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Antes de la ascensión, Jesús dio la gran misión a los apóstoles:

“Vayan por el mundo y prediquen el evangelio”.

Podemos decir que es la única misión directa que dio Jesús.

Y la Iglesia ha estado en la evangelización desde ese momento.

Más exitosamente en algunos momentos, como en los primeros siglos y hasta la conformación de la cristiandad.

Y progresivamente menos exitosa – al menos en occidente –, en los últimos siglos.

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Hoy la evangelización está trancada y cuando mucho hemos oído hablar de tres barreras como si fueran las principales.

Se achaca el trancaso a que el catolicismo es muy mal comunicador; en especial porque hay una especie de comunicar siempre en formato de homilía.

O a que los medios de comunicación del sistema son hostiles al catolicismo y al cristianismo.

O a lo refractarios que se han vuelto los universitarios al cristianismo, que es el grupo de donde se reclutan los líderes de opinión.

Pero la situación es más compleja porque están actuando poderosas tendencias culturales que afectan por igual a los no cristianos como a los cristianos.

Estas fuerzas culturales impiden tanto salir a evengelizar adecuadamente, como lograr oyentes abiertos.

Hay muchas tendencias que han envenenado la cultura y en consecuencia, hacen nuestra tarea mucho más difícil.

Aquí tratamos 10 tendencias culturales que trancan la evangelización, siguiendo la identificación que hace Monseñor Charles Pope.

Pero seguramente hay más y nos gustaría que los lectores agreguen todo lo que se les ocurra.

mitad dios y mitad diablo secularismo

    

I – EL SECULARISMO

La palabra «secular» viene del latín saecula, que se traduce como «mundo», pero también puede entenderse que se refiere a la época o momentos en los que vivimos.

El secularismo es una excesiva preocupación por las cosas de este mundo y los tiempos en los que vivimos, con exclusión de los valores y las virtudes del cielo y el Reino de Dios.

No es simplemente una cuestión de preocupación por el mundo, sino a menudo de total hostilidad a las cosas fuera de la saecula (mundo o época).

Los temas espirituales con frecuencia son rechazados por lo mundano como irrelevantes, ingenuos, hostiles, y divisivos.

El Secularismo es una actitud que exige que toda la atención sea dedicada al mundo y sus prioridades.

El secularismo también hace que quienes lo adopten pongan su fe por debajo de las prioridades y puntos de vista mundanos.

En este ambiente, muchos son más apasionados y dedicados a su política que a su fe.

Su fe está «escondida por debajo» para ajustarse a ellos.

Si la fe se interpone en el camino de la carrera, adivina a cuál se da paso.

Si la fe me impide hacer lo que me de la gana y lo que afirma el mundo, adivina cual predomina.

El espíritu del mundo, a menudo ve las verdades de la fe como irracionales y poco realistas.

Y exige que éstas den un paso al costado.

El Secularismo pone la fe en juicio y exige que se ajuste a pensamientos mundanos y sus prioridades.

El Secularismo también exige cada vez más que se privatice la fe.

La fe no tiene lugar en la plaza pública de las ideas o valores.

El Secularismo en su forma «pura» exige un mundo libre de Dios, sin fe.

Jesús prometió que el mundo nos odiaría como lo odiaron a Él; y en eso estamos.

materialismo

  

II – EL MATERIALISMO

La mayoría de la gente piensa en el materialismo como la tendencia para conseguir y necesitar un montón de cosas materiales.

Incluye esto, pero el verdadero materialismo es mucho más profundo.

El materialismo es el error que insiste en que la materia física es la única cosa que es real.

El materialismo sostiene que sólo aquellas cosas que pueden ser pesadas en una balanza, vistas en un microscopio, o empíricamente experimentadas (a través de los cinco sentidos) son reales.

El error del cientificismo moderno, que insiste en que no existe nada fuera del mundo de las ciencias físicas, fluye desde el materialismo.

Lo espiritual es inexistente o irrelevante para el materialista.

Por supuesto, esto conduce a la tendencia de adquirir cosas y descuidar lo espiritual.

Si la materia es lo que realmente importa, entonces nos inclinaremos a querer grandes cantidades de lo mismo.

Quienquiera que ama el dinero nunca tiene suficiente; quien ama las riquezas nunca está satisfecho con sus ingresos.

El error del materialismo está atado en última instancia en pensar que la materia es todo lo que existe y que el hombre, siendo una criatura de la materia y el espíritu, puede estar satisfecho con la pura materia.

El materialismo niega todo un mundo de realidades morales y espirituales que están destinados a nutrir a la persona humana:

la bondad, la belleza, la verdad, la justicia, la equidad, la trascendencia, el valor, los sentimientos, las actitudes, los ángeles y Dios.

Estas son las realidades espirituales en última instancia.

Ellas pueden tener manifestaciones físicas hasta cierto punto, pero no son físicas.

Negar lo espiritual es tener poco porque vivir que no sea hoy, porque el mañana es incierto y un paso más cerca de la muerte.

imagen de hombre y mujer individualismo

  

III – EL INDIVIDUALISMO

El error del individualismo es que exalta al individuo por encima de todas las nociones del bien común, y nuestra necesidad de vivir responsablemente en comunión con Dios y con los demás.

El individualismo exige la autonomía, sin la adecuada consideración de los derechos y necesidades de los demás.

Reduce al mínimo los derechos de los demás.

Minimiza los deberes hacia otros y maximiza las prerrogativas y privilegios personales.

También tiende a negar una idea equilibrada de dependencia de otros para la formación humana, y la necesidad de aceptar la corrección e instrucción.

El individualismo también tiende a ser desafiante y declara: «No me digan qué hacer».

La mayoría de los individualistas se consideran a sí mismos como teniendo un derecho intrínseco para hacer su propia religión, a inventar su propia deidad, e incluso ser el artífice de su propia realidad.

En el pasado este tipo de cosas se llamaban idolatría, sincretismo, herejía y pensamiento delirante.

Pero hoy en día muchos en nuestra cultura celebran esta noción como una extraña forma de libertad.

La libertad personal y la autonomía tienen su lugar y no deben ser usurpados por el gobierno u otros colectivos.

Pero la libertad hoy en día es a menudo mal entendida como la capacidad de hacer lo que a uno le plazca, en lugar de la capacidad y el poder hacer lo que es bueno.

La libertad no es absoluta y no debe ser separada del respeto por los derechos y el bienestar de los demás.

Nociones excesivas y erróneas sobre la libertad han causado gran daño a nuestra cultura.

La promiscuidad sexual, el divorcio fácil, el aborto, el abuso de sustancias, etc., son todos abusos de la libertad y causan daño tanto a niños como a la sociedad.

El individualismo todavía se burla de esto, rehusándose a reconocer cualquier responsabilidad personal por los males sociales.

hombre en el universo sabiduria

  

IV – RESISTENCIA A LA SABIDURÍA DE GENERACIONES ANTERIORES

Técnicamente se puede hablar de «hermenéutica de la discontinuidad».

Y se refiere a la interpretación de que la sabiduría de generaciones anteriores es fallida, errónea, ingenua, y hasta hostil y un sistema de dominación.

Es cierto que ninguna época pasada fue perfecta u omnisciente. Sin embargo, hay una sabiduría acumulada que ha resistido la prueba del tiempo.

Oímos decir: esto es antiguo, y por lo tanto malo, irrelevante, fanático, ignorante, intolerante, ingenuo, supersticioso, anticuado, medieval, etc.

En la Iglesia, acabamos de emerger de un tiempo donde todo lo «antiguo» fue descartado por el «Vaticano II».

Hay una extensa y arrogante noción moderna de que hemos «llegado a la madurez».

Confundimos nuestros conocimientos técnicos con la sabiduría.

Pero nuestra arrogancia nos aparta de la sabiduría colectiva de nuestros ancestros y cometemos errores que fueron, hace mucho tiempo, considerados como perjudiciales y necios.

La Iglesia al proponer el Evangelio está proponiendo la sabiduría de Dios y la sabiduría de las distintas épocas.

Sin embargo, el mundo moderno se burla simplemente sobre la base de lo que proponemos alegando que es más antiguo que moderno.

A pesar de todo, debemos continuar insistiendo en predicar la sabiduría de Dios.

Nuestro trabajo consiste en perseverar y mantener la sabiduría de Dios como una antorcha encendida.

Debemos predicar el Evangelio a tiempo y fuera de tiempo y no confundir las nociones efímeras con sabiduría.

Pero tampoco hay que imaginar que no hay nada bueno hoy o que algo está mal, simplemente porque es moderno.

neo nominalismo un mundo feliz

  

V – EL NEO-NOMINALISMO

El término «nominalismo» se deriva de la palabra latina nomen (nombre).

La versión moderna y más vaga del nominalismo, que llamamos neo-nominalismo, sostiene que las palabras son simplemente sonidos arbitrarios que asignamos a las cosas.

Así por ejemplo, las palabras y las categorías como varón, mujer, matrimonio, aborto, eutanasia, etc., son sólo palabras que asignamos; son meras construcciones humanas que no existen en la realidad.

Por lo tanto, muchos reclaman el derecho hoy en día para ir más allá de esas palabras humanas.

Y afirman el derecho de asignar nuevas palabras para describir estas realidades.

Esto lo vimos muy bien desarrollado en la distopía de George Orwell ‘1984’.

Aborto se convierte en la «elección», «libertad reproductiva» o «cuidado de la salud de las mujeres».

Actos antinaturales como la sodomía son llamados «gay» (una palabra que se utiliza para significar feliz) y el sexo anal es celebrado como una «expresión de amor».

A la relación del mismo se llama «matrimonio».

Al suicidio o a asesinato de personas de edad o imperfectas se llama «eutanasia», una palabra que significa «buena muerte» en griego.

La identidad sexual se llama ahora «género» y ni una palabra para la diferenciación sexual humana.

El Neo-nominalismo reclama el derecho a definir una nueva realidad y se burla de la humilde proposición de que deberíamos descubrir la realidad y conformarnos con ella.

Reclama el derecho a definir la realidad mediante la invención de nuevas palabras y pensamientos y luego imponerlas a lo que realmente es.

Y así obtenemos un sinfín de absurdos tales como LGBTQ.

Tenemos nociones bizarras tales como ser «transgénero», un concepto que niega las distinciones humanas que no podrían ser más evidentes y que literalmente están inscritas en nuestros cuerpos.

Y aún más absurdo es el llamado movimiento «trans-humano», en el que incluso la realidad del ser humano es descartada como una mera construcción.

Se reclama el derecho a empezar a llamarse a sí mismos como de otras especies y a desarrollar la clonación cruzada, etc.

Para ellos, no hay realidad per se, sólo construcciones humanas que son fungibles.

La llamada «realidad» ahora no es más que el juego definido según el último capricho y necesidad de auto-justificación por medio de la re-descripción de lo que está sucediendo realmente.

hedonismo

  

VI – EL HEDONISMO

Esta es la doctrina de que el placer o la felicidad es el principal bien en la vida.

Proviene de la palabra griega hedone «placer» y es similar a la palabra hedys griega, que significan «dulce».

Por supuesto el placer es de desear y hasta cierto punto buscado, pero no es el único bien en la vida.

De hecho, algunos de nuestros más destacados logros y posesiones requieren sacrificio: años de estudio y preparación para una carrera; sangre, sudor y lágrimas en la crianza de niños, etc.

Pero el hedonismo busca evitar el sacrificio y el sufrimiento a toda costa.

El hedonismo se opone directamente a la teología de la cruz.

El mundo reacciona con gran indignación cada vez que la cruz o sufrimientos incluso están implícitos.

Y así el mundo clamará con exasperación desconcertada a la Iglesia:

«¿Está usted diciendo que una pobre mujer que fue Violada necesita llevar el embarazo a término y no puede abortar?» (Sí, lo decimos)

¿Está usted diciendo que una persona «gay» no puede casarse con su amante gay y debe vivir en celibato?» (Sí, lo decimos.)»

¿Estás diciendo que un niño discapacitado desde el útero debe ser ‘condenado’ a vivir en el mundo como discapacitado y no puede ser abortado y poner fin a su (leer «nuestra») miseria?» (Sí, lo decimos.)

«¿Quiere decir que una persona que está muriendo de dolor no puede ‘morir con dignidad’ (practicar la eutanasia) para evitar el dolor?» (Sí, lo decimos)

Estas preguntas retóricas muestran hasta qué punto el hedonismo ha infectado la mente moderna.

El concepto de la cruz no sólo es absurdo, es francamente «inmoral» a la mentalidad hedonista moderna, que considera el placer como el único bien verdadero del hombre.

Para el hedonista, una vida sin suficiente placer es una vida que no vale la pena vivir.

Y cualquiera que trate de establecer límites en los placeres lícitos (y algunas veces ilegales) lo entienden como una reacción de odio, que son absurdos, obtusos, intolerantes.

Muchos fieles católicos en las bancas de las iglesias están profundamente infectados con la ilusión de hedonismo.

Y alzan la voz de desconcierto, ira y escarnio cuando se insiste en la abnegación, el sacrificio y hacer lo correcto, incluso cuando el costo es grande.

El hedonismo hace que los misterios cristianos centrales de la cruz y el sufrimiento redentor parezcan como de un planeta distante o un extraño universo paralelo.

La palabra de la boca de Jesús «arrepentíos» parece extraña al mundo hedonista, que incluso ha recreado a Jesús.

El grito se alza, incluso entre los fieles, «¿Por qué Dios no quiere que yo sea feliz?»

Y sobre esta base, todo tipo de comportamiento pecaminoso debería tolerarse.

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VII – EL REDUCCIONISMO

Esta es una posición filosófica que sostiene que un sistema complejo no es más que la suma de sus partes.

Hoy en día el reduccionismo se encuentra más comúnmente en la explicación de fenómenos humanos complejos, en términos de las leyes de la física y la química.

El reduccionismo tiende, por lo tanto, a reducir a la persona humana a lo meramente biológico.

Así, todo pensamiento, emoción, pasión, deseo, memoria o deseo es sólo un puñado de químicos en el cerebro, disparos de sinapsis, etc.

Incluso conceptos claramente metafísicos como la justicia, la misericordia, la belleza, el infinito, etc.

La persona humana se reduce así a una colección de químicos y átomos.

Sin embargo, desde el punto de vista de la causalidad es difícil decir cómo algo meramente físico puede generar lo que es metafísico.

El término metafísico significa literalmente «que está más allá de lo físico».

Por lo tanto, cosas como la belleza, la bondad, la justicia, la rectitud moral, el infinito, etc., no son cosas «físicas» que puedan ser pesadas a una escala o descubiertas químicamente.

Uno no espera entrar en un restaurante y ver a la justicia sentada para cenar con la moralidad.

Estas cosas son reales, de hecho tan reales, que muchas de ellas han inspirado matrimonios y desatado guerras; pero no son físicas.

Algunos dicen que tales cosas son meras emanaciones de la mente física, conceptualizaciones del intelecto o abstracciones del cerebro.

«No importa», dicen los reduccionistas, «la ciencia algún día será capaz de explicarlo».

Nuestra capacidad espiritual apunta a una causa espiritual, un sentido espiritual, una apertura a las cosas más allá de lo físico.

Es evidente que el cerebro es una vía esencial a través de la cual el alma ejerce muchas de sus facultades, pero no estamos simplemente reducidos a un cerebro.

Así, una forma de reduccionismo me reduce a mi cuerpo.

Pero en un extraño giro, muchos reduccionistas también actúan al otro lado de la valla simultáneamente.

Así muchos también ven su cuerpo como un mero apéndice.

Mi cuerpo es simplemente algo que tengo, una especie de herramienta, si se quiere.

En este reduccionismo, el «yo» parece ser un agente que puede usar mi cuerpo sin referencia ni efecto sobre mí mismo.

Y así se pueden hacer afirmaciones absurdas tales como que «Yo» soy realmente una mujer atrapada en un cuerpo masculino.

El yo en este caso se reduce así al «alma» y el cuerpo es una máquina o algo parecido a eso.

El reduccionismo es una visión común hoy en día y produce una cultura que es hostil a aquellos que señalan la importancia del alma.

En un mundo reduccionista, las preocupaciones por el alma son puestas de lado como irrelevantes.

El gimnasio local está lleno pero la Iglesia está vacía.

Las obsesiones sobre la salud física abundan, pero hay poca preocupación por el alma.

Deja de fumar, podría matarte. Pero hay poca preocupación igualmente por pecar, que podría hacerte aterrizar permanentemente en un lugar «humeante».

Y como estamos en el retroceso reduccionista, ¿por qué no reducimos el matrimonio – una unión de vida amorosa entre un hombre y una mujer que llevan el dulce fruto del amor en sus hijos – a sólo dos (o más) adultos felices juntos siempre y cuando se sientan así?

Sí, tomemos una única cosa y descartemos el resto.

¿Y qué hay del sexo? Vamos a reducirlo de ser acerca del amor, el placer y la procreación, a ser sólo sobre el placer.

Sí, eso es. Vamos a reducirlo todo a sus partes, tomar lo que nos gusta y desechar el resto.

çara de hombre y ciencia cientificismo

  

VIII – EL CIENTIFICISMO

Esto es en sí mismo una forma de reduccionismo.

El cientificismo es la posición que afirma enfáticamente «las ciencias físicas explican toda la realidad.»

El único problema es que la declaración por sí misma no es una declaración científica; es una declaración metafísica.

No hay manera de que la declaración pueda ser verificada científicamente.

Así, al defender (jactanciosamente) las ciencias físicas como la única explicación necesaria para todo, el jactancioso debe salir de la ciencia para hacer la afirmación.

Normalmente no es una buena idea romper la misma regla que está anunciando en el mismo acto de en tiempos en los que muchos prácticamente idolatran las ciencias físicas y desprecian anunciarlo.

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IX – LA RELIGIÓN «AUTO-DISEÑADA»

Incluso dentro del reino de los creyentes hay legiones de católicos y protestantes que se sienten absolutamente autorizados a diseñar su propia religión y su propio Dios.

Solíamos llamar a esto herejía e idolatría.

En el pasado, los herejes e idólatras, tenían por lo menos, la decencia de cometer un cisma formal y salir y encontrar su propia religión.

Pero en tiempos perezosos como éstos, muchos prefieren permanecer dentro de su religión – a la que rechazan en los niveles fundamentales – y vivir del dinero, de los recursos, y en los edificios de la misma fe, que desprecian tan audazmente.

Es un problema tanto tener que construir sus propios edificios y encontrar a sus propios seguidores.

Así que la forma perezosa y moderna de esto es decir, «Yo soy un católico fiel, pero…».

Y luego viene la lista de cosas escogidas y elegidas del catolicismo o el cristianismo.

Muchas de las verdades de nuestra fe se mantienen en cierta tensión. ¿Somos libres o Dios es soberano?

La ortodoxia dice que ambos son verdaderos, y sostiene que la tensión es aceptable porque hay misterios y límites a nuestro conocimiento que nos impiden simplemente resolver todas las tensiones.

Pero la herejía no soportará la tensión y, por tanto, elige uno y descarta al otro.

¿Es Dios amoroso y misericordioso? ¡Sí! Pero entonces, ¿por qué hay juicio e infierno?

Ambos deben ser sostenidos, dice la ortodoxia, y mientras hay misterios, claramente Dios no obligará  nuestro sí.

Para esto, la herejía dice: «¡No hay manera!» Y así se libera de la tensión, rediseñando a Dios o descartando la clara revelación del juicio y del infierno.

Muchos hoy se sienten totalmente libres para llamarse a sí mismos cristianos y luego ir a escoger y elegir lo que les gusta.

Ellos ven esto como una especie de derecho, dado por Dios y son apoyados en esto por la espiritualidad de la Nueva Era y los movimientos del «Dios de dentro».

Sí, «tengo que ser yo. Tengo que ser sincero conmigo mismo». Entonces el verdadero Jesús se tiene que ir.

Y debido a que la mayoría de estos creyentes modernos no pueden soportar el Jesús de la Escritura, lo reelaboran y lo amansan.

Ellos toman algunas cualidades que les gustan: su amor y su ministerio de sanación.

Y descartan sus advertencias menos agradables sobre el juicio, o su invocación para llevar la cruz, o su demanda de una castidad tan completa que incluso prohíbe los pensamientos lujuriosos.

Son esencialmente «post-scripturales» y no pueden ser molestados con los detalles de la revelación verdadera.

Dios les ha hablado personalmente. Dios es amor y nunca haría o diría nada que pudiera molestar a nadie.

Una sóla línea triunfa en la Escritura: Dios es amor.

Esto es herejía: escoger una cosa y descartar el resto.

Este es un «re diseñador» de Jesús, que coincidentemente está de acuerdo con todo lo que los disidentes desean hacer o piensan.

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X – LA FALTA DE MADUREZ

Vivimos en una cultura occidental que es mejor describirla como con la problemática de la adolescencia.

Colectivamente, nos comportamos como el clásico adolescente: odiando la autoridad, exigiendo todos los derechos pero rechazando cualquier responsabilidad.

Excitados imprudente por el sexo, obsesionados con la «justicia» (pero sólo de manera egocéntrica).

Empujando constantemente los límites sólo para afirmarnos.

Insistiendo en saber algunas cosas y siendo resistentes a que nos enseñen.

Comportándose imprudentemente y descartando cualquier consecuencia.

Obsesionados con las tendencias pero siempre haciendo valer nuestra independencia e insistiendo en que otros paguen nuestro camino, etc.

Pero como evangelizadores debemos ser sobrios y conscientes de nuestra necesidad de convocar a la gente a la madurez y llegar allí nosotros mismos.

Alguien tiene que ser el adulto en la habitación.

La Iglesia debe ser amable, pero clara, al insistir en que todos lleguen a la plena madurez en Cristo.

Seguramente existen más tendencias y nos gustaría que los lectores las comentaran.

  

HOY HAY MENOS MARGEN EN OCCIDENTE

«Nunca discutas con un estúpido, porque te bajará a su nivel y allí te ganará por experiencia».

¡Cuánta razón tenía Mark Twain!

La especie humana ha probado hasta el hartazgo de que es capaz de llegar a los límites más altos del conocimiento posible y descender al nivel más bajo de confusión y degeneración.

Pero esto siempre ocurrió y continúa ocurriendo «entre la gente ociosa».

La vieja máxima de que «la ociosidad es la madre de todos los vicios» sigue tan actual como lo fue en la antigua Grecia. O en Roma.

Los esclavos que se deslomaban bajo el látigo no tenían tiempo de pensar en otra cosa que no fuera descansar, comer algo non sancto y beber aunque más no fuera agua contaminada.

Hoy aunque con años luz de diferencia, pasa lo mismo.

Un granjero que debe interrumpir su sueño a las pocas horas de acostarse para ordeñar sus vacas, o un agricultor que trabaja de sol a sol para que su pedazo de tierra produzca algún alimento, no pueden ponerse a pensar aquello que «cranean» los que pasan del aire acondicionado del auto al aire acondicionado del Shopping. O de su vivienda.

Entendámonos.

En los tiempos de la primera evangelización, lo corriente era la injusticia, la arbitrariedad, la opresión, el libertinaje. El tráfico de esclavos, el sacrificio de vidas a sus dioses.

El único reducto donde florecía el amor era en el interior de una familia, que si el padre no era excesivamente autoritario.

Pero era el único rincón de la existencia humana donde reinaba un orden.

El cristianismo entró en esa sociedad hecha de vacíos como el agua en un desierto.

El amor en el cual se inspiraba la doctrina era tan novedoso como atrayente.

Una deidad tan generosa como para ofrecerse en sacrificio hasta la muerte para evitarle la muerte a sus súbditos era inconcebible.

Y al mismo tiempo estremecía toda existencia.

La certeza de una Resurrección gloriosa que había abierto la puerta a la vida eterna para todos hacia que las rodillas se doblaran y los brazos se alzaran. En adoración y acción de gracias.

Esas almas hambrientas entraban en un mundo desconocido hasta entonces, donde reinaban el amor, la generosidad, la justicia, la solidaridad.

Nada hacía que se desilusionaran.

Anhelaban escuchar más de ese Dios Crucificado y Resucitado que sanaba cuerpos y almas, multiplicaba los panes, calmaba los vientos. Y alimentarse de Su Cuerpo y Su Sangre.

Él había dado la vida por ellos y ellos estaban prontos a ofrecer la suya por no negarlo.

En el principio era así.

Traigamos esto a nuestra época en que la electricidad reina y la tecnologia impera.

Todo envuelto en brillantes colores, todo ofrecido con músicas sugestivas o imágenes hipnotizantes.

El sexo como único dios al que hay que ofrecerle carne sin límites para obtener gozo ilimitado.

La bebida y la droga como vehículos permitidos para lanzarse a obtener lo prohibido.

Y el maligno sugiriendo ideas y nuevos nombres para esas ideas.

Nombres repetidos hasta que la masa humana los aprende de memoria y ya no los analiza.

¿Qué margen queda para intentar evangelizar? Sólo el dolor.

Cuando una persona sufre, todos sus sueños de gloria desaparecen.

Alguien alguna vez dijo que «todos son ateos hasta que se les avisa que se cae el avión».

Ese es el reducido margen que le dejamos al Altísimo.

¿Que nos quite las comodidades, el confort, el ocio, para que, reducidos a la mínima expresión vital, clamemos a Él por auxilio?

¿Será posible que lleguemos a tanta necedad?

¿Probaremos a Dios hasta los últimos límites?

La humanidad antes del Diluvio universal lo hizo.

Sodoma y Gomorra lo hicieron.

Aunque nos ama con amor de Padre, a Dios no le tiembla la mano cuando de ejercer justicia se trata.

Entonces, nosotros, que nos sabemos Sus hijos, llenemos de palabras el mundo que nos rodea, palabras tales como amor, conversión, perdón, misericordia, esperanza, perseverancia, redención, cielo, infierno, premio, castigo, salvación, camino, verdad y vida, santidad.

Lancemos a los cuatro vientos esas palabras y muchas otras que el Espíritu nos inspire, porque en un momento límite, con la ayuda de la Gracia de Dios pueden servir de tabla de salvación a un alma rebelde que se ahoga.

Aunque el mundo se ría, se burle, se aburra.

Hagamos nuestra siembra, llenemos de agua las tinajas, para que el Señor convierta esa semilla en planta vigorosa, esa agua en el mejor de los vinos.

Ese es nuestro gran mandato y lo que el Señor espera de nosotros.

Y qué Su Divina Providencia nos ayude.

Fuentes:



María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada

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