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Las 4 Devociones que Practicaba el Padre Pío

El Padre Pío no se cansaba de venerar a la Santísima Virgen, a San José, al Arcángel Miguel y a San Francisco de Asís.

Y no repetía constantemente a sus hijos espirituales que ellos lo hicieran también.

San Pio de Pietrelcina

La devoción a la Virgen María era especialmente a la Virgen de Fátima y a través del rezo del santo Rosario.

Admiraba la altura espiritual de san José, imitó sus virtudes y recurrió a él en los momentos más difíciles de su vida.

Tuvo una devoción especialísima a san Francisco de Asís, cuyo nombre llevó desde el nacimiento, y a partir del cual entró en los capuchinos.

Y San Miguel Arcángel fue su guía en la batalla espiritual y su defensor contra el maligno.

Estas veneraciones siempre estuvieron teñidas de un carácter místico, que le dio el sentido de su vida devota.

  

DEVOCIÓN MARIANA DESDE SU INFANCIA

Cuando niño, Francisco entraba en la iglesia de Pietrelcina a saludar a la Virgen de la “Libera”.

En 1901, cuando tenía 14 años, fue a visitar el santuario de nuestra Señora del Rosario de Pompeya, con otros 7 compañeros de escuela y acompañados por el maestro Don Ángel.

El 6 de mayo de 1913 escribe al P. Agustín, su director espiritual:

“Esta Madre tan tierna, en su gran misericordia, sabiduría y bondad ha querido verter en mi corazón tantas y tales gracias.

Que, cuando me hallo en su presencia y en la de Jesús, me siento estrechamente unido y ligado al Hijo por medio de esta Madre!”.

fiesta padre pio san giovanni rotondo fondo

El Padre Pío llamaba el mes de mayo: “el mes de la hermosa mamita”.

El 1 de mayo de 1912, él escribía a su padre espiritual:

“¡Oh el hermoso mes de mayo! El más bonito del año.

Si, padre mío ¡este mes nos recuerda muy bien las dulzuras y la belleza de María!

Pensando en los muchos beneficios que me ha hecho esta querida Mamita, tengo vergüenza de mí mismo por no haberla amado y servido lo bastante: en cambio, a sus cuidados afectuosos he respuesto con ingratitudes”

“El mes de mayo para mí es el mes de las gracias y este año espero recibir dos: que me recoja consigo para no seguir viendo esas caras feas (demonios).

La otra, usted la conoce.

Quisiera tener una voz poderosa para invitar a todos los pecadores del mundo a amar a la Virgen”

Para mostrar su devoción a la Virgen y obtener más fácilmente sus gracias, él le ofrece sus sacrificios.

El 21 de julio de 1913, escribe al padre espiritual: “Le pido el permiso de abstenerme de la fruta el miércoles en honor de la Virgen” .

Un día Cleonice Morcaldi, su hija espiritual, le preguntó a Padre Pío:
– Padre, ¿la Virgen viene uno que otro día a su celda?
Mejor dime -contestó Padre Pío- si algún día no viene…

Su amor a la Virgen se expresaba en particular por el rezo del Santo rosario que llevaba siempre enrollado en la mano o en el brazo, como si fuera un arma siempre empuñada.

Sus cohermanos llamaban a Padre Pío “El rosario viviente”.

Una vez lo oyeron decir: “quisiera que los días tuvieran 48 horas para poder redoblar los Rosarios”.
.
Todos los dones y prodigios para las almas los obtenía a través del Santo Rosario.

Un día le pidieron sus hijos espirituales les dejara su herencia espiritual. Padre Pío respondió inmediatamente sin pensar siquiera: “El Rosario”.

Y poco antes de la muerte a su amigo y hermano Fray Modestino le dijo: “¡Amen a la Virgen y háganla amar. Reciten siempre el Rosario!”.

Virgen Maria y el rosario

Una joven enfermera de Bolonia fue hospitalizada en octubre de 1952 por una forma nefrítica muy grave, necesitando la operación.

Una noche le apareció en sueño Padre Pío diciéndole.

”En nombre de la Virgen María tus riñones desde este momento, no sangrarán más” y la avisó que volvería.

La mañana siguiente los médicos la encontraron clínicamente curada y la dieron de alta.

Sin embargo ella dijo que los médicos la habían curado.

Se le apreció nuevamente Padre Pío, muy serio, reprochándole su mentira.

“Ha sido la Virgen quien vino a curarte, recuérdate y repíteselo a todo el mundo, porque hay muchas jóvenes de tu edad que se están perdiendo, pero cuando sepan lo que te ocurrió, podrán rehabilitarse”.

fatima de pie mas alargada

  

NO SE PUEDE IMAGINAR AL PADRE PÍO SIN LA MADRE DE DIOS Y LA VIRGEN DE FÁTIMA

El Padre Pío siempre ha siguió con atención la Historia de las Apariciones de Fátima.

Un hilo invisible unió Fátima con S.Giovanni Rotondo.

La misma Armada Azul, movimiento internacional de ruego provocado por los mensajes Mariano de Fátima, se volverá, junto a su fundador, parte de la familia espiritual de Padre Pío.

En el 1959 llega a Italia, por un Peregrinatio Mariae organizado por el Comité Nacional Mariano, de que hacen parte entre los otros el cardenal Lercaro y don Gabriele Amorth, el famoso exorcista, ambos hijos espirituales de Padre Pío.

La estatua de la Virgen de Fátima llega directamente desde Cova de Iria y en Italia es llevada a visitar todas las capitales de provincia.

S.Giovanni Rotondo parece por lo tanto predestinada a ser excluida por esta visita privilegiada.

Pero justo la ciudad de Benevento renuncia a un día para permitirle a Padre Pio de saludar la imagen de la Virgen de Fátima.

Misteriosamente, como por un dibujo divino, cuando la Bianca Señora de Fátima está sobre el suelo italiano, el Padre Pío cae enfermo, golpeado por una grave pleuresía que le prohíbe de celebrar la Santa Misa.

La tarde del 27 de julio, él anuncia el principio de la novena «por la visita de la Mamá Celeste», y exhorta todos los fieles a prepararse a esta visita con cristiana renovación.

La tarde del 4 de agosto, Padre Pio anuncia que faltan pocas horas a la visita de la Madre de Dios.

Por fin, el día mismo de la llegada, expresa así su alegría incontenible:

«Dentro de pocos minutos la Madre de Dios estará en nuestra casa… Ampliemos nuestros corazones.»

El 5 agosto del 1959 llega, a S.Giovanni Rotondo, la estatua de la Virgen de Fátima que es llevada en helicóptero en todas las capitales de provincia.

Durante la mañana del 6 de agosto el Padre puede bajar a iglesia, deteniéndose a veces, se sienta delante de la imagen de la Virgen de Fátima.

La estatua de la Virgen es bajada hasta la cara del Padre que puede besarla por fin tiernamente.

Cerca de las 3 de la tarde, el helicóptero con la estatua de la Virgen de Fátima levanta en vuelo de la terraza de la Casa Alivio del Sufrimiento.

compuesto de virgen de fatima y pastorcitos fondo

El Padre Pío que se encuentra asomado a la ventana del coro de la Iglesia, el helicóptero cumple tres vueltas alrededor de la plaza repleta de fieles.

Luego se aleja en dirección de Sicilia.

A este punto, con los ojos humedecidos por la conmoción, el Padre Pío le dirige a María un breve quejido empapado de abandono filial:

«Virgen, Madre mía, llegaste a Italia y  yo me enfermé; ahora vas y todavía me dejas enfermo».

En este mismo instante el Padre Pío advierte un escalofrío correr por toda la persona y se cura milagrosamente del mal que los médicos le diagnosticaron: un tumor a la pleura.

Es el mismo Padre Agostino, amigo y director espiritual de Padre Pío desde los años de seminario, cuando confirma la curación inmediata del fraile estigmatizado dijo:

«En un momento el Padre sintió como una fuerza misteriosa en su cuerpo y les dijo a los cofrades: ¡Estoy curado! «.

      

LA VENERACIÓN DEL PADRE PÍO A SAN JOSÉ

Él, como san José, aún sin serlo en el orden natural, se sentía padre y era consciente de los derechos y deberes de su paternidad espiritual.

Por este motivo, se dirigía con confianza a este santo, para suplicarle por sus hijos e hijas espirituales.

san jose de conti

Ruego a san José que, con aquel amor y con la generosidad con que cuidó de Jesús, custodie tu alma, y, como lo defendió de Herodes, así proteja tu alma de un Herodes más feroz: ¡el demonio!”.

El patriarca san José cuide de ti con el mismo cuidado que tuvo de Jesús: te asista siempre con su benévolo patrocinio y te libre de la persecución del impío y soberbio Herodes, y no permita jamás que Jesús se aleje de tu corazón”.

Y San José correspondió al Padre Pío con una asistencia singular y con visiones extraordinarias.

En efecto, el Siervo de Dios, en enero de 1912, confió al padre Agustín de San Marco in Lamis:

“Barbazul no se quiere dar por vencido. Se ha disfrazado de casi todas las formas.
.
Hace ya días que viene a visitarme con otros de sus satélites, armados con bastones e instrumentos de hierro, y lo que es peor bajo su propia forma.
.
¡Quién sabe cuántas veces me ha tirado de la cama arrastrándome por la habitación! Pero, ¡paciencia!
.
Casi siempre están conmigo Jesús, la Mamita, el Angelito, San José y el padre San Francisco”
(Ep I,252).

Al mismo padre Agustín escribe el Padre Pío, el 20 de marzo de 1921:

“Ayer, festividad de san José, sólo Dios sabe las dulzuras que experimenté, sobre todo después de la misa, tan intensas que las siento todavía en mí.

La cabeza y el corazón me ardían, pero era un fuego que me hacía bien (Ep I,265).

El padre Honorato Marcucci, uno de los asistentes del Padre Pío en los últimos años de su existencia terrena, contaba este episodio.

Una tarde del mes anterior al de la muerte del venerado Padre, se encontraba con él en la terraza contigua a la celda n. 1, esperando para acompañarle a la sacristía para la función vespertina.

Era un miércoles, día consagrado a san José, y el Padre Pío no se decidía a moverse.

De pie ante un cuadro del glorioso Patriarca, apoyado en la pared, el venerado Padre parecía en éxtasis. Pasado un poco de tiempo, el padre Honorato le dijo:

“Padre, ¿debo esperar todavía?; ¿nos hemos de ir?; vamos con retraso”.

Pero sus preguntas quedaron sin respuesta.

El Padre Pío seguía contemplando al glorioso Patriarca.

Al fin, después de que el padre Honorato le arrastrara del brazo y le repitiera por enésima vez la pregunta, el Padre Pío exclamó:

“Mira, mira, ¡qué bello es san José!”.

Se dirigieron a la sacristía.

En la sala «San Francisco» encontraron al padre sacristán, que les preguntó:

“¿Cómo con tanto retraso?”.

vitral de san jose y jesus

El padre Honorato respondió:

“Hoy el Padre Pío no quería separarse del cuadro de san José”.

El Padre Pío no dejaba pasar una sola oportunidad sin invitar a sus hijos espirituales a cultivar una sincera y profunda devoción a san José, fuente siempre rica de enseñanzas, de consuelo y de favores.

Parece escucharse todavía hoy su voz: “¡Ite ad Joseph!” (Gn 41,55).

Id a José con confianza absoluta, porque también yo, como Santa Teresa de Ávila,

“No recuerdo haber pedido cosa alguna a San José, sin haberla obtenido de inmediato”.

  

LA DEVOCIÓN DEL PADRE PÍO POR SAN MIGUEL ARCÁNGEL

Desde que era niño el padre Pío jugaba con imágenes del Niño Jesús, la Virgen María, San José y San Miguel Arcángel.

Él y su amigo Mercurio hacían una procesión con ellas que terminaba en una gruta.

El amor del Padre Pío por San Miguel Arcángel se debe a que él comprendió la ayuda de Miguel en los ataques del demonio.

Una de las cosas que incidió para que Pío decidiera dedicarse al sacerdocio fue escuchar una homilía sobre San Miguel Arcángel predicada por Don José Orlando en el día de la fiesta de la Arcángel.

Y poco antes de entrar al convento tuvo una visión de un hombre de belleza espectacular luchando contra hombres vestidos con ropas negras.

Y el hombre bello le dijo «tienes que entrar en combate con estos, te ayudaré y no dejaré que te venzan».

Miguel le advertía que debería luchar contra satanás en su vida sacerdotal y que él lo ayudaría.

Cuando era director espiritual del colegio para frailes fueron en peregrinación al Monte Sant’ Ángelo, el 1 de julio de 1917, el monte donde el arcángel se apareció 4 veces a través de la historia.

Allí el Padre Pío se recogió largo rato en oración en la puerta cómo lo había hecho anteriormente San Francisco de Asís.

Y entrando a la cueva tomó clara conciencia de su misión y de lo que el Señor le tenía reservado.

Un año después, en 1918, comenzaron sus pruebas con la transverberación la estigmatización y la transfixión

Además el Padre Pío hizo otras visitas solo y en bilocación a el Monte Sant’ Ángelo.

Al punto que le decía a sus hijos espirituales «yo voy siempre a la Santa Gruta del Monte Sant’Ángelo».

A imitación de San Francisco de Asís hacía las cuaresmas de San Miguel Arcángel correspondientes al 8 de mayo y al 29 de septiembre, con sus respectivas novenas.

Y en esos momentos le sangraban más los estigmas.

El padre Pío también le decía a sus hijos espirituales que San Miguel Arcángel «está siempre aquí», o sea con él.

Cuando se construyó la iglesia de Santa María de la Gracia en San Giovanni Rotondo, el padre Pío insistió que se utilizara un bloque de piedra de la sagrada Gruta del Monte Sant’ Ángelo.

Y también que se hiciera un altar en honor a San Miguel.

También pidió que apareciese una imagen de San Miguel hiriendo con su espada en la boca a lucifer.

Además quiso que se pusiera una imagen de San Miguel Arcángel en la torre de la Casa de Alivio del Sufrimiento, que él fundó.

Donde hoy aparece el Arcángel pisando a la serpiente y hay un título debajo que dice «San Miguel visita a los enfermos».

Cuando una vez un hijo espiritual le preguntó de dónde salían las fragancias que exudaba el Padre Pío, él le contestó que venían de San Miguel Arcángel.

A sus hijos espirituales los alentaba a que fueran a visitar la cueva del Monte Sant’ Ángelo e hicieran penitencia allí y que oraran por el propio Padre Pío.

Una vez le dijo a uno de ellos «a San Miguel hay que ir con los propios pies,  de lo contrario habrá que ir con el ataúd sobre las espaldas»

san francisco predica a los pajaros

  

LA DEVOCIÓN DEL PADRE PÍO A SAN FRANCISCO DE ASÍS 

El nombre de San Francisco aparecía casi siempre en las siglas con las que encabezaba sus cartas y, con frecuencia, en el cuerpo de las mismas.

Durante muchos años celebró en el altar de San Francisco, en la antigua iglesita del convento.

El padre Agustín de San Marco in Lamis, en su “Diario”, describió la participación del Padre Pío en las celebraciones de san Francisco, Patrono de Italia, que tuvieron lugar en San Giovanni Rotondo en 1939.

Emocionado, siguió la procesión de la imagen del Poverello desde la ventana del coro.

Desde el momento mismo en que abrazó la vida religiosa, intentó imitar al seráfico Padre.

A Nina Campanile le pidió que orase a Jesús por él y escribió:

Háblale de mí, que me conceda la gracia de ser un hijo menos indigno de San Francisco.
.
Que pueda servir de ejemplo a mis hermanos de religión, de modo que el fervor se mantenga en mí y crezca cada día hasta hacer de mí un perfecto capuchino”
(Ep IV, 1010).

El Padre Pío propagó con entusiasmo el franciscanismo y su espiritualidad, y suscitó numerosas vocaciones a la vida religiosa y a la Tercera Orden.

Se preocupaba muy mucho de que las filas de los “Hermanos y Hermanas de la Penitencia” fuesen cada día más numerosas.

A Elena Bandini escribió el 25 de enero de 1921:

“Trabaja con interés por la salvación de nuestros hermanos y da a conocer a todos el espíritu de san Francisco, que coincide plenamente con el espíritu de Jesucristo.

La sociedad necesita renovarse y yo no conozco medio más eficaz que el que todos sean terciarios de San Francisco y vivan su espíritu” (Ep III, 1050s).

san francisco de asis cara

Al conocer el resurgir religioso promovido a través de la Tercera Orden, se sintió contento y consolado.

n relación a esto, escribió a Violante Masone:

“He llorado de emoción, y en el silencio de la noche y el retiro de mi celdita he elevado mis manos al cielo bendiciéndoos a todas y presentándoos a Jesús y a nuestro común Padre San Francisco. […]

No desistas de propagar la Tercera Orden y de promover en todos, por este medio, la verdadera vida.

Da a conocer a San Francisco y su auténtico espíritu a todos.

Grande es la recompensa que se te reservará allá arriba” (Ep III, 1079s).

Como San Francisco, el Padre Pío tuvo el don de los sagrados estigmas, y permaneció durante cincuenta años clavado a la Cruz, con Cristo, sufriendo indecibles dolores en el cuerpo y en el espíritu.

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¿Cuál fue el Verdadero Aporte de san Francisco de Asís a la Iglesia?

Francisco de Asís fue un hombre que asombró e inspiró a la Iglesia.

Llevó a la acción todo lo que Jesús dijo e hizo.

Con una alegría y humildad sin límites.

san francisco de asis cara

Es quizás uno de los santos históricos más revolucionarios y más admirados.

Que se expresó básicamente con su vida y obras, y no con sus escritos, ya que hizo pocos.

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Estatua de san Francisco de Asís

 

SU VIDA ANTES DE LA CONVERSIÓN

En 1182, Pietro Bernardone regresó de un viaje a Francia para descubrir que su esposa había dado a luz a un hijo.

Lejos de estar excitado o pedir disculpas porque había estado fuera, Pietro estaba furioso porque ella lo había bautizado Giovanni como Juan el Bautista.

Lo último que quería Pietro era que su hijo fuera un hombre de Dios.

Quería un hombre de negocios, un comerciante de telas como él, y en particular quería un hijo que reflejara su enamoramiento con Francia.

Así que cambió el nombre de su hijo por Francesco.

Francisco disfrutó de una muy rica y fácil vida debido a la riqueza de su padre y su permisividad.

Desde el principio todo el mundo amaba a Francisco. Él estaba constantemente feliz, era encantador, y un líder nato.

Si era exigente, la gente lo excusaba. Si estaba enfermo, la gente se hacía cargo de él.

Si él era tan soñador que le iba mal en la escuela, a nadie le importaba. Nadie trató de controlarle o enseñarle.

san francisco predica a los pajaros

Cuando creció, Francisco se convirtió en el líder de un grupo de jóvenes que pasaban sus noches en fiestas salvajes.

Tomás de Celano, su biógrafo que lo conocía bien, dijo:

«Por lo demás, un joven exquisito, que atrajo a sí mismo todo un séquito de jóvenes adictos al mal y acostumbrados al vicio».

Francisco mismo dijo: «Yo vivía en el pecado» durante ese tiempo.

Francisco cumplió cada esperanza de Pietro – incluso enamorarse de Francia.

Amaba las canciones de Francia, el romance de Francia, y especialmente los trovadores aventureros de Francia que vagaban por Europa.

Y a pesar de su sueño, Francisco también era bueno en los negocios.
.
Pero Francisco quería más que la riqueza. Sino la gloria.

Francisco quiso ser un noble, un caballero. La batalla era el mejor lugar para ganar la gloria y el prestigio que anhelaba.

Él consiguió su primera oportunidad cuando Asís declaró la guerra a su enemigo de toda la vida, la cercana ciudad de Perugia.

La mayor parte de las tropas de Asís fueron masacradas en la lucha. Sólo aquellos lo suficientemente ricos como para esperar a ser rescatados fueron hechos prisioneros.

Fue encadenado en un duro, oscuro calabozo. Todas los cuentos dicen que nunca perdió su manera feliz en ese lugar horrible.

Finalmente, después de un año en la cárcel fue rescatado.

Extrañamente, la experiencia no le pareció cambiar. Se entregó a las fiestas con mucha alegría.

La experiencia no cambió lo que quería de la vida, o sea: Gloria.

Por último, un llamamiento a caballeros para la Cuarta Cruzada le dio la oportunidad de su sueño.

Pero antes de irse Francisco tenía que tener una armadura y un caballo – no había problema porque era el hijo de un padre rico.

Y no cualquier armadura quería sino una decorada con oro con una magnífica capa.

Pero Francisco no llegó más lejos que el viaje de un día de Asís.

Allí tuvo un sueño en el que Dios le dijo que hacía todo mal y le dijo que regresara a casa. Y lo hizo.

El chico que quería nada más que ser querido fue humillado, fue llamado cobarde por el pueblo y causó estragos a su padre por el dinero gastado en la armadura .

san francisco de sis y jesuscristo murillo

 

LA CONVERSIÓN DE FRANCISCO

La conversión Francisco no sucedió durante la noche.
.
Dios lo había esperado durante veinte y cinco años.
.
Francisco comenzó a pasar más tiempo en oración.
.
Se fue a una cueva y lloró por sus pecados.
.
A veces Dios lo abrumó con alegría.

Un día, mientras viajaba por el campo, Francisco, el hombre que amaba la belleza, que era tan exigente con la comida, que odiaba la deformidad, se encontró cara a cara con un leproso.

Repelido por la apariencia y el olor del leproso, Francisco, sin embargo, saltó de su caballo y besó la mano del leproso.

Con su beso le fue devuelta la paz y Francisco se llenó de alegría.

Cuando él se marchaba, se dio la vuelta para una última mirada, y vio que el leproso había desaparecido.

Él siempre consideró como una prueba de Dios, que había pasado.

Su búsqueda de la conversión lo llevó a la antigua iglesia de San Damiano.
.
Mientras oraba allí, oyó a Cristo en la cruz hablar con él, «Francisco, repara mi iglesia.»

Francisco supone que esto significaba la iglesia, el edificio en ruinas.

Tomó la tela de la tienda de su padre y la vendió para obtener dinero para reparar la iglesia.

Su padre vio esto como un acto de robo – y puso junto la cobardía de Francisco, la pérdida de dinero, y su creciente desinterés por el dinero, haciendo a Francisco parecer más como un loco que como su hijo.

Pietro arrastró a Francisco ante el obispo y en frente de todo el pueblo exigió que Francisco devolviera el dinero y renunciara a todos los derechos de heredero.

El obispo fue muy amable con Francisco; él le dijo que regresara el dinero y dijo que Dios proveería.

Eso fue todo los que Francisco necesitaba oír.

Él no sólo devolvió el dinero, sino que se despojó de toda su ropa – la ropa que su padre le había dado – hasta llevar sólo un cilicio.

En frente de la multitud que se había reunido, dijo,

«Pietro Bernardone ya no es mi padre.
.
A partir de ahora puedo decir con total libertad, ‘Padre nuestro que estás en los cielos.»

Usando nada más que trapos desechados, se fue al bosque helado y cantaba.

Y cuando los ladrones lo golpearon y tomaron sus vestidos, salió de la zanja y se fue a cantar de nuevo.

A partir de entonces Francisco no tenía nada … y todo.

san francisco en extasis caravaggio fondo

 

LA VIDA E IDEAS RELIGIOSAS DE SAN FRANCISCO

Francisco se volvió a lo que él consideraba el llamado de Dios.

Rogó a las piedras y reconstruyó la iglesia de San Damiano con sus propias manos, sin darse cuenta de que era la Iglesia con mayúsculas que Dios quería reparar.

El escándalo y la avaricia estaban operando en la Iglesia desde el interior, mientras que las herejías fuera florecían apelando a los anhelos de algo diferente.

Pronto Francisco comenzó a predicar. Nunca fue sacerdote, aunque más tarde fue ordenado diácono.

Francisco no era un reformador; predicó acerca de regresar a Dios y la obediencia a la Iglesia.
.
Francisco debe haber sabido acerca de la decadencia en la Iglesia, pero él siempre mostró a la Iglesia y a su gente su máximo respeto.
.
Alguien le habló de un sacerdote que vivía abiertamente con una mujer y le preguntó si eso significaba que la misa estaba contaminada.
.
Entonces Francisco se fue al sacerdote, se arrodilló ante él y le besó las manos, porque esas manos las habían consagrado Dios.

Lentamente llegaron compañeros hasta Francisco, personas que querían seguir su vida de dormir a la intemperie, rogando por basura para comer … y amar a Dios.

Con compañeros, Francisco sabía que ahora tenía que darle algún tipo de sentido a esta vida, por lo que abrió la Biblia en tres lugares.

Leyó el llamado al joven rico de vender todos sus bienes y dalo a los pobres.
.
La orden a los apóstoles que no llevaran nada en su viaje.
.
Y la exigencia de tomar la cruz de cada día.

«Esta es nuestra regla», dijo Francisco, tan simple y tan aparentemente imposible, como eso. Iba a hacer lo que creía posible, vivir según el Evangelio.

San Francisco de Asís ante la Cruz de San Damiano
San Francisco de Asís ante la Cruz de San Damiano

Francisco tomó estos llamados tan literalmente que corrió después de que un ladrón robara su capucha y le ofreció su túnica.

Francisco nunca quiso fundar una orden religiosa, este pensamiento le sonaba demasiado militar.

Pensó en lo que estaba haciendo como la expresión de la fraternidad de Dios.

Sus compañeros vinieron de todas las clases sociales, desde los campos y pueblos, la nobleza y la gente común, las universidades, la Iglesia y la clase mercantil.

Francisco practicaba la verdadera igualdad, mostrando el honor, el respeto y el amor a cada persona tanto si eran mendigo o el papa.

La hermandad de Francisco incluyó a toda la creación de Dios.
.
Mucho se ha escrito sobre el amor de Francisco a la naturaleza pero su relación era más profunda que eso.
.
Francisco realmente sentía que la naturaleza, todas las creaciones de Dios, eran parte de su hermandad.
.
El gorrión era tanto su hermano como el Papa.

En una historia famosa, Francisco predicó a cientos de aves sobre ser agradecidos a Dios por sus ropas maravillosas, por su independencia, y por el cuidado de Dios.

La historia nos dice que las aves se detuvieron mientras caminaba entre ellas, sólo volando cuando dijo que podían irse.

Otra historia famosa implica un lobo que había estado comiendo seres humanos.

Francisco intervino cuando el pueblo quería matar al lobo y habló al lobo de no matar de nuevo.

El lobo se convirtió en favorito de la gente del pueblo que se aseguró de que él siempre tuviera mucho para comer.

Francisco y sus compañeros salieron a predicar de dos en dos.

En un primer momento, los oyentes eran comprensiblemente hostiles a estos hombres en harapos que trataban de hablar del amor de Dios.

La gente incluso corría de ellos por miedo a que los capturara esta extraña locura.

Y tenían razón. Porque pronto esta misma gente se dio cuenta que estos mendigos descalzos parecían llenos de alegría constante.

Celebraban la vida. Y la gente tenía que preguntarse a sí misma: ¿Podría la propia nada hacerlo feliz?

Pronto los que los habían expulsado con lodo y piedras, les saludaban con campanas y sonrisas.

Francisco no trató de abolir la pobreza, intentó santificarla.

Cuando sus hermanos se reunían con alguien más pobre que ellos, ellos ansiosamente les daban la manga de su hábito a la persona.

Trabajaban para todas las necesidades y sólo suplicaban si tenían que hacerlo.

Pero Francisco no quiso dejarlos aceptar dinero. Les dijo de tratar a las monedas como si fueran piedras en el camino.

Cuando el obispo mostró horror ante la dura vida de los frailes, Francisco dijo:

«Si tuviéramos alguna posesiones deberíamos necesitar armas y leyes para defenderlas».

También, Francisco razonó, ¿qué podrían hacerle a un hombre que es dueño de nada?

No se puede matar de hambre a un hombre que ayuna, no se puede robar a alguien que no tiene dinero, no se puede arruinar a alguien que odia el prestigio.

san francisco de asis en bosque fondo

Eran verdaderamente libres.

Francisco era un hombre de acción. Su simplicidad de la vida se extendió a las ideas y los hechos.

Si había una manera simple, no importa lo imposible que parecíera, Francisco la practicaría.

Así que cuando Francisco quiso la aprobación de su hermandad, se fue directo a Roma para ver al Papa Inocencio III.

Puedes imaginar lo que el Papa pensó cuando este mendigo se acercó a él. Él no los consideró.

Pero cuando tuvo un sueño que este pequeño hombre en harapos levantó la inclinación de la basílica de Letrán, rápidamente llamó Francisco y le dio permiso para predicar.

Otro ejemplo de su franqueza llegó cuando decidió ir a Siria para convertir a los musulmanes, mientras que la quinta cruzada se estaba librando.

En el medio de una batalla, Francisco decidió hacer lo más sencillo e ir directamente al sultán para hacer la paz.

Cuando él y su compañero fueron capturados, el verdadero milagro fue que no murieran.
.
En su lugar Francisco fue llevado al sultán que estaba encantado por Francisco y su predicación.
.
Él le dijo a Francisco: «Me gustaría convertirme a su religión, que es un hermosa. Pero ambos seríamos asesinados»

Francisco encontró la persecución y el martirio, no entre los musulmanes, sino entre sus propios hermanos.

Cuando regresó a Italia, estuvo en una hermandad que había crecido a 5.000 miembros en diez años.

La presión vino de fuera para controlar este gran movimiento, para que se ajustaran a las normas de los demás.

Su sueño de radical de la pobreza era demasiado duro, decía la gente.

Finalmente renunció a la autoridad en su orden y probablemente no estaba demasiado molesto por eso.

Ahora no era más que otro hermano, como siempre había querido.

san Francisco de Zurbaran fondo

 

LOS AÑOS FINALES

Los años finales de Francisco estuvieron llenos de sufrimiento, así como de humillación.

Orando para compartir la pasión de Cristo tuvo una visión, donde recibió los estigmas, las marcas de los clavos y de la lanza que Cristo sufrió en su propio cuerpo.

Los años de la pobreza y vagabundeo habían hecho a Francisco un enfermo.

Cuando empezó a quedar ciego, el Papa ordenó que sus ojos fueran operados. Esto significó la cauterización de la cara con un hierro caliente.

Francisco habló con el «Hermano Fuego»:

«Hermano Fuego, el Altísimo te ha hecho fuerte y hermoso y útil.

Se cortés a mí ahora en esta hora, porque yo siempre te he amado, y templa el calor para que lo pueda soportar».

Y Francisco informó que el hermano fuego había sido tan amable que no sintió nada en absoluto.

¿Cómo Francisco respondió a la ceguera y al sufrimiento?

Ahí fue cuando escribió su bello Cántico del Sol que expresa su hermandad con la creación para alabar a Dios.

Francisco nunca se recuperó de esta enfermedad. Murió el 4 de octubre 1226 a la edad de 45 años.

Al final cantó el Salmo 141 «Alabado seas, Señor, por nuestra hermana la muerte».
.
Y le preguntó a su superior para quitarse la ropa cuando llegara la última hora.
.
Para expirar desnudo sobre la tierra, a imitación de su Señor.

Francisco de Asís era tan pobre para poder ser como Cristo. 

Reconoció la creación como una manifestación más de la belleza de Dios. 

Hizo gran penitencia (disculpando al «Hermano cuerpo», más adelante en la vida) para que fuera totalmente disciplinado por la voluntad de Dios.

Su pobreza tenía una hermana, la humildad, por la que se refería en total dependencia del buen Dios.

Todo esto era el corazón de su espiritualidad.
.
Vivir la vida evangélica, resumida en la caridad de Jesús y perfectamente expresado en la Eucaristía.

Francisco es considerado el fundador de todas las órdenes de franciscanos y el santo patrono de los ecologistas, comerciantes, animales e Italia. 

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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La Cruz de San Damiano que Habló a Francisco de Asís

Orando en la derruida capilla de San Damiano, San Francisco escuchó a Jesús que le dijo desde un ícono:

“Reconstruye mi Iglesia”

monje orando ante loa cruz de San Damiano

Como el lugar se encontraba muy deteriorado, el santo entendió que el Señor quería que reparara la capilla.
.
Y se lanzó a la reparación.

Más tarde comprendió que el Señor le llamaba para servir de instrumento para renovar la Iglesia.

Hoy el milagroso crucifijo se encuentra en la Basílica de Santa Clara en Asís.

En San Damiano San Francisco escribió el “Cantico delle Creature” (Cántico de las Criaturas).

San Francisco recibió esta propiedad y se la dio a Santa Clara, como convento para las Clarisas. Aquí vivió ella hasta su muerte.

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San Francisco de Asís ante la Cruz de San Damiano
San Francisco de Asís ante la Cruz de San Damiano

 

UN HITO EN LA CONVERSIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

En algún momento durante el verano de 1205 Francisco Bernardone comenzó a experimentar la conversión. 

El joven comerciante y playboy de Asís siempre había tenido un corazón generoso para los demás y para Dios.

Pero ahora le empezaron a rechinar la obsesión de su padre con el dinero y las preocupaciones de su madre por su salud.

Y sus propios deseos para comidas suntuosas y ropa de lujo.

Él anhelaba más que el dinero y la salud, quería el reconocimiento, y un buen momento. 

La vida era demasiado corta y demasiado amarga para la adquisición de estos bienes transitorios para ser su objetivo final.

Él sabía que tenía que haber más en la vida que lo que había estado buscando.
.
Si le daba a Dios el suficiente espacio emocional, Francisco sintió que iba a encontrar lo que fuera que buscaba.

Por lo tanto recuperándose de una enfermedad, Francisco comenzó a pasar muchas horas paseando por el bosque.

Y visitando las capillas alrededor de Asís, pensando, orando.

Una de los lugares frecuentados Francisco fue la iglesia de San Damiano, derruida, desierta, en una colina empinada fuera de los muros de la ciudad.

En este lugar decrépito colgaba un icono grande, casi de tamaño natural pintado del Crucificado. 

Este día de verano en 1205, Francisco caminaba en las inmediaciones de San Damiano, cuando sintió un tirón interior del Espíritu para ir dentro a orar.

Obedeciendo a la voz interior, Francisco descendió la escalera desgastada y ennegrecida por el humo, y cayó de rodillas ante el icono familiar.

Con su espíritu alerta a lo que el Señor tal vez deseaba transmitir.

cruz de san damiano original

 

DETALLES DE LA HISTORIA

La experiencia que marcó a Francisco para toda su vida fue en otoño de 1205.

El Señor le prometió a Francisco que pronto daría respuesta a sus preguntas.

A los pocos días, paseando por los alrededores de Asís, pasó junto a la antigua iglesia de San Damiano.

Y conmovido por su estado de inminente ruina, entró a rezar ante el ícono como dijimos.

Estando allí le invadió, más que otras veces, un gran consuelo espiritual.

Con los ojos arrasados en lágrimas, pudo oír como el Señor le hablaba desde la cruz y le decía: 

“Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y repárala”.
.
Tembloroso y sorprendido, él contestó:
.
“De muy buena gana lo haré, Señor”. 

Luego se ensimismó y quedó como arrebatado, en medio de la iglesia vacía.

Fue tal el gozo y tanta la claridad que recibió con aquellas palabras, que le pareció que era el mismo Cristo crucificado quien le había hablado.

Todos los biógrafos coinciden en calificar de éxtasis o visión la experiencia de San Damiano.

Santa Clara escribe que fue una “visita del Señor”, que lo llenó de consuelo y le dio el impulso decisivo para abandonar definitivamente el mundo.

Tomás de Celano y los Tres Compañeros sitúan esta experiencia en San Damián.

Según ellos, cuando el Señor le habló desde el crucifijo, Francisco experimentó un cambio interior que ni él mismo acertaba a describir.

El corazón se le quedó tan llagado y derretido de amor por el recuerdo de la pasión, que desde entonces llevó grabadas en su interior las llagas de Cristo, mucho antes de que se le manifestaran en la carne.

Por eso, añade San Buenaventura,

ponía sumo cuidado en mortificar la carne, para que la cruz de Cristo que llevaba impresa dentro de su corazón rodease también su cuerpo por fuera.

Todo eso lo practicaba ya cuando aún no se había apartado del mundo, ni en el vestir ni en la manera de vivir”.

Se refiere a un cilicio, a un tejido hecho de gruesos nudos, que empezó a llevar ceñido a la cintura, debajo de la ropa.

Desde entonces será tal su austeridad, y tantas las mortificaciones a lo largo de su vida, que, sano o enfermo, apenas condescendió en darse gusto.

Hasta el extremo de reconocer, poco antes de morir, que había tratado con poco miramiento al “hermano cuerpo”.

Icono de la cruz de san damiano 

DESCRIPCIÓN DEL CRUCIFIJO DE SAN DAMIANO

El crucifijo que habló a Francisco es hoy uno de los más conocidos y reproducidos del mundo.

Se trata de un icono románico-bizantino del s. XII, de autor desconocido y clara influencia sirio-oriental.

Es de madera de nogal recubierta con una vasta tela, sobre la que pintaron con colores vivos las figuras de Cristo y otros personajes de la Pasión.

Sin el pedestal, mide 2’10 metros de alto por 1’30 de ancho.

En 1257, cuando las clarisas abandonaron San Damiano, se lo llevaron consigo al nuevo monasterio de Santa Clara construido para ellas en Asís, donde lo conservaron durante siglos en la sacristía.

En 1958, 20 años después de ser restaurado por Rosario Aliano, fue expuesto al público en la capilla de San Jorge.

Después del terremoto de septiembre de 1997 el icono ha sido sometido a una nueva restauración.

Boveda original donde cuelga el icono de san damiano

 

CLAVES PARA COMPRENDER EL SIGNIFICADO DE ESTE ICONO

El elemento más llamativo del Crucifijo de San Damián es la figura de Cristo.

No es el cuerpo de un cadáver, sino de Dios mismo, incorruptible hasta la eternidad y la fuente de la vida, que irradia la esperanza de la resurrección.

El Salvador nos mira directamente a nosotros con una mirada compasiva, real, triunfante, y fuerte.

Él no cuelga en la cruz, sino que más bien parece estar apoyándolo, de pie en su plena estatura.

Sus manos no están clavadas en la madera, sino que se extienden serenamente en una actitud de súplica y bendición.

Yanto, que nuestro iconógrafo ha destacado una expresión tranquila y apacible de Jesús. 

Este crucifijo no expresa el horror bruto de la muerte por crucifixión, sino más bien la nobleza y la bondad de la vida eterna.

El Cristo de San Damiano está vivo y sin corona de espinas.
.
Pues es el Cristo resucitado y glorioso que ha vencido a la muerte.

El paño de lino orlado de oro recuerda las vestiduras de los sacerdotes del Antiguo Testamento (Ex 28, 42).

Su postura expresa un gesto de acogida y parece abrazar a todo el universo.

Sus ojos no miran al espectador, sino que se dirigen al Padre, invitándonos también a nosotros a hacer lo mismo mediante la conversión.

Los 33 personajes que lo rodean representan la comunión de los santos de todos los tiempos.

Jesús, con los pies sobre fondo negro, parece que asciende del abismo.

La sangre de Cristo chorrea sobre los personajes que lo rodean, para indicar que han sido lavados y salvados por su Pasión.

La sangre de los pies cae sobre seis personajes apenas reconocibles, que podrían ser: San Juan Bautista, San Miguel, San Pablo y San Pedro, San Damiano y San Rufino, patrón de Asís.

En cada extremo de los brazos transversales de la cruz hay tres ángeles que muestran a Cristo: son los mensajeros de la Buena Noticia.

Los personajes bajo los brazos de Jesús están todos en la luz, son hijos de la luz.

Tienen todos la misma estatura, pues son “hombres perfectos”, que han alcanzado “plenamente la talla de Cristo” (Ef 4, 13).

Si se mira bien, sus rostros son como el de Cristo, pues en ellos ha sido restaurada la “imagen y semejanza de Dios” original.

Juan y María están en el puesto de honor, a la derecha de Cristo.

El discípulo muestra y recoge la sangre del costado de Cristo.

María manifiesta dolor, pero también serenidad y admiración por la resurrección y por el nuevo hijo que su Hijo le acaba de encomendar.

El manto blanco de la Virgen simboliza pureza, y las piedras preciosas que lo adornan son los dones del Espíritu Santo.

El vestido rojo oscuro representa el amor.

La túnica morada bajo el vestido recuerda que María es la nueva Arca de la Alianza (la del Antiguo Testamento estaba cubierta con un paño de ese color).

A la izquierda de Jesús están María Magdalena y María de Santiago, que parecen preguntarse: ¿Quién nos abrirá el sepulcro?

Junto a ellas, el Centurión confiesa la humanidad y divinidad de Cristo: “Verdaderamente, este hombre era el Hijo de Dios”.

Detrás del Centurión asoma el rostro de quien encargó el crucifijo y otras tres personas que evocan al Pueblo de Dios.

Bajo los personajes mayores, hay dos pequeños, uno a cada lado, que representan a los romanos y judíos que crucificaron a Jesús: el romano es un soldado con la lanza y la esponja.

A la izquierda de las piernas de Cristo se ve el gallo de Pedro, que recuerda nuestra debilidad e invita a la vigilancia.

Pero también simboliza al sol naciente, Cristo, cuya luz se difunde por toda la tierra.

Sobre la tablilla con la inscripción “Rex iudeorum”, en un círculo rojo.

Vemos a Cristo que sube al cielo, vestido de blanco, con estola dorada y una cruz luminosa en la mano, señal de victoria.

El círculo expresa perfección y representa la plenitud de la gloria, donde lo reciben diez ángeles festivos.

La mano del Padre, en lo más alto del crucifijo, se encuentra en un semicírculo.

La otra mitad no se puede ver, pues Dios Padre no tiene rostro, es un misterio.

altar privado con la crz de san damiano

 

ORACIÓN ANTE EL CRUCIFIJO

Alto y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi
corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sensatez y conocimiento,
Señor,
para hacer tu santo y veraz
mandamiento.

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Un Recorrido por Santa María de los Ángeles [con la Porciúncula adentro]

La Basílica Patriarcal de Santa María de los Ángeles encierra algo importante.

La venerable iglesita de la Porciúncula, fue la vivienda de Francisco y la primera generación franciscana.

Y lugar santo en el que Francisco, la tarde del 3 de octubre de 1226, acogió a la hermana muerte cantando.

El templo está dedicado a la Reina de los Ángeles, la «Dama pobre» de la Porciúncula.
.
Quien guió maternalmente a Francisco y a los hermanos de la naciente comunidad.
.
Es custodiado con celosa ternura por los Hermanos Menores Franciscanos.
.
En la Porciúncula estamos en la fuente del franciscanismo, en la limpia fuente del Perdón de Asís y de la Misericordia de Dios.

Leer también

A los pies de la colina de Asís, se yergue solemne y majestuosa, la Basílica Patriarcal de Santa María de los Ángeles en la Porciúncula.

Levantada entre los años 1569 y 1679, para engarzar los lugares santos de la vida y la muerte de San Francisco.

En el centro del vasto templo renacentista se encuentra la humilde iglesita benedictina del siglo IX llamada Porciúncula.

Que el Santo reparó con sus propias manos (1207).

 

Fuente frente a la Basilica
Fuente frente a la Basilica

 

Aquí fue donde Francisco, en su veintena de años, al escuchar la lectura del Evangelio, comprendió definitivamente su propia vocación.

Renunció al mundo para vivir en radical pobreza y comenzó a dedicarse al apostolado itinerante.

En la Porciúncula recibió el Santo a sus primeros seguidores y fundó la Orden de los Hermanos Menores, y en 1211.

Con la vestición de Santa Clara, fundó también aquí la Orden de las «Damas Pobres», las Clarisas.

Aquí celebró el Santo los primeros Capítulos (reuniones generales de los frailes).

Y desde la Porciúncula envió a sus seguidores como misioneros de paz a los hombres de toda la tierra.

En la Porciúncula, Cristo, apareciéndose a Francisco, le concedió, por intercesión de María, la extraordinaria indulgencia del Perdón de Asís (1216).

Junto al ábside de la Basílica, en el interior, está la Capilla del Tránsito, donde Francisco acogió a la muerte cantando (3 de octubre de 1226).

A la derecha de la Basílica están la Rosaleda, en la que el Santo se arrojó entre las espinas para vencer una tentación.

Y la Capilla de las Rosas, lugar en el que Francisco tomaba breves descansos.

Un particular interés espiritual, histórico y artístico revisten: la Cripta, el antiguo conventito (siglos XIII-XIV), el Museo.

Como también la grandiosa Basílica enriquecida con notables obras de arte: frescos, lienzos, estatuas y obras en madera valiosísimas.

 

Estatua de Maria en la Fachada
Estatua de Maria en la Fachada

 

BASÍLICA DE SANTA MARÍA DE LOS ÁNGELES

Desde los tiempos del Santo comenzó una polémica arquitectónica que terminó, tras varias vicisitudes, con la construcción de la grandiosa Basílica del siglo XVI.

En vida de Francisco, después de la construcción de la casa del Ayuntamiento detrás de la Porciúncula – construcción duramente criticada por el Santo – florecieron en el entorno varios edificios pobrísimos para los frailes que moraban aquí.

Y para los que, cada vez en mayor número, llegaban a este lugar procedentes de todos los lugares de la tierra.

Grandes trabajos se realizaron ya en 1230, año en que se construyeron el refectorio y otras dependencias contiguas, parte de las cuales pueden verse todavía.

En torno a la iglesita se levantaron enseguida varias galerías porticadas y oratorios en recuerdo de episodios vividos aquí por el Santo.

Un conjunto riquísimo de recuerdos demolidos irremediablemente al construir el gran templo.

Y de los que han aparecido los cimientos en la campaña de excavaciones realizada en los años 1967-1969, cuando se renovó el pavimento de la Basílica.

La grandiosa Basílica, cuya construcción se inició en 1569, el 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, se erigió para acoger a las multitudes de peregrinos que llegaban aquí de todas partes del mundo, especialmente con motivo de la Fiesta del Perdón de Asís.

El templo se terminó en 1679. De las dos torres de campanas previstas en un principio, sólo se ha construido la de la derecha.

El inmenso templo, proyectado por el arquitecto de Perusa Gian Galeazzo Alessi, fue realizado con gran majestad

Y consta de tres naves y capillas laterales ricamente adornadas y con frescos que constituyen un complejo significativo y grandioso del prebarroco italiano.

Una de las capillas fue decorada por pintores barrocos (1592), bastante antes de que se concluyeran los trabajos de la Basílica; las otras han sido decoradas por Pomeracio, Sermei, Appiani, Giorgetti y otros grandes artistas.

 

Fachada
Fachada

 

A causa del violento terremoto de 1832 se derrumbó la nave central hasta el crucero y parte de las naves laterales, quedando en pie la cúpula, el ábside y las capillas laterales.

El edificio fue reconstruido en sus formas originales por Luigi Poletti (1836-1840).

La bellísima cúpula, obra maestra de hermosas y bellas líneas, es alta y esbelta. Se apoya en un tambor poligonal con ocho ventanales y cornisa.

Es la obra de Alessi que ha sobrevivido. Tras el terremoto de 1832 se le hizo un cerco o abrazadera metálica, y es un punto de referencia desde cualquier parte de la llanura.

Son notables en la Basílica las obras de madera con tallas y esculturas del siglo XVII: los coros, grande y pequeño, el púlpito, la espaciosa y espléndida sacristía y el armario de las reliquias.

 

La Porciuncula dentro de la Basílica
La Porciuncula dentro de la Basílica

 

CAPILLA DE LA PORCIÚNCULA

Esto sucede en la verde llanura umbriana, en el corazón de la pequeña ciudad de Santa María de los Ángeles.

Allí se alza el inmenso templo de la Basílica que tiene a la Porciúncula, del siglo XVI.

Esta Basílica nos introduce en el corazón de Francisco y en el misterio mismo de la ciudad seráfica:

«En las puertas de Asís está la representación de los bienaventurados espíritus, los ángeles, que están en la presencia de la Santísima Trinidad y forman una corona en torno a la Madre de Dios…

Oh María, Reina de los Ángeles, desde aquí nos muestras el camino del paraíso» (Juan XXIII).

La Basílica encierra desde hace siglos entre sus blancos muros, a manera de un relicario, la perla preciosísima de la iglesita de la Porciúncula.

Es éste el lugar más sagrado y venerable del franciscanismo, la «cuna pétrea de los Menores».

Donde, como puntualiza en una síntesis estupenda San Buenaventura, segundo biógrafo de San Francisco, éste «comenzó humildemente, prosiguió virtuosamente y concluyó felizmente su camino espiritual».

Cuando Francisco llegó aquí a principios del siglo XIII, la iglesita humilde y solitaria dedicada a la Asunción de la Virgen estaba rodeada por un bosque de encinas y se encontraba en un estado de abandono casi total.

 

Capilla de la Porciuncula
Capilla de la Porciuncula

 

Francisco compadecido la reparó con sus propias manos e hizo de ella un punto de referencia para toda su vida y para la vida de la fraternidad franciscana.

Fue aquí donde bajó a su corazón inflamado de ardor juvenil, aún inquieto y a la búsqueda, aquella palabra encendida de Cristo que lo arrancó definitivamente del mundo y de las cosas de antes, empujándolo con fuerza y entusiasmo por el camino del Evangelio.

El 24 de febrero de 1208 resonó en esta pobre iglesia en lo profundo del corazón de Francisco la invitación urgente del Señor Jesús:

«Id… anunciad que el reino de los cielos está cerca, no llevéis oro ni plata, ni alforjas… no os preocupéis por el mañana… gratuitamente habéis recibido, dad gratuitamente… al entrar en las casas decid: ¡Paz, paz!».

Francisco quedó iluminado con estas palabras y, lleno de incontenible alegría, pronunció su más grande e irrevocable sí, comenzando a recorrer el camino de la libertad:

«Esto es lo que quiero -afirmó-, esto es lo que deseo hacer con todo mi corazón».

Enseguida abandonó sus ricos vestidos, se vistió con una túnica en forma de cruz. y a todos y por doquier comenzó a desvelar con palabras ardientes el precioso tesoro.

El que, finalmente, había descubierto y que le estaba llenando el corazón de una desconocida e incontenible alegría: Cristo, el Señor.

Aquí estableció su morada habitual.
.
Aquí acogió a los primeros seguidores.
.
Aquí fundó la Orden de los Hermanos Menores, los Franciscanos, concretando con ellos su primera y más significativa experiencia de vida evangélica.
.
Y aquí creció la Orden, como sobre un fundamento estable.

Francisco consiguió la Porciúncula como un regalo de los Monjes Benedictinos del monte Subasio.

A condición de que hiciera de ella el centro y la casa madre de la propia familia religiosa.

Y desde entonces la pequeña iglesita no ha sido nunca abandonada por los frailes.

Aquí, la noche del Domingo de Ramos de 1211, el Santo acogió a Clara de Asís y la consagró al Señor.

Aquí maduró, en la oración y en la atención más profunda hacia todos los hombres de su tiempo, la institución de la Orden Franciscana Seglar (Orden Tercera).

Para abrir a todos los hombres y mujeres la posibilidad de compartir su proyecto de vida evangélica.

Fue aquí donde el Santo celebró los primeros capítulos de sus frailes, reuniones generales en las que participaban inicialmente todos sus hijos.

Aquí el Santo previó la admirable expansión de su familia religiosa y aquí pudo con inmensa alegría constatar la realización de este sueño.

De aquí el ejército pacífico de sus hijos se extendió, como río benéfico, por toda la tierra produciendo un nuevo Pentecostés de vida cristiana.

Aquí, en una noche de gracia y de luz de 1216, arrancó del corazón de Cristo y de la beatísima Virgen – que se le aparecieron -, una promesa extraordinaria.

De que cuantos, a lo largo de los siglos, se dirijan a orar en la Porciúncula, contritos y confesos, obtengan la remisión total de sus culpas: el perdón de Asís.

Y aquí, finalmente, rico en méritos y virtudes, concluyó su vida acogiendo a la muerte cantando (3 de octubre de 1226).

La antigua iglesita de Santa María de los Ángeles o de la Porciúncula es la cuna e iglesia madre de la Orden de los Menores.

Francisco la amó más que a todos los demás lugares de la tierra y, moribundo, la encomendó a sus hijos como morada «queridísima de la Madre de Dios».

Fr. León, amigo, confidente y confesor de Francisco, en el «Espejo de perfección», sintetiza el amor del seráfico Padre por la iglesita de la Porciúncula en el siguiente pasaje:

«Lugar santo, en verdad, entre los lugares santos.

Con razón es considerado digno de grandes honores.

Dichoso en su sobrenombre [la Porciúncula].

Más dichoso en su nombre [Santa María].

Su tercer nombre [de los Ángeles] es ahora augurio de favores.

Los ángeles difunden su luz en él; en él pasan las noches y cantan.

Después de arruinarse por completo esta iglesia, la restauró Francisco; fue una de las tres que reparó el mismo Padre.

La eligió cuando cubrió sus miembros con un saco.

Fue aquí donde domeñó su cuerpo y lo obligó a someterse al alma.

Dentro de este templo nació la Orden de los Menores cuando una multitud de varones se puso a imitar el ejemplo del Padre.

Aquí fue donde Clara, esposa de Dios, se cortó por primera vez su cabellera y, pisoteando las pompas del mundo, se dispuso a seguir a Cristo.

La Madre de Dios tuvo aquí el doble y glorioso alumbramiento de los hermanos y las señoras, por los que volvió a derramar a Cristo por el mundo.

Aquí fue estrechado el ancho camino del viejo mundo y dilatada la virtud de la gente por Dios llamada.

Aquí, compuesta la Regla, volvió a nacer la pobreza, se abdicó de los honores y volvió a brillar la cruz.

Si Francisco se ve turbado y cansado, aquí recobra el sosiego y su alma se renueva.

Aquí se le muestra verdadero aquello de que duda y además se le otorga lo que el mismo Padre demanda» (EP 84).

 

Fresco en la Fachada de la Capillita de la Porciuncula
Fresco en la Fachada de la Capillita de la Porciuncula

 

EXTERIOR DE LA PORCIÚNCULA

Hermosea la pequeña fachada de la humilde iglesita de la Porciúncula la graciosa pintura de Federico Overbeck, ejecutada en 1829.

Que reproduce con candor, según el estilo particular de su escuela (la de los Nazarenos), la escena de Francisco arrodillado a los pies de Cristo y de la Virgen.
.
Quien obtiene la extraordinaria indulgencia del Perdón de Asís.

Encima de la portada hay un escrito que dice: «Esta es la puerta de la vida eterna».

Y en el umbral otra que dice: «Este lugar es santo».

Ambas recuerdan cómo Francisco ha sentido y considerado esta porción de Paraíso en la tierra:
.
«Morada de Dios», «Lugar queridísimo a la Virgen María más que todas las iglesias del mundo»,
.
«Puerta de la vida eterna»
y por eso lugar verdaderamente santo y digno de todo honor, amor y veneración.

En el lateral derecho del que mira la fachada de la Porciúncula, por fuera, se conservan dos fragmentos de pintura de autor umbriano desconocido con influjo sienés: la Virgen entre los santos Antonio de Padua y Bernardino de Siena, y otra cara de San Bernardino.

En la misma pared está la piedra sepulcral de Fray Pedro Catáneo, primer vicario de San Francisco.

El texto latino dice: «En el año del Señor de 1221 el cuerpo de Fr. Pedro Catáneo, que reposa aquí, pasó al Señor. El Señor bendiga su alma. Amén».

Cuenta la Crónica de los XXIV Generales que Fr. Pedro, apenas sepultado en la Porciúncula, comenzó a hacer milagros y la gente comenzó a correr allí en gran número, tanto que la comunidad de la Porciúncula se veía grandemente molestada.

Francisco le pidió a Pedro que fuera obediente de muerto como lo había sido en vida y no hiciera más milagros, y desde ese momento dejó de hacerlos.

Muy apreciado, aunque mutilado, está el fresco que hay encima del pequeño ábside de la Porciúncula.

De la grandiosa Crucifixión que Vasari dice haber sido pintada por Perusino (hoy se cree que es de Andrés de Asís, llamado el Ingenio) y que ha descollado durante muchos decenios en la capilla del Coro antiguo, sólo queda parte de la zona basamental de la pintura, con las figuras de la Virgen María, las piadosas mujeres, algunos caballeros y San Francisco agarrado a la cruz de Jesús.

La parte superior fue destruida cuando, en el siglo XVI, fue demolido el coro alto que estaba sobre la Porciúncula.

 

Interior de la Porciuncula
Interior de la Porciuncula

 

INTERIOR DE LA PORCIÚNCULA

El interior de la Porciúncula, puro, descarnado y sencillo, es de sabor gótico por el fuerte empuje vertical de la bóveda dado sin duda por Francisco cuando la restauró.

La Porciúncula parece transmitirnos el eco incesante de la oración del Santo y de la primera generación franciscana, que vivió aquí contenta con solo Dios.

Es un conmovedor testimonio de la sencillez y pobreza franciscana.

Con respecto a ella Francisco solía repetir: «Este lugar es verdaderamente santo y morada de Dios».

Piedras cálidas, luminosas que destilan paz y misericordia, alisadas a lo largo de los siglos por manos devotas que se han agarrado a ellas, como a un ancla de salvación, acercándose durante siglos a la fuente inagotable del Perdón y de la gracia de Dios.

Algunos frescos de los siglos XIV y XV, con caras de apóstoles y evangelistas y una piedad, además de varias decoraciones, están en la bóveda y en la parte alta a los lados derecho e izquierdo del minúsculo presbiterio.

Pero la obra maestra que ilumina con luz inconfundible y que calienta la iglesita pobrísima incendiándola de colores y de espiritualidad es, sin duda, la grandiosa tabla de 1393, pintada para la Porciúncula, por orden de F. Francesco de Sangemini, en cumplimiento de un voto, por el sacerdote Hilario de Viterbo, de la escuela de Siena.

En el centro del retablo está la admirable escena de la Anunciación.

En efecto, así como en Nazaret el sí de la Virgen trajo consigo la realización de nuestra salvación, así en la Porciúncula, nueva Nazaret, el sí de Francisco y de Clara.

Y de una multitud innumerable de hermanos que se han adherido al proyecto de Dios, ha hecho florecer una renovada estación de salvación y de gracia para toda la humanidad.

Esto mismo parece querer subrayar también San Buenaventura cuando dice:

«Mientras moraba en la iglesia de la Virgen, Madre de Dios, su siervo Francisco insistía, con continuos gemidos ante aquella que engendró al Verbo lleno de gracia y de verdad, en que se dignara ser su abogada.

Y al fin logró -por los méritos de la madre de misericordia- concebir y dar a luz el espíritu de la verdad evangélica» (LM 3,1).

Las escenas que giran en torno a la Anunciación reproducen la historia del Perdón de Asís.

Abajo, a la derecha, Francisco se arroja desnudo entre las espinas para vencer una violenta tentación. Inmediatamente encima, Francisco, con rosas en la mano, va acompañado por dos ángeles hacia la Porciúncula.

En lo alto está la grandiosa escena de la aparición de Cristo y de la Virgen (rodeados por unos 60 ángeles) al Santo arrodillado ante el altar de la Porciúncula, en acto de ofrecer una corona de rosas a Cristo y a María.

A la derecha bajando, el Santo, ante el Pontífice Honorio III, implora la confirmación de la indulgencia.

Abajo está el Santo que desde un púlpito, al lado de la iglesita, junto con los obispos de Umbría, anuncia el extraordinario privilegio del Perdón con las palabras que se han hecho famosas: «Hermanos míos, quiero mandaros a todos al Paraíso».

Del aprecio que tenía Francisco a la Porciúncula y que quiso inculcar a sus hijos, dan fe las palabras que el Santo ya moribundo les dirigió y que recoge su primer biógrafo Tomás de Celano:

«Mirad, hijos míos, que nunca abandonéis este lugar. Si os expulsan por un lado, volved a entrar por el otro, porque este lugar es verdaderamente santo y morada de Dios.

Fue aquí donde, siendo todavía pocos, nos multiplicó el Altísimo; aquí iluminó el corazón de sus pobres con la luz de su sabiduría; aquí encendió nuestras voluntades en el fuego de su amor.

Aquí el que ore con corazón devoto obtendrá lo que pida y el que profane este lugar será castigado con mucho rigor.

Por tanto, hijos míos, mantened muy digno de todo honor este lugar en que habita Dios y cantad al Señor de todo corazón con voces de júbilo y alabanza» (1 Cel 106).

Y ese mismo es el mensaje que nos trasmite San Buenaventura:

«Amó el varón santo este lugar con preferencia a todos los demás del mundo, pues aquí comenzó humildemente, aquí progresó en la virtud, aquí terminó felizmente el curso de su vida.

En fin, este lugar lo encomendó encarecidamente a sus hermanos a la hora de su muerte, como una mansión muy querida de la Virgen» (LM 2,8).

 

CAPILLA DEL TRÁNSITO

 

Capilla del Transito
Capilla del Transito

 

En el interior de la Basílica de la Porciúncula se ha conservado un lugar tan humilde como precioso: la cabaña de los frailes enfermos -el Tránsito- en la que Francisco pasó de este mundo al Padre.

Enfermo hospedado en el palacio episcopal de Asís, vigilado como un tesoro público, sintiendo ya cercano el fin y deseoso de concluir su experiencia allí donde había comenzado a vivir evangélicamente, pidió que lo llevaran a su Porciúncula.

Aquí, despojado del hábito de saco, desnudo sobre la desnuda tierra, dictado su testamento espiritual, entre el llanto angustioso de sus hijos y el de Fray Jacoba, Francisco, «cumplidos en él todos los misterios de Cristo, acogió a la muerte cantando».
.
Mientras una bandada de alondras revoloteaba de modo insólito en torno al lugar, aunque el sol ya se había puesto.

El Tránsito (la capilla) inicialmente era una celdita de la primitiva enfermería franciscana o tal vez un trocito de tierra al aire libre ante la misma.

Que inmediatamente después de la muerte del Santo, acotado el ámbito, se transformó en oratorio.

Sobre el minúsculo altar, en un relicario de estilo imperio, se conserva el cordón que ceñía en vida la cintura del Poverello.

En las paredes, cuatro espléndidos frescos de Juan de Pietro llamado el España (1520) que representan a los primeros compañeros del Santo, Silvestre, Rufino, León, Maseo y Gil, y a los primeros mártires y santos de la Orden de los Menores, Berardo y compañeros.

Detrás del pequeño altar, en un nicho, la estatua del Santo de Andrea della Robbia, obra admirable en terracota vidriada, realizada alrededor de 1490, que hoy está en la Capilla del Tránsito, el lugar venerable que acogió los últimos latidos de aquel corazón que no se paró hasta que abarcó en sí al mundo entero.

En esta imagen Francisco tiene en sus llagadas manos la cruz y el Evangelio, los grandes amores de toda su vida.

En la pared exterior de la capilla que mira hacia la iglesita de la Porciúncula, puede contemplarse el «Tránsito de San Francisco», fresco pintado por D. Bruschi en 1886.

 

CRIPTA DE LA BASÍLICA (1965-1970)

Bajo el presbiterio de la Basílica se ha construido, en 1968, la nueva cripta de la Basílica.

En ella, detrás del altar central, que tiene pie en forma de potente árbol y es obra de Francisco Prosperi, ha sido colocada una espléndida terracota vidriada, coloreada y esmaltada, de Andrea della Robbia (hacia 1490).

Es un retablo en el que destacan, en la parte de arriba, de izquierda a derecha: San Francisco recibiendo las llagas en el Alverna, la Coronación de la Virgen, y San Jerónimo penitente.

Y en la parte de abajo, igualmente de izquierda a derecha: la Anunciación, la Natividad, y la Adoración de los Magos.

 

Coro de la Basilica
Coro de la Basilica

 

Aquí, durante los trabajos de excavación, salieron a la luz los restos de la casa que el Ayuntamiento de Asís había construido, en ausencia de Francisco, para los frailes que hasta entonces habían vivido en simples chozas.

Francisco, cuando regresó a la Porciúncula, comenzó a derribar la casa, pero se lo impidió el Ayuntamiento que reclamó la propiedad de la misma.

También se descubrieron restos de las primitivas habitaciones de los frailes, actualmente englobados en la nueva cripta de la Basílica.

Aun en la pequeñez de los restos existentes, tenemos aquí una conmovedora imagen de aquella gran sencillez y pobreza que de modo singular caracterizó la vida de la naciente fraternidad de los Menores.

 

JARDÍN Y CAPILLA DE LAS ROSAS, CAPILLA DEL LLANTO

Esta zona del Santuario es lo que queda de la antigua selva en la que vivieron los frailes.

Estos son también lugares de la vida cotidiana de San Francisco, signo concreto de la vida de un hombre que encontró a Dios y vivió en su amor.

 

Rosaleda y estatua de bronce obra de V. Rossignoli (1916)
Rosaleda y estatua de bronce obra de V. Rossignoli (1916)

 

Francisco hablaba como amigo con la cigarra, con la cual durante una semana entera alternó aquí en el canto de alabanza al Señor.

A su paso las ovejas corrían alegres y festivas para saludarlo, y aquí en la Porciúncula una ovejita lo seguía por doquier y balaba, asociándose a la oración de los frailes en la iglesita.

El Santo invitaba a las aves a alabar y dar gracias con el vuelo y el canto a Dios providente que tiene cuidado de ellas, y éstas daban señales de festiva aprobación.

Aquí está también la Rosaleda, entre cuyas espinas se revolcó Francisco una noche para vencer la duda y la tentación.
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Según una tradición, testimoniada ya desde el siglo XIV.
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Las zarzas se cambiaron en rosas sin espinas, que continúan floreciendo, produciendo la «Rosa Canina Assisiensis». ¿Por qué todo esto?

Lo explica el papa Pablo VI:

«El Pobrecillo de Asís, habiéndolo abandonado todo por el Señor..., recuperó algo de la primitiva felicidad cuando el mundo salió intacto de las manos del Creador…

Y casi ciego pudo cantar el Cántico de las Criaturas, la alabanza del hermano sol, de la naturaleza entera convertida para él como en un transparente espejo inmaculado de la gloria divina».

En esta misma zona se encuentra la Capilla de las Rosas, que es el oratorio surgido en el lugar donde estaba la cabaña habitada por San Francisco.

Aquí el Santo tomaba el breve reposo y pasaba las noches en la oración y la penitencia.

Después de la muerte de Francisco, en el lugar donde estaba su cabaña fue construido este oratorio, que Tiberio de Asís, pintor de la escuela umbriana, decoró entre 1506 y 1516 con una serie de frescos que, además de presentarnos la primera comunidad franciscana en torno a su fundador y a los primeros santos y santas de la Orden, nos proponen la historia del Perdón de Asís en todas sus vicisitudes.

En la gruta al lado de la imagen del Santo hay algunos troncos que sirvieron para el púlpito improvisado desde el cual Francisco anunció el Perdón de Asís a los peregrinos.
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Bajo el altar de la Capilla se encuentra el lugar donde moraba Francisco.

A pocos pasos, junto a la Rosaleda, se encuentra la Capilla del llanto, que recuerda el amor de Francisco por el Señor y su llanto acongojado ante Cristo pobre y Crucificado.

El episodio del llanto nos lo narran así los Tres Compañeros del Santo:

«Un día caminaba San Francisco solo cerca de la iglesia de Santa María de la Porciúncula llorando y sollozando en alta voz.

Un hombre espiritual que lo oyó, pensó que sufriría alguna enfermedad o dolor. Y, movido de compasión, le preguntó por qué lloraba.

Y él le contestó:

«Lloro la pasión de mi Señor, por quien no debería avergonzarme de ir gimiendo en alta voz por todo el mundo».

Y el buen hombre comenzó, asimismo, a llorar, juntamente con él, también en alta voz» (TC 14).

Este oratorio, sencillo y descarnado, aunque se haya acondicionado para capilla en tiempos recientes, forma parte de las más antiguas construcciones surgidas en torno a la Porciúncula.

Una cerámica reciente, que se inspira en el San Francisco lloroso mandado pintar por Fray Jacoba de Settesoli en Greccio, quiere recordar el episodio.

 

Vista aerea de la Basilica con el Convento al lado
Vista aerea de la Basilica con el Convento al lado

 

CONVENTITO DEL SIGLO XIV, MUSEO Y PINACOTECA

Es lo queda hoy del vasto edificio construido en el lado derecho de la Porciúncula, un amplio cuadrilátero, demolido en gran parte cuando comenzaron los trabajos para la construcción de la Basílica de Alessi en el siglo XVI.

Un doble y pequeño corredor al que dan las pobres y pequeñas celdas de los frailes; desde el pavimento destartalado e irregular hasta el techo, desde el ajuar pobre a los ventanillos que permiten el saludo del hermano sol, todo aparece como una verdadera joya de sencillez y pobreza’.

Una gran reliquia del primer franciscanismo que nos reconduce con su lenguaje sencillo y descarnado a la primavera de la vida franciscana, que llenó con el perfume y la fragancia de la sencillez el mundo entero.

Aquí vivieron frailes santos, algunos de los cuales son recordados en los cartelitos colocados al lado de la puerta de cada una de las pequeñas celdas.

 

Museo de la Porciuncula
Museo de la Porciuncula

 

Hombres de oración, demacrados por la penitencia, ardiendo en el amor de Dios, parten de aquí hacia toda la tierra renovando la sociedad con su encendida palabra.

Pero sobre todo con su ejemplarísima vida evangélica y con el testimonio liberador de la pobreza franciscana vivida como don y alegría.

En la planta baja del conventito se ha instalado el Museo con preciosos enseres sagrados y otros valiosos objetos.

También, la Pinacoteca con una notable colección de cuadros, entre los cuales está una tabla con el retrato de San Francisco sobre madera (siglo XIII), del «Maestro de San Francisco».

Cuadro que es considerado como una reliquia porque sobre la tabla en que está la pintura fue depositado el cuerpo de Francisco después de su muerte; el Crucifijo de Giunta Pisano (1236) y un San Francisco atribuido a Cimabue; una Virgen de Sano di Pietro y otros frescos de dudosa atribución, tal vez de Guido Reni, de Mezzastris, etc.

 

Concesión de la indulgencia, fresco en la capilla de la rosa obra de Tiberio d'Assisi.
Concesión de la indulgencia, fresco en la capilla de la rosa obra de Tiberio d’Assisi.

 

CONVENTO DE LOS HERMANOS MENORES

Adosado a la Basílica, en forma de amplio cuadrilátero que encierra un vasto claustro con árboles y un bello pozo atribuido a Alessi, ha crecido a lo largo de los siglos el Sacro Convento de la Porciúncula, primera iglesia de la Orden franciscana.

El gran edificio del Convento está enriquecido en su interior con varias obras de arte, frescos de notable belleza y obras valiosísimas talladas en madera de nogal.

Junto a la entrada del claustro, San Francisco que recibe los estigmas, fresco anónimo del siglo XVIII.

En el refectorio pequeño, la Última Cena, de Pomarancio; en el refectorio grande, las Bodas de Caná, de Providoni, y un gran Crucifijo, de Dono Doni (1561).

De Providoni son también los 38 frescos del claustro: episodios de la vida de San Francisco y de la historia del Perdón de Asís.

En el mismo convento está instalada una importante Biblioteca con casi cien mil volúmenes, entre los cuales hay manuscritos litúrgicos, códices, incunables de gran valor; de gran valor histórico es también el Archivo de los Hermanos Menores de la Umbría.

Adosada al lado izquierdo de la Basílica está la fuente de los veintiséis caños, mandada construir, junto con otros edificios aún existentes, por Cosimo dei Medici en 1450.

Fuentes:

 

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00 Todas las Advocaciones 08 Agosto ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Movil Noticias 2018 - julio - diciembre

Indulgencia de la Porciúncula, el Perdón de Asís, Italia (1 y 2 ago)

El Perdón de Asís es también llamado la Indulgencia de la Porciúncula.

Se celebra desde el mediodía del 1° de agosto a medianoche del día siguiente.

retablo de la porciuncula

San Francisco de Asís y sus primeros seguidores tuvieron como hogar la Porciúncula en Asís, Italia.
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En ese lugar San Francisco pidió a Cristo, mediante la intercesión de la Reina de los Ángeles, el gran perdón o «Indulgencia de la Porciúncula».
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Que luego fue confirmada por el Papa Honorio III a partir del 2 de agosto de 1216.
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Allí murió San Francisco.

Luego se construyó la Basílica Santa María de los Ángeles con la pequeña Porciúncula adentro.

Cada año una multitud de fieles acude allí para recibir el «Perdón de Asís» o la «Indulgencia de la Porciúncula». 

Para ello deberán visitar desde mediodía del 1 de agosto a medianoche del día siguiente (fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles) la iglesia de la Porciúncula en Asís o cualquier iglesia franciscana o iglesia catedral o parroquial.

Pero a partir de un decreto de la Penitenciaría Apostólica del 15 de julio de 1988 se puede ganar la indulgencia en La Porciúncula durante todo el año, una sola vez al día.

El Perdón de Asís se puede obtener para uno mismo o por los difuntos.

Las condiciones son las prescritas para las indulgencias plenarias.

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san francisco habnado en un monasterio

 

LA HISTORIA

La Historia cuenta que Francisco estaba en oración y contemplación en la Porciúncula.

Cuando de improviso la capilla se llenó de luz y vio sobre el altar a Cristo revestido de luz y a la derecha a su Madre, rodeados de una multitud de Ángeles.

Con el rostro en tierra Francisco adoró a su Señor en silencio.

Ellos le preguntaron qué deseaba para la salvación de las almas y Francisco contestó:

«Santísimo Padre, aunque yo soy un pobre pecador te ruego que a todos los que, arrepentidos de sus pecados y confesados, vengan a visitar esta iglesia, les concedas amplio y generoso perdón, con una completa remisión de todas las culpas».

«Lo que pides, hermano Francisco, es grande –le dijo el Señor–, pero de mayores cosas eres digno, y mayores tendrás.
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Por lo tanto accedo a tu petición, pero con la condición de que pidas de mi parte a mi vicario en la tierra esta indulgencia».

Entonces Francisco fue de inmediato al Papa Honorio III, le relató la visión que había tenido, el pontífice le escuchó con atención y después de algunas objeciones, le dio su aprobación.

Y le preguntó a Francisco:

«¿Cuántos años de indulgencia quieres?».

El «Pobrecillo» de Asís respondió:

«Padre Santo, ¡no pido años, sino almas!».

Y Cuando Francisco se iba el pontífice le preguntó:

«¿No quieres ningún documento?».

y Francisco le contestó:

«¡Santo Padre, me basta su palabra!».

«Si esta indulgencia es obra de Dios, Él verá cómo dar a conocer su obra.

Yo no necesito ningún documento; el papel debe ser la Santísima Virgen María, Cristo el notario y los Ángeles los testigos».

Al celebrarse la dedicación de la capilla Francisco dijo a la multitud:

«Quiero mandaros a todos al paraíso anunciándoos la indulgencia que me ha sido otorgada por el Papa Honorio.
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Sabed, pues, que todos los aquí presentes, como también cuantos vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión de todos sus pecados».

virgen maria jesus y san francisco

 

PALABRAS DE JUAN PABLO II

Palabras con que comenzaba el mensaje de Juan Pablo II en 1999, dirigido al Ministro General de la Orden Franciscana, en la reapertura de la Basílica y de la capilla de la Porciúncula.

“San Francisco de Asís pidió a Cristo, mediante la intercesión de la Reina de los Ángeles, el gran perdón o «indulgencia de la Porciúncula», confirmada por mi venerado predecesor el Papa Honorio III a partir del 2 de agosto de 1216.
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Desde entonces empezó la actividad misionera que llevó a Francisco y a sus frailes a algunos países musulmanes y a varias naciones de Europa.
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Allí, por último, el Santo acogió cantando a «nuestra hermana la muerte corporal»
(Cántico de las criaturas).

De la experiencia del Poverello de Asís, la iglesita de la Porciúncula conserva y difunde un mensaje y una gracia peculiares, que perduran todavía hoy.

Y constituyen un fuerte llamamiento espiritual para cuantos se sienten atraídos por su ejemplo.

A este propósito, es significativo el testimonio de Simone Weil, hija de Israel fascinada por Cristo:

«Mientras estaba sola en la capillita románica de Santa María de los Ángeles, incomparable milagro de pureza, donde san Francisco rezó tan a menudo, algo más fuerte que yo me obligó, por primera vez en mi vida, a arrodillarme»  (Autobiografía espiritual).

La Porciúncula es uno de los lugares más venerados del franciscanismo.

No sólo muy entrañable para la Orden de los Frailes Menores, sino también para todos los cristianos que allí, cautivados por la intensidad de las memorias históricas, reciben luz y estímulo para una renovación de vida, con vistas a una fe más enraizada y a un amor más auténtico.

Por tanto, me complace subrayar el mensaje específico que proviene de la Porciúncula y de la indulgencia vinculada a ella”

san francisco hablando a su gente fondo

 

EL FUNCIONAMIENTO DE LA INDULGENCIA

Sitiado Asís por las tropas de Perusa, el día 2 de Agosto se interrumpió el ataque, para que los peregrinos pudieran entrar en la villa para obtener la indulgencia. 

Cuenta Doña Emilia de Pardo Bazán en su “Vida de San Francisco” que:

Gregorio XV, hizo extensivo el jubileo de la Porciúncula a todas las iglesias franciscanas del mundo.

Según Fray Pánfilo de Magliano, la indulgencia fue concedida el año 1216, y en 1217 la proclamación solemne de la Porciúncula por siete obispos.

La víspera del solemne día llamaba a los fieles la Campana de la Predicación; se cubría el campo de toldos y enramadas y acampaban al raso los peregrinos.

Al lucir el nuevo sol se verificaba la ceremonia de la absolución, descrita por el Dante, en el canto IX del Purgatorio.

La «indulgencia de la Porciúncula» pudo al principio ganarse sólo en la capilla de la Porciúncula entre la tarde del 1 de agosto y el ocaso del 2 de agosto.

El 5 de agosto de 1480 (o 1481), el papa Sixto IV la extendió a todas las iglesias de la primera orden y la segunda de los franciscanos.

El 4 de julio de 1622, este privilegio se extendió por Gregorio XV a todos los creyentes que, después de la confesión y la recepción de la Sagrada Comunión, visitaran tales iglesias en el día señalado.

El 12 de octubre de 1622, Gregorio XV garantizó el mismo privilegio a todas las iglesias de los capuchinos.

El papa Urbano VIII la concedió a todas las iglesias de la Tercera orden regular el 13 de enero de 1643, y Clemente X a todas las iglesias de los conventuales el 3 de octubre de 1670.

Otros papas posteriores la extendieron a todas las iglesias relacionadas de cualquier manera con la orden franciscana, incluso a iglesias en las que la tercera orden celebrase reuniones.

La indulgencia de la Porciúncula resultó confirmada por la constitución apostólica «Indulgentiarum Doctrina» (1967) del Concilio Vaticano II.

Condiciones:

1) Visitar una de las iglesias mencionadas, rezando la oración del Señor y el Símbolo de la fe (Padrenuestro y Credo);

2) Confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Papa, por ejemplo, un Padrenuestro con Avemaría y Gloria.
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Estas condiciones pueden cumplirse unos días antes o después, pero conviene que la comunión y la oración por el Papa se realicen en el día en que se gana la Indulgencia.

friso de la porciuncula fondo

 

EL RELATO DE LOS QUÉ OCURRIÓ CON LA INDULGENCIA DE LA PORCIÚNCULA?

Una noche, en el monte cercano a la Porciúncula, ardía Francisco de Asís en ansias de la salud de las almas, rogando con eficacia por los pecadores.

Apareciósele un celeste mensajero, y le ordenó bajar del monte a su iglesia predilecta, Santa María de los Ángeles.

Al llegar a ella, entre claridades vivísimas y resplandecientes, vio a Jesucristo, a su Madre y a multitud de beatos espíritus que les asistían.

Confuso y atónito, oyó la voz de Jesús, que le decía:

— Pues tantos son tus afanes por la salvación de las almas, pide, Francisco, pide.

Francisco pidió una indulgencia latísima y plenaria, que se ganase con sólo entrar confesado y contrito en aquella milagrosa capilla de los Ángeles.

— Mucho pides, Francisco -respondió la voz divina-; pero accedo contento. Acude a mi Vicario, que confirme mi gracia.

A la puerta esperaban los compañeros de Francisco, sin pasar adelante por temer a los extraños resplandores y las voces nunca oídas.

Al salir Francisco le rodearon, y les refirió la visión; al rayar el alba, tomó el camino de Perusa, llevando consigo al cortés y afable Maseo de Marignano.

A la sazón estaba en Perusa Honorio III, el propagador del Cristianismo por las regiones septentrionales, que debía unir su nombre a la aprobación de la regla de la insigne Orden dominicana.

— Padre Santo -dijo el de Asís al antes Cardenal Cencio-, en honor de María Virgen he reparado hace poco una iglesia.

Hoy vengo a solicitar para ella indulgencia, sin gravamen de limosnas.

— No es costumbre obrar así -contestó sorprendido Honorio-; pero dime cuántos años e indulgencias pides.

— Padre Santo -replicó Francisco-, lo que pido no son años, sino almas.

Almas que se laven y regeneren en las ondas de la indulgencia, como en otro Jordán.

— No puede conceder esto la Iglesia romana -objetó el Papa.

— Señor -replicó Francisco-, no soy yo, sino Jesucristo, quien os lo ruega.

En esta frase hubo tal calor, que ablandó el ánimo de Honorio, moviéndole a decir tres veces:

— Me place, me place, me place otorgar lo que deseas.

Intervinieron los Cardenales allí presentes, exclamando:

— Considerad, señor, que al conceder tal indulgencia, anuláis las de Ultramar y menoscabáis la de los apóstoles Pedro y Pablo.

¿Quién querrá tomar la cruz para conseguir en Palestina, a costa de trabajos y peligros, lo que pueda en Asís obtener descansadamente?

— Concedida está la indulgencia -contestó el Papa-, y no he de volverme atrás; pero regularé su goce.

Y llamó a Francisco:

— Otorgo, pues -le dijo-, que cuantos entren contritos y confesados en Santa María de los Ángeles sean absueltos de culpa y pena.

Esto todos los años perpetuamente, mas sólo en el espacio de un día natural, desde las primeras vísperas, inclusa la noche, hasta el toque de vísperas de la jornada siguiente.

Oídas las últimas palabras de Honorio, bajó Francisco la cabeza en señal de aprobación, y sin despegar los labios salió de la cámara.

— ¿Adónde vas, hombre sencillo? -gritó el Papa-.

¿Qué garantía o documento te llevas de la indulgencia?

— Bástame -respondió el penitente- lo que oí; si la obra es divina, Dios se manifestará en ella.

No he menester más instrumento; sirva de escritura la Virgen, sea Cristo el notario y testigos los ángeles.

Con esto se volvió de Perusa a Asís. Llegando al ameno valle que llaman del Collado, en Collestrada, sintió impulsos de afecto, y se desvió de sus compañeros para desahogar su corazón en ríos de lágrimas.

Al volver de aquel estado de plenitud, de gozo y de reconocimiento, llamó a Maseo a voces:

No obstante, corría el tiempo sin que Honorio, ocupado en atender a las Cruzadas, a la lucha con los maniqueos y a la pacificación de Italia, formalizase los despachos autorizando la proclamación de la otorgada indulgencia; el retraso atribulaba a Francisco.

En mitad de una fría noche de enero se encontraba abismado en rezos y contemplaciones.

Impensadamente le asaltó una sugestión violentísima; pensó que obraba mal, que faltaba a su deber trasnochando, macerándose y extenuándose a fuerza de vigilias, siendo un hombre cuya vida era tan esencial para el sostenimiento y prosperidad de su Orden.

Discurrió que tanta penitencia pararía en enflaquecer y enajenar su razón, tocando en las lindes del suicidio, y le entró congoja.

Para desechar esta tentación, nacida quizás del propio cansancio y debilidad de su cuerpo, se levantó, se desnudó el hábito, corrió desde su celda al obscuro monte, y no pareciéndole mortificación bastante el frío cruel, se arrojó sobre una zarza, revolcándose en ella.

Manaba sangre de su desgarrada piel, y se cubría el zarzal de blancas y purpúreas rosas, fragantes, turgentes, frescas, como las de mayo.

Exhalaba suave aroma la mata recién florida, y las hojas verdes, salpicadas con la sangre del Santo, se tachonaban de pintas bermejas o gotas de carmín.

Una zona de blanca y fulgurosa luz radió disipando las tinieblas, y Francisco se encontró rodeado de innumerables ángeles:

Francisco se levantó transportado y caminó entre un ambiente luminoso.
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En torno suyo revoloteaban como mariposas de fuego los serafines, y esplendían, cual luciérnagas magníficas, las aladas cabezas de los querubines.
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El monte se abrasaba todo sin consumirse en aquel sobrenatural foco de luz.
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Resonaban acordes de deliciosa melodía.
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El suelo estaba cubierto de ricas alfombras y tapices de flores, sedas y oro.
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Sobre su propio cuerpo veía Francisco una veste cándida, transparente como el cristal, relumbradora como los astros.
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Cogió Francisco de la zarza florida doce rosas blancas y doce rojas, entrando en la capilla.

— Ven a la iglesia; te aguardan Cristo y su Madre -cantaban a coro sus inefables voces.

También deslumbraba el humilde recinto.

Le bañaban ríos de claridad semejantes a oro líquido.

Envueltos en aureolas más inflamadas aún y en brillantes nubes de gloria, estaban Cristo y su Madre, con innumerables milicias celestiales, constelaciones de espíritus.

Francisco cayó de rodillas, y fijo el pensamiento en sus constantes ansias, impetró la realización de la suspirada indulgencia, como si la vista de las hermosuras del cielo le impulsase a desear con más ardor que se abriesen sus puertas para el hombre.

María se inclinó hacia su hijo, y éste habló así:

— Por mi madre te otorgo lo que solicitas; y sea el día aquel en que mi apóstol Pedro, encarcelado por Herodes, vio milagrosamente caer sus cadenas [1 de agosto].

— ¿Cómo, Señor -preguntó Francisco-, haré notoria a los hombres tu voluntad?

— Ve a Roma -repuso- como la primera vez; notifica mi mandamiento a mi Vicario; llévale por vía de testimonio rosas de las que has visto brotar en la zarza; yo moveré su corazón y tu anhelo será cumplido.

Francisco se levantó; entonaron los coros de ángeles el Te Deum, y con último acorde de vaga y deleitosa armonía se extinguió la música, desvaneciéndose la aparición.

Fue Francisco a Roma con Bernardo de Quintaval, Ángel de Rieti, Pedro Catáneo y fray León, la ovejuela de Dios.

Se presentó al Papa llevando en sus manos tres rosas encarnadas y tres blancas de las del prodigio, número designado en honra de la Trinidad.

Intimó a Honorio de parte de Cristo que la indulgencia había de ser en la fiesta de San Pedro ad Víncula.

Le ofreció las rosas, frescas, lozanas y fragantes, que se burlaban del erizado invierno.

Se reunió el Consistorio, y ante las flores que representaban en enero la material resurrección de la primavera, fue confirmada la indulgencia, resurrección del espíritu regenerado por la gracia.

Escribió el Papa a los obispos circunvecinos de la Porciúncula, citándoles para que se reunieran en Asís el primer día de Agosto, a fin de promulgar la indulgencia solemnemente.

«En el día convenido -escribe uno de los cronistas del suceso-, concurrieron allí puntuales; con ellos gran multitud de las regiones comarcanas acudió también a la solemnidad.
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Apareció Francisco en un palco prevenido al efecto, con los siete obispos a su lado, y después de ferviente plática sobre la indulgencia obtenida, terminó diciendo que en el mismo día y todos los años perpetuamente, quien confesado y contrito entrase en aquella iglesia, lograría plena remisión de sus pecados.
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Oyendo los obispos a Francisco anunciar indulgencia semejante, se indignaron, exclamando que si bien tenían orden de hacer la voluntad de Francisco, no lograban creer que fuese la intención del Papa promulgar el indulto perpetuamente.
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En consecuencia se adelantó el obispo de Asís resuelto a proclamarlo por diez años solos.
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Pero en vez de esto repitió involuntariamente las palabras mismas que Francisco había pronunciado; unos después de otros, pensando cada cual corregir al anterior, reprodujeron los obispos el primer anuncio.
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De esto fueron testigos muchos, tanto de Perusa cuanto de las inmediatas villas».

Así quedó solemnemente publicada y promulgada la gran indulgencia de la Porciúncula, rival por el concurso y la importancia de los más célebres jubileos de la Edad Media.

A su misma extraordinaria amplitud se atribuye que ninguno de los primeros biógrafos del Santo de Asís haga mención explícita de ella, ni de las circunstancias que la precedieron.

Cuando se cifraba en las Cruzadas la esperanza de la Europa y del cristianismo, sería imprudente e impolítico del todo, según observaban los Cardenales, esparcir el rumor de que los peregrinos de Asís lograban iguales gracias que los palmeros de Jerusalén.

Hasta disposiciones de los Concilios vedaban cuanto pudiese en algún modo impedir o dilatar las Cruzadas.

Por muchos años, pues, fue sólo conocida oralmente la indulgencia de la Porciúncula, y hasta medio siglo después del tránsito de Francisco no hallamos el primer documento auténtico de Benito de Arezzo.

Fuentes:

 

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00 Todas las Advocaciones 10 Octubre ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA

San Francisco de Asís y su Mariología

San Francisco tuvo tal devoción hacia la Santísima Virgen, al punto que encomendó su orden a ella.

San Francisco de Asís fue el heraldo, el pregonero de la Virgen, su caballero amante, de la que predicó mucho y escribió poco, pero, quizás, en ese poco dijo todo lo que se puede decir y predicar de la Virgen María.

Francisco contempla con estupor a María, porque ha realizado lo que él mismo desea apasionadamente: llevar siempre consigo a Jesús, convertirse en su digna morada, adorar con reconocimiento el misterio del Verbo que se hace hombre, engendrarlo en la propia vida y ofrecerlo a los hermanos….

 

EL AFECTO Y LA DEVOCIÓN POR MARÍA EN SAN FRANCISCO

La Orden franciscana siempre ha tenido unos lazos muy especiales con la bienaventurada Virgen María, hasta el punto de ser contado entre las órdenes marianas surgidas en la Edad Media. Origen de estos lazos profundos es la experiencia espiritual de Francisco, el cual «rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. En su honor cantaba alabanzas especiales, le dirigía oraciones y le ofrecía afectos tantos y tales que ninguna lengua humana puede expresar. Mas, lo que más nos llena de gozo, es que la constituyó Abogada de la Orden y puso bajo sus alas a los hijos que estaba para dejar, para que encontrasen en ella calor y protección, hasa el final» (2Cel., 198).

La profunda devoción y piedad mariana del Santo de Asís es evidente desde la época de su conversión: Bernardo de Quintavalle, que lo hospedó algunas veces en su casa, observando su comportamiento, «lo veía pasar las noches en oración, durmiendo poquísimo y alabando al Señor y a la gloriosa Virgen su Madre, y pensaba, lleno de admiración: ‘Realmente, este hombre es un hombre de Dios» (2Cel., 24).

Su amor especial por la Madre del Señor se manifiesta también en la elección de residir en la Porciúncula, «una iglesita dedicada a la santísima Virgen: una construcción antigua, pero entonces del todo descuidada y abandonada. Cuando el hombre de Dios la vió tan abandonada, empujado por su fervorosa devoción por la Reina del mundo, puso allí su morada, con intención de repararla. Allí gozaba a menudo de la visita de los Ángeles, como parecía indicar el nombre de la iglesia misma, llamada desde antiguo Santa María de los Ángeles. Por eso la eligió como residencia, por su veneración por los ángeles y su especial amor por la Madre de Cristo» (L.Mayor, II,8).

Francisco amaba de manera particular aquel lugar, lo amaba «más que todos los demás lugares del mundo. Aquí, en efecto, conoció la humildad de los comienzos, aquí progresó en las virtudes, aquí alcanzó felizmente la meta. En el momento de la muerte recomendó este lugar a los frailes, como el más querido de la Virgen» (Ibid.), «porque quería que la Orden de los Menores creciera y se desarrollara, bajo la protección de la Madre de Dios, allí donde, por méritos de ella, había tenido su origen» (L.Mayor, III,5).

El autor de la vida de S. Clara añade: «Este es aquel lugar famoso donde dió comienzo el nuevo ejército de los pobres, guiado por Francisco, de modo que apareció claramente que fue la Madre de la Misericordia la que dió a luz en su morada a una y otra Orden» (L. S.Clara, 8).

San Buenaventura resalta la confianza filial de Francisco para con la Virgen: «Después de Cristo, ponía en ella su confianza, y por eso la hizo abogada suya y de los suyos» (L.Mayor, IX,3).

Una característica de María que llena de gozo a Francisco y lo hace especialmente devoto de ella es su maternal misericordia; es ella, «la Madre de la misericordia», la que obtiene para Francisco la gracia de su vocación; a ella, «Reina de misericordia», invita el Santo a dirigirle oraciones en las dificultades (cf. 3Cel. 106).

Pero, sobre todo, la misericordia de María se manifiesta con ocasión de la concesión del «Perdón de Asís», episodio que marca el triunfo de la misericordia de Dios y de la atenta intercesión de la Madre.

También en las oraciones de Francisco encontramos importantes referencias a María; en particular se hace cantor enamorado de la Virgen componiendo dos plegarias dedicadas a la que le ha llenado el corazón de infinita dulzura. La primera es una Antífona mariana que exalta a María por la especialísima relación con la Trinidad e invoca su intercesión:
«Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo entre las mujeres ninguna semejante a ti, hija y esclava del altísimo y sumo Rey, Padre celestial, madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros, con san Miguel arcángel y con todas las virtudes del cielo y con todos los santos, ante su santísimo Hijo amado, Señor y Maestro».

La antífona tiene raíces bíblicas, patrísticas y litúrgicas, pero también refleja las características originales de la personalidad del Santo.

 

LO DE FRANCISCO TRANSCIENDE EL SENTIMENTALISMO

Es devoción auténtica, y es amor filial motivado por lo que es nuclear en la Virgen María: su maternidad. Esta es la motivación que explica todo lo que Francisco siente, vive y nos transmite cuando habla y cuando escribe. Dice su biógrafo Celano que «le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, y le ofrecía afectos tantos y tales como no puede expresar lengua humana. ¡Ea, abogada de los pobres!, cumple con nosotros tu misión de tutora hasta el día señalado por el Padre» (2 Cel 198).

Francisco veía en María, por su condición de madre, la prolongación de la misericordia, del amor y de la omnipotencia de Jesús, su hijo y redentor nuestro. Ambos, como diría la teología posterior, fueron predestinados en un mismo decreto por el Padre para consumar la misma obra: la redención del género humano. Madre e Hijo constituyen un tándem indesglosable.

Dos fiestas eran para San Francisco objeto de particular fervor y regocijo, y para las que se preparaba con un retiro de cuarenta días de oración y ayuno: Navidad y la Asunción.

La Navidad, nos dice Celano, «la llamaba la fiesta de las fiestas, en la que Dios, hecho niño pequeñuelo, se crió a los pechos de madre humana» (2 Cel 199). Cuando meditaba este misterio, dicen las fuentes franciscanas que lloraba de ternura y agradecimiento. Este agradecimiento lo expresa ante el Padre cuando en el capítulo 23 de la primera Regla, su «credo», al hacer un repaso de la historia de la salvación, escribe: «Y te damos gracias porque (…) quisiste que Él, verdadero Dios y verdadero hombre, naciera de la gloriosa siempre Virgen beatísima Santa María» (1 R 23,3).

María es para Francisco, como no podía por menos, modelo y ejemplo. En un escrito dirigido a toda la Orden dice a los hermanos sacerdotes que celebran, reciben y administran el cuerpo del Señor: «Si la bienaventurada Virgen es tan honrada, como es justo, porque ha llevado en su santísimo seno al Señor…, ¡cuán santo, justo y digno debe ser quien toca con las manos ese mismo cuerpo en la eucaristía!» (cf. CtaO 21).

 

MARÍA MADRE Y POBRE

La ejemplaridad de María es propuesta por Francisco a los hermanos en paralelo con Cristo, su hijo, en particular cuando se refiere a la santa pobreza. En la Carta a todos los fieles, después de referirse al misterio de la Encarnación, añade: «Y, siendo Él sobremanera rico, quiso, junto con la beatísima Virgen, su Madre, escoger en el mundo la pobreza» (2CtaF 5). Llamaba a la pobreza reina de las virtudes, «pues con tal prestancia había resplandecido en el Rey de los reyes y en la Reina, su Madre» (LM 7,1; cf. 2 Cel 200). En su «Testamento» a la hermana Clara le recuerda: «Yo, el hermano Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza de nuestro altísimo Señor Jesucristo y de su santísima Madre, y perseverar en ella hasta el fin» (UltVol 1-2).

San Francisco quiso ser pobre porque Cristo y su Madre fueron pobres y vivieron pobres. Amaba a los pobres y veía en ellos, con los ojos de la fe, un icono de Cristo y de su pobrísima Madre. Solía decir: «Hermano, cuando ves a un pobre, ves un espejo del Señor y de su Madre pobre» (2 Cel 85). Francisco, que tanto amó y veneró a María por el don de su maternidad divina, se alegraba y daba también gracias por saber que, por gracia de Dios y obra del Espíritu Santo, él, y cualquier cristiano, puede ser respecto de Cristo espiritualmente lo que la Virgen fue física y biológicamente, es decir, engendrarlo por la escucha de la Palabra, llevarlo en el corazón y darlo a luz mediante las obras santas, que deben ser luz para ejemplo de los otros (cf. 2CtaF 53; 1CtaF I, 10). Después de Cristo, su Madre, María, pero siempre y en todo inseparables.

 

FRANCISCO, UN CRUZADO DE LA TEOLOGIA MARIANA

Pocos teólogos habrán logrado hacer una síntesis tan completa de la mariología como este «intrépido caballero de la Señora», como le llama el padre Gemelli. La sabiduría de este hombre era don del Espíritu Santo. Nada de razonamientos ni abstracciones. Usó el lenguaje más sencillo, expresivo y comprensible a todos. María es la madre que engendra en su seno a Jesús, el Niño Dios, al que convierte en nuestro hermano, y al que crió con sus pechos como cualquier otra madre humana (cf. 2 Cel 199).

Al usar el santo este lenguaje tan realista, quizás haya que recordar aquí una circunstancia particular, y es la de que Francisco tiene ante sí un ambiente contaminado por la doctrina docetista del doble principio propagada por los Cátaros, quienes enseñaban que la naturaleza humana, la materia, es mala. De ser esto así, Dios no habría podido encarnarse en ella y, por tanto, la Virgen María no podía, en modo alguno, ser madre de Dios ni madre nuestra. Francisco llega aquí como un cruzado providencial de la ortodoxia entre el pueblo sencillo al que habla con su mismo lenguaje, al tiempo que en pocas palabras escritas dejó para los teólogos posteriores de su Orden el desarrollo del más completo tratado de mariología, como puede comprobarse por la historia.

Ella es santa, pero en dependencia siempre de Dios trino, que es el santísimo. Ella es madre, pero es hija y esclava; es la incomparable, pero sin dejar de ser humana; la elegida entre todas las mujeres para ser la primera Iglesia -virgen hecha iglesia-, llamada a ser madre, modelo y prototipo de la Iglesia. Ella es la que ha revestido a Dios de carne mortal -vestidura de Dios-, y se ha convertido en tienda para que el Verbo de Dios acampara entre nosotros -casa de Dios y tabernáculo de Dios-. María es pura inhabitación de la Santísima Trinidad, que la consagró con su elección y presencia antes de crear el mundo, para ser la inmaculada Madre del Verbo por obra del Espíritu Santo. ¿Qué más se puede decir de María?

 

EL GUSTO DE FRANCISCO POR LOS LUGARES MARIANOS

Las Fuentes franciscanas destacan con acentos particulares la predilección de Francisco por los lugares marianos, es decir, por las iglesias puestas bajo la protección de la Virgen. Entre todas tuvo para él un especial atractivo la
ermita, restaurada con sus propias manos, de Santa María de los Angeles o de la Porciúncula.

Solía decir que tenía revelación de que la Virgen amaba aquella iglesia con predilección entre todas las construidas en su honor en todo el mundo, y por eso el santo la amaba también más que a todas, y tenía buenas razones para ello: allí recordaba y revivía su llamada evangélica; allí reunió los 12 primeros compañeros que le regaló el Señor; allí acogió a la hermana Clara cuando vino a él para consagrarse definitivamente a Dios; allí quería reunirse en capítulo para confraternizar y alegrarse con todos los hermanos.

No es de extrañar que al sentirse próximo a entregar su espíritu a Dios quisiera que le llevaran también «allí donde por mediación de la Virgen Madre de Dios había recibido el espíritu de gracia» (cfr. LM 14,3). No nos extraña, pues, que, no obstante su radical desprendimiento de todo, al referirse a la Porciúncula dijera a los hermanos: «Hijos míos, mirad que nunca abandonéis este lugar. Si os expulsan por un lado, volved a entrar por el otro» (1 Cel 106; LM 2,8).

 

LA PIEDAD Y AMOR MARIANOS TRASMITIDOS A SU ORDEN

La piedad mariana de Francisco, acuñada en muchos detalles de la tradición cristiana, pero nacida especialmente de la espiritualidad de este gran santo, fue recogida vitalmente por la Orden y transmitida a través de los siglos con la pluma y con la palabra, y, a veces, incluso, a costa de la sangre, como ocurrió con el dogma de la Inmaculada. Desde el Capítulo General celebrado en Toledo el año 1645, la Orden se puso bajo la protección de María Inmaculada, a la que declaró Reina y Señora de toda la Familia Franciscana.

La Orden franciscana siempre ha tenido unos lazos muy especiales con la bienaventurada Virgen María, hasta el punto de ser contado entre las órdenes marianas surgidas en la Edad Media. Origen de estos lazos profundos es la experiencia espiritual de Francisco, el cual «rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. En su honor cantaba alabanzas especiales, le dirigía oraciones y le ofrecía afectos tantos y tales que ninguna lengua humana puede expresar. Mas, lo que más nos llena de gozo, es que la constituyó Abogada de la Orden y puso bajo sus alas a los hijos que estaba para dejar, para que encontrasen en ella calor y protección, hasta el final» (2Cel., 198).

Acojamos este amor y esta devoción del Seráfico Padre como una preciosa herencia, y hagamos nuestra aquella oración puesta por Tomás de Celano en boca de San Francisco: «¡Ea, Abogada de los pobres!, cumple con nosotros tu misión de tutora hasta el día señalado por el Padre» -el fin del mundo- (2 Cel 198).

 

SALUDO A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA

El afecto y la veneración de Francisco por María se manifiestan también en el Saludo a la Bienaventurada Virgen María, himno de alabanza que exalta la divina maternidad, obra de Dios, Trino y Uno:
«¡Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios,
María virgen hecha Iglesia,
elegida por el santísimo Padre del cielo,
consagrada por él con su santísimo Hijo amado
y el Espíritu Santo Defensor,
en ti estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien!
¡Salve, palacio de Dios!
¡Salve, tabernáculo de Dios!
¡Salve, casa suya!
¡Salve, vestidura suya!
¡Salve, esclava suya!
¡Salve, Madre suya!
y ¡salve, todas vosotras, santas virtudes,
que por la gracia e iluminación del Espíritu Santo,
sois infundidas en los corazones de los fieles,
para hacerlos de infieles, fieles a Dios!»

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Relanzan peregrinación que sigue el camino de San Francisco de Asís

Se relanzó el tramo de la Vía Francígena que une Asís con Roma, una camino de espiritualidad franciscana de 289 kms. que estaba descuidado, al igual que la Vía Francígena en general. Conocida en el medioevo como el Camino de los Francos, que unía Canterbury en Inglaterra con Roma, esta peregrinación de 1800 kms. llegó a ser más importante que el Camino de Santiago.

Los devotos de San Francisco de Asís, podrán seguir ahora sus pasos a través de la «Vía Francigena», un antiguo camino de peregrinación similar al de Santiago de Compostela, que conduce de Asís a la Basílica de San Pedro del Vaticano.

La Opera Romana Peregrinaggi (ORP), de la Oficina de Peregrinaciones del Vaticano, presentó este camino de espiritualidad, que estaba cayendo en desuso y que recorre 289 kilómetros desde el pueblo donde nació el santo hasta la Sede de Pedro.

En su transcurso, el camino atraviesa el Monasterio de Greccio, lugar donde tuvo lugar la presentación del proyecto, y donde San Francisco sintió la inspiración de crear el primer pesebre. Allí, cuenta la historia, se apareció el niño Jesús, y desde entonces, Greccio es conocido como la nueva Belén.

Como testimonio de la peregrinación, la Oficina de Peregrinaciones del Vaticano pone al servicio del peregrino el «Testimonium», un certificado que prueba que se han recorrido al menos 100 kilómetros del camino. Para conseguirlo, los fieles tendrán que ir timbrado un pasaporte especial del peregrino cada vez que alcancen una nueva etapa del viaje.

LA VÍA FRANCÍGENA

Cada año miles de peregrinos recorren una parte o el total de los 1.800 kilómetros que separan Canterbury de Roma. Es la Vía Francígena, una ruta de peregrinación que atraviesa Inglaterra, Francia, Suiza e Italia para llegar al corazón del cristianismo: la tumba de San Pedro.

Para acoger a los peregrinos antes de que lleguen al Vaticano, la basílica de San Juan Bautista de los Florentinos ha inaugurado un punto de acogida: “Que los peregrinos encuentren en esta iglesia un lugar donde puedan parar, descansar, recuperar energías. Me parecía una consecuencia lógica, un gran signo de hospitalidad”, explica Luigi Veturi, párroco del templo.

La Vía Francígena fue la mayor ruta de peregrinación a Roma durante el Medievo. La primera documentación conocida de la misma se debe al arzobispo de Canterbury, Sigerico el Serio que en el año 990, efectuó la peregrinación a Roma para recibir el palio episcopal de manos del Papa Juan XV y describió las 79 etapas de su viaje.

El Consejo de Europa reconoció en 1994 la Vía Francígena como Ruta Cultural Europea, en reconocimiento a su valor conformador de la identidad del continente, pues junto con el camino de Santiago y la ruta a Jerusalén fue el gran destino de peregrinación de la Edad Media.

PEREGRINACIÓN A ROMA

Roma (en donde a los peregrinos que recorrían el camino se les llamaba romeros), era junto a Jerusalén (Santos Lugares: Belén, Santo Sepulcro, etc.: donde a los peregrinos se les llamaba palmeros porque a su regreso a su hogar se traían palmas) y Santiago de Compostela (Tumba del Apóstol Santiago: donde se les llamaba propiamente peregrinos y portaban conchas), uno de los tres grandes centros de peregrinación cristiana.

La Vía Francígena no es una sola ruta en sentido estricto, sino que comprende varias rutas que se fueron desarrollando a lo largo de los siglos, teniendo como horizonte la ciudad de Roma. También, dependiendo de la época del año, la popularidad de los lugares que tenían reliquias de Santos o de las situaciones políticas existentes en cada momento, esos caminos variaban y así, por ejemplo, se podían contar hasta tres o cuatro posibilidades para cruzar los Alpes o los Apeninos.

Los Lombardos pagaban por el mantenimiento y la defensa de esta vía para disponer de una ruta segura del Norte hasta Roma. Iba desde su capital, Pavía, atravesaba el paso de Cisa en los Apeninos y siguiendo por Lucca, Siena y Viterbo, alcanzaba Roma.

Comparte con el Camino de Santiago el Camino del Sur de Francia por Arlés. Una vez llegados a Roma, algunos peregrinos continuaban hacia el sur de la península italiana por la antigua vía Apia Trajana (denominada Francígena del Sur) para embarcarse en los puertos de Apulia (Bari, Brindisi u Otranto) hacia los Santos Lugares con destino Jerusalén.

A semejanza de los otros dos caminos de peregrinación cristiana medieval (Santiago de Compostela y Jerusalén), la Vía Francígena, ha sido objeto de estudios recientes, de un balizamiento y de un reconocimiento por el Consejo de Europa (1994) como Ruta Cultural Europea. Se puede recorrer a pie o en bicicleta.

ITINERARIO

El recorrido de 1.800 kilómetros comienza en Canterbury. Después de atravesar el Canal de la Mancha, la Via Francigena pasa, entre otras ciudades, por: Arras, Reims, Châlons-sur-Marne, Bar-sur-Aube, Langres, Besançon y Pontarlier.

En Suiza, por Lausanne, Saint-Maurice, y a través del paso del Gran San Bernardo se sitúa en Italia, por Aosta, Ivrea, Vercelli, Pavia, Lucca, Orvieto para llegar a Roma por la via Triumphalis. Anteriormente, una buena parte del trayecto sigue el recorrido de la antigua (y moderna) vía Cassia.

LAS ETAPAS

Las 79 etapas del manuscrito de Sigerico el Serio (una media de alrededor de 20km al día) sirven de base al itinerario moderno.

Si para los peregrinos que acudían a Santiago el camino más sagrado era el que llamaban Francés y en particular el que había seguido el obispo Gotelasco en el año 950 desde le Puy-en-Velay, para los romeros del norte de Europa la referencia era la Vía Francigena que en castellano significa, el Camino de los Francos. Aunque había infinidad de variantes, la ruta por excelencia era la que había dejado escrita Sigerico, Arzobisbo de Canterbury después de su viaje a Roma en el año 990, para recibir de manos del papa Juan XV, el pallium, una estola con una cruz que indicaba su investidura.

Utilizando como base ese manuscrito cuyo original se conserva en el British Museum de Londres, el Departamento de Turismo de la Comisión Europea relanzó en el año 2000 esa vía como una de las grandes rutas culturales del continente, aprovechando que la coincidencia con el jubileo romano.

Desde Canterbury a Suiza

24 días tardó Sigerico desde Inglaterra a Sainte Croix, ya en el actual territorio de la Confederación Helvética. A diferencia del Camino de Santiago, la Vía Francigena cayó en desuso en el Renacimiento por lo que resulta mucho más difícil seguir sus pasos, aunque esta situación por otro lado ofrece la oportunidad de sentirse investigador y pionero en pleno corazón de Europa.

Arras que durante la Edad media pertenecía a Flandes, es el primer lugar importante que desde un principio supo aprovechar su posición estratégica en este camino, especializándose desde muy pronto en la producción de tapices, una tradición que todavía perdura. De su catedral medieval sin embargo no queda prácticamente nada, al haber sido muy dañada en las sucesivas guerras que han afectado esta zona de Francia.

Laon, el siguiente punto de interés, conserva una de las catedrales más singulares de ese país, dedicada a Nuestra Señora en 1160, además de los restos de una abadía románica.

En Reims se entra de lleno en el gótico a través de su admirable catedral que marca un cambio importante en la historia de la escultura francesa. Ahí, en la capital de la Champagne se coronaron reyes y durante largo tiempo fue máximo centro espiritual de todo el país.

De la influyente abadía de Clairvaux fundada por San Bernardo en 1112 como casa madre de los cistercienses y punto obligado de romeros y peregrinos, quedan restos insignificantes.

En cambio en Langres permanece prácticamente intacta su catedral cluniacense además de numerosas casas medievales y conventos que dan fe de su importancia en la Via Francigena.

Besançon, la antigua capital del Franco Condado es el último punto importante en territorio francés con reminiscencias peregrinas. Queda un antiguo hospital dedicado a Santiago, varias iglesias románicas y en la catedral hay restos decorativos que se remontan al S.XI.

De la cordillera del Jura al Paso del Gran San Bernardo

9 días tardó Sigerico en cruzar Suiza a través de lugares como Orbe, Yverdon en el extremo sur del lago Neuchatel y Lausanne.

Allí a orillas del Lago Leman se encuentra una de las grandes catedrales góticas suizas, consagrada nada menos que por el papa Gregorio X en 1275. En el museo Histórico de la Ciudad se conservan igualmente numerosos testimonios de la importancia estratégica de este cruce de caminos.

Algo más adelante se alcanza Vevey siempre protegida por Mont Pelerin (el monte de los peregrinos) y ahora más conocida por albergar la central de la gigante Nestlé que ha montado Alimentarium, un parque temático dedicado a la comida. Mucho más pintoresco resulta el castillo de Chillon en las afueras de Montreux, un punto importante en la Vía Francigena al servir de lugar de refugio para los peregrinos.

Más allá la Vía cruza el río Ródano antes de alcanzar Martigny, uno de los centros con más historia del cantón de Valais donde aun se puede ver un importante anfiteatro romano y numerosos vestigios de su prestigioso pasado medieval. En el paso del Gran San Bernardo siguen en pie varios refugios para peregrinos que fueron construidos en tiempos carolingios.

Todos los caminos llevan a Roma

Aunque Sigerico entró en Italia por Aosta se sabe que muchos romeros utilizaban otros itinerarios que conducían hasta Turín.

A diferencia de Francia o Suiza, la Vía Francigena a su paso por la península italiana sigue mucho más viva, no siendo difícil encontrar restos de hospitales, iglesias de peregrinos y otros testimonios significativos por todo el camino.

No es fácil sin embargo destacar un lugar de otro, ya que la mayoría de las etapas están cargadas de obras de arte. Si en el extremo norte llaman la atención Susa e Ivrea además de Aosta o Torino cuya iglesia de San Ambrosio estaba especialmente dedicada a los peregrinos, más adelante es obligado parar en Vercelli para admirar la iglesia de Sant’Andrea, posiblemente el mejor ejemplo del primer gótico en el norte de Italia.

Otros puntos imprescindibles son la abadía de San Michele de la Chiusa, fundada en época de Sigerico y posteriormente máximo centro benedictino en la zona y la Abadía de San Antonio de Ranverso.

Después se alcanza Pavía con dos obras maestras románicas: San Pietro in Ciel d’Oro y San Michele además de sobresalientes reliquias de su esplendor imperial.

Piacenza llegó a tener nada menos que 30 hospitales de peregrinos y en varias iglesias hay muestras de su vinculación con la vía.

Fidenza era un punto trascendental para los romeros como lo indica la decoración escultórica que se conserva en la fachada de su catedral. Aquí aprovechaban para venerar también los restos de San Donnino especialmente milagrero entre los caminantes.

La lista de puntos importantes por donde pasa la Vía Francigena en la Emilia-Romagna y la Toscana es enorme. Sigérico tardo cerca de 50 días en atravesar Italia, no tanto por la dificultad del camino como por el número de lugares santos que obligaban a hacer etapa. Hay que citar ciudades tan conocidas como Parma o Bolonia, pero también Talignano o Berceto, cuya abadía era fundamental para los romeros.

En la Toscana destaca Lucca y Siena aunque no hay que olvidar a San Giminiano que debe su razón de ser y su prosperidad en la Edad Media, precisamente por formar parte de la Via Francigena.

Antes de llegar a Roma todavía quedan ciudades importantes con catedrales repletas de tesoros como Viterbo, Orvieto o Tuscania que por si solas merecerían un viaje.

 Fuentes: ACI Prensa, Wikipedia, blogs de la Vía Francígena, Signos de estos Tiempos

 

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El Papa comió con los pobres en Asís, habló con los jóvenes y los de vida consagrada

La tarde del 4 de octubre en Asís, con Francisco.

 

Francisco eligió comer con los pobres y no con las autoridades eclesiásticas y políticas. Y hablando con los jóvenes, la idea central que les trasmitió fue que no temieran dar pasos definitivos en su vida, porque el Señor no los deja sólos.

 

papa francisco en asis

 

A los sacerdotes les pidió que escuchen más a Dios antes de predicar sus homilías. Y las monjas Clarisas, les pidió que sean una familia y vivan alegres.

COMIÓ CON LOS POBRES Y NO CON LAS AUTORIDADES

Francisco eligió comer con los pobres en el comedor de la Cáritas de Santa María de los Ángeles en lugar de comer con las autoridades en el Sacro Convento de Asís.

La comida de hoy fue un encuentro marcado por la espontaneidad, empezando por el abrazo, a la entrada, entre el Pontífice y Abdahlala, un niño marroquí de siete años, hijo de uno de los huéspedes del centro de acogida. El niño le dio la mano al Papa y lo acompañó hasta el comedor, en el que había 55 huéspedes de los diferentes centros de acogida de la diócesis; después se sentaron juntos a comer, en la esquina más grande de la enorme mesa en forma de ele a la que se sentó Francisco para poder ver bien a todos los convidados.

CON EL CLERO EN LA CATEDRAL SAN RUFINO

Después de la comida, Francisco se dirigió a la Catedral de San Rufino, para encontrarse con el clero.

El Papa Francisco ha pedido a los sacerdotes que escuchen más a Dios antes de predicar para no dar homilías largas que nadie entiende y, a su vez, ha pedido a los fieles que escuchen la palabra de Dios

“El obispo debe caminar junto al pueblo, delante para guiar la comunidad, en medio para motivarla y sostenerla, detrás para tenerla unida”, ha añadido.

Además, ha puesto el acento en el papel de los Consejo Pastorales.

“Un obispo no puede guiar la diócesis sin los consejos pastorales, un párroco no puede guiar la parroquia sin los consejos pastorales, esto es fundamental”, ha dicho.

“No tengan miedo de salir e ir al encuentro de los marginados –subrayó–, no se dejen frenar por prejuicios, por costumbres, rigideces mentales o pastorales, por el “siempre se ha hecho así””.

Porque la Iglesia tiene una misión:

“Anunciar hasta en las periferias”, pero, ¿cuáles? “Pensemos. Preguntémonos, cuáles son las periferias en esta Diócesis. Claro, en un primer sentido, son las zonas de la Diócesis que pueden quedar al margen, fuera de del haz de luz de los reflextores. Pero también son las personas, realidades humanas marginadas en los hechos, despreciadas. Son personas que tal vez se encuentran físicamente cerca del “centro”, pero espiritualmente lejanas”.

CON LOS JÓVENES

Luego, el Papa Francisco llegó frente la Basílica de Santa María de los Ángeles, rodeado por la música tradicional de lo tambores de Asís y envuelto por el afecto de fieles y peregrinos de todas las edades (sobre todo los más pequeños), para el encuentro con los jóvenes.

Familia, trabajo, vocación y misión fueron los temas de la reflexión del Papa con los jóvenes.

Los jóvenes le hicieron una serie de preguntas a Francisco

“estoy contento de que la primera pregunta haya sido planteada por una joven pareja. Un hermoso testimonio. Dos jóvenes que decidieron con valentía formar una familia. Porque es cierto… se necesita valor para formar una familia. Y su pregunta, jóvenes esposos se relaciona con la de la vocación. ¿Qué es el matrimonio? Es una verdadera vocación. Como lo son el sacerdocio y la vida religiosa. Dos cristianos que se casan reconocieron en su vida la llamada del Señor, la vocación de formar una sola carne, una sola vida”.

El Santo Padre les pidió a los jóvenes que pensaran,

“pensemos en nuestros padres, en nuestros abuelos o bisabuelos: se casaron en condiciones mucho más pobres que las nuestras, algunos en tiempo de guerra, o en la posguerra; algunos emigraron, como mis padres. ¿Dónde encontraban la fuerza? La encontraban en la certeza de que el Señor estaba con ellos, de que la familia está bendecida por Dios en el Sacramento del matrimonio, y de que es bendita la misión de tener hijos y de educarlos”.

Después añadió,

“Me gustaría decirles que no tengan miedo de dar pasos definitivos en la vida, como el del matrimonio: profundicen su amor, respetando los tiempos y las expresiones, recen, prepárense bien, pero después tengan confianza en el Señor, porque el Señor no los deja solos”.

CON LAS CLARISAS

Tras visitar la tumba de Francesco, el Papa tuvo un momento intenso de profunda oración. Francisco, acompañado por la superiora de la congregación en Asís, oró durante diez minutos ante los restos de la primera franciscana, Santa Clara de Asís.

Y después quiso encontrarse, de igual a igual, con “mis hermanas”, a quienes pidió, sencillamente, que fueran felices,

“Que el Monasterio no sea un purgatorio, que sea una familia”, proclamó.

“Cuando una hermana en la clausura ofrece toda su vida al Señor, hace una transformación que pocos pueden entender. La normalidad de nuestro pensamiento no entiende que esta hermana viva sola con lo Absoluto. Sola con Dios. Es una vida ascética, penitente, pero esta no es la vida de una religiosa católica, cristiana”.

“La puerta pasa por Jesucristo siempre. Jesucristo es siempre el centro de vuestra vida, de vuestra oración y de la universalidad de vuestra oración» proclamó Francisco.

«Una monja de clausura cuando va por el camino de la contemplación y de la penitencia con Jesucristo se vuelve grandemente humana».

Las monjas de clausura, continuó el Papa,

«están llamadas a ser rotundamente humanas, al goce de la vida. Son personas que saben perdonar, que entienden el sufrimiento humano. Vuestra humanidad viene por vuestro camino. ¿Y cuál es el sueño de una religiosa? La gloria».

«Me entristece –añadió– cuando me encuentro hermanas que no son felices. Sonríen pero como una asistenta, no con la sonrisa que viene de dentro. Siempre con Jesucristo. Hoy, en la misa, recordé que Francisco había contemplado el crucifijo con los ojos abiertos, con el corazón, con la sangre. Esta es vuestra contemplación: la realidad de Jesucristo, no una idea abstracta, porque seca la cabeza».

Fuentes: Agencias, Signos de estos Tiempos

 

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Visita del Papa Francisco a Asís, para venerar a quien le prestó el nombre para su pontificado

Fue con los 8 cardenales consejeros.

 

El papa Francisco llegó a Asís, la cuna del «poverello», en el centro de Italia, a las siete y veinte de la mañana, visitó un centro de discapacitados, la Basílica de Santa María de los Ángeles, el santuario de San Damiano, y celebró una misa frente a la basílica.

 

francisco rezando en asis

 

El cielo de Asís estaba nublado, pero el ambiente era fervoroso en las callejuelas para acoger al Papa, sumamente popular, en una visita de diez horas.

VISITA A DISCAPACITADOS

El papa Francisco abogó el viernes, a su llegada a Asís (Umbría, centro de Italia), ciudad del santo cuyo nombre escogió, por una Iglesia solidaria con los discapacitados y las personas marginadas, un día después del naufragio de Lampedusa en el que murieron cientos de emigrantes.

«Hoy es un día de lágrimas», dijo el Papa sobre el naufragio.

En su primera visita de la jornada al instituto católico de atención a minusválidos físicos y mentales Serafico, al pie del monte Subiaco, el Papa saludó a unos 80 minusválidos físicos y mentales, uno a uno, hablándoles, acaricándolos y abrazándolos.

Poco antes de que saliera el sol, grupos de peregrinos y de niños, así como congregaciones de sacerdotes y de monjas se dirigían hacia la colina en lo alto de la ciudad para recibir al Papa.

Rodeado de sus ocho consejeros cardenales de los cinco continentes, el Papa dejó de lado su discurso e improvisó:

«Jesús está presente y escondido» en estos niños. «Los cristianos deben reconocer las heridas de Jesús», insistió.

«Cuando Jesucristo resucitó estaba resplandeciente, pero lo único que quiso conservar fue sus heridas», dijo.

«La sociedad, desgraciadamente, está contaminada por la cultura del rechazo que se opone a la cultura de la acogida. Y las víctimas de la cultura del rechazo son precisamente las personas más débiles», dijo el Papa, que destacó la labor del instituto Serafico «como un signo de la verdadera civilidad, humana y cristiana».

Francisco también criticó la atención superficial que se presta a los dramas humanos. Los dramas de la vida «no deben recibir únicamente la atención de la prensa dos o tres días», añadió sin hacer alusión al naufragio de Lampedusa.

En la ventana del instituto, el Papa Francisco lanzó a la multitud:

«íOren por mí!».

En el discurso, que finalmente no leyó, el Papa había incluido una carta de Nico, un niño argentino de 14 años, minusválido de nacimiento.

«Dios se revela a quien tiene un alma simple. En esta carta hay la belleza, el amor, la poesía de Dios», afirmaba en ese discurso.

Del instituto Serafico el Papa se trasladó al santuario de San Damiano, a 43 km de la ciudad, donde san Francisco habría oído la voz de Dios diciéndole

«ve a reparar mi iglesia».

VISITA AL LUGAR DONDE SAN FRANCISCO SE DESPOJÓ DE SUS ROPA

En el lugar donde el «Pobrecillo» se desnudó para quitarse todas las riquezas terrenales, el Papa dijo que la Iglesia debe despojarse de toda mundanidad espiritual.

El papa Francisco dijo que

«la Iglesia debe despojarse de toda mundanidad espiritual, que mata el alma y a las personas y a la propia Iglesia», durante su encuentro con los pobres en la Sala de Expoliación del Obispado de Asís, ciudad de San Francisco.

El mensaje sobre la Iglesia lo pronunció improvisadamente el Papa en el lugar donde San Francisco se despojó de sus vestidos, en la llamada «Sala del Expolio» del palacio del Obispado de Asís, donde se recuerda el revolucionario gesto del Santo, que se desnudó para quitarse todas las riquezas terrenales.

«Esta es una buena ocasión para invitar a Iglesia a despojarse, todos somos Iglesia, y todos debemos hacer el camino de Jesús, que ha hecho, un camino de despojo», dijo.

«Si queremos ser cristianos no hay un único camino, si hacemos un cristianismo sin la cruz de Jesús nos convertiremos en cristianos de pastelería», añadió.

«La mundanidad espiritual asesina el alma y mata a las personas, mata a la Iglesia», mantuvo Bergoglio.

Y aseguró:

«Tantos habéis sido desnudados de esto mundo salvaje que no da trabajo, que no ayuda, que no importa si mueren de hambre en el mundo ni importa si tantas familias no tiene para comer, no tiene la dignidad de llevar al pan a casa».

No importa -continuó-

«que tanta gente huya de la esclavitud, del hambre, huir buscando la libertad y tantas veces vemos que encuentran la muerte como ocurrió ayer en Lampedusa», donde al volcar una embarcación cargada de inmigrantes murieron al menos 111 personas y dos centenares permanecen desaparecidos.

LA MISA

«Escuchar el grito de quienes lloran, sufren y mueren por la violencia»

Lo pidió en la misa. Reiteró su llamado por la paz en Siria y en Medio Oriente y rezó por Italia, para que

«prevalezca lo que nos une sobre lo que nos divide». «La paz de San Francisco no es una armonía panteísta con la energía del cosmos, es Cristo».

El Papa Francisco instó al mundo a

escuchar «el grito de los que lloran, sufren y mueren a causa de la violencia», durante la concurrida misa celebrada en Asís.

«Te pedimos, Francisco, que nos enseñes a ser instrumentos de la paz», dijo el Papa argentino al suplicar ante unos 100.000 peregrinos «que cesen los conflictos armados que ensangrientan la tierra en Siria y en Oriente Medio».

Desde un altar de madera, instalado en la plaza de la basílica de San Francisco, rodeado de varios obispos y de los ocho cardenales que lo asesoran en la reforma de la Iglesia, el Papa pidió «paz y armonía para el mundo».

El Papa saludó también cordialmente al jefe de gobierno italiano, Enrico Letta, quien asistió a la misa.

«Oremos por Italia para que prevalga lo que los une sobre lo que los divide», dijo.

Con ocasión este viernes de la festividad del patrón de Italia, el Papa ilustró la vida del santo italiano, quien se despojó de todos sus bienes y vivió en estricta pobreza, convirtiéndose además en emblema de la paz.

«La paz franciscana no es un sentimiento dulce. Este San Francisco no existe. Ni una armonía panteísta con la energía del cosmos. Tampoco esto es franciscano», explicó el papa.

«La paz de Francisco es la de Cristo: `Amaos los unos a los otros`. Este yugo sólo se puede llevar con humildad de corazón», agregó.

«El hombre está llamado a custodiar al hombre: que el hombre esté en el centro, no los ídolos que hemos creado», dijo.

Fuentes: Agencias, Signos de estos Tiempos

 

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