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El magro resultado de las treguas entre pandillas en Latinoamérica

La iglesia Católica las ha apoyado.

 

La iglesia Católica ha intervenido parcialmente en la tregua entre pandillas rivales, especialmente en El Salvador (ver aquí y aquí) y Honduras (ver aquí y aquí), acompañando a otros actores sociales, pero el resultado no ha sido todo los duradero y promisorio que aparentaba en la erradicación de la violencia y el delito.

 

fabio colindres y maras

 

Después de un largo paréntesis de dos décadas, las treguas de pandillas están de nuevo en boga en América. Comúnmente, las treguas suelen incluir negociaciones y pactos destinados a poner fin a la violencia. Por lo general son intermediadas por un ecléctico grupo de personajes – desde funcionarios públicos y trabajadores humanitarios hasta grupos religiosos, y miembros activos o antiguos de las pandillas. Y aunque las treguas están generando una considerable atención por parte de los medios de comunicación mundiales, la evidencia sobre lo que realmente logran es sorprendentemente escasa.

ESTUDIOS SOBRE LAS PANDILLAS

Durante los años ochenta y noventa, científicos sociales de Estados Unidos emitieron una opinión negativa sobre las treguas de pandillas. Muchos creían  que este tipo de acuerdos, en lugar de legitimar las pandillas, reforzaban la autoridad de los líderes, profundizaban la cohesión entre sus bases, y reproducían violencia, en lugar de reducirla.

En los años noventa, Kodluboy y Evenrud argumentaron que

aunque la mediación podría «ser a veces necesaria para prevenir la violencia inmediata o prevenir la pérdida de la vidas… [ésta] aumenta el riesgo de validar a la pandilla como una entidad social legítima, comprando de este modo la paz a corto plazo al precio de la permanencia de la pandilla en el largo plazo».

En los últimos años, expertos en pandillas de Norteamérica y Europa Occidental han comenzado a repensar formas de disminuir la violencia de las pandillas. Unos pocos profesionales ilustrados saben que la única manera para que funcionen las treguas de pandillas es trabajando sobre las condiciones subyacentes que dan lugar a la formación de las pandillas.

Después de todo, las pandillas no surgen en el vacío. Son grupos cohesivos que proporcionan identidadsentido y seguridad a sus miembros. Paradójicamente, los jóvenes que se unen a las pandillas tienden a sentirse más seguros, a pesar de estar en mayor riesgo de tener un final violento. Los investigadores argumentan que solamente con hacerle frente a la marginalización, creando empleo, y lidiando con las influencias de pares y otros factores de riesgo, las pandillas pueden ser derrotadas.

Vale la pena señalar que la violencia de pandillas no es inevitable. Hay maneras de alterar el comportamiento de los miembros, lo cual es precisamente lo que las treguas tienen la intención de hacer.

El especialista sobre pandillas John Hagedorn ha demostrado cómo

«las pandillas, las milicias, las facciones y los carteles tienen la capacidad no sólo de librar una guerra, sino también de frenarla».

Pero, ¿cuál es, en realidad, la experiencia de las treguas de pandillas en América? La mayor parte de la evidencia parece mostrar que, si bien las treguas pueden reducir temporalmente la violencia, la guerra de pandillas generalmente se reanuda ante la ausencia de medidas de acompañamiento para abordar los desafíos más fundamentales de bienestar político y social.

LA VERDAD SOBRE LAS TREGUAS DE PANDILLAS

La investigación más prolífica sobre treguas de pandillas proviene de Norteamérica. Esto tal vez no sea del todo sorprendente dado que se cree que en Estados Unidos hay más de 33.000 pandillas, con un máximo de 1,4 millones de miembros con presencia en casi todos los estados del país.

Los estudios sobre las pandillas más conocidas, especialmente los Bloods y los Crips en Los Ángeles registran una fuerte reducción en la violencia, aunque de corto plazo. A raíz de la tristemente célebre “Tregua Watts”, las bajas resultantes de tiroteos desde automóviles se redujeron significativamente a raíz de los acuerdos negociados, aunque también se reportaron  aumentos  varios meses después.

Por la misma época, las treguas negociadas en Chicago generaron disminuciones significativas, aunque temporales, en las lesiones por arma de fuego.

En otras palabras, las ganancias a corto plazo fueron anuladas por el aumento de la violencia a mediano plazo.

Más recientemente, una serie de controversiales treguas de pandillas han aparecido en todo el resto del continente americano, incluyendo  Belice,  Brasil, ColombiaEl Salvador,  Honduras,  México  y,  Trinidad y Tobago.

Nadie sabe cuántos miembros de pandillas hay en Latinoamérica, con  estimaciones que varían entre los 50.000 a 85.000 pandilleros de las pandillas MS-13 y Barrio 18 solamente en Centroamérica. Hay por lo menos  otros tantos en Sudamérica. Y debido a que la política de Estados Unidos de deportar convictos ha continuado, el problema parece estar empeorando. Frente a la espiral de violencia, se han llevado a cabo negociaciones de gran visibilidad en toda la región.

En particular, los países de Centroamérica son los que más están experimentando con las treguas de pandillas. Algunos acuerdos han sido respaldados por organizaciones regionales como la Organización de los Estados Americanos (OEA), alcaldes, sacerdotes y expandilleros. Al menos una tregua en particular ha generado impresionantes ganancias en la mejora de la seguridad. Después de que la pandilla Mara Salvatrucha (MS-13) y su rival Barrio 18 declararan una tregua en 2012, las tasas de homicidios nacionales de El Salvador se desplomaron, aunque se sospecha que están volviendo a subir.

Sobre la base del optimismo que rodea el proceso, se pusieron en marcha procesos similares entre las pandillas Mara Salvatrucha y Barrio 18 en Honduras. Después de un comienzo prometedor, hay algunas preocupaciones de que la iniciativa hondureña este fallando.

DIFERENCIAS EN LAS EXPERIENCIAS

Si bien es tentador agrupar las experiencias centroamericanas, existen grandes diferencias entre ellas.

En el Salvador, el gobierno tiene comparativamente más legitimidad que la administración actual en Honduras, en donde su anterior presidente Manuel Zelaya, fue derrocado por un golpe militar en 2009, y en donde las elecciones más recientes están en disputa. Por otra parte, debido a que están mejor organizados y son más conscientes de su poder, los miembros de las pandillas salvadoreñas son políticamente astutos y mejores negociadores en contraste con sus homólogos hondureños. Por otro lado, con un poco de experiencia por haber servido como guerrilleros en décadas anteriores, los líderes de las pandillas de El Salvador ejercen un mayor control sobre la tropa.

Mientras tanto, una tregua en Belice terminó después de agotarse el dinero. Por otro lado, funcionarios guatemaltecos están considerando la posibilidad   de la mediación con las pandillas en la ciudad capital.

El resultado de las treguas de pandillas en el Caribe ha sido similarmente desigual. La negativa de algunos miembros de las pandillas a participar en las treguas de pandillas en Trinidad y Tobago ha socavado fatalmente su éxito. Según Edward Maguire, quienes eligieron desarmarse fueron atacados rápidamente por facciones rivales, ya que fueron considerados débiles y vulnerables. Como era de esperarse, las negociaciones tienden a fallar cuando las partes principales son desunidas y desorganizadas. Para que una tregua funcionase en Puerto España, las principales pandillas tendrían que haberse inscrito en el tratado. Para empeorar las cosas, los políticos que ayudaron a negociar el cese al fuego también han sido objeto de intensa crítica política, dificultando la capacidad para actuar con autoridad –un ingrediente fundamental del éxito de la mediación.

Las evaluaciones de las treguas en Centroamérica y el Caribe muestran que en ocasiones éstas aumentan el nivel de violencia. Las batallas campales comúnmente se desencadenan antes de los acuerdos, lo que mejora la posición de las pandillas ante la negociación. La violencia después de las treguas se da por el desborde a nuevos barrios y ciudades, que antes no eran afectados.

Fenómenos análogos se observan con regularidad durante y después de negociaciones de cese al fuego y acuerdos de paz en zonas de guerra convencionales en todo el mundo. Sin términos claros, incentivos apropiados y recursos adecuados, tales acuerdos rara vez se mantienen.

Las treguas de pandillas en países como Brasil han perdurado por más tiempo de lo esperado, aunque últimamente han mostrado signos de tensión. Por ejemplo, en 2012 inició una tregua de seis años entre la policía militar de São Pablo y el Primer Comando Capital o PCC, una pandilla con sede en la cárcel. La tregua se desplomó después de que el gobierno fuera acusado de violar un acuerdo informal que protegía a los líderes de las pandillas y limitaba las represiones policiales contra los bastiones de las pandillas. Como resultado, la ciudad fue testigo de una oleada masiva de asesinatos en represalia, por parte de la policía y los miembros de las pandillas. Treguas de pandillas comparables se negociaron en Recife y Río de Janeiro, con resultados igualmente mixtos.

Existe una preocupación real de que las treguas de pandillas pueden llegar a generar conflictos y consolidar alianzas entre los “empresarios de la violencia”.

Algunos observadores experimentados son pesimistas sobre la posibilidad de que las treguas de pandillas puedan reducir la violencia en el mediano y largo plazo. Citan el largo legado del uso instrumental de la violencia por parte de las pandillas, la importancia que conceden al mantenimiento del estatus, su débil estructura de mando y control, y los efectos no deseados de reforzar la cohesión de las pandillas, como factores clave que influyen en los resultados de la tregua.

LAS PANDILLAS LATINOAMERICANAS MEZCLADAS CON EL PODER POLÍTICO

El Centro Nacional de Investigación sobre Pandillas (NGCRC, por sus siglas en inglés) concluyó en 1995 que las treguas de pandillas «rara vez tienen éxito y de hecho son riesgosas». ¿Pero lo son?

Las treguas de pandillas que recientemente han aflorado en Centroamérica y Sudamérica son diferentes a las que tuvieron lugar en los años noventa en Estados Unidos. Estas están siendo negociadas entre pandillas de muchos tipos diferentes. La «guerra de pandillas» que se libra en países como El Salvador y Honduras está profundamente influenciada por las redes del crimen transnacional, así como por las élites políticas.

Las pandillas y las treguas de pandillas no son asuntos puramente internos formados por los intereses discretos de los vecinos y disputas localizadas sobre el territorio. Las pandillas están, ellas mismas, incorporadas en el Estado a través de redes que las conectan con actores civiles corruptos, burócratas y políticos. Servidores públicos –desde el nivel federal o desde la ciudad- participan en organizaciones criminales internacionales y, a menudo se han aprovechado de su posición para beneficiarse del tráfico internacional de drogas o de mafias más locales.

La ola de treguas en Centro y Sudamérica y el Caribe tienen más similitud con los acuerdos de paz negociados en zonas de guerra que con la mediación interna llevada a cabo con las pandillas latinas y afroamericanas de Norteamérica.

Y mientras que algunos analistas militares están explorando las formas en las que la lucha en contextos de guerra se pueda adaptar a la lucha contra las pandillas, sorprendentemente hay un silencio entre los círculos académicos acerca de cómo las lecciones de las negociaciones de paz podrían aplicarse a lugares sin conflictos.

Puede ser que algunas de las herramientas tradicionales de construcción y consolidación de la paz, el diálogo, la negociación y otras estrategias basadas en el contacto, podrían ganar fuerza en la contención de la violencia impuesta por los carteles de la droga, las mafias, las pandillas juveniles, y las milicias.

REFLEXIONES SOBRE LA REDUCCIÓN DE LA VIOLENCIA DE LAS PANDILLAS

Una limitación de las treguas de pandillas se puede relacionar con su incapacidad para hacerle frente a las motivaciones subyacentes y la dinámica social de la violencia de pandillas.

A pesar de su relación con el tráfico internacional de drogas o el tráfico ilícito de personas, la violencia perpetrada por las pandillas se genera por factores locales –percepción de falta de respeto, disputas territoriales, así como tensiones sobre el estatus y el prestigio.

Los asesinatos son a menudo simbólicos, relacionados con represalias y venganzas, y como resultado de luchas internas por el poder.

A menos que las pandillas tengan un alto grado de cohesión interna, las disposiciones desde arriba pueden tener poco eco abajo. Como resultado, las treguas de pandillas pueden proveer legitimidad a los líderes, en lugar de cambiar la dinámica entre los miembros de menor rango.

Expertos en el tema de pandillas afirman que las treguas pueden ser necesarias, pero son insuficientes como medio para prevenir la violencia a largo plazo. Existe un temor a que el enfoque limitado de las treguas sea incluso una parte del problema. Esto se debe a que las pandillas están en sí mismas vinculadas a mercados ilícitos transnacionales más amplios y a sistemas de clientelismo.

El enfoque en la mediación con los líderes también descuida las condiciones sociales y económicas específicas que permiten la existencia, y a su vez, sostienen las pandillas. Después de todo, la mayoría de los pandilleros provienen de comunidades marginadas y de bajos ingresos. A menos que se mejoren sus condiciones estructurales, como sostienen algunas agencias de ayuda, las guerras entre pandillas continuarán.

Según Irving Spergel puede ser imposible eliminar las pandillas, pero la reducción de la violencia relacionada con las pandillas es un objetivo posible.

Una forma de mejorar el resultado de las treguas de pandillas en Latinoamérica y el Caribe puede ser la de aprovechar el poder de las redes transnacionales –incluidas las relacionadas con las pandillas y los actores de la sociedad civil. Esto se debe a que los acuerdos de pandillas en lugares como Belice,Colombia, El Salvador, Honduras, México y Trinidad y Tobago presentan características transnacionales, aunque muchos de los impulsores de la violencia de las pandillas son locales.

Es cierto que los antiguos refugiados y deportados salvadoreños en Los Ángeles contribuyeron al aumento de las maras. Y es más, en 2012 sacerdotes y madres de pandilleros muertos en California, los cuales están radicados en Los Ángeles, se han unido a grupos asesores transnacionales junto con exmiembros de pandillas para fortalecer la tregua en El Salvador.

También hay alguna evidencia sobre el intercambio de experiencias y conocimientos entre las pandillas a través de las fronteras. Los ejemplos más obvios son los intercambios entre gobiernos, departamentos de policía, pandillas y grupos de la sociedad civil entre Estados Unidos y sus homólogos de Centroamérica y el Caribe. Sin embargo, también hay intercambios que están surgiendo entre y dentro de los países de toda la región, incluyendo México y los países vecinos de Centroamérica y Suramérica.

Por ejemplo, mediadores responsables de la negociación de la paz entre las pandillas en El Salvador recientemente comenzaron a trabajar también con los líderes de las maras de Honduras, con el apoyo de la OEA. También hay ejemplos de esfuerzos para iniciar el diálogo entre los líderes de las pandillas en El Salvador y en Guatemala.

¿LAS TREGUAS DE PANDILLAS TIENEN FUTURO?

Hay una gama sorprendentemente amplia de experiencias sobre treguas de pandillas a través de Norte, Centro y Sudamérica y el Caribe. Si bien todas son únicas en su forma y contenido, muchas de ellas comparten algunos rasgos. La mayoría tienen más de un parecido con acuerdos de paz tradicionales, ceses al fuego y amnistías acordadas por partes las beligerantes en los conflictos armados convencionales.

Por ejemplo, las treguas de pandillas con frecuencia incluyen cláusulas destinadas a promover la creación de confianza y verificación de los compromisos, desarmar y desmovilizar, definen hitos y puntos de referencia, y garantizan reuniones periódicas para examinar y supervisar los progresos. En algunos casos las treguas de pandillas se han negociado por terceros, incluyendo compañías profesionales de negociación de conflictos.

Una buena dosis de cautela está justificada cuando se hagan las evaluaciones sobre el “éxito” de una tregua de pandillas, sobre todo porque muchas de ellas han fracasado.

También vale la pena señalar que el resultado de las soluciones negociadas para las guerras es igualmente desigual: al menos el 20 por ciento de los conflictos reinciden dentro de unos pocos años después de su terminación.

Vale la pena recordar que el estudio de las treguas de pandillas en América se encuentra todavía en sus primeros pasos, y la evidencia es aún parcial. Una revisión superficial indica que comparativamente pocas treguas de pandillas han producido reducciones duraderas en la violencia. Por el contrario, muchas de éstas han consolidado la autoridad de pandillas, y en algunos casos, reforzado su autoridad. Esto plantea preguntas acerca de las limitaciones de las treguas de pandillas por sí mismas, y sobre la importancia de llevar a cabo la mediación en combinación con otras estrategias frente a las causas estructurales de la formación de pandillas y su permanencia.

En el mejor de los casos, las treguas de pandillas pueden ayudar a terminar con el conflicto violento y a crear el espacio necesario para abordar las causas estructurales subyacentes que conducen a la aparición de grupos armados. Pero sin un proceso continuo, el retorno hacia la reanudación de la violencia parece casi inevitable.

Lo mismo ocurre en las guerras civiles: los acuerdos de paz, que idealmente incluyen medidas concretas para resolver las cuestiones sobre las que se está librando en el conflicto, fallan con menor frecuencia que las meras treguas. Como saben la mayoría de los negociadores, esto es porque los acuerdos de paz son el comienzo y no el fin de un proceso.

Los retos son numerosos. La evidencia también sugiere que los acuerdos de paz negociados son menos propensos a evitar la recurrencia de conflictos que las victorias militares directas. Los mediadores a través de las Américas y el Caribe harían bien en tomar nota.

Fuentes: Insight Crime, Signos de estos Tiempos

 

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El crimen organizado ocupa el lugar del estado en varias zonas latinoamericanas: el caso del Caribe

Sin embargo no tiene la legitimidad del estado.

 

Cuando hay un vacío de poder alguien lo ocupa, y las pandillas criminales obtienen sus ganancias ofreciendo a las regiones donde operan ciertos beneficios que un estado débil no ofrece, como empleos, seguridad callejera, servicios sociales básicos. La ventaja de las pandillas es su monopolio de la violencia, que les ha llevado a suplir a ONG’s y a las iglesias en esa tarea. Sin embargo no pueden representar al estado porque subvierten el orden establecido con maniobras ilícitas, por lo cual se enfrentan globalmente con él. Y así hemos visto que la Iglesia Católica está operando en países como Honduras y El Salvador a un nivel político para mediar entre el estado y las pandillas, y entre ellas.

 

pandillas

 

En los países del Caribe, como República Dominicana y Puerto Rico, los grupos criminales han establecido alianzas claras con los partidos políticos y otros sectores del Estado. Al hacer esto, posiblemente están beneficiando a ciertas comunidades marginadas que el Estado ha demostrado ser incapaz de servir adecuadamente.

Pero en la medida que el estado (la legalidad) quiera recuperar las periferias que ha perdido, necesariamente se tendrá que enfrentar violentamente con las pandillas, y de ahí los conflictos que invariablemente vemos.

En este artículo pretendemos entender como es que que se relacionan las pandillas en las sociedades y con los políticos y que funciones cumplen.

UN PODER PARALELO QUE SE SOLAPA CON EL DE LOS POLÍTICOS

¿Bueno o malo? Cuando los legisladores y el público general realmente prestan atención al debate sobre los efectos sociales del crimen, las realidades complejas tienden a reducirse a esta dicotomía.

Esta dicotomía es la razón por la cual las políticas gubernamentales a menudo conllevan medidas simplistas de represión en comunidades plagadas de drogas. Esa estrategia choca con la realidad vivida por las personas más afectadas por la violencia criminal: las poblaciones pobres y desprovistas de derechos, que viven en barrios marginales.

El problema con esta dicotomía es que oculta cualquier comprensión significativa de un fenómeno complicado.

El crimen organizado se ha integrado en algunas sociedades latinoamericanas y caribeñas hasta el punto de convertirse en un poder paralelo, con intereses que se solapan con los de los políticos, los burócratas y la fuerza pública. La confluencia de todos estos factores desafía cualquier respuesta simple y convencional.

ACTIVIDADES CRIMINALES CON ACENTO POLÍTICO Y SOCIAL

Esa es la realidad perversa que muchos puertorriqueños y dominicanos están experimentando hoy en día. Los grupos criminales organizados han ido transformando ambas sociedades, creando órdenes violentos, aunque fuertemente políticos y sociales, sobre la base de un equilibrio precario de actividades ilícitas como el narcotráfico.

¿El triunfo del mal? Sí y no. En ambos países, las tasas de homicidios se han duplicado en los últimos siete años. No obstante, pese al impacto negativo de este aumento en la inseguridad, estos mismos grupos criminales proveen oportunidades y recursos, empleo ocasional y protección a aquellas personas que viven en los barrios más afectados. Eso es algo que el Estado no ha sido capaz de hacer y que los funcionarios electos no pueden, o no quieren, lograr durante su mandato de cuatro años en el cargo.

SE CONVIERTEN EN UN ORDEN POLÍTICO Y SOCIAL ALTERNATIVO

El tipo de crimen que ha penetrado estas -y otras- sociedades del Caribe se comporta de manera muy diferente a la delincuencia común. Al igual que las plantas que son «heliotropos» y siempre buscan la luz del sol, vamos a llamar a este comportamiento criminal «estadotropo». Con esto nos referimos a las organizaciones criminales que se mueven hacia el estado. Los estadotropos con poder e influencia ofrecen beneficios a los funcionarios públicos con el fin de ganar su lealtad y protección.

Los criminales estadotropos prefieren un escenario en el cual se beneficien tanto los funcionarios de alto como de bajo nivel de las actividades criminales. A su vez, esto pone al Estado en la posición insostenible de hacer cumplir la ley, al tiempo que sirve como un instrumento de explotación por parte de las fuerzas criminales.

Estadotropismo es un término útil para describir las condiciones en las democracias latinoamericanas y caribeñas, pero se manifiesta de diferentes maneras. A veces, el propio Estado se convierte en patrocinador de órdenes políticos y sociales alternativos, mediante la transferencia explícita de poder a los actores no estatales. Este es el caso de Jamaica y Haití, donde los grupos criminales (pandillas, «yardies» -pandillero jamaiquino- y fuerzas paramilitares) han pasado a formar parte del sistema político. Estas organizaciones criminales han establecido alianzas claras con miembros de los partidos políticos y sectores estatales, que a su vez transfieren prestaciones sociales a las personas con poder e influencia local, ayudando al gobierno a establecer un control político en las zonas específicas.

EL CASO DE PUERTO RICO

El fenómeno se está produciendo ahora también en Puerto Rico, en los bloques de viviendas públicas llamadas «caseríos». Dos de los más grandes en el municipio de San Juan, Nemesio Canales (1.500 unidades) y Llorens Torrens (2.000 unidades), tienen la concentración más alta de pandillas. Estas bandas criminales juegan un papel crítico en permitir que el ex partido gobernante Nuevo Partido Progresista (PNP) ganara múltiples victorias en las tres últimas elecciones municipales.

Aquí hay dos tipos importantes de agentes de poder. Por un lado, están las castas políticas, basadas en lazos familiares, que heredan los puestos políticos disponibles en la mayoría de los municipios. Por otro lado, hay pandillas que ellas mismas se han abierto camino en estas comunidades cerradas. Esta repartición de poder entre los políticos y las pandillas politizadas en estos barrios compensa la debilidad del Estado, lo que garantiza una tenue estabilidad política que atraviesa varias clicas políticas.

NO NECESARIAMENTE SE TRATA DE PANDILLAS

En otros casos, el Estado es tan débil que se basa fundamentalmente en las relaciones clientelistas con las personas, en lugar de las pandillas. En cualquiera de los casos, estos individuos y grupos criminales terminan asumiendo las funciones del Estado en estas comunidades relegadas socialmente. Aprenden rápidamente cómo sacar provecho de las oportunidades como las elecciones locales, protestas sociales y tomas de tierras. Son una presencia diaria para las necesidades de las personas en los barrios pobres, y a veces abordan estas necesidades de una manera más coherente y eficiente que lo hacen los políticos.

No necesariamente tienen que ser actores violentos los que asumen las funciones básicas del Estado en los barrios pobres, cuando este se muestra incapaz de hacerlo. En República Dominicana, por ejemplo, la incapacidad del Estado para proveer servicios sociales básicos y empleo –pese a haberlo prometido en repetidas ocasiones durante las elecciones– llevó a que los actores no violentos, como las organizaciones no gubernamentales (ONG), iglesias, y organizaciones comunitarias asumieran esas funciones. Más recientemente, sin embargo, estas funciones han sido asumidas por grupos criminales.

¿HAY ALGO QUE APRENDER DE LA FORMA EN QUE LOS CRIMINALES HACEN NEGOCIOS?

Hay algunas conclusiones que podemos sacar. En primer lugar, está la capacidad bien desarrollada de los grupos criminales para adaptarse a los nuevos entornos y cambiar las reglas de acuerdo a estas áreas. Esto les permite crear nuevas formas de control social e identificar posibles alianzas en las comunidades que ya están socialmente aisladas.

En segundo lugar, es evidente que, en cierto modo, estos grupos criminales se convierten en los ojos y oídos de estas comunidades. Ellos saben lo que quiere y necesita la gente, y se aprovecharán de esto como una manera de fomentar la lealtad y la confianza.

En tercer lugar, mediante el ejercicio del poder duro y blando, se convierten en un tipo de poder regulatorio, previniendo que la delincuencia callejera desorganizada se expanda dentro de estas comunidades. Al mismo tiempo, los grupos criminales organizados se convierten en guardianes del control social: mediando conflictos, estableciendo colectivamente formas aceptables de comportamiento entre los residentes y en ocasiones protegiéndolos de los agresores externos (incluyendo las acciones abusivas de la policía). Por así decirlo, los grupos criminales organizados garantizan protección a cambio de ser protegidos por la comunidad.

En cuarto lugar, estos criminales estadotropos saben cómo organizarse en estructuras fluídas, en contraste con las estructuras verticales y jerárquicas adaptadas por, por ejemplo, las fuerzas estatales tales como los escuadrones de policía. Cuando las pandillas garantizan protección a los residentes a cambio de ser protegidos por la comunidad, están rompiendo el monopolio del poder, y la violencia que la policía y los encargados de hacer cumplir las leyes tratan de establecer en esas comunidades.

Por último, al funcionar como una organización más fluida y elástica, son capaces de expandirse a diferentes grupos sociales y fomentar nuevas asociaciones. También son capaces de otorgar incentivos a los reclutas para realizar bien su trabajo, y por lo tanto mantienen una adscripción leal a su organización.

Estas son todas las funciones que las organizaciones criminales realizan en las comunidades pobres, como se ve en varios países del Caribe. La misma complejidad y variedad de estas funciones es precisamente lo que hace que sea tan simplista reducir el debate público acerca del crimen organizado a un asunto de «los malos de las pandillas» contra «los buenos del gobierno». A pesar de que los grupos criminales hacen mucho para desestabilizar a las sociedades en las que operan, también es importante tener en cuenta que en algunas zonas pueden intervenir y realizar las funciones que el Estado ha descuidado durante mucho tiempo.

Fuentes: Lilián Bobea (*) para Insight Crime, Signos de estos Tiempos

*Lilian Bobea tiene un doctorado de la Universidad de Utrecht en los Países Bajos y una maestría de la SUNY Binghamton, Nueva York. Es una especialista en Seguridad del Caribe y profesora de la Universidad de Bentley, Massachusetts y FLACSO, República Dominicana.

 

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Otro estado de EE.UU. aprobó el matrimonio gay y los anglicanos del Caribe denuncian presión [2013-05-06]

Cayó otra ficha de la defensa del matrimonio.
Mientras el gobernador de Rhode Island, un anglicano estadounidense (espiscopaliano), firmó la ley que convierte a su estado en el décimo en aprobar la redefinición del matrimonio, los obispos anglicanos del Caribe rechazan el “matrimonio homosexual” y denuncian la presión económica de Gran Bretaña y EE.UU. para que se legalice el matrimonio homosexual en el Caribe.

 

Rhode-Island gay marriage

 

La cuenta hasta hora se completa con Holanda, Bélgica, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal, Argentina, Islandia, Dinamarca, Uruguay y Nueva Zelanda, como países que aprobaron la ley de redefinición, y un estado de México. Pero la presión es en todo el mundo.

CAYÓ RHODE ISLAND, UNO DE LOS ESTADOS CON MAYOR PORPOCIÓN DE CATÓLICOS

El jueves 2 de mayo, el Estado de Rhode Island (Estados Unidos) legalizó el “matrimonio” entre personas del mismo sexo. La ley, que había sido aprobada ya por el parlamento estatal con una mayoría de 56 a 15, fue firmada el jueves por el gobernador Lincoln Chafee, episcopaliano (Anglicanos de EE.UU.) declarando:

“Ahora, por fin, pueden casarse con la persona que aman”.

Hace dos años, Rhode Island había aprobado una ley de uniones civiles para las parejas del mismo sexo. Esta posibilidad, sin embargo, apenas había sido utilizada por parejas de este tipo, por lo que los oponentes de la nueva ley consideran que el reconocimiento del “matrimonio” entre personas del mismo sexo era totalmente innecesario.

Este estado, donde la población católica es muy numerosa, es el décimo estado norteamericano que legaliza el llamado “matrimonio gay”. Los otros nueve estados que han legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo son Massachusetts, Connecticut, Nueva York, Vermont, New Hampshire Iowa, Illinois, Delaware y Minnesota.

Mientras que en New Jersey los demócratas tienen hasta el próximo mes de enero para tratar de anular el veto a un proyecto de ley de matrimonio entre personas del mismo sexo en ese estado por parte del del gobernador Chris Christie. Y en el estado de Delaware, un proyecto similar al de Rhode Island fue aprobado por la cámara baja y espera la decisión del senado estatal.

El mayor defensor del matrimonio tradicional en Rhode Island ha sido la Iglesia Católica y en particular el obispo Thomas Tobin, de la diócesis de Providence.

Tras la aprobación de la ley, Monseñor Tobin hizo pública una carta pastoral dirigida a los católicos de su diócesis, recordando la doctrina de la Iglesia sobre el carácter “intrínsecamente desordenado” y pecaminoso de los actos homosexuales.

En este “tiempo de desafíos e incluso decepción para muchos de nosotros”, pero también de “oportunidad para mantenernos firmes y ser valientes”, el obispo advirtió sobre el peligro de una actitud equivocada ante estos actos:

“Nuestro respeto y el cuidado pastoral, sin embargo, no significan que podamos respaldar o ignorar libremente el comportamiento inmoral o destructivo, dondequiera o como quiera que se produzca. Como nos pide San Pablo, tenemos que decir la verdad con caridad.

El obispo manifestó también en nombre de los católicos:

su respeto, amor y preocupación pastoral por nuestros hermanos y hermanas que sienten atracción hacia su mismo sexo. Pido sinceramente la bendición de Dios para ellos y que disfruten de abundante salud, felicidad y paz.

Al mismo tiempo, advirtió a los católicos que:

 “deberían examinar muy cuidadosamente sus conciencias antes de decidir si respaldan relaciones del mismo sexo o asisten a ceremonias del mismo sexo, teniendo en cuenta que hacerlo podría dañar su relación con Dios y causar un escándalo significativo a otras personas”.

La ley aprobada por Rhode Island establece explícitamente que las confesiones religiosas podrán decidir qué personas pueden casarse en sus propias ceremonias y que ningún ministro religioso estará obligado a celebrar ningún un “matrimonio” entre personas del mismo sexo.

LOS OBISPOS ANGLICANOS DE LAS ANTILLAS RESISTEN Y DENUNCIAN

Los obispos anglicanos de las Antillas han instado a sus gobiernos a resistir la presión de Gran Bretaña y los Estados Unidos para legalizar los derechos al «matrimonio» de gays y lesbianas.

En una declaración emitida el 25 de abril de 2013, a raíz de la Cámara de Obispos reunidos en Barbados, los obispos de la Iglesia de la Provincia de las Indias Occidentales (CPWI) (Antillas) reiteraron:

 su creencia en el matrimonio «definido como una relación fiel, comprometido, permanente y legalmente sancionado entre un hombre y una mujer «.

«La idea de este tipo de uniones constituidas por personas del mismo sexo es, por lo tanto, totalmente inaceptable por razones teológicas y culturales«, dijeron los obispos.

El CPWI consiste en ocho diócesis: la diócesis de Barbados, la Diócesis de Belice, la Diócesis de Guyana, la Diócesis de Jamaica y las Islas Caimán, las diócesis de las Bahamas y las Islas Turcos y Caicos, la Diócesis del Norte del Caribe Oriental y Aruba, la Diócesis de Trinidad y Tobago, y la Diócesis de las Islas de Barlovento.

Los 23 miembros activos y retirados de la casa de los obispos observaron que el impulso de redefinir el matrimonio venía del extranjero.

Ha habido «tendencias dentro de los países del mundo desarrollado y en los foros internacionales, para que estos países ejerzan un participación de control, en los asuntos relacionados con la sexualidad humana, elevándola al nivel de los derechos humanos y se promulgulgándolas como posiciones que deben ser aceptadas a nivel mundial«.

El no adherirse a estas nuevas ortodoxias

«resulta en la amenaza de diversas sanciones, incluida la suspensión de la ayuda económica«, ellos dijeron

Y explicaron que se ha producido en los EE.UU. y Europa:

«una re-definición de género para dar cabida a gays, lesbianas y personas transgénero, y la creación de una serie de definiciones que deja la cuestión del género a la autodefinición, desestimando así la definición tradicional de lo masculino y femenino».

Además, está la aprobación de la legislación entre un número de naciones mediante el cual el matrimonio se define como un derecho humano en el que dos personas cualesquiera pueden unirse, inclusive con personas del mismo sexo. El «matrimonio» de personas del mismo sexo se justifica como un derecho humano, sobre la base de la igualdad civil con las uniones heterosexuales.

Si bien reconocemos que hay una diversidad de modelos familiares en nuestra región del Caribe, esta han sido entendida por nuestro pueblo como entre un hombre y una mujer, si se define en términos de la orden natural de la creación o sobre la base de las creencias religiosas que lo ven en el propósito de Dios en la Tierra.

Fuentes: Info Católica, Life Site News, Signos de estos Tiempos

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