Categories
Catolicismo Catolicismo Congregaciones Doctrina Jesucristo Judaismo Movil NOTICIAS Noticias 2019 - enero - junio Polémicas Publicaciones Religion e ideologías Signos de estos Tiempos SIGNOS DE ESTOS TIEMPOS Signos extraordinarios de la Iglesia Vaticano

La Impresionante Conversión de Judío Roy Schoeman [mediante 2 apariciones]

La conversión de los judíos es una señal de la segunda venida de Jesucristo.

A través de la historia muchos judíos se han convertido pero no ha habido todavía una corriente masiva de conversiones.

Y la Iglesia maneja con sigilo la conversión de los judíos por razones de relaciones públicas con el judaísmo.

judio ortodoxo orando en muro de los lamentos fondo

Uno de los casos más interesantes de conversión es el del Judío Roy Schoeman, que en realidad aunque era judío vino del ateísmo.

Su interés radica en que tuvo dos apariciones que lo llevaron a la Iglesia Católica.

  

LA CONVERSIÓN DE ROY SCHOEMAN

El judío Roy Schoeman es uno de los últimos casos célebres de conversiones de judíos al catolicismo, tal como Edith Stein, Alphonse de Ratisbonne, Karl Stern y el Rabbi Zolli, principal rabino de Italia.

Se puede encontrar un buen sumario de los judíos convertidos al catolicismo en el libro del padre Ángel Peña llamado “Ateos y Judíos Convertidos a la Fe Católica”.

Pero el ingrediente más importante y que lo distingue es que Schoeman no venía del judaísmo sino que vino del ateísmo.

Y además que fue convertido mediante 2 apariciones.

Roy Schoeman era un profesor de negocios de Harvard que llegó a esa posición desde muy joven, a los 29 años.

En ese momento era un ateo militante contagiado por el clima anticristiano de la década de los 80.

Pero no siempre fue así.

Roy Schoeman era hijo de judíos observantes que habían huído a Estados Unidos por el holocausto.

En la secundaria y en el primer año de la universidad Roy se acercó al judaísmo y tomó clases de judaísmo.

Incluso en el verano antes de ingresar a la universidad fue a Israel y se hizo discípulo de un rabino jasídico o sea un judío bien conservador.

Pero cuando ingresó al Instituto de Tecnología de Massachusetts abdicó de su fe bajo la influencia de una “cosmovisión pseudocientífica”, como él lo llama.

Y así siguió su carrera meteórica hasta que llegó a ser uno de los profesores más jóvenes de Harvard.

Sin embargo a pesar del éxito académico sentía que no tenía ningún propósito en su vida.

Y poco a poco fue cayendo en una desesperación y oscuridad.

Un día en medio de esa sensación salió a caminar temprano en la mañana.

Y de repente el velo entre la Tierra y el Cielo desapareció y se encontró cara a cara con Dios.

En ese momento tuvo una típica iluminación de la conciencia, que es cuándo se ve la vida pasada como en una película.

Es el formato que se supone tomará el juicio particular después de muertos a cada persona.

Allí Roy vio y sintió que estaba en el cielo.

Comprendió que vivimos para siempre y que cada acción tiene un contenido moral que se registra para toda la eternidad.

Y que sí cumplimos moralmente seremos recompensados por toda la eternidad.

Este Dios que descubrió Roy le pareció diferente al Dios del Antiguo Testamento.

Y por lo tanto se dedicó a buscar quién era ese Dios que se le había revelado.

Fue así que se enredó con diversas religiones entre ellos la Nueva Era.

A él no le importaba si ese Dios era el dios del hinduismo o del budismo.

Pero no le gustaba la idea que fuera el Dios del cristianismo porque tenía resistencias que venían de su pasado judío.

En esas búsquedas dentro de la Nueva Era le llegó a sus manos un libro que hablaba de las apariciones de Fátima.

Pero aunque cuestionó la validez de eso, quedó indignado por haber pasado toda su vida sin tener información sobre los milagros modernos.

Todas estas búsquedas sucedieron a lo largo de un año.

Hasta que un día tuvo una segunda experiencia mística donde se le apareció la Santísima Virgen María como en un sueño.

Lo despertaron mientras dormía, lo llevaron a una habitación y lo dejaron a solas con la mujer más hermosa que haya visto.

Nadie le dijo quién era pero él sabía que era la Santísima Virgen María.

Se llenó de tal emoción que lo único que quería era arrodillarse para honrarla.

Y pidió a Dios conocerla más y poder recitar el Ave María.

Así cayó en la cuenta que el Dios que él había visto en la primera visión era Cristo.

Y salió desesperadamente a conocer más sobre la Virgen María.

Pronto se dio cuenta la diferencia entre los protestantes y los católicos porque un pastor le hablo de la Virgen María sin respeto.

Comenzó a recorrer los santuarios marianos, yendo a misa y tratando de comprender que era ese mundo.

Tenía un enorme deseo de tomar la comunión aunque no sabía que era eso.

Todo este periodo de más de 2 años de viaje hacia el catolicismo fue de luchas, desolaciones y cuestionamientos.

Especialmente para discernir cuál era su vocación.

Roy no dejó de identificarse como judío.

Y hoy entiende que su vocación era orar por la conversión de los judíos.

Porque comprendió que la Iglesia Católica es la continuación del judaísmo, que no aceptó a Jesús como Mesías.

Para el la revelación fue un sistema de dos fases: primero Dios se le reveló al pueblo judío y luego vino la revelación de Jesús.

El entiende que la religión judía tomo un giro equivocado.

La vida de Roy Schoeman hoy es la de un profesor universitario de teología que tiene su propio programa de radio y escribe libros

Esta conversión y la de muchos otros judíos qué han sucedido a través de los años nos lleva a preguntarnos cuál es la posición de la iglesia respecto a la conversión de los judíos.

Y hace pocos años la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los Judíos publicó un documento donde establece la relación de la iglesia católica con el judaísmo, y cómo tratar la conversión de los judíos.

El documento es una mezcla de doctrina y de escrito de relaciones pública para la vinculación con los judíos.

Veamos un detalle del contenido de ese documento.

  

1 – ¿Cuál es el nuevo documento?

Se titula Los dones y el llamado de Dios son irrevocables (GCGI), y fue publicado por la Comisión para las Relaciones Religiosas con los Judíos.

El título es una cita de San Pablo, quien se refiere a cómo el pueblo judío «es amado por sus antepasados. Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables» (Rom 11:28-29).

El propio documento conmemora el quincuagésimo aniversario del decreto del Concilio Vaticano II Nostra Aetate, que trata de las relaciones de la Iglesia con otras religiones y, en particular, con el judaísmo.

  

2 ¿Qué autoridad tiene el nuevo documento?

El prefacio del documento expone:

El texto no es un documento magisterial o de enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica, sino es una reflexión elaborada por la Comisión para las Relaciones Religiosas con los Judíos en cuestiones teológicas actuales que se han desarrollado desde el Concilio Vaticano II.

Por lo tanto, no lleva autoridad magisterial. Aunque desde luego, es autoritaria cuando repite la enseñanza magisterial existente.

Cuando no es así, ofrece ideas sobre el pensamiento actual de la Santa Sede.

Eso incluye el pensamiento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que participó en la redacción del documento y lo aprobó antes de su publicación (como dejó en claro en la conferencia de prensa cuando se publicó el documento)

muros de los lamentos

  

3 – ¿Qué contiene el documento?

Contiene siete secciones.

Las primeras revisiones de la historia de las relaciones entre judíos y católicos en los últimos cincuenta años, y los últimos acuerdos, con objetivos para el diálogo entre las dos comunidades (es decir, comprensión más profunda entre sí, cooperación práctica sobre problemas sociales).

Las secciones centrales tratan sobre diversas cuestiones teológicas.

La sección 2 se refiere a la situación única de diálogo entre judíos y católicos.

Señala que el cristianismo tiene sus raíces en el judaísmo, que Jesús y los primeros cristianos eran judíos, y que esto significa que la Iglesia se relaciona de manera diferente con el judaísmo que con cualquier otra religión mundial.

La sección 3 se refiere a la revelación de Dios en el curso de la historia y cómo es visto por las dos comunidades.

Señala, en particular, que para los judíos la Torá (los 5 primeros libros del Antiguo Testamento) es fundamental, mientras que para los cristianos Jesucristo es fundamental.

La sección 4 trata de la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y entre la Antigua Alianza y la Nueva Alianza.

La sección 5 se refiere a la universalidad de la salvación en Cristo y la Alianza no revocada por Dios con Israel.

Finalmente, la sección 6 trata el mandato de la Iglesia para evangelizar en relación con el judaísmo.

En cada una de estas secciones hay una cantidad de puntos de gran interés.

  

4 – ¿Cuáles son los puntos más relevantes?

Hay demasiado material para revelar en detalle, pero algunos puntos dignos de notar tratan sobre:

Supersesionismo

La Antigua Alianza

Salvación

Evangelización

pascua judia

  

5 – ¿Qué dice el documento al respecto del supersesionismo?

Supersesionismo es la opinión de que la Iglesia ha asumido por completo las promesas de Dios con respecto a Israel, por lo que hoy en día el pueblo judío no tiene ningún estatus especial en absoluto.

El documento señala que, aunque este punto de vista ha sido común en algunos períodos de la historia de la Iglesia, no es la enseñanza de la Iglesia.

De hecho, el título del documento en sí indica un rechazo del supersesionismo: la posición de San Pablo es que Dios todavía ama al pueblo judío y que todavía tienen un estatus especial ante Él, porque les dio dones y una vocación que son irrevocables.

Así, el documento afirma:

La Iglesia es llamada el nuevo pueblo de Dios (cf. «Nostra Aetate», Nº 4), pero no en el sentido de que el pueblo de Dios de Israel haya dejado de existir (GCGI 23).

  

6 – ¿Qué dice el documento sobre la Antigua Alianza?

Repite la enseñanza establecida por la Iglesia de que la alianza que Dios hizo con Israel sigue siendo válida y no ha sido revocada.

De manera interesante, señala que esta doctrina no fue articulada por Nostra Aetate, sino que fue enseñada explícitamente por San Juan Pablo II en 1980 (GCGI 39).

Así, el documento cita el Catecismo cuando dice:

La Antigua Alianza nunca ha sido revocada (CIC 121).

Qué es lo que esto significa precisamente es algo que el documento no explora plenamente. Sin embargo, aquí hay una discusión útil por el cardenal Avery Dulles.

judio mesianico

  

7 – ¿Qué dice el documento acerca de la salvación?

En los últimos años se ha propuesto un criterio de que hay dos caminos para la salvación, uno para los judíos y otro para los cristianos.

Cada uno de nosotros tenemos una alianza con Dios, dice el razonamiento, por lo que estos son medios de salvación para los dos.

No hay necesidad de que los judíos se vuelvan cristianos ni de que los cristianos proclamen a Jesús a los judíos.

Ellos tienen sus propios arreglos con Dios, que son más que suficientes para ellos.

Aunque este punto de vista es atractivo como para liberarlo a uno de la culpa respecto a la evangelización – especialmente a la luz de la persecución histórica de los judíos por los cristianos en muchos lugares -, es totalmente inconsistente con los datos bíblicos.

Jesús no era un gentil y no murió sólo por los pecados de los gentiles.

Él era un Judío que murió para redimir al pueblo judío también, y se aseguró que el Evangelio fuera proclamado primero y ante todo al pueblo judío en su propia época.

Sus primeros seguidores eran judíos, y les dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie va al Padre, sino por mí» (Juan 14: 6).

Por consecuencia, sus seguidores judíos entendieron que «no hay salvación en nadie más, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, por el que nosotros debamos salvarnos» (Hechos 4:12).

Los «dos caminos» es una comprensión fundamentalmente equivocada del mensaje cristiano, hecha posible en parte mediante el corte del cristianismo de sus raíces judías y tratándolo de una manera histórica, como si eso se tratara de un fenómeno puramente gentil.

El nuevo documento rechaza la perspectiva de los dos caminos, tanto enérgica como repetidamente:

Por lo tanto no hay dos caminos para la salvación de acuerdo con la expresión «Los judíos se adhieren a la Torá, los cristianos a Cristo». 

La fe cristiana proclama que el trabajo de salvación de Cristo es universal e involucra a toda la humanidad.

La palabra de Dios es una realidad única e indivisible, que se concreta en cada Contexto histórico correspondiente…

Puesto que Dios nunca ha revocado su alianza con su pueblo Israel, no puede haber diferentes caminos o enfoques para la salvación de Dios.

La teoría de que pueda haber dos caminos diferentes a la salvación, el camino judío sin Cristo y el camino con Cristo, a quien los cristianos creen es Jesús de Nazaret, de hecho pondría en peligro los fundamentos de la fe cristiana.

Confesar la mediación universal y por lo tanto también exclusiva de la salvación a través de Jesucristo pertenece a la esencia de la fe cristiana…

La Iglesia y el judaísmo no pueden ser representados como «dos vías paralelas a la salvación«…

La confesión cristiana es que sólo puede haber un camino a la salvación…

Por lo tanto, no puede haber dos caminos de salvación, ya que Cristo es también el Redentor de los judíos y además de los gentiles (GCGI 25, 35, 36, 37).

  

8 – ¿Implica el documento que los judíos no cristianos no pueden salvarse?

No, y uno no lo esperaría.

La Iglesia reconoce que la salvación es posible para las personas que, sin culpa propia, no abrazan la fe cristiana en esta vida. Así lo afirma el Vaticano II:

Los que también pueden alcanzar la salvación, sin falta de su parte, son quienes no conocen el Evangelio de Cristo o de Su Iglesia, pero sinceramente buscan a Dios y movidos por la gracia procuran por medio de sus acciones hacen Su Voluntad, según lo reconocen por los dictados de su conciencia (Lumen Gentium 16).

En tales casos, porque Cristo es el Salvador de todos los hombres, sigue siendo a través de Jesús que estas personas se salvan.

Sencillamente no se dan cuenta de eso en esta vida.

En consecuencia, no es sorpresa que el nuevo documento establece:

Sin embargo, desde la confesión cristiana de que solo puede haber un camino para la salvación, esto, de ninguna manera busca que los judíos sean excluidos de la salvación de Dios porque no creen en Jesucristo como el Mesías de Israel e Hijo de Dios (GCGI 36).

También dice:

Que los judíos son participantes en la salvación de Dios es teológicamente incuestionable, pero cómo puede ser eso posible sin confesar a Cristo de manera explícita, es y continúa siendo un misterio divino insondable.

muro de los lamentos

  

9 – Antes del Documento, la Iglesia enseñó que los judíos que no abrazan el cristianismo pueden salvarse

La Iglesia siempre ha enseñado que antes de la época de Cristo, los judíos fieles podían salvarse y, que de hecho, algunos fueron salvados.

Debido al dogma expresado en el Credo «descendió al infierno» siempre se interpretó que Cristo visitó el «limbo de los padres», donde aquellos que murieron antes de Cristo y que estaban en estado de gracia, aguardaban el cumplimiento de su salvación.

Las almas de los padres en el limbo eran como presos en espera de ser rescatados, liberados hacia la libertad de la vida eterna en el Cielo.

Estas almas «fueron no creyentes en tiempos pasados».

Seguramente, no creyeron explícitamente en Cristo, con la plenitud del cristianismo.

Pero ellos realmente poseyeron una comprensión limitada de Él en su esperanza por el Mesías.

El término «no creyente» es notable, ya que indica que incluso los no judíos, antes de Cristo, podían salvarse.

¿Cómo podría ocurrir esto?

Ellos tendrían que entrar en estado de gracia por un bautismo de deseo implícito, o por un bautismo de sangre.

Si cometieran un pecado mortal propiamente dicho, tendrían que arrepentirse con una contrición perfecta, que también puede ser implícita.

Así que los no-judíos y ciertamente los judíos fieles, tendrían un camino de salvación a su disposición, sin la creencia explícita en Jesucristo (que aún no había nacido).

  

10 – ¿Qué dice el documento acerca de la evangelización?

Reconoce que los cristianos tienen el deber de evangelizar y que esto incluye a las judíos.

Muchos en los medios de comunicación y la blogosfera lo entendieron mal (no es sorpresa) e informaron que la Santa Sede estaba diciendo que los cristianos no deben evangelizar judíos, pero el documento dice lo contrario.

El documento sí dijo que evangelizar al pueblo judío es un asunto sensible por múltiples razones, incluyendo el hecho de que para muchos judíos eso parece poner en duda su existencia continuada como pueblo y el hecho de que la historia de la persecución cristiana de judíos, incluyendo el Holocausto alemán del siglo XX, se cierne sobre la discusión.

Luego, establece una distinción entre la Iglesia que apoya los esfuerzos particulares dirigidos a la evangelización judía y los esfuerzos ordinarios, orgánicos de los cristianos individuales en compartir su fe con los judíos.

En cuanto a lo anterior, el documento dice:

En términos concretos esto significa que la Iglesia católica ni conduce ni apoya cualquier trabajo específico de misión institucional dirigido a los judíos (GCGI 40).

La palabra clave aquí es «institucional». Está diciendo que la Iglesia no tiene una Comisión Pontificia para la Conversión de los Judíos y que no proporciona apoyo a las instituciones independientes dedicadas a la obra misionera judía (por ejemplo, católicos equivalentes a Judíos por Jesús).

El documento continúa diciendo que “hay un rechazo de principios sobre una misión judía institucional”.

Qué principio tienen en mente, no es seguro.

Uno podría entender por qué – por razones prácticas – la Iglesia no tiene un dicasterio de la Curia romana dedicado a la evangelización judía y no presta apoyo a las organizaciones independientes que realizan este trabajo.

Pues para la Iglesia llevar a cabo o apoyar oficialmente los esfuerzos institucionales en la evangelización judía, a la luz de la historia, podría inflamar las sensibilidades judías y servir como un impedimento para el intercambio eficaz del Evangelio con las personas judías.

Sin embargo, si tienen algo en mente más allá de eso, no estoy seguro de lo que es.

Pese al hecho de que la Iglesia no realiza esfuerzos institucionales dirigidos a la evangelización judía, el documento reconoce que los cristianos pueden y deben compartir su fe con los judíos, declarando:

Aun así los cristianos son llamados a dar testimonio de su fe en Jesucristo también para los judíos, aunque deberán hacerlo de una manera humilde y sensible, reconociendo que los judíos son portadores de la Palabra de Dios, y particularmente en vista de la gran tragedia de la Shoah [es decir, el Holocausto] (GCGI 40).

Y así el ingreso a la Iglesia es para los judíos y gentiles creyentes en Cristo:

Jesús… llama a su Iglesia tanto a los judíos como a los gentiles (cf. Ef 2:11-22) sobre la base de la fe en Cristo y por medio del bautismo, por el cual se incorporan a su Cuerpo que es la Iglesia (GCGI 41)

Es y sigue siendo una definición cualitativa de la Iglesia de la Nueva Alianza que se compone de judíos y gentiles, aunque las proporciones cuantitativas de los judíos y gentiles cristianos puedan dar inicialmente una impresión diferente [GCGI 43]

Lejos de rechazar la idea de que el evangelio debe ser compartido con el propio pueblo de Jesús, el nuevo documento llama a los individuos cristianos – judíos y gentiles – a compartirla con ellos, y de una manera amorosa y sensible.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

¿Te gustó este artículo? Entra tu email para recibir nuestra Newsletter, es un servicio gratis:

Categories
Catolicismo Divorcio - Matrimonio - Familia Evangelización Eventos NOTICIAS Noticias 2013 septiembre - diciembre Parroquias SIGNOS DE ESTOS TIEMPOS Signos de estos Tiempos Signos extraordinarios de la Iglesia Sociedad

El Vaticano hizo público el documento preparatorio para el Sínodo de las Familias

Incluye el cuestionario enviado a parroquias y obispos.

 

Luego que el cuestionario de 38 preguntas a las parroquias y obispos hubo recorrido el mundo extraoficialmente, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede se presentó el documento preparatorio de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos cuyo tema es «Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización» que tendrá lugar en el Vaticano del 5 al 19 de octubre de 2014. En este documento, al final aparece el cuestionario.

 

Mons Lorenzo Baldisseri

 

Tuvieron a cargo la presentación el Cardenal Péter Erdo, Arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungría), Mons. Lorenzo Baldisseri, y Mons. Bruno Forte, Arzobispo de Chieti-Vasto (Italia), respectivamente Relator General de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, Secretario General del Sínodo de los Obispos y Secretario especial de dicha asamblea extraordinaria.

Mons. Baldisseri explicó que

«la temática de este Sínodo se inserta en una ruta de trabajo en dos etapas: la primera es, precisamente, la Asamblea General Extraordinaria de 2014 cuyo propósito es precisar el ‘status quaestionis’ y recoger testimonios y propuestas de los obispos para anunciar y vivir el Evangelio con credibilidad para la familia; la segunda es la Asamblea General Ordinaria, prevista para 2015, cuyo fin es dar las líneas operativas para la pastoral de la persona humana y de la familia».

Después recordó que si bien el proceso de elaboración de cada asamblea sinodal comienza con una consulta entre los diversos organismos que son interpelados sobre el tema en cuestión, en este caso, sin embargo,

«este proceso se desarrolla en formas particulares, sea porque la metodología sinodal se encuentra en la actualidad en un momento de revisión general, sea porque se trata de una Asamblea Extraordinaria».

En cuanto a la renovación metodológica,

«la idea es hacer que la institución sinodal sea un instrumento real y efectivo de comunión a través del cual se exprese y se realice la colegialidad deseada en el Concilio Vaticano II».

«De hecho, con este fin, es voluntad del Santo Padre potenciar también la actividad de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos para que pueda cumplir adecuadamente su misión de promover la colegialidad episcopal, ‘cum Petro e sub Petro’, en el gobierno de la Iglesia universal. Esto implicará no sólo cambios estructurales y de naturaleza metodológica del proceso sinodal, sino también la adaptación funcional de la Secretaría General, incluyendo la recuperación del espacio físico de su sede».

Por lo que se refiere al carácter extraordinario de la próxima asamblea sinodal es de señalar que

«este tipo de sínodos responden a la necesidad de tratar una materia que a pesar de referirse al bien de la Iglesia universal, exija una rápida definición. Es evidente que la crisis social y espiritual del mundo actual afecta a la vida familiar y crea una verdadera urgencia pastoral que justifica la convocatoria de una Asamblea General Extraordinaria».

El Cardenal Erdo señaló que en el documento preparatorio

«la familia aparece como una realidad que procede de la voluntad del Creador y constituye una presencia social. Por lo tanto, no es una mera invención de la sociedad humana, mucho menos de cualquier poder puramente humano, sino más bien una realidad natural, que fue elevada por Cristo Nuestro Señor en el contexto de la gracia divina. El documento, así como la Iglesia misma, une estrechamente la problemática de la familia con la del matrimonio».

Pasó revista a todas las cuestiones abordadas en el texto, desde la preparación para el matrimonio y la evangelización de los cónyuges y de sus familias, a las uniones de hecho sin reconocimiento religioso o civil, a la situación de los divorciados católicos que se han vuelto a casar o a las uniones entre personas del mismo sexo, pasando por los procedimientos de nulidad matrimonial.

Sin embargo, afirmó, todo el cuestionario que se ha enviado a las conferencias episcopales de todo el mundo

«se coloca en un contexto más elevado: más allá de los problemas existentes abre el horizonte hacia el reconocimiento del hecho de que la familia es un verdadero don del Creador a la humanidad».

Por último, el Arzobispo Bruno Forte recordó que el enfoque para abordar los desafíos de la vida familiar en la actualidad es el que el Beato Juan XXIII anotaba en su diario poco antes de la apertura del Concilio Vaticano II: «mirar todo a la luz del ministerio pastoral, es decir: almas que salvar y que reconstruir».

«No se trata, en definitiva -dijo-, de debatir asuntos de doctrina, por otra parte explicadas ya por el Magisterio también reciente. La invitación que deriva para toda la Iglesia es escuchar los problemas y expectativas que están viviendo hoy en día tantas familias, mostrarse cerca de ellas y ofrecerles de forma creíble la misericordia de Dios y la belleza de la respuesta a su llamada».

EL DOCUMENTO SIN EL CUESTIONARIO

El cuestionario puede leerse aquí.

I – El Sínodo: familia y evangelización

La misión de predicar el Evangelio a toda la humanidad ha sido confiada directamente por el Señor a sus discípulos y es la Iglesia quien lleva adelante tal misión en la historia. En el tiempo que estamos viviendo, la evidente crisis social y espiritual llega a ser un desafío pastoral, que interpela la misión evangelizadora de la Iglesia para la familia, núcleo vital de la sociedad y de la comunidad eclesial. La propuesta del Evangelio sobre la familia en este contexto resulta particularmente urgente y necesaria. La importancia del tema surge del hecho que el Santo Padre ha decidido establecer para el Sínodo de los Obispos un itinerario de trabajo en dos etapas: la primera, la Asamblea General Extraordinaria del 2014, ordenada a delinear el “status quaestionis” y a recoger testimonios y propuestas de los Obispos para anunciar y vivir de manera creíble el Evangelio de la familia; la segunda, la Asamblea General Ordinaria del 2015, para buscar líneas operativas para la pastoral de la persona humana y de la familia.

Hoy se presentan problemáticas inéditas hasta hace unos pocos años, desde la difusión de parejas de hecho, que no acceden al matrimonio y a veces excluyen la idea del mismo, a las uniones entre personas del mismo sexo, a las cuales a menudo es consentida la adopción de hijos. Entre las numerosas nuevas situaciones, que exigen la atención y el compromiso pastoral de la Iglesia, bastará recordar: los matrimonios mixtos o inter-religiosos; la familia monoparental; la poligamia, difundida todavía en no pocas partes del mundo; los matrimonios concordados con la consiguiente problemática de la dote, a veces entendida como precio para adquirir la mujer; el sistema de las castas; la cultura de la falta de compromiso y de la presupuesta inestabilidad del vínculo; formas de feminismo hostil a la Iglesia; fenómenos migratorios y reformulación de la idea de familia; pluralismo relativista en la concepción del matrimonio; influencia de los medios de comunicación sobre la cultura popular en la comprensión de la celebración del casamiento y de la vida familiar; tendencias de pensamiento subyacentes en la propuestas legislativas que desprecian la estabilidad y la fidelidad del pacto matrimonial; la difusión del fenómeno de la maternidad subrogada (alquiler de úteros); nuevas interpretaciones de los derechos humanos. Pero, sobre todo, en ámbito más estrictamente eclesial, la debilitación o el abandono de fe en la sacramentalidad del matrimonio y en el poder terapéutico de la penitencia sacramental.

A partir de todo esto se comprende la urgencia con la cual el episcopado mundial, cum et sub Petro, considera atentamente estos desafíos. Por ejemplo, si sólo se piensa que en el actual contexto muchos niños y jóvenes nacidos de matrimonios irregulares no podrán ver jamás a sus padres acercarse a los sacramentos, se comprende el grado de urgencia de los desafíos puestos por la situación actual, por otro lado difundida ampliamente en la “aldea global”, a la evangelización.

Esta realidad presenta una singular correspondencia con la amplia acogida que está teniendo en nuestros días la enseñanza sobre la misericordia divina y sobre la ternura en relación a las personas heridas, en las periferias geográficas y existenciales: las expectativas que se derivan de ello acerca de las decisiones pastorales sobre la familia son muchas. Por lo tanto, una reflexión del Sínodo de los Obispos sobre estos temas parece tanto necesaria y urgente, cuanto imperativa, como expresión de la caridad de los Pastores, no sólo frente a todos aquellos que son confiados a ellos, sino también frente a toda la familia humana.

II- La Iglesia y el Evangelio sobre la familia

La buena noticia del amor divino ha de ser proclamada a cuantos viven esta fundamental experiencia humana personal, de vida matrimonial y de comunión abierta al don de los hijos, que es la comunidad familiar. La doctrina de la fe sobre el matrimonio ha de ser presentada de manera comunicativa y eficaz, para que sea capaz de alcanzar los corazones y de transformarlos según la voluntad de Dios manifestada en Jesucristo.

En relación a la citación de las fuentes bíblicas sobre el matrimonio y la familia, se indican en el presente texto sólo las referencias esenciales. Así también para los documentos del Magisterio parece oportuno limitarse a los documentos del Magisterio universal de la Iglesia, integrándolos con algunos textos del Pontificio Consejo de la Familia e invitando a los Obispos que participan en el Sínodo a referirse a los documentos de sus respectivos organismos episcopales.

Desde siempre y en las más diversas culturas no ha faltado nunca la enseñanza clara de los pastores ni el testimonio concreto de los creyentes, hombres y mujeres, que en circunstancias muy diferentes han vivido el Evangelio sobre la familia como un don inconmensurable para la vida de ellos y de sus hijos. El compromiso del próximo Sínodo Extraordinario es impulsado y sostenido por el deseo de comunicar a todos, más incisivamente este mensaje esperando que, de este modo, «el tesoro de la revelación encomendado a la Iglesia vaya llenando los corazones de los hombres» (DV 26).

El proyecto de Dios Creador y Redentor

La belleza del mensaje bíblico sobre la familia tiene su fundamento en la creación del hombre y la mujer, ambos hechos a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,24-31; 2, 4b-25). Unidos por un vínculo sacramental indisoluble, los esposos viven la belleza del amor, de la paternidad, de la maternidad y de la dignidad suprema de participar así en la obra creadora de Dios.

En el don del fruto de la propia unión asumen la responsabilidad del crecimiento y de la educación de otras personas para el futuro del género humano. A través de la procreación, el hombre y la mujer cumplen en la fe la vocación de ser colaboradores de Dios en la custodia de la creación y en el crecimiento de la familia humana.

El Beato Juan Pablo II ha comentado este aspecto en la Familiaris Consortio: «Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26s): llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor (1Jn 4,8) y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión (cf. Gaudium et Spes, 12). El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano» (FC, n. 11).

Este proyecto de Dios creador, que el pecado original ha trastornado (cf, Gn 3,1-24), se ha manifestado en la historia a través de las vicisitudes del pueblo elegido hasta la plenitud de los tiempos, cuando, con la encarnación del Hijo de Dios no sólo quedó confirmada la voluntad divina de salvación, sino también, con la redención, fue ofrecida la gracia para obedecer a esa misma voluntad.

El Hijo de Dios, el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14) en el vientre de la Virgen Madre, vivió y creció en la familia de Nazaret y participó en las bodas de Caná enriqueciendo la fiesta con el primero de sus “signos” (cf. Jn 2,1-11). Él ha aceptado con alegría la hospitalidad familiar de sus primeros discípulos (cf. Mc 1,29-31; 2,13-17) y ha consolado el luto de la familia de sus amigos de Betania (cf. Lc 10,38-42;Jn 11,1-44).

Jesucristo ha restablecido la belleza del matrimonio proponiendo nuevamente el proyecto unitario de Dios, que había sido abandonado por la dureza del corazón humano, aún en la tradición del pueblo de Israel (cf. Mt 5,31-32; 19,3-12; Mc 10,1-12; Lc 16,18). Volviendo al origen, Jesús ha enseñado la unidad y la fidelidad entre los esposos, reprobando el repudio y el adulterio.

Precisamente a través de la extraordinaria belleza del amor humano – ya celebrada con matices inspirados en el Cantar de los Cantares y prefigurada en el vínculo esponsalicio exigido y defendido por Profetas como Oseas (Os 1,2-3,3) y Malaquías (Ml 2,13-16) – Jesús ha confirmado la dignidad originaria del amor conyugal del hombre y de la mujer.

La enseñanza de la Iglesia sobre la familia

También en la comunidad cristiana primitiva la familia aparece como «Iglesia doméstica» (cf. CCC 1655). En los llamados “códigos familiares” de las Epístolas Apostólicas neotestamentarias, la grande familia del mundo antiguo es considerada como lugar de la solidaridad más profunda entre mujeres y maridos, entre padres e hijos, entre ricos y pobres (cf. Ef 5,21-6,9; Col 3,18-4,1; 1Tm 2,8-15; Tt 2,1-10; 1P 2,13-3,7; cf. además la Epístola a Filemón). En particular, la Epístola a los Efesios ha visto en el amor nupcial entre el hombre y la mujer «el gran misterio», que hace presente en el mundo el amor de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,31-32).

En el curso de los siglos, sobre todo en la época moderna hasta nuestros días, la Iglesia no ha hecho faltar su constante y creciente enseñanza sobre la familia y sobre el matrimonio que la fundamenta. Una de las expresiones más altas ha sido propuesta por el Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, la cual, refiriéndose a los problemas más urgentes, dedica un capítulo entero a la promoción de la dignidad del matrimonio y de la familia, como aparece en la descripción de su valor para la constitución de la sociedad: «Así, la familia, en la que distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social, constituye el fundamento de la sociedad» (GS 52). De especial intensidad es el llamado a una espiritualidad Cristocéntrica para los esposos creyentes: «los propios cónyuges, finalmente, hechos a imagen de Dios vivo y constituidos en el verdadero orden de personas, vivan unidos, con el mismo cariño, modo de pensar idéntico y mutua santidad, para que habiendo seguido a Cristo, principio de vida, en los gozos y sacrificios de su vocación, por medio de su fiel amor, sean testigos de aquel misterio de amor que el Señor con su muerte y resurrección reveló al mundo» (GS 52).

También los Sucesores de Pedro, después del Concilio Vaticano II, han enriquecido con su Magisterio la doctrina sobre el matrimonio y sobre la familia, en particular Pablo VI con la Encíclica Humanae vitae, que ofrece específicas enseñanzas sobre los principios y sobre la praxis. Sucesivamente el Papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Familiaris consortio ha querido insistir en este aspecto, al proponer el designio divino sobre la verdad originaria del amor de los esposos y de la familia, en estos términos: «El único “lugar” que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios mismo (cf. Gaudium et Spes, 48), que sólo bajo esta luz manifiesta su verdadero significado. La institución matrimonial no es una ingerencia indebida de la sociedad o de la autoridad ni la imposición intrínseca de una forma, sino exigencia interior del pacto de amor conyugal que se confirma públicamente como único y exclusivo, para que sea vivida así la plena fidelidad al designio de Dios Creador. Esta fidelidad, lejos de rebajar la libertad de la persona, la defiende contra el subjetivismo y relativismo, y la hace partícipe de la Sabiduría creadora» (FC 11).

El Catecismo de la Iglesia Católica recoge estos datos fundamentales: «La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento (cf. GS 48,1; CIC can. 1055, §1)» (CCC 1660).

La doctrina expuesta en el Catecismo se refiere tanto a los principios teológicos como al comportamiento moral, tratados en dos títulos distintos: El sacramento del matrimonio (nn. 1601-1658) y El sexto mandamiento (nn.2331-2391). La atenta lectura de estas partes del Catecismo ayuda a la comprensión actualizada de la doctrina de la fe, que ha de sostener la acción de la Iglesia ante los desafíos del presente. Su pastoral se inspira en la verdad del matrimonio considerado en el designio de Dios, que ha creado el hombre y la mujer y en la plenitud de los tiempos ha revelado en Jesucristo también la plenitud del amor esponsalicio elevado a sacramento. El matrimonio cristiano fundado sobre el consenso y también dotado de efectos propios, como los bienes y las obligaciones de los esposos, sin embargo no ha sido sustraído al régimen del pecado (cf. Gn 3, 1-24), que puede procurar heridas profundas y también ofensas a la misma dignidad del sacramento.

La reciente Encíclica del Papa Francisco, Lumen Fidei, habla de la familia en su vínculo con la fe que revela «hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos» (LF 50). «El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor, signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne (cf. Gn 2,24) y ser capaces de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del Creador, de su sabiduría y de su designio de amor. Fundados en este amor, hombre y mujer pueden prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda la vida y que recuerda tantos rasgos de la fe. Prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada». «La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades» (LF 53).

Fuentes: ACI prensa, Vaticano, Signos de estos Tiempos

 

Haga click para ver las otras noticias

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis: