Un masón incluye una maldición implícita en su árbol genealógico y dificultades para sus descendientes según hallaron los exorcistas.
Los exorcistas han descubierto que las docenas de condenas que el magisterio de la Iglesia ha hecho a la masonería no son sólo ideológicas.
No se trata solamente de una incompatibilidad en el reino de las ideas.
Y tampoco se refiere únicamente a quien adoran.
No es sólo que mientras los católicos adoran al único Dios, los masones adoran al Gran Arquitecto del Universo, y que a los grados más altos se les revela que es lucifer, el ángel caído.
Los exorcistas han descubierto que los juramentos que hacen los masones abren puertas insospechadas.
A partir de las cuales sus descendientes pueden ser atacados, y padecer diferentes males físicos y espirituales.
Que sólo se van a través de oraciones de liberación, y en lo casos peores con exorcismos.
Aquí queremos contar un caso concreto, asombroso, para que sirva como ejemplo y no haya duda.
Se trata de las sesiones de liberación que hizo el exorcista padre Carlos Martins a una mujer y ha compartido, para que los descendientes de masones tomen en cuenta.
Relató el exorcista padre Carlos Martins, en el programa los Archivos del Exorcista, que Adelaida llevaba tres años jubilada.
Había sido florista, vendió su tienda y comenzó a disfrutar de la vida sin la rutina diaria del trabajo.
Trabajaba en la despensa de alimentos de la parroquia y era ministro de la eucaristía, llevando la Sagrada Comunión a aquellos que no podían asistir a misa.
Era la persona que menos esperarías que tuviera algún problema con lo demoníaco
Pero cada vez que estaba en casa tenía la abrumadora sensación de ser observada.
Esa sensación la tenía desde la adolescencia.
Recordaba escuchar a su madre y a la hermana de su madre hablar sobre la sensación de ser observadas.
Sin embargo, lo que era diferente en esos años era que ocurría rara vez, sucedía quizás dos o tres veces al año y duraba solo unos pocos momentos.
Pero con los años aumentó de manera constante hasta que, a principios de sus 60 años, ocurría al menos una vez a la semana.
Y unos meses después de cumplir 70 aumentó drásticamente, hasta el punto de que ahora lo percibía casi las 24 horas del día.
“Me está observando día y noche. No puedo verlo con mis ojos, pero lo siento. Puedo sentir su mirada. Es horrible y sé que me odia», decía Adelaida.
Además, adquirió la conciencia interna, de que lo que la estaba acosando, estaba esperando hasta que estuviera bajo su completo dominio.
Era una mujer de gran fe y rezaba intensamente contra lo que había llegado a llamar «el monstruo».
En el pasado, rezar contra él parecía mantener al monstruo a raya, trayendo un período de libertad que duraba semanas o incluso meses.
Sin embargo, en el último año, ninguna cantidad de oraciones detenía la intensidad y frecuencia de los ataques.
Tuvo la aparición de pesadillas constantes con los mismos temas recurrentes
Una noche algo la atacó físicamente, y cuando pidió ayuda a Jesús, de repente se detuvo.
Y Su nieta pequeña sentía que alguien le estaba tocando el pelo y que le tocaba el hombro.
Así que tenemos a alguien que va a la iglesia, se confiesa, no tiene un historial evidente de prácticas ocultas, ni un pecado importante en su vida. ¿Qué está sucediendo se preguntó el padre Martins?
Consideró la posibilidad de que alguien le hubiera hecho una maldición.
Pero ella no podía pensar en nadie que tuviera algo en su contra.
Lo único que le quedaba por verificar era la presencia de un pecado generacional.
Entonces el padre Martins llevó a Adelaida por una serie de renunciaciones contra cualquier pecado generacional en su familia, y oró para que Dios la liberara de sus efectos.
Pero mientras oraba, la cara de Adelaide se enrojeció y la parte superior de su cabeza, donde tenía la mano el exorcista, se calentó intensamente.
También ella se sintió nauseabunda y experimentó punzadas en todo su cuerpo.
Habían encontrado algo, pero incluso después de una hora de oración, no hubo ningún cambio en los síntomas que sentía.
El calor seguía siendo intenso, sus brazos continuaban siendo pinchados y la náusea estaba presente mientras oraba.
No estaba manifestando posesión demoníaca, tenía control total sobre sí misma, pero mientras recibía la oración, algo había comenzado a atacarla.
Y un día, finalmente tuvieron un avance decisivo.
Le preguntó por su familia.
Y si sabía si algún miembro de su familia había sido masón.
Y dijo “Mi abuelo lo fue. Estaba muy involucrado en la masonería. Creo que escuché que fue maestro masón.”
El padre Martins había visto mejoras radicales en muchas personas cuando se rompían y renunciaban a las maldiciones masónicas.
El padre Martins dice que hay una autocondenación en los juramentos de iniciación masónica.
El iniciado da su consentimiento para ser torturado y muerto, como garantía de que seguirá los preceptos masónicos.
Algunos pueden tomar esas frases que se recitan como simbólicas, pero tienen un efecto real.
Pero además, al hacer el juramento con esa autocondenación, el cristiano está implícitamente aceptando que la masonería supera la palabra de Dios, incluso si en su corazón no lo cree así.
Y todo esto otorga derechos de pacto a los demonios.
En el grado 30 del Rito Escocés, al candidato se le presenta un cráneo sobre el cual se ha colocado una tiara papal simulada.
Se le dice que representa la tiara del «pontífice cruel y cobarde», y, por lo tanto, la corona de un impostor.
Luego un masón de alto rango apuñala el cráneo con una daga mientras el candidato grita: «¡Abajo con el impostor! ¡Abajo con el crimen!», y el candidato pisotea la cruz.
Pero lo interesante es que los derechos que los juramentos masónicos otorgan a los demonios, a menudo sólo se manifiestan en las generaciones posteriores.
En la experiencia del padre Martins, los propios hacedores de los juramentos no parecen sufrir los efectos negativos de los pactos masónicos que han hecho, al menos no de inmediato.
Los efectos negativos se manifiestan en sus descendientes.
De modo que el efecto producido por un juramento masónico no es otra cosa que la imposición de una maldición generacional.
Porque se trata de un pacto con el linaje completo del masón como garantía de seguir atado a la logia.
Considerando esto el padre Martins le hizo recitar a Adelaida oraciones para renunciar a los juramentos que había hecho su abuelo.
Y en ese momento, hubo un viento impresionante que pasó por la habitación.
Adelaida sintió una electricidad recorriendo su cuerpo y que la pesadez se había ido.
Y eso fue todo, quedó liberada; se fue a casa esa tarde y finalmente pudo dormir tranquilamente. Ya no había más monstruo en su casa.
Otro exorcista, el padre Dan Rehill ha tenido casos de personas con enfermedades, por ejemplo, que pensaron toda su vida que eran celíacas, que no podían comer gluten.
Y después de hacer las oraciones para romper todas las maldiciones masónicas, de repente volvían a estar completamente sanas en uno o dos días.
Y el padre John Szada tuvo un caso de ataques físicos y espirituales muy serios a un familiar de un masón.
Se deshizo de todos los objetos del masón, pero uno había desaparecido, no podían encontrarlo.
Finalmente, llevó a la familia a la iglesia, fueron a confesarse, hicieron todas las renunciaciones de los grados masónicos, y oraron para romper las maldiciones.
Y milagrosamente ese objeto que había desaparecido reapareció y pudieron destruirlo.
Y en otro caso le hizo un exorcismo a una espada masónica que había conservado el descendiente y recién ahí pudieron destruirla.
Bueno hasta aquí el relato de la liberación de Adelaida por el padre Carlos Martins, de una maldición generacional que afecta a descendientes de masones; que obviamente no se da en todos los casos pero hay que estar alerta.
Y me gustaría preguntarte si estás convencido de que la masonería es incompatible con el cristianismo o no estás seguro.
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