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¿Cuáles son los Problemas con las Homilías de Nuestra Época?

Las homilías son el nexo que vincula nuestra vida y nuestra cultura de hoy, con las enseñanzas del Evangelio.

Deberían ser mini catequesis para evangelizar a los fieles que están sentados en los bancos.

sacerdote en homilia

Pero muchas veces son más auto referenciadas al predicador que a las enseñanzas de Nuestro Señor, y a las consecuencias que esas enseñanzas tienen sobre nuestra vida actual.

Y otras veces no pueden establecer el vínculo porque son demasiado largas, poco estudiadas, demasiado técnicas, aburridas.

Un tema importante que advertimos es que los pecados concretos de nuestra época, referidos a nosotros mismos, han dejado de ser centrales en la prédica.

A pesar que sí leemos las prédicas de Jesús y sus seguidores veremos que eran la parte central de sus alocuciones.

Si no se habla de los pecados de nuestra época en concreto, es difícil entender y vivir el perdón de Dios.

¿De qué pecados nos va a perdonar Dios si no nos sentimos pecadores?

 

LO QUE HA DICHO EL PAPA FRANCISCO SOBRE LAS HOMILÍAS

Recién comenzado su pontificado el Papa Francisco publicó la exhortación evangélica Evangelii Gaudium.

Y allí dedicó 12 páginas a la homilía y a la predicación.

Para Francisco la homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un pastor con su pueblo.

papa francisco predicando

Y define la homilía por la contraria para explicar su pensamiento,

«La homilía no es un discurso casual, ni una conferencia ni una canción, sino una sesión de reanudar ese diálogo que ya ha sido abierto entre el Señor y su pueblo».

También dijo frases como está

“Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta”.

Y el momento de la homilía lo describe de esta manera

“No es tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su pueblo”.

La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración”

Y desde ese momento se refería a la necesidad de brevedad,

Debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase, para no dañar la armonía entre las diferentes partes de la misa¨.

Exhortó a los predicadores hablar como una madre le habla a su hijo mediante una cercanía cordial, con calidez, en un tono de voz con mansedumbre.

Y agregó

“La predicación puramente moralista o adoctrinadora, y también la que se convierte en una clase de exégesis, reducen esta comunicación entre corazones que se da en la homilía.

Francisco también se refirió al tiempo dedicado al estudio para preparar la homilía.

Y pidió prestar atención al texto bíblico como fundamento la predicación.

Al punto que pide sentir un santo temor de manipular la palabra.

Y agregó que en homilía es necesario captar el mensaje central del texto y ser consecuentes con él.

Si un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para corregir errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser utilizado para adoctrinar; si fue escrito para enseñar algo sobre Dios, no debería ser utilizado para explicar diversas opiniones teológicas; si fue escrito para motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca de las últimas noticias”.

Y pidió para que los sacerdotes se dejen como convertir por la palabra, haciéndola carne en su vida.

Se refirió también a la escucha de los fieles para descubrir lo que necesitan escuchar.

Y dijo que la prédica debe conectar el mensaje bíblico con una situación humana que vivan las personas.

Y desde el punto de vista del formato pide aprender a usar imágenes en la predicación, hablar con imágenes.

Evitar palabras demasiado técnicas que no comprende la asamblea.

En otras oportunidades también el Papa ha hablado sobre la calidad desigual de las homilías.

Se ha referido a homilías demasiado largas que carecen de enfoques o son incomprensibles.

Y en los últimos tiempos, ha pedido homilías cortas de no más de 10 minutos.

Pero el mensaje comunicacional más insistente ha sido

Que sus homilías no sean aburridas, que sus homilías lleguen al corazón de la gente, porque salen de vuestro corazón. Porque lo que les dices es lo que tienes en el corazón”.

Las recomendaciones sobre las homilías también es una preocupación de los obispos.

 

EL FILIPINO, ARZOBISPO SÓCRATES VILLEGAS, ADVIERTE A SUS SACERDOTES SOBRE SUS HOMILÍAS

Villegas, como Presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas, se refirió en tonos duros respecto a las homilías de sus sacerdotes.

arzobispo socrates villegas de filipinas

Él ha dicho,

Hemos visto muchos abusos en el clero: abuso de alcohol, abuso sexual, abuso infantil, abuso de los juegos de azar, el abuso de dinero, abuso de viajes, abuso de vacaciones.

Hoy, les invito a volver sus corazones a otro abuso muy descontrolado y generalizado entre los sacerdotes, abuso homilía.
.
Sí, el abuso de la amabilidad de la gente que se ven obligados a escuchar homilías largas y sinuosas, repetitivas y aburridas, no organizadas y sin preparar, murmuradas entre dientes.

Un poco en broma, pero sin duda con algo de verdad, las personas dicen que nuestras homilías son uno de los flagelos obligatorios que deben pasar todos los domingos.

Si ustedes escuchan con más atención lo que nuestra gente dice sobre nuestras homilías, no se quejan de la profundidad del mensaje o de la exégesis académica.

Se les pide que soporten domingo tras domingo nuestras homilías que no se pueden entender porque nos tomamos tanto tiempo con la introducción, que no sabemos cómo ir directo al punto, y no sabemos cómo terminarlas.

Deben ser preparadas. Ser claras. Ser ubicadas.

Todos fuimos abusados por las homilías de nuestros sacerdotes mayores cuando éramos seminaristas.

Cuando llegó nuestro turno para dar nuestras homilías, el abusado se convirtió en el agresor.

Si un seminarista carece de castidad, no podemos recomendarlo para la ordenación.

Si un seminarista es terco y testarudo, no podemos respaldar su ordenación.

Si un seminarista no puede hablar en público con claridad y eficacia, no lo deberíamos ordenar.

Él será un peligroso abusador en las homilías. El abuso de las homilías puede dañar a las almas.

Homilías largas, sinuosas, no preparadas, irrelevantes, repetitivas, son signos de una vida espiritual enferma del sacerdote.

Y citó a San José de Cupertino:

“Un predicador es como una trompeta que no produce tono a menos que uno sople en ella.

Antes de predicar, orar de esta manera: Señor, tú eres el espíritu, yo soy tu trompeta. Sin tu aliento no puedo dar ningún sonido”.

No es suficiente preparar nuestras homilías; el buen sacerdote debe prepararse él mismo.

La predicación es un ministerio del alma y el corazón, no sólo de las cuerdas vocales y las células del cerebro.

Nuestra vida espiritual es el verdadero fundamento de nuestras homilías.

La cuestión no es lo que vamos a predicar, sino a quien vamos a predicar. Predicamos sólo a Jesucristo; siempre a Jesucristo.

jesucristo predicando

 

RECOMENDACIONES PARA EVITAR EL ABUSO EN LAS HOMILÍAS

Y Villegas da una serie de recomendaciones para evitar lo que llama el abuso en las homilías.

¿Cómo vamos a solucionar la cultura prevalente del abuso en las homilías? ¿Cuál es nuestro remedio?

El primer desafío de los tiempos es la sinceridad sacerdotal.

Nuestras homilías mejorarán si disminuimos nuestro amor por hablar y aumentamos nuestro amor por escuchar.

Cuando nuestra homilía es simplemente una charla, sólo repetimos lo que sabemos, nos cansamos y nos sentimos vacíos.

Cuando uno escucha y ora antes de hablar, aprende algo nuevo y su homilía será fresca y estimulante.

Vamos a ser mejores predicadores si nos atrevemos a oler de nuevo como las ovejas.

El segundo desafío de nuestro tiempo es la simplicidad, la simplicidad del mensaje y aún más, una mayor simplicidad de vida.

La simplicidad de vida también nos ayudará a dejar de hablar de dinero y recaudación de fondos en la homilía; hablar de dinero nunca ha sido edificante.

Simplicidad significa resistirse a usar el púlpito como un medio para vengarse de aquellos que se oponen a nosotros. 

La simplicidad también exige que mantengamos las políticas electorales divisivas lejos del ambón. Simplicidad en homilías significa no desear hacer reír o llorar, lo cual es para las telenovelas y los programas del mediodía.

La simplicidad en homilías hace que las personas inclinen sus cabezas y golpeen sus pechos diciendo que quieren cambiar, buscando la misericordia de Dios.

Ser simple es ser grande en los ojos de Dios. El estilo simple de vida de los sacerdotes es la homilía más fácil de entender.

El tercer y último reto es un llamado a estudiar. La lectura y el estudio no deben parar después del seminario. Si nos detenemos de leer y estudiar, ponemos en peligro las almas de nuestros feligreses. 

Si nos detenemos de estudiar, después comenzamos a obligar a nuestro pueblo a leer el llamado libro abierto de nuestras vidas; el cómic de nuestras vidas, apenas inspirador, francamente ridículo y muy escandaloso.

La homilía se convierte en nuestra historia y no la historia de Jesús. La lectura de la libreta de ahorros en exceso no es una buena manera de preparar nuestras homilías.

Ten cuidado con sus vidas. Las personas nos ven más de lo que nos escuchan. Sé sincero y verdadero. Una doble vida, una vida secreta y oscura es estresante.

Ten cuidado con cada homilía. Dios te juzgará por cada palabra que pronuncias. Cree lo que lees. Enseña lo que crees. Practica lo que enseñas.

Se cuidadoso en cada homilía. Ellos quieren escuchar a Jesús no a ti; sólo a Jesús, siempre Jesús.

Ten cuidado con tu homilía. Compadécete con el pueblo de Dios. Detén el abuso de las homilías. Deja que tu homilía inspire y deja los corazones en llamas.

Quizás una orientación importante es el estilo de prédica que usaron Jesús y sus seguidores.

 

¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE LA PREDICACIÓN DE JESÚS Y SUS SEGUIDORES?

Cuando leemos la Biblia nos damos cuenta que los sermones dichos por Jesús y por sus seguidores no tienen el mismo estilo que se pide a los sacerdotes actualmente.

La prédica de Jesús y sus seguidores, que leemos en la Biblia, era directa y sin anestesia, y enfrentaba a la gente a sus pecados y debilidades, en lugar de pasearse con la palabra alrededor de ellos sin decirlo claramente.

Por ejemplo tomemos el caso de la predicación de Pedro,

«El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste estaba resuelto a ponerle en libertad.

Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino, y matasteis al Jefe que lleva a la Vida.

Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.

Y por la fe en su nombre, este mismo nombre ha restablecido a éste que vosotros veis y conocéis; es, pues, la fe dada por su medio la que le ha restablecido totalmente ante todos vosotros.

Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes.

Pero Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería.

Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados” (Hechos 3: 13-19).

Una prédica de un tenor como éste es inconcebible hoy, no solamente por la dureza, sino porque enfrenta a la gente a un pecado en forma directa.

Naturalmente hay diferencias culturales y en estos tiempos se pone más énfasis en la sensibilidad, porque el público está más reivindicativo.

Y además el lenguaje políticamente correcto está por todos lados, aún dentro de la Iglesia.

Pero también se puede notar cierto exceso de corrección política en las homilías para no enfrentarse a los dolores de los fieles.

Y es por esto que muchas veces se deja de predicar sobre aspectos conflictivos para la cultura de estos tiempos, como por ejemplo sobre el divorcio, la sexualidad, la anticoncepción, o incluso el aborto.

Sin embargo el cristianismo ha tenido la misión de moldear la cultura y no de adoptarla.

Hay palabras que han desaparecido de las homilías y hay que volver a reintroducirlas para re catequizar a la mayoría de los fieles, que están mal catequizados y mal evangelizados.

Palabras como muerte, juicio de Dios, infierno, pecado, arrepentimiento, suelen no mencionarse, pero deben re introducirse para advertir a los fieles.

Lo mismo que las enseñanzas bíblicas referidas a los problemas morales de nuestro tiempo como el aborto, el suicidio, la fornicación y el adulterio, los actos homosexuales, la pornografía.

Sobre estos males no se habla en las homilías ni se los vincula con la escritura.

Entonces ¿cómo se puede pedir que la gente adopte una vida cristiana si no le hablamos de los pecados que nos separan de la gracia de Dios?

Muchas personas no están avisadas de las consecuencias de algunos pecados como el aborto, la fornicación, etc.

No se les avisa que por pecar consuetudinariamente pueden perder la vida eterna.

Y en algunos casos esto puede suceder porque algunos de los sacerdotes que no hablan de estos temas los omiten porque simplemente piensan que no hay nada que pueda hacer perder la vida eterna, porque creen que el infierno no existe o está vacío, que es lo mismo.

Sólo si la gente se siente que ha cometido un pecado o lo puede cometer, o algún ser querido, va a sentir la necesidad de que alguien lo perdone del pecado y lo encarrile.

O sea que sólo dando primero la mala noticia del pecado se puede valorar la buena noticia que Jesús nos trajo al mundo.

Él perdonó todo nuestros pecados y los sigue perdonando.

¿Por qué una persona que no se siente pecadora va a tomar a Nuestro señor como su Salvador?

Fuentes:

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Los sacerdotes no deben pensar que todos los endemoniados de la biblia eran enfermos mentales

Llamado de Francisco a no ser ingenuos menospreciando al maligno.

 

La semana pasada el Papa Francisco volvió a hablar sobre el demonio, de sus estrategias y de la forma de combatirlas, pero esta vez agregó dos elementos que no había estado presentes antes. Uno es la crítica a los sacerdotes que no creen que Jesús haya hecho curaciones, que en general vemos que se inscribe dentro de la tendencia modernista de pensar que Jesús no hizo milagros, y que en definitiva lo importante de él ha sido la doctrina moral que dejó durante su vida.

 

audiencia general del papa francisco

 

Y el segundo punto novedoso es que Francisco esgrimió una defensa que legitima predicar sobre el demonio. Contestando a la crítica de que pudiera ser anticuado o dar miedo, él dice claramente que esto está en la primera página de la biblia y la recorre hasta la última; un invento sería no mencionarlo y obviarlo.   

LA TENTACIÓN DE ALGUNOS SACERDOTES

Al comentar el pasaje del Evangelio de Lucas en donde se lee que Jesús aleja al demonio ante la incomprensión de sus seguidores dijo,

 “Hay algunos sacerdotes que cuando leen este pasaje del Evangelio, este y otros, dicen: ‘Pero, Jesús curó a una persona de una enfermedad mental’. No leen esto aquí, ¿no? Es cierto que en aquella época se podía confundir una epilepsia con la posesión del demonio, pero también es cierto que existía el demonio. Y nosotros no tenemos derecho de hacer tan sencilla la cosa, como para decir: ‘Todos estos no eran endemoniados, eran enfermos psíquicos’. ¡No! La presencia del demonio está en la primera página de la Biblia y la Biblia termina también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio”.

Por lo tanto Bergoglio llama a no menospreciar ni confundir la acción del diablo con las enfermedades mentales y pide a los cristianos que no sean ‘ingenuos’ ante los intentos para encontrar explicaciones que disminuyan ‘la fuerza del Señor’.

Una tentación bastante común que lleva a menospreciar la figura de Jesús como si fuera un ‘curador’ al que no hay que tomar tan seriamente. Una conducta, denunció el Papa, que ha ‘llegado a nuestros días’.

TRES VÍAS PARA RESISTIR AL MALIGNO 

Cuando el espíritu impuro sale del hombre, recordó el Papa,

“vaga por lugares desiertos, buscando alivio, y al no encontrarlo, dice: ‘Volveré a mi casa, de donde he salido’. Y cuando la encuentra «barrida y en orden». Entonces va, toma a otros siete espíritus peores que él, vienen y moran en ella. Y así, la última situación de ese hombre se vuele peor que la primera”.

El Papa observa que el Señor nos da algunos criterios para “discernir” la presencia del mal y para ir por el “camino cristiano cuando hay tentaciones”.

Primer criterio: No confundir la verdad. Jesús lucha en contra del diablo.

Segundo criterio: quien no está con Jesús está en contra de Jesús. No hay actitudes a medias.

Tercer criterio: la vigilancia sobre nuestro corazón, porque el demonio es astuto, aunque cuando llegue el último día será derrotado para siempre.

Sobre este último criterio, Francisco dice que

“Debemos ser vigilantes siempre vigilar contra el engaño, contra la seducción del maligno”.

“Y podemos preguntarnos: ‘¿Yo me vigilo a mí, mi corazón, mis sentimientos, mis pensamientos? ¿Guardo el tesoro de la gracia? ¿Guardo la presencia del Espíritu Santo en mí? ¿O lo dejo estar, seguro, creo que voy bien?’ Si tu no guardas, viene el que es más fuerte que tu. Pero si llega uno más fuerte que él y le gana, le quita las armas en las que confiaba y se reparte el botín. ¡La vigilancia!”.

HABLAR DE LA ESTRATEGIA DEL MALIGNO NO ES ANTICUADO

Francisco llama a la vigilancia porque la estrategia del maligno es esta:

 “‘Tú te hiciste cristiano, sigues en tu fe, yo te dejo, te dejo tranquilo. Pero luego, cuando te has acostumbrado y no estás tan atento y te sientes seguro, yo vuelo’. ¡El Evangelio de hoy comienza con el demonio derrotado y acaba con el demonio que vuelve! San Pedro lo decía: ‘Es como un león feroz, que da vueltas alrededor de nosotros’. Es así”.

 “’¡Pero, Padre, usted es un poco anticuado! Nos espanta con estas cosas’ – añadió Bergoglio, refiriéndose a las posibles objeciones –  ¡No, yo no! ¡Es el Evangelio! Estas no son mentiras: ¡es la Palabra del Señor!

“Pidamos al Señor la gracia para tomar en serio estas cosas. Él vino para luchar por nuestra salvación. ¡Él derrotó al demonio! Por favor, no hagamos negocios con el demonio. Él trata de volver a casa, de poseernos… No hay que relativizar, hay que vigilar. Y siempre con Jesús”.

Fuentes: Agencias, Signos de estos Tiempos

 

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La Virgen de Fátima llega al Vaticano, la recibe Francisco, misa, homilía, Rosario

Detalles, homilía completa y vigilia en los 10 santuarios marianos.

 

La imagen original de la Virgen de Fátima, que ha salido del santuario portugués de Cova de Iria en contadas ocasiones, llegó al Vaticano en helicóptero y fue trasladada  en procesión primero al monasterio Mater Dei, donde se aloja el papa emérito Benedicto XVI, después a la residencia de Santa Marta, donde vive el Francisco, ambas en el interior del Vaticano. Y posteriormente a una plaza de San Pedro repleta, de fieles que agitaban sus pañuelos blancos.

 

imagen de virgen de fátima en el vaticano

 

La imagen entró cargada por cuatro Heraldos del Evangelio y escoltada por la Guardia Suiza hasta el obelisco central de la plaza. Allí los sediarios pontificios pasaron a llevar la imagen de María, que la representa cuando se apareció en 1917 a los tres pastorcitos en Fátima.

Mientas el coro de la pontificia Capilla Sixtina cantaba “el 13 de mayo” la imagen fue desde el obelisco, cargada por los ‘sediarios’ y acompañada por dos guardias suizos y dos gendarmes vaticanos hacia la basílica, en cuya explanada le esperaba el papa Francisco.

Allí el santo padre se acercó y la beso. A continuación se rezó la Vía Matris, oración mariana de siete estaciones, intercalándola con música, también de instrumentos como el arpa.

Después de la homilía en la que el santo padre invita a tener confianza en María, pues ella nos puede ayudar a resolver los nudos de conciencia más difíciles, y de agradecerle por su fe, impartió la bendición y se cantó la Salve Regina.

Desde la plaza de San Pedro la imagen fue al helipuerto del Vaticano, desde donde partió hacia el santuario del Divino Amor, a 15 kilómetros de allí, para la vigilia internacional con nueve santuarios del mundo.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO A LOS PÍES DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DEL SANTUARIO DE FÁTIMA, EN LA JORNADA MARIANA

Queridos hermanos y hermanas?:

Estamos aquí, en este encuentro del Año de la fe dedicado a María, Madre de Cristo y de la Iglesia, Madre nuestra. Su imagen, traída desde Fátima, nos ayuda a sentir su presencia entre nosotros. María siempre nos lleva a Jesús. Es una mujer de fe, una verdadera creyente. ¿Cómo es la fe de María?

El primer elemento de su fe es éste: La fe de María desata el nudo del pecado (cf. lg, 56). ¿Qué significa esto? Los Padres conciliares han tomado una expresión de san Ireneo que dice así: «El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe».

El «nudo» de la desobediencia, el «nudo» de la incredulidad. Cuando un niño desobedece a su mamá o a su papá, podríamos decir que se forma un pequeño «nudo». Esto sucede si el niño actúa dándose cuenta de lo que hace, especialmente si hay de por medio una mentira; en ese momento no se fía de la mamá o del papá.

Ustedes lo saben. ¡Cuántas veces pasa esto! Entonces, la relación con los padres necesita ser limpiada de esta falta y, de hecho, se pide perdón para que haya de nuevo armonía y confianza.

Algo parecido ocurre en nuestras relaciones con Dios. Cuando nosotros no lo escuchamos, no seguimos su voluntad, cometemos actos concretos en los que mostramos falta de confianza en él – y esto es pecado –, se forma como un nudo en nuestra interioridad. Estos nudos nos quitan la paz y la serenidad. Son peligrosos, porque varios nudos pueden convertirse en una madeja, que siempre es más doloroso y más difícil de deshacer.?Pero para la misericordia de Dios nada es imposible. Hasta los nudos más enredados se deshacen con su gracia. Y María, que con su «sí» ha abierto la puerta a Dios para deshacer el nudo de la antigua desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de Padre.

Cada uno de nosotros tiene algunos y podemos pedirnos dentro de nuestros corazones cuáles son los en mi vida. ¡Eh padre! Los míos no se pueden desatar. Es una equivocación. Todos los nudos de la conciencia pueden desatarse. Pido a María que me ayude a tener confianza en la misericordia de Dios, para desatarlos, para cambiar. Ella, mujer de fe, seguro que nos dirá: ve adelante, ve a lo del Señor y ella nos lleva como madre al abrazo del Padre de la misericordia. ¿Le pido a María que me ayude a tener confianza en la misericordia de Dios para cambiar?

Segundo elemento: la de fe de María da carne humana a Jesús. Dice el Concilio: «Por su fe y obediencia engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre, ciertamente sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo» (lg, 63). Este es un punto sobre el que los Padres de la Iglesia han insistido mucho: María ha concebido a Jesús en la fe, y después en la carne, cuando ha dicho «sí» al anuncio que Dios le ha dirigido mediante el ángel.

¿Qué quiere decir esto? Que Dios no ha querido hacerse hombre ignorando nuestra libertad, ha querido pasar a través del libre consentimiento de María, de su «sí».?Y Dios le ha pedido: ¿Estás dispuesta a esto? Y ella dijo sí.

Pero lo que ha ocurrido en la Virgen Madre de manera única, también nos sucede a nosotros a nivel espiritual cuando acogemos la Palabra de Dios con corazón bueno y sincero y la ponemos en práctica. Es como si Dios adquiriera carne en nosotros. Él viene a habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le aman y cumplen su Palabra.?No es fácil entender esto pero sí sentirlo en el corazón.

Pensamos que la encarnación de Jesús es sólo algo del pasado, que no nos concierne personalmente? Creer en Jesús significa ofrecerle nuestra carne, con la humildad y el valor de María, para que él pueda seguir habitando en medio de los hombres; significa ofrecerle nuestras manos para acariciar a los pequeños y a los pobres; nuestros pies para salir al encuentro de los hermanos; nuestros brazos para sostener a quien es débil y para trabajar en la viña del Señor; nuestra mente para pensar y hacer proyectos a la luz del Evangelio; y, sobre todo,ofrecerlenuestro corazón para amar y tomar decisiones según la voluntad de Dios. Todo esto acontece gracias a la acción del Espíritu Santo.Y así somos instrumentos de Dios para que Jesús actúe en el mundo a través de nosotros.

El último elemento es la fe de María como camino: El Concilio afirma que María «avanzó en la peregrinación de la fe» (lg, 58). Por eso ella nos precede en esta peregrinación, nos acompaña y nos sostiene.?¿En qué sentido la fe de María ha sido un camino? En el sentido de que toda su vida fue un seguir a su Hijo: él es la vía, él es el camino. Progresar en la fe, avanzar en esta peregrinación espiritual que es la fe, no es sino seguir a Jesús; escucharlo y dejarse guiar por sus palabras; ver cómo se comporta él y poner nuestros pies en sus huellas, tener sus mismos sentimientos y actitudes:

¿Y cuáles son las actitudes e Jesús? Humildad, misericordia, cercanía, pero también un firme rechazo de la hipocresía, de la doblez, de la idolatría. La vía de Jesús es la del amor fiel hasta el final, hasta el sacrificio de la vida; es la vía de la cruz.

Por eso, el camino de la fe pasa a través de la cruz, y María lo entendió desde el principio, cuando Herodes quiso matar a Jesús recién nacido. Pero después, esta cruz se hizo más pesada, cuando Jesús fue rechazado. María estaba siempre con Jesús, lo seguía a Jesús en medio al pueblo y escuchaba sus chismeríos, las odiosidades, de quienes no lo querían. Y esta cruz ella la llevó.

La fe de María afrontó entonces la incomprensión y el desprecio; y cuando llegó la «hora» de Jesús, la hora de la pasión: la fe de María fue entonces la lamparilla encendida en la noche.Esa lamparilla en plena noche.María veló durante la noche del sábado santo. Su llama, pequeña pero clara, estuvo encendida hasta el alba de la Resurrección; y cuando le llegó la noticia de que el sepulcro estaba vacío, su corazón quedó henchido de la alegría de la fe, la fe cristiana en la muerte y resurrección de Jesucristo.

Porque siempre la fe nos lleva a la alegría y ella es la madre de la alegría que nos enseña a vivir y caminar por este camino de alegría y a vivir esta alegría.Este es el punto culminante,esta alegría del encuentro de Jesús y María. Este es el punto culminantedel camino de la fe de María y de toda la Iglesia. ¿Cómo es nuestra fe? ¿La tenemos encendida como María también en los momentos difíciles, en esos momentos de oscuridad? ¿Tengo la alegría de la fe?

Esta tarde, María, te damos gracias por tu fe mujer fuerte y humilde y renovamos nuestra entrega a ti, Madre de nuestra fe. ?Amen

Homilía de Francisco al recibir a la Virgen de Fátima en el Vaticano el 12 de octubre de 2013

Vigilia mariana con los 10 santuarios desde el santuario del Divino Amor, con Santo Rosario, el 12-13 de octubre 2013

Fuentes: Vaticano, Populat TV Murcia, Signos de estos Tiempos

 

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El Rosario del Papa Francisco y el diablo [13-05-05]

Con la creatividad y agudeza de siempre.
En la mañana el papa Francisco en Santa Marta habló de que con el diablo no se puede dialogar, porque nos odia y quiere caigamos en su trampa. Y por la tarde dirigió un Rosario en Santa María la Mayor, refiriéndose a María en su mes.

 

papa francisco saluda

 

No publicamos todas las homilías del Papa, pero estas parecieron importantes.

EL ROSARIO POR LA TARDE

En la tarde del 4 de mayo de Francis Papa se trasladó a Santa María la Mayor, donde quería presidir la recitación pública del Rosario. Ya en la audiencia general del primero de mayo, el Papa había hablado de «la importancia y la belleza de la oración del Santo Rosario», recomendando en este mes de mayo, mes de María, recitar «junto con la familia, los amigos, en Parroquia, también para hacer  la vida familiar más sólida».

El Rosario tiene un papel muy importante en la vida espiritual del Papa Bergoglio.  Poco después de ls Muetre se Juan pablo II, en 2005, el entonces cardenal Bergoglio dijo que fue el ejemplo del Papa Juan Pablo II, veinte años antes, determinante en el compromiso, que siempre mantuvo, de recitar todos los días lo que eran entonces los quince misterios del Rosario (veinte se convertirían con la introducción de los misterios de la luz en el año 2002).

El Beato Juan Pablo II – dijo en 2005 Bergoglio a la revista «Treinta Días» –

«estaba delante de todo el mundo de rodillas. El grupo era grande, vi al Santo Padre por la espalda y, poco a poco, me sumergí en la oración. No estaba solo: oré entre el pueblo de Dios al que yo pertenecía, y todos los que estaban allí, dirigidos por nuestro Pastor. En el medio de la oración, me distraje, mirando a la figura del Papa: su piedad, su devoción era un testigo».

«Y el tiempo se desvaneció, y empecé a imaginar al joven sacerdote, seminarista, al poeta, al trabajador, al hijo de Wadowice… en la misma posición en que estaba en ese momento, después de la oración del Ave María. Su testimonio me llamó la atención. He oído que el hombre elegido para dirigir la Iglesia, desanduvo el camino hasta su Madre del Cielo, un proceso que se inició desde su infancia. Y me di cuenta que tenía la densidad de las palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego, [1474-1548]: ‘No temas, ¿no soy tu madre?’. La presencia de María en la vida de testimonio del Papa no se perdió en un instante. Desde entonces recito todos los días los quince misterios del Rosario».

En Santa María la Mayor, el Papa meditó sobre el título con el que María es invocada por siglos en Roma: «Salus Populi Romani»«Salus» se refiere tanto a la salud y la salvación, y el título indica que «María nos da salud» e incluso «es nuestra salud.» Pero, ¿qué es lo que realmente quiere decir que «Nuestra Señora mantiene nuestra salud»? El Papa Francisco evocó «tres aspectos: nos ayudan a crecer, a enfrentarnos a la vida, a ser libres».

Por encima de todo,

«una madre ayuda a los hijos a crecer y quiere que crezcan bien, por lo que los capacita para que no cedan a la pereza a no recostarse en una vida cómoda que se contenta con tener sólo cosas». 

Crecer significa ser «fuerte y capaz de asumir la responsabilidad, de participar en la vida, tendiendo a altos ideales».

Y la Virgen María «hace precisamente eso con nosotros, nos ayuda a crecer humanamente y en la fe, a ser fuertes y no ceder a la tentación de ser humanos y cristianos no de una manera superficial, sino a vivir con responsabilidad, a esforzarnos más y más».

En segundo lugar, la Virgen nos enseña a:

«hacer frente a los desafíos de la vida. No se educa, no se cura la salud evitando los problemas, como si la vida fuera una autopista sin obstáculos. La madre ayuda a los hijos a ser realistas en cuanto a los problemas de la vida y a no perderse en ellos, sino a enfrentarlos con coraje, a no ser débiles, y saber cómo superarlos, en un sano equilibrio que una madre  siente entre las áreas de seguridad y las zonas de riesgo. Estas palabras están fuera de moda, pero siempre hay que recordar que una vida sin retos no existe y un niño o una niña que no pueden hacer frente a correr riesgos, es cobarde»

Pero no estamos solos.

María «está cerca de nosotros, para que nunca perdamos el valor frente a la adversidad en la vida, frente a nuestra debilidad, frente a nuestros pecados, nos da fuerza, nos muestra el camino de su Hijo».

Cuando en la cruz la confía a San Juan, en el que «todos estamos representados».

«El Señor nos ha confiado a las manos de María llenas de amor y ternura de madre, porque sentimos su apoyo para enfrentar y superar las dificultades de nuestro camino humano y cristiano».

Tercer punto:

«una buena madre no sólo acompaña a los hijos en su crecimiento, no evitando los problemas en los desafíos de la vida; una buena madre también ayuda a tomar las decisiones finales con la libertad».

Hoy, sin embargo, no está claro «lo que significa la libertad».

«No se trata – dijo el Papa – de hacer todo lo que se desea dominado por las pasiones, pasar de una experiencia a otra sin discernimiento, seguir las modas de la época; libertad no significa, por así decirlo, tirar todo no me gusta por la ventana. La libertad se nos da porque hacemos buenas decisiones en la vida».

María nos enseña no sólo a tomar buenas decisiones, sino «decisiones definitivas», precisamente las opciones de las que nosotros hoy tenemos miedo.

«¡Qué difícil es en nuestro tiempo – dijo el Papa – tomar la decisión final! Hay tanto que seduce. Somos víctimas de una tendencia que nos empuja a lo temporal… como si queríamos permanecer jóvenes para toda la vida».

En cambio, no hay que tener miedo de «los compromisos definitivos, los compromisos que involucran y afectan a toda la vida».

«Toda la existencia de María es un canto a la vida, un canto de amor a la vida, a la vida física y espiritual». En estas palabras hay un eco del «Rosario por la Vida» que el cardenal Bergoglio promociona en Buenos Aires como una oración pública en contra del aborto.

La negación de la libertad y de la vida no proviene solamente de la cultura dominante. Se trata de «tentaciones» que en última instancia vienen del diablo.

LA HOMILÍA DE LA MAÑANA EN SANTA MARTA

En su homilía en la Misa celebrada en la mañana en la capilla de la Domus Santa Marta, el Papa Francisco aseguró que no se puede dialogar con el diablo, “el príncipe de este mundo”.

“No puede haber diálogo con el príncipe de este mundo, ¡que esté claro!” remarcó, y señaló que “el diálogo proviene de la caridad, del amor. Pero con ese príncipe es imposible dialogar: uno solo puede responder con la Palabra de Dios, que nos defiende”.

“Así como (el diablo) hizo con Jesús, así hará con nosotros”, indicó el Papa. “’Solo mira’, dirá, ‘solo haz este pequeño fraude… es un asunto pequeño, realmente nada’, y así él comienza a llevarnos por un camino que es ligeramente desviado”, advirtió.

El papa Francisco señaló que la del demonio es una “mentira piadosa: ‘hazlo, hazlo, hazlo, no hay problema’ y comienza poco a poco, ¿siempre, no?”.

“Ustedes pueden preguntar ‘¿Padre, cuál es el arma para defendernos contra estas seducciones, de estas zalamerías, de estas tentaciones que el príncipe de este mundo ofrece?’. El arma es la misma arma de Jesús, la Palabra de Dios, no el diálogo, sino siempre la Palabra de Dios, y luego la humildad y la mansedumbre”.

El Santo Padre dijo que pensemos en Jesús, cuando le dan esa bofetada: ¡qué humildad! ¡qué mansedumbre! Él pudo haberlos insultado, ¿no?

 “Pensemos en Jesús en Su Pasión. Su Profeta dice: ‘como un cordero llevado al matadero’. Él no llora, en lo absoluto: humildad y mansedumbre. Estas son las armas que el príncipe y el espíritu de este mundo no toleran, porque sus propuestas son propuestas de poder mundano, propuestas de vanidad, propuestas de riquezas mal habidas”.

El Papa subrayó que:

“hoy Jesús nos recuerda de este odio que el mundo tiene contra nosotros, contra los seguidores de Jesús”, porque “Él nos ha salvado, nos ha redimido”.

El Santo Padre señaló que debemos permanecer como ovejas, “porque las ovejas son mansas y humildes”.

Al terminar su homilía, el Papa pidió a la Virgen María que “nos ayude a volvernos mansos y humildes, a la manera de Jesús”.

Fuentes: La Nuova Bussola Quotidiana, InfoCatólica, Signos de estos Tiempos

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Beatificación Canonización Catolicismo NOTICIAS Noticias 2011

Juan Pablo II decía de sí mismo «Soy un biedaczek, un pobre tipo» y fue beatificado [2011-05-01]

En los últimos años, decía de sí mismo en lengua polaca: «Soy un biedaczek, un pobre tipo». Un pobre viejo enfermo y extenuado. Él, que era tan atlético, se había convertido en el hombre de los dolores. Sin embargo, precisamente en ese momento su santidad comenzó a brillar, dentro y fuera de la Iglesia.

Antes no, Karol Wojtyla fue admirado más como héroe que como santo. Su santidad comenzó a conquistar las mentes y los corazones de tantos hombres y mujeres de todo el mundo, cuando él entendió lo que Jesús había profetizado para la vejez del apóstol Pedro: «En verdad te digo: cuando eras joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo extenderás tus manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras».

Al ser ahora proclamado beato, Juan Pablo II revela al mundo la verdad de la frase de Jesús: «Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos».

Él no irradió santidad a la hora de sus triunfos. Los numerosos aplausos que recogió cuando recorría el mundo a ritmos impresionantes eran demasiado interesados y seleccionados para ser sinceros. El Papa que hizo que se derrumbara la cortina de hierro fue una bendición a los ojos de Occidente. Pero cuando se batió en defensa de la vida de cada hombre que nace en esta Tierra, en defensa de la vida más frágil, más pequeña, la vida del recién concebido pero cuyo nombre ya está escrito en el cielo, entonces pocos lo escucharon y muchos sacudieron la cabeza.

La historia de su pontificado ha sido generalmente de luces y sombras, con fuertes contrastes. Pero su perfil dominante, durante muchos años, no ha sido el del santo, sino el del combatiente. Cuando en el año 1981 estuvo al borde la muerte, atacado no se sabe bien todavía por qué, el mundo se inclinó reverente. Observó el minuto de silencio, para retomar inmediatamente después la vieja música, poco amiga.

Muchos desconfiaban de él también dentro de la Iglesia. Para muchos era «el Papa polaco», representante de un cristianismo anticuado, antimoderno, de pueblo. De él no vislumbraban la santidad sino la devoción, que no congeniaba con quien soñaba un catolicismo interior y «adulto», tan amigablemente inmerso en el mundo hasta tornarse invisible y silencioso.

Sin embargo, poco a poco, de la corteza del Papa atleta, héroe, combatiente y devoto comenzó a revelarse también la santidad.

Fue el Jubileo, el Año Santo del 2000, el momento del viraje decisivo. El Papa Wojtyla quiso que fuese un año de arrepentimiento y de perdón. El primer domingo de Cuaresma de ese año, el 12 de marzo, ofició ante los ojos del mundo una liturgia penitencial sin precedentes. Por siete veces, simbolizando los siete vicios capitales, confesó las culpas cometidas por cristianos durante siglos, y por todas ellas pidió perdón a Dios. Exterminio de los herejes, persecuciones contra los judíos, guerras de religión, humillación de las mujeres… El rostro doliente del Papa, ya signado por la enfermedad, era el ícono de ese arrepentimiento. El mundo lo observó con respeto, pero también con desdén. Juan Pablo II se expuso, inerme, a bofetones y a gestos de burla. Se dejó flagelar. Hubo quienes pretendieron que él formulara siempre otros arrepentimientos, también por culpas ajenas. Ante todas estas cosas él se golpeaba el pecho.

Pero es cierto que jamás pidió públicamente perdón por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes sobre niños pequeños. Pero ni siquiera se recuerda que alguien haya saltado alguna vez sobre él en el año 2000 para reprocharle esta omisión. El escándalo no era tal todavía, para los distraídos maestros de opinión de entonces. Hoy sí, los mismos que en ese entonces callaron lo acusan por ese silencio, lo acusan de haberse dejado enredar por ese sacerdote indigno que fue Marcial Maciel. Pero son acusaciones póstumas que destilan hipocresía.

Para comprender qué es lo que había de verdadero en la santidad de ese Papa hubo millones y millones de hombres y mujeres que en la hora de su muerte le han tributado el más grandioso «gracias» colectivo jamás dado a un hombre en el último siglo. Los jefes de Estado y de gobierno de casi doscientos países que llegaron a Roma para sus exequias lo hicieron también porque no pudieron sustraerse a esa oleada de afecto que invadió el mundo.

Pero ese Jubileo suyo del año 2000 Juan Pablo II quiso que fuese también el año de los mártires. Los innumerables mártires, muchos sin nombre, asesinados por odio a la fe en ese «Dominus Iesus» que el Papa quiso reafirmar como único salvador de todos, para los muchísimos que estaban olvidados.

Y el mundo intuyó esto: que en la figura doliente del Papa estaba la bienaventuranza prometida por Dios a los pobres, a los afligidos, a los hambrientos de justicia, a los que obran la paz, a los misericordiosos. El Papa burlado, hostigado, sufriente, el Papa que de a poco perdía el uso de la palabra compartía el destino que Jesús había anunciado a sus discípulos: «Bienaventurados sean cuando los insulten, los persigan y, mintiendo, digan toda clase de maldades contra ustedes por mi causa».

Las bienaventuranzas son la biografía de Jesús y, en consecuencia, de quienes lo siguen con un corazón puro. Son la imagen del mundo nuevo y del hombre nuevo que Jesús ha inaugurado, el desplome de los criterios mundanos.

«Contemplarán al que traspasaron». Al igual que en la cruz, muchos ven hoy en Karol Wojtyla beato un anticipo del paraíso.

[Este comentario ha sido redactado por Sandro Magister para «La Tercera«, el más importante diario de Chile, y fue publicado en el día de la beatificación de Juan Pablo II, el 1 de mayo de 2011].

DE LA HOMILÍA DE LA MISA DE BEATIFICACIÓN DE JUAN PABLO II

por Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas. […] éste es el segundo domingo de Pascua, que el beato Juan Pablo II dedicó a la Divina  Misericordia. Por eso se eligió este día para la celebración de hoy, porque mi Predecesor, gracias a un designio providencial, entregó el espíritu a Dios precisamente en la tarde de la vigilia de esta fiesta. […]

«Dichosos los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29). En el evangelio de hoy, Jesús pronuncia esta bienaventuranza: la bienaventuranza de la fe. Nos concierne de un modo particular, porque estamos reunidos precisamente para celebrar una beatificación, y más aún porque hoy un Papa ha sido proclamado Beato, un Sucesor de Pedro, llamado a confirmar en la fe a los hermanos. Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica. E inmediatamente recordamos otra bienaventuranza: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo» (Mt 16, 17). ¿Qué es lo que el Padre celestial reveló a Simón? Que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Por esta fe Simón se convierte en «Pedro», la roca sobre la que Jesús edifica su Iglesia.

La bienaventuranza eterna de Juan Pablo II, que la Iglesia tiene el gozo de proclamar hoy, está incluida en estas palabras de Cristo: «Dichoso, tú, Simón» y «Dichosos los que crean sin haber visto». Ésta es la bienaventuranza de la fe, que también Juan Pablo II recibió de Dios Padre, como un don para la edificación de la Iglesia de Cristo.

Pero nuestro pensamiento se dirige a otra bienaventuranza, que en el evangelio precede a todas las demás. Es la de la Virgen María, la Madre del Redentor. A ella, que acababa de concebir a Jesús en su seno, santa Isabel le dice: «Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 45). La bienaventuranza de la fe tiene su modelo en María, y todos nos alegramos de que la beatificación de Juan Pablo II tenga lugar en el primer día del mes mariano, bajo la mirada maternal de Aquella que, con su fe, sostuvo la fe de los Apóstoles, y sostiene continuamente la fe de sus sucesores, especialmente de los que han sido llamados a ocupar la cátedra de Pedro.

María no aparece en las narraciones de la resurrección de Cristo, pero su presencia está como oculta en todas partes: ella es la Madre a la que Jesús confió cada uno de los discípulos y toda la comunidad. De modo particular, notamos que la presencia efectiva y materna de María ha sido registrada por san Juan y san Lucas en los contextos que preceden a los del evangelio de hoy y de la primera lectura: en la narración de la muerte de Jesús, donde María aparece al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25); y al comienzo de los Hechos de los Apóstoles, que la presentan en medio de los discípulos reunidos en oración en el cenáculo (cf. Hch. 1, 14). […]

Queridos hermanos y hermanas, […] el nuevo Beato escribió en su testamento: «Cuando, en el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszynski, me dijo: “La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio”». Y añadía: «Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado».

¿Y cuál es esta «causa»? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: «¡No temáis! !Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!». Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible.

Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es «Redemptor hominis», Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás.

Karol Wojtyla subió al Solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su «timonel», el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar «umbral de la esperanza».

Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al Cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el Cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de «adviento», con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz. […]

¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. Amén.

El texto íntegro de la homilía:

«Queridos hermanos y hermanas…»

Fuente: Sandro Magister para chiessa online



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