que vendrán unos tiempos en los que la verdadera doctrina será rechazada, despreciada y los que la sigan perseguidos.

El Nuevo Testamento nos dice que “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. No os dejéis llevar por doctrinas complicadas y extrañas”.

¿Hoy vivimos estos tiempos? La respuesta clara es que sí.

Vemos como lo antinatural se quiere presentar como natural. Claro caso tenemos en la homosexualidad. Lo que es un desequilibrio causado por el pecado original, se quiere presentar como algo normal. Se tacha con el tópico y la etiqueta de homófogo al que afirma; siguiendo la moral natural y católica; que las practicas homosexuales son en sí intrínsecamente malas y perversas, por ser inmorales y contrarias al orden natural, impuesto por Dios y escrito en el corazón del hombre.

Esto ha llevado a que los colectivos de homosexuales y lesbianas sean los que están especialmente propagando, como nunca se ha hecho hasta ahora, la apostasía.

Varios miles de petición de apostasía formal se han presentado en los obispados de España.

Nunca en la historia de la Iglesia se ha conocido otro hecho similar. Al menos de una manera programada, formal y sabiendo lo que se hace.

Esta actitud entra dentro del entramado del Principio de la Iniquidad, de rechazar a Cristo y su Iglesia y esto de una manera sistemática en las almas; que produce consecuencias espirituales terribles.

Este puede ser un indicio de que estamos en los “últimos tiempos” y de que la Venida de Cristo es inminente.

Pero yo no soy persona apta para decir esto, sólo digo una opinión que someto en todo al juicio de la Santa Madre Iglesia Católica. Por ella Jesucristo actúa y nos habla, por medio del Papa y de los obispos en comunión con él. Yo sólo manifiesto una opinión mía que en cualquier caso no es más que una mera opinión fruto de la observación.

En un sentido más amplio la Gran Apostasía consiste en que los pueblos que han sido cristianos, dejaran de serlo. Incluso perseguirán a Cristo en sus miembros que es la Iglesia.

Hoy vemos como esta persecución se da cuando se desprestigia a la Iglesia y a sus pastores tachándolos de oscurantistas e integristas. O de ser contrarios al progreso. Y esto porque estos grupos con mucho poder mediático llaman progreso a lo que es la destrucción de la familia, de la persona, en definitiva del ser humano.

La Iglesia presenta la liberación integran del hombre. Libre cuanto más mejor de sus pasiones. Estos grupos llevan al hombre a la mayor esclavitud. Le someten a las lacras del sexo, de la droga, de la prostitución, de la promiscuidad, etc.

 

¿QUIÉN ESTÁ TRAS ESOS INTENTOS FORMALES DE APOSTASÍA?

Sin duda una persona ingenua dirá: es una rabieta que ciertos grupos han cogid
o contra la Iglesia y ya se les pasará. Esto puede tener algo de cierto. Pero no es la causa última de esta campaña de apostatar.

La causa última creo que la explica muy bien el punto 395 del Catecismo de la Iglesia Católica, cuando al hablar de la Caída de los Angeles, termina con este texto, que es del Papa Juan Pablo II y que pronunció en unas preciosas catequesis sobre los Angeles en el año 1987. Dice así:

“Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura. No puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños – de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física – en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero “nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rom. 8,28).

Podíamos analizar detenidamente esto texto que no tiene desperdicio. Sólo caer en la cuenta de la idea que nos apunta la Iglesia: el poder del Diablo causa graves daños, sobre todo de orden espiritual. Ese intento de apartarnos de la fe, y concretamente de Jesucristo y su Iglesia. ¿No es esto lo que consigue con los apóstatas?

Invito a que medites profundamente esto texto.

 

CONSECUENCIAS PARA EL ALMA DE LA RESOLUCIÓN FORMAL DE APOSTATAR

El que usando mal de su libertad y de su libre albedrío. De una manera formal quiere apostatar, lleva su alma a la perdición y también su cuerpo como vamos a ver.

En el momento de la muerte del ser humano se produce ese encuentro con Jesucristo. Ese Juicio Particular. El alma se encuentra sola con Dios. Dios que es Padre Misericordioso, pero Juez Justo. Nos juzga sobre nuestras obras y sobre nuestra fe.

Si nosotros hemos libremente rechazado el nombre de Cristiano y por un acto formal de apostasía hemos dicho NO A CRISTO. Irremisiblemente Dios nos juzga para una condenación eterna.

El catecismo de la Iglesia Católica en el punto 1021 nos dice:
“La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo”

Y sigue en el 1022:
“Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (Purgatorio). Bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo. Bien para condenarse inmediatamente para siempre en el Infierno”.

A este respecto vamos a ver lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre el Infierno.

Trata de este estado en el número 1033:
“Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de El para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infiernos”.

El apóstata libremente ha rechazado la gracia de Dios, como ya hemos dicho antes. Le ha dicho a Dios: no quiero saber nada contigo…

El punto 1034 nos presenta el mismo testimonio de Jesús sobre el Infierno:
“Jesús habla con frecuencia de la “gehenna” y del “fuego que nunca se apagara” (Mt 5, 22.29) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se pierde a la vez el alma y el cuerpo (Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que “enviará a sus ángeles que recogerán a todos los autores de iniquidad…, (apóstatas y pervertidores viciosos), y los arrojarán al horno ardiendo (Mt 13, 41 – 42), y que pronunciará la condena: “¡Alejaos de mí, malditos al fuego eterno¡”. (Mt, 25, 14).

 

IMPRESIONANTES ESTOS RELATOS

En el punto 1035 el catecismo cita el testimonio de la misma Iglesia:
“La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, “el fuego eterno”. La pena principal de infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira”.

Terribles palabras para nuestra consideración. No nos lo podemos tomar “en broma”.

En el punto 1036 el catecismo nos da una preciosa advertencia y un consejo:
“Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del Infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno.

Al apostatar formalmente, estamos cometiendo una terrible irresponsabilidad de consecuencias espirituales para el alma incalculables. Y lo peor quien promueve esto y lleva a otros a esa situación…

Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; más ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida¡; y pocos son los que la encuentran” (Mt 7, 13 – 14).

A ti homosexual y lesbiana que lees este trabajo… No te das cuenta como el Señor te está llamando a la conversión, a volver a El. Te animo a que vivas tu vida ofrecida al Señor en pureza y castidad. Esa es la puerta estrecha que te llevará a la vida y te hará santo. Lo otro te sumergirá en la peor de las situaciones morales y acabará con tu cuerpo y con tu alma en los más profundo del Infierno. Podemos decir incluso, que el Diablo “te presentará” el día del Juicio tu apostasía firmada por ti como prueba de tu actitud.

En el punto 1037 el catecismo nos dice que Dios a nadie predestina al Infierno. Para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios, y persistir en esa aversión hasta el final (la apostasía que has firmado).

Termino este capítulo citando el punto 393 del catecismo de la Iglesia Católica, cuando habla de esta situación irreversible del condenado:

“Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles apóstatas no pueda ser perdonado. “No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte” (San Juan Damasceno).

 

TAMBIEN EL CUERPO

Antes hablábamos de que para el cuerpo la condenación eterna, consecuencia de la apostasía también tiene unas propiedades.

Serán inmortales, vivirán en estado de integridad material y sin deformidad física ni enfermedad, pero tendrán cualidades opuestas a las cuatro propias de los cuerpos gloriosos (Impasibilidad, belleza, luminosidad y sutileza).

Serán incorruptibles: Apoc. 9,9 “en aquellos días buscarán los hombres la muerte y no la hallarán, desearán morir y la muerte huirá de ellos”. Tendrán pasibilidad, podrán sufrir “irán al suplicio eterno” (Mateo, 24,46). Como su alma está voluntariamente apartada de Dios y privada de su propio fin, sus cuerpos no serán espirituales, sino que, más bien su alma será carnal. Sus cuerpos graves y pesados, insoportables al alma”, “
sufrirán daños…” serán además “opacos y tenebrosos”.

Realmente impresionante estas palabras que nos hacen temblar de espanto al escucharlas. Es impresionante meditar en el Infierno y en su Eternidad. Como gozoso es meditar en el Cielo y en su Gloria. Por eso como dice san Pablo: los sufrimientos de ahora, no son nada en comparación de la gloria que se nos va a manifestar.

Creo que una imagen vale más que mil palabras. Os invito a acudir al mismo testimonio que Jesús nos da en los Evangelios sobre el Infierno cuando lo define como el “lugar del fue inextinguible”, “la gehena”, “donde será el llanto y el crujir de dientes”, o cuando dice “apartaos de mí malditos de mi Padre, id al fuego eterno preparado para el Diablo y sus angeles”.

¡Qué mejor testimonio que el mismo de Cristo¡ Sus parábolas también nos hablan de estar preparados: con las lámparas encendidas como las vírgenes, pues no sabemos a que horá va a llegar el Hijo del Hombre. O el mayordomo. O el ladrón. O el banquete de bodas, etc.

Invito a leer tres testimonios impresionantes de santos beatificados y canonizados por la Iglesia a los cuales el Señor les mostró el Infierno.

1º Santa Teresa de Jesús. Está gran santa Española, doctora de la Iglesia. Reformadora del Carmelo. La Santa más grande de la Iglesia Católica. Cumbre y cima de la mística. En el capítulo XXXII del “Libro de su Vida” nos relata con unas palabras impresionantes la visión que tuvo del Infierno.

2º San Juan Bosco en uno de sus sueños. Este santo de los jóvenes, gran pedagogo y formador. Quedó vivamente impresionado con esta visión, donde describe el estado del Infierno con una viveza que estremece y hace temblar.

3º Los pastorcitos de Fátima. En la tercera aparición del 13 de julio de 1917 la Virgen les mostró el infierno donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer la Devoción al Inmaculado Corazón de María. Lucía dice que los niños quedaron espantados y si no hubiera sido porque la Virgen estaba con ellos hubieran muerto de espanto.

Esta visión del infierno causó tal impresión en los niños, que ellos se tomaron muy en serio el consejo de la Virgen, de ofrecer siempre que tuvieran ocasión algún sacrificio para evitar que los pecadores fueran a ese lugar. Y los niños llegaban a atarse una cuerda al cuerpo fuertemente. La Señora les indicó que para dormir se la quitaran. En verano pasaban una sed terrible para evitar que muchas almas fueran al Infierno.

Podríamos citar otros muchos testimonios de grandes santos, pero con estos creo que es suficiente.

Y ahora que has apostatado piensa bien y medita: ¿Cómo se encuentra mi alma en este momento? ¿Si ahora muriera donde iría?

Reflexiona: Estoy en el tiempo de la Misericordia. Con la muerte llega el tiempo de la Justicia de Dios.

Conclusión a la que puedes y debes llegar: Por un placer pasajero, momentáneo y efímero voy a pasar toda una Eternidad condenado.

Quiero apuntar aquí, como siguiendo la doctrina cristiana, se nos dice: La cuantía de la pena de cada uno de los condenados es diversa según el diverso grado de su culpa. El mismo San Agustín “Doctor de la Gracia” y gran pensador cristiano nos dice: “La desdicha será más soportable a unos condenados que a otros. La Justicia exige que la magnitud del castigo corresponda a la gravedad de la culpa”.

Si te condenas más te valdría no haber nacido. En el Infierno por toda una Eternidad se maldice la hora en que fuiste concebido, la hora en que uno vino a este mundo. Se maldice a las personas que te hicieron perderte: tus colegas homosexuales y lesbianas. Las asociaciones, etc. El Infierno es una Eterna Maldición. Con las penas de daño y de sentido: la privación de Dios que es la esencial y peor y los tormentos propios de los condenados físicos y morales.

 

¿CÓMO VOLVER A LA IGLESIA?

Si este artículo te ha conmovido. Si ha sido un toque a tu conciencia en la actitud en la que te encuentras te diré como salir de esta situación.

El apóstata no puede ser absuelto por un sacerdote ordinario. Te aconsejo que te dirijas al Canónico Penitenciario que confiesa en la Catedral de tu diócesis, al Vicario General o a tu obispo diocesano para que el te absuelva del pecado y de la pena. Es un pecado reservado, es decir, no tiene la facultad cualquier sacerdote para perdonarte.

En el obispado te indicarán lo que tienes que hacer para “entrar de nuevo” en la Iglesia TABLA DE SALVACIÓN, que has abandonado. Tendrás que renunciar al acto formal de apostasía también de una manera formal y es conveniente que el obispo te reciba por un rito prescrito por la Santa Madre Iglesia.

Te aconsejo mucha oración ante el Santísimo Sacramento, para que Jesús Médico Divino te sane… Acude a la Virgen con el Rosario diario. Encomiéndate a los Santos y a los Angeles. De una manera especial a San Miguel Arcángel y al Angel Custodio que Dios ha puesto a tu lado.

Pido que el Espíritu Santo te de luz y gracia.
Con mi afecto y bendición.


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Apostasías en la Iglesia, máximo pecado

Este es un material del sacerdote español José María Iraburu, que ha publicado originalmente en junio del 2009 en su blog llamado Reforma o Apostasía.

  

APOSTASÍAS EN LA IGLESIA

Herejía, apostasía y cisma. Dice el Código de Derecho Canónico que «se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (c. 751). Según esto, pudiera pensarse que en no pocas Iglesias descristianizadas la mayoría de los bautizados son herejes o apóstatas o cismáticos o las tres cosas a la vez. Pero vayamos por partes y precisando más.

La definición de la apostasía viene ya sugerida por la etimología del término: ap-oikhomai, apartarse, alejarse. Recordemos que el sacramento del Bautismo lleva consigo una apotaxis, una ruptura del cristiano con Satanás y su mundo, y una syntaxis, una adhesión personal a Cristo y a su Iglesia. Pues bien, por la apostasía el bautizado se separa de Dios y de la Iglesia.

En este sentido, Santo Tomás entiende la apostasía como «algo que entraña una cierta separación de Dios (retrocessionem quandam a Deo)». Por la apostasia a fide se renuncia a la fe cristiana, por la apostasia a religione se abandona la familia religiosa en la que se profesó con votos perpetuos, por la apostasia ab ordine se abandona la vida sacerdotal sellada por el Orden sagrado. Y «también puede uno apostatar de Dios oponiéndose con la mente a los divinos mandatos [pero a pesar de ello] todavía puede el hombre permanecer unido a Dios por la fe. Ahora bien, si abandona la fe, ya se retira o aleja de Él totalmente. Por eso la apostasía en sentido absoluto y principal es la de quien abandonó la fe, y se llama apostasía de perfidia» (STh II-II,12,1).

Herejía y apostasía. Es, pues, apóstata aquel que abandona totalmente la fe cristiana después de haberla recibido en el bautismo. Según esto, ¿el que abandona la fe parcialmente, es decir, solo en algunos dogmas concretos, es hereje, pero no apóstata? No hay en esta cuestión, que yo sepa, enseñanza del Magisterio apostólico. Pero creo que acierta Suárez cuando afirma que la herejía es una especie de la apostasía, y que consiguientemente, en el fondo, todos los herejes son apóstatas (De fide, disp. XVI, sec.V,3-6). Como veremos en seguida, ése parece ser el pensamiento de Santo Tomás.

Veamos la cuestión en alguien concreto. ¿Lutero fue solamente hereje o también apóstata? Sabemos bien que Lutero destroza todas las convicciones fundamentales de la Iglesia: los dogmas, negando su posibilidad; la fe, devaluándola a mera opinión personal; las obras buenas, negando su necesidad; la Escritura, desvinculándola de Tradición y Magisterio; la vida religiosa profesada con votos, la ley moral objetiva, el culto a los santos y a la Virgen, el Episcopado apostólico, el sacerdocio y el sacrificio eucarístico, y todos los sacramentos, menos el bautismo…

Pero Lutero, ante todo y sobre todo, destroza la roca que sostiene todo el edificio de la Iglesia, ya que estando los cristianos «edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo la piedra angular el mismo Cristo Jesús» (Ef 2,20), niega la fe en la divina autoridad apostólica del Papa y de los Obispos, sucesores de los apóstoles. Por eso todo el mundo de la fe se le viene abajo. No estamos, pues, solamente ante la herejía, o ante un conjunto innumerable de herejías; más propiamente parece que estamos ante la apostasía. Lo explico más.

Fe católica y opinión personal. La fe teologal cristiana es algo esencialmente diferente de la opinión personal que un hombre pueda formarse considerando en libre examen la Escritura revelada. Como enseña el Catecismo, «por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios… La Sagrada Escritura llama “obediencia de la fe” a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rm 1,5; 16,26)».

La fe cristiana es, por tanto, una «obediencia», por la que el hombre, aceptando ser enseñado por la Iglesia apostólica, Mater et Magistra, se hace discípulo de Dios, y así recibe Sus «pensamientos y caminos», que son muy distintos de los pensamientos y caminos de los hombres (Is 55,8). Así lo enseña Santo Tomás:

«El objeto formal de la fe es la verdad primera revelada en la Sagrada Escritura y en la doctrina de la Iglesia. Por eso, quien no se conforma ni se adhiere, como a regla infalible y divina, a la doctrina de la Iglesia, que procede de la verdad primera, manifestada en la Sagrada Escritura, no posee el hábito de la fe, sino que las cosas de fe las retiene por otro medio diferente», es decir, por la opinión subjetiva. No puede dar más de sí el libre examen protestante.

«Es evidente que quien presta su adhesión a la doctrina de la Iglesia, como regla infalible, asiente a todo lo que ella enseña. De lo contrario, si de las cosas que sostiene la Iglesia admite unas y en cambio otras las rechaza libremente, no da entonces su adhesión a la doctrina de la Iglesia como a regla infalible, sino a su propia voluntad. Por tanto, el hereje que pertinazmente rechaza un solo artículo no se halla dispuesto para seguir en su totalidad la doctrina de la Iglesia. Es, pues, manifiesto que el hereje que niega un solo artículo no tiene fe respecto a los otros, sino solamente opinión, según su propia voluntad» (STh II-II, 5,3).

Santo Tomás, por tanto, si no le entiendo mal, enseña que todos los herejes son apóstatas de la fe católica. Lo que enseñará más tarde Suárez de modo explícito. Y Lutero no era sólamente hereje, era también apóstata.

Apostasía explícita o apostasía implícita. Se da una apostasía explícita cuando un cristiano declara abiertamente que rechaza la fe católica, o cuando públicamente se adhiere a otra religión, o cuando por palabras o acciones se declara ateo. Pero también se da una apostasía implícita, pero cierta, real, cuando un cristiano, sin renunciar expresamente a su fe, incluso queriendo mantener socialmente su condición de cristiano, por sus palabras y obras está afirmando claramente que se ha desvinculado del mundo de la fe, es decir, de la Iglesia.

Un ejemplo. Si un cristiano durante muchos años no va a Misa, y no tanto por simple desidia, sino por su manifiesta convicción –bien conocida por sus familiares y amigos– de que la Eucaristía no es propiamente necesaria, al menos para todos los cristianos, está negando abiertamente la fe católica y rechazando el mandamiento de Dios y de la Iglesia. Parece que en este supuesto puede apreciarse una apostasía implícita. Ésta, en cambio, no se da propiamente en aquel cristiano que, manteniendo la fe en la Eucaristía y en su necesidad, vive sin embargo durante muchos años distante de ella por negligencia, por las presiones del mundo en que vive, por su condición de pecador público o por otros motivos.

Preguntas peligrosas. Vamos adelante, sin inhibiciones. ¿Hoy en la Iglesia católica, en nuestras parroquias, serán quizá apóstatas, explícitos o implícitos, una gran parte de los bautizados? ¿Y en nuestros Seminarios y Facultades no serán también apóstatas una parte no exigua de los docentes de teología? Quedan, con el favor de Dios, muchos post por delante en este blog, y no es cuestión de adelantarse en los comentarios a numerosas cuestiones que han de ser analizadas con orden, precisión y cuidado. Pero tampoco los comentarios, por ser prematuros, si se producen, van a causar perjuicios excesivos.

Hacerse preguntas como éstas, ya se comprende, resulta hoy sumamente peligroso. Por eso la inmensa mayoría de cristianos, incluidos muchos Pastores sagrados, lo evitan. Pero aquí, con el favor de Dios, no vamos a ponernos límites a la hora de buscar la verdad de la santa Iglesia católica, para afirmarla con toda la lucidez y fuerza que el Señor nos dé. La reforma más fundamental y urgente, la que nos puede librar de una apostasía siempre creciente, es la metanoia, es decir, «el cambio de mente». Y éste no puede producirse si, cerrándonos a ciertas cuestiones, no le dejamos al Espíritu Santo «conducirnos hacia la verdad completa» (Jn 16,13).

 

LA APOSTASÍA, EL MÁXIMO PECADO

Judas es el primero de todos los apóstatas. Él creyó en Jesús, y dejándolo todo, le siguió (en Caná «creyeron en Él sus discípulos», Jn 2,11). Pero avanzando el ministerio profético del Maestro, y acrecentándose de día en día el rechazo de los judíos, el fracaso, la persecución y la inminencia de la cruz, abandonó la fe en Jesús y lo entregó a la muerte.

La apostasía es el mal mayor que puede sufrir un hombre. No hay para un cristiano un mal mayor que abandonar la fe católica, apagar la luz y volver a las tinieblas, donde reina el diablo, el Padre de la Mentira. Corruptio optimi pessima. Así lo entendieron los Apóstoles desde el principio:

«Si una vez retirados de las corrupciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, su finales se hacen peores que sus principios. Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, que después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les fueron dados. En ellos se realiza aquel proverbio verdadero: “se volvió el perro a su vómito, y la cerda, lavada, vuelve a revolcarse en el barro”» (2Pe 2,20-22). De los renegados, herejes y apóstatas, dice San Juan: «muchos se han hecho anticristos… De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros» (1Jn 2,18-19).

La apostasía es el más grave de todos los pecados. Santo Tomás entiende la apostasía como el pecado de infidelidad (rechazo de la fe, negarse a creer) en su forma máxima, y señala la raíz de su más profunda maldad:

«La infidelidad como pecado nace de la soberbia, por la que el hombre no somete su entendimiento a las reglas de la fe y a las enseñanzas de los Padres» (STh II-II,10, 1 ad3m). «Todo pecado consiste en la aversión a Dios. Y tanto mayor será un pecado cuanto más separa al hombre de Dios. Ahora bien, la infidelidad es lo que más aleja de Dios… Por tanto, consta claramente que el pecado de infidelidad es el mayor de cuantos pervierten la vida moral» (ib. 10,3). Y la apostasía es la forma extrema y absoluta de la infidelidad (ib. 12, 1 ad3m).

Las mismas consecuencias pésimas de la apostasía ponen de manifiesto el horror de este pecado. Santo Tomás las describe:

«“El justo vive de la fe” [Rm 1,17]. Y así, de igual modo que perdida la vida corporal, todos los miembros y partes del hombre pierden su disposición debida, muerta la vida de justicia, que es por la fe, se produce el desorden de todos los miembros. En la boca, que manifiesta el corazón; en seguida en los ojos, en los medios del movimiento; y por último, en la voluntad, que tiende al mal. De ello se sigue que el apóstata siembra discordia, intentando separar a los otros de la fe, como él se separó» (ib. 12, 1 ad2m).

El fiel cristiano no puede perder la fe sin grave pecado. El hábito mental de la fe, que Dios infunde en la persona por el sacramento del Bautismo, no puede destruirse sin graves pecados del hombre. Dios, por su parte, es fiel a sus propios dones: «los dones y la vocación de Dios son irrevocables» (Rm 11,29). Así lo enseña Trento, citando a San Agustín: «Dios, a los que una vez justificó por su gracia, no los abandona, si antes no es por ellos abandonado» (Dz 1537). Por eso, enseña el concilio Vaticano I, «no es en manera alguna igual la situación de aquellos que por el don celeste de la fe se han adherido a la verdad católica, y la de aquellos que, llevados de opiniones humanas, siguen una religión falsa. Porque los que han recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia no pueden jamás tener causa justa para cambiar o poner en duda esa misma fe» (Dz 3014).

Hubo apóstatas ya en los primeros tiempos de la Iglesia. Como vimos, son aludidos por los apóstoles. Pero los hubo sobre todo con ocasión de las persecuciones, especialmente en la persecución de Decio (249-251). Y a veces fueron muy numerosos estos cristianos lapsi (caídos), que para escapar a la cárcel, al expolio de sus bienes, al exilio, a la degradación social o incluso a la muerte, realizaban actos públicos de idolatría, ofreciendo a los dioses sacrificios (sacrificati), incienso (thurificati) o consiguiendo certificados de idolatría (libelatici). Y en esto ya advertía San Cipriano que «es criminal hacerse pasar por apóstata, aunque interiormente no se haya incurrido en el crimen de la apostasía» (Cta. 31).

La Iglesia asigna a los apóstatas penas máximas, pero los recibe cuando regresan por la penitencia. Siempre la Iglesia vio con horror el máximo pecado de la apostasía, hasta el punto que los montanistas consideraban imperdonables los pecados de apostasía, adulterio y homicidio, y también los novacianos estimaban irremisible, incluso en peligro de muerte, el pecado de la apostasía. Pero ya en esos mismos años, en los que se forma la disciplina eclesiástica de la penitencia, prevalece siempre el convencimiento de que la Iglesia puede y debe perdonar toda clase de pecados, también el de la apostasía (p. ej., Concilio de Cartago, 251). San Clemente de Alejandría (+215) asegura que «para todos los que se convierten a Dios de todo corazón están abiertas las puertas, y el Padre recibe con alegría cordial al hijo que hace verdadera penitencia» (Quis dives 39).

La Iglesia perdona al hijo apóstata que hace verdadera penitencia. Siendo la apostasía el mayor de los pecados, siempre la Iglesia evitó caer en un laxismo que redujera a mínimos la penitencia previa para la reconciliación del apóstata con Dios y con la Iglesia. De hecho, como veremos, las penas canónicas impuestas por los Concilios antiguos a los apóstatas fueron máximas.

Y siguen siendo hoy gravísimas en el Código de la Iglesia las penas canónicas infligidas a los apóstatas. «El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latæ sententiæ» (c. 1364,1). Y «se han de negar las exequias eclesiásticas, a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento, 1º a los notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos» (c. 1184).

El ateísmo de masas es hoy un fenómeno nuevo en la historia. El concilio Vaticano II advierte que «el ateísmo es uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo» (GS 19a). «La negación de Dios o de la religión no constituyen, como en épocas pasadas, un hecho insólito e individual; hoy día, en efecto, se presentan no rara vez como exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo nuevo. En muchas regiones esa negación se encuentra expresada no sólo en niveles filosóficos, sino que inspira ampliamente la literatura, el arte, la interpretación de las ciencias humanas y de la historia y de la misma legislación civil» (ib. 7c). Y eso tanto en el mundo marxista-comunista, más o menos pasado, como en el mundo liberal de Occidente. Pero se da hoy un fenómeno todavía más grave.

La apostasía masiva de bautizados es hoy, paralelamente, un fenómeno nuevo en la historia de la Iglesia; la apostasía, se entiende, explícita o implícita, pública o solamente oculta. El hecho parece indiscutible, pero precisamente porque habitualmente se silencia, debemos afrontarlo aquí directamente. Vamos, pues, derechos al asunto. Imagínense ustedes a un profesor católico de teología –imagínenlo sin miedo, que no les va a pasar nada–, que, en un Seminario o en una Facultad de Teología católica, después de negar la virginidad perpetua de María, los relatos evangélicos de la infancia, los milagros, la expulsión de demonios, la institución de la Eucaristía en la Cena, la condición sacrificial y expiatoria de la Cruz, el sepulcro vacío, las apariciones, la Ascensión y Pentecostés, afirma que Jesús nunca pretendió ser Dios, sino que fue un hombre de fe, que jamás pensó en fundar una Iglesia, etc. Y pregúntense ustedes, si les parece oportuno: ¿estamos ante un hereje o simplemente ante un apóstata de la fe? Y tantos laicos, sacerdotes y religiosos –todos ellos bien ilustrados–, que reciben y asimilan esas enseñanzas ¿han de ser considerados como fieles católicos o más bien como herejes o apóstatas? La pregunta, deben ustedes reconocerlo, tiene su importancia. ¿O no?

Fuente http://infocatolica.com/blog/reforma.php/empezamos-bien

 

 

José María Iraburu, sacerdote (Pamplona, 1935-), estudió en Salamanca y fue ordenado sacerdote (Pamplona, 1963). Primeros ministerios pastorales en Talca, Chile (1964-1969). Doctorado en Roma (1972), enseñó Teología Espiritual en Burgos, en la Facultad de Teología (1973-2003), alternando la docencia con la predicación de retiros y ejercicios en España y en Hispanoamérica, sobre todo en Chile, México y Argentina. Con el sacerdote José Rivera (+1991) escribió Espiritualidad católica, la actual Síntesis de espiritualidad católica. Con él y otros establecieron la Fundación GRATIS DATE (1988-). Ha colaborado con RADIO MARIA con los programas Liturgia de la semana, Dame de beber y Luz y tinieblas (2004-2009).

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Doctrina FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María REFLEXIONES Y DOCTRINA

La ley musulmana de Apostasía

En el occidente la libertad religiosa, incluyendo la libertad que tiene cada persona para cambiar de religión, es algo que es asumido como algo natural. Pero en el Islam, la gente no puede cambiar la fe musulmana por otra. La ley sharia establece que los hombres adultos que dejen su fe deben merecen la muerte. La mayoría de los estudiosos musulmanes del pasado y del presente, sostienen que la apostasía en el Islam es un crimen prescripto por Dios y que merece la pena de muerte.

De la misma manera, para la mayoría de los musulmanes hoy, la apostasía conlleva a consecuencias horribles. En 2007 un estudio que se realizó entre musulmanes británicos, dio como resultado que un 36% de los entrevistados, de edades entre 16 y 24 confirmaron que cualquiera que deje la fe islámica debería ser castigado con la pena de muerte. Aún para los musulmanes moderados y seculares, la apostasía significa traición a su propia comunidad. Los apostatas son vistos como traidores, quienes traen profunda vergüenza a sus familias y comunidades. Esto explica el por qué tan pocas voces se levantan en defensa de aquellos acusados de este delito.

 

UNA DEFINICIÓN MÁS AMPLIA

De acuerdo a la ley islámica y la tradición, la apostasía (irtidad) siempre ha estado asociada al concepto de incredulidad, blasfemia, herejía (todos combinados bajo el termino kufr ) los cuales se usan alternativamente. En un sentido, kufr es la principal categoría, mientras que apostasía, blasfemia y herejía son sus subcategorías. Aunque en español los términos apostasía, blasfemia y herejía son diferentes términos, en árabe kafir se usa a menudo para describir a un apostata, un blasfemo o un hereje, y todas las categorías están estrechamente asociadas en la mente de los musulmanes, y usadas alternativamente.

Aunque el término ?apostata? (murtadd) se usa comúnmente para un musulmán quien oficialmente se ha convertido a otra fe, individuos que se consideran buenos musulmanes también pueden ser acusados de incredulidad, blasfemia, herejía, apostasía por razones tales como escepticismo, ateísmo y por no obedecer a la ley sharia debidamente. Algunas autoridades tienen una lista de 300 actos por los cuales se puede llamar a una persona kafir, dando así innumerables razones para denunciar a otro musulmán como infiel, exponiéndolos a la pena de muerte. Este proceso se conoce como takfir. En muchos casos, múltiples cargos de apostasía, blasfemia, incredulidad, herejía, insultar Islam y Mahoma, se presentan contra el acusado, dando a los jueces mayor flexibilidad de decidir cual categoría define su delito y se aseguran que él reciba la pena por dicho acto delictivo.

Una característica de estas acusaciones es la forma en la que la policía y sistema de justicia las  aceptan, es decir sin pedir prácticamente ninguna evidencia o con muy poca.

 

LA BASE LEGAL DE LA LEY DE APOSTASÍA EN EL ISLAM

La sharia se basa en el Corán y el ejemplo de Mahoma, tal como está registrado en las tradiciones hadith. En los primeros siglos del Islam, estas fuentes fueron desarrolladas por consenso (ijma) y analogía (qiyas) en reglas y regulaciones recopiladas en las varias escuelas de la ley sharia.

De acuerdo a la ley criminal de la sharia, el estado debe imponer castigos obligatorios /(hudud) en caso de delitos específicos que supuestamente se cometen en contra de Dios y Sus derechos. Estos delitos hudud pueden comprender una categoría aparte en la ley penal de la sharia, siendo los únicos que pueden ejecutar castigos ordenados por Dios, los cuales no pueden ser cambiados por los seres humanos. La apostasía (irtidad) está incluida en la lista de los delitos hudud, en tres de las escuelas de leyes islámicas.

 

EL CORÁN Y EL HADITH

Considerando el consenso de unanimidad en considerar la pena de muerte para los adultos varones que se convierten en apostatas es sorprendente descubrir que el Corán mismo, del cual deriva la ley sharia, no establece claramente el castigo que merecen dichas personas.

La apostasía es nombrada 13 veces en el Corán, pero el énfasis de estos versículos se da en el castigo de Dios a los apostatas en la vida venidera. Aquí tenemos algunos ejemplos:

…pero si alguno deja a Dios y lo rechaza, Dios lo castigará con un poderoso castigo. (88:23-24)

Cualquiera que después de haber aceptado la fe en Alá proclama no creer, excepto bajo presión, su corazón permanece firme en la fe, pero aquellos que se abren su pecho a la incredulidad, la ira de Alá y los suyos traerá un horrible castigo ( 16:106)

…y cualquiera que abandone su fe y muera así, sus obras no llevarán fruto en esta vida ni en la venidera; sino serán compañeros del fuego y morarán allí. (2:217).

Ya que el Corán es tan ambiguo, el hadith es la fuente principal para que la sharia justifique la pena de muerte a los apostatas. Por ejemplo: Ikrima narró: Algunos de Zanadiq (musulmanes herejes) fueron traídos a Alí y él los quemó. Ibn Abbas oyó esto y dijo:

?Si yo hubiera estado en su lugar no los habría quemado porque su apóstol lo prohíbe diciendo ? No castigues a nadie con el castigo de !lá (fuego)?. Yo los hubiera matado con la declaración del apóstol de Alá ?quienquiera que cambie su religión (islámica), mátalo? (Bukhari, Vol. 9, libro 84, Nro 57).

También el hadith promete un premio especial en el paraíso para cualquiera que mate a un apostata.

 

OTROS CASTIGOS PARA LA APOSTASÍA 

La sharia también establece otros tipos de castigos para apostatas. Estos incluyen confiscación de propiedades, separación de sus esposos e hijos, pérdida de su herencia e imposibilidad de entierro en un cementerio musulmán.

En la práctica la pena de muerte no se implementa comúnmente en la actualidad en países musulmanes, pero se les niega todo derecho civil a los apostatas.

 

SHARIA EN ESTADOS MUSULMANES MODERNOS 

Aunque la mayoría de los estados musulmanes han ratificado tratados internacionales de derechos humanos, ellos limitan su validez agregando que los tratados deben estar sujetos a la autoridad de la sharia. Los derechos humanos y la igualdad para todos ante la ley no coinciden con la sharia, que discrimina en temas de religión y sexo.

Muchos países  musulmanes tenían constituciones seculares cuando se independizaron, pero han sufrido un proceso de ?islamización? desde entonces.

Muchos han declarado Islam la religión oficial, y muchos han declarado que la sharia es la fuente primaria de su ley. Muchos países musulmanes tienen dos sistemas legales funcionando en forma paralela: el sistema occidental secular y el sistema islámico de la sharia. Aunque la mayoría de los estados con una constitución escrita y un sistema mezclado garantiza la libertad religiosa y la igualdad entre todos los ciudadanos, en la práctica un musulmán que rechaza su fe, a menudo un musulmán que deja su fe, es tratado como culpable y traidor punible de la pena de muerte, aún que no haya un castigo descrito en la constitución o el sistema legal.

En algunos países, el sistema legal ha adoptado a la sharia que habilita a cargos oficiales dentro de los juzgados, en contra de los convertidos del Islam. (Estas leyes de apostasía y blasfemia también habilitan al gobierno detenga arbitrariamente a cualquiera que no sea bien visto por musulmanes militantes).

Aunque los juicios en contra aquellos que rechazan el Islam son pocos, la apostasía se castiga con la pena de muerte en Afganistán, Irán, Mauritania, Arabia Saudita, Sudan y Yemen. También se la considera ilegal en las Cómodos, Egipto, Kuwait, Malasia y las Maldives.

Si bien no existen provisiones legales para castigar la apostasía, el estado o autoridades locales pueden acosar a los convertidos, arrestándolos por variados pretextos, como ofensas contra el orden público, o acusándolos de otros delitos. Estas prácticas también ayudan a evitar la atención de los medios de comunicación del occidente.

Aunque los sistemas legales no están interesados en este tipo de causas, o no se animan a ejecutarlas por temor a que el occidente repruebe dichas sentencias, individuos o grupos de la sociedad pueden actuar para hacer cumplir la sharia. Los líderes musulmanes y mulahs pueden emitir fatwas demandando la muerte del acusado; y familias pueden usar la fuerza y la violencia en contra del convertido, las cuales muchas veces terminan en muerte ya que deben vengar la vergüenza que dicha conversión trajo a toda la familia. En algunos contextos, una multitud de personas se pueden levantar y atacar al presunto apostata. El musulmán es celoso de su religión y toma personalmente el hecho de asesinar al acusado, creyendo que están dando un servicio a Dios y al Islam.

Fuente: Intercede

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¿Es el Rosario mas de María que de Jesús?

Muchos evangélicos piensan que el Rosario es totalmente referido a María y que el tema central del Rosario es María. Yo hice un pequeño cálculo, simplemente porque he leído un libro de autor evangélico que dice que hay muy poco de Jesús en el Rosario.

Entiendo que es un examen un tanto «atrevido» contar los versos pero puedo asegurarte que es la primera vez que lo hice. Normalmente, el Rosario es algo muy completo para mí, algo similar a lo que siento cuando memorizo una gran canción de alabanza.

De modo que, a riesgo de enaltecer el «espantoso factor de repetición» en el Rosario hagamos un conteo solamente con el interés de ver cuál es su «porcentaje de Jesús». Hay dos niveles (o aspectos), un nivel meditativo y un nivel vocal.

 

EL NIVEL MEDITATIVO

Cada decena del Rosario se enfoca en una sección de las Escrituras como meditación. Estos son los llamados «Misterios». De las 20 meditaciones (una para cada decena o década, se hacen 5 por día) 18 siguen a Jesús a través de la Biblia y 19 hacen referencia a un pasaje específico de la Biblia. Solamente 2 de los misterios (la Asunción y la Coronación de María) tienen un fundamento no textual de la Biblia y basado en la tradición de la Iglesia. Esto es:

El Nivel Meditativo es:
• 90% Jesús,
• 10% María (Asunción y Coronación) y
• 95% Bíblico

 

EL NIVEL VOCAL

El Rosario comienza con el Credo Apostólico, aceptado por la mayoría de las denominaciones cristianas; tiene 15 versos todos fundamentados en la Escritura.

El Padre Nuestro se repite antes de cada decena y 1 vez más (después del Credo), total 6 veces. Éste contiene aproximadamente 6 líneas de texto (bíblicas). De modo que son 36 líneas de texto «dedicado a Jesús»
«Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos».
(Se reza al finalizar cada decena +1 vez más), Es dicho 6 veces. Son 4 líneas que hacen un total de 24 líneas

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados,
líbranos del fuego del infierno
y lleva a todas las almas al cielo,
especialmente las más necesitadas de tu Divina Misericordia.
(Se reza al terminar cada decena luego del Gloria)” Se lo dice 5 veces que multiplicado por 4 líneas dan 20 en total.

Dios te salve María, llena eres de gracia el Señor es contigo, (Lc.1,28)
bendita tu eres entre todas las mujeres, (Lc 1,41-42a; Lc. 1,48)
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.(Lc. 1,42b)
Santa María Madre de Dios,(Lc. 1,43)
ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, (Lc. 2,35; Jn 2,5)Amen

El Ave María tiene 5 líneas tomadas directamente de la Escritura. La tercera línea habla específicamente de Jesús. El Ave María se repite 53 veces. Acá va el cálculo:
• 15 líneas del Credo + 36 líneas del Padrenuesto + 24 líneas del Gloria + 20 líneas del “Oh Jesús mío”+ 53 x 1 línea de Jesús en el Ave María = 148 líneas «de Jesús»
• 53 Ave Marías x 4 versos = 212 líneas «de María» (106 extracto textual de las Escrituras. Las 212 basadas en la Escritura como lo ves arriba)
• 36 Padrenuestro + 106 textuales del Ave María = 142 líneas textuales de la Escritura
• 15 del Credo + 36 del Padre Nuestro + 212 del Ave María = 263 líneas fundamentadas directamente en la Escritura
Al terminar del Rosario hemos rezado: 148 líneas «de Jesús» + 212 líneas «de María»(106 textuales de la Escritura) = 360 en total

El nivel vocal del Rosario se conforma entonces así:
• 212/360=0.59 Por lo que 59% del nivel vocal del Rosario es un pedido de intercesión a María. De lo que el 50% es textual de la Biblia (106/212=0.5)
• 148/360=0.41 Por lo que 41% del nivel vocal del Rosario son oraciones directas a Jesús. De las cuales el 24% son textuales de la Biblia (36/148 = 0.24)
• 142/360=0.39. De modo que contiene 39% de oraciones tomadas textualmente de las Escrituras
• 263/360=0.73. De modo que contiene 73% de oraciones fundamentadas directamente en las Escrituras

En conclusión, respecto del nivel vocal del Rosario podemos decir que:
EL NIVEL VOCAL DEL ROSARIO SE CONFORMA DE
• un 41% de oraciones dirigidas a Jesús y
• 59% honrando y pidiendo la intercesión de María. (39% de estas oraciones tomadas textualmente de la Biblia. )

 

COMBINANDO AMBOS «NIVELES» DEL ROSARIO

De modo que combinándolos tenemos:
0.9 Oración Meditativa (18/20) + 0.41 Oración Vocal (148/360)= 1.31 para Jesus
0.1 Oración Meditativa (2/20) + 0.59 Oración Vocal (212/360) = 0.69 para María
El total de la oración (360 líneas de oración vocal + 20 Meditaciones) contiene a ambos: 1.31 Jesus + 0.69 Maria = 2
Lo que lleva a: 1.31/2 = 0.65 (En porcentaje: 65%); 0.69/2= 0.35 (En porcentaje: 35%)

De aquí que:
65% del Rosario se dirige a Jesus y 35% a honrar y presentar pedidos de intecesión a María.

 

Y RESPECTO DE SU RELACIÓN CON LAS ESCRITURAS

0.95 Oración Meditativa (19/20) es extracto textual de la Biblia
0.39 Oración Recitada (142/360) es textual de la Escritura
0.73 Oración Recitada (263/360) está Fundamentada directamente en la Escritura (Incluyendo extractos textuales y fundamentos)

Asignando igual importancia a ambos aspectos podemos asignar: 1.0 Oración Meditativa + 1.0 Oración Recitada = 2 (Porque ambas conforman en sí un todo)
0.95 de la Oración Meditativa + 0.39 de la Oración Recitada = 1.34 parte del total del Rosario es texto de la Escritura. 1.34/2 = 0.67. En porcentaje: 67%
0.95 de la Oración Meditativa + 0.73 de la Oración Recitada = 1.68 parte del total del Rosario fundamentado en la Escritura 1.68 / 2 = 0.84. En porcentaje: 84%

En conclusión:

El Rosario se conforma en un 67% de la Escritura, valor que se eleva al 84% cuando incluimos las oraciones con fundamentos bíblicos directos aunque no se hayan copiado textualmente!.

Fuente: PuenteCatolico.com

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San Pio X

Nació en la aldea de Riese, situada en la región véneta, el año 1835. Primero ejerció santamente como presbítero, más tarde fue obispo de Mantua y luego patriarca de Venecia. El año 1903 fue elegido papa. Adoptó como lema de su pontificado: «Instaurare omnia in Christo», consigna por la que trabajó intensamente con sencillez de espíritu, pobreza y fortaleza, dando así un nuevo incremento a la vida de la Iglesia. Tuvo que luchar también contra los errores doctrinales que en ella se filtraban. Murió el día 20 de agosto del año 1914.

«Era uno de esos hombres elegidos, de los que hay pocos, con una personalidad irresistible. Todos tenían que sentirse conmovidos por su absoluta sencillez y su bondad angelical. Sin embargo, era algo más lo que le hacía entrar en todos los corazones; ese «algo» se puede definir mejor al observar que todo aquél que fue admitido a su presencia salió con la profunda convicción de haber estado frente a un santo. Y, entre más se sabe sobre él, mayor fuerza adquiere esta convicción». 

BARON VON PASTOR, HISTORIADOR, SOBRE EL PAPA PÍO X

Nuestro Papa nació en 1835 con el nombre de Giuseppe (José) Sarto, hijo de un humilde cartero, en la ciudad de Riese, en el Veneto. Fue el segundo de diez hijos de la pobre familia. Asistió a la escuela elemental de Riese y, gracias a las instancias del cura párroco, pasó a la escuela superior de Castelfranco, a una distancia de ocho kilómetros, que el chico recorría a pié dos veces al día. Más tarde, en virtud de una beca que se obtuvo para él, pudo asistir al seminario de Padua. Por dispensa especial, se le ordenó sacerdote a la edad de veintitrés años y, desde aquel momento, se entregó completamente al ministerio pastoral; al cabo de dieciséis años, ascendió a canónigo en Treviso, donde prosiguió con mayor ahínco su dura y generosa tarea sacerdotal.

En 1884, fue consagrado obispo de Mántua, diócesis que se hallaba en bajas condiciones morales, debido a su clero negligente hasta el extremo de haber provocado un cisma en dos poblaciones. Fue tan limpio y brillante el triunfo que obtuvo el obispo en el desempeño de aquel cargo plagado de dificultades que, en 1892, el Papa León XIII consagró a Mons. Sarto como cardenal sacerdote de San Bernardo de los Baños y, casi inmediatamente, lo elevó a la sede metropolitana de Venecia, que comprende el título honorífico de patriarca. Ahí se transformó en un verdadero apóstol para toda la región del Veneto y puso de manifiesto el valor de su sencillez y su rectitud, en una sede que se ufanaba de su magnificencia y de su pompa.

A la muerte de León XIII, en 1903, era creencia general que habría de sucederle en la cátedra de San Pedro el cardenal Rampolla del Tíndaro; las tres primeras votaciones del cónclave indicaron que la opinión general estaba en lo cierto; pero entonces, el cardenal Puzyna, arzobispo de Cracovia, comunicó a la asamblea de electores que el emperador Francisco José de Austria imponía el veto formal contra la elección de Rampolla. El anuncio causó una profunda conmoción; los cardenales protestaron con energía por la intervención del emperador y las cosas llegaron al punto de efervescencia, cuando Rampolla, con mucha dignidad, retiró su candidatura. (Actualmente se afirma que Rampolla no habría sido elegido de ningún modo).

Al cabo de otras cuatro votaciones, resultó elegido el cardenal Giuseppe Sarto. Así llegó a la cátedra de Pedro un hombre de humilde cuna, sin relevantes dotes intelectuales, sin experiencia en las diplomacias eclesiásticas, pero con un corazón tan grande que no le cabía en el pecho, y tan bueno que parecía irradiar gracias: «un hombre de Dios que conocía los infortunios del mundo y las penurias de la existencia y, en la grandeza de su corazón, solo quería arreglarlo todo y consolar a todos».

Uno de los primeros actos del nuevo Papa fue el de recurrir a la constitución «Commissum nobis», a fin de terminar, de una vez por todas, con cualquier supuesto derecho de cualquier poder civil para interferir en una elección papal, por el veto u otro procedimiento. Más adelante, dio un paso cauteloso pero definitivo hacia la reconciliación entre la Iglesia y el Estado, en Italia, al levantar prácticamente el «Non Expedit». Su manera de hacer frente a la muy crítica situación que no tardó en presentarse en Francia fue directa y tan efectiva como cualquiera de los medios diplomáticos en uso. En 1905, luego de numerosos incidentes, el gobierno francés denunció el concordato de 1801, decretó la separación de la Iglesia y el Estado y emprendió una campaña agresiva contra la Iglesia. El gobierno propuso crear una organización para que se preocupara de las propiedades eclesiásticas, bajo el nombre de «associations cultuelles», a la que muchos de los prominentes personajes católicos de Francia deseaban someterse por vías de ensayo; pero, tras una serie de consultas con los obispos franceses, el Papa Pío X emitió un par de declaraciones enérgicas y dignas, por las que condenaba la ley de separación y calificaba la «asociación» de anticanónica. A los que se quejaban de que había sacrificado todas las posesiones de la Iglesia en Francia, les respondió: «Aquellos se preocupaban demasiado por los bienes materiales y muy poco por los espirituales». La separación ofreció la ventaja de que, a partir de entonces, la Santa Sede pudo nombrar directamente a los obispos franceses, sin la nominación previa de los poderes civiles.

El obispo de Nevers, Mons.Gauthey dijo del Papa: «Pío X,  nos emancipó de la esclavitud al costo del sacrificio de nuestras propiedades. Que Dios le bendiga por siempre, por no haber titubeado en imponernos ese sacrificio». La severa actitud del Papa causó tantos trastornos y dificultades al gobierno francés que, veinte años más tarde, se avino a concertar un nuevo acuerdo, dentro de los cánones, para la administración de las propiedades de la Iglesia.

CONTRA EL MODERNISMO

El nombre de Pío X se vincula generalmente y con toda razón, al movimiento que purgó a la Iglesia de ese «resumen de todas las herejías», al que alguno tuvo la ocurrencia de llamar «Modernismo«. Un decreto del Santo Oficio fechado en 1907, condenó a ciertos escritores y ciertas ideas; muy pronto le siguió la carta encíclica «Pascendi dominici gregis», en la que se indicaban peligrosas tendencias de alcance imprevisible, se señalaban y condenaban las manifestaciones del modernismo en todos los campos. Pero también se adoptaron medidas enérgicas y, a pesar de que hubo furiosas oposiciones, el modernismo en la Iglesia fue desenmascarado. Ya había conquistado bastante terreno entre los católicos y, sin embargo, no fueron pocos quienes opinaron que la condena del Papa había sido excesiva y obscurantista.

Cinco años después, en 1910, la encíclica del Papa sobre San Carlos Borromeo fue mal interpretada y se ofendieron los protestantes en Alemania. Pío X publicó la explicación oficial del párrafo mal interpretado en el Osservatore Romano y ahí mismo recomendó a los obispos alemanes que no hiciesen más comentarios ni publicidad en torno a la encíclica, en el púlpito o en la prensa.

RENOVARLO TODO EN CRISTO: EUCARISTÍA Y PALABRA

En su primera encíclica Pío X anunciaba que su meta primordial era la de «renovarlo todo en Cristo» y, sin duda que con ese propósito en mente, redactó y aprobó sus decretos sobre el sacramento de la Eucaristía. Por ellos, recomendaba y encomiaba la comunión diaria, si fuese posible; que los niños se acercaran a recibirla al llegar a la edad de la razón, y que se facilitara el suministro de la comunión a los enfermos.  (En la Edad Media y, posteriormente en la época del jansenismo, los fieles católicos comulgaban rarísima vez. La comunión diaria o muy frecuente se consideraba como algo extraordinario y aun indebido.)

También el Papa se preocupó por la Palabra, puesto que instaba a la diaria lectura de la Biblia, aunque en este caso las recomendaciones del Papa no fueron tan ampliamente aceptadas. Desde 1903, y con el objeto de aumentar el fervor en el culto divino, emitió motu proprio una serie de instrucciones sobre la música sacra, destinadas a terminar con los abusos al respecto y a restablecer el uso del canto llano en la Iglesia. Dio alientos a los trabajos de la comisión para la codificación de las leyes canónicas y fue él quien llevó a cabo la completa reorganización de los tribunales, oficinas y congregaciones de la Santa Sede. También estableció Pío X una comisión correctora y revisora del texto Vulgata de la Biblia (este trabajo les fue encomendado a los monjes benedictinos) y, en 1909, fundó el Instituto Bíblico para el estudio de las Escrituras y lo dejó a cargo de la Compañía de Jesús.

A FAVOR DE LOS POBRES

Siempre consagró sus preocupaciones y actividades a los débiles y los oprimidos. Con inusitada energía, denunció los malos tratos a que eran sometidos los indígenas en las plantaciones de caucho del Perú. Creó y organizó una comisión de ayuda a los damnificados, tras el desastroso terremoto de Messina y, por cuenta propia, acogió a numerosos refugiados en el hospicio de Santa Marta, junto a San Pedro. Sus caridades, en todas las partes del mundo donde se necesitaban socorros, eran tan abundantes y frecuentes, que las gentes de Roma y de toda Italia se preguntaban de dónde saldría tanto dinero. La sencillez de sus hábitos personales y la santidad de su carácter se ponían de manifiesto en su costumbre de visitar cada domingo, alguno de los patios, rinconadas o plazuelas del Vaticano, para predicar, explicar y comentar el Evangelio de aquel día, a todo el que acudiera a escucharle. Era evidente que Pío X se sentía desconcertado y tal vez un poco escandalizado, ante la pompa y la magnificencia del ceremonial en la corte pontificia. Cuando era patriarca de Venecia, prescindió de una buena parte de la servidumbre y no toleró que nadie, fuera de sus hermanas, le preparase la comida; como Pontífice, eliminó la costumbre de conferir títulos de nobleza a sus familiares. «Por disposición de Dios, solía decir, mis hermanas son hermanas del Papa. Eso debe bastarles». En una ocasión, antes de cierta ceremonia, exclamó ante un viejo amigo suyo: «¡Mira cómo me han vestido!» y se echó a llorar. A otro de sus amigos, le confesó: «No cabe duda de que es una penitencia verse obligado a aceptar todas estas prácticas. ¡Me condujeron entre soldados, como a Jesús cuando le apresaron en Getsemaní!».

Estas anécdotas describen la grandeza de corazón y la sencillez de la bondad de Pío X. A un joven inglés, protestante convertido al catolicismo y que deseaba ser monje, pero sentía el escrúpulo de haber estudiado muy poco, le dijo el Papa: «Para alabar a Dios bien, no se necesita ser sabio». Un escritor de Mántua publicó un libro de carácter sensacionalista en el que lanzaba infames acusaciones contra Pío X; éste no quiso emprender ninguna acción legal, pero, en cuanto supo que el calumniador se hallaba en bancarrota, el Papa le envió ayuda: «Un hombre tan desdichado, comentó, necesita oraciones más que castigos».

Aún durante su vida, Dios utilizó al Papa Pío X como instrumento de sus milagros y, hasta en esos casos sobrenaturales, se puso de manifiesto su perfecta modestia y sencillez. Durante una audiencia pública, uno de los asistentes mostró su brazo paralizado al tiempo que decía: «¡Cúrame, Santo Padre!» El Papa se acercó sonriente, tocó el brazo tumefacto y dijo amablemente: «Si, sí». Y, el hombre quedó curado. En otra audiencia privada, una niña de once años que estaba paralítica, pidió lo mismo. «¡Quiera Dios concederte lo que deseas!», dijo el Pontífice. La niña se levantó y anduvo por sí misma. Una monja que sufría de una tuberculosis muy avanzada, le pidió la salud. «Sí», fue todo lo que repuso Pío X, mientras ponía las manos sobre la cabeza de la religiosa. Aquella tarde, el médico declaró que estaba completamente sana.

PRIMERA GUERRA MUNDIAL

El 24 de junio de 1914, la Santa Sede firmó un concordato con Servia; cuatro días más tarde, el archiduque Francisco de Austria y su esposa fueron asesinados en Sarajevo; a la medianoche del 4 de agosto, Alemania, Francia, Austria, Rusia, Gran Bretaña, Servia y Bélgica estaban en guerra. Era el undécimo aniversario de la elección del Papa. Pío X no solo había vaticinado aquella guerra europea, como otros muchos, sino que profetizó que estallaría definitivamente para el verano de 1914. Aquel conflicto fue para el Papa un golpe fatal. «Esta será la última aflicción que me mande el Señor. Con gusto daría mi vida para salvar a mis pobres hijos de esta terrible calamidad». Pocos días más tarde sufrió una bronquitis; al día siguiente, 20 de agosto, murió. Fue, en verdad, víctima de la Guerra.

«Nací pobre, he vivido en la pobreza y quiero morir pobre», dijo en su testamento. Demostró la verdad de aquellas palabras: su pobreza era tanta que hasta la prensa anticlerical quedó admirada.

Después del funeral en la basílica de San Pedro, Mons. Cascioli, escribió lo siguiente: «No tengo la menor duda de que este rincón de la cripta se convertirá, muy pronto, en un santuario, un centro de peregrinación . . . Dios glorificará ante el mundo a este Papa cuya triple corona fue la pobreza, la humildad y la bondad». Y así fue por cierto. El Pontificado de Pío X no fue tranquilo y el Papa mostró resolución en su política.  Hubo muchos que le criticaron, lo mismo dentro que fuera de la Iglesia. Pero, al morir, todas las voces fueron una; desde todas partes, desde todas las clases surgió un llamado para que se reconociera la santidad de Pío X, el que fuera Giuseppe Sarto, hijo del cartero.

En 1923, los cardenales de la curia decretaron que se había abierto su causa, firmada por veintiocho prelados. En 1954, el Papa Pío XII canonizó solemnemente a su predecesor ante una enorme multitud que llenaba la Plaza de San Pedro, en Roma. Aquel fue el primer Papa al que se canonizaba desde Pío V, en 1672.

Fuentes: Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María


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Juramento antimodernista

El Modernismo, como el mismo Santo Padre afirmo es una especie de resumen, y manifiesto, de todas las herejias previas. Es un llamado del espíritu de mundo, por tanto de satanás, que ha anidado en la iglesia misma y que se predica como un «nuevo evangelio».

Y recordad que aparte de S. Pio X, muy pocos en época reciente, han dicho y hecho más por el amor a la Eucaristía, entrada al misterio del Padre, y antídoto del espíritu judaizante, la cosmovisión que rechaza el Reino de los Cielos, y la cambia por el infeliz reino del hombre.

JURAMENTO ANTIMODERNISTA DE S.S. SAN PIO X 

Incluido en el Motu Proprio: “SACRORUM ANTISTITUM” del mismo Papa, e impuesto a todo el clero en septiembre de 1910.

«Yo…abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos.”

“En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la creación, como la causa por su efecto.”

“En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana. Y estos mismos argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.”

“En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e histórico, durante su vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos.”

“En cuarto lugar, recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, SIEMPRE CON EL MISMO SENTIDO Y LA MISMA INTERPRETACIÓN. POR ESTO RECHAZO ABSOLUTAMENTE LA SUPOSICION HERÉTICA DE LA EVOLUCION DE LOS DOGMAS, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio.

Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido.”

“Consecuentemente: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades tenebrosas del «subconsciente», moralmente informado bajo la presión del corazón y el impulso de la voluntad, sino que un verdadero asentimiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente por la enseñanza recibida EX CATEDRA, asentimiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Maestro».

“En fin, de manera general, profeso estar completamente indemne de este error de los modernistas, que pretenden no hay nada divino en la tradición sagrada, o lo que es mucho peor, que admiten lo que hay de divino en el sentido panteísta, de tal manera que no queda nada más que el hecho puro y simple de la historia, a saber: El hecho de que los hombres, por su trabajo, su habilidad, su talento continúa a través de las edades posteriores, la escuela inaugurada por Cristo y sus Apóstoles. Para concluir, sostengo con la mayor firmeza y sostendré hasta mi ultimo suspiro, la fe de los Padres sobre el criterio cierto de la verdad que está, ha estado y estará siempre en el episcopado transmitido por la sucesión de los Apóstoles; no de tal manera que esto sea sostenido para que pueda parecer mejor adaptado al grado de cultura que conlleva la edad de cada uno, sino de tal manera que LA VERDAD ABSOLUTA E INMUTABLE, predicada desde los orígenes por los Apóstoles, NO SEA JAMAS NI CREIDA NI ENTENDIDA EN OTRO SENTIDO.

“Todas estas cosas me comprometo a observarlas fiel, sincera e INTEGRAMENTE, a guardarlas inviolablemente y a no apartarme jamás de ellas sea enseñando, sea de cualquier manera, por mis palabras y mis escritos…».



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María Reina del Universo – Catequesis de s.s. Juan Pablo II

Audiencia General de los Miércoles, 23 de julio de 1997

1. La devoción popular invoca a María como Reina. El Concilio, después de recordar la asunción de la Virgen «en cuerpo y alma a la gloria del cielo», explica que fue «elevada (…) por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte» (Lumen gentium, 59).

En efecto, a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el concilio de Éfeso la proclama «Madre de Dios», se empieza a atribuir a María el título de Reina. El pueblo cristiano, con este reconocimiento ulterior de su excelsa dignidad, quiere ponerla por encima de todas las criaturas, exaltando su función y su importancia en la vida de cada persona y de todo el mundo.

Pero ya en un fragmento de una homilía, atribuido a Orígenes, aparece este comentario a las palabras pronunciadas por Isabel en la Visitación: «Soy yo quien debería haber ido a ti, puesto que eres bendita por encima de todas las mujeres tú, la madre de mi Señor, tú mi Señora» (Fragmenta: PG 13, 1.902 D). En este texto se pasa espontáneamente de la expresión «la madre de mi Señor» al apelativo «mi Señora», anticipando lo que declarará más tarde san Juan Damasceno, que atribuye a María el título de «Soberana»: «Cuando se convirtió en madre del Creador, llegó a ser verdaderamente la soberana de todas las criaturas» (De fide orthodoxa, 4, 14: PG 94 1.157).

2. Mi venerado predecesor Pío XII en la encíclica Ad coeli Reginam, a la que se refiere el texto de la constitución Lumen gentium, indica como fundamento de la realeza de María, además de su maternidad, su cooperación en la obra de la redención. La encíclica recuerda el texto litúrgico: «Santa María, Reina del cielo y Soberana del mundo, sufría junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (MS 46 [1954] 634). Establece, además, una analogía entre María y Cristo, que nos ayuda a comprender el significado de la realeza de la Virgen. Cristo es rey no sólo porque es Hijo de Dios, sino también porque es Redentor. María es reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque, asociada como nueva Eva al nuevo Adán, cooperó en la obra de la redención del género humano (MS 46 [1954] 635).

En el evangelio según san Marcos leemos que el día de la Ascensión el Señor Jesús «fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16, 19). En el lenguaje bíblico, «sentarse a la diestra de Dios» significa compartir su poder soberano. Sentándose «a la diestra del Padre», él instaura su reino, el reino de Dios. Elevada al cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo.

Observando la analogía entre la Ascensión de Cristo y la Asunción de María, podemos concluir que, subordinada a Cristo, María es la reina que posee y ejerce sobre el universo una soberanía que le fue otorgada por su Hijo mismo.

3. El título de Reina no sustituye, ciertamente, el de Madre: su realeza es un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le fue conferido para cumplir dicha misión.

Citando la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, el Sumo Pontífice Pío XII pone de relieve esta dimensión materna de la realeza de la Virgen: «Teniendo hacia nosotros un afecto materno e interesándose por nuestra salvación ella extiende a todo el género humano su solicitud. Establecida por el Señor como Reina del cielo y de la tierra, elevada por encima de todos los coros de los ángeles y de toda la jerarquía celestial de los santos, sentada a la diestra de su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, obtiene con gran certeza lo que pide con sus súplicas maternal; lo que busca, lo encuentra, y no le puede faltar» (MS 46 [1954] 636-637).

4. Así pues, los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto no sólo no disminuye, sino que, por el contrario, exalta su abandono filial en aquella que es madre en el orden de la gracia.

Más aún, la solicitud de María Reina por los hombres puede ser plenamente eficaz precisamente en virtud del estado glorioso posterior a la Asunción. Esto lo destaca muy bien san Germán de Constantinopla, que piensa que ese estado asegura la íntima relación de María con su Hijo, y hace posible su intercesión en nuestro favor. Dirigiéndose a María, añade: Cristo quiso «tener, por decirlo así, la cercanía de tus labios y de tu corazón; de este modo, cumple todos los deseos que le expresas, cuando sufres por tus hijos, y él hace, con su poder divino, todo lo que le pides» (Hom 1: PG 98, 348).

5. Se puede concluir que la Asunción no sólo favorece la plena comunión de María con Cristo, sino también con cada uno de nosotros: está junto a nosotros, porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro itinerario terreno diario. También leemos en san Germán: «Tú moras espiritualmente con nosotros, y la grandeza de tu desvelo por nosotros manifiesta tu comunión de vida con nosotros» (Hom 1: PG 98, 344).

Por tanto, en vez de crear distancia entre nosotros y ella, el estado glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida.

Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la salvación para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue concedida. Es una Reina que da todo lo que posee compartiendo, sobre todo, la vida y el amor de Cristo.

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