Categories
00 Todas las Advocaciones 01 Enero ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Movil Noticias 2019 - enero - junio

Don Bosco, las Profecías de un Gran Santo y Místico (31 ene)

San Juan Bosco fue famoso por su sueños y profecías, amó a la Virgen en todas sus advocaciones.

Vistió con gran devoción el escapulario del Carmen.

Y aún hoy se conserva incorrupto el que llevaba al morir.

don bosco

Pero Don Bosco será siempre el celoso apóstol y enamorado devoto de la Santísima Virgen bajo la advocación de “María Auxiliadora”. Él dejará como herencia esta advocación a sus hijos los salesianos.

 

QUIEN FUE SAN JUAN BOSCO

San Juan Bosco advirtió al Papa Pío IX (siglo XIX) de que llegará un día en que una luz brillante resplandecerá en el cielo, en pleno fragor de una batalla.
.
En ese instante, el Papa y sus servidores abandonarán el Vaticano pasando por una plaza cubierta de muertos y heridos.
.
Todo el paìs sufrirá una gran perdida de población y la tierra se agitará como arrasada por un huracán y caerá un fuerte pedrisco.
.
Durante doscientos amaneceres, el Papa y su séquito vagarán por tierras extranjeras.

San Juan Bosco nació de una familia humilde el 16 de Agosto de 1815 en un pueblito de Italia llamado I Becchi, en Castelnuovo d’Asti (ahora Castelnuovo Don Bosco).

Su santa madre, Margarita» fue educándolo a la fe protegiéndolo de la prepotencia de su hermano mayor Antonio, que no quería que él estudiara.

Antonio tuvo que hacerse cargo de la familia luego de quedar él, Juan y José (los tres hermanos) huérfanos, al morir su padre Francisco, a los 33 años de edad.

La convicción de ser sacerdote comienza a nacer a los nueve años de edad cuando tiene un sueño que será una premonición del futuro.
.
La Virgen Auxiliadora fue acompañándolo en la adolescencia hasta entrar al seminario de Chieri, hasta el sacerdocio (año 1840).

Junto a Don Bosco nacieron grandes vocaciones y santos; esto deja en evidencia la obra que hoy perdura y el bien que hizo a la Iglesia Católica.

Personas como Domingo Savio (santo con solo 15 años) y Miguel Rúa (beato hoy en día) fueron la expresión máxima de la incansable tarea de Juan Bosco.

Fue dotado de grandes dones naturales y sobrenaturales, como los grandes santos.
.
Tuvo el don de profecía, el don de milagros.
.
Se adelantó 100 años al Concilio Vaticano II y eso por su espíritu evangélico
.

Obra-de-Don-Bosco

 

LA VIRGEN MARÍA INTERVIENE EN SU VOCACIÓN SACERDOTAL

 

Sueño de los nueve años

Cuando yo tenía unos nueve años, tuve un sueño que me quedó profundamente grabado en la mente para toda la vida.

En el sueño me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego.

Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban.

Al oír aquellas blasfemias, me metí en medio de ellos para hacerlos callar a puñetazos e insultos.

aquel momento apareció un hombre muy respetable, de varonil aspecto, noblemente vestido.

Un blanco manto le cubría de arriba a abajo, pero su rostro era luminoso, tanto que no se podía fijar en él la mirada.

Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme al frente de aquellos muchachos, añadiendo estas palabras:

No con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad, deberás ganarte a estos amigos.
.
Ponte, pues, ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud.

Aturdido y espantado, dije que yo era un pobre muchacho ignorante, incapaz de hablar de religión a aquellos jovencitos.

En aquel momento, los muchachos cesaron en sus riñas, alborotos y blasfemias y rodearon al que hablaba.

Sin saber casi lo que me decía, añadí:

¿Quién sois para mandarme estos imposibles?

Precisamente porque esto te parece imposible, deberás convertirlo en posible por la obediencia y la adquisición de la ciencia.

¿En dónde? ¿Cómo podré adquirir la ciencia?

Yo te daré la Maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio y, sin la cual, toda sabiduría se convierte en necedad.

Pero, ¿quién sois vos que me habláis de este modo?

Yo soy el Hijo de Aquella a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al día.

Mi madre me dice que no me junte con los que no conozco sin su permiso; decidme, por tanto vuestro nombre.

Mi nombre pregúntaselo a mi Madre.

sanjuanbosco

En aquel momento vi junto a él una Señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada uno de sus puntos fuera una estrella refulgente.

La cual, viéndome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, me indicó que me acercase a ella, y tomándome bondadosamente de la mano, me dijo:

Mira.

Al mirar me di cuenta de que aquellos muchachos habían escapado, y vi en su lugar una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y varios otros animales.

He aquí tu campo, he aquí en donde debes trabajar.

Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo que veas que ocurre en estos momentos con estos animales, lo deberás tú hacer con mis hijos.

Volví entonces la mirada y, en vez de los animales feroces, aparecieron otros tantos mansos corderillos que, haciendo fiestas al Hombre y a la Señora, seguían saltando y bailando a su alrededor.

En aquel momento, siempre en sueños, me eché a llorar.

Pedí que se me hablase de modo que pudiera comprender, pues no alcanzaba a entender que quería representar todo aquello.

Entonces Ella me puso la mano sobre la cabeza y me dijo:

A su debido tiempo, todo lo comprenderás.

Dicho esto, un ruido me despertó y desapareció la visión.

Quedé muy aturdido. Me parecía que tenía deshechas las manos por los puñetazos que había dado y que me dolía la cara por las bofetadas recibidas.

Y después, aquel personaje y aquella señora de tal modo llenaron mi mente, por lo dicho y oído, que ya no pude reanudar el sueño aquella noche.

Por la mañana conté en seguida aquel sueño; primero a mis hermanos, que se echaron a reír, y luego a mi madre y a la abuela.

Cada uno lo interpretaba a su manera. Mi hermano José decía:

Tú serás pastor de cabras, ovejas y otros animales.

Mi madre:

¡Quién sabe si un día serás sacerdote!

Antonio, con dureza:

Tal vez, capitán de bandoleros.

Pero la abuela, analfabeta del todo, con ribetes de teólogo, dio la sentencia definitiva:

No hay que hacer caso de los sueños.

Yo era de la opinión de mi abuela, pero nunca pude echar en olvido aquel sueño. Lo que expondré a continuación dará explicación de ello.

Yo no hablé más de esto, y mis parientes no le dieron la menor importancia.

Pero cuando en el año 1858 fuí a Roma para tratar con el Papa sobre la Congregación salesiana, él me hizo exponerle con todo detalle todas las cosas que tuvieran alguna apariencia de sobrenatural.
.
Entonces conté, por primera vez, el sueño que tuve de los nueve a los diez años.
.
El Papa mandó que lo escribiera literal y detalladamente y lo dejara para alentar a los hijos de la Congregación.
.
Ésta era precisamente la finalidad de aquel viaje a Roma.

 

EL FAMOSO SUEÑO DE SAN JUAN BOSCO SOBRE LAS DOS COLUMNAS — AÑO DE 1862

El 26 de mayo de 1862 Don Bosco había prometido a sus jóvenes que les narraría algo muy agradable en los últimos días del mes.

El 30 de mayo, pues, por la noche les contó una parábola o semejanza según él quiso denominarla.

dos columnas don bosco

He aquí sus palabras:

Os quiero contar un sueño.

Es cierto que el que sueña no razona; con todo, yo que Os contaría a Vosotros hasta mis pecados si no temiera que salieran huyendo asustados, o que se cayera la casa, les lo voy a contar para su bien espiritual.

Este sueño lo tuve hace algunos días.

Figúrense que están conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escrollo aislado, desde el cual no ven más tierra que la que tienen debajo de los pies.

En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar.

Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros (televisión, radio, cine, teatro, prensa), y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos hacerle el mayor daño posible.

A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga.

El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos.

En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra.
.
Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum.

Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium.

El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir.

Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa.

Celebran consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.

Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa.

El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas.

Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla.
.
Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo.
.
Otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones.

.
El combate se toma cada vez más encarnizado.

Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles.

En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino.

A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura.

Pero apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.

Disparan entretanto los cañones de los asaltantes, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones.

Muchas naves se abren y se hunden en el mar.

Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate.

Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente.
.
Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan.
.
El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere.

.
Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible.

Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante.

Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor.

Los enemigos comienzan a desanimarse.

El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas.
.
Y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia.
.
Y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.
.
Entonces se produce una gran confusión.

Todas las naves que hasta aquel omento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente.

Unas al hundirse procuran hundir a las demás.

Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.

Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos.

Hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas.

Y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa.

En el mar reina una calma absoluta.

Al llegar a este punto del relato, San Juan Bosco preguntó a Beato Miguel Rúa: —¿Qué piensas de esta narración?

Beato Miguel Rúa contestó:

Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza.
.
Las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo.
.
Los que defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede.
.
Los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla.
.
Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

El Beato Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y San Juan Bosco nada dijo tampoco sobre este particular. Solamente añadió:

Has dicho bien. Solamente habría que corregir una expresión.

Las naves de los enemigos son las persecuciones.

Se preparan días difíciles para la Iglesia.

Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder.

Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen.

¡Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto!

Devoción a María Santísima.

Frecuencia de Sacramentos: Comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros y para hacerlos practicar a los demás siempre y en todo momento.

¡Buenas noches!

(Memorias Biográficas de San Juan Bosco)


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

¿Te gustó este artículo? Entra tu email para recibir nuestra Newsletter, es un servicio gratis:

Categories
Amenazas Movil NOTICIAS Noticias 2018 - julio - diciembre Papa Predicciones Religion e ideologías Signos de estos Tiempos SIGNOS DE ESTOS TIEMPOS Signos Globales de estos Tiempos

Las Profecías de Don Bosco sobre la Crisis en la Iglesia

San Juan Bosco realizó una serie de profecías, disfrazadas como “sueños”.

Hay dos se refieren a una gran crisis en la Iglesia y su solución.

Muestran cómo la Iglesia es atacada y cómo finalmente se reconstruirá por una intervención divina.

“El sueño de las dos columnas” es la profecía más conocida de ella.

Pero también está la “Marcha de los 200 días”, que debe leerse conjuntamente con la anterior.

Don Bosco previó las dificultades en el futuro de la Iglesia ya en 1862.

Maneja la alegoría a través de un barco en el mar tormentoso sufriendo ataques.

Varios papas se esfuerzan para amarrar a la Iglesia y anclarla entre dos columnas que aparecen en medio de aguas peligrosas.

Las columnas simbolizan dos devociones: Jesús en el Santísimo Sacramento y María Inmaculada, la Auxiliadora.

Un Papa es muerto en la batalla, lo que no significa necesariamente muerte física; también puede significar que no logra derrotar a los atacantes o directamente es derrotado.

Los enemigos parecen derrotar a la Iglesia.

Pero la calma y la paz llegan a la Iglesia sólo cuando el sucesor del Papa muerto ancla la Iglesia entre las dos columnas.

El mensaje es que el futuro de la Iglesia está garantizado cuando los sucesores de Pedro logran anclar a la Iglesia a las devociones de Jesús (Santísimo Sacramento) y María (María Auxilio de los Cristianos).

Lo cual supone que antes de esto, los atacantes habían logrado debilitar ambas devociones.

Hay dos frases que muestran el pensamiento de Don Bosco respecto a los tiempos difíciles que pasará la Iglesia,

“Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación de lo que tiene que suceder.” 

“La Iglesia deberá pasar tiempos críticos y sufrir graves daños, pero al fin el Cielo mismo intervendrá para salvarla.

Después vendrá la paz y habrá en la Iglesia un nuevo y vigoroso florecimiento”.

En el sueño de las Dos Columnas, el más conocido de ellos, Don Bosco habla del arsenal de los atacantes.

Habla de armas convencionales como cañones y fusiles, pero también se refiere a libros, lo que nos permite comprender que hay también un ataque ideológico.

Y que éste es previo al desembarque y ataque cuerpo a cuerpo.

En nuestra época las tres más formidables ideologías que han atacado a la Iglesia, penetrando en su interior, son el comunismo, el modernismo y el homosexualismo.

El comunismo creó corrientes como le Teología de la Liberación, que puso énfasis en la luchas de clases materialista, y que modernamente lo podemos resumir como marxismo cultural.

El modernismo, que puso énfasis en la reinterpretación de la Biblia en términos simbólicos y en la reformulación de la moral cristiana para adaptarla a la moral del mundo.

Y el homosexualismo, que es la adopción de un estilo de vida que no se alinea con la naturaleza sexual de los sacerdotes, sino que la invierte y pervierte.

La profecía narra cómo el ataque de los enemigos hacia la Iglesia va subiendo de intensidad hasta llegar al abordaje, que significa que el enemigo ya está visible en las parroquias y claustros.

Y la lucha cuerpo a cuerpo implica la batalla que cada uno de nosotros tiene con los enemigos dentro de la Iglesia.

Veamos el texto de “El Sueño de las Dos Columnas” para analizar sus detalles.

 

EL SUEÑO DE LAS DOS COLUMNAS DE SAN JUAN BOSCO

El 26 de mayo de 1862 Don Bosco había prometido a sus jóvenes que les narraría algo muy agradable en los últimos días del mes.

El 30 de mayo, pues, por la noche les contó el sueño.

Os quiero contar un sueño.

Es cierto que el que sueña no razona; con todo, yo que Os contaría a Vosotros hasta mis pecados si no temiera que salieran huyendo asustados, o que se cayera la casa, les lo voy a contar para su bien espiritual.

Este sueño lo tuve hace algunos días.

Figúrense que están conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escrollo aislado, desde el cual no ven más tierra que la que tienen debajo de los pies.

En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar.

Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros [podemos pensar también en televisión, radio, internet, cine, teatro, prensa].

se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos hacerle el mayor daño posible.

A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga.

El viento les es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos.

En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra

Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum.

Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus Credentium.

El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir.

Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa.

Celebran el consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.

Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa. 

El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas.

Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla.

Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo.

Otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se toma cada vez más encarnizado.

Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. 

En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino. 

A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura.

Pero apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.

Disparan entretanto los cañones los asaltantes, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones.

Muchas naves se abren y se hunden en el mar.

Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate.

Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente.

Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan. 

El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere.

Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible.

Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante.

Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor.

Los enemigos comienzan a desanimarse. 

El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas.

Y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia.

Y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.

Entonces se produce una gran confusión.

Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente.

Unas al hundirse procuran hundir a las demás.

Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.

Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos.

Hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas.

Y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa.

En el mar reina una calma absoluta.

Al llegar a este punto del relato, San Juan Bosco preguntó a Beato Miguel Rúa:

¿Qué piensas de esta narración?

El Beato Miguel Rúa contestó:

Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza: las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo.

Los que defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla.

Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

El Beato Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y San Juan Bosco nada dijo tampoco sobre este particular.

Solamente añadió:

Has dicho bien. Solamente habría que corregir una expresión. 

Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días difíciles para la Iglesia.

Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder. 

Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. 

¡Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto! Devoción a María Santísima.
.
Y frecuencia de los Sacramentos: Comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros y para hacerlos practicar a los demás siempre y en todo momento.

El sueño es una alegoría de la lucha a la que cada católico está enfrentado dentro de la Iglesia.

En la profecía se habla que el Papa llama a dos Consejos y Concilios a los capitanes de las naves menores.

La primera llamada de la nave capitana a un Consejo puede significar el Concilio Vaticano I, que acabó ante la entrada de las tropas masónicas en Roma y los cardenales huyeron.

Y la segunda llamada puede significar el Concilio Vaticano II, que ante la división, adoptó medidas de compromiso para mantener la unidad.

Lo que más tarde llevó a decir al Papa Pablo VI en 1972,

El humo de Satanás ha penetrado por alguna fisura de la Iglesia

“Se creía que después de la Concilio Vaticano II habría un día soleado en la historia de la Iglesia.

Pero otro gallo cantaría, porque en su lugar llegó un día de nubes, tormentas y oscuridad.”

Y 5 años después, el Cardenal Karol Wojtyla, diría en el Congreso Eucarístico de Filadelfia:

“Estamos ahora ante la confrontación histórica más grande que la humanidad jamás haya pasado…

Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y la anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio.

Debemos estar preparados para someternos a grandes pruebas en un futuro no muy lejano.

Pruebas que requerirán que estemos listos para renunciar incluso a nuestras vidas, y un regalo total de sí mismo para Cristo y para Cristo.

A través de sus oraciones y las mías, es posible aliviar esta tribulación, pero ya no es posible evitarla…

¡Cuántas veces la renovación de la Iglesia se produjo en sangre! No será diferente esta vez.”.

La profecía de las dos columnas tiene su continuación en el menos conocido sueño de Don Bosco de “La Marcha de los 200 días”.

 

LA VICTORIA DEL PAPA ANCLADO EN LAS DOS COLUMNAS

En la profecía de la Marcha de los 200 Días, Don Bosco indicaba lo que iba a significar la victoria del Papa anclado a las dos columnas.

Era una noche oscura, y los hombres ya no podían encontrar su camino de regreso a sus propios países.

De repente una luz brillante brilló en el cielo, iluminando su camino como al mediodía.

En ese momento salió del Vaticano, como en procesión, multitud de hombres y mujeres, niños pequeños, monjes, monjas y sacerdotes, y a su cabeza el Papa.

Pero una furiosa tormenta estalló, algo oscureciendo esa luz, como si la luz y la oscuridad estuvieran encerradas en la batalla.

Mientras tanto, la larga procesión llegó a una pequeña plaza llena de muertos y heridos, muchos de los cuales lloraban pidiendo ayuda.

Las filas de la procesión se adelgazaban considerablemente.

Después de una marcha de doscientos días, todos se dieron cuenta de que ya no estaban en Roma.

Desalentados, rodearon al Pontífice para protegerlo y ministrarle en sus necesidades.

En ese momento aparecieron dos ángeles, con un estandarte que presentaba al Sumo Pontífice, diciendo:

Tomad la bandera de Aquella que pelea y derrota a los más poderosos ejércitos de la tierra: vuestros enemigos han desaparecido: con lágrimas y suspiros sus hijos abogan por Su regreso.”

Un lado del estandarte llevaba la inscripción: Regina sine labe concepta [Reina concebida sin pecado], y el otro lado decía: Auxilium Christianorum [Ayuda de los cristianos].

El Pontífice aceptó la bandera alegremente, pero se angustió al ver cuán pocos eran sus seguidores.

Pero los dos ángeles continuaron diciendo:

Vayan, reconforten a sus hijos, escriban a sus hermanos esparcidos por todo el mundo que los hombres deben reformar sus vidas, y esto no puede lograrse si no se parte el pan del Verbo Divino entre los pueblos.

El catecismo y la predicación del desapego de las cosas terrenas.

Ha llegado el momento, concluyeron los dos ángeles, cuando los pobres evangelizarán al mundo.

Los sacerdotes serán buscados entre los que manejan la azada, la pala y el martillo, como David profetizó:

“Dios levantó al pobre de los campos para ponerlo en el trono de su pueblo”.

Al oír esto, el Pontífice siguió adelante, y las filas comenzaron a hincharse.

Al llegar a la Ciudad Santa, el Pontífice lloró al ver a sus ciudadanos desolados, ya que muchos de ellos ya no estaban.

Luego entró en San Pedro y entonó el Te Deum, al que un coro de ángeles respondió, cantando: Gloria in excelsis Deo et en terra pax hominibus bonae voluntatis.

Cuando terminó la canción, toda la oscuridad desapareció y brilló un sol abrasador.

La población había disminuido mucho en las ciudades y en el campo.

La tierra fue destrozada como por un huracán y la tormenta de granizo, y la gente se buscó unos a otros, profundamente conmovidos, y diciendo: Est Deus en Israel [Hay un Dios en Israel].

Desde el inicio del exilio hasta la entonación del Te Deum, el sol subió 200 veces. Todos los eventos descritos cubren un período de 400 días.

Esta profecía muestra la intervención del cielo, comunicada a través de los ángeles al pastor de una Iglesia pobre, pequeña y sufriente.

Le da ánimos para seguir adelante y anunciar “el catecismo y la predicación del desapego de las cosas terrenas”.

Esa debilidad se va tornando en fortaleza y sus filas se engrosan más y más hasta que desaparece la oscuridad.

Fuentes:

Categories
Foros de la Virgen María MENSAJES Y VISIONES San Juan Bosco

Sueños de San Juan Bosco: los Mártires de Turin, 1845

Un sueño había de ilustrar la mente de San Juan Bosco sobre el fin glorioso de los esclarecidos mártires de Turín, Adventor, Octavio y Solutor, cuyo martirio había tenido como escenario, según lo indicara la Señora de sus pensamientos, el mismo lugar en que sus obras comenzaban a incrementarse prodigiosamente…

He aquí lo que nos dice Lemoyne, que recogió el relato de labios del Santo:

Le pareció encontrarse en el extremo septentrional del Rondó o Círculo Valdocco y dirigiendo la mirada hacia el Dora, entre los esbeltos árboles que en aquel tiempo adornaban, perfectamente alineados, la avenida hoy denominada Regina Margherita, vio hacia la parte baja, a una distancia de unos setenta metros de la contigua calle Cottolengo, en un campo sembrado de patatas, maíz, fréjoles y repollos, a tres bellísimos jóvenes resplandecientes de luz.

Estaban a pie firme en el mismo espacio que le había sido indicado en el sueño precedente, como teatro de su glorioso martirio. Los tres le invitaron a bajar y a unirse a ellos. San Juan Bosco se apresuró a hacerlo, y cuando, estuvo en su compañía le condujeron amablemente hasta el extremo del lugar en el que ahora se eleva la majestuosa iglesia de María Auxiliadora.

El Santo, después de recorrer un breve espacio, yendo de maravilla en maravilla, se encontró en presencia de una Matrona magníficamente ataviada y de una indecible hermosura, de extraordinario esplendor y majestad, junto a la cual se veía un venerable senado de ancianos con aspecto de príncipes. A Ella como a Reina formábanle cortejo innumerables personajes de una belleza y de una gracia deslumbradoras.

La Matrona, que había aparecido en el lugar que hoy ocupa el altar mayor de la iglesia grande, invitó a San Juan Bosco a que se le acercara. Cuando lo tuvo junto a sí, le manifestó que aquellos tres jóvenes que le habían conducido a su presencia, eran los Mártires Solutor, Adventor y Octavio, y con esto parecía quererle indicar que ellos serían los patronos especiales de aquel lugar.

Después, con una encantadora sonrisa y con afectuosas palabras lo animó a que no abandonara a sus jóvenes y a proseguir cada vez con mayor entusiasmo la obra emprendida; le anunció que encontraría obstáculos al parecer insuperables, pero que todos serían vencidos y allanados si ponía su confianza en la Madre de Dios y en su Divino Hijo.

Finalmente le mostró a poca distancia una casa, que realmente existía y que después supo ser propiedad de un tal señor Pinardi, y una pequeña iglesia en el sitio preciso en el que ahora se encuentra la de San Francisco de Sales con los edificios anexos.

Levantando la diestra, la Señora exclamó con voz inefablemente armoniosa: «HAEC EST DOMUS MEA: INDE GLORIA MEA». Al oír estas palabras, San Juan Bosco se sintió tan emocionado que se estremeció y entonces la figura de la Virgen, que tal era aquella Señora y toda aquella visión desapareció como la niebla en presencia del sol.

Él, entre tanto, confiado en la bondad y en la misericordia divina, renovó a los pies de la Santísima Virgen la consagración de sí mismo a la obra a la cual había sido llamado.

A la mañana siguiente, muy contento por el sueño que había tenido la noche anterior, Don Bosco se apresuró a visitar la casa que la Virgen le había indicado. Al salir de su habitación dijo al teólogo Borel: —Voy a ver una casa a propósito para nuestro Oratorio.

Pero, cual no sería su sorpresa cuando, al llegar al lugar indicado, en vez de encontrar una casa con una iglesia, halló una morada de gente de mala vida. Al regresar al Refugio y habiendo sido interrogado por el mismo teólogo, sin más explicación, le dijo que la casa sobre la cual había fundado sus proyectos, no le servía para el fin propuesto. En otro sueño recibió de la Virgen la explicación, y el sitio le sirvió.

 

 

Categories
Foros de la Virgen María MENSAJES Y VISIONES San Juan Bosco

Sueños de San Juan Bosco: el Emparrado, 1847

En 1864, una noche, después de las oraciones, Don Bosco reunía en su habitación para darles una conferencia, según era su costumbre, a los jóvenes que integraban la Congregación, entre los cuales se hallaban Don Victorio Alasonatti, [Beato] Miguel Rúa, Don Juan Cagliero, Don Celestino Durando, Don José Lazzero y Don Julio Barberis. Después de haberles hablado del desapego de las cosas del mundo y de la familia, para seguir el ejemplo de Jesucristo, les contó un sueño que había tenido diecisiete años atrás. He aquí sus palabras:

«Les he contado ya muchas cosas en forma de sueño de las que podíamos deducir lo mucho que la Santísima Virgen nos ama y nos ayuda; mas, ya que estamos reunidos aquí nosotros solos, para que cada uno de los presentes tenga la seguridad de que es la Santísima Virgen la que quiere nuestra Congregación y a fin de que nos animemos cada vez más á trabajar para la mayor gloria de Dios, os contaré, no ya un sueño, sino lo que la misma Madre de Dios me hizo ver. Ella quiere que pongamos en su bondad toda nuestra confianza. Yo os hablo como un padre a sus queridos hijos, pero deseo que guardéis absoluta reserva sobre cuanto os voy a decir y que nada comuniquéis de esto a los jóvenes del Oratorio o a las personas de fuera, para no dar motivos a malas interpretaciones por parte de los malintencionados.

Un día del año 1847, después de haber meditado yo mucho sobre la manera de hacer el bien, especialmente en provecho de la juventud, se me apareció la Reina de los Cielos y me condujo a un jardín delicioso. En él había un rústico pero al mismo tiempo bellísimo y amplio pórtico construido en forma de vestíbulo. Plantas trepadoras adornaban y cubrían las pilastras, y sus grandes ramas, exuberantes de hojas y de flores, superponiéndose las unas a las otras, se entrelazaban al mismo tiempo, formando un gracioso toldo. Este pórtico daba a un bello sendero, a lo largo del cual se extendía un hermosísimo emparrado, flanqueado y cubierto de maravillosos rosales en plenafloración. También el suelo estaba cubierto de rosas.

La Santísima Virgen me dijo:
—Avanza bajo ese emparrado; ese es el camino que
debes recorrer
.
Me descalcé para no ajar aquellas flores. Me sentí satisfecho de haberme descalzado, pues hubiera sentido tener que pisar unas rosas tan hermosas. Y sin más, comencé a caminar; pero pronto me di cuenta de que aquellas rosas ocultaban punzantes espinas; de forma que mis pies comenzaron a sangrar. Por tanto, después de haber dado algunos pasos, me vi obligado a detenerme y seguidamente a volver atrás.

—Aquí es necesario llevar el calzado puesto, —dije ami guía.
—¡Cierto! —me respondió— Se necesita un buen calzado.

Me calcé, pues, y volví a emprender el camino con algunos compañeros, los cuales habían aparecido en aquel momento, pidiéndome que les permitiera acompañarme. Accedí y siguieron detrás de mí bajo el emparrado, que era de una hermosura indecible; pero, conforme avanzaba, me parecía más estrecho y más bajo.

Muchas ramas descendían de lo alto y subían como festones; otras avanzaban erectas hacia el sendero. De los troncos de los rosales salían algunas ramas acá y acullá horizontalmente; otras formaban un tupido seto, invadiendo gran parte del camino; otras crecían en distintas direcciones a poca altura del suelo. Todas, sin embargo, estaban cuajadas de rosas; yo no veía más que rosas a los lados, rosas encima de mí, rosas delante de mis pasos.

Mientras tanto sentía agudos dolores en los pies y hacía algunas contorsiones con el cuerpo al tocar las rosas de una y otra parte, comprobando que entre ellas se escondían espinas aún más agudas.

Con todo, proseguí adelante. Mis piernas se enredaban en las ramas tendidas por el suelo produciéndome dolorosas heridas; al intentar apartar una rama atravesada en el camino o al agacharme para pasar por debajo de alguna otra, sentía las punzadas de las espinas, no sólo en las manos, sino en todos mis miembros.

Las rosas que veía por encima de mí, también ocultaban una gran cantidad de espinas que se me clavaban en la cabeza. A pesar de ello, animado por la Santísima Virgen proseguí mi camino. De cuando en cuando experimentaba punzadas aún más intensas y penetrantes que me producían un dolor agudísimo.

Entretanto, todos aquellos, y eran muchísimos, que meveían caminar bajo aquel emparrado, decían:
¡Oh! Vean cómo [San] Juan Bosco camina siempre entre rosas; él sigue adelante sin dificultades; todo le sale bien.

Pero los tales no veían las espinas que desgarraban mis miembros. Muchos clérigos, sacerdotes y seglares, por mí invitados, comenzaron a seguirme con premura, atraídos por la belleza de aquellas flores; pero cuando se dieron cuenta de que era necesario caminar sobre punzantes espinas y que éstas brotaban por todas partes, comenzaron a decir a voz en grito:
¡Nos han engañado!
El que quiera caminar sin dificultad alguna sobre las rosas — les decía yo— que se vuelva atrás; los demás que me sigan.


No pocos volvieron atrás. Después de haber recorrido un buen trecho de camino, me volví para observar a mis compañeros. Pero ¡cuál no sería mi dolor!, al ver que Una gran parte de ellos había desaparecido y otra parte, volviéndome las espaldas, se alejaba de mi. Inmediatamente volví atrás para llamarlos, pero todo fue inútil, pues ni siquiera me escuchaban. Entonces comencé a llorar desconsoladamente y a querellarme diciendo:

—¿Es posible que tenga que recorrer yo solo este camino tan difícil?
Pero pronto me sentí consolado. Vi avanzar hacia mí un numeroso grupo de sacerdotes, de clérigos y de personas seglares, los cuales me dijeron:
—Aquí nos tienes; somos todos tuyos y estamos dispuestos a seguirte.


Poniéndome entonces al frente de ellos reemprendí el camino. Solamente algunos se desanimaron, deteniéndose, pero la mayoría llegó conmigo a la meta.

Después de haber recorrido el emparrado en toda su longitud, me encontré en un nuevo y amenísimo jardín, rodeado de todos mis seguidores. Todos estaban macilentos, desgreñados, cubiertos de sangre. Entonces se levantó una suave brisa y al conjuro de la misma todos sanaron. Sopló nuevamente otro vientecillo y, como por ensalmo, me encontré rodeado de un inmenso número de jóvenes y de clérigos, de coadjutores y de sacerdotes, que comenzaron a trabajar conmigo guiando a aquella juventud. A algunos no los conocía, otras fisonomías, en cambio, me eran familiares.

Entretanto, habiendo llegado a un paraje elevado del jardín, me encontré con un edificio colosal, sorprendente por su magnificencia artística, y al cruzar el umbral penetré en una espaciosa sala tan rica, que ningún palacio del mundo podría contener otra igual. Estaba completamente adornada con rosas fragantísimas y sin espinas, de las que emanaba un suavísimo olor. Entonces, la Santísima Virgen, que había sido mi guía, me pregunt
ó:

—¿Sabes qué es lo que significa lo que estás viendo ahora y lo que has observado antes?
No —respondí—, os ruego que me lo expliquéis.

Entonces Ella dijo:
Has de saber que el camino por ti recorrido entre rosas y espinas significa el cuidado con que has de atender a la juventud; debes caminar con el calzado de la mortificación. Las espinas que estaban a flor de tierra representan los afectos sensibles, las simpatías o antipatías humanas que apartan al educador de su verdadero fin, que lo hieren o lo detienen en su misión, que le impiden avanzar y cosechar coronas para la vida eterna. Las rosas son símbolo de la caridad ardiente que debe ser tu distintivo y el de todos tus seguidores. Las otras espinas son los obstáculos, los sufrimientos, los disgustos que tendréis que soportar. Pero, no te desanimes. Con la caridad y con la mortificación superaras todas las dificultades y llegaras a las rosas sin espinas.


Apenas la Madre de Dios hubo terminado de hablar, volví en mí y me encontré en mi habitación».

Notable es la circunstancia y muy digna de señalar, de que San Juan Bosco no habla aquí de un simple sueño, sino de una verdadera y auténtica visión. Al comenzar a expresarse, el siervo de Dios dice categóricamente: «…A fin de que nos animemos a trabajar cada vez más a la mayor gloria de Dios, ¡es contaré, no ya un sueño, sino lo que la misma Madre de Dios me hizo ver».

Terminando su relato con las siguientes palabras: «Apenas la Madre de Dios hubo terminado de hablar, volví en mí y me encontré en mi habitación». Tanto una como otra expresión ponen de manifiesto que aquí se trata de una verdadera visión.

IR ARRIBA

Categories
Foros de la Virgen María MENSAJES Y VISIONES San Juan Bosco

Sueños de San Juan Bosco: el Ataque de la Bestia, 1863

Don Bosco sueña con el ataque de un elefante a los alumnos, y aparece la Virgen gritando «venid a mi» y muchos jóvenes iban al amparo de aquel manto, que se extendía cada vez más y más. Los primeros en acudir a tal refugio fueron los jóvenes más buenos.
 
 Y luego dice: «Vosotros que habéis escuchado mi voz y han escapado de los estragos del demonio, han visto y podido observar a sus compañeros pervertidos…»

No habiendo podido dar [San] Juan Don Bosco el aguinaldo el ultimo día del año a todos ¡os alumnos, por no encontrarse en casa, al regresar de Borgo Cornalese, el día cuatro de enero, que era domingo, les prometió que se lo daría en la noche de la fiesta de la Epifanía.

Era, pues, el 6 de enero de 1863 y todos los jóvenes, artesanos y estudiantes, reunidos en el mismo lugar, esperaban con ansiedad el suspirado aguinaldo.

Rezadas las oraciones, el buen padre subió a su tribuna y comenzó a decir así:

«Esta es la noche del aguinaldo. Todos los años cuando se aproximan las fiestas de Navidad suelo dirigir al Señor oraciones especiales, para que me inspire algún aguinaldo, que pueda servir para vuestro bien espiritual.

Pero este año he redoblado mis súplicas, puesto que el número de los jóvenes que me escuchan es mucho mayor. Pasó, sin embargo, el último día del año, llegó el jueves, el viernes y… nada de nuevo. En la noche del viernes fui a acostarme, cansado de las fatigas del día, pero no pude pegar un ojo en toda ella, de forma que por la mañana me encontraba medio muerto de cansancio. No perdí la serenidad por eso, antes bien, me alegré, pues sabía que cuando el Señor me va a manifestar algo, suelo pasar muy mal la noche precedente.

Continué mis ocupaciones en Borgo Cornalese y en la noche del sábado llegué entre vosotros. Después de confesar me fui a dormir, y debido al cansancio motivado por las pláticas y por las confesiones de Borgo y por lo poquísimo que había descansado las noches precedentes, me quedé dormido. Y aquí comienza el sueño que me ha de servir para daros el aguinaldo.

***************************************************************

Mis queridos jóvenes: Soñé que era día festivo, la hora del recreo después del almuerzo y que se divertían de mil maneras. Me pareció encontrarme en mi habitación con el caballero Vallauri, profesor de bellas letras. Habíamos hablado de algunos temas literarios y de otras cosas relacionadas con la religión; de pronto oigo a la puerta el tac-tac de alguien que llama.

Corro a abrir; era mi madre, muerta hacía seis años, que me dice asustada:
—Ven a ver, ven a ver.
—¿Qué hay?, —le pregunté—.

Sin más me condujo al balcón y he aquí que veo en el patio en medio de los jóvenes un elefante de colosal tamaño.

—Pero ¿cómo puede ser eso?, —exclamé—. ¡Vamos, vamos!

Y lleno de pavor miraba al caballero Vallauri y éste a mí como si nos preguntásemos la causa de la presencia de aquella bestia descomunal en medio de los muchachos. Sin pérdida de tiempo bajamos los tres al patio.

Muchos de Vosotros, como es natural, se habían acercado a ver al elefante. Este parecía de índole dócil; se divertía correteando con los jóvenes; los acariciaba con la trompa; era tan inteligente, que obedecía los mandatos de sus pequeños amigos como si hubiera sido amaestrado y domesticado en el Oratorio desde sus primeros años, de forma que numerosos jóvenes le acariciaban con toda confianza y le seguían por doquier. Mas no todos estaban alrededor de aquella bestia. Pronto vi que la mayor parte huían asustados de una parte a otra buscando un lugar de refugio, y que al fin entraban en la iglesia.

Yo también intenté penetrar en ella por la puerta que comunica con el patio, pero al pasar junto a la estatua de la Virgen, colocada cerca de la bomba, toqué la extremidad del manto de Nuestra Señora como para invocar su patrocinio, y entonces Ella levantó el brazo derecho. Vallauri quiso imitarme haciendo lo mismo por la otra parte y la Virgen levantó el brazo izquierdo.

Yo estaba sorprendido sin saber explicarme un hecho tan extraño.

Llegó entretanto la hora de las funciones sagradas y Vosotros se dirigieron todos a la iglesia. También yo entré en ella y vi al elefante de pie al fondo del templo cerca de la puerta.

Se cantaron las Vísperas y después de la plática me dirigí al altar acompañado de Don Alasonatti y de Don Savio para dar la bendición con el Santísimo Sacramento. Pero en el momento solemne en el que todos estaban profundamente inclinados para adorar al Santo de los Santos, vi, siempre al fondo de la iglesia en el centro del pasillo, entre las dos hileras de los bancos, al elefante arrodillado e inclinado, pero en sentido inverso, esto es, con la trompa y los colmillos vueltos en dirección a la puerta principal.

Terminada la función, quise salir inmediatamente al patio para ver lo que sucedía; pero como tuve que atender en la sacristía a alguien que me quería comunicar una noticia, hube de detenerme un poco.

Mas he aquí que poco después me encuentro bajo los pórticos mientras ustedes reanudaban en el patio sus juegos. El elefante, al salir de la iglesia, se dirigió al segundo patio, alrededor del cual están los edificios en obra. Tengan presente esta circunstancia, pues en aquel patio tuvo lugar la escena desagradable que voy a contarles seguidamente.

De pronto vi aparecer allá al final del patio un estandarte en el que se veía escrito, con caracteres cubitales: Sancta María, succurre míseris. Los jóvenes formaban detrás procesionalmente. Cuando de repente y sin que nadie lo esperara, vi al elefante que al principio parecía tan manso, arrojarse contra los circunstantes dando furiosos mugidos y cogiendo con la trompa a los que estaban más próximos a él, los levantaba en alto, los arrojaba al suelo, pisoteándolos y haciendo un estrago horrible. Mas a pesar de ello, los que habían sido maltratados de esa manera no morían, sino que quedaban en estado de poder sanar de las heridas espantosas que les produjeran las acometidas de la bestia.

La dispersión entonces fue general: unos gritaban; otros lloraban; otros, al verse heridos pedían auxilio a los compañeros, mientras, cosa verdaderamente incalificable, algunos jóvenes a los que la bestia no había hecho daño alguno, en lugar de ayudar y socorrer a los heridos, hacían un pacto con el elefante para proporcionarle nuevas víctimas.

Mientras sucedían estas cosas (yo me encontraba en el segundo arco del pórtico junto a la bomba), aquella estatuita que ven allá ([San] Juan Don Bosco indicaba la estatua de la Santísima Virgen) se animó y aumentó de tamaño; se convirtió en una persona de elevada estatura, levantó los brazos y abrió el manto, en el cual se veían bordadas, con exquisito arte, numerosas inscripciones. El manto alcanzó tales proporciones que llegó a cubrir a todos los que acudían a guarnecerse debajo de él: allí todos se encontraban seguros. Los primeros en acudir a tal refugio fueron los jóvenes más buenos, que formaban un grupo escogido, pero al ver la Santísima Virgen que muchos no se apresuraban a acudir a Ella, les gritaba en alta voz:
—Venite ad me omnes!

Y he aquí que la muchedumbre de los jóvenes seguía afluyendo al amparo de aquel manto, que se extendía cada vez más y más.

Algunos, en cambio, en vez de acogerse a él, corrían de una parte otra, resultando heridos antes de ponerse en seguro. La Santísima Virgen, angustiada, con el rostro encendido, continuaba gritando, pero cada vez eran más raros los que acudían a Ella.

El elefante proseguía causando estragos, y algunos jóvenes, manejando una y dos espadas, situándose en una y otra parte, dificultaban a los compañeros que se encontraban en el patio, amenazándolos o impidiéndoles que acudiesen a María. A los de las espadas el elefante no les molestaba lo más mínimo.

Algunos de los muchachos que se habían refugiado cerca de la Virgen animados por Ella comenzaron a hacer frecuentes correrías; y en sus salidas conseguían arrebatar al elefante alguna presa, y trasportaban al herido bajo el manto de la estatua misteriosa, quedando los tales inmediatamente sanos. Después, los emisarios de María volvían a emprender nuevas conquistas. Varios de ellos, armados con palos, alejaban a la bestia de sus víctimas, manteniendo a raya a los cómplices de la misma. Y no cesaron en su empeño aun a costa de la propia vida, consiguiendo poner a salvo a casi todos.

El patio aparecía ya desierto. Algunos muchachos estaban tendidos en el suelo, casi muertos. Hacia una parte, junto a los pórticos, se veía una multitud de jóvenes bajo el manto de la Virgen. En otra, a cierta distancia, estaba el elefante con diez o doce muchachos que le habían ayudado en su labor destructora, esgrimiendo aún insolentemente en tono amenazador sus espadas. Cuando he aquí que el animal, irguiéndose sobre las patas posteriores, se convirtió en un horrible fantasma de largos cuernos; y tomando un amplio manto negro o una red, envolvió en ella a aquellos miserables que le habían ayudado, dando al mismo tiempo un tremendo rugido. Seguidamente los envolvió a todos en una espesa humareda y abriéndose la tierra bajo sus pies desaparecieron con el monstruo.

Al finalizar esta horrible escena miré a mi alrededor para decir algo a mi madre y al caballero Vallauri, pero no los vi.

Me volví entonces a María, deseoso de leer las inscripciones bordadas en su manto, y vi que algunas estaban tomadas literalmente de las Sagradas Escrituras, y otras un poco modificadas. Leí estas entre otras muchas:

Qui elucidant me, vitam aetemam habebunt: qui me invenerit, inveniet vitam; si quis est parvulus veniat ad me; refugium peccatorum; salus credentium; plena omnis pietatis, mansetúdinis et misericordiae. Beati qui custodiunt vias meas.

Tras la desaparición del elefante todo quedó tranquilo. La Virgen parecía como cansada por su mucho gritar. Después de un breve silencio dirigió a los jóvenes la palabra, diciéndoles bellas frases de consuelo y de esperanza; repitiendo la misma sentencia que ven bajo aquel nicho, mandadas escribir por mí: Qui elucidant me, vitam aetemam habebunt. Después dijo:

—Vosotros que habéis escuchado mi voz y han escapado de los estragos del demonio, han visto y podido observar a sus compañeros pervertidos.

¿Quieren saber cuál fue la causa de su perdición? Sunt colloquia prava: las malas conversaciones contra la pureza, las malas acciones a que se entregaron después de las conversaciones inconvenientes. Vieron también a sus compañeros armados de espadas: son los que procuran su ruina alejándolos de Mí; los que fueron la causa de la perdición de muchos de sus condiscípulos. Pero quos diutius expectat durius damnat. Aquellos a los cuales espera Dios durante más largo tiempo, son después más severamente castigados; y aquel demonio infernal, después de envolverlos en sus redes, los llevó consigo a la perdición eterna. Ahora ustedes, márchense tranquilos, pero no olviden mis palabras: Huyan de los compañeros que son amigos de Satanás; eviten las conversaciones malas, especialmente contra la pureza; pongan en Mí una ilimitada confianza, y mi manto les servirá siempre de refugio seguro.

Dichas estas y otras palabras semejantes, se esfumó y nada quedó en el lugar que antes ocupara, a excepción de nuestra querida estatuita.

Entonces vi aparecer nuevamente a mi difunta madre; otra vez se alzó el estandarte con la inscripción: Sancta María, succurre míseris. Todos los jóvenes se colocaron en orden detrás de él y así procesionalmente dispuestos, entonaron la loa: Alaba a María ¡oh, lengua fiel!

Pero pronto el canto comenzó a decaer; después desapareció todo aquel espectáculo y yo me desperté completamente bañado en sudor. Esto es cuanto soñé.

***************************************************************

«¡Oh hijos míos! Deduzcan ustedes mismos el aguinaldo: los que estaban bajo el manto, los que fueron arrojados por los aires, los que manejaban la espada se darán cuenta de su situación si examinan sus conciencias. Yo solamente les repetiré las palabras de la Santísima Virgen: Venite ad me, omnes, recurrid todos a Ella; en toda suerte de peligros invoquen a María, y les aseguro que serán escuchados. Por lo demás, los que fueron tan cruelmente maltratados por la bestia, hagan el propósito de huir de las malas conversaciones, de los malos compañeros; y los que pretendían alejar a los demás de María, que cambien de vida o que abandonen esta casa. Quien desee saber el lugar que ocupaba en el sueño, que venga a verme a mi habitación y yo se lo diré. Pero lo repito: los ministros de Satanás, que cambien de vida o que se marchen. ¡Buenas noches!»

Estas palabras fueron pronunciadas por [San] Juan Don Bosco con tal unción y con tal emoción, que los jóvenes, pensando en el sueño, no le dejaron en paz durante más de una semana. Por las mañanas las confesiones fueron numerosísimas y después del desayuno un buen número se entrevistó con el siervo de Dios, para preguntarle qué lugar ocupaba en el sueño misterioso.

Que no se trataba de un sueño, sino más bien de una visión, lo había afirmado indirectamente [San] Juan Don Bosco mismo, al decir: «Cuando el Señor quiere manifestarme algo, paso…, etc…. Suelo elevar a Dios especiales plegarias, para que me ilumine…»

Y después, al prohibir que se bromease sobre el tema de esta narración.

Pero aún hay más.

En esta ocasión el mismo siervo de Dios escribió en un papel los nombres de los alumnos que en el sueño había visto heridos, de los que manejaban la espada y de los que esgrimían dos; y enseñó la lista a Don Celestino Durando, encargándole de vigilarlos. Don Durando nos proporcionó dicha lista, que tenemos ante la vista, los heridos son 13, a saber: los que probablemente no se refugiaron bajo el manto de la Virgen; los que manejaban una espada eran 17; los que esgrimían dos, se reducían a tres. Una nota al lado de un nombre indica un cambio de conducta. Hemos de observar también que el sueño, como veremos más adelante, no se refería solamente al tiempo presente, sino también al futuro.

Sobre la realidad del sueño, los mismos jóvenes fueron los mejores testigos. Uno de ellos decía: «No creía que [San] Juan Don Bosco me conociese tan bien; me ha manifestado el estado de mi alma, y las tentaciones a que estoy sometido, con tal precisión, que nada podría añadir».

A otros dos jóvenes, a los cuales [San] Juan Don Bosco aseguraba haberlos visto con la espada, se les oyó exclamar: «¡Ah, sí, es cierto; hace tiempo que nos hemos dado cuenta de ello; lo sabíamos!» Y cambiaron de conducta.

Un día, después del desayuno, hablaba de su sueño y tras haber manifestado que algunos jóvenes se habían marchado y otros tendrían que hacerlo, para alejar las espadas de la casa, comenzó a comentar la astucia de los tales, como él la llamaba; y a propósito de ello refirió el siguiente hecho:

Un joven escribió hace poco tiempo a su casa endosando a las personas más dignas del Oratorio, como superiores y sacerdotes, graves calumnias e insultos. Temiendo que [San] Juan Don Bosco pudiese leer aquella carta, estudió y encontró la manera de que llegase a manos de sus parientes sin que nadie lo pudiese impedir. Después del desayuno lo llamé; se presentó en mi habitación y tras de hacerle recapacitar sobre su falta, le pregunté el motivo que le había inducido a escribir tantas mentiras. El negó descaradamente el hecho; yo le dejé hablar, después, comenzando por la primera palabra, le repetí toda la carta.

Confundido y asustado, se arrojó llorando a mis pies, diciendo:
—Entonces ¿mi carta no ha salido?
—Sí, —le respondí—; a esta hora está en tu casa; debes pensar en la reparación.

Algunos preguntaron al [Santo] cómo lo había sabido; pero [San] Juan Don Bosco respondió sonriendo con una evasiva.

He aquí lo que nos dicen las Memorias Biográficas sobre uno de los personajes que intervienen en este sueño: el caballero Vallauri:

Otro personaje celoso, defensor de los propios méritos, incapaz de admitir opiniones contrarias a las suyas, era el célebre Tomás Vallauri, doctor en Bellas letras. Pariente del difunto médico Vallauri, había conocido en el domicilio de este a [San] Juan Don Bosco.

El profesor había hecho públicas algunas ideas propias, algún juicio, sobre los autores latino-cristianos, injuriándoles al asegurar que, siendo la finalidad de los mismos la enseñanza y defensa de la religión, habían descuidado e incluso adulterado la lengua. Este artículo cayó en manos de [San] Juan Don Bosco, el cual estudió la manera de rectificar el criterio de su autor. La ocasión no se hizo esperar, habiendo venido el profesor Vallauri a visitarle, el [Santo] comenzó a hablarle en estos términos:

—Me satisface grandemente el haber llegado a conocer un escritor, cuyo nombre es famoso ya en toda Europa y que honra tanto a la Iglesia con sus obras.

Vallauri, observando la mirada bonachona de [San] Juan Don Bosco, le interrumpió diciéndole:
—¿Quiere acaso darme un zurriagazo?
—Mire, señor profesor -—continuó [San] Juan Don Bosco-—, basándome en su criterio, quiero manifestarle simplemente mi pensamiento: Vos sostenéis que ¡os autores latino-cristianos no escribieron con elegancia sus obras; mientras que a San Jerónimo se le compara por su modo de escribir con Tito Livio, a Lactancio con Cicerón y a otros con Salustio y con Tácito. [San] Juan Don Bosco no añadió más: Vallauri reflexionó un poco y después añadió:
—[San] Juan Don Bosco, tiene razón; dígame qué es lo que debo corregir; obedeceré ciegamente. Es la primera vez que someto mi juicio al de otro.
Y desde aquel día solía repetir al hablar de [San] Juan Don Bosco:
—¡Estos son los sacerdotes que me agradan! ¡Gente sincera!

IR ARRIBA

Categories
A San Juan Bosco DEVOCIONES Y ORACIONES

Oraciones a San Juan Bosco

ORACIÓN

Oh Padre y maestro de la juventud, San Juan Bosco, que tanto trabajasteis por la salvación de las almas, sed nuestra guía en buscar el bien de la nuestra y la salvación del prójimo, ayudadnos a vencer las pasiones y el respeto humano, enséñanos a amar a Jesús Sacramentado, a María Santísima Auxiliadora y al Papa, y obtenednos de Dios una santa muerte, para que podamos un día hallarnos juntos en el Cielo. Así sea.

 

ORACIÓN PARA OBTENER ALGUNA GRACIA ESPECIAL

Oh Don Bosco Santo, cuando estabais en esta tierra no había nadie que acudiendo a Vos, no fuera, por Vos mismo, benignamente recibido, consolado y ayudado. Ahora en el cielo, donde la caridad se perfecciona ¡cuánto debe arder vuestro gran corazón en amor hacia los necesitados! Ved, pues, mis presentes necesidades y ayudadme obteniéndome del Señor (pídase la gracia).

También Vos habéis experimentado durante la vida las privaciones, las enfermedades, las contradicciones, la incertidumbre del porvenir, las ingratitudes, las afrentas, las calumnias, las persecuciones y sabéis qué cosa es sufrir.

Ea, pues, oh Don Bosco Santo, volved hacia mí vuestra bondadosa mirada y obtenedme del Señor cuánto pido, si es ventajoso para mí alma; o si no, obtenedme alguna otra gracia que me sea aún más útil, y una conformidad filial a la divina voluntad en todas las cosas, al mismo tiempo que una vida virtuosa y una santa muerte. Así sea.

 

ORACIÓN A SAN JUAN BOSCO

Oh Don Bosco Santo, que con tan gran amor y celo cultivasteis las múltiples formas de acción católica que hoy florecen en la Iglesia, conceded a sus asociaciones el mayor progreso y desarrollo. Redoblad en todos los corazones la devoción a la Santísima Eucaristía y a María Auxiliadora de los Cristianos. Acrecentad en ellos el amor al Papa, el celo por la propagación de la fe, un solícito esmero por la educación de la juventud y grandes entusiasmos para suscitar nuevas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. Haced que en cada una de las naciones se fomente y arraigue la guerra contra la blasfemia y el mal hablar y contra la prensa impía; haciendo surgir en todas partes nuevos cooperadores para las diversas formas de apostolado recomendadas por el Vicario de Cristo. Infundid en todos los corazones católicos la llama de vuestro celo, para que, viviendo en caridad difusiva, puedan al fin de su vida recoger el fruto de las muchas obras buenas practicadas durante ella.

Padrenuestro…, Dios te salve…, Gloria…
San Juan Bosco, rogad por nosotros.

 

Categories
A San Juan Bosco DEVOCIONES Y ORACIONES

Novena a San Juan Bosco

Comienza el 22 de enero.
DÍA PRIMERO

¡Oh Don Bosco Santo! Por el amor ardiente que tuviste a Jesús Sacramentado y por el celo con que propagaste su culto, sobretodo con la asistencia a la Santa Misa, con la Comunión frecuente y con la visita cotidiana; alcánzanos la gracia de crecer cada vez más en el amor y práctica de tan santas devociones, y de terminar nuestros días fortalecidos y confortados por el celestial alimento de la Divina Eucaristía.

Padrenuestro, avemaría y gloria.

DÍA SEGUNDO

¡Oh Don Bosco Santo! Por el amor ternísimo que tuviste a María Auxiliadora, vuestra Madre y Maestra; alcánzanos una verdadera y constante devoción a tan dulcísima Madre, a fin de que, como hijos suyos devotísimos, podamos merecer su valioso patrocinio en esta vida y de un modo especial en la hora de nuestra muerte.

Padrenuestro, avemaría y gloria.

DÍA TERCERO

¡Oh Don Bosco Santo! Por el amor filial que tuviste a la Santa Iglesia y al Sumo Pontífice, a quien defendiste constantemente; alcánzanos la gracia de ser siempre dignos hijos de la Iglesia Católica, y de amar al Papa y venerar en él al Infalible Vicario de Nuestro Señor Jesucristo.

Padrenuestro, avemaría y gloria.

DÍA CUARTO

¡Oh Don Bosco Santo! Por el amor grande con que amaste a la Juventud y le hiciste de Padre y Maestro, y por los heroicos sacrificios que sobrellevaste por su salvación; haz que también nosotros amemos con un amor santo y generoso a esta porción elegida del Sagrado Corazón de Jesús, y que en todo joven contemplemos la persona adorable de nuestro divino Salvador.

Padrenuestro, avemaría y gloria.

DÍA QUINTO

¡Oh Don Bosco Santo! Tú que a fin de continuar y extender siempre más tu santo apostolado, fundaste la Sociedad Salesiana y el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora; haz que los miembros de estas dos Familias Religiosas estén siempre llenos de tu espíritu y sean fieles imitadores de tus heroicas virtudes.

Padrenuestro, avemaría y gloria.

DÍA SEXTO

¡Oh Don Bosco Santo! Tú que a fin de obtener en el mundo más abundantes frutos de fe práctica y ternísima caridad, instituiste la Unión de los Cooperadores Salesianos; haz que éstos sean siempre modelos de las virtudes cristianas y providenciales ayudantes de tus obras.

Padrenuestro, avemaría y gloria.

DÍA SÉPTIMO

¡Oh Don Bosco Santo! Tú que amaste con amor inefable a todas las almas, y que para salvarlas enviaste a tus hijos hasta los últimos confines de la tierra; haz que también nosotros pensemos continuamente en la salvación de nuestras almas y cooperemos con todos los medios posibles a salvar tantos pobres hermanos nuestros.

Padrenuestro, avemaría y gloria.

DÍA OCTAVO

¡Oh Don Bosco Santo! Tú que amaste con un amor de predilección la bella virtud de la pureza, y la inculcaste con el ejemplo, con la palabra y con los escritos; haz que también nosotros, enamorados de tan indispensable virtud, la practiquemos constantemente y la difundamos con todas nuestras fuerzas.

Padrenuestro, avemaría y gloria.

DÍA NOVENO

¡Oh Don Bosco Santo! Tú que fuiste siempre tan compasivo hacia las humanas desventuras, dirige una mirada hacia nosotros tan necesitados de tu auxilio. Haz descender sobre nosotros y sobre nuestras familias las maternales bendiciones de María Auxiliadora; alcánzanos todas aquellas gracias espirituales y temporales que necesitamos: intercede por nosotros en vida y en muerte, a fin de que podamos cantar eternamente las divinas misericordias en el Paraíso Celestial. Así sea.

Padrenuestro, avemaría y gloria.