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Catequesis de Juan Pablo II sobre el Cielo

Juan Pablo II realizó esta catequesis sobre el cielo el 21 de julio de 1999.

La llamó “El cielo como plenitud de intimidad con Dios”.

1 . Cuando haya pasado la figura de este mundo, los que hayan acogido a Dios en su vida y se hayan abierto sinceramente a su amor, por lo menos en el momento de la muerte, podrán gozar de la plenitud de comunión con Dios, que constituye la meta de la existencia humana.

Como enseña el Catecismo de la Iglesia católica, «esta vida perfecta con la santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama «el cielo». El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones mas profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha» (n. 1024).

Hoy queremos tratar de comprender el sentido bíblico del «cielo», para poder entender mejor la realidad a la que remite esa expresión.

2. En el lenguaje bíblico el «cielo», cuando va unido a la «tierra», indica una parte del universo. A propósito de la creación, la Escritura dice: «En un principio creo Dios el cielo y la tierra» (Gn 1, 1).

En sentido metafórico, el cielo se entiende como morada de Dios, que en eso se distingue de los hombres (cf. Sal, 104, 2 s; 115, 16; Is 66, l). Dios, desde lo alto del cielo, ve y juzga (cf. Sal 113, 4-9) y baja cuando se le invoca (cf. Sal 18, 7. 10; 144, 5). Sin embargo, la metáfora bíblica da a entender que Dios ni se identifica con el cielo ni puede ser encerrado en el cielo (cf. 1R 8, 27); y eso es verdad, a pesar de que en algunos pasajes del primer libro de los Macabeos «el cielo» es simplemente un nombre de Dios (cf. 1M 3, 18. 19. 50. 60; 4, 24. 55). A la representación del cielo como morada trascendente del Dios vivo, se añade la de lugar al que también los creyentes pueden, por gracia, subir, como muestran en el Antiguo Testamento las historias de Enoc (cf. Gn 5, 24) y Elías (cf. 2R 2, 11). Así, el cielo resulta figura de la vida en Dios. En este sentido, Jesús habla de «recompensa en los 1 cielos» (Mt 5, 12) y exhorta a «amontonar tesoros en el cielo» (Mt 6, 20; cf. 19, 21).

3. El Nuevo Testamento profundiza la idea del cielo también en relación con el misterio de Cristo. Para indicar qué el sacrificio del Redentor asume valor perfecto y definitivo, la carta a los Hebreos afirma que Jesús «penetró los cielos» (Hb 4, 14) y «no penetró en un santuario hecho por mano de hombre, en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo» (Hb 9, 24). Luego, los creyentes, en cuanto amados de modo especial por el Padre, son resucitados con Cristo y hechos ciudadanos del cielo.

Vale la pena escuchar lo que a este respecto nos dice el apóstol Pablo en un texto de gran intensidad: «Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros pecados, nos vivificó juntamente con Cristo —por gracia habéis sido salvados— y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Ef 2, 4-7). Las criaturas experimentan la paternidad de Dios, rico en misericordia, a través del amor del Hijo de Dios, crucificado y resucitado, el cual, como Señor, está sentado en los cielos a la derecha del Padre.

4. Así pues, la participación en la completa intimidad con el Padre, después del recorrido de nuestra vida terrena, pasa por la inserción en el misterio pascual de Cristo. San Pablo subraya con una imagen espacial muy intensa este caminar nuestro hacia Cristo en los cielos al final de los tiempos: «Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos (los muertos resucitados), al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolados, pues, mutuamente con estas palabras» (1Ts 4, 17-18).

En el marco de la Revelación sabemos que el «cielo» o la «bienaventuranza» en la que nos encontraremos no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo.

Es preciso mantener siempre cierta. sobriedad al describir estas realidades últimas, ya que su representación resulta siempre inadecuada. Hoy el lenguaje personalista logra reflejar de una forma menos impropia la situación de felicidad y paz en que nos situará la comunión definitiva con Dios.

El Catecismo de la Iglesia católica sintetiza la enseñanza eclesial sobre esta verdad afirmando que, «por su muerte y su resurrección, Jesucristo nos ha abierto» el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, que asocia a su glorificación celestial a quienes han creído en él y han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él» (n. 1026).

5. Con todo, esta situación final se puede anticipar de alguna manera hoy, ,tanto en la vida sacramental, cuyo centro es la Eucaristía, como en el don de sí mismo mediante la caridad fraterna. Si sabemos gozar ordenadamente de los bienes que el Señor nos regala cada día, experimentaremos ya la alegría y la paz de que un día gozaremos plenamente. Sabemos que en esta fase terrena todo tiene límite; sin embargo, el pensamiento de las realidades últimas nos ayuda a vivir bien las realidades penúltimas. Somos conscientes de que mientras caminamos en este mundo estamos llamados a buscar «las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios» (Col 3, 1), para estar con él en el cumplimiento escatológico, cuando en el Espíritu él reconcilie totalmente con el Padre «lo que hay en la tierra y en los cielos» (Col 1, 20).

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La Inmaculada Concepción de la Virgen María (Catequesis de Juan Pablo II)

Catequesis de Juan Pablo II (29-V-96)

1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de Oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación…
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Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3,15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastará la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta a la serpiente bajo sus pies.

Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto, por consiguiente, no atribuye a María, sino a su Hijo la victoria sobre Satanás.

Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

2. En el mismo texto bíblico, además, se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese período de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre» (AAS 45 [1953], 579).

La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.

3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capítulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12,1).

La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual, cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12,5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer-comunidad está descrita con los rasgos de la mujer-Madre de Jesús.

Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12,2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19,25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2,35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.

Por último, el Apocalipsis invita a reconocer más particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.

4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.

El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer» (Sal 50,7; Jb 14,2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5,12.18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no conoció pecado» (2 Cor 5,21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundó el pecado» (Rm 5,20).

Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.

San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.

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La Virgen Maria – La Inmaculada Concepcion (1/9)

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El Amor Generoso y Providente del Padre, Catequesis de Juan Pablo II

Audiencia del miércoles 24 de marzo de 1999

1. Prosiguiendo nuestra meditación sobre Dios Padre, hoy queremos reflexionar en su amor generoso y providente. «El testimonio de la Escritura es unánime: la solicitud de la divina Providencia es concreta e inmediata; tiene cuidado de todo, desde las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 303). Podemos tomar como punto de partida un texto del libro de la Sabiduría, en el que la Providencia divina se pone de manifiesto actuando en favor de una barca en medio del mar: «Es tu providencia, Padre, quien la guía, pues también en el mar abriste un camino, una ruta segura a través de las olas, mostrando así que de todo peligro puedes salvar, para que hasta el inexperto pueda embarcarse» (Sb 14, 3-4).

En un salmo se halla también la imagen del mar, surcado por las naves y en el que viven animales pequeños y grandes, para recordar el alimento que Dios proporciona a todos los seres vivos: «Todos ellos de ti están esperando que les des a su tiempo su alimento; tú se lo das y ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes» (Sal 104, 27-28).

2. La imagen de la barca en medio del mar representa muy bien nuestra situación frente al Padre providente, el cual, como dice Jesús, «hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5, 45). Sin embargo, frente a este mensaje del amor providente del Padre surge espontánea la pregunta: ¿cómo se puede explicar el dolor? Y es preciso reconocer que el problema del dolor constituye un enigma ante el cual la razón humana queda desconcertada. La Revelación divina nos ayuda a comprender que Dios no lo quiere, puesto que entró en el mundo a causa del pecado del hombre (cf. Gn 3, 16-19). Lo permite para la salvación misma del hombre, sacando bien del mal. «Dios todopoderoso (…), al ser sumamente bueno, no permitiría nunca que cualquier tipo de mal existiera en sus obras, si no fuera suficientemente poderoso y bueno como para sacar bien del mismo mal» (san Agustín, Enchiridion de fide, spe et caritate, 11, 3: PL 40, 236). A este respecto, son significativas las palabras tranquilizadoras que dirigió José a sus hermanos, los cuales lo habían vendido y ahora dependían de su poder: «No fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios (…). Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo numeroso» (Gn 45, 8; 50, 20).

Los proyectos de Dios no coinciden con los del hombre; son infinitamente mejores, pero a menudo resultan incomprensibles para la mente humana. Dice el libro de los Proverbios: «Del Señor dependen los pasos del hombre: ¿cómo puede el hombre comprender su camino?» (Pr 20, 24). En el Nuevo Testamento, san Pablo enuncia este principio consolador: «En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8, 28).

3. ¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a esta providente y clarividente acción divina? Desde luego, no debemos esperar pasivamente lo que nos manda, sino colaborar con él, para que lleve a cumplimiento lo que ha comenzado a realizar en nosotros. Debemos ser solícitos sobre todo en la búsqueda de los bienes celestiales. Éstos deben ocupar el primer lugar, como nos pide Jesús: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia» (Mt 6, 33). Los demás bienes no deben ser objeto de preocupaciones excesivas, porque nuestro Padre celestial conoce cuáles son nuestras necesidades; nos lo enseña Jesús cuando exhorta a sus discípulos a «un abandono filial en la providencia del Padre celestial que cuida de las más pequeñas necesidades de sus hijos» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 305): «Vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos. Que por todas esas cosas se afanan las gentes del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis de ellas necesidad» (Lc 12, 29-30).

Así pues, estamos llamados a colaborar con Dios, mediante una actitud de gran confianza. Jesús nos enseña a pedir al Padre celestial el pan de cada día (cf. Mt 6, 11; Lc 11, 3). Si lo recibimos con gratitud, espontáneamente recordaremos también que nada nos pertenece, y debemos estar dispuestos a donarlo: «A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames» (Lc 6, 30).

4. La certeza del Amor de Dios nos lleva a confiar en su Providencia paterna incluso en los momentos más difíciles de la existencia. Santa Teresa de Jesús expresa admirablemente esta plena confianza en Dios Padre providente, incluso en medio de las adversidades: «Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta» (Poesías, 30).

La Escritura nos brinda un ejemplo elocuente de confianza total en Dios cuando narra que Abraham había tomado la decisión de sacrificar a su hijo Isaac. En realidad, Dios no quería la muerte del hijo, sino la fe del padre. Y Abraham la demuestra plenamente, dado que, cuando Isaac le pregunta dónde está el cordero para el holocausto, se atreve a responderle: «Dios proveerá» (Gn 22, 8). E, inmediatamente después, experimentará precisamente la benévola Providencia de Dios, que salva al niño y premia su fe, colmándolo de bendición.

Por consiguiente, es preciso interpretar esos textos a la luz de toda la Revelación, que alcanza su plenitud en Jesucristo. Él nos enseña a poner en Dios una inmensa confianza, incluso en los momentos más difíciles: Jesús, clavado en la Cruz, se abandona totalmente al Padre: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23, 46). Con esta actitud, eleva a un nivel sublime lo que Job había sintetizado en las conocidas palabras: «El Señor me lo dio; el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor» (Jb 1, 21). Incluso lo que, desde un punto de vista humano, es una desgracia puede entrar en el gran proyecto de amor infinito con el que el Padre provee a nuestra salvación.

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Para Lech Walesa la mano de María fue fundamental en la caída del Muro de Berlín

Entrevista al polaco que operó con Juan Pablo II.

 

La Iglesia y el papa polaco Juan Pablo II fueron fundamentales para la erosión del comunismo. A días de un nuevo aniversario de la caída del Muro de Berlín el premio Nobel de la Paz, ex presidente polaco y ex líder del sindicato Solidaridad habla de los pormenores del proceso, la acción del papa y de la Iglesia, y la oración confiada a María para su intercesión.

 

Juan Pablo II y Lech Walesa

 

Walesa, está convencido que “la Providencia” envió a los polacos “un Papa Santo” en un período particularmente difícil, y que fue fundamental en la caída del comunismo.

Presentamos aquí la entrevista realizada por la revista El Pensador.

ENTREVISTA HECHA POR LA REVISTA EL PENSADOR A LECH WALESA

P.– Señor presidente, muchísimas gracias por esta entrevista. Como bien sabe, en pocos meses su amigo Juan Pablo II será canonizado. ¿Qué siente ante este acontecimiento?

R.– Es una gran alegría y estoy profundamente convencido, junto con millones de personas en Polonia y en todo el mundo, de que la Providencia quiso enviarnos un papa santo en un período particularmente difícil.

Personalmente tuve la suerte de conocer y tratar al beato Juan Pablo II y encontrar en él apoyo para luchar, compresión paternal y una increíble fuerza para sacar adelante tareas humanamente inimaginables.

P.– En efecto, es bien sabido que usted y Juan Pablo II tuvieron una relación muy estrecha. ¿Cuál cree que es la mayor contribución de su pontificado?

R.– Su persona y su obra son demasiado ricas para tratar de reducirlas a un momento o acto particular. Pero aquellas palabras que dirigió a los polacos, «Ven Espíritu Santo y renueva la faz de la tierra, de ésta tierra», tuvieron una fuerza particular y se hicieron vida en Solidarnosc para ayudar a la renovación de Polonia, Europa y el mundo entero.

P.– ¿Ha tenido usted oportunidad de intervenir en el proceso canónico de Juan Pablo II?

R.– Sí, en el proceso de beatificación tuve la oportunidad de dar mi testimonio y manifestar mis propias convicciones…

P.– Juan Pablo II se comprometió firmemente para erradicar el comunismo en la Europa del Este. Usted jugó un papel muy importante en este proceso. ¿El sindicato Solidaridad fue posible porque justo entonces había un papa polaco?

R.– Los polacos padecen de una grave enfermedad: el amor a la libertad, que se ha fortalecido en momentos de nuestra historia cuando la nación ha sido privada de su libertad y nuestra patria borrada del mapa. Este yugo pesó especialmente ante la indiferencia del mundo occidental cuando en 1939 el mundo nos dejó solos frente al poder beligerante de Alemania y la posterior sujeción al régimen comunista ruso.

Nunca llegamos a reconciliarnos con esta situación y buscamos en aquellos primeros años de la postguerra resistir con las armas sin ningún efecto. Entendimos así que el único camino era el de la paz y el diálogo. Fue en este momento cuando llegó, enviado del cielo, un papa polaco. Un papa que apoyaría y sostendría este camino y búsqueda de cambios desde la misión encomendada a Solidaridad, recordándonos siempre que «no puede haber libertad sin solidaridad», y fortaleciendo en nosotros la esperanza.

P.– ¿Recuerda cuándo fue la primera vez que le habló usted de Solidaridad a Juan Pablo II?

R.– Tuve la suerte de poder entenderme con el Santo Padre sin necesidad de palabras, algo muy importante teniendo en cuenta que no siempre y en todos los lugares se podía hablar abiertamente. Recuerdo muy bien la primera visita de Solidarnosc al Vaticano. Recuerdo también el encuentro en la Dolina Chochlowska, donde tuvimos una conversación en el pasillo del hotel en lugar del salón preparado por las autoridades, lleno de equipos de escucha. Así como el encuentro en Gdansk. Fueron encuentros muy personales y al mismo tiempo de un peso político muy fuerte, sobre todo para las autoridades comunistas…

P.– Se ha dicho que la Iglesia católica apoyó su lucha contra el comunismo, incluso financiando a Solidaridad. ¿Qué hay de cierto en todo ello?

R.– Como un fiel hijo de la Iglesia, puedo asegurar de que ella siempre estuvo a nuestro lado. Sus representantes, los obispos y sacerdotes, fueron siempre compañeros de lucha en momentos decisivos. Por todos los medios posibles, con su autoridad, invitaban al diálogo y daban testimonio de la verdad. Su apoyo espiritual y sus oraciones no tienen precio. Por desgracia hubo también momentos muy dolorosos, como en el caso del padre Jerzy Popieluszko, al igual que muchos otros. Pero estoy seguro que nada fue en vano.

Por todo ello, la Iglesia jugó un gran papel en la conquista de la libertad y en el proceso de democratización del país. Incluso cuando a los ojos de la opinión pública y en algunos aspectos concretos no siempre estuviéramos de acuerdo, las decisiones políticas y estratégicas permanecieron del lado de la libertad y se dirigían hacia un mismo fin.

P.– En ocasiones la transición a la democracia de Polonia estuvo a punto de irse a pique. ¿Jugó Juan Pablo II un papel de mediación con Gorbachov, en orden a garantizar que la transición siguiera adelante?

R.– Esta pregunta no me corresponde a mí contestarla. Ahora bien, es cierto que Gorbachov intentó renovar el comunismo, pero no lo logró. Y en parte esto fue así gracias al papel que en este campo desempeñó Juan Pablo II.

P.– Si en 1988 no hubiéramos tenido un papa polaco, ¿habría colapsado el comunismo?

R.– Hubo muchos factores que provocaron el colapso. Fue un proceso que se inició significativamente en 1980 en el astillero de Gdansk, y después de muchos años de lucha trajeron consigo un proceso de cambios hacia la libertad. En este camino Juan Pablo II tuvo un rol decisivo para que sucediera de esta manera, pacífica y efectiva, y no de otra.

P.– Como sabe, la Virgen María anunció en Fátima la caída del comunismo. ¿Sintió alguna vez la proximidad real de la Virgen durante su dura lucha contra aquel régimen político?

R.– Yo hablaría incluso de milagros porque muchas veces sentí y realmente noté la mano de la providencia divina. Siempre traté de actuar según mi conciencia y en momentos decisivos decía en silencio y con gran intensidad: «¡Madre de Dios, ayuda!» Y siempre lo ha hecho.

P.– Dentro de poco se cumplirán 25 años desde la caída del Muro de Berlín, tiempo más que suficiente para hacer balance… ¿Cuáles creen que son las sombras de este proceso?

R.– La caída del muro de Berlín fue el efecto y no la causa de los cambios. El camino hacia la libertad había empezado ya antes en Polonia. Otras naciones entendieron y aplicaron el mensaje y la misión de Solidarnosc, y precisamente esta Solidarnosc «internacional» junto a los cambios realizados en otros países libres, se convirtieron en luz y fuente de esperanza.

Después históricamente no logramos mantener esta intensidad en el espíritu de Solidaridad, algo que podría considerarse una de las sombras, junto a la realidad de todos aquellos países que no pudieron aprovecharse de estos cambios y quedaron relegados y marginados en la pobreza, tal vez porque no les ayudamos en su momento a prepararse para un mundo nuevo. Queda como una tarea pendiente de nuestra generación.

P.– ¿Es hoy Polonia el país que usted soñaba en 1983?

R.– En aquellos años, alrededor de 1983, nadie nos ofrecía ni la más pequeña posibilidad de cambio político por el camino de la paz. Hablé con primeros ministros, presidentes, reyes… y no fui capaz de convencer a nadie de que por un camino pacífico el comunismo acabaría por caer y nosotros seríamos testigos de ello en nuestra vida. Era totalmente imposible soñar con un país libre y sin embargo, con el tiempo, logramos un éxito inimaginable.

No obstante me duele el hecho de que en este camino de democratización hayamos descuidado a los más débiles y de que muchos hayan acabado perdiendo por no estar preparados para el capitalismo. Son hechos dolorosos, pero no empaña la realidad de una gran victoria de la que nuestra generación forma parte.

R.– ¿Cuál es hoy, según usted, la mayor amenaza para la democracia en el mundo?

R.– Hoy vivimos condiciones nuevas que nos impiden crear programas y estructuras totalmente nuevas. El mundo de hoy está lleno de peligros desconocidos en épocas anteriores, pero que ofrecen al mismo tiempo nuevas e increíbles posibilidades. Estamos tratando de aprovecharlas con éxito desarrollando el campo de las nuevas tecnologías y formas de comunicación, pero, con toda sinceridad, creo que todavía no estamos listos para los retos de un mundo global.

P.– El comunismo colapsó en Europa. Pero parece que otra clase de materialismo se ha adueñado de nuestra sociedad. El consumismo. ¿Piensa que el capitalismo es la respuesta a los problemas actuales del mundo?

R.– Debemos recordar al mundo, de diferentes maneras, que el hombre es más importante que esta evolución de la civilización, y hacer lo posible por construir un mundo más seguro, más justo y más arraigado en las virtudes universales. Siempre digo con fuerza que los sistemas políticos y económicos que operan hoy en día no son capaces de entender los desafíos de hoy ni las obligaciones de la generación futura. Esto provocará descuidos importantes y con ellos, sufrimientos.

La humanidad pierde oportunidades cuando no enfrenta los desafíos y cuando le falta coraje para tomar las decisiones importantes. Faltan líderes valientes y eficaces capaces de cambiar la realidad. Creo que con frecuencia domina la huella del encasamiento y actitudes conservadoras, cuando lo que hace falta es una mirada nueva a las cosas y un ánimo renovado para construir el mundo desde una nueva perspectiva global, porque el capitalismo y la demacración que vemos hoy no van a sobrevivir ni un siglo… Hay que cortar la rama en la que estamos sentados.

P.– ¿Por qué la Unión Europea parece interesada en perder las raíces cristianas en su política legislativa? Como ejemplo, le cito el fracasado proyecto de Constitución y las políticas contra la familia y la vida.

R.– No se puede construir un edificio firme, un mundo de paz y abundancia, sin fundamentos, sin una referencia a valores universales. Desafortunadamente los constructores actuales ligeramente rechazan estos puntos de referencia, estos valores, y sin ellos fácilmente nos desorientamos, dejando a su suerte las futuras generaciones. Europa debe respirar con dos pulmones, el material y el espiritual.

P.– En un mundo consumista, multicultural y relativista… ¿Piensa que hay oportunidad para el mensaje cristiano?

R.– Siempre hay lugar para un mensaje universal y positivo…

P.– Usted ha sido un activista por los derechos humanos y la libertad en el mundo. Pero, ¿cuál es la lucha del Walesa de hoy, con setenta años?

R.– La lista de temas que requerirían ser tratados y profundizados con urgencia es larga. El mundo de hoy busca sistemas políticos y económicos capaces de asegurar la paz, la justicia y la abundancia para cada país. Yo estoy convencido de que para resolver estas preguntas difíciles es necesario el principio de la solidaridad internacional e interpersonal. Es esta solidaridad la que históricamente ha derrumbado los muros por el camino de la paz, por el camino del diálogo entre culturas y religiones.

Al mismo tiempo, esta vía estimula y apoya la juventud, y la motiva a crecer y desarrollarse buscando la mejor educación posible, cuidando de no permitir que se margine a personas y países con menores recursos y posibilidades. No tenemos mucho tiempo porque la dinámica del progreso es rápida. No podemos permitir que el pecado de omisión o la equivocada política de unos pocos países y sus aliados provoquen la imposibilidad de otras naciones de acceder a una vida mejor.

Por ello quiero apelar a todas las personas de buena voluntad, aún pequeñas organizaciones y comunidades, movimientos sociales y partidos políticos para que busquen soluciones alternativas a las grandes cuestiones de nuestra actualidad, mediante acciones y planteamientos nuevos, que busquen cambiar con valentía el propio entorno y el mundo.

Evitaremos así la posibilidad de que nuestros hijos y nietos nos reprochen el haber perdido la posibilidad de crear una gran civilización. Tendremos la oportunidad de debatir sobre estos temas, junto con otros ganadores del Premio Nobel, durante la XIII Cumbre del Premio Nobel de la Paz que pronto se tendrá por primera vez en Europa Centro-Oriental, en Varsovia, del 21 al 23 de octubre de este año. Albergamos un profundo deseo de recordar al mundo que la solidaridad es la mejor receta para alcanzar la unidad pacífica entre las naciones.

P.– ¿Cuál es el papel que juega Walesa en los intentos por democratizar Cuba?

R.– El instituto que lleva mi nombre, como organización no gubernamental, dirige desde hace algunos años un programa: En solidaridad con Cuba. Se trata de enseñar a la gente que busca la libertad y a las organizaciones de la sociedad civil de qué manera es posible luchar por la libertad por el camino de la paz.

Damos sugerencias sobre el modo de manejar el diálogo, partiendo de nuestras propias experiencias, e intentando convencer de que la unidad de metas abre el camino de la libertad. Estoy convencido de que en nuestra vida este bello país disfrutará de la libertad y seguirá desarrollándose porque tiene un enorme potencial.

P.– Por último, me gustaría citarle a tres protagonistas de la historia contemporánea, con los que usted ha estado vinculado, para que me dé su opinión de ellos. Margaret Thatcher.

R.– Es una figura de un gran peso político, que hizo grandes méritos para el bien de su propia patria, Europa y el mundo. La actitud de la Primera Ministra por lo que se refiere a la Solidarnosc fue invalorable y vio siempre en ella la oportunidad de un gran cambio para Europa y el mundo entero.

No tuvo miedo de decir abiertamente lo que el mundo debe a los polacos por la lucha que soportaron tanto tiempo. Hoy en día no es fácil encontrar figuras de este calibre.

P.– Ronald Reagan…

R.– Un gran hombre de estado al que los polacos debemos mucho. Hombre de una sabiduría sobresaliente y político muy eficaz. Como presidente de los Estados Unidos fue digno de período sometido a grandes cambios de los que también él fue protagonista.

P.– Y Gorbachov…

R.– Demostró una gran sabiduría admitiendo los cambios y reconociendo que la reparación del comunismo ya no era posible. Muchas veces hemos podido discutir sobre el pasado y el futuro y si bien discrepábamos en el juicio de algunos puntos, estuvimos siempre de acuerdo en valores fundamentales como la búsqueda de la paz, la seguridad, la abundancia y el desarrollo de las naciones.

Fuentes: ACI Prensa, Signos de estos Tiempos

 

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En el Purgatorio Dios nos Purifica: Juan Pablo II

Audiencia General
Miércoles 4 de agosto de 1999

1. Como hemos visto en las dos catequesis anteriores, a partir de la opción definitiva por Dios o contra Dios, el hombre se encuentra ante una alternativa: o vive con el Señor en la bienaventuranza eterna, o permanece alejado de su presencia.
Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1030-1032).

2. En la sagrada Escritura se pueden captar algunos elementos que ayudan a comprender el sentido de esta doctrina, aunque no esté enunciada de modo explícito. Expresan la convicción de que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación.

Según la legislación religiosa del Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios debe ser perfecto. En consecuencia, también la integridad física es particularmente exigida para las realidades que entran en contacto con Dios en el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lv 22, 22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del culto (cf. Lv 21, 17-23). A esta integridad física debe corresponder una entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1R 8, 61), al Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf. Dt 6, 5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (cf . Dt 10, 12 s).

La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad debe pasar por la purificación. Un texto de san Pablo lo sugiere.

El Apóstol habla del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio, v dice: «Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento (Cristo), resista, recibirá la recompensa. Mas aquel, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego» (1Co 3, 14-15).

3. Para alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica, en la que evoca la obra salvífica rea izada por Dios en el pasado e invoca si fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13). La figura del Siervo del Señor, delineada por el libro de Isaías, se caracteriza también por su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (cf. Is 52, 13-53, 12, especialmente, 53, 11).

El Salmo 51 puede considerarse, desde la visión del Antiguo Testamento, una síntesis del proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y 16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17).

4. El Nuevo  Testamento presenta a Cristo como el intercesor, que desempeña las funciones del sumo sacerdote el día de la expiación (cf. Hb 5, 7; 7, 25). Pero en él el sacerdocio presenta una configuración nueva y definitiva. Él entra una sola vez en el santuario celestial para interceder ante Dios en favor nuestro (cf. Hb 9, 23-26, especialmente el v. 24). Es Sacerdote y, al mismo tiempo, «víctima de propiciación» por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).

Jesús, como el gran intercesor que expía por nosotros, se revelará plenamente al final de nuestra vida, cuando se manifieste con el ofrecimiento de misericordia, pero también con el juicio inevitable para quien rechaza el amor y el perdón del Padre.

El ofrecimiento de misericordia no excluye el deber de presentarnos puros o íntegros ante Dios, ricos de esa caridad que Pablo llama «vínculo de la perfección» (Col 3, 14)

5. Durante nuestra vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1Ts 3, 12 s). Por otra parte, estamos invitados a «purificamos de toda mancha de la carne y del espíritu» (2Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.

Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección (cf. concilio ecuménico de Florencia, Decretum pro Graecis: Denzinger-Schönmetzer, 1304; concilio ecuménico de Trento, Decretum de justificatione y Decretum de purgatorio: ib., 1580 y 1820).

Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio Vaticano 11, que enseña: «Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada única carrera que es nuestra vida en tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde «habrá llanto y rechinar de dientes» (Mt 22, 13 y 25, 30)» (Lumen gentium, 48).

6. Hay que proponer hoy de nuevo un último aspecto importante, que la tradición de la Iglesia siempre ha puesto de relieve: la dimensión comunitaria. En efecto, quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1032).

Así como en la vida terrena los creyentes están unidos entre sí en el único Cuerpo místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.

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Al Inmaculado Corazón de María DEVOCIONES Y ORACIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA

Consagración del Mundo y el Tercer Milenio al Inmaculado Corazón de María

Juan Pablo II en la Misa de Clausura del Jubileo de los Obispos, 8 de octubre de 2000.Consagrarse a María, significa acoger su ayuda, para consagrar el mundo, el hombre, todos los pueblos y la humanidad al que es infinitamente santo.

Juan Pablo II ofrece el testimonio de que la consagración a María significa hacerla entrar en la propia vida espiritual. Ello conduce a la comunión de las personas, nos introduce en la profunda relación interpersonal con la Madre del Señor.
…VER VIDEOS…

Como testimonio de este principio, Juan Pablo II, le ha consagrado la Iglesia, todos los países y todos los pueblos, en el umbral del tercer milenio del cristianismo. Incluyendo a todos los que han creído en Jesucristo reconociendo en él su signo conductor en el viaje de la historia y a toda la humanidad, incluso a los que aún buscan a Cristo.

 

EN JASNA GORA

El 17 de junio de 1999, en el umbral del tercer milenio en Jasna Góra dijo: “Madre de la Iglesia, Virgen Auxiliadora, en la humildad de la fe de Pedro te presento a toda la Iglesia, a todos los continentes, los países y los pueblos que han creído en Jesucristo y lo han reconocido como conductor en el camino de la historia. Te presento a ti, Madre, a toda la humanidad, también a los que aún buscan el camino hacia Cristo. Sé su guía y ayúdales a abrirse a Dios que viene. Te presento a los pueblos del Este y del Oeste, del Norte y del Sur, y a tu materna solicitud consagro a todas las familias de los pueblos. Madre de la fe, de la Iglesia, así como en el cenáculo de Jerusalén rezabas con los Apóstoles de Cristo, permanece con nosotros hoy en el cenáculo de la Iglesia, al final de este segundo milenio de la fe y suplica para nosotros la gracia de la apertura al don del Espíritu Santo”.

 

CONSAGRACIÓN A LOS PIES DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE FÁTIMA, 8 DE OCTUBRE DE 2000

La Consagración Papal del mundo al Corazón Inmaculado ha sido un importantísimo evento, definido por el Comité central del Gran Jubileo en la Santa Sede, como: «un sello mariano para este Año Santo». Se trata de la peregrinación de la imagen de la Virgen de Fátima desde Cova de Iría hasta la Basílica de San Pedro donde culmina con el Acto de Consagración que el Santo Padre hace del Mundo y el Tercer Milenio al Inmaculado Corazón durante la Celebración de la Santa Misa del Jubileo de los Obispos.

Llegó a Roma el 6 de octubre y se trasladó a la Capilla del Apartamento de la Casa Pontificia en el Vaticano. El sábado, fiesta de Nuestra Señora del Rosario, fue llevada a la Basílica de San Pedro donde fue expuesta para la veneración de los fieles.

1. “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26).
Mientras se acerca el final de este Año Jubilar,
en el que tú, Madre, nos has ofrecido denuevo a Jesús,
el fruto bendito de tu purísimo vientre,
el Verbo hecho carne, el Redentor del mundo,
resuena con especial dulzura para nosotros esta palabra suya
que nos conduce hacia ti, al hacerte Madre nuestra:
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”.
Al encomendarte al apóstol Juan,
y con él a los hijos de la Iglesia,
más aún a todos los hombres,
Cristo no atenuaba, sino que confirmaba,
su papel exclusivo como Salvador del mundo.
Tú eres esplendor que no ensombrece la luz de Cristo,
porque vives en Él y para Él.
Todo en ti es “fiat”: Tú eres la Inmaculada,
eres transparencia y plenitud de gracia.
Aquí estamos, pues, tus hijos, reunidos en torno a ti
en el alba del nuevo Milenio.
Hoy la Iglesia, con la voz del Sucesor de Pedro,
a la que se unen tantos Pastores
provenientes de todas las partes del mundo,
busca amparo bajo tu materna protección
e implora confiada tu intercesión
ante los desafíos ocultos del futuro.

2. Son muchos los que, en este año de gracia,
han vivido y están viviendo
la alegría desbordante de la misericordia
que el Padre nos ha dado en Cristo.
En las Iglesias particulares esparcidas por el mundo
y, aún más, en este centro del cristianismo,
muchas clases de personas
han acogido este don.
Aquí ha vibrado el entusiasmo de los jóvenes,
aquí se ha elevado la súplica de los enfermos.
Por aquí han pasado sacerdotes y religiosos,
artistas y periodistas,
hombres del trabajo y de la ciencia,
niños y adultos,
y todos ellos han reconocido en tu amado Hijo
al Verbo de Dios, encarnado en tu seno.
Haz, Madre, con tu intercesión,
que los frutos de este Año no se disipen,
y que las semillas de gracia se desarrollen
hasta alcanzar plenamente la santidad,
a la que todos estamos llamados.

3. Hoy queremos confiarte el futuro que nos espera,
rogándote que nos acompañes en nuestro camino.
Somos hombres y mujeres de una época extraordinaria,
tan apasionante como rica de contradicciones.
La humanidad posee hoy instrumentos de potencia inaudita.
Puede hacer de este mundo un jardín
o reducirlo a un cúmulo de escombros.
Ha logrado una extraordinaria capacidad de intervenir
en las fuentes mismas de la vida:
Puede usarlas para el bien, dentro del marco de la ley moral,
o ceder al orgullo miope
de una ciencia que no acepta límites,
llegando incluso a pisotear el respeto debido a cada ser humano.
Hoy, como nunca en el pasado,
la humanidad está en una encrucijada.
Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente,
Oh Virgen Santa, en tu hijo Jesús.

4. Por esto, Madre, como el apóstol Juan,
nosotros queremos acogerte en nuestra casa (cf. Jn 19, 27),
para aprender de ti a ser como tu Hijo.
¡“Mujer, aquí tienes a tus hijos”!.
Estamos aquí, ante ti,
para confiar a tus cuidados maternos
a nosotros mismos, a la Iglesia y al mundo entero.
Ruega por nosotros a tu querido Hijo,
para que nos dé con abundancia el Espíritu Santo,
el Espíritu de verdad que es fuente de vida.
Acógelo por nosotros y con nosotros,
como en la primera comunidad de Jerusalén,
reunida en torno a ti el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14).
Qué el Espíritu abra los corazones a la justicia y al amor,
guíe a las personas y las naciones hacia una comprensión recíproca
y hacia un firme deseo de paz.
Te encomendamos a todos los hombres,
comenzando por los más débiles:
a los niños que aún no han visto la luz
y a los que han nacido en medio de la pobreza y el sufrimiento;
a los jóvenes en busca de sentido,
a las personas que no tienen trabajo
y a las que padecen hambre o enfermedad.
Te encomendamos a las familias rotas,
a los ancianos que carecen de asistencia
y a cuantos están solos y sin esperanza.

5. Oh Madre, que conoces los sufrimientos
y las esperanzas de la Iglesia y del mundo,
ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas
que la vida reserva a cada uno
y haz que, por el esfuerzo de todos,
las tinieblas no prevalezcan sobre la luz.
A ti, aurora de la salvación, confiamos
nuestro camino en el nuevo Milenio,
para que bajo tu guía
todos los hombres descubran a Cristo,
luz del mundo y único Salvador,
que reina con el Padre y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.

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Juan Pablo II Acto de Consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María

 
 

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Hechos curiosos en la vida de Juan Pablo II

El tercer papa con más largo pontificado.

 

Este es el último año que se celebra el 22 de  octubre al Beato Juan Pablo II, porque desde el año que viene será San Juan Pablo II.

 

jun pablo ii

 

Sus 84 años de vida dan para muchísimas anécdotas y hechos curisosos. Algunos de ellas las podrán leer a continuación.

Karol Józef Wojty?a, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojty?a y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.

Durante su infancia, sus amigos lo llamaban Lolek (Carlitos). Ese diminutivo siguieron usándolo sus parientes y algunos amigos íntimos procedentes de Polonia.

De joven, Carol Wojtyla fue atropellado por un camión y permaneció 9 días en coma.

Mostró un gran interés por el teatro y la literatura polaca. Fue actor de teatro.

Posteriormente, trabajó duramente como obrero en una cantera.

A la edad de 25 años, ayudó a una niña judía de 13 años, superviviente de un campo de concentración, alimentándola y llevándola en brazos durante cuatro kilómetros sobre la nieve, para que cogiera el tren que la devolvía a casa.

Juan Pablo II no hubiera llegado a ser Papa si, en el año 1945, en Cracovia, un oficial de la Armada Roja de la Unión Soviética, culto y amante de la historia, no hubiera decidido salvar la vida, a pesar de las órdenes de Stalin, a un joven seminarista llamado Carol Wojtyla, que le había ayudado a traducir libros sobre la caída del Imperio romano.

El 29 de mayo de 1967, contando con 47 años, se convirtió en el segundo cardenal más joven de la Iglesia Católica.

El día de su elección, el automóvil que trasladaba a Juan Pablo II se estropeó. Hizo auto-stop y un camionero le llevó directamente a la Plaza de San Pedro, muy justo de tiempo para entrar en el cónclave. De hecho, fue el último Cardenal en entrar.

El 16 de octubre de 1978, tras la muerte del Papa Juan Pablo I, se convirtió en el Pontífice más joven del siglo XX y en el primer Papa no italiano desde la elección de Adriano VI en 1522.

El 13 de Mayo de 1981, tras ser herido en un atentado, fue internado en un hospital. Por aquel entonces, el presidente de Italia era  Sandro Pertini, el cual permaneció al lado del Santo Padre hasta las dos de la mañana. No quiso alejarse antes de que el Papa abandonara la sala operatoria. El comportamiento del Presidente fue ejemplar.

Su amor a los jóvenes le llevó a crear los «Encuentros mundiales de la Juventud». Su interés por resaltar el valor de la familia, también le llevó a crear los «Encuentros mundiales de la Familia».

En 1993 se entrevistó con el emperador japonés Akihito, siendo la primera entrevista de la historia entre un soberano nipón y un Papa.

En las elecciones presidenciales polacas de 1997, apoyó la candidatura de Lech Walesa, que logró llegar al poder.

En enero de 1998 visitó por primera vez Cuba, siendo el único Papa que pisaba esa tierra cubana desde el inicio de la revolución castrista.

Juan Pablo II fue el primer Papa que entró una sinagoga judía, en una mezquita y habló en una asamblea islámica.

El 16 de octubre del año 2000 su pontificado se convirtió en el más largo del siglo XX.

Fue el primer Papa internado en un hospital fuera del Vaticano.

Cuando viajaba, llevaban varios frascos con litros de su sangre porque era de un tipo difícil de conseguir.

Una montaña del Polo sur lleva el nombre del papa Juan Pablo II, como homenaje a sus 25 años de pontificado.

Le gustaba desayunar a la polaca, es decir, con huevos, salchichas, pan y café negro.

En todo su Pontificado, Juan Pablo II ha llevado a cabo 104 visitas pastorales fuera de Italia; la última fue al Santuario de Lourdes en agosto de 2004. Ha hecho 146 visitas pastorales en Italia, sin tener en cuenta las realizadas a diversas instituciones de su diócesis de Roma. La última visita dentro de Italia fue al santuario de Loreto, realizada el 5 de septiembre de 2004. Ha recorrido más de 1.300.000 kilómetros, lo que representa casi 29 veces la vuelta a la Tierra y casi tres veces la distancia entre la Tierra y la Luna. Es el Papa más viajero de la historia con 133 países visitados, la mayor parte de los cuales recibieron por primera vez a un Pontífice. La lista completa de viajes puede leerse más abajo.

Ha escrito 14 encíclicas, 13 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones apostólicas, 42 cartas apostólicas y 28 Motu propio.

Ha proclamado 1.320 beatos en 143 ceremonias de beatificación. Además, ha canonizado 472 santos.

Ha convocado 9 consistorios para la creación de Cardenales y ha nombrado 232. El último consistorio fue celebrado el 21 de octubre de 2003.

Ha celebrado más de mil audiencias generales semanales, y ha recibido a unos 17.000.000 de fieles de todo el mundo. A esto hay que añadir los encuentros y audiencias con diversos grupos y figuras políticas, entre ellos jefes de Estado y primeros ministros, que superan los 1.500.

Ha dictado más de 20.000 discursos. Ha sufrido 6 operaciones. En una de ellas le cortaron 2.5 metros de intestino.

Los 5 pontificados más largos de la historia han sido:

San Pedro: 35 años
Pío IX: 31 años y 7 meses
Juan Pablo II: 26 años y 5 meses
León XIII:  25 años
Pío VI:  24 años y 6 meses

Es el primer papa polaco, y el primero venido de un país comunista

Cuando gozaba de buena salud, esquiaba y escalaba montañas.

Fue el primer papa en ser herido de un disparo en la calle.

Fue el primer pontífice católico en ingresar a un hospital público.

Según una encuesta realizada en la diócesis de Indiana (EEUU), lo que más llamaba la atención a los feligreses era su sonrisa, la devoción mariana, su dominio de varios idiomas, el perdón concedido al que quiso asesinarlo y su amor a los niños y los pobres.

De acuerdo con un estudio efectuado en 22 países de América Latina, España y Portugal a más de 40.000  estudiantes de secundaria, los jóvenes admiran principalmente a personajes solidarios. Juan Pablo II ocupó el primer lugar y la Beata Madre Teresa de Calcuta el segundo

En Navidad, solía obsequiar a algunas amistades, a los cardenales y a todos los trabajadores del Vaticano, una botella de vino y un pan dulce de limón con pasas.

La mayoría de los viernes santos iba a confesar a la basílica de San Pedro. Bautizó en su capilla privada a los hijos de sus amigos o a los de sus más modestos colaboradores, casando por ejemplo a una mecanógrafa con un cerrajero.

Es el autor de 4 libros y más de 500 artículos y ensayos

En marzo del 2003, el Vaticano presentó el sexto libro de poemas místicos escritos por el papa, que lleva por título Tríptico Romano

El 13 de abril de 1986 realizó un gesto histórico al visitar la sinagoga de Roma, situada frente al Vaticano, al otro lado del río Tíber

En mayo del 2002, se reunió en la plaza de San Pedro con cientos de ex prostitutas durante la audiencia general

En ese mismo mes, después del encuentro ecuménico de oración en Asís, el papa mandó un mensaje a los jefes de estado, invitándolos a adoptar una lista de diez compromisos por la paz mundial.

Tras el encuentro de Asís, por primera vez después del cisma entre Oriente y Occidente de 1054, una delegación oficial de la Iglesia Ortodoxa Griega (la más reacia a Roma junto con el patriarcado de Moscú), fue recibida por el papa en el Vaticano

El 16 de octubre del 2002, al celebrar el 24 aniversario de su elección, proclamó en la plaza de San Pedro que cumpliría su misión hasta el final

En agosto del 2002, viajó a su tierra natal Polonia, donde realizó una misa en Cracovia ante más de dos millones de fieles; siendo hasta el momento la más grande de la historia

El 14 de noviembre del 2002 visitó el parlamento italiano, la primera vez que el jefe de la Iglesia Católica lo hacia en 150 años. Su discurso se centró en el terrorismo internacional y la globalización; y fue tan elocuente que al verlo por la televisión el mafioso italiano Benedetto Marciante, capo de la Cosa Nostra y acusado de homicidio y de extorsión, se entregó a la policía romana

A partir de enero del 2003, las meditaciones, pensamientos e inquietudes del papa, pueden ser escuchadas por los fieles a través de los teléfonos móviles en Italia

En junio del 2003, a sus 83 años de edad, completó su viaje número cien al llegar a Croacia

El 19 de julio del 2003, se dio a conocer la noticia que el papa había destinado cerca de ocho millones de dólares para obras de caridad en numerosos países del mundo. La donación se utilizó en proyectos de educación, salud, formación profesional, vivienda, protección de mujeres, niños y ancianos

Juan Pablo II tomó su nombre en honor a su antecesor Juan Pablo I.

El Cardenal Stefan Wyszynski, primado de Polonia, le dijo la mañana de su elección: “si te eligen, te ruego que no te niegues”. Después de la elección dijo que «Este Papa introducirá a la Iglesia en el tercer milenio» y hoy en día sabemos que eso se cumplió.

Juan Pablo II desplegó grandes esfuerzos en el diálogo con las otras religiones no cristianas, que desembocaron en el histórico “Encuentro Mundial de Oración por la Paz” (1986).

Tenía una devoción especial a la Virgen de Fátima, que se apareció a tres niños pastores portugueses un 13 de mayo de 1917. Estaba convencido de que ella le salvó la vida durante el atentado del que fue víctima, también, un 13 de mayo (1981).

El proyectil que hirió gravemente a Juan Pablo II en el atentado cometido en la Plaza de San Pedro el día 13 de Mayo de 1.981 fue engarzado en la corona de la imagen de Ntra. Sra. de Fátima, que preside el Santuario de Cova de Iría. El propio Papa entregó la bala a Mons. Alberto Cosme, obispo de Leiría. El 13 de Mayo se celebra Ntra. Sra. de Fátima.

El Ayuntamiento de Roma resumió de la siguiente forma los datos de afluencia de los días posteriores al fallecimiento de Juan Pablo II:

3.000.000 de peregrinos vinieron a Roma a despedirse del Papa.

Unos 250.000 pudieron participar en las exequias del viernes en la plaza de San Pedro del Vaticano y en la Vía de la Conciliación.

En torno a 1.400.000 fieles rindieron homenaje a los restos mortales de Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

En cada uno de esos días, en el metro de Roma, viajaron 1.500.000 pasajeros.

10.000 voluntarios de Protección Civil, del Ayuntamiento de Roma, de los boy scouts y de otras organizaciones garantizaron la asistencia.

8.963 personas de las fuerzas de seguridad garantizaron el orden público.

En el patio del Policlínico Gemelli de Roma se inauguró el 30 de junio de 2009 una estatua en recuerdo del papa Juan Pablo II.

El monumento, dedicado por la Universidad Católica a la memoria del papa Wojtyla, fue bendecida por el cardenal Stanislaw Dziwisz, durante décadas secretario particular del pontífice.

La estatua es obra del escultor toscano Stefano Pierotti y lleva por título «¡No tengáis miedo!», como la célebre expresión pronunciada por el Papa polaco el 22 de octubre de 1978, durante la homilía de la Misa inaugural del pontificado.

La estatua está ubicada en el patio contiguo a la entrada principal del Policlínico Gemelli, donde Juan Pablo II fue ingresado en nueve ocasiones, entre el 13 de mayo de 1981 – día del atentado en la Plaza de San Pedro- y la última vez que se le ingresó al final de su enfermedad, en marzo de 2005.

A este patio el papa Juan Pablo II se asomaba desde la ventana del apartamento de la décima planta para rezar el Angelus dominical y bendecir a los fieles. En una de aquellas ocasiones, durante su ingreso en 1996, definió al Policlínico Gemelli «Vaticano III», como «casa» del Papa junto a los Palacios Apostólicos de Roma y Castel Gandolfo.

Fuentes: Web católico de Javier, Signos de estos Tiempos

 

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Catolicismo NOTICIAS Noticias 2013 septiembre - diciembre Papa Signos de estos Tiempos SIGNOS DE ESTOS TIEMPOS Signos extraordinarios de la Iglesia

La posición del Papa Francisco sobre la mujer

A 25 años de la carta apostólica ‘Mulieris Dignitatem’ de Juan Pablo II.

 

El papa Francisco recibió el sábado 12 en la Sala Clementina a los participantes del seminario de estudio promovido por el Pontificio Consejo de los Laicos, en ocasión de 25 aniversario de la Mulieris dignitatem de Juan Pablo II.
”Un documento histórico – indicó el santo padre – el primero del magisterio pontificio, dedicado enteramente al tema de la mujer”.

 

papa francisco y mujeres

 

El papa Francisco ha asegurado que «sufre» cuando ve que en la Iglesia y en las organizaciones eclesiales el papel de las mujeres se reduce sólo «a la servidumbre».

«Sufro, y os digo la verdad, cuando veo que hacen cosas de servidumbre y no de servicio».

El Papa, que siempre ha abogado por la importancia del papel de la mujer, explicó que es necesaria una reflexión de toda la Iglesia

«para dar mayor valor a la presencia de las mujeres». 

El santo padre reiteró que a través de la maternidad, Dios le confió a la mujer ‘el ser humano, en una manera totalmente especial’.

El hecho es que la mujer

“concibe, lleva en su vientre y da a luz a los hijos”

Y esto,

“no es simplemente un dato biológico, pero comporta una riqueza de implicaciones, sea para la misma mujer, por su modo de ser, por su relaciones, por el modo en el cual se pone delante vida humana y a la vida en general”.

La mujer –indicó Francisco– conserva

“’una sensibilidad particular por las cosas de Dios, especialmente porque nos ayuda a entender la misericordia, la ternura y el amor que Dios tiene por nosotros”.

Entretanto el papa puso en guardia delante del riesgo de reducir tal dimensión a un simple ‘rol social’ y de ‘promover la emancipación’.

El Papa argentino explicó que existen «dos peligros siempre presentes»: uno de ellos es

«reducir la maternidad a un papel social, a un deber, aunque noble, pero que no ayuda a construir plenamente la comunidad»

y el otro,

«promover una especie de emancipación que al ocupar los espacios sustraídos a los hombres, abandona lo femenino».

Para terminar, reiteró la idea varias veces expresada de que «la Iglesia es mujer y madre».

Fuentes: Zenit, Vaticano, Signos de estos Tiempos

 

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Beatificación Canonización Catolicismo NOTICIAS Noticias 2013 septiembre - diciembre Papa Signos de estos Tiempos SIGNOS DE ESTOS TIEMPOS Signos extraordinarios de la Iglesia

Juan Pablo II y Juan XXIII serán canonizados el Domingo de la Misericordia

Es oficial, será el 27 de abril de 2014

 

Es un fuerte mensaje para la Iglesia y el mundo. Los papas del siglo pasado que realizaron las cosas más trascendentes canonizados el día que la Iglesia festeja la última gran advocación del salvador, Jesucristo de la Misericordia. Juan XXIII fue el papa que decretó el Concilio Vaticano II y Juan Pablo II el Papa que derrumbó al comunismo, el mayor enemigo del cristianismo en el siglo XX.

 

jpii y jxxiii

 

El decreto del Vaticano dice: «Los Beatos Juan XXIII y Juan Pablo II se inscribirán entre los santos el 27 de abril de 2014, el segundo domingo de Pascua, de la Divina Misericordia».

En un comunicado difundido el lunes 30 de septiembre, el Vaticano dijo que el Papa Francisco

«decretó que beatos Juan XXIII y Juan Pablo II se inscribirán entre los santos el 27 de abril de 2014, el segundo domingo de Pascua, de la Divina Misericordia.»

Autoridades del Vaticano y Roma ahora se podrán a trabajar, preparándose para lo que se espera sea un gran número de peregrinos de todo el mundo que participen en la canonización.

Se estima que 1 millón de peregrinos llenaron la plaza de San Pedro y las calles que la rodean en la beatificación de Juan Pablo II el 1 de mayo de 2011. Aún más se espera que el próximo 27 de abril, porque también a causa de la canonización conjunta atraerá a miles de devotos del Papa Juan XXIII, nacido como Angelo Giuseppe Roncalli, popularmente conocido como el «Papa bueno el Papa Juan» el obispo de Roma 261 que convocó al Concilio Vaticano II.

Durante una conferencia de prensa papal a su regreso de Río de Janeiro el 28 de julio, Francisco dijo que los dos papas serían canonizados juntos.

Dijo que una canonización conjunta sería

«un mensaje para la Iglesia: Estos dos eran una maravilla».  

Domingo de la Misericordia fue un día especial para el beato Juan Pablo II, quien estableció la fiesta en 2000. Sus orígenes se remontan a la monja polaca Santa Faustina Kowalska (1905-1938), que tenía una devoción a la Divina Misericordia, después de un encuentro con Jesús.

En visiones y conversaciones con Jesús, dijo Santa Faustina que Jesús le pidió específicamente una fiesta de la Divina Misericordia para que la humanidad se refugie en Jesús. El Beato Juan Pablo II murió en la víspera del Domingo de la Misericordia en 2005.

El tema de la misericordia es también fundamental para el pontificado del Papa Francisco.

Como es bien sabido, Juan Pablo II también tuvo una especial devoción a la Virgen. Su lema apostólico, Totus tuus (Totalmente tuyo), fue inspirado por San Luis de Montfort y su oración:

Totus tuus ego sum, et omnia mea tua sunt. Accipio te en mea omnia. Praebe mihi cor tuum, Maria («Yo pertenezco por completo a ti, y todo lo que tengo es tuyo. Te tomo a ti para mi. Oh María, dame tu corazón»).

Al abrir el rito de la beatificación de Juan Pablo II, el cardenal Agostino Vallini, vicario de Roma, dijo que el lema refleja la total confianza de Juan Pablo II en María y

«el secreto de ver el mundo a través de los ojos de la Madre de Dios.»

«Los rasgos de su espiritualidad, a la que se mantuvo fiel hasta la muerte, llevó a una sincera devoción al Espíritu Santo y al amor a la Virgen María», dijo.

Por lo general, se requieren dos milagros atribuidos a la intercesión de un candidato para convertirle en un santo. Una monja francesa que fue inexplicablemente curada de la enfermedad de Parkinson condujo a la beatificación de Juan Pablo II el 1 de mayo de 2011. Un segundo milagro, el cual debe ser posterior a la beatificación, fue de una costarricense que se curó de un aneurisma cerebral el mismo día de la beatificación de Juan Pablo II.

Para el beato Juan XXIII, que fue Papa desde 1958 hasta 1963 y convocó el Concilio Vaticano II, el Papa Francis tomó la inusual medida de renunciar a la exigencia de un segundo milagro, allanando el camino para su canonización inminente.

El portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, dijo a los periodistas en julio que una canonización sin un segundo milagro es aún válida. El señaló el milagro que condujo a la beatificación de Juan XXIII. También se refirió a los debates en curso dentro de la Iglesia acerca de si es necesario tener dos milagros distintos para la beatificación y la canonización.

Hizo hincapié en que, en cualquier causa de canonización, el Papa tiene la autoridad para prescindir del segundo milagro.

Fuentes: NCRegister, Signos de estos Tiempos

 

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Una anécdota sobre la forma de vivir la relación con Dios de Juan Pablo II

‘Él me puso aquí y le voy a preguntar a Él que quiere que haga’.

 

Esta es una anécdota sobre una situación no prevista, de las tantas que se presentan en el día, que se le presentó a Juan Pablo II y muestra la forma que él tenía de resolverla.  

 

juan-pablo-ii-en campamento de esqui

 

Una persona de Sicilia, que tuvo la fortuna de acompañar a Juan Pablo II a menudo en sus incursiones en Abruzzo, junto con los hombres de seguridad, cuenta un epidodio que vivió con él, que es revelador.

Una vez, en plena noche me doy cuenta de que no hay corriente eléctrica y voy a ver el cuadro de control. Advierto detrás de mí una sombra que pasa y una voz inconfundible: «No soy un fantasma, soy el Papa» 

Eran las cuatro de la mañana. Y después vino la explicación:

«Voy por Él. Yo no pido ser ayudado a hacer lo que yo decido, voy a preguntarle que cosa debo hacer, porque es Él que me puso aquí.»

Un episodio que hace pensar. El Papa era consciente de lo que pensarían los demás y les previno con buen humor: Yo no soy un fantasma…

Pero inmediatamente la confianza que hace bien, la historia de cómo oraba. Interesante este modo de vivir el estado de gracia: si tú me pusiste aquí, dime qué hacer.

Ninguno de nosotros es el Papa y no tenemos derecho a demandar instrucciones como el vicario de Cristo. Pero cada uno de nosotros tiene una responsabilidad y no sabe cómo lidiar con ella de una manera completa.

Aquí está el consejo del Papa: Yo no tengo que pedir ayuda para conseguir lo que quiero, tengo que preguntar lo que Él quiere que haga.

Este pequeño episodio ayuda mucho. No puedo ser un verdadero cristiano si no me paro frente al sagrario para escuchar.

¿Cuál es la tonta prisa que me impide invertir mejor mí tiempo delante de él?

Fuentes: Tempi, Signos de estos Tiempos

 

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Juan Pablo II y Francisco, dos evaluaciones distintas de las coaliciones bélicas

Actuaron en coyunturas políticas diferentes.

 

Las decisiones hay que juzgarlas en su contexto histórico y en la coyuntura política del momento. Juan Pablo II no se manifestó abiertamente en contra de reprimir a los terroristas afganos después de los atentados del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas y apoyó al Presidente Bush en lo que se llamó la “Coalición de los Dispuestos”, haciendo una interpretación válida de la doctrina católica de la “guerra justa”. Sin embargo, hoy el Papa Francisco está haciendo campaña contra la invasión a Siria.

 

Francisco y Siria

 

Hoy estamos en una coyuntura internacional distinta de la que vivió el mundo hace 12 años, EE.UU. ha operado mucho y con éxito, aparentemente, desastroso en oriente medio; claro que medimos el éxito o fracaso según cual haya sido el objetivo, porque si el objetivo fue el expresado públicamente las campañas no lograron ni la paz ni extender la democracia, pero si su objetivo fue algo que nunca dijo públicamente, la desestabilización de la región, entonces si fue exitoso.

HA PASADO MUCHA AGUA BAJO EL PUENTE

EE.UU. con sus aliados occidentales han apoyado todos los movimientos que curiosamente implicaron finalmente una desestabilización de oriente medio, las invasiones de Afganistán e Irak fueron un fracaso militar, y quienes sufrieron más las consecuencias han sido los cristianos, porque los islamistas han tenido carta blanca para realizar las purgas religiosas que quisieran. Solamente un ejemplo más allá de las pérdidas materiales y de vidas, después de una década de ocupación militar estadounidense de Afganistán, han cerrado todas las iglesias cristianas del país.

La política estadounidense se ha vuelto más belicista y ahora estamos frente a un ataque a Siria.

Tal vez los problemas económicos que tiene Estados Unidos le lleven a diseñar esta estrategia. Al respecto Juan Manuel de Prada ha escrito recientemente:   

La intervención en Siria fue diseñada hace mucho tiempo, a modo de prólogo al ataque a Irán, que es la pieza que en última instancia se pretende abatir. Las razones que se alegaban para justificarla eran, sin embargo, tan inconsistentes y la calaña de la chusma que combate a Assad tan repugnante que tal intervención se había tenido que aplazar. Pero el peligro de colapso inminente del dólar ha exigido urdir ahora esta engañifa tan burda. Por aceptar euros a cambio de petróleo fue derrocado Sadam Husein; por pretender crear una divisa africana fundada en el patrón oro –el dinar– fue liquidado Gadafi; por pretender desligar las ventas de su petróleo del dólar, Irán se ha convertido en la bicha de los americanos. El problema de fondo es que el dólar, la moneda de reserva mundial desde Bretton-Woods, está cada vez más desprestigiada; con una deuda pública mayor que todos los países de la Unión Europea juntos, cada dólar que imprime Estados Unidos es, a estas alturas, papel mojado. El colapso del dólar sólo se podrá dilatar mientras se mantenga como divisa de las transacciones internacionales de petróleo; en cuanto un grupo de países empezase a comerciar en otra divisa, Estados Unidos iría a la bancarrota. La intervención en Siria es tan sólo un subterfugio para desestabilizar aún más la zona y justificar una ofensiva contra Irán.

Francisco está decididamente en contra del ataque estadounidense a Siria, llama al ayuno y a la oración, está buscando resortes diplomáticos que accionar, ha hablado claro y fuerte que hay que negociar, que es la única fuente de solución.

JUAN PABLO II CUANDO EL 11 DE SEPTIEMBRE DEL 2001

El ex embajador de EE.UU. ante la Santa Sede, Jim Nicholson, recuerda la respuesta del Santo Padre sobre los terribles acontecimientos del atentado contra las Torres Gemelas. Y cuenta como las expresiones vertidas por el Papa, en su reunión personal, sirvieron de espaldarazo a la administración Bush para lanzar la “Coalición de los Dispuestos” para atacar al terrorismo en sus bases de Afganistán.

El Papa Juan Pablo II, estaba poseído por un gran sentido común sobre la dinámica de la globalización y las complejidades de los pueblos y culturas.

Mi primer encuentro personal con el Papa Juan Pablo II fue el 13 de septiembre de 2001. La ocasión fue la presentación formal de mis cartas credenciales como nuevo embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede. Fue planeado para ser una ocasión de fiesta, pero fue un acontecimiento triste, ya que el mundo estaba sufriendo los terribles acontecimientos de tan sólo 48 horas antes.

Lo primero que el Papa me dijo fue lo mucho que lo sentía por mi país, que acababa de ser atacado, y lo triste que le hacía sentir. A continuación hicimos juntos una oración por las víctimas y sus familias.

Luego, el Papa dijo algo muy profundo y muy revelador de su aguda comprensión del terrorismo internacional. Él dijo:

“Embajador Nicholson, este fue un ataque, no sólo sobre los Estados Unidos, sino sobre toda la humanidad.

Y, luego agregó:

“Tenemos que parar a estas personas que matan en nombre de Dios.”

Las palabras del Papa acerca de los atacantes de los Estados Unidos el 9/11, y nuestra necesidad, de hecho nuestra obligación moral, “de hacer algo” fue muy valiosa para los EE.UU. para el montaje de una “Coalición de los Dispuestos”, como el Presidente Bush llamó. Fue captado al instante y la comprensión del Papa ante la situación – la base de Afganistán para el lanzamiento de estos ataques terroristas – que le obligó a prestar su influencia moral como amigo y aliado de los Estados Unidos.

Él sabía exactamente lo que estaba diciendo y el efecto que tendría sobre los demás países que estaban tratando de decidir si querían o no unirse a nosotros como socios militares en Afganistán contra Al Qaeda y sus colaboradores. El Papa no hizo una pausa, dudó o se equivocó cuando se comunicaba a través de mí a nuestro presidente y a los líderes de países con ideas afines para empujar contra los terroristas sin Estado quienes trataban de alinearse bajo la protección de la soberanía de Afganistán.

El Papa Juan Pablo II se crió bajo los regímenes represivos de los nazis y los comunistas. Sabía muy bien los efectos sobre la libertad y la dignidadque su agenda ideológica y recursos militares podrían causar a personas inocentes.

El Papa había jugado un papel clave en lo que George Weigel llama la “revolución de la conciencia” en Polonia. Jugó un papel decisivo en la desaparición de la Unión Soviética y del comunismo europeo, y practicaba también de uso de la discreta fuerza moral para influir en los organismos internacionales.

Era, ante todo, un hombre de paz, el Papa Juan Pablo II también entendió la doctrina de la guerra justa de la Iglesia y la responsabilidad de los líderes para proteger a los inocentes ante las fuerzas del mal. Él respetó al presidente Bush y su “juicio prudente” para decidir lo que era legítimo para proteger el bien común.

En 2004, el presidente Bush, con gratitud y respeto por su solidaridad con los valores estadounidenses, concedió al Papa la Medalla de la Libertad, que es el premio más importante que los Estados Unidos otorga a un civil.

Fuentes: Catholic Agency, Signos de estos Tiempos

 

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Catequesis sobre María Doctrina Magisterio, Catecismo, Biblia REFLEXIONES Y DOCTRINA

María Reina del Universo – Catequesis de s.s. Juan Pablo II

Audiencia General de los Miércoles, 23 de julio de 1997

1. La devoción popular invoca a María como Reina. El Concilio, después de recordar la asunción de la Virgen «en cuerpo y alma a la gloria del cielo», explica que fue «elevada (…) por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte» (Lumen gentium, 59).

En efecto, a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el concilio de Éfeso la proclama «Madre de Dios», se empieza a atribuir a María el título de Reina. El pueblo cristiano, con este reconocimiento ulterior de su excelsa dignidad, quiere ponerla por encima de todas las criaturas, exaltando su función y su importancia en la vida de cada persona y de todo el mundo.

Pero ya en un fragmento de una homilía, atribuido a Orígenes, aparece este comentario a las palabras pronunciadas por Isabel en la Visitación: «Soy yo quien debería haber ido a ti, puesto que eres bendita por encima de todas las mujeres tú, la madre de mi Señor, tú mi Señora» (Fragmenta: PG 13, 1.902 D). En este texto se pasa espontáneamente de la expresión «la madre de mi Señor» al apelativo «mi Señora», anticipando lo que declarará más tarde san Juan Damasceno, que atribuye a María el título de «Soberana»: «Cuando se convirtió en madre del Creador, llegó a ser verdaderamente la soberana de todas las criaturas» (De fide orthodoxa, 4, 14: PG 94 1.157).

2. Mi venerado predecesor Pío XII en la encíclica Ad coeli Reginam, a la que se refiere el texto de la constitución Lumen gentium, indica como fundamento de la realeza de María, además de su maternidad, su cooperación en la obra de la redención. La encíclica recuerda el texto litúrgico: «Santa María, Reina del cielo y Soberana del mundo, sufría junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (MS 46 [1954] 634). Establece, además, una analogía entre María y Cristo, que nos ayuda a comprender el significado de la realeza de la Virgen. Cristo es rey no sólo porque es Hijo de Dios, sino también porque es Redentor. María es reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque, asociada como nueva Eva al nuevo Adán, cooperó en la obra de la redención del género humano (MS 46 [1954] 635).

En el evangelio según san Marcos leemos que el día de la Ascensión el Señor Jesús «fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16, 19). En el lenguaje bíblico, «sentarse a la diestra de Dios» significa compartir su poder soberano. Sentándose «a la diestra del Padre», él instaura su reino, el reino de Dios. Elevada al cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo.

Observando la analogía entre la Ascensión de Cristo y la Asunción de María, podemos concluir que, subordinada a Cristo, María es la reina que posee y ejerce sobre el universo una soberanía que le fue otorgada por su Hijo mismo.

3. El título de Reina no sustituye, ciertamente, el de Madre: su realeza es un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le fue conferido para cumplir dicha misión.

Citando la bula Ineffabilis Deus, de Pío IX, el Sumo Pontífice Pío XII pone de relieve esta dimensión materna de la realeza de la Virgen: «Teniendo hacia nosotros un afecto materno e interesándose por nuestra salvación ella extiende a todo el género humano su solicitud. Establecida por el Señor como Reina del cielo y de la tierra, elevada por encima de todos los coros de los ángeles y de toda la jerarquía celestial de los santos, sentada a la diestra de su Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, obtiene con gran certeza lo que pide con sus súplicas maternal; lo que busca, lo encuentra, y no le puede faltar» (MS 46 [1954] 636-637).

4. Así pues, los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto no sólo no disminuye, sino que, por el contrario, exalta su abandono filial en aquella que es madre en el orden de la gracia.

Más aún, la solicitud de María Reina por los hombres puede ser plenamente eficaz precisamente en virtud del estado glorioso posterior a la Asunción. Esto lo destaca muy bien san Germán de Constantinopla, que piensa que ese estado asegura la íntima relación de María con su Hijo, y hace posible su intercesión en nuestro favor. Dirigiéndose a María, añade: Cristo quiso «tener, por decirlo así, la cercanía de tus labios y de tu corazón; de este modo, cumple todos los deseos que le expresas, cuando sufres por tus hijos, y él hace, con su poder divino, todo lo que le pides» (Hom 1: PG 98, 348).

5. Se puede concluir que la Asunción no sólo favorece la plena comunión de María con Cristo, sino también con cada uno de nosotros: está junto a nosotros, porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro itinerario terreno diario. También leemos en san Germán: «Tú moras espiritualmente con nosotros, y la grandeza de tu desvelo por nosotros manifiesta tu comunión de vida con nosotros» (Hom 1: PG 98, 344).

Por tanto, en vez de crear distancia entre nosotros y ella, el estado glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida.

Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la salvación para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue concedida. Es una Reina que da todo lo que posee compartiendo, sobre todo, la vida y el amor de Cristo.

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