La ciudad de Avignon en el sur de Francia, está ubicada en la margen izquierda del río Ródano, a unos 650 km. al sureste de París. Durante varios años esta ciudad fue la sede de los papas de la Iglesia Católica. Pero esta ciudad no solamente es conocida por esto, sino porque allí ocurrió un hecho sobrenatural; el Milagro Eucarístico de 1443 llamado el Milagro de Avignón.
El milagro recuerda lo que cuenta la Biblia sobre la división de las aguas del Mar Rojo (Éxodo 14:21), para permitir la huída del pueblo judío de Egipto.
LOS ALBIGENESES RECHAZABAN LA EUCARISTÍA
Para poder entender el significado del milagro Eucarístico, tenemos que remontarnos al año 1226, o sea, 217 años antes del milagro.
La herejía Albigense, la cual tomó su nombre de la cuidad de Albi, Francia, se propagaba por todo el sur de Francia rechazando todos los sacramentos, especialmente el matrimonio y la Eucaristía. Esta herejía fue condenada por la Iglesia desde el Siglo XI, pero no fue hasta que los Albigenses empezaron a atacar seriamente a los gobiernos seculares desde sus fortalezas, que los gobernantes los denunciaron y los privaron de la protección de las leyes.
Los Albigenses eran muy poderosos en 1226, especialmente en el Sur de Francia, donde se encuentra Avignon.
La ciudad se rinde después de un sitio de 3 meses y el 4 de septiembre el Rey Luis VIII, padre de San Luis, jefe de las cruzadas, hace una ceremonia expiatoria por los sacrilegios cometidos contra la Eucaristía. Vestido de saco gris, acompañado de el cardenal Legate, 60 obispos, barones y ciudadanos de la ciudad, van a la capilla de la Santa Cruz, junto al río Sorgue, donde el Santísimo Sacramento estará expuesto día y noche. Ese fue el origen de la «Real y Devota cofradía de Penitentes Grises».
El obispo decidió que el Santísimo debería quedarse perpetuamente expuesto. Esta costumbre fue continuada por sus sucesores y aprobada por el Santo Padre. La Iglesia fue custodiada por los Penitentes Grises, de la Orden Franciscana y después de 200 años de adoración perpetua ocurrió un milagro espectacular.
COMO SUCEDIÓ EL MILAGRO
El Sorgue es un río que pasa por la cuidad de Avignon. El río se desbordaba cada ciertos años. Cuando esto ocurría, el agua inundaba las casas y fincas de los alrededores.
A fines de noviembre de 1433, después de fuertes lluvias, vino una gran inundación. El agua penetró más que en años anteriores. Fue una de las peores inundaciones conocidas. En las noches del 29 y el 30 de noviembre, el nivel del agua subió a gran altura.
Los Penitentes Grises de la Orden Franciscana estaban seguros de que la pequeña iglesia de la Santa Cruz se había inundado y decidieron ir allí para salvar la Eucaristía y traerla a tierra seca. Dos de los superiores de los Penitentes Grises se subieron en un bote y remaron hasta la iglesia.
Cuando llegaron, descubrieron que el agua había subido hasta la mitad de la puerta de la entrada de la iglesia. Sin embargo, cuando abrieron la puerta, para su sorpresa, encontraron que el pasillo, desde la puerta hasta el altar, estaba completamente seco. El agua se había acumulado formando paredes de agua a derecha e izquierda del pasillo, como a cuatro pies de altura. Nuestro Señor Jesús, en la Hostia Consagrada en la custodia, permanecía regiamente sobre el altar, completamente seco.
RECORDACIÓN DE LA DIVISIÓN DE LAS AGUAS DEL MAR ROJO
El milagro recuerda lo que cuenta la Biblia sobre el Mar Rojo que se parte ante el ingreso de los Israelitas y la división del río Jordán ante la entrada en el del arca de la alianza.
Realmente, también les pareció de esa forma a los Penitentes Grises. Buscaron a otros miembros de los Penitentes Grises para que fueran y verificaran el milagro.
Los cuatro Frailes oraron juntos y llevaron la custodia que contenía el Santísimo Sacramento a una Iglesia Franciscana en tierra seca.
Cuando colocaron la custodia en el altar, leyeron del libro del Éxodo sobre la División del Mar Rojo (Éxodo 14:21):
«Moisés tendió su mando sobre el mar e hizo soplar Yahvé sobre el mar toda la noche un fortísimo viento solano, que le secó, y se dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, a pie enjuto, formando para ello las aguas una muralla a derecha e izquierda.»
Los Franciscanos escribieron el testimonio de los cuatro Frailes en los registros de su comunidad, donde se conservan hasta hoy día.
En este tiempo se creó una tradición que todavía está en práctica. El 30 de noviembre, de cada año, en la capilla de las Santa Cruz, los Penitentes Grises se ponen una soga alrededor del cuello, y arrastrándose piadosamente con sus manos y rodillas, vuelven a crear el incidente, trayendo a la memoria los pasos que siguieron sus antepasados, por el mismo camino que siguieron la noche del milagro.
Hoy permanece la iglesia y la tradición del milagro. Los frailes le dan gracias a Nuestro Señor Jesús en el Santísimo Sacramento por haberles dado una señal tan poderosa de su Presencia Real. Los Peregrinos, especialmente esos con hambre de la Eucaristía, todavía visitan la pequeña iglesia a la orilla del río, para venerar y darle gracias al Señor por habernos dado este regalo especial en un momento en que se necesitaba Su Fortaleza.
La versión de una Virgen María que habría vivido en Éfeso una vez que su hijo desaparece de este mundo, es sólo una de las dos que sobre el tema existen en la tradición cristiana. La otra sitúa a la Virgen en Jerusalén, donde habría vivido hasta el momento de la dormición.
Existen muchas características reveladoras de los milagros de Cristo que, si aceptamos las descripciones de estos como son presentados en el Nuevo Testamento, les dan un aura de credibilidad.
Primero, las maravillas que Jesús hizo fueron sometidas a la percepción del sentido. El agua que el Señor cambió en vino podía ser probada (Juan 2:9). Tomás pudo haber tocado las heridas en las manos y el costado del Señor resucitado (Juan 20:27). La oreja restaurada (amputada por Pedro) del siervo del sumo sacerdote podía ser vista (Lucas 22:51). Las señales del ministerio de Jesús tuvieron la forma de demostraciones objetivas, ¡no especulaciones subjetivas!
Segundo, los milagros de Cristo fueron ejecutados en la presencia de una gran variedad de testigos. Habían varones y mujeres, educados e ineducados, amigos y enemigos, etc. Las maravillas fueron realizadas en las sinagogas, en las calles públicas, durante los festivales importantes, etc. Cuando el Señor multiplicó los panes y los peces, es probable que algo de diez mil personas presenciaran el evento (vid. Juan 6:10). Repetidamente, se dijo que los milagros fueron hechos en la presencia de grandes multitudes (Mateo 4:23 et.seq.; Marcos 3:7 et.seq.; Juan 5:8 et.seq.).
Tercero, las señales de Cristo fueron independientes de cualquier causa secundaria. Con esto queremos decir que no hay manera posible de explicar estos fenómenos por medio de algún fundamento naturalista. Ningún tratamiento médico, ni sugestión mental es suficiente para explicar cómo a un hombre congénitamente ciego se le pudo haber restaurado la vista (Juan 9:1-7), o cómo un hombre, muerto por cuatro días, pudo haber salido de su tumba (Juan 11:39).
Cuarto, los milagros de Cristo produjeron resultados instantáneos, y sus efectos fueron completos. Cuando Jesús sanó a la suegra de Pedro, ella se levantó y “al instante” comenzó a servirles (Lucas 4:39). Una mujer, quien sufría de hemorragias continuas por doce años, fue sanada por Cristo y “en seguida la fuente de su sangre se secó” (Marcos 5:29). Aunque Lázaro estaba “enfermo” (griego, astheneo, “débil, frágil”) antes de su muerte (Juan 11:1-6), cuando el Señor le resucitó de la muerte, pudo salir de la tumba por su propia fuerza, aunque tenía “atadas las manos y los pies con vendas” (11:44). Él resucitó no solamente a vida, ¡sino a una vida vigorosa!
Quinto, no existe ni la más pequeña evidencia de que Cristo fallara alguna vez en Su intento de obrar un milagro. Sus enemigos nunca le acusaron de esto. El Nuevo Testamento clarifica que: Su índice de éxito siempre fue el cien por ciento. “y con la palabra echó fuera a los demonios y sanó a todos los enfermos” (Mateo 8:16, énfasis añadido; cf. 12:15). Algunos claman que Marcos 8:22 et.seq. es un ejemplo de que Cristo fue incapaz de efectuar una cura instantánea y completa de un hombre ciego. Sin embargo, ese no es el caso. Esto puede ser llamado un milagro de dos-fases. J.W. McGarvey ha comentado:
Jesús adoptó este método de sanar para dar variedad a las manifestaciones de su poder al mostrar que podía sanar en parte y por pasos progresivos, tal como por su método más usual de efectuar una cura perfecta en una palabra. Esta sanidad no fue menos milagrosa que las otras, sino más; ya que fue la efectuación de dos milagros, realizando instantáneamente cada uno de estos todo lo que les fue proyectado hacer (1875, p. 314).
Sexto, los milagros de Cristo siempre fueron caracterizados por una dignidad majestuosa; nunca olieron a extraño. Además, constantemente mostraron un motivo digno. Nunca fueron realizados para satisfacer las necesidades del Señor; en cambio, siempre fueron realizados por el interés fundamental de otros. Contraste esto, por ejemplo, a la leyenda católica antigua del “Santo” Eloy, de quien se dice que en una ocasión estaba herrando un caballo que no quería quedarse quieto. Para evitar el problema, él simplemente le sacó la pierna, herró la pata, y le restauró el miembro—sin que el caballo empeorara a causa del procedimiento. ¡Por eso Eloy llegó a ser el “santo patrón” de los herreros!
Séptimo, las señales de Jesús no fueron negadas por Sus contemporáneos, o por otros, por mucho tiempo después del primer siglo. Por ejemplo, los fariseos—quienes fueron evidentes enemigos de Cristo—reconocieron que Él expulsaba demonios; sin embargo, ellos racionalizaron y sugirieron que estas acciones eran hechas por el poder del príncipe de los demonios (Mateo 12:24). Aunque ese argumento fue destruido cuando el Señor señaló que si tal era el caso, ¡Satanás estaría realmente dividido contra sí mismo! Note el testimonio frustrado de los principales sacerdotes y fariseos en Juan 11:47: “¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales”. Además, como ha observado Thomas Horne, mientras que los hechos eran demasiado recientes como para ser disputados, los enemigos post-apostólicos del cristianismo—e.g., Celso, Porfirio, Hierocles, Julián, y otros—admitieron que Cristo hizo algunos milagros inexplicables. Aunque ellos simplemente los caracterizaron como mágicos y, naturalmente, negaron la comisión divina de el que los ejecutó. Sin embargo, “independientemente de la causa a la cual los atribuyeran, su admisión de la realidad de estos milagros es una confesión involuntaria de que existía algo preternatural en estos” (1841, p. 103).
Finalmente, podemos notar que en ningún momento encontramos a un discípulo de Jesucristo que desertare y luego hiciera una exposición de la “falsificación” involucrada en los milagros del Salvador. Judas, quien traicionó al Señor, tenía toda oportunidad para hacerlo. Él estaba en el círculo íntimo de discípulos, incluso como tesorero de la banda apostólica (Juan 12:6). Seguramente, por un espacio de tres años y medio, si Cristo estaba perpetrando un engaño, Judas lo sabría. Y él podría haber provisto tal información a las autoridades judías. Pero no lo hizo. De hecho, como es bien conocido, devolvió las piezas de plata y confesó “Yo he pecado entregando sangre inocente” (Mateo 27:4). ¿Es este el testimonio de una persona, al borde del suicidio, concerniente a alguno conocido como un charlatán? ¡Absolutamente no!
¿ES EL REGISTRO HISTÓRICO FIDEDIGNO?
Ya que no estuvimos presentes al principio del primer siglo para ver realmente los milagros de Jesús, es obvio que dependemos en los registros históricos para nuestra fe en su validez. ¿Podemos confiar en el testimonio de aquellos que afirmaron que habían visto los milagros de Cristo?
Vamos a considerar la credibilidad de los cuatro escritores de los relatos del evangelio. Dos de estos, Mateo y Juan, eran apóstoles de Cristo que estuvieron con Él casi cada día por tres años y medio. Ellos fueron testigos oculares de los hechos del Señor. Marcos, quien escribió como un protegido de Pedro (vid. el comentario de Ireneo [ca. 140-203 d.C.], AgainstHeresies—Contra Herejías III,i,1), probablemente registró el testimonio de ese eminente apóstol, y posiblemente también escribió de algún conocimiento de primera mano. Finalmente, Lucas (conocido como un historiador excelente) afirmó que había “investigado con diligencia todas las cosas desde su origen” (Lucas 1:3). Aparte de las suposiciones de la parcialidad escéptica, no existe razón para cuestionar estas constancias. Estos hombres declararon firme y armoniosamente que Jesús de Nazaret ejecutó numerosos milagros, y así autenticó Su afirmación de ser el Hijo de Dios (vid. Juan 20:30,31). Si sus narraciones deben ser rechazadas, ¿sobre qué fundamento debe ser hecho? Existen solo pocas posibilidades.
¿Fueron éstos, hombres sinceros e inteligentes que simplemente ignoraban los hechos reales? ¿Fueron “ingenuos engañados”, incapaces de juzgar los eventos que observaron? ¿O fueron charlatanes deshonestos deseosos de perpetrar una decepción? En realidad, ninguna de estas teorías armonizan con la evidencia—y la evidencia es lo único importante. ¿Cuáles son los hechos?
(1) Uno no puede sostener que ellos estaban mal informados de las circunstancias del primer siglo. Ellos estuvieron allí. Entonces, ellos estaban en una mejor posición que los críticos infieles modernos (los cuales están separados de la escena por milenios) como para evaluar la situación.
(2) No existe justificación para sugerir que ellos eran histéricos y no fiables como historiadores. Al registrar estos eventos extraordinarios—los cuales fueron vistos personalmente por ellos—escribieron con una tranquilidad y un comportamiento imparcial que desafía completamente cualquier explicación.
(3) Sus documentos son precisos en detalles históricos innumerables. Ya que estos son en muchas maneras variados, ¿por qué se debería suponer que son incorrectos en sus narraciones acerca de las señales de Jesús?
(4) El hecho de que los escritores del evangelio sean tan armoniosos en sus testimonios acerca de los milagros del Señor sostiene la fidelidad de sus relatos. [NOTA: Aunque las narraciones del evangelio a veces se complementan el uno al otro, nunca se contradicen. El hecho es que las diferencias reflejadas por los varios autores muestran una falta de colusión].
(5) Sus escritos indican una honradez escrupulosa que hace a las producciones extremadamente creíbles. Por ejemplo, Mateo, con candor incriminatorio, declaró que cuando el Señor fue arrestado “todos los discípulos [incluyendo Mateo—WJ] dejándole, huyeron” (Mateo 26:56).
(6) La integridad de los escritores del evangelio es mostrada por el hecho de que estuvieron listos a sufrir las consecuencias de su testimonio. No tenían nada que ganar (y mucho que perder, desde un punto de vista físico/material) al insistir que Jesús hizo milagros genuinos. Ellos sufrieron el odio de sus contemporáneos. Fueron sujetos a tortura e incluso a muerte, no simplemente por una creencia llevada emocionalmente, sino por su testimonio acerca de los milagros que presenciaron personalmente. Aunque nunca se retractaron. Este nivel de dedicación expresa la prueba más alta de autenticidad.
Cuando todos los hechos son vistos, y cuando estos son analizados con una objetividad honesta, la conclusión es clara. Jesús realmente hizo milagros, y por ende fue Quien clamó ser—el Mesías, el Hijo de Dios. Fuente: Wayne Jackson, M.A.
Los milagros de Jesús pueden dividirse en cinco grupos: 1 -Sobre la naturaleza, 2-De curación física, 3-De liberación demoníaca, 4-Victorias sobre voluntades hostiles y 5- Resurrecciones
Milagros sobre la naturaleza
Cambia el agua en vino en Caná (Jn 2).
Primera pesca milagrosa (Lc 5).
Calma la Tempestad (Mt 8; Mc 4; Lc 8).
Primera multiplicación de panes (Mt 14; Mc 6; Lc 9; Jn 6).
Camina sobre las aguas (Mt 14; Mc 6; Jn 6).
Segunda multiplicación de panes (Mt 15; Mc 8).
La moneda aparece en el pez (Mt 17:27).
Maldición de la higuera (Mt 21; Mc 1l).
Segunda pesca milagrosa (Jn 21).
Milagros de curación física
Jesús hizo muchísimas curaciones milagrosas en su vida pública. Hay referencias en los Evangelios a muchas curaciones que no son relatadas en detalle (Mt 4; Lc 4, 6; Mc 6), pero si se relatan 20 curaciones:
El hijo de un funcionario real (Jn 4).
La suegra de Pedro (Mt 8; Mc 1; Lc 4).
El leproso (Mt 8; Mc 1; Lc 5).
El paralítico (Mt 9; Mc 2; Lc 5).
El paralítico de Betesda (Jn 5).
Hombre de la mano paralizada (Mt 12; Mc 3; Lc 6).
El sirviente del Centurión (Mt 8; Lc 7).
El ciego (Mt 12; Lc 11).
La Hemorroísa (Mt 9; Mc 5; Lc 8).
Dos ciegos (Mt 9).
Endemoniado mudo (Mt 9).
El sordomudo (Mc 7).
Ciego de Betesda (Mc 8).
Niño lunático (Mt 17; Mc 9; Lc 9).
Ciego de nacimiento (Jn 9).
Mujer encorvada por espíritu inmundo (Lc 13:10-13).
Hombre hidrópico (Lc 14:1-4).
Diez leprosos (Lc 17).
Ciego de Jericó (Mt 20; Mc 10; Lc 18).
El siervo que perdió la oreja (Lc 22:51).
Milagros de liberación de endemoniados (exorcismos con manifestaciones físicas).
Las formulas generales para exorcizar (Mc 1) y el pasaje de Mt 8: 16 -«le trajeron muchos endemoniados»- demuestran que endemoniados eran numerosos en la vida pública de Jesús. Algunos casos fueron contados con detalle. Algunos de estos incluyen también curación física y por eso aparecen en la lista de arriba.
Endemoniado en Capernaum (Mc 1; Lc 4).
Sordomudo (Mt 12; Lc 1 l).
Geraseno (Mt 8; Mc 5; Lc 5).
Endemoniado mudo (Mt 9).
Hija de la mujer Syro-Fenicia (Mt 15; Mc 7).
Niña lunática (Mt 17; Mc 9; Lc 9).
Mujer encorvada por espíritu inmundo (Lc 13:10-13).
Victoria de Jesús sobre voluntades hostiles
En algunos casos en los que Jesucristo ejerció poder extraordinario sobre sus enemigos no está claro si fue por intervención de poder divino o por los efectos naturales de la ascendencia de su extraordinaria voluntad humana sobre la de aquellos hombres. En Jn7:30, 44; 8:20 los judíos no lo arrestan porque la hora no había llegado. En Jn 8:59, no lo arrestan porque se escondió. Hay dos casos en que parece que se trata del ejercicio de su poder: 1.Cuando saca los vendedores del Templo (Jn 2; Mt 21; Mc 11; Lc 19); 2. El episodio de su escape de la turba hostil en Nazaret (Lc 4).
Resurrecciones
Jesús respondió a los enviados de Juan Bautista: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva» (Mt 11; Lc 7). La forma general en que habla de resurrecciones hace pensar que Jesús resucitó a muchos mas de los tres que no aparecen en el Evangelio:
Entre 1987 y 1988, SS Juan Pablo II realizó 6 alocuciones sobre los milagros que realizó Jesús durante su vida pública y su significado.
El milagro, manifestación del poder divino de Cristo (18.XI.87)
1. Si observamos atentamente los ‘milagros, prodigios y señales’ con que Dios acreditó la misión de Jesucristo, según las palabras pronunciadas por el Apóstol Pedro el día de Pentecostés en Jerusalén, constatamos que Jesús, al obrar estos milagros) señales, actuó en nombre propio, convencido de su poder divino, y, al mismo tiempo, de la más íntima unión con el Padre. Nos encontramos, pues, todavía y siempre, ante el misterio del ‘Hijo del hombre) Hijo de Dios’, cuyo Yo transciende todos los límites de la condición humana, aunque a ella pertenezca por libre elección, y todas las posibilidades humanas de realización e incluso de simple conocimiento.
2. Una ojeada a algunos acontecimientos particulares; presentados por los Evangelistas, nos permite darnos cuenta de la presencia arcana en cuyo nombre Jesucristo obra sus milagros. Helo ahí cuando, respondiendo a las súplicas de un leproso, que le dice: ‘Si quieres, puedes limpiarme’, El, en su humanidad, ‘enternecido’, pronuncia una palabra de orden que, en un caso como aquél, corresponde a Dios, no a un simple hombre: ‘Quiero, sé limpio. Y al instante desapareció la lepra y quedó limpio’ (Cfr. Mc 1, 40-42). Algo semejante encontramos en el caso del paralítico que fue bajado por un agujero realizado en el techo de la casa: ‘Yo te digo… levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’ (Cfr. Mc 2, 11-12).
Y también: en el caso de la hija de Jairo leemos que ‘El (Jesús)…tomándola de la mano, le dijo: ‘Talitha qumi’, que quiere decir: ‘Niña, a ti te lo digo, levántate’. Y al instante se levantó la niña y echó a andar’ (Mc 5, 41-42). En el caso del joven muerto de Naín: ‘Joven, a ti te hablo, levántate. Sentóse el muerto y comenzó a hablar’ (Lc 7, 14-15). ¡En cuántos de estos episodios vemos brotar de la palabras de Jesús la expresión de una voluntad y de un poder al que El se apela interiormente y que expresa, se podría decir, con la máxima naturalidad, como si perteneciese a su condición más íntima, el poder de dar a los hombres la salud, la curación e incluso la resurrección y la vida!
3. Un atención particular merece la resurrección de Lázaro, descrita detalladamente por el cuarto Evangelista. Leemos: ‘Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas, pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que Tú me has enviado. Diciendo esto, gritó con fuerte voz Lázaro, sal fuera. Y salió el muerto’ (Jn 11, 41-44). En la descripción cuidadosa de este episodio se pone de relieve que Jesús resucitó a su amigo Lázaro con el propio poder y en unión estrechísima con el Padre. Aquí hallan su confirmación las palabras de Jesús: ‘Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también’ (Jn 5,17), y tiene una demostración, que se puede decir preventiva, lo que Jesús dirá en el Cenáculo, durante la conversación con los Apóstoles en la última Cena, sobre sus relaciones con el Padre y, más aún, sobre su identidad sustancial con El.
4. Los Evangelios muestran con diversos milagros) señales cómo el poder divino que actúa en Jesucristo se extiende más allá del mundo humano y se manifiesta como poder de dominio también sobre las fuerzas de la naturaleza. Es significativo el caso de la tempestad calmada: ‘Se levantó un fuerte vendaval’. Los Apóstoles pescadores asustados despiertan a Jesús que estaba durmiendo en la barca. El ‘despertado, mandó al viento y dijo al mar: Calla, enmudece. Y se aquietó el viento y se hizo completa calma… Y sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros: ¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?’ (Cfr. Mc 4, 37-41).
En este orden de acontecimientos entran también las pescas milagrosas realizadas, por la palabra de Jesús (in verbo tuo), después de intentos precedentes malogrados (Cfr. Lc 5, 4)6; Jn 21, 3)6). Lo mismo se puede decir, por lo que respecta a la estructura del acontecimiento, del ‘primer signo’ realizado en Caná de Galilea, donde Jesús ordena a los criados llenar las tinajas de agua y llevar después ‘el agua convertida en vino’ al maestresala (Cfr. Jn 2, 7-9). Como en las pescas milagrosas, también en Caná de Galilea, actúan los hombres: los pescadores) apóstoles en un caso, los criados de las bodas en otro, pero está claro que el efecto extraordinario de a acción no proviene de ellos, sino de Aquel que les ha dado la orden de actuar y que obra con su misterioso poder divino. Esto queda confirmado por la reacción de los Apóstoles, y particularmente de Pedro, que después de la pesca milagrosa ‘se postró a los pies de Jesús, diciendo: Señor, apártate de mí, que soy un pecador’ (Lc 5,8). Es uno de tantos casos de emoción que toma la forma de temor reverencial o incluso miedo, ya sea en los Apóstoles, como Simón Pedro, ya sea en la gente, cuando se sienten acariciados por el ala del misterio divino
5. Un día, después de a ascensión, se sentirán invadidos por un ‘temor’ semejante los que vean los ‘prodigios y señales’ realizados ‘por los Apóstoles’ (Cfr. Hech 2, 43). Según el libro de los Hechos, la gente sacaba ‘a las calles los enfermos, poniéndolos en lechos y camillas, para que, llegando Pedro, siquiera su sombra los cubriese’ (Hech 5, 15). Sin embargo, estos ‘prodigios y señales’, que acompañaban los comienzos de la Iglesia apostólica, eran realizados por los Apóstoles no en nombre propio, sino en el nombre de Jesucristo, y eran, por tanto, una confirmación ulterior de su poder divino. Uno queda impresionado cuando lee la respuesta y el mandato de Pedro al tullido que le pedía una limosna junto a la puerta del templo de Jerusalén: ‘No tengo oro ni plata; lo que tengo, eso te doy: en nombre de Jesucristo Nazareno, anda. Y tomándole de la diestra, le levantó, y al punto sus pies y sus talones se consolidaron’ (Hech 3, 6-7). O lo que es lo mismo, Pedro dice a un paralítico de nombre Eneas: ‘Jesucristo te sana; levántate y toma tu camilla. Y al punto se irguió’ (Hech 9, 34).
También el otro Príncipe de los Apóstoles, Pablo, cuando recuerda en la Carta a los Romanos lo que él ha realizado ‘como ministro de Cristo entre los paganos’, se apresura a añadir que en aquel ministerio consiste su único mérito: ‘No me atreveré a hablar de cosa que Cristo no haya obrado por mí para la obediencia (de la fe) de los gentiles, de obra o de palabra, mediante el poder de milagros y prodigios y el poder del Espíritu Santo’ (15, 17-19).
6. En la Iglesia de los primeros tiempos, y especialmente esta evangelización del mundo llevada a cabo por los Apóstoles, abundaron estos ‘milagros, prodigios y señales’, como el mismo Jesús les había prometido (Cfr. Hech 2, 22). Pero se puede decir que éstos se han repetido siempre en la historia de la salvación, especialmente en los momentos decisivos para la realización del designio de Dios. Así fue ya en el Antiguo Testamento con relación al ‘Éxodo’ de Israel de la esclavitud de Egipto y a la marcha hacia la tierra prometida, bajo la guía de Moisés. Cuando, con la encarnación del Hijo de Dios, llegó la plenitud de los tiempos’ (Cfr. Gal 4, 4), estas señales milagrosas del obrar divino adquieren un valor nuevo y una eficacia nueva por a autoridad divina de Cristo y por la referencia a su Nombre (y, por consiguiente, a su verdad, a su promesa, a su mandato, a su gloria) por el que los Apóstoles y tantos santos los realizan en la Iglesia. También hoy se obran milagros y en cada uno de ellos se dibuja el rostro del ‘Hijo del hombre) Hijo de Dios’ y se afirma en ellos un don de gracia y de salvación.
Significado salvífico de los milagros (25.XI.87)
1. Un texto de San Agustín nos ofrece la clave interpretativa de los milagros de Cristo como señales de su poder salvífico. ‘El haberse hecho hombre por nosotros ha contribuido más a nuestra salvación que los milagros que ha realizado en medio de nosotros; el haber curado las enfermedades del alma es más importante que el haber curado las enfermedades del cuerpo destinado a morir’ (San Agustín, In Io. Ev. Tr., 17, 1). En orden a esta salvación del alma y a la redención del mundo entero Jesús cumplió también milagros de orden corporal. Por tanto, el tema de la presente catequesis es el siguiente: mediante los ‘milagros, prodigios y señales’ que ha realizado, Jesucristo ha manifestado su poder de salvar al hombre del mal que amenaza al alma inmortal y su vocación a la unión con Dios.
2. Es lo que se revela en modo particular en la curación del paralítico de Cafarnaum. Las personas que lo llevaban, no logrando entrar por la puerta en la casa donde Jesús estaba enseñando, bajaron al enfermo a través de un agujero abierto en el techo, de manera que el pobrecillo vino a encontrase a los pies del Maestro. ‘Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: !Hijo, tus pecados te son perdonados!’. Estas palabras suscitan en algunos de los presentes la sospecha de blasfemia: ‘Blasfemia. ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?’. Casi en respuesta a los que habían pensado así, Jesús se dirige a los presentes con estas palabras: ‘¿Qué es más fácil, decir al paralítico: tus pecados te son perdonados, o decirle: levántate, toma tu camilla y vete? Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados )se dirige al paralítico) , yo te digo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El se levantó y, tomando luego la camilla, salió a la vista de todo’ (Cfr. Mc 2, 1)12; análogamente, Mt 9, 1-8; Lc 5, 18-26: ‘Se marchó a casa glorificando a Dios’ 5, 25).
Jesús mismo explica en este caso que el milagro de la curación del paralítico es signo del poder salvífico por el cual El perdona los pecados. Jesús realiza esta señal para manifestar que ha venido como salvador del mundo, que tiene como misión principal librar al hombre del mal espiritual, el mal que separa al hombre de Dios e impide la salvación en Dios, como es precisamente el pecado.
3. Con la misma clave se puede explicar esta categoría especial de los milagros de Cristo que es ‘arrojar los demonios’. ‘Sal, espíritu inmundo, de ese hombre’, conmina Jesús, según el Evangelio de Marcos, cuando encontró a un endemoniado en la región de los gerasenos (Mc 5, 8). En esta ocasión asistimos a un coloquio insólito. Cuando aquel ‘espíritu inmundo’ se siente amenazado por Cristo, grita contra El. ‘¿Qué hay entre ti y mí, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Por Dios te conjuro que no me atormentes’. A su vez, Jesús ‘le preguntó: !¿Cuál es tu nombre?!. El le dijo: Legión es mi nombre, porque somos muchos’ (Cfr. Mc 5, 7-9). Estamos, pues, a orillas de un mundo oscuro, donde entran en juego factores físicos y psíquicos que, sin duda, tienen su peso en causar condiciones patológicas en las que se inserta esta realidad demoníaca, representada y descrita de manera variada en el lenguaje humano, pero radicalmente hostil a Dios y, por consiguiente, al hombre y a Cristo que ha venido para librarlo de este poder maligno. Pero, muy a su pesar, también el ‘espíritu inmundo’, en el choque con la otra presencia, prorrumpe en esta admisión que proviene de una mente perversa, pero, al mismo tiempo, lúcida: ‘Hijo del Dios Altísimo’.
4. En el Evangelio de Marcos encontramos también la descripción del acontecimiento denominado habitualmente como la curación del epiléptico. En efecto, los síntomas referidos por el Evangelista son característicos también de esta enfermedad (‘espumarajos, rechinar de dientes, quedarse rígido’). Sin embargo, el padre del epiléptico presenta a Jesús a su Hijo como poseído por un espíritu maligno, el cual lo agita con convulsiones, lo hace caer por tierra y se revuelve echando espumarajos. Y es muy posible que en un estado de enfermedad como éste se infiltre y obre el maligno, pero, admitiendo que se trate de un caso de epilepsia, de la que Jesús cura al muchacho considerado endemoniado por su padre, es sin embargo, significativo que El realice esta curación ordenando al ‘espíritu mudo y sordo’: ‘Sal de él y no vuelvas a entrar más el’ (Cfr. Mc 9, 17-27). Es una reafirmación de su misión y de su poder de librar al hombre del mal del alma desde las raíces.
5. Jesús da a conocer claramente esta misión suya de librar al hombre del mal y, antes que nada del pecado, mal espiritual. Es una misión que comporta y explica su lucha con el espíritu maligno que es el primer autor del mal en la historia del hombre. Como leemos en los Evangelios, Jesús repetidamente declara que tal es el sentido de su obra y de la de sus Apóstoles. Así, en Lucas: ‘Veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo. Yo os he dado poder para andar… sobre todo poder enemigo y nada os dañará’ (Lc 10, 18-19). Y según Marcos, Jesús, después de haber constituido a los Doce, les manda ‘a predicar, con poder de expulsar a los demonios’ (Mc 3, 14-15). Según Lucas, también los setenta y dos discípulos, después de su regreso de la primera misión, refieren a Jesús: ‘Señor, hasta los demonios se nos sometían en tu nombre’ (Lc 10, 17).
Así se manifiesta el poder del Hijo del hombre sobre el pecado y sobre el autor del pecado. El nombre de Jesús, que somete también a los demonios, significa Salvador. Sin embargo, esta potencia salvífica alcanzará su cumplimiento definitivo en el sacrificio de la cruz. La cruz sellará la victoria total sobre Satanás y sobre el pecado, porque éste es el designio del Padre, que su Hijo unigénito realiza haciéndose hombre: vencer en la debilidad, y alcanzar la gloria de la resurrección y de la vida a través de la humillación de la cruz. También en este hecho paradójico resplandece su poder divino, que puede justamente llamarse la ‘potencia de la cruz’.
6. Forma parte también de esta potencia y pertenece a la misión del Salvador del mundo manifestada en los ‘milagros, prodigios y señales’, la victoria sobre la muerte, dramática consecuencia del pecado. La victoria sobre el pecado y sobre la muerte marca el camino de la misión mesiánica de Jesús desde Nazaret hasta el Calvario. Entre las ‘señales’ que indican particularmente el camino hacia la victoria sobre la muerte, están sobre todo las resurrecciones: ‘los muertos resucitan’ (Mt 11, 5), responde, en efecto, Jesús a la pregunta acerca de su mesianidad que le hacen los mensajeros de Juan el Bautista (Cfr. Mt 11, 3). Y entre los varios ‘muertos’, resucitados por Jesús, merece especial atención Lázaro de Betania, porque su resurrección es como un ‘preludio’ de la cruz y de la resurrección de Cristo, en el que se cumple la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte.
7. El Evangelista Juan nos ha dejado una descripción pormenorizada del acontecimiento. Bástenos referir el momento conclusivo. Jesús pide que se quite la losa que cierra la tumba (‘Quitad la piedra’). Marta, la hermana de Lázaro, indica que su hermano está desde hace ya cuatro días en el sepulcro y el cuerpo ha comenzado ya, sin duda, a descomponerse. Sin embargo, Jesús, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, sal fuera!. ‘Salió el muerto’, atestigua el Evangelista (Cfr. Jn 11, 38-43). EL hecho suscita la fe en muchos de los presentes. Otros, por, el contrario, van a los representantes del Sanedrín para denunciar lo sucedido. Los sumos sacerdotes y los fariseos se quedan preocupados, piensan en una posible reacción del ocupante romano (‘vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación’: cfr. Jn 11, 45-48). Precisamente entonces se dirigen al Sanedrín las famosas palabras de Caifás: ‘Vosotros no sabéis nada; ¿no comprendéis que conviene que muera un hombre por todo el pueblo y no que perezca todo el pueblo?’. Y el Evangelista anota: ‘No dijo esto de sí mismo, sino que, como era pontífice aquel año, profetizó’. ¿De qué profecía se trata? He aquí que Juan nos da la lectura cristiana de aquellas palabras, que son de una dimensión inmensa: ‘Jesús había de morir por el pueblo y no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno todos los hijos de Dios que estaban dispersos’ (Cfr. Jn 11, 49-52).
8. Como se ve, la descripción joánica de la resurrección Lázaro contiene también indicaciones esenciales referentes al significado salvífico de este milagro. Son indicaciones definitivas, precisamente porque entonces tomó el Sanedrín la decisión sobre la muerte de Jesús (Cfr. Jn 11, 53). Y será la muerte redentora ‘por el pueblo’ y ‘para reunir en uno todos los hijos de Dios que estaban dispersos’ para la salvación del mundo. Pero Jesús dijo ya que aquella muerte llegaría a ser también la victoria definitiva sobre la muerte. Con motivo de la resurrección de Lázaro, dijo a Marta: ‘Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre’ (Jn 11, 25-26)
9. Al final de nuestra catequesis volvemos una vez más al texto de San Agustín: ‘Si consideramos ahora los hechos realizados por el Señor y Salvador nuestro, Jesucristo, vemos que los ojos de los ciegos, abiertos milagrosamente, fueron cerrados por la muerte, y los miembros de los paralíticos, liberados del maligno, fueron nuevamente inmovilizados por la muerte: todo lo que temporalmente fue sanado en el cuerpo mortal, al final, fue deshecho; pero el alma que creyó, pasó a la vida eterna. Con este enfermo, el Señor ha querido dar un gran signo al alma que habría creído, para cuya remisión de los pecados había venido, y para sanar sus debilidades El se había humillado’ (San Agustín, In Io Ev. Tr., 17, 1).
Sí, todos los ‘milagros, prodigios y señales’ de Cristo están en función de la revelación de El como Mesías, de El como Hijo de Dios: de El, que, solo, tiene el poder de liberar al hombre del pecado y de la muerte, de El que verdaderamente es el Salvador del mundo.
Los milagros, signos de salvación (2.XII.87)
1. No hay duda sobre el hecho de que, en los Evangelios, los milagros de Cristo son presentados como signos del reino de Dios, que ha irrumpido en la historia del hombre y del mundo. ‘Mas si yo arrojo a los demonios con el Espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios’, dice Jesús (Mt 12, 28). Por muchas que sean las discusiones que se puedan entablar o, de hecho, se hayan entablado acerca de los milagros (a las que, por otra parte, han dado respuesta los apologistas cristianos), es cierto que no se pueden separar los ‘milagros, prodigios y señales’, atribuidos a Jesús e incluso a sus Apóstoles y discípulos que obraban ‘en su nombre’, del contexto auténtico del Evangelio. En la predicación de los Apóstoles, de la cual principalmente toman origen los Evangelios, los primeros cristianos oían narrar de labios de testigos oculares los hechos extraordinarios acontecidos en tiempos recientes y, por tanto, controlables bajo el aspecto que podemos llamar crítico-histórico, de manera que no se sorprendían de su inserción en los Evangelios. Cualesquiera que hayan sido en los tiempos sucesivos las contestaciones, de las fuentes genuinas de la vida y enseñanza de Jesús emerge una primera certeza: los Apóstoles, los Evangelistas y toda la Iglesia primitiva veían en cada uno de los milagros el supremo poder de Cristo sobre la naturaleza y sobre las leyes. Aquel que revea a Dios como Padre Creador y Señor de lo creado, cuando realiza estos milagros con su propio poder, se revea a Sí mismo como Hijo consubstancial con el Padre e igual a El en su señorío sobre la creación.
2. Sin embargo, algunos milagros presentan también otros aspectos complementarios al significado fundamental de prueba del poder divino del Hijo del hombre en orden a la economía de la salvación.
Así, hablando de la primera ‘señal’ realizada en Caná de Galilea, el Evangelista Juan hace notar que, a través de ella, Jesús ‘manifestó su gloria y creyeron en El sus discípulos’ (Jn 2, 11). El milagro, pues, es realizado con una finalidad de fe, pero tiene lugar durante la fiesta de unas bodas. Por ello, se puede decir que, al menos en la intención del Evangelista, la ‘señal’ sirve para poner de relieve toda la economía divina de a alianza y de la gracia que en los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento se expresa a menudo con la imagen del matrimonio. El milagro de Caná de Galilea, por tanto, podría estar en relación con la parábola del banquete de bodas, que un rey preparó para su hijo, y con el ‘reino de los cielos’ escatológico que ‘es semejante’ precisamente a un banquete (Cfr. Mt 22, 2). El primer milagro de Jesús podría leerse como una ‘señal’ de este reino, sobre todo, si se piensa que, no habiendo llegado aún ‘la hora de Jesús’, es decir, la hora de su pasión y de su glorificación (Jn 2, 4; cfr. 7, 30; 8, 20; 12, 23, 27; 13, 1; 17, 1), que ha de ser preparada con la predicación del ‘Evangelio del reino’ (Cfr. Mt 4, 23; 9, 35), el milagro, obtenido por la intercesión de María, puede considerarse como una ‘señal’ y un anuncio simbólico de lo que está para suceder.
3. Como una ‘señal’ de la economía salvífica se presta a ser leído, aún con mayor claridad, el milagro de la multiplicación de los panes, realizado en los parajes cercanos a Cafarnaum. Juan enlaza un poco más adelante con el discurso que tuvo Jesús el día siguiente, en el cual insiste sobre la necesidad de procurarse ‘el alimento que permanece hasta la vida eterna’, mediante la fe ‘en Aquel que El ha enviado’ (Jn 6 29), y habla de Sí mismo como del Pan verdadero que ‘da la vida al mundo’ (Jn 6, 33) y también que Aquel que da su carne ‘para vida del mundo’ (Jn 6, 51). Está claro que el preanuncio de la pasión y muerte salvífica, no sin referencias y preparación de la Eucaristía que había de instituirse el día antes de su pasión, como sacramento) pan de vida eterna (Cfr. Jn 6, 52-58).
4. A su vez, la tempestad calmada en el lago de Genesaret puede releerse como ‘señal’ de una presencia constante de Cristo en la ‘barca’ de la Iglesia, que, muchas veces, en el discurrir de la historia, está sometida a la furia de los vientos en los momentos de tempestad, Jesús, despertado por sus discípulos, orden a los vientos y al mar, y se hace una gran bonanza. Después les dice: ‘¿Por qué sois tan tímidos? ¿Aún no tenéis fe?’ (Mc 4, 40). En éste, como en otros episodios, se ve la voluntad de Jesús de inculcar en los Apóstoles y discípulos la fe en su propia presencia operante y protectora, incluso en los momentos más tempestuosos de la historia, en los que se podría infiltrar en el espíritu la duda sobre a asistencia divina. De hecho, en la homilética y en la espiritualidad cristiana, el milagro se ha interpretado a menudo como ‘señal’ de la presencia de Jesús y garantía de la confianza en El por parte de los cristianos y de la Iglesia.
5. Jesús, que va hacia los discípulos caminando sobre las aguas, ofrece otra ‘señal’ de su presencia, y asegura una vigilancia constante sobre sus discípulos y su Iglesia. ‘Soy yo, no temáis’, dice Jesús a los Apóstoles que lo habían tomado por un fantasma (Cfr. Mc 6, 49)50; cfr. Mt 14, 26)27; Jn 6, 16)21). Marcos hace notar el estupor de los Apóstoles ‘pues no se habían dado cuenta de lo de los panes: su corazón estaba embotado’ (Mc 6, 52). Mateo presenta la pregunta de Pedro que quería bajar de la barca para ir al encuentro de Jesús, y nos hace ver su miedo y su invocación de auxilio, cuando ve que se hunde: Jesús lo salva, pero lo amonesta dulcemente: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?’ (Mt 14, 31). Añade también que los que estaban en la barca ‘se postraron ante El, diciendo: Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios’ (Mt 14,33).
6. Las pescas milagrosas son para los Apóstoles y para la Iglesia las ‘señales’ de la fecundidad de su misión, si se mantienen profundamente unidas al poder salvífico de Cristo (Cfr. Lc 5, 4-10; Jn 21, 3)6). Efectivamente, Lucas inserta en la narración el hecho de Simón Pedro que se arroja a los pies de Jesús exclamando: ‘Señor, apártate de mí, que soy hombre pecador’ (Lc 5,8), y la respuesta de Jesús es: ‘No temas, en adelante vas a ser pescador de hombres’ (Lc 5, 10). Juan, a su vez, tras la narración de la pesca después de la resurrección, coloca el mandato de Cristo a Pedro: ‘Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas» (Cfr. Jn 21, 15-17). Es un acercamiento significativo.
7. Se puede, pues, decir que los milagros de Cristo, manifestación de la omnipotencia divina respecto de la creación, que se revela en su poder mesiánico sobre hombres y cosas, son, al mismo tiempo, las ‘señales’ mediante las cuales se revela la obra divina de la salvación, la economía salvífica que con Cristo se introduce v se realiza de manera definitiva en la historia del hombre y se inscribe así en este mundo visible, que es también obra divina. La gente (como los Apóstoles en el lago), viendo los milagros de Cristo, se pregunta: ‘¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?’ (Mc 4,41), mediante estas ‘señales’, queda preparada para acoger la salvación Que Dios ofrece al hombre en su Hijo.
Este es el fin esencial de todos los milagros y señales realizados por Cristo a los ojos de sus contemporáneos, y de todos los milagros que a lo largo de la historia serán realizados por sus Apóstoles y discípulos con referencia al poder salvífico de su nombre: ‘En nombre de Jesús Nazareno, anda’ (Hech 3,6).
Los milagros, signos del amor (9.XII.87 )
1. ‘Signos’ de la omnipotencia divina y del poder salvífico del Hijo del hombre, los milagros de Cristo, narrados en los Evangelios, son también la revelación del amor de Dios hacia el hombre, particularmente hacia el hombre que sufre, que tiene necesidad, que implora la curación, el perdón, la piedad. Son, pues, ‘signos’ del amor misericordioso proclamado en el Antiguo y Nuevo Testamento (Cfr. Encíclica Dives in misericordia). Especialmente, la lectura del Evangelio nos hace comprender y casi ‘sentir’ que los milagros de Jesús tienen su fuente en el corazón amoroso y misericordioso de Dios que vive y vibra en su mismo corazón humano. Jesús los realiza para superar toda clase de mal existente en el mundo: el mal físico, el mal moral, es decir, el pecado, y, finalmente, a aquél que es ‘padre del pecado’ en la historia del hombre: a Satanás.
Los milagros, por tanto, son ‘para el hombre’. Son obras de Jesús que, en armonía con la finalidad redentora de su misión, restablecen el bien allí donde se anida el mal, causa de desorden y desconcierto. Quienes los reciben, quienes los presencian se dan cuenta de este hecho, de tal modo que, según Marcos, ‘sobremanera se admiraban, diciendo: ‘Todo lo ha hecho bien; a los sordos hace oír y a los mudos hablar!’ (Mc 7, 37)
2. Un estudio atento de los textos evangélicos nos revela que ningún otro motivo, a no ser el amor hacia el hombre, el amor misericordioso, puede explicar los ‘milagros y señales’ del Hijo del hombre. En el Antiguo Testamento, Elías se sirve del ‘fuego del cielo’ para confirmar su poder de Profeta y castigar la incredulidad (Cfr. 2 Re 1, 10). Cuando los Apóstoles Santiago y Juan intentan inducir a Jesús a que castigue con ‘fuego del cielo’ a una aldea samaritana que les había negado hospitalidad, El les prohibió decididamente que hicieran semejante petición. Precisa el Evangelista que, ‘volviéndose Jesús, los reprendió’ (Lc 9, 55). (Muchos códices y la Vulgata añaden: ‘Vosotros no sabéis de qué espíritu sois. Porque el Hijo del hombre no ha venido a perder las almas de los hombres, sino a salvarlas’). Ningún milagro ha sido realizado por Jesús para castigar a nadie, ni siquiera los que eran culpables.
3. Significativo a este respecto es el detalle relacionado con el arresto de Jesús en el huerto de Getsemaní. Pedro se había prestado a defender al Maestro con la espada, e incluso ‘hirió a un siervo del pontífice, cortándole la oreja derecha. Este siervo se llamaba Malco’ (Jn 18, 10). Pero Jesús le prohibió empuñar la espada. Es más, ‘tocando la oreja, lo curó’ (Lc 22, 51).Es esto una confirmación de que Jesús no se sirve de la facultad de obrar milagros para su propia defensa. Y confía a los suyos que no pide al Padre que le mande ‘más de doce legiones de ángeles’ (Cfr. Mt 26, 53) para que lo salven de las insidias de sus enemigos. Todo lo que El hace, también en la realización de los milagros, lo hace en estrecha unión con el Padre. Lo hace con motivo del reino de Dios y de la salvación del hombre. Lo hace por amor.
4. Por esto, y al comienzo de su misión mesiánica, rechaza todas las ‘propuestas’ de milagros que el Tentador le presenta, comenzando por la del trueque de las piedras en pan (Cfr. Mt 4, 31). El poder de Mesías se le ha dado no para fines que busquen sólo el asombro o al servicio de la vanagloria. El que ha venido ‘para dar testimonio de la verdad’ (Jn 18, 37), es más, el que es ‘la verdad’ (Cfr. Jn 14, 6), obra siempre en conformidad absoluta con su misión salvífica. Todos sus ‘milagros y señales’ expresan esta conformidad en el cuadro del ‘misterio mesiánico’ del Dios que casi se ha escondido en la naturaleza de un Hijo del hombre, como muestran los Evangelios, especialmente el de Marcos. Si en los milagros hay casi siempre un relampagueo del poder divino, que los discípulos y la gente a veces logran aferrar, hasta el punto de reconocer y exaltar en Cristo al Hijo de Dios, de la misma manera se descubre en ellos la bondad, la sobriedad y la sencillez, que son las dotes más visibles del ‘Hijo del hombre’.
5. El mismo modo de realizar los milagros hace notar la gran sencillez, y se podría decir humildad, talante, delicadeza de trato de Jesús. Desde este punto de vista pensemos, por ejemplo, en las palabras que acompañan a la resurrección de la hija de Jairo: ‘La niña no ha muerto, duerme’ (Mc 5 39)como si quisiera ‘quitar importancia’ al significado de lo que iba a realizar. Y, a continuación, añade: ‘Les recomendó mucho que nadie supiera aquello’ (Mc 5, 43). Así hizo también en otros casos, por ejemplo, después de la curación de un sordomudo (Mc 7, 36), y tras la confesión de fe de Pedro (Mc 8, 29-30)
Para curar al sordomudo es significativo el hecho de que Jesús lo tomó ‘aparte, lejos de la turba’. Allí, ‘mirando al cielo, suspiró’. Este ‘suspiro’ parece ser un signo de compasión y, al mismo tiempo, una oración. La palabra ‘efeta’ (‘¡abrete!’) hace que se abran los oídos y se suelte ‘la lengua’ del sordomudo (Cfr. 7, 33)35).
6. Si Jesús realiza en sábado algunos de sus milagros, lo hace no para violar el carácter sagrado del día dedicado a Dios sino para demostrar que este día santo está marcado de modo particular por a acción salvífica de Dios. ‘Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también’ (Jn 5, 17). Y este obrar es para el bien del hombre; por consiguiente, no es contrario a la santidad del sábado, sino que más bien la pone de relieve: ‘El sábado fue hecho a causa del hombre, y no el hombre por el sábado. Y el dueño el sábado es el Hijo del hombre’ (Mc 2, 27-28).
7. Si se acepta la narración evangélica de los milagros de Jesús (y no hay motivos para no aceptarla, salvo el prejuicio contra lo sobrenatural) no se puede poner en duda una lógica única, que une todos estos ‘signos’ y los hace emanar de su amor hacia nosotros de ese amor misericordioso que con el bien vence al mal, cómo demuestra la misma presencia y acción de Jesucristo en el mundo. En cuanto que están insertos en esta economía, los ‘milagros y señales’ son objeto de nuestra fe en el plan de salvación de Dios y en el misterio de la redención realizada por Cristo.
Como hecho, pertenecen a la historia evangélica, cuyos relatos son creíbles en la misma y aún en mayor medida que los contenidos en otras obras históricas. Está claro que el verdadero obstáculo para aceptarlos como datos ya de historia ya de fe, radica en el prejuicio antisobrenatural al que nos hemos referido antes. Es el prejuicio de quien quisiera limitar el poder de Dios o restringirlo al orden natural de las cosas, casi como una autoobligación de Dios a ceñirse a sus propias leyes. Pero esta concepción choca contra la más elemental idea filosófica y teológica de Dios, Ser infinito, subsistente y omnipotente, que no tiene límites, si no en el no-ser y, por tanto, en el absurdo.
Como conclusión de esta catequesis resulta espontáneo notar que esta infinitud en el ser y en el poder es también infinitud en el amor, como demuestran los milagros encuadrados en la economía de la Encarnación y en la Redención. ‘signos’ del amor misericordioso por el que Dios ha enviado al mundo a su Hijo para que todo el que crea en El no perezca, generoso con nosotros hasta la muerte. ‘Sic dilexit!’ (Jn 3, 16)
Que a un amor tan grande no falte la respuesta generosa de nuestra gratitud, traducida en testimonio coherente de los hechos.
El milagro, llamada a la fe (16.XII.87)
1. Los ‘milagros y los signos’ que Jesús realizaba para confirmar su misión mesiánica y la venida del reino de Dios, están ordenados y estrechamente ligados a la llamada a la fe. Esta llamada con relación al milagro tiene dos formas: la fe precede al milagro, más aún, es condición para que se realice; la fe constituye un efecto del milagro, bien porque el milagro mismo la provoca en el alma de quienes lo han recibido, bien porque han sido testigos de él.
Es sabido que la fe es una respuesta del hombre a la palabra de la revelación divina. El milagro acontece en unión orgánica con esta Palabra de Dios que se revela. Es una ‘señal’ de su presencia y de su obra, un signo, se puede decir, particularmente intenso. Todo esto explica de modo suficiente el vínculo particular que existe entre los ‘milagros-signos’ de Cristo y la fe: vínculo tan claramente delineado en los Evangelios.
2. Efectivamente, encontramos en los Evangelios una larga serie de textos en los que la llamada a la fe aparece como un coeficiente indispensable y sistemático de los milagros de Cristo.
Al comienzo de esta serie es necesario nombrar las páginas concernientes a la Madre de Cristo con su comportamiento en Caná de Galilea, y aún antes )y sobre todo) en el momento de a anunciación. Se podría decir que precisamente aquí se encuentra el punto culminante de su adhesión a la fe, que hallará su confirmación en las palabras de Isabel durante la Visitación: ‘Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se te he dicho de parte del Señor’ (Lc 1, 45). Sí, María ha creído como ninguna otra persona, porque estaba convencida de que ‘para Dios nada hay imposible’ (Cfr. Lc 1, 37).
Y en Caná de Galilea su fe anticipó, en cierto sentido, la hora de la revelación de Cristo. Por su intercesión, se cumplió aquel primer milagro-signo, gracias al cual los discípulos de Jesús ‘creyeron en él’ (Jn 2, 11). Si el Concilio Vaticano II enseña que María precede constantemente al Pueblo de Dios por los caminos de la fe (Cfr. Lumen Gentium, 58 y 63; Redemptoris Mater, 5-6), podemos decir que el fundamento primero de dicha afirmación se encuentra en el Evangelio que refiere los ‘milagros-signos’ en María y por María en orden a la llamada a la fe.
3. Esta llamada se repite muchas veces. Al jefe de la sinagoga, Jairo, que había venido a suplicar que su hija volviese a la vida, Jesús le dice: ‘No temas, ten sólo fe’. (Dice ‘no temas’, porque algunos desaconsejaban a Jairo ir a Jesús) (Mc 5, 36).
Cuando el padre del epiléptico pide la curación de su hijo, diciendo: ‘Pero si algo puedes, ayúdanos…’, Jesús le responde: ‘Si puedes! Todo es posible al que cree’. Tiene lugar entonces el hermoso acto de fe en Cristo de aquel hombre probado: ‘¡Creo! Ayuda a mi incredulidad’ (Cfr. Mc 9, 22-24).
Recordemos, finalmente, el coloquio bien conocido de Jesús con Marta antes de la resurrección de Lázaro: ‘Yo soy la resurrección y la vida… ¿Crees esto? Si, Señor, creo…’ (Cfr. Jn 11, 25-27).
4. El mismo vínculo entre el ‘milagro-signo’ y la fe se confirma por oposición con otros hechos de signo negativo. Recordemos algunos de ellos. En el Evangelio de Marcos leemos que Jesús de Nazaret ‘no pudo hacer…ningún milagro, fuera de que a algunos pocos dolientes les impuso las manos y los curó. El se admiraba de su incredulidad’ (Mc 6, 5)6).
Conocemos las delicadas palabras con que Jesús reprendió una vez a Pedro: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?’. Esto sucedió cuando Pedro, que al principio caminaba valientemente sobre las olas hacia Jesús, al ser zarandeado por la violencia del viento, se asustó y comenzó a hundirse (Cfr. Mt 14, 29-31).
5. Jesús subraya más de una vez que los milagros que El realiza están vinculados a la fe. ‘Tu fe te ha curado’, dice a la mujer que padecía hemorragias desde hacia doce años y que, acercándose por detrás le había tocado el borde de su manto, quedando sana (Cfr. Mt 9, 20-22; y también Lc 8, 48; Mc 5, 34).
Palabras semejantes pronuncia Jesús mientras cura al ciego Bartimeo, que, a la salida de Jericó, pedía con insistencia su ayuda gritando: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mi!’ (Cfr. Mc 10, 46-52). Según Marcos: ‘Anda, tu fe te ha salvado’ le responde Jesús. Y Lucas precisa la respuesta: ‘Ve, tu fe te ha hecho salvo’ (Lc 18,42).
Una declaración idéntica hace al Samaritano curado de la lepra (Lc 17, 19). Mientras a los otros dos ciegos que invocan a volver a ver, Jesús les pregunta: ‘¿Creéis que puedo yo hacer esto?’. ‘Sí, Señor’… ‘Hágase en vosotros, según vuestra fe’ (Mt 9, 28-29).
6. Impresiona de manera particular el episodio de la mujer cananea que no cesaba de pedir a ayuda de Jesús para su hija ‘atormentada cruelmente por un demonio’. Cuando la cananea se postró delante de Jesús para implorar su ayuda, El le respondió: ‘No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a os perrillos’ (Era una referencia a la diversidad étnica entre israelitas y nananeos que Jesús, Hijo de David, no podía ignorar en su comportamiento práctico, pero a la que alude con finalidad metodológica para provocar la fe). Y he aquí que la mujer llega intuitivamente a un acto insólito de fe y de humildad. Y dice: ‘Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores’. Ante esta respuesta tan humilde, elegante y confiada, Jesús replica: ‘¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres’ (Cfr. Mt 15, 21-28). Es un suceso difícil de olvidar, sobre todo si se piensa en los innumerables ‘ cananeos’ de todo tiempo, país, color y condición social que tienden su mano para pedir comprensión y ayuda en sus necesidades!
7. Nótese cómo en la narración evangélica se pone continuamente de relieve el hecho de que Jesús, cuando ‘ve la fe’, realiza el milagro. Esto se dice expresamente en el caso del paralítico que pusieron a sus pies desde un agujero abierto en el techo (Cfr. Mc 2, 5; Mt 9, 2; Lc 5, 20). Pero la observación se puede hacer en tantos otros casos que los evangelistas nos presentan. El factor fe es indispensable; pero, apenas se verifica, el corazón de Jesús se proyecta a satisfacer las demandas de los necesitados que se dirigen a El para que los socorra con su poder divino.
8. Una vez más constatamos que, como hemos dicho al principio, el milagro es un ‘signo’ del poder y del amor de Dios que salvan al hombre en Cristo. Pero, precisamente por esto es al mismo tiempo una llamada del hombre a la fe. Debe llevar a creer sea al destinatario del milagro sea a los testigos del mismo.
Esto vale para los mismos Apóstoles, desde el primer ‘signo’ realizado por Jesús en Caná de Galilea; fue entonces cuando ‘creyeron en El’ (Jn 2, 11). Cuando, más tarde, tiene lugar la multiplicación milagrosa de los panes cerca de Cafarnaum, con la que está unido el preanuncio de la Eucaristía, el evangelista hace notar que ‘desde entonces muchos de sus discípulos se retiraron y ya no le seguían’, porque no estaban en condiciones de acoger un lenguaje que les parecía demasiado ‘duro’. Entonces Jesús preguntó a los Doce: ‘¿Queréis iros vosotros también?’. Respondió Pedro: ‘Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios’ (Cfr. Jn 6, 66-69). Así, pues, el principio de la fe es fundamental en la relación con Cristo, ya como condición para obtener el milagro, ya como fin por el que el milagro se ha realizado. Esto queda bien claro al final del Evangelio de Juan donde leemos: ‘Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de los discípulos que no están escritas en este libro; y éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre’ (Jn 20, 30-31).
Los milagros demuestran la existencia del mundo sobrenatural (13.I.88)
1. Hablando de los milagros realizados por Jesús durante su misión en la tierra, San Agustín, en un texto interesante, los interpreta como signos del poder y del amor salvífico y como estímulos para elevarse al reino de las cosas celestes.
‘Los milagros que hizo Nuestro Señor Jesucristo (escribe) son obras divinas que enseñan a la mente humana a elevarse por encima de las cosas visibles, para comprender lo que Dios es’ (Agustín, In Io. Ev. Tr., 24, 1 ).
2. A este pensamiento podemos referirnos al reafirmar la estrecha unión de los ‘milagros-signos’ realizados por Jesús con la llamada a la fe. Efectivamente, tales milagros demostraban la existencia del orden sobrenatural, que es objeto de la fe. A quienes los observaban y, particularmente, a quienes en su persona los experimentaban, estos milagros les hacían constatar, casi con la mano, que el orden de la naturaleza no agota toda la realidad. El universo en el que vive el hombre no está encerrado solamente en el marco del orden de las cosas accesibles a los sentidos y al intelecto mismo condicionado por el conocimiento sensible. El milagro es ‘signo’ de que este orden es superior por el ‘Poder de lo alto’, y, por consiguiente, le está también sometido. Este ‘Poder de lo alto’ (Cfr. Lc 24,49), es decir, Dios mismo, está por encima del orden entero de la naturaleza. Este poder dirige el orden natural y, al mismo tiempo, da a conocer que (mediante este orden y por encima de él) el destino del hombre es el reino de Dios. Los milagros de Cristo son ‘signos’ de este reino.
3. Sin embargo, los milagros no están en contraposición con las fuerzas y leyes de la naturaleza, sino que implican a solamente cierta ‘suspensión’ experimentable de su función ordinaria, no su anulación. Es más, los milagros descritos en el Evangelio indican la existencia de un Poder que supera las fuerzas y las leyes de la naturaleza, pero que, al mismo tiempo, obra en la línea de las exigencias de la naturaleza misma, aunque por encima de su capacidad normal actual. ¿No es esto lo que sucede, por ejemplo, en toda curación milagrosa? La potencialidad de las fuerzas de la naturaleza es activada por la intervención divina, que la extiende más allá de la esfera de su posibilidad normal de acción. Esto no elimina ni frustra la causalidad que Dios ha comunicado a las cosas en la creación, ni viola las ‘leyes naturales’ establecidas por El mismo e inscritas en la estructura de lo creado, sino que exalta y, en cierto modo, ennoblece la capacidad del obrar o también de recibir los efectos de la operación del otro, como sucede precisamente en las curaciones descritas en el Evangelio.
4. La verdad sobre la creación es la verdad primera y fundamental de nuestra fe. Sin embargo, no es la única, ni la suprema. La fe nos enseña que la obra de la creación está encerrada en el ámbito de designio de Dios, que llega con su entendimiento mucho más allá de los limites de la creación misma. La creación )particularmente la criatura humana llamada a la existencia en el mundo visible) está abierta a un destino eterno, que ha sido revelado de manera plena en Jesucristo. También en El la obra de la creación se encuentra completada por la obra de la salvación. Y la salvación significa una creación nueva (Cfr. 2 Cor 5, 17; Gal 6, 15), una ‘creación de nuevo’, una creación a medida del designio originario del Creador, un restablecimiento de lo que Dios había hecho y que en la historia del hombre había sufrido, el desconcierto y la ‘corrupción’, como consecuencia del pecado.
Los milagros de Cristo entran en el proyecto de la ‘creación nueva’ y están, pues, vinculados al orden de la salvación. Son ‘signos’ salvíficos que llaman a la conversión y a la fe, y en esta línea, a la renovación del mundo sometido a la ‘corrupción’ (Cfr. Rom 8, 19-21). No se detienen, por tanto, en el orden ontológico de la creación (creatio), al que también afectan y al que restauran, sino que entran en el orden sotereológico de la creación nueva (re) creatio totius universi), del cual son co-eficientes y del cual, como ‘signos’, dan testimonio.
5. El orden sotereológico tiene su eje en la Encarnación; y también los ‘milagros-signos’ de que hablan los Evangelios, encuentran su fundamento en la realidad misma del Hombre)Dios. Esta realidad)misterio abarca Y supera todos los acontecimientos) milagros en conexión con la misión mesiánica de Cristo. Se puede decir que la Encarnación es el ‘milagro de los milagros’, el ‘milagro’ radical y permanente del orden nuevo de la creación. La entrada de Dios en la dimensión de la creación se verifica en la realidad de la Encarnación de manera única y, a los ojos de la fe, llega a ser ‘signo’ incomparablemente superior a todos los demás ‘signos-milagros’ de la presencia y del obrar divino en el mundo. Es más, todos estos otros ‘signos’ tienen su raíz en la realidad de la Encarnación, irradian de su fuerza atractiva, son testigos de ella. Hacen repetir a los creyentes lo que escribe el evangelista Juan al final del Prólogo sobre la Encarnación: ‘Y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre lleno de gracia y de verdad’ (Jn 1, 14).
6. Si la Encarnación es el signo fundamental al que se refieren todos los ‘signos’ que dan testimonio a los discípulos y a la humanidad de que ‘ha llegado… el reino de Dios’ (Cfr. Lc 11, 20), hay también un signo último y definitivo, al que alude Jesús, haciendo referencia al Profeta Jonás: ‘Porque, como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el corazón de a tierra’ (Mt 12, 40): es el ‘signo’ de la resurrección.
Jesús prepara a los los Apóstoles para este ‘signo’ definitivo, pero lo hace gradualmente y con tacto, recomendándoles discreción ‘hasta cierto tiempo’. Una alusión particularmente clara tiene lugar después de la transfiguración en el monte: ‘Bajando del monte, les prohibió contar a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitase de entre los muertos’ (Mc 9, 9).Podemos preguntarnos al porque de esta gradualidad. Se puede responder que Jesús sabía bien cómo se habrían de complicar las cosas si los Apóstoles y los demás discípulos hubiesen comenzado a discutir sobre la resurrección, para cuya comprensión no estaban suficientemente preparados, como se desprende del comentario que el evangelista mismo hace a continuación: ‘Guardaron aquella orden, y se preguntaban que era aquello de !cuando resucitase de entre los os muertos!’ (Mc 9, 10). Además, se puede decir que la resurrección de entre los muertos, aun anunciada una y otra vez, estaba en la cima de aquella especie de ‘secreto mesiánico’ que Jesús quiso mantener a lo largo de todo el desarrollo de su vida y de su misión, hasta el momento del cumplimiento y de la revelación finales, que tuvieron lugar precisamente con el ‘milagro de los milagros’, la Resurrección, que, según San Pablo, es el fundamento de nuestra fe (Cfr. 1 Cor 15, 12-19).
7. Después de la Resurrección, a ascensión y Pentecostés, los ‘milagros)signos’ realizados por Cristo se ‘prolongan’ a través de los Apóstoles, y después, a través de los santos que se suceden de generación en generación. Los Hechos de los Apóstoles nos ofrecen numerosos testimonios de los milagros realizados ‘en el nombre de Jesucristo’ por parte de Pedro (Cfr. Hech 3, 1)8; 5, 15; 9, 32)41), de Esteban (Hech 6, 8), de Pablo (por ej., Hech 14, 8)10). La vida de los santos, la historia de la Iglesia, y, en particular, los procesos practicados para las causas de canonización de los Siervos de Dios, constituyen una documentación que, sometida al examen, incluso al más severo, de la critica histórica y de la ciencia médica, confirma la existencia del poder de lo ‘alto’ que obra en el orden de la naturaleza y la supera. Se trata de ‘signos’ milagrosos realizados desde los tiempos de los Apóstoles hasta hoy, cuyo fin esencial es hacer ver el destino y la vocación del hombre al reino de Dios. Así, mediante tales ‘signos’, se confirma en los distintos tiempos y en las circunstancias más diversas la verdad del Evangelio y se demuestra el poder salvífico de Cristo que no cesa de llamar a los hombres (mediante la Iglesia) al camino de la fe. Este poder salvífico del Dios)Hombre, se manifiesta también cuando los ‘milagros)signos’ se realizan por intercesión de los hombres, de los santos, de los devotos, así como el primer ‘signo’ en Caná de Galilea se realizó por la intercesión de la Madre de Cristo.
Opus Rosa Mystica es un Centro Mariano que tiene su sede en la ciudad alemana de “Essen”. Fue el la institución que donó las imagenes Rosa Mistica que gotean su Rosario en Paraguay.
Fue fundado casi a fines de la década del 70 por el sacerdote alemán Padre Thaddâus Laux y el laico Horst Mehirng y que con la autorización y el apoyo del Obispo local, tiene como finalidad y apostolado, difundir la devoción a “Rosa Mística” mediante las Estatuas Peregrinas…
Estas estatuas son enviadas a los obispos, sacerdotes, religiosos/as y misioneros laicos que desde todo el mundo las solicitan.
El P. Thaddâus Laux falleció en 1994 y lo sucedió como Director de Opus Rosa Mystica el Sr. Horst Mehring quien falleció el 18 de Agosto de 2007.
ACTIVIDAD DE LA OBRA
Esta Obra nació con la finalidad de que María, Rosa Mística fuera como «Madonna Peregrina» por los caminos de la humanidad para regar la necesidad y el hambre espiritual de las personas.
En estos mas de 30 años de apostolado se ha distribuido a todo el mundo millones de estampas; un gran número de medallas y rosarios y casi 25.000 estatuas de la Virgen de las 3 rosas. Cada mes, alrededor de 50 estatuas son enviadas hasta el último rincón de la tierra y la mayoría de estas imágenes son enviadas a los países más pobres de África, Asia, América del Sur, incluyendo a China y Rusia.
Opus Rosa Mystica se sostiene gracias a la colaboración de múltiples benefactores de toda Europa y de otros países pero sobre todo con las múltiples oraciones y Santas Misas que ofrecen desde todo el mundo, los misioneros de la Virgen Peregrina para que esta Misión pueda continuar.
PREPARACIÓN Y BENDICIÓN DE LA IMAGENES
Las Imágenes Peregrinas son realizadas en Alemania y son depositadas en la casa de Horst Mehring donde son enumeradas y registradas.
Cada primer Viernes de mes, un gran número de fieles llevan las estatuas desde Essen hasta Montichiari en una fervorosa peregrinación organizada por Opus Rosa Mystica.
Cerca del mediodía los peregrinos arriban procesionalmente a Fontanelle portando todas las estatuas peregrinas para ser bendecidas.
Luego todas las estatuas son colocadas a los pies de la «Cruz de Fontanelle» que se encuentra en medio del campo, cercano a la Fuente
En este sitio descansan las Sagradas Imágenes durante el resto del día Viernes en medio de fervorosas plegarias, cánticos animados y una vigilia de oración que dura toda la noche.
Al mediodía del día siguiente (primer Sábado del mes) las estatuas son conducidas a la «Fuente de la Gracia» y son depositas allí donde todos los sacerdotes presentes invocan a la Santísima Virgen Rosa Mística para que se haga presente misteriosamente y bendiga a estas estatuas como lo hizo en varias de sus apariciones.
Luego son sumergidas en el agua de la Fuente y finalmente todos los sacerdotes presentes bendicen a todas las estatuas.
Durante el Domingo todas estas Imágenes regresan a la ciudad de Essen (Alemania) donde son puestas en cajas y embaladas junto con material para el apostolado como ser: rosarios, estampas, medallas, libros, etc. y el día Lunes son enviadas a las personas que debidamente las han solicitado.
Estas Imágenes Peregrinas de la Virgen “Rosa Mística” ya han sido entronizadas en múltiples Santuarios, Catedrales, Parroquias, Capillas, Seminarios, Conventos, Monasterios, Oratorios, Ermitas, etc. o se encuentran peregrinando de un enfermo a otro, o de una familia a otra, alrededor de todo el mundo gracias a la labor incansable de los misioneros laicos de Rosa Mística
La demanda que hay de estas Vírgenes Peregrinas es apremiante, miles de Estatuas ya están repartidas en las más diversas partes del mundo y les seguirán muchas más, en cuanto los escultores puedan cumplir con los numerosos encargos que llegan desde todo el mundo.
16 de enero de 2010. El cardenal Schönborn ha realizado una reciente visita privada a Medjugorje, donde asegura que se dan abundantes frutos: vocaciones, conversiones, curaciones y grupos de oración. Además, asegura estar «fascinado con la coherencia de Medjugorje con otros santuarios marianos». «Si los frutos son buenos, entonces el árbol también», asegura. Medjugorje ocupa de nuevo el centro de atención, tanto de la iglesia como del público. Aunque la visita del cardenal Schönborn es privada, no dejó a nadie indiferente porque él es miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Hablamos con el cardenal durante su visita a Medjugorje.
El Arzobispo de Viena, Cardenal Dr. Christoph Schönborn, O. P. (nacido en 1945) fue Profesor de Teología Dogmática y de Teología del Oriente Cristiano en Friburgo (Suiza). De 1987 a 1992 Secretario General para la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica. A partir de 1995 nombrado Arzobispo de Viena y en 1998 nombrado Cardenal y elegido Presidente de la Conferencia Episcopal de Austria. El Cardenal Schönborn es uno de los más destacados expertos actuales de Teología del Oriente Cristiano, y entre otros cargos, miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede.
* «Muchos de nuestros sacerdotes jóvenes recibieron aquí el llamado a su vocación, pero no estrictamente en Medjugorje sino a causa de Medjugorje. Lo segundo son las conversiones. Me impresiona que esto ocurra a todos los niveles de la sociedad, desde familias nobles, industriales hasta la gente pequeña y común»
* «Un joven que era adicto a las drogas me dijo que sus amigos casi lo forzaron a venir. Me dijo que cuando el autobús ingresaba a Medjugorje algo le ocurrió. De manera especial fue sanado inmediatamente y todos sabemos lo que tarda ese tipo de curación»
(Florida Center for Peace / Medjugorje) – «Vinimos aquí para estar más cerca de la Madre de Nuestro Señor», dijo usted durante la Misa de Nochebuena, Su Eminencia. Estas palabras tuvieron un gran eco. Quisiéramos que nos las explicara.
– No podemos negar que los peregrinos han estado viniendo aquí desde hace más de 20 años, tampoco podemos negar lo que ellos experimentan en Medjugorje y cuán cercanos se sienten a la Madre Santísima. Ésta es mi primera visita, pero siendo Obispo desde 1991, yo simplemente he notado los frutos de Medjugorje.
-¿De qué clase de frutos habla usted?
– Le daré un par de ejemplos: llamados a la vocación del sacerdocio. Muchos de nuestros sacerdotes jóvenes recibieron aquí el llamado a su vocación, pero no estrictamente en Medjugorje sino a causa de Medjugorje. Lo segundo son las conversiones. Me impresiona que esto ocurra a todos los niveles de la sociedad, desde familias nobles, industriales hasta la gente pequeña y común. Volando de Viena, vía Zagreb a Split, un guardia de seguridad me preguntó a dónde me dirigía y yo le dije que iba a Medjugorje. De pronto su rostro comenzó a brillar y él me contó que también tuvo su conversión en Medjugorje. Hace un par de semanas, en una pequeña estación ferroviaria, un trabajador me contó su historia. Su esposa había muerto de cáncer, él estaba desesperado y amigos suyos lo trajeron a Medjugorje. Aquí recibió él una fe firme y viva. La tercera evidencia son las curaciones. Un joven que era adicto a las drogas me dijo que sus amigos casi lo forzaron a venir. Me dijo que cuando el autobús ingresaba a Medjugorje algo le ocurrió. De manera especial fue sanado inmediatamente y todos sabemos lo que tarda ese tipo de curación. La cuarta evidencia son los grupos de oración. Conozco a ese Grupo de Oración Medjugorje de Viena desde la época en que todavía no era yo obispo. Los conozco desde los años ochenta. Para nosotros, los dominicos, era muy significativo que esta gente rece durante horas y que su iglesia esté siempre llena. Las iglesias dominicas en Viena rara vez se llenan tanto, los jueves por la noche la iglesia siempre estaba llena. Ellos se han mantenido fieles a la oración hasta el día de hoy. Jesús dijo que el árbol malo no da buenos frutos. Lo cual significa: si los frutos son buenos, entonces también el árbol lo es.
– Para los peregrinos, Medjugorje es un milagro y ellos esperan un mensaje de la Santa Sede hasta que la Iglesia apruebe oficialmente los eventos sobrenaturales de Medjugorje. Se ha especulado un tiempo acerca de los movimientos que hará la Santa Sede. ¿Qué sabe Ud. acerca de esto y cuál es su opinión sobre las demandas para reconocer Medjugorje?
– No cuento con información detallada sobre este asunto y tampoco es mi tarea. Pero me baso en la afirmación que hizo la Conferencia Episcopal de la ex Yugoslavia y la Congregación para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede. Esta afirmación siempre ha sido razonable e inteligente para mí. Voy a recordarle las tres afirmaciones hechas en relación a Medjugorje. Antes que nada está el fenómeno. Yo soy dogmático y fui profesor de dogma teológico. «Non constat de supernaturalitate», – que significa que la Iglesia no ha emitido el juicio final acerca de la sobrenaturalidad del fenómeno ni ha hecho declaraciones. Así que nunca lo ha negado ni confirmado.
– Esto suena a una respuesta diplomática, ¿qué significa realmente en la práctica?
– Significa simplemente que la Iglesia no ha dado su juicio y su decisión final. Yo estoy convencido personalmente que esto es lo correcto. Mientras estos fenómenos continúen, la Iglesia difícilmente dará o emitirá su juicio final y su decisión. Estos fenómenos son el centro de Medjugorje. Comenzó con los niños que decían que veían a Nuestra Señora y los mensajes que Ella ha dado a través de ellos. Lo que se ha desarrollado a partir de eso es el fenómeno secundario que será estudiado por la Iglesia a nivel secundario. Desde el principio, un enorme número de peregrinos han estado viniendo a Medjugorje. Se ha desarrollado aquí una intensa vida de oración y muchas organizaciones humanitarias han nacido aquí.
– La Iglesia ha dividido el asunto de Medjugorje desde el trabajo pastoral. Pero todavía llega acá un gran número de peregrinos. ¿Qué postura debe asumirse a este respecto?
– Diversas formas de peregrinaciones han estado aquí y ése es un reto práctico para la Iglesia. Por eso los obispos de la ex Yugoslavia dijeron en 1991 que no deben existir peregrinaciones oficiales a Medjugorje. Yo no quiero ni debo organizar una peregrinación oficial a Medjugorje en mi diócesis como lo hacemos a Roma o Tierra Santa. Pero la Conferencia Episcopal y Roma jamás han prohibido que vengan peregrinos a Medjugorje, lo cual forma parte de la tercera declaración. Para nosotros los obispos, para mí, esto es muy importante. Los creyentes deben recibir la atención pastoral. Como arzobispo veo que tengo una tarea en este sentido. Si como obispo veo que en mi diócesis cientos, miles de creyentes se convierten, oran y son sanados, entonces como Obispo debo ocuparme que todos ellos reciban cuidado pastoral. Por eso es que yo he apoyado todas esas manifestaciones como por ejemplo, la comunidad del «Oasis de Paz», la cual comenzó a causa de Medjugorje. Pienso que todo esto influye en nosotros los obispos, especialmente en aquellas diócesis cuyos peregrinos vienen a Medjugorje y necesitan recibir una buena atención pastoral. Así que en todas las conversaciones que yo he tenido con otros obispos acerca de Medjugorje, los he alentado a que apoyen a sus peregrinos.
– Usted tuvo un encuentro con una vidente, subieron a la Colina de las Apariciones. ¿De qué hablaron?
– Yo diría con ironía que Nuestra Señora no escogió colinas fáciles. Estoy fascinado con la coherencia de Medjugorje con otros santuarios marianos, sitios de aparición. Yo digo siempre que existe una gramática de las apariciones de María. Nuestra Señora tiene un estilo especial.
– ¿En qué sentido se relaciona esto?
– Hay 3 elementos que están relacionados con este fenómeno. Casi siempre Nuestra Señora se aparece a niños. Aquellos niños que no eran particularmente inteligentes o santos, sino normales. Bernardette ni siquiera sabía escribir. Tenía 14 años casi como los niños de aquí. En segundo lugar, María da los mensajes a través de los niños. Esto es un insulto para un obispo. ¿Por qué Nuestra Señora no va a casa del obispo? ¿Por qué se aparece en una colina llena de piedras o junto al río? Esto no es práctico. En Fátima se apareció en los arbustos. Ella da los mensajes a través de los niños porque los niños no son complicados. El tercer elemento: parece como si Nuestra Señora tuviera su propio programa. En Fátima se apareció antes de la Revolución Rusa y dio un mensaje. Cuando el racionalismo había alcanzado su máximo nivel, se apareció en Lourdes. Se apareció en Yugoslavia en el momento en que ni siquiera sospechábamos que Yugoslavia se desintegraría en la época cuando los católicos, musulmanes y ortodoxos vivían juntos. Ella se aparece con el nombre de Reina de la Paz. Diez años después estalla la primera de las cuatro guerras en la Península Balcánica. Y su primer mensaje fue paz a través de la conversión, la oración y este primer mensaje tenía su fuerza, su poder, su credibilidad. Quizá podríamos remontarnos a Guadalupe, México. Cuando Europa inició la invasión de América, Nuestra Señora se apareció a un indio que tuvo que ir con su obispo para decirle lo que tenía que hacer. Pienso que los teólogos tendrían que estudiar la sintaxis de las apariciones de María y en ese contexto, estudiar el fenómeno de Medjugorje.
– En Medjugorje se reza todo el tiempo por la paz, pero la paz política no es correcta, el estado está en problemas y los croatas católicos están en la peor de las posiciones. ¿Qué sugeriría Ud. a la Comunidad Internacional que ahora administra este país por su conciudadano Valentin Inzko?
– El problema aquí es que están involucrados muchos países en este país tan pequeño lo cual les impide superar esos problemas. La paz duradera sólo podrá crearse si todo es justo para todos. Éste es un reto para la política europea. Me alegra que Valentin Inzko esté ahora a cargo de Bosnia Hercegovina y espero que él reciba un mayor respaldo de la comunidad europea. Estoy seguro que esto que está sucediendo en Medjugorje es un apoyo para esa paz. Y personas de todas partes del mundo vienen a esta pequeña aldea de Hercegovina que nunca antes había sido conocida para el mundo, si queremos hablar irónicamente. Mire, ¡cuántos coreanos vienen a Medjugorje! Esto es una esperanza de que esas personas serán apóstoles de paz en sus países, la paz que proviene de Medjugorje. Si se reza por la paz del mundo en un solo lugar, entonces eso es una bendición especial para un país. Y Nuestra Señora respeta las tres religiones. Los creyentes ortodoxos veneran a Nuestra Señora, el Islam no respeta a ninguna otra persona como a María. Para los croatas católicos que son la minoría en este país, las apariciones [aquí] son de gran consuelo.
Como muestra de los cientos de conversiones producidas en Medjugorje en estos 29 años, presentamos información sobre algunas conversiones de pastores evangélicos y un video donde la escritora María Vallejo Nágera relata su conversión.
Pastores evangélicos regresan a la Iglesia Católica
Algunos datos que sorprenden y enriquecen esta noticia de última hora son los que veremos sobre el perfil de algunos de algunos de ellos. Asómbrese junto conmigo al ver quienes se están convirtiendo a la Iglesia Católica:
1) Scott Hann. Ex-pastor presbiteriano y ex-profesor de teología protestante.
Su anti-catolicismo, su excelente conocimiento como predicador y teólogo protestante y su impactante testimonio de conversión hacia la Iglesia católica hacen de este hombre de Dios un fascinante testimonio. Miles de evangélicos y cientos de pastores protestantes han regresado al catolicismo por el testimonio de este ex-pastor evangélico.
Su testimonio es uno de los mas increíbles, pues es un experto en Biblia y era un radical anti-católico. Su testimonio es uno de los principales en estar atrayendo a otros pastores evangélicos hacia la Iglesia Católica. Actualmente es profesor en la Universidad Católica en Stuebenville, Ohio.
Franciscan University
Franciscan Way
Steuvenbille,OH 43952
2) Paul Thigpen. Ex- editor y escritor para varias revistas evangélicas.
Desde pequeño asistió a una Iglesia Presbiteriana del sur. Realizó estudios religiosos en la Universidad de Yale. Fue Pastor asociado. Luego fue misionero evangélico en Europa, después fue Bautista, Metodista, Episcopaliano y Pentecostal. Finalmente hizo estudios para obtener su doctorado en Historia de la Teología lo cual le facilitó el camino hacia la Iglesia Católica. Cuenta él que su encuentro con la Iglesia Católica lo lleno de gozo en abundancia, fue como un llenarse de nuevo del gozo del Espíritu Santo.
Religious Studies Depr.
S.W. Missouri State University
901 South National Ave.
Springfield, MO 65804
3) Marcus Grodi. Ex-ministro protestante con Licenciatura en Teología y Biblia.
Hizo sus estudios de teología en el seminario protestante Gordon-Conwell en Boston, Massachussetts. Obtuvo su Master Degree in Divinity.
Marcus afirma: “Yo solamente quería ser un buen pastor. Cada domingo predicaba como pastor evangélico a mi rebaño. Le preguntaba a Jesucristo: ¿Estoy predicando la verdad o el error? Como puedo yo estar seguro de eso, si a mi alrededor hay otros pastores evangélicos leyendo el mismo pasaje y cada quien da una interpretación diferente. Un día cuando había dudas fuertes en las reunión con otros pastores, la verdad la ‘decidíamos” sometiéndolo a votación. Que increíble, pero como cada quien pensaba estar iluminado por Dios… entre mas leía historia de la Iglesia y conocia mas la Biblia menos podía continuar siendo protestante. Encontré la plenitud de la verdad en la Iglesia Católica, me encontré mas plenamente con Jesucristo.
Por eso como católico ahora digo, que debemos de conocer porque creemos lo que creemos”.
P.O. Box 4100
Steuvenbille,OH 43952
4) Steve Wood. Ex-director de un Instituto Bíblico en la Florida
Ex-pastor evangélico de una Iglesia interdenominacional. Estuvo sirviendo también en Costa Mesa en la Iglesia evangélica “El Calvario” mientras hacía sus estudios en un Instituto de la iglesia Asambleas de Dios. Trabajó en proyectos de evangelismo juvenil; fue lider de ministerios evangélicos en la prisión; organizó un Instituto de estudios bíblicos para adultos. Después hizo estudios de post-grado en el famoso seminario evangélico de teología Gordon-Conwell en Massachusetts.
En algunas de las cosas de su testimonio de conversión Steve dice: “Entre mas estudiaba los primeros siglos de cómo era la Iglesia primitiva mas me daba cuenta que se parecía a la Iglesia Católica. Estudie mas a los “primeros padres de la Iglesia” y escudriñe mas la Biblia. Mas confusión había en mi. Para empeorar la situación, me entere de que dos de mis compañeros más inteligentes y más anti-católicos del seminario evangélico también estaban pensando en hacerse católicos.
Un día cuando estaba predicando, continua Steve diciendo, yo sentí que el Señor me decía: “Ahora o nunca”. Si en medio de todos yo daba un paso de fe y reconocer la verdad yo perdería todo. Perdería mi trabajo como pastor, no podría sostener a mi familia, era mi carrera y era mi llamado. Yo había invertido 20 años preparándome para ser un ministro protestante y Dios me decía: ¡Hazlo, ahora!… y lo hice.
Pedí disculpas a mi congregación reunida. Los “ancianos”líderes me siguieron. Yo les dije que ya no podía seguir engañándome a mí mismo. Mi peregrinar hacia la Iglesia que Cristo fundó: La Católica, ya había iniciado. Luego: Ore mas, estudie mas, conocí la plenitud y llegué. La plenitud de una relación personal con Cristo está en tener una relación personal también con el cuerpo de Cristo: Su Iglesia (1 Cor 12) la Católica.
Family Life Center
P.O. Box 6060
Port Charlotte, Fl 33949
5) Bop Sungenis. Ex-profesor de Biblia en la estación evangélica «Family Radio».
Siendo protestante escribió un libro en contra de la Iglesia Católica llamado: “Rewards in Heaven? Donde criticaba a los católicos por creer en la importancia de las obras y creyó demostrar que eso era falso. Estudió como evangélico en el “Washington Bible Collegue” en Washington, D.C. Después se especializó en la “George Washington University.
Bop dice: Como católico yo tengo la “paz” que viene como consolación de vivir en la verdad. Yo ahora he tomado mi lugar en el ejército de Cristo Rey en esta gran batalla por la salvación de las almas. Yo debo de ayudar a mis hermanos protestantes a que conozcan que la Iglesia Católica no es solamente la verdadera Iglesia, sino el hogar donde todos pertenecemos.
6) Duglas Bogart. Ex-misionero evangélico en Guatemala.
Mi sueño era ser misionero y en mi Iglesia evangélica de Phoenix, AZ me dieron esa oportunidad de hacerlo con mi esposa. Sin embargo con el tiempo, sin darme cuenta, Dios me fue guiando hacia su Iglesia. Con mucha tranquilidad Douglas afirma: “Leí muchos libros de teología, de historia, y de testimonios. Estudié el Nuevo Catecismo con la Biblia. Leí los escritos de los Padres de la Iglesia (Primeros siglos del cristianismo) y descubrí que la iglesia primitiva era mucho más católica que evangélica o protestante. Terminé aceptando la verdad y ahora soy católico”.
drbogart@hotmail.com
7) David B. Currie. Ex-ministro evangélico con un “Master in Divinity”.
Nació y creció en una familia evangélica fundamentalista. Su papá fue un predicador. Su mama y su papa fueron profesores evangélicos en el “Instituto Bíblico Moody”. David obtuvo su licenciatura en teología en el “Trinity International University” en Deerfield, Illinois. Después obtuvo su “Maestría en Biblia y teología” en la “Trinity Evangelical Divinity School”.
¿Qué le movió a decidirse a ser católico? Su respuesta es, dos cosas: El estudio de la Biblia porque entre mas la estudiaba mas iba descubriendo que la Palabra de Dios lo guiaba hacia el catolicismo y la segunda es que la misma Biblia le mostró que la Iglesia Católica es la única Iglesia fundada por Cristo.
8) Antiguo pastor anglicano, nombrado obispo por Juan Pablo II
Un sacerdote convertido del anglicanismo a la Iglesia católica fue nombrado el 4 de enero por Juan Pablo II obispo auxiliar de Westminster. Se trata del padre Alan Stephen Hopes, quien hasta ahora era vicario general de la misma diócesis. Trabajará ahora muy de cerca del cardenal Cormac Murphy-O´Connor, arzobispo de Westminster.
Monseñor Alan Stephen Hopes nació en Oxford, en 1944. Después de haber alcanzado el «Bachelor of Divinity» del «King’s College» en Londres, fue «ordenado sacerdote» en la Iglesia anglicana en 1968. Desempeñó su ministerio parroquial en varias diócesis de Londres y en 1987 se convirtió en «prebendary» (canónigo) de la catedral de San Pablo.
En 1992 fue «recibido» en la Iglesia católica y, después de tres años de estudios, fue ordenado sacerdote en la diócesis de Westminster, el 4 de diciembre de 1995.
Después de dos años como vicario de la parroquia de «Our Lady of Victories», de Kensington, fue nombrado párroco de «Our Most Holy Redeemer and St Thomas More», en Chelsea. En 2001, se convirtió en vicario general de la arquidiócesis.
Monseñor Hopes es uno de los pastores anglicanos que abandonaron la Iglesia de Inglaterra después de que se aprobara la ordenación sacerdotal de mujeres en esa iglesia.
Todos ellos ahora son católicos verdaderos y cristianos al 100% Ahora predicando el tesoro espiritual de lo que encontraron: La plenitud de la vida cristiana en la unica Iglesia fundada por Cristo.
Si eres católico dale gracias a Dios y decídete a serlo al 100% siendo un discípulo auténtico de Jesucristo teniendo una relación personal con El y testimoniando su Palabra unido a su Iglesia: La Catolica.. Si eres evangélico, ten calma, se honesto contigo mismo, investiga y conoce el verdadero catolicismo y ora mucho. Estudia los fundamentos de la fe católica: Biblia, Tradición y la historia de la Iglesia. Allí encontrarás por que los católicos creemos, lo que creemos. Jesucristo es nuestro Señor y Salvador.
El Espíritu nos une para formar un solo cuerpo: La Iglesia(1 Cor 12,13) y la voluntad de Jesús es que no haya divisiones sino unidad (Jn 17,21) Lucha por la plenitud de la verdad. Ser católico es un regalo de Dios.
En Lanciano (Italia) se veneran desde hace más de doce siglos las Reliquias de uno de los más grandes milagros eucarísticos.
El milagro de Lanciano es el más antiguo de los que conocemos en los que las sagradas Especies se hayan transformado en carne y sangre.
Los análisis realizados en los años 1970-71 y 1973-74, han traído a la actualidad este prodigio, de modo que una tradición de doce siglos se ve confirmada por la ciencia más moderna.
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HISTORIA DEL MILAGRO EUCARÍSTICO
Un Monje de la Orden de San Basilio, sabio en las cosas del mundo, pero no en las cosas de la fe, pasaba un tiempo de prueba contra la fe. Dudaba de la Presencia real de Nuestro Señor Jesús en la Eucaristía. Oraba constantemente para librarse de esas dudas por miedo de perder su vocación. Sufría día tras día la duda.
¿Está Jesús realmente y, substancialmente presente en la Eucaristía?.
Dudaba sobre el misterio de la transubstanciación.
Su sacerdocio se convirtió en una rutina y se destruía poco a poco. Especialmente la celebración de la Santa Misa se convirtió en una rutina mas, un trabajo mas.
La situación en el mundo no le ayudó a fortalecer su fe. Había muchas herejías surgiendo durante esta época. Sacerdotes y obispos eran víctimas de esas herejías, las cuales estaban infestando a la Iglesia por todas partes. Algunas de estas herejías negaban la Presencia real de nuestro Señor en la Eucaristía.
El sacerdote no podía levantarse de esta oscuridad que envolvía su corazón. Cada vez estaba mas convencido, por la lógica humana, de esas herejías.
EL MILAGRO
En torno al año 700, en el Monasterio de San Legonziano (que algunos identifican con San Longinos, el soldado que traspasó el Corazón de Cristo en la cruz), una mañana, mientras celebraba la Santa Misa, estaba siendo atacado fuertemente por la duda y después de haber pronunciado las solemnes palabras de la consagración, vio como la Santa Hostia se convirtió en un círculo de carne y el vino en sangre visible. Estaba ante un fenómeno sobrenatural visible, que lo hizo temblar y comenzó a llorar incontrolablemente de gozo y agradecimiento.
Estuvo parado por un largo rato, de espaldas a los fieles, como era la misa en ese tiempo. Después se volvio despacio hacia ellas, diciéndoles: ¡Oh afortunados testigos a quién el Santísimo Dios, para destruir mi falta de fe, ha querido revelárseles El Mismo en este Bendito Sacramento y hacerse visible ante nuestros ojos. Vengan, hermanos y maravíllense ante nuestro Dios tan cerca de nosotros. Contemplen la Carne y la Sangre de Nuestro Amado Cristo!.
Las personas se apresuraron para ir al altar y, al presenciar el milagro, empezaron a clamar, pidiendo perdón y misericordia. Otras empezaron a darse golpes de pecho, confesando sus pecados, declarándose indignos de presenciar tal milagro.
Otros se arrodillaban en señal de respeto y gratitud por el regalo que el Señor les había concedido. Todos contaban la historia por toda la ciudad y por todos los pueblos circunvecinos.
La carne se mantuvo intacta, pero la sangre se dividió en el cáliz, en 5 partículas de diferentes tamaños y formas irregulares. Los monjes decidieron pesar las partículas y descubren fenómenos particulares sobre el peso de cada una de ellas.
Inmediatamente la Hostia y las cinco partículas fueron colocadas en un relicario de marfil.
INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
En 1574 se hicieron pruebas de la Carne y la Sangre y se descubrió un fenómeno inexplicable. Las cinco bolitas de Sangre coagulada son de diferentes tamaños y formas. Pero cualquier combinación pesa en total lo mismo. En otras palabras, 1 pesa lo mismo que 2, 2 pesan lo mismo que 3, y 3 pesan lo mismo que 5. Este resultado esta marcado en una tabla de mármol en la Iglesia.
A través de los años se han hecho muchas investigaciones. Nuestro Señor se ha permitido ser pinchado y cortado, examinado a través de microscopio y fotografiado.
A las distintas investigaciones eclesiásticas siguieron las científicas, llevadas a cabo desde 1574, en 1970-71 y en 1981. En estas últimas, el eminente científico Profesor Odoardo Linoli docente en Anatomía y Histología Patologica y en Química y Microscopía Clínica, con la colaboración del Profesor Ruggero Bertelli de la Universidad de Sena, utilizó los instrumentos científicos más modernos disponibles.
Los análisis, realizados con absoluto rigor científico y documentados por una serie de fotografías al microscopio, dieron los siguientes resultados:
La Carne es verdadera Carne.
La Sangre es verdadera Sangre.
La Carne y la Sangre pertenecen a la especie humana.
La Carne está constituida por el tejido muscular del corazón.
En la Carne están presentes, en secciones, el miocardio, el endocardio, el nervio vago y, por el relevante espesor del miocario, el ventrículo cardiaco izquierdo.
La Carne es un CORAZON completo en su estructura esencial.
La Carne y la Sangre tienen el mismo grupo sanguíneo (AB).
En la Sangre se encontraron las proteínas normalmente fraccionadas, con la proporción en porcentaje, correspondiente al cuadro sero- proteico de la sangre fresca normal.
En la Sangre también se encontraron estos minerales : Cloruro, fósforo, magnesio, potasio, sodio y calcio.
La conservación de la Carne y de la Sangre, dejadas al estado natural por espacio de doce siglos y expuestas a la acción de agentes atmosféricos y biológicos, es de por sí un fenómeno extraordinario.
FRUTOS DEL MILAGRO
El milagro que ocurrió en el año 700 fue solo el comienzo. Eso fue hace más de 1250 años. Si después del milagro, la carne y la sangre se hubieran desintegrado, como esperaban muchos, de todas maneras ya en sí mismo era un milagro espectacular.
Además de la renovación de la fe del sacerdote y de todos los testigos, Lanciano ha sido un lugar donde muchos han encontrado la fe en la Eucaristía, y otros han aumentado en esa fe.
De inmediato la noticia del Milagro Eucarístico y el testimonio de la transformación del sacerdote se extendió por toda la ciudad y el país. Todas las personas hablaban del milagro. Los peregrinos concurrían a Lanciano para venerar la Hostia convertida en carne y el vino en sangre. Aumentó la Fe y devoción al Corazón Eucarístico de Jesús, y se extendió por todo el país.
Desde el principio, la Iglesia local aceptó este milagro como un verdadero signo del cielo, y veneró el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor en la Eucaristía en varias procesiones. Especialmente el día de su fiesta, que es el ultimo domingo de octubre.
La fama del santuario se propagó rápidamente a través de la región y muy pronto toda Italia comenzó a hacer peregrinaciones a la Iglesia. Estas peregrinaciones no han sido solo locales, de todo el mundo llegan personas a venerar el Corazón de Jesús revelado en la Eucaristía.
MANUSCRITOS
A través de los años se han escrito muchos relatos para mostrar la autenticidad del Milagro Eucarístico y milagros espirituales como físicos que se han dado en este lugar. Por haber sido este un milagro tan importante, los antecedentes y la historia de los hechos fueron cuidadosamente registrados.
Hubo un manuscrito en Griego y Latín que confirma el milagro y que fue escrito y certificado en la misma época del milagro.
En una cronología de la Ciudad de Lanciano, un historiador escribió que a principios de 1500, dos monjes de San Basilio vinieron a la Iglesia, la cual estaba bajo la custodia de los Franciscanos y pidieron pasar la noche allí. También pidieron ver el pergamino que tenía la historia del Milagro Eucarístico de Lanciano. Los Franciscanos les dejaron estudiar el pergamino durante la noche. Pero a la mañana siguiente los monjes de San Basilio se fueron muy temprano antes de que los Franciscanos se despertaran y se llevaron el manuscrito.
Se cree que el motivo fue que los Monjes Basilianos estaban avergonzados de que uno de los suyos hubiera perdido la fe en la Eucaristía. El hecho es que nunca se recuperó dicho manuscrito.
LA IGLESIA DEL MILAGRO
La Iglesia donde se encuentra el Milagro Eucarístico de Lanciano esta en el centro de la ciudad. Lo que es el centro de la ciudad hoy en día era el suburbio de la ciudad en el Siglo Ocho, cuando ocurrió el Milagro Eucarístico. En este tiempo se llamaba la Iglesia de los Santos Longinos y Domiciano, y estaba bajo la custodia de los monjes de San Basilio del Rito Griego Ortodoxo. Esto fue antes del Gran Cisma de 1054.
Esta Iglesia del milagro permaneció bajo la custodia de los monjes de San Basilio hasta 1176, que fue cuando los Benedictinos llegaron. El edificio se había deteriorado mucho y los Benedictinos no estaban muy animados de cuidar de el. Los Frailes Menores Conventuales (Franciscanos), sin embargo querían custodiar el Relicario.
Uno de sus benefactores, el Obispo Landulfo fue nombrado Obispo de Chieti y les dio el Santuario. En 1252 los Benedictinos se fueron y los franciscanos se hicieron cargó de todo con Bula pontificia del 12/5/1252.
En 1258 los Franciscanos edificaron la iglesia actual en el lugar de la Iglesia original de San Legonciano. Esta fue transformada en 1700 del estilo románico-gótico al barroco.
En 1515, el Papa Leo X hizo de Lanciano una Sede Episcopal bajo la responsabilidad directa de Roma. En 1562 el Papa Pío IV escribió un Bula Papal elevándola a la Sede Arzobispal.
En 1666 los Franciscanos se encontraron en medio de una batalla legal con los Raccomandati, un grupo «selecto» de la ciudad, que pensaban que eran mejores que todo el mundo. Trataron de quitarle la Iglesia a los Franciscanos, poniéndole una demanda a la Iglesia original de San Longinos, sobre la cual fue edificada la Iglesia Franciscana. Si hubiera ganado, hubieran tenido las dos Iglesias.
El 25 de junio, de 1672, el Papa Clemente X declaró el altar del Milagro Eucarístico como un altar privilegiado en el Octavo día de los difuntos y en todos los Lunes del año.
El Señor intervino por medio del Cardenal Giannetti de la Sagrada Congregación de Obispos y Religiosos, y los Franciscanos ganaron el caso. Inmediatamente aplicaron para obtener el escrito oficial, y 18 años mas tarde en 1684, se le concedió.
Durante el tiempo de Napoleón en 1809 los Franciscanos fueron arrojados de la ciudad. Pero volvieron con un triunfo solemne el 21 de junio, de 1953.
DIFERENTES LUGARES DE VENERACIÓN DENTRO DE LA IGLESIA
A través de los años el Milagro Eucarístico fue colocado en diferentes lugares en la Iglesia de San Francisco.
En 1566 la amenaza de los Turcos se hizo dominante a través de la Costa Adriática. Por medidas de seguridad el Milagro Eucarístico fue sacado de su capilla y fue guardado en el otro lado de la Iglesia.
El 1 de agosto de ese año un fraile, Giovanni Antonio de Mastro Renzo, perdió la fe, no en la Eucaristía, sino en la habilidad o deseo de Dios para salvarlo a él y a su pequeño grupo de Franciscanos, de la embestida de los Turcos. El fraile viendo la necesidad de salvar el Milagro Eucarístico de los Turcos, cogió el relicario que contenía la Carne y la Sangre del Señor y con sus frailes desapareció de la ciudad. Caminaron toda la noche.
Antes del amanecer, el Fraile Giovanni sintió que ya había suficiente distancia entre ellos y el enemigo y le ordenó a sus frailes que descansaran. Al salir el sol se dieron cuenta de que estaban de nuevo a la entrada de la ciudad. Creyeron que el Señor había intervenido porque quería que el Milagro Eucarístico de Lanciano fuera un signo de seguridad para las personas de la ciudad, un signo de que Dios no los había abandonado. Los frailes quedaron llenos del Espíritu Santo y ofrecieron permanecer en la Iglesia y proteger el Milagro Eucarístico con sus vidas.
Según esto ocurría, el Señor los protegía del mal, igual que a la ciudad de Lanciano y al Milagro Eucarístico.
La Carne y la Sangre de Nuestro Señor permanecieron guardadas hasta 1636, a pesar de que la amenaza de invasión de los Turcos había desaparecido. En este tiempo el Milagro Eucarístico fue transferido al lado derecho del altar, encerrado en un tabernáculo de hierro. Había cuatro llaves para la bóveda, cada una guardada por diferentes personas de la ciudad. Esta fue llamada la Capilla Valsecca, en honor de su benefactor.
En 1713 el relicario de marfil fue reemplazado por el que hoy exhibe las dos reliquias. Es de plata y cristal. La hostia esta expuesta como regularmente se hace en una custodia y las partículas de sangre en un cáliz de cristal, que muchos creen es el cáliz original donde se dio el milagro.
En 1887, el Arzobispo de Lanciano, Monseñor Petarca, obtuvo del Papa Leo XIII, una indulgencia plenaria perpetua para los que veneraran el Milagro Eucarístico durante 8 días después del día de fiesta.
La Carne y Sangre Milagrosa estuvieron guardadas en esa capilla hasta 1902. Los fieles solo podían venerar el Milagro Eucarístico en ocasiones especiales, el Lunes después de Pascua y la última semana de Octubre, la semana de la fiesta. La Indulgencia Plenaria estaba disponible para las personas durante la fiesta.
En 1902 se determinó que la Capilla Valsecca era inadecuada para el Milagro Eucarístico. El Obispo Petrarca, con el apoyo de los Lancianenses, le construyó un hermoso altar monumental donde está actualmente. Se puede subir a contemplar de cerca el milagro, por una escalera detrás del altar mayor. El tabernáculo está abierto por detrás para que se pueda ver el relicario que contiene la preciosa Sangre y Carne de Nuestro Señor.
Lanciano fue escogido como el lugar para el Primer Congreso Eucarístico de la región de Abruzzi del 23 al 25 de septiembre, de 1921.
La conversión es un encuentro personal con Cristo, en el que se compromete toda la persona y toda la vida futura. Eso supone dejar muchos valores, muchas cosas preciosas por otras que se descubre que son mejores. A veces, supone un proceso mental largo y doloroso en el que hay que reajustar todos los valores y esquemas mentales con los que uno ha vivido tranquilamente durante años. Con frecuencia, se dan muchos casos de personas que llegan a convencerse de la verdad de la fe católica, pero no son capaces de renunciar a sus comodidades y seguridades.
Convertirse, en una palabra, puede significar dejarlo todo y comenzar una vida nueva, lo que da un poco de miedo, sobre todo, cuando uno ya ha llegado a la madurez, y es más difícil cambiar de vida. Por eso, para convertirse hace falta mucha dosis de fe y de confianza en Dios para dar el salto al vacío sin importar el qué dirán, sino queriendo obedecer la voluntad de Dios. Porque llevar una doble vida y disimular las propias ideas religiosas sería un martirio del corazón y una infidelidad a Dios.
Ciertamente, la fuerza de Dios y su gracia son poderosas para poder superar todas las dificultades. Por eso, hay muchos que, a pesar de todo, se arriesgan y se convierten, aunque este paso, en algunos casos, requiere años de reajuste y de convencimiento gradual.
Evidentemente, cada conversión es un caso particular. No hay dos conversiones iguales. En algunos casos, la irrupción de Dios es de un modo excepcional y milagroso. Las personas se convierten instantáneamente. En otros el proceso es lento y doloroso.
Presentamos algunos testimonios significativos de judíos convertidos al catolicismo. Ellos, mejor que nadie, pueden ayudarnos a comprender que el cristianismo es la plenitud del judaísmo y que el judío que se hace cristiano, no pierde nada, sino que encuentra todo lo que Dios quiso dar a su pueblo en el Mesías prometido por medio de Jesús.
Podemos decir que el judaísmo es el padre del cristianismo. Los cristianos hemos heredado del judaísmo el Antiguo Testamento y muchas cosas de su auténtica espiritualidad. Un judío, que se hace cristiano, no es un renegado de su patria o de su fe. Más bien, podríamos decir, que es un judío en plenitud, pues Jesucristo lleva al judaísmo a la plenitud, y es el Mesías prometido durante siglos al pueblo de Israel.
Un verdadero judío debe sentirse orgulloso de que Jesucristo fue judío y lo mismo la Virgen María y san José. Los apóstoles y los primeros cristianos, con tantos santos y mártires, fueron judíos en su mayoría.
Los de raza judía, superando el nacionalismo, deben abrirse a todos los pueblos. Ser judío de verdad debe significar ser universal. Ser judío, en sentido auténtico, significa ahora haber sido llamado desde Abrahám para formar un pueblo universal, en el que lo judío llega a su plenitud. Los judíos deben sentirse orgullosos de haber sido llamados, en sus antepasados, para dar luz al nuevo pueblo cristiano, que salió de sus entrañas.
Por eso, cuando un judío se convierte y se hace cristiano, debe sentirse como en su propia casa. No debe irse lejos, no debe renunciar a su vocación ancestral de ser pueblo de Dios; simplemente, debe aceptar en su casa a otros pueblos y a otras gentes sin cerrarse en sí mismo, como si la salvación de Dios fuera exclusivamente para ellos.
Ser judío de verdad es ser judío en plenitud, de acuerdo al plan de Dios, es decir, significa hacerse cristiano para vivir con Cristo, el Mesías, y con todos los pueblos la salvación, que Dios vino a traer al mundo por medio del pueblo de Israel. Esto lo comprendieron muy bien muchos judíos que, a lo largo de la historia, se han convertido al cristianismo. Ellos han podido decir en conciencia: El judaísmo era la promesa y el cristianismo es el cumplimiento de la promesa. No nos alejamos de casa, sino que descubrimos todo lo que teníamos en casa, asumiendo la fe judía hasta sus últimas consecuencias en Cristo y con Cristo, nuestro hermano común.
HERMANN COHEN (1820-1871) fue un famoso músico y pianista judío, nacido en Hamburgo (Alemania), aunque vivió casi toda su vida en Francia. Desde niño fue considerado como un niño prodigio de la música, pero sus triunfos musicales hicieron de él un joven caprichoso e inmoral. Escribe en su Diario: Las lecciones de música me proporcionaban dinero y el dinero me proporcionaba placeres. Mi vida fue entonces el abandono completo a todos los caprichos y a todas las fantasías ¿Era más feliz? No, Dios mío, la sed de felicidad que me abrasaba no se saciaba con esto.
Me permitía a mí mismo toda licencia… Esta era la vida de casi todos los jóvenes de la buena sociedad, de las tertulias elegantes y del mundo artístico. No exagero, todos los jóvenes que conocía vivían como yo, buscando el placer dondequiera que se ofreciere, deseando la riqueza con ardor, a fin de poder seguir todas sus inclinaciones y satisfacer cualquier capricho. En cuanto al pensamiento de Dios, no se presentaba jamás a la mente.
Pero Dios lo estaba esperando. Tenía veintiséis años. Un viernes de mayo de 1847 fue a la iglesia de santa Valeria de París, situada en la calle Borgoña, cercana a su domicilio. Tenía que dirigir el coro de la iglesia, porque su amigo, el príncipe de la Moscowa, le había pedido que lo reemplazara, ya que él no podía asistir. Y, en el momento de la bendición con el Santísimo Sacramento, sintió una gran emoción y una gran paz. Volvió los viernes siguientes y, en el momento de la bendición con el Santísimo, sentía la misma emoción con una paz inmensa.
Pasado el mes de mayo, volvió cada domingo a la misa a la iglesia de santa Valeria, como si un fuerte instinto lo guiara hasta allí. Buscó un sacerdote, el Padre Legrand, para que le hablara de la religión católica y dice: La benévola acogida del sacerdote me impresionó vivamente e hizo caer de un golpe uno de los prejuicios más sólidamente arraigados en mi mente: Tenía miedo a los sacerdotes. Sólo los conocía por las novelas, que los representaban como hombres intolerantes, que sin cesar tenían en los labios las amenazas de la excomunión y las llamas del infierno. Y me encontré con un hombre instruido, modesto, bueno, franco, que lo esperaba todo de Dios.
A principios de agosto de ese año 1847, tuvo que hacer un viaje a Alemania y el domingo 8 de agosto fue a misa a la parroquia de Ems. Allí la presencia invisible, pero sentida por mí, de un poder sobrehumano, empezaron a agitarme. La gracia divina se complacía en derramarse sobre mí con toda su fuerza. En el acto de la elevación (de la hostia y del cáliz) a través de mis párpados sentí, de pronto, brotar un diluvio de lágrimas, que no cesaban de correr… ¡Oh momento por siempre jamás memorable para la salud de mi alma! Te tengo presente en mi mente con todas las sensaciones celestiales que me trajiste de lo Alto… Experimenté, entonces, lo que sin duda san Agustín debió sentir en su jardín de Casicíaco al oír el famoso Toma y lee… De pronto y espontáneamente, como por intuición, empecé a manifestar a Dios una confesión general interior y rápida de todas las enormes faltas cometidas desde mi infancia… Y, al mismo tiempo, sentía también una calma desconocida, que pronto vino a extenderse sobre mi alma como bálsamo consolador… Al salir de la iglesia de Ems, era ya cristiano. Sí, tan cristiano como es posible serlo, cuando no se ha recibido aún el santo bautismo.
A partir de ese día, estaba hambriento de la comunión eucarística. Regresó a París y el día 15 de ese mes de agosto, asistió en la capilla de la calle Regard al bautismo de cuatro judíos convertidos. El bautismo lo administraba el Padre Teodoro de Ratisbona, también judío convertido. Para él la ceremonia fue de gran emoción y le hizo suspirar por su propio bautismo, que se realizó el 28 de agosto, fiesta de san Agustín. Y en el momento de la ceremonia, dice él mismo:
Mi cuerpo se estremeció y sentí una conmoción tan viva y tan fuerte que no sabría compararla mejor que al choque de una máquina eléctrica. Los ojos de mi cuerpo se cerraron, al mismo tiempo que los del alma se abrían a una luz sobrenatural y divina. Me encontré como sumido en un éxtasis de amor y me pareció participar de los gozos del paraíso y beber el torrente de delicias con las que el Señor inunda en la tierra a sus elegidos .
Su entrega a Jesús era total. Por eso, entró en el convento de los Padres carmelitas descalzos, tomando el nombre religioso de fray Agustín del Santísimo Sacramento. Y se ordenó de sacerdote el 20 de abril de 1851. A partir de ese día, toda su actividad sacerdotal la enfocó en fomentar el culto a Jesús Eucaristía. Por eso, se le llama el apóstol de la Eucaristía. Se había comprometido ante Dios con voto a predicar siempre sobre la Eucaristía. Toda su vida fue amar y hacer amar a Jesús Eucaristía, lo que no quiere decir que no amara también a María… Precisamente, decía después de convertido: Todos los pasos, todos los adelantos, los debo de manera bien evidente a nuestra Madre común, a la buena y santa Virgen María, refugio de pecadores, a quien cada día he implorado con fervor.
Una de sus grandes obras fue la fundación de la Adoración nocturna a Jesús Eucaristía. Murió el 20 de enero de 1871 en Spandau, cerca de Berlín, atendiendo a los prisioneros franceses allí confinados, durante la guerra franco-prusiana.
TEODORO DE RATISBONA nació en 1802. Era hijo de un banquero judío de Estrasburgo y consideraba al cristianismo como una especie de idolatría. Escribe:
¡Cuántos combates tuve que sostener contra mis prejuicios y mis repugnancias anticristianas! ¡Más que dificultades de orden intelectual eran las torturas de una conciencia judaica las que había de superar! ¡Yo creía en Jesucristo, pero no podía invocarlo ni pronunciar su Nombre! ¡Tan profunda e inveterada es la aversión que sienten los judíos hacia Él!
Estando enfermo, no me atrevía a invocar al Dios de la fe cristiana por temor de ofender al Dios de Abraham. La oscuridad era terrible, pero triunfó la gracia. El nombre de Jesús brotó de mi boca como un grito de angustia. Esto era en la tarde, a la mañana siguiente, mi fiebre había desaparecido y estaba totalmente restablecido. Desde entonces, me fue dulce invocar el Nombre de Jesús. También me atreví a invocar a la Virgen santa y llamarla mi Madre.
Oh, ¡cómo suspiraba por ser cristiano! ¡Cómo temblaba de gozo al asistir a una solemnidad católica! ¡No puedo olvidar la impresión primera que recibí en la celebración de una misa, cuando oí los cánticos sagrados, cuyos acordes resonaban en mi alma, colmándola de paz y recogimiento!.
Teodoro de Ratisbona se convirtió y se ordenó sacerdote, trabajando incansablemente en la conversión de muchos otros judíos, por medio de la Congregación de Nuestra Señora de Sión, que él mismo fundó.
ALFONSO MARÍA DE RATISBONA (1814-1884) es hermano del anterior y es otro gran judío convertido. A los quince años había sufrido al ver convertirse a su hermano Teodoro, que al poco tiempo se hizo sacerdote. A los veintiocho años, siendo un banquero exitoso, anticristiano y sólo preocupado de las cosas y placeres del mundo, acepta el reto de su amigo católico, Teodoro de Bussières, de llevar la llamada medalla milagrosa y rezar cada día la oración Acordaos a la Virgen María (compuesta por san Bernardo). En esos días, estaba en Roma a punto de casarse. Entra con su amigo a la iglesia Sant’Andrea delle Fratte de Roma y ocurre el milagro. Mientras miraba la iglesia, desde un punto de vista artístico, se le aparece la Virgen María.
Dice así: Paseé maquinalmente la mirada en torno a mí, sin detenerme en ningún pensamiento; recuerdo tan sólo a un perro negro que saltaba y brincaba ante mis pasos… En seguida, el perro desapareció, la iglesia entera desapareció, ya no vi, o más bien, ¡Oh Dios mío, vi una sola cosa! ¿Cómo sería posible explicar lo que es inexplicable? Cualquier descripción, por sublime que fuera, no sería más que una profanación de la inefable verdad. Yo estaba allí, prosternado, en lágrimas, con el corazón fuera de mí mismo, cuando M. de Bussières me devolvió a la vida.
Al fin, tomé la medalla, que había colgado sobre mi pecho, besé efusivamente la imagen de la Virgen, radiante de gracia… ¡Oh, era, sin duda, Ella! No sabía dónde estaba; si yo era Alfonso u otro distinto; sentí un cambio tan total que me creía otro yo mismo… Buscaba cómo reencontrarme y no daba conmigo. La más ardiente alegría estalló en el fondo de mi alma… Sentí en mí algo solemne y sagrado que me hizo pedir un sacerdote. Se me condujo ante él y, sólo después de recibir su positiva orden, hablé como pude: de rodillas y con el corazón estremecido.
Todo lo que sé es que, al entrar en la iglesia, ignoraba todo; que saliendo de ella, veía claro. No puedo explicar ese cambio, sino comparándolo a un hombre a quien se despertara súbitamente de un profundo sueño; o por analogía, con un ciego de nacimiento que, de golpe, viera la luz del día; ve, pero no puede definir la luz que le ilumina y en cuyo ámbito contempla los objetos de su admiración. Si no se puede explicar la luz física ¿cómo podría explicarse la luz que, en el fondo, es la verdad misma? Creo permanecer en la verdad, diciendo que yo no tenía ciencia alguna de la letra, pero “entreveía el sentido y el espíritu de los dogmas”. Sentía, más que veía, esas cosas; y las sentía por los efectos inexpresables que produjeron en mí. Todo ocurría en mi interior; y esas impresiones, mil veces más rápidas que el pensamiento, no habían tan sólo conmocionado mi alma, sino que la habían como vuelto al revés, dirigiéndola en otro sentido, hacia otro fin y hacia una nueva vida. A partir de ese momento, mis prevenciones contra el cristianismo se borraron sin dejar rastro, lo mismo que los prejuicios de mi infancia. El amor de Dios ocupaba el lugar de cualquier otro amor.
A su amigo Teodoro, que escribió un libro sobre su conversión, le pudo decir al salir de la iglesia:
La he visto, la he visto. Todo el edificio desapareció de mi vista, vi un gran resplandor y en medio de aquel resplandor sobre el altar, se me apareció erguida, espléndida, llena de majestad y de dulzura la Virgen María y me sonrió, no me dijo nada, pero yo1 lo comprendí todo.
Tal como su hermano Teodoro, se hizo un sacerdote ejemplar y hoy es un santo conocido como san Alfonso de Ratisbona. En la iglesia de Sant’Andrea delle Fratte hay una inscripción que recuerda el milagro y donde se leen estas palabras en la capilla de la Virgen: El 20 de enero de 1842, Alfonso de Ratisbona de Estrasburgo, vino aquí judío empedernido. La Virgen se le apareció como la ves. Cayó judío y se levantó cristiano. Extranjero, lleva contigo este preciso recuerdo de la misericordia de Dios y de la Santísima Virgen.
HENRI BERGSON (1859-1941) ha sido el mejor filósofo francés. Su camino hacia la Iglesia lo hizo desde el materialismo científico y ateo hasta encontrar a Cristo como plenitud de la fe judía en la Iglesia. Sus libros La evolución creadora y Las dos fuentes de la moral y de la religión, marcaron su descubrimiento de la existencia del alma y de lo espiritual. No llegó a ser bautizado públicamente por no querer traicionar a sus hermanos judíos en tiempos de persecución, pero era totalmente católico de corazón. En su testamento, escrito el 8 de febrero de 1937, dice así: ¡Mis reflexiones me han llevado cada vez más cerca del catolicismo, donde yo veo el cumplimiento total del judaísmo. Me habría convertido, si no hubiera visto que se prepara una formidable ola de antiseminismo. Yo he querido quedarme entre los que serán perseguidos. Pero yo espero que un sacerdote católico querrá, si el cardenal arzobispo de París lo autoriza, venir a orar ante mis restos. En caso de que no sea posible esta autorización, habría que dirigirse a un rabino sin ocultarle y sin ocultar a nadie mi adhesión moral al catolicismo así como el deseo manifestado por mí de tener en primer lugar las oraciones de un sacerdote católico.
EDITH STEIN (1891-1948) nació en Breslau, Alemania, en 1891. Era de familia judía. Destacó en el colegio y fue a Göttingen a estudiar filosofía. Allí conoció a Husserl y quedó deslumbrada por la nueva fenomenología. En 1914, en tiempo de la primera guerra mundial, se apuntó como enfermera voluntaria. La enviaron a un hospital austríaco. Atendió a soldados con tifus y heridas de toda clase, recibiendo la medalla al valor por su trabajo en el hospital. Con el tiempo, algunas conversiones de amigos suyos le impresionaron y empezó a leer obras sobre el cristianismo.
Cuando murió su profesor de filosofía Adolfo Reinach, fue a visitar a la viuda, de la que era amiga, y al ver su fortaleza espiritual, dice: Allí encontré por primera vez la cruz y el poder divino que comunica a los que la llevan. Fue mi primer vislumbre de la Iglesia, nacida de la pasión redentora de Cristo, de su victoria sobre la mordedura de la muerte. En ese momento, mi incredulidad se derrumbó; el judaísmo palideció ante la aurora de Cristo, Cristo en el misterio de la cruz.
Su fe en Cristo se acrecentó de forma decisiva al leer la Vida de santa Teresa de Jesús, escrita por la misma santa. Dice: Empecé a leer y fui cautivada inmediatamente, sin poder dejar de leer hasta el fin. Cuando cerré el libro, me dije: Ésta es la verdad.
A la mañana siguiente, se compró un catecismo católico y un misal y se puso a estudiarlos rápidamente. Después, se decidió a asistir en Bergzabern a la misa parroquial por primera vez. He aquí sus impresiones: Nada me parecía extraño. Gracias al estudio que había hecho previamente, seguía todas las ceremonias hasta el último detalle. Un sacerdote venerable se llegó al altar y celebró el santo sacrificio con profundo fervor. Terminada la misa, esperé que acabara su acción de gracias. Luego, le seguí hasta la casa parroquial. Allí le pedí el bautismo… El sacerdote me hizo un examen. Mis contestaciones eran perfectas. Pasó revista a toda la doctrina católica. El buen sacerdote, lleno de admiración, ya no se atrevía a rechazar mi bautismo.
El 1 de enero de 1922 renacía a una nueva vida con el bautismo y recibía la comunión. Su madrina Hedwig Conrad-Martius, recuerda aquel día con estas palabras: Lo más bello de todo era su alegría radiante, una alegría infantil.
A partir de ese día, con permiso, pudo comulgar todos los días. Pero fue tanto su entusiasmo por su nueva fe, que se decidió a entregar su vida totalmente a Dios y entró en las carmelitas descalzas de Colonia el 15 de octubre de 1933, a los 42 años de edad, con el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz. Así terminaba su itinerario, desde la filosofía fenomenológica de Husserl hasta el Carmelo.
Pero la situación de los judíos de Alemania se hacía cada vez más difícil, así que salió de su convento de Colonia para ir al Carmelo de Echt, en Holanda. Cuando, en la primavera de 1940, Holanda fue ocupada por los nazis, la jerarquía católica holandesa escribió una carta al comisario del Reich, Seyss Inquart, protestando contra el trato vejatorio a los judíos. Se oyeron protestas en los púlpitos como la del obispo de Utrecht. Las SS. alemanas reaccionaron con represalias, deteniendo a todos los católicos de origen hebreo. El 2 de agosto de 1942, se presentaron al convento de Echt en busca de Edith Stein y su hermana Rosa, refugiada allí. Se las llevaron de Holanda con destino desconocido. Más tarde se supo que el destino final de Edith fue las cámaras de gas en el campo de Auschwitz. Allí entregó su alma a Dios el 9 de agosto de 1942.
MAX JACOB (1876-1944) fue un gran pintor y poeta de familia judía. Su juventud estuvo llena de desórdenes y placeres, pero en el interior de su alma estaba insatisfecho consigo mismo y buscaba, como por intuición, un mundo espiritual. Y Dios le sale al encuentro. Dice así:
Era el 7 de setiembre de 1909. Al volver de la Biblioteca nacional, he dejado mi cartera, he buscado mis zapatillas y, al volver la cabeza, había alguien delante de la pared. Sí, había alguien. Mi carne se ha desplomado en tierra. El cuerpo celeste estaba sobre la pared de la alcoba. ¿Por qué, Señor? ¡Oh, perdóname! Se hallaba en un paisaje que yo había dibujado hace tiempo… pero Él ¡qué belleza, qué elegancia y dulzura! ¡Sus hombros, su andar! Llevaba una túnica de seda amarilla con adornos azules. ¡Se ha vuelto y he visto su rostro apacible, resplandeciente!.
Él aseguró haber visto a Jesucristo. Y presentó siempre este acontecimiento como la causa de su conversión. Al día siguiente, va a la iglesia a pedir el bautismo, pero fue despachado con buenas palabras.
El pobre Max no había llegado al extremo de sus penas y desilusiones. La ruta de la conversión era más ardua de lo que él pensaba. No bastaba creer, hacía falta también reajustar su vida entera, lo que no le resultaba fácil, pero el 17 de diciembre de 1914, otra vez se le presenta la aparición en un cine. Él dice: ¿Por qué a mí y no a los otros? ¡Es imposible y con todo es verdad! En el cine, de repente, estoy seguro que era Él, con su túnica blanca, sus largos cabellos negros y ondulados, recogidos un poco en la nuca, ¡Oh Dios mío, yo os amo! .A partir de ese día, insiste tanto en el bautismo que el 18 de febrero de 1915 recibe este sacramento. Como todo convertido, tenía una gran devoción a María, en cuyo honor compuso una letanía.
El 24 de febrero de 1944 era detenido por los alemanes y llevado al campo de concentración de Drancy. Murió el 5 de marzo. En su bolsillo le encontraron un rosario.
RAPHAEL SIMON, siquíatra judío, nacido en 1907 en Nueva York. En el escrito sobre su conversión, titulado The road to Damascus (El camino a Damasco), dice:
Un día, abrí el Nuevo Testamento y leí: “No os inquietéis por vuestra vida, qué comeréis ni por vuestro cuerpo con qué os vestiréis. Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan ni tienen graneros y vuestro Padre celestial las alimenta… Buscad primero el reino de Dios y su justicia que todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6, 24-34). Aquí estaba la respuesta de Dios a mis atormentadas preguntas. Una gran paz me invadió. Y decidí dedicar todos los días cierto tiempo para la lectura del Nuevo Testamento… Se me habían abierto los ojos del alma, al descubrir cuán digno de amor es Jesús. Él era verdaderamente el hijo de Dios y había venido a la tierra en forma carnal, habiendo tomado la naturaleza humana en el seno de la Virgen María. Yo había llegado al convencimiento de la divinidad de Jesucristo. Mi origen judío no era ningún obstáculo. ¿No fue su fundador Jesucristo, un judío? ¿No fueron judíos su madre y sus apóstoles? ¿No se formó con judíos la primera comunidad de Jerusalén?… Después de recibir mi bautismo el 6 de noviembre de 1936, encontré en abundancia todo aquello que había esperado. En la Iglesia hallé lo que faltaba en el moderno judaísmo. Dios vivía en medio de su pueblo, los semitas espirituales.
Al final de su vida, se hizo sacerdote y religioso cisterciense.
KENNETH SIMON, médico y científico judío, nació en 1909. Escribió su historia y conversión en el libro The glory of the people (La gloria del pueblo). Se hizo sacerdote en la Trapa de Nuestra Señora del Valle en el estado norteamericano de Rhode Island.
RENÉ SCHWOB (1895-1946) escribió su conversión en el libro Yo judío. En su otro libro Lourdes, ciudad de oración habla de su gran amor a María.
JEAN JACQUES BERNARD (1888-1972), escritor y dramaturgo francés de familia judía. Cuando fue detenido en diciembre de 1941, no era todavía católico, pero en el campo de concentración encontró a Cristo a través de auténticos cristianos y, entonces, se dio cuenta de que Cristo es la culminación del judaísmo, que, en vez de alejarlo de su pueblo, lo había acercado más a él. Dice: Un judío es un hombre de la raza de Cristo, de la raza de la madre de Cristo. Y démonos cuenta también de que un cristiano es un hombre que lleva a Cristo en sí. Cristo se perpetúa sobre la tierra en cada cristiano. Así, un judío que llega a ser cristiano, completa en sí toda una evolución; compensa en cierta medida, la ceguera de aquellos que no han reconocido al Dios anunciado. Y esto exige que un judío hecho cristiano, hecho Cristo sobre la tierra, podrá ser crucificado por los hermanos aún extraviados, aunque él, en su corazón cristiano, no dejará de amarles y de rezar por ellos… Nunca repetirá bastante que el Dios de Israel es nuestro Dios, los profetas de Israel son nuestros profetas y los salmos de Israel impregnan toda nuestra liturgia. El cristianismo se asienta en el judaísmo; igual que una encina echa raíces en el suelo donde fue plantada su simiente…
Antes de mi conversión, iba hacia la Iglesia sin sospechar que iba, al mismo tiempo, hacia Israel. La Iglesia e Israel son una misma y única religión. La religión madre y el complemento. El Antiguo y el Nuevo Testamento. ¡Un mismo Dios! ¡Una misma fe! Después de esto, el sentimiento de mi deuda respecto a los judíos no ha cesado de aumentar… Sé bien lo que venimos a buscar los hijos de Israel en la Iglesia. Por encima de todos los errores, las cegueras, las incomprensiones y las deformaciones, por encima también de los olvidos y de las rutinas, de la pereza y de las somnolencias, venimos a buscar la palabra verdadera de nuestro común hermano, de Jesús, que siempre está vivo.
EUGENIO ZOLLI (1881-1956) nació en 1881 en Polonia. En 1904 va a Viena a seguir la carrera de rabino, fiel a la tradición familiar, ya que por vía materna se habían sucedido rabinos por más de dos siglos. En 1913 se casa con Adela Litwak, una judía polaca muy religiosa, que muere en 1917, dejando una hija: Dora. En 1920 es nombrado jefe rabino de Trieste (Italia) y, ese mismo año, se casa con Emma Majonica, de la que tuvo otra hija: Myriam. En 1933 adquiere la ciudadanía italiana y se cambia el apellido Zoller por Zolli. Fue nombrado profesor de lengua y literatura hebraica en la Universidad de Padua.
En 1935 escribió una carta al rabino jefe de Roma sobre los actos inhumanos cometidos contra los hebreos en Alemania, para que informara a Mussolini. En 1938, ante las leyes racistas, introducidas en Italia, Zolli protestó públicamente. Pero el gobierno italiano le quitó la nacionalidad italiana. En 1940 recibió el cargo de rabino jefe de Roma. Los judíos de Roma estaban divididos entre filofascistas y sionistas. En Roma, durante los primeros meses de su cargo, procuró defender a los hebreos de las leyes antisemitas. Pero la situación empeoró con la llegada de los alemanes a Roma en setiembre de 1943.
El 26 de setiembre, el comandante Herbert Kappler impone a los judíos de Roma el pago de cincuenta kilos de oro para no deportar a 300 de ellos, que estaban fichados. La comunidad judía reúne 35 kilos. Zolli acude al Vaticano para pedir el resto y la respuesta es positiva. Al final, los quince kilos del Vaticano no harán falta, porque se habían conseguido por otros medios. Pero el oro no sirvió de nada, pues las deportaciones comenzaron. Sólo se frenaron por intervención del Papa Pío XII. Por eso, dice él que el hebraísmo mundial tiene una gran deuda de gratitud con el Papa Pío XII.
En 1944, presentó su renuncia al cargo de rabino de Roma por motivos personales. ¿Qué había pasado? Había decidido convertirse al catolicismo. Su conversión no fue cosa de un día, sino un largo proceso, que fue madurando a lo largo de los años. Él cuenta en su Autobiografía algunos de estos momentos importantes, en su camino hacia su conversión o hacia la plenitud de su amor a Jesús.
Hacia fines de 1917 o principios de 1918, una tarde, estaba en casa solo, escribiendo uno de los acostumbrados artículos para la Lehrerstime. De pronto, dejé la pluma sobre la mesa y, como arrobado, comencé a invocar el nombre de Jesús, encontrando mucha paz. Entonces, apareció Jesús en un gran cuadro sin marco, en el ángulo oscuro de la habitación. Lo contemplé durante largo tiempo sin ningún nerviosismo, con perfecta serenidad de espíritu. Ni entonces ni ahora, después de más de treinta años, sabría decir qué pasó en mi alma para producir un fenómeno semejante. ¿De qué se trataba? Ni entonces ni ahora me hago problemas. Para mí, me bastaba saber que era la presencia cercana de Jesús. Entonces, no se me presentó el deseo de hablar de ello con nadie y tampoco me planteé el problema de mi conversión… Jesús había entrado en mi vida interior como un dulce huésped, invocado y bien acogido. El amor de Jesús no significaba renegar de mi fe judía ni abrazar al cristianismo… Yo me sentía judío, naturalmente judío, y amaba naturalmente a Jesucristo. Y, en este amor mío por Jesús, no debían entrar ni el judaísmo ni el cristianismo. Yo con Jesús y Jesús en mí.
Una vez invoqué a Jesús y a María para pedirles la curación de mi esposa, gravemente enferma. Delante de una imagen de la Piedad, dije: “Tú eres madre, madre toda santa, toda santa en el dolor y en el amor. La mujer enferma es madre. Y callé. Vuelto hacia Jesús, le dije: Señor, tú sabes todo. ¿Me ayudarás? Sí, me dijo”. Me sentía con deseos de correr a casa para ver a la enferma. Pero tenía que trabajar y hasta me olvidé de haber rezado. Olvidé hasta el sí del Señor.
Al llegar a casa, la fiebre y el delirio estaban llegando a su grado máximo y yo hacía de enfermero, porque estábamos solos. Pero, a medianoche, de un momento al otro, todo cambió de improviso. No podía creerme a mí mismo. Toqué la mano de la enferma y era una ex-enferma. Comenzamos a hablar… y razonaba perfectamente. Me sentí inquieto, como si me faltara algo, descubriendo que era el Sí de Jesús.
Yo amaba a Jesús y lo amaba cada vez más. Por muchos años, me parecía que se podía unir el judaísmo y el cristianismo. ¿Era esto una ilusión?, ¿una idea absurda? Yo amaba a ambos. ¿Qué podía hacer? El “Día de la Expiación” (Yom Kippur), de otoño de 1944, estaba presidiendo las liturgias religiosas en el Templo (sinagoga de Roma). Estaba en medio de una multitud de personas y comencé a sentir como una niebla espesa en mi alma, y perdiendo contacto con las personas y cosas que me rodeaban… Era la última función litúrgica y yo estaba con dos asistentes, uno a mi derecha y el otro a mi izquierda; pero les dejé recitar a ellos solos las oraciones y el canto. No sentía ni alegría ni dolor. Y, de pronto, vi con los ojos de la mente un prado con hierba luminosa, pero sin flores. En ese prado, vi a Jesucristo, vestido con un manto blanco y sobre su cabeza el cielo azul. Entonces, experimenté una inmensa paz interior. Si tuviera que dar una imagen del estado de mi alma, diría que era un límpido lago cristalino entre altas montañas. Dentro de mi corazón, escuché las palabras: “Tú estás aquí por última vez”. Las tom?
? en consideración con la más grande serenidad de espíritu. Y yo respondí. Amén. Así es, así será, así debe ser.
Al llegar a casa, mi esposa me dijo: “Hoy mientras estabas delante del Arca de la Ley, me pareció, como si la blanca figura de Jesús, te impusiera las manos sobre tu cabeza, como si te estuviera bendiciendo”. Yo me quedé sorprendido, pero muy tranquilo. E hice como si no hubiera entendido. Y ella volvió a repetírmelo palabra por palabra. En ese momento, nuestra hija Myriam, que estaba en su habitación, nos llamó y nos dijo: “Esta noche estaba soñando y veía a Jesús muy alto, blanco, pero no recuerdo nada más”. Unos días después, renuncié a mi cargo de rabino de la Comunidad judía y busqué un sacerdote (Padre Dezza) para que me preparara para el bautismo. Mi conversión fue motivada por el amor a Jesucristo, un amor que vino, poco a poco, por mis meditaciones de la Escritura.
En su libro Mi encuentro con Cristo, dice claramente: Yo había llegado hasta los confines extremos del reino de la Sagrada Escritura del Antiguo Pacto. Yo me dije: ¿no era Jesucristo un hijo de mi pueblo? ¿No era espíritu de mi mismo espíritu? Volví a emprender el difícil camino, camino sembrado de zarzas, que herían la planta del pie e iba dejando a lo largo de todas las sendas huellas de mi sangre bermeja, sangre que brotaba de heridas antiguas no cicatrizadas y de otras que se iban abriendo. Y yo no sabía que ésta era la sangre del Pacto Nuevo, que gracias a esta sangre yo encontraría el camino y la vida en un lejano mañana.
Toda mi vida pasada, ahora lo comprendo, no era más que un fatigoso, largo y doloroso camino hacia la gran luz de Jesucristo y yo doy gracias a Dios por su caridad infinita.
Jesucristo es el camino y el guía sublime. ¡Qué dulzura! ¡Qué suave es nuestro Señor! ¡Soy tan feliz en este mi amor hacia Jesús! Lo quiero y lo debo decir: “Yo amo mucho a Jesús. Yo quisiera que todos lo amaran. ¡Qué hermosa sería la vida! ¡Oh, si el amor de Jesús encendiese e iluminase todos los corazones! En un mundo así, todos serían felices. Los hombres se amarían todos. Todos seríamos hermanos y más que hermanos. ¡Dulce Jesús, difunde el amor! Tú, que eres la Bondad, haznos dignos de amarte y concédenos el don celestial de tu amor. Jesús mío, yo te amo. Te amo siempre más, siempre mejor. Acoge, acoge, acoge este pobre corazón. Es tuyo, es todo tuyo. El mismo amor con que te amo, es tuyo. Soy todo tuyo. Soy feliz de ser tuyo. Quiero serlo siempre, ahora y siempre, ahora y en la hora de la muerte”.
El Padre Dezza, jesuita, rector de la Universidad gregoriana de Roma, fue quien tomó a su cargo prepararlo para el bautismo. Fue bautizado con su esposa Emma por Mons. Traglia el 13 de febrero de 1945 con el nombre de Eugenio en honor del Papa Pío XII. El padre Dezza le dio la primera comunión.
Su hija Myriam se convirtió y se bautizó un año después. Pero, a raíz de su conversión, llovieron sobre él toda clase de amenazas y calumnias. Los judíos lo excomulgaron y declararon apóstata; guardaron ayuno varios días y llevaron luto, como si hubiese muerto. Algunos judíos americanos hasta le ofrecieron dinero para que regresara a su antigua fe. Pero él decía: Después del santo bautismo, no soy capaz de odiar a nadie. Perdono a todos. Perdono, como Cristo me ha enseñado.
Algunos protestantes también se le acercaron para ofrecerle dinero, si con su estudio de la Escritura, encontraba una justificación de las tesis protestantes contra el primado del Papa. Oscar Cullmann, teólogo protestante, en una entrevista al periódico 30 días, declaró que le hubiera gustado poder ofrecerle una cátedra en la Universidad de Basilea. Zolli no sólo rechazó la idea sino que se puso a escribir un libro para probar el primado del Papa, titulado La confesión y el drama de Pedro, que quedó inconcluso a su muerte.
Cuando le preguntaron algunos por qué no se había hecho protestante, respondió: Protestar no es testimoniar. ¿Para qué han esperado 1500 años para protestar? La Iglesia católica fue reconocida por el mundo cristiano como la verdadera Iglesia durante quince siglos seguidos. Después de estos quince siglos nadie puede decir que la Iglesia católica no es la Iglesia de Cristo sin plantearse serios problemas. Yo admito la autenticidad de una sola Iglesia, aquella que fue anunciada a todos por mis propios antepasados, los doce apóstoles, que, como yo, han salido de la Sinagoga.
El Padre Dezza le ofreció alojamiento a él y a su familia dentro de la Universidad gregoriana y allí se desempeñó, varios años, como profesor del Instituto bíblico. El mismo Padre Dezza dice que, siendo profesor, cada mañana asistía a la misa en la capilla, comulgaba y se quedaba largo tiempo en oración. Cuando, una vez, le dije que era hora de desayunar, me dijo: “Se está tan bien en la capilla con el Señor que no quisiera salir jamás”. Y les decía a los católicos: Vosotros, que habéis nacido en la religión católica, no sois conscientes de la riqueza que habéis recibido desde la infancia por la fe y la gracia de Cristo, pero yo, que he llegado a la fe después de un largo trabajo de años y años, aprecio la grandeza del don de la fe y siento toda la alegría de ser cristiano.
Murió el 2 de marzo de 1956 a los 75 años y sus restos descansan en el cementerio de Verano de Roma. El gran mensaje que nos deja a todos es: El judaísmo es la promesa y el catolicismo el cumplimiento de la promesa; el Mesías, prometido al pueblo judío, ya vino en la persona adorable de Jesús, nuestro Dios y Señor; a quien él tanto amó, incluso antes de convertirse.
KARL STERN (1905-1975), de familia judía, nació en Alemania, pero pudo huir, cuando comenzaron las persecuciones contra los judíos por los nazis. Su proceso de conversión comenzó poco a poco, cuando estaba trabajando en el Instituto de Siquiatría de Munich. Por las noches, se reunía a estudiar la Biblia con una mujer católica, Frau Flamm, y una pareja de esposos japoneses, los Yamagiwa, que eran protestantes. Un día de diciembre de 1933 fue por primera vez a una iglesia católica a oír el tema Judaísmo y cristianismo, que iba a ser dictado por el cardenal de la ciudad. Esto tuvo un efecto muy positivo.
Dice: El sermón me vino como especialmente pensado y dicho para mí y dejó una huella imborrable en mi alma. Recuerdo que las ligeras alusiones al pensamiento paulino con respecto al judaísmo postcristiano, descubrieron ante mi vista un mundo nuevo.
Debo confesar aquí, anticipadamente, que me costó mucho tiempo (aproximadamente diez años) el aceptar la divinidad de Jesucristo. Cuanto más creía en Él como Mesías, más me veía arrastrado hacia una especie de arrianismo, considerándolo simplemente como el personaje histórico o el profeta, que cumplía y rebasaba todas las profecías.
Fue una sensación dolorosísima para mí el ver que, precisamente, cuando acababa de redescubrir al judaísmo, cuando comenzaba a sentir en mi corazón el inmenso orgullo de mi rica herencia espiritual, en medio de un mundo de vulgar estupidez, cuando apenas había logrado la posesión de una verdad absoluta, tenía que abandonar lo que había hallado. Hoy día veo que, realmente, no tenía que abandonar nada. En el plano espiritual, el cristianismo es judaísmo, judaísmo llevado a su consumación. No hay una sola verdad esencial del Antiguo Testamento que rechace el cristianismo.
Vi, entonces, que la suerte de mi pueblo estaba estrechamente asociada a la suerte de Cristo en el mundo, que había gentes en torno mío que llevaban en su corazón al Dios de Israel, aunque no eran judíos; y, en la intensidad y profundidad de sus vidas, vi cumplida la profecía mesiánica de Isaías. Esto fue para mí el principio de una nueva perspectiva de la vida.
Se había roto en pedazos algo de lo antiguo, aunque yo me empeñaba en que no era así, y había brotado algo nuevo. No veía aún claro adónde era conducido, pero sentía que nuevas luces significaban nuevos deberes y barruntaba que llegaría la hora en que tendría que dar el tremendo salto hacia lo desconocido.
Empecé a pensar: Si fuera cierto que Dios se hizo hombre por nosotros y que su vida y muerte tienen sentido personal para cada uno de los millones de seres humanos que se gastan en la hediondez de los tugurios, en un mundo sin horizontes, en sofocante angustia de odio, enfermedades y muerte; si fuera eso cierto, aún habría algo que da a la vida un valor infinito. ¡Pensar que llama a las puertas de esos millones de oscuras moradas, quien puede ofrecer promesas seguras a cada uno de sus habitantes! Cristo salva el caos de la historia y, al mismo tiempo, salva la mezquindad de cada existencia personal.
Un día de 1938, estando ya en Londres, entré a una iglesia católica a orar. Era la iglesia de los padres dominicos de Hampstead, cerca de nuestra casa. Iba todas las mañanas antes del trabajo. Oraba en el altar derecho. No tenía idea exacta de ello, pero creía, de algún modo, en el poder de la oración. No recuerdo de qué forma había llegado a esa convicción, pero aceptaba la eficacia de la oración como una verdad incuestionable. Y ponía en ella mucha fuerza, por no saber qué otro socorro práctico podía ofrecer a mi padre y a mi hermano (lejanos).
La providencia me había hecho judío. Me sentía tal con todas las fibras de mi corazón. Sentía en el judaísmo el calor protector de la sangre. ¿Cómo podría dudar nunca de que mi deber estaba entre ellos? Sin embargo, lejos, a mi espalda, oía voces apagadas que me recordaban otra lealtad.
Aquellos cristianos de Munich, que habían sufrido por nosotros en la noche de la aniquilación y con los cuales había visto, por primera vez, un Israel supranacional, parecían hacerme señas de que no los traicionara. También aquello me imponía una obligación. Sabía que había sacerdotes y ministros en los campos de concentración; sabía que, entre tanta ruindad y brutalidad, había infinidad de inestimables sacrificios anónimos, que se llevaban a cabo en nombre de Jesús de Nazaret, el ungido de Israel; sacrificios realizados por quienes no pertenecían a nosotros por la carne… Durante bastante tiempo pensé que me sería posible permanecer judío, conservando el secreto de Jesús… Imposible que Cristo exigiera de nosotros la deserción en el momento preciso en que nuestro pueblo se debatía entre espasmos de agonía. La mayor parte de los judíos, que se mantienen con el pie en el umbral de la Iglesia, creen que ni Jesús hubiera abandonado la comunidad judía del dolor en un momento tan crítico de la historia. Sin embargo, había algo oscuro en este pensamiento y es que, por primera vez en la historia desde Cristo, en esta persecución nazi, no se acosaba a los judíos a causa de su religión, sino únicamente a causa de su raza.
En rigor, había visto que los cristianos judíos de Alemania lo pasaban, frecuentemente, peor que los judíos de religión, repudiados por los cristianos por judíos, y por los judíos por renegados. Participaban en esto de la suerte de Cristo, de quien dice Pascal que era, igualmente, indeseado por paganos y por judíos. Por este tiempo, pasé muchas tardes en conversación con una monja del Sagrado Corazón.
La Iglesia católica está formada por la masa de la humanidad y de aquí que, el extraño que se acerca a ella, tropiece con una espesa corteza de mediocridad… Nos costó también a nosotros tiempo y trabajo el ver el inmenso tesoro escondido de santidad anónima, que hay en la Iglesia; el poder espiritual que fluye y refluye a diario en millones de almas desconocidas, los ríos de sacrificios que hacen por motivos sobrenaturales multitudes de humildes obreros, religiosos de comunidad, sacerdotes y laicos juntamente. Bajo un aspecto superficial, hay otra vez aquí una extraña semejanza entre el judaísmo y la Iglesia: la mala conducta de un miembro se hace más pública que la santidad de cien.
En Londres escuché a predicadores no católicos de diversas denominaciones. Varias cosas me causaron sorpresa en ellos. No les oí jamás nada positivo, incompatible con la doctrina católica. Todos, me parecía, que recalcaban ideas que había ya encontrado en la Iglesia. Los únicos puntos en que no se expresaban como católicos eran negaciones. Lo que en sus orígenes fueron anhelos de libertad los ha conducido a un extraordinario subjetivismo… la Iglesia refleja facetas diversas de la historia. El Evangelio es siempre el mismo, pero la vida del Evangelio, en la barahúnda del siglo IV se echa de ver en san Agustín. La vida del Evangelio en las alturas de los siglos medievales, se contempla en santo Tomás de Aquino. En el siglo XIX, la Iglesia comenzó a exaltar el caminito (de infancia espiritual de santa Teresita), la vida mística de las almas humildes. Ésta era la única respuesta apropiada a la amenaza de la época de los negocios. Cristo tiene siempre la respuesta más propia a flor de labios y nos la da por medio de sus santos… La Iglesia no hace más que reafirmar un aspecto de su doctrina eterna. Cada siglo, la Iglesia toma un lápiz rojo en la mano y subraya ciertas palabras del Evangelio, que resultan ser las más a propósito para las circunstancias del momento.
No olvidaré jamás la mañana de mi bautismo y primera comunión (21 de diciembre de 1943). Exteriormente todo parecía igual que todas las mañanas de diciembre. Al entrar en la iglesia de los padres franciscanos de Montreal, afuera era todavía oscuro. Dentro estaba la aglomeración de pueblo que uno encuentra siempre en todas las iglesias católicas en los distritos más poblados de las grandes ciudades. Eran hombres y mujeres de las pequeñas viviendas contiguas a los andenes del tren y de las vecindades del núcleo comercial de la ciudad. Algunos parecían empleados de un hospital vecino. Iban a misa temprano, después de trabajar toda la noche. Nuestras vidas, la de mi esposa y de mis amigos, habían llevado una marcha convergente con la de aquellos desconocidos, que nos rodeaban. También sentí como si estuvieran con nosotros: mis padres, Kaspar Russ, Jacques Maritain, Dorothy Day y las piadosas sirvientas de casa de nuestra infancia. Sobre una cosa no tenía la menor duda: nosotros habíamos corrido acercándonos o alejándonos de Cristo, pero Él había estado siempre en el punto céntrico de los acontecimientos.
Karl Stern, gran siquíatra canadiense de origen alemán, que encontró en Cristo al Mesías prometido al pueblo judío durante siglos.
BERNARD NATHANSON, considerado el rey del aborto, porque había dirigido la clínica abortista más grande del mundo en Nueva York, era de familia judía, aunque había perdido la fe y era prácticamente ateo.
En su libro autobiográfico La mano de Dios, nos cuenta su conversión.
He trabajado como nadie para hacer el aborto legal y disponible a petición (en USA). En 1968 fui uno de los tres fundadores de la liga de acción nacional por el derecho al aborto. Dirigí la mayor clínica abortista de Estados Unidos y, como director, supervisé decenas de miles de abortos (más de 70.000).
Nuestra línea de conducta favorita era achacar a la Iglesia cada muerte producida por abortos caseros. Se daban cada año unas trescientas muertes por abortos delictivos en los años sesenta en USA, pero Naral y sus notas de prensa afirmaban tener datos que apoyaban la cifra de cinco mil… Cuando la nueva normativa (del aborto legal) entró en vigor el 1 de julio de 1970, organicé y puse en escena un amplio simposio sobre técnicas abortistas en el centro médico de la Universidad de Nueva York… El negocio se disparó. En seis meses, la clínica, cuyo nombre oficial era “Centro para la salud reproductora y sexual”, pero se conocía vulgarmente como Servicios a mujeres, aumentó su cuenta diaria de abortos pasando de 10 a 120.
Yo mismo realicé el aborto de mi propio hijo… A mitad de los años sesenta, dejé en cinta a una mujer que me quería mucho. Me rogó seguir adelante con el embarazo y tener a nuestro hijo… Yo ya había tenido dos matrimonios fracasados, ambos destruidos, sobre todo por mi narcisismo egoísta y mi incapacidad de amar… No veía salida a la situación y le dije que no me casaría con ella y que, de momento, tampoco me llegaba para mantener un hijo y no sólo exigí que acabara con el embarazo como condición para continuar nuestras relaciones, sino que también le informé fríamente que yo mismo realizaría el aborto. Y lo hice.
Había realizado muchos miles de abortos a niños inocentes y había fallado a mis seres queridos. De mi segundo y tercer matrimonio no puedo escribir en detalle, todavía es demasiado doloroso para mí. Cuando escribo esto, yo he pasado por toda la panoplia de remedios seculares: alcohol, tranquilizantes, libros de autoasistencia, consejeros. Incluso me he permitido cuatro años de psicoanálisis a principios de los setenta… Yo me despreciaba a mí mismo. Quizás había llegado por fin al principio de la búsqueda de la dignidad humana. Había empezado a hacer un autoexamen serio… Yo sabía que la enfermedad principal consistía en cortar los lazos entre el pecado y la culpa… Necesitaba ser llamado al orden y educado.
Cuando a principios de los años setenta, los ultrasonidos me mostraron a un embrión en el vientre materno, sencillamente perdí la fe en el aborto a petición… Quedé estremecido hasta el fondo del alma por lo que vi. Las cintas eran asombrosas. Algunas no eran de mucha calidad, pero seleccioné una de mejor calidad que el resto y empecé a ponerla en encuentros pro-vida por todo el país… Don Smith quiso convertir mi video en una película y así es como acabó haciéndose “El grito silencioso”, que tanto furor había de causar… El grito silencioso mostraba cómo se despedazaba en el útero un feto de doce semanas con una combinación de succión e instrumental de aplastamiento por parte del abortista… El grito silencioso era un arma poderosa. No consiguió cambiar la mente de los legisladores, pero creo, y lo digo humildemente, que ha salvado la vida de algunos bebés. Al menos, espero que así haya sido.
Y, por primera vez, en toda mi vida adulta, empecé a considerar seriamente la noción de Dios, un Dios que me había conducido inexplicablemente por todos los intricados círculos del infierno, sólo para enseñarme el camino de la redención y la misericordia a través de su gracia… No experimenté una instantánea epifanía cegadora ni empecé a rezar Avemarías… En mi caso, fui llevado a una búsqueda, revisando las literaturas de las conversiones, incluyendo “El pilar de fuego” de Karl Stern. También leí a Malcolm Muggeridge, Walter Percy, Graham Greene, C.S. Lewis, al cardenal Newman y a otros más.
Por fin se bautizó en la catedral de San Patricio de Nueva York, el 9 de diciembre de 1996. Fue un momento muy difícil. Estaba completamente emocionado. Y, después, cayó esa fría agua purificadora sobre mí y voces suaves y un inexpresable sentimiento de paz… Soy optimista ante el futuro, independientemente, de lo que puede traer consigo, porque he vuelto mi vida hacia Cristo. Ya no tengo control de mi vida ni quiero tenerlo. Nadie puede hacerlo peor de lo que yo lo hice. Ahora estoy, simplemente, en las manos de Dios.
Bernard Nathanson se dedicó hasta su muerte a practicar la ginecología en las zonas más pobres de Nueva York para ayudar a los más necesitados. Un hombre que nació de nuevo por el bautismo y a quien Dios dio una nueva oportunidad de ser feliz, como te la da también a ti.
JERI WESTERSON, periodista, escritora y novelista. Dice sobre su conversión: Yo era judía, pero sólo de nombre. Me consideraba atea y actuaba como tal, pero crecí en la tradición del judaísmo americano…
Yo quería ser novelista y estaba escribiendo mi última novela sobre los monjes de la Edad Media. Por eso, fui a entrevistar a monjes reales a un monasterio benedictino. Yo no sabía si sería bien recibida como mujer y como judía… Tenía muchos prejuicios y equivocadas ideas sobre la Iglesia como muchos no-católicos. En el monasterio me dieron una habitación para alojarme. Sobre mi cama, había en la pared un crucifijo. Algunos años antes, la presencia de tal símbolo me habría vuelto nerviosa, pero ahora no estaba nerviosa. ¿Era familiaridad? ¿Era otra cosa?
Pero en medio de mis reflexiones sobre la vida de los monjes, aquella primera noche sucedió algo. Es difícil describirlo con palabras, aunque lo he intentado varias veces. Yo sentí, de repente, una presencia inmensa, que venía de fuera y que me rodeó y llegó a lo más profundo de mi ser. Y una voz, que no era voz, dijo dos simples palabras: “Wake up” (Despierta). Yo me sentía como un vaso vacío que es llenado al instante. En aquel momento, la atea judía se dio cuenta de que aquella voz no era imaginación, sino que era la verdadera voz del Espíritu de Dios… ¿Era aquello una experiencia cristiana? ¿Estaba aceptando a Dios y a Jesucristo?
Decidí intentar dormir, pero, después de una noche sin dormir, me levanté a las 4,45 a.m., la hora en que los monjes van a rezar… En la misa, fui de nuevo tocada por una emoción que no podía comprender. Me senté y lloré sin comprender la gran magnitud de lo que el Espíritu Santo estaba haciendo en mí.
En mi camino a casa, mientras manejaba mi coche, me preguntaba qué pensaría mi esposo de estos sentimientos que estaba teniendo. Yo pensaba que estos sentimientos podrían desaparecer en un mes y los olvidaría como un sueño agradable. Pero, para mi sorpresa, después de un mes, los sentimientos eran aún más intensos, hasta que le dije a mi esposo que estaba pensando en convertirme a la Iglesia católica… Tuve que rehacer toda la novela y comencé a leer los Evangelios y a ir a misa… Busqué hablar con un sacerdote, Fr. Gerard McGuinness, quien me llevó a su oficina y escuchó toda mi historia.
Empecé a leer libros sobre la Iglesia, pues no podía aceptar todo fácilmente. Escuchaba misa todos los días… Después de varios meses de oír misa todos los días, comenzó mi preparación llamada “Iniciación cristiana de adultos”. Algunas doctrinas, como la Trinidad o la Eucaristía, no fueron difíciles de aceptar, pero la devoción a María y rezar rosarios fue algo más duro… Fui bautizada en Pentecostés, y ese día recibí la Eucaristía. Yo me emocioné muchísimo… Mi hijo fue bautizado seis meses después de mí y, dos años más tarde, mi esposo. En mi primer año de católica, fui lectora y ministro de la Eucaristía, me uní al coro y llegué a ser profesora de educación religiosa. En mi segundo año, me nombraron directora del coro y ahora soy coordinadora y enseño en el programa de Iniciación cristiana de adultos. Me siento muy agradecida de haber vuelto a casa en la Iglesia católica.
JEAN MARIE LUSTIGER, nacido en París en 1926 de familia judía, originaria de Polonia, relata en su libro La elección de Dios los recuerdos de su infancia y juventud hasta su conversión al catolicismo. También responde a una serie de preguntas que le hacen los periodistas, Missika y Wolton, escéptico uno y agnóstico el otro respectivamente.
Cuenta Lustiger la desesperación de sus padres, cuando quiso hacerse católico y los esfuerzos que hicieron para desanimarlo de esta decisión, que tomó junto con su hermana. Había comenzado hacía tiempo a leer a escondidas el Evangelio y algunos libros cristianos. También influyeron en su decisión algunos amigos católicos. Él cuenta así el momento clave: Entré un día en la catedral (de Orleans). Era un día que hoy sé que era Jueves Santo. Me detuve en el crucero sur, donde brillaban un amontonamiento ordenado de flores y luces. Permanecí un buen rato absorto. Yo ignoraba el significado de lo que veía. No sabía qué fiesta se celebraba ni qué hacía aquella gente allí en silencio. Volví a mi habitación. No dije nada a nadie. Al día siguiente, volví a la catedral. Quería volver a ver aquel lugar. La iglesia estaba vacía. Espiritualmente vacía también. Sufrí la prueba de aquel vacío: no sabía que era viernes santo. No hago más que describir la materialidad de las cosas y, en aquel momento, fue cuando pensé: quiero que me bauticen… La persona de la casa, donde nos hospedábamos, me dirigió al obispo de Orleans, Monseñor Courcoux. Era un oratoriano muy culto; me instruyó en la doctrina cristiana mediante clases particulares. Desde el comienzo de nuestros encuentros, me aconsejó que pidiera permiso a mis padres. El día que hablé con mis padres fue una escena muy dolorosa, totalmente insoportable. Al final, aceptaron… Yo no tenía en absoluto la sensación de traicionar (la condición judía) ni de esconderme ni de abandonar algo, sino, por el contrario, de haber descubierto el alcance, el significado de lo que había recibido al nacer. Pero a ellos les parecía incomprensible, absurdo, era lo peor de todo, la peor desgracia que podía haberles sucedido…
Para ser exacto, creí en Jesucristo, el Mesías de Israel. Cristalizó en mí algo que llevaba dentro desde hacía años y que no había explicado a nadie. Supe que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.
A su madre la deportaron y murió en el campo de concentración de Auschwitz. Él empezó a ir a misa todos los días. Y en 1946, a los veinte años, ingresa al Seminario, porque quiere ser sacerdote. Es ordenado sacerdote en 1954 y, durante quince años, se dedica a trabajar como capellán de universitarios. En 1969, es nombrado párroco. En 1979 es nombrado obispo de Orleans y dice:
El hecho de encontrarme en la catedral de Orleans, exactamente en el mismo lugar en el que por primera vez tuve la intuición del Mesías sufriente, la ofrenda del cuerpo y la sangre derramada, y su presencia en la Eucaristía, aquello daba a mi existencia en Orleans una intensidad extraordinaria… El despacho donde el obispo Monseñor Courcoux me había instruido en la doctrina cristiana, se convertía en mi despacho; celebraba la misa en la misma capilla donde me habían bautizado. Me encontraba con sacerdotes y laicos que habían sido mis compañeros de clase y ahora era yo su pastor. Dios me pedía que les diera lo que yo había recibido de ellos.
Al año y tres meses de ser obispo de Orleans, lo nombraron arzobispo de París y después cardenal.
Jean Marie Lustiger, un hombre de gran cultura y mucha apertura a todas las culturas, que vivió en propia carne la discriminación por ser judío y que aprendió que el Mesías prometido al pueblo de Israel era un Mesías sufriente, que se nos presentó en la persona de Jesús.
MARTIN K. BARRACK escribe sobre su conversión: Yo nací en una familia judía. Cristo y los católicos eran las cosas más lejanas de mi mente. Conocí a Irene, una católica fervorosa, y me casé con ella. Durante los siguientes veinte años, ella vivió como católica y yo como judío. Yo la llevaba a misa los domingos, cuando hacía mal tiempo, y ella me preparaba cariñosamente comidas judías en las fiestas. Un día, cuando yo tenía 43 años, caminaba hacia un centro comercial, cuando sentí una paz muy grande según me acercaba a la iglesia católica cercana, y una voz interior me decía: “Yo te amo, siempre te he amado. Ven a casa…” Cuando pasé la iglesia, el sentido de paz disminuyó.
Yo lo atribuí todo eso a mi imaginación y no le di importancia, pues desapareció al llegar al centro comercial. Pero lo mismo sucedió al regresar. Según me acercaba a la iglesia, tenía el mismo sentimiento de paz. Unas semanas más tarde, hice el mismo recorrido. Ya había olvidado lo ocurrido y me sucedió lo mismo, y vino a mí la misma voz interior. Entonces, empecé a pensar que Dios me llamaba para algo.
Una noche, Irene y yo vimos un documental sobre la Sábana Santa de Turín. Estudié el asunto y me convencí de que allí, en la Sábana Santa, había estado el cuerpo de Jesús y que su imagen se había grabado en el momento de la resurrección, según decían también algunos científicos.
Entonces, empecé a pensar: Si Jesús resucitó, Jesús es Dios. Así empecé a pensar seriamente en hacerme cristiano. Leí el catecismo de la Iglesia con todas las enseñanzas de la fe católica y comencé a asistir a clases para la formación cristiana de adultos. Así comprendí que el catolicismo completa al judaísmo, y que hacerse católico era llegar a casa.
La Vigilia de Pascua de 1989 fue el día más grande de mi vida. Recibí los tres sacramentos: bautismo, confirmación y comunión. A mi familia judía les decía que aceptaba a Jesús como el Mesías prometido y, aceptaba toda la herencia judía. Que así como en la sinagoga hay un tabernáculo con la Palabra de Dios escrita, así en la Iglesia católica hay un tabernáculo con la Palabra de Dios hecha carne, Jesús Eucaristía.
PADRE JOSÉ CUPERSTEIN es un amigo personal. Él me manifestaba así su testimonio:
Yo soy de familia judía y practicaba la religión judía. Estaba casado y tengo dos hijos. Después de algunas desavenencias con mi esposa, decidimos divorciarnos y yo le di el libelo de repudio según nuestra religión. El 24 de setiembre de 1982, fui a cenar a un restaurante en compañía de mis padres. Este restaurante Agua viva estaba dirigido por unas laicas consagradas. A la entrada, me impactó una linda imagen de María y, por un impulso interior, le pedí que ayudara a mi padre enfermo. Al final de la cena, las hermanas cantaron el Ave María y esto me emocionó. Aquí comenzó el proceso de mi conversión, pues la Virgen Santísima me concedió lo que le pedí y, a partir de entonces, todos los meses le llevaba flores para su imagen.
En febrero de 1983 tuve un sueño decisivo. Soñé que me perseguían y me refugié en una casa antigua colonial. Llegué a un salón grande, donde había un crucifijo. Me postré ante el Cristo crucificado y vi cómo desaparecieron mis enemigos. Sentí tanta paz al despertar que, desde entonces, comencé a amar a Jesús. Ese mismo año pedí que me prepararan en la iglesia de San Pedro, del centro de Lima, y me bauticé. Después de mi bautismo, acostumbraba a ir a esa misma iglesia a rezar el rosario, oír misa y comulgar todos los días, después del trabajo. Era mi encuentro diario y personal con Jesús. Así, sin darme cuenta, empezó mi deseo de ser sacerdote. Por supuesto que no fue fácil, tuve que dejarlo todo. Mis hijos ni me hablan. Pero mi amor a Cristo fue más fuerte y me preparé en el Seminario hasta que el 7 de octubre de 1993 me ordené de sacerdote.
El Padre Cuperstein, como muchos otros convertidos, llegó a Cristo por medio de María. Y ha hecho de la Eucaristía el centro de su vida. Actualmente, es párroco en una parroquia de la periferia de Lima.
SOR MARY OF CARMEL me contaba su conversión en una carta personal. Me escribía así: Yo nací en Londres, en una familia judía. A los 11 años, mis padres me enviaron a estudiar a una escuela, regentada por unas religiosas católicas. Un día, una amiga católica me invitó a visitar la capilla del colegio y, al entrar, instantáneamente, sin pensarlo, sentí, con una fuerte claridad, que allí en el sagrario, que yo llamaba Box (caja), allí estaba Dios. No sabría explicarlo, pero esto mismo me pasó en las dos siguientes iglesias católicas que visité. Entonces, me di cuenta de que la Iglesia católica tenía la presencia de Dios y que yo debía hacerme católica y ser religiosa como las hermanas de mi colegio.
Me bauticé a los 14 años. Al día siguiente, hice mi primera comunión. Mis padres se bautizaron y se casaron por la Iglesia cuatro años más tarde. Yo, por mi parte, decidí ser religiosa carmelita descalza, después de leer la Autobiografía de santa Teresita.
Sor Mary of Carmel me sigue escribiendo desde Up Holland, Inglaterra, donde vive en su convento. Ya tiene 80 años, pero es feliz en su vida religiosa, amando a Jesús, que siempre la sigue esperando en la Eucaristía.
REFLEXIONES
Los convertidos del judaísmo han visto en Cristo al Mesías de Israel, al Dios hecho hombre que vino a cumplir las esperanzas de Israel. Esto lo explica muy bien san Pablo de sí mismo: Circuncidado al octavo día, de la raza de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo, hijo de hebreos, y según la Ley un fariseo; por el celo de ella, perseguidor de la Iglesia y, según la justicia de la Ley, intachable. Pero lo que tenía como ganancia, ahora lo tengo por Cristo como pérdida y todo lo tengo por pérdida a causa del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y todo lo tengo por basura, con tal de ganar a Cristo (Fil 3,5-8).
Para Pablo, una vez convertido, Cristo es el centro de su vida. Todo lo demás no vale nada, es como basura. Si sois de Cristo, sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa (Gál 3,29). Por eso, la Iglesia es la continuación del Israel de Dios, el cristiano es un judío en plenitud, y Cristo es el Mesías prometido a través del cual Dios da la salvación al mundo entero. De ahí que, cuando un judío se convierte, no tiene que dejar de ser judío sino asumir su herencia y vivirla plenamente en Cristo y por Cristo. Todos los católicos somos espiritualmente judíos y participamos de la herencia espiritual del pueblo judío.
Ojalá aprendamos nosotros de los judíos convertidos ese amor a Jesucristo como Mesías, como Dios y Señor, a quien debemos entregar nuestra vida entera con todo lo que somos y tenemos. Jesús quiere transformarnos en sus testigos y predicadores de su Palabra a través del mundo. ¿Estás dispuesto? Él te necesita.
Fuente: “Ateos y Judíos convertidos a la Fe Católica” del Padre Ángel Peña O.A.R. Lima Perú 2005
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La salvacion viene de los Judios-«Soy judio y católico» 1/5
Este hecho prodigioso ocurrió en el pueblo de la provincia de Cuenca el día 14 de enero del año 1635, cuando era llevada la santa Cinta a Madrid para el embarazo de la Reina, y al pasar la Reliquia frente a la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza que allí se venera, se puso a tocar la campana por sí sola largo rato. De ello hay expediente en el Archivo Capitular de Tortosa, que fue instruido por la curia episcopal de Cuenca.
Cuenta la historia que en 1178 la Virgen María se presentó en la Catedral de Tortosa a un virtuoso sacerdote, acompañada por san Pedro y san Pablo, y le entregó la cinta que ella usaba. Esa Reliquia peregrina a Madrid cuando la Reina esta embarazada.
Sobre este prodigio de 1635 el canónigo doctor O’Callaghan, en sus Anales de Tortosa, tomo I, Tortosa 1886, página 205, dice textualmente:
«Este hecho prodigioso justificado en un expediente instruido en la curia episcopal de Cuenca, y que por lo mismo es una de las mayores pruebas que acreditan la autenticidad de la Santa Cinta, exige que tratemos de él con alguna extensión.
En el mes de enero del año 1635, con motivo del embarazo de S.M. la Reina, se dirigía a Madrid con la Santa Cinta, don Juan Bta. Ferrer, natural de esta ciudad y canónigo Penitenciario de la misma. El viaje se hacía entonces pasando por la provincia de Cuenca, porque este camino era el más recto.
El día 13 de dicho mes, al anochecer, el canónigo comisionado y el sacerdote que le acompañaba llegaron a Villar de Cañas, población de la diócesis de Cuenca, que actualmente tiene unos 1.400 habitantes, hospedándose en casa de un honrado vecino, llamado Domingo Gil.
Tan pronto como se divulgó la noticia de haber llegado la Santa Cinta, acudieron a la casa muchas personas, y se cantaron allí dos Salves; luego los vecinos tocaron a la arquilla donde estaba la Santa Cinta, algunos rosarios y objetos de devoción; al día siguiente partieron los comisionados para Madrid.
Hay en Villar de Cañas una ermita dedicada a nuestra Señora de la Cabeza, muy próxima a la población, cerca del camino real que va de Valencia a Madrid. En esta ermita, pues, ocurrió el milagro que vamos a referir. Según consta en el indicado expediente, que se instruyó en el mes de abril de dicho año 1635, el día en que la Santa Cinta salió de aquella villa, tocó por sí sola dos veces un buen rato la campana de la ermita; milagro que atribuyeron todos a la sagrada Reliquia.
El hecho fue público y en pleno día; la ermita estaba cerrada; y como dista tan poco de la población, al oír algunos vecinos la campana a una hora no acostumbrada, corrieron hacia la ermita».
«Y viendo que su única puerta estaba cerrada con un candado, según costumbre, la abrieron y nadie había dentro que pudiese tocar la campana.
Recibidas las primeras declaraciones en virtud de la comisión que el Obispo de Cuenca, don Enrique Pimentel, dio al cura de Villar de Cañas, Licenciado don Marco Antonio Villamayor y Monterde, manifestó éste en su informe que los testigos que habían declarado eran personas de las más principales de aquella villa, estando seguro que habían dicho la verdad; añadiendo él por su parte, que este hecho era público y notorio en dicha población.
A pesar de lo que ya resultaba de estas declaraciones, la curia episcopal de Cuenca procediendo con la discreción que exigía un asunto tan grave, en 8 de agosto del mismo año acordó recibir nuevos testigos, y que se aclarasen algunos puntos que necesitaban más explicación. Practicado esto, se confirmó que cuando tocó la campana nadie había dentro de la ermita; que allí no había casa, ni habitaba persona alguna; que dicha ermita estaba cerrada con candado; y que la persona que cuidaba de la misma no dejó de su poder la llave.
También declararon los testigos que no había tapia, ni ventana, por donde se pudiese entrar; que, enseguida que tocó la campana, varias personas junto con la que tenía la llave, corrieron hacia la ermita, la abrieron y registrándola muy detenidamente, no vieron a nadie siendo de advertir que la iglesia es de una sola nave, sin sacristía ni otra dependencia.
Los testigos se ratificaron en sus declaraciones, concluyendo, que estaban persuadidos de que el hecho había sido milagroso; y lo mismo declaró el cura en su informe.
El Obispo de Cuenca con auto de 31 de octubre de dicho año aprobó estas diligencias, de las cuales existe una copia autorizada en el archivo de esta catedral»
Como un recuerdo de dicho acontecimiento, en la fiesta de Nuestra Señora de la Cabeza, que se celebra cada año en Villar de Cañas, el predicador tiene obligación de referir el milagro, y cuando se pasa por aquella población al llevar la Santa Cinta a Madrid, el canónigo comisionado debía enseñarla a los vecinos para que la venerasen.
Asimismo en la novena a Santa María de la Cabeza que se venera en Villar de Cañas, compuesta en el año 1811 por un devoto y reformada en 1898 por el presbítero doctor don Juan V. Benita Olivares, figuran los gozos que allí se cantan.
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Para San Pablo una de las señales de la 2ª venida de Jesucristo es la conversión de los Judíos. A través de la historia muchos judíos han aceptado a Jesús como el Mesías y han adoptado la fe cristiana, algunos de ellos tomando los hábitos como Edith Stein o los hermanos Ratisbone.
Pero muchos otros menos notorios lo han hecho, como Mario Hübner, un emigrante judío austríaco de familia perteneciente a la casta sacerdotal judaica, que se convirtió en Uruguay, y un resumen de cuya autobiografía traemos.
Mario Hübner culminó sus días siendo un fervoroso católico que le puso el nombre Pablo a su único hijo porque san Pablo es el símbolo del judío converso, y también fervoroso devoto de la Virgen de Nizankowice ver NUESTRA SEÑORA DE LA DIVINA PROVIDENCIA DE NIZANKOWICE, UCRANIA ( 1º DE MAYO) de su tierra natal y principal difusor en Uruguay de Santa.Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein).
MI VIDA Y MI FAMILIA EN GALITZIA
MI NACIMIENTO
Nací el 22/10/1925 en la región de Galitzia y en la entonces novel República de Polonia, en casa de mis abuelos maternos en Nizankowice, localidad cabeza de ayuntamiento perteneciente al distrito de Przemysl, con ciudad capital homónima, histórica, importantes fortificaciones, monasterios, monumentos históricos, una importantísima pinacoteca y con la emblemática fortaleza construida en 1873 por los austríacos y que resistió el embate de los rusos durante su ofensiva en la 1ª. Guerra Mundial.
Fui el primogénito de mis padres, quienes tenían 26 y 25 años respectivamente. Luego nació muerto un hermano también en Europa, unos pocos años menor, y en Montevideo, mi hermano varón (1933) y mi hermana mujer(1936), hoy residentes en Sao Paulo (Brasil).
SOY DE LA CASTA SACERDOTAL ZADIK KOHEN
Era una promesa y una bendición para ellos y para mis abuelos, porque somos por los Hübner “Zadik Kohen”, es decir pertenecientes a la casta sacerdotal (en hebreo Zadik significa muy piadoso y Kohen, sacerdote). Esta calidad se transmitió de generación en generación y era y es reconocida entre la colectividad judía. Inclusive, nosotros podemos agregar, al firmar, las iniciales Z.K., que precisamente significan Zadik Kohen.
El ser de la casta sacerdotal implica que se tienen derechos y obligaciones religiosos especiales.
Y entre los derechos, hay uno que es el de que durante el culto en determinadas fiestas, se sube al altar de la sinagoga, se saca la persona los zapatos, se tapa con el talid y bendice a los presentes.
La condición de Zadik Kohen implica según averigüé luego, que por lo menos, en algunas corrientes rabínicas, el Kohen no se puede divorciar, existiendo casos muy curiosos en Israel, que gente de esta condición que se separa, no se puede divorciar y si quiere casarse nuevamente, lo hace inválidamente para la religión judía, aspecto que es o era recogido por la legislación civil israelí, por lo cual se casa o casaba sin efecto en el Estado judío, en Chipre.
De hecho, en mi familia no había divorcios y el tema de la indisolubilidad matrimonial se practicaba y aceptaba en los hechos, existiendo algún divorcio en épocas posteriores pero como excepción a la regla. También la fidelidad matrimonial era un valor.
Los Lehrer (la familia paterna), eran muy practicantes y piadosos, vinculados a las jeshivas (universidades rabínicas) a la representación de la comunidad judía ante el gobierno civil, etc., quizá también fueren Zadik Kohen, pero esto no lo sé con seguridad.
Como ejemplo de este mundo de religión sincera de mi familia, diré que yo conservo un libro de una colección completa del Antiguo Testamento o Biblia judía, que me llevé de mi casa paterna en Montevideo (año 1950) cuando me convertí al catolicismo.
El tomo de la colección que yo escogí es el de los profetas Isaías y Jeremías. Lo hice a propósito ya que sobre todo Isaías es quien anuncia con suma claridad a Jesucristo y si se lo lee sin preconceptos, al menos, un judío religioso, debería preguntarse si realmente el catolicismo no es la continuación del judaísmo y por lo tanto, que efectivamente Cristo es el Mesías y no un falsario.
LO PRIMEROS 5 AÑOS EN POLONIA
A los pocos meses, tuve una pulmonía que casi acabó conmigo. Me salvé porque Dios es grande ya que estaba cianótico. Mi madre, hija del Sr. Lehrer, tenía muchas amigas y le decían sobre su primogénito: “ese hijo tuyo es feúcho”, y ella replicaba diciendo, pero es muy inteligente”. Tiempo más tarde tuve una segunda pulmonía y me tuvo que ver el médico con residencia permanente en Nizankowice y sobre la plaza pública donde estaba también el Ayuntamiento. Este hombre dijo: “El día que Uds. se vayan a América será un niño gordito y se curará”, cosa que efectivamente sucedió.
Mi vida a los dos años, dos años y medio, muchas veces consistía en quedarme en casa de mis abuelos. Me sentaba esperando que las campesinas trajeran crema doble, frutillas y azúcar. Todo esto me gustaba.
A los dos años y medio-tres, me dejaban en el Jeider, la escuela de religión que estaba arriba de la sinagoga. Me sentaban sobre unas tarimas y me dormía, aunque no del todo ya que escuchaba lo que decía el maestro a sus alumnos. Venía mi madre y me daba leche y me preguntaba de tanto en tanto si estaba cansado.
LAS CIUDADES DONDE YO VIVIA
Nizankowice tenía unos 3000 habitantes. Luego de 1945, el distrito de Przemysl fue partido en dos, la ciudad de Przemysl y Bircza en donde vivían mis abuelos paternos, quedaron dentro de Polonia, mientras que mi localidad quedó anexada a la URSS, siendo hoy parte de Ucrania, al igual que Dobromil de donde son oriundos los Hübner.
Queda hoy Nizankowice dentro del país citado a 3 kms. de la frontera con Polonia. También sufrió la anexión la capital de la provincia y de la región de Galitzia, ciudad muy importante, que los austríacos llamaban Lemberg, los polacos Lwow y los ucranianos, denominan Lviv.
Mi vida pues, transcurrió en mis primeros cinco años en el eje geográfico Lemberg-Przemysl, históricamente emblemática para los polacos- y Cracovia. Si uno mira un mapa es una línea casi horizontal.
YO SOY AUTRÍACO
Yo soy austríaco de corazón, legalmente no lo puedo ser aunque quise nacionalizarme, ya que mis padres, no hicieron uso de una opción que establecía el Tratado de Paz con los aliados y perdieron la nacionalidad. Adquirieron la polaca en forma automática al igual que mis familiares, pero era algo extraño, ya que si bien era la de la tierra en que vivían y amaban era un asunto superpuesto al mismo tiempo, por haber desaparecido el Imperio austriaco.
Yo nací bajo la administración polaca y mantengo esa nacionalidad, que también estimo, pero es como una segunda nacionalidad. La verdadera es la austríaca. También me siento ligado al Uruguay, país de adopción y del que soy ciudadano legal.
Mis padres eran por fuerza políglotas. Aparte del alemán y del iddish, lengua básicamente formada por un alemán arcaico de los ghettos alemanes, palabras eslavas y hebreas, que hablaban los judíos de la Europa Oriental, llamados asquenazíes , sabían polaco, algo de ruso y de otras lenguas para entenderse con un ambiente multirracial y multicultural.
Pero en nuestro caso, es de remarcar que éramos judíos austríacos y no polacos, lo que implicaba una diferencia en modalidad, cultura, etc.
EL ORIGEN DEL APELLIDO HÜBNER
El origen alemán de mi apellido Hübner, provocó que mi abuelo paterno, quien vivía en Bircza, se negara a enviar a mi padre a la escuela pública por razones religiosas para que no le enseñaran cristianismo, estuvo detenido dos días e igual se negó a mandarlo. No le pasó nada porque era austriaco y no polaco.
Lo envió a la buhardilla, al cuarto de arriba, a aprender a leer y escribir, adquiriendo un efectivo conocimiento y buena letra y ortografía, donde estaban todas las cartas escritas en buen alemán, así como también en polaco, iddish y hebreo, provenientes de la correspondencia de los parientes, p.ej. de Dobromil, de donde provenían los Hübner.
Hübner no es un apellido judío y sí perteneciente a la nobleza. Pudo haber habido alguna conversión al judaísmo o casamiento interreligioso.
LENGUAS Y LA NACIONALIDADES DE LA ZONA
Muchos de los judíos religiosos no sabían hablar polaco. Y los polacos no estaban en el pueblo de Nizankowice, estaban en las afueras. Eran campesinos, campesinas. Iban a la Iglesia, etc., pero en el pueblo mismo vivían judíos, que eran comerciantes, negociantes, compraban madera. Los ucranianos se la tenían “guardada” a los polacos. Vivían también en las afueras de Nizankowice, así como también rutenos.
La ciudad era una ciudad de judíos quienes tenían su rabino permanente. Era, pues, el centro, en los hechos, lo que los judíos llamaban un “shtetl”, pero tenía jurisdicción administrativa sobre todos. Los comerciantes eran sólo judíos .Los judíos dominaban la ciudad.
En cuanto a la religión de los polacos, ucranianos, rutenos, no era motivo de conversación entre lo que yo escuchaba. Pero eran cristianos, recordando algo sobre sacerdotes y la división entre católicos de rito latino y oriental, tema que después me enteré que estaba ligado a la liturgia, derecho, espiritualidad y costumbres propias, pero dentro del catolicismo todos. Había había también cristianos ortodoxos rusos y yo me acuerdo que me llamaba la atención las cúpulas de la iglesia de ellos, tipo Kremlin que al igual que las católicas estaban en Nizankowice. Son iglesias antiguas y grandes.
Nizankowice era una mezcla de razas, con sus propias costumbres e idioma. La lengua de los judíos era el iddish.
JUDIOS, CRISTIANOS Y CONVERSIONES
Había conversiones de judíos al catolicismo. A pesar de que yo era un niño chico y no entendía determinadas cosas, sin embargo, lo que yo oía lo entendía. En Nizankowice, mi abuela tenía una íntima amiga muy piadosa en el Antiguo Testamento y un buen día desaparece de la localidad y se fuga para ser católica.
Esto lo dijeron mi madre y mi abuela y yo lo escuché. Decían, “pobre, se enloqueció; yo la trataba siempre y no parecía loca”. Esto pasó en Nizankowice.
Otro episodio me lo contó años más tarde en Montevideo un tío mío Hübner oriundo de Bircza. Había una persona que se llamaba Sender y que “un buen día desapareció, se fue con los católicos”. Y otro día apareció con un camión en un día de fiesta contando lo que había hecho, su experiencia de conversión y gritando que había adoptado el nombre cristiano de Alexander. Mi tío, decía que había enloquecido y se extrañaba del cambio de nombre, ya que el tal Sender era muy conocido.
Otro caso de conversión es el de Eisig Hübner Berger el tío paterno menor, oriundo de Bircza, unos años mayor, que vino a Uruguay luego de la segunda guerra mundial traído por una organización humanitaria judía, con problemas psiquiátricos causados por la Guerra. No sabemos si vive pero se lo ha visto varias veces en la iglesia del Cordón comulgando.
Todos mis abuelos eran muy practicantes. Los judíos practicantes se iban a purificar en una especie de piscina cerrada con agua caliente, fría. Como dato anecdótico, allí se veía que la mayoría de los hombres tenían hernias, ya que se bañaban desnudos y se quitaban las fajas.
Todos los viernes a partir de las cinco de la tarde concurrían a la sinagoga con rucucs de piel etc. Eran creyentes sinceros .
Yo quería muchísimo a mi abuelo materno y él a mí. Me llamaba cariñosamente con el diminutivo de “Maierci”.
Era un hombre piadoso, caritativo, lo que se puede llamar un justo del Antiguo Testamento o un cristiano de intención sin saberlo. El dejó en mí una fuerte impronta espiritual que influyó en mi evolución posterior por su testimonio y coherencia de vida. Murió en Palestina pero no era sionista porque consideraba que no era acertado un Estado de Israel. Está enterrado en la ladera del Monte de los Olivos en un cementerio judío para personas destacadas ya que él había sido orientador y profesor en las jeshivas y especialmente en la de Jajma Lublin.
Quizá esto signifique que Dios efectivamente preparó mi conversión al catolicismo y enterró a mi muy querido abuelo en el mismo lugar en que Cristo se preparó para la Pasión.
Como hijo de judíos practicantes fui circuncidado de acuerdo al ritual hebreo por un tal Herz Apoteker. Estos datos constan en mi partida de nacimiento, ya que existía un Registro Civil Israelita, dado que los judíos eran respetados en sus leyes y costumbres, pero dentro de la legislación general.
Yo usaba las patillas, las paies, de los judíos religiosos y me acuerdo que cuando tenía cuatro años y me llevaron una vez al peluquero con mi madre, chiquito como era, me tapaba para que no me las cortaran y gritaba: “no me corte las paies”. El peluquero no era judío o era un judío no piadoso ya que algunos que tenían estas profesiones no practicaban.
También usaba el solideo o “kappele”(en hebreo) por lo que yo me vestía a la usanza de los niños judíos religiosos ortodoxos.
MONTEVIDEO: ENTRE LA PROFESIÓN Y LA CONVERSIÓN
LA LLEGADA A MONTEVIDEO
Nuestro destino fue el Uruguay por sugerencias de conocidos ya que no sabíamos antes ni donde estaba.
Yo desembarco en el puerto Montevideo el 11 de noviembre de 1930. Vine con mi madre, mi padre hacía 6 meses que había venido. Me metieron en una ambulancia junto con mi padre y mi madre, rumbo al Hospital Pedro Visca por todas las pestes que yo había tenido durante el viaje. Había contraído una doble pulmonía en el trasbordo del buque que venía del puerto polaco de Gdynia.
Fue un milagro mi curación ya que me querían echar al mar apenas muriera. Me había desahuciado el médico del buque quien tampoco era muy brillante técnicamente. Mi madre, en la desesperación, le preguntaba a este médico cómo estaba y como él no la entendía, le contestaba en inglés que yo estaba “all right”. Y esto lo hacía con todos los enfermos, por lo que era apodado como “all right”.
En Pernambuco, no me desembarcaron, como pensaban en un principio. Un médico gordo brasileño me vio y me indicó que me dieran uvas y caldo de paloma. Con eso empecé a recuperarme por obra divina.
Empezamos a vivir como emigrantes.
El primer día que mi madre quería hacer café, fuimos juntos para no dejarme solo al almacén. Ella no sabía hablar español ni conocía las costumbres. Pidió achicoria, que es un sustitutivo del café que en la zona de Europa de la que yo provenía, se tomaba, ya que no se conocía el café. Esto como dato jocoso, ya que no se vendía en Montevideo.
LA EDUCACIÓN EN URUGUAY
En Montevideo aprendí el español yendo a la escuela pública de varones de Villa Muñoz, con el maestro Formento y escuchando a otros niños. Fue aprendizaje a la fuerza con cero pedagogía en la enseñanza para extranjeros, ya que los planes y programas de Enseñanza Primaria no contemplaban el caso de los inmigrantes que no hablábamos castellano. Pero, sin embargo aquel maestro de primer año, logró hacerse entender, que empezáramos a aprender el español, aunque durante algunos años hablaría con la “erre,” de los alemanes, y por sobre todo, que aprobáramos el año los niños inmigrantes, quienes competíamos con nuestros compañeros uruguayos en inferioridad de condiciones.
Simultáneamente, como no había colegios judíos, concurría a la escuela de religión (Jeider) de mañana y de tarde a las diferentes escuelas públicas, siendo la última la Cuba en Ciudad Vieja. Por lo tanto, yo iba a almorzar a casa y luego a continuar mis estudios. Hacía doble turno y estudiaba en tres idiomas (hebreo, iddish , español e inclusive arameo cuando hice los cursos de Mishna; este último idioma lo oía hablar a personas cultas y religiosas y no sólo en los cursos).
La enseñanza en el Jeider y luego en los cursos de Mishna (superiores y posteriores al Jeider, nivel en el que se estudia el Pentateuco, mientras que en la Mishna, se ven otros textos y se estudian comentaristas más en profundidad).
Luego, en 1934, nos mudamos del barrio de inmigrantes judíos a la Ciudad Vieja (que era una zona muy elegante por aquel entonces) y posteriormente, con los años, al Cordón y finalmente a Pocitos.
EL TRABAJO Y LA APERTURA A LA VIDA NACIONAL
Yo era un niño y desde que mi padre puso su tienda “La Bolsa de las medias” en la calle Juncal casi la Plaza Independencia y a su vez, vivíamos cerca de ahí, empecé a participar de eventos que ocurrían en la citada plaza, que era un importante centro de acontecimientos próximos a la Casa de Gobierno y a la también cercana Plaza Matriz.
Así recuerdo, por ejemplo la llegada diaria del Presidente de la República Dr. Gabriel Terra al Palacio Estévez flanqueado por numerosa guardia y motoristas en side-car.
En la Plaza Independencia, se reunían grupos de inmigrantes españoles a conversar entre ellos durante la Guerra Civil Española, siendo la mayoría republicanos, por lo que el tema de ellos era si los franquistas hacían esto o aquello. Yo los escuchaba y volvía a mi casa gritando “Viva Cataluña” sin entender nada mis padres a que me refería.
Este tema que nos era ajeno, curiosamente me interesó posteriormente, tanto por la amistad que trabé con los Padres Dominicos españoles a partir de 1950, muchos de ellos próximos al martirio por su fe católica en la zona republicana o parientes de los hoy beatificados sacerdotes dominicos españoles por el Papa Juan Pablo II en el año 2001,
Además, lo español me empezó a atraer tanto por su cultura, historia, religión y modalidad, asunto que no es sorprendente ya que ha existido siempre afinidad entre personas de raíz germánica con los habitantes de la península ibérica.
Cuando culminé mis estudios primarios, ingresé a la División Primera del Liceo Nocturno “José Enrique Rodó”, cuyo Director era el Prof. Raúl. A. Castro Paullier y posteriormente al Instituto Alfredo Vázquez Acevedo durante el día cuando ingresé a cursar Preparatorios para Medicina.
CONVERSIÓN AL CATOLICISMO
Como dije anteriormente, nací en un hogar piadoso de honda espiritualidad judía, aprendiendo desde muy pequeño textos bíblicos y concurriendo a la sinagoga con mis ascendientes, sinceros creyentes de su religión. Concurrí al Jeider, la escuela para niños de religión y lengua hebreas, habiendo efectuado otros estudios superiores.
Sin embargo, perdí mi fe judaica antes de realizar la Bar-Mitzva, incorporación adulta a la religión judía, por encontrarla incompleta y mal practicada por algunos, que la reducían a un mero formalismo. Por respeto a mi familia continué concurriendo a la sinagoga y participando luego de la citada Bar-Mitzva, de los cultos, por algunos años…
Al entrar en el liceo, mi pérdida de fe judaica era total, encontrando en cambio, como buen biólogo que todo estaba explicado desde el nacimiento hasta la muerte, por el materialismo biológico. No había alma ni había espíritu. Así llegué hasta el cuarto año de liceo, donde estudiamos en literatura, el nuevo Testamento cristiano. Concretamente, se trataba del Evangelio de San Juan que narra la vida de Jesucristo. Claro está que para nada se consideró el tema desde el punto de vista religioso, lo cual yo tampoco hubiera aceptado.
Para mi sorpresa, el profesor elogió mi escrito sobre el tema, y me invitó a leerlo delante de la clase. Así fue que se rompió en mí mi primer “tabú”, puesto que yo le tenía miedo a Cristo.
Pero volví a mis ideas materialistas que yo leía mucho, al extremo que con mi fogosidad hubo compañeros de estudios católicos que perdieron la fe por mi prédica. En el último año del bachillerato, mi esquema materialista comenzó a quebrarse con el encuentro de la filosofía espiritualista, sobre todo con Henri Bergson, filósofo judío francés profesor de La Sorbona. Con uno de sus libros “La evolución creadora” aprendí filosóficamente la existencia del espíritu y su papel.
Años después, al ingresar al ambiente médico, seguí predicando que yo era un judío liberado de lo que consideraba entonces las estupideces de la religión judía.
Un par de años después, un médico católico, Germán Surraco con el cual trabajaba en guardias nocturnas, se puso a hablar conmigo para decirme que yo estaba equivocado y que la Iglesia Católica, en su esencia, no era otra cosa que una continuación del judaísmo. Me pidió que por favor, fuera un buen judío religioso, ante lo cual yo me reí.
Modestamente, mi amigo, al darse cuenta que, a pesar de mis ideas, yo tenía grandes conocimientos bíblicos, me solicitó que tuviéramos encuentros para que yo le enseñara cosas del Antiguo Testamento, o sea, la Biblia judía. A mí esto me llenó de orgullo.
En el intercambio de conocimientos e ideas, yo dejé de reírme de la religión judía, y empecé a entender seriamente a ambas religiones. Y, en consecuencia, enfrenté el estudio del catolicismo en forma crítica y profunda por vez primera en mi vida. Obtuve prestado un libro de Santo Tomás de Aquino, el más grande de los filósofos del catolicismo, de base aristotélica.
Al cabo de unos días, llegué a la conclusión de que los temas que yo necesitaba, ahora sí muy en serio, era encontrar claramente y documentado los porqués del seguimiento de Cristo por sus primeros discípulos, que eran judíos. Esto no estaba explicado en Santo Tomás y sí en cambio, en una biografía de San Pablo. Este último era un judío religioso de la Escuela de Rabí Gamaliel,
En sus escritos ni siquiera oculta que se dedicó por orden del Sanedrín a perseguir con las armas a los cristianos, hasta su conversión al cristianismo. En este libro encontré la contestación a todas mis dudas y hallé en mi alma turbulenta una paz tan grande como la que experimentan los atletas cuando llegan a la meta. Sentí por fin que había reencontrado en el cristianismo a mis raíces judías.
Pero pasaron todavía unos meses para que yo perdiera mi miedo atávico para entrar en una Iglesia y resistir la vista de un crucifijo. En esos meses anteriores a mi conversión al catolicismo, quedaron a mis espaldas mis esquemas conflictivos y racionalistas. Con una claridad meridiana sentí la fe, algo que está fuera de todo conocimiento racional. No fue pues, un capricho mío o una reacción contra determinadas personas o concepciones.
Sentí una presencia de Dios que hizo arrodillarme frente a un crucifijo en la casa de Ejercicios espirituales de los Padres jesuitas a donde había sido invitado por el Dr. Surraco para asistir a un retiro espiritual para personal médico, y luego salir en busca de un sacerdote para que me bautizara, el 24 de junio de 1950 , por el P.E.Mossman Gross SDB., un salesiano muy vinculado a los medios universitarios y profesionales católicos, quien eligió la fecha por ser la festividad de San Juan Bautista, primo hermano de Jesucristo, sobrino de la Virgen María, precursor de la predicación de Cristo y, por lo tanto, todo lo que ello significaba para la Iglesia Católica y para un judío converso. Debo señalar que fue mi padrino de bautismo el Dr.Germán Surraco , recibiendo poco después el Sacramento de la Confirmación.
LOS ESTUDIOS Y PROFESIÓN DE MARIO HUBNER
En el año 1945 ingresé a la Facultad de Medicina pleno de ilusiones y allí hice buenas amistades con todo tipo de personas,
Posteriormente, y siendo concomitantemente estudiante universitario ingresé en el Servicio de Transfusiones del Hospital “Pereira Rossell” como laboratorista, elaborando con los años la Inmunohematología, desconocida en el Uruguay hasta entonces por los técnicos.
También la docencia fue algo que me atrajo desde muy joven, por lo que acepté en 1946 y 47 el ofrecimiento de mi ex profesor de Historia Natural, Dr. Carlos Pérez del Castillo, para ser su Profesor Agregado en el turno diurno del Liceo No.1 José Enrique Rodó, uno de los más importantes liceos de mis ya lejanos 21 años de edad. El Dr. Pérez del Castillo me vio condiciones para enseñar, a punto tal que me dejaba gran parte de las clases para que las dictara yo solo. Y también me animó a escribir un curso de Historia Natural que efectivamente se publicó y vendió a los estudiantes como texto de clase.
MI VIDA POLÍTICA Y MI RETIRO
EL LAICISMO Y LA POLÍTICA EN URUGUAY
Del Uruguay y del Montevideo de mi adolescencia es de remarcar que, independientemente del laicismo imperante en materia de religión dirigida al catolicismo y que para nosotros pasaba inadvertido, el país era un verdadero remanso de tolerancia y convivencia a pesar del último tema citado, ya que en comparación con los países europeos, las distintas razas, religiones y opiniones coexistían sin problemas. Era una sociedad abierta y por eso el batllismo, que aparecía como el creador de este modelo gozaba de gran predicamento entre los inmigrantes.
Esto era una falacia, ya que en realidad otros sectores políticos como el Partido Nacional y la Unión Cívica, eran los pilares de esto y como no detentaban el poder pasaban inadvertidos para sectores como el judío que en gran medida estaban encandilados con el citado coloradismo batllista aunque Batlle y Ordóñez falleció como católico.
MI MILITANCIA POLÍTICA
Otro tema que paradójicamente me ocurrió, fue el de ser con los años militante del Herrerismo, cuando la prédica del diario “El Debate”, llegaba por altoparlantes desde la Plaza Matriz hasta la calle Juncal, con discursos abogando por la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial y apoyando el anticomunismo alemán, asunto que nos ponía nerviosos y mi padre decía, entre otros, del Dr. Alejandro Gallinal, que era un antisemita.
El asunto era que el Herrerismo iba más allá del tema nazi, y buscaba la independencia segura de Uruguay, tema que nosotros no dominábamos en profundidad e ignorábamos que el propio Dr.Herrera era descendiente de judíos sefaradíes.
La paradoja en este tema es que por los años sesenta escribí en diversas oportunidades artículos religiosos, políticos y de temas generales en el citado diario “El Debate”, así como también sobre diversas temáticas en el también blanco periódico “El País”, llegando a ser redactor responsable de la página económico-comercial del rotativo “El Clarín” en 1966 que respondía también al herrerismo.
Y en temas de religión, recuerdo un tema muy importante: el Cardenal Pacelli, futuro Pío XII, poco comprendido por los judíos, siendo Secretario de Estado de la Santa Sede, visitó el Uruguay con motivo del Congreso Eucarístico de 1936 , y yo movido por la curiosidad concurrí a la Plaza Matriz, donde fui bendecido por él, desde un auto abierto, antes de ingresar a la Catedral. En fin, cosas de Dios…yo que le tenía miedo a ver un crucifijo.
HUBNER RETIRADO
Luego de terminada mi actuación laboral como docente y como comerciante de antigüedades, me retiré y me di cuenta una vez más, por sucesivos problemas de salud, en parte generados por los avatares de la vida, que lo único que importa realmente es la confianza en la Divina Providencia, o sea en la acción de Dios en nuestras vidas, en nuestras buenas obras con las limitaciones humanas que todos sin excepción alguna tenemos, para con los familiares, amigos y gente desconocida, interesando poco y nada los honores mundanos, ni siendo mejores unos que otros, por más errores y pecados que se tengan.
Siempre hay una oportunidad para las personas, porque si no, poco sentido tendría la prédica del catolicismo basada en las Sagradas Escrituras, tendiente a convertir a los pecadores.
En todas estas conclusiones influyeron en mí las enseñanzas de diferentes organizaciones y personas católicas desde 1950 hasta la fecha incluida mi señora, pero en los años 1970-1980 fue importante la relación de amistad personal con personas de la hoy Prelatura personal del Opus Dei y la prédica de un sacerdote redentorista canadiense, antiguo misionero en Vietnam e integrante del movimiento carismático, el P. Denis y también las visitas como amigo personal y como de Fr.Ramón Arizmendi OP
Me resta agregar finalmente que he colaborado y colaboro con la ayuda de terceros en temas religiosos y humanos como lo hice por ejemplo con las Hermanas Carmelitas Descalzas en la divulgación y conocimiento de la persona de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) en el año de su canonización (1998), una filósofa judía conversa al catolicismo y martirizada por los nazis en Auschwitz en 1942, perteneciente a la Orden Carmelitana, y con las presentes líneas de mi relato de vida personal que deseo puedan ser de utilidad a quien Dios quiera.
El 8 de octubre de 2008 Mario Hübner entrega totalmente sereno su alma a Dios, Uno y Trino, teniendo entre sus manos una imagen llorando de Nuestra Señora Madre de la Divina Providencia de Nizankowice, su localidad natal , a la que siempre añoró y nunca pudo volver físicamente, pero sí espiritualmente.
El sacerdote encargado del Santuario donde está la imagen en Polonia, a pedido de su hijo y salvando dificultades idiomáticas, dio una Misa allí por su alma.
Tres días antes, lúcido, había recibido la Unción de los enfermos y se había confesado con un sacerdote amigo suyo, quien luego había congregado para rezar con el enfermo a su esposa de 89 años, su hijo nuera y una fiel y católica enfermera.
Al finalizar la oración, señaló con alegría al sacerdote la imagen de Nuestra Señora de Nizankowice con la que falleció.
Fallece en el año Paulino y en la noche de Kol Nidrei, víspera del día del Perdón, la fiesta más importante del judaísmo, y falleció también el mismo día que su abuelo materno, muy justo y religioso del cual era el nieto mayor y el preferido.
Había dado un testimonio de fe católica a los suyos, de religión judía o no, al igual que Santa.Teresa Benedicta de la Cruz ( Edith Stein) de quien era muy devoto y fue el primer difusor de su devoción en Uruguay, imprimiendo miles de estampas en el año 1954.